La sirena varada: Año 1, Número 5
El quinto número de La sirena varada: Revista literaria.
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—Porque vamos a mirar qué mierdas<br />
tiene ese ataúd adentro —dijo Pérez,<br />
acabando el tinto de un largo sorbo.<br />
—¿Se enloqueció? —Yepes abrió los<br />
ojos más de lo habitual—. ¿Qué tal sea<br />
una bomba? ¿O un muerto? No podemos<br />
tocar evidencia, usted lo sabe; y<br />
estando en medio de este pueblo lejano,<br />
nos toca esperar hasta las cinco<br />
que llega la SIJIN y… —Yepes quedó<br />
con la palabra en la boca, pues el oficial<br />
en cuestión de segundos, estaba<br />
completamente vestido, y cargando su<br />
revólver, en caso de necesitarlo.<br />
Avanzaron hacia el horizonte, donde<br />
se dibujaba la carretera en vertical.<br />
Aquella vía emanaba luces, avisando<br />
de la existencia de carros pese al ingreso<br />
de la madrugada.<br />
A pesar de haber entre cinco y seis<br />
carros sobre la carretera, el silencio se<br />
apoderaba de la misma. <strong>La</strong>s luces continuaban<br />
encendidas, y los conductores al<br />
volante dormían plácidamente. El ataúd,<br />
que parecía aproximarse a los dos metros<br />
de largo, continuaba tendido sobre la vía.<br />
Yepes temblaba y caminaba con lentitud—.<br />
Por favor Oficial, no lo toque,<br />
de pronto sea algo malo —decía el brigadista<br />
que habiendo quedado atrás,<br />
alzaba la voz con la esperanza de ser<br />
escuchado por el oficial Pérez, quien ya<br />
se encontraba en la cercanía del ataúd.<br />
El escándalo de Yepes alertó a los<br />
conductores, quienes sin decir palabra<br />
alguna, observaban el paulatino acercamiento<br />
de Pérez al ataúd. El oficial<br />
estaba a un metro del cajón, lo miró con<br />
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