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4 tRESMIL Sábado <strong>12</strong> / agosto / <strong>2017</strong><br />
Viene <strong>de</strong> página 3/<br />
y lo aspiró por la nariz, como un perfume. Yo<br />
lo imité. Seguimos conversando <strong>de</strong> diversos<br />
tópicos, y repetimos la hazaña varias veces. De<br />
pronto la atmósfera se puso levemente dorada.<br />
Debió <strong>de</strong> ser la hora.<br />
abn al Jaschid tomó recuerdo bien el<br />
rectángulo número seis, que era <strong>de</strong> un tono<br />
terracota, y me llamó al cuarto <strong>de</strong> baño.<br />
Pase lo que pase... ¿Me jura que no lo dirá a<br />
nadie todavía? Juré con toda la solemnidad<br />
<strong>de</strong>l caso.<br />
Colocó el rectángulo en el piso y abrió la<br />
llave <strong>de</strong> la ducha. el agua fría empezó a caer<br />
sobre el ladrillo <strong>de</strong> yeso, que la sorbía con una<br />
avi<strong>de</strong>z increíble. Y se iba hinchando. Subiendo<br />
Tomando estatura y color y... ¡cuerpo entero<br />
<strong>de</strong> mujer!<br />
Se la presento: es edith Mellow, mo<strong>de</strong>lo <strong>de</strong><br />
Los angeles...<br />
Sin duda por su profesión, la chica no se<br />
extrañó <strong>de</strong> ver su morena y turgente <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z,<br />
frente a dos hombres.<br />
Very glad to meet you...<br />
no le respondí el cumplido por no hablar<br />
innecesariamente. La señorita Mellow estaba<br />
<strong>de</strong> rechupete.<br />
Más tar<strong>de</strong>, el árabe me explicó. en la cajita<br />
<strong>de</strong> pequeños ladrillos tenía su harem, porque<br />
en los estados Unidos es ilegal la poligamia.<br />
«¡Una estupi<strong>de</strong>z!» Se encontraba, pues, a<br />
cubierto <strong>de</strong> todo riesgo jurídico y policial,<br />
mediante ese <strong>de</strong>scubrimiento, que estaba al<br />
final <strong>de</strong> la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> carbono cuyo estudio le<br />
encomendara el Instituto.<br />
están <strong>de</strong>shidratadas, conforme a mi<br />
procedimiento secreto. Cuando quiero la<br />
presencia <strong>de</strong> una <strong>de</strong> ellas, no hago más que<br />
combinar la pastilla con H20, que se pue<strong>de</strong><br />
encontrar en cualquier grifo. Luego, las torno<br />
a <strong>de</strong>shidratar. no sufren. Por lo contrario, les<br />
complace. ¿no es así. edith?<br />
¡Oh. yes!...<br />
Dos estupefacciones más me guardaba la caja<br />
<strong>de</strong> sorpresas <strong>de</strong> mi amigo el árabe.<br />
Me produjo la una cuando me indicó que, luego<br />
<strong>de</strong> cavilar, había llegado a la conclusión <strong>de</strong> que<br />
era conveniente y humanitario, hacer público<br />
su <strong>de</strong>scubrimiento.<br />
en una sociedad tan llena <strong>de</strong> rutinas y <strong>de</strong><br />
pequeños intereses, tan ahíta <strong>de</strong> su propia<br />
técnica, en que ya la gente empieza a <strong>de</strong>sconfiar<br />
<strong>de</strong>l valor <strong>de</strong> las ciencias y <strong>de</strong>l gozo <strong>de</strong> la<br />
vida, esto va a tener más alcances que la<br />
<strong>de</strong>sintegración <strong>de</strong>l átomo. Bien sé que si<br />
pregunto sobre esto a los políticos, a los<br />
clérigos, a los moralistas, van a poner el grito<br />
en el cielo. Por eso hice una encuesta entre<br />
poetas y pintores, entre músicos y borrachos.<br />
Y todos están <strong>de</strong> acuerdo en que es necesario,<br />
porque va a producir un <strong>de</strong>squiciamiento.<br />
La otra sorpresa fue que un día me mostró,<br />
en su <strong>de</strong>spacho, un grueso tomo escrito <strong>de</strong> su<br />
puño y letra, en caracteres árabes. el título<br />
estaba en árabe y en inglés. en este idioma<br />
pu<strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rlo. rezaba «HaCIa La PaZ<br />
MUnDIaL POr La IMaGInaCIOn». eran<br />
como novecientas páginas.<br />
es una obra escrita para que la entiendan los<br />
sociólogos y otras gentes sin Imaginación me<br />
indicó . Ya la traducción al inglés está por<br />
terminarse, y, en cuanto se concluya, editaré<br />
la obra por mi cuenta.<br />
en el Universal Technologic Institute había<br />
esa mañana <strong>de</strong> invierno, reunidos alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong><br />
setenta estudiosos. Se trataba <strong>de</strong> la adjudicación<br />
<strong>de</strong> los premios novel, establecidos por el<br />
millonario K. W. novel, <strong>de</strong> Massachusetts, para<br />
premiar las noveda<strong>de</strong>s máximas en cualquier<br />
rama <strong>de</strong> la ciencia o <strong>de</strong>l arte.<br />
ahí químicos franceses y matemáticos<br />
alemanes. ahí mecánicos y poetas <strong>de</strong> fama<br />
mundial. ahí entendidos en boxeo y en<br />
fabricación <strong>de</strong> conflictos internacionales, ahí<br />
pacifistas y toreros. Todas, prácticamente<br />
todas las activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l hombre, como bien<br />
saben mis lectores, se hallan representadas en<br />
las famosas sesiones <strong>de</strong>l Fi<strong>de</strong>icomiso novel.<br />
Y los asistentes estaban <strong>de</strong> acuerdo en conferir<br />
a abn al Jaschid el premio, el único premio,<br />
por sus mujeres <strong>de</strong>shidratadas, que tanto<br />
consuelo habían traído a corazones tristes, y<br />
tanta paz a muchos hogares celosos.<br />
Sin embargo, lo encontraban inmoral. no.<br />
Francamente. no se podía.<br />
Pero sería injusto no otorgárselo.<br />
Sería injusto.<br />
De aquella brillante reunión <strong>de</strong> eminencias,<br />
había <strong>de</strong> salir una fórmula que conciliara los<br />
intereses <strong>de</strong> la ecuanimidad con los <strong>de</strong> la ética.<br />
Y salió. Se dispuso otorgar a mi amigo el<br />
árabe, el Premio novel <strong>de</strong> la Paz, por su libro<br />
sobre el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la fantasía en las relaciones<br />
internacionales, libro, por cierto, que muy<br />
pocos conocían y que los políticos no habían<br />
apreciado en todo su valer.<br />
Conforme lo requieren las bases <strong>de</strong>l<br />
Fi<strong>de</strong>icomiso, el premio <strong>de</strong>bería ser entregado<br />
con gran pompa y ceremonia, en la casa <strong>de</strong><br />
habitación <strong>de</strong>l favorecido.<br />
Llegó el día fijado en el acta. amaneció<br />
cayendo una lluvia <strong>de</strong>lgada, punzante y<br />
fastidiosa. Soplaron vientecillos helados. Hacia<br />
el mediodía, se <strong>de</strong>scolgaron unos nubarrones<br />
grises, y un robusto huracán empezó a batir<br />
puertas. abn al Jaschid fumaba su narguile,<br />
cuando el ventarrón le llevó parte <strong>de</strong>l tejado,<br />
en el saloncillo <strong>de</strong> la biblioteca. no pudo<br />
hacer mucho caso al inci<strong>de</strong>nte, porque en ese<br />
momento llegaban, mojados a más no po<strong>de</strong>r,<br />
los tres ministros <strong>de</strong>l Fi<strong>de</strong>icomiso novel, con el<br />
pergamino, la medalla y el cheque, precedidos<br />
<strong>de</strong> banda militar y seguidos <strong>de</strong> un hormiguero<br />
<strong>de</strong> fotógrafos <strong>de</strong> prensa.<br />
Lo que vieron, fue la ruina <strong>de</strong> mi amigo el<br />
árabe.<br />
el ganador <strong>de</strong>l Premio novel <strong>de</strong> la Paz, tenía su<br />
casa en la más <strong>de</strong>sastrosa <strong>de</strong> las guerras, como’<br />
bien registraron las películas cinematográficas<br />
y las placas fijas, y como el lector, sin duda,<br />
pudo advertir en el diario que llega a su casa.<br />
al levantar el viento el trozo <strong>de</strong> techumbre, la<br />
lluvia. ya impetuosa, cayó sobre la librera en<br />
don<strong>de</strong> estaba el harem <strong>de</strong>shidratado. Y la guerra<br />
no era sólo entre Zulema y astrid, abdara,<br />
edith, Pilar y las <strong>de</strong>más... Se hubieran tolerado<br />
recíprocamente, <strong>de</strong> no haberse también mojado<br />
aquel trozo <strong>de</strong> yeso, cuyo número no registra<br />
la historia, y que se hacía llamar Cristina... o<br />
Jorge... (47)<br />
Ricardo Lindo (1947)<br />
El juicio en Santa Rosa <strong>de</strong> Lima<br />
El fiscal había sido duro.<br />
el acusado, un joven <strong>de</strong> gran<strong>de</strong>s ojos negros,<br />
miraba tristemente a los jurados. Sabía que el<br />
<strong>de</strong>fensor nombrado <strong>de</strong> oficio por la Fiscalía- no<br />
podía hacer gran cosa.<br />
Lo atraparon pasando un cargamento <strong>de</strong> ropa<br />
por la frontera <strong>de</strong> Honduras, lejos <strong>de</strong> la aduana,<br />
y los policías lo golpearon tras robarle las<br />
mejores prendas.<br />
Los jurados sólo agacharon afirmativamente<br />
la cabeza mientras se relataban los cargos en<br />
su contra. era, para colmo, un extranjero, un<br />
turco como llamaba el fiscal a los árabes. El,<br />
como todos sus congéneres (y el acusador casi<br />
se atrevió a <strong>de</strong>cir como sus <strong>de</strong>scendientes y los<br />
hijos <strong>de</strong> sus <strong>de</strong>scendientes) traficaba a costas<br />
<strong>de</strong>l dinero <strong>de</strong>l estado. es más, ni siquiera<br />
hablaba bien el español.<br />
así estaban las cosas, antes que el abogado<br />
<strong>de</strong>fensor interviniera, cuando se levantó el<br />
profesor <strong>de</strong> escuela, que se encontraba entre<br />
los espectadores, e interrumpió la honorable<br />
sesión.<br />
Lo <strong>de</strong>jaron hablar, quizás porque el estupor<br />
<strong>de</strong>tuvo al Juez, o bien porque era conocedor<br />
<strong>de</strong>l respeto que el profesor gozaba en la<br />
comunidad, a pesar <strong>de</strong> ser poeta.<br />
Habló pausadamente al comienzo, y poco a<br />
poco su voz fue elevándose y llenándose <strong>de</strong><br />
vida.<br />
recordó las caravanas árabes recorriendo<br />
el ilimitado <strong>de</strong>sierto para llevar, a lomo <strong>de</strong><br />
camello, las sedas <strong>de</strong> Oriente a las cortes <strong>de</strong><br />
europa, y esas especias por las que un día<br />
américa sería <strong>de</strong>scubierta. el don <strong>de</strong> China<br />
iba en manos <strong>de</strong> esos camelleros <strong>de</strong> ojos<br />
oscuros, cubiertos <strong>de</strong> largas túnicas, a través<br />
<strong>de</strong> los fríos <strong>de</strong>l Himalaya y los calores <strong>de</strong>l<br />
África, <strong>de</strong>safiando los vendavales <strong>de</strong> arena y<br />
la crueldad inocente <strong>de</strong> las fieras.<br />
Porque eran habitantes <strong>de</strong> la arena, que no<br />
produce nada, se volvieron comerciantes.<br />
esos eran los antepasados <strong>de</strong>l prisionero, cuyo<br />
camión era un falso camión, era un camello<br />
disfrazado <strong>de</strong> camión.<br />
el profesor hizo una pausa y continuó.<br />
También el Salvador era un <strong>de</strong>sierto, un<br />
<strong>de</strong>sierto poblado <strong>de</strong> árboles. recordó su<br />
juventud, cuando recorría ciuda<strong>de</strong>s y caseríos<br />
pagando con acrósticos un almuerzo o un techo<br />
ocasional. no <strong>de</strong> otro pagaba Al-Mutanabi,<br />
con sus versos, la hospitalidad <strong>de</strong> jeques y<br />
sultanes en las cortes <strong>de</strong> Las Mil y una noches.<br />
Sí, también en él, humil<strong>de</strong> profesor <strong>de</strong> escuela,<br />
había un grano <strong>de</strong> Al-Mutanabi, el inmortal<br />
poeta árabe.<br />
Luego se refirió a los papiros, que crecen en<br />
nuestro suelo como a las orillas <strong>de</strong>l nilo, y a las<br />
garzas <strong>de</strong> los manglares, que se antojaban ibis<br />
rosados <strong>de</strong> egipto. Las olas que bañaban sus<br />
pies en el Puerto <strong>de</strong> La Unión eran ciertamente<br />
las mismas que vieron pasar la embarcación <strong>de</strong><br />
Simbad el marino.<br />
Volvió aún al acusado. Hijo <strong>de</strong> un pueblo <strong>de</strong><br />
errantes, había transgredido una frontera, pero<br />
las fronteras, a fin <strong>de</strong> cuentas, eran el resultado<br />
<strong>de</strong>l egoísmo <strong>de</strong> los hombres, y la tierra era una<br />
sola, y para todos había sido creada.<br />
Cuando el profesor concluyó su discurso, los<br />
asistentes creyeron haber sido <strong>de</strong>positados en<br />
el suelo por una alfombra mágica.<br />
Todos se alejaron silenciosos, y el juicio ya<br />
no tuvo lugar. el acusado salió libre, porque<br />
lo contrario hubiera sido <strong>de</strong>struir el hechizo,<br />
romper una copa <strong>de</strong> Naishapur, <strong>de</strong>spetalar los<br />
rosales <strong>de</strong> Persia, hundir el barco <strong>de</strong> Simbad<br />
(48).<br />
Ricardo Castrorrivas (1938)<br />
Teoría para salvar espejos<br />
en el único espejo que había en Ab Ramán,<br />
ciudad <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> Ibn Al Khartaar, Abud<br />
Al-Rashid, el irascible (Sultán, Gran Visir,<br />
enviado <strong>de</strong> Alá, Consejero privado <strong>de</strong> todos<br />
los sultanatos <strong>de</strong> la región, amo y señor <strong>de</strong> los<br />
bazares <strong>de</strong>l reino, dueño <strong>de</strong> los mejores rebaños<br />
<strong>de</strong> camellos y el Más-Fiel-Intérprete-<strong>de</strong>l-<br />
Corán), vio reflejada su imagen. Esta, sonreía<br />
serenamente, ausente <strong>de</strong> problemas. Intrigado<br />
Abud Al-Rashid preguntó a la imagen:<br />
-¿Por qué sonríes?<br />
-Soy feliz -dijo la imagen-<br />
Iracundo, Al Rashid lanzó un jarrón contra<br />
el espejo. La imagen, trizada, cayó al suelo<br />
como hielo quebrado. Momentos <strong>de</strong>spués, el<br />
sultán exhala el último aliento. a los cortesanos<br />
extrañó gran<strong>de</strong>mente la plácida sonrisa que<br />
Al-Rashid tenía en sus labios (49).<br />
César Ramírez Alvarenga (1955)<br />
El Coleccionista <strong>de</strong> Sonidos<br />
Ya tenía los más diversos sonidos <strong>de</strong>l mundo: el<br />
vuelo <strong>de</strong>l abejorro en celo, el estampido <strong>de</strong>l mar<br />
contra los farallones <strong>de</strong> la montaña, las turbinas<br />
<strong>de</strong> un jumbo jet, el crujido <strong>de</strong> una ruptura<br />
dimensional, la comunicación <strong>de</strong>l llamado <strong>de</strong><br />
auxilio <strong>de</strong>l Challenger, los susurros amorosos<br />
<strong>de</strong> una Yeti, los <strong>de</strong>splazamientos armónicos <strong>de</strong><br />
una araña en su tela, las vibraciones mentales<br />
<strong>de</strong> los iniciados al proyectarse a distancia,<br />
los ritmos barrocos <strong>de</strong> las estrellas en sus<br />
momentos <strong>de</strong> fragmentación, el <strong>de</strong>stello <strong>de</strong><br />
los quásares al atravesar un agujero negro, la<br />
<strong>de</strong>tonación acompasada <strong>de</strong> un Corazón al hacer<br />
el amor, el llamado <strong>de</strong> auxilio <strong>de</strong> un planeta a<br />
punto <strong>de</strong> ser invadido por esclavistas estelares.<br />
Con especial cuidado había guardado una serie<br />
<strong>de</strong> sonidos históricos como el sermón <strong>de</strong> la<br />
montaña, las alabanzas <strong>de</strong> Mahoma al borrar<br />
dos versículos <strong>de</strong>l Corán, la revelación <strong>de</strong><br />
placer <strong>de</strong> John Smith por las planchas <strong>de</strong> oro,<br />
la <strong>de</strong>spedida <strong>de</strong> Quetzalcóatl al retornar al reino<br />
<strong>de</strong> Tule y las débiles palabras <strong>de</strong> Jesucristo al<br />
<strong>de</strong>sfallecer el Viernes Santo.<br />
Pero había unos que jamás habían sido grabados<br />
o filmados en su secuencia sonora… eran las<br />
trompetas <strong>de</strong>l apocalipsis, entonces sintonizó<br />
sus computadoras y ubicó la referencia<br />
espacial, dimensional y temporal.<br />
Terminó <strong>de</strong> grabarlo, lo reprodujo en su álbum<br />
<strong>de</strong> sonidos y salió a mostrarlo, fue entonces<br />
cuando en la calle escuchó <strong>de</strong> nuevo el agudo<br />
sonido (50).<br />
Fe<strong>de</strong>rico Hernán<strong>de</strong>z Aguilar (1974)<br />
¿Quién anda ahí? (cuento)<br />
¿Quién anda ahí?<br />
Somos cuentos contando cuentos…<br />
Fernando Pessoa<br />
el poeta sufí <strong>de</strong> Córdoba, Al Mutamar-Ibn al<br />
Farsi, vivo entre 1118 y 1196, piensa que los<br />
gran<strong>de</strong>s emisarios tocan a la puerta con dos<br />
nudillos, precisamente cuando la puerta gime<br />
cerrada al fondo <strong>de</strong> algún pasillo obscuro,<br />
tan iluso y atravesado <strong>de</strong> prejuicios como<br />
un tren <strong>de</strong> pasajeros. Mas cuando llegan, los<br />
emisarios saben <strong>de</strong>letrearnos el asombro con<br />
una familiaridad preciosa algo que se apren<strong>de</strong><br />
tras muchas horas frente a relojes antiguos , y<br />
saben guiar el cardumen <strong>de</strong> los instantes a la<br />
vera <strong>de</strong> un camino silencioso. Cuando llegan,<br />
pues, los emisarios, nos <strong>de</strong>vora el tiempo sin<br />
fruición, cómplice <strong>de</strong>l bronce y los <strong>de</strong>stierros.<br />
Humo convenido puebla voz, garganta, boca <strong>de</strong><br />
los emisarios. Les apesta el aliento a relicario<br />
y a falta <strong>de</strong> inocencia cada uña. no lo dicen,<br />
pero les disgusta el hombre que los ha visto<br />
venir, porque es árida la espalda <strong>de</strong>l que sabe,<br />
y a su paso, como cangrejos, todos van <strong>de</strong>jando<br />
anillos fugitivos en la arena.<br />
Y si nadie los conoce, ¡cómo se relamen<br />
<strong>de</strong> gusto los emisarios! Mienten, entonces,<br />
por costumbre. Y <strong>de</strong>jan que los hombres se<br />
mueran <strong>de</strong> repugnancia, <strong>de</strong> su propia certeza<br />
<strong>de</strong> morirse.<br />
así <strong>de</strong> in<strong>de</strong>scifrantes son los emisarios, que no<br />
los <strong>de</strong>tiene ni el olor a bautizo <strong>de</strong> las horas, ni el<br />
crepitar fecundo <strong>de</strong> la remolacha al ser mojada,<br />
ni las torpes hazañas <strong>de</strong>l veneno. nada es más<br />
<strong>de</strong>nso que su inminente sed y nada menos ágil<br />
que su absoluta lengua.<br />
Una vez, hace ya muchos años, un filósofo<br />
quiso esperar la visita <strong>de</strong> los emisarios en<br />
compañía <strong>de</strong> una mujer, prendido en fiebres<br />
y al asedio lechoso <strong>de</strong> un acto consumado. el<br />
resultado fue, por cierto, extravagante, y lo<br />
menos curioso fue el apetito involuntario <strong>de</strong><br />
los rudos visitantes.<br />
Tampoco el Marajá <strong>de</strong> Iliamina, que se<br />
contaba entre los sabios <strong>de</strong>l mundo, pudo<br />
evitar que por el tragaluz <strong>de</strong> su impericia<br />
entraran los emisarios, que utilizaron la parcial<br />
ramificación <strong>de</strong> sus venas para doblegarle. De<br />
aquel acontecimiento gris da cuenta el honroso<br />
testimonio <strong>de</strong> una palmera, eternizada <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
entonces por los poetas ciegos <strong>de</strong> Iliamina.<br />
Y hubo quien buscó refugio, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, en<br />
los olivos, en las acacias, en las cuatro miradas<br />
<strong>de</strong> la luna, en alguna profecía retadora… Todo<br />
inútil. Los emisarios han viajado por los nueve<br />
continentes <strong>de</strong>l asma y han hallado su camino<br />
entre salivas, corchos, sábanas, cortinas,<br />
músicas hirvientes y ufanas lluvias, princesas<br />
musulmanas y frisos <strong>de</strong> epopeyas inmortales.<br />
nadie los ha visto, pero todos han visto sus<br />
huellas digitales en el cielo ese infame pedazo<br />
<strong>de</strong> cartón que se arruga ante el grave, alevoso<br />
paso <strong>de</strong> una nube ensimismada .<br />
nadie los ha visto, pero los emisarios han<br />
ganado. Han vencido a los escépticos y han<br />
acallado sus reclamos, sus torpes reclamos<br />
prostituidos <strong>de</strong> vida conocida.<br />
ellos, los emisarios, son implacables; los<br />
hombres, aplacables. en una balanza, por<br />
supuesto, el equilibrio está con<strong>de</strong>nado al<br />
fracaso. Un par <strong>de</strong> nudillos y es todo (51).<br />
*Ensayista salvadoreño, editor <strong>de</strong> la<br />
Revista Biblioteca Islámica y Director <strong>de</strong>l<br />
Área <strong>de</strong> Cultura <strong>de</strong> la Asociación Cultural<br />
Islámica Shiita <strong>de</strong> El Salvador.<br />
-La ilustración que pone rostro a este<br />
trabajo es <strong>de</strong> la diseñadora gráfica<br />
salvadoreña Karen Lara, a quien<br />
agra<strong>de</strong>zco por su colaboración.