LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA
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El marco evangélico para comprender la disciplina
Esta es la imagen que obtenemos primero en Mateo
16 y 18, y luego en Mateo 28; esta imagen se convierte
en una imagen animada en el libro de Hechos y en las
Epístolas. Jesús autoriza a la iglesia local para utilizar
las llaves del Reino y colocarse frente al confesor, considerar
su confesión, considerar su vida y pronunciar
un juicio oficial en representación del cielo. ¿Es esta la
confesión apropiada? ¿Es este un confesor genuino? La
iglesia local sigue el ejemplo de Jesús preguntando a
Pedro, quien declaró que Jesús era el Cristo (Mt. 16:16-
17). En concreto, la Iglesia lleva adelante su tarea a través
de los sacramentos que se establecen en Mateo 26
y 28: la Cena del Señor y el bautismo 2 .
Es decir, la iglesia local tiene la autoridad celestial
para declarar en la tierra quién es un ciudadano del
Reino y, por tanto, quién representa el nombre de Jesús
en este mundo. Cristo no ha autorizado a las personas,
como individuos, para decidir de repente que son cristianos
y colocarse ante las naciones para declarar que
lo representan. La multitud de Jerusalén preguntó a Pedro
qué tenía que hacer para ser salva. Él respondió:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros” (Hch.
2:38). Necesitaron la confirmación oficial de la iglesia
en Jerusalén.
Debemos recordar que el poder de la iglesia local es
declaratorio. Una iglesia no convierte a nadie en ciudadano
del Reino. Pero sí tiene la responsabilidad de
declarar quién pertenece y quién no al Reino de Cristo.
Por tanto, una iglesia es como la embajada de una na-
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