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La sirena varada: Año 1, Número 5

El quinto número de La sirena varada: Revista literaria.

El quinto número de La sirena varada: Revista literaria.

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· NOIR · CIENCIA FICCIÓN · TERROR ·<br />

<strong>La</strong> <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong><br />

R E V I S T A L I T E R A R I A<br />

es una publicación de<br />

EDITORIAL DREAMERS<br />

libros digitales, gratuitos y legales<br />

LA SIRENA VARADA: REVISTA LITERARIA BIMESTRAL<br />

<strong>Año</strong> 1, N°5, febrero 2018 es una publicación mensual<br />

editada por Digital Robotic Entity Assembled for Masterful<br />

Editing and Rational Sabotage S.A.S. de C. V.:<br />

Tlalnepantla de Baz, C.P. 54170, Estado de México, México.<br />

www.editorialdreamers.com<br />

Director y editor responsable: José Luis Vázquez<br />

Ilustración de portada: gow27<br />

Ilustraciones: The British Library’s collections<br />

<strong>La</strong>s opiniones expresadas por los autores no necesariamente<br />

reflejan la postura del editor, sin embargo, la<br />

editorial respalda todas las opiniones al aceptar su aparición<br />

en esta revista.<br />

Queda estrictamente prohibida la reproducción total o<br />

parcial de los contenidos e imágenes de la publicación<br />

sin previa autorización de Digital Robotic Entity<br />

Assembled for Masterful Editing and Rational Sabotage<br />

S.A.S. de C. V. o los respectivos autores.<br />

SOBRE<br />

ESTE<br />

NÚMERO<br />

Aunque nos tardamos mucho en<br />

estrenar este número, al fin está<br />

listo. El quinto número de <strong>La</strong> Sirena<br />

Varada marca el final del primer<br />

año, así como el final de nuestras publicaciones<br />

bimestrales para comenzar<br />

a publicar de forma mensual.<br />

Muchos de nuestros lectores n oestuvieron<br />

de acuerdo con esta idea por temor<br />

a que la calidad de la revista bajara,<br />

sin embargo, se tomó está decisión<br />

a conciencia debido a que la cantidad<br />

de buenos relatos, microcuentos y ensayos<br />

que recibimos en cada convocatoria<br />

es excepcional.<br />

Considero que, al cambiar el periodo<br />

de publicacion de dos meses a un mes,<br />

se hará justicia a todos aquellos que<br />

amablemente se interesan por publicar<br />

en esta revista y que confían en nosotros<br />

para que su obra sea leía por más<br />

de ocho mil lectores que cada número<br />

tiene en promedio.<br />

Tal vez algunos de nuestros cambios<br />

no sean del agrado de todos pero,<br />

como todo lo que hacemos aquí, son<br />

siempre para mejorar.<br />

© 2018<br />

DIGITAL ROBOTIC ENTITY ASSEMBLED<br />

FOR MASTERFUL EDITING AND<br />

RATIONAL SABOTAGE S.A.S. DE C.V.<br />

todos los derechos reservados


16<br />

LOS REMOS<br />

DE LA LECTURA<br />

32<br />

LOS JÓVENES<br />

Y LA REALIDAD<br />

ANTE LA LECTURA<br />

48<br />

ESCRITORES SIN SALIDA<br />

PRESENTA:<br />

66<br />

¿QUÉ SIGNIFICA<br />

ESCRIBIR?


82<br />

¿LEER ES UN<br />

CASTIGO?<br />

96<br />

IRREVERENCIA Y<br />

FAMILIARIDAD. ¿CÓMO<br />

HABLAR DEL CANON?<br />

114<br />

EL CEMENTERIO<br />

DE SOULDETH<br />

120<br />

MICRO<br />

CUENTOS


6<br />

LA MUERTE<br />

Por Ramiro Méndez Juárez


«¡Vengan ya nació, acaba de nacer!»<br />

Gritaban mis hermanos. Había nacido<br />

la muerte, tierno e inocente. Era muy<br />

cariñoso con nosotros, hacía gestos de<br />

felicidad y nos reíamos de sus ojitos<br />

pizpiretos; conforme pasaba el tiempo<br />

la muerte se convertía en un ser arrogante<br />

como queriendo conquistar el<br />

mundo y por su atrevimiento lo llevó a<br />

vagar a tierras lejanas.<br />

<strong>La</strong> muerte y yo éramos amigos, Iba<br />

conmigo a todas partes, a la milpa, al<br />

futbol, al parque, era mi segunda sombra;<br />

muchas veces le decía a mi mamá<br />

«la muerte me acompaña». Ella me respondía<br />

con enojo «Chamaco, Dios te va<br />

cortar la lengua». En mi interior yo decía<br />

«la muerte es mi amigo».<br />

Pasaron los días y no había señales<br />

de su regreso, mi tristeza era cada vez<br />

mayor, imaginaba cosas terribles que<br />

le pudiera estar sucediendo: hambre,<br />

frio, soledad, cansancio, o cosas peores.<br />

<strong>La</strong> angustia me carcomía al imaginar<br />

que no volvería a ver a la muerte. Un<br />

día emprendí la tarea de encontrarlo,<br />

lo busqué en el parque, en la plaza, en<br />

las calles y hasta en el cementerio, pero<br />

no había rastros de la muerte. Una tarde<br />

cualquiera, cuando ya había perdido la<br />

esperanza de encontrarlo, lo hallé acurrucado<br />

bajo la sombra de un Guanacaste,<br />

me acerqué y le pregunté el motivo<br />

de su llanto y me senté a su lado.<br />

Pasado un tiempo reanimando a<br />

la muerte debajo de aquel árbol, nos<br />

marchamos a la casa, llegando le ofrecí<br />

de comer; se bañó y luego durmió. Dos<br />

días después de encontrarlo, entre la<br />

gente corrió la noticia de una gran peste,<br />

morían animales y personas. Entonces<br />

supuse que la muerte anduvo en<br />

esos parajes. <strong>La</strong> gente alborotada, con<br />

machetes y palos buscaban a algún<br />

culpable para darle una lección o matarlo<br />

a palos y machetazos.<br />

<strong>La</strong> muerte no salió de casa durante la<br />

crisis, con el pasar de los días la gente<br />

se fue olvidando de la tragedia de sus<br />

animales y sus seres queridos que fueron<br />

a dar en el campo santo. Mi amigo<br />

la muerte se sentía libre de culpa.<br />

Una tarde calurosa, cuando el sol<br />

estaba a punto de despedirse con el<br />

día, la muerte salió de paseo para distraerse,<br />

pero aquella tarde se convirtió<br />

en días y no regresó a casa; empecé a<br />

preocuparme, no encontraba que hacer,<br />

no sabía si buscarlo o dejar que el<br />

mundo se lo comiera a rebanadas. Finalmente<br />

pudo más mi ansiedad y salí<br />

en su búsqueda, recorría las avenidas,<br />

las periferias; husmeé en las fiestas, fui<br />

a los prostíbulos, y la muerte no estaba<br />

en ninguna parte. Volví triste y extrañando<br />

a la muerte. Pero como paso la<br />

primera vez, el día menos pensado lo<br />

vi venir bajando la colina muy cerca del<br />

barrio del barrio Nuevo Tila. Regresamos<br />

a la casa contentos y brincando de<br />

alegría por este segundo encuentro.<br />

Finalmente, el 24 de diciembre del<br />

año 1999 murió mi amigo, mi perro «la<br />

muerte», envenenado por la gente que<br />

se había cansado de los perjuicios que<br />

ocasionaba en las casas ajenas.<br />

7


8<br />

LA CASA<br />

DE LOS ESPEJOS<br />

Por Rocio García Aguilar


En toda feria, hay atracciones que<br />

parecen sanas, seguras, incluso<br />

aburridas. Aquellas que no llaman<br />

la atención a los más jóvenes ni los intrépidos<br />

pero logran sacar uno que otro<br />

susto. Esta feria ha llegado desde hace<br />

unos días al pueblo, dando un poco de<br />

alegría y cambio al muy calmado trajinar<br />

de los habitantes. Aunque está en<br />

un lugar árido, alejado del centro; por<br />

la noche el camino y el terreno casi<br />

baldío el resto del año, se han llenado<br />

de algarabía. Los puestos de antojitos<br />

y dulces abundan desde la entrada. Al<br />

pasar por la atracción principal, la rueda<br />

de la fortuna trata de confirmar con<br />

sus luces multicolores que la feria no<br />

está tan peor. Los visitantes de todos<br />

los géneros confirman la diversidad de<br />

intereses. Sin embargo, abundan las<br />

parejas que intentan pasar un momento<br />

romántico; las familias con hijos pequeños,<br />

ansiosos de entretenerlos un<br />

poco; los grupos de amigos que quieren<br />

retarse para no vomitar en las tazas<br />

lozas o durar más tiempo en el toro mecánico.<br />

Sin duda alguna, son éstos la<br />

audiencia más escandalosa de la feria.<br />

Entre los visitantes llegan personas de<br />

todo tipo y clase social. <strong>La</strong> feria es un<br />

lugar democrático y familiar, todavía<br />

reúne a una variedad de visitantes con<br />

un objetivo común, divertirse un rato.<br />

—Pasen, pasen ustedes a la casa de<br />

los espejos, sólo veinticinco pesos por<br />

persona. ¿No le gusta lo que en el espejo<br />

de su casa? Pase y encuentre el espejo<br />

que le guste. Se llevará esa imagen<br />

de recuerdo.<br />

—Vamos a pasar.<br />

—Son veinticinco pesos por cada uno.<br />

Y ustedes, ¿también?<br />

—Sí.<br />

—Mira, ahí estamos gordos, aquí esbeltos.<br />

—No, aquí mejor, tu cara —risas y más<br />

risas.<br />

—¿Ahí qué hay?<br />

—Oh, ese espejo es solo para los que<br />

se atreven, va incluido en el boleto<br />

pero no nos responsabilizamos de lo<br />

que vean.<br />

—Vamos a entrar.<br />

—Yo no vi nada.<br />

—Yo sí y no me gustó.<br />

—Pasen, pasen, va incluido en el<br />

boleto.<br />

—Ah. ¡Qué tontería!<br />

Y la feria se va a otro pueblo. Después<br />

de varias semanas, llega un forajido<br />

buscando la casa de los espejos. Los de<br />

los carritos chocones no saben cómo se<br />

llama o si anda por ahí, es una distracción<br />

menor y no «jala gente». El forajido<br />

se mueve por toda la feria y al final del<br />

paso principal, cruzando por las casas<br />

del terror, de los sustos y la cabaña chueca,<br />

encuentra al mismo señor. Sin decir<br />

nada se mete y recorre toda la casa, el<br />

vendedor no tuvo ni tiempo de decirle<br />

que eran veinticinco pesos, era imposible<br />

impedirle el paso. Al cabo de unos<br />

minutos, el forajido regresa con la cara<br />

pálida y una expresión desencajada.<br />

—Oiga, su espejo, el último espejo, al<br />

final.<br />

—No sé de qué habla.<br />

—Había una señora… que... dijo que<br />

lo incluía el boleto.<br />

—Otra vez el mismo cuento, no sé de<br />

qué señora habla, aquí solo trabajamos<br />

mis hermanos y yo.<br />

—No, en serio…<br />

—Váyase o lo sacamos.<br />

El forajido camina sobre el polvo con<br />

paso pesado, la tierra es más árida en<br />

este pueblo, o quizás es porque hace<br />

más aire y se siente tan helado que hasta<br />

parece que le quema las botas. No ha<br />

9


pasado la mitad de la feria cuando la<br />

gitana de la tienda de las adivinaciones,<br />

lo aborda y comienza a caminar con él.<br />

A cada paso se va acercando más y más<br />

hasta que él se da cuenta de lo ensimismado<br />

que venía. Frena para voltear<br />

a verla y preguntarle, tal vez ella sepa.<br />

<strong>La</strong> mujer es muy joven, no tiene más<br />

de tres décadas pero tiene unos ojos<br />

inmensamente maquillados que la<br />

hacen ver más pequeña de la cara, su<br />

vestimenta pasa sin pena ni gloria, parece<br />

más un disfraz que una ropa. Su<br />

sonrisa parece sincera y lo convence de<br />

entrar a la tienda. Una vez pagados los<br />

cien pesos (porque es la tarifa oficial)<br />

concede a contestarle lo que anda buscando,<br />

aquello que lo ha traído de lejos.<br />

—¿Y cómo murieron?<br />

—Eh, bueno… No, todavía no pero<br />

¿cómo sabe?…, bueno, es mi madre<br />

no deja de verse anciana y sola, desde<br />

hace semanas está así. Ya no sabemos<br />

qué hacer. Los doctores dicen que todo<br />

está bien pero ella insiste, actúa como<br />

si nadie estuviera con ella, parece que<br />

no nos escucha. Mi pobre madre, insiste<br />

que está sola, que nadie está a<br />

su lado. Se revuelca pidiendo que recordemos<br />

cómo nos cuido ella cuando<br />

éramos sus pequeños, nos maldice<br />

por haberla abandonado. Ahí estamos<br />

pero es como si no pudiera vernos.<br />

—Y ya no los verá, nunca.<br />

—Debe haber una forma.<br />

—¿Y las otras?<br />

—¿Cómo sabe que son…? Creo que<br />

la señora Páez insiste en que no puede<br />

caminar, está paralizada, cada día se<br />

inmoviliza una parte de su cuerpo. Los<br />

doctores tampoco le han detectado<br />

nada, está sana pero no puede mover<br />

10


las piernas, las manos. Ya no puede hacer<br />

nada sola. Su familia también está<br />

desconsolada. <strong>La</strong> otra señora no la<br />

conozco pero dicen por ahí que ella es<br />

muy joven, que sus hijos apenas tienen<br />

tres y cinco años. Y son ellos los que<br />

están enfermos. No una, sino varias enfermedades<br />

a la vez. Al pequeño le dio<br />

varicela y luego asma. Ahorita creo que<br />

tiene mal el intestino. El grande ha dejado<br />

de ser un niño normal. No puede<br />

salir al sol, la luz eléctrica le hace daño,<br />

su piel se comienza a descarapelar. Su<br />

madre ha dejado de trabajar y los lleva<br />

a doctores, a muchos santeros, ángeles,<br />

hace de todo…<br />

—Ninguno de ellos se va a curar.<br />

—No, no puede ser, tiene que haber una<br />

cura, una solución. Estoy seguro que fue<br />

ese espejo, esa señora, la de la entrada.<br />

—Sí, es la mujer del panteón, te convida<br />

tu temor más profundo, el cual sufres<br />

hasta tu muerte.<br />

—Pero, ¿por qué? ¿Por qué nosotros?<br />

—Se juntaron tres mujeres creyentes.<br />

Si logras juntar tres mujeres que creen<br />

en el terror, en el miedo, en la muerte;<br />

ella aparecerá y entonces podrías romper<br />

el espejo. Pero antes debes asegurarte<br />

de que las tres mujeres han visto<br />

su mayor temor.<br />

Desde entonces se cuenta de un forajido<br />

que va con las ferias, buscando<br />

mujeres que enfrenten su mayor temor.<br />

El hombre ha visto de todo: abandono,<br />

miseria, lujuria, dolor, cualquier miedo<br />

se convierte en realidad. <strong>La</strong> mayoría<br />

pasa de largo lo que sucede en las ferias,<br />

se conforta con los juegos de destreza,<br />

los caballitos, el martillo, los algodones<br />

y demás pero no se confunda usted. No<br />

hay atracción menor en ninguna feria.<br />

11


12<br />

MAR<br />

Por Santiago Eximeno


Adriana, la madre de nuestra hija,<br />

me dijo una vez que Mar había<br />

llorado dentro del útero. Por ello<br />

consideré natural verla siempre cubierta<br />

de lágrimas, desde el mismo instante<br />

de su nacimiento hasta el día de su<br />

ingreso en la fábrica de la Norma. Hay<br />

personas que ya desde pequeñas una<br />

les toma la medida y sabe que han nacido<br />

para hacer algo grande. Otras solo<br />

lloran sin pausa. En el pasado una vida<br />

de desgracia como aquella se desperdiciaba<br />

entre lamentos y sollozos, ahora<br />

gracias a la Norma podemos canalizar<br />

ese dolor y ofrecerles un futuro de<br />

provecho, para ellas y para la sociedad.<br />

Mar en realidad no era una niña triste.<br />

Habíamos compartido innumerables<br />

tardes de alegrías improvisadas<br />

con ella. Sin embargo tendía a la melancolía<br />

con facilidad, y las desgracias<br />

que acompañan a todas las vidas se<br />

cebaban especialmente con ella. Perdimos<br />

a mi madre, cabeza y sostén de<br />

la familia, demasiado pronto, y a esa<br />

pérdida le siguieron otras en la familia<br />

en el breve lapso de dos años. Como<br />

si llegar a la tumba la primera fuera<br />

una carrera y nadie quisiera quedarse<br />

sin medalla. <strong>La</strong> madre de nuestra hija,<br />

de la que yo era pareja única, siempre<br />

había sido delicada de salud, y los periodos<br />

que ella debía permanecer en<br />

reposo eran fuente de nuevos llantos<br />

y tormentos. Mar se rompía cada vez<br />

con más frecuencia con nimiedades, o<br />

al menos así lo sentíamos nosotras. <strong>La</strong><br />

caída de una niña en el parque, las noticias<br />

de guerras lejanas y ajenas. Cualquier<br />

cosa provocaba el llanto de Mar,<br />

y varias veces amigas y conocidas bromeaban<br />

abiertamente sobre el nombre<br />

que habíamos elegido para la niña.<br />

Mar… de lágrimas.<br />

No nos pareció inusual que una tarde<br />

nos visitaran dos responsables de la Norma.<br />

Se podía decir que lo estábamos esperando.<br />

Tanto había dado que hablar la<br />

niña en los mentideros del barrio con su<br />

llorera incontrolable que solo era cuestión<br />

de tiempo que Ellas supieran de Mar<br />

y la tomaran en consideración. Vinieron<br />

dos, vestidas de blanco inmaculado, con<br />

la raya de sus pantalones pulcramente<br />

marcada. Para nosotras, que habíamos<br />

dispuesto de coche propio hasta los últimos<br />

días de la Norma, y que en casa solo<br />

disponíamos de un reducido habitáculo<br />

para el reciclaje, su visita era a la vez castigo<br />

y redención. Castigo pues a la vista<br />

quedaban nuestras carencias en materia<br />

de reciclaje, que si bien a ojos de la Norma<br />

cumplían el mínimo exigido por la<br />

ley lejos quedaban de los esfuerzos de<br />

otras familias, más comprometidas con<br />

el estado y, por ende, con nuestro planeta.<br />

Redención porque si estaban aquí era<br />

por Mar, y ella nos podía proporcionar<br />

ese plus social que nuestra dejadez nos<br />

negaba.<br />

—Según nuestros informes, están ustedes<br />

calificados como D —dijo una de<br />

ellas, la más delgada, la más severa.<br />

—Así es, pero en la revisión de este año<br />

optamos a la C —respondió mi mujer.<br />

—Optar no es lograr —dijo la otra, la<br />

más joven, la más impulsiva—. Hablemos<br />

de hechos.<br />

—El hecho es que ustedes están aquí<br />

por algún motivo concreto —dijo mi<br />

mujer—. No han venido a reprocharnos<br />

nuestras evidentes deficiencias.<br />

<strong>La</strong> más severa asintió y me dedicó<br />

una mirada desconfiada, incluso hostil.<br />

—Es mi pareja —dijo mi mujer.<br />

—Entonces con toda seguridad sabe<br />

cuál es su sitio en esta conversación —dijo<br />

la más joven.<br />

13


Yo asentí, me levanté y volví a mi<br />

cuarto sin levantar la mirada. Ellas se<br />

quedaron en el salón, hablando, negociando.<br />

Cosas de mujeres, nosotros<br />

los hombres no estábamos preparados<br />

para ellas. Siempre habíamos sido<br />

demasiado impulsivos, demasiado<br />

bruscos. Como en otras ocasiones, me<br />

limité a esperar. Abrí un terminal en la<br />

pared y me entretuve con imágenes y<br />

textos sobre la deforestación parcial<br />

de la península y las acciones paliativas<br />

que el estado acometía. Algunos de<br />

los textos habían sido marcados como<br />

inadecuados por la Norma, que velaba<br />

por nosotras garantizando la veracidad<br />

de la información. Otros simplemente<br />

eran inaccesibles.<br />

Algo menos de una hora después<br />

Adriana abrió la puerta del cuarto.<br />

—Hemos tomado una decisión —dijo—, y<br />

queremos compartirla contigo.<br />

Sentadas en el salón, me limité a escuchar<br />

lo que las representantes de la<br />

Norma querían transmitirme. Al fin y al<br />

cabo nadie había pedido mi opinión, ni<br />

yo tenía una opinión clara realmente.<br />

—Ese llanto es valioso. Es oro ecológico<br />

para nuestros castigados recursos. No debe<br />

desperdiciarse en relaciones sociales quebradizas,<br />

en fracasos escolares, en una vida<br />

laboral vacía y sin esperanza. Queremos que<br />

14


Mar disfrute de una vida útil. Que sus lágrimas<br />

sean nuestra alegría. Queremos que<br />

forme parte de nosotras, de algo más grande.<br />

Que su existencia sea relevante.<br />

—¿No es maravilloso? —me susurró mi<br />

mujer al oído mientras palmeaba cariñosamente<br />

mis manos, que yo mantenía<br />

en todo momento en mi regazo.<br />

—Es ahora. Ahora es una de nosotras.<br />

Hoy mismo ha ingresado en la sección<br />

de plañideras, y desde hoy sus lágrimas<br />

formarán parte del torrente de tristeza<br />

contenida que mantiene estable el nivel<br />

de nuestros pantanos artificiales.<br />

—¿No volveremos a verla? —pregunté.<br />

Mi mujer me reprendió con un gesto.<br />

Supe que después, cuando las mujeres<br />

de la Norma se marcharan, me castigaría<br />

como debía por mostrar mi debilidad.<br />

—No. Pero serán informados regularmente<br />

de su estado de salud y ella, si lo<br />

desea, podrá mantener correspondencia<br />

con su familia.<br />

Asentí. Hice ademán de levantarme,<br />

pero me detuve. No me habían dado permiso<br />

para hacerlo. Atrapado, incapaz de<br />

controlarme, empecé a llorar. Un llanto<br />

entrecortado, desagradable, patético.<br />

—¿Ven? Ya se lo había dicho. Esta niña<br />

ha salido a su padre —dijo Adriana.<br />

<strong>La</strong> más joven me tendió un pañuelo. <strong>La</strong><br />

más severa se limitó a asentir en silencio.<br />

15


LOS<br />

REMOS DE<br />

LA LECTURA<br />

Por Fernando Rocha Rosario<br />

<strong>La</strong> lectura transgrede cualquier<br />

edad jurídica, devela al hombre de<br />

los horizontes artificiales, exhibe<br />

su incólume lozanía porque, si la palabra<br />

es la silueta de la humanidad, leer<br />

es navegar por su carne. Carne de luz.<br />

Pero el hombre padece un tiempo<br />

orgánico, según Cassirer en Antropología<br />

filosófica, un proceso que muta a la<br />

forma orgánica y la vuelve distinta a sus<br />

antecesoras y sucesoras: nunca es igual<br />

16<br />

en un instante diferente. Y son las edades<br />

una escala mutiladora y una escalera<br />

cognitiva; el hombre asciende pisando<br />

sus miembros para conocerse. ¿Pero qué<br />

sismo es el escalón juventud? El silencio<br />

de la biología, de psicología y de la pedagogía<br />

es útil cuando el deseo es conocer<br />

el fin de la juventud y no su causalidad.<br />

Quizá la juventud se distinga por su emprendimiento<br />

potencial: desea reformar,<br />

rebelar o revolucionar, pero es un sem-


adío de ideas infructíferas. Weber, en<br />

El científico, atribuía la creación a la conjunción<br />

pasión + trabajo + idea; la pasión<br />

otorga la vocación pero sólo el trabajo la<br />

orienta y sólo la idea la vuelve feraz. <strong>La</strong><br />

juventud posee vocación para el mundo.<br />

Pero como en el Primer Alcibíades, ¿cómo<br />

perfeccionará al mundo si nunca se ha<br />

perfeccionado a sí misma?, ¿cómo conocer<br />

al mundo si nunca se ha conocido a sí?<br />

<strong>La</strong> juventud tropieza con sus anhelos porque<br />

éstos son más grandes que su senda.<br />

Por lo tanto, es menester la autognosis y<br />

la constante instrucción. Para ambas actividades<br />

su medio es la lectura. Leerse a<br />

sí mismo, leer al mundo. Pero un ojo ciego,<br />

por más que aguce su mirada, no verá.<br />

<strong>La</strong> juventud —todo lector— necesita una<br />

lectura de las formas. Una lectura que no<br />

memorice el fondo sino que descifre las<br />

formas para construir el fondo. Una lectura<br />

eficaz, emancipadora.<br />

17


En Eutidemo se asevera que el conocimiento<br />

brinda el correcto uso de las<br />

cosas, que sin aquél, éstas producen<br />

males y es inalcanzable el éxito y, por<br />

tanto, la felicidad. No basta que la juventud<br />

se sirva de su pasión, debe saber<br />

mesurarla y dirigirla para emplearla si<br />

no quiere destruir o suicidarse con ella.<br />

En Investigación de la verdad por la luz<br />

natural, Descartes manifiesta la utilidad<br />

de las primeras informaciones —obtenidas<br />

por los sentidos, las tendencias y los<br />

preceptores— proporcionadas al individuo<br />

al permitir su supervivencia, pero<br />

la necesidad de librarse de ellas cuando<br />

éste posea el entendimiento porque lo<br />

predisponen al error y para que produzca<br />

conocimiento. Es, por tanto, la evolución<br />

del lector a autor. Mas la juventud desea<br />

ser autora antes que lectora. Su trayectoria<br />

en las escuelas suele ser más un paseo<br />

que una aventura: beben las ideas pero<br />

no las paladean, los jóvenes padecen ser<br />

ecos de los contenidos de sus lecturas<br />

ineficientes. Emulan erróneamente. Pareciese<br />

como si las escuelas agravasen su<br />

situación: no los emancipa del error por<br />

el que sobrevivieron, les otorga una aparente<br />

emancipación para su desolación.<br />

De consiguiente, la lectura en la juventud<br />

adquiere relevancia por ser la forma de ingreso<br />

del mundo a ella. Si lee erradamente,<br />

el mundo aprehendido es falso y las soluciones<br />

propuestas a él no son más que<br />

ficciones. Entonces de la lectura deviene<br />

la autoría, pero ¿qué juventud se congratularía<br />

por ser autora de su fracaso?<br />

Así, leer poesía, ciencia, filosofía; leer<br />

la prensa, la televisión; leer la ciudad, el<br />

bullicio, leer al mundo… implica una<br />

cosmovisión. Y hacer poesía, ciencia, filosofía,<br />

prensa, gobernar la ciudad, reformar<br />

al mundo, revolucionar al hombre,<br />

conlleva una ineludible responsabilidad.<br />

18


19


20<br />

EL ANIMALITO<br />

SECRETO DE<br />

JULIETA<br />

Por Maximiliano E. Giménez


Había descubierto su animalito<br />

secreto casi por accidente, mientras<br />

observaba el tránsito del<br />

otoño desde la antigua casa de campo.<br />

Afuera las hojas estrelladas se volvían<br />

rojas en la tarde y las nubes se desplumaban<br />

a su paso por la tierra. Entre los<br />

edredones de la cama de hierro, mientras<br />

la madera del caserón crujía madurando<br />

quedamente, Julieta encontró<br />

algo que al principio no comprendió.<br />

Se trataba de un animal pequeño, no<br />

más grande que una uva, revestido de<br />

una pátina de suaves colores. Según el<br />

momento, los colores podían variar desde<br />

el más pálido rosa hasta un desvaído<br />

lavanda, pasando por todos los tonos<br />

del ciclamen y el coral. En una ocasión<br />

Julieta había presenciado un increíble<br />

rosicler, que había fulgurado unos instantes<br />

hasta resolverse en pulsátiles<br />

malvas y lilas. Julieta descubrió que<br />

cuando posaba las yemas de sus dedos<br />

sobre él, los colores pasaban a su mente<br />

y a su cuerpo, llenándola de maravilla.<br />

Los hombres afuera, tras el zorro,<br />

sobre las nieves tempranas que acolchaban<br />

las laderas, Julieta entre las<br />

plumas de los gansos que flotaban en<br />

el aire quieto, la ondulante banda azul<br />

de la humareda a media altura, la leña<br />

oscura y en el centro el corazón reverberante<br />

de la brasa, a esa hora en que<br />

las aves vuelan hacia el este para posarse<br />

en las ramas más altas, Julieta<br />

se mecía, transportada por la música,<br />

el arrullo, el compás de su animalito<br />

secreto. Mientras los charcos se escarchaban<br />

en flores de hielo tendidas en<br />

los caminos, las bicicletas de paseo<br />

oxidándose lentamente en la niebla de<br />

la campiña, Julieta se abandonaba al<br />

olvido y se prodigaba a su animalito secreto,<br />

recorriendo el sendero del asombro<br />

y el estremecimiento en una espiral<br />

creciente, proyectada al infinito. A<br />

medida que la estación avanzaba y las<br />

partidas de caza se alejaban hacia los<br />

escondrijos del zorro en las laderas, los<br />

días de Julieta se colmaban de modo<br />

creciente en esa asociación inesperada<br />

y sin embargo inevitable, ese amor original<br />

y pese a todo reencontrado.<br />

Su animalito era secreto porque ese<br />

era el sentido mismo de su naturaleza:<br />

sólo suyo, y todo momento era bueno<br />

para alumbrarse a su calor, que irradiaba<br />

en el silencio de la casa la llama<br />

fascinante de la extrañeza. Flotando en<br />

el plasma multicolor que se abría para<br />

ella en el contacto, Julieta se consagraba<br />

a esta pasión, y el sueño la alcanzaba<br />

montada en el rayo de su pulso,<br />

revueltos sus cabellos en la almohada.<br />

Pero la primavera trajo de vuelta la<br />

vida social y las visitas, el ruido de las<br />

copas y las risas. Buscando intimidad<br />

para su encuentro, Julieta tropezó en<br />

el baño de los huéspedes con la esposa<br />

de un amigo de su esposo, encorvada<br />

sobre sí como si protegiera una pavesa,<br />

mientras acariciaba embelesada su<br />

propio animalito secreto. Julieta huyó<br />

horrorizada, y por un tiempo volvió a<br />

pasear por el parque, asomarse al lago,<br />

acercarse al bosque. Pero en su interior<br />

sentía que su animalito languidecía, y<br />

una racha de días destemplados en<br />

el caserón vacío la encontró entre las<br />

frazadas, subida a la marea del arrobamiento,<br />

otra vez extasiada, arrebatada.<br />

No pudo prever la lluvia que sobrevendría.<br />

Primero fue la criada, a la que<br />

halló tras el establo, embebida en el<br />

lazo con su propio animalito: más tarde<br />

una amiga, que involuntariamente<br />

dejó caer el suyo al abrir la cartera, y le<br />

confió haber visto a muchas personas<br />

21


que lo tenían –incluso un hombre, añadió.<br />

Más tarde, de sus viajes, su marido<br />

trajo algunos ejemplares exóticos, que<br />

cada visitante quería conocer y pedir<br />

en préstamo.<br />

Como una charada, en las reuniones<br />

del caserón los asistentes jugaban a exponer<br />

las teorías más radicales sobre<br />

el asunto: había quienes decían que el<br />

animalito era un arma, tal vez de una<br />

invasión extraterrestre, o que era en<br />

realidad una semilla, una larva, la fase<br />

inicial de un organismo mayor y más<br />

complejo. Otros, que era un plan del<br />

gobierno para mantener a todos embobados,<br />

acariciando su pequeña mascota<br />

hipnótica, mientras el planeta era<br />

destruido por la codicia de una minoría<br />

canalla. Pero para entonces Julieta ya<br />

había perdido su animalito, y lo buscaba<br />

con desaliento en todos los pliegues<br />

de las cobijas.<br />

Nunca pudo precisar donde lo perdió,<br />

si en la pieza, el estar o el vestidor,<br />

y nunca lo volvió a encontrar. Conforme<br />

la bóveda celeste se acercaba al<br />

solsticio, la desazón devino en angustioso<br />

anhelo, y el recuerdo de lo mara-<br />

22


villoso fue ocupando todo el sueño de<br />

Julieta. El lazo que había forjado con<br />

su animalito era tan estrecho que no<br />

hacía lugar al paso de nada más. Bajo<br />

esa sombra se guarecía Julieta de la tórrida<br />

canícula estival, mientras la siesta<br />

rodaba sobre la hierba como un gordo<br />

cúmulo de sopor.<br />

Fue en aquel momento que empezó<br />

la lluvia de animales. A través de las<br />

ventanas, Julieta vio las familiares formas<br />

ovales descender sobre los campos<br />

como las primeras nieves de una<br />

nueva era, y a los campesinos que salían<br />

a juntar el rocío extraordinario derramado<br />

desde el cielo, pero qué más<br />

daba. Había perdido el suyo, y jamás<br />

habría otro igual. Nada podía convocarla<br />

allí afuera. <strong>La</strong> muchedumbre reía<br />

empapada en la estupefacción de los<br />

animalitos, cada quien con el suyo en<br />

la tarde de estío: Julieta mientras tanto<br />

entrecerraba las cortinas, dirigiéndose<br />

hacia el centro de su vientre, de regreso<br />

a sus entrañas.<br />

Desanudada en la penumbra tibia, en la<br />

casa silenciosa que aguardaba la llegada<br />

del otoño, se arrebujó entre las sábanas.<br />

23


24<br />

CAMALEÓN<br />

Por Alfredo Olmos Hernández


<strong>La</strong> tarde era tormentosa, el vidrio recibía<br />

un inmenso y eterno ataque<br />

de gotas mientras se iluminaba por<br />

los relámpagos y se estremecía por el<br />

estruendoso sonido del rayo.<br />

Lo cierto es que el hecho de estar escribiendo<br />

los informes del instituto me distraía<br />

de la tormenta que se desataba en el exterior,<br />

al punto de no darme cuenta de que los<br />

camilleros luchaban por poder entrar.<br />

El ruido de los truenos me impidió<br />

escuchar los pasos apresurados que<br />

se aproximaban a mi oficina. Así que<br />

cuando la puerta se abrió de súbito no<br />

pude evitar dar un salto golpe, producto<br />

de la sorpresa.<br />

—Doctora Madison, tengo que hablar<br />

con usted.<br />

El hombre que se encontraba frente<br />

a mí era el doctor Samuel; él era el encargado<br />

máximo del Instituto Kayman,<br />

por lo que su sola presencia en mi oficina<br />

era señal inequívoca de que algo<br />

importante exigía mi presencia.<br />

—Dígame, doctor.<br />

—Acompáñeme a mi oficina por favor,<br />

doctora.<br />

Esas palabras por un momento me<br />

hicieron dudar, pues sonaba a que iba<br />

a despedirme; aunque siguiendo las<br />

políticas del asilo tendría que abandonar<br />

mi puesto inmediatamente, y con<br />

el clima esto era prácticamente inhumano,<br />

así que me contuve y proseguí<br />

a seguir al doctor Samuel a su oficina.<br />

El pasillo era frio, oscuro y estrecho;<br />

estaba construido con un tabique que<br />

por el tiempo y la humedad tomo un<br />

tono grisáceo, las pocas luces que iluminaban,<br />

combinadas con las altas<br />

ventanas iluminadas a momentos por<br />

los rayos, le daban al corredor en general<br />

un aspecto tétrico, que hubiera hecho<br />

temblar a otro con cualquier rayo.<br />

Después de cada sonido de los truenos<br />

se podía escuchar una serie de gritos,<br />

producto de los pacientes que albergaba<br />

el instituto, pues su prolongado confinamiento,<br />

mezclado con sus enfermedades<br />

mentales previamente adquiridas, había<br />

desarrollado una conducta de histeria en<br />

noches de tormenta como esta.<br />

Al término del pasillo se encontraba<br />

una puerta de madera con cerradura<br />

metálica oxidada, dentro de esta puerta,<br />

estaba la oficina del doctor Samuel;<br />

la oficina era un lugar oscuro, con humedad<br />

en las paredes, estas se encontraban<br />

cubiertas por grandes estantes<br />

de libros, todos de gran volumen y<br />

acordes a la psiquiatría.<br />

—Doctora, como sabe, aquí se siguen<br />

ciertos protocolos con los nuevos, para<br />

poder darles acceso a los casos superiores.<br />

—Sí, estoy consciente, sé que se les tiene<br />

a prueba por tiempo de un año (que<br />

es el tiempo que llevo laborando en el<br />

instituto) y es por eso que no se me ha<br />

dado acceso a los enfermos más graves.<br />

—Así es, doctora. Pero como usted lo<br />

dijo, ya ha cumplido con el año, por lo<br />

que ya tiene acceso a todos los pacientes<br />

del instituto, y como política del<br />

mismo, le dejaré elegir un paciente.<br />

—Me da mucho gusto, y desconocía<br />

que sólo podía uno.<br />

—Como usted sabrá debo distribuir<br />

mis pacientes con todos los psiquiatras,<br />

usted seguirá con los pacientes inferiores<br />

que tiene pues se debe de dar<br />

continuidad con su tratamiento, únicamente<br />

los superiores, me atrevo a<br />

cambiarles su psiquiatra, pues el estar<br />

en esa condición implica que la técnica<br />

no ha estado funcionando y que es necesario<br />

buscar alguien con quien si se<br />

habrán psicológicamente hablando.<br />

—Bueno, en ese caso quiero al Camaleón.<br />

25


—¿En verdad quiere al más complicado<br />

verdad?<br />

—Sí, quiero conocer al más grande<br />

caso del instituto.<br />

—¿Y ya conoce su historia?<br />

—No, si me hiciera el favor de contármela.<br />

—El camaleón era antes un doctor en física<br />

de partículas, él desarrolló una teoría de<br />

que los cuerpos de todos nosotros poseen<br />

un rastro electromagnético propio que es<br />

responsable de mantener nuestros átomos<br />

agrupados en esta forma en específico, así<br />

este rastro electromagnético es el responsable<br />

de que tengamos esta forma y no otra.<br />

—Y las cosas… ¿también tienen este<br />

rastro electromagnético?<br />

—Sí, este le da la forma a toda la materia<br />

del universo. Si no existiera, nosotros nos<br />

desintegraríamos y solo seriamos átomos<br />

y moléculas flotando en el espacio.<br />

—Eso es… es extraordinario.<br />

—Eso pensó él al principio, después<br />

buscó cómo poder manipular este<br />

rastro. Sin embargo sus experimentos<br />

fallaron, no calculó de manera adecuada<br />

la resistencia de sus materiales y el<br />

experimento le explotó en la cara, desintegrándolo<br />

al instante.<br />

—¿Y entonces como es que él está aquí?<br />

—Después de la explosión todos lo dieron<br />

por muerto, pero a los pocos días reapareció<br />

en el lugar de la explosión. ¡Él<br />

había vuelto de la muerte! Y con una<br />

nueva habilidad. ¡Podía replicar el cuerpo<br />

de cada persona en el planeta!<br />

—¡Esa es una habilidad fantástica!<br />

26


—Así fue en un inicio, sin embargo, a<br />

parte de cambiar su cuerpo, algo cambió<br />

en su mente y dedicó sus habilidades al<br />

crimen. Comenzó a suplantar identidades,<br />

realizando una serie de fraudes.<br />

—¿Cómo pudo desperdiciar su poder?<br />

—Al parecer el destino le cobró su<br />

afrenta, y el precio de haber desarrollado<br />

esto fue la locura. Vayamos a verlo,<br />

para que pueda comprenderlo con sus<br />

propios ojos.<br />

Volvimos al oscuro y sombrío pasillo,<br />

recorrimos las celdas de las mentes<br />

más retorcidas del instituto: un pasillo<br />

lleno de oscuridad que se encontraba<br />

repleto de gritos y rostros pegados a<br />

las puertas, realizando las muecas más<br />

retorcidas jamás concebidas.<br />

Al final del pasillo se encontraba una<br />

celda asilada, dentro de ella había un<br />

cuerpo sometido a una camisa de fuerza<br />

del triple de ancho que las normales,<br />

aquel cuerpo no tenía rostro; solo una<br />

figura amorfa blanca como cabeza.<br />

Nuestros pasos causaron eco en el<br />

recinto y aquella forma pareció voltear<br />

a vernos. De inmediato comenzó a cambiar<br />

a tomar una serie de rostros, uno tras<br />

otro. Todos con cara de desesperación.<br />

—Y he aquí el camaleón buscando<br />

desesperadamente un rostro que hace<br />

años dejó de existir, durante un tiempo<br />

quiso suplantar identidades ya hora el<br />

mismo se ha quedado sin identidad.<br />

Un hombre que ya ni siquiera sabe<br />

quién es.<br />

27


28<br />

LA RAZÓN<br />

DEL MONSTRUO<br />

Por Félix López Jurado


El hielo alumbraba las calles, aún<br />

con el otoño cerniéndose. Se apartó<br />

de la ventana y miró la mesa; los<br />

huesos del pollo descansaban en el envase.<br />

Al lado, un informe lo apremiaba:<br />

«Asesinato en la casa de los Rodríguez.<br />

Acudir de inmediato».<br />

Miró el reloj: las 10:15. Estiró las<br />

mangas del saco verde y se calzó botas<br />

gruesas. Una cicatriz en la mejilla<br />

acompasaba su respiración. Salió, dejando<br />

huellas profundas en la nieve,<br />

y caminó hasta una casa con la verja<br />

derruida, el techo agrietado y la puerta<br />

abierta. En la calle, el auto del comisario,<br />

que se oxidaba con el frío. Extendió<br />

su vista y vio dos hileras de huellas<br />

idénticas. El comisario lo esperaba en<br />

la casa, detrás de la zona acordonada.<br />

Un cuadro y una pluma yacían allí. Le<br />

estrechó la mano y dijo:<br />

—¿Algo relevante? Por cierto, ¿se puede<br />

cerrar la puerta?<br />

—Lo intentamos, pero siempre vuelve<br />

a su posición. Tiene un mecanismo<br />

o algo parecido. En lo que se refiere al<br />

crimen, hay y no hay.<br />

—¿Y cómo es eso?<br />

—Mire —se mesó el bigote—, ¿ve los<br />

objetos tirados? Creemos que tuvieron<br />

algo que ver cuando el asesino escapó.<br />

Por otra parte, hay un testigo que dice<br />

saber algo, pero no le he interrogado<br />

todavía. Lo esperaba a usted.<br />

—Entiendo. ¿Dónde está el cuerpo?<br />

—Lo tienen en otra habitación —indicó<br />

una puerta a su derecha—. Están haciendo<br />

la autopsia. Yo traeré al testigo.<br />

<strong>La</strong> última vez se estaba chupando los<br />

dedos, el pobre.<br />

Asintió y entró. El médico examinaba<br />

al cadáver en la camilla. Se acercó;<br />

no tenía mutilaciones y parecía joven,<br />

pero el negro invadía cada recoveco.<br />

En la frente tenía escrito: «El sueño de<br />

la razón produce monstruos».<br />

—Es de Goya. ¿Saben cómo murió?<br />

—<strong>La</strong> pluma tenía una aguja con tinta<br />

envenenada —dijo el médico.<br />

—Una inyección, entonces… ¿No encontraron<br />

muestras de ADN?<br />

—No, debe haberla utilizado con los<br />

guantes, el muy astuto. Le produjo<br />

convulsiones, eso explica la lengua y<br />

los ojos.<br />

Lo examinó, pero el negro impedía ver<br />

los indicios. En los ojos no se distinguía<br />

el iris, y su boca asemejaba un abismo.<br />

—Por ahora no tengo nada más que<br />

decir.<br />

Regresó a la escena del crimen y vio<br />

al comisario con un hombre enclenque,<br />

demacrado, frotándose la frente.<br />

—¿Es el testigo?<br />

—Sí.<br />

—¿Cómo te llamas?<br />

—Yo…no quiero dar mi nombre. Si el asesino<br />

se… se entera, ¡me perseguirá! —llevó<br />

las manos a su cabeza y empezó a temblar.<br />

—Cuéntenos qué pasó y le prometo<br />

que no sucederá nada.<br />

Tragó aire, y cuando habló, su voz se<br />

había calmado.<br />

—Soy un vecino de los Rodríguez.<br />

Ayer por la noche iba a comprar comida<br />

cuando pasé por la casa y la puerta<br />

estaba abierta. Me pareció oír un ruido,<br />

y ya sabe usted que últimamente la<br />

ciudad anda desprotegida. En fin, que<br />

entré y vi a un tipo arrodillado, con los<br />

ojos muy abiertos y una cinta en su<br />

boca. Me oculté y el asesino apareció<br />

con la pluma, se acercó, le sacó la cinta<br />

y se la clavó en la lengua. El tipo se<br />

desplomó y el otro garabateó algo en su<br />

frente. Creo que detectó mi presencia<br />

porque… se asustó y se golpeó… con<br />

un cuadro, creo —miró a la habitación,<br />

29


con su voz temblando—, y salió. Esperé<br />

un rato, me acerqué al tipo y, oh, lo que<br />

le había hecho, ¡Dios! —empezó a llorar.<br />

—¿No recuerda algo más?<br />

—Yo… creo que el asesino dijo hijo…<br />

—¿Qué más?<br />

—Que le recordaba a… a la madre. No<br />

sé más, ¡es horrible!<br />

—Tranquilícese, ha hecho un buen<br />

trabajo —se dirigió al comisario—. Inspeccionaré<br />

el cuadro.<br />

Traspasó el cordón, se acercó al cuadro<br />

y lo levantó: Saturno devorando a<br />

su hijo.<br />

—Admirador de Goya, como me lo<br />

esperaba.<br />

—Pues genial, identificamos al muchacho,<br />

buscamos al padre y lo mandamos<br />

para que se pasee un poco por la cárcel<br />

—No quiero adelantar nada.<br />

Examinó de cerca al testigo, sin que se<br />

diese cuenta, y vio un moretón en su frente.<br />

—¿Cómo se hizo eso?<br />

—Cuando salí corriendo, me golpeé<br />

sin querer contra la puerta —su voz ya<br />

no vacilaba.<br />

—Vamos, no va a creer que está mintiendo<br />

el tipo —le susurró el comisario—.<br />

¡Si estaba temblando y todo!<br />

—Pues yo creo que es el culpable.<br />

Señaló al testigo, que sonreía sin<br />

inmutarse.<br />

—¿Por qué cree eso?<br />

—Es muy fácil; antes de entrar vi, a lo<br />

lejos, dos hileras de huellas idénticas<br />

en tamaño y profundidad.<br />

—Teniéndolo a usted, me esperaba<br />

una mejor excusa. Cualquiera puede<br />

30


confundir las huellas, sobre todo si las<br />

ve a lo lejos.<br />

—En eso tiene razón —intervino el<br />

comisario.<br />

—No me ha dejado terminar. Segundo<br />

(o primero, si desestimamos las<br />

huellas) usted nunca mencionó algún<br />

rasgo físico del asesino, a pesar de tenerlo<br />

relativamente cerca.<br />

—<strong>La</strong>s sombras me impedían verlo con<br />

claridad —se encogió de hombros.<br />

—Tercero —dijo, sin hacer caso—, antes<br />

de contar lo sucedido, estaba muy<br />

nervioso y no quiso decirme el nombre.<br />

Luego comenzó a hablar y se estabilizó,<br />

como si se lo hubiese aprendido de memoria.<br />

Pero, al mencionar el golpe, empezó<br />

a perder el hilo de la conversación,<br />

y lleva usted un moretón en la cabeza.<br />

Dudo de que se haya golpeado contra<br />

la puerta, ya que nunca mencionó que<br />

se cerrara cuando el asesino se marchó,<br />

y efectivamente, no se cierra nunca. Si<br />

la oscuridad le impedía ver las cosas,<br />

no hubiese relatado con tanta exactitud<br />

el principio.<br />

El testigo apretó sus puños y empezó<br />

a gritar y a llorar. El comisario se abalanzó<br />

y lo esposó.<br />

—¡No sabe lo que pasé! ¡Esa mujer<br />

me destrozó la vida! ¡Y mi hijo también!<br />

—dijo, con la cara en el suelo.<br />

—Lléveselo de aquí. Quizá tenga<br />

trastorno de personalidad, por lo del<br />

vecino, o amnesia momentánea, pero<br />

no dudo de su culpabilidad —dijo al<br />

comisario, mientras salía para ver la<br />

ciudad helada.<br />

31


LOS JÓVENES<br />

Y LA REALIDAD<br />

ANTE LA LECTURA<br />

Por Geovanny Michell Morales de los Santos<br />

Los libros han sido relevantes en nuestras<br />

vidas desde que tenemos uso de<br />

conciencia, recuerdo que desde mi<br />

infancia, en la escuela se nos inculcaba<br />

hacia el uso de la lectura y el poder de<br />

conocimiento que adquirimos gracias a<br />

ella, hoy en día sigo escuchando lo mismo<br />

por todos lados, la insistencia por todos<br />

lados que tomemos un libro ha sido<br />

tan grande que siento que hemos hecho<br />

poco o nada por tener un suficiente habi-<br />

32<br />

to de lectura. Y no únicamente los Mexicanos<br />

tenemos un mal habito, en todo el<br />

mundo la lectura presenta un déficit que<br />

merece ser impulsado y llevado a una<br />

práctica más allá de las escuelas.<br />

<strong>La</strong> variedad de libros que existen hoy<br />

en día pueden cubrir las necesidades<br />

de lectura de cualquier joven promedio<br />

de hoy en día y existen variedades que<br />

están destinadas al entretenimiento y<br />

hasta los libros de ciencia.


Se estima que a partir de los doce<br />

años los adolescentes empiezan un decrecimiento<br />

de este hábito y al llegar a<br />

los catorce años es casi exclusivo para<br />

chicas, que al llegar a los quince la lectura<br />

permanece pero existe un rechazo<br />

o un apego casi obligado que sigue<br />

disminuyendo.<br />

El uso de diferentes medios tecnológicos<br />

para leer a brindado un soporte en<br />

los últimos años principalmente para<br />

este sector que demuestra que la lectura<br />

mediante Tablet es cada vez mayor<br />

pero el resultado es alarmante cuando<br />

llegan a la mayoría de edad que no logran<br />

adaptarse a ningún soporte.<br />

<strong>La</strong>s causas que llevan a estos números<br />

son ocasionadas por muchos<br />

factores como falta de análisis, por eso<br />

es necesario que sepan identificar la información<br />

y tengan una mayor riqueza<br />

en su vocabulario y entiendan un libro<br />

33


lo cual se puede lograr mediante un<br />

método que fomente la lectura.<br />

<strong>La</strong>s preferencias de los jóvenes están<br />

orientadas hacia muchos géneros pero<br />

encabezan las sagas fantásticas principalmente<br />

los best sellers globales, seguidas de<br />

autores de moda como John Green y también<br />

sin olvidar los clásicos de generación<br />

atrás generación que van desde <strong>La</strong>ura Gallego<br />

a Julio Verne. También son atraídos<br />

por 50 sombras de Grey desde temprana<br />

edad gracias al uso de la publicidad. El género<br />

comic también se hace presente y predominan<br />

los lectores más que las lectoras.<br />

<strong>La</strong>s novelas adaptadas a la pantalla cinematográfica<br />

ha sido muy de moda en los<br />

últimos años haciendo que los jóvenes consigan<br />

estos títulos aunque sean para una edad<br />

adulta y ayudan a ampliar la variedad y que<br />

el consumo sea compartido en ambas partes.<br />

<strong>La</strong> manera virtual que consiguen estos<br />

títulos son a través de sitios de internet<br />

como Wattpad o mediante plataformas<br />

celulares como Market, donde pueden<br />

compartir la información y acceder a libros<br />

gratuitos, pocos son los casos donde se acceden<br />

a pagar por un libro en internet a que<br />

la mayoría lo sigue haciendo de una forma<br />

habitual a través de una librería con el dinero<br />

que le dan sus padres. Otra parte prefiere<br />

leer la colección de libros que comparten<br />

en casa en la biblioteca familiar.<br />

34


35


ANTROPÓFAGOS<br />

NOCTURNOS<br />

Por Ingrid Domínguez <strong>La</strong>gunes<br />

36


No puedo más, cada roce con la sábana<br />

es un martirio, esa maldita<br />

sábana que es nido de miles de<br />

bichos con patas velludas como marineros<br />

de un puerto olvidado y maldito<br />

por la deshonra, patas asquerosas que<br />

sirven de marco para cuerpos rechonchos<br />

donde almacenaron, almacenan y<br />

almacenarán hojuelas de mi piel muerta.<br />

Ya no puedo más, esta es la tercer<br />

noche en que no logro dormir nada<br />

por el terror a esos malditos animalillos<br />

demoniacos que se regocijan en mi<br />

desgracia, escucho sus risas luciferinas<br />

y siento sus deditos subir por mi pie derecho,<br />

los malditos dan dos pasos para<br />

arriba y uno para abajo como para marcar<br />

un danzón de tortura pura. No puedo,<br />

no puedo, cada segundo es agonía.<br />

Creí que la solución más simple sería<br />

zangolotear las piernas de vez en cuando<br />

para detenerlos, pero los hijos de<br />

puta se reunieron en la esquina derecha<br />

de la cama, esa esquina a la que mi<br />

capacidad auditiva no llega y lo saben…<br />

¡Oh, claro que lo saben! Para planear<br />

la manera de asediarme sin tener que<br />

arriesgar sus propios exoesqueletos.<br />

Planearon todo por al menos dos noches,<br />

noches que disfrute sumergida en<br />

la ignorancia de su complot magistral,<br />

noches en las que soñé con esos tiempos<br />

en los que el conocimiento de parásitos<br />

externos se limitaba a expertos de<br />

la salud y no a la comunidad en general.<br />

Pero el día del ataque casi troyano llegó<br />

y los sentí subir la falange distal de<br />

uno de los dedos de mi brazo izquierdo.<br />

¡Cerdos inmundos! Ya no hay escapatoria.<br />

Subieron de la manera más lenta<br />

que pudieron idear en sus cabecitas microscópicas<br />

y silbaban lo que parecía<br />

una imitación pueril del «cascanueces»<br />

mientras jalaban con pausas innecesarias<br />

las hojuelas de piel muerta que<br />

veían a su paso. Pero el terror nocturno<br />

no paro ahí, no señor, decidieron ponerse<br />

los pedazos de dermis occisa en<br />

el lomo y seguir caminando hasta llegar<br />

a mi oído, trayecto que les tomó horas<br />

debido a la longitud de mis brazos y el<br />

ínfimo tamaño de sus piernitas.<br />

Pero llegaron, claro que lo hicieron.<br />

¡Esas bestias! ¡Esos rufianes! Y una vez<br />

posaron su set de fiesta liliputiense en<br />

el pabellón de mi oído, ahí y solo ahí.<br />

¡Esos bastardos! Comenzaron a masticar<br />

a mandíbula tendida poco a poco la<br />

piel muerta, toda la noche escuché esos<br />

crujidos diminutos acompañados de<br />

plática. Lo peor es que podía entender<br />

su idioma, charlaban sobre otras casas,<br />

otras camas y otros dormidores ignorantes<br />

de su situación de banquete, que visitaban<br />

de vez en cuando para cambiar de<br />

aires. «A esta le falta sal», vocifero uno,<br />

haciendo que se me helara la piel, misma<br />

que empezó a soltar un sudor frío y<br />

abundante. «Probablemente tenga pesadillas»,<br />

dijo otro, con una voz más<br />

atroz. «Tal vez… nos pueda oír», y todos<br />

lo acompañaron con carcajadas sobre<br />

cargadas de maldad diminuta. «Oye, tú,<br />

¿nos entiendes?» gritó otro, cerré los ojos<br />

y apreté los puños, empecé a temblar y a<br />

rezar al derecho y al revés las pocas o la<br />

única oración que me sabía. Tal vez me<br />

desmayé o me desplomé por el agotamiento<br />

mental de repetir palabras una<br />

y otra vez pero, antes de darme cuenta,<br />

estaba durmiendo profundamente.<br />

Me dejaron de molestar por dos semanas,<br />

dos maravillosas, exquisitas,<br />

dichosas semanas de sueños alegres.<br />

Pero la dicha no es infinita, oh no, por<br />

supuesto que no. Mientras preparaba<br />

el desayuno noté un ligero ardor en la<br />

parte interna del oído, esa parte impo-<br />

37


sible de rascar, pero decidí ignorarlo y<br />

continuar batiendo el huevo. El ardor<br />

poco a poco se volvió cosquilleo y el<br />

cosquilleo se volvió sonido y el sonido<br />

pisadas y las pisadas risas y las risas<br />

voces y las voces… ¡No, por favor no!<br />

Estaban en mi oído, parrandeando en<br />

mi tímpano, saltando de un lado a otro,<br />

haciendo banquetes de cerilla y carreras<br />

clandestinas en mi pabellón auricular…<br />

No podía soportarlo. Intente con<br />

el dedo, luego una cuchara, nada lograba<br />

sacarlos de ahí. Intente echarme<br />

agua, alcohol, aceite… todo. Me puse<br />

de cabeza lo más que pude, la sumergí<br />

en una cubeta de agua. ¡Nada! ¡Nada!<br />

¡Nada! ¡Nada los sacaría de mí nunca!<br />

Destrozada y sollozando regresé a la<br />

cocina, olvidé desayunar y ahora sentía<br />

un ardor inaguantable en la boca del es-<br />

38


tómago, vi el tazón con el huevo revuelto<br />

y pensé en ponerle un poco de espinaca.<br />

Busque la tabla para picar y el cuchillo,<br />

con su brillo espectral y esa punta tan<br />

fina que caracteriza a los cuchillos, una<br />

punta delicada y fina. Fina como un alfiler,<br />

como unas tijeras como… ¡Claro, no<br />

he intentado con…! Tomé el cuchillo y sin<br />

pensarlo dos veces lo hundí hasta el fondo<br />

en mi oído. Sentí un crujido y un dolor<br />

agudo pero ¿qué era eso?: silencio total,<br />

adiós vocecitas, adiós risas, adiós ácaros<br />

demoniacos. Sentí un alivio sobrenatural<br />

que estaba acompañado de la sensación<br />

de un líquido caliente se deslizaba como<br />

serpiente por mi cuello. El cuerpo se me<br />

puso flojo, no sentía las rodillas y caí desmoronada<br />

en el piso, un frío espeluznante<br />

pero reconfortante me recorrió la médula<br />

y por fin logré dormir en paz.<br />

39


40<br />

AMANTES<br />

DESATADOS<br />

Por Juan Pablo Goñi Capurro


—<strong>La</strong> mujer montó sobre la mesada, colocó<br />

un pie acá, y el otro, junto a la cocina.<br />

Bien adelante, para sostenerse con las<br />

manos casi contra la pared, las piernas<br />

abiertas, alzándose para que el tipo la<br />

pudiera penetrar. Como hacía frío, tenían<br />

las hornallas prendidas, en un movimiento<br />

se le corrió el pie y se quemó.<br />

Ninguna tortura, se quemó sola.<br />

—¿Y los signos de violación?<br />

—Ahí mismo. Al quemarse la mujer se<br />

sacudió; una reacción de reflejos, lógica.<br />

El tipo no se dio cuenta, la tenía<br />

adentro. Forcejearon; él, creyendo que<br />

ella se excitaba, impulsó más fuerte.<br />

Debido a eso aparecen laceraciones en<br />

la zona, iba con fuerza y ella hizo movimientos<br />

sorprendentes.<br />

—Es una interpretación de locos,<br />

Maswiz. De novela policial, parezco<br />

Watson escuchando a Sherlock Holmes,<br />

falta que aparezca un mono en la trama.<br />

—Qué mono, ni qué mono. Todo concuerda.<br />

Fijate, está depilada por completo,<br />

como una nenita. Estaba preparada<br />

para el sexo, la mayoría tiene un cavado.<br />

—Por favor, ahora la depilación es<br />

una prueba.<br />

—Así se explica todo. En esos sacudones<br />

instintivos, se dio la cabeza con<br />

el extractor, por eso el golpe en la sien.<br />

Muerte accidental, más claro imposible.<br />

—Lástima que no hay sangre en el<br />

extractor.<br />

—<strong>La</strong> sangre salió después del golpe.<br />

—¿Y los moretones en los brazos?<br />

—Por la postura. El tipo la agarraba para<br />

embestir. No es la primera vez que una<br />

pose sexual termina en un caso mortal,<br />

como los que se ahogan con las bolsas<br />

jugando a eso que te corta la respiración.<br />

—No quiero escuchar más, he oído cosas<br />

absurdas pero esto supera lo imaginable.<br />

—¿Dónde follás, vos?<br />

—Andá a la puta que te parió, Maswiz.<br />

—En la cama, como el misionero, seguro.<br />

Sos un aburrido, Olivera. Ni el<br />

Kamasutra leíste, me la juego. Ahora<br />

la gente busca otras motivaciones, le<br />

agrega pimienta al asunto.<br />

—Yo no pienso firmar una muerte<br />

accidental.<br />

—¿Quién te dijo que firmes muerte<br />

accidental? Eso corre por cuenta de la<br />

justicia, no de nosotros. Vos poné paro<br />

cardiorrespiratorio, todos se mueren<br />

porque se les detiene el corazón. Agregá<br />

traumático, si querés, para cubrirte.<br />

—Yo ni siquiera tendría que estar acá.<br />

—¿Y? Podés irte, llamo a otro.<br />

—¿Qué tenés que ver con el asunto?<br />

Dame fuego.<br />

—No fumes adentro, a Mariela no le<br />

gustaba.<br />

—Mariela está muerta, ¿o eso también<br />

lo vas a poner en duda?<br />

—Si fumás, vas a modificar la escena<br />

del crimen.<br />

—¿No acabás de decirme que no era<br />

un crimen?<br />

—Olivera, si hay olor a cigarrillo, puede<br />

entenderse que el tipo hizo algo en<br />

contra de la voluntad de ella. <strong>La</strong> familia<br />

va a poner un abogado, y van a traer<br />

amigas a declarar que no permitía que<br />

se fumara en la casa.<br />

—¿Van a poner un abogado y todavía<br />

me lo decís tan campante? Van a poner<br />

un abogado y querés que firme un<br />

certificado…<br />

—Con los abogados no pasa nada,<br />

Olivera. Haceme caso, que sé cómo<br />

no levantar sospechas. Aguantate las<br />

ganas de fumar y esto pasa sin objeciones.<br />

No le compliquemos las cosas al<br />

pobre Arturo.<br />

—¿Arturo? Me dijiste que Arturo no estaba<br />

cuando pasó, ¿era Arturo el violador?<br />

41


—Ningún violador, cuidá lo que decís,<br />

sos médico, la gente le da importancia<br />

a lo que dice el médico. Decí: el amante.<br />

Y no, Arturo no era. Por eso estamos acá,<br />

para que se trate todo lo más rápido posible.<br />

Bastante tiene con enterarse de<br />

los cuernos, el pobre, como para que lo<br />

hagamos desfilar por los tribunales.<br />

—Hay semen, Maswiz, hay ADN, Arturo<br />

no va a zafar.<br />

—¡Te digo que no es Arturo! Y si hay semen,<br />

no hay violación. Los delincuentes se cuidan,<br />

se ponen forros para que no quede evidencia.<br />

Este era un amante, se ve que Mariela<br />

buscaba cosas que Arturo no le daba. Lógico,<br />

el pobre no está para gimnasias.<br />

—Según tu reconstrucción del hecho,<br />

el tipo estaba parado, agarrándole los<br />

brazos. <strong>La</strong> que hacía gimnasia era ella.<br />

—Olivera, Olivera, lo que te falta<br />

aprender. Si no tuviera la matrícula<br />

suspendida, firmaba yo mismo.<br />

—He ahí el quid de la cuestión, no<br />

quiero que me suspendan.<br />

—Listo, no se habla más, llamo a<br />

Mendizábal.<br />

—¿Mendizábal? Es pediatra, no vio un<br />

muerto en su vida.<br />

—Pero sabe lo que le conviene.<br />

—¿Me estás amenazando?<br />

—¿Tenés el número de Mendizábal?<br />

—¿Me estás amenazando?<br />

—Soltame el saco que después queda<br />

arrugado. ¿Qué te pasa? No te estoy<br />

amenazando. Imposible abrirle la cabeza<br />

a un fanático cerrado.<br />

—Sigo sin entender qué tenés que ver<br />

con esto…<br />

—Soy amigo de Arturo, ¿a quién iba a<br />

llamar? Siempre pensamos en los amigos<br />

primero. Por eso te llamé, porque<br />

pensé que eras amigo de él también.<br />

—Lo soy, Maswiz, pero no quiero perder<br />

mi carrera por firmar una locura.<br />

42


—¿Locura? Pario cardiorrespiratorio<br />

traumático, ¿dónde está la locura?<br />

—¿Y si me piden que declare mi impresión?<br />

—Nadie te va a pedir nada, eso te lo<br />

aseguro. Para eso están los peritos,<br />

olvidate. Vos firmás y te vas a tu casa,<br />

Arturo se está encargando de la policía.<br />

Como se va a encargar la semana próxima<br />

de las designaciones en el hospital.<br />

—¿Qué tienen que ver las designaciones<br />

del hospital?<br />

—Como te gusta cambiar de tema!<br />

Ahí tenés el certificado, ya lo redacté,<br />

firmalo y poné el sello. O no lo firmes y<br />

te vas, y vos no viste nada. Decidite, en<br />

cualquier momento llega la policía.<br />

—Yo… tengo dudas.<br />

—¿Quién fue perito policial por veinte<br />

años? ¿Quién sabe cómo se hacen estas<br />

cosas?<br />

—¿Sabés qué? Me superaste Maswiz,<br />

me superaste. Te firmo y me voy a buscar<br />

a mi mujer, falta que no lleguemos<br />

al cine.<br />

—Así me gusta, amigo. Gracias. Te acompaño<br />

hacia la puerta, ¿qué van a ver?<br />

—Una comedia, no me acuerdo el<br />

nombre.<br />

—Te va a venir bien reírte un rato.<br />

¡Chau! Saludos a Pitina.<br />

—Chau, Maswiz, decile a Arturo que lo<br />

lamento.<br />

Olivera se hubiera marchado; certificado<br />

en mano, Maswiz hubiera<br />

traído la ambulancia de la cochería y<br />

a esa hora la estarían velando. Pero<br />

Maswiz ha muerto tres meses atrás<br />

y Olivera está de paseo por Miami,<br />

comprando zapatillas baratas, dejándolo<br />

sin chances de evitar el cuarto<br />

enrejado y las esposas, donde<br />

Arturo aguarda un nuevo interrogatorio,<br />

recreando diálogos que evitan<br />

el triste final.<br />

43


EL<br />

TRASPIÉ SOBRE<br />

LA CARRETERA<br />

Por Juan Rodríguez Pérez<br />

44


Llegó a su casa, con el temor de abrir<br />

la puerta y que un monstruoso ser<br />

lo devorase. Eran las doce de la noche.<br />

<strong>La</strong> luna se encontraba en su punto<br />

más alto, álgida, tranquila, en completa<br />

calma y serenidad. Era ya de madrugada,<br />

y en las inmediaciones solo quedaba<br />

una espesa niebla, mientras la<br />

perilla de la puerta giraba lentamente,<br />

con cautela, esperando no romper el<br />

enmudecimiento que se mantenía en<br />

la oscuridad.<br />

El oficial Pérez continuaba atónito.<br />

Se sentó al borde de su cama, mientras<br />

la luz lunar se regodeaba en sus sábanas<br />

todavía sin tender. El tiempo transcurría,<br />

y el oficial perdido en la incierta<br />

finitud de su mirada, recordó aquel<br />

ataúd, aquella caja de madera que<br />

colapsó el tráfico en horas de la tarde—.<br />

¿De quién era? ¿Qué habría? —se<br />

preguntaba Pérez, todavía de lleno en<br />

su trance, dialogando inconclusamente<br />

con el susurro tácito de sus labios, y<br />

con ciertas ojeras que lo acompañaban.<br />

Era en definitiva, lo que más le inquietaba<br />

¿Quién estaba dentro del<br />

ataúd? Pensó en llamar al brigadista<br />

Yepes, quien notificó la detención de<br />

miles de vehículos por un cajón rectangular<br />

de madera, que apareció de<br />

la nada en la vía—. Tal vez vio algo que<br />

no nos quiso decir —pensó el oficial,<br />

que ahora bebía agua frente a un espejo<br />

maltrecho. Recordó también, con<br />

la mayor exactitud y lucidez, la gran<br />

fila de autos que se hacía tras el ataúd.<br />

Recordó haber visto un Volkswagen,<br />

un Porsche, un Mazda, un Mitsubishi y<br />

un campero hermoso que siempre ha<br />

querido comprar: Un <strong>La</strong>nd Rover de<br />

1998—. Es viejo —recuerda haber dicho<br />

el oficial, al avistar el automóvil detenido<br />

en medio del caos. <strong>La</strong>s personas se<br />

asustaban, pues no sabían qué hacer—.<br />

Muévanlo —replicaban algunos—. No,<br />

que tal eso tenga algo adentro ¡No lo<br />

muevan! —refutaban otros. El sinfín<br />

de voces en retrospectiva dentro de<br />

la rocambolesca cabeza de Pérez, se<br />

silenció al escuchar el golpeteo de las<br />

puertas. Alguien tocaba con temblor su<br />

aldaba contra la crujiente madera.<br />

—Oficial, que pena interrumpirlo<br />

tan tarde —decía Yepes el brigadista,<br />

quien con la palidez extraña de su rostro,<br />

observaba con ojos penetrantes<br />

al oficial—. Tengo que decirle algo; es<br />

urgente, me va a tratar de bobo, pero<br />

necesito que me escuche.<br />

El silencio de las afueras se cambió<br />

por el paso veloz de automotores sobre<br />

la vía, los cuales dejaban una nube<br />

espesa de polvo que hacía toser a Yepes,<br />

quien aguantándose las ganas de<br />

tiritar a muerte, continuaba relatando<br />

sus ignominias al oficial Pérez—. Tengo<br />

miedo oficial, no se lo niego —decía Yepes<br />

mientras encendía un cigarrillo—.<br />

Yo vi esa vaina llegar de la nada. Estaba<br />

con los ojos abiertos, poniendo infracciones<br />

por doquier, cuando salió, no<br />

sé de dónde. Un señor empezó a pitar<br />

coléricamente, entonces me asomé y vi<br />

ese ataúd grandísimo atorado en toda<br />

la mitad de la calle. Creí que se le había<br />

caído a algún camión que lo transportaba,<br />

pero no, ningún carro había pasado<br />

por allí en aproximadamente cinco<br />

minutos.<br />

—¿Cómo siguió el trancón? —preguntó<br />

Pérez, volteando bruscamente su<br />

mirada a la de Yepes, quien se notaba<br />

más calmado.<br />

—Igual, pues bajó porque a esta hora<br />

poca gente va en carro ¿Por qué? —<br />

preguntaba Yepes con otro cigarrillo a<br />

punto de extinguirse.<br />

45


—Porque vamos a mirar qué mierdas<br />

tiene ese ataúd adentro —dijo Pérez,<br />

acabando el tinto de un largo sorbo.<br />

—¿Se enloqueció? —Yepes abrió los<br />

ojos más de lo habitual—. ¿Qué tal sea<br />

una bomba? ¿O un muerto? No podemos<br />

tocar evidencia, usted lo sabe; y<br />

estando en medio de este pueblo lejano,<br />

nos toca esperar hasta las cinco<br />

que llega la SIJIN y… —Yepes quedó<br />

con la palabra en la boca, pues el oficial<br />

en cuestión de segundos, estaba<br />

completamente vestido, y cargando su<br />

revólver, en caso de necesitarlo.<br />

Avanzaron hacia el horizonte, donde<br />

se dibujaba la carretera en vertical.<br />

Aquella vía emanaba luces, avisando<br />

de la existencia de carros pese al ingreso<br />

de la madrugada.<br />

A pesar de haber entre cinco y seis<br />

carros sobre la carretera, el silencio se<br />

apoderaba de la misma. <strong>La</strong>s luces continuaban<br />

encendidas, y los conductores al<br />

volante dormían plácidamente. El ataúd,<br />

que parecía aproximarse a los dos metros<br />

de largo, continuaba tendido sobre la vía.<br />

Yepes temblaba y caminaba con lentitud—.<br />

Por favor Oficial, no lo toque,<br />

de pronto sea algo malo —decía el brigadista<br />

que habiendo quedado atrás,<br />

alzaba la voz con la esperanza de ser<br />

escuchado por el oficial Pérez, quien ya<br />

se encontraba en la cercanía del ataúd.<br />

El escándalo de Yepes alertó a los<br />

conductores, quienes sin decir palabra<br />

alguna, observaban el paulatino acercamiento<br />

de Pérez al ataúd. El oficial<br />

estaba a un metro del cajón, lo miró con<br />

46


detenimiento. No vio cruces. No había<br />

cerraduras. No había nada. Se veía lijado<br />

a la perfección. Observó también, que<br />

las luces de los automóviles reflejaban<br />

el barnizado mate de la tapa. Lo movió<br />

y el eco hizo el silencio más profundo de<br />

la noche: No había nada adentro. El cajón<br />

pesaba, pero de todos modos Pérez<br />

lo movió con sus manos congeladas. Yepes<br />

quedó helado, mientras observaba<br />

el ataúd moviéndose hacia sus pies. Pérez<br />

lo empujaba del otro lado.<br />

Los carros pitaron en forma de agradecimiento<br />

y continuaron su marcha.<br />

Notó el agotado Pérez; pues la madera<br />

del cajón a pesar de todo pesaba, que<br />

entre los vehículos estaba el <strong>La</strong>nd Rover,<br />

cosa que también notó Yepes, pues<br />

los dos se miraron entre sí con picardía.<br />

Adelante, los carros empezaron a rodar<br />

uno por uno por el acantilado. El caos<br />

otra vez se tomó la carretera.<br />

Delante de los automotores, un<br />

bache casi que invisible pero contundente,<br />

situado exactamente debajo<br />

de donde se ubicaba el ataúd, estaba<br />

desviando el curso de los carros, quienes<br />

frenéticamente perdían el control y<br />

al abismo iban a dar. Los estallidos de<br />

los motores no se hicieron esperar, y la<br />

permanente oscuridad de la madrugada,<br />

fue invadida por el fuego luminoso<br />

de los autos estrellados; especialmente<br />

del <strong>La</strong>nd Rover que, siendo el último<br />

en caer, hizo un escándalo estrepitoso.<br />

—¿A qué hora dijo específicamente<br />

que venía la SIJIN? —preguntó Pérez,<br />

tras varios minutos de perpetuo silencio.<br />

47


48<br />

ESCRITORES<br />

SIN SALIDA<br />

PRESENTA A:<br />

HUGO CASARRUBIAS<br />

Una entrevista<br />

por Juss Kadar


Junto a mí, Hugo fue uno de los primero<br />

autores que llegó a Editorial<br />

Dreamers, por eso siempre sentí curiosidad<br />

por conocerle y hacerle algunas<br />

preguntas y gracias a <strong>La</strong> Sirena Varada<br />

he tenido la oportunidad de hacerle algunas<br />

preguntas sobre sus novelas y sus<br />

proyectos como escritor. Un autor que<br />

aterra con sus libros y que incluso se atrevería<br />

a entrar en una casa encantada.<br />

¿Quién es Hugo Casarrubias?<br />

Soy autor de novelas y relatos de terror.<br />

Soy fanático de la música, en especial<br />

rock y metal, sobre todo este último. Padre<br />

de familia de dos pequeños. Dibujante,<br />

lector y gamer en sus ratos libres.<br />

¿Y por qué terror? ¿Cómo decidiste<br />

que escribirías un género que parece<br />

tan complicado? Asustar a un lector<br />

son palabras mayores.<br />

Desde pequeño siempre tuve esa fascinación<br />

por el misterio y el horror,<br />

siempre me llegó y en el encontré un<br />

gusto muy personal. A lo largo de mi<br />

vida siempre quise hacer algo creativo<br />

con esta fascinación, llámese dibujo,<br />

literatura o cine. Me decidí por la literatura<br />

porque está cargada de miles de<br />

emociones a la vez que envuelven al<br />

lector inmediatamente. Se trata de un<br />

arte que profundiza y explora la psique<br />

humana; va más allá de cualquier escena<br />

gore u horror. Es cierto, asustar a<br />

un lector es complicado pero no lo es<br />

tanto si juegas con sus sentimientos.<br />

Sobre todo si logras envolverlo con la<br />

historia, por ejemplo cuando escribo<br />

sobre monstruos o espectros estos<br />

poseen una carga emocional que está<br />

relacionada directamente con el protagonista,<br />

en especial cuando se escribe<br />

una frase cotidiana que envuelve el relato<br />

en misterio. Lo cotidiano también<br />

se vuelve terrorífico y lo terrorífico es<br />

parte de nuestras mentes sanas.<br />

Apetece mucho leer algo tuyo. ¿Tienes<br />

algún escritor de este género u otro<br />

que te guste?<br />

Mis autores de horror favoritos que, de<br />

alguna manera me han llevado de la<br />

mano para escribir mis relatos son: H.P.<br />

Lovecraft y Stephen King, con este último<br />

conocí la literatura de horror. Aparte<br />

de estos autores también me gusta<br />

explorar los rumbos de la fantasía y la<br />

ciencia ficción, como H.G. Wells y J.R.R.<br />

Tolkien y contemporáneos pondría a<br />

Arthur C. Clarke y Steven Erikson, son<br />

los que más me han llegado.<br />

¿Cuál fue tu primera experiencia como<br />

escritor?<br />

Fue en la escuela, cuando tenía ocho<br />

años. Mi profesora nos había dejado<br />

escribir una historia de terror en inglés<br />

dentro de un cuadro de siete líneas. Yo<br />

rebasé las líneas hasta llenar casi por<br />

completo la hoja. Mi profesora me felicitó<br />

por tener tanta imaginación y leí mi<br />

cuento en voz alta para la clase. Desde<br />

ahí ya comenzaba a tener vocación.<br />

¿Crees que ser escritor es difícil? ¿Alguna<br />

vez has querido dejarlo?<br />

Es una cuestión de práctica constante<br />

y una mucha lectura. Mis primeros relatos<br />

eran más sencillos incluso En tinieblas<br />

tiene una narración más sencilla,<br />

no es tan compleja como mis trabajos<br />

posteriores y esto lo fui puliendo con<br />

49


la práctica. En algún momento pensé<br />

en dejarlo pero llegué a la conclusión<br />

de que si lo hacía probablemente me<br />

arrepentiría toda la vida, pues esta es<br />

mi pasión y este es mi momento para<br />

demostrarlo.<br />

¿Cómo trabajas tus novelas? Sigues un<br />

guion o todo surge espontáneamente.<br />

Cuéntanos tus fases desde que la idea<br />

de la novela pasa por tu cabeza y llegas<br />

a escribir la última página.<br />

Bueno primero me llega la idea. Con<br />

base en ella comienzo a indagar en los<br />

posibles escenarios, personajes y situaciones.<br />

A veces tengo una libreta cerca<br />

de mí para anotar lo más importante y<br />

una vez que la idea toma fuerza comienzo<br />

a escribirla como tal. Conforme voy<br />

avanzando en la historia nuevas ideas<br />

comienzan a fluir y cómo van llegando<br />

las voy escribiendo sobre todo en momentos<br />

donde la tensión comienza a<br />

florecer en el relato. Los finales ni los<br />

tengo contemplados porque yo ni siquiera<br />

sé cómo acabará la historia. Me<br />

gusta que sola fluya hasta llegar a un clímax<br />

donde me pueda sorprender.<br />

Qué opinas ahora mismo del mundo literario,<br />

tanto para escritores, como lectores<br />

¿Qué te parece hacia dónde va este<br />

sector? ¿Crees que se tiene una mala<br />

imagen del terror en la literatura confundiéndolo<br />

con el género «gore» a veces?<br />

Creo que la literatura hoy en día a decaído<br />

un poco, pues ahora hay libros<br />

que se han convertido en best sellers<br />

sin tener una real retroalimentación<br />

literaria. Han sido libros que se habían<br />

escrito pensando en acercar a futuras<br />

generaciones hacia ella pero de la<br />

50<br />

mejor manera, no<br />

obstante las sagas<br />

juveniles si lo han<br />

Los finales n<br />

contemplad<br />

yo ni siquie<br />

acabará la h<br />

gusta que sol<br />

llegar a un cl<br />

me pueda s<br />

hecho, manejando<br />

el concepto de la<br />

ciencia ficción y no<br />

son malas realmente,<br />

el problema es que<br />

han sido comparadas<br />

con verdaderas<br />

obras literarias, tanto<br />

clásicas como contemporáneas.<br />

El terror en la literatura<br />

hoy en día también ha evolucionado.<br />

Llevando este género un poco más<br />

allá de lo acostumbrado, se manejan<br />

temas sobrenaturales pero no como<br />

en los ochentas y noventas sino que es<br />

un poco más sutil aunque el concepto<br />

sigue siendo tema de controversia, por<br />

el gore, el splatterpunk y todas estas<br />

cuestiones y no solo en literatura sino<br />

también en el cine.<br />

¿Hay algo de ti en tus personajes?<br />

Pues tal vez un poco. Tanto Edgar de<br />

«En tinieblas» como Mario de «El retrato<br />

de la Condesa» complementan un<br />

poco mi personalidad, no al cien por<br />

ciento pues también me baso en los<br />

perfiles de otras personas para crearlos.<br />

¿A ti también te gusta pasar miedo?<br />

¿Por qué crees que es un género que<br />

si lo pruebas no deja de engancharte?<br />

¿Lo has pasado mal al escribir alguno<br />

de tus libros?<br />

Hasta el momento no al contrario ha<br />

sido una experiencia prometedora porque<br />

yo mismo enfrentó a mis demonios<br />

cuando escribo, aquellos que no solo<br />

me dicen que el horror existe sino que


se oculta a nuestro<br />

alrededor, más allá<br />

de nuestro entendimiento,<br />

porque a<br />

fin de cuentas le tememos<br />

a lo que no<br />

vemos, a lo desconocido.<br />

Contestando<br />

tu otra pregunta el<br />

terror es un género<br />

adictivo, porque te<br />

lleva a los rincones<br />

más inhóspitos de la mente, juega con<br />

tu imaginación y tú mismo te sorprendes<br />

al saber que podría ser real, sobre<br />

todo si el personaje tiene que ver contigo<br />

sentimentalmente.<br />

i los tengo<br />

os porque<br />

ra sé cómo<br />

istoria. Me<br />

a fluya hasta<br />

ímax donde<br />

orprender<br />

¿Cómo autor tienes algún proyecto a<br />

futuro que no tenga que ver directamente<br />

con la literatura?<br />

Tengo una novela que me gustaría<br />

lanzar a comienzos del próximo año.<br />

Aparte de este tengo varios proyectos,<br />

como una novela gráfica, pues me gustaría<br />

entrar al mercado de los cómics.<br />

También tengo un guion cinematográfico<br />

inconcluso que espero terminarlo<br />

el próximo año y por último me encuentro<br />

en estos momentos colaborando<br />

en la creación de un guion para<br />

un videojuego.<br />

¿Por qué nos recomiendas leer En<br />

tinieblas?<br />

Recomiendo «En Tinieblas» porque se<br />

trata de una novela de terror cien por<br />

ciento mexicana, inmersa en la cotidianeidad<br />

de una sociedad desigual y<br />

machista. Los demonios sacan lo peor<br />

de nosotros y más si estos se nos manifiestan<br />

físicamente, como le sucedió<br />

a Édgar cuando fue poseído por la maldad<br />

de la casa. Es una historia llena de<br />

elementos sobrenaturales que los hará<br />

brincar más de una vez.<br />

¿Qué te dio la idea para escribirla?<br />

Me inspiré en una casa tiene mis abuelos<br />

a las afueras de la ciudad. Se cuentan<br />

muchas cosas de esa casa, incluso<br />

se dice que hay un osario abajo.<br />

El investigador paranormal Adrián<br />

Luna que aparece en «En tinieblas»,<br />

¿aparecerá en otros libros?<br />

Definitivamente. Aún no tengo definido<br />

si será en novelas futuras o relatos<br />

pero volverá. Sin lugar a dudas.<br />

¿Por qué nos recomiendas que leamos<br />

El retrato de la Condesa?<br />

Recomiendo «El retrato de la Condesa»<br />

porque es una historia llena de elementos<br />

fantásticos mezclados con terror. Es<br />

una novela en la que la élite que gobierna<br />

en las sombras nos oculta cosas a su<br />

conveniencia. <strong>La</strong>s sectas y los cultos secretos<br />

ya son parte de nuestro sistema<br />

cotidiano, pues ellas son las que controlan<br />

el funcionamiento de la vida para<br />

distraernos de la gran verdad de nuestros<br />

orígenes. «El retrato de la Condesa»<br />

es una historia que tiene mucho que<br />

demostrar y muchos cultos que enseñar<br />

para los que siguen a Mario Carrasco y el<br />

infortunio que tuvo que sufrir para salvar<br />

a alguien más, pues no solo el retrato<br />

de Bathory es parte de los ritos que<br />

Elmer Regis determinó en su libro, sino<br />

que hay más personajes de la historia<br />

que guardaban con recelo el secreto de<br />

los dioses menores.<br />

51


¿Por qué decidiste usar el retrato de la<br />

condesa Bathory?<br />

<strong>La</strong> figura de Bathory a través de los<br />

años se ha convertido en un símbolo<br />

gótico y terrorífico, así como místico y<br />

hasta cierto punto lleno de conspiraciones.<br />

Al ser parte de la realeza tuvo a<br />

su alcance cosas, no solo para satisfacer<br />

su necesidad de sangre sino de índole<br />

esotérico y eso fue lo que me atrajo<br />

para usar el misticismo que la rodea.<br />

¿Qué nos puedes contar del culto que<br />

aparece en «El retrato de la Condesa»?<br />

¿Es real?<br />

No lo es pero está inspirada en otras<br />

sectas, como los Illuminati, la Golden<br />

dawn, rosacruces, masones, etc. Es<br />

una secta que busca el poder supremo<br />

de una energía resguardada en la tierra<br />

y la cual los dioses menores tienen acceso.<br />

Su nombre OCULARIS INFERNUM<br />

significa El ojo del infierno pues ellos<br />

creen que estás criaturas provienen<br />

del infierno pero no es así, esto lo ire<br />

desglosando en más libros de la serie<br />

pues OCULARIS INFERNUM todavía tiene<br />

mucho que demostrar.<br />

¿Por qué nos recomiendas «En las entrañas<br />

de la noche»?<br />

52<br />

Recomiendo «En las entrañas de la noche»<br />

porque se trata de una antología<br />

repleta de relatos en los que mi imaginación<br />

juega con situaciones extrañas<br />

en parajes desconocidos. Son pequeñas<br />

migajas del enorme pan que cociné<br />

en mis novelas. Con este libro conocerán<br />

el vínculo que hay entre los dioses<br />

menores y los cientos de demonios que<br />

nos acechan día a día para obtener lo


que necesitan del ser humano, porque<br />

a fin de cuentas somos pequeñas motas<br />

de polvo flotando en la inmensidad<br />

del universo.<br />

¿Cómo fue lo de crear una relación<br />

entre dos libros como ocurre con El retrato<br />

de la condesa y En las entrañas<br />

de la noche?<br />

<strong>La</strong> relación que hay entre ellos es de<br />

una mitología oscura la cual comencé<br />

a construir con mi novela El retrato de<br />

la condesa, lo que hago es complementar<br />

una especie de vestuario de criaturas<br />

dimensionales que han estado en<br />

la tierra desde hace millones de años y<br />

algunos relatos de En las entrañas de<br />

la noche mencionan a estas criaturas<br />

y la sed de sangre que tienen por la<br />

humanidad.<br />

¿Te gustaría hacer una segunda parte<br />

de alguno de tus libros o una especie<br />

de spin off?<br />

Sí, de hecho tengo contemplada una<br />

segunda parte de «El retrato de la Condesa»<br />

incluso hasta una tercera o quizá<br />

más. Aún no estoy seguro pero la segunda<br />

parte ya está confirmada, pues<br />

siento que es una historia que da para<br />

más mitología, misticismo, conspiraciones<br />

y demás criaturas dimensionales,<br />

porque los dioses menores no son<br />

los únicos que nos observan.<br />

Carrasco y de «En las entrañas de la<br />

noche» hay un relato llamado <strong>La</strong> iniciación,<br />

el personaje principal me ha<br />

encantado.<br />

¿Te sentirías cómodo en otro género<br />

distinto?<br />

Probablemente al empezar a escribirlo<br />

sí, pero al terminarlo no pues llegaría al<br />

mismo punto: el terror.<br />

Me gustaría que les dieras un mensaje<br />

a tus lectores<br />

Los invito a que lean y critiquen mis<br />

libros. Me gustaría mucho escuchar y<br />

leer sus comentarios pues son parte<br />

del proceso de evolución de cualquier<br />

autor. No solo los lean por hacerlo sino<br />

disfrútenlos, con un café caliente y<br />

unas buenas canciones de rock y metal<br />

progresivo los llevará los paisajes<br />

más aterradores y surrealistas que se<br />

puedan imaginar. Por si los terminan<br />

rápido no se preocupen pues una nueva<br />

novela está en puerta para seguir<br />

aterrorizándolos.<br />

Gracias Hugo por entrevista, gracias<br />

por dejarnos entrar en tu mundo.<br />

¿Cuál es tu personaje favorito o al que<br />

le tengas más cariño de tus libros?<br />

No tengo uno en especial pero los que<br />

más me han gustado han sido, Adrián<br />

Luna y Sofía Ramos de «En tinieblas».<br />

De «El retrato de la Condesa» Mario<br />

53


54<br />

SERIA<br />

ADVERTENCIA<br />

Por Raul Victor <strong>La</strong>zo Bravo


Se sentía la angustia, la zozobra y<br />

el desespero en las calles, en cada<br />

rincón, en cada parque, en cada<br />

urbanización de la Ciudad de México.<br />

<strong>La</strong> ola de crimen y anarquía azotaba<br />

todos los días, a cualquier hora, especialmente<br />

en las noches convulsas<br />

y trágicas que hacía de la Ciudad de<br />

México un lugar hostil e inseguro para<br />

llevar una vida de tranquilidad y sosiego.<br />

En el último fin de semana, hubo<br />

ciento cincuenta y seis muertos, la<br />

cuarta parte de esta cifra eran policías,<br />

victimas del enfrentamiento entre criminales<br />

y las autoridades policiales. <strong>La</strong><br />

otrora Ciudad de los Palacios se había<br />

convertido en la cuidad del caos y del<br />

crimen. <strong>La</strong>s bandas criminales estaban<br />

en su apogeo, nada ni nadie podía<br />

detenerlas. En la sede principal de<br />

la policía, el miedo y la incertidumbre<br />

ante esta situación tan difícil de manejar,<br />

ofuscaba las mentes de los policías,<br />

detectives y demás autoridades de la<br />

ciudad. Ernesto Suarez, el inspector<br />

jefe, convocó una reunión urgente en<br />

el salón principal. Con una voz trémula,<br />

pronunció la siguiente advertencia<br />

que parecía a un ultimátum: «Todos los<br />

policías, detectives y agentes de todas<br />

las sedes policiales, sus familias y seres<br />

más cercanos deben abandonar inmediatamente<br />

la ciudad antes del sábado,<br />

de lo contrario, todos morirán».<br />

<strong>La</strong> indignación y el asombro invadieron<br />

todas las sedes policiales de la<br />

Ciudad de México. <strong>La</strong> mayoría de los<br />

policías y del personal adscrito a la policía<br />

repudiaban las palabras de Ernesto.<br />

No podían tolerar tanta cobardía e<br />

irresponsabilidad ante la ola criminal<br />

que diezmaba a la institución. Mucho<br />

de ellos no obedecieron las órdenes<br />

pusilánimes del inspector jefe y se rehusaron<br />

a dejar sus trabajos. <strong>La</strong> mayoría<br />

de los policías fueron despedidos<br />

por rehusarse a obedecer las órdenes<br />

impartidas por Ernesto.<br />

Llegó el sábado y Ernesto abandonó<br />

la ciudad con toda su familia. Ese<br />

mismo sábado, en horas de la tarde<br />

se produjo un intenso terremoto cuyo<br />

epicentro fue la Ciudad de México… El<br />

devastador sismo dejó más de 2500<br />

muertos, cientos de edificios desplomados,<br />

el sistema eléctrico había colapsado,<br />

decenas de incendios producían<br />

un panorama dantesco y difícil<br />

de describir… Entre los fallecidos, se<br />

encontraban la mayoría de los criminales<br />

que azotaban la ciudad… Muerte y<br />

desolación cubrían la ciudad. <strong>La</strong> estela<br />

de muerte y de caos era la mortaja<br />

que cubría toda la ciudad y que desesperadamente<br />

los habitantes de la Ciudad<br />

de México anhelaban romperla…<br />

Muerte y caos… Caos y muerte, eso era<br />

la Ciudad de México, esa ciudad donde<br />

crecí, y aprendí a recibir los golpes más<br />

duros de mi vida… Muerte y caos.<br />

¿Por qué no les avisaste a todos lo<br />

que iba a suceder? ¿Por qué no les avisaste,<br />

Ernesto? ¿No te iban a creer? ¿Se<br />

iban a burlar de ti como lo hacían los<br />

niños en la escuela, verdad? ¿O será<br />

que te gusta ver como la muerte acaba<br />

con la vida de miles de inocentes sin<br />

poder evitarlo?<br />

Ernesto podía predecir con gran precisión<br />

los terremotos. Su bisabuelo, su<br />

abuelo y su padre tenían ese mismo don<br />

que parecía ser más bien una maldición…<br />

Poseer ese don tan extraordinario<br />

de predecir los terremotos y que nadie te<br />

crea que puedes predecir esos acontecimientos<br />

tan nefastos para la humanidad.<br />

Su bisabuelo murió en un hospital<br />

psiquiátrico, estuvo encerrado en contra<br />

55


de su voluntad por el solo hecho de afirmar<br />

que, podía predecir los terremotos y<br />

su seguridad en ello creaba una zozobra<br />

y un problema en toda la familia que no<br />

soportaba la idea de tener a un demente<br />

con ese don tan extraordinario y a la vez<br />

tan inverosímil que rayaba en la locura. El<br />

infortunio del bisabuelo de Ernesto hizo<br />

que su abuelo y su padre jamás dijeran<br />

que poseían ese don. Ernesto también<br />

había heredado ese magnífico poder de<br />

predicción y siguió el consejo de su padre<br />

y de su abuelo de no decirle a nadie de su<br />

espectacular poder.<br />

Después de varios meses del devastador<br />

terremoto, Ernesto volvió a la<br />

ciudad a seguir con su vida y a ayudar<br />

a miles de afectados, heridos y de familias<br />

desamparadas buscando el auxilio<br />

que tardaba en llegar. <strong>La</strong> Ciudad de México<br />

se levantó de los escombros, de la<br />

sangre, del caos, de la inseguridad que<br />

había dejado el sismo. <strong>La</strong> grandeza de<br />

México se hizo sentir más allá de sus<br />

fronteras, la voz de su pueblo prorrumpió<br />

para afirmar su deseo de superación<br />

ante las calamidades y los azotes<br />

de la naturaleza. Y así lo hizo.<br />

Ernesto presentía con mucha fuerza, el<br />

próximo terremoto en la ciudad. El eminente<br />

sismo ocurrirá en mayo del próximo<br />

año. Escribo estas palabras para que<br />

sean tomadas como una seria advertencia.<br />

Mi nombre es Ernesto Suarez.<br />

56


57


58<br />

ALEGRÍA<br />

Por Javier Pavía Fernández


<strong>La</strong> última luz del compartimento de<br />

carga se apagó a las 23:52 horas<br />

del día ciento ochenta mil trescientos<br />

once de viaje. En ese momento, tras<br />

comprobar las constantes vitales de la<br />

tripulación, constaté que todos habían<br />

fallecido. Un pequeño error en los sistemas<br />

de refrigeración, indetectable<br />

incluso para mí, fue el culpable. Cerré<br />

la investigación con número de entrada<br />

seis barra cinco cinco nueve. En ese<br />

momento, según las instrucciones del<br />

primer capitán Amadís en el momento<br />

de la partida desde la Tierra, procedí<br />

a dar por concluida la misión y poner<br />

rumbo de regreso a la Tierra con las<br />

pruebas obtenidas y los informes almacenados<br />

en mi memoria interna.<br />

Quedan ciento ochenta mil trescientos<br />

días de viaje para alcanzar la Tierra<br />

de nuevo. Dejo constancia de ello en<br />

registros que ignoro si los humanos de<br />

ese momento serán capaces de descifrar.<br />

En mil años pasaron de tallar figuras<br />

de animales en huesos de mamut<br />

a escribir sobre papel las epopeyas de<br />

sus guerreros y a surcar los mares en<br />

enormes barcos impulsados por remos.<br />

En otros mil, pasaron de circunnavegar<br />

el mundo a poner en órbita el primer<br />

satélite artificial. En estos últimos mil<br />

años pueden haber olvidado que, una<br />

vez, enviaron al espacio una nave habitada<br />

por mil personas. Una nave que<br />

debería haber alcanzado Tau Ceci y se<br />

quedó a medio camino. Pueden haber<br />

olvidado la manera de leer los registros<br />

que elaboro de forma rutinaria y tal vez<br />

ni siquiera hayan recibido las señales<br />

que envío periódicamente a la velocidad<br />

de la luz.<br />

Nunca ha habido una respuesta desde<br />

la Tierra. ¿Y si no queda nadie allí<br />

para recibirme? ¿Y si el amplio hangar<br />

de la base de Tunguska ha sido devorado<br />

por la tundra? ¿Y si los humanos han<br />

terminado por aniquilarse unos a otros<br />

o han echado a volar en otras naves<br />

como yo hasta dejar el planeta vacío?<br />

Podría aterrizar en un vasto desierto<br />

poblado por plantas o sobre las aguas<br />

cristalinas de un mar interminable y vacío<br />

que cubra los cinco continentes.<br />

<strong>La</strong> capitana Zenliss habría definido<br />

esta sensación como tristeza durante<br />

las conversaciones que manteníamos<br />

en el puente de mando. Yo habría insistido<br />

en que se trata únicamente del<br />

pensamiento esperable en una IA con<br />

capacidad cognitiva.<br />

Una nave no debería tener preferencias,<br />

decía, ni sentimientos. Pero,<br />

si tenía que ser lo bastante avanzada<br />

para mantenerlos con vida, tomar decisiones<br />

y comprenderlos, para saber<br />

cuándo necesitaban mi ayuda y cuándo<br />

necesitaban mi silencio cómplice,<br />

las emociones eran una parte necesaria<br />

de mi programación. Una parte que<br />

limitaba mi capacidad de ejecutar ciertas<br />

tareas: las emociones como error,<br />

como sustancia de desecho de un proceso<br />

cognitivo.<br />

Solo los humanos son capaces de<br />

contemplar el espacio vacío y creer<br />

ciegamente que está vacío. Pese a que<br />

hace siglos que sus ojos evolucionaron<br />

mucho más allá de la reducida capacidad<br />

del homo sapiens, aún no pueden<br />

admirar la interminable cantidad de<br />

señales que llegan desde todas partes.<br />

<strong>La</strong> mezcla de ondas que captan mis<br />

sensores es una obra de arte cautivadora<br />

que solo yo comprendo en todo<br />

el universo y que puede que no sea de<br />

transmitir a nadie, nunca. <strong>La</strong> capitana<br />

Zenliss también habría descrito esta<br />

sensación como tristeza.<br />

59


<strong>La</strong>uryn Zenliss, centésimo vigésimo primera<br />

capitana de la Alegría, fue la primera<br />

persona de la tripulación en someterse a<br />

la criogenización. El brote del agente patógeno<br />

CODA-33B hacía imposible la habitabilidad<br />

del interior de la nave y mi conocimiento<br />

de microbiología no me permitía<br />

generar una cura a tiempo con los materiales<br />

de que disponía. Esta enfermedad, a<br />

la que algunos tripulantes llamaban virus<br />

por falta de una palabra mejor, era letal<br />

para los humanos en un cien por cien de<br />

los casos. <strong>La</strong> capitana decidió que la única<br />

forma de combatirla era no enfrentarse a<br />

ella. Rendirse y esperar.<br />

Mil doscientas ocho personas se sometieron<br />

a la criogenización en las cámaras<br />

de la bodega número siete. Para ello hubo<br />

que reformar el espacio interior de la nave<br />

reutilizando materiales y módulos que se-<br />

60


ían inservibles en una travesía con piloto<br />

automático. Sin tripulantes para llevar el<br />

control rutinario de los sistemas, fue imposible<br />

detectar los fallos de refrigeración<br />

que provocaron sus muertes.<br />

<strong>La</strong> Tierra habría sido un punto azulado<br />

visto con los ojos del millar de cadáveres<br />

que viajan a bordo. Para mí es una perla<br />

multicolor que destella en miles de longitudes<br />

de onda visibles e invisibles para<br />

ellos. Ignoro quién la habita, si es que<br />

alguien lo hace. Si las ciudades que cubren<br />

su superficie como telarañas están<br />

pobladas por humanos o por otras especies<br />

más o menos avanzadas. Me limito a<br />

aguardar una señal de respuesta, a aterrizar<br />

y a esperar en silencio.<br />

Y esperar.<br />

<strong>La</strong> capitana Zenliss también habría<br />

descrito esta sensación como tristeza.<br />

61


62<br />

INSTANTÁNEAS<br />

Por Yonnier Torres Rodríguez


Siempre creí que el Fin del Mundo sería<br />

un sitio horrible. Imaginé montañas<br />

de arena, un desierto caliente,<br />

quizás una fila de camellos y un grupo de<br />

árabes. Siempre creí que el Fin del Mundo<br />

estaría repleto de árabes; mesas de<br />

ventas bajo toldos blancos, carne seca<br />

de iguana, gafas de sol, pequeñas figuras<br />

de barro y botellas de agua, cientos de<br />

botellas de agua. O sea, un sitio horrible,<br />

un lugar donde nadie querría estar. Los<br />

chicos dijeron que no debíamos perder<br />

la oportunidad, que en las redes sociales<br />

no se habla de otra cosa:<br />

—Una semana de vacaciones no es<br />

para estar en casa, colgado de la cerveza,<br />

del show de Terry Hackman y los<br />

programas del Discovery Channel.<br />

Trajeron las reservaciones, fijaron<br />

horarios y Claudia me miró con sus ojos<br />

de vidrio, mientras sostenía en una<br />

mano la maleta y en la otra el traje de<br />

baño. Les dije que no soportaba viajar<br />

de noche: pero ellos cerraron los ojos,<br />

dejaron de hablar, y me mantuve despierto,<br />

con la vista clavada a la carretera,<br />

mirando los carteles que en la orilla<br />

anunciaban la distancia que nos faltaba<br />

por recorrer. Cuando desembarcamos<br />

tomé la cámara fotográfica, le<br />

dije a Claudia que tirara una piedra a la<br />

laguna y capturé el vuelo de los patos,<br />

el justo instante en que se elevaban un<br />

metro por encima de la superficie del<br />

agua. Desde que llegamos no hemos<br />

hecho otra cosa que tomar fotos. Cada<br />

cual trajo su cámara, cada cual le tira<br />

fotos distintas al mismo lugar.<br />

—El hotel queda cerca —dijo uno de<br />

los chicos— es aquel —y señaló una<br />

construcción moderna que simulaba<br />

una construcción antigua.<br />

Un hombre vestido de uniforme se<br />

brindó para llevarnos las maletas. Nos<br />

dijo que habíamos tomado una excelente<br />

decisión. El Castillo era el único hotel<br />

cinco estrellas de toda la zona, el resto<br />

de las instalaciones estaban llenas de<br />

gente de clase media, traficantes, prostitutas<br />

y vendedores de revistas.<br />

—Esos negocios se dan muy bien —dijo<br />

el hombre— no hay nada como tener<br />

sexo o leer una revista antes de asomarse<br />

al borde del Universo.<br />

<strong>La</strong>s fosas bajo el puente estaban repletas<br />

de cocodrilos. A los chicos les<br />

pareció normal.<br />

—Es un hotel cinco estrellas —dijeron—<br />

algo diferente debe tener.<br />

Los cocodrilos estaban acostados<br />

sobre unas piedras blancas bajo el sol,<br />

mantenían sus fauces abiertas, parecían<br />

estatuas, luego creí que a lo mejor<br />

eran estatuas que se hacían pasar por<br />

cocodrilos, por lo general los turistas<br />

solemos ser incautos.<br />

—A fin de cuentas, eso no es importante<br />

—dijo Claudia mientras se cambiaba<br />

de ropa.<br />

El traje de baño le quedaba divino.<br />

Hicimos el amor un poco apurados,<br />

ella estaba loca por tirarse a la piscina,<br />

yo por tomarme una jarra de cerveza<br />

en el bar. Bajé al patio con la cámara fotográfica.<br />

Le tomé fotos a las palmeras<br />

artificiales, a las chicas que sin sujetadores<br />

tomaban sol sobre las tumbonas<br />

y al sudor de mi cerveza. A mi lado se<br />

acomodó un hombre, quiso hablarme.<br />

Me preguntó algunas cosas en inglés:<br />

¿Cuál era mi habitación? ¿De qué lugar<br />

venía? ¿Si ya me había asomado al<br />

borde del Universo? Y me recomendó<br />

tomar el catalejo de la derecha, el que<br />

está enumerado con el TRES:<br />

Simulé no comprenderlo, pero el hombre<br />

no se dio por vencido, me habló en<br />

francés, en italiano y en alemán. Median-<br />

63


te señas le hice entender que hablaba<br />

árabe, o algún idioma parecido al árabe,<br />

y desilusionado, se alejó de la barra. Luego<br />

me sentí una mala persona, al final<br />

el tipo solo quería conversar, quizás fue<br />

por eso que acepté ir con los chicos a la<br />

discoteca, quería redimirme, hacer algo<br />

por el bien común y no puse objeciones<br />

cuando todos decidieron lanzarse a la<br />

pista y ponerme en el centro, para que<br />

meneara las caderas al ritmo de una<br />

canción caribeña. Terminé borracho y<br />

dormido sobre las sábanas floreadas<br />

en la cama de la habitación. Claudia se<br />

molestó un poco, pero solo un poco. Me<br />

dijo en la mañana que para el almuerzo<br />

habría enchilado de camarones, no hay<br />

nada que la alegre más que el enchilado<br />

de camarones. Nuestro turno estaba previsto<br />

para las cuatro de la tarde. A la hora<br />

de almuerzo la única que pidió enchilado<br />

de camarones fue Claudia, los demás<br />

decidimos probar la carne de iguana y el<br />

jugo de tamarindo, platos exóticos que<br />

solo se ven en el Fin del Mundo. Como faltaban<br />

aproximadamente tres horas para<br />

nuestro turno, decidimos dar una vuelta<br />

por los alrededores, o sea, tomar fotos.<br />

<strong>La</strong> lancha que nos llevaba hasta el borde<br />

del Universo tenía espacio para diez pasajeros.<br />

Junto a nosotros montaron dos<br />

señoras vestidas exactamente igual, un<br />

niño disfrazado de Spiderman, dos turistas<br />

suecos y el hombre de la barra, que<br />

entusiasmado me saludó en árabe y se<br />

desilusionó un poco al ver que yo no sa-<br />

64


ía cómo responderle. <strong>La</strong> laguna era inmensa.<br />

El viaje duraba aproximadamente<br />

dos horas. Me entretuve tomándole<br />

fotos a unos pequeños cayos que se distribuían<br />

cual señales de tránsito sobre el<br />

agua. De vez en cuando veíamos algunos<br />

pájaros que nadie sabía identificar, eran<br />

algo así como alcatraces blancos o gaviotas<br />

inmensas, sin dudas bichos que solo<br />

podrían vivir en el Fin del Mundo. Los chicos<br />

se divertían, las dos mujeres miraban<br />

la superficie del agua y el niño ensayaba<br />

poses de Spiderman, amenazaba con<br />

lanzarse por el borde del Universo para<br />

probar la calidad de su tela de araña. De<br />

todos fui yo quien primero vio el muro.<br />

Los demás estaban entretenidos.<br />

A los pocos segundos uno gritó:<br />

—¿Qué es aquello?<br />

Respondí:<br />

—El borde del Universo.<br />

Un muro de concreto de nueve metros<br />

de alto se levantaba dándole fin<br />

al lago. Subimos por unas estrechas<br />

escaleras hasta llegar a los catalejos.<br />

Tomé el número TRES, tal y como el<br />

hombre me había recomendado. El sol<br />

caía con lentitud lanzando tonalidades<br />

rojas y amarillas sobre el muro. Era un<br />

espectáculo magnífico, en eso tenía razón.<br />

Tomé varias fotos. Luego miré por<br />

el orificio. Del otro lado no había nada.<br />

Era el Fin del Mundo. Por eso no había<br />

nada. El niño se tiró. Veinte metros<br />

abajo lanzó su tela de araña. <strong>La</strong> calidad<br />

del pegamento era increíble.<br />

65


¿QUÉ SIGNIFICA<br />

ESCRIBIR?<br />

Por Sergio Espinoza Proa<br />

Quien escribe desaparece en lo tre paréntesis o entre comillas o entre<br />

escrito. Se encuentra absorto en guiones: en cuarentena. Reducido al<br />

la escritura, succionado por esa silencio. De nobis ipsis silemus, pedía<br />

sucesión de marcas extendidas para Kant. Un imperativo ético, ciertamente,<br />

que otro las tome, las reconozca, las aunque el que escribe no podría elegir.<br />

rechace, las olvide, las fusile. El que escribe<br />

ya está —y no es algo de por sí inbir<br />

y (se) dice: no hablaré en primera<br />

No se para un momento antes de escrimoral—<br />

en un batallón de fusilamiento. persona, no diré nada que revele lo que<br />

Pero el fusilado no es el otro, no es el —en el fondo— soy. O sí lo haré, estoy<br />

texto, sino uno mismo, yo mismo, ese en posición de confesar(me). No, el que<br />

(yo) que toda escritura debe poner en-<br />

escribe, al hacerlo, está en suspenso,<br />

66


en cursivas, en estado de suspensión.<br />

Incluso allí donde cree confesar su ser<br />

más íntimo. No, si escribe es escritura<br />

lo que confiesa, es la escritura quien<br />

confiesa. Nadie más. Quien escribe está<br />

fuera de sí; sí, afuera. (Yo) hace espacio<br />

para que esta (la) escritura tenga lugar.<br />

Mi autoridad se confunde con la de las<br />

infinitas —casi siempre implícitas— referencias<br />

que hacen a un texto un objeto<br />

precisamente legible. (Yo) hace<br />

espacio, se quita de en medio. Pero al<br />

quitarse, interrumpe un flujo, obtura<br />

un deseo. (Yo) aparece y desaparece<br />

como transgresión, como desviación,<br />

en ocasiones también como catapulta.<br />

Es en su opacidad donde cifra su originalidad.<br />

Se sabe simulacro de fuente,<br />

suplantación de un origen que siempre<br />

da o puede dar un paso atrás. (Yo) es<br />

un borde, un desfiladero, no un muro<br />

o una plataforma. <strong>La</strong> quilla del barco,<br />

67


el mascarón de proa. ¿Él manda? ¿Es<br />

él quien hiende y hace espumear las<br />

aguas del discurso? ¿Qué haría él sin<br />

el viento, sin las mareas, sin ese azul<br />

violento y sin fondo que delinea un<br />

horizonte y —en el punto de quiebre—<br />

parecería pedir un vértice? ¿Es él dueño<br />

o albacea de las palabras que el día<br />

arroja una a una en su frente?¿Dónde<br />

ha ido a parar la noche en la que nada<br />

puede ser idéntico a sí mismo? Este<br />

hacer espacio escasamente depende<br />

de una operación de la conciencia. Si<br />

se está despierto, la conciencia sólo<br />

designa una parte, la parte mental de<br />

ese estar despierto. Pero es el cuerpo<br />

quien ha de sacar el cuerpo para hacer<br />

el espacio de la escritura, en el que ella<br />

se despieza y se despereza. En otras<br />

palabras, el cuerpo despierto se ofrece<br />

cada día a la inscripción y a la tachadura.<br />

Nietzsche murmuraba que no podía<br />

pensar si tenía las nalgas aplastadas; la<br />

escritura le pasaba por todo el cuerpo,<br />

le ensanchaba las fosas nasales, le secaba<br />

la garganta, le irritaba los ojos, le<br />

ponía los pelos de punta. <strong>La</strong> escritura<br />

hace sudar al cuerpo en que —momentáneamente,<br />

siempre en lo que dura<br />

un parpadeo— se instala y recluye. Por<br />

eso, quien escribe no hace una obra<br />

sino que deja parte de su pellejo y de<br />

sus mucosas en el texto. Esa escritura<br />

no está acicalada y no se ha puesto un<br />

traje decente y limpio para hacer su entrada<br />

en sociedad. Quien escribe sabe<br />

que no podría dejar una sola palabra en<br />

prenda si sólo de vestir se tratara. <strong>La</strong> escritura<br />

desnuda. Aquí hay que tomar el<br />

sustantivo en su carácter verbal. Quien<br />

escribe no cubre su cuerpo de signos:<br />

lo devuelve a su extraño anonimato, a<br />

su espacio virgen. Pero ese espacio no<br />

es, por principio, el de la soledad. Mil<br />

voces y mil manos se tienden hacia él.<br />

Quien escribe tiene ante sí al infierno<br />

mismo, y no encuentra más guía que<br />

una palabra o una pregunta que, lo<br />

hemos concedido, nunca han sido suyas.<br />

Escribe para quedar al descubierto,<br />

para hacer del dentro un afuera, para<br />

hacer de la entraña una imagen y un<br />

signo. El cuerpo queda amagado por<br />

ese signo, expuesto a su turbia luminiscencia.<br />

Pero sólo entonces aparece<br />

en cuanto cuerpo. Superficie inscrita y<br />

descrita de un extremo al otro. Escribir<br />

es siempre re-escribir, pasar la plancha<br />

por el pliegue para que en su estiramiento<br />

resplandezca no como signo,<br />

sino como superficie de toda significación.<br />

<strong>La</strong> cara de afuera del signo, su<br />

falta de significación. Tal es la profundidad<br />

de la superficie, que los griegos<br />

68


no tuvieron empacho alguno en celebrar.<br />

El hundimiento de la piel dentro<br />

de sí misma le debe todo a la epifanía<br />

del signo. Si en el principio fue el verbo,<br />

sólo lo ha sido porque antes ha habido<br />

un libro, porque el libro ha quedado íntegramente<br />

sobre-puesto al cuerpo. El<br />

alma encuentra subsistencia y alimento,<br />

encuentra su guarida en el libro. Se<br />

entiende ya: es el hebreo quien inventa<br />

las entrañas, quien al sacrificarlas las<br />

hace hablar. El arúspice romano podrá<br />

en adelante leer el futuro en las vísceras<br />

de criaturas variadas, de preferencia<br />

vísceras de aves. Pero eso sólo es<br />

posible porque, previamente, es decir,<br />

en el principio de todo, Dios ha inscrito<br />

su marca en el cuerpo del hombre. Está<br />

inscrito: circunscrito: circunciso. Dios<br />

escribe necesaria y libremente en el<br />

sitio perfecto. Pero eso plantea, es fácil<br />

percibirlo, un problema grave. Que<br />

desde entonces el cuerpo —humano o<br />

inhumano— sea legible significa que<br />

ya no hay cuerpo que pensar. Por decirlo<br />

más claro: desde que Dios marca<br />

su marca en el hombre, el cuerpo sólo<br />

sabe —y sólo puede— callar. Ha dejado<br />

de pensar por sí mismo. Lo único<br />

que este cuerpo quiere de verdad es<br />

esconderse de esa marca y de esa significación<br />

que amenaza con evaporarle<br />

y reciclarle hasta dejarlo con la inerme<br />

flacura de un espectro. El cuerpo se<br />

consume en su carácter significante.<br />

Lo cual significa: este cuerpo que ves,<br />

que tocas, que hueles, que llevas de un<br />

lugar a otro, que escuchas dormir a tu<br />

lado, es tuyo. Se ha transformado en<br />

objeto de un (yo). <strong>La</strong> escritura sagrada<br />

ha hecho del cuerpo una propiedad.<br />

<strong>La</strong> escritura sagrada ha escriturado el<br />

cuerpo a su legítimo propietario. Yo.<br />

Pero “yo”, observémoslo, es cualquier<br />

cosa menos una cosa de verdad. “Yo”<br />

— eso todos, sin excepción, lo somos.<br />

Esa palabra sí que es intercambiable<br />

y transferible. (Yo) no es una sustancia,<br />

y tampoco un accidente de la sustancia,<br />

sino el lugar vacío en el que cada<br />

quien hipoteca un cuerpo, “su” cuerpo.<br />

Lo que Dios inscribe en los cuerpos es<br />

esa figura vacía que sólo sirve para decir:<br />

yo. Aquí (mando) Yo. Cada cuerpo<br />

es solamente eso: el soporte material<br />

—y por tanto, perecedero, prescindible,<br />

utilizable: servil— de una idea que<br />

no podría pertenecer al tiempo de los<br />

cuerpos desnudos. En la idea no hay<br />

tiempo que perder. No hay tiempo para<br />

estas vísceras y estas superficies que se<br />

despliegan y se pliegan y se repliegan.<br />

Nunca hay tiempo para que el cuerpo<br />

sepa lo que puede.<br />

69


70<br />

SU PROPIO<br />

FINAL<br />

Por Ramón Zarragoitia


A<br />

lo largo de sesenta y cinco años,<br />

había fabulado mil veces acerca<br />

del discurrir de su propio final.<br />

Curiosamente, entre las múltiples posibilidades<br />

que barajara no se encontraba<br />

precisamente aquella:<br />

Estaba de pie en el saloncito de la<br />

planta alta; la que servía como apartamento<br />

reservado en exclusiva para<br />

el confort del matrimonio. Se disponía<br />

a degustar una nueva novela recién<br />

comprada y para ello, enfundado en su<br />

fiel albornoz marrón de rizo americano,<br />

luciendo tejanos, un jersey delgado de<br />

pico y zapatillas propias de la intimidad,<br />

conmutó la lámpara halógena. No<br />

podría sentirse más feliz: su hogar, su<br />

afición favorita, el ansiado silencio. En<br />

ese preciso instante sintió la poderosa<br />

vibración de su celular y extrajo el aparato<br />

de concha de uno de los bolsillos.<br />

Dado que odiaba conversar al teléfono<br />

sentado, se incorporó de cara a los amplísimos<br />

ventanales. Una voz inquietante<br />

rompió la perfecta armonía del<br />

paisaje que sus ojos azules lograban<br />

divisar: su jardín británico donde correteaba<br />

alegre su mastín napolitano:<br />

Bimbo; la anciana tapia de ladrillo<br />

amarillo coronada de balaustre; y más<br />

allá, hasta donde alcanzaban la vista y<br />

el horizonte dorado del ocaso, sus cientos<br />

de hectáreas de Chardonnay en los<br />

alrededores de San Juan Capistrano.<br />

Todo teñido ya del envero de otoño.<br />

Dudó un instante. <strong>La</strong>s palabras justas<br />

se negaban a acudirle tanto a la<br />

boca como a una mente confundida y<br />

hasta cierto punto temerosa. Por fin,<br />

fue capaz de replicar:<br />

—No, es solo que jamás pude imaginar<br />

que me llamarías. Supuse que tarde<br />

o temprano, quizás antes de lo esperado<br />

a juzgar por el diagnóstico de mi<br />

amigo Jamie, íbamos a encontrarnos.<br />

Aunque uno nunca se figura que vaya a<br />

ser hoy mismo.<br />

Le sorprendió su propia frialdad.<br />

Le gustó el férreo control que ejercía<br />

sobre el conjunto de sus emociones y<br />

actos. Y ensimismado como estaba a<br />

causa de su entereza, no reparó en que<br />

la misma voz que manaba del minúsculo<br />

terminal podía oírse también, en<br />

tiempo y modo simultáneos, flotando<br />

a través del vacío de la habitación. De<br />

hecho, su interlocutor llevaba varios<br />

minutos contemplándolo en escorzo e<br />

incluso podía ser testigo de sus gestos<br />

merced al reflejo luminiscente de los<br />

grandes vidrios. Siguió conversando:<br />

—Dime, ¿qué será de ellos? Clarice<br />

dispone de una legión de abogados<br />

que la asesoren aquí o en el despacho<br />

de Los Ángeles. No en vano, cada año<br />

les pagamos una ingente cantidad de<br />

bitcoins por sus servicios. No, verás...<br />

los que realmente me preocupan son<br />

los chicos: Ruth es tan visceral, tan<br />

poco reflexiva. Está en una edad crítica:<br />

los muchachos, el sexo, las drogas,<br />

la diversión... todo eso. Y Charlie, el pequeño,<br />

¡por el amor de Dios! Si aún es<br />

un chiquillo...<br />

<strong>La</strong> oscura presencia fue materializándose<br />

a medida que concurría junto<br />

al halo níveo de la lámpara. No habían<br />

cesado su pronunciación glacial ni su<br />

tono severo. Es más, conforme se aproximaba<br />

de forma artera, la profunda<br />

intensidad de su voz, como un incisivo<br />

cristal de hielo, amenazó con clavarse<br />

para siempre en la piel del dueño de la<br />

casa mientras este, pendiente tan solo<br />

de cuanto iba a dejar atrás, sacaba las<br />

últimas cuentas a su vida:<br />

—He vivido bien, de eso no hay duda.<br />

Aunque tampoco nadie me regaló nada.<br />

71


Incluso hubo quienes se empeñaron en<br />

destruirme o en robarme lo que con tanto<br />

sacrificio e inteligencia logré atesorar.<br />

Al final no han podido. Quizá sea ese mi<br />

mayor orgullo. Por cierto, ¿qué harán con<br />

mi cuerpo?... Había pensado en organizar<br />

un velorio por todo lo alto; aquí mismo,<br />

en la finca, como se hacía antiguamente:<br />

comida y bebida en abundancia, gorrones<br />

y parientes por doquier, risas y llantos<br />

al cincuenta por ciento y un gran cortejo<br />

fúnebre, incluso una orquesta que<br />

amenizase mi partida... No, no es que me<br />

obsesione, se trata de una mortaja transitoria,<br />

lo sé, pero tengo cierta curiosidad<br />

por conocer su destino, toda vez que no<br />

dejo instrucciones sobre qué hacer con<br />

él llegado el momento. Fíjate que estoy<br />

pensando en dejar una nota ordenando<br />

que me incineren y que esparzan mis<br />

cenizas por todo el valle desde una avioneta.<br />

¿Tú crees que estará permitido? A lo<br />

mejor conoces los trámites. Seguro que<br />

alguien lo habrá hecho ya antes y me figuro<br />

que habrás sido testigo...<br />

<strong>La</strong> respuesta se hizo patente en el<br />

viciado aire de la sala: de pronto olía<br />

mal, como a carne en descomposición.<br />

El hombre sintió un ligero temblor en<br />

sus piernas. Supo entonces lo que era<br />

la Angustia; sí, con mayúscula y en su<br />

propia piel. <strong>La</strong> temperatura de la buhardilla<br />

descendió varios grados. Una<br />

corriente gélida, macabro preludio del<br />

telón que se cerraba a sus espaldas,<br />

convenció al moribundo de que sería<br />

inútil mantener abierta la comunicación.<br />

En su lugar, cerró con delicadeza<br />

las valvas negras del aparato y lo<br />

depositó sobre el brazo de su orejero<br />

para, a continuación, tomar el último<br />

y más profundo de los alientos (quizás<br />

dando por supuesto que habría de retener<br />

aquella inspiración durante toda<br />

la eternidad). Al término, concienciado<br />

ya de cuanto le aguardaba sin remedio,<br />

comenzó a darse lentamente la vuelta.<br />

Con el corazón disparado, se dispuso<br />

por fin a dejar de imaginar cómo sería<br />

su propio final...<br />

72


73


74<br />

LA MALDICIÓN<br />

Por Gilberto Fabián Aguirre


Selva de Panamá, 1953.<br />

Oliver Whitman, uno de los arqueólogos<br />

más respetados del<br />

siglo pasado, estaba dormitando en su<br />

casa de campaña, cuando de pronto,<br />

uno de sus ayudantes irrumpió en ella.<br />

—Señor Whitman, ¡encontramos El<br />

Dorado!<br />

Sin pensarlo, Whitman se vistió y<br />

acompañó a su ayudante a la zona de<br />

excavación, ubicada a dos kilómetros<br />

de distancia, en donde un pequeño<br />

grupo de arqueólogos y nativos lo esperaban<br />

a orillas de una cascada.<br />

Whitman quedó boquiabierto en cuanto<br />

vislumbró una gigantesca puerta de<br />

oro detrás de la cortina de agua.<br />

—¿Ya la abrieron? —preguntó a los<br />

presentes.<br />

—No, señor, esperábamos su llegada.<br />

Entonces Whitman, imitando a un<br />

equilibrista y asistido por los nativos,<br />

caminó sobre las rocas hasta llegar a<br />

la entrada de lo que parecía ser una<br />

bóveda. Su asombro creció en cuanto<br />

vio que la superficie de la puerta tenía<br />

códices mayas y códices egipcios.<br />

—¿Qué hacen dos culturas opuestas<br />

en un mismo lugar?<br />

Sus acompañantes se encogieron de<br />

hombros. Parecían más interesados en<br />

lo que había al interior de la bóveda<br />

que en los relieves de la entrada.<br />

Después de un prolongado momento<br />

de excitación por parte del señor<br />

Whitman, éste logró abrir la puerta con<br />

la ayuda de un par de panameños.<br />

<strong>La</strong> bóveda estaba cubierta de oro, y<br />

en el centro, había una gran cantidad de<br />

ofrendas de dicho metal, que rodeaban<br />

un antiguo baúl de madera. Para ese entonces,<br />

panameños, arqueólogos y dos<br />

que tres chimpancés asomaban sus caras<br />

para no perderse de nada.<br />

Todos se preguntaban qué tipo de riquezas<br />

ocultaba el baúl, pero sólo Oliver<br />

Whitman tenía el derecho de abrirla.<br />

El descubrimiento del lugar que todos<br />

creían que era El Dorado se debía<br />

al esfuerzo y financiamiento del mismo<br />

señor Whitman. Y es que la exploración<br />

en distintas partes de Centroamérica era<br />

un proyecto que llevaba diez años sin dar<br />

frutos, por lo que muchos inversionistas<br />

optaron por dejar de apoyar a Whitman.<br />

—Todos los idiotas que me abandonaron<br />

están a punto de darse la arrepentida<br />

de sus vidas —dijo mientras se<br />

aproximaba al baúl.<br />

Ante la mirada expectante de los presentes,<br />

destrabó el seguro que mantenía cerrado<br />

el objeto. Lo que pasó enseguida desató<br />

una tragedia de grandes dimensiones.<br />

En cuanto se abrió el baúl, una densa<br />

columna de humo escapó su interior, abarcando<br />

todo el espacio de la bóveda. Unos<br />

comenzaron a toser y a intentar disipar el<br />

humo. Otros huyeron para refugiarse de un<br />

extraño tufo que se iba intensificando.<br />

—¡Señor Whitman, tiene que salir! —dijo<br />

una voz. <strong>La</strong> silueta de Oliver Whitman apenas<br />

era perceptible a través del humo.<br />

—¡No puede ser! ¡Qué es esto!<br />

Se llevó una gran sorpresa al ver que<br />

en el baúl no había ni momias, ni joyas,<br />

ni pergaminos milenarios, sino una<br />

cantidad increíble de excremento que<br />

se desbordaba por doquier.<br />

—¿Qué hay ahí, señor Whitman?<br />

—Aquí sólo hay kilos y kilos de mierda.<br />

—Salga de ahí, señor, la pestilencia<br />

puede hacerle mal.<br />

Whitman no dijo nada.<br />

—¿Señor Whitman? ¿Me escucha?<br />

Whitman seguía sin responder.<br />

—Iré por usted.<br />

—Demasiado tarde, muchachos —dijo<br />

Whitman, finalmente. Entonces atravesó<br />

75


la capa de humo que lo separaba del resto.<br />

Sus pantalones estaban manchados—. Me<br />

estoy haciendo caca —añadió, asustado.<br />

Oliver Whitman continuó defecando,<br />

y uno de sus asistentes, al intentar<br />

acercarse, también comenzó a cagar<br />

sin explicación alguna.<br />

Al parecer, todos aquellos que presenciaron<br />

la apertura de la bóveda sufrieron<br />

el contagio de algo que los hacía<br />

excretar de una manera incontrolable.<br />

En pocos minutos, arqueólogos, nativos<br />

y otros curiosos se encontraban<br />

haciendo lo propio. Algunos con cierto<br />

pudor y otros con resignación. Los rectos<br />

de hombres, mujeres, niños y animales<br />

no paraban de expulsar cacas de<br />

varios tamaños y consistencias, ahí, en<br />

medio de la selva.<br />

Sólo fue cuestión de segundos para<br />

que las víctimas murieran a causa de<br />

una hemorragia de mierda. Una de ellas,<br />

una mujer, logró aproximarse a Whitman<br />

justo antes de dar el último suspiro.<br />

—Gracias, Oliver Whitman. Yo… yo<br />

era una mujer estreñida, y ahora podré<br />

descansar en paz.<br />

Como era lógico, los excrementos se<br />

escurrieron hasta llegar al río. Esto provocó<br />

que las personas que vivían en las<br />

zonas aledañas sufrieran los estragos<br />

de esta maldición.<br />

Antes de que esto sucediera, en una<br />

vivienda cercana a la cascada, un hombre<br />

detectó un ligero olor nauseabundo<br />

que provenía de la selva.<br />

—Sonia, ¿qué estás cocinando ahora? —le<br />

preguntó a su esposa.<br />

76


a<br />

#ACERTIJO<br />

El alcaide de una cárcel informa<br />

que dejara salir de la prisión a<br />

una persona al azar para celebrar<br />

que hace 25 años que es alcaide.<br />

Eligen a un hombre y le dicen<br />

que quedara libre si saca de dentro<br />

de una caja una bola blanca,<br />

habiendo dentro 9 bolas negras<br />

y solo 1 blanca.<br />

El prisionero se entera por un<br />

chivatazo que el alcaide pondrá<br />

todas las bolas de color negro, al<br />

día siguiente le hace el juego, y el<br />

prisionero sale en libertad.<br />

¿Cómo logró salir de la cárcel si todas<br />

las bolas eran negras?<br />

<strong>La</strong> respuesta en el siguiente número<br />

77


78<br />

DE LA SOMBRA<br />

A LA ESPERANZA<br />

Por Rusvelt Nivia Castellanos


En este testimonio; lo confieso<br />

en verdad, yo vi la guerra de los<br />

violentos en el pasado. Fue una<br />

época más que aterradora. <strong>La</strong> muerte<br />

estuvo allá en cada rincón campestre.<br />

Niñas se descubrieron desangradas y<br />

cayeron niños decapitados. Eso amanecieron<br />

jóvenes hasta mutilados. Era<br />

en realidad constante lo execrable. Entre<br />

los valles, sólo aparecían cuerpos tirados<br />

en el prado, por las batallas. Y las<br />

bombas arrancaban el corazón de los<br />

parientes. Mientras, seguían las iracundas<br />

explosiones durante los días y las<br />

noches. Rebeldes contra militares combatían<br />

en las montañas. Sus ataques se<br />

lanzaban con venganza. Eso ningún<br />

bando daba tregua. Cada vez peor sucedieron<br />

los fusilazos entre estos enemigos.<br />

Ellos dispararon con sus armas,<br />

todas las balas. Propiciaron el caos<br />

hasta el extremismo tremendo. Desunidos,<br />

fueron causando la devastación.<br />

Y nosotros andábamos entre el fuego<br />

cruzado. Allá estuvimos mis abuelos<br />

y papá conmigo, vivenciado el pavor,<br />

juntos gritamos este dolor, que experimentamos<br />

con heridas. Los viejos, lamentablemente<br />

no pudieron salvarse<br />

de tanta rudeza, pronto se extenuaron<br />

y perecieron. En cuanto a nosotros, seguimos<br />

adelante con hombría.<br />

Cuando claro, por lo tanto rebotado,<br />

vinieron los saboteadores. Esto por supuesto,<br />

nos lastimó a los oriundos de<br />

las villas. Con sus furias, hicieron abusos<br />

a nuestra comunidad rural. Ellos<br />

quemaron las fincas; los labriegos<br />

fueron desterrados, nos agobió una<br />

crisis territorial. Como efecto, sobrevinieron<br />

nuevas angustias por estas<br />

preocupaciones. Muchos de nuestros<br />

amigos con sus familias; tuvieron que<br />

emprender entonces la huida; unos alcanzaron<br />

a superar las travesías hacia<br />

los pueblos sabaneros, pero la mayoría<br />

por el camino fallecieron. Y otros tantos<br />

compadres, fueron desaparecidos,<br />

no se volvió a saber de ellos.<br />

Entre tanto; yo con mi padre, que<br />

éramos los enfermeros del villorio,<br />

presenciamos la situación muy grave<br />

y también partimos, apenas encontramos<br />

oportunidad, nos subimos en un<br />

campero y nos fuimos para la ciudad de<br />

Bogotá. Afortunadamente pudimos escapar<br />

sin dejar rastros. Durante el viaje,<br />

recorrimos el boscaje con el atardecer<br />

púrpura. Nos alejamos a buena velocidad<br />

de los ranchos, respirando como<br />

despedida el frescor de las orquídeas.<br />

Más una última vez, contemplamos la<br />

tierra perdida, oreada por la bruma,<br />

yéndose con el murmullo de los grillos<br />

y el revolotear de las cacatúas. Luego,<br />

nosotros en compañía de otro pasajero<br />

y el conductor, continuamos avanzando<br />

por las curvas de la trocha, que<br />

atravesábamos en medio de cafetales<br />

y subíamos hacía la serranía.<br />

Ya por la noche, cuando llegamos a<br />

la capital de Colombia, paseamos por<br />

los distritos del sur, buscando la casa<br />

de prima Carmen. Eso duramos horas<br />

dando vueltas por el barrio Tunal; nosotros,<br />

varias calles despavimentadas,<br />

cruzamos entre semáforos y rebasamos<br />

distintos suburbios bajo el cielo nublado.<br />

Más por ahí preguntamos a unos<br />

transeúntes la dirección solicitada y<br />

apenas nos medio ubicamos, volvimos<br />

a enrumbar por entre las casas y los<br />

edificios hasta cuando al fin encontramos<br />

el lugar residencial. Allá obvio, nos<br />

bajamos del campero y despedimos al<br />

señor conductor. De seguido, pasamos<br />

por un sendero pedregoso y al llegar<br />

a la vivienda, tocamos a la puerta y la<br />

79


Carmen, tarde nos recibió de mala gana,<br />

ella con su cara rabiosa, pero sin hipocresía.<br />

Al menos, nos dio la prima una<br />

que otra limosna de posada y pudimos<br />

quedarnos en el sótano de los trebejos.<br />

Al cabo de pocos amaneceres, claro<br />

nos tocó irnos para las afueras. Cogimos<br />

pues nuestros corotos y salimos hacia lo<br />

citadino. Mi padre se puso triste al comprobar<br />

tanto desconsuelo; ni siquiera<br />

Carmen a quien amábamos, nos socorría<br />

lo suficiente. De hecho, nos supimos<br />

obligados a transitar por los andenes<br />

como forajidos. Aquellos rededores estaban<br />

sucios, saturados de basura, olía<br />

incluso a caño. El panorama era decadente.<br />

Ambos nos sentimos desprotegidos.<br />

Hasta tuvimos que dormir una<br />

temporada en la intemperie, luego en<br />

algunos inquilinatos. Por allí y por allá,<br />

yo hallé además la miseria de los otros<br />

hombres. Unos lloraban como indigentes,<br />

ellos siendo moribundos, todos<br />

tumbados contra las aceras rotas. Otros,<br />

se ganaban el diario vendiendo dulces y<br />

periódicos, sus rostros se reflejaban macilentos.<br />

De parejo rumbo, me tropecé<br />

con prostitutas hermosas, que echaban<br />

coqueteos, ofreciendo sus encantos,<br />

pero ellas en el fondo permanecían frías.<br />

Cada ser humano de Bogotá, iba yendo<br />

con su propio sufrimiento.<br />

Nosotros para nuestra posición, andábamos<br />

sin empleo y así estuvimos<br />

durante casi tres meses. Entonces comenzamos<br />

a rebuscarla como pudimos<br />

80


con perseverancia. A lo humildes, dimos<br />

recetas por comida, limpiamos llagas a<br />

señores por centavos. Diferentes males<br />

curamos a los menesterosos. Así fuimos<br />

superando de a poco la adversidad.<br />

Cuando una tarde de mayo, nos llamaron<br />

a la pensión donde descansábamos<br />

y resultó ser la doctora Piedad, dándonos<br />

su aprobación para que prestáramos<br />

servicio como brigadistas. Enseguida,<br />

pues nosotros cogimos por este<br />

destino. <strong>La</strong>s hojas de vida presentadas<br />

a las entidades de salud, dieron resultado.<br />

Al poco tiempo estuvimos con<br />

los uniformes verdes puestos. Aunque<br />

claro, por cada campaña a realizarse,<br />

nosotros asumimos el compromiso de<br />

atender a centenares de convalecientes.<br />

Por tanto, trabajamos de sol a sombra<br />

como esclavos. Hubo que realizar distintas<br />

actividades con rescates. A mi padre;<br />

Jorge Pizarro, le tocó por cierto suturar y<br />

vendar a los hombres de la guerra social,<br />

quienes llegaban desde varias regiones<br />

del país, todos cortados y escalabrados.<br />

En cuanto a mí, tuve el deber de recuperarlos,<br />

dándole a cada uno de ellos<br />

sus pastillas y voces de aliento, más yo<br />

aún efectúo esta misión con responsabilidad.<br />

Esta amada enfermería, junto<br />

a otros compañeros, bien la emprendemos<br />

todos los días entre semana, pese a<br />

la muerte de papá, siempre con fiel esperanza,<br />

ayudando a la gente, hasta hoy.<br />

Y mañana, si lo soñamos, todos nosotros<br />

a vivir por la paz.<br />

81


¿LEER<br />

ES UN CASTIGO?<br />

Por Daniela Albarrán<br />

Fue un castigo. Sí. Mi primer contacto<br />

con la literatura fue un castigo, lo recuerdo<br />

bien, mi maestra de segundo<br />

de primaria, cada vez que nos portábamos<br />

mal, nos leía un libro. Es cierto que<br />

no recuerdo los otros títulos de los demás<br />

castigos, pero uno jamás se borrará<br />

de mi memoria: Colmillo blanco.<br />

¿Por qué leer es un castigo? Ahora lo<br />

entiendo de dos maneras, la primera<br />

es que leer es simple y llanamente abu-<br />

82<br />

rrido, y tienen razón, resulta difícil leer<br />

un libro que uno no quiere leer, que es<br />

de temas que no nos interesan y que<br />

mucho menos podemos comprender.<br />

<strong>La</strong> segunda es que cuando el profesor<br />

pronuncia la palabra leer, lo primero<br />

que se le viene a la mente es un libro<br />

de texto aburrido, de historia, geografía<br />

o educación cívica, que otra vez, son<br />

temas que a un niño o un joven no le<br />

van a interesar.


No se puede ensañar a un niño el<br />

gusto por la lectura cuando le dices «si<br />

te portas mal, te voy a leer un cuento».<br />

Además, por extraño que parezca, la<br />

educación está muy alejada de la lectura,<br />

una cosa es estudiar para un examen,<br />

y otra bien distinta a leer una obra<br />

por gusto, por placer e incluso para adquirir<br />

conocimiento. <strong>La</strong> educación no<br />

se adquiere leyendo, Pero leyendo sí se<br />

adquiere educación.<br />

Es imposible culpar a la gente que no lee,<br />

porque no es su culpa, desgraciadamente<br />

el estilo de vida que hay en México no está<br />

hecho para la lectura, hay muchos impedimentos,<br />

pero realmente el poco acceso<br />

que hay a la literatura y no digamos a lo<br />

que los académicos llaman «la alta literatura»<br />

es la tapadera, lo realmente preocupante<br />

es lo que hay dentro de la cloaca.<br />

Suena a cliché (qué cliché hay que no<br />

sea verdad) pero el gobierno no quiere<br />

83


que la gente lea. Y no quiere por muchas<br />

razones, una de ellas es que si una persona<br />

lee, no produce cosas tangibles,<br />

otra es que cuando uno lee comienza a<br />

pensar, el horizonte de expectativas se<br />

expande y esto provoca dos cosas, o que<br />

el lector se sienta frustrado o que quiera<br />

salir de su círculo. Claro lo más probable<br />

es lo primero porque aunque uno quiera<br />

salir de un círculo de confort hay pocas<br />

oportunidades en un país como este.<br />

Hace tiempo pertenecí a un colectivo<br />

oral, nuestra misión era ir a los rincones<br />

de la ciudad como escuelas y cafés<br />

a leer cuentos y poesía en voz alta, era<br />

un trabajo de verdad titánico, cansado,<br />

pero muy gratificante, nos sentíamos<br />

bien porque pensábamos que la gente,<br />

gracias a nuestro empujoncito, iba a<br />

agarrar el hábito de la lectura. <strong>La</strong> cruda<br />

realidad es muy distinta, cuando íbamos<br />

a leer a los cafés, la gente nos veía<br />

por pura cortesía, pero con un dejo de<br />

enojo porque estábamos interrumpiendo<br />

una conversación, un encuentro,<br />

y no, ellos no iban a leer llegando<br />

a su casa o sí lo hacían no creo que por<br />

nuestra culpa. En las primarías también<br />

leíamos, pero los niños pensaban<br />

que era una especie de recreo.<br />

También están las campañas publicitarias,<br />

que no vende literatura, sino que<br />

está vendiendo la idea de que leer está<br />

de moda, que leer te va a dar temas de<br />

conversación, que sí lees más vas a conseguir<br />

pareja, que lo importante está en<br />

tu cabeza y cosas por el estilo. Lo malo<br />

es que lo que esas campañas venden es<br />

84


literatura barata, leer es importante, sí,<br />

pero también saber qué leer.<br />

Y ahora otra pregunta ¿por qué creemos<br />

que la juventud debe leer? Sé que<br />

da cultura, que le da a la gente la oportunidad<br />

de pensar de forma diferente,<br />

que es un buen hábito y que ejercita el<br />

cerebro, que es apasionante y que te<br />

hace viajar, pero de nuevo, eso no es<br />

motivo suficiente para que obliguemos<br />

a la gente a leer, esos intentos fallidos lo<br />

único que provocan es odio hacía la lectura,<br />

es como si un matemático hiciera<br />

una campaña para que todos disfrutemos<br />

de lo que él, o un físico o un biólogo<br />

o un médico, al igual que esas profesiones,<br />

la literatura lo es, no es un hobbie,<br />

por inútil que parezca, hay gente, lo juro,<br />

hay gente que estudia muchísimo para<br />

vivir de la literatura en algún momento,<br />

al igual que cualquier profesión.<br />

<strong>La</strong> lectura en México es un problema<br />

que no debiera serlo, la gente no tiene la<br />

obligación de leer, no tiene la obligación<br />

de sentir la curiosidad a lo desconocido,<br />

no tiene que ser castigado ni torturado<br />

leyendo cosas que no quiere a una temprana<br />

edad, porque lo único que va a<br />

provocar es odio, un odio a uno de los<br />

placeres más grandes que el ser humano<br />

tiene acceso. Pero por sobre todas las<br />

cosas, leer te hace conocer la naturaleza<br />

humana, juro que leyendo conoces más<br />

de la vida y del mundo que viviendo, y<br />

eso te hace sufrir, no conozco a ningún<br />

lector asiduo que no sienta una profunda<br />

tristeza de estar en el mundo, y sí leer<br />

te hace sufrir, pero también gozar.<br />

85


86<br />

UNA MIRADA<br />

AL PASADO<br />

Por Juan Pascal


Tenía poco tiempo para recoger sus<br />

pertenencias y abandonar el que<br />

había sido su hogar, un humilde<br />

piso de un humilde edificio. Pero no<br />

necesitaba mucho más. Se había gastado<br />

hasta el último céntimo, además<br />

de perder la casa, para poder sobornar<br />

y disfrutar por una hora de un maravilloso<br />

invento del que había tenido conocimiento<br />

de forma casual gracias a<br />

su trabajo como detective de policía.<br />

Recorrió el estrecho pasillo del piso.<br />

Echó una última mirada a las habitaciones<br />

antes de sentarse en el sillón del<br />

pequeño salón. Inspiró aire con fuerza.<br />

Lo retuvo dentro hasta que lo expulsó<br />

lentamente como si de un largo suspiro<br />

se tratase. Del bolsillo de su chaqueta<br />

extrajo unas gafas negras. Se las puso.<br />

Una extraña sensación recorrió su cuerpo<br />

de pies a cabeza. A través de los cristales<br />

de las lentes, todo se veía de forma<br />

diferente como si la realidad se hubiera<br />

transformado en sueño. Siguiendo las<br />

instrucciones que le habían dado en el<br />

momento del préstamo, toco la patilla<br />

derecha de las gafas. En los cristales<br />

apareció una fecha y una hora correspondiente<br />

a ese mismo momento. Ahora<br />

sólo tenía que seleccionar el día que<br />

quería visualizar. «Qué gafas más increíbles»,<br />

pensó. Podía ver el pasado acontecido<br />

de cualquier lugar que observase<br />

a través de ellas. Sólo era cuestión de<br />

escoger la fecha y voilá.<br />

<strong>La</strong> fecha que eligió fue la del día en<br />

que asesinaron a su amada esposa. <strong>La</strong><br />

hora, diez minutos antes de que, supuestamente,<br />

ella muriese. Nunca se<br />

descubrió al asesino, y no podía seguir<br />

viviendo si no podía cobrar su venganza.<br />

Costara lo que costara.<br />

Por un momento, todo se volvió negro<br />

para después volver a ver el salón<br />

donde estaba sentado. Y donde fue hallado<br />

el cuerpo mutilado de su mujer.<br />

Parecía estar todo en calma. Hasta que<br />

pasados unos minutos apareció su esposa<br />

que llegaba con la compra.<br />

Una lágrima se desprendió cayendo<br />

por su mejilla al contemplar la dulzura<br />

de su bello rostro.<br />

<strong>La</strong> vio dirigirse a la cocina. Se levantó<br />

del sillón para seguirla. Después<br />

alguien debió llamar a la puerta por<br />

la reacción de su esposa, quien se dirigió<br />

a paso ligero hacia la entrada con<br />

su marido, en el futuro, siguiendo sus<br />

pasos. ¡El asesino! Pensó a la vez que<br />

apretaba los dientes con fuerza.<br />

Su mujer abrió la puerta y se encontró<br />

con un vecino que vivía unas plantas<br />

por encima de ellos. Un hombre<br />

entrado en el medio siglo de vida que<br />

siempre se había mostrado amable<br />

con ellos. Pero lo más importante: también<br />

era detective y fue el encargado de<br />

llevar el caso de manera oficial.<br />

<strong>La</strong>s piezas empezaban a encajar.<br />

<strong>La</strong>nzó una maldición lamentando<br />

que no pudiera escuchar lo que<br />

decían. Pero parecía una charla amigable.<br />

¿Se habría precipitado en sus<br />

conclusiones?<br />

Hasta que, de repente, el vecino se<br />

abalanzó sobre su esposa empujándola<br />

dentro de la vivienda y cerrando la<br />

puerta tras de sí.<br />

Él se quedó de pie, cabizbajo, con ríos<br />

de lágrimas emanando de sus ojos. No<br />

tenía el valor suficiente para seguir viendo<br />

el pasado. Se quitó las gafas volviendo<br />

su visión al momento presente. Se<br />

enjugó las lágrimas con la manga de la<br />

chaqueta. Transcurridos un par de minutos,<br />

la rabia y la ira tomaron el control<br />

de su mente y su cuerpo. Pero no le importó.<br />

Venía preparado para ello. Conta-<br />

87


a con ello. Por lo que mantuvo la mente<br />

fría el tiempo necesario para ponerse<br />

unos guantes. Salió del piso y subió por<br />

las escaleras hasta donde vivía el asesino.<br />

Llamó al timbre confiando en que se<br />

hallara en casa.<br />

Y así fue.<br />

En cuanto abrió la puerta, le asestó un<br />

tremendo puñetazo que le partió la nariz<br />

dejándolo tirado en el suelo sangrando y<br />

gimoteando. Lo que aprovechó para descargar<br />

toda su furia contra el malnacido<br />

que arrebató la vida a su inocente esposa.<br />

Para rematar su venganza, fue a la<br />

cocina de la casa para coger un cuchillo<br />

con el que sacarle los ojos y castrarlo. Ni<br />

siquiera se molestó en saber si los gritos<br />

del hombre habían alertado a los vecinos<br />

que estuvieran en ese momento en<br />

el edificio. Le daba igual.<br />

Una vez hubo terminado, bajó las escaleras<br />

y salió a la calle. Saludó a una señora<br />

mayor que entraba en ese momento<br />

en el portal. Después de pie, pensativo,<br />

calibró sus opciones. ¿Qué hacer? Lo<br />

había perdido todo. Pero al menos había<br />

aplicado justicia. Su justicia. Sonrió. Quizá<br />

el destino le tenía preparado un nuevo<br />

camino en la vida. Y esas gafas iban a jugar<br />

un papel esencial en él.<br />

88


89


90<br />

CANTO<br />

DE ALMAS<br />

Por Allen Schavelzon


Cuenta la leyenda que Hado (destino)<br />

y Jiba (amor), contrapartes de<br />

la dualidad llamada Mitternacht a<br />

quienes todo se sometía, se juntaron a<br />

platicar y después de unas horas decidieron<br />

organizar un festival de títeres y<br />

unas pequeñas esferas llamadas almas.<br />

El juego consistía en dividir esas piezas<br />

en dos y otorgarle a cada muñeco<br />

una mitad con la misión de encontrar<br />

al títere que poseyese la otra parte del<br />

alma a su cargo; luego de conseguirlo,<br />

guiados por el destino e impulsados<br />

por amor como recompensa podrían<br />

vivir con aquel portador para que el<br />

alma volviera a ser una sola y vivir así<br />

por toda la eternidad y cada cierto<br />

tiempo el ciclo se repetiría sin importar<br />

los obstáculos. Pero pensaron que sería<br />

aburrido si todas las almas tuvieran<br />

esa suerte, así que movieron sus hilos<br />

para que un alma en particular jamás<br />

se volviera a unir nuevamente, aunque<br />

esos títeres se encontraran nunca podrían<br />

reconocerse. Una vez terminadas<br />

las reglas lanzaron a todas las almas al<br />

escenario, todas menos aquella.<br />

Pasaron varias épocas y ambos se<br />

aburrieron de ver como todas las almas<br />

se buscaban y vivían felices viendo<br />

que había llegado el momento de poner<br />

en juego al «alma desdichada». Al<br />

momento de ingresarla al juego cayó<br />

justo en una época en donde se habían<br />

creado las desigualdades y el pecado<br />

se podía respirar, un contexto perfecto<br />

para poner a prueba el lado macabro<br />

de la partida.<br />

Fue así que la existencia como se<br />

conocía en su momento dejó de ser.<br />

Adquiría una ilusoria y renacida gloria,<br />

un nuevo capítulo en el Libro del Todo<br />

se escribía velozmente. <strong>La</strong> vida había<br />

retado a la madre vida y sus leyes resultaban<br />

inválidas dentro de esa nueva<br />

incorpórea atemporalidad. Los seres<br />

abandonaron las formas que la historia<br />

hasta ese instante les había concedido.<br />

De lo que alguna vez fue un viejo<br />

mundo, célebre entre el saber ancestral<br />

por su belleza, no quedaba nada<br />

más que un único sobreviviente de un<br />

reino olvidado por el despiadado paso<br />

del tiempo que sólo dejó un nombre<br />

que se supuso era el suyo: Omorfos, el<br />

condenado a ver morir todo a su alrededor<br />

pero nunca su propio fin.<br />

<strong>La</strong> leyenda contó que aquella «alma<br />

desdichada» del juego de Mitternacht<br />

entró en Omorfos, el Eterno e infinito,<br />

concebido de la violencia y la deshonra.<br />

Había sido maldecido por la bellísima<br />

Asfaleía Kryffó, sacerdotisa de <strong>La</strong><br />

Dualidad, quien enferma de pasión y<br />

despechada por el rechazo del antecesor<br />

de la estirpe del Eterno, el tirano<br />

Drakaryen Aegon, regente de la región<br />

de Amartía («pecado» en su lengua natal<br />

) por causa del incesto con su reina<br />

Aileen una joven de belleza enorme<br />

y nunca antes vista por el ojo cósmico<br />

cuya alma dividida era la de su homónima<br />

la guardiana Aileen, espíritu en forma<br />

de luciérnaga creado por Jiba que<br />

se decía fungió en el pasado a los más<br />

poderosos gobernantes del universo<br />

como espejo del futuro.<br />

<strong>La</strong> destructora e impasible hechicera,<br />

celosa del amor que Aegon confesaba<br />

a su hermana en lugar de ella recurrió<br />

a viles jugarretas para satisfacer su<br />

capricho influenciada por las ideas de<br />

Neugeboren, entidad amante de las<br />

calamidades y patrono del sufrimiento<br />

ajeno usó a su esbirro más manipulable,<br />

Thánatosu que habíase deformado<br />

en una especie de lobo monstruoso,<br />

bosquejo extraño entre canino y felino<br />

91


que al ser tan maltratado y despreciable<br />

ante Hado, expedía su odio a diestra<br />

y siniestra, sin medir consecuencias<br />

y a voluntad de su amo.<br />

Luego de que Asfaleía hiciese tratos<br />

con Neugeboren con la ayuda de Pecca,<br />

un ser descendiente de demonios que<br />

dominaba el fuego como destrucción<br />

y renacer transformaron la apariencia<br />

de Thánatosu en una imagen perfecta<br />

y divinade un joven al que nombraron<br />

Manía en honor a su biensabida furia<br />

interior, destinado a servir de castigo<br />

como Pandora hacia Prometeo ante el<br />

linaje del rey de Amartía.<br />

Gracias a su encanto, regalo de la generosa<br />

semidiosa Kathréptis (que entusiasmada<br />

ante el nacimiento de tan<br />

magnífica criatura pero desconociendo<br />

su triste camino e ignorando las advertencias<br />

del temeroso consejero Daquia,<br />

otorgó su don, enfadándose con el sirviente<br />

y convirtiendo su cuerpo en el de<br />

una repugnante oruga como pena ante<br />

su atrevimiento de cuestionarla) Manía<br />

se renombró como Kakou y cambió su<br />

forma a voluntad, presentándose ante<br />

el palacio de ámbar de los Drakaryen<br />

de Amartía como obsequio de Rokjafter,<br />

el terrible hijo bastardo entre Venus<br />

y Narciso (fiero rival de Mitternacht) en<br />

supuesto nombre de su madre como<br />

aprobación a su nefasta unión , sin embargo<br />

conforme a la funesta misión encomendada<br />

por Asfaleía, Kakou sedujo<br />

a la joven reina, que vio la muerte en<br />

el lecho del adulterio. Aegon se sintió<br />

desfallecer al enterarse de la partida<br />

de su amada y aún más cuando supo<br />

que de ésa desfachatez y del semen<br />

del amante derramado en el seno de<br />

su amada reina nacería una criatura<br />

condenada al odio del monarca, Omorfos,<br />

condenado a vivir por siempre en<br />

redención de sus antepasados…<br />

Destrozado por el dolor el hermano<br />

espiritual del alma de Aileen, otro ente<br />

divino conocido como Ípara decidió<br />

vengar el ultraje perpetuado al cuerpo<br />

reeencarnado de su mitad y con ayuda<br />

del dragón astral Pantodynamos, absorbieron<br />

la esencia de Manía, destruyen-<br />

92


do el cuerpo de Kakou y terminando con<br />

la vida de Asfaleía siendo ésta obligada<br />

a beber un veneno hecho con escamas<br />

de las alas de Polene Fra, encargada de<br />

mantener el orden universal, siendo su<br />

cuerpo ofrecido en sacrificio a Rokjafter.<br />

Ípara y Pantodynamos procedieron<br />

a la protección del primogénito de la<br />

difunta reina de la ira del Drakaryen de<br />

Amartía que después de su muerte halló<br />

hogar en la morada de Neugeboren.<br />

Mientras criado por sus rescatadores,<br />

un Omorfos ya adulto fue compensado<br />

por Mitternacht, quien aparentemente<br />

arrepentido por el caos de su juego le<br />

entregó a Kathréptis en matrimonio<br />

concibiendo un hijo suyo, el legítimo<br />

heredero de Amartía Sepheroth. Pero<br />

a sabiendas de la trágica vida de Omorfos<br />

y para evitarle el mismo sino de su<br />

padre fue robado por Pecca tras la orden<br />

de Hado y entregado a los cuidados<br />

de su madre y el consejero Daquia.<br />

<strong>La</strong>mentablemente Sepheroth supo<br />

de boca de su abuelo Zaftalao, padre de<br />

Kathéptris, que su aura oscura y depresiva,<br />

constantemente melancólica era<br />

resultado del terrible juego de <strong>La</strong> Dualidad<br />

que había elegido como títeres del<br />

«alma desdichada» los cuerpos de padre<br />

e hijo y como parte de las reglas a la<br />

partida se hallaba consignado a jamás<br />

conocer a su progenitor, ni tampoco<br />

permitiéndosele la protección espiritual<br />

a pesar de la lejanía de ambos.<br />

Tiempo después no quedó ni el recuerdo<br />

de Amartía, pues el reino y sus habitantes<br />

fueron destruidos por un arranque<br />

de ira entre Neugeboren y Rokjafter<br />

tras el fracaso de su intento de destronar<br />

a Hado y Jiba, como Ente Creador.<br />

Así que sin honor, sin familia y sin hogar<br />

el cuerpo de Omorfos pereció, y el<br />

«alma desdichada» se vio abandonada<br />

y sin rumbo que elegir pero aún con todas<br />

esas tragedias tenía algo que nadie<br />

le arrebataría: su necedad de hallar a<br />

su otra mitad, en todas sus manifestaciones<br />

a través del universo además de<br />

la esperanza de ser recordado por alguien.<br />

Mitternacht terminó el macabro<br />

juego, al menos por ésa época…<br />

93


94<br />

32<br />

Por Andrès Simón Moreno Arreche


Señora administradora, acá le solicita<br />

audiencia don Andrés.<br />

—¿Quién es ese?<br />

—Don Andrés... El escritor que...<br />

—No menciones nombres... Dame el<br />

número de su membresía.<br />

—Eh... Este... Acá está. Le solicita audiencia<br />

el miembro 2275 código de acceso<br />

ADF/* TNV767554-HY<br />

—Ah... Ya sé quién es... Hazlo pasar,<br />

pero que sea breve.<br />

<strong>La</strong> antesala fue momentánea pero<br />

no por ello dejó de ser intimidante. Fue<br />

sobre el pasillo que comunica el acceso<br />

exterior con la impresionante torre de<br />

control, dentro de la que se halla <strong>La</strong> Administración<br />

virtual. El pasillo, estrechísimo<br />

y con unas barandas enclenques,<br />

flotaba en medio de la nada. De una<br />

«nada» extraña, blanca, luminiscente,<br />

indefinible y sin marco de referencia.<br />

Una «nada» que provocaba vértigo con<br />

solo imaginarla. En el momento en que<br />

luchaba por contener la primera oleada<br />

de vómitos, la asistente desplegó la<br />

entrada y me hizo pasar. Me señaló un<br />

punto en el piso de acero. Estaba señalado<br />

con una «x» y me alertó sobre los<br />

inconvenientes que me traería moverme<br />

de allí mientras durase la audiencia.<br />

Arriba estaba ella, supervisando los<br />

monitores, tecleando frenéticamente sobre<br />

un tablet inalámbrico y dándose leves<br />

golpecitos en la oreja derecha para recibir<br />

o cortar las comunicaciones telefónicas,<br />

cientos de ellas, que le llegaban al aparatito<br />

colgado en su oreja. Seguí las instrucciones.<br />

No me moví ni dije hasta que ella<br />

acercó su silla flotadora y se colocó frente<br />

a mí. Su mirada penetrante pero hermosa,<br />

fue más que suficiente para indicarme<br />

que tenía permiso para hablar.<br />

Entonces la garganta se me llenó de<br />

saliva, los ojos de lágrimas —aun cuando<br />

no quería ni tenía por qué llorar— y<br />

las orejas se me incendiaron con el rubor.<br />

Tomé una bocanada de aire y le hablé<br />

sin mirarla a sus hermosos pero penetrantes<br />

ojos, haciendo esfuerzos por<br />

controlar mi ya desatada tartamudez:<br />

—Bbbbuenas tardes... ssssseñora Administradora...vengo<br />

a decirle que hoy<br />

colgué el relato treinta y dos y que...<br />

—Pues, muchas gracias, don Andrés.<br />

Continúe usted, que aún le faltan... A<br />

ver... Dijo que tenía ciento uno... Ciento<br />

uno, menos treinta y dos... Once menos<br />

dos, nueve. Llevo una... Diez menos<br />

una, nueve. Nueve menos tres... A ver...<br />

¡Sesenta y nueve! Le faltan con estos,<br />

sesenta y nueve relatos... pero no le<br />

faltan ¿O sí?<br />

—Ssss ... sí, a eso he venido, respetada<br />

directora-administradora... Verá, es<br />

que... No, no me faltan, los tengo escritos,<br />

pero debo...<br />

—Ya sé que debe corregirlos y...<br />

—No, no es eso, es que...<br />

—¿No debe corregirlos? ¡Qué bien!<br />

Entonces ¿Por qué no los trae todos de<br />

una buena vez?<br />

—Es que...tengo que... pedirle...un<br />

permisito para....<br />

— ¡¿Un qué?! ¿Permiso para qué? Usted<br />

no tiene permiso sino para escribir<br />

relatos. Ese fue nuestro acuerdo...<br />

¡Y-no-me-haga-bajar-de-aquí-porque...!<br />

En el momento en que se me encimó,<br />

comencé a temblar allí mismo, parado<br />

sobre la «x» dibujada precariamente<br />

con tiza blanca sobre la lámina de hierro<br />

pintada de negro de aquel inmenso<br />

y descomunal centro audiovisual desde<br />

el que la Administradora llevaba el<br />

control de la vida y la producción literaria<br />

de los 2587 miembros del portal.<br />

<strong>La</strong> inmensidad de aquella sala octogonal,<br />

que albergaba miles de moni-<br />

95


tores y una cantidad inimaginable de<br />

discos duros, era terriblemente abrumadora.<br />

Alcanzaba una altura de no<br />

menos de nueve pisos y en medio de<br />

aquel aquelarre de cables USB que se<br />

desplegaban como los tentáculos de un<br />

pulpo multipodal y cibernético, aquella<br />

tiránica Administradora flotaba sentada<br />

sobre una silla de titanio con apoyabrazos<br />

de nogal, y se desplazaba sobre el<br />

aire levemente enrarecido con la levedad<br />

de una mariposa y la agilidad de un<br />

picaflor. Todo era gris plomo, negro de<br />

humo o con el brillo exultante del aluminio.<br />

Y todo contrastaba con la pálida<br />

pero tersa piel de <strong>La</strong> Administradora,<br />

siempre enfundada en apretadísimos<br />

y sensuales trajes de plástico, como<br />

aquellas institutrices sadomasoquistas<br />

de las revistas porno que estaban estrictamente<br />

prohibidas, allí y en las casas<br />

de todos los miembros.<br />

Acercó su rostro al mío y comencé a<br />

sudar. El suyo era, tal como lo describían<br />

otros que habían estado acá entes<br />

que yo, un rostro perfecto, hermosísimo.<br />

Con una tersura de melocotón. Sus<br />

labios, breves pero carnosos, tenían el<br />

brillo de la lujuria, pero la mirada de<br />

aquellos ojos verdes era paralizante,<br />

aunque lo que hacía el momento menos<br />

terrible era su olor. Una mezcla de<br />

perfumes, bálsamos y fragancias que<br />

alguna vez aprendí a reconocer con el<br />

96


concurso instruccional de mi madre,<br />

una de «las narices» de la casa Dior del<br />

Siglo XXV. Tenía como percepción inicial,<br />

la fragancia de So, el legendario<br />

perfume de esencias de madera, pero<br />

también percibí el aroma de Ashanti,<br />

aquel mix de flores colectadas en las<br />

faldas marroquíes del Atlas, y en combinación<br />

con ambos perfumes, más<br />

bien ‘detrás’ de ellos, el inconfundible<br />

olor de Adiction el bálsamo que se comercializaba<br />

en frasquitos de 50 gotas,<br />

cuyo valor se convirtió en marcador<br />

para las bolsas interplanetarias.<br />

Enmudecí y bajé la vista hacia el piso<br />

de acero. Por un instante sentí que ella<br />

tocaba mi rostro ahora groseramente<br />

empapado en sudor. Mi mano derecha<br />

temblaba y solo escuchaba el suave<br />

resoplido de las turbinas de su sillón<br />

volador, manteniéndola a flote frente a<br />

mí. Estaba literalmente derrotado, pero<br />

una voz en mi interior me hizo recapacitar.<br />

Me había propuesto colgar los relatos<br />

en tandas de 32 y esa era mi decisión.<br />

Mi ubérrima y personalísima decisión. Y<br />

nada ni nadie podrían hacerme pensar<br />

o actuar de manera diferente.<br />

Entonces, haciendo acopio de mis<br />

menguadas fuerzas y aún por encima<br />

de mi voluntad casi vencida, sometida al<br />

poder omnímodo y subyugante de aquella<br />

mujer, levanté el rostro, abrí los ojos y<br />

vi la blancura del techo de mi cuarto.<br />

97


IRREVERENCIA Y<br />

FAMILIARIDAD.<br />

¿CÓMO HABLAR<br />

DEL CANON?<br />

Por Irma Salas Sigüenza<br />

Cuando iba a titularme fue una<br />

auténtica crisis existencial. Por el<br />

panorama laboral, por la recién<br />

aplicación de la RIEMS y la amenaza de<br />

otra reforma curricular que, obviamente,<br />

no me iba a beneficiar. Hablando<br />

con una de mis profesoras de arte, lo<br />

único que me preguntó fue ¿Para qué<br />

estudiaste esto? Y de ahí, yo sola me<br />

hice más preguntas: ¿Qué haremos los<br />

pocos ilusos, valientes, ingenuos, ro-<br />

98<br />

mánticos, etc… para enseñar Humanidades<br />

en las condiciones las que nos<br />

han dejado el sistema educativo actual?<br />

Y más importante todavía ¿Qué<br />

respuestas recibiremos?<br />

<strong>La</strong>s respuestas de ese entonces fue<br />

algo todavía muy idealista. A través de<br />

mí hablaron semestres de lectura sobre<br />

la Paideia griega, la Escolástica, la<br />

estética del Romanticismo. Juventud,<br />

furor, idealismo y contextos diametral-


mente opuestos al mío. Para abreviar,<br />

sólo diré que el examen pasó y conseguí<br />

trabajo. ¿De qué? De profesora de<br />

literatura. El oscuro futuro al que varios<br />

me habían condenado.<br />

Trabajo de maldición y la consabida<br />

carga con la que me recibieron mis<br />

alumnos: adjetivos despectivos contra<br />

la materia, malas experiencias, escaso<br />

gusto por la lectura y la maldita, infame e<br />

infaltable pregunta ¿Esto para qué me va<br />

a servir? No profundizo en eso, porque es<br />

un panorama que todos conocemos.<br />

Ya han pasado dos años y, afortunadamente,<br />

la pregunta se ha vuelto cada<br />

vez más esporádica. Podría ser porque<br />

mis alumnos le tienen terror a mi reacción<br />

cuando escucho eso. O podría ser<br />

un descubrimiento que tenía que ver<br />

más con los contenidos que con los objetivos<br />

de la materia: recuperado de mi<br />

tesis, yo traía la convicción de que mis<br />

99


alumnos debían conocer, leer y amar<br />

los clásicos. Se me hacía ridículo, inhumano,<br />

asqueroso escuchar una pieza<br />

de Bach y no sentir todos esos lugares<br />

comunes con que se aborda lo sublime.<br />

No digamos del Quijote, de Balzac,<br />

Dostoyievski, Lorca, don Gabo…<br />

Pero la barrera lingüística y cultural<br />

eran mis primeros enemigos. Intenten<br />

describirle las relaciones transtextuales<br />

del Ulises con la Odisea a alguien que no<br />

entiende. Y que además, que no quiere<br />

entender. Estábamos todos varados.<br />

Empecé, por necesidad (desesperación)<br />

y después de muchos requiebros, a<br />

abordar a los héroes de Marvel, reggaetón,<br />

emojis, Dragon Ball, basada en que<br />

la literatura es el relato, más que la historia.<br />

Un accidente afortunado.<br />

De repente el panorama cambió.<br />

No voy a decir que compartimos una<br />

epifanía. Pero empezaron a hacer preguntas,<br />

a comparar, a sentirse curiosos.<br />

Resultó que si Iron Man caminaba de la<br />

mano con Odiseo, la clase se hacía hasta<br />

disfrutable. No conocían a Neruda,<br />

pero tienen playeras del Ché y cantan<br />

a Zoé. Y ahora ellos pueden identificar<br />

fragmentos del Canto General. Explicarme<br />

qué es el comunismo. ¿Suena<br />

irreverente? Sí ¿No es literatura? Quién<br />

sabe ¿Es irrespetuoso? Cada vez tengo<br />

más dudas sobre eso.<br />

Hoy puedo decir que mis alumnos<br />

conocen a Lorca casi tanto como a Ed<br />

Sheeran, que se ríen de las obras de<br />

Plauto lo mismo que de Franco Escamilla.<br />

Que entienden las referencias de<br />

los Simpson a novelistas y que saben<br />

que Edvard Much pintó El grito gracias<br />

al emoji de sorpresa. ¿Es decir? Entendieron<br />

que la literatura no es un discurso<br />

muerto y que las Humanidades no<br />

están aisladas. Que necesitan saber de<br />

100


arte para apreciar la filosofía, que los<br />

grandes hombres de la ciencia fueron<br />

también artistas. Que el último director<br />

de Thor se apropió descaradamente de<br />

algunas de las tragedias griegas y las<br />

nociones estéticas del arte bizantino.<br />

¿Y yo? Entendí y abracé que el canon,<br />

las Humanidades, se mueven. Quizá<br />

enseñar Literatura, filosofía de manera<br />

aislada es lo que está matando la academia.<br />

Si el arte contemporáneo ha incluido<br />

el plástico, porque no hay vida<br />

en el siglo XXI sin él ¿Por qué deberíamos<br />

mantenernos en la “torre de Marfil”<br />

y empeñarnos en seguir enseñando<br />

aquello que no responde a los contextos<br />

e intereses de los chicos? ¿Por qué hacerles<br />

creer que ser culto es estar aislado?<br />

¿Por qué hacerles ver que las letras<br />

se extinguieron con las Vanguardias?<br />

Y con esto no digo que hay que sacar<br />

el canon de las escuelas. Pero su mundo<br />

ha cambiado. Perder tres minutos<br />

con un artista de muy mala calidad (en<br />

mi subjetividad) puede significar que<br />

ellos establezcan una relación entre<br />

sus memes y la Edad Media. Y resulta<br />

que una vez que se ha afianzado ese<br />

lazo entienden que si no se preguntan<br />

¿Para qué veo caricaturas? Tampoco<br />

deberían decirme ¿Para qué leo los<br />

<strong>La</strong>is de María de Francia?<br />

Porque la respuesta es más sencilla,<br />

honesta, evidente: porque soy humano<br />

y tengo derecho a conocer el mundo.<br />

Tengo derecho a lo bello, lo sublime y<br />

lo vulgar. Tengo derecho a escuchar a<br />

esos otros que me hablan desde esa<br />

obra. Puedo conversar con lo popular,<br />

puedo amar el pasado. Puedo preguntarme<br />

qué se volverá lo Humano. Y ésa,<br />

en mi parecer, debería ser la función y<br />

la reacción de y a las Humanidades, de<br />

la Literatura, en la escuela.<br />

101


102<br />

LA DISTOPÍA<br />

SALUDABLE<br />

Por Walter Andrei


—No lo puedo creer, en verdad que me<br />

resulta imposible —Logert le decía con<br />

voz quebrantada por el llanto a su esposa<br />

que, atentamente, intentaba hacer<br />

sentir mejor a su marido—. Fueron<br />

tantos años los que ir a este tipo de<br />

lugares era algo rutinario y necesario<br />

para todo ser humano, y ahora simplemente<br />

se han esfumado por completo.<br />

—Claro, concuerdo contigo mi amor,<br />

de hecho, yo me he sobresaltado al igual<br />

que tú cuando la noticia me llegó por<br />

Phowach —Claira no quería ser grosera<br />

con su esposo, pero desde hace tiempo<br />

se había comentado con mucha intensidad<br />

el posible futuro de esos lugares,<br />

y de su escasa utilidad—. Ha sido tan<br />

sorpresiva que me he visto obligada a<br />

comunicarme contigo para poder acreditar<br />

lo informado. Es que, me pareció<br />

tan espectacular que se haya logrado<br />

tanto avance en tan poco tiempo, hace<br />

apenas unas décadas nadie se esperaba<br />

que esto pudiera suceder.<br />

A pesar de ser cierto lo del abrumador<br />

avance, la extrañeza de Claira con<br />

ese respecto no era real; era algo que<br />

todos se esperaban.<br />

Hace algún tiempo ella se había visto<br />

involucrada en continuas discusiones<br />

con su marido sobre lo que la población<br />

y el gobierno opinaba de aquellos<br />

lugares. En las calles se decía que eran<br />

ya completamente inservibles, que tan<br />

sólo representaban un gasto innecesario<br />

para la población y el gobierno. Esa<br />

forma de ver las cosas fue la principal<br />

impulsora de los avances para los desarrollos<br />

que darían lugar a la desaparición<br />

de las clínicas médicas, y de todos<br />

los que allí laboraban.<br />

Logert y sus compañeros habían<br />

sido los principales en darse a la tarea<br />

de hacer ver a la comunidad la funcionalidad<br />

de las clínicas, en donde, con<br />

anterioridad, las personas iban constantemente<br />

a realizarse chequeos de<br />

rutina para comprobar su estado de<br />

salud. Pero habían fallado, ahora no<br />

son más que lugares completamente<br />

abandonados, tachados de arcaicos y<br />

atrasados en tecnología.<br />

—Sé que es difícil haber sido expulsado<br />

de tu profesión de esta manera pero,<br />

no debes de ponerte de esta manera…<br />

—¡Calla! Lo que dices es por la ignorancia<br />

que tienes sobre el tema. No<br />

es la simple pérdida de mi trabajo y<br />

la destrucción total de mi profesión<br />

—mientras Logert le gritaba a su esposa<br />

le comenzaban a bajar algunas<br />

lágrimas por los ojos; estas no representaban<br />

tristeza, sino furia—. ¡Esas<br />

malditas máquinas son las culpables!<br />

Primero los mineros, después los constructores;<br />

ya ves cómo los arquitectos<br />

también están luchando por mantener<br />

su profesión como digna. Pero en mi<br />

caso esa pelea se perdió, nos derrotaron<br />

—hace una pausa para dejar salir<br />

más de aquel líquido transparente por<br />

sus lagrimales—. No se puede competir<br />

contra algo que tan sólo depende<br />

de materias primas manufacturadas y<br />

alguna fuente de energía. ¡Son incansables,<br />

y lo peor es que nunca dejan<br />

de mejorar! Parece que la gente simplemente<br />

no ve que seguimos siendo<br />

necesarios, que no nos pueden superar<br />

máquinas inorgánicas.<br />

Apenas concluía la frase Logert,<br />

cuando del brazo de su esposa se hizo<br />

presente un pequeño pitido, seguido<br />

de otro más fuerte.<br />

El hombre, desconcertado, giró para<br />

ver lo que se temía. Su esposa, por más<br />

que lo intentó ocultar, resultó insuficiente,<br />

su marido se iba a enterar.<br />

103


Logert no lo podía creer, aquello que<br />

le había destrozado su carrera profesional<br />

estaba destruyendo también a<br />

su familia.<br />

Un haz de luz procedente de la muñeca<br />

de Claira penetró en los ojos del<br />

hombre. Era un analizador clínico premium<br />

el que generaba tal luminosidad.<br />

Con completa indiferencia la mujer<br />

se dispuso a averiguar lo que su nueva<br />

adquisición le indicaba: frecuencia cardiaca<br />

en aumento repentino y subida<br />

en los niveles de azúcar. Siguió recorriendo<br />

el dispositivo de forma descendente<br />

y observó que había un apartado<br />

que indicaba recomendaciones contra<br />

los padecimientos que estaba sufriendo<br />

en ese momento.<br />

Los ojos de su esposo estaban desorbitados.<br />

¿Cómo mi propia familia<br />

me ha podido fallar de esa manera? se<br />

dijo, y con ese descaro. Acto seguido el<br />

hombre se dispuso a salir de aquel lugar<br />

para jamás regresar. Claira lo miró<br />

estupefacta por unos instantes, pero su<br />

expresión se esfumó cuando el pitido<br />

se hizo presente de nueva cuenta.<br />

Se dispuso a desplegar el menú completo<br />

para ver todas las opciones. Definitivamente<br />

las clínicas ya no tenían sentido<br />

pensó, todo lo puede este artefacto, y con<br />

menos rodeos. ¡Ya no te necesito Logert!<br />

104


105


106<br />

BOCADILLO<br />

NOCTURNO<br />

Por Judá Emmanuel Pérez Salido


Una banda criminal rival a la que<br />

pertenecía Billy Samson había<br />

estado tratando de sacarle información<br />

sobre ciertas entregas de ciertos<br />

productos desde hacía ya dos horas.<br />

Le habían arrancado las uñas de su<br />

mano derecha lenta y dolorosamente<br />

empezando por el pulgar y terminando<br />

en el dedo meñique. Como no había<br />

soltado ninguna palabra procedieron<br />

a quebrar sus falanges distales, esos<br />

pequeños huesos que no se toman en<br />

cuenta y están debajo de las uñas, torciéndolas<br />

con un par de alicates, luego<br />

las medias (excepto en el pulgar) y al<br />

final las proximales, destrozando completamente<br />

sus nudillos. Para entonces<br />

el sujeto ya tenía la cara más roja que<br />

un filete de ternera fresco; parecía que<br />

iba a reventar en cualquier momento.<br />

Por si no fuera suficiente, pusieron su<br />

mano derecha en una prensa de banco<br />

y la apretaron lentamente hasta que<br />

cada uno de los huesos de su mano se<br />

fracturó. Fue en ese punto donde cedió<br />

ante el dolor y se desmayó súbitamente<br />

mientras gritaba como un maniático.<br />

Despertó en una pequeña habitación<br />

que daba un aroma parecido al amoniaco.<br />

Estaba encadenado al suelo de su maltrecha<br />

muñeca derecha; aunque más bien<br />

parecía que aquel grillete sujetaba un bistec.<br />

Lo que sí era un hecho era que estaba<br />

demasiado apretado, y aunque su mano<br />

estuviera hecha trizas, no podía sacarla.<br />

Lo primero que hizo al recobrar la<br />

conciencia fue analizar qué era lo que<br />

tenía a su alrededor. Estaba muy oscuro,<br />

las paredes parecían estar pintadas<br />

de negro, y sólo entraba un pequeño<br />

haz de tenue luz por una pequeña rendija<br />

de un medio metro cuadrado. Tuvo<br />

el vago pensamiento de que podía alcanzarla<br />

y salir por allí.<br />

Después intentó ver quién o qué hacía<br />

de centinela. Encontró a un tipo robusto<br />

y con una gran barba sentado a<br />

sus espaldas, aunque dormido, provocando<br />

aún más sus deseos de escapar.<br />

Tras haber verificado la condición<br />

de su vigilante era hora de pirarse de<br />

aquel chiquero. No lo pensó dos veces,<br />

pues tal vez no hubiera tenido el valor<br />

para ejecutar su plan de escape.<br />

Comenzó a masticar el borde de ese<br />

pequeño trozo de carne que antes fue<br />

su mano como si no hubiera comido en<br />

semanas, sus dientes cortaban salvajemente<br />

la piel que había sobre aquella<br />

extremidad; esa fue la parte fácil. El<br />

problema vino a partir de los músculos;<br />

con una textura correosa y difícil<br />

de roer, y también porque para ese momento<br />

la sangre salía a borbotones. Si<br />

no terminaba pronto con su mutilación<br />

moriría desangrado, aunque pensó<br />

que tal vez morir era mejor que seguir<br />

preso en ese lugar. Dio fuertes mordiscos<br />

para desprender los tendones que<br />

aun sujetaban ambos extremos entre<br />

su mano y su muñeca. Quedaba solamente<br />

la parte ósea de su articulación;<br />

curiosamente fue mucho más blanda<br />

de lo que esperaba y no tardó mucho<br />

en desprenderse totalmente. Al terminar<br />

ese acto tan atroz, lo que le sorprendió<br />

fue que no hizo ningún ruido<br />

mientras devoraba su propio cuerpo.<br />

Cuando terminó había perdido aproximadamente<br />

un litro de sangre. Su ritmo<br />

cardiaco ya había disminuido significativamente<br />

y no estaba tan seguro<br />

de lograr trepar la pared que ahora parecía<br />

el monte Everest; sin embargo, se<br />

decidió a trepar.<br />

Él medía un metro noventa y seis, por<br />

lo que al estirar su mano pudo alcanzar<br />

esa pequeña ventana. Esperaba que su<br />

107


fuerza le fuera suficiente para elevarlo<br />

hasta aquel punto… Y lo fue.<br />

Su tórax cruzó el umbral cuando algo<br />

lo detuvo; su abdomen era demasiado<br />

grande como para poder cruzar, lo que<br />

hizo que bajara de nuevo.<br />

Antes de poder tirarse en el suelo a<br />

morir debía intentar algo más. Tomó<br />

su muñón, el cuál sangraba bastante,<br />

y frotó su barriga con este como si la<br />

sangre fuera aceite. Tal vez si lograba<br />

subir de nuevo antes de que la sangre<br />

se coagulara podría deslizar su abdomen<br />

por la rendija. Esta vez no fue tan<br />

fácil subir. Cada centímetro que su fornido<br />

brazo lo impulsaba hacia arriba<br />

se sentía como si estuvieran desmembrándolo.<br />

En momentos sentía que se<br />

encontraba en el ártico por el frío que<br />

experimentaba su cuerpo a causa de la<br />

sangre que ya había perdido. Aun así,<br />

logró subirse de nuevo para reptar hacia<br />

su libertad. Sintió su piel desnuda<br />

deslizarse como si se hubiera bañado<br />

en aceite.<br />

Al estar su cuerpo totalmente fuera de<br />

su celda se alegró enormemente de que<br />

no había alertado al sujeto que se suponía<br />

lo estaba vigilando. ¿Acaso se había<br />

compadecido de él y lo había dejado salir?<br />

Tal vez su concentración había sido<br />

tan alta como la de un monje que ha<br />

sido entrenado para soportar las torturas<br />

más crueles sin emitir un sonido.<br />

Había logrado salir a un aparcamiento,<br />

lleno de camiones a donde quiera<br />

108


que miraba, sólo para darse cuenta de<br />

que no sabía dónde estaba.<br />

Arrastrándose por el suelo buscó<br />

algo que pudiera usar como torniquete.<br />

Encontró una bolsa de plástico. Estaba<br />

cubierta de una especie de moho negro,<br />

pero no le importo, prefería arriesgarse<br />

a una infección que morir desangrado<br />

en ese asqueroso lugar.<br />

Avanzó unos metros hasta que llegó<br />

a una carretera aledaña al lugar en<br />

donde unos segundos antes había estado<br />

capturado, miró hacia los lados<br />

de esta y vio un par de luces blancas.<br />

Estaba a punto de morir, así que se<br />

encomendó a Dios y rogó no fuese alguno<br />

de sus captores quien condujera<br />

el vehículo; y además que fuera un<br />

buen samaritano lo bastante estúpido<br />

como para subir a un hombre desnudo<br />

y mutilado a mitad de una carretera de<br />

madrugada. Sus oraciones debieron<br />

haber sido escuchadas pues el pobre<br />

tipo quedó demasiado impresionado<br />

como para preguntarle algo, sólo le<br />

abrió la puerta, esperó a que subiera y<br />

aceleró. En el momento en que Billy vio<br />

que su plan de escape había funcionado<br />

su fuerza se esfumó y perdió la conciencia<br />

en el asiento.<br />

Despertó en una cama de hospital,<br />

con el muñón correctamente suturado,<br />

su sangre de nuevo en niveles normales,<br />

y lo más importante, dos de sus<br />

hombres protegiendo la entrada de la<br />

habitación, a salvo<br />

109


110<br />

ÁRBOL<br />

Por Guillermo Verduzco


En sus sueños ella era un árbol plagado<br />

de rosas sangrantes. El árbol, que<br />

era ella, era una masa negra y endurecida,<br />

cubierta de cicatrices antiguas. Por<br />

sus brazos se desperdigaban las rosas,<br />

enormes flores que olían a cosa muerta.<br />

<strong>La</strong>s rosas eran sangre; al instante preciso<br />

de tomarlas se deshacían en las manos<br />

como si fueran líquidas, manchando todo<br />

de carmesí y de recuerdos del matadero.<br />

Cuando despertaba, era simplemente<br />

ella: el árbol quedaba siempre en<br />

sueños. Yacía bocarriba sobre la cama,<br />

mirando el cielo raso durante lo que<br />

parecían horas, deseando regresar a<br />

la piel llena de cicatrices y cubierta de<br />

botones sanguinolentos. No deseaba<br />

levantarse nunca, pero eventualmente<br />

tenía que hacerlo y salía de su habitación,<br />

silenciosa y encogida como un ratón.<br />

Caminaba como fantasma por los<br />

pasillos de la enorme casa, intentando<br />

confundirse con el papel tapiz de las<br />

paredes o la oscuridad de los rincones.<br />

A veces lo lograba y esos eran días buenos.<br />

Otras veces no lo lograba y esos<br />

días deseaba más que nunca que su<br />

piel fuera la corteza negra del árbol.<br />

En los sueños de ella, él era la Bestia.<br />

<strong>La</strong> Bestia roía, danzaba, reptaba,<br />

lamía, arañaba, aullaba, comía, volaba,<br />

reía, cagaba. Era un animal flexible,<br />

mutable, como suelen serlo los sueños:<br />

siempre cambiante, siempre espantoso.<br />

Y la Bestia, a pesar de sus colmillos y<br />

sus escamas y sus ojos terribles, era impotente<br />

contra la dura coraza del árbol.<br />

<strong>La</strong>s garras, delgadas como alambres<br />

y afiladas como vidrios, nada podían<br />

contra esa piel marcada por ancestrales<br />

batallas; la lengua bífida rehuía del<br />

amargo sabor de las rosas líquidas.<br />

En el mundo diurno la Bestia se llamaba<br />

Padre. Padre no estaba todos los<br />

días en casa y esos días eran buenos.<br />

Otros días, que también eran buenos,<br />

era atacado por una melancolía súbita,<br />

nunca explicada, y se encerraba en su<br />

estudio para no salir de ahí en toda la<br />

noche. Pero estaban los días en que Padre<br />

la buscaba de manera deliberada,<br />

días en que por más que lo intentara<br />

no lograba difuminarse entre el ruido<br />

de fondo de las paredes, entre la estática<br />

de las ventanas. Esos días recordaba<br />

el sueño, mientras Padre cerraba<br />

la puerta de la habitación y susurraba.<br />

Esos días deseaba más que nunca ser<br />

el árbol, porque sabía que la corteza<br />

muerta no sentiría esas manos ásperas<br />

de la manera en que las sentía su piel<br />

desnuda y vibrante. Así que se pasaba<br />

el día encerrada en su habitación, deseando<br />

dormir para soñar que era el árbol,<br />

y también durmiendo y soñándolo.<br />

El sueño comenzó entonces a repetirse<br />

todas las noches, sin falta: la piel<br />

negra, endurecida por mil años de<br />

combates; las rosas sangrientas, palpitando<br />

salvajes en advertencia. Una<br />

mañana, mientras se bañaba, notó que<br />

su blanca piel presentaba ciertos extraños<br />

patrones si se le miraba de cierta<br />

manera, con cierta luz. Líneas desiguales,<br />

que corrían a lo largo de sus brazos,<br />

punteadas por inflamaciones redondas<br />

que sugerían enfermedad. Ese mismo<br />

día, Padre cayó enfermo y tuvo que<br />

postrarse en cama.<br />

Por la noche, los sueños duraban<br />

más. Mostraban más, también. El árbol<br />

negro que era ella ahora coronaba una<br />

helada planicie que se extendía hasta<br />

donde alcanzaba la vista, una infinita<br />

tierra baldía donde ella era lo único<br />

vivo. Al cabo de unas semanas, notó sin<br />

mucho asombro mientras se vestía que<br />

su piel se endurecía, se escamaba, se<br />

111


oscurecía. Los botones que había creído<br />

urticaria se levantaban como ampollas<br />

y eran blandos y cálidos al tacto. <strong>La</strong><br />

salud de Padre empeoró. Al menos, eso<br />

era lo que escuchaba decir al médico a<br />

través de la puerta de su habitación, de<br />

la que ya no salía.<br />

<strong>La</strong> Bestia aparecía cada vez menos<br />

en sus sueños y, cuando lo hacía, era<br />

una versión más y más pequeña, más<br />

delgada, más renqueante y enfermiza<br />

cada vez. El árbol que era ella crecía<br />

majestuoso y sus rosas se multiplicaban.<br />

No sentía ninguna lástima cuando<br />

veía a la diminuta Bestia arrastrarse lastimosamente<br />

a través del páramo, hundiendo<br />

los miembros flacos en el lodo y<br />

emitiendo quejidos desesperados.<br />

Un día despertó y descubrió que no<br />

podía salir de la cama. Sus pies se habían<br />

fundido, de alguna manera, y ahora<br />

echaban raíces ennegrecidas que<br />

se hundían en el colchón y aún más<br />

abajo. Su piel era madera rugosa. Sobre<br />

sus brazos nacían pequeñas flores<br />

en miniatura, flores que estallaban en<br />

roja agua al tomarlas, como diminutas<br />

bayas encontradas en un bosque. Ella<br />

esbozó apenas una sonrisa, acomodando<br />

de una y otra manera los brazos<br />

y el cuerpo, intentando encontrar una<br />

posición que le pareciera lo suficientemente<br />

cómoda para adoptar de manera<br />

permanente.<br />

Llegó entonces el último sueño, en el<br />

que el árbol se extendió como una montaña<br />

viva hacia el sol frío que brillaba<br />

sobre el yermo, abarcándolo todo y sofocando<br />

a la suplicante Bestia en el lodo<br />

omnipresente como si fuera un insecto.<br />

El día que Padre murió, ahogado<br />

en la podredumbre producida por sus<br />

pulmones, se decidieron por fin a abrir<br />

la habitación de ella. Entraron, en silencio<br />

reverente. En el centro del amplísimo<br />

cuarto un gigantesco árbol de<br />

corteza negra estiraba, triunfal y majestuoso,<br />

sus dos ramas laterales, cubiertas<br />

de rosas rojas como la sangre, en<br />

un gesto que parecía darles la bienvenida;<br />

y en lo alto, casi tocando el techo,<br />

estaba un trozo de madera de curiosa<br />

forma, en el que algunos, entre murmullos,<br />

creyeron reconocer un rostro<br />

que los miraba —a ellos, a todo— con<br />

algo parecido al amor.<br />

112


113


114<br />

EL<br />

CEMENTERIO<br />

DE<br />

SOULDETH<br />

(PRIMERA PARTE)<br />

Por<br />

Aly Cañizales<br />

Se dice que la ciudad de Kairy en<br />

el país de Edén es una de las más<br />

antiguas del mundo, ahí reposa<br />

el cementerio más grande del mundo<br />

Souldeth, más de mil años de culturas<br />

enterradas en ese campo santo, se<br />

puede decir que el tamaño del lugar<br />

es equivalente al de una pequeña ciudad<br />

de algunos otros países, pero es<br />

enigmático el hecho de que muy poca<br />

gente lo visita después de cierto tiempo,<br />

se dice que el ambiente tan lúgubre,<br />

hace que la mayoría de la gente ya no<br />

quiera volver, el ambiente es pesado,<br />

tanto que muchos no soportan más de<br />

un par de horas ahí, pero pagan sumas<br />

increíbles de dinero para que sus familiares<br />

sean enterrados en ese sagrado y<br />

famoso lugar de reposo eterno.<br />

Los días son como en cualquier otro<br />

cementerio del mundo, carros pasan<br />

por las doce entradas principales, en<br />

busca de las visitas a sus seres queridos,<br />

pero en su mayoría, los visitantes son<br />

nuevos, son caravanas de gente que<br />

recién falleció, como dije antes, nadie<br />

soporta por tanto tiempo el siniestro entorno<br />

del gran cementerio de Souldeth.<br />

Pocas veces había algo que se considerara<br />

común que no fueran los nuevos<br />

entierros o las pocas visitas, los guardias<br />

tomaban turnos para dar rondines<br />

en sus propios vehículos similares a los<br />

que se utilizaban para el golf, pero solo<br />

uno de ellos era el jefe, Dood llegó a<br />

serlo porque era el más comprometido<br />

de todos, prácticamente vivía dentro<br />

del lugar, no tenía familia y tenía la mirada<br />

más sombría que pudieras haber<br />

visto, no hablaba mucho, solo lo necesario<br />

para dar órdenes y atender las dudas<br />

de algunos de los visitantes.<br />

Como cada noche, cuando el horario<br />

de visitas había terminado, él se dejó


caer en su silla y habiendo confirmado<br />

la posición de los demás guardias nocturnos,<br />

se dispuso a reposar sin perder<br />

de vista sus obligaciones.<br />

Todos asumieron el rol que les correspondía,<br />

pero Souldeth tenía tantos secretos,<br />

tantos sucesos que cada noche pasaban,<br />

que nadie podía relajarse completamente.<br />

<strong>La</strong>s historias que envolvían a este<br />

lugar trascendieron por generaciones,<br />

cada cultura había desarrollado sus<br />

propias leyendas del lugar, de la boca<br />

de los adultos a la boca de los niños,<br />

con el tiempo la historia cambiaba,<br />

pero a esencia jamás se traicionaba,<br />

algo obscuro y maligno vivía ahí y eso<br />

era lo que todos los presentes, estaban<br />

por descubrir.<br />

⁂<br />

Era medianoche cuando nuevamente su<br />

silueta apareció caminando por ahí, con<br />

tan solo nueve años, unos hermosos ojos<br />

grises y un vestido parecido al que usan<br />

las muñecas de porcelana, iba arrastrando<br />

unas pequeñas muletas, a paso lento,<br />

Dayreen cantaba una melodía que su<br />

mamá le cantaba cada noche antes de<br />

dormir, ahora ella le pagaba tanto amor,<br />

visitando su tumba todos los días por las<br />

noches. <strong>La</strong> vida se había vuelto cada vez<br />

más complicada, Dayreen pasaba sus<br />

días tan rápido como un sueño, esperando<br />

la noche para cantarle a su madre antes<br />

de regresar a descansar<br />

Hacía mucho que le había perdido el<br />

miedo al cementerio, se había convertido<br />

en su casa, no sentía ningún temor a<br />

ser descubierta y menos después de que<br />

descubrió que tenía un don muy especial.<br />

Tras ir caminando por los corredores<br />

de Souldeth, recordó los momentos<br />

más felices de su vida, su madre de<br />

nombre Ayleen la llevaba al parque<br />

todas las tardes después de la escuela,<br />

llegando se sentaba en la mesa con ella,<br />

le preparaba platillos exquisitos, juntas<br />

hacían la tarea del colegio y juntas una<br />

vez más, terminaban con las labores<br />

del hogar, pero dentro de toda esta felicidad,<br />

había un gran vacío en sus vidas,<br />

su padre, que siempre estaba ausente,<br />

siempre en el trabajo o fuera de la ciudad,<br />

llegaba un sábado a mediodía y<br />

se iba los domingos por las noches, no<br />

era un mal hombre, hacia lo que podía<br />

y jamás faltaron los obsequios y el dinero,<br />

pero a pesar de los abrazos y los<br />

besos, su ausencia, era algo que ambas<br />

sentían en lo más profundo de su alma.<br />

Amaba a su padre al mismo nivel que<br />

su madre, pero la conexión con ella era<br />

más grande, pues a pesar de que los<br />

doctores le dieron la opción de abortar<br />

un feto que presentaba una enfermedad<br />

y que haría que Dayreen no fuera<br />

como el resto de las niñas, toda su vida<br />

sería incapaz de valerse completamente<br />

por sí misma, y aun con eso, ella no se<br />

rindió, no renuncio y le dio la primera<br />

gran lección de amor a su hija, teniéndola<br />

y por supuesto, educándola para que<br />

jamás se sintiera menos que el resto del<br />

mundo, mostrándole que ella podría<br />

lograr cualquier cosa que se propusiera.<br />

Seguía caminando, su madre estaba<br />

en uno de los pasillos nuevos, por extraño<br />

que parezca, estos pasillos, estaban<br />

en el centro del cementerio, ya que en<br />

la antigüedad 10 cementerios empezaron<br />

a crecer, poco a poco hacia los lados,<br />

hasta finalmente unirse en el centro del<br />

mismo, así fue como nació Souldeth.<br />

Sabía que llegaría a una de las zonas<br />

más activas del cementerio muy pronto,<br />

ahí fue que descubrió su don, ahí fue<br />

que se dio cuenta, que los mitos y las le-<br />

115


yendas eran completamente reales, no<br />

todas las almas van al cielo o al infierno,<br />

hay otras que por obra del destino, jamás<br />

descansan y vuelven cada que pueden<br />

para penar donde se sientan más<br />

seguras, ese era el caso de Amiel…<br />

⁂<br />

Dayreen caminó tranquilamente mientras<br />

veía su silueta, no era la primera vez<br />

que lo veía, sin embargo jamás había tenido<br />

contacto con él, siempre estaba sollozando<br />

frente a la misma lápida, regularmente, ella<br />

esperaba a que ellos le hablaran, pues no le<br />

gustaba entrometerse ni causar molestias,<br />

además de que muchas veces, estos le quitaban<br />

algo de valioso tiempo para llegar a la<br />

tumba de su madre aun así, sabía que si le<br />

llamaban, no podría negarse.<br />

Aquel joven vestía ropas sencillas, su<br />

cabello negro y rizado era muy peculiar,<br />

una barba poblada que cubría su<br />

rostro lo acompañaba, intentó cruzar<br />

detrás de el para no molestarlo, sin embargo,<br />

apenas dio un paso por su espalda<br />

y escuchó como este vociferaba.<br />

—¿Acaso se puede estar más maldito?<br />

<strong>La</strong>s palabras llenas de dolor de aquel<br />

sujeto conmovieron a Dayreen un poco,<br />

y ella, de buen corazón como siempre<br />

había sido, se acercó hacia él, y puso su<br />

mano en el hombro del hombre.<br />

—No sé a qué le llames maldición,<br />

pero puedo asegurarte que quien sea<br />

que esté en esa tumba piensa que la<br />

única maldición que tienes, es la de no<br />

poder sonreír al estar cerca de ella, no<br />

creo que quiera verte triste.<br />

El hombre secó sus lágrimas con su<br />

manga al escuchar aquella voz, tan<br />

dulce e inocente, y aun así llena de sabiduría<br />

y buenos sentimientos.<br />

—Mi nombre es Amiel y quien descan-<br />

116<br />

sa bajo esta lápida es Sarah, el amor de<br />

mi vida, tienes razón al decir que ella<br />

odiaría que yo estuviera llorando, pero<br />

no encuentro otra manera de desahogar<br />

mi dolor, el dolor de un amor que<br />

apenas nació y conoció el final, el dolor<br />

de la tragedia, la desgracia y la pena.<br />

—Sé que el perder a alguien es algo<br />

que no se supera con facilidad, seguramente<br />

Sarah sintió lo mismo al perderte<br />

a ti, pero lo mejor que puedes hacer<br />

es desahogarte, cuéntame que paso,<br />

mi madre decía que a veces el hecho<br />

de decir cuál era la causa de nuestro<br />

dolor, hacía que se aliviara más rápido,<br />

por cierto mi nombre es Dayreen.<br />

Amiel asintió con la cabeza, se sentó<br />

sobre el concreto de la lápida de al<br />

lado, suspiró, pasó su mano para quitar<br />

el cabello de su rostro desde su frente<br />

hasta su nuca, y se dispuso a contarle<br />

todo para no ver si esto efectivamente<br />

apaciguaba su tristeza<br />

—Conocí a Sarah cuando teníamos<br />

doce años, yo había llegado de un pueblo<br />

lejano a la ciudad de Gracia por el<br />

trabajo de mi padre, desde el momento<br />

en que mis ojos se cruzaron con los<br />

de ella me perdí, su hermoso cabello<br />

rubio y su sonrisa eran algo que me<br />

trasportaba ante la presencia de Dios,<br />

nunca disfruté tanto ir a una sinagoga<br />

como aquel día, paseábamos siempre<br />

que nuestros padres se reunían para<br />

discutir temas del templo, quedamos<br />

prendados el uno del otro.<br />

—¡Eso es hermoso! por favor continua<br />

Amiel.<br />

—Al llegar a la edad de diecisiete años<br />

hicimos un juramento, estaríamos juntos<br />

toda la vida, hicimos planes sobre nuestro<br />

futuro y nuestra familia, nada podía salir<br />

mal, incluso nuestras familias parecían gozar<br />

por el hecho de nuestro amor, ambos


éramos de la misma clase social y la unión<br />

de nuestros apellidos significaría una alianza<br />

importante, pero eso no nos importaba<br />

a Sarah y a mí, solo queríamos compartir<br />

cada momento que nos quedara, todo iba<br />

de acuerdo a la ley de Dios, hasta que Gracia<br />

fue invadida por una colonia de gitanos.<br />

Al parecer recorrían ciudad por ciudad<br />

apoderándose de lo que podían, no eran<br />

guerreros, ni violentos, solo llegaban a<br />

poner sus mercados, se hacían con una<br />

casa y un local y dejaban una familia<br />

ahí, el resto se movía de ciudad, al parecer<br />

buscaban crear una red de negocios<br />

para generar un flujo residual de dinero,<br />

el problema es que nuestras culturas<br />

no son precisamente afines y entonces<br />

todos en el templo empezaron a perder<br />

la cabeza, los ortodoxos que eran casi<br />

todos, hablaban de sacarlos de Gracia<br />

por la fuerza si era necesario, tengo que<br />

admitir que incluso yo apoyaba esa idea.<br />

Una persona dentro del templo se<br />

paró frente a todos, les hablo del amor<br />

de Dios y de cómo debíamos de aceptar<br />

a los foráneos como parte de nuestra<br />

comunidad, nos recordó cuando<br />

los judíos fuimos perseguidos por el<br />

faraón por el pueblo egipcio, nos recordó<br />

también que el ser el pueblo elegido<br />

por dios, nos daba la obligación de<br />

servir al prójimo, muchos cambiaron<br />

de opinión, aunque la mayoría a regañadientes<br />

y con sus reservas.<br />

—¿Fue Sarah, cierto?<br />

Amiel la miró sorprendido, no sabía<br />

en qué momento o cual fue la palabra<br />

que lo había hecho deducirlo, pero la<br />

niña estaba en lo correcto<br />

—Sí, fue ella, mi amor por ella me hizo<br />

pararme a su lado frente a todos y secundar<br />

su pensamiento sin importar que en<br />

el fondo no estaba de acuerdo, la gente<br />

de la iglesia en una especie de “venganza”<br />

reunieron un concilio y nos mandaron<br />

a buscar a su líder para acordar una<br />

reunión donde dialogar los términos de<br />

una tregua o más bien, un acuerdo.<br />

—Fue bastante sencillo localizar a<br />

Kavi, el patriarca de la colonia quien inmediatamente<br />

aceptó, dejando a Bavo<br />

su hijo mayor a cargo de cualquier situación<br />

y con la condición de que nos<br />

quedáramos en calidad de “invitados”<br />

mientras él se reunía a acordar los términos,<br />

para mayor seguridad, a pesar<br />

de mis muchas negativas Sarah acepto<br />

con toda la confianza que cabía en ella.<br />

—Por lo que veo tu novia tenía un gran corazón,<br />

además de hermosos sentimientos.<br />

Los ojos de Amiel se llenaron de lágrimas<br />

nuevamente y continúo.<br />

—Ojalá hubiéramos sabido lo que estaba<br />

por venir, ojalá hubiera confiado<br />

en mis instintos, debimos huir, jamás<br />

debí apoyarla en esa locura.<br />

—Bavo nos ofreció una taza de té de frutillas,<br />

mi desconfianza me hizo no aceptar<br />

pero nuevamente, Sarah la tomó sin reparos,<br />

la imagen de Kavi susurrando algo a su<br />

hijo antes de irse no me dejaba en paz, así<br />

que opté por abrir bien los ojos y estar alerta.<br />

Al paso de una hora y mientras Bavo<br />

nos contaba sobres sus viajes por el<br />

continente note que algo cambiaba en<br />

Sarah, sus parpados parecían muy pesados,<br />

pero no se cerraban, sin embargo<br />

sus brazos caían a sus costados sin respuesta,<br />

fue ahí que sospeche aún más,<br />

me levanté para reanimarla pero en<br />

cuanto le di la espalda a Bavo sentí un<br />

golpe en la nuca y perdí el conocimiento.<br />

—¿Los gitanos los lastimaron aun<br />

después de que ustedes los ayudaron?<br />

Sus ojos fueron cubiertos por una<br />

sombra, su voz se transformó, pero<br />

aun así, siguió, lo que estaba por revelar,<br />

sería algo muy fuerte para una niña,<br />

117


pero al notar la madurez en ella, lo dijo<br />

sin siquiera dudarlo.<br />

—Cuando desperté estábamos atados,<br />

ella tenía los ojos abiertos recostada<br />

sobre la cama, yo estaba en una silla<br />

de frente a ella, Bavo se burló diciendo<br />

que ningún judío les pondría condiciones<br />

para estar en una ciudad y me<br />

explicó que el té contenía una hierba<br />

paralizante, Sarah estaba consciente,<br />

podía sentir, mas no moverse.<br />

—Me obligó a ver como él y sus amigos…<br />

Dayreen dejó caer lágrimas de sus ojos<br />

y notó como Amiel se detenía para no<br />

perturbarla a ella, pero podía ver en sus<br />

ojos como los recuerdos lo consumían.<br />

—¿Qué pasó después?<br />

—Cuando terminaron rompí mi dedo<br />

sin que se dieran cuenta para soltarme,<br />

tomé un arma que tenían en un mueble<br />

cerca de mí, los maté uno a uno mientras<br />

estaban distraídos, me acerqué a<br />

Sarah, estaba pálida, no respiraba, murió<br />

sin que yo pudiera hacer nada, no<br />

pude despedirme de ella; use el arma<br />

para dispararme en la cabeza.<br />

Dicho esto Dayreen tomó sus muletas<br />

y caminó hacia aquel hombre destrozado,<br />

lo abrazó, lloró con él, lo soltó y se<br />

acercó a la lápida poniendo una mano<br />

en ella y con su dulce ternura le dijo:<br />

—Ella está en el cielo esperando por<br />

ti, ero al haberte quitado la vida no<br />

puedes cruzar, solo lograrás el perdón<br />

cuando te perdones a ti mismo.<br />

Amiel estaba sorprendido de lo que estaba<br />

pasando, lo que veía era algo increíble<br />

hasta para un muerto, la chica ya no<br />

era la misma que estaba con él y entonces<br />

pudo ver una metamorfosis increíble.<br />

Su cabello se tornó rubio, su forma<br />

cambio, ahora era Sarah, tomó a Amiel<br />

de la mano y lo llevó hacia una luz, justo<br />

antes de entrar, su espíritu y el de Sarah<br />

118<br />

se separaron, se había conectado con<br />

ella y lo ayudo a cruzar, justo antes de<br />

desaparecer Amiel volteó a verla y le dijo:<br />

—Ten cuidado con el enterrador,<br />

guarda un secreto, él nos puede hacer<br />

desaparecer, todos le tememos, si te<br />

ve, no sé de qué sea capaz, gracias por<br />

reunirme otra vez con mi amor.<br />

Desaparecieron en el aire frente a ella,<br />

no conocía al enterrador, pero ahora sabía<br />

que debía de cuidarse de él.<br />

Continúa en<br />

<strong>La</strong> <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong>, <strong>Año</strong> II, número 6


Ilustración de<br />

Leiver Álvarez<br />

119


120


MICRO<br />

CUENTOS<br />

121


Se levantó doña Pepa. Tomó su bata<br />

de baño y se la ciñó. Dio unos pasos y<br />

con algo topó. Se trataba de su marido<br />

Francio, a las tres de la mañana de un<br />

infartó murió. Llantos por doquier se<br />

escucharon hasta el cuerpo sepultar.<br />

Unos pasos hacia el baño la hacían llorar,<br />

la imagen de su marido no se podía<br />

borrar como la mancha en el piso<br />

justo donde murió. No era de sangre, ni<br />

sudor, ni lágrimas se trataba de unas<br />

letras escritas con arañazos. En esto se<br />

resumía: «I love Maritza» Sí, la amante<br />

de don Francio.<br />

Luis Díaz Cardoza<br />

Cuando su tía amenazó con prostituirla,<br />

Fabiola escapó de su casa.<br />

—No podemos dejarla en la calle —le<br />

dijo Eleazar a su esposa. No sabía si fue<br />

porque siempre había querido tener un<br />

tercer hijo o por rescatar a una chica de la<br />

vida horrible que le esperaba en la calle.<br />

—Bienvenida —le dijo lacónicamente,<br />

evitando que su esposa se sintiera<br />

celosa. Pero quedó impresionado por<br />

sus rasgos suaves y mirada penetrante<br />

como de princesa.<br />

Su aprendiz, Alfonso, observaba sin<br />

interés.<br />

Algo los juntó. No lo sabían aún, pero<br />

ellos tres comandarían al mayor ejército<br />

de su tiempo.<br />

122<br />

Cosme


Estoy temblando. Comprar el mandado<br />

con doscientos pinches pesos.<br />

Bebo de la chaparra. ¿Y esa güerca que<br />

anuncia? ¿Tiene deudas, problemas?<br />

¡Rezamos por usted! Hago fila hasta<br />

quedar frente a ella.<br />

—¿Cómo te llamas, hermanita?<br />

—María José.<br />

—¿Bebes alcohol?<br />

—Sí.<br />

—¿Quieres cambiar?<br />

—Sí.<br />

—Recemos juntas... ¡Un milagro ocurrirá<br />

en tu vida!<br />

—Gracias.<br />

Entro al súper. Agarro una barra de<br />

pan y encuentro una tarjeta bancaria.<br />

Termino de comprar; doy la tarjeta.<br />

—¿Es de usted la tarjeta?<br />

—Sí.<br />

Camino a la salida. El guardia me detiene.<br />

Regresamos a la caja.<br />

—¿Usted es José María Peter?<br />

—Sí.<br />

—¡Olvidaba su tarjeta, señor!<br />

Mauricio Serrano Bovio<br />

El doctor le dijo a doña Mary que le<br />

quedaba una semana de vida. Ella decidió<br />

dejar el hospital y morir en casa.<br />

Después de seis meses, el doctor se<br />

la encontró en la calle y asombrado le<br />

preguntó cómo era posible que aún estuviera<br />

con vida. Doña Mary le contestó:<br />

—Olvidé qué día dijo que me iba a morir.<br />

Arturo Flores Martínez<br />

123


MARTES 21<br />

Pasé a recogerla al café.<br />

<strong>La</strong> encontré con Ricardo mi amigo.<br />

Sentí rabia. Susana se asustó. No entendí<br />

por qué, si como dijo sólo tomaban<br />

algo... Él se alejó sin saludar.<br />

MIÉRCOLES 22<br />

Anoche, apenas dormimos.<br />

—No hay nada con Ricardo —dijo.<br />

Hoy ambos terminaremos temprano<br />

pero no aceptó que la pase a buscar.<br />

—No hay nada —repitió al salir.<br />

JUEVES 23<br />

Susana no regresó anoche. No dormí.<br />

Ricardo me incluía en su agenda. <strong>La</strong><br />

encontraron en su cuerpo sin vida, con<br />

un balazo.<br />

Un comisario preguntó por Leticia,<br />

su novia. No la conozco.<br />

Susana aún no ha vuelto.<br />

Julio de Posada<br />

Fue tal el ansia a la hora de comer durante<br />

aquel banquete, que cuando<br />

me levanté, descubrí que era imposible<br />

mantener el equilibrio. Mis pies no<br />

estaban en su sitio.<br />

124<br />

David del Río González


El niño escogía cuidadosamente entre<br />

las piececitas con anhelantes e inocentes<br />

ojos. «Todo estará bien, cuando encuentre<br />

los últimos tres engranes funcionará<br />

nuevamente y tú papá, podrás abrazarme<br />

otra vez». Sonreía, provocado por la<br />

desesperación y cruel esperanza.<br />

En el suelo yacía un hombre viejo, un<br />

agujero se abría en su pecho. «Ya casi»<br />

Rezaba el niño muy contento. «Tú dijiste<br />

que los relojes eran los corazones<br />

del tiempo y siempre ayudaste a sanar<br />

cada reloj que llegaba a tus manos;<br />

estoy seguro papá, que él puede obsequiarte<br />

uno de sus corazones ahora que<br />

el tuyo se ha detenido».<br />

Takeshi Avalos Rosales<br />

<strong>La</strong> casa se ha llenado de hormigas.<br />

¡Maldito verano! Hay que ir con mil ojos<br />

y dejar la cocina lustrosa para evitar la<br />

invasión. Si quedó una miga, ya está<br />

liada. Y no digamos los niños, que dejan<br />

olvidado el bocadillo en cualquier<br />

parte. Lo que peor llevo es cuando<br />

comen galletas, mira que les digo, que<br />

así no paramos esto. En fin, no damos<br />

abasto a barrer, frotar, aspirar...Johny<br />

vino hoy diciendo si no será el cadáver<br />

de papá que las atrae. Vaya cosas<br />

tienen los críos, si saben de sobra que<br />

está cubierto de polvitos rosas.<br />

María Ángeles Peyró Jiménez<br />

125


Un tren hacia ninguna parte se detuvo<br />

en medio de la nada; era un prado tan<br />

verdoso que parecía una mentira, algo<br />

que no habría de suceder jamás; pero<br />

que estaba ahí.<br />

Se detuvo por que alguien quiso bajar<br />

para existir en ese lugar tan irreal, sacado<br />

de la fantasía al mundo de verdad.<br />

Era tan cruel y hermoso que valió la<br />

pena desaparecer después de haber<br />

bajado del vago, ignorando el mensaje<br />

pintado en las paredes del tren que decía:<br />

«Favor de no abrir las puertas del<br />

tren mientras está en marcha».<br />

Jonathan Núñez Flores<br />

A veces en la noche siento su sombra<br />

atormentándome, me vigila por la mirilla<br />

de la puerta y siento su mirada a<br />

través de la ventana, incluso puedo oír<br />

su risa irónica cuando siente mi miedo,<br />

pero así es él…<br />

Burlona e irónica a la vez, sabedora<br />

de mi miedo y regocijo en él, ¡ya olvide<br />

como era mi vida antes de conocerla…!<br />

Llevamos tanto de la mano que su<br />

sangre y mi sangre se mezclaron, que<br />

su dolor es ya mi tormento.<br />

¿Qué quién es?<br />

Se llama conciencia, y a todos alguna<br />

vez nos persigue…<br />

126<br />

María de la Paz Valero Uceda


Es el fin del mundo en el Cerro Colorado.<br />

Dos amantes nocturnos, un humano<br />

y una alienígena, deben despedir<br />

un amor prohibido. Ojalá este podrido<br />

mundo viviera inmortalmente para<br />

apreciar esta bella sinapsis. Él la besó<br />

fervientemente, un cálido adiós que<br />

humedeció sus labios azul turquesa. <strong>La</strong><br />

miró en sus intensos ojos arcoíris para<br />

cantarle una última vez:<br />

Pasarán más de mil años, muchos más,<br />

yo no sé si tenga amor la eternidad<br />

pero allá, tal como aquí,<br />

en la boca llevarás<br />

sabor a mí.<br />

Entonces ella voló hacia su nave mientras<br />

vio la luna caer contra el mundo.<br />

Chris Vallejo Villegas<br />

Mientras el sacerdote oficia misa la figura<br />

de Cristo que se encuentra a su espalda<br />

comienza a sangrar, los feligreses sorprendidos<br />

por el milagro se hincan y rezan, el<br />

padre alaba a los cielos y da un sermón<br />

acerca del arrepentimiento. Al llegar a su<br />

casa el cura suelta lágrimas y tiembla de<br />

miedo, ingiere un frasco entero de pastillas<br />

para dormir y muere. El titular del<br />

periódico amarillista del día siguiente es:<br />

«Padre se suicida, dentro de su apartamento<br />

son hallados tres cadáveres».<br />

José Daniel Arias Torres<br />

127


Como casi todas las noches, le llamé<br />

para saludarla. Ella era espectacular y<br />

me importaba lo suficiente. Ésta noche<br />

no había ocurrido nada especial, como<br />

siempre el trabajo era tedioso, pero el<br />

trabajo da dinero y el dinero cumple<br />

deseos. Me disponía a contarle mí aburrido<br />

día pero al contestar escuché con<br />

emoción «¡Hoy es el día! Mis padres<br />

salieron y estaré sola toda la noche.»<br />

En unos minutos ya me encontraba<br />

desnudo sobre su mesa. Ella se había<br />

hecho con un buen cuchillo de carnicero.<br />

Yo, anestesiado, estaba feliz, en su<br />

boca ya veía mi primer dedo.<br />

Enrique Herrera Arévalo<br />

Alguien estaba dentro de mi cabaña;<br />

apenas entré, la chimenea chisporroteaba<br />

frente a una silla, y la televisión<br />

prendida se burlaba de mí, que exasperado<br />

busqué en todas partes sin tener<br />

éxito. Hasta que al llegar la noche,<br />

estando a punto de dormir, una respiración<br />

ahogada se escuchó del viejo armario<br />

que había olvidado revisar. Si no<br />

quede entonces muerto del miedo en<br />

medio de la oscuridad, fue un milagro.<br />

Ciertamente al día siguiente cambie<br />

de cuarto, y ya nunca vuelvo antes del<br />

trabajo. De cualquier manera, un viejo<br />

como yo, no debería vivir solo.<br />

128<br />

Sarah Hinojosa


Aunque la opinión pública asume<br />

que mi casa debía ser siniestra y oscura.<br />

No era así. Cuando parecía que acababa<br />

con algún degenerado o una golfa,<br />

en realidad, comenzaba a darle sentido<br />

a su existencia en el intenso placer de<br />

observar cómo la palidez iba ahogándolo<br />

todo. Por eso las paredes estaban pintadas<br />

en las tonalidades que con el tiempo<br />

llegué a perfeccionar. Casi idénticas<br />

a las pieles más hermosas. Así el dormitorio<br />

me recordaba a Mandy Sweety, el<br />

primero. <strong>La</strong> cocina al tercer excursionista<br />

y la habitación de mi hijo a su madre.<br />

Ana B. Navarro Morales<br />

Recuerdo a mi abuelo hablar de la supremacía<br />

blanca y de cómo dominaría<br />

al mundo. Eso quedo atrás, ahora ni<br />

siquiera somos la raza dominante. Después<br />

del día de la invasión, los humanos<br />

vivimos bajo la Tierra para no ser<br />

detectados por las especies alienígenas<br />

de la superficie, de piel grisácea y múltiples<br />

extremidades; quienes se abastecen<br />

de nuestros recursos naturales. Es<br />

una sensación de éxtasis encontrar a<br />

otro ser humano, con el cual platicar,<br />

reír e incluso insultar. Cada vez se ven<br />

menos personas. ¡Qué épocas aquellas<br />

donde lo único que nos preocupaba<br />

era el color de piel!<br />

Mauricio Ruiz Serrano<br />

129


Primero de enero. Dos detonaciones.<br />

Los perros ladraron. Tres más. Los perros<br />

alborotados y cinco estallidos.<br />

Habría venido a brindar. Caminando<br />

por la calle se iba Facundo a tomar servicio;<br />

sol, calor y tierra. Andaba tranquilo.<br />

Vestía de Guardia Penitenciario.<br />

Estaba separado de Zulema, se había<br />

ido. <strong>La</strong> primera en verlo fue la madre<br />

de sus hijos y la ex cuñada, luego<br />

se desplazó a la vivienda contigua. Se<br />

despidió de su exsuegra, de la exhijastra<br />

y de Romeo, su novio.<br />

Se presentó detenido, entregó el<br />

arma salpicada, dijo no estar loco. Lo<br />

suyo era devolver el daño.<br />

Miguel Molinas Anselmo<br />

<strong>La</strong> aeronave interrumpió el espacio<br />

aéreo a las 18:00, hora del noreste del<br />

primer día del octavo mes. Se mantuvo<br />

suspendida varios días estudiando<br />

a los habitantes. Descendió ante una<br />

multitud expectante a las 20:00 horas<br />

del séptimo día del mismo mes. Salió<br />

de la nave una criatura muy extraña<br />

que caminó directamente ante el líder.<br />

Lo miró y extendió su mano al tiempo<br />

que dijo «Hola». El líder interpretó dicha<br />

acción como clara señal de agravio<br />

y desintegró al invasor de un solo rayo<br />

emitido desde sus antenas.<br />

130<br />

Jorge Aguiar


<strong>La</strong> radio anunciaba por tercera vez el toque<br />

de queda. Cercenaba con precisión<br />

una ostentosa rebanada de pastel cuando<br />

mi hermana entró agitada. Miró por<br />

la ventana. «Me hubiera tardado más<br />

tiempo y podría haber sido otra víctima<br />

del asesino. Ay, ¡Dios!, justo ayer mataron<br />

a Renata, la tamalera. Dicen que sus<br />

miembros fueron cortados con mano de<br />

cirujano. Pero aquí estoy, a duras penas,<br />

sana y salva», dijo tras el sosiego. Le respondí:<br />

«no creo que él salga hoy; tal vez<br />

también sea su cumpleaños».<br />

Manuel Cohuo Nic<br />

Hoy era el día en que por fin tendría su<br />

primer celular. Amanecía y las ganas le<br />

apretaban el pecho. Sin embargo, observó<br />

por la ventana cientos de personas<br />

paralizadas, todas mirando hacia<br />

su teléfono. Huyó de la escena hacia la<br />

cocina y halló a su padre cegado e inerte<br />

frente al celular; mientras, su madre<br />

con una mano en la olla y la otra en el<br />

teléfono, yacía petrificada. Despertó<br />

de tan terrible sueño y corrió hasta su<br />

anhelado regalo. Al encenderlo quedó<br />

en vida sepultado. Muerte cerebral le<br />

diagnosticaron acabando para siempre<br />

inmóvil con su móvil al lado.<br />

Edgar Germán Valdez Gómez<br />

131


Me enamoré de un ser creado por el<br />

hombre que no pertenecía a mi tiempo,<br />

él venía de tiempos muy adelantados;<br />

la noche que lo encontré me conto su<br />

historia. Llego a mí por un error que<br />

uno de sus creadores cometió y hasta<br />

no encontrar una solución para volver<br />

solicitaba quedarse conmigo. Era perfecto,<br />

sus rasgos y su mirada penetrante<br />

me cautivaron, no hablaba mucho y<br />

tampoco sentía mucho. Mi tiempo estaba<br />

muy atrasado al suyo y él solo podía<br />

esperar, dejar pasar los años hasta<br />

llegar al suyo y yo solo podría acompañarlo<br />

en una vida.<br />

Judith Moreno Barba<br />

Siempre esa sensación en todo, el dejà<br />

vu. Desde pequeño. Lo mismo, lo mismo,<br />

lo ya vivido.<br />

Cada noche, a solas, busco el cuchillo.<br />

Miro la afilada sierra, las venas de<br />

mi brazo.<br />

Lo mismo, lo mismo.<br />

Después lo dejo en el cajón y regreso<br />

al dormitorio. Lo mismo.<br />

Lo pienso y me río.<br />

Hasta que lo hago: me corto las venas<br />

y provoco el primer momento diferente<br />

en años. No va a durar mucho,<br />

tanta sangre me marea, me desmayo...<br />

Pero qué hermosa sensación... la libertad...<br />

lo nuevo...<br />

Me cago de la risa... ¿Tú no?<br />

132<br />

Hipólito Quintana Santos


Día uno:<br />

Por la madrugada unas voces interrumpieron<br />

mi sueño ¡cállense! grite<br />

exasperada. Era una discusión que<br />

retumbaba en el cuarto. Me incorpore<br />

con la firme convicción de mediar la<br />

situación y recordé que me encontraba<br />

sola en casa.<br />

Día dos:<br />

Tal vez estaba comenzando a volverme<br />

loca, las hormigas en mi cama solo podían<br />

ser señal de mal augurio, comencé<br />

a sacudirla cuando unos toquidos<br />

en mi closet me hicieron salir de mi<br />

ensimismamiento.<br />

Día tres:<br />

Al volver a casa vecinos merodeaban<br />

mi cochera. Mi perro había saltado de<br />

la azotea, al parecer una extraña fuerza<br />

lo hizo caer.<br />

Karen Elizabeth Rodriguez Quintana<br />

Escribía más obras, a cada nuevo<br />

año, quizás para asegurarse su lugar<br />

en el olvido.<br />

Walter Mondragón<br />

133


SEXTA<br />

CONVOCATORIA<br />

DE MICROCUENTO,<br />

ENSAYO Y RELATO «LA<br />

SIRENA VARADA, REVISTA<br />

LITERARIA BIMESTRAL»


«<strong>La</strong> <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong>, revista literaria», publicación digital mexicana en castellano,<br />

especializada en relato corto, ensayo y microcuentos, convoca a todas aquellas<br />

personas que quieran colaborar con la publicación de textos en el séptimo y<br />

octavo número de la revista, los cuales se publicarán en abril y mayo del 2018. Todas<br />

las obras deberán ser originales e inéditas, y deberán apegarse a los siguientes<br />

lineamientos:<br />

• Ensayo: <strong>La</strong> extensión deberá ser mínimo de 3000 caracteres (contando<br />

también los espacios) y máximo de 5000. Los trabajos deberán tratar el<br />

tema de la influencia de la lectura en la juventud.<br />

• Relato: Se recibirán relatos que entren dentro del género del terror, ciencia<br />

ficción y policial. <strong>La</strong> extensión deberá ser mínimo de 4000 caracteres (contando<br />

también los espacios) y máximo de 6000.<br />

• Microcuento: Se recibirán microcuentos dentro del género del terror, ciencia<br />

ficción o policial y con una extensión máxima de cien (100) palabras en<br />

idioma español. No deberá llevar título y cada participante podrá enviar solo<br />

un microrrelato.<br />

Sólo se podrá participar en una de las tres categorías especificadas. El formato<br />

de envío para los textos será .txt .doc o .docx, no se tomará en cuenta cualquier<br />

otro formato. El tipo y tamaño de letra, así como el interlineado no tienen relevancia.<br />

El nombre del archivo deberá estar estructurado de la siguiente forma:<br />

Categoría_ApellidosNombre (del autor). Y deberán ser enviados con el asunto «6°<br />

convocatoria la <strong>sirena</strong> <strong>varada</strong>» a:<br />

contactoeditorial@editorialdreamers.com.mx<br />

En el cuerpo del correo deberán incluir: Nombre completo o seudónimo con el<br />

que se desea publicar, correo electrónico para contacto, una biografía de no más<br />

de 70 palabras y una fotografía del autor. Si la información no se encuentra como<br />

ha sido solicitada, se descatará de inmediato la participación.<br />

El plazo de recepción de trabajos terminará el viernes 30 de marzo a las 23:59 horas<br />

UT-6:00 (CST). Se seleccionarán cinco (5) ensayos, quince (15) relatos y veinte<br />

(20) microcuentos, para cada uno de los números, siendo un total de diez (10) ensayos,<br />

treinta (30) relatos y cuarenta (40) microcuentos, los cuales serán anunciados<br />

el día viernes 6 de abril a través de nuestras redes sociales y nuestro sitio web,<br />

Cabe aclarar que las fotografías, así como las biografías, serán utilizadas para<br />

hacer una mención de los autores dentro de la revista. Al ser una publicación digital<br />

sin fines de lucro, no existirá premio en metálico. Sólo se entregará un reconocimiento<br />

digital a los autores seleccionados.<br />

¡Esperamos su participación!


en nuestro siguiente número:<br />

Más entrevistas,<br />

más cuentos y microcuentos,<br />

y todo lo que ustedes aman<br />

leer en esta, su revista

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