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culpa a vos, y sos el matasanos. Acompáñame, Martín, así vas conociendo los bueyes con los que<br />
vas a tener que arar”.<br />
Llegamos pasada la siesta. <strong>La</strong> casa era grande; de ésas que son como un chorizo y que las recorre<br />
una<br />
galería adonde desembocan todas las piezas. Cuando llegamos nos recibió Don Juárez. Era un<br />
morocho grandote, casi obeso, que caminaba muy lentamente hacia el auto, cuando<br />
estacionamos. No me pareció muy cordial, recuerdo que cuando acompañaba a mi papá a la casa<br />
de algún paciente, siempre la gente nos recibía muy bien, viste cómo es en los pueblos la gente<br />
con el doctor... pero Juárez no; era medio seco el hombre. Ni bien mi papá se bajó, le comenzó a<br />
hablar bajito, y sin sacarse la mano izquierda del bolsillo.<br />
Aparecieron los hijos, todos gordos. Eran tres, que rondaban entre los cinco y once años, más o<br />
menos, y era impresionante el parecido con el padre. Como pesados al caminar, nos rodearon<br />
mientras nos miraban como si hubiera llegado no sé quién; me dio la impresión de que realmente<br />
en esa casa nunca recibían a nadie.<br />
Escuché que mi padre decía: “Tengo que verla, no puedo decirle nada antes de verla ..~’ Me quedé<br />
por ahí, dando vueltas mientras mi papá entraba en una de las habitaciones. Al rato apareció la<br />
hija, o la que yo suponía la hija. Diferente de los hermanos, era delgada y con una expresión<br />
despierta, que contrastaba con la carita de medio dormidos que tenían los chicos que había visto.<br />
Me preguntó si quería tomar mate. Le dije que no. En realidad sí tenía ganas pero siempre me sale<br />
el no y después me arrepiento. Ella volvió a entrar. Al rato salió, me miró y entró nuevamente.<br />
Mi papá se demoraba. Yo fui hasta el auto y me puse a escuchar la radio. No sé por qué, me olía<br />
que la<br />
cosa no debía ser muy buena.<br />
En un momento me acuerdo que di vuelta la cabeza y vi a los tres chicos abajo de un algarrobo.<br />
Estaban<br />
como sentados, digo como porque me pareció rara la forma en que se hallaban, no sé, nunca había<br />
visto a chicos sentarse de esa manera. Me acuerdo que pensé: “Lo que pasa es que son gordos”.<br />
Uno estaba con la piernas estiradas y el torso medio levantado y los otros dos con la espalda hacia<br />
arriba y la cabeza erguida, como si estuvieran hablando. Pero no hablaban. Me fijé y estaban en<br />
silencio, como masticando. No sé muy bien qué fue lo que me pareció poco natural, si algo en el<br />
cuerpo o esa postura como de echados que nunca había visto.<br />
Al rato vi que mi papá salía de la casa y se quedaba hablando con Don Juárez en la galería. También<br />
pude ver que se acercó la hija, pero ni bien estuvo cerca de ellos el padre se dio vuelta y la chica<br />
retrocedió rápidamente.<br />
<strong>De</strong>spués se acercaron al auto. Vi que mi papá venía con la cara de preocupado que siempre tiene