102 LA DISTOPÍA SALUDABLE Por Walter Andrei
—No lo puedo creer, en verdad que me resulta imposible —Logert le decía con voz quebrantada por el llanto a su esposa que, atentamente, intentaba hacer sentir mejor a su marido—. Fueron tantos años los que ir a este tipo de lugares era algo rutinario y necesario para todo ser humano, y ahora simplemente se han esfumado por completo. —Claro, concuerdo contigo mi amor, de hecho, yo me he sobresaltado al igual que tú cuando la noticia me llegó por Phowach —Claira no quería ser grosera con su esposo, pero desde hace tiempo se había comentado con mucha intensidad el posible futuro de esos lugares, y de su escasa utilidad—. Ha sido tan sorpresiva que me he visto obligada a comunicarme contigo para poder acreditar lo informado. Es que, me pareció tan espectacular que se haya logrado tanto avance en tan poco tiempo, hace apenas unas décadas nadie se esperaba que esto pudiera suceder. A pesar de ser cierto lo del abrumador avance, la extrañeza de Claira con ese respecto no era real; era algo que todos se esperaban. Hace algún tiempo ella se había visto involucrada en continuas discusiones con su marido sobre lo que la población y el gobierno opinaba de aquellos lugares. En las calles se decía que eran ya completamente inservibles, que tan sólo representaban un gasto innecesario para la población y el gobierno. Esa forma de ver las cosas fue la principal impulsora de los avances para los desarrollos que darían lugar a la desaparición de las clínicas médicas, y de todos los que allí laboraban. Logert y sus compañeros habían sido los principales en darse a la tarea de hacer ver a la comunidad la funcionalidad de las clínicas, en donde, con anterioridad, las personas iban constantemente a realizarse chequeos de rutina para comprobar su estado de salud. Pero habían fallado, ahora no son más que lugares completamente abandonados, tachados de arcaicos y atrasados en tecnología. —Sé que es difícil haber sido expulsado de tu profesión de esta manera pero, no debes de ponerte de esta manera… —¡Calla! Lo que dices es por la ignorancia que tienes sobre el tema. No es la simple pérdida de mi trabajo y la destrucción total de mi profesión —mientras Logert le gritaba a su esposa le comenzaban a bajar algunas lágrimas por los ojos; estas no representaban tristeza, sino furia—. ¡Esas malditas máquinas son las culpables! Primero los mineros, después los constructores; ya ves cómo los arquitectos también están luchando por mantener su profesión como digna. Pero en mi caso esa pelea se perdió, nos derrotaron —hace una pausa para dejar salir más de aquel líquido transparente por sus lagrimales—. No se puede competir contra algo que tan sólo depende de materias primas manufacturadas y alguna fuente de energía. ¡Son incansables, y lo peor es que nunca dejan de mejorar! Parece que la gente simplemente no ve que seguimos siendo necesarios, que no nos pueden superar máquinas inorgánicas. Apenas concluía la frase Logert, cuando del brazo de su esposa se hizo presente un pequeño pitido, seguido de otro más fuerte. El hombre, desconcertado, giró para ver lo que se temía. Su esposa, por más que lo intentó ocultar, resultó insuficiente, su marido se iba a enterar. 103
- Page 2:
· NOIR · CIENCIA FICCIÓN · TERR
- Page 5 and 6:
82 ¿LEER ES UN CASTIGO? 96 IRREVER
- Page 7 and 8:
«¡Vengan ya nació, acaba de nace
- Page 9 and 10:
En toda feria, hay atracciones que
- Page 11 and 12:
las piernas, las manos. Ya no puede
- Page 13 and 14:
Adriana, la madre de nuestra hija,
- Page 15 and 16:
Mar disfrute de una vida útil. Que
- Page 17 and 18:
adío de ideas infructíferas. Webe
- Page 19 and 20:
19
- Page 21 and 22:
Había descubierto su animalito sec
- Page 23 and 24:
villoso fue ocupando todo el sueño
- Page 25 and 26:
La tarde era tormentosa, el vidrio
- Page 27 and 28:
—Así fue en un inicio, sin embar
- Page 29 and 30:
El hielo alumbraba las calles, aún
- Page 31 and 32:
confundir las huellas, sobre todo s
- Page 33 and 34:
Se estima que a partir de los doce
- Page 35 and 36:
35
- Page 37 and 38:
No puedo más, cada roce con la sá
- Page 39 and 40:
tómago, vi el tazón con el huevo
- Page 41 and 42:
—La mujer montó sobre la mesada,
- Page 43 and 44:
—¿Locura? Pario cardiorrespirato
- Page 45 and 46:
Llegó a su casa, con el temor de a
- Page 47 and 48:
detenimiento. No vio cruces. No hab
- Page 49 and 50:
Junto a mí, Hugo fue uno de los pr
- Page 51 and 52: se oculta a nuestro alrededor, más
- Page 53 and 54: que necesitan del ser humano, porqu
- Page 55 and 56: Se sentía la angustia, la zozobra
- Page 57 and 58: 57
- Page 59 and 60: La última luz del compartimento de
- Page 61 and 62: ían inservibles en una travesía c
- Page 63 and 64: Siempre creí que el Fin del Mundo
- Page 65 and 66: ía cómo responderle. La laguna er
- Page 67 and 68: en cursivas, en estado de suspensi
- Page 69 and 70: no tuvieron empacho alguno en celeb
- Page 71 and 72: A lo largo de sesenta y cinco años
- Page 73 and 74: 73
- Page 75 and 76: Selva de Panamá, 1953. Oliver Whit
- Page 77 and 78: a #ACERTIJO El alcaide de una cárc
- Page 79 and 80: En este testimonio; lo confieso en
- Page 81 and 82: con perseverancia. A lo humildes, d
- Page 83 and 84: No se puede ensañar a un niño el
- Page 85 and 86: literatura barata, leer es importan
- Page 87 and 88: Tenía poco tiempo para recoger sus
- Page 89 and 90: 89
- Page 91 and 92: Cuenta la leyenda que Hado (destino
- Page 93 and 94: do el cuerpo de Kakou y terminando
- Page 95 and 96: Señora administradora, acá le sol
- Page 97 and 98: concurso instruccional de mi madre,
- Page 99 and 100: mente opuestos al mío. Para abrevi
- Page 101: arte para apreciar la filosofía, q
- Page 105 and 106: 105
- Page 107 and 108: Una banda criminal rival a la que p
- Page 109 and 110: que miraba, sólo para darse cuenta
- Page 111 and 112: En sus sueños ella era un árbol p
- Page 113 and 114: 113
- Page 115 and 116: caer en su silla y habiendo confirm
- Page 117 and 118: éramos de la misma clase social y
- Page 119 and 120: Ilustración de Leiver Álvarez 119
- Page 121 and 122: MICRO CUENTOS 121
- Page 123 and 124: Estoy temblando. Comprar el mandado
- Page 125 and 126: El niño escogía cuidadosamente en
- Page 127 and 128: Es el fin del mundo en el Cerro Col
- Page 129 and 130: Aunque la opinión pública asume q
- Page 131 and 132: La radio anunciaba por tercera vez
- Page 133 and 134: Día uno: Por la madrugada unas voc
- Page 135 and 136: «La sirena varada, revista literar