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RULFO+JUAN.+Pedro+Paramo

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Pedro Páramo<br />

Juan Rulfo<br />

-No veo nada, papá.<br />

-Te bajaré más. Avísame cuando estés en el suelo.<br />

Había entrado por un pequeño agujero abierto entre las tablas. Había caminado sobre<br />

tablones podridos, viejos, astillados y llenos de tierra pegajosa:<br />

-Baja más abajo, Susana, y encontrarás lo que te digo.<br />

Y ella bajó y bajó en columpio, meciéndose en la profundidad, con sus pies<br />

bamboleando en el «no encuentro dónde poner los pies».<br />

-Más abajo, Susana. Más abajo. Dime si ves algo.<br />

Y cuando encontró el apoyo allí permaneció, callada, porque se enmudeció de miedo.<br />

La lámpara circulaba y la luz pasaba de largo junto a ella. Y el grito de allá arriba la<br />

estremecía:<br />

-¡Dame lo que está allí, Susana!<br />

Y ella agarró la calavera entre sus manos y cuando la luz le dio de lleno la soltó.<br />

-Es una calavera de muerto -dijo.<br />

-Debes encontrar algo más junto a ella. Dame todo lo que encuentres.<br />

El cadáver se deshizo en canillas; la quijada se desprendió como si fuera de azúcar. Le<br />

fue dando pedazo a pedazo hasta que llegó a los dedos de los pies y le entregó coyuntura<br />

tras coyuntura. Y la calavera primero; aquella bola redonda que se deshizo entre sus<br />

manos.<br />

-Busca algo más, Susana. Dinero. Ruedas redondas de oro. Búscalas, Susana.<br />

Entonces ella no supo de ella, sino muchos días después entre el hielo, entre las<br />

miradas llenas de hielo de su padre.<br />

Por eso reía ahora.<br />

-Supe que eras tú, Bartolomé.<br />

Y la pobre de Justina, que lloraba sobre su corazón, tuvo que levantarse al ver que ella<br />

reía y que su risa se convertía en carcajada.<br />

Afuera seguía lloviendo. Los indios se habían ido. Era lunes y el valle de Comala seguía<br />

anegándose en lluvia.<br />

Los vientos siguieron soplando todos esos días. Esos vientos que habían traído las<br />

lluvias. La lluvia se había ido; pero el viento se quedó. Allá en los campos la milpa oreó<br />

sus hojas y se acostó sobre los surcos para defenderse del viento. De día era pasadero;<br />

retorcía las yedras y hacía crujir las tejas en los tejados; pero de noche gemía, gemía<br />

largamente. Pabellones de nubes pasaban en silencio por el cielo como si caminaran<br />

rozando la tierra.<br />

Susana San Juan oye el golpe del viento contra la ventana cerrada. Está acostada con<br />

los brazos detrás de la cabeza, pensando, oyendo los ruidos de la noche; cómo la noche va<br />

y viene arrastrada por el soplo del viento sin quietud. Luego el seco detenerse.<br />

Han abierto la puerta. Una racha de aire apaga la lámpara. Ve la oscuridad y entonces<br />

deja de pensar. Siente pequeños susurros. En seguida oye el percutir de su corazón en<br />

palpitaciones desiguales. Al través de sus párpados cerrados entrevé la llama de la luz.<br />

No abre los ojos. El cabello está derramado sobre su cara. La luz enciende gotas de<br />

sudor en sus labios. Pregunta:<br />

-¿Eres tú, padre?<br />

-Soy tu padre, hija mía.<br />

Entreabre los ojos. Mira como si cruzara sus cabellos una sombra sobre el techo, con<br />

la cabeza encima de su cara. Y la figura borrosa de aquí enfrente, detrás de la lluvia de<br />

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