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VE-34 JUNIO 2017

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finalizar el tercer capítulo supo que debía entregárselo a Catalina, si<br />

ella regresaba. Vaya, debía volver. Tenía la seguridad de que estaría<br />

aquí un día cualquiera. No podía ser de otra manera. A diferencia de<br />

Catalina, a él no lo estremecía el descaro de los imposibles que<br />

penetran en nuestra realidad.<br />

Braulio pasaba por ahí varias veces al día. Iba de las oficinas de<br />

su trabajo a la Central, y volvía. Bien podía cargar siempre con el<br />

ejemplar y entregarlo a su dueña, cuando coincidieran en el parque.<br />

Los meses transcurrieron con la lentitud del caracol en su<br />

laberinto. Deseaba encontrarla, no solo en el parque, sino en<br />

cualquier esquina, en el café de las tardes, en las salas de cine, en la<br />

oscuridad de su habitación. La incógnita le agotaba su capacidad de<br />

respuestas. O coincidía con ella en el mismo espacio y a la misma<br />

hora, o leía el resto de la novela. Tenía que ser ya.<br />

No había deseado pasar del tercer capítulo, pero su resistencia<br />

tenía un límite. Decidió leer el resto de la novela un sábado de otoño.<br />

Dio un paseo por el parque con la esperanza de tropezar con la dueña<br />

del libro, de descubrir el rostro desconocido. Absurdo. Se sentó en el<br />

césped, delante del sitio donde lo había encontrado. Retomó la<br />

lectura. Llegado al último capítulo, lo cerró. No quería conocer el<br />

final. Se levantó, se sacudió los pantalones y, al levantar la mirada, se<br />

tropezó con la de Catalina.<br />

Permanecieron inmóviles varios minutos. Catalina quiso decir<br />

algo. Se contuvo. Si bien ella había servido de modelo para el<br />

personaje femenino, el parecido de Braulio con el personaje de la<br />

novela de su hermano le sorprendió. Imposible que Alberto lo<br />

conociera de antemano.<br />

Braulio vivía la conmoción de tener frente a sí a la mujer de la<br />

historia —imposible, se decía— tal y como la había construido en su<br />

imaginación lectora. Se había acostumbrado a que el personaje<br />

masculino se pareciera a él, ya en lo físico, ya en sus pensamientos y<br />

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