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RULFO+JUAN.+Pedro+Paramo

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Pedro Páramo<br />

Juan Rulfo<br />

hasta de sus cosas. Yo me quedé porque no tenía adónde ir. Otros se quedaron esperando<br />

que Pedro Páramo muriera, pues según decían les había prometido heredarles sus bienes,<br />

y con esa esperanza vivieron todavía algunos. Pero pasaron años y años y él seguía vivo,<br />

siempre allí, como un espantapájaros frente a las tierras de la Media Luna.<br />

»Y ya cuando le faltaba poco para morir vinieron las guerras esas de los «cristeros» y la<br />

tropa echó rialada con los pocos hombres que quedaban. Fue cuando yo comencé a<br />

morirme de hambre y desde entonces nunca me volví a emparejar.<br />

»Y todo por las ideas de don Pedro, por sus pleitos de alma. Nada más porque se le<br />

murió la mujer, la tal Susanita. Ya te has de imaginar si la quería.»<br />

Fue Fulgor Sedano quien le dijo:<br />

-Patrón, ¿sabe quién anda por aquí?<br />

-¿Quién?<br />

-Bartolomé San Juan.<br />

-¿Y eso?<br />

-Eso es lo que yo me pregunto. ¿Qué vendrá a hacer?<br />

-¿No lo has investigado?<br />

-No. Vale decirlo. Y es que no ha buscado casa. Llegó directamente a la antigua casa de<br />

usted. Allí desmontó y apeó sus maletas, como si usted de antemano se la hubiera<br />

alquilado. Al menos le vi esa seguridad.<br />

-¿Y qué haces tú, Fulgor, que no averiguas lo que pasa? ¿No estás para eso?<br />

-Me desorienté un poco por lo que le dije. Pero mañana aclararé las cosas si usted lo<br />

cree necesario.<br />

-Lo de mañana déjamelo a mí. Yo me encargó de ellos. ¿Han venido los dos?<br />

-Sí, él y su mujer. ¿Pero cómo lo sabe?<br />

-¿No será su hija?<br />

-Pues por el modo como la trata más bien parece su mujer.<br />

-Vete a dormir, Fulgor.<br />

-Si usted me lo permite.<br />

«Esperé treinta años a que regresaras, Susana. Esperé a tenerlo todo. No solamente<br />

algo, sino todo lo que se pudiera conseguir de modo que no nos quedara ningún deseo,<br />

sólo el tuyo, el deseo de ti. ¿Cuántas veces invité a tu padre a que viniera a vivir aquí<br />

nuevamente, diciéndole que yo lo necesitaba? Lo hice hasta con engaños.<br />

»Le ofrecí nombrarlo administrador, con tal de volverte a ver. ¿Y qué me contestó? "No<br />

hay respuesta -me decía siempre el mandadero-. El señor don Bartolomé rompe sus<br />

cartas cuando yo se las entrego." Pero por el muchacho supe que te habías casado y<br />

pronto me enteré que te habías quedado viuda y le hacías otra vez compañía a tu padre.»<br />

Luego el silencio.<br />

«El mandadero iba y venía y siempre regresaba diciéndome:<br />

»-No los encuentro, don Pedro. Me dicen que salieron de Mascota. Y unos me dicen que<br />

para acá y otros que para allá.<br />

»Y yo:<br />

»-No repares en gastos, búscalos. Ni que se los haya tragado la tierra.<br />

»Hasta que un día vino y me dijo:<br />

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