La sirena varada: Año 1, Número 5
El quinto número de La sirena varada: Revista literaria.
El quinto número de La sirena varada: Revista literaria.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Incluso hubo quienes se empeñaron en<br />
destruirme o en robarme lo que con tanto<br />
sacrificio e inteligencia logré atesorar.<br />
Al final no han podido. Quizá sea ese mi<br />
mayor orgullo. Por cierto, ¿qué harán con<br />
mi cuerpo?... Había pensado en organizar<br />
un velorio por todo lo alto; aquí mismo,<br />
en la finca, como se hacía antiguamente:<br />
comida y bebida en abundancia, gorrones<br />
y parientes por doquier, risas y llantos<br />
al cincuenta por ciento y un gran cortejo<br />
fúnebre, incluso una orquesta que<br />
amenizase mi partida... No, no es que me<br />
obsesione, se trata de una mortaja transitoria,<br />
lo sé, pero tengo cierta curiosidad<br />
por conocer su destino, toda vez que no<br />
dejo instrucciones sobre qué hacer con<br />
él llegado el momento. Fíjate que estoy<br />
pensando en dejar una nota ordenando<br />
que me incineren y que esparzan mis<br />
cenizas por todo el valle desde una avioneta.<br />
¿Tú crees que estará permitido? A lo<br />
mejor conoces los trámites. Seguro que<br />
alguien lo habrá hecho ya antes y me figuro<br />
que habrás sido testigo...<br />
<strong>La</strong> respuesta se hizo patente en el<br />
viciado aire de la sala: de pronto olía<br />
mal, como a carne en descomposición.<br />
El hombre sintió un ligero temblor en<br />
sus piernas. Supo entonces lo que era<br />
la Angustia; sí, con mayúscula y en su<br />
propia piel. <strong>La</strong> temperatura de la buhardilla<br />
descendió varios grados. Una<br />
corriente gélida, macabro preludio del<br />
telón que se cerraba a sus espaldas,<br />
convenció al moribundo de que sería<br />
inútil mantener abierta la comunicación.<br />
En su lugar, cerró con delicadeza<br />
las valvas negras del aparato y lo<br />
depositó sobre el brazo de su orejero<br />
para, a continuación, tomar el último<br />
y más profundo de los alientos (quizás<br />
dando por supuesto que habría de retener<br />
aquella inspiración durante toda<br />
la eternidad). Al término, concienciado<br />
ya de cuanto le aguardaba sin remedio,<br />
comenzó a darse lentamente la vuelta.<br />
Con el corazón disparado, se dispuso<br />
por fin a dejar de imaginar cómo sería<br />
su propio final...<br />
72