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Me tapé hasta la cabeza, cerré los ojos y traté de dormirme. Me repetía que tenía que contárselo a<br />
papá o a mamá ... que no podía continuar con mis temores y obsesiones ...<br />
Esa noche tuve un sueño.<br />
Caminaba por el monte. Quería llegar a la casa, pero estaba perdido. <strong>De</strong> repente aparecieron las<br />
vacas detrás de mí. Al principio eran una o dos, y después aparecieron las otras; lentamente<br />
comenzaron a rodearme mientras marchaban a mi lado. Y en ese momento lo escuché.<br />
Pude saber, al despertarme, que aquello que había escuchado esa noche por segunda vez parecía<br />
un gemido. Pero no lo era. Era otra cosa, más familiar y tremenda: un mugido. En el sueño las<br />
vacas mugían, y ése era el mismo sonido que había escuchado en boca de los Tuur.<br />
Comprendí, con horror, que todo lo que me espantaba de ellos eran los signos de una singular<br />
transformación, que nunca sabré si existió realmente, o fue sólo el producto de mi imaginación. Mi<br />
padre los despidió a los pocos días y nunca supe los motivos.<br />
Pero en esa madrugada creí estar seguro, y todo lo que había visto y oído se alineaba<br />
perfectamente<br />
con esa idea que se había instalado en mi mente: los Tuur se estaban convirtiendo en vacas. Era la<br />
única razón que podía explicar la mirada alucinada de esas mujeres frente al espejo. Pensé que la<br />
extrañeza y la curiosidad que se veía en sus rostros provenía de no reconocer esa imagen humana<br />
que el cristal les devolvía. Todo; los mugidos, el movimiento de las bocas, la baba espesa del<br />
gemelo, el mutismo y esa indolencia vacuna de los Tuur, alimentaron esa noche mi espantosa<br />
creencia.<br />
Han pasado veinte años y aún los recuerdo como un accidente de la naturaleza. No lo puedo evitar.<br />
Y con el paso de tiempo, también, creo haber conseguido más respuestas para las conductas de<br />
esa extraña familia. Hoy pienso, por ejemplo, que sólo sentirse uno más de aquellos animales,<br />
pudo llevar al gemelo a arrojarse contra la vaca y ser marcado, aquella tarde de la yerra.<br />
Consustanciarse es una palabra que en esa época no conocía.<br />
<strong>De</strong> todos modos creo que nunca alcanzaré a comprender todo lo que sucedió. Aún ahora me<br />
pregunto por esos ritos bajo la luna, por Emma, que parecía diferente de los demás, y por el<br />
miedo, que a pesar de los años, no desaparece.<br />
Querido Rafael:<br />
Acabo de darte la noticia por teléfono y te escuché tan mal que tengo que escribirte, contarte todo<br />
y bien, porque de todos nosotros vos fuiste siempre el más amigo de Susana, o el primero, qué se