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154 Las semillas de la felicidad
No se puede ser feliz cuando se tiene un campo
de visión demasiado limitado. Y por esto el egoísta
no puede ser feliz, porque su alma está limitada.
Para ser feliz, hay que extenderse hasta abrazar el
mundo entero y sólo el amor permite esta extensión.
Quien tiene mucho amor se extiende, se dilata,
abraza y vibra con el universo; todo se abre, no
encuentra ya barreras y la felicidad no lo abandona
jamás. El camino hacia la felicidad es el amor; sí,
sólo el amor, no la ciencia ni siquiera la filosofía.
La ciencia, el conocimiento no pueden aportarnos
la felicidad; preparan el camino, orientan, iluminan,
pero son incapaces de hacernos felices. Así lo
comprendió Salomón cuando dijo: «Mucha sabiduría,
mucho sufrimiento. Más saber, más pena.»
Quienes saben mucho no son felices, mientras que
aquellos que tienen mucho corazón, aún cuando no
sepan gran cosa, son ciertamente más felices. ¿Por
qué? Porque Dios ha puesto la felicidad en el corazón
y no en el intelecto. Pero el corazón debe ser
generoso; el cielo y la tierra han jurado no dar jamás
la felicidad al corazón egoísta. Me diréis:
«Pero se conocen realmente personas que no trabajan
más que para sí mismos, para su enriquecimiento,
su poder, su gloria, ¡y son felices!» Sí, en
apariencia. ¿Y por cuánto tiempo? Eso es lo que
hay que ver. Obtendrán quizá lo que quieren gracias
a sus intrigas, pero en realidad no tendrán lo
esencial: paz, alegría, plenitud. Incluso si no están