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Aguirre-Sergio-La-Venganza-De-La-Vaca

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eso, estar juntos en la cantina y nada más. Porque después de todo, como pasar, no había pasado<br />

nada.<br />

Mis dudas se despejaron cuando una siesta fui con mi prima que había venido de Córdoba. Apenas<br />

entramos sentí que Clara nos clavó la mirada y se metió a la cocina. Esperamos un rato en la barra<br />

para que nos atendiera y cuando salió casi no me miraba a la cara hasta que le dije:<br />

-Hola, Clara, te presento a una prima de Córdoba. <strong>La</strong>ura, Clara. Clara, <strong>La</strong>ura.<br />

<strong>La</strong>ura dijo con su vocecita chillona: “Hola, ¿qué tal?” y a Clara se le iluminó el rostro: ese instante<br />

de<br />

celos o lo que fuera me tranquilizó. También me hizo proponerle, esa misma tarde, ir a visitarla a la<br />

casa. Noté que no se lo esperaba:<br />

-¿A mi casa? -abrió los ojos, retrocediendo un poco la cabeza.<br />

-Sí... digo, a lo mejor, si voy yo ...<br />

-No ... yo vaya pedir permiso ... espérame, vamos a poder salir.<br />

<strong>La</strong> respuesta me sorprendió. No le dije nada. Pasaron dos días. Sin haberle preguntado, ese<br />

viernes me dijo:<br />

-Mañana, Carlos. A la salida del club. Me dieron permiso hasta las doce.<br />

Al otro día me fui temprano del club para cambiarme y volví en el auto, justo antes de las ocho.<br />

Clara me esperaba. Se notaba que estaba muy contenta. Me acerqué para darle un beso en la<br />

mejilla; ese día tenía unos aritos de perlita y un aroma de agua de colonia ... Nos fuimos a la<br />

confitería del centro, la única, frente a la plaza.<br />

Estuvimos hasta las once. No sé por qué, me pareció que no estaba cómoda, sentada en ese lugar,<br />

a la vista de todo el pueblo.<br />

A la vuelta la llevé a la casa. Quedaba a unos diez kilómetros entrando desde la ruta. A medida que<br />

nos aproximábamos noté que se ponía seria, como preocupada.<br />

En un momento me señaló que doblara a la izquierda y apenas lo hice, la vi. Había una luz<br />

encendida<br />

en la galería y al Iado estaba el tambo, pequeño comparado con otros que había visto.<br />

Ni bien estacioné, Clara hizo el gesto para abrir la puerta del auto mientras me decía “Chau, Carlos,<br />

hasta mañana”. Fue un movimiento rápido: con la mano apenas apoyada en la nuca, la hice girar y<br />

la besé. No puedo explicarlo con palabras, pero en ese momento sentí que en ella había algo<br />

monstruoso. Fue un instante, creo que hice un movimiento de rechazo con la cabeza pero ella<br />

pareció no darse cuenta. Dio un rápido vistazo a la casa y dijo:

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