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La sirena varada: Año 1, Número 5

El quinto número de La sirena varada: Revista literaria.

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<strong>La</strong> tarde era tormentosa, el vidrio recibía<br />

un inmenso y eterno ataque<br />

de gotas mientras se iluminaba por<br />

los relámpagos y se estremecía por el<br />

estruendoso sonido del rayo.<br />

Lo cierto es que el hecho de estar escribiendo<br />

los informes del instituto me distraía<br />

de la tormenta que se desataba en el exterior,<br />

al punto de no darme cuenta de que los<br />

camilleros luchaban por poder entrar.<br />

El ruido de los truenos me impidió<br />

escuchar los pasos apresurados que<br />

se aproximaban a mi oficina. Así que<br />

cuando la puerta se abrió de súbito no<br />

pude evitar dar un salto golpe, producto<br />

de la sorpresa.<br />

—Doctora Madison, tengo que hablar<br />

con usted.<br />

El hombre que se encontraba frente<br />

a mí era el doctor Samuel; él era el encargado<br />

máximo del Instituto Kayman,<br />

por lo que su sola presencia en mi oficina<br />

era señal inequívoca de que algo<br />

importante exigía mi presencia.<br />

—Dígame, doctor.<br />

—Acompáñeme a mi oficina por favor,<br />

doctora.<br />

Esas palabras por un momento me<br />

hicieron dudar, pues sonaba a que iba<br />

a despedirme; aunque siguiendo las<br />

políticas del asilo tendría que abandonar<br />

mi puesto inmediatamente, y con<br />

el clima esto era prácticamente inhumano,<br />

así que me contuve y proseguí<br />

a seguir al doctor Samuel a su oficina.<br />

El pasillo era frio, oscuro y estrecho;<br />

estaba construido con un tabique que<br />

por el tiempo y la humedad tomo un<br />

tono grisáceo, las pocas luces que iluminaban,<br />

combinadas con las altas<br />

ventanas iluminadas a momentos por<br />

los rayos, le daban al corredor en general<br />

un aspecto tétrico, que hubiera hecho<br />

temblar a otro con cualquier rayo.<br />

Después de cada sonido de los truenos<br />

se podía escuchar una serie de gritos,<br />

producto de los pacientes que albergaba<br />

el instituto, pues su prolongado confinamiento,<br />

mezclado con sus enfermedades<br />

mentales previamente adquiridas, había<br />

desarrollado una conducta de histeria en<br />

noches de tormenta como esta.<br />

Al término del pasillo se encontraba<br />

una puerta de madera con cerradura<br />

metálica oxidada, dentro de esta puerta,<br />

estaba la oficina del doctor Samuel;<br />

la oficina era un lugar oscuro, con humedad<br />

en las paredes, estas se encontraban<br />

cubiertas por grandes estantes<br />

de libros, todos de gran volumen y<br />

acordes a la psiquiatría.<br />

—Doctora, como sabe, aquí se siguen<br />

ciertos protocolos con los nuevos, para<br />

poder darles acceso a los casos superiores.<br />

—Sí, estoy consciente, sé que se les tiene<br />

a prueba por tiempo de un año (que<br />

es el tiempo que llevo laborando en el<br />

instituto) y es por eso que no se me ha<br />

dado acceso a los enfermos más graves.<br />

—Así es, doctora. Pero como usted lo<br />

dijo, ya ha cumplido con el año, por lo<br />

que ya tiene acceso a todos los pacientes<br />

del instituto, y como política del<br />

mismo, le dejaré elegir un paciente.<br />

—Me da mucho gusto, y desconocía<br />

que sólo podía uno.<br />

—Como usted sabrá debo distribuir<br />

mis pacientes con todos los psiquiatras,<br />

usted seguirá con los pacientes inferiores<br />

que tiene pues se debe de dar<br />

continuidad con su tratamiento, únicamente<br />

los superiores, me atrevo a<br />

cambiarles su psiquiatra, pues el estar<br />

en esa condición implica que la técnica<br />

no ha estado funcionando y que es necesario<br />

buscar alguien con quien si se<br />

habrán psicológicamente hablando.<br />

—Bueno, en ese caso quiero al Camaleón.<br />

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