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Se dice a menudo que las personas sencillas,
primitivas, poco instruidas son normalmente, por
naturaleza, más felices que las persona cultas. Y es
verdad que, al desarrollar la inteligencia, el gusto,
uno se vuelve más sensible y, por lo tanto, más
vulnerable a los acontecimientos, a las variaciones
de las condiciones materiales o psicológicas en
que se vive. Entonces, ¿qué solución hay que sacar
de todo ello? ¿Para ser feliz, hay que seguir siendo
primitivo, salvaje? ... En este caso, ¿por qué no ir
aún más lejos y descender hasta el reino animal?
Los animales son felices ... Y es posible que las
plantas lo sean aún más, puesto que no sufren ...
¿Y las piedras? No sienten nada; por lo tanto, todavía
es mejor... He ahí una lógica innegable.
Lo que constituye la principal diferencia entre
los diversos reinos de la naturaleza: las piedras, las
plantas, los animales, los hombres, es la sensibilidad,
ya que la evolución es proporcional a la sensibilidad.
Las plantas son más sensibles que las piedras,