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1.Mestiza

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parecía una comunidad isleña normal. Pequeñas tiendas y restaurantes se alineaban<br />

en las calles. Había incluso tiendas regentadas por mortales y destinadas a ellos. Las<br />

prístinas playas eran para morirse.<br />

A los daimons no les gustaba viajar por el agua. Cuando un puro se pasaba al<br />

lado oscuro, su magia elemental cambiaba y sólo podía usarla si estaba tocando suelo.<br />

No tener contacto los debilitaba. Eso hacía de la isla un escondite perfecto para los<br />

nuestros.<br />

Era demasiado pronto para que hubiese nadie por las calles, y en cuestión de minutos<br />

cruzamos el segundo puente. En esta parte de Deity Island, situada entre zonas<br />

pantanosas, playas y bosques prácticamente intactos, se encontraba el Covenant.<br />

Elevándose entre el interminable mar y hectáreas de playas blancas, la extensa estructura<br />

de arenisca por la que pasamos era la escuela donde los puros y mestizos iban<br />

a clase. Con sus gruesas columnas de mármol y estatuas de los dioses estratégicamente<br />

colocadas, era un lugar intimidante, como de otro mundo. Los mortales pensaban que<br />

el Covenant era una escuela privada de élite donde ninguno de sus hijos tendría nunca<br />

el privilegio de entrar. Tenían razón. La gente tenía que tener algo súper especial en la<br />

sangre para llegar hasta aquí.<br />

Tras el edificio principal estaban las residencias que contaban también con más<br />

columnas y estatuas. Edificios más pequeños y bungalows salpicaban el terreno, y los<br />

enormes gimnasios e instalaciones de entrenamiento estaban al lado del patio. Siempre<br />

me recordaba a los antiguos coliseos, excepto que los nuestros estaban bajo techo;<br />

los huracanes podían llegar a ser muy bestias aquí.<br />

Todo era bonito —un lugar que amaba y odiaba al mismo tiempo. Ahora que lo<br />

veía, me daba cuenta de cuánto lo echaba de menos… y a mamá. Ella se quedaba en la<br />

isla principal mientras yo iba a clase, pero era una habitual en el campus, apareciendo<br />

para llevarme a comer después de las clases, convenciendo al antiguo Decano para que<br />

me dejase quedarme con ella los fines de semana. Dioses, sólo quería otra oportunidad,<br />

otro segundo para decirle—<br />

Me contuve.<br />

Control —tenía que estar bajo control ahora mismo, y hundirme en mi pena perpetua<br />

no iba a ayudarme. Armándome de valor, salí del Hummer y seguí a Aiden<br />

hacia la residencia de las chicas. Éramos los únicos moviéndonos por los silenciosos<br />

pasillos. Siendo principios de verano, por allí solo habría unos pocos estudiantes.<br />

—Aséate. Volveré a por ti en un rato —comenzó a darse la vuelta, pero paró—.<br />

Encontraré algo que ponerte y lo dejaré en la mesa.<br />

Asentí, falta de palabras. Incluso a pesar de estar intentando calmar mis emociones,<br />

algunas se colaban. Hace tres años mi futuro estaba perfectamente planeado.<br />

Todos los Instructores del Covenant habían alabado mis habilidades en las sesiones<br />

de entrenamiento. Incluso llegaron a decir que podría convertirme en Centinela. Los<br />

Centinelas eran los mejores —y yo era una de las mejores.<br />

Tres años sin entrenamientos me habrían puesto por detrás de cualquier mestizo.<br />

Una vida entera de servidumbre era lo que posiblemente me esperaba —un futuro que<br />

no podía soportar. Ser súbdita de los deseos de los puros, sin tener voz ni voto sobre<br />

nada —la posibilidad me mataba de miedo.<br />

Una posibilidad que empeoraba por mi necesidad apremiante de cazar daimons.<br />

Luchar contra ellos estaba arraigado en mi sangre, pero después de ver lo que

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