La sirena varada: Año 1, Número 5

fuerza le fuera suficiente para elevarlo
hasta aquel punto… Y lo fue.
Su tórax cruzó el umbral cuando algo
lo detuvo; su abdomen era demasiado
grande como para poder cruzar, lo que
hizo que bajara de nuevo.
Antes de poder tirarse en el suelo a
morir debía intentar algo más. Tomó
su muñón, el cuál sangraba bastante,
y frotó su barriga con este como si la
sangre fuera aceite. Tal vez si lograba
subir de nuevo antes de que la sangre
se coagulara podría deslizar su abdomen
por la rendija. Esta vez no fue tan
fácil subir. Cada centímetro que su fornido
brazo lo impulsaba hacia arriba
se sentía como si estuvieran desmembrándolo.
En momentos sentía que se
encontraba en el ártico por el frío que
experimentaba su cuerpo a causa de la
sangre que ya había perdido. Aun así,
logró subirse de nuevo para reptar hacia
su libertad. Sintió su piel desnuda
deslizarse como si se hubiera bañado
en aceite.
Al estar su cuerpo totalmente fuera de
su celda se alegró enormemente de que
no había alertado al sujeto que se suponía
lo estaba vigilando. ¿Acaso se había
compadecido de él y lo había dejado salir?
Tal vez su concentración había sido
tan alta como la de un monje que ha
sido entrenado para soportar las torturas
más crueles sin emitir un sonido.
Había logrado salir a un aparcamiento,
lleno de camiones a donde quiera
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