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Tema de tapa<br />

tres<br />

SIN<br />

MOLDES<br />

Lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, travestis, intersexuales, queers, gender fluid, pan, antro,<br />

demi o asexuales, son algunas de las clasificaciones que existen, pero aún falta mucho por recorrer<br />

POR Agustina Zabaljáuregui<br />

La humanidad se fue clasificando a sí misma en normas o<br />

generalidades, siendo extraño o irregular quien se encontrase<br />

fuera de esos márgenes. Poco a poco, al menos en lo que al<br />

género y a la sexualidad respecta, se fue logrando que quien se<br />

hallara fuera de la norma pudiese cambiar la regla sin ser percibido<br />

como alguien distinto sino como un individuo dentro de<br />

un nuevo grupo. El binarismo de género, aquella construcción<br />

social que categoriza de manera dicotómica la realidad humana<br />

en masculino y femenino, está cuestionado desde hace unos<br />

años y así muchos se permitieron buscar su propia identidad<br />

sin intentar encajar en un molde preestablecido. Seguramente<br />

las distintas identidades sexuales existieron desde siempre,<br />

aunque muchas no tuvieran nombre, visibilidad ni derechos.<br />

Lo cierto es que aún queda muchísimo camino por recorrer, todavía<br />

existen lugares en el mundo donde tener otra preferencia<br />

sexual o identidad de género es un delito. Sin embargo, desde<br />

los años 70 hasta la actualidad existió un gran avance en todos<br />

los terrenos, incluso en los más arduos como el de la mentalidad<br />

humana. El recorrido fue espinoso. Pensar la identidad<br />

sexual fuera del binarismo de género fue una lucha de un gran<br />

sector de la sociedad que sentía que ese molde lo dejaba afuera.<br />

El movimiento LGBTIQ (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero<br />

e intersexuales, queers) nace en 1969 en el marco de<br />

una protesta contra el acoso por parte de la policía a homosexuales<br />

y trans, luego de violentos disturbios ocurridos en<br />

un bar neoyorquino llamado Stonewall Inc. Si bien existieron<br />

otros movimientos a lo largo de la historia en distintas partes<br />

del mundo, a partir de este hecho se luchó activamente desde<br />

el lugar del orgullo de la propia homosexualidad. El fin de la<br />

prohibición llevó a consolidar una cultura y hasta un mercado<br />

propio que no dejaba de crecer. Desde bares hasta servicios<br />

turísticos, ser gay repentinamente se convirtió en algo funcional<br />

al capitalismo. Particularmente, porque había un gran<br />

sector sin hijos y de altos ingresos.<br />

Se creó así una identidad homosexual donde “salir del clóset”,<br />

en los ámbitos sociales particulares de cada uno, se convirtió<br />

en un aspecto fundamental de esa identidad. A su vez, la<br />

aparición del SIDA recrudeció tanto la lucha por los derechos<br />

gays como la discriminación contra ellos. Tal es así que, en sus<br />

primeros años de existencia, se lo llamaba el cáncer gay y tener<br />

la enfermedad era sinónimo de homosexualidad. Desde la<br />

negación de fondos hasta la falta de campañas públicas de prevención,<br />

se percibía un discurso estigmatizante, en las políticas<br />

públicas, para con la comunidad homosexual.<br />

De todas formas, el gay masculino y el femenino fueron aceptados<br />

lentamente dentro de ese molde binario. Lo mismo ocurrió<br />

con las lesbianas pero en menor medida. Mientras aquellos<br />

roles siguieran vigentes, aunque ocupados por nuevos actores,<br />

la sociedad podría asimilarlos como una parte propia. Incluso<br />

se aceptó la condición gay o heterosexual como un nuevo<br />

molde que acompañaba al clásico masculino o femenino. Pero<br />

la idea de la normalidad es cruel y, así como incluyó a algunos<br />

dentro de ella, dejó a muchos fuera. Transexuales, transformistas,<br />

intersexuales y todo aquel que no formara parte de esos<br />

cánones se recluyeron en bares y lugares de encuentro donde<br />

se gestó una subcultura: un espacio de resistencia dentro de la<br />

resistencia. Así surgió el movimiento queer, como consecuencia<br />

de una doble exclusión social, que ahora también incluía dentro<br />

de los discriminadores a una porción de la comunidad gay, que<br />

estaba dentro del círculo social de los aceptados y no querían<br />

perder ese terreno ganado. Por eso, HIV positivos, transexuales,<br />

travestis, transformistas, intersexuales, homosexuales negros<br />

o chicanos, aquellos más marginados dentro de los marginados,<br />

se reapropiaron del concepto queer, cuyo equivalente en<br />

español sería raro o torcido, un término que siempre había sido<br />

despectivo y que se volvió positivo a partir de este proceso.<br />

Ese germen pronto se convirtió en una corriente de pensamiento<br />

de género que tuvo a Judith Butler como una de<br />

las cabezas principales que aportaron conceptos innovadores.<br />

Especialmente para el feminismo que también se había<br />

desarrollado dentro del binarismo de género. Judith Butler<br />

sostiene que la orientación e identidad sexuales, junto con la<br />

expresión de género, son una construcción social, histórica y<br />

cultural, que está modelada a la medida de un poder hegemónico<br />

heterocentrado y patriarcal.<br />

Por eso el fin del pensamiento queer es terminar con las dicotomías<br />

de género y sexualidad, borrando las líneas que separan las<br />

identidades fijas. No formar la identidad a partir de la orientación<br />

sexual como ocurrió en los comienzos del movimiento gay,<br />

sino entender esta necesidad de clasificación como construcción<br />

del ser “normal” (hombre, blanco, rico, etc.) para ordenar<br />

y dominar lo que está fuera de su identidad. Salir de ese molde<br />

es crear roles de género, identidades y orientaciones sexuales<br />

cambiantes, múltiples, móviles y sobre todo, no binarias.<br />

Esta forma de pensar abrió el juego para muchos que sufrían<br />

la obligación de definirse con alguna de todas las letras de la<br />

sigla LGBTIQ. Aunque gran parte del postulado queer aún<br />

sigue siendo una utopía, hubo un gran surgimiento de preferencias<br />

sexuales o identidades de género que se encontraban<br />

en el gris de las definiciones, a pesar de que todas implican<br />

clasificaciones. El género fluido o gender fluid propone la no<br />

identificación con un solo género, sino la posibilidad de sentirse<br />

mujer u hombre en distintas etapas de la vida o vivir en<br />

una indefinición, vistiendo y actuando como ambos géneros.<br />

Los pensamientos de la teoría queer que borronean los márgenes<br />

genéricos fueron de especial ayuda para los intersexuales,<br />

aquellos que nacieron con ambos géneros o en un punto<br />

entre medio de ellos. La intersexualidad no tiene que ver con<br />

una percepción sobre su propio género, sino con una realidad<br />

anatómica. Las opciones son múltiples, algunos nacen con genitales<br />

femeninos pero tienen testículos por dentro, otros tienen<br />

a la vista ambos genitales o una combinación de ellos. El<br />

mayor problema que enfrenta esta minoría es la imposibilidad<br />

de decidir su género ya que al nacer, si la intersexualidad<br />

se manifiesta en sus genitales externos, sus padres deciden<br />

por él o ella y lo someten a una operación para que encaje<br />

en el molde que otros eligieron. Generalmente esto suele<br />

devenir en crisis ya sea de identidad al entrar a la pubertad o<br />

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