VE-42 MAYO 2018
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Un amor imposible<br />
He soñado el inconcebible dolor.<br />
He soñado mi espada.<br />
He soñado a Elisabeth de Bohemia.<br />
He soñado la duda y la incertidumbre.<br />
He soñado el día de ayer.<br />
Quizá no tuve ayer, quizá no he nacido.<br />
Acaso sueño haber soñado.<br />
Siento un poco de frío, un poco de miedo.<br />
Sobre el Danubio está la noche.<br />
Seguiré soñando a Descartes y a la fe de sus padres.<br />
J.L. Borges, La cifra (1981)<br />
Cuando Descartes conoció a Elisabeth de Bohemia, se enamoró<br />
perdidamente de su belleza e inteligencia. «Será ella una excepción<br />
—se decía— o acaso el bello sexo también posee las mismas capacidades<br />
intelectuales de un hombre». La princesa fue su anfitriona y<br />
alumna, pero él jamás osó declararle abiertamente su amor. La<br />
sombra de su pasado rondó siempre aquella relación. La batalla de la<br />
Montaña Blanca, en la que participó del lado de los Hasburgo en<br />
1620, planeaba sobre la conciencia de René; eran los inicios de la<br />
Guerra de los Treinta Años que enfrentó a católicos y luteranos y, en<br />
ella, Descartes luchó en el frente y realizó labores de espionaje.<br />
Elisabeth mantuvo con el filósofo una amistad intelectual, y más<br />
tarde una larga correspondencia en la que se puede rastrear algo más<br />
de lo que las líneas dicen. Ella nunca supo que el filósofo colaboró en<br />
la derrota de su padre, Federico V, en aquella Montaña blanca.<br />
Lu Hoyos (València)<br />
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