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La sirena varada: Año 1, Número 5

El quinto número de La sirena varada: Revista literaria.

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—No lo puedo creer, en verdad que me<br />

resulta imposible —Logert le decía con<br />

voz quebrantada por el llanto a su esposa<br />

que, atentamente, intentaba hacer<br />

sentir mejor a su marido—. Fueron<br />

tantos años los que ir a este tipo de<br />

lugares era algo rutinario y necesario<br />

para todo ser humano, y ahora simplemente<br />

se han esfumado por completo.<br />

—Claro, concuerdo contigo mi amor,<br />

de hecho, yo me he sobresaltado al igual<br />

que tú cuando la noticia me llegó por<br />

Phowach —Claira no quería ser grosera<br />

con su esposo, pero desde hace tiempo<br />

se había comentado con mucha intensidad<br />

el posible futuro de esos lugares,<br />

y de su escasa utilidad—. Ha sido tan<br />

sorpresiva que me he visto obligada a<br />

comunicarme contigo para poder acreditar<br />

lo informado. Es que, me pareció<br />

tan espectacular que se haya logrado<br />

tanto avance en tan poco tiempo, hace<br />

apenas unas décadas nadie se esperaba<br />

que esto pudiera suceder.<br />

A pesar de ser cierto lo del abrumador<br />

avance, la extrañeza de Claira con<br />

ese respecto no era real; era algo que<br />

todos se esperaban.<br />

Hace algún tiempo ella se había visto<br />

involucrada en continuas discusiones<br />

con su marido sobre lo que la población<br />

y el gobierno opinaba de aquellos<br />

lugares. En las calles se decía que eran<br />

ya completamente inservibles, que tan<br />

sólo representaban un gasto innecesario<br />

para la población y el gobierno. Esa<br />

forma de ver las cosas fue la principal<br />

impulsora de los avances para los desarrollos<br />

que darían lugar a la desaparición<br />

de las clínicas médicas, y de todos<br />

los que allí laboraban.<br />

Logert y sus compañeros habían<br />

sido los principales en darse a la tarea<br />

de hacer ver a la comunidad la funcionalidad<br />

de las clínicas, en donde, con<br />

anterioridad, las personas iban constantemente<br />

a realizarse chequeos de<br />

rutina para comprobar su estado de<br />

salud. Pero habían fallado, ahora no<br />

son más que lugares completamente<br />

abandonados, tachados de arcaicos y<br />

atrasados en tecnología.<br />

—Sé que es difícil haber sido expulsado<br />

de tu profesión de esta manera pero,<br />

no debes de ponerte de esta manera…<br />

—¡Calla! Lo que dices es por la ignorancia<br />

que tienes sobre el tema. No<br />

es la simple pérdida de mi trabajo y<br />

la destrucción total de mi profesión<br />

—mientras Logert le gritaba a su esposa<br />

le comenzaban a bajar algunas<br />

lágrimas por los ojos; estas no representaban<br />

tristeza, sino furia—. ¡Esas<br />

malditas máquinas son las culpables!<br />

Primero los mineros, después los constructores;<br />

ya ves cómo los arquitectos<br />

también están luchando por mantener<br />

su profesión como digna. Pero en mi<br />

caso esa pelea se perdió, nos derrotaron<br />

—hace una pausa para dejar salir<br />

más de aquel líquido transparente por<br />

sus lagrimales—. No se puede competir<br />

contra algo que tan sólo depende<br />

de materias primas manufacturadas y<br />

alguna fuente de energía. ¡Son incansables,<br />

y lo peor es que nunca dejan<br />

de mejorar! Parece que la gente simplemente<br />

no ve que seguimos siendo<br />

necesarios, que no nos pueden superar<br />

máquinas inorgánicas.<br />

Apenas concluía la frase Logert,<br />

cuando del brazo de su esposa se hizo<br />

presente un pequeño pitido, seguido<br />

de otro más fuerte.<br />

El hombre, desconcertado, giró para<br />

ver lo que se temía. Su esposa, por más<br />

que lo intentó ocultar, resultó insuficiente,<br />

su marido se iba a enterar.<br />

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