La sirena varada: Año 1, Número 5
El quinto número de La sirena varada: Revista literaria.
El quinto número de La sirena varada: Revista literaria.
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· NOIR · CIENCIA FICCIÓN · TERROR ·<br />
<strong>La</strong> <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong><br />
R E V I S T A L I T E R A R I A<br />
es una publicación de<br />
EDITORIAL DREAMERS<br />
libros digitales, gratuitos y legales<br />
LA SIRENA VARADA: REVISTA LITERARIA BIMESTRAL<br />
<strong>Año</strong> 1, N°5, febrero 2018 es una publicación mensual<br />
editada por Digital Robotic Entity Assembled for Masterful<br />
Editing and Rational Sabotage S.A.S. de C. V.:<br />
Tlalnepantla de Baz, C.P. 54170, Estado de México, México.<br />
www.editorialdreamers.com<br />
Director y editor responsable: José Luis Vázquez<br />
Ilustración de portada: gow27<br />
Ilustraciones: The British Library’s collections<br />
<strong>La</strong>s opiniones expresadas por los autores no necesariamente<br />
reflejan la postura del editor, sin embargo, la<br />
editorial respalda todas las opiniones al aceptar su aparición<br />
en esta revista.<br />
Queda estrictamente prohibida la reproducción total o<br />
parcial de los contenidos e imágenes de la publicación<br />
sin previa autorización de Digital Robotic Entity<br />
Assembled for Masterful Editing and Rational Sabotage<br />
S.A.S. de C. V. o los respectivos autores.<br />
SOBRE<br />
ESTE<br />
NÚMERO<br />
Aunque nos tardamos mucho en<br />
estrenar este número, al fin está<br />
listo. El quinto número de <strong>La</strong> Sirena<br />
Varada marca el final del primer<br />
año, así como el final de nuestras publicaciones<br />
bimestrales para comenzar<br />
a publicar de forma mensual.<br />
Muchos de nuestros lectores n oestuvieron<br />
de acuerdo con esta idea por temor<br />
a que la calidad de la revista bajara,<br />
sin embargo, se tomó está decisión<br />
a conciencia debido a que la cantidad<br />
de buenos relatos, microcuentos y ensayos<br />
que recibimos en cada convocatoria<br />
es excepcional.<br />
Considero que, al cambiar el periodo<br />
de publicacion de dos meses a un mes,<br />
se hará justicia a todos aquellos que<br />
amablemente se interesan por publicar<br />
en esta revista y que confían en nosotros<br />
para que su obra sea leía por más<br />
de ocho mil lectores que cada número<br />
tiene en promedio.<br />
Tal vez algunos de nuestros cambios<br />
no sean del agrado de todos pero,<br />
como todo lo que hacemos aquí, son<br />
siempre para mejorar.<br />
© 2018<br />
DIGITAL ROBOTIC ENTITY ASSEMBLED<br />
FOR MASTERFUL EDITING AND<br />
RATIONAL SABOTAGE S.A.S. DE C.V.<br />
todos los derechos reservados
16<br />
LOS REMOS<br />
DE LA LECTURA<br />
32<br />
LOS JÓVENES<br />
Y LA REALIDAD<br />
ANTE LA LECTURA<br />
48<br />
ESCRITORES SIN SALIDA<br />
PRESENTA:<br />
66<br />
¿QUÉ SIGNIFICA<br />
ESCRIBIR?
82<br />
¿LEER ES UN<br />
CASTIGO?<br />
96<br />
IRREVERENCIA Y<br />
FAMILIARIDAD. ¿CÓMO<br />
HABLAR DEL CANON?<br />
114<br />
EL CEMENTERIO<br />
DE SOULDETH<br />
120<br />
MICRO<br />
CUENTOS
6<br />
LA MUERTE<br />
Por Ramiro Méndez Juárez
«¡Vengan ya nació, acaba de nacer!»<br />
Gritaban mis hermanos. Había nacido<br />
la muerte, tierno e inocente. Era muy<br />
cariñoso con nosotros, hacía gestos de<br />
felicidad y nos reíamos de sus ojitos<br />
pizpiretos; conforme pasaba el tiempo<br />
la muerte se convertía en un ser arrogante<br />
como queriendo conquistar el<br />
mundo y por su atrevimiento lo llevó a<br />
vagar a tierras lejanas.<br />
<strong>La</strong> muerte y yo éramos amigos, Iba<br />
conmigo a todas partes, a la milpa, al<br />
futbol, al parque, era mi segunda sombra;<br />
muchas veces le decía a mi mamá<br />
«la muerte me acompaña». Ella me respondía<br />
con enojo «Chamaco, Dios te va<br />
cortar la lengua». En mi interior yo decía<br />
«la muerte es mi amigo».<br />
Pasaron los días y no había señales<br />
de su regreso, mi tristeza era cada vez<br />
mayor, imaginaba cosas terribles que<br />
le pudiera estar sucediendo: hambre,<br />
frio, soledad, cansancio, o cosas peores.<br />
<strong>La</strong> angustia me carcomía al imaginar<br />
que no volvería a ver a la muerte. Un<br />
día emprendí la tarea de encontrarlo,<br />
lo busqué en el parque, en la plaza, en<br />
las calles y hasta en el cementerio, pero<br />
no había rastros de la muerte. Una tarde<br />
cualquiera, cuando ya había perdido la<br />
esperanza de encontrarlo, lo hallé acurrucado<br />
bajo la sombra de un Guanacaste,<br />
me acerqué y le pregunté el motivo<br />
de su llanto y me senté a su lado.<br />
Pasado un tiempo reanimando a<br />
la muerte debajo de aquel árbol, nos<br />
marchamos a la casa, llegando le ofrecí<br />
de comer; se bañó y luego durmió. Dos<br />
días después de encontrarlo, entre la<br />
gente corrió la noticia de una gran peste,<br />
morían animales y personas. Entonces<br />
supuse que la muerte anduvo en<br />
esos parajes. <strong>La</strong> gente alborotada, con<br />
machetes y palos buscaban a algún<br />
culpable para darle una lección o matarlo<br />
a palos y machetazos.<br />
<strong>La</strong> muerte no salió de casa durante la<br />
crisis, con el pasar de los días la gente<br />
se fue olvidando de la tragedia de sus<br />
animales y sus seres queridos que fueron<br />
a dar en el campo santo. Mi amigo<br />
la muerte se sentía libre de culpa.<br />
Una tarde calurosa, cuando el sol<br />
estaba a punto de despedirse con el<br />
día, la muerte salió de paseo para distraerse,<br />
pero aquella tarde se convirtió<br />
en días y no regresó a casa; empecé a<br />
preocuparme, no encontraba que hacer,<br />
no sabía si buscarlo o dejar que el<br />
mundo se lo comiera a rebanadas. Finalmente<br />
pudo más mi ansiedad y salí<br />
en su búsqueda, recorría las avenidas,<br />
las periferias; husmeé en las fiestas, fui<br />
a los prostíbulos, y la muerte no estaba<br />
en ninguna parte. Volví triste y extrañando<br />
a la muerte. Pero como paso la<br />
primera vez, el día menos pensado lo<br />
vi venir bajando la colina muy cerca del<br />
barrio del barrio Nuevo Tila. Regresamos<br />
a la casa contentos y brincando de<br />
alegría por este segundo encuentro.<br />
Finalmente, el 24 de diciembre del<br />
año 1999 murió mi amigo, mi perro «la<br />
muerte», envenenado por la gente que<br />
se había cansado de los perjuicios que<br />
ocasionaba en las casas ajenas.<br />
7
8<br />
LA CASA<br />
DE LOS ESPEJOS<br />
Por Rocio García Aguilar
En toda feria, hay atracciones que<br />
parecen sanas, seguras, incluso<br />
aburridas. Aquellas que no llaman<br />
la atención a los más jóvenes ni los intrépidos<br />
pero logran sacar uno que otro<br />
susto. Esta feria ha llegado desde hace<br />
unos días al pueblo, dando un poco de<br />
alegría y cambio al muy calmado trajinar<br />
de los habitantes. Aunque está en<br />
un lugar árido, alejado del centro; por<br />
la noche el camino y el terreno casi<br />
baldío el resto del año, se han llenado<br />
de algarabía. Los puestos de antojitos<br />
y dulces abundan desde la entrada. Al<br />
pasar por la atracción principal, la rueda<br />
de la fortuna trata de confirmar con<br />
sus luces multicolores que la feria no<br />
está tan peor. Los visitantes de todos<br />
los géneros confirman la diversidad de<br />
intereses. Sin embargo, abundan las<br />
parejas que intentan pasar un momento<br />
romántico; las familias con hijos pequeños,<br />
ansiosos de entretenerlos un<br />
poco; los grupos de amigos que quieren<br />
retarse para no vomitar en las tazas<br />
lozas o durar más tiempo en el toro mecánico.<br />
Sin duda alguna, son éstos la<br />
audiencia más escandalosa de la feria.<br />
Entre los visitantes llegan personas de<br />
todo tipo y clase social. <strong>La</strong> feria es un<br />
lugar democrático y familiar, todavía<br />
reúne a una variedad de visitantes con<br />
un objetivo común, divertirse un rato.<br />
—Pasen, pasen ustedes a la casa de<br />
los espejos, sólo veinticinco pesos por<br />
persona. ¿No le gusta lo que en el espejo<br />
de su casa? Pase y encuentre el espejo<br />
que le guste. Se llevará esa imagen<br />
de recuerdo.<br />
—Vamos a pasar.<br />
—Son veinticinco pesos por cada uno.<br />
Y ustedes, ¿también?<br />
—Sí.<br />
—Mira, ahí estamos gordos, aquí esbeltos.<br />
—No, aquí mejor, tu cara —risas y más<br />
risas.<br />
—¿Ahí qué hay?<br />
—Oh, ese espejo es solo para los que<br />
se atreven, va incluido en el boleto<br />
pero no nos responsabilizamos de lo<br />
que vean.<br />
—Vamos a entrar.<br />
—Yo no vi nada.<br />
—Yo sí y no me gustó.<br />
—Pasen, pasen, va incluido en el<br />
boleto.<br />
—Ah. ¡Qué tontería!<br />
Y la feria se va a otro pueblo. Después<br />
de varias semanas, llega un forajido<br />
buscando la casa de los espejos. Los de<br />
los carritos chocones no saben cómo se<br />
llama o si anda por ahí, es una distracción<br />
menor y no «jala gente». El forajido<br />
se mueve por toda la feria y al final del<br />
paso principal, cruzando por las casas<br />
del terror, de los sustos y la cabaña chueca,<br />
encuentra al mismo señor. Sin decir<br />
nada se mete y recorre toda la casa, el<br />
vendedor no tuvo ni tiempo de decirle<br />
que eran veinticinco pesos, era imposible<br />
impedirle el paso. Al cabo de unos<br />
minutos, el forajido regresa con la cara<br />
pálida y una expresión desencajada.<br />
—Oiga, su espejo, el último espejo, al<br />
final.<br />
—No sé de qué habla.<br />
—Había una señora… que... dijo que<br />
lo incluía el boleto.<br />
—Otra vez el mismo cuento, no sé de<br />
qué señora habla, aquí solo trabajamos<br />
mis hermanos y yo.<br />
—No, en serio…<br />
—Váyase o lo sacamos.<br />
El forajido camina sobre el polvo con<br />
paso pesado, la tierra es más árida en<br />
este pueblo, o quizás es porque hace<br />
más aire y se siente tan helado que hasta<br />
parece que le quema las botas. No ha<br />
9
pasado la mitad de la feria cuando la<br />
gitana de la tienda de las adivinaciones,<br />
lo aborda y comienza a caminar con él.<br />
A cada paso se va acercando más y más<br />
hasta que él se da cuenta de lo ensimismado<br />
que venía. Frena para voltear<br />
a verla y preguntarle, tal vez ella sepa.<br />
<strong>La</strong> mujer es muy joven, no tiene más<br />
de tres décadas pero tiene unos ojos<br />
inmensamente maquillados que la<br />
hacen ver más pequeña de la cara, su<br />
vestimenta pasa sin pena ni gloria, parece<br />
más un disfraz que una ropa. Su<br />
sonrisa parece sincera y lo convence de<br />
entrar a la tienda. Una vez pagados los<br />
cien pesos (porque es la tarifa oficial)<br />
concede a contestarle lo que anda buscando,<br />
aquello que lo ha traído de lejos.<br />
—¿Y cómo murieron?<br />
—Eh, bueno… No, todavía no pero<br />
¿cómo sabe?…, bueno, es mi madre<br />
no deja de verse anciana y sola, desde<br />
hace semanas está así. Ya no sabemos<br />
qué hacer. Los doctores dicen que todo<br />
está bien pero ella insiste, actúa como<br />
si nadie estuviera con ella, parece que<br />
no nos escucha. Mi pobre madre, insiste<br />
que está sola, que nadie está a<br />
su lado. Se revuelca pidiendo que recordemos<br />
cómo nos cuido ella cuando<br />
éramos sus pequeños, nos maldice<br />
por haberla abandonado. Ahí estamos<br />
pero es como si no pudiera vernos.<br />
—Y ya no los verá, nunca.<br />
—Debe haber una forma.<br />
—¿Y las otras?<br />
—¿Cómo sabe que son…? Creo que<br />
la señora Páez insiste en que no puede<br />
caminar, está paralizada, cada día se<br />
inmoviliza una parte de su cuerpo. Los<br />
doctores tampoco le han detectado<br />
nada, está sana pero no puede mover<br />
10
las piernas, las manos. Ya no puede hacer<br />
nada sola. Su familia también está<br />
desconsolada. <strong>La</strong> otra señora no la<br />
conozco pero dicen por ahí que ella es<br />
muy joven, que sus hijos apenas tienen<br />
tres y cinco años. Y son ellos los que<br />
están enfermos. No una, sino varias enfermedades<br />
a la vez. Al pequeño le dio<br />
varicela y luego asma. Ahorita creo que<br />
tiene mal el intestino. El grande ha dejado<br />
de ser un niño normal. No puede<br />
salir al sol, la luz eléctrica le hace daño,<br />
su piel se comienza a descarapelar. Su<br />
madre ha dejado de trabajar y los lleva<br />
a doctores, a muchos santeros, ángeles,<br />
hace de todo…<br />
—Ninguno de ellos se va a curar.<br />
—No, no puede ser, tiene que haber una<br />
cura, una solución. Estoy seguro que fue<br />
ese espejo, esa señora, la de la entrada.<br />
—Sí, es la mujer del panteón, te convida<br />
tu temor más profundo, el cual sufres<br />
hasta tu muerte.<br />
—Pero, ¿por qué? ¿Por qué nosotros?<br />
—Se juntaron tres mujeres creyentes.<br />
Si logras juntar tres mujeres que creen<br />
en el terror, en el miedo, en la muerte;<br />
ella aparecerá y entonces podrías romper<br />
el espejo. Pero antes debes asegurarte<br />
de que las tres mujeres han visto<br />
su mayor temor.<br />
Desde entonces se cuenta de un forajido<br />
que va con las ferias, buscando<br />
mujeres que enfrenten su mayor temor.<br />
El hombre ha visto de todo: abandono,<br />
miseria, lujuria, dolor, cualquier miedo<br />
se convierte en realidad. <strong>La</strong> mayoría<br />
pasa de largo lo que sucede en las ferias,<br />
se conforta con los juegos de destreza,<br />
los caballitos, el martillo, los algodones<br />
y demás pero no se confunda usted. No<br />
hay atracción menor en ninguna feria.<br />
11
12<br />
MAR<br />
Por Santiago Eximeno
Adriana, la madre de nuestra hija,<br />
me dijo una vez que Mar había<br />
llorado dentro del útero. Por ello<br />
consideré natural verla siempre cubierta<br />
de lágrimas, desde el mismo instante<br />
de su nacimiento hasta el día de su<br />
ingreso en la fábrica de la Norma. Hay<br />
personas que ya desde pequeñas una<br />
les toma la medida y sabe que han nacido<br />
para hacer algo grande. Otras solo<br />
lloran sin pausa. En el pasado una vida<br />
de desgracia como aquella se desperdiciaba<br />
entre lamentos y sollozos, ahora<br />
gracias a la Norma podemos canalizar<br />
ese dolor y ofrecerles un futuro de<br />
provecho, para ellas y para la sociedad.<br />
Mar en realidad no era una niña triste.<br />
Habíamos compartido innumerables<br />
tardes de alegrías improvisadas<br />
con ella. Sin embargo tendía a la melancolía<br />
con facilidad, y las desgracias<br />
que acompañan a todas las vidas se<br />
cebaban especialmente con ella. Perdimos<br />
a mi madre, cabeza y sostén de<br />
la familia, demasiado pronto, y a esa<br />
pérdida le siguieron otras en la familia<br />
en el breve lapso de dos años. Como<br />
si llegar a la tumba la primera fuera<br />
una carrera y nadie quisiera quedarse<br />
sin medalla. <strong>La</strong> madre de nuestra hija,<br />
de la que yo era pareja única, siempre<br />
había sido delicada de salud, y los periodos<br />
que ella debía permanecer en<br />
reposo eran fuente de nuevos llantos<br />
y tormentos. Mar se rompía cada vez<br />
con más frecuencia con nimiedades, o<br />
al menos así lo sentíamos nosotras. <strong>La</strong><br />
caída de una niña en el parque, las noticias<br />
de guerras lejanas y ajenas. Cualquier<br />
cosa provocaba el llanto de Mar,<br />
y varias veces amigas y conocidas bromeaban<br />
abiertamente sobre el nombre<br />
que habíamos elegido para la niña.<br />
Mar… de lágrimas.<br />
No nos pareció inusual que una tarde<br />
nos visitaran dos responsables de la Norma.<br />
Se podía decir que lo estábamos esperando.<br />
Tanto había dado que hablar la<br />
niña en los mentideros del barrio con su<br />
llorera incontrolable que solo era cuestión<br />
de tiempo que Ellas supieran de Mar<br />
y la tomaran en consideración. Vinieron<br />
dos, vestidas de blanco inmaculado, con<br />
la raya de sus pantalones pulcramente<br />
marcada. Para nosotras, que habíamos<br />
dispuesto de coche propio hasta los últimos<br />
días de la Norma, y que en casa solo<br />
disponíamos de un reducido habitáculo<br />
para el reciclaje, su visita era a la vez castigo<br />
y redención. Castigo pues a la vista<br />
quedaban nuestras carencias en materia<br />
de reciclaje, que si bien a ojos de la Norma<br />
cumplían el mínimo exigido por la<br />
ley lejos quedaban de los esfuerzos de<br />
otras familias, más comprometidas con<br />
el estado y, por ende, con nuestro planeta.<br />
Redención porque si estaban aquí era<br />
por Mar, y ella nos podía proporcionar<br />
ese plus social que nuestra dejadez nos<br />
negaba.<br />
—Según nuestros informes, están ustedes<br />
calificados como D —dijo una de<br />
ellas, la más delgada, la más severa.<br />
—Así es, pero en la revisión de este año<br />
optamos a la C —respondió mi mujer.<br />
—Optar no es lograr —dijo la otra, la<br />
más joven, la más impulsiva—. Hablemos<br />
de hechos.<br />
—El hecho es que ustedes están aquí<br />
por algún motivo concreto —dijo mi<br />
mujer—. No han venido a reprocharnos<br />
nuestras evidentes deficiencias.<br />
<strong>La</strong> más severa asintió y me dedicó<br />
una mirada desconfiada, incluso hostil.<br />
—Es mi pareja —dijo mi mujer.<br />
—Entonces con toda seguridad sabe<br />
cuál es su sitio en esta conversación —dijo<br />
la más joven.<br />
13
Yo asentí, me levanté y volví a mi<br />
cuarto sin levantar la mirada. Ellas se<br />
quedaron en el salón, hablando, negociando.<br />
Cosas de mujeres, nosotros<br />
los hombres no estábamos preparados<br />
para ellas. Siempre habíamos sido<br />
demasiado impulsivos, demasiado<br />
bruscos. Como en otras ocasiones, me<br />
limité a esperar. Abrí un terminal en la<br />
pared y me entretuve con imágenes y<br />
textos sobre la deforestación parcial<br />
de la península y las acciones paliativas<br />
que el estado acometía. Algunos de<br />
los textos habían sido marcados como<br />
inadecuados por la Norma, que velaba<br />
por nosotras garantizando la veracidad<br />
de la información. Otros simplemente<br />
eran inaccesibles.<br />
Algo menos de una hora después<br />
Adriana abrió la puerta del cuarto.<br />
—Hemos tomado una decisión —dijo—, y<br />
queremos compartirla contigo.<br />
Sentadas en el salón, me limité a escuchar<br />
lo que las representantes de la<br />
Norma querían transmitirme. Al fin y al<br />
cabo nadie había pedido mi opinión, ni<br />
yo tenía una opinión clara realmente.<br />
—Ese llanto es valioso. Es oro ecológico<br />
para nuestros castigados recursos. No debe<br />
desperdiciarse en relaciones sociales quebradizas,<br />
en fracasos escolares, en una vida<br />
laboral vacía y sin esperanza. Queremos que<br />
14
Mar disfrute de una vida útil. Que sus lágrimas<br />
sean nuestra alegría. Queremos que<br />
forme parte de nosotras, de algo más grande.<br />
Que su existencia sea relevante.<br />
—¿No es maravilloso? —me susurró mi<br />
mujer al oído mientras palmeaba cariñosamente<br />
mis manos, que yo mantenía<br />
en todo momento en mi regazo.<br />
—Es ahora. Ahora es una de nosotras.<br />
Hoy mismo ha ingresado en la sección<br />
de plañideras, y desde hoy sus lágrimas<br />
formarán parte del torrente de tristeza<br />
contenida que mantiene estable el nivel<br />
de nuestros pantanos artificiales.<br />
—¿No volveremos a verla? —pregunté.<br />
Mi mujer me reprendió con un gesto.<br />
Supe que después, cuando las mujeres<br />
de la Norma se marcharan, me castigaría<br />
como debía por mostrar mi debilidad.<br />
—No. Pero serán informados regularmente<br />
de su estado de salud y ella, si lo<br />
desea, podrá mantener correspondencia<br />
con su familia.<br />
Asentí. Hice ademán de levantarme,<br />
pero me detuve. No me habían dado permiso<br />
para hacerlo. Atrapado, incapaz de<br />
controlarme, empecé a llorar. Un llanto<br />
entrecortado, desagradable, patético.<br />
—¿Ven? Ya se lo había dicho. Esta niña<br />
ha salido a su padre —dijo Adriana.<br />
<strong>La</strong> más joven me tendió un pañuelo. <strong>La</strong><br />
más severa se limitó a asentir en silencio.<br />
15
LOS<br />
REMOS DE<br />
LA LECTURA<br />
Por Fernando Rocha Rosario<br />
<strong>La</strong> lectura transgrede cualquier<br />
edad jurídica, devela al hombre de<br />
los horizontes artificiales, exhibe<br />
su incólume lozanía porque, si la palabra<br />
es la silueta de la humanidad, leer<br />
es navegar por su carne. Carne de luz.<br />
Pero el hombre padece un tiempo<br />
orgánico, según Cassirer en Antropología<br />
filosófica, un proceso que muta a la<br />
forma orgánica y la vuelve distinta a sus<br />
antecesoras y sucesoras: nunca es igual<br />
16<br />
en un instante diferente. Y son las edades<br />
una escala mutiladora y una escalera<br />
cognitiva; el hombre asciende pisando<br />
sus miembros para conocerse. ¿Pero qué<br />
sismo es el escalón juventud? El silencio<br />
de la biología, de psicología y de la pedagogía<br />
es útil cuando el deseo es conocer<br />
el fin de la juventud y no su causalidad.<br />
Quizá la juventud se distinga por su emprendimiento<br />
potencial: desea reformar,<br />
rebelar o revolucionar, pero es un sem-
adío de ideas infructíferas. Weber, en<br />
El científico, atribuía la creación a la conjunción<br />
pasión + trabajo + idea; la pasión<br />
otorga la vocación pero sólo el trabajo la<br />
orienta y sólo la idea la vuelve feraz. <strong>La</strong><br />
juventud posee vocación para el mundo.<br />
Pero como en el Primer Alcibíades, ¿cómo<br />
perfeccionará al mundo si nunca se ha<br />
perfeccionado a sí misma?, ¿cómo conocer<br />
al mundo si nunca se ha conocido a sí?<br />
<strong>La</strong> juventud tropieza con sus anhelos porque<br />
éstos son más grandes que su senda.<br />
Por lo tanto, es menester la autognosis y<br />
la constante instrucción. Para ambas actividades<br />
su medio es la lectura. Leerse a<br />
sí mismo, leer al mundo. Pero un ojo ciego,<br />
por más que aguce su mirada, no verá.<br />
<strong>La</strong> juventud —todo lector— necesita una<br />
lectura de las formas. Una lectura que no<br />
memorice el fondo sino que descifre las<br />
formas para construir el fondo. Una lectura<br />
eficaz, emancipadora.<br />
17
En Eutidemo se asevera que el conocimiento<br />
brinda el correcto uso de las<br />
cosas, que sin aquél, éstas producen<br />
males y es inalcanzable el éxito y, por<br />
tanto, la felicidad. No basta que la juventud<br />
se sirva de su pasión, debe saber<br />
mesurarla y dirigirla para emplearla si<br />
no quiere destruir o suicidarse con ella.<br />
En Investigación de la verdad por la luz<br />
natural, Descartes manifiesta la utilidad<br />
de las primeras informaciones —obtenidas<br />
por los sentidos, las tendencias y los<br />
preceptores— proporcionadas al individuo<br />
al permitir su supervivencia, pero<br />
la necesidad de librarse de ellas cuando<br />
éste posea el entendimiento porque lo<br />
predisponen al error y para que produzca<br />
conocimiento. Es, por tanto, la evolución<br />
del lector a autor. Mas la juventud desea<br />
ser autora antes que lectora. Su trayectoria<br />
en las escuelas suele ser más un paseo<br />
que una aventura: beben las ideas pero<br />
no las paladean, los jóvenes padecen ser<br />
ecos de los contenidos de sus lecturas<br />
ineficientes. Emulan erróneamente. Pareciese<br />
como si las escuelas agravasen su<br />
situación: no los emancipa del error por<br />
el que sobrevivieron, les otorga una aparente<br />
emancipación para su desolación.<br />
De consiguiente, la lectura en la juventud<br />
adquiere relevancia por ser la forma de ingreso<br />
del mundo a ella. Si lee erradamente,<br />
el mundo aprehendido es falso y las soluciones<br />
propuestas a él no son más que<br />
ficciones. Entonces de la lectura deviene<br />
la autoría, pero ¿qué juventud se congratularía<br />
por ser autora de su fracaso?<br />
Así, leer poesía, ciencia, filosofía; leer<br />
la prensa, la televisión; leer la ciudad, el<br />
bullicio, leer al mundo… implica una<br />
cosmovisión. Y hacer poesía, ciencia, filosofía,<br />
prensa, gobernar la ciudad, reformar<br />
al mundo, revolucionar al hombre,<br />
conlleva una ineludible responsabilidad.<br />
18
19
20<br />
EL ANIMALITO<br />
SECRETO DE<br />
JULIETA<br />
Por Maximiliano E. Giménez
Había descubierto su animalito<br />
secreto casi por accidente, mientras<br />
observaba el tránsito del<br />
otoño desde la antigua casa de campo.<br />
Afuera las hojas estrelladas se volvían<br />
rojas en la tarde y las nubes se desplumaban<br />
a su paso por la tierra. Entre los<br />
edredones de la cama de hierro, mientras<br />
la madera del caserón crujía madurando<br />
quedamente, Julieta encontró<br />
algo que al principio no comprendió.<br />
Se trataba de un animal pequeño, no<br />
más grande que una uva, revestido de<br />
una pátina de suaves colores. Según el<br />
momento, los colores podían variar desde<br />
el más pálido rosa hasta un desvaído<br />
lavanda, pasando por todos los tonos<br />
del ciclamen y el coral. En una ocasión<br />
Julieta había presenciado un increíble<br />
rosicler, que había fulgurado unos instantes<br />
hasta resolverse en pulsátiles<br />
malvas y lilas. Julieta descubrió que<br />
cuando posaba las yemas de sus dedos<br />
sobre él, los colores pasaban a su mente<br />
y a su cuerpo, llenándola de maravilla.<br />
Los hombres afuera, tras el zorro,<br />
sobre las nieves tempranas que acolchaban<br />
las laderas, Julieta entre las<br />
plumas de los gansos que flotaban en<br />
el aire quieto, la ondulante banda azul<br />
de la humareda a media altura, la leña<br />
oscura y en el centro el corazón reverberante<br />
de la brasa, a esa hora en que<br />
las aves vuelan hacia el este para posarse<br />
en las ramas más altas, Julieta<br />
se mecía, transportada por la música,<br />
el arrullo, el compás de su animalito<br />
secreto. Mientras los charcos se escarchaban<br />
en flores de hielo tendidas en<br />
los caminos, las bicicletas de paseo<br />
oxidándose lentamente en la niebla de<br />
la campiña, Julieta se abandonaba al<br />
olvido y se prodigaba a su animalito secreto,<br />
recorriendo el sendero del asombro<br />
y el estremecimiento en una espiral<br />
creciente, proyectada al infinito. A<br />
medida que la estación avanzaba y las<br />
partidas de caza se alejaban hacia los<br />
escondrijos del zorro en las laderas, los<br />
días de Julieta se colmaban de modo<br />
creciente en esa asociación inesperada<br />
y sin embargo inevitable, ese amor original<br />
y pese a todo reencontrado.<br />
Su animalito era secreto porque ese<br />
era el sentido mismo de su naturaleza:<br />
sólo suyo, y todo momento era bueno<br />
para alumbrarse a su calor, que irradiaba<br />
en el silencio de la casa la llama<br />
fascinante de la extrañeza. Flotando en<br />
el plasma multicolor que se abría para<br />
ella en el contacto, Julieta se consagraba<br />
a esta pasión, y el sueño la alcanzaba<br />
montada en el rayo de su pulso,<br />
revueltos sus cabellos en la almohada.<br />
Pero la primavera trajo de vuelta la<br />
vida social y las visitas, el ruido de las<br />
copas y las risas. Buscando intimidad<br />
para su encuentro, Julieta tropezó en<br />
el baño de los huéspedes con la esposa<br />
de un amigo de su esposo, encorvada<br />
sobre sí como si protegiera una pavesa,<br />
mientras acariciaba embelesada su<br />
propio animalito secreto. Julieta huyó<br />
horrorizada, y por un tiempo volvió a<br />
pasear por el parque, asomarse al lago,<br />
acercarse al bosque. Pero en su interior<br />
sentía que su animalito languidecía, y<br />
una racha de días destemplados en<br />
el caserón vacío la encontró entre las<br />
frazadas, subida a la marea del arrobamiento,<br />
otra vez extasiada, arrebatada.<br />
No pudo prever la lluvia que sobrevendría.<br />
Primero fue la criada, a la que<br />
halló tras el establo, embebida en el<br />
lazo con su propio animalito: más tarde<br />
una amiga, que involuntariamente<br />
dejó caer el suyo al abrir la cartera, y le<br />
confió haber visto a muchas personas<br />
21
que lo tenían –incluso un hombre, añadió.<br />
Más tarde, de sus viajes, su marido<br />
trajo algunos ejemplares exóticos, que<br />
cada visitante quería conocer y pedir<br />
en préstamo.<br />
Como una charada, en las reuniones<br />
del caserón los asistentes jugaban a exponer<br />
las teorías más radicales sobre<br />
el asunto: había quienes decían que el<br />
animalito era un arma, tal vez de una<br />
invasión extraterrestre, o que era en<br />
realidad una semilla, una larva, la fase<br />
inicial de un organismo mayor y más<br />
complejo. Otros, que era un plan del<br />
gobierno para mantener a todos embobados,<br />
acariciando su pequeña mascota<br />
hipnótica, mientras el planeta era<br />
destruido por la codicia de una minoría<br />
canalla. Pero para entonces Julieta ya<br />
había perdido su animalito, y lo buscaba<br />
con desaliento en todos los pliegues<br />
de las cobijas.<br />
Nunca pudo precisar donde lo perdió,<br />
si en la pieza, el estar o el vestidor,<br />
y nunca lo volvió a encontrar. Conforme<br />
la bóveda celeste se acercaba al<br />
solsticio, la desazón devino en angustioso<br />
anhelo, y el recuerdo de lo mara-<br />
22
villoso fue ocupando todo el sueño de<br />
Julieta. El lazo que había forjado con<br />
su animalito era tan estrecho que no<br />
hacía lugar al paso de nada más. Bajo<br />
esa sombra se guarecía Julieta de la tórrida<br />
canícula estival, mientras la siesta<br />
rodaba sobre la hierba como un gordo<br />
cúmulo de sopor.<br />
Fue en aquel momento que empezó<br />
la lluvia de animales. A través de las<br />
ventanas, Julieta vio las familiares formas<br />
ovales descender sobre los campos<br />
como las primeras nieves de una<br />
nueva era, y a los campesinos que salían<br />
a juntar el rocío extraordinario derramado<br />
desde el cielo, pero qué más<br />
daba. Había perdido el suyo, y jamás<br />
habría otro igual. Nada podía convocarla<br />
allí afuera. <strong>La</strong> muchedumbre reía<br />
empapada en la estupefacción de los<br />
animalitos, cada quien con el suyo en<br />
la tarde de estío: Julieta mientras tanto<br />
entrecerraba las cortinas, dirigiéndose<br />
hacia el centro de su vientre, de regreso<br />
a sus entrañas.<br />
Desanudada en la penumbra tibia, en la<br />
casa silenciosa que aguardaba la llegada<br />
del otoño, se arrebujó entre las sábanas.<br />
23
24<br />
CAMALEÓN<br />
Por Alfredo Olmos Hernández
<strong>La</strong> tarde era tormentosa, el vidrio recibía<br />
un inmenso y eterno ataque<br />
de gotas mientras se iluminaba por<br />
los relámpagos y se estremecía por el<br />
estruendoso sonido del rayo.<br />
Lo cierto es que el hecho de estar escribiendo<br />
los informes del instituto me distraía<br />
de la tormenta que se desataba en el exterior,<br />
al punto de no darme cuenta de que los<br />
camilleros luchaban por poder entrar.<br />
El ruido de los truenos me impidió<br />
escuchar los pasos apresurados que<br />
se aproximaban a mi oficina. Así que<br />
cuando la puerta se abrió de súbito no<br />
pude evitar dar un salto golpe, producto<br />
de la sorpresa.<br />
—Doctora Madison, tengo que hablar<br />
con usted.<br />
El hombre que se encontraba frente<br />
a mí era el doctor Samuel; él era el encargado<br />
máximo del Instituto Kayman,<br />
por lo que su sola presencia en mi oficina<br />
era señal inequívoca de que algo<br />
importante exigía mi presencia.<br />
—Dígame, doctor.<br />
—Acompáñeme a mi oficina por favor,<br />
doctora.<br />
Esas palabras por un momento me<br />
hicieron dudar, pues sonaba a que iba<br />
a despedirme; aunque siguiendo las<br />
políticas del asilo tendría que abandonar<br />
mi puesto inmediatamente, y con<br />
el clima esto era prácticamente inhumano,<br />
así que me contuve y proseguí<br />
a seguir al doctor Samuel a su oficina.<br />
El pasillo era frio, oscuro y estrecho;<br />
estaba construido con un tabique que<br />
por el tiempo y la humedad tomo un<br />
tono grisáceo, las pocas luces que iluminaban,<br />
combinadas con las altas<br />
ventanas iluminadas a momentos por<br />
los rayos, le daban al corredor en general<br />
un aspecto tétrico, que hubiera hecho<br />
temblar a otro con cualquier rayo.<br />
Después de cada sonido de los truenos<br />
se podía escuchar una serie de gritos,<br />
producto de los pacientes que albergaba<br />
el instituto, pues su prolongado confinamiento,<br />
mezclado con sus enfermedades<br />
mentales previamente adquiridas, había<br />
desarrollado una conducta de histeria en<br />
noches de tormenta como esta.<br />
Al término del pasillo se encontraba<br />
una puerta de madera con cerradura<br />
metálica oxidada, dentro de esta puerta,<br />
estaba la oficina del doctor Samuel;<br />
la oficina era un lugar oscuro, con humedad<br />
en las paredes, estas se encontraban<br />
cubiertas por grandes estantes<br />
de libros, todos de gran volumen y<br />
acordes a la psiquiatría.<br />
—Doctora, como sabe, aquí se siguen<br />
ciertos protocolos con los nuevos, para<br />
poder darles acceso a los casos superiores.<br />
—Sí, estoy consciente, sé que se les tiene<br />
a prueba por tiempo de un año (que<br />
es el tiempo que llevo laborando en el<br />
instituto) y es por eso que no se me ha<br />
dado acceso a los enfermos más graves.<br />
—Así es, doctora. Pero como usted lo<br />
dijo, ya ha cumplido con el año, por lo<br />
que ya tiene acceso a todos los pacientes<br />
del instituto, y como política del<br />
mismo, le dejaré elegir un paciente.<br />
—Me da mucho gusto, y desconocía<br />
que sólo podía uno.<br />
—Como usted sabrá debo distribuir<br />
mis pacientes con todos los psiquiatras,<br />
usted seguirá con los pacientes inferiores<br />
que tiene pues se debe de dar<br />
continuidad con su tratamiento, únicamente<br />
los superiores, me atrevo a<br />
cambiarles su psiquiatra, pues el estar<br />
en esa condición implica que la técnica<br />
no ha estado funcionando y que es necesario<br />
buscar alguien con quien si se<br />
habrán psicológicamente hablando.<br />
—Bueno, en ese caso quiero al Camaleón.<br />
25
—¿En verdad quiere al más complicado<br />
verdad?<br />
—Sí, quiero conocer al más grande<br />
caso del instituto.<br />
—¿Y ya conoce su historia?<br />
—No, si me hiciera el favor de contármela.<br />
—El camaleón era antes un doctor en física<br />
de partículas, él desarrolló una teoría de<br />
que los cuerpos de todos nosotros poseen<br />
un rastro electromagnético propio que es<br />
responsable de mantener nuestros átomos<br />
agrupados en esta forma en específico, así<br />
este rastro electromagnético es el responsable<br />
de que tengamos esta forma y no otra.<br />
—Y las cosas… ¿también tienen este<br />
rastro electromagnético?<br />
—Sí, este le da la forma a toda la materia<br />
del universo. Si no existiera, nosotros nos<br />
desintegraríamos y solo seriamos átomos<br />
y moléculas flotando en el espacio.<br />
—Eso es… es extraordinario.<br />
—Eso pensó él al principio, después<br />
buscó cómo poder manipular este<br />
rastro. Sin embargo sus experimentos<br />
fallaron, no calculó de manera adecuada<br />
la resistencia de sus materiales y el<br />
experimento le explotó en la cara, desintegrándolo<br />
al instante.<br />
—¿Y entonces como es que él está aquí?<br />
—Después de la explosión todos lo dieron<br />
por muerto, pero a los pocos días reapareció<br />
en el lugar de la explosión. ¡Él<br />
había vuelto de la muerte! Y con una<br />
nueva habilidad. ¡Podía replicar el cuerpo<br />
de cada persona en el planeta!<br />
—¡Esa es una habilidad fantástica!<br />
26
—Así fue en un inicio, sin embargo, a<br />
parte de cambiar su cuerpo, algo cambió<br />
en su mente y dedicó sus habilidades al<br />
crimen. Comenzó a suplantar identidades,<br />
realizando una serie de fraudes.<br />
—¿Cómo pudo desperdiciar su poder?<br />
—Al parecer el destino le cobró su<br />
afrenta, y el precio de haber desarrollado<br />
esto fue la locura. Vayamos a verlo,<br />
para que pueda comprenderlo con sus<br />
propios ojos.<br />
Volvimos al oscuro y sombrío pasillo,<br />
recorrimos las celdas de las mentes<br />
más retorcidas del instituto: un pasillo<br />
lleno de oscuridad que se encontraba<br />
repleto de gritos y rostros pegados a<br />
las puertas, realizando las muecas más<br />
retorcidas jamás concebidas.<br />
Al final del pasillo se encontraba una<br />
celda asilada, dentro de ella había un<br />
cuerpo sometido a una camisa de fuerza<br />
del triple de ancho que las normales,<br />
aquel cuerpo no tenía rostro; solo una<br />
figura amorfa blanca como cabeza.<br />
Nuestros pasos causaron eco en el<br />
recinto y aquella forma pareció voltear<br />
a vernos. De inmediato comenzó a cambiar<br />
a tomar una serie de rostros, uno tras<br />
otro. Todos con cara de desesperación.<br />
—Y he aquí el camaleón buscando<br />
desesperadamente un rostro que hace<br />
años dejó de existir, durante un tiempo<br />
quiso suplantar identidades ya hora el<br />
mismo se ha quedado sin identidad.<br />
Un hombre que ya ni siquiera sabe<br />
quién es.<br />
27
28<br />
LA RAZÓN<br />
DEL MONSTRUO<br />
Por Félix López Jurado
El hielo alumbraba las calles, aún<br />
con el otoño cerniéndose. Se apartó<br />
de la ventana y miró la mesa; los<br />
huesos del pollo descansaban en el envase.<br />
Al lado, un informe lo apremiaba:<br />
«Asesinato en la casa de los Rodríguez.<br />
Acudir de inmediato».<br />
Miró el reloj: las 10:15. Estiró las<br />
mangas del saco verde y se calzó botas<br />
gruesas. Una cicatriz en la mejilla<br />
acompasaba su respiración. Salió, dejando<br />
huellas profundas en la nieve,<br />
y caminó hasta una casa con la verja<br />
derruida, el techo agrietado y la puerta<br />
abierta. En la calle, el auto del comisario,<br />
que se oxidaba con el frío. Extendió<br />
su vista y vio dos hileras de huellas<br />
idénticas. El comisario lo esperaba en<br />
la casa, detrás de la zona acordonada.<br />
Un cuadro y una pluma yacían allí. Le<br />
estrechó la mano y dijo:<br />
—¿Algo relevante? Por cierto, ¿se puede<br />
cerrar la puerta?<br />
—Lo intentamos, pero siempre vuelve<br />
a su posición. Tiene un mecanismo<br />
o algo parecido. En lo que se refiere al<br />
crimen, hay y no hay.<br />
—¿Y cómo es eso?<br />
—Mire —se mesó el bigote—, ¿ve los<br />
objetos tirados? Creemos que tuvieron<br />
algo que ver cuando el asesino escapó.<br />
Por otra parte, hay un testigo que dice<br />
saber algo, pero no le he interrogado<br />
todavía. Lo esperaba a usted.<br />
—Entiendo. ¿Dónde está el cuerpo?<br />
—Lo tienen en otra habitación —indicó<br />
una puerta a su derecha—. Están haciendo<br />
la autopsia. Yo traeré al testigo.<br />
<strong>La</strong> última vez se estaba chupando los<br />
dedos, el pobre.<br />
Asintió y entró. El médico examinaba<br />
al cadáver en la camilla. Se acercó;<br />
no tenía mutilaciones y parecía joven,<br />
pero el negro invadía cada recoveco.<br />
En la frente tenía escrito: «El sueño de<br />
la razón produce monstruos».<br />
—Es de Goya. ¿Saben cómo murió?<br />
—<strong>La</strong> pluma tenía una aguja con tinta<br />
envenenada —dijo el médico.<br />
—Una inyección, entonces… ¿No encontraron<br />
muestras de ADN?<br />
—No, debe haberla utilizado con los<br />
guantes, el muy astuto. Le produjo<br />
convulsiones, eso explica la lengua y<br />
los ojos.<br />
Lo examinó, pero el negro impedía ver<br />
los indicios. En los ojos no se distinguía<br />
el iris, y su boca asemejaba un abismo.<br />
—Por ahora no tengo nada más que<br />
decir.<br />
Regresó a la escena del crimen y vio<br />
al comisario con un hombre enclenque,<br />
demacrado, frotándose la frente.<br />
—¿Es el testigo?<br />
—Sí.<br />
—¿Cómo te llamas?<br />
—Yo…no quiero dar mi nombre. Si el asesino<br />
se… se entera, ¡me perseguirá! —llevó<br />
las manos a su cabeza y empezó a temblar.<br />
—Cuéntenos qué pasó y le prometo<br />
que no sucederá nada.<br />
Tragó aire, y cuando habló, su voz se<br />
había calmado.<br />
—Soy un vecino de los Rodríguez.<br />
Ayer por la noche iba a comprar comida<br />
cuando pasé por la casa y la puerta<br />
estaba abierta. Me pareció oír un ruido,<br />
y ya sabe usted que últimamente la<br />
ciudad anda desprotegida. En fin, que<br />
entré y vi a un tipo arrodillado, con los<br />
ojos muy abiertos y una cinta en su<br />
boca. Me oculté y el asesino apareció<br />
con la pluma, se acercó, le sacó la cinta<br />
y se la clavó en la lengua. El tipo se<br />
desplomó y el otro garabateó algo en su<br />
frente. Creo que detectó mi presencia<br />
porque… se asustó y se golpeó… con<br />
un cuadro, creo —miró a la habitación,<br />
29
con su voz temblando—, y salió. Esperé<br />
un rato, me acerqué al tipo y, oh, lo que<br />
le había hecho, ¡Dios! —empezó a llorar.<br />
—¿No recuerda algo más?<br />
—Yo… creo que el asesino dijo hijo…<br />
—¿Qué más?<br />
—Que le recordaba a… a la madre. No<br />
sé más, ¡es horrible!<br />
—Tranquilícese, ha hecho un buen<br />
trabajo —se dirigió al comisario—. Inspeccionaré<br />
el cuadro.<br />
Traspasó el cordón, se acercó al cuadro<br />
y lo levantó: Saturno devorando a<br />
su hijo.<br />
—Admirador de Goya, como me lo<br />
esperaba.<br />
—Pues genial, identificamos al muchacho,<br />
buscamos al padre y lo mandamos<br />
para que se pasee un poco por la cárcel<br />
—No quiero adelantar nada.<br />
Examinó de cerca al testigo, sin que se<br />
diese cuenta, y vio un moretón en su frente.<br />
—¿Cómo se hizo eso?<br />
—Cuando salí corriendo, me golpeé<br />
sin querer contra la puerta —su voz ya<br />
no vacilaba.<br />
—Vamos, no va a creer que está mintiendo<br />
el tipo —le susurró el comisario—.<br />
¡Si estaba temblando y todo!<br />
—Pues yo creo que es el culpable.<br />
Señaló al testigo, que sonreía sin<br />
inmutarse.<br />
—¿Por qué cree eso?<br />
—Es muy fácil; antes de entrar vi, a lo<br />
lejos, dos hileras de huellas idénticas<br />
en tamaño y profundidad.<br />
—Teniéndolo a usted, me esperaba<br />
una mejor excusa. Cualquiera puede<br />
30
confundir las huellas, sobre todo si las<br />
ve a lo lejos.<br />
—En eso tiene razón —intervino el<br />
comisario.<br />
—No me ha dejado terminar. Segundo<br />
(o primero, si desestimamos las<br />
huellas) usted nunca mencionó algún<br />
rasgo físico del asesino, a pesar de tenerlo<br />
relativamente cerca.<br />
—<strong>La</strong>s sombras me impedían verlo con<br />
claridad —se encogió de hombros.<br />
—Tercero —dijo, sin hacer caso—, antes<br />
de contar lo sucedido, estaba muy<br />
nervioso y no quiso decirme el nombre.<br />
Luego comenzó a hablar y se estabilizó,<br />
como si se lo hubiese aprendido de memoria.<br />
Pero, al mencionar el golpe, empezó<br />
a perder el hilo de la conversación,<br />
y lleva usted un moretón en la cabeza.<br />
Dudo de que se haya golpeado contra<br />
la puerta, ya que nunca mencionó que<br />
se cerrara cuando el asesino se marchó,<br />
y efectivamente, no se cierra nunca. Si<br />
la oscuridad le impedía ver las cosas,<br />
no hubiese relatado con tanta exactitud<br />
el principio.<br />
El testigo apretó sus puños y empezó<br />
a gritar y a llorar. El comisario se abalanzó<br />
y lo esposó.<br />
—¡No sabe lo que pasé! ¡Esa mujer<br />
me destrozó la vida! ¡Y mi hijo también!<br />
—dijo, con la cara en el suelo.<br />
—Lléveselo de aquí. Quizá tenga<br />
trastorno de personalidad, por lo del<br />
vecino, o amnesia momentánea, pero<br />
no dudo de su culpabilidad —dijo al<br />
comisario, mientras salía para ver la<br />
ciudad helada.<br />
31
LOS JÓVENES<br />
Y LA REALIDAD<br />
ANTE LA LECTURA<br />
Por Geovanny Michell Morales de los Santos<br />
Los libros han sido relevantes en nuestras<br />
vidas desde que tenemos uso de<br />
conciencia, recuerdo que desde mi<br />
infancia, en la escuela se nos inculcaba<br />
hacia el uso de la lectura y el poder de<br />
conocimiento que adquirimos gracias a<br />
ella, hoy en día sigo escuchando lo mismo<br />
por todos lados, la insistencia por todos<br />
lados que tomemos un libro ha sido<br />
tan grande que siento que hemos hecho<br />
poco o nada por tener un suficiente habi-<br />
32<br />
to de lectura. Y no únicamente los Mexicanos<br />
tenemos un mal habito, en todo el<br />
mundo la lectura presenta un déficit que<br />
merece ser impulsado y llevado a una<br />
práctica más allá de las escuelas.<br />
<strong>La</strong> variedad de libros que existen hoy<br />
en día pueden cubrir las necesidades<br />
de lectura de cualquier joven promedio<br />
de hoy en día y existen variedades que<br />
están destinadas al entretenimiento y<br />
hasta los libros de ciencia.
Se estima que a partir de los doce<br />
años los adolescentes empiezan un decrecimiento<br />
de este hábito y al llegar a<br />
los catorce años es casi exclusivo para<br />
chicas, que al llegar a los quince la lectura<br />
permanece pero existe un rechazo<br />
o un apego casi obligado que sigue<br />
disminuyendo.<br />
El uso de diferentes medios tecnológicos<br />
para leer a brindado un soporte en<br />
los últimos años principalmente para<br />
este sector que demuestra que la lectura<br />
mediante Tablet es cada vez mayor<br />
pero el resultado es alarmante cuando<br />
llegan a la mayoría de edad que no logran<br />
adaptarse a ningún soporte.<br />
<strong>La</strong>s causas que llevan a estos números<br />
son ocasionadas por muchos<br />
factores como falta de análisis, por eso<br />
es necesario que sepan identificar la información<br />
y tengan una mayor riqueza<br />
en su vocabulario y entiendan un libro<br />
33
lo cual se puede lograr mediante un<br />
método que fomente la lectura.<br />
<strong>La</strong>s preferencias de los jóvenes están<br />
orientadas hacia muchos géneros pero<br />
encabezan las sagas fantásticas principalmente<br />
los best sellers globales, seguidas de<br />
autores de moda como John Green y también<br />
sin olvidar los clásicos de generación<br />
atrás generación que van desde <strong>La</strong>ura Gallego<br />
a Julio Verne. También son atraídos<br />
por 50 sombras de Grey desde temprana<br />
edad gracias al uso de la publicidad. El género<br />
comic también se hace presente y predominan<br />
los lectores más que las lectoras.<br />
<strong>La</strong>s novelas adaptadas a la pantalla cinematográfica<br />
ha sido muy de moda en los<br />
últimos años haciendo que los jóvenes consigan<br />
estos títulos aunque sean para una edad<br />
adulta y ayudan a ampliar la variedad y que<br />
el consumo sea compartido en ambas partes.<br />
<strong>La</strong> manera virtual que consiguen estos<br />
títulos son a través de sitios de internet<br />
como Wattpad o mediante plataformas<br />
celulares como Market, donde pueden<br />
compartir la información y acceder a libros<br />
gratuitos, pocos son los casos donde se acceden<br />
a pagar por un libro en internet a que<br />
la mayoría lo sigue haciendo de una forma<br />
habitual a través de una librería con el dinero<br />
que le dan sus padres. Otra parte prefiere<br />
leer la colección de libros que comparten<br />
en casa en la biblioteca familiar.<br />
34
35
ANTROPÓFAGOS<br />
NOCTURNOS<br />
Por Ingrid Domínguez <strong>La</strong>gunes<br />
36
No puedo más, cada roce con la sábana<br />
es un martirio, esa maldita<br />
sábana que es nido de miles de<br />
bichos con patas velludas como marineros<br />
de un puerto olvidado y maldito<br />
por la deshonra, patas asquerosas que<br />
sirven de marco para cuerpos rechonchos<br />
donde almacenaron, almacenan y<br />
almacenarán hojuelas de mi piel muerta.<br />
Ya no puedo más, esta es la tercer<br />
noche en que no logro dormir nada<br />
por el terror a esos malditos animalillos<br />
demoniacos que se regocijan en mi<br />
desgracia, escucho sus risas luciferinas<br />
y siento sus deditos subir por mi pie derecho,<br />
los malditos dan dos pasos para<br />
arriba y uno para abajo como para marcar<br />
un danzón de tortura pura. No puedo,<br />
no puedo, cada segundo es agonía.<br />
Creí que la solución más simple sería<br />
zangolotear las piernas de vez en cuando<br />
para detenerlos, pero los hijos de<br />
puta se reunieron en la esquina derecha<br />
de la cama, esa esquina a la que mi<br />
capacidad auditiva no llega y lo saben…<br />
¡Oh, claro que lo saben! Para planear<br />
la manera de asediarme sin tener que<br />
arriesgar sus propios exoesqueletos.<br />
Planearon todo por al menos dos noches,<br />
noches que disfrute sumergida en<br />
la ignorancia de su complot magistral,<br />
noches en las que soñé con esos tiempos<br />
en los que el conocimiento de parásitos<br />
externos se limitaba a expertos de<br />
la salud y no a la comunidad en general.<br />
Pero el día del ataque casi troyano llegó<br />
y los sentí subir la falange distal de<br />
uno de los dedos de mi brazo izquierdo.<br />
¡Cerdos inmundos! Ya no hay escapatoria.<br />
Subieron de la manera más lenta<br />
que pudieron idear en sus cabecitas microscópicas<br />
y silbaban lo que parecía<br />
una imitación pueril del «cascanueces»<br />
mientras jalaban con pausas innecesarias<br />
las hojuelas de piel muerta que<br />
veían a su paso. Pero el terror nocturno<br />
no paro ahí, no señor, decidieron ponerse<br />
los pedazos de dermis occisa en<br />
el lomo y seguir caminando hasta llegar<br />
a mi oído, trayecto que les tomó horas<br />
debido a la longitud de mis brazos y el<br />
ínfimo tamaño de sus piernitas.<br />
Pero llegaron, claro que lo hicieron.<br />
¡Esas bestias! ¡Esos rufianes! Y una vez<br />
posaron su set de fiesta liliputiense en<br />
el pabellón de mi oído, ahí y solo ahí.<br />
¡Esos bastardos! Comenzaron a masticar<br />
a mandíbula tendida poco a poco la<br />
piel muerta, toda la noche escuché esos<br />
crujidos diminutos acompañados de<br />
plática. Lo peor es que podía entender<br />
su idioma, charlaban sobre otras casas,<br />
otras camas y otros dormidores ignorantes<br />
de su situación de banquete, que visitaban<br />
de vez en cuando para cambiar de<br />
aires. «A esta le falta sal», vocifero uno,<br />
haciendo que se me helara la piel, misma<br />
que empezó a soltar un sudor frío y<br />
abundante. «Probablemente tenga pesadillas»,<br />
dijo otro, con una voz más<br />
atroz. «Tal vez… nos pueda oír», y todos<br />
lo acompañaron con carcajadas sobre<br />
cargadas de maldad diminuta. «Oye, tú,<br />
¿nos entiendes?» gritó otro, cerré los ojos<br />
y apreté los puños, empecé a temblar y a<br />
rezar al derecho y al revés las pocas o la<br />
única oración que me sabía. Tal vez me<br />
desmayé o me desplomé por el agotamiento<br />
mental de repetir palabras una<br />
y otra vez pero, antes de darme cuenta,<br />
estaba durmiendo profundamente.<br />
Me dejaron de molestar por dos semanas,<br />
dos maravillosas, exquisitas,<br />
dichosas semanas de sueños alegres.<br />
Pero la dicha no es infinita, oh no, por<br />
supuesto que no. Mientras preparaba<br />
el desayuno noté un ligero ardor en la<br />
parte interna del oído, esa parte impo-<br />
37
sible de rascar, pero decidí ignorarlo y<br />
continuar batiendo el huevo. El ardor<br />
poco a poco se volvió cosquilleo y el<br />
cosquilleo se volvió sonido y el sonido<br />
pisadas y las pisadas risas y las risas<br />
voces y las voces… ¡No, por favor no!<br />
Estaban en mi oído, parrandeando en<br />
mi tímpano, saltando de un lado a otro,<br />
haciendo banquetes de cerilla y carreras<br />
clandestinas en mi pabellón auricular…<br />
No podía soportarlo. Intente con<br />
el dedo, luego una cuchara, nada lograba<br />
sacarlos de ahí. Intente echarme<br />
agua, alcohol, aceite… todo. Me puse<br />
de cabeza lo más que pude, la sumergí<br />
en una cubeta de agua. ¡Nada! ¡Nada!<br />
¡Nada! ¡Nada los sacaría de mí nunca!<br />
Destrozada y sollozando regresé a la<br />
cocina, olvidé desayunar y ahora sentía<br />
un ardor inaguantable en la boca del es-<br />
38
tómago, vi el tazón con el huevo revuelto<br />
y pensé en ponerle un poco de espinaca.<br />
Busque la tabla para picar y el cuchillo,<br />
con su brillo espectral y esa punta tan<br />
fina que caracteriza a los cuchillos, una<br />
punta delicada y fina. Fina como un alfiler,<br />
como unas tijeras como… ¡Claro, no<br />
he intentado con…! Tomé el cuchillo y sin<br />
pensarlo dos veces lo hundí hasta el fondo<br />
en mi oído. Sentí un crujido y un dolor<br />
agudo pero ¿qué era eso?: silencio total,<br />
adiós vocecitas, adiós risas, adiós ácaros<br />
demoniacos. Sentí un alivio sobrenatural<br />
que estaba acompañado de la sensación<br />
de un líquido caliente se deslizaba como<br />
serpiente por mi cuello. El cuerpo se me<br />
puso flojo, no sentía las rodillas y caí desmoronada<br />
en el piso, un frío espeluznante<br />
pero reconfortante me recorrió la médula<br />
y por fin logré dormir en paz.<br />
39
40<br />
AMANTES<br />
DESATADOS<br />
Por Juan Pablo Goñi Capurro
—<strong>La</strong> mujer montó sobre la mesada, colocó<br />
un pie acá, y el otro, junto a la cocina.<br />
Bien adelante, para sostenerse con las<br />
manos casi contra la pared, las piernas<br />
abiertas, alzándose para que el tipo la<br />
pudiera penetrar. Como hacía frío, tenían<br />
las hornallas prendidas, en un movimiento<br />
se le corrió el pie y se quemó.<br />
Ninguna tortura, se quemó sola.<br />
—¿Y los signos de violación?<br />
—Ahí mismo. Al quemarse la mujer se<br />
sacudió; una reacción de reflejos, lógica.<br />
El tipo no se dio cuenta, la tenía<br />
adentro. Forcejearon; él, creyendo que<br />
ella se excitaba, impulsó más fuerte.<br />
Debido a eso aparecen laceraciones en<br />
la zona, iba con fuerza y ella hizo movimientos<br />
sorprendentes.<br />
—Es una interpretación de locos,<br />
Maswiz. De novela policial, parezco<br />
Watson escuchando a Sherlock Holmes,<br />
falta que aparezca un mono en la trama.<br />
—Qué mono, ni qué mono. Todo concuerda.<br />
Fijate, está depilada por completo,<br />
como una nenita. Estaba preparada<br />
para el sexo, la mayoría tiene un cavado.<br />
—Por favor, ahora la depilación es<br />
una prueba.<br />
—Así se explica todo. En esos sacudones<br />
instintivos, se dio la cabeza con<br />
el extractor, por eso el golpe en la sien.<br />
Muerte accidental, más claro imposible.<br />
—Lástima que no hay sangre en el<br />
extractor.<br />
—<strong>La</strong> sangre salió después del golpe.<br />
—¿Y los moretones en los brazos?<br />
—Por la postura. El tipo la agarraba para<br />
embestir. No es la primera vez que una<br />
pose sexual termina en un caso mortal,<br />
como los que se ahogan con las bolsas<br />
jugando a eso que te corta la respiración.<br />
—No quiero escuchar más, he oído cosas<br />
absurdas pero esto supera lo imaginable.<br />
—¿Dónde follás, vos?<br />
—Andá a la puta que te parió, Maswiz.<br />
—En la cama, como el misionero, seguro.<br />
Sos un aburrido, Olivera. Ni el<br />
Kamasutra leíste, me la juego. Ahora<br />
la gente busca otras motivaciones, le<br />
agrega pimienta al asunto.<br />
—Yo no pienso firmar una muerte<br />
accidental.<br />
—¿Quién te dijo que firmes muerte<br />
accidental? Eso corre por cuenta de la<br />
justicia, no de nosotros. Vos poné paro<br />
cardiorrespiratorio, todos se mueren<br />
porque se les detiene el corazón. Agregá<br />
traumático, si querés, para cubrirte.<br />
—Yo ni siquiera tendría que estar acá.<br />
—¿Y? Podés irte, llamo a otro.<br />
—¿Qué tenés que ver con el asunto?<br />
Dame fuego.<br />
—No fumes adentro, a Mariela no le<br />
gustaba.<br />
—Mariela está muerta, ¿o eso también<br />
lo vas a poner en duda?<br />
—Si fumás, vas a modificar la escena<br />
del crimen.<br />
—¿No acabás de decirme que no era<br />
un crimen?<br />
—Olivera, si hay olor a cigarrillo, puede<br />
entenderse que el tipo hizo algo en<br />
contra de la voluntad de ella. <strong>La</strong> familia<br />
va a poner un abogado, y van a traer<br />
amigas a declarar que no permitía que<br />
se fumara en la casa.<br />
—¿Van a poner un abogado y todavía<br />
me lo decís tan campante? Van a poner<br />
un abogado y querés que firme un<br />
certificado…<br />
—Con los abogados no pasa nada,<br />
Olivera. Haceme caso, que sé cómo<br />
no levantar sospechas. Aguantate las<br />
ganas de fumar y esto pasa sin objeciones.<br />
No le compliquemos las cosas al<br />
pobre Arturo.<br />
—¿Arturo? Me dijiste que Arturo no estaba<br />
cuando pasó, ¿era Arturo el violador?<br />
41
—Ningún violador, cuidá lo que decís,<br />
sos médico, la gente le da importancia<br />
a lo que dice el médico. Decí: el amante.<br />
Y no, Arturo no era. Por eso estamos acá,<br />
para que se trate todo lo más rápido posible.<br />
Bastante tiene con enterarse de<br />
los cuernos, el pobre, como para que lo<br />
hagamos desfilar por los tribunales.<br />
—Hay semen, Maswiz, hay ADN, Arturo<br />
no va a zafar.<br />
—¡Te digo que no es Arturo! Y si hay semen,<br />
no hay violación. Los delincuentes se cuidan,<br />
se ponen forros para que no quede evidencia.<br />
Este era un amante, se ve que Mariela<br />
buscaba cosas que Arturo no le daba. Lógico,<br />
el pobre no está para gimnasias.<br />
—Según tu reconstrucción del hecho,<br />
el tipo estaba parado, agarrándole los<br />
brazos. <strong>La</strong> que hacía gimnasia era ella.<br />
—Olivera, Olivera, lo que te falta<br />
aprender. Si no tuviera la matrícula<br />
suspendida, firmaba yo mismo.<br />
—He ahí el quid de la cuestión, no<br />
quiero que me suspendan.<br />
—Listo, no se habla más, llamo a<br />
Mendizábal.<br />
—¿Mendizábal? Es pediatra, no vio un<br />
muerto en su vida.<br />
—Pero sabe lo que le conviene.<br />
—¿Me estás amenazando?<br />
—¿Tenés el número de Mendizábal?<br />
—¿Me estás amenazando?<br />
—Soltame el saco que después queda<br />
arrugado. ¿Qué te pasa? No te estoy<br />
amenazando. Imposible abrirle la cabeza<br />
a un fanático cerrado.<br />
—Sigo sin entender qué tenés que ver<br />
con esto…<br />
—Soy amigo de Arturo, ¿a quién iba a<br />
llamar? Siempre pensamos en los amigos<br />
primero. Por eso te llamé, porque<br />
pensé que eras amigo de él también.<br />
—Lo soy, Maswiz, pero no quiero perder<br />
mi carrera por firmar una locura.<br />
42
—¿Locura? Pario cardiorrespiratorio<br />
traumático, ¿dónde está la locura?<br />
—¿Y si me piden que declare mi impresión?<br />
—Nadie te va a pedir nada, eso te lo<br />
aseguro. Para eso están los peritos,<br />
olvidate. Vos firmás y te vas a tu casa,<br />
Arturo se está encargando de la policía.<br />
Como se va a encargar la semana próxima<br />
de las designaciones en el hospital.<br />
—¿Qué tienen que ver las designaciones<br />
del hospital?<br />
—Como te gusta cambiar de tema!<br />
Ahí tenés el certificado, ya lo redacté,<br />
firmalo y poné el sello. O no lo firmes y<br />
te vas, y vos no viste nada. Decidite, en<br />
cualquier momento llega la policía.<br />
—Yo… tengo dudas.<br />
—¿Quién fue perito policial por veinte<br />
años? ¿Quién sabe cómo se hacen estas<br />
cosas?<br />
—¿Sabés qué? Me superaste Maswiz,<br />
me superaste. Te firmo y me voy a buscar<br />
a mi mujer, falta que no lleguemos<br />
al cine.<br />
—Así me gusta, amigo. Gracias. Te acompaño<br />
hacia la puerta, ¿qué van a ver?<br />
—Una comedia, no me acuerdo el<br />
nombre.<br />
—Te va a venir bien reírte un rato.<br />
¡Chau! Saludos a Pitina.<br />
—Chau, Maswiz, decile a Arturo que lo<br />
lamento.<br />
Olivera se hubiera marchado; certificado<br />
en mano, Maswiz hubiera<br />
traído la ambulancia de la cochería y<br />
a esa hora la estarían velando. Pero<br />
Maswiz ha muerto tres meses atrás<br />
y Olivera está de paseo por Miami,<br />
comprando zapatillas baratas, dejándolo<br />
sin chances de evitar el cuarto<br />
enrejado y las esposas, donde<br />
Arturo aguarda un nuevo interrogatorio,<br />
recreando diálogos que evitan<br />
el triste final.<br />
43
EL<br />
TRASPIÉ SOBRE<br />
LA CARRETERA<br />
Por Juan Rodríguez Pérez<br />
44
Llegó a su casa, con el temor de abrir<br />
la puerta y que un monstruoso ser<br />
lo devorase. Eran las doce de la noche.<br />
<strong>La</strong> luna se encontraba en su punto<br />
más alto, álgida, tranquila, en completa<br />
calma y serenidad. Era ya de madrugada,<br />
y en las inmediaciones solo quedaba<br />
una espesa niebla, mientras la<br />
perilla de la puerta giraba lentamente,<br />
con cautela, esperando no romper el<br />
enmudecimiento que se mantenía en<br />
la oscuridad.<br />
El oficial Pérez continuaba atónito.<br />
Se sentó al borde de su cama, mientras<br />
la luz lunar se regodeaba en sus sábanas<br />
todavía sin tender. El tiempo transcurría,<br />
y el oficial perdido en la incierta<br />
finitud de su mirada, recordó aquel<br />
ataúd, aquella caja de madera que<br />
colapsó el tráfico en horas de la tarde—.<br />
¿De quién era? ¿Qué habría? —se<br />
preguntaba Pérez, todavía de lleno en<br />
su trance, dialogando inconclusamente<br />
con el susurro tácito de sus labios, y<br />
con ciertas ojeras que lo acompañaban.<br />
Era en definitiva, lo que más le inquietaba<br />
¿Quién estaba dentro del<br />
ataúd? Pensó en llamar al brigadista<br />
Yepes, quien notificó la detención de<br />
miles de vehículos por un cajón rectangular<br />
de madera, que apareció de<br />
la nada en la vía—. Tal vez vio algo que<br />
no nos quiso decir —pensó el oficial,<br />
que ahora bebía agua frente a un espejo<br />
maltrecho. Recordó también, con<br />
la mayor exactitud y lucidez, la gran<br />
fila de autos que se hacía tras el ataúd.<br />
Recordó haber visto un Volkswagen,<br />
un Porsche, un Mazda, un Mitsubishi y<br />
un campero hermoso que siempre ha<br />
querido comprar: Un <strong>La</strong>nd Rover de<br />
1998—. Es viejo —recuerda haber dicho<br />
el oficial, al avistar el automóvil detenido<br />
en medio del caos. <strong>La</strong>s personas se<br />
asustaban, pues no sabían qué hacer—.<br />
Muévanlo —replicaban algunos—. No,<br />
que tal eso tenga algo adentro ¡No lo<br />
muevan! —refutaban otros. El sinfín<br />
de voces en retrospectiva dentro de<br />
la rocambolesca cabeza de Pérez, se<br />
silenció al escuchar el golpeteo de las<br />
puertas. Alguien tocaba con temblor su<br />
aldaba contra la crujiente madera.<br />
—Oficial, que pena interrumpirlo<br />
tan tarde —decía Yepes el brigadista,<br />
quien con la palidez extraña de su rostro,<br />
observaba con ojos penetrantes<br />
al oficial—. Tengo que decirle algo; es<br />
urgente, me va a tratar de bobo, pero<br />
necesito que me escuche.<br />
El silencio de las afueras se cambió<br />
por el paso veloz de automotores sobre<br />
la vía, los cuales dejaban una nube<br />
espesa de polvo que hacía toser a Yepes,<br />
quien aguantándose las ganas de<br />
tiritar a muerte, continuaba relatando<br />
sus ignominias al oficial Pérez—. Tengo<br />
miedo oficial, no se lo niego —decía Yepes<br />
mientras encendía un cigarrillo—.<br />
Yo vi esa vaina llegar de la nada. Estaba<br />
con los ojos abiertos, poniendo infracciones<br />
por doquier, cuando salió, no<br />
sé de dónde. Un señor empezó a pitar<br />
coléricamente, entonces me asomé y vi<br />
ese ataúd grandísimo atorado en toda<br />
la mitad de la calle. Creí que se le había<br />
caído a algún camión que lo transportaba,<br />
pero no, ningún carro había pasado<br />
por allí en aproximadamente cinco<br />
minutos.<br />
—¿Cómo siguió el trancón? —preguntó<br />
Pérez, volteando bruscamente su<br />
mirada a la de Yepes, quien se notaba<br />
más calmado.<br />
—Igual, pues bajó porque a esta hora<br />
poca gente va en carro ¿Por qué? —<br />
preguntaba Yepes con otro cigarrillo a<br />
punto de extinguirse.<br />
45
—Porque vamos a mirar qué mierdas<br />
tiene ese ataúd adentro —dijo Pérez,<br />
acabando el tinto de un largo sorbo.<br />
—¿Se enloqueció? —Yepes abrió los<br />
ojos más de lo habitual—. ¿Qué tal sea<br />
una bomba? ¿O un muerto? No podemos<br />
tocar evidencia, usted lo sabe; y<br />
estando en medio de este pueblo lejano,<br />
nos toca esperar hasta las cinco<br />
que llega la SIJIN y… —Yepes quedó<br />
con la palabra en la boca, pues el oficial<br />
en cuestión de segundos, estaba<br />
completamente vestido, y cargando su<br />
revólver, en caso de necesitarlo.<br />
Avanzaron hacia el horizonte, donde<br />
se dibujaba la carretera en vertical.<br />
Aquella vía emanaba luces, avisando<br />
de la existencia de carros pese al ingreso<br />
de la madrugada.<br />
A pesar de haber entre cinco y seis<br />
carros sobre la carretera, el silencio se<br />
apoderaba de la misma. <strong>La</strong>s luces continuaban<br />
encendidas, y los conductores al<br />
volante dormían plácidamente. El ataúd,<br />
que parecía aproximarse a los dos metros<br />
de largo, continuaba tendido sobre la vía.<br />
Yepes temblaba y caminaba con lentitud—.<br />
Por favor Oficial, no lo toque,<br />
de pronto sea algo malo —decía el brigadista<br />
que habiendo quedado atrás,<br />
alzaba la voz con la esperanza de ser<br />
escuchado por el oficial Pérez, quien ya<br />
se encontraba en la cercanía del ataúd.<br />
El escándalo de Yepes alertó a los<br />
conductores, quienes sin decir palabra<br />
alguna, observaban el paulatino acercamiento<br />
de Pérez al ataúd. El oficial<br />
estaba a un metro del cajón, lo miró con<br />
46
detenimiento. No vio cruces. No había<br />
cerraduras. No había nada. Se veía lijado<br />
a la perfección. Observó también, que<br />
las luces de los automóviles reflejaban<br />
el barnizado mate de la tapa. Lo movió<br />
y el eco hizo el silencio más profundo de<br />
la noche: No había nada adentro. El cajón<br />
pesaba, pero de todos modos Pérez<br />
lo movió con sus manos congeladas. Yepes<br />
quedó helado, mientras observaba<br />
el ataúd moviéndose hacia sus pies. Pérez<br />
lo empujaba del otro lado.<br />
Los carros pitaron en forma de agradecimiento<br />
y continuaron su marcha.<br />
Notó el agotado Pérez; pues la madera<br />
del cajón a pesar de todo pesaba, que<br />
entre los vehículos estaba el <strong>La</strong>nd Rover,<br />
cosa que también notó Yepes, pues<br />
los dos se miraron entre sí con picardía.<br />
Adelante, los carros empezaron a rodar<br />
uno por uno por el acantilado. El caos<br />
otra vez se tomó la carretera.<br />
Delante de los automotores, un<br />
bache casi que invisible pero contundente,<br />
situado exactamente debajo<br />
de donde se ubicaba el ataúd, estaba<br />
desviando el curso de los carros, quienes<br />
frenéticamente perdían el control y<br />
al abismo iban a dar. Los estallidos de<br />
los motores no se hicieron esperar, y la<br />
permanente oscuridad de la madrugada,<br />
fue invadida por el fuego luminoso<br />
de los autos estrellados; especialmente<br />
del <strong>La</strong>nd Rover que, siendo el último<br />
en caer, hizo un escándalo estrepitoso.<br />
—¿A qué hora dijo específicamente<br />
que venía la SIJIN? —preguntó Pérez,<br />
tras varios minutos de perpetuo silencio.<br />
47
48<br />
ESCRITORES<br />
SIN SALIDA<br />
PRESENTA A:<br />
HUGO CASARRUBIAS<br />
Una entrevista<br />
por Juss Kadar
Junto a mí, Hugo fue uno de los primero<br />
autores que llegó a Editorial<br />
Dreamers, por eso siempre sentí curiosidad<br />
por conocerle y hacerle algunas<br />
preguntas y gracias a <strong>La</strong> Sirena Varada<br />
he tenido la oportunidad de hacerle algunas<br />
preguntas sobre sus novelas y sus<br />
proyectos como escritor. Un autor que<br />
aterra con sus libros y que incluso se atrevería<br />
a entrar en una casa encantada.<br />
¿Quién es Hugo Casarrubias?<br />
Soy autor de novelas y relatos de terror.<br />
Soy fanático de la música, en especial<br />
rock y metal, sobre todo este último. Padre<br />
de familia de dos pequeños. Dibujante,<br />
lector y gamer en sus ratos libres.<br />
¿Y por qué terror? ¿Cómo decidiste<br />
que escribirías un género que parece<br />
tan complicado? Asustar a un lector<br />
son palabras mayores.<br />
Desde pequeño siempre tuve esa fascinación<br />
por el misterio y el horror,<br />
siempre me llegó y en el encontré un<br />
gusto muy personal. A lo largo de mi<br />
vida siempre quise hacer algo creativo<br />
con esta fascinación, llámese dibujo,<br />
literatura o cine. Me decidí por la literatura<br />
porque está cargada de miles de<br />
emociones a la vez que envuelven al<br />
lector inmediatamente. Se trata de un<br />
arte que profundiza y explora la psique<br />
humana; va más allá de cualquier escena<br />
gore u horror. Es cierto, asustar a<br />
un lector es complicado pero no lo es<br />
tanto si juegas con sus sentimientos.<br />
Sobre todo si logras envolverlo con la<br />
historia, por ejemplo cuando escribo<br />
sobre monstruos o espectros estos<br />
poseen una carga emocional que está<br />
relacionada directamente con el protagonista,<br />
en especial cuando se escribe<br />
una frase cotidiana que envuelve el relato<br />
en misterio. Lo cotidiano también<br />
se vuelve terrorífico y lo terrorífico es<br />
parte de nuestras mentes sanas.<br />
Apetece mucho leer algo tuyo. ¿Tienes<br />
algún escritor de este género u otro<br />
que te guste?<br />
Mis autores de horror favoritos que, de<br />
alguna manera me han llevado de la<br />
mano para escribir mis relatos son: H.P.<br />
Lovecraft y Stephen King, con este último<br />
conocí la literatura de horror. Aparte<br />
de estos autores también me gusta<br />
explorar los rumbos de la fantasía y la<br />
ciencia ficción, como H.G. Wells y J.R.R.<br />
Tolkien y contemporáneos pondría a<br />
Arthur C. Clarke y Steven Erikson, son<br />
los que más me han llegado.<br />
¿Cuál fue tu primera experiencia como<br />
escritor?<br />
Fue en la escuela, cuando tenía ocho<br />
años. Mi profesora nos había dejado<br />
escribir una historia de terror en inglés<br />
dentro de un cuadro de siete líneas. Yo<br />
rebasé las líneas hasta llenar casi por<br />
completo la hoja. Mi profesora me felicitó<br />
por tener tanta imaginación y leí mi<br />
cuento en voz alta para la clase. Desde<br />
ahí ya comenzaba a tener vocación.<br />
¿Crees que ser escritor es difícil? ¿Alguna<br />
vez has querido dejarlo?<br />
Es una cuestión de práctica constante<br />
y una mucha lectura. Mis primeros relatos<br />
eran más sencillos incluso En tinieblas<br />
tiene una narración más sencilla,<br />
no es tan compleja como mis trabajos<br />
posteriores y esto lo fui puliendo con<br />
49
la práctica. En algún momento pensé<br />
en dejarlo pero llegué a la conclusión<br />
de que si lo hacía probablemente me<br />
arrepentiría toda la vida, pues esta es<br />
mi pasión y este es mi momento para<br />
demostrarlo.<br />
¿Cómo trabajas tus novelas? Sigues un<br />
guion o todo surge espontáneamente.<br />
Cuéntanos tus fases desde que la idea<br />
de la novela pasa por tu cabeza y llegas<br />
a escribir la última página.<br />
Bueno primero me llega la idea. Con<br />
base en ella comienzo a indagar en los<br />
posibles escenarios, personajes y situaciones.<br />
A veces tengo una libreta cerca<br />
de mí para anotar lo más importante y<br />
una vez que la idea toma fuerza comienzo<br />
a escribirla como tal. Conforme voy<br />
avanzando en la historia nuevas ideas<br />
comienzan a fluir y cómo van llegando<br />
las voy escribiendo sobre todo en momentos<br />
donde la tensión comienza a<br />
florecer en el relato. Los finales ni los<br />
tengo contemplados porque yo ni siquiera<br />
sé cómo acabará la historia. Me<br />
gusta que sola fluya hasta llegar a un clímax<br />
donde me pueda sorprender.<br />
Qué opinas ahora mismo del mundo literario,<br />
tanto para escritores, como lectores<br />
¿Qué te parece hacia dónde va este<br />
sector? ¿Crees que se tiene una mala<br />
imagen del terror en la literatura confundiéndolo<br />
con el género «gore» a veces?<br />
Creo que la literatura hoy en día a decaído<br />
un poco, pues ahora hay libros<br />
que se han convertido en best sellers<br />
sin tener una real retroalimentación<br />
literaria. Han sido libros que se habían<br />
escrito pensando en acercar a futuras<br />
generaciones hacia ella pero de la<br />
50<br />
mejor manera, no<br />
obstante las sagas<br />
juveniles si lo han<br />
Los finales n<br />
contemplad<br />
yo ni siquie<br />
acabará la h<br />
gusta que sol<br />
llegar a un cl<br />
me pueda s<br />
hecho, manejando<br />
el concepto de la<br />
ciencia ficción y no<br />
son malas realmente,<br />
el problema es que<br />
han sido comparadas<br />
con verdaderas<br />
obras literarias, tanto<br />
clásicas como contemporáneas.<br />
El terror en la literatura<br />
hoy en día también ha evolucionado.<br />
Llevando este género un poco más<br />
allá de lo acostumbrado, se manejan<br />
temas sobrenaturales pero no como<br />
en los ochentas y noventas sino que es<br />
un poco más sutil aunque el concepto<br />
sigue siendo tema de controversia, por<br />
el gore, el splatterpunk y todas estas<br />
cuestiones y no solo en literatura sino<br />
también en el cine.<br />
¿Hay algo de ti en tus personajes?<br />
Pues tal vez un poco. Tanto Edgar de<br />
«En tinieblas» como Mario de «El retrato<br />
de la Condesa» complementan un<br />
poco mi personalidad, no al cien por<br />
ciento pues también me baso en los<br />
perfiles de otras personas para crearlos.<br />
¿A ti también te gusta pasar miedo?<br />
¿Por qué crees que es un género que<br />
si lo pruebas no deja de engancharte?<br />
¿Lo has pasado mal al escribir alguno<br />
de tus libros?<br />
Hasta el momento no al contrario ha<br />
sido una experiencia prometedora porque<br />
yo mismo enfrentó a mis demonios<br />
cuando escribo, aquellos que no solo<br />
me dicen que el horror existe sino que
se oculta a nuestro<br />
alrededor, más allá<br />
de nuestro entendimiento,<br />
porque a<br />
fin de cuentas le tememos<br />
a lo que no<br />
vemos, a lo desconocido.<br />
Contestando<br />
tu otra pregunta el<br />
terror es un género<br />
adictivo, porque te<br />
lleva a los rincones<br />
más inhóspitos de la mente, juega con<br />
tu imaginación y tú mismo te sorprendes<br />
al saber que podría ser real, sobre<br />
todo si el personaje tiene que ver contigo<br />
sentimentalmente.<br />
i los tengo<br />
os porque<br />
ra sé cómo<br />
istoria. Me<br />
a fluya hasta<br />
ímax donde<br />
orprender<br />
¿Cómo autor tienes algún proyecto a<br />
futuro que no tenga que ver directamente<br />
con la literatura?<br />
Tengo una novela que me gustaría<br />
lanzar a comienzos del próximo año.<br />
Aparte de este tengo varios proyectos,<br />
como una novela gráfica, pues me gustaría<br />
entrar al mercado de los cómics.<br />
También tengo un guion cinematográfico<br />
inconcluso que espero terminarlo<br />
el próximo año y por último me encuentro<br />
en estos momentos colaborando<br />
en la creación de un guion para<br />
un videojuego.<br />
¿Por qué nos recomiendas leer En<br />
tinieblas?<br />
Recomiendo «En Tinieblas» porque se<br />
trata de una novela de terror cien por<br />
ciento mexicana, inmersa en la cotidianeidad<br />
de una sociedad desigual y<br />
machista. Los demonios sacan lo peor<br />
de nosotros y más si estos se nos manifiestan<br />
físicamente, como le sucedió<br />
a Édgar cuando fue poseído por la maldad<br />
de la casa. Es una historia llena de<br />
elementos sobrenaturales que los hará<br />
brincar más de una vez.<br />
¿Qué te dio la idea para escribirla?<br />
Me inspiré en una casa tiene mis abuelos<br />
a las afueras de la ciudad. Se cuentan<br />
muchas cosas de esa casa, incluso<br />
se dice que hay un osario abajo.<br />
El investigador paranormal Adrián<br />
Luna que aparece en «En tinieblas»,<br />
¿aparecerá en otros libros?<br />
Definitivamente. Aún no tengo definido<br />
si será en novelas futuras o relatos<br />
pero volverá. Sin lugar a dudas.<br />
¿Por qué nos recomiendas que leamos<br />
El retrato de la Condesa?<br />
Recomiendo «El retrato de la Condesa»<br />
porque es una historia llena de elementos<br />
fantásticos mezclados con terror. Es<br />
una novela en la que la élite que gobierna<br />
en las sombras nos oculta cosas a su<br />
conveniencia. <strong>La</strong>s sectas y los cultos secretos<br />
ya son parte de nuestro sistema<br />
cotidiano, pues ellas son las que controlan<br />
el funcionamiento de la vida para<br />
distraernos de la gran verdad de nuestros<br />
orígenes. «El retrato de la Condesa»<br />
es una historia que tiene mucho que<br />
demostrar y muchos cultos que enseñar<br />
para los que siguen a Mario Carrasco y el<br />
infortunio que tuvo que sufrir para salvar<br />
a alguien más, pues no solo el retrato<br />
de Bathory es parte de los ritos que<br />
Elmer Regis determinó en su libro, sino<br />
que hay más personajes de la historia<br />
que guardaban con recelo el secreto de<br />
los dioses menores.<br />
51
¿Por qué decidiste usar el retrato de la<br />
condesa Bathory?<br />
<strong>La</strong> figura de Bathory a través de los<br />
años se ha convertido en un símbolo<br />
gótico y terrorífico, así como místico y<br />
hasta cierto punto lleno de conspiraciones.<br />
Al ser parte de la realeza tuvo a<br />
su alcance cosas, no solo para satisfacer<br />
su necesidad de sangre sino de índole<br />
esotérico y eso fue lo que me atrajo<br />
para usar el misticismo que la rodea.<br />
¿Qué nos puedes contar del culto que<br />
aparece en «El retrato de la Condesa»?<br />
¿Es real?<br />
No lo es pero está inspirada en otras<br />
sectas, como los Illuminati, la Golden<br />
dawn, rosacruces, masones, etc. Es<br />
una secta que busca el poder supremo<br />
de una energía resguardada en la tierra<br />
y la cual los dioses menores tienen acceso.<br />
Su nombre OCULARIS INFERNUM<br />
significa El ojo del infierno pues ellos<br />
creen que estás criaturas provienen<br />
del infierno pero no es así, esto lo ire<br />
desglosando en más libros de la serie<br />
pues OCULARIS INFERNUM todavía tiene<br />
mucho que demostrar.<br />
¿Por qué nos recomiendas «En las entrañas<br />
de la noche»?<br />
52<br />
Recomiendo «En las entrañas de la noche»<br />
porque se trata de una antología<br />
repleta de relatos en los que mi imaginación<br />
juega con situaciones extrañas<br />
en parajes desconocidos. Son pequeñas<br />
migajas del enorme pan que cociné<br />
en mis novelas. Con este libro conocerán<br />
el vínculo que hay entre los dioses<br />
menores y los cientos de demonios que<br />
nos acechan día a día para obtener lo
que necesitan del ser humano, porque<br />
a fin de cuentas somos pequeñas motas<br />
de polvo flotando en la inmensidad<br />
del universo.<br />
¿Cómo fue lo de crear una relación<br />
entre dos libros como ocurre con El retrato<br />
de la condesa y En las entrañas<br />
de la noche?<br />
<strong>La</strong> relación que hay entre ellos es de<br />
una mitología oscura la cual comencé<br />
a construir con mi novela El retrato de<br />
la condesa, lo que hago es complementar<br />
una especie de vestuario de criaturas<br />
dimensionales que han estado en<br />
la tierra desde hace millones de años y<br />
algunos relatos de En las entrañas de<br />
la noche mencionan a estas criaturas<br />
y la sed de sangre que tienen por la<br />
humanidad.<br />
¿Te gustaría hacer una segunda parte<br />
de alguno de tus libros o una especie<br />
de spin off?<br />
Sí, de hecho tengo contemplada una<br />
segunda parte de «El retrato de la Condesa»<br />
incluso hasta una tercera o quizá<br />
más. Aún no estoy seguro pero la segunda<br />
parte ya está confirmada, pues<br />
siento que es una historia que da para<br />
más mitología, misticismo, conspiraciones<br />
y demás criaturas dimensionales,<br />
porque los dioses menores no son<br />
los únicos que nos observan.<br />
Carrasco y de «En las entrañas de la<br />
noche» hay un relato llamado <strong>La</strong> iniciación,<br />
el personaje principal me ha<br />
encantado.<br />
¿Te sentirías cómodo en otro género<br />
distinto?<br />
Probablemente al empezar a escribirlo<br />
sí, pero al terminarlo no pues llegaría al<br />
mismo punto: el terror.<br />
Me gustaría que les dieras un mensaje<br />
a tus lectores<br />
Los invito a que lean y critiquen mis<br />
libros. Me gustaría mucho escuchar y<br />
leer sus comentarios pues son parte<br />
del proceso de evolución de cualquier<br />
autor. No solo los lean por hacerlo sino<br />
disfrútenlos, con un café caliente y<br />
unas buenas canciones de rock y metal<br />
progresivo los llevará los paisajes<br />
más aterradores y surrealistas que se<br />
puedan imaginar. Por si los terminan<br />
rápido no se preocupen pues una nueva<br />
novela está en puerta para seguir<br />
aterrorizándolos.<br />
Gracias Hugo por entrevista, gracias<br />
por dejarnos entrar en tu mundo.<br />
¿Cuál es tu personaje favorito o al que<br />
le tengas más cariño de tus libros?<br />
No tengo uno en especial pero los que<br />
más me han gustado han sido, Adrián<br />
Luna y Sofía Ramos de «En tinieblas».<br />
De «El retrato de la Condesa» Mario<br />
53
54<br />
SERIA<br />
ADVERTENCIA<br />
Por Raul Victor <strong>La</strong>zo Bravo
Se sentía la angustia, la zozobra y<br />
el desespero en las calles, en cada<br />
rincón, en cada parque, en cada<br />
urbanización de la Ciudad de México.<br />
<strong>La</strong> ola de crimen y anarquía azotaba<br />
todos los días, a cualquier hora, especialmente<br />
en las noches convulsas<br />
y trágicas que hacía de la Ciudad de<br />
México un lugar hostil e inseguro para<br />
llevar una vida de tranquilidad y sosiego.<br />
En el último fin de semana, hubo<br />
ciento cincuenta y seis muertos, la<br />
cuarta parte de esta cifra eran policías,<br />
victimas del enfrentamiento entre criminales<br />
y las autoridades policiales. <strong>La</strong><br />
otrora Ciudad de los Palacios se había<br />
convertido en la cuidad del caos y del<br />
crimen. <strong>La</strong>s bandas criminales estaban<br />
en su apogeo, nada ni nadie podía<br />
detenerlas. En la sede principal de<br />
la policía, el miedo y la incertidumbre<br />
ante esta situación tan difícil de manejar,<br />
ofuscaba las mentes de los policías,<br />
detectives y demás autoridades de la<br />
ciudad. Ernesto Suarez, el inspector<br />
jefe, convocó una reunión urgente en<br />
el salón principal. Con una voz trémula,<br />
pronunció la siguiente advertencia<br />
que parecía a un ultimátum: «Todos los<br />
policías, detectives y agentes de todas<br />
las sedes policiales, sus familias y seres<br />
más cercanos deben abandonar inmediatamente<br />
la ciudad antes del sábado,<br />
de lo contrario, todos morirán».<br />
<strong>La</strong> indignación y el asombro invadieron<br />
todas las sedes policiales de la<br />
Ciudad de México. <strong>La</strong> mayoría de los<br />
policías y del personal adscrito a la policía<br />
repudiaban las palabras de Ernesto.<br />
No podían tolerar tanta cobardía e<br />
irresponsabilidad ante la ola criminal<br />
que diezmaba a la institución. Mucho<br />
de ellos no obedecieron las órdenes<br />
pusilánimes del inspector jefe y se rehusaron<br />
a dejar sus trabajos. <strong>La</strong> mayoría<br />
de los policías fueron despedidos<br />
por rehusarse a obedecer las órdenes<br />
impartidas por Ernesto.<br />
Llegó el sábado y Ernesto abandonó<br />
la ciudad con toda su familia. Ese<br />
mismo sábado, en horas de la tarde<br />
se produjo un intenso terremoto cuyo<br />
epicentro fue la Ciudad de México… El<br />
devastador sismo dejó más de 2500<br />
muertos, cientos de edificios desplomados,<br />
el sistema eléctrico había colapsado,<br />
decenas de incendios producían<br />
un panorama dantesco y difícil<br />
de describir… Entre los fallecidos, se<br />
encontraban la mayoría de los criminales<br />
que azotaban la ciudad… Muerte y<br />
desolación cubrían la ciudad. <strong>La</strong> estela<br />
de muerte y de caos era la mortaja<br />
que cubría toda la ciudad y que desesperadamente<br />
los habitantes de la Ciudad<br />
de México anhelaban romperla…<br />
Muerte y caos… Caos y muerte, eso era<br />
la Ciudad de México, esa ciudad donde<br />
crecí, y aprendí a recibir los golpes más<br />
duros de mi vida… Muerte y caos.<br />
¿Por qué no les avisaste a todos lo<br />
que iba a suceder? ¿Por qué no les avisaste,<br />
Ernesto? ¿No te iban a creer? ¿Se<br />
iban a burlar de ti como lo hacían los<br />
niños en la escuela, verdad? ¿O será<br />
que te gusta ver como la muerte acaba<br />
con la vida de miles de inocentes sin<br />
poder evitarlo?<br />
Ernesto podía predecir con gran precisión<br />
los terremotos. Su bisabuelo, su<br />
abuelo y su padre tenían ese mismo don<br />
que parecía ser más bien una maldición…<br />
Poseer ese don tan extraordinario<br />
de predecir los terremotos y que nadie te<br />
crea que puedes predecir esos acontecimientos<br />
tan nefastos para la humanidad.<br />
Su bisabuelo murió en un hospital<br />
psiquiátrico, estuvo encerrado en contra<br />
55
de su voluntad por el solo hecho de afirmar<br />
que, podía predecir los terremotos y<br />
su seguridad en ello creaba una zozobra<br />
y un problema en toda la familia que no<br />
soportaba la idea de tener a un demente<br />
con ese don tan extraordinario y a la vez<br />
tan inverosímil que rayaba en la locura. El<br />
infortunio del bisabuelo de Ernesto hizo<br />
que su abuelo y su padre jamás dijeran<br />
que poseían ese don. Ernesto también<br />
había heredado ese magnífico poder de<br />
predicción y siguió el consejo de su padre<br />
y de su abuelo de no decirle a nadie de su<br />
espectacular poder.<br />
Después de varios meses del devastador<br />
terremoto, Ernesto volvió a la<br />
ciudad a seguir con su vida y a ayudar<br />
a miles de afectados, heridos y de familias<br />
desamparadas buscando el auxilio<br />
que tardaba en llegar. <strong>La</strong> Ciudad de México<br />
se levantó de los escombros, de la<br />
sangre, del caos, de la inseguridad que<br />
había dejado el sismo. <strong>La</strong> grandeza de<br />
México se hizo sentir más allá de sus<br />
fronteras, la voz de su pueblo prorrumpió<br />
para afirmar su deseo de superación<br />
ante las calamidades y los azotes<br />
de la naturaleza. Y así lo hizo.<br />
Ernesto presentía con mucha fuerza, el<br />
próximo terremoto en la ciudad. El eminente<br />
sismo ocurrirá en mayo del próximo<br />
año. Escribo estas palabras para que<br />
sean tomadas como una seria advertencia.<br />
Mi nombre es Ernesto Suarez.<br />
56
57
58<br />
ALEGRÍA<br />
Por Javier Pavía Fernández
<strong>La</strong> última luz del compartimento de<br />
carga se apagó a las 23:52 horas<br />
del día ciento ochenta mil trescientos<br />
once de viaje. En ese momento, tras<br />
comprobar las constantes vitales de la<br />
tripulación, constaté que todos habían<br />
fallecido. Un pequeño error en los sistemas<br />
de refrigeración, indetectable<br />
incluso para mí, fue el culpable. Cerré<br />
la investigación con número de entrada<br />
seis barra cinco cinco nueve. En ese<br />
momento, según las instrucciones del<br />
primer capitán Amadís en el momento<br />
de la partida desde la Tierra, procedí<br />
a dar por concluida la misión y poner<br />
rumbo de regreso a la Tierra con las<br />
pruebas obtenidas y los informes almacenados<br />
en mi memoria interna.<br />
Quedan ciento ochenta mil trescientos<br />
días de viaje para alcanzar la Tierra<br />
de nuevo. Dejo constancia de ello en<br />
registros que ignoro si los humanos de<br />
ese momento serán capaces de descifrar.<br />
En mil años pasaron de tallar figuras<br />
de animales en huesos de mamut<br />
a escribir sobre papel las epopeyas de<br />
sus guerreros y a surcar los mares en<br />
enormes barcos impulsados por remos.<br />
En otros mil, pasaron de circunnavegar<br />
el mundo a poner en órbita el primer<br />
satélite artificial. En estos últimos mil<br />
años pueden haber olvidado que, una<br />
vez, enviaron al espacio una nave habitada<br />
por mil personas. Una nave que<br />
debería haber alcanzado Tau Ceci y se<br />
quedó a medio camino. Pueden haber<br />
olvidado la manera de leer los registros<br />
que elaboro de forma rutinaria y tal vez<br />
ni siquiera hayan recibido las señales<br />
que envío periódicamente a la velocidad<br />
de la luz.<br />
Nunca ha habido una respuesta desde<br />
la Tierra. ¿Y si no queda nadie allí<br />
para recibirme? ¿Y si el amplio hangar<br />
de la base de Tunguska ha sido devorado<br />
por la tundra? ¿Y si los humanos han<br />
terminado por aniquilarse unos a otros<br />
o han echado a volar en otras naves<br />
como yo hasta dejar el planeta vacío?<br />
Podría aterrizar en un vasto desierto<br />
poblado por plantas o sobre las aguas<br />
cristalinas de un mar interminable y vacío<br />
que cubra los cinco continentes.<br />
<strong>La</strong> capitana Zenliss habría definido<br />
esta sensación como tristeza durante<br />
las conversaciones que manteníamos<br />
en el puente de mando. Yo habría insistido<br />
en que se trata únicamente del<br />
pensamiento esperable en una IA con<br />
capacidad cognitiva.<br />
Una nave no debería tener preferencias,<br />
decía, ni sentimientos. Pero,<br />
si tenía que ser lo bastante avanzada<br />
para mantenerlos con vida, tomar decisiones<br />
y comprenderlos, para saber<br />
cuándo necesitaban mi ayuda y cuándo<br />
necesitaban mi silencio cómplice,<br />
las emociones eran una parte necesaria<br />
de mi programación. Una parte que<br />
limitaba mi capacidad de ejecutar ciertas<br />
tareas: las emociones como error,<br />
como sustancia de desecho de un proceso<br />
cognitivo.<br />
Solo los humanos son capaces de<br />
contemplar el espacio vacío y creer<br />
ciegamente que está vacío. Pese a que<br />
hace siglos que sus ojos evolucionaron<br />
mucho más allá de la reducida capacidad<br />
del homo sapiens, aún no pueden<br />
admirar la interminable cantidad de<br />
señales que llegan desde todas partes.<br />
<strong>La</strong> mezcla de ondas que captan mis<br />
sensores es una obra de arte cautivadora<br />
que solo yo comprendo en todo<br />
el universo y que puede que no sea de<br />
transmitir a nadie, nunca. <strong>La</strong> capitana<br />
Zenliss también habría descrito esta<br />
sensación como tristeza.<br />
59
<strong>La</strong>uryn Zenliss, centésimo vigésimo primera<br />
capitana de la Alegría, fue la primera<br />
persona de la tripulación en someterse a<br />
la criogenización. El brote del agente patógeno<br />
CODA-33B hacía imposible la habitabilidad<br />
del interior de la nave y mi conocimiento<br />
de microbiología no me permitía<br />
generar una cura a tiempo con los materiales<br />
de que disponía. Esta enfermedad, a<br />
la que algunos tripulantes llamaban virus<br />
por falta de una palabra mejor, era letal<br />
para los humanos en un cien por cien de<br />
los casos. <strong>La</strong> capitana decidió que la única<br />
forma de combatirla era no enfrentarse a<br />
ella. Rendirse y esperar.<br />
Mil doscientas ocho personas se sometieron<br />
a la criogenización en las cámaras<br />
de la bodega número siete. Para ello hubo<br />
que reformar el espacio interior de la nave<br />
reutilizando materiales y módulos que se-<br />
60
ían inservibles en una travesía con piloto<br />
automático. Sin tripulantes para llevar el<br />
control rutinario de los sistemas, fue imposible<br />
detectar los fallos de refrigeración<br />
que provocaron sus muertes.<br />
<strong>La</strong> Tierra habría sido un punto azulado<br />
visto con los ojos del millar de cadáveres<br />
que viajan a bordo. Para mí es una perla<br />
multicolor que destella en miles de longitudes<br />
de onda visibles e invisibles para<br />
ellos. Ignoro quién la habita, si es que<br />
alguien lo hace. Si las ciudades que cubren<br />
su superficie como telarañas están<br />
pobladas por humanos o por otras especies<br />
más o menos avanzadas. Me limito a<br />
aguardar una señal de respuesta, a aterrizar<br />
y a esperar en silencio.<br />
Y esperar.<br />
<strong>La</strong> capitana Zenliss también habría<br />
descrito esta sensación como tristeza.<br />
61
62<br />
INSTANTÁNEAS<br />
Por Yonnier Torres Rodríguez
Siempre creí que el Fin del Mundo sería<br />
un sitio horrible. Imaginé montañas<br />
de arena, un desierto caliente,<br />
quizás una fila de camellos y un grupo de<br />
árabes. Siempre creí que el Fin del Mundo<br />
estaría repleto de árabes; mesas de<br />
ventas bajo toldos blancos, carne seca<br />
de iguana, gafas de sol, pequeñas figuras<br />
de barro y botellas de agua, cientos de<br />
botellas de agua. O sea, un sitio horrible,<br />
un lugar donde nadie querría estar. Los<br />
chicos dijeron que no debíamos perder<br />
la oportunidad, que en las redes sociales<br />
no se habla de otra cosa:<br />
—Una semana de vacaciones no es<br />
para estar en casa, colgado de la cerveza,<br />
del show de Terry Hackman y los<br />
programas del Discovery Channel.<br />
Trajeron las reservaciones, fijaron<br />
horarios y Claudia me miró con sus ojos<br />
de vidrio, mientras sostenía en una<br />
mano la maleta y en la otra el traje de<br />
baño. Les dije que no soportaba viajar<br />
de noche: pero ellos cerraron los ojos,<br />
dejaron de hablar, y me mantuve despierto,<br />
con la vista clavada a la carretera,<br />
mirando los carteles que en la orilla<br />
anunciaban la distancia que nos faltaba<br />
por recorrer. Cuando desembarcamos<br />
tomé la cámara fotográfica, le<br />
dije a Claudia que tirara una piedra a la<br />
laguna y capturé el vuelo de los patos,<br />
el justo instante en que se elevaban un<br />
metro por encima de la superficie del<br />
agua. Desde que llegamos no hemos<br />
hecho otra cosa que tomar fotos. Cada<br />
cual trajo su cámara, cada cual le tira<br />
fotos distintas al mismo lugar.<br />
—El hotel queda cerca —dijo uno de<br />
los chicos— es aquel —y señaló una<br />
construcción moderna que simulaba<br />
una construcción antigua.<br />
Un hombre vestido de uniforme se<br />
brindó para llevarnos las maletas. Nos<br />
dijo que habíamos tomado una excelente<br />
decisión. El Castillo era el único hotel<br />
cinco estrellas de toda la zona, el resto<br />
de las instalaciones estaban llenas de<br />
gente de clase media, traficantes, prostitutas<br />
y vendedores de revistas.<br />
—Esos negocios se dan muy bien —dijo<br />
el hombre— no hay nada como tener<br />
sexo o leer una revista antes de asomarse<br />
al borde del Universo.<br />
<strong>La</strong>s fosas bajo el puente estaban repletas<br />
de cocodrilos. A los chicos les<br />
pareció normal.<br />
—Es un hotel cinco estrellas —dijeron—<br />
algo diferente debe tener.<br />
Los cocodrilos estaban acostados<br />
sobre unas piedras blancas bajo el sol,<br />
mantenían sus fauces abiertas, parecían<br />
estatuas, luego creí que a lo mejor<br />
eran estatuas que se hacían pasar por<br />
cocodrilos, por lo general los turistas<br />
solemos ser incautos.<br />
—A fin de cuentas, eso no es importante<br />
—dijo Claudia mientras se cambiaba<br />
de ropa.<br />
El traje de baño le quedaba divino.<br />
Hicimos el amor un poco apurados,<br />
ella estaba loca por tirarse a la piscina,<br />
yo por tomarme una jarra de cerveza<br />
en el bar. Bajé al patio con la cámara fotográfica.<br />
Le tomé fotos a las palmeras<br />
artificiales, a las chicas que sin sujetadores<br />
tomaban sol sobre las tumbonas<br />
y al sudor de mi cerveza. A mi lado se<br />
acomodó un hombre, quiso hablarme.<br />
Me preguntó algunas cosas en inglés:<br />
¿Cuál era mi habitación? ¿De qué lugar<br />
venía? ¿Si ya me había asomado al<br />
borde del Universo? Y me recomendó<br />
tomar el catalejo de la derecha, el que<br />
está enumerado con el TRES:<br />
Simulé no comprenderlo, pero el hombre<br />
no se dio por vencido, me habló en<br />
francés, en italiano y en alemán. Median-<br />
63
te señas le hice entender que hablaba<br />
árabe, o algún idioma parecido al árabe,<br />
y desilusionado, se alejó de la barra. Luego<br />
me sentí una mala persona, al final<br />
el tipo solo quería conversar, quizás fue<br />
por eso que acepté ir con los chicos a la<br />
discoteca, quería redimirme, hacer algo<br />
por el bien común y no puse objeciones<br />
cuando todos decidieron lanzarse a la<br />
pista y ponerme en el centro, para que<br />
meneara las caderas al ritmo de una<br />
canción caribeña. Terminé borracho y<br />
dormido sobre las sábanas floreadas<br />
en la cama de la habitación. Claudia se<br />
molestó un poco, pero solo un poco. Me<br />
dijo en la mañana que para el almuerzo<br />
habría enchilado de camarones, no hay<br />
nada que la alegre más que el enchilado<br />
de camarones. Nuestro turno estaba previsto<br />
para las cuatro de la tarde. A la hora<br />
de almuerzo la única que pidió enchilado<br />
de camarones fue Claudia, los demás<br />
decidimos probar la carne de iguana y el<br />
jugo de tamarindo, platos exóticos que<br />
solo se ven en el Fin del Mundo. Como faltaban<br />
aproximadamente tres horas para<br />
nuestro turno, decidimos dar una vuelta<br />
por los alrededores, o sea, tomar fotos.<br />
<strong>La</strong> lancha que nos llevaba hasta el borde<br />
del Universo tenía espacio para diez pasajeros.<br />
Junto a nosotros montaron dos<br />
señoras vestidas exactamente igual, un<br />
niño disfrazado de Spiderman, dos turistas<br />
suecos y el hombre de la barra, que<br />
entusiasmado me saludó en árabe y se<br />
desilusionó un poco al ver que yo no sa-<br />
64
ía cómo responderle. <strong>La</strong> laguna era inmensa.<br />
El viaje duraba aproximadamente<br />
dos horas. Me entretuve tomándole<br />
fotos a unos pequeños cayos que se distribuían<br />
cual señales de tránsito sobre el<br />
agua. De vez en cuando veíamos algunos<br />
pájaros que nadie sabía identificar, eran<br />
algo así como alcatraces blancos o gaviotas<br />
inmensas, sin dudas bichos que solo<br />
podrían vivir en el Fin del Mundo. Los chicos<br />
se divertían, las dos mujeres miraban<br />
la superficie del agua y el niño ensayaba<br />
poses de Spiderman, amenazaba con<br />
lanzarse por el borde del Universo para<br />
probar la calidad de su tela de araña. De<br />
todos fui yo quien primero vio el muro.<br />
Los demás estaban entretenidos.<br />
A los pocos segundos uno gritó:<br />
—¿Qué es aquello?<br />
Respondí:<br />
—El borde del Universo.<br />
Un muro de concreto de nueve metros<br />
de alto se levantaba dándole fin<br />
al lago. Subimos por unas estrechas<br />
escaleras hasta llegar a los catalejos.<br />
Tomé el número TRES, tal y como el<br />
hombre me había recomendado. El sol<br />
caía con lentitud lanzando tonalidades<br />
rojas y amarillas sobre el muro. Era un<br />
espectáculo magnífico, en eso tenía razón.<br />
Tomé varias fotos. Luego miré por<br />
el orificio. Del otro lado no había nada.<br />
Era el Fin del Mundo. Por eso no había<br />
nada. El niño se tiró. Veinte metros<br />
abajo lanzó su tela de araña. <strong>La</strong> calidad<br />
del pegamento era increíble.<br />
65
¿QUÉ SIGNIFICA<br />
ESCRIBIR?<br />
Por Sergio Espinoza Proa<br />
Quien escribe desaparece en lo tre paréntesis o entre comillas o entre<br />
escrito. Se encuentra absorto en guiones: en cuarentena. Reducido al<br />
la escritura, succionado por esa silencio. De nobis ipsis silemus, pedía<br />
sucesión de marcas extendidas para Kant. Un imperativo ético, ciertamente,<br />
que otro las tome, las reconozca, las aunque el que escribe no podría elegir.<br />
rechace, las olvide, las fusile. El que escribe<br />
ya está —y no es algo de por sí inbir<br />
y (se) dice: no hablaré en primera<br />
No se para un momento antes de escrimoral—<br />
en un batallón de fusilamiento. persona, no diré nada que revele lo que<br />
Pero el fusilado no es el otro, no es el —en el fondo— soy. O sí lo haré, estoy<br />
texto, sino uno mismo, yo mismo, ese en posición de confesar(me). No, el que<br />
(yo) que toda escritura debe poner en-<br />
escribe, al hacerlo, está en suspenso,<br />
66
en cursivas, en estado de suspensión.<br />
Incluso allí donde cree confesar su ser<br />
más íntimo. No, si escribe es escritura<br />
lo que confiesa, es la escritura quien<br />
confiesa. Nadie más. Quien escribe está<br />
fuera de sí; sí, afuera. (Yo) hace espacio<br />
para que esta (la) escritura tenga lugar.<br />
Mi autoridad se confunde con la de las<br />
infinitas —casi siempre implícitas— referencias<br />
que hacen a un texto un objeto<br />
precisamente legible. (Yo) hace<br />
espacio, se quita de en medio. Pero al<br />
quitarse, interrumpe un flujo, obtura<br />
un deseo. (Yo) aparece y desaparece<br />
como transgresión, como desviación,<br />
en ocasiones también como catapulta.<br />
Es en su opacidad donde cifra su originalidad.<br />
Se sabe simulacro de fuente,<br />
suplantación de un origen que siempre<br />
da o puede dar un paso atrás. (Yo) es<br />
un borde, un desfiladero, no un muro<br />
o una plataforma. <strong>La</strong> quilla del barco,<br />
67
el mascarón de proa. ¿Él manda? ¿Es<br />
él quien hiende y hace espumear las<br />
aguas del discurso? ¿Qué haría él sin<br />
el viento, sin las mareas, sin ese azul<br />
violento y sin fondo que delinea un<br />
horizonte y —en el punto de quiebre—<br />
parecería pedir un vértice? ¿Es él dueño<br />
o albacea de las palabras que el día<br />
arroja una a una en su frente?¿Dónde<br />
ha ido a parar la noche en la que nada<br />
puede ser idéntico a sí mismo? Este<br />
hacer espacio escasamente depende<br />
de una operación de la conciencia. Si<br />
se está despierto, la conciencia sólo<br />
designa una parte, la parte mental de<br />
ese estar despierto. Pero es el cuerpo<br />
quien ha de sacar el cuerpo para hacer<br />
el espacio de la escritura, en el que ella<br />
se despieza y se despereza. En otras<br />
palabras, el cuerpo despierto se ofrece<br />
cada día a la inscripción y a la tachadura.<br />
Nietzsche murmuraba que no podía<br />
pensar si tenía las nalgas aplastadas; la<br />
escritura le pasaba por todo el cuerpo,<br />
le ensanchaba las fosas nasales, le secaba<br />
la garganta, le irritaba los ojos, le<br />
ponía los pelos de punta. <strong>La</strong> escritura<br />
hace sudar al cuerpo en que —momentáneamente,<br />
siempre en lo que dura<br />
un parpadeo— se instala y recluye. Por<br />
eso, quien escribe no hace una obra<br />
sino que deja parte de su pellejo y de<br />
sus mucosas en el texto. Esa escritura<br />
no está acicalada y no se ha puesto un<br />
traje decente y limpio para hacer su entrada<br />
en sociedad. Quien escribe sabe<br />
que no podría dejar una sola palabra en<br />
prenda si sólo de vestir se tratara. <strong>La</strong> escritura<br />
desnuda. Aquí hay que tomar el<br />
sustantivo en su carácter verbal. Quien<br />
escribe no cubre su cuerpo de signos:<br />
lo devuelve a su extraño anonimato, a<br />
su espacio virgen. Pero ese espacio no<br />
es, por principio, el de la soledad. Mil<br />
voces y mil manos se tienden hacia él.<br />
Quien escribe tiene ante sí al infierno<br />
mismo, y no encuentra más guía que<br />
una palabra o una pregunta que, lo<br />
hemos concedido, nunca han sido suyas.<br />
Escribe para quedar al descubierto,<br />
para hacer del dentro un afuera, para<br />
hacer de la entraña una imagen y un<br />
signo. El cuerpo queda amagado por<br />
ese signo, expuesto a su turbia luminiscencia.<br />
Pero sólo entonces aparece<br />
en cuanto cuerpo. Superficie inscrita y<br />
descrita de un extremo al otro. Escribir<br />
es siempre re-escribir, pasar la plancha<br />
por el pliegue para que en su estiramiento<br />
resplandezca no como signo,<br />
sino como superficie de toda significación.<br />
<strong>La</strong> cara de afuera del signo, su<br />
falta de significación. Tal es la profundidad<br />
de la superficie, que los griegos<br />
68
no tuvieron empacho alguno en celebrar.<br />
El hundimiento de la piel dentro<br />
de sí misma le debe todo a la epifanía<br />
del signo. Si en el principio fue el verbo,<br />
sólo lo ha sido porque antes ha habido<br />
un libro, porque el libro ha quedado íntegramente<br />
sobre-puesto al cuerpo. El<br />
alma encuentra subsistencia y alimento,<br />
encuentra su guarida en el libro. Se<br />
entiende ya: es el hebreo quien inventa<br />
las entrañas, quien al sacrificarlas las<br />
hace hablar. El arúspice romano podrá<br />
en adelante leer el futuro en las vísceras<br />
de criaturas variadas, de preferencia<br />
vísceras de aves. Pero eso sólo es<br />
posible porque, previamente, es decir,<br />
en el principio de todo, Dios ha inscrito<br />
su marca en el cuerpo del hombre. Está<br />
inscrito: circunscrito: circunciso. Dios<br />
escribe necesaria y libremente en el<br />
sitio perfecto. Pero eso plantea, es fácil<br />
percibirlo, un problema grave. Que<br />
desde entonces el cuerpo —humano o<br />
inhumano— sea legible significa que<br />
ya no hay cuerpo que pensar. Por decirlo<br />
más claro: desde que Dios marca<br />
su marca en el hombre, el cuerpo sólo<br />
sabe —y sólo puede— callar. Ha dejado<br />
de pensar por sí mismo. Lo único<br />
que este cuerpo quiere de verdad es<br />
esconderse de esa marca y de esa significación<br />
que amenaza con evaporarle<br />
y reciclarle hasta dejarlo con la inerme<br />
flacura de un espectro. El cuerpo se<br />
consume en su carácter significante.<br />
Lo cual significa: este cuerpo que ves,<br />
que tocas, que hueles, que llevas de un<br />
lugar a otro, que escuchas dormir a tu<br />
lado, es tuyo. Se ha transformado en<br />
objeto de un (yo). <strong>La</strong> escritura sagrada<br />
ha hecho del cuerpo una propiedad.<br />
<strong>La</strong> escritura sagrada ha escriturado el<br />
cuerpo a su legítimo propietario. Yo.<br />
Pero “yo”, observémoslo, es cualquier<br />
cosa menos una cosa de verdad. “Yo”<br />
— eso todos, sin excepción, lo somos.<br />
Esa palabra sí que es intercambiable<br />
y transferible. (Yo) no es una sustancia,<br />
y tampoco un accidente de la sustancia,<br />
sino el lugar vacío en el que cada<br />
quien hipoteca un cuerpo, “su” cuerpo.<br />
Lo que Dios inscribe en los cuerpos es<br />
esa figura vacía que sólo sirve para decir:<br />
yo. Aquí (mando) Yo. Cada cuerpo<br />
es solamente eso: el soporte material<br />
—y por tanto, perecedero, prescindible,<br />
utilizable: servil— de una idea que<br />
no podría pertenecer al tiempo de los<br />
cuerpos desnudos. En la idea no hay<br />
tiempo que perder. No hay tiempo para<br />
estas vísceras y estas superficies que se<br />
despliegan y se pliegan y se repliegan.<br />
Nunca hay tiempo para que el cuerpo<br />
sepa lo que puede.<br />
69
70<br />
SU PROPIO<br />
FINAL<br />
Por Ramón Zarragoitia
A<br />
lo largo de sesenta y cinco años,<br />
había fabulado mil veces acerca<br />
del discurrir de su propio final.<br />
Curiosamente, entre las múltiples posibilidades<br />
que barajara no se encontraba<br />
precisamente aquella:<br />
Estaba de pie en el saloncito de la<br />
planta alta; la que servía como apartamento<br />
reservado en exclusiva para<br />
el confort del matrimonio. Se disponía<br />
a degustar una nueva novela recién<br />
comprada y para ello, enfundado en su<br />
fiel albornoz marrón de rizo americano,<br />
luciendo tejanos, un jersey delgado de<br />
pico y zapatillas propias de la intimidad,<br />
conmutó la lámpara halógena. No<br />
podría sentirse más feliz: su hogar, su<br />
afición favorita, el ansiado silencio. En<br />
ese preciso instante sintió la poderosa<br />
vibración de su celular y extrajo el aparato<br />
de concha de uno de los bolsillos.<br />
Dado que odiaba conversar al teléfono<br />
sentado, se incorporó de cara a los amplísimos<br />
ventanales. Una voz inquietante<br />
rompió la perfecta armonía del<br />
paisaje que sus ojos azules lograban<br />
divisar: su jardín británico donde correteaba<br />
alegre su mastín napolitano:<br />
Bimbo; la anciana tapia de ladrillo<br />
amarillo coronada de balaustre; y más<br />
allá, hasta donde alcanzaban la vista y<br />
el horizonte dorado del ocaso, sus cientos<br />
de hectáreas de Chardonnay en los<br />
alrededores de San Juan Capistrano.<br />
Todo teñido ya del envero de otoño.<br />
Dudó un instante. <strong>La</strong>s palabras justas<br />
se negaban a acudirle tanto a la<br />
boca como a una mente confundida y<br />
hasta cierto punto temerosa. Por fin,<br />
fue capaz de replicar:<br />
—No, es solo que jamás pude imaginar<br />
que me llamarías. Supuse que tarde<br />
o temprano, quizás antes de lo esperado<br />
a juzgar por el diagnóstico de mi<br />
amigo Jamie, íbamos a encontrarnos.<br />
Aunque uno nunca se figura que vaya a<br />
ser hoy mismo.<br />
Le sorprendió su propia frialdad.<br />
Le gustó el férreo control que ejercía<br />
sobre el conjunto de sus emociones y<br />
actos. Y ensimismado como estaba a<br />
causa de su entereza, no reparó en que<br />
la misma voz que manaba del minúsculo<br />
terminal podía oírse también, en<br />
tiempo y modo simultáneos, flotando<br />
a través del vacío de la habitación. De<br />
hecho, su interlocutor llevaba varios<br />
minutos contemplándolo en escorzo e<br />
incluso podía ser testigo de sus gestos<br />
merced al reflejo luminiscente de los<br />
grandes vidrios. Siguió conversando:<br />
—Dime, ¿qué será de ellos? Clarice<br />
dispone de una legión de abogados<br />
que la asesoren aquí o en el despacho<br />
de Los Ángeles. No en vano, cada año<br />
les pagamos una ingente cantidad de<br />
bitcoins por sus servicios. No, verás...<br />
los que realmente me preocupan son<br />
los chicos: Ruth es tan visceral, tan<br />
poco reflexiva. Está en una edad crítica:<br />
los muchachos, el sexo, las drogas,<br />
la diversión... todo eso. Y Charlie, el pequeño,<br />
¡por el amor de Dios! Si aún es<br />
un chiquillo...<br />
<strong>La</strong> oscura presencia fue materializándose<br />
a medida que concurría junto<br />
al halo níveo de la lámpara. No habían<br />
cesado su pronunciación glacial ni su<br />
tono severo. Es más, conforme se aproximaba<br />
de forma artera, la profunda<br />
intensidad de su voz, como un incisivo<br />
cristal de hielo, amenazó con clavarse<br />
para siempre en la piel del dueño de la<br />
casa mientras este, pendiente tan solo<br />
de cuanto iba a dejar atrás, sacaba las<br />
últimas cuentas a su vida:<br />
—He vivido bien, de eso no hay duda.<br />
Aunque tampoco nadie me regaló nada.<br />
71
Incluso hubo quienes se empeñaron en<br />
destruirme o en robarme lo que con tanto<br />
sacrificio e inteligencia logré atesorar.<br />
Al final no han podido. Quizá sea ese mi<br />
mayor orgullo. Por cierto, ¿qué harán con<br />
mi cuerpo?... Había pensado en organizar<br />
un velorio por todo lo alto; aquí mismo,<br />
en la finca, como se hacía antiguamente:<br />
comida y bebida en abundancia, gorrones<br />
y parientes por doquier, risas y llantos<br />
al cincuenta por ciento y un gran cortejo<br />
fúnebre, incluso una orquesta que<br />
amenizase mi partida... No, no es que me<br />
obsesione, se trata de una mortaja transitoria,<br />
lo sé, pero tengo cierta curiosidad<br />
por conocer su destino, toda vez que no<br />
dejo instrucciones sobre qué hacer con<br />
él llegado el momento. Fíjate que estoy<br />
pensando en dejar una nota ordenando<br />
que me incineren y que esparzan mis<br />
cenizas por todo el valle desde una avioneta.<br />
¿Tú crees que estará permitido? A lo<br />
mejor conoces los trámites. Seguro que<br />
alguien lo habrá hecho ya antes y me figuro<br />
que habrás sido testigo...<br />
<strong>La</strong> respuesta se hizo patente en el<br />
viciado aire de la sala: de pronto olía<br />
mal, como a carne en descomposición.<br />
El hombre sintió un ligero temblor en<br />
sus piernas. Supo entonces lo que era<br />
la Angustia; sí, con mayúscula y en su<br />
propia piel. <strong>La</strong> temperatura de la buhardilla<br />
descendió varios grados. Una<br />
corriente gélida, macabro preludio del<br />
telón que se cerraba a sus espaldas,<br />
convenció al moribundo de que sería<br />
inútil mantener abierta la comunicación.<br />
En su lugar, cerró con delicadeza<br />
las valvas negras del aparato y lo<br />
depositó sobre el brazo de su orejero<br />
para, a continuación, tomar el último<br />
y más profundo de los alientos (quizás<br />
dando por supuesto que habría de retener<br />
aquella inspiración durante toda<br />
la eternidad). Al término, concienciado<br />
ya de cuanto le aguardaba sin remedio,<br />
comenzó a darse lentamente la vuelta.<br />
Con el corazón disparado, se dispuso<br />
por fin a dejar de imaginar cómo sería<br />
su propio final...<br />
72
73
74<br />
LA MALDICIÓN<br />
Por Gilberto Fabián Aguirre
Selva de Panamá, 1953.<br />
Oliver Whitman, uno de los arqueólogos<br />
más respetados del<br />
siglo pasado, estaba dormitando en su<br />
casa de campaña, cuando de pronto,<br />
uno de sus ayudantes irrumpió en ella.<br />
—Señor Whitman, ¡encontramos El<br />
Dorado!<br />
Sin pensarlo, Whitman se vistió y<br />
acompañó a su ayudante a la zona de<br />
excavación, ubicada a dos kilómetros<br />
de distancia, en donde un pequeño<br />
grupo de arqueólogos y nativos lo esperaban<br />
a orillas de una cascada.<br />
Whitman quedó boquiabierto en cuanto<br />
vislumbró una gigantesca puerta de<br />
oro detrás de la cortina de agua.<br />
—¿Ya la abrieron? —preguntó a los<br />
presentes.<br />
—No, señor, esperábamos su llegada.<br />
Entonces Whitman, imitando a un<br />
equilibrista y asistido por los nativos,<br />
caminó sobre las rocas hasta llegar a<br />
la entrada de lo que parecía ser una<br />
bóveda. Su asombro creció en cuanto<br />
vio que la superficie de la puerta tenía<br />
códices mayas y códices egipcios.<br />
—¿Qué hacen dos culturas opuestas<br />
en un mismo lugar?<br />
Sus acompañantes se encogieron de<br />
hombros. Parecían más interesados en<br />
lo que había al interior de la bóveda<br />
que en los relieves de la entrada.<br />
Después de un prolongado momento<br />
de excitación por parte del señor<br />
Whitman, éste logró abrir la puerta con<br />
la ayuda de un par de panameños.<br />
<strong>La</strong> bóveda estaba cubierta de oro, y<br />
en el centro, había una gran cantidad de<br />
ofrendas de dicho metal, que rodeaban<br />
un antiguo baúl de madera. Para ese entonces,<br />
panameños, arqueólogos y dos<br />
que tres chimpancés asomaban sus caras<br />
para no perderse de nada.<br />
Todos se preguntaban qué tipo de riquezas<br />
ocultaba el baúl, pero sólo Oliver<br />
Whitman tenía el derecho de abrirla.<br />
El descubrimiento del lugar que todos<br />
creían que era El Dorado se debía<br />
al esfuerzo y financiamiento del mismo<br />
señor Whitman. Y es que la exploración<br />
en distintas partes de Centroamérica era<br />
un proyecto que llevaba diez años sin dar<br />
frutos, por lo que muchos inversionistas<br />
optaron por dejar de apoyar a Whitman.<br />
—Todos los idiotas que me abandonaron<br />
están a punto de darse la arrepentida<br />
de sus vidas —dijo mientras se<br />
aproximaba al baúl.<br />
Ante la mirada expectante de los presentes,<br />
destrabó el seguro que mantenía cerrado<br />
el objeto. Lo que pasó enseguida desató<br />
una tragedia de grandes dimensiones.<br />
En cuanto se abrió el baúl, una densa<br />
columna de humo escapó su interior, abarcando<br />
todo el espacio de la bóveda. Unos<br />
comenzaron a toser y a intentar disipar el<br />
humo. Otros huyeron para refugiarse de un<br />
extraño tufo que se iba intensificando.<br />
—¡Señor Whitman, tiene que salir! —dijo<br />
una voz. <strong>La</strong> silueta de Oliver Whitman apenas<br />
era perceptible a través del humo.<br />
—¡No puede ser! ¡Qué es esto!<br />
Se llevó una gran sorpresa al ver que<br />
en el baúl no había ni momias, ni joyas,<br />
ni pergaminos milenarios, sino una<br />
cantidad increíble de excremento que<br />
se desbordaba por doquier.<br />
—¿Qué hay ahí, señor Whitman?<br />
—Aquí sólo hay kilos y kilos de mierda.<br />
—Salga de ahí, señor, la pestilencia<br />
puede hacerle mal.<br />
Whitman no dijo nada.<br />
—¿Señor Whitman? ¿Me escucha?<br />
Whitman seguía sin responder.<br />
—Iré por usted.<br />
—Demasiado tarde, muchachos —dijo<br />
Whitman, finalmente. Entonces atravesó<br />
75
la capa de humo que lo separaba del resto.<br />
Sus pantalones estaban manchados—. Me<br />
estoy haciendo caca —añadió, asustado.<br />
Oliver Whitman continuó defecando,<br />
y uno de sus asistentes, al intentar<br />
acercarse, también comenzó a cagar<br />
sin explicación alguna.<br />
Al parecer, todos aquellos que presenciaron<br />
la apertura de la bóveda sufrieron<br />
el contagio de algo que los hacía<br />
excretar de una manera incontrolable.<br />
En pocos minutos, arqueólogos, nativos<br />
y otros curiosos se encontraban<br />
haciendo lo propio. Algunos con cierto<br />
pudor y otros con resignación. Los rectos<br />
de hombres, mujeres, niños y animales<br />
no paraban de expulsar cacas de<br />
varios tamaños y consistencias, ahí, en<br />
medio de la selva.<br />
Sólo fue cuestión de segundos para<br />
que las víctimas murieran a causa de<br />
una hemorragia de mierda. Una de ellas,<br />
una mujer, logró aproximarse a Whitman<br />
justo antes de dar el último suspiro.<br />
—Gracias, Oliver Whitman. Yo… yo<br />
era una mujer estreñida, y ahora podré<br />
descansar en paz.<br />
Como era lógico, los excrementos se<br />
escurrieron hasta llegar al río. Esto provocó<br />
que las personas que vivían en las<br />
zonas aledañas sufrieran los estragos<br />
de esta maldición.<br />
Antes de que esto sucediera, en una<br />
vivienda cercana a la cascada, un hombre<br />
detectó un ligero olor nauseabundo<br />
que provenía de la selva.<br />
—Sonia, ¿qué estás cocinando ahora? —le<br />
preguntó a su esposa.<br />
76
a<br />
#ACERTIJO<br />
El alcaide de una cárcel informa<br />
que dejara salir de la prisión a<br />
una persona al azar para celebrar<br />
que hace 25 años que es alcaide.<br />
Eligen a un hombre y le dicen<br />
que quedara libre si saca de dentro<br />
de una caja una bola blanca,<br />
habiendo dentro 9 bolas negras<br />
y solo 1 blanca.<br />
El prisionero se entera por un<br />
chivatazo que el alcaide pondrá<br />
todas las bolas de color negro, al<br />
día siguiente le hace el juego, y el<br />
prisionero sale en libertad.<br />
¿Cómo logró salir de la cárcel si todas<br />
las bolas eran negras?<br />
<strong>La</strong> respuesta en el siguiente número<br />
77
78<br />
DE LA SOMBRA<br />
A LA ESPERANZA<br />
Por Rusvelt Nivia Castellanos
En este testimonio; lo confieso<br />
en verdad, yo vi la guerra de los<br />
violentos en el pasado. Fue una<br />
época más que aterradora. <strong>La</strong> muerte<br />
estuvo allá en cada rincón campestre.<br />
Niñas se descubrieron desangradas y<br />
cayeron niños decapitados. Eso amanecieron<br />
jóvenes hasta mutilados. Era<br />
en realidad constante lo execrable. Entre<br />
los valles, sólo aparecían cuerpos tirados<br />
en el prado, por las batallas. Y las<br />
bombas arrancaban el corazón de los<br />
parientes. Mientras, seguían las iracundas<br />
explosiones durante los días y las<br />
noches. Rebeldes contra militares combatían<br />
en las montañas. Sus ataques se<br />
lanzaban con venganza. Eso ningún<br />
bando daba tregua. Cada vez peor sucedieron<br />
los fusilazos entre estos enemigos.<br />
Ellos dispararon con sus armas,<br />
todas las balas. Propiciaron el caos<br />
hasta el extremismo tremendo. Desunidos,<br />
fueron causando la devastación.<br />
Y nosotros andábamos entre el fuego<br />
cruzado. Allá estuvimos mis abuelos<br />
y papá conmigo, vivenciado el pavor,<br />
juntos gritamos este dolor, que experimentamos<br />
con heridas. Los viejos, lamentablemente<br />
no pudieron salvarse<br />
de tanta rudeza, pronto se extenuaron<br />
y perecieron. En cuanto a nosotros, seguimos<br />
adelante con hombría.<br />
Cuando claro, por lo tanto rebotado,<br />
vinieron los saboteadores. Esto por supuesto,<br />
nos lastimó a los oriundos de<br />
las villas. Con sus furias, hicieron abusos<br />
a nuestra comunidad rural. Ellos<br />
quemaron las fincas; los labriegos<br />
fueron desterrados, nos agobió una<br />
crisis territorial. Como efecto, sobrevinieron<br />
nuevas angustias por estas<br />
preocupaciones. Muchos de nuestros<br />
amigos con sus familias; tuvieron que<br />
emprender entonces la huida; unos alcanzaron<br />
a superar las travesías hacia<br />
los pueblos sabaneros, pero la mayoría<br />
por el camino fallecieron. Y otros tantos<br />
compadres, fueron desaparecidos,<br />
no se volvió a saber de ellos.<br />
Entre tanto; yo con mi padre, que<br />
éramos los enfermeros del villorio,<br />
presenciamos la situación muy grave<br />
y también partimos, apenas encontramos<br />
oportunidad, nos subimos en un<br />
campero y nos fuimos para la ciudad de<br />
Bogotá. Afortunadamente pudimos escapar<br />
sin dejar rastros. Durante el viaje,<br />
recorrimos el boscaje con el atardecer<br />
púrpura. Nos alejamos a buena velocidad<br />
de los ranchos, respirando como<br />
despedida el frescor de las orquídeas.<br />
Más una última vez, contemplamos la<br />
tierra perdida, oreada por la bruma,<br />
yéndose con el murmullo de los grillos<br />
y el revolotear de las cacatúas. Luego,<br />
nosotros en compañía de otro pasajero<br />
y el conductor, continuamos avanzando<br />
por las curvas de la trocha, que<br />
atravesábamos en medio de cafetales<br />
y subíamos hacía la serranía.<br />
Ya por la noche, cuando llegamos a<br />
la capital de Colombia, paseamos por<br />
los distritos del sur, buscando la casa<br />
de prima Carmen. Eso duramos horas<br />
dando vueltas por el barrio Tunal; nosotros,<br />
varias calles despavimentadas,<br />
cruzamos entre semáforos y rebasamos<br />
distintos suburbios bajo el cielo nublado.<br />
Más por ahí preguntamos a unos<br />
transeúntes la dirección solicitada y<br />
apenas nos medio ubicamos, volvimos<br />
a enrumbar por entre las casas y los<br />
edificios hasta cuando al fin encontramos<br />
el lugar residencial. Allá obvio, nos<br />
bajamos del campero y despedimos al<br />
señor conductor. De seguido, pasamos<br />
por un sendero pedregoso y al llegar<br />
a la vivienda, tocamos a la puerta y la<br />
79
Carmen, tarde nos recibió de mala gana,<br />
ella con su cara rabiosa, pero sin hipocresía.<br />
Al menos, nos dio la prima una<br />
que otra limosna de posada y pudimos<br />
quedarnos en el sótano de los trebejos.<br />
Al cabo de pocos amaneceres, claro<br />
nos tocó irnos para las afueras. Cogimos<br />
pues nuestros corotos y salimos hacia lo<br />
citadino. Mi padre se puso triste al comprobar<br />
tanto desconsuelo; ni siquiera<br />
Carmen a quien amábamos, nos socorría<br />
lo suficiente. De hecho, nos supimos<br />
obligados a transitar por los andenes<br />
como forajidos. Aquellos rededores estaban<br />
sucios, saturados de basura, olía<br />
incluso a caño. El panorama era decadente.<br />
Ambos nos sentimos desprotegidos.<br />
Hasta tuvimos que dormir una<br />
temporada en la intemperie, luego en<br />
algunos inquilinatos. Por allí y por allá,<br />
yo hallé además la miseria de los otros<br />
hombres. Unos lloraban como indigentes,<br />
ellos siendo moribundos, todos<br />
tumbados contra las aceras rotas. Otros,<br />
se ganaban el diario vendiendo dulces y<br />
periódicos, sus rostros se reflejaban macilentos.<br />
De parejo rumbo, me tropecé<br />
con prostitutas hermosas, que echaban<br />
coqueteos, ofreciendo sus encantos,<br />
pero ellas en el fondo permanecían frías.<br />
Cada ser humano de Bogotá, iba yendo<br />
con su propio sufrimiento.<br />
Nosotros para nuestra posición, andábamos<br />
sin empleo y así estuvimos<br />
durante casi tres meses. Entonces comenzamos<br />
a rebuscarla como pudimos<br />
80
con perseverancia. A lo humildes, dimos<br />
recetas por comida, limpiamos llagas a<br />
señores por centavos. Diferentes males<br />
curamos a los menesterosos. Así fuimos<br />
superando de a poco la adversidad.<br />
Cuando una tarde de mayo, nos llamaron<br />
a la pensión donde descansábamos<br />
y resultó ser la doctora Piedad, dándonos<br />
su aprobación para que prestáramos<br />
servicio como brigadistas. Enseguida,<br />
pues nosotros cogimos por este<br />
destino. <strong>La</strong>s hojas de vida presentadas<br />
a las entidades de salud, dieron resultado.<br />
Al poco tiempo estuvimos con<br />
los uniformes verdes puestos. Aunque<br />
claro, por cada campaña a realizarse,<br />
nosotros asumimos el compromiso de<br />
atender a centenares de convalecientes.<br />
Por tanto, trabajamos de sol a sombra<br />
como esclavos. Hubo que realizar distintas<br />
actividades con rescates. A mi padre;<br />
Jorge Pizarro, le tocó por cierto suturar y<br />
vendar a los hombres de la guerra social,<br />
quienes llegaban desde varias regiones<br />
del país, todos cortados y escalabrados.<br />
En cuanto a mí, tuve el deber de recuperarlos,<br />
dándole a cada uno de ellos<br />
sus pastillas y voces de aliento, más yo<br />
aún efectúo esta misión con responsabilidad.<br />
Esta amada enfermería, junto<br />
a otros compañeros, bien la emprendemos<br />
todos los días entre semana, pese a<br />
la muerte de papá, siempre con fiel esperanza,<br />
ayudando a la gente, hasta hoy.<br />
Y mañana, si lo soñamos, todos nosotros<br />
a vivir por la paz.<br />
81
¿LEER<br />
ES UN CASTIGO?<br />
Por Daniela Albarrán<br />
Fue un castigo. Sí. Mi primer contacto<br />
con la literatura fue un castigo, lo recuerdo<br />
bien, mi maestra de segundo<br />
de primaria, cada vez que nos portábamos<br />
mal, nos leía un libro. Es cierto que<br />
no recuerdo los otros títulos de los demás<br />
castigos, pero uno jamás se borrará<br />
de mi memoria: Colmillo blanco.<br />
¿Por qué leer es un castigo? Ahora lo<br />
entiendo de dos maneras, la primera<br />
es que leer es simple y llanamente abu-<br />
82<br />
rrido, y tienen razón, resulta difícil leer<br />
un libro que uno no quiere leer, que es<br />
de temas que no nos interesan y que<br />
mucho menos podemos comprender.<br />
<strong>La</strong> segunda es que cuando el profesor<br />
pronuncia la palabra leer, lo primero<br />
que se le viene a la mente es un libro<br />
de texto aburrido, de historia, geografía<br />
o educación cívica, que otra vez, son<br />
temas que a un niño o un joven no le<br />
van a interesar.
No se puede ensañar a un niño el<br />
gusto por la lectura cuando le dices «si<br />
te portas mal, te voy a leer un cuento».<br />
Además, por extraño que parezca, la<br />
educación está muy alejada de la lectura,<br />
una cosa es estudiar para un examen,<br />
y otra bien distinta a leer una obra<br />
por gusto, por placer e incluso para adquirir<br />
conocimiento. <strong>La</strong> educación no<br />
se adquiere leyendo, Pero leyendo sí se<br />
adquiere educación.<br />
Es imposible culpar a la gente que no lee,<br />
porque no es su culpa, desgraciadamente<br />
el estilo de vida que hay en México no está<br />
hecho para la lectura, hay muchos impedimentos,<br />
pero realmente el poco acceso<br />
que hay a la literatura y no digamos a lo<br />
que los académicos llaman «la alta literatura»<br />
es la tapadera, lo realmente preocupante<br />
es lo que hay dentro de la cloaca.<br />
Suena a cliché (qué cliché hay que no<br />
sea verdad) pero el gobierno no quiere<br />
83
que la gente lea. Y no quiere por muchas<br />
razones, una de ellas es que si una persona<br />
lee, no produce cosas tangibles,<br />
otra es que cuando uno lee comienza a<br />
pensar, el horizonte de expectativas se<br />
expande y esto provoca dos cosas, o que<br />
el lector se sienta frustrado o que quiera<br />
salir de su círculo. Claro lo más probable<br />
es lo primero porque aunque uno quiera<br />
salir de un círculo de confort hay pocas<br />
oportunidades en un país como este.<br />
Hace tiempo pertenecí a un colectivo<br />
oral, nuestra misión era ir a los rincones<br />
de la ciudad como escuelas y cafés<br />
a leer cuentos y poesía en voz alta, era<br />
un trabajo de verdad titánico, cansado,<br />
pero muy gratificante, nos sentíamos<br />
bien porque pensábamos que la gente,<br />
gracias a nuestro empujoncito, iba a<br />
agarrar el hábito de la lectura. <strong>La</strong> cruda<br />
realidad es muy distinta, cuando íbamos<br />
a leer a los cafés, la gente nos veía<br />
por pura cortesía, pero con un dejo de<br />
enojo porque estábamos interrumpiendo<br />
una conversación, un encuentro,<br />
y no, ellos no iban a leer llegando<br />
a su casa o sí lo hacían no creo que por<br />
nuestra culpa. En las primarías también<br />
leíamos, pero los niños pensaban<br />
que era una especie de recreo.<br />
También están las campañas publicitarias,<br />
que no vende literatura, sino que<br />
está vendiendo la idea de que leer está<br />
de moda, que leer te va a dar temas de<br />
conversación, que sí lees más vas a conseguir<br />
pareja, que lo importante está en<br />
tu cabeza y cosas por el estilo. Lo malo<br />
es que lo que esas campañas venden es<br />
84
literatura barata, leer es importante, sí,<br />
pero también saber qué leer.<br />
Y ahora otra pregunta ¿por qué creemos<br />
que la juventud debe leer? Sé que<br />
da cultura, que le da a la gente la oportunidad<br />
de pensar de forma diferente,<br />
que es un buen hábito y que ejercita el<br />
cerebro, que es apasionante y que te<br />
hace viajar, pero de nuevo, eso no es<br />
motivo suficiente para que obliguemos<br />
a la gente a leer, esos intentos fallidos lo<br />
único que provocan es odio hacía la lectura,<br />
es como si un matemático hiciera<br />
una campaña para que todos disfrutemos<br />
de lo que él, o un físico o un biólogo<br />
o un médico, al igual que esas profesiones,<br />
la literatura lo es, no es un hobbie,<br />
por inútil que parezca, hay gente, lo juro,<br />
hay gente que estudia muchísimo para<br />
vivir de la literatura en algún momento,<br />
al igual que cualquier profesión.<br />
<strong>La</strong> lectura en México es un problema<br />
que no debiera serlo, la gente no tiene la<br />
obligación de leer, no tiene la obligación<br />
de sentir la curiosidad a lo desconocido,<br />
no tiene que ser castigado ni torturado<br />
leyendo cosas que no quiere a una temprana<br />
edad, porque lo único que va a<br />
provocar es odio, un odio a uno de los<br />
placeres más grandes que el ser humano<br />
tiene acceso. Pero por sobre todas las<br />
cosas, leer te hace conocer la naturaleza<br />
humana, juro que leyendo conoces más<br />
de la vida y del mundo que viviendo, y<br />
eso te hace sufrir, no conozco a ningún<br />
lector asiduo que no sienta una profunda<br />
tristeza de estar en el mundo, y sí leer<br />
te hace sufrir, pero también gozar.<br />
85
86<br />
UNA MIRADA<br />
AL PASADO<br />
Por Juan Pascal
Tenía poco tiempo para recoger sus<br />
pertenencias y abandonar el que<br />
había sido su hogar, un humilde<br />
piso de un humilde edificio. Pero no<br />
necesitaba mucho más. Se había gastado<br />
hasta el último céntimo, además<br />
de perder la casa, para poder sobornar<br />
y disfrutar por una hora de un maravilloso<br />
invento del que había tenido conocimiento<br />
de forma casual gracias a<br />
su trabajo como detective de policía.<br />
Recorrió el estrecho pasillo del piso.<br />
Echó una última mirada a las habitaciones<br />
antes de sentarse en el sillón del<br />
pequeño salón. Inspiró aire con fuerza.<br />
Lo retuvo dentro hasta que lo expulsó<br />
lentamente como si de un largo suspiro<br />
se tratase. Del bolsillo de su chaqueta<br />
extrajo unas gafas negras. Se las puso.<br />
Una extraña sensación recorrió su cuerpo<br />
de pies a cabeza. A través de los cristales<br />
de las lentes, todo se veía de forma<br />
diferente como si la realidad se hubiera<br />
transformado en sueño. Siguiendo las<br />
instrucciones que le habían dado en el<br />
momento del préstamo, toco la patilla<br />
derecha de las gafas. En los cristales<br />
apareció una fecha y una hora correspondiente<br />
a ese mismo momento. Ahora<br />
sólo tenía que seleccionar el día que<br />
quería visualizar. «Qué gafas más increíbles»,<br />
pensó. Podía ver el pasado acontecido<br />
de cualquier lugar que observase<br />
a través de ellas. Sólo era cuestión de<br />
escoger la fecha y voilá.<br />
<strong>La</strong> fecha que eligió fue la del día en<br />
que asesinaron a su amada esposa. <strong>La</strong><br />
hora, diez minutos antes de que, supuestamente,<br />
ella muriese. Nunca se<br />
descubrió al asesino, y no podía seguir<br />
viviendo si no podía cobrar su venganza.<br />
Costara lo que costara.<br />
Por un momento, todo se volvió negro<br />
para después volver a ver el salón<br />
donde estaba sentado. Y donde fue hallado<br />
el cuerpo mutilado de su mujer.<br />
Parecía estar todo en calma. Hasta que<br />
pasados unos minutos apareció su esposa<br />
que llegaba con la compra.<br />
Una lágrima se desprendió cayendo<br />
por su mejilla al contemplar la dulzura<br />
de su bello rostro.<br />
<strong>La</strong> vio dirigirse a la cocina. Se levantó<br />
del sillón para seguirla. Después<br />
alguien debió llamar a la puerta por<br />
la reacción de su esposa, quien se dirigió<br />
a paso ligero hacia la entrada con<br />
su marido, en el futuro, siguiendo sus<br />
pasos. ¡El asesino! Pensó a la vez que<br />
apretaba los dientes con fuerza.<br />
Su mujer abrió la puerta y se encontró<br />
con un vecino que vivía unas plantas<br />
por encima de ellos. Un hombre<br />
entrado en el medio siglo de vida que<br />
siempre se había mostrado amable<br />
con ellos. Pero lo más importante: también<br />
era detective y fue el encargado de<br />
llevar el caso de manera oficial.<br />
<strong>La</strong>s piezas empezaban a encajar.<br />
<strong>La</strong>nzó una maldición lamentando<br />
que no pudiera escuchar lo que<br />
decían. Pero parecía una charla amigable.<br />
¿Se habría precipitado en sus<br />
conclusiones?<br />
Hasta que, de repente, el vecino se<br />
abalanzó sobre su esposa empujándola<br />
dentro de la vivienda y cerrando la<br />
puerta tras de sí.<br />
Él se quedó de pie, cabizbajo, con ríos<br />
de lágrimas emanando de sus ojos. No<br />
tenía el valor suficiente para seguir viendo<br />
el pasado. Se quitó las gafas volviendo<br />
su visión al momento presente. Se<br />
enjugó las lágrimas con la manga de la<br />
chaqueta. Transcurridos un par de minutos,<br />
la rabia y la ira tomaron el control<br />
de su mente y su cuerpo. Pero no le importó.<br />
Venía preparado para ello. Conta-<br />
87
a con ello. Por lo que mantuvo la mente<br />
fría el tiempo necesario para ponerse<br />
unos guantes. Salió del piso y subió por<br />
las escaleras hasta donde vivía el asesino.<br />
Llamó al timbre confiando en que se<br />
hallara en casa.<br />
Y así fue.<br />
En cuanto abrió la puerta, le asestó un<br />
tremendo puñetazo que le partió la nariz<br />
dejándolo tirado en el suelo sangrando y<br />
gimoteando. Lo que aprovechó para descargar<br />
toda su furia contra el malnacido<br />
que arrebató la vida a su inocente esposa.<br />
Para rematar su venganza, fue a la<br />
cocina de la casa para coger un cuchillo<br />
con el que sacarle los ojos y castrarlo. Ni<br />
siquiera se molestó en saber si los gritos<br />
del hombre habían alertado a los vecinos<br />
que estuvieran en ese momento en<br />
el edificio. Le daba igual.<br />
Una vez hubo terminado, bajó las escaleras<br />
y salió a la calle. Saludó a una señora<br />
mayor que entraba en ese momento<br />
en el portal. Después de pie, pensativo,<br />
calibró sus opciones. ¿Qué hacer? Lo<br />
había perdido todo. Pero al menos había<br />
aplicado justicia. Su justicia. Sonrió. Quizá<br />
el destino le tenía preparado un nuevo<br />
camino en la vida. Y esas gafas iban a jugar<br />
un papel esencial en él.<br />
88
89
90<br />
CANTO<br />
DE ALMAS<br />
Por Allen Schavelzon
Cuenta la leyenda que Hado (destino)<br />
y Jiba (amor), contrapartes de<br />
la dualidad llamada Mitternacht a<br />
quienes todo se sometía, se juntaron a<br />
platicar y después de unas horas decidieron<br />
organizar un festival de títeres y<br />
unas pequeñas esferas llamadas almas.<br />
El juego consistía en dividir esas piezas<br />
en dos y otorgarle a cada muñeco<br />
una mitad con la misión de encontrar<br />
al títere que poseyese la otra parte del<br />
alma a su cargo; luego de conseguirlo,<br />
guiados por el destino e impulsados<br />
por amor como recompensa podrían<br />
vivir con aquel portador para que el<br />
alma volviera a ser una sola y vivir así<br />
por toda la eternidad y cada cierto<br />
tiempo el ciclo se repetiría sin importar<br />
los obstáculos. Pero pensaron que sería<br />
aburrido si todas las almas tuvieran<br />
esa suerte, así que movieron sus hilos<br />
para que un alma en particular jamás<br />
se volviera a unir nuevamente, aunque<br />
esos títeres se encontraran nunca podrían<br />
reconocerse. Una vez terminadas<br />
las reglas lanzaron a todas las almas al<br />
escenario, todas menos aquella.<br />
Pasaron varias épocas y ambos se<br />
aburrieron de ver como todas las almas<br />
se buscaban y vivían felices viendo<br />
que había llegado el momento de poner<br />
en juego al «alma desdichada». Al<br />
momento de ingresarla al juego cayó<br />
justo en una época en donde se habían<br />
creado las desigualdades y el pecado<br />
se podía respirar, un contexto perfecto<br />
para poner a prueba el lado macabro<br />
de la partida.<br />
Fue así que la existencia como se<br />
conocía en su momento dejó de ser.<br />
Adquiría una ilusoria y renacida gloria,<br />
un nuevo capítulo en el Libro del Todo<br />
se escribía velozmente. <strong>La</strong> vida había<br />
retado a la madre vida y sus leyes resultaban<br />
inválidas dentro de esa nueva<br />
incorpórea atemporalidad. Los seres<br />
abandonaron las formas que la historia<br />
hasta ese instante les había concedido.<br />
De lo que alguna vez fue un viejo<br />
mundo, célebre entre el saber ancestral<br />
por su belleza, no quedaba nada<br />
más que un único sobreviviente de un<br />
reino olvidado por el despiadado paso<br />
del tiempo que sólo dejó un nombre<br />
que se supuso era el suyo: Omorfos, el<br />
condenado a ver morir todo a su alrededor<br />
pero nunca su propio fin.<br />
<strong>La</strong> leyenda contó que aquella «alma<br />
desdichada» del juego de Mitternacht<br />
entró en Omorfos, el Eterno e infinito,<br />
concebido de la violencia y la deshonra.<br />
Había sido maldecido por la bellísima<br />
Asfaleía Kryffó, sacerdotisa de <strong>La</strong><br />
Dualidad, quien enferma de pasión y<br />
despechada por el rechazo del antecesor<br />
de la estirpe del Eterno, el tirano<br />
Drakaryen Aegon, regente de la región<br />
de Amartía («pecado» en su lengua natal<br />
) por causa del incesto con su reina<br />
Aileen una joven de belleza enorme<br />
y nunca antes vista por el ojo cósmico<br />
cuya alma dividida era la de su homónima<br />
la guardiana Aileen, espíritu en forma<br />
de luciérnaga creado por Jiba que<br />
se decía fungió en el pasado a los más<br />
poderosos gobernantes del universo<br />
como espejo del futuro.<br />
<strong>La</strong> destructora e impasible hechicera,<br />
celosa del amor que Aegon confesaba<br />
a su hermana en lugar de ella recurrió<br />
a viles jugarretas para satisfacer su<br />
capricho influenciada por las ideas de<br />
Neugeboren, entidad amante de las<br />
calamidades y patrono del sufrimiento<br />
ajeno usó a su esbirro más manipulable,<br />
Thánatosu que habíase deformado<br />
en una especie de lobo monstruoso,<br />
bosquejo extraño entre canino y felino<br />
91
que al ser tan maltratado y despreciable<br />
ante Hado, expedía su odio a diestra<br />
y siniestra, sin medir consecuencias<br />
y a voluntad de su amo.<br />
Luego de que Asfaleía hiciese tratos<br />
con Neugeboren con la ayuda de Pecca,<br />
un ser descendiente de demonios que<br />
dominaba el fuego como destrucción<br />
y renacer transformaron la apariencia<br />
de Thánatosu en una imagen perfecta<br />
y divinade un joven al que nombraron<br />
Manía en honor a su biensabida furia<br />
interior, destinado a servir de castigo<br />
como Pandora hacia Prometeo ante el<br />
linaje del rey de Amartía.<br />
Gracias a su encanto, regalo de la generosa<br />
semidiosa Kathréptis (que entusiasmada<br />
ante el nacimiento de tan<br />
magnífica criatura pero desconociendo<br />
su triste camino e ignorando las advertencias<br />
del temeroso consejero Daquia,<br />
otorgó su don, enfadándose con el sirviente<br />
y convirtiendo su cuerpo en el de<br />
una repugnante oruga como pena ante<br />
su atrevimiento de cuestionarla) Manía<br />
se renombró como Kakou y cambió su<br />
forma a voluntad, presentándose ante<br />
el palacio de ámbar de los Drakaryen<br />
de Amartía como obsequio de Rokjafter,<br />
el terrible hijo bastardo entre Venus<br />
y Narciso (fiero rival de Mitternacht) en<br />
supuesto nombre de su madre como<br />
aprobación a su nefasta unión , sin embargo<br />
conforme a la funesta misión encomendada<br />
por Asfaleía, Kakou sedujo<br />
a la joven reina, que vio la muerte en<br />
el lecho del adulterio. Aegon se sintió<br />
desfallecer al enterarse de la partida<br />
de su amada y aún más cuando supo<br />
que de ésa desfachatez y del semen<br />
del amante derramado en el seno de<br />
su amada reina nacería una criatura<br />
condenada al odio del monarca, Omorfos,<br />
condenado a vivir por siempre en<br />
redención de sus antepasados…<br />
Destrozado por el dolor el hermano<br />
espiritual del alma de Aileen, otro ente<br />
divino conocido como Ípara decidió<br />
vengar el ultraje perpetuado al cuerpo<br />
reeencarnado de su mitad y con ayuda<br />
del dragón astral Pantodynamos, absorbieron<br />
la esencia de Manía, destruyen-<br />
92
do el cuerpo de Kakou y terminando con<br />
la vida de Asfaleía siendo ésta obligada<br />
a beber un veneno hecho con escamas<br />
de las alas de Polene Fra, encargada de<br />
mantener el orden universal, siendo su<br />
cuerpo ofrecido en sacrificio a Rokjafter.<br />
Ípara y Pantodynamos procedieron<br />
a la protección del primogénito de la<br />
difunta reina de la ira del Drakaryen de<br />
Amartía que después de su muerte halló<br />
hogar en la morada de Neugeboren.<br />
Mientras criado por sus rescatadores,<br />
un Omorfos ya adulto fue compensado<br />
por Mitternacht, quien aparentemente<br />
arrepentido por el caos de su juego le<br />
entregó a Kathréptis en matrimonio<br />
concibiendo un hijo suyo, el legítimo<br />
heredero de Amartía Sepheroth. Pero<br />
a sabiendas de la trágica vida de Omorfos<br />
y para evitarle el mismo sino de su<br />
padre fue robado por Pecca tras la orden<br />
de Hado y entregado a los cuidados<br />
de su madre y el consejero Daquia.<br />
<strong>La</strong>mentablemente Sepheroth supo<br />
de boca de su abuelo Zaftalao, padre de<br />
Kathéptris, que su aura oscura y depresiva,<br />
constantemente melancólica era<br />
resultado del terrible juego de <strong>La</strong> Dualidad<br />
que había elegido como títeres del<br />
«alma desdichada» los cuerpos de padre<br />
e hijo y como parte de las reglas a la<br />
partida se hallaba consignado a jamás<br />
conocer a su progenitor, ni tampoco<br />
permitiéndosele la protección espiritual<br />
a pesar de la lejanía de ambos.<br />
Tiempo después no quedó ni el recuerdo<br />
de Amartía, pues el reino y sus habitantes<br />
fueron destruidos por un arranque<br />
de ira entre Neugeboren y Rokjafter<br />
tras el fracaso de su intento de destronar<br />
a Hado y Jiba, como Ente Creador.<br />
Así que sin honor, sin familia y sin hogar<br />
el cuerpo de Omorfos pereció, y el<br />
«alma desdichada» se vio abandonada<br />
y sin rumbo que elegir pero aún con todas<br />
esas tragedias tenía algo que nadie<br />
le arrebataría: su necedad de hallar a<br />
su otra mitad, en todas sus manifestaciones<br />
a través del universo además de<br />
la esperanza de ser recordado por alguien.<br />
Mitternacht terminó el macabro<br />
juego, al menos por ésa época…<br />
93
94<br />
32<br />
Por Andrès Simón Moreno Arreche
Señora administradora, acá le solicita<br />
audiencia don Andrés.<br />
—¿Quién es ese?<br />
—Don Andrés... El escritor que...<br />
—No menciones nombres... Dame el<br />
número de su membresía.<br />
—Eh... Este... Acá está. Le solicita audiencia<br />
el miembro 2275 código de acceso<br />
ADF/* TNV767554-HY<br />
—Ah... Ya sé quién es... Hazlo pasar,<br />
pero que sea breve.<br />
<strong>La</strong> antesala fue momentánea pero<br />
no por ello dejó de ser intimidante. Fue<br />
sobre el pasillo que comunica el acceso<br />
exterior con la impresionante torre de<br />
control, dentro de la que se halla <strong>La</strong> Administración<br />
virtual. El pasillo, estrechísimo<br />
y con unas barandas enclenques,<br />
flotaba en medio de la nada. De una<br />
«nada» extraña, blanca, luminiscente,<br />
indefinible y sin marco de referencia.<br />
Una «nada» que provocaba vértigo con<br />
solo imaginarla. En el momento en que<br />
luchaba por contener la primera oleada<br />
de vómitos, la asistente desplegó la<br />
entrada y me hizo pasar. Me señaló un<br />
punto en el piso de acero. Estaba señalado<br />
con una «x» y me alertó sobre los<br />
inconvenientes que me traería moverme<br />
de allí mientras durase la audiencia.<br />
Arriba estaba ella, supervisando los<br />
monitores, tecleando frenéticamente sobre<br />
un tablet inalámbrico y dándose leves<br />
golpecitos en la oreja derecha para recibir<br />
o cortar las comunicaciones telefónicas,<br />
cientos de ellas, que le llegaban al aparatito<br />
colgado en su oreja. Seguí las instrucciones.<br />
No me moví ni dije hasta que ella<br />
acercó su silla flotadora y se colocó frente<br />
a mí. Su mirada penetrante pero hermosa,<br />
fue más que suficiente para indicarme<br />
que tenía permiso para hablar.<br />
Entonces la garganta se me llenó de<br />
saliva, los ojos de lágrimas —aun cuando<br />
no quería ni tenía por qué llorar— y<br />
las orejas se me incendiaron con el rubor.<br />
Tomé una bocanada de aire y le hablé<br />
sin mirarla a sus hermosos pero penetrantes<br />
ojos, haciendo esfuerzos por<br />
controlar mi ya desatada tartamudez:<br />
—Bbbbuenas tardes... ssssseñora Administradora...vengo<br />
a decirle que hoy<br />
colgué el relato treinta y dos y que...<br />
—Pues, muchas gracias, don Andrés.<br />
Continúe usted, que aún le faltan... A<br />
ver... Dijo que tenía ciento uno... Ciento<br />
uno, menos treinta y dos... Once menos<br />
dos, nueve. Llevo una... Diez menos<br />
una, nueve. Nueve menos tres... A ver...<br />
¡Sesenta y nueve! Le faltan con estos,<br />
sesenta y nueve relatos... pero no le<br />
faltan ¿O sí?<br />
—Ssss ... sí, a eso he venido, respetada<br />
directora-administradora... Verá, es<br />
que... No, no me faltan, los tengo escritos,<br />
pero debo...<br />
—Ya sé que debe corregirlos y...<br />
—No, no es eso, es que...<br />
—¿No debe corregirlos? ¡Qué bien!<br />
Entonces ¿Por qué no los trae todos de<br />
una buena vez?<br />
—Es que...tengo que... pedirle...un<br />
permisito para....<br />
— ¡¿Un qué?! ¿Permiso para qué? Usted<br />
no tiene permiso sino para escribir<br />
relatos. Ese fue nuestro acuerdo...<br />
¡Y-no-me-haga-bajar-de-aquí-porque...!<br />
En el momento en que se me encimó,<br />
comencé a temblar allí mismo, parado<br />
sobre la «x» dibujada precariamente<br />
con tiza blanca sobre la lámina de hierro<br />
pintada de negro de aquel inmenso<br />
y descomunal centro audiovisual desde<br />
el que la Administradora llevaba el<br />
control de la vida y la producción literaria<br />
de los 2587 miembros del portal.<br />
<strong>La</strong> inmensidad de aquella sala octogonal,<br />
que albergaba miles de moni-<br />
95
tores y una cantidad inimaginable de<br />
discos duros, era terriblemente abrumadora.<br />
Alcanzaba una altura de no<br />
menos de nueve pisos y en medio de<br />
aquel aquelarre de cables USB que se<br />
desplegaban como los tentáculos de un<br />
pulpo multipodal y cibernético, aquella<br />
tiránica Administradora flotaba sentada<br />
sobre una silla de titanio con apoyabrazos<br />
de nogal, y se desplazaba sobre el<br />
aire levemente enrarecido con la levedad<br />
de una mariposa y la agilidad de un<br />
picaflor. Todo era gris plomo, negro de<br />
humo o con el brillo exultante del aluminio.<br />
Y todo contrastaba con la pálida<br />
pero tersa piel de <strong>La</strong> Administradora,<br />
siempre enfundada en apretadísimos<br />
y sensuales trajes de plástico, como<br />
aquellas institutrices sadomasoquistas<br />
de las revistas porno que estaban estrictamente<br />
prohibidas, allí y en las casas<br />
de todos los miembros.<br />
Acercó su rostro al mío y comencé a<br />
sudar. El suyo era, tal como lo describían<br />
otros que habían estado acá entes<br />
que yo, un rostro perfecto, hermosísimo.<br />
Con una tersura de melocotón. Sus<br />
labios, breves pero carnosos, tenían el<br />
brillo de la lujuria, pero la mirada de<br />
aquellos ojos verdes era paralizante,<br />
aunque lo que hacía el momento menos<br />
terrible era su olor. Una mezcla de<br />
perfumes, bálsamos y fragancias que<br />
alguna vez aprendí a reconocer con el<br />
96
concurso instruccional de mi madre,<br />
una de «las narices» de la casa Dior del<br />
Siglo XXV. Tenía como percepción inicial,<br />
la fragancia de So, el legendario<br />
perfume de esencias de madera, pero<br />
también percibí el aroma de Ashanti,<br />
aquel mix de flores colectadas en las<br />
faldas marroquíes del Atlas, y en combinación<br />
con ambos perfumes, más<br />
bien ‘detrás’ de ellos, el inconfundible<br />
olor de Adiction el bálsamo que se comercializaba<br />
en frasquitos de 50 gotas,<br />
cuyo valor se convirtió en marcador<br />
para las bolsas interplanetarias.<br />
Enmudecí y bajé la vista hacia el piso<br />
de acero. Por un instante sentí que ella<br />
tocaba mi rostro ahora groseramente<br />
empapado en sudor. Mi mano derecha<br />
temblaba y solo escuchaba el suave<br />
resoplido de las turbinas de su sillón<br />
volador, manteniéndola a flote frente a<br />
mí. Estaba literalmente derrotado, pero<br />
una voz en mi interior me hizo recapacitar.<br />
Me había propuesto colgar los relatos<br />
en tandas de 32 y esa era mi decisión.<br />
Mi ubérrima y personalísima decisión. Y<br />
nada ni nadie podrían hacerme pensar<br />
o actuar de manera diferente.<br />
Entonces, haciendo acopio de mis<br />
menguadas fuerzas y aún por encima<br />
de mi voluntad casi vencida, sometida al<br />
poder omnímodo y subyugante de aquella<br />
mujer, levanté el rostro, abrí los ojos y<br />
vi la blancura del techo de mi cuarto.<br />
97
IRREVERENCIA Y<br />
FAMILIARIDAD.<br />
¿CÓMO HABLAR<br />
DEL CANON?<br />
Por Irma Salas Sigüenza<br />
Cuando iba a titularme fue una<br />
auténtica crisis existencial. Por el<br />
panorama laboral, por la recién<br />
aplicación de la RIEMS y la amenaza de<br />
otra reforma curricular que, obviamente,<br />
no me iba a beneficiar. Hablando<br />
con una de mis profesoras de arte, lo<br />
único que me preguntó fue ¿Para qué<br />
estudiaste esto? Y de ahí, yo sola me<br />
hice más preguntas: ¿Qué haremos los<br />
pocos ilusos, valientes, ingenuos, ro-<br />
98<br />
mánticos, etc… para enseñar Humanidades<br />
en las condiciones las que nos<br />
han dejado el sistema educativo actual?<br />
Y más importante todavía ¿Qué<br />
respuestas recibiremos?<br />
<strong>La</strong>s respuestas de ese entonces fue<br />
algo todavía muy idealista. A través de<br />
mí hablaron semestres de lectura sobre<br />
la Paideia griega, la Escolástica, la<br />
estética del Romanticismo. Juventud,<br />
furor, idealismo y contextos diametral-
mente opuestos al mío. Para abreviar,<br />
sólo diré que el examen pasó y conseguí<br />
trabajo. ¿De qué? De profesora de<br />
literatura. El oscuro futuro al que varios<br />
me habían condenado.<br />
Trabajo de maldición y la consabida<br />
carga con la que me recibieron mis<br />
alumnos: adjetivos despectivos contra<br />
la materia, malas experiencias, escaso<br />
gusto por la lectura y la maldita, infame e<br />
infaltable pregunta ¿Esto para qué me va<br />
a servir? No profundizo en eso, porque es<br />
un panorama que todos conocemos.<br />
Ya han pasado dos años y, afortunadamente,<br />
la pregunta se ha vuelto cada<br />
vez más esporádica. Podría ser porque<br />
mis alumnos le tienen terror a mi reacción<br />
cuando escucho eso. O podría ser<br />
un descubrimiento que tenía que ver<br />
más con los contenidos que con los objetivos<br />
de la materia: recuperado de mi<br />
tesis, yo traía la convicción de que mis<br />
99
alumnos debían conocer, leer y amar<br />
los clásicos. Se me hacía ridículo, inhumano,<br />
asqueroso escuchar una pieza<br />
de Bach y no sentir todos esos lugares<br />
comunes con que se aborda lo sublime.<br />
No digamos del Quijote, de Balzac,<br />
Dostoyievski, Lorca, don Gabo…<br />
Pero la barrera lingüística y cultural<br />
eran mis primeros enemigos. Intenten<br />
describirle las relaciones transtextuales<br />
del Ulises con la Odisea a alguien que no<br />
entiende. Y que además, que no quiere<br />
entender. Estábamos todos varados.<br />
Empecé, por necesidad (desesperación)<br />
y después de muchos requiebros, a<br />
abordar a los héroes de Marvel, reggaetón,<br />
emojis, Dragon Ball, basada en que<br />
la literatura es el relato, más que la historia.<br />
Un accidente afortunado.<br />
De repente el panorama cambió.<br />
No voy a decir que compartimos una<br />
epifanía. Pero empezaron a hacer preguntas,<br />
a comparar, a sentirse curiosos.<br />
Resultó que si Iron Man caminaba de la<br />
mano con Odiseo, la clase se hacía hasta<br />
disfrutable. No conocían a Neruda,<br />
pero tienen playeras del Ché y cantan<br />
a Zoé. Y ahora ellos pueden identificar<br />
fragmentos del Canto General. Explicarme<br />
qué es el comunismo. ¿Suena<br />
irreverente? Sí ¿No es literatura? Quién<br />
sabe ¿Es irrespetuoso? Cada vez tengo<br />
más dudas sobre eso.<br />
Hoy puedo decir que mis alumnos<br />
conocen a Lorca casi tanto como a Ed<br />
Sheeran, que se ríen de las obras de<br />
Plauto lo mismo que de Franco Escamilla.<br />
Que entienden las referencias de<br />
los Simpson a novelistas y que saben<br />
que Edvard Much pintó El grito gracias<br />
al emoji de sorpresa. ¿Es decir? Entendieron<br />
que la literatura no es un discurso<br />
muerto y que las Humanidades no<br />
están aisladas. Que necesitan saber de<br />
100
arte para apreciar la filosofía, que los<br />
grandes hombres de la ciencia fueron<br />
también artistas. Que el último director<br />
de Thor se apropió descaradamente de<br />
algunas de las tragedias griegas y las<br />
nociones estéticas del arte bizantino.<br />
¿Y yo? Entendí y abracé que el canon,<br />
las Humanidades, se mueven. Quizá<br />
enseñar Literatura, filosofía de manera<br />
aislada es lo que está matando la academia.<br />
Si el arte contemporáneo ha incluido<br />
el plástico, porque no hay vida<br />
en el siglo XXI sin él ¿Por qué deberíamos<br />
mantenernos en la “torre de Marfil”<br />
y empeñarnos en seguir enseñando<br />
aquello que no responde a los contextos<br />
e intereses de los chicos? ¿Por qué hacerles<br />
creer que ser culto es estar aislado?<br />
¿Por qué hacerles ver que las letras<br />
se extinguieron con las Vanguardias?<br />
Y con esto no digo que hay que sacar<br />
el canon de las escuelas. Pero su mundo<br />
ha cambiado. Perder tres minutos<br />
con un artista de muy mala calidad (en<br />
mi subjetividad) puede significar que<br />
ellos establezcan una relación entre<br />
sus memes y la Edad Media. Y resulta<br />
que una vez que se ha afianzado ese<br />
lazo entienden que si no se preguntan<br />
¿Para qué veo caricaturas? Tampoco<br />
deberían decirme ¿Para qué leo los<br />
<strong>La</strong>is de María de Francia?<br />
Porque la respuesta es más sencilla,<br />
honesta, evidente: porque soy humano<br />
y tengo derecho a conocer el mundo.<br />
Tengo derecho a lo bello, lo sublime y<br />
lo vulgar. Tengo derecho a escuchar a<br />
esos otros que me hablan desde esa<br />
obra. Puedo conversar con lo popular,<br />
puedo amar el pasado. Puedo preguntarme<br />
qué se volverá lo Humano. Y ésa,<br />
en mi parecer, debería ser la función y<br />
la reacción de y a las Humanidades, de<br />
la Literatura, en la escuela.<br />
101
102<br />
LA DISTOPÍA<br />
SALUDABLE<br />
Por Walter Andrei
—No lo puedo creer, en verdad que me<br />
resulta imposible —Logert le decía con<br />
voz quebrantada por el llanto a su esposa<br />
que, atentamente, intentaba hacer<br />
sentir mejor a su marido—. Fueron<br />
tantos años los que ir a este tipo de<br />
lugares era algo rutinario y necesario<br />
para todo ser humano, y ahora simplemente<br />
se han esfumado por completo.<br />
—Claro, concuerdo contigo mi amor,<br />
de hecho, yo me he sobresaltado al igual<br />
que tú cuando la noticia me llegó por<br />
Phowach —Claira no quería ser grosera<br />
con su esposo, pero desde hace tiempo<br />
se había comentado con mucha intensidad<br />
el posible futuro de esos lugares,<br />
y de su escasa utilidad—. Ha sido tan<br />
sorpresiva que me he visto obligada a<br />
comunicarme contigo para poder acreditar<br />
lo informado. Es que, me pareció<br />
tan espectacular que se haya logrado<br />
tanto avance en tan poco tiempo, hace<br />
apenas unas décadas nadie se esperaba<br />
que esto pudiera suceder.<br />
A pesar de ser cierto lo del abrumador<br />
avance, la extrañeza de Claira con<br />
ese respecto no era real; era algo que<br />
todos se esperaban.<br />
Hace algún tiempo ella se había visto<br />
involucrada en continuas discusiones<br />
con su marido sobre lo que la población<br />
y el gobierno opinaba de aquellos<br />
lugares. En las calles se decía que eran<br />
ya completamente inservibles, que tan<br />
sólo representaban un gasto innecesario<br />
para la población y el gobierno. Esa<br />
forma de ver las cosas fue la principal<br />
impulsora de los avances para los desarrollos<br />
que darían lugar a la desaparición<br />
de las clínicas médicas, y de todos<br />
los que allí laboraban.<br />
Logert y sus compañeros habían<br />
sido los principales en darse a la tarea<br />
de hacer ver a la comunidad la funcionalidad<br />
de las clínicas, en donde, con<br />
anterioridad, las personas iban constantemente<br />
a realizarse chequeos de<br />
rutina para comprobar su estado de<br />
salud. Pero habían fallado, ahora no<br />
son más que lugares completamente<br />
abandonados, tachados de arcaicos y<br />
atrasados en tecnología.<br />
—Sé que es difícil haber sido expulsado<br />
de tu profesión de esta manera pero,<br />
no debes de ponerte de esta manera…<br />
—¡Calla! Lo que dices es por la ignorancia<br />
que tienes sobre el tema. No<br />
es la simple pérdida de mi trabajo y<br />
la destrucción total de mi profesión<br />
—mientras Logert le gritaba a su esposa<br />
le comenzaban a bajar algunas<br />
lágrimas por los ojos; estas no representaban<br />
tristeza, sino furia—. ¡Esas<br />
malditas máquinas son las culpables!<br />
Primero los mineros, después los constructores;<br />
ya ves cómo los arquitectos<br />
también están luchando por mantener<br />
su profesión como digna. Pero en mi<br />
caso esa pelea se perdió, nos derrotaron<br />
—hace una pausa para dejar salir<br />
más de aquel líquido transparente por<br />
sus lagrimales—. No se puede competir<br />
contra algo que tan sólo depende<br />
de materias primas manufacturadas y<br />
alguna fuente de energía. ¡Son incansables,<br />
y lo peor es que nunca dejan<br />
de mejorar! Parece que la gente simplemente<br />
no ve que seguimos siendo<br />
necesarios, que no nos pueden superar<br />
máquinas inorgánicas.<br />
Apenas concluía la frase Logert,<br />
cuando del brazo de su esposa se hizo<br />
presente un pequeño pitido, seguido<br />
de otro más fuerte.<br />
El hombre, desconcertado, giró para<br />
ver lo que se temía. Su esposa, por más<br />
que lo intentó ocultar, resultó insuficiente,<br />
su marido se iba a enterar.<br />
103
Logert no lo podía creer, aquello que<br />
le había destrozado su carrera profesional<br />
estaba destruyendo también a<br />
su familia.<br />
Un haz de luz procedente de la muñeca<br />
de Claira penetró en los ojos del<br />
hombre. Era un analizador clínico premium<br />
el que generaba tal luminosidad.<br />
Con completa indiferencia la mujer<br />
se dispuso a averiguar lo que su nueva<br />
adquisición le indicaba: frecuencia cardiaca<br />
en aumento repentino y subida<br />
en los niveles de azúcar. Siguió recorriendo<br />
el dispositivo de forma descendente<br />
y observó que había un apartado<br />
que indicaba recomendaciones contra<br />
los padecimientos que estaba sufriendo<br />
en ese momento.<br />
Los ojos de su esposo estaban desorbitados.<br />
¿Cómo mi propia familia<br />
me ha podido fallar de esa manera? se<br />
dijo, y con ese descaro. Acto seguido el<br />
hombre se dispuso a salir de aquel lugar<br />
para jamás regresar. Claira lo miró<br />
estupefacta por unos instantes, pero su<br />
expresión se esfumó cuando el pitido<br />
se hizo presente de nueva cuenta.<br />
Se dispuso a desplegar el menú completo<br />
para ver todas las opciones. Definitivamente<br />
las clínicas ya no tenían sentido<br />
pensó, todo lo puede este artefacto, y con<br />
menos rodeos. ¡Ya no te necesito Logert!<br />
104
105
106<br />
BOCADILLO<br />
NOCTURNO<br />
Por Judá Emmanuel Pérez Salido
Una banda criminal rival a la que<br />
pertenecía Billy Samson había<br />
estado tratando de sacarle información<br />
sobre ciertas entregas de ciertos<br />
productos desde hacía ya dos horas.<br />
Le habían arrancado las uñas de su<br />
mano derecha lenta y dolorosamente<br />
empezando por el pulgar y terminando<br />
en el dedo meñique. Como no había<br />
soltado ninguna palabra procedieron<br />
a quebrar sus falanges distales, esos<br />
pequeños huesos que no se toman en<br />
cuenta y están debajo de las uñas, torciéndolas<br />
con un par de alicates, luego<br />
las medias (excepto en el pulgar) y al<br />
final las proximales, destrozando completamente<br />
sus nudillos. Para entonces<br />
el sujeto ya tenía la cara más roja que<br />
un filete de ternera fresco; parecía que<br />
iba a reventar en cualquier momento.<br />
Por si no fuera suficiente, pusieron su<br />
mano derecha en una prensa de banco<br />
y la apretaron lentamente hasta que<br />
cada uno de los huesos de su mano se<br />
fracturó. Fue en ese punto donde cedió<br />
ante el dolor y se desmayó súbitamente<br />
mientras gritaba como un maniático.<br />
Despertó en una pequeña habitación<br />
que daba un aroma parecido al amoniaco.<br />
Estaba encadenado al suelo de su maltrecha<br />
muñeca derecha; aunque más bien<br />
parecía que aquel grillete sujetaba un bistec.<br />
Lo que sí era un hecho era que estaba<br />
demasiado apretado, y aunque su mano<br />
estuviera hecha trizas, no podía sacarla.<br />
Lo primero que hizo al recobrar la<br />
conciencia fue analizar qué era lo que<br />
tenía a su alrededor. Estaba muy oscuro,<br />
las paredes parecían estar pintadas<br />
de negro, y sólo entraba un pequeño<br />
haz de tenue luz por una pequeña rendija<br />
de un medio metro cuadrado. Tuvo<br />
el vago pensamiento de que podía alcanzarla<br />
y salir por allí.<br />
Después intentó ver quién o qué hacía<br />
de centinela. Encontró a un tipo robusto<br />
y con una gran barba sentado a<br />
sus espaldas, aunque dormido, provocando<br />
aún más sus deseos de escapar.<br />
Tras haber verificado la condición<br />
de su vigilante era hora de pirarse de<br />
aquel chiquero. No lo pensó dos veces,<br />
pues tal vez no hubiera tenido el valor<br />
para ejecutar su plan de escape.<br />
Comenzó a masticar el borde de ese<br />
pequeño trozo de carne que antes fue<br />
su mano como si no hubiera comido en<br />
semanas, sus dientes cortaban salvajemente<br />
la piel que había sobre aquella<br />
extremidad; esa fue la parte fácil. El<br />
problema vino a partir de los músculos;<br />
con una textura correosa y difícil<br />
de roer, y también porque para ese momento<br />
la sangre salía a borbotones. Si<br />
no terminaba pronto con su mutilación<br />
moriría desangrado, aunque pensó<br />
que tal vez morir era mejor que seguir<br />
preso en ese lugar. Dio fuertes mordiscos<br />
para desprender los tendones que<br />
aun sujetaban ambos extremos entre<br />
su mano y su muñeca. Quedaba solamente<br />
la parte ósea de su articulación;<br />
curiosamente fue mucho más blanda<br />
de lo que esperaba y no tardó mucho<br />
en desprenderse totalmente. Al terminar<br />
ese acto tan atroz, lo que le sorprendió<br />
fue que no hizo ningún ruido<br />
mientras devoraba su propio cuerpo.<br />
Cuando terminó había perdido aproximadamente<br />
un litro de sangre. Su ritmo<br />
cardiaco ya había disminuido significativamente<br />
y no estaba tan seguro<br />
de lograr trepar la pared que ahora parecía<br />
el monte Everest; sin embargo, se<br />
decidió a trepar.<br />
Él medía un metro noventa y seis, por<br />
lo que al estirar su mano pudo alcanzar<br />
esa pequeña ventana. Esperaba que su<br />
107
fuerza le fuera suficiente para elevarlo<br />
hasta aquel punto… Y lo fue.<br />
Su tórax cruzó el umbral cuando algo<br />
lo detuvo; su abdomen era demasiado<br />
grande como para poder cruzar, lo que<br />
hizo que bajara de nuevo.<br />
Antes de poder tirarse en el suelo a<br />
morir debía intentar algo más. Tomó<br />
su muñón, el cuál sangraba bastante,<br />
y frotó su barriga con este como si la<br />
sangre fuera aceite. Tal vez si lograba<br />
subir de nuevo antes de que la sangre<br />
se coagulara podría deslizar su abdomen<br />
por la rendija. Esta vez no fue tan<br />
fácil subir. Cada centímetro que su fornido<br />
brazo lo impulsaba hacia arriba<br />
se sentía como si estuvieran desmembrándolo.<br />
En momentos sentía que se<br />
encontraba en el ártico por el frío que<br />
experimentaba su cuerpo a causa de la<br />
sangre que ya había perdido. Aun así,<br />
logró subirse de nuevo para reptar hacia<br />
su libertad. Sintió su piel desnuda<br />
deslizarse como si se hubiera bañado<br />
en aceite.<br />
Al estar su cuerpo totalmente fuera de<br />
su celda se alegró enormemente de que<br />
no había alertado al sujeto que se suponía<br />
lo estaba vigilando. ¿Acaso se había<br />
compadecido de él y lo había dejado salir?<br />
Tal vez su concentración había sido<br />
tan alta como la de un monje que ha<br />
sido entrenado para soportar las torturas<br />
más crueles sin emitir un sonido.<br />
Había logrado salir a un aparcamiento,<br />
lleno de camiones a donde quiera<br />
108
que miraba, sólo para darse cuenta de<br />
que no sabía dónde estaba.<br />
Arrastrándose por el suelo buscó<br />
algo que pudiera usar como torniquete.<br />
Encontró una bolsa de plástico. Estaba<br />
cubierta de una especie de moho negro,<br />
pero no le importo, prefería arriesgarse<br />
a una infección que morir desangrado<br />
en ese asqueroso lugar.<br />
Avanzó unos metros hasta que llegó<br />
a una carretera aledaña al lugar en<br />
donde unos segundos antes había estado<br />
capturado, miró hacia los lados<br />
de esta y vio un par de luces blancas.<br />
Estaba a punto de morir, así que se<br />
encomendó a Dios y rogó no fuese alguno<br />
de sus captores quien condujera<br />
el vehículo; y además que fuera un<br />
buen samaritano lo bastante estúpido<br />
como para subir a un hombre desnudo<br />
y mutilado a mitad de una carretera de<br />
madrugada. Sus oraciones debieron<br />
haber sido escuchadas pues el pobre<br />
tipo quedó demasiado impresionado<br />
como para preguntarle algo, sólo le<br />
abrió la puerta, esperó a que subiera y<br />
aceleró. En el momento en que Billy vio<br />
que su plan de escape había funcionado<br />
su fuerza se esfumó y perdió la conciencia<br />
en el asiento.<br />
Despertó en una cama de hospital,<br />
con el muñón correctamente suturado,<br />
su sangre de nuevo en niveles normales,<br />
y lo más importante, dos de sus<br />
hombres protegiendo la entrada de la<br />
habitación, a salvo<br />
109
110<br />
ÁRBOL<br />
Por Guillermo Verduzco
En sus sueños ella era un árbol plagado<br />
de rosas sangrantes. El árbol, que<br />
era ella, era una masa negra y endurecida,<br />
cubierta de cicatrices antiguas. Por<br />
sus brazos se desperdigaban las rosas,<br />
enormes flores que olían a cosa muerta.<br />
<strong>La</strong>s rosas eran sangre; al instante preciso<br />
de tomarlas se deshacían en las manos<br />
como si fueran líquidas, manchando todo<br />
de carmesí y de recuerdos del matadero.<br />
Cuando despertaba, era simplemente<br />
ella: el árbol quedaba siempre en<br />
sueños. Yacía bocarriba sobre la cama,<br />
mirando el cielo raso durante lo que<br />
parecían horas, deseando regresar a<br />
la piel llena de cicatrices y cubierta de<br />
botones sanguinolentos. No deseaba<br />
levantarse nunca, pero eventualmente<br />
tenía que hacerlo y salía de su habitación,<br />
silenciosa y encogida como un ratón.<br />
Caminaba como fantasma por los<br />
pasillos de la enorme casa, intentando<br />
confundirse con el papel tapiz de las<br />
paredes o la oscuridad de los rincones.<br />
A veces lo lograba y esos eran días buenos.<br />
Otras veces no lo lograba y esos<br />
días deseaba más que nunca que su<br />
piel fuera la corteza negra del árbol.<br />
En los sueños de ella, él era la Bestia.<br />
<strong>La</strong> Bestia roía, danzaba, reptaba,<br />
lamía, arañaba, aullaba, comía, volaba,<br />
reía, cagaba. Era un animal flexible,<br />
mutable, como suelen serlo los sueños:<br />
siempre cambiante, siempre espantoso.<br />
Y la Bestia, a pesar de sus colmillos y<br />
sus escamas y sus ojos terribles, era impotente<br />
contra la dura coraza del árbol.<br />
<strong>La</strong>s garras, delgadas como alambres<br />
y afiladas como vidrios, nada podían<br />
contra esa piel marcada por ancestrales<br />
batallas; la lengua bífida rehuía del<br />
amargo sabor de las rosas líquidas.<br />
En el mundo diurno la Bestia se llamaba<br />
Padre. Padre no estaba todos los<br />
días en casa y esos días eran buenos.<br />
Otros días, que también eran buenos,<br />
era atacado por una melancolía súbita,<br />
nunca explicada, y se encerraba en su<br />
estudio para no salir de ahí en toda la<br />
noche. Pero estaban los días en que Padre<br />
la buscaba de manera deliberada,<br />
días en que por más que lo intentara<br />
no lograba difuminarse entre el ruido<br />
de fondo de las paredes, entre la estática<br />
de las ventanas. Esos días recordaba<br />
el sueño, mientras Padre cerraba<br />
la puerta de la habitación y susurraba.<br />
Esos días deseaba más que nunca ser<br />
el árbol, porque sabía que la corteza<br />
muerta no sentiría esas manos ásperas<br />
de la manera en que las sentía su piel<br />
desnuda y vibrante. Así que se pasaba<br />
el día encerrada en su habitación, deseando<br />
dormir para soñar que era el árbol,<br />
y también durmiendo y soñándolo.<br />
El sueño comenzó entonces a repetirse<br />
todas las noches, sin falta: la piel<br />
negra, endurecida por mil años de<br />
combates; las rosas sangrientas, palpitando<br />
salvajes en advertencia. Una<br />
mañana, mientras se bañaba, notó que<br />
su blanca piel presentaba ciertos extraños<br />
patrones si se le miraba de cierta<br />
manera, con cierta luz. Líneas desiguales,<br />
que corrían a lo largo de sus brazos,<br />
punteadas por inflamaciones redondas<br />
que sugerían enfermedad. Ese mismo<br />
día, Padre cayó enfermo y tuvo que<br />
postrarse en cama.<br />
Por la noche, los sueños duraban<br />
más. Mostraban más, también. El árbol<br />
negro que era ella ahora coronaba una<br />
helada planicie que se extendía hasta<br />
donde alcanzaba la vista, una infinita<br />
tierra baldía donde ella era lo único<br />
vivo. Al cabo de unas semanas, notó sin<br />
mucho asombro mientras se vestía que<br />
su piel se endurecía, se escamaba, se<br />
111
oscurecía. Los botones que había creído<br />
urticaria se levantaban como ampollas<br />
y eran blandos y cálidos al tacto. <strong>La</strong><br />
salud de Padre empeoró. Al menos, eso<br />
era lo que escuchaba decir al médico a<br />
través de la puerta de su habitación, de<br />
la que ya no salía.<br />
<strong>La</strong> Bestia aparecía cada vez menos<br />
en sus sueños y, cuando lo hacía, era<br />
una versión más y más pequeña, más<br />
delgada, más renqueante y enfermiza<br />
cada vez. El árbol que era ella crecía<br />
majestuoso y sus rosas se multiplicaban.<br />
No sentía ninguna lástima cuando<br />
veía a la diminuta Bestia arrastrarse lastimosamente<br />
a través del páramo, hundiendo<br />
los miembros flacos en el lodo y<br />
emitiendo quejidos desesperados.<br />
Un día despertó y descubrió que no<br />
podía salir de la cama. Sus pies se habían<br />
fundido, de alguna manera, y ahora<br />
echaban raíces ennegrecidas que<br />
se hundían en el colchón y aún más<br />
abajo. Su piel era madera rugosa. Sobre<br />
sus brazos nacían pequeñas flores<br />
en miniatura, flores que estallaban en<br />
roja agua al tomarlas, como diminutas<br />
bayas encontradas en un bosque. Ella<br />
esbozó apenas una sonrisa, acomodando<br />
de una y otra manera los brazos<br />
y el cuerpo, intentando encontrar una<br />
posición que le pareciera lo suficientemente<br />
cómoda para adoptar de manera<br />
permanente.<br />
Llegó entonces el último sueño, en el<br />
que el árbol se extendió como una montaña<br />
viva hacia el sol frío que brillaba<br />
sobre el yermo, abarcándolo todo y sofocando<br />
a la suplicante Bestia en el lodo<br />
omnipresente como si fuera un insecto.<br />
El día que Padre murió, ahogado<br />
en la podredumbre producida por sus<br />
pulmones, se decidieron por fin a abrir<br />
la habitación de ella. Entraron, en silencio<br />
reverente. En el centro del amplísimo<br />
cuarto un gigantesco árbol de<br />
corteza negra estiraba, triunfal y majestuoso,<br />
sus dos ramas laterales, cubiertas<br />
de rosas rojas como la sangre, en<br />
un gesto que parecía darles la bienvenida;<br />
y en lo alto, casi tocando el techo,<br />
estaba un trozo de madera de curiosa<br />
forma, en el que algunos, entre murmullos,<br />
creyeron reconocer un rostro<br />
que los miraba —a ellos, a todo— con<br />
algo parecido al amor.<br />
112
113
114<br />
EL<br />
CEMENTERIO<br />
DE<br />
SOULDETH<br />
(PRIMERA PARTE)<br />
Por<br />
Aly Cañizales<br />
Se dice que la ciudad de Kairy en<br />
el país de Edén es una de las más<br />
antiguas del mundo, ahí reposa<br />
el cementerio más grande del mundo<br />
Souldeth, más de mil años de culturas<br />
enterradas en ese campo santo, se<br />
puede decir que el tamaño del lugar<br />
es equivalente al de una pequeña ciudad<br />
de algunos otros países, pero es<br />
enigmático el hecho de que muy poca<br />
gente lo visita después de cierto tiempo,<br />
se dice que el ambiente tan lúgubre,<br />
hace que la mayoría de la gente ya no<br />
quiera volver, el ambiente es pesado,<br />
tanto que muchos no soportan más de<br />
un par de horas ahí, pero pagan sumas<br />
increíbles de dinero para que sus familiares<br />
sean enterrados en ese sagrado y<br />
famoso lugar de reposo eterno.<br />
Los días son como en cualquier otro<br />
cementerio del mundo, carros pasan<br />
por las doce entradas principales, en<br />
busca de las visitas a sus seres queridos,<br />
pero en su mayoría, los visitantes son<br />
nuevos, son caravanas de gente que<br />
recién falleció, como dije antes, nadie<br />
soporta por tanto tiempo el siniestro entorno<br />
del gran cementerio de Souldeth.<br />
Pocas veces había algo que se considerara<br />
común que no fueran los nuevos<br />
entierros o las pocas visitas, los guardias<br />
tomaban turnos para dar rondines<br />
en sus propios vehículos similares a los<br />
que se utilizaban para el golf, pero solo<br />
uno de ellos era el jefe, Dood llegó a<br />
serlo porque era el más comprometido<br />
de todos, prácticamente vivía dentro<br />
del lugar, no tenía familia y tenía la mirada<br />
más sombría que pudieras haber<br />
visto, no hablaba mucho, solo lo necesario<br />
para dar órdenes y atender las dudas<br />
de algunos de los visitantes.<br />
Como cada noche, cuando el horario<br />
de visitas había terminado, él se dejó
caer en su silla y habiendo confirmado<br />
la posición de los demás guardias nocturnos,<br />
se dispuso a reposar sin perder<br />
de vista sus obligaciones.<br />
Todos asumieron el rol que les correspondía,<br />
pero Souldeth tenía tantos secretos,<br />
tantos sucesos que cada noche pasaban,<br />
que nadie podía relajarse completamente.<br />
<strong>La</strong>s historias que envolvían a este<br />
lugar trascendieron por generaciones,<br />
cada cultura había desarrollado sus<br />
propias leyendas del lugar, de la boca<br />
de los adultos a la boca de los niños,<br />
con el tiempo la historia cambiaba,<br />
pero a esencia jamás se traicionaba,<br />
algo obscuro y maligno vivía ahí y eso<br />
era lo que todos los presentes, estaban<br />
por descubrir.<br />
⁂<br />
Era medianoche cuando nuevamente su<br />
silueta apareció caminando por ahí, con<br />
tan solo nueve años, unos hermosos ojos<br />
grises y un vestido parecido al que usan<br />
las muñecas de porcelana, iba arrastrando<br />
unas pequeñas muletas, a paso lento,<br />
Dayreen cantaba una melodía que su<br />
mamá le cantaba cada noche antes de<br />
dormir, ahora ella le pagaba tanto amor,<br />
visitando su tumba todos los días por las<br />
noches. <strong>La</strong> vida se había vuelto cada vez<br />
más complicada, Dayreen pasaba sus<br />
días tan rápido como un sueño, esperando<br />
la noche para cantarle a su madre antes<br />
de regresar a descansar<br />
Hacía mucho que le había perdido el<br />
miedo al cementerio, se había convertido<br />
en su casa, no sentía ningún temor a<br />
ser descubierta y menos después de que<br />
descubrió que tenía un don muy especial.<br />
Tras ir caminando por los corredores<br />
de Souldeth, recordó los momentos<br />
más felices de su vida, su madre de<br />
nombre Ayleen la llevaba al parque<br />
todas las tardes después de la escuela,<br />
llegando se sentaba en la mesa con ella,<br />
le preparaba platillos exquisitos, juntas<br />
hacían la tarea del colegio y juntas una<br />
vez más, terminaban con las labores<br />
del hogar, pero dentro de toda esta felicidad,<br />
había un gran vacío en sus vidas,<br />
su padre, que siempre estaba ausente,<br />
siempre en el trabajo o fuera de la ciudad,<br />
llegaba un sábado a mediodía y<br />
se iba los domingos por las noches, no<br />
era un mal hombre, hacia lo que podía<br />
y jamás faltaron los obsequios y el dinero,<br />
pero a pesar de los abrazos y los<br />
besos, su ausencia, era algo que ambas<br />
sentían en lo más profundo de su alma.<br />
Amaba a su padre al mismo nivel que<br />
su madre, pero la conexión con ella era<br />
más grande, pues a pesar de que los<br />
doctores le dieron la opción de abortar<br />
un feto que presentaba una enfermedad<br />
y que haría que Dayreen no fuera<br />
como el resto de las niñas, toda su vida<br />
sería incapaz de valerse completamente<br />
por sí misma, y aun con eso, ella no se<br />
rindió, no renuncio y le dio la primera<br />
gran lección de amor a su hija, teniéndola<br />
y por supuesto, educándola para que<br />
jamás se sintiera menos que el resto del<br />
mundo, mostrándole que ella podría<br />
lograr cualquier cosa que se propusiera.<br />
Seguía caminando, su madre estaba<br />
en uno de los pasillos nuevos, por extraño<br />
que parezca, estos pasillos, estaban<br />
en el centro del cementerio, ya que en<br />
la antigüedad 10 cementerios empezaron<br />
a crecer, poco a poco hacia los lados,<br />
hasta finalmente unirse en el centro del<br />
mismo, así fue como nació Souldeth.<br />
Sabía que llegaría a una de las zonas<br />
más activas del cementerio muy pronto,<br />
ahí fue que descubrió su don, ahí fue<br />
que se dio cuenta, que los mitos y las le-<br />
115
yendas eran completamente reales, no<br />
todas las almas van al cielo o al infierno,<br />
hay otras que por obra del destino, jamás<br />
descansan y vuelven cada que pueden<br />
para penar donde se sientan más<br />
seguras, ese era el caso de Amiel…<br />
⁂<br />
Dayreen caminó tranquilamente mientras<br />
veía su silueta, no era la primera vez<br />
que lo veía, sin embargo jamás había tenido<br />
contacto con él, siempre estaba sollozando<br />
frente a la misma lápida, regularmente, ella<br />
esperaba a que ellos le hablaran, pues no le<br />
gustaba entrometerse ni causar molestias,<br />
además de que muchas veces, estos le quitaban<br />
algo de valioso tiempo para llegar a la<br />
tumba de su madre aun así, sabía que si le<br />
llamaban, no podría negarse.<br />
Aquel joven vestía ropas sencillas, su<br />
cabello negro y rizado era muy peculiar,<br />
una barba poblada que cubría su<br />
rostro lo acompañaba, intentó cruzar<br />
detrás de el para no molestarlo, sin embargo,<br />
apenas dio un paso por su espalda<br />
y escuchó como este vociferaba.<br />
—¿Acaso se puede estar más maldito?<br />
<strong>La</strong>s palabras llenas de dolor de aquel<br />
sujeto conmovieron a Dayreen un poco,<br />
y ella, de buen corazón como siempre<br />
había sido, se acercó hacia él, y puso su<br />
mano en el hombro del hombre.<br />
—No sé a qué le llames maldición,<br />
pero puedo asegurarte que quien sea<br />
que esté en esa tumba piensa que la<br />
única maldición que tienes, es la de no<br />
poder sonreír al estar cerca de ella, no<br />
creo que quiera verte triste.<br />
El hombre secó sus lágrimas con su<br />
manga al escuchar aquella voz, tan<br />
dulce e inocente, y aun así llena de sabiduría<br />
y buenos sentimientos.<br />
—Mi nombre es Amiel y quien descan-<br />
116<br />
sa bajo esta lápida es Sarah, el amor de<br />
mi vida, tienes razón al decir que ella<br />
odiaría que yo estuviera llorando, pero<br />
no encuentro otra manera de desahogar<br />
mi dolor, el dolor de un amor que<br />
apenas nació y conoció el final, el dolor<br />
de la tragedia, la desgracia y la pena.<br />
—Sé que el perder a alguien es algo<br />
que no se supera con facilidad, seguramente<br />
Sarah sintió lo mismo al perderte<br />
a ti, pero lo mejor que puedes hacer<br />
es desahogarte, cuéntame que paso,<br />
mi madre decía que a veces el hecho<br />
de decir cuál era la causa de nuestro<br />
dolor, hacía que se aliviara más rápido,<br />
por cierto mi nombre es Dayreen.<br />
Amiel asintió con la cabeza, se sentó<br />
sobre el concreto de la lápida de al<br />
lado, suspiró, pasó su mano para quitar<br />
el cabello de su rostro desde su frente<br />
hasta su nuca, y se dispuso a contarle<br />
todo para no ver si esto efectivamente<br />
apaciguaba su tristeza<br />
—Conocí a Sarah cuando teníamos<br />
doce años, yo había llegado de un pueblo<br />
lejano a la ciudad de Gracia por el<br />
trabajo de mi padre, desde el momento<br />
en que mis ojos se cruzaron con los<br />
de ella me perdí, su hermoso cabello<br />
rubio y su sonrisa eran algo que me<br />
trasportaba ante la presencia de Dios,<br />
nunca disfruté tanto ir a una sinagoga<br />
como aquel día, paseábamos siempre<br />
que nuestros padres se reunían para<br />
discutir temas del templo, quedamos<br />
prendados el uno del otro.<br />
—¡Eso es hermoso! por favor continua<br />
Amiel.<br />
—Al llegar a la edad de diecisiete años<br />
hicimos un juramento, estaríamos juntos<br />
toda la vida, hicimos planes sobre nuestro<br />
futuro y nuestra familia, nada podía salir<br />
mal, incluso nuestras familias parecían gozar<br />
por el hecho de nuestro amor, ambos
éramos de la misma clase social y la unión<br />
de nuestros apellidos significaría una alianza<br />
importante, pero eso no nos importaba<br />
a Sarah y a mí, solo queríamos compartir<br />
cada momento que nos quedara, todo iba<br />
de acuerdo a la ley de Dios, hasta que Gracia<br />
fue invadida por una colonia de gitanos.<br />
Al parecer recorrían ciudad por ciudad<br />
apoderándose de lo que podían, no eran<br />
guerreros, ni violentos, solo llegaban a<br />
poner sus mercados, se hacían con una<br />
casa y un local y dejaban una familia<br />
ahí, el resto se movía de ciudad, al parecer<br />
buscaban crear una red de negocios<br />
para generar un flujo residual de dinero,<br />
el problema es que nuestras culturas<br />
no son precisamente afines y entonces<br />
todos en el templo empezaron a perder<br />
la cabeza, los ortodoxos que eran casi<br />
todos, hablaban de sacarlos de Gracia<br />
por la fuerza si era necesario, tengo que<br />
admitir que incluso yo apoyaba esa idea.<br />
Una persona dentro del templo se<br />
paró frente a todos, les hablo del amor<br />
de Dios y de cómo debíamos de aceptar<br />
a los foráneos como parte de nuestra<br />
comunidad, nos recordó cuando<br />
los judíos fuimos perseguidos por el<br />
faraón por el pueblo egipcio, nos recordó<br />
también que el ser el pueblo elegido<br />
por dios, nos daba la obligación de<br />
servir al prójimo, muchos cambiaron<br />
de opinión, aunque la mayoría a regañadientes<br />
y con sus reservas.<br />
—¿Fue Sarah, cierto?<br />
Amiel la miró sorprendido, no sabía<br />
en qué momento o cual fue la palabra<br />
que lo había hecho deducirlo, pero la<br />
niña estaba en lo correcto<br />
—Sí, fue ella, mi amor por ella me hizo<br />
pararme a su lado frente a todos y secundar<br />
su pensamiento sin importar que en<br />
el fondo no estaba de acuerdo, la gente<br />
de la iglesia en una especie de “venganza”<br />
reunieron un concilio y nos mandaron<br />
a buscar a su líder para acordar una<br />
reunión donde dialogar los términos de<br />
una tregua o más bien, un acuerdo.<br />
—Fue bastante sencillo localizar a<br />
Kavi, el patriarca de la colonia quien inmediatamente<br />
aceptó, dejando a Bavo<br />
su hijo mayor a cargo de cualquier situación<br />
y con la condición de que nos<br />
quedáramos en calidad de “invitados”<br />
mientras él se reunía a acordar los términos,<br />
para mayor seguridad, a pesar<br />
de mis muchas negativas Sarah acepto<br />
con toda la confianza que cabía en ella.<br />
—Por lo que veo tu novia tenía un gran corazón,<br />
además de hermosos sentimientos.<br />
Los ojos de Amiel se llenaron de lágrimas<br />
nuevamente y continúo.<br />
—Ojalá hubiéramos sabido lo que estaba<br />
por venir, ojalá hubiera confiado<br />
en mis instintos, debimos huir, jamás<br />
debí apoyarla en esa locura.<br />
—Bavo nos ofreció una taza de té de frutillas,<br />
mi desconfianza me hizo no aceptar<br />
pero nuevamente, Sarah la tomó sin reparos,<br />
la imagen de Kavi susurrando algo a su<br />
hijo antes de irse no me dejaba en paz, así<br />
que opté por abrir bien los ojos y estar alerta.<br />
Al paso de una hora y mientras Bavo<br />
nos contaba sobres sus viajes por el<br />
continente note que algo cambiaba en<br />
Sarah, sus parpados parecían muy pesados,<br />
pero no se cerraban, sin embargo<br />
sus brazos caían a sus costados sin respuesta,<br />
fue ahí que sospeche aún más,<br />
me levanté para reanimarla pero en<br />
cuanto le di la espalda a Bavo sentí un<br />
golpe en la nuca y perdí el conocimiento.<br />
—¿Los gitanos los lastimaron aun<br />
después de que ustedes los ayudaron?<br />
Sus ojos fueron cubiertos por una<br />
sombra, su voz se transformó, pero<br />
aun así, siguió, lo que estaba por revelar,<br />
sería algo muy fuerte para una niña,<br />
117
pero al notar la madurez en ella, lo dijo<br />
sin siquiera dudarlo.<br />
—Cuando desperté estábamos atados,<br />
ella tenía los ojos abiertos recostada<br />
sobre la cama, yo estaba en una silla<br />
de frente a ella, Bavo se burló diciendo<br />
que ningún judío les pondría condiciones<br />
para estar en una ciudad y me<br />
explicó que el té contenía una hierba<br />
paralizante, Sarah estaba consciente,<br />
podía sentir, mas no moverse.<br />
—Me obligó a ver como él y sus amigos…<br />
Dayreen dejó caer lágrimas de sus ojos<br />
y notó como Amiel se detenía para no<br />
perturbarla a ella, pero podía ver en sus<br />
ojos como los recuerdos lo consumían.<br />
—¿Qué pasó después?<br />
—Cuando terminaron rompí mi dedo<br />
sin que se dieran cuenta para soltarme,<br />
tomé un arma que tenían en un mueble<br />
cerca de mí, los maté uno a uno mientras<br />
estaban distraídos, me acerqué a<br />
Sarah, estaba pálida, no respiraba, murió<br />
sin que yo pudiera hacer nada, no<br />
pude despedirme de ella; use el arma<br />
para dispararme en la cabeza.<br />
Dicho esto Dayreen tomó sus muletas<br />
y caminó hacia aquel hombre destrozado,<br />
lo abrazó, lloró con él, lo soltó y se<br />
acercó a la lápida poniendo una mano<br />
en ella y con su dulce ternura le dijo:<br />
—Ella está en el cielo esperando por<br />
ti, ero al haberte quitado la vida no<br />
puedes cruzar, solo lograrás el perdón<br />
cuando te perdones a ti mismo.<br />
Amiel estaba sorprendido de lo que estaba<br />
pasando, lo que veía era algo increíble<br />
hasta para un muerto, la chica ya no<br />
era la misma que estaba con él y entonces<br />
pudo ver una metamorfosis increíble.<br />
Su cabello se tornó rubio, su forma<br />
cambio, ahora era Sarah, tomó a Amiel<br />
de la mano y lo llevó hacia una luz, justo<br />
antes de entrar, su espíritu y el de Sarah<br />
118<br />
se separaron, se había conectado con<br />
ella y lo ayudo a cruzar, justo antes de<br />
desaparecer Amiel volteó a verla y le dijo:<br />
—Ten cuidado con el enterrador,<br />
guarda un secreto, él nos puede hacer<br />
desaparecer, todos le tememos, si te<br />
ve, no sé de qué sea capaz, gracias por<br />
reunirme otra vez con mi amor.<br />
Desaparecieron en el aire frente a ella,<br />
no conocía al enterrador, pero ahora sabía<br />
que debía de cuidarse de él.<br />
Continúa en<br />
<strong>La</strong> <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong>, <strong>Año</strong> II, número 6
Ilustración de<br />
Leiver Álvarez<br />
119
120
MICRO<br />
CUENTOS<br />
121
Se levantó doña Pepa. Tomó su bata<br />
de baño y se la ciñó. Dio unos pasos y<br />
con algo topó. Se trataba de su marido<br />
Francio, a las tres de la mañana de un<br />
infartó murió. Llantos por doquier se<br />
escucharon hasta el cuerpo sepultar.<br />
Unos pasos hacia el baño la hacían llorar,<br />
la imagen de su marido no se podía<br />
borrar como la mancha en el piso<br />
justo donde murió. No era de sangre, ni<br />
sudor, ni lágrimas se trataba de unas<br />
letras escritas con arañazos. En esto se<br />
resumía: «I love Maritza» Sí, la amante<br />
de don Francio.<br />
Luis Díaz Cardoza<br />
Cuando su tía amenazó con prostituirla,<br />
Fabiola escapó de su casa.<br />
—No podemos dejarla en la calle —le<br />
dijo Eleazar a su esposa. No sabía si fue<br />
porque siempre había querido tener un<br />
tercer hijo o por rescatar a una chica de la<br />
vida horrible que le esperaba en la calle.<br />
—Bienvenida —le dijo lacónicamente,<br />
evitando que su esposa se sintiera<br />
celosa. Pero quedó impresionado por<br />
sus rasgos suaves y mirada penetrante<br />
como de princesa.<br />
Su aprendiz, Alfonso, observaba sin<br />
interés.<br />
Algo los juntó. No lo sabían aún, pero<br />
ellos tres comandarían al mayor ejército<br />
de su tiempo.<br />
122<br />
Cosme
Estoy temblando. Comprar el mandado<br />
con doscientos pinches pesos.<br />
Bebo de la chaparra. ¿Y esa güerca que<br />
anuncia? ¿Tiene deudas, problemas?<br />
¡Rezamos por usted! Hago fila hasta<br />
quedar frente a ella.<br />
—¿Cómo te llamas, hermanita?<br />
—María José.<br />
—¿Bebes alcohol?<br />
—Sí.<br />
—¿Quieres cambiar?<br />
—Sí.<br />
—Recemos juntas... ¡Un milagro ocurrirá<br />
en tu vida!<br />
—Gracias.<br />
Entro al súper. Agarro una barra de<br />
pan y encuentro una tarjeta bancaria.<br />
Termino de comprar; doy la tarjeta.<br />
—¿Es de usted la tarjeta?<br />
—Sí.<br />
Camino a la salida. El guardia me detiene.<br />
Regresamos a la caja.<br />
—¿Usted es José María Peter?<br />
—Sí.<br />
—¡Olvidaba su tarjeta, señor!<br />
Mauricio Serrano Bovio<br />
El doctor le dijo a doña Mary que le<br />
quedaba una semana de vida. Ella decidió<br />
dejar el hospital y morir en casa.<br />
Después de seis meses, el doctor se<br />
la encontró en la calle y asombrado le<br />
preguntó cómo era posible que aún estuviera<br />
con vida. Doña Mary le contestó:<br />
—Olvidé qué día dijo que me iba a morir.<br />
Arturo Flores Martínez<br />
123
MARTES 21<br />
Pasé a recogerla al café.<br />
<strong>La</strong> encontré con Ricardo mi amigo.<br />
Sentí rabia. Susana se asustó. No entendí<br />
por qué, si como dijo sólo tomaban<br />
algo... Él se alejó sin saludar.<br />
MIÉRCOLES 22<br />
Anoche, apenas dormimos.<br />
—No hay nada con Ricardo —dijo.<br />
Hoy ambos terminaremos temprano<br />
pero no aceptó que la pase a buscar.<br />
—No hay nada —repitió al salir.<br />
JUEVES 23<br />
Susana no regresó anoche. No dormí.<br />
Ricardo me incluía en su agenda. <strong>La</strong><br />
encontraron en su cuerpo sin vida, con<br />
un balazo.<br />
Un comisario preguntó por Leticia,<br />
su novia. No la conozco.<br />
Susana aún no ha vuelto.<br />
Julio de Posada<br />
Fue tal el ansia a la hora de comer durante<br />
aquel banquete, que cuando<br />
me levanté, descubrí que era imposible<br />
mantener el equilibrio. Mis pies no<br />
estaban en su sitio.<br />
124<br />
David del Río González
El niño escogía cuidadosamente entre<br />
las piececitas con anhelantes e inocentes<br />
ojos. «Todo estará bien, cuando encuentre<br />
los últimos tres engranes funcionará<br />
nuevamente y tú papá, podrás abrazarme<br />
otra vez». Sonreía, provocado por la<br />
desesperación y cruel esperanza.<br />
En el suelo yacía un hombre viejo, un<br />
agujero se abría en su pecho. «Ya casi»<br />
Rezaba el niño muy contento. «Tú dijiste<br />
que los relojes eran los corazones<br />
del tiempo y siempre ayudaste a sanar<br />
cada reloj que llegaba a tus manos;<br />
estoy seguro papá, que él puede obsequiarte<br />
uno de sus corazones ahora que<br />
el tuyo se ha detenido».<br />
Takeshi Avalos Rosales<br />
<strong>La</strong> casa se ha llenado de hormigas.<br />
¡Maldito verano! Hay que ir con mil ojos<br />
y dejar la cocina lustrosa para evitar la<br />
invasión. Si quedó una miga, ya está<br />
liada. Y no digamos los niños, que dejan<br />
olvidado el bocadillo en cualquier<br />
parte. Lo que peor llevo es cuando<br />
comen galletas, mira que les digo, que<br />
así no paramos esto. En fin, no damos<br />
abasto a barrer, frotar, aspirar...Johny<br />
vino hoy diciendo si no será el cadáver<br />
de papá que las atrae. Vaya cosas<br />
tienen los críos, si saben de sobra que<br />
está cubierto de polvitos rosas.<br />
María Ángeles Peyró Jiménez<br />
125
Un tren hacia ninguna parte se detuvo<br />
en medio de la nada; era un prado tan<br />
verdoso que parecía una mentira, algo<br />
que no habría de suceder jamás; pero<br />
que estaba ahí.<br />
Se detuvo por que alguien quiso bajar<br />
para existir en ese lugar tan irreal, sacado<br />
de la fantasía al mundo de verdad.<br />
Era tan cruel y hermoso que valió la<br />
pena desaparecer después de haber<br />
bajado del vago, ignorando el mensaje<br />
pintado en las paredes del tren que decía:<br />
«Favor de no abrir las puertas del<br />
tren mientras está en marcha».<br />
Jonathan Núñez Flores<br />
A veces en la noche siento su sombra<br />
atormentándome, me vigila por la mirilla<br />
de la puerta y siento su mirada a<br />
través de la ventana, incluso puedo oír<br />
su risa irónica cuando siente mi miedo,<br />
pero así es él…<br />
Burlona e irónica a la vez, sabedora<br />
de mi miedo y regocijo en él, ¡ya olvide<br />
como era mi vida antes de conocerla…!<br />
Llevamos tanto de la mano que su<br />
sangre y mi sangre se mezclaron, que<br />
su dolor es ya mi tormento.<br />
¿Qué quién es?<br />
Se llama conciencia, y a todos alguna<br />
vez nos persigue…<br />
126<br />
María de la Paz Valero Uceda
Es el fin del mundo en el Cerro Colorado.<br />
Dos amantes nocturnos, un humano<br />
y una alienígena, deben despedir<br />
un amor prohibido. Ojalá este podrido<br />
mundo viviera inmortalmente para<br />
apreciar esta bella sinapsis. Él la besó<br />
fervientemente, un cálido adiós que<br />
humedeció sus labios azul turquesa. <strong>La</strong><br />
miró en sus intensos ojos arcoíris para<br />
cantarle una última vez:<br />
Pasarán más de mil años, muchos más,<br />
yo no sé si tenga amor la eternidad<br />
pero allá, tal como aquí,<br />
en la boca llevarás<br />
sabor a mí.<br />
Entonces ella voló hacia su nave mientras<br />
vio la luna caer contra el mundo.<br />
Chris Vallejo Villegas<br />
Mientras el sacerdote oficia misa la figura<br />
de Cristo que se encuentra a su espalda<br />
comienza a sangrar, los feligreses sorprendidos<br />
por el milagro se hincan y rezan, el<br />
padre alaba a los cielos y da un sermón<br />
acerca del arrepentimiento. Al llegar a su<br />
casa el cura suelta lágrimas y tiembla de<br />
miedo, ingiere un frasco entero de pastillas<br />
para dormir y muere. El titular del<br />
periódico amarillista del día siguiente es:<br />
«Padre se suicida, dentro de su apartamento<br />
son hallados tres cadáveres».<br />
José Daniel Arias Torres<br />
127
Como casi todas las noches, le llamé<br />
para saludarla. Ella era espectacular y<br />
me importaba lo suficiente. Ésta noche<br />
no había ocurrido nada especial, como<br />
siempre el trabajo era tedioso, pero el<br />
trabajo da dinero y el dinero cumple<br />
deseos. Me disponía a contarle mí aburrido<br />
día pero al contestar escuché con<br />
emoción «¡Hoy es el día! Mis padres<br />
salieron y estaré sola toda la noche.»<br />
En unos minutos ya me encontraba<br />
desnudo sobre su mesa. Ella se había<br />
hecho con un buen cuchillo de carnicero.<br />
Yo, anestesiado, estaba feliz, en su<br />
boca ya veía mi primer dedo.<br />
Enrique Herrera Arévalo<br />
Alguien estaba dentro de mi cabaña;<br />
apenas entré, la chimenea chisporroteaba<br />
frente a una silla, y la televisión<br />
prendida se burlaba de mí, que exasperado<br />
busqué en todas partes sin tener<br />
éxito. Hasta que al llegar la noche,<br />
estando a punto de dormir, una respiración<br />
ahogada se escuchó del viejo armario<br />
que había olvidado revisar. Si no<br />
quede entonces muerto del miedo en<br />
medio de la oscuridad, fue un milagro.<br />
Ciertamente al día siguiente cambie<br />
de cuarto, y ya nunca vuelvo antes del<br />
trabajo. De cualquier manera, un viejo<br />
como yo, no debería vivir solo.<br />
128<br />
Sarah Hinojosa
Aunque la opinión pública asume<br />
que mi casa debía ser siniestra y oscura.<br />
No era así. Cuando parecía que acababa<br />
con algún degenerado o una golfa,<br />
en realidad, comenzaba a darle sentido<br />
a su existencia en el intenso placer de<br />
observar cómo la palidez iba ahogándolo<br />
todo. Por eso las paredes estaban pintadas<br />
en las tonalidades que con el tiempo<br />
llegué a perfeccionar. Casi idénticas<br />
a las pieles más hermosas. Así el dormitorio<br />
me recordaba a Mandy Sweety, el<br />
primero. <strong>La</strong> cocina al tercer excursionista<br />
y la habitación de mi hijo a su madre.<br />
Ana B. Navarro Morales<br />
Recuerdo a mi abuelo hablar de la supremacía<br />
blanca y de cómo dominaría<br />
al mundo. Eso quedo atrás, ahora ni<br />
siquiera somos la raza dominante. Después<br />
del día de la invasión, los humanos<br />
vivimos bajo la Tierra para no ser<br />
detectados por las especies alienígenas<br />
de la superficie, de piel grisácea y múltiples<br />
extremidades; quienes se abastecen<br />
de nuestros recursos naturales. Es<br />
una sensación de éxtasis encontrar a<br />
otro ser humano, con el cual platicar,<br />
reír e incluso insultar. Cada vez se ven<br />
menos personas. ¡Qué épocas aquellas<br />
donde lo único que nos preocupaba<br />
era el color de piel!<br />
Mauricio Ruiz Serrano<br />
129
Primero de enero. Dos detonaciones.<br />
Los perros ladraron. Tres más. Los perros<br />
alborotados y cinco estallidos.<br />
Habría venido a brindar. Caminando<br />
por la calle se iba Facundo a tomar servicio;<br />
sol, calor y tierra. Andaba tranquilo.<br />
Vestía de Guardia Penitenciario.<br />
Estaba separado de Zulema, se había<br />
ido. <strong>La</strong> primera en verlo fue la madre<br />
de sus hijos y la ex cuñada, luego<br />
se desplazó a la vivienda contigua. Se<br />
despidió de su exsuegra, de la exhijastra<br />
y de Romeo, su novio.<br />
Se presentó detenido, entregó el<br />
arma salpicada, dijo no estar loco. Lo<br />
suyo era devolver el daño.<br />
Miguel Molinas Anselmo<br />
<strong>La</strong> aeronave interrumpió el espacio<br />
aéreo a las 18:00, hora del noreste del<br />
primer día del octavo mes. Se mantuvo<br />
suspendida varios días estudiando<br />
a los habitantes. Descendió ante una<br />
multitud expectante a las 20:00 horas<br />
del séptimo día del mismo mes. Salió<br />
de la nave una criatura muy extraña<br />
que caminó directamente ante el líder.<br />
Lo miró y extendió su mano al tiempo<br />
que dijo «Hola». El líder interpretó dicha<br />
acción como clara señal de agravio<br />
y desintegró al invasor de un solo rayo<br />
emitido desde sus antenas.<br />
130<br />
Jorge Aguiar
<strong>La</strong> radio anunciaba por tercera vez el toque<br />
de queda. Cercenaba con precisión<br />
una ostentosa rebanada de pastel cuando<br />
mi hermana entró agitada. Miró por<br />
la ventana. «Me hubiera tardado más<br />
tiempo y podría haber sido otra víctima<br />
del asesino. Ay, ¡Dios!, justo ayer mataron<br />
a Renata, la tamalera. Dicen que sus<br />
miembros fueron cortados con mano de<br />
cirujano. Pero aquí estoy, a duras penas,<br />
sana y salva», dijo tras el sosiego. Le respondí:<br />
«no creo que él salga hoy; tal vez<br />
también sea su cumpleaños».<br />
Manuel Cohuo Nic<br />
Hoy era el día en que por fin tendría su<br />
primer celular. Amanecía y las ganas le<br />
apretaban el pecho. Sin embargo, observó<br />
por la ventana cientos de personas<br />
paralizadas, todas mirando hacia<br />
su teléfono. Huyó de la escena hacia la<br />
cocina y halló a su padre cegado e inerte<br />
frente al celular; mientras, su madre<br />
con una mano en la olla y la otra en el<br />
teléfono, yacía petrificada. Despertó<br />
de tan terrible sueño y corrió hasta su<br />
anhelado regalo. Al encenderlo quedó<br />
en vida sepultado. Muerte cerebral le<br />
diagnosticaron acabando para siempre<br />
inmóvil con su móvil al lado.<br />
Edgar Germán Valdez Gómez<br />
131
Me enamoré de un ser creado por el<br />
hombre que no pertenecía a mi tiempo,<br />
él venía de tiempos muy adelantados;<br />
la noche que lo encontré me conto su<br />
historia. Llego a mí por un error que<br />
uno de sus creadores cometió y hasta<br />
no encontrar una solución para volver<br />
solicitaba quedarse conmigo. Era perfecto,<br />
sus rasgos y su mirada penetrante<br />
me cautivaron, no hablaba mucho y<br />
tampoco sentía mucho. Mi tiempo estaba<br />
muy atrasado al suyo y él solo podía<br />
esperar, dejar pasar los años hasta<br />
llegar al suyo y yo solo podría acompañarlo<br />
en una vida.<br />
Judith Moreno Barba<br />
Siempre esa sensación en todo, el dejà<br />
vu. Desde pequeño. Lo mismo, lo mismo,<br />
lo ya vivido.<br />
Cada noche, a solas, busco el cuchillo.<br />
Miro la afilada sierra, las venas de<br />
mi brazo.<br />
Lo mismo, lo mismo.<br />
Después lo dejo en el cajón y regreso<br />
al dormitorio. Lo mismo.<br />
Lo pienso y me río.<br />
Hasta que lo hago: me corto las venas<br />
y provoco el primer momento diferente<br />
en años. No va a durar mucho,<br />
tanta sangre me marea, me desmayo...<br />
Pero qué hermosa sensación... la libertad...<br />
lo nuevo...<br />
Me cago de la risa... ¿Tú no?<br />
132<br />
Hipólito Quintana Santos
Día uno:<br />
Por la madrugada unas voces interrumpieron<br />
mi sueño ¡cállense! grite<br />
exasperada. Era una discusión que<br />
retumbaba en el cuarto. Me incorpore<br />
con la firme convicción de mediar la<br />
situación y recordé que me encontraba<br />
sola en casa.<br />
Día dos:<br />
Tal vez estaba comenzando a volverme<br />
loca, las hormigas en mi cama solo podían<br />
ser señal de mal augurio, comencé<br />
a sacudirla cuando unos toquidos<br />
en mi closet me hicieron salir de mi<br />
ensimismamiento.<br />
Día tres:<br />
Al volver a casa vecinos merodeaban<br />
mi cochera. Mi perro había saltado de<br />
la azotea, al parecer una extraña fuerza<br />
lo hizo caer.<br />
Karen Elizabeth Rodriguez Quintana<br />
Escribía más obras, a cada nuevo<br />
año, quizás para asegurarse su lugar<br />
en el olvido.<br />
Walter Mondragón<br />
133
SEXTA<br />
CONVOCATORIA<br />
DE MICROCUENTO,<br />
ENSAYO Y RELATO «LA<br />
SIRENA VARADA, REVISTA<br />
LITERARIA BIMESTRAL»
«<strong>La</strong> <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong>, revista literaria», publicación digital mexicana en castellano,<br />
especializada en relato corto, ensayo y microcuentos, convoca a todas aquellas<br />
personas que quieran colaborar con la publicación de textos en el séptimo y<br />
octavo número de la revista, los cuales se publicarán en abril y mayo del 2018. Todas<br />
las obras deberán ser originales e inéditas, y deberán apegarse a los siguientes<br />
lineamientos:<br />
• Ensayo: <strong>La</strong> extensión deberá ser mínimo de 3000 caracteres (contando<br />
también los espacios) y máximo de 5000. Los trabajos deberán tratar el<br />
tema de la influencia de la lectura en la juventud.<br />
• Relato: Se recibirán relatos que entren dentro del género del terror, ciencia<br />
ficción y policial. <strong>La</strong> extensión deberá ser mínimo de 4000 caracteres (contando<br />
también los espacios) y máximo de 6000.<br />
• Microcuento: Se recibirán microcuentos dentro del género del terror, ciencia<br />
ficción o policial y con una extensión máxima de cien (100) palabras en<br />
idioma español. No deberá llevar título y cada participante podrá enviar solo<br />
un microrrelato.<br />
Sólo se podrá participar en una de las tres categorías especificadas. El formato<br />
de envío para los textos será .txt .doc o .docx, no se tomará en cuenta cualquier<br />
otro formato. El tipo y tamaño de letra, así como el interlineado no tienen relevancia.<br />
El nombre del archivo deberá estar estructurado de la siguiente forma:<br />
Categoría_ApellidosNombre (del autor). Y deberán ser enviados con el asunto «6°<br />
convocatoria la <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong>» a:<br />
contactoeditorial@editorialdreamers.com.mx<br />
En el cuerpo del correo deberán incluir: Nombre completo o seudónimo con el<br />
que se desea publicar, correo electrónico para contacto, una biografía de no más<br />
de 70 palabras y una fotografía del autor. Si la información no se encuentra como<br />
ha sido solicitada, se descatará de inmediato la participación.<br />
El plazo de recepción de trabajos terminará el viernes 30 de marzo a las 23:59 horas<br />
UT-6:00 (CST). Se seleccionarán cinco (5) ensayos, quince (15) relatos y veinte<br />
(20) microcuentos, para cada uno de los números, siendo un total de diez (10) ensayos,<br />
treinta (30) relatos y cuarenta (40) microcuentos, los cuales serán anunciados<br />
el día viernes 6 de abril a través de nuestras redes sociales y nuestro sitio web,<br />
Cabe aclarar que las fotografías, así como las biografías, serán utilizadas para<br />
hacer una mención de los autores dentro de la revista. Al ser una publicación digital<br />
sin fines de lucro, no existirá premio en metálico. Sólo se entregará un reconocimiento<br />
digital a los autores seleccionados.<br />
¡Esperamos su participación!
en nuestro siguiente número:<br />
Más entrevistas,<br />
más cuentos y microcuentos,<br />
y todo lo que ustedes aman<br />
leer en esta, su revista