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24<br />
JuLio <strong>2018</strong><br />
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Al Maestro<br />
ANTONIO PUJÍA<br />
Con una profunda<br />
tristeza recibí la<br />
noticia. El Sábado<br />
26 de Mayo falleció<br />
el Maestro Escultor<br />
Antonio Pujía. No lo<br />
podía creer, tuve que<br />
hacer varios llamados<br />
para confirmarlo. Me comuniqué con Claudio Serrentino<br />
y me contó que él pudo despedirse el domingo por la<br />
mañana.<br />
Lo había visto el 18 de marzo, Día del Barrio Villa Real.<br />
Venía siempre a mis charlas, le gustaba recordar hechos<br />
del Barrio y conocer otros datos. También leía las notas<br />
en <strong>La</strong> <strong>Bocina</strong> y solía llamarme.<br />
Tuve la suerte de hacerle unos reportajes en el 2010,<br />
que hoy los vuelvo a evocar. Viene muy bien para conocer<br />
a este noble ser humano que fue Antonio Pujía. Me<br />
parece mentira tener que hablar en tiempo pasado.<br />
Nació el 11 de Junio de 1929 en Polia, sobre los<br />
Apeninos Calabreses, Italia. Vino en el año 1937 a la<br />
Argentina. Vivió un tiempo en el barrio de Caballito, en<br />
la calle Campichuelo 560. Luego su familia se afincó en<br />
Versalles, primero en la calle El Ferrocarril 6349 y luego<br />
en Lisboa 769, frente a la Plaza Ciudad de Banff.<br />
Me dijo que lo emocionó mucho el abrazo que le dio su<br />
papá en el puerto. El había venido dos años antes.<br />
Trabajó y juntó un dinero para pagar los pasajes de su<br />
mamá, su hermana. Recordaba que su mamá lo invocaba<br />
a su papá todos los días, en la lejana Italia.<br />
Me contó las dificultades que tuvo cuando fue a la<br />
escuela: “No me entendían por el idioma, extrañaba a<br />
mis compañeros, era introvertido y se reían de mí.<br />
Estaba perturbado, dibujaba en las márgenes del cuaderno<br />
para no gastar hojas… <strong>La</strong> maestra Teresa no sólo no<br />
me retó, me palmeó y le pidió a mi compañera que me<br />
prestara los lápices de colores. Eran una joya para mí,<br />
era la primera vez que veía algo así. Entonces dibujé en<br />
la hoja: era la figura de un diarero. <strong>La</strong> maestra me llevó<br />
a la dirección y a todos los grados para que viera lo que<br />
había hecho. Esto me cambió el humor y empecé a sentir<br />
la escuela como un lugar normal. Teresa fue providencial<br />
para mí, y también me abrió la ventana y la puerta de mi<br />
vida. Fue una manifestación embrionaria y mi primer<br />
éxito en el idioma universal que es el arte. Por eso, años<br />
después, hice una exposición: ‘Homenaje a la Mujer,’ por<br />
medio de mis esculturas, en el Museo Sívori”.<br />
Y cuenta que el Dr. Forlani hizo una excelente interpretación<br />
del dibujo: “en mi pueblo no había diareros, era<br />
un personaje nuevo, y era el canillita el que llevaba la<br />
noticia, el comunicador, era el intermediario de la comunicación,<br />
justamente lo que me faltaba: la expresión verbal.<br />
Pasados los años, yo empezaba a ser conocido, y<br />
volví a la escuela después de 30 años, quise encontrar a<br />
mi maestra, pero no di con ella, y era probable que ya no<br />
viviera”.<br />
Recordaba por qué su familia llega a vivir al barrio de<br />
Versalles: “Vinimos con mi papá y un amigo, tomamos el<br />
colectivo 11, porque se remataban unos lotes próximos a<br />
la Estación, y mi papá compró uno”.<br />
Me contó que la mudanza al barrio la hicieron en un solo<br />
viaje, en un carro con caballo, carecían de muchas cosas<br />
pero “teníamos radio propia”, era a lámpara y válvulas.<br />
“En mi pueblo, el farmacéutico ponía la radio fuerte los