You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
país o prenderte en llamas con sólo pensarlo. Eso cambiaba a quién elegía la gente para<br />
luchar o de quién te hacías amigo. Y al final del día siempre era bueno tener algo con<br />
lo que encender los ánimos.<br />
Todo el mundo tenía un papel que desempeñar. Yo era considerada guay entre los<br />
mestizos, pero ahora no tenía ni idea de dónde estaría al empezar las clases.<br />
Tras vagar por las salas comunes vacías, salí de la residencia femenina y me dirigí<br />
hacia uno de los edificios pequeños al lado de la zona pantanosa. El edificio cuadrado<br />
de un piso albergaba la cafetería y las salas de entretenimiento y estaba rodeado por<br />
un colorido patio.<br />
Ralenticé el paso según me acercaba a una de las salas más grandes. Las risas y<br />
golpes que salían de ella probaban que aún había algunos chicos allí durante las vacaciones<br />
de verano. Algo cambió en mi interior. ¿Me aceptarían de nuevo? ¿Me conocerían<br />
siquiera? ¿Les importaría siquiera?<br />
Respiré profundamente y empujé la puerta. Nadie pareció darse cuenta de mi<br />
presencia. Todos estaban ocupados animando a un puro que hacía flotar unos cuantos<br />
muebles por el aire. La joven era novata en controlar el aire, lo que explicaba todo el<br />
ruido. Mamá también usaba el aire. Después de todo, era el elemento más común. Los<br />
puros sólo podían controlar uno, a veces dos si eran muy poderosos.<br />
Estudié a la chica. Con sus brillantes rizos rojos y enormes ojos azules, parecía<br />
tener como doce años, sobre todo por estar ahí al lado de los enormes mestizos con su<br />
bonita sudadera. La verdad es que yo no era la más indicada para hablar. Medía poco<br />
más de un metro sesenta, lo que era bastante enana comparada con la mayoría de los<br />
mestizos.<br />
Maldije a mi padre mortal.<br />
Mientras tanto, la pura cerró con fuerza los labios cuando otra silla cayó al suelo<br />
y el público soltó más risitas —todos excepto uno, Caleb Nicolo. Alto, rubio y con una<br />
sonrisa encantadora, Caleb había sido mi compañero de batallas cuando estaba en<br />
el Covenant. No debería haberme sorprendido tanto verle aquí en verano. Su madre<br />
mortal nunca quiso tener nada que ver con su «extraño» hijo y su padre pura-sangre<br />
se desentendió totalmente de él.<br />
Caleb me miraba con los ojos como platos, asombrado.<br />
—Pero… qué—<br />
En ese momento todo el mundo se giró hacia mí, incluso la pura. Al perder la<br />
concentración, todas las cosas cayeron al suelo de golpe. Unos cuantos mestizos se<br />
dispersaron cuando cayó el sofá y luego la mesa de billar.<br />
Abrí los brazos.<br />
—Cuánto tiempo sin vernos ¿eh?<br />
Caleb se espabiló, y en dos segundos cruzó toda la sala y me dio un abrazo de oso.<br />
Luego me agarró y me empezó a dar vueltas.<br />
—¿Dónde has estado? —me dejó de nuevo en el suelo— ¿Tres años, Álex? ¿Qué<br />
demonios? ¿Sabes lo que dice la mitad de los estudiantes que os pasó a ti y a tu madre?<br />
¡Pensábamos que estabais muertas! En serio, te daría un puñetazo ahora mismo.<br />
No podía contener la sonrisa.<br />
—Yo también te he echado de menos.<br />
Continuó mirándome como si fuese una especie de espejismo.<br />
—No puedo creer que estés aquí delante de verdad. Más vale que tengas una