La sirena varada: Año 1, Número 5

En Eutidemo se asevera que el conocimiento
brinda el correcto uso de las
cosas, que sin aquél, éstas producen
males y es inalcanzable el éxito y, por
tanto, la felicidad. No basta que la juventud
se sirva de su pasión, debe saber
mesurarla y dirigirla para emplearla si
no quiere destruir o suicidarse con ella.
En Investigación de la verdad por la luz
natural, Descartes manifiesta la utilidad
de las primeras informaciones —obtenidas
por los sentidos, las tendencias y los
preceptores— proporcionadas al individuo
al permitir su supervivencia, pero
la necesidad de librarse de ellas cuando
éste posea el entendimiento porque lo
predisponen al error y para que produzca
conocimiento. Es, por tanto, la evolución
del lector a autor. Mas la juventud desea
ser autora antes que lectora. Su trayectoria
en las escuelas suele ser más un paseo
que una aventura: beben las ideas pero
no las paladean, los jóvenes padecen ser
ecos de los contenidos de sus lecturas
ineficientes. Emulan erróneamente. Pareciese
como si las escuelas agravasen su
situación: no los emancipa del error por
el que sobrevivieron, les otorga una aparente
emancipación para su desolación.
De consiguiente, la lectura en la juventud
adquiere relevancia por ser la forma de ingreso
del mundo a ella. Si lee erradamente,
el mundo aprehendido es falso y las soluciones
propuestas a él no son más que
ficciones. Entonces de la lectura deviene
la autoría, pero ¿qué juventud se congratularía
por ser autora de su fracaso?
Así, leer poesía, ciencia, filosofía; leer
la prensa, la televisión; leer la ciudad, el
bullicio, leer al mundo… implica una
cosmovisión. Y hacer poesía, ciencia, filosofía,
prensa, gobernar la ciudad, reformar
al mundo, revolucionar al hombre,
conlleva una ineludible responsabilidad.
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