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<strong>Balance</strong> energético atmosférico en <strong>ciudades</strong>: Propuesta metodológica para México 26<br />
La utilización de sensores remotos ha posibilitado hacer estudios de balance energético<br />
superficial, con lo que se ha logrado estimar algunos flujos energéticos a gran escala (Iino<br />
y Hoyano, 1996; Yang, 2000), pero las variaciones en usos del suelo, por ejemplo, en el<br />
área urbana de San Luis, Missouri (Ching, 1985), ha demostrado que las medidas del flujo<br />
de calor sensible pueden ser sustancialmente diferentes a las obtenidas en mediciones<br />
puntuales hasta en un factor de 2 a 6, mientras que Schmid, op. cit., 1991, observó<br />
variaciones en QH de ±40% en distancias de 100 a 1000 m.<br />
Solamente cuando se aplican a regiones homogéneas (agrícolas o con vegetación nativa)<br />
se producen estimaciones razonables de las densidades de flujo de calor sensible y calor<br />
latente en la capa superficial, para casos en que no hay advección (Xinmei et al., 1993).<br />
Los comentarios anteriores implican que estas técnicas no es posible usarlas en cortas<br />
distancias de una ciudad por la diversidad de usos del suelo, por lo que la medición de las<br />
componentes del balance in situ es más apropiada para evaluar los flujos energéticos en el<br />
sistema suelo-atmósfera. Además, las mediciones puntuales son útiles para calibraciones<br />
de mediciones con sensores remotos, ya sea de vuelos en avión o imágenes de satélite.<br />
Para el estudio del balance energético, en esta revisión se ha utilizado el enfoque propuesto<br />
por Oke, op. cit. (1988), en el que los flujos se han evaluado en un volumen imaginario<br />
(véase figura 2), en el que el límite superior se ha puesto arriba del nivel del techo, y su<br />
base en un espesor del suelo donde los intercambios de energía son muy pequeños, o<br />
realmente no significativos en la escala de tiempo de consideración, lo que nos restringe a<br />
la capa de dosel urbano. Este punto de vista tiene la ventaja de poder evaluar cada uno de<br />
los flujos energéticos, a excepción del flujo de calor del suelo, que como veremos más<br />
adelante generalmente se estima como el residual de los otros flujos.<br />
Así que, brevemente, en esta revisión la evaluación del balance energético suelo-atmósfera<br />
se ha realizado en el tope del dosel urbano, es decir, de unos 10 a 20 metros sobre la azotea<br />
de los edificios, o en alturas aún mayores, a excepción de campañas de mediciones<br />
documentadas en algunas áreas rurales y áreas con vegetación, donde se monitorea la capa<br />
límite rural.<br />
Se describen en secciones independientes los estudios de balance de energía atmosférico<br />
para <strong>ciudades</strong> (sub)tropicales y para <strong>ciudades</strong> de latitudes medias, partiendo del hecho de