La sirena varada: Año 1, Número 5
El quinto número de La sirena varada: Revista literaria.
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Aunque la opinión pública asume<br />
que mi casa debía ser siniestra y oscura.<br />
No era así. Cuando parecía que acababa<br />
con algún degenerado o una golfa,<br />
en realidad, comenzaba a darle sentido<br />
a su existencia en el intenso placer de<br />
observar cómo la palidez iba ahogándolo<br />
todo. Por eso las paredes estaban pintadas<br />
en las tonalidades que con el tiempo<br />
llegué a perfeccionar. Casi idénticas<br />
a las pieles más hermosas. Así el dormitorio<br />
me recordaba a Mandy Sweety, el<br />
primero. <strong>La</strong> cocina al tercer excursionista<br />
y la habitación de mi hijo a su madre.<br />
Ana B. Navarro Morales<br />
Recuerdo a mi abuelo hablar de la supremacía<br />
blanca y de cómo dominaría<br />
al mundo. Eso quedo atrás, ahora ni<br />
siquiera somos la raza dominante. Después<br />
del día de la invasión, los humanos<br />
vivimos bajo la Tierra para no ser<br />
detectados por las especies alienígenas<br />
de la superficie, de piel grisácea y múltiples<br />
extremidades; quienes se abastecen<br />
de nuestros recursos naturales. Es<br />
una sensación de éxtasis encontrar a<br />
otro ser humano, con el cual platicar,<br />
reír e incluso insultar. Cada vez se ven<br />
menos personas. ¡Qué épocas aquellas<br />
donde lo único que nos preocupaba<br />
era el color de piel!<br />
Mauricio Ruiz Serrano<br />
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