La sirena varada: Año 1, Número 5

a con ello. Por lo que mantuvo la mente
fría el tiempo necesario para ponerse
unos guantes. Salió del piso y subió por
las escaleras hasta donde vivía el asesino.
Llamó al timbre confiando en que se
hallara en casa.
Y así fue.
En cuanto abrió la puerta, le asestó un
tremendo puñetazo que le partió la nariz
dejándolo tirado en el suelo sangrando y
gimoteando. Lo que aprovechó para descargar
toda su furia contra el malnacido
que arrebató la vida a su inocente esposa.
Para rematar su venganza, fue a la
cocina de la casa para coger un cuchillo
con el que sacarle los ojos y castrarlo. Ni
siquiera se molestó en saber si los gritos
del hombre habían alertado a los vecinos
que estuvieran en ese momento en
el edificio. Le daba igual.
Una vez hubo terminado, bajó las escaleras
y salió a la calle. Saludó a una señora
mayor que entraba en ese momento
en el portal. Después de pie, pensativo,
calibró sus opciones. ¿Qué hacer? Lo
había perdido todo. Pero al menos había
aplicado justicia. Su justicia. Sonrió. Quizá
el destino le tenía preparado un nuevo
camino en la vida. Y esas gafas iban a jugar
un papel esencial en él.
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