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<strong>Balance</strong> energético atmosférico en <strong>ciudades</strong>: Propuesta metodológica para México 12<br />
pequeña escala. Estas unidades morfológicas fundamentales pueden ser agregadas<br />
jerárquicamente. Sin embargo, el tamaño, forma, composición y ordenamiento de los<br />
elementos del dosel urbano hace difícil definir y asignar valores térmicos, geométricos, y<br />
otras características de la superficie urbana (Schmid et al., 1991), o aún encontrar un datum<br />
superficial para propósitos meteorológicos (Oke, 1988). Así que un conflicto básico en los<br />
estudios de balance energético es el de saber qué capas se desea monitorear, ya que cada<br />
espesor tiene su propia importancia, por lo que no hay una sola respuesta.<br />
Respecto al BEA, la partición de los flujos energéticos, tratada en la siguiente sección, está<br />
regida por la naturaleza de la superficie urbana y las habilidades relativas del suelo y la<br />
atmósfera para transportar calor. La distribución particular conseguida por una superficie<br />
es probablemente el más importante determinante de su microclima. En la figura 2 se<br />
ilustran las componentes del balance energético que dan lugar al clima urbano, y que da<br />
una idea de que la cuantificación de los diversos flujos es una tarea complicada por la<br />
geometría urbana y los diferentes usos del suelo en pequeñas distancias, que dan lugar a<br />
una amplia gama de microclimas.<br />
Figura 2: Descripción esquemática de los flujos involucrados en los balances de energía en áreas urbanas (adaptada de Oke, 1987a), donde Q* es<br />
la radiación neta, Qh el flujo de calor sensible, Qe el flujo de calor latente, Qs el almacenamiento de calor