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AL borde delacaverna número 15(1)

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de refutar a las academias, según Tieck “había desarrollado el plan para una obra

enciclopédica propia, en la cual las experiencias e ideas de las diversas ciencias debían

explicarse, apoyarse y animarse mutuamente”.

Fiedrich Leopold von Hardenberg conservó un distintivo a su era: firmar con

seudónimo; utilizó el mismo de una oveja negra antepasada, poeta de la familia que

renegó abolengos latifundistas. Es julio, ’94. Transcurrido un lustro del cese de fuego en

la Bastilla, culminaba el terrorismo de estado francés; por consiguiente, ahora rubricados,

ensayos y aforismos del más romántico entre los románticos, se leen en tertulias

germanas donde suelen libar las estrellas de aquel monje benedictino Dom Pierre

Pérignon.

“Sólo aquel a quien todo el pasado se le torna presente, consigue descifrar la sencilla

ley de la historia. Nosotros sólo llegamos a fórmulas tan complicadas como insuficientes,

y ya podemos darnos por satisfechos si hallamos una norma que nos guíe en nuestra

breve vida personal.” “El auténtico observador contempla tranquila y

despreocupadamente los nuevos tiempos revolucionarios”. “Una verdadera anarquía es

el elemento generador de la religión. De la destrucción de todo lo posible, levanta ésta

su gloriosa cabeza cual nueva creadora del mundo”. “El camino misterioso va hacia el

interior. Es en nosotros, y no en otra parte, donde se halla la eternidad de los mundos, el

pasado y el futuro”. “Donde hay niños, existe la Edad de Oro”.

Novalis.

Novalis bien se jactó desdecir nuestra semblanza existencial; irnos, contemplad y

volver; porque “Un espíritu histórico no puede tener dudas de que ha llegado el tiempo

de la resurrección, y que precisamente los acontecimientos que parecieron haberse

dirigido en contra de su activación y amenazaban con consumar su hundimiento, han

sido los signos más favorables de su regeneración”.

Sería una tontería esculpirle fechas a los ismos, puesto que la extensión de la escuela

romántica se ha prolongado en los subsiguientes movimientos e individualidades;

Herman Hesse necesitó de él para entender la esencia de la libertad, de la fuerza espiritual

y física, como André Bretón para descifrar la inherente cadencia de las distintas

velocidades del pensamiento y su brote al compás de la tinta; y nosotros hoy, para

interpretar las secuelas de Lutero debemos consultar a Novalis: “Hay ciertas series de

acontecimientos que se producen paralelamente con los acontecimientos reales. Por lo

general, los hombres y las circunstancias modifican el curso ideal de los acontecimientos

de tal manera que éste toma apariencias de imperfección y sus consecuencias son

también imperfectas. Así ocurrió con la Reforma: en vez del Protestantismo produjo el

Luteranismo.”

Acontecerá el accidente más significativo de su breve estancia: en un ágape patricio, el

matrimonio von Kühn le presentó a Sophie, su hija de trece años. Entrambos la colisión

fue absoluta. El idilio pervivió poco menos de veinticuatro meses; la prematura defunción

de Sophie socavó en el poeta hasta fracturar las longitudes del tiempo, y abdicar al sol

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