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Aguirre-Sergio-La-Venganza-De-La-Vaca

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hablar, pero la esposa del veterinario me dijo que la chica de los Juárez más de una vez fue a<br />

buscar remedios y que el marido sospechaba que eran para ellos. No sé, son cosas que uno por ahí<br />

piensa...pero no me extrañaría que fuera cierto.<br />

Volví a casa. Me puse a acomodar mi habitación y apareció mamá:<br />

-Martín, tu papá se está demorando. ¿Por qué no te llegás hasta lo de los Juárez a ver qué pasa? En<br />

una de ésas necesita ayuda, no sé, cualquier cosa. Agarré la moto y fui. Mientras llegaba tuve el<br />

presentimiento que algo feo estaba ocurriendo. Estacioné al lado del auto de mi papá. Al<br />

acercarme me pareció escuchar un llanto. Como no aparecía nadie entré a la galería. Cuando<br />

pasaba por una puerta vi a la hija de Don Juárez que estaba sentada con las manos en la cabeza.<br />

Era ella la que lloraba. Me asomé y pude ver, sobre una cama, esa mujer. Supuse que era la<br />

enferma y me di cuenta que había muerto.<br />

Un olor a excremento de vaca inundaba la habitación. Fue un instante. <strong>De</strong>l otro lado de la cama,<br />

una anciana levantó la cabeza y, al mirarme, escondió las manos debajo de una especie de tejido<br />

que tenía sobre la falda. Me quedé sin aliento. Vi -o creí ver- en el lugar de las manos, dos pezuñas<br />

de vaca desaparecer bajo la tela.<br />

En ese momento escuché a mi padre que me llamaba:<br />

-Martín, ¿qué hacés acá?<br />

Antes que pudiera responder me dijo:<br />

- Volvé a casa. Avisá que hoy no voy a atender.<br />

Por el tono de la voz noté que era una orden. Sin responder pegué la media vuelta y comencé a<br />

caminar<br />

hasta la moto. En mi cabeza sólo tenía la imagen de lo que había visto. Quería creer que era una<br />

especie de ilusión óptica y sentía que me temblaba todo el cuerpo. Antes de subir vi nuevamente<br />

a los chicos echados sobre la tierra, bajo el algarrobo y claramente noté que movían las bocas<br />

masticando, muy lentamente. Todos parecidos al padre, que ahora abrazaba a la hija, con su única<br />

mano libre.

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