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El sentido de la vida 59
divino a las preocupaciones más prosaicas y estúpidas,
y es como si de repente todo se hubiera borrado.
Pues bien, no sabéis lo que os perdéis porque
ese estado tenía el poder de actuar sobre todo vuestro
ser para calmar y armonizar sus movimientos ;
si hubierais podido mantenerlo, habríais sido capaces
de impedir que se introdujera en vosotros ciertos
estados negativos. Pero he aquí que os hacen falta
variaciones, cambios, y después de haber meditado,
rezado, tenéis necesidad de pensar en bagatelas, en
negocios, en venganzas, en placeres.
Me diréis: «Pero con todo eso usted nos pide
algo imposible. En la vida no se puede mantener
continuamente los estados divinos.» Sí, en apariencia
tenéis razón, lo sé: vivo en el mismo mundo que
vosotros y sé lo que pasa. Pero sé también que, aunque
ocurra eso, a pesar del cansancio, del desánimo,
de las penas, de las desgracias, el discípulo de la luz
no se deja nunca arrastrar antes bien se aferra a lo
que ha vivido de grande, de bello, a esas experiencias
que le han dado, en momentos de privilegio,
el verdadero sentido de la vida.
Entonces, aunque en la existencia sea imposible
no sufrir, no llorar, debéis conservar en vosotros
ese sentido; y no solamente conservarlo, sino también
utilizar las dificultades de la vida cotidiana para
reforzarlo, ampliarlo. Es así como trabajan los
auténticos espiritualistas. Jamás, suceda lo que
suceda, no interrumpen el trabajo divino que han