You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Pedro Páramo<br />
Juan Rulfo<br />
-¿Cuánto hace que están ustedes aquí?<br />
-Desde siempre. Aquí nacimos.<br />
-Debieron conocer a Dolores Preciado.<br />
-Tal vez él, Donis. Yo sé tan poco de la gente. Nunca salgo. Aquí donde me ve, aquí he<br />
estado sempiternarnente... Bueno, ni tan siempre. Sólo desde que él me hizo su mujer.<br />
Desde entonces me la paso encerrada, porque tengo miedo de que me vean. Él no quiere<br />
creerlo, pero ¿verdad que estoy para dar miedo? -y se acercó a donde le daba el sol-.<br />
¡Míremela cara!<br />
Era una cara común y corriente.<br />
-¿Qué es lo que quiere que le mire?<br />
-¿No me ve el pecado? ¿No ve esas manchas moradas como de pote que me llenan de<br />
arriba abajo? Y eso es sólo por fuera; por dentro estoy hecha un mar de lodo.<br />
-¿Y quién la puede ver si aquí no hay nadie? He recorrido el pueblo y no he visto a<br />
nadie.<br />
-Eso cree usted; pero todavía hay algunos. ¿Dígame si Filomeno no vive, si Dorotea, si<br />
Melquiades, si Prudencio el viejo, si Sóstenes y todos ésos no viven? Lo que acontece es<br />
que se la pasan encerrados. De día no se qué harán; pero las noches se las pasan en su<br />
encierro. Aquí esas horas están llenas de espantos. Si usted viera el gentío de ánimas que<br />
andan sueltas por la calle. En cuanto oscurece comienzan a salir. Y a nadie le gusta<br />
verlas. Son tantas, y nosotros tan poquitos, que ya ni la lucha le hacemos para rezar<br />
porque salgan de sus penas. No ajustarían nuestras oraciones para todos. Si acaso les<br />
tocaría un pedazo de padrenuestro. Y eso no les puede servir de nada. Luego están<br />
nuestros pecados de por medio. Ninguno de los que todavía vivimos está en gracia de<br />
Dios. Nadie podrá alzar sus ojos al cielo sin sentirlos sucios de vergüenza. Y la vergüenza<br />
no cura. Al menos eso me-dijo el obispo que pasó por aquí hace algún tiempo dando<br />
confirmaciones. Yo me le puse enfrente y le confesé todo:<br />
»-Eso no se perdona -me dijo.<br />
»-Estoy avergonzada.<br />
»-No es el remedio.<br />
»-¡Cásenos usted!<br />
»-¡Apártense!<br />
»-Yo le quise decir que la vida nos había juntado, acorralándonos y puesto uno junto al<br />
otro. Estábamos tan solos aquí, que los únicos éramos nosotros. Y de algún modo había<br />
que poblar el pueblo. Tal vez tenga ya a quién confirmar cuando regrese.<br />
»--Sepárense. Eso es todo lo que se puede hacer.<br />
»-Pero ¿cómo viviremos?<br />
»-Como viven los hombres.<br />
»Y se fue, montado en su macho, la cara dura, sin mirar hacia atrás, como si hubiera<br />
dejado aquí la imagen de la perdición. Nunca ha vuelto. Y ésa es la cosa por la que esto<br />
está lleno de ánimas; un puro vagabundear de gente que murió sin perdón y que no lo<br />
conseguirá de ningún modo, mucho menos valiéndose de nosotros. Ya viene. ¿Lo oye<br />
usted?<br />
-Sí, lo oigo.<br />
-Es él.<br />
Se abrió la puerta.<br />
-¿Qué pasó con el becerro? -preguntó ella.<br />
-Se le ocurrió no venir ahora; pero fui siguiendo su rastro y casi estoy por saber dónde<br />
asiste. Hoy en la noche lo agarraré.<br />
31