La sirena varada: Año 1, Número 5

alumnos debían conocer, leer y amar
los clásicos. Se me hacía ridículo, inhumano,
asqueroso escuchar una pieza
de Bach y no sentir todos esos lugares
comunes con que se aborda lo sublime.
No digamos del Quijote, de Balzac,
Dostoyievski, Lorca, don Gabo…
Pero la barrera lingüística y cultural
eran mis primeros enemigos. Intenten
describirle las relaciones transtextuales
del Ulises con la Odisea a alguien que no
entiende. Y que además, que no quiere
entender. Estábamos todos varados.
Empecé, por necesidad (desesperación)
y después de muchos requiebros, a
abordar a los héroes de Marvel, reggaetón,
emojis, Dragon Ball, basada en que
la literatura es el relato, más que la historia.
Un accidente afortunado.
De repente el panorama cambió.
No voy a decir que compartimos una
epifanía. Pero empezaron a hacer preguntas,
a comparar, a sentirse curiosos.
Resultó que si Iron Man caminaba de la
mano con Odiseo, la clase se hacía hasta
disfrutable. No conocían a Neruda,
pero tienen playeras del Ché y cantan
a Zoé. Y ahora ellos pueden identificar
fragmentos del Canto General. Explicarme
qué es el comunismo. ¿Suena
irreverente? Sí ¿No es literatura? Quién
sabe ¿Es irrespetuoso? Cada vez tengo
más dudas sobre eso.
Hoy puedo decir que mis alumnos
conocen a Lorca casi tanto como a Ed
Sheeran, que se ríen de las obras de
Plauto lo mismo que de Franco Escamilla.
Que entienden las referencias de
los Simpson a novelistas y que saben
que Edvard Much pintó El grito gracias
al emoji de sorpresa. ¿Es decir? Entendieron
que la literatura no es un discurso
muerto y que las Humanidades no
están aisladas. Que necesitan saber de
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