40 AMANTES DESATADOS Por Juan Pablo Goñi Capurro
—<strong>La</strong> mujer montó sobre la mesada, colocó un pie acá, y el otro, junto a la cocina. Bien adelante, para sostenerse con las manos casi contra la pared, las piernas abiertas, alzándose para que el tipo la pudiera penetrar. Como hacía frío, tenían las hornallas prendidas, en un movimiento se le corrió el pie y se quemó. Ninguna tortura, se quemó sola. —¿Y los signos de violación? —Ahí mismo. Al quemarse la mujer se sacudió; una reacción de reflejos, lógica. El tipo no se dio cuenta, la tenía adentro. Forcejearon; él, creyendo que ella se excitaba, impulsó más fuerte. Debido a eso aparecen laceraciones en la zona, iba con fuerza y ella hizo movimientos sorprendentes. —Es una interpretación de locos, Maswiz. De novela policial, parezco Watson escuchando a Sherlock Holmes, falta que aparezca un mono en la trama. —Qué mono, ni qué mono. Todo concuerda. Fijate, está depilada por completo, como una nenita. Estaba preparada para el sexo, la mayoría tiene un cavado. —Por favor, ahora la depilación es una prueba. —Así se explica todo. En esos sacudones instintivos, se dio la cabeza con el extractor, por eso el golpe en la sien. Muerte accidental, más claro imposible. —Lástima que no hay sangre en el extractor. —<strong>La</strong> sangre salió después del golpe. —¿Y los moretones en los brazos? —Por la postura. El tipo la agarraba para embestir. No es la primera vez que una pose sexual termina en un caso mortal, como los que se ahogan con las bolsas jugando a eso que te corta la respiración. —No quiero escuchar más, he oído cosas absurdas pero esto supera lo imaginable. —¿Dónde follás, vos? —Andá a la puta que te parió, Maswiz. —En la cama, como el misionero, seguro. Sos un aburrido, Olivera. Ni el Kamasutra leíste, me la juego. Ahora la gente busca otras motivaciones, le agrega pimienta al asunto. —Yo no pienso firmar una muerte accidental. —¿Quién te dijo que firmes muerte accidental? Eso corre por cuenta de la justicia, no de nosotros. Vos poné paro cardiorrespiratorio, todos se mueren porque se les detiene el corazón. Agregá traumático, si querés, para cubrirte. —Yo ni siquiera tendría que estar acá. —¿Y? Podés irte, llamo a otro. —¿Qué tenés que ver con el asunto? Dame fuego. —No fumes adentro, a Mariela no le gustaba. —Mariela está muerta, ¿o eso también lo vas a poner en duda? —Si fumás, vas a modificar la escena del crimen. —¿No acabás de decirme que no era un crimen? —Olivera, si hay olor a cigarrillo, puede entenderse que el tipo hizo algo en contra de la voluntad de ella. <strong>La</strong> familia va a poner un abogado, y van a traer amigas a declarar que no permitía que se fumara en la casa. —¿Van a poner un abogado y todavía me lo decís tan campante? Van a poner un abogado y querés que firme un certificado… —Con los abogados no pasa nada, Olivera. Haceme caso, que sé cómo no levantar sospechas. Aguantate las ganas de fumar y esto pasa sin objeciones. No le compliquemos las cosas al pobre Arturo. —¿Arturo? Me dijiste que Arturo no estaba cuando pasó, ¿era Arturo el violador? 41
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caer en su silla y habiendo confirm
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«La sirena varada, revista literar