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La tierra de Canaán 119
tañas, pero es aún mejor saber dominar las tempestades
o los torbellinos interiores y ejercitarse en escalar
las cimas de las montañas espirituales. Entonces,
desde ahora vuestro trabajo debe ser: explorar las
diferentes regiones que hay en vosotros y, con el
pensamiento, la meditación, la plegaria, la contemplación,
alcanzar la Tierra prometida de la que habla
el Génesis, la tierra de Canaán, «donde manan la
leche y la miel», símbolos de la vida llena y perfecta.
La vida del hombre no es más que una larga
peregrinación a la búsqueda de regiones desconocidas:
unas acogedoras, donde uno puede quedarse
al menos un cierto tiempo; otras inhospitalarias,
que hay que evitar o huir de ellas lo más rápidamente
posible si por desgracia se hubiera cometido
imprudencia de entrar allí. Sí, ¡cuántos pensadores,
cuántos poetas han comparado la existencia con un
viaje! Ahora comprendéis porque. Incluso si permanecéis
toda vuestra vida en vuestro interior, en
vuestra habitación, podréis conocer interiormente
todo lo que existe sobre la tierra, tanto paisajes
como fenómenos de la naturaleza. Algunos días os
quejáis: «¡No sé lo que me pasa, me ahogo l » Pues
bien, es que, sin daros cuenta, habéis descendido
demasiado abajo, a las espesuras subterráneas, y
ahora os sentís aplastados. Entonces, si salís un
poco, si subís al aire libre, os diréis: « ¡Oh, qué
ligero 1 Al fin respiro.» Y si algunos días os sentís
dilatados, inspirados, como si escaparais a las leyes