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112 Las semillas de la felicidad
o si no sabéis conservarlas, tanto peor para vosotros:
os abandonarán.
Prestad pues atención: aquellos días en que sintáis
que habéis recibido una revelación, una gracia
del Cielo, procurad conservarla como algo precioso.
Os he dado incluso un método para ello. Intentad
recordar los momentos más luminosos de vuestra
existencia, estudiad a través de quién y cómo os
llegaron, traedlos a menudo a vuestra memoria,
exactamente igual como volvéis a tocar a menudo
una música que os gusta, y reviviréis otra vez las
mismas sensaciones de pureza, de libertad, de luz.
Desgraciadamente, la mayoría de las personas
hacen todo lo contrario: se acuerdan sobre todo de
lo que les ha hecho sufrir, vuelven sobre ello, lo
contemplan, lo meditan. Esto es muy peligroso: no
hay que volver sobre lo que ha sido malo. De una
vez por todas hay que sacar una conclusión y no
volverlo a recordar. Uno se hace daño volviendo
continuamente sobre los estados o los acontecimientos
negativos.
Así pues, en lo sucesivo, cuando Dios os dé
esas bendiciones, guardadlas como un don precioso,
porque la felicidad es una atención constante
hacia las cosas bellas, es una sensibilidad hacia todo
lo que es divino. Cuando sintáis que el espíritu,
que la luz os ha visitado, no dejéis que se borren
estas impresiones pensando inmediatamente en
otras cosas; deteneos durante mucho tiempo en