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Nota<br />

de tapa<br />

BESOS<br />

BRUJOS<br />

(Ideas y gestos del amor)<br />

POR Christian Kupchik<br />

Templo de Khajuraho<br />

India<br />

De todos los conocimientos que la humanidad ha ido acumulando a través<br />

de los siglos, se extrae una pregunta original que solo alimenta especulaciones:<br />

¿cuál fue el primer gesto amoroso? ¿Acaso hubo una caricia, un beso<br />

furtivo robado al Paraíso?<br />

Durante mucho tiempo una caricatura torpe (y de claras connotaciones<br />

machistas) intentó dar una respuesta a la cuestión al mostrar a un cavernícola<br />

armado de un palo y arrastrando de los cabellos a su compañera. Es decir,<br />

la primera manifestación amorosa de nuestros mayores llegó precedida por<br />

la violencia. Obviamente que la versión carece de todo asidero real y habla<br />

más del presente que del pasado. En realidad, en todas las culturas puede<br />

encontrarse una idea aproximada acerca de cómo se manifiesta el amor.<br />

Los antropólogos aceptan que los primeros homínidos ya se besaban y su origen<br />

se remonta hasta el hombre del Cromagnon. La costumbre parece derivar<br />

de la instintiva necesidad que sentían las mamás homínidas de masticar la<br />

comida hasta convertirla en papilla para alimentar a sus bebés. A partir de allí,<br />

una hipótesis sostiene que buscaban halagar de la misma manera al macho dominante<br />

de la manada, en un primitivo gesto de adulación. Charles Darwin<br />

interpretó que las raíces de este contacto, extendidas con leves diferencias a<br />

todas las culturas, se remontan a la edad de piedra.<br />

Las referencias más antiguas están dadas por los besos esculpidos 2500 a.C.<br />

en las paredes de los templos de Khajuraho, en la India. El Kamasutra,<br />

por su parte, describe tres clases de besos: el nominal, en el que los labios<br />

apenas se tocan; el palpitante en el que se mueve el labio inferior, pero no<br />

el superior; y el beso de tocamiento, en el que participan labios y lengua.<br />

Técnicas no menos depuradas demandan los besos que se dan los esquimales,<br />

los malayos y los polinesios: no se trata de entrechocar las narices como<br />

si fueran boxeadores sino de frotarlas delicadamente, como si cada uno<br />

procurara olfatear el perfume (o el hedor) de la piel del otro. Se supone que<br />

de allí, en la necesidad de reconocer al otro del mismo clan por el olfato,<br />

proviene el extendido beso en las mejillas entre amigos o familiares cercanos<br />

de la cultura occidental. En lenguaje esquimal, la palabra que alude al verbo<br />

“besar” es la misma que se utiliza para expresar “cariño”.<br />

Mucho más estrafalario y peligroso es el beso que prodigan los varones de<br />

las islas Trobriand, como prolegómeno de sus juegos sexuales. Sin ocultar<br />

su perplejidad, el antropólogo Bronislaw Malinowski lo describe en<br />

su libro La vida sexual de los salvajes (1929), de regreso de su expedición a<br />

estas islas que forman parte del archipiélago de las Salomón, en el Pacífico<br />

Sur, a 3000 kilómetros de Australia. Malinowski observó que la ceremonia<br />

comienza a la manera de los esquimales, pero en cuanto la pareja manifiesta<br />

síntomas de enardecimiento “menudean los mordiscos y las dentelladas,<br />

hasta producirse heridas en labios y lenguas”. Incluso, el siguiente<br />

paso que marca el ardor de este beso es el ritual mordisco de las pestañas,<br />

según nos informa.<br />

Para asustar a sus hijos pequeños, las madres nativas de Indochina francesa<br />

amenazaban darle “un beso de hombre blanco”. Y en muchas tribus africanas,<br />

los nativos reverenciaban al jefe besando el suelo que pisaba.<br />

Así como se mencionan varias versiones en cuanto al origen del beso, también<br />

es variado su significado a lo largo de la historia. La creencia, de que el<br />

alma se expresa a través del aliento vital y que un beso en la boca promueve<br />

la comunión de dos almas, determinó que su práctica fuera sacralizada por<br />

varias religiones, entre ellas la católica.<br />

En el Cantar de los cantares, uno de sus versos formula: “¡Que me bese con<br />

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