La sirena varada: Año 1, Número 5
El quinto número de La sirena varada: Revista literaria.
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con su voz temblando—, y salió. Esperé<br />
un rato, me acerqué al tipo y, oh, lo que<br />
le había hecho, ¡Dios! —empezó a llorar.<br />
—¿No recuerda algo más?<br />
—Yo… creo que el asesino dijo hijo…<br />
—¿Qué más?<br />
—Que le recordaba a… a la madre. No<br />
sé más, ¡es horrible!<br />
—Tranquilícese, ha hecho un buen<br />
trabajo —se dirigió al comisario—. Inspeccionaré<br />
el cuadro.<br />
Traspasó el cordón, se acercó al cuadro<br />
y lo levantó: Saturno devorando a<br />
su hijo.<br />
—Admirador de Goya, como me lo<br />
esperaba.<br />
—Pues genial, identificamos al muchacho,<br />
buscamos al padre y lo mandamos<br />
para que se pasee un poco por la cárcel<br />
—No quiero adelantar nada.<br />
Examinó de cerca al testigo, sin que se<br />
diese cuenta, y vio un moretón en su frente.<br />
—¿Cómo se hizo eso?<br />
—Cuando salí corriendo, me golpeé<br />
sin querer contra la puerta —su voz ya<br />
no vacilaba.<br />
—Vamos, no va a creer que está mintiendo<br />
el tipo —le susurró el comisario—.<br />
¡Si estaba temblando y todo!<br />
—Pues yo creo que es el culpable.<br />
Señaló al testigo, que sonreía sin<br />
inmutarse.<br />
—¿Por qué cree eso?<br />
—Es muy fácil; antes de entrar vi, a lo<br />
lejos, dos hileras de huellas idénticas<br />
en tamaño y profundidad.<br />
—Teniéndolo a usted, me esperaba<br />
una mejor excusa. Cualquiera puede<br />
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