LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA
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El marco evangélico para comprender la disciplina
sible acto disciplinario, los miembros de iglesia no
pueden adelantarse a la acción de la iglesia con
una simple dimisión. Esto sería comparable a una
persona que renuncia a su ciudadanía nacional antes
de que el tribunal pueda procesar el delito por
el que ha sido acusada.
Cuando consideramos la disciplina eclesial a través
de este marco teológico, ganamos una comprensión
más completa. No solo se trata de corregir el pecado o
hacer sonar nuestros silbatos. Se trata de corregir el pecado
con el propósito de asegurar que los miembros de
la iglesia están representando a Jesús verdadera y correctamente.
Se trata de pedirles que sean lo que declaran
ser.
Por lo tanto, la disciplina gira alrededor de la cuestión
de quién en la tierra tiene licencia o autorización
para representar al cielo. Llamarse a uno mismo cristiano
es afirmar que se tiene ese derecho. Ser miembro
de una iglesia es ser confirmado formalmente como
uno que tiene ese derecho. La iglesia local —la institución
portadora de las llaves de Jesús— garantiza la credibilidad
de la profesión cristiana de fe a través del
bautismo y la Santa Cena. La disciplina eclesial se pone
en marcha cuando esa credibilidad se cuestiona. Está
impulsada por una sola pregunta: ¿Sigue la iglesia creyendo
que un miembro dudoso es de verdad cristiano,
de tal manera que está dispuesta a continuar declarándolo
públicamente?
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