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Aguirre-Sergio-La-Venganza-De-La-Vaca

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Al día siguiente, como siempre, le pedí una Coca. Cuando la puso sobre la barra le dije: “Ayerme<br />

dejaste con la palabra en la boca”.<br />

Me miró sorprendida:<br />

-¿Qué palabra?<br />

¿Pueden creer que no supe qué decir? Me parece que sonreía y dije: “No, nada ..:’ y de nuevo salí<br />

de la cantina. No sabía por qué, pero algo de Clara hacía que me atontara, como que cualquier<br />

cosa que yo dijese era una estupidez, no sé, me hacía acordar de cuando tenía quince años, y ni<br />

eso, porque a los quince nunca me taré como al principio con ella.<br />

Al final la cosa se dio de la manera más inesperada. Un día, justo cuando llegaba, el turco salía<br />

apurado y me paró: “Háceme un favor; Carlitos, entráme estos cajones de cerveza a la cocina, yo<br />

tengo que salir urgente, discúlpame que te lo pida pero está la chica sola y tengo que meterlos en<br />

la heladera”.<br />

Cómo será que en ese momento no me di cuenta que eso significaba que yo iba a estar con ella en<br />

la cocinar ni más ni menos, y con una excusa para hablarle. Creo que justamente porque no me di<br />

cuenta todo salió bien. Comencé a entrar los cajones. Apenas entré a la cocina la vi. Creo que se<br />

asustó un poco/ porque venía caminando y se paró en seco.<br />

-El turco me pidió que entrara los cajones ... vos me dirás adonde los dejo...<br />

-Sí, ahí nomás, yo los acomodo en la heladera ... está bien.<br />

-No, decíme en qué puerta y yo guardo las botellas...-(ahora no se me iba a escapar),<br />

Abrió la puerta donde debía guardar las botellas y se quedó mirando como yo las colocaba, una<br />

por una.<br />

Al terminar le pregunté:<br />

-Ahora sí, me podés servir una ... -(hice un silencio para ver si ella decía ... )<br />

-Coca.<br />

-¿Cómo adivinaste?<br />

Me sonrió, y yo sentí que me corría algo en la espalda, algo muy lindo.<br />

<strong>La</strong>s primeras veces que hablamos tenía que sacarle las palabras como con un tirabuzón, y no me<br />

importaba, porque creo que si decía más de dos o tres o qué se yo cuántas, o cuando sonreía yo<br />

sentía que era por mí y, es estúpido, pero creía que eran como pequeños triunfos sobre su timidez<br />

o lo que fuera y que eso no era poco; y eran signo de que yo le gustaba y me imaginaba que sería<br />

así cada vez más, hasta que un día ella, sola, me hablaría, yeso era todo lo que yo esperaba.

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