54 SERIA ADVERTENCIA Por Raul Victor <strong>La</strong>zo Bravo
Se sentía la angustia, la zozobra y el desespero en las calles, en cada rincón, en cada parque, en cada urbanización de la Ciudad de México. <strong>La</strong> ola de crimen y anarquía azotaba todos los días, a cualquier hora, especialmente en las noches convulsas y trágicas que hacía de la Ciudad de México un lugar hostil e inseguro para llevar una vida de tranquilidad y sosiego. En el último fin de semana, hubo ciento cincuenta y seis muertos, la cuarta parte de esta cifra eran policías, victimas del enfrentamiento entre criminales y las autoridades policiales. <strong>La</strong> otrora Ciudad de los Palacios se había convertido en la cuidad del caos y del crimen. <strong>La</strong>s bandas criminales estaban en su apogeo, nada ni nadie podía detenerlas. En la sede principal de la policía, el miedo y la incertidumbre ante esta situación tan difícil de manejar, ofuscaba las mentes de los policías, detectives y demás autoridades de la ciudad. Ernesto Suarez, el inspector jefe, convocó una reunión urgente en el salón principal. Con una voz trémula, pronunció la siguiente advertencia que parecía a un ultimátum: «Todos los policías, detectives y agentes de todas las sedes policiales, sus familias y seres más cercanos deben abandonar inmediatamente la ciudad antes del sábado, de lo contrario, todos morirán». <strong>La</strong> indignación y el asombro invadieron todas las sedes policiales de la Ciudad de México. <strong>La</strong> mayoría de los policías y del personal adscrito a la policía repudiaban las palabras de Ernesto. No podían tolerar tanta cobardía e irresponsabilidad ante la ola criminal que diezmaba a la institución. Mucho de ellos no obedecieron las órdenes pusilánimes del inspector jefe y se rehusaron a dejar sus trabajos. <strong>La</strong> mayoría de los policías fueron despedidos por rehusarse a obedecer las órdenes impartidas por Ernesto. Llegó el sábado y Ernesto abandonó la ciudad con toda su familia. Ese mismo sábado, en horas de la tarde se produjo un intenso terremoto cuyo epicentro fue la Ciudad de México… El devastador sismo dejó más de 2500 muertos, cientos de edificios desplomados, el sistema eléctrico había colapsado, decenas de incendios producían un panorama dantesco y difícil de describir… Entre los fallecidos, se encontraban la mayoría de los criminales que azotaban la ciudad… Muerte y desolación cubrían la ciudad. <strong>La</strong> estela de muerte y de caos era la mortaja que cubría toda la ciudad y que desesperadamente los habitantes de la Ciudad de México anhelaban romperla… Muerte y caos… Caos y muerte, eso era la Ciudad de México, esa ciudad donde crecí, y aprendí a recibir los golpes más duros de mi vida… Muerte y caos. ¿Por qué no les avisaste a todos lo que iba a suceder? ¿Por qué no les avisaste, Ernesto? ¿No te iban a creer? ¿Se iban a burlar de ti como lo hacían los niños en la escuela, verdad? ¿O será que te gusta ver como la muerte acaba con la vida de miles de inocentes sin poder evitarlo? Ernesto podía predecir con gran precisión los terremotos. Su bisabuelo, su abuelo y su padre tenían ese mismo don que parecía ser más bien una maldición… Poseer ese don tan extraordinario de predecir los terremotos y que nadie te crea que puedes predecir esos acontecimientos tan nefastos para la humanidad. Su bisabuelo murió en un hospital psiquiátrico, estuvo encerrado en contra 55
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