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La sirena varada: Año 1, Número 5

El quinto número de La sirena varada: Revista literaria.

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Una banda criminal rival a la que<br />

pertenecía Billy Samson había<br />

estado tratando de sacarle información<br />

sobre ciertas entregas de ciertos<br />

productos desde hacía ya dos horas.<br />

Le habían arrancado las uñas de su<br />

mano derecha lenta y dolorosamente<br />

empezando por el pulgar y terminando<br />

en el dedo meñique. Como no había<br />

soltado ninguna palabra procedieron<br />

a quebrar sus falanges distales, esos<br />

pequeños huesos que no se toman en<br />

cuenta y están debajo de las uñas, torciéndolas<br />

con un par de alicates, luego<br />

las medias (excepto en el pulgar) y al<br />

final las proximales, destrozando completamente<br />

sus nudillos. Para entonces<br />

el sujeto ya tenía la cara más roja que<br />

un filete de ternera fresco; parecía que<br />

iba a reventar en cualquier momento.<br />

Por si no fuera suficiente, pusieron su<br />

mano derecha en una prensa de banco<br />

y la apretaron lentamente hasta que<br />

cada uno de los huesos de su mano se<br />

fracturó. Fue en ese punto donde cedió<br />

ante el dolor y se desmayó súbitamente<br />

mientras gritaba como un maniático.<br />

Despertó en una pequeña habitación<br />

que daba un aroma parecido al amoniaco.<br />

Estaba encadenado al suelo de su maltrecha<br />

muñeca derecha; aunque más bien<br />

parecía que aquel grillete sujetaba un bistec.<br />

Lo que sí era un hecho era que estaba<br />

demasiado apretado, y aunque su mano<br />

estuviera hecha trizas, no podía sacarla.<br />

Lo primero que hizo al recobrar la<br />

conciencia fue analizar qué era lo que<br />

tenía a su alrededor. Estaba muy oscuro,<br />

las paredes parecían estar pintadas<br />

de negro, y sólo entraba un pequeño<br />

haz de tenue luz por una pequeña rendija<br />

de un medio metro cuadrado. Tuvo<br />

el vago pensamiento de que podía alcanzarla<br />

y salir por allí.<br />

Después intentó ver quién o qué hacía<br />

de centinela. Encontró a un tipo robusto<br />

y con una gran barba sentado a<br />

sus espaldas, aunque dormido, provocando<br />

aún más sus deseos de escapar.<br />

Tras haber verificado la condición<br />

de su vigilante era hora de pirarse de<br />

aquel chiquero. No lo pensó dos veces,<br />

pues tal vez no hubiera tenido el valor<br />

para ejecutar su plan de escape.<br />

Comenzó a masticar el borde de ese<br />

pequeño trozo de carne que antes fue<br />

su mano como si no hubiera comido en<br />

semanas, sus dientes cortaban salvajemente<br />

la piel que había sobre aquella<br />

extremidad; esa fue la parte fácil. El<br />

problema vino a partir de los músculos;<br />

con una textura correosa y difícil<br />

de roer, y también porque para ese momento<br />

la sangre salía a borbotones. Si<br />

no terminaba pronto con su mutilación<br />

moriría desangrado, aunque pensó<br />

que tal vez morir era mejor que seguir<br />

preso en ese lugar. Dio fuertes mordiscos<br />

para desprender los tendones que<br />

aun sujetaban ambos extremos entre<br />

su mano y su muñeca. Quedaba solamente<br />

la parte ósea de su articulación;<br />

curiosamente fue mucho más blanda<br />

de lo que esperaba y no tardó mucho<br />

en desprenderse totalmente. Al terminar<br />

ese acto tan atroz, lo que le sorprendió<br />

fue que no hizo ningún ruido<br />

mientras devoraba su propio cuerpo.<br />

Cuando terminó había perdido aproximadamente<br />

un litro de sangre. Su ritmo<br />

cardiaco ya había disminuido significativamente<br />

y no estaba tan seguro<br />

de lograr trepar la pared que ahora parecía<br />

el monte Everest; sin embargo, se<br />

decidió a trepar.<br />

Él medía un metro noventa y seis, por<br />

lo que al estirar su mano pudo alcanzar<br />

esa pequeña ventana. Esperaba que su<br />

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