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AL borde delacaverna número 15(1)

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No obstante decidí tomarme un par de años sabáticos por todas las veces que tuve

que dormir fuera de casa, si bien mis obligaciones lo ameritaron, a decir verdad

tampoco abusé de esa circunstancia, ya que las dos o tres noches por semana que me

quedaba en lo de Alcántara, lo único que hacía al levantarme allí era mear, ya que

hacerlo en casa, (si bien estaban una frente a la otra) hubiera sido inaguantable para

mis débiles riñones.

Todas las mañanas que cuidaba la casa, tipo once, mi vieja me hacía sonar el teléfono

para despertarme y ya me tenía preparado el mate cocido con chipacitos, como a mí

siempre me gustó. La verdad es que acá en Buenos Aires todo el mundo desayuna con

café con leche, pero yo no, a mí me quedó la costumbre mucho antes de tener el soplo

y nunca más se me quitó, gracias a dios.

Con mi viejo ya dije que casi no tengo diálogo, él dice que soy un pajero y cuando

alguien tiene una opinión tan categórica de mí, en vez de revisarla, como dice al

respecto mi ya citado profesor de Haikkus Guaraníticos, (en los que me he convertido

en un referente de consulta ya que el guaraní es mi segunda lengua, por parte

materna, tanto como el japonés, de parte de mi bisabuelo el samurái, que terminó

poniendo una tintorería en Balvanera), decía, que yo, ante una opinión terminante,

directamente termino colocándome a la defensiva y acabo por dinamitar todo puente

que pudiera conectarnos de alguna manera.

Y cómo le va con esa actitud me preguntó un día el literato oriundo de Piribuebuy,

Elpidio E. Lennemma (mi profesor paraguayo; de los Lennemma con dos ene y dos

eme, porque es de origen suizo, de lo contrario sería quechua-boliviano, o peor

aún, una simple transferencia voluntaria de líquidos prostáticos, me aclaró)

Y…mal profe, tuve que admitir, la verdad es que me he estado quedado solo, ya

casi no tengo amigos, salvo usted, agregué. A lo que el guaraní contestó poniendo

énfasis en las primeras sílabas, como solo es habitual en ese idioma y en el lunfardo

Caldeo: ha blando de éso…ha blando de eso, dis tin guido dis cípulo, necesita

ría que me pague la cu ota hoy mismo…por el tema del alqui ler, vistes…dijo,

pronunciando rotundamente la ese del final a la manera de los porteños recién

llegados del interior.

Decí que mi vieja me había dado la plata antes de salir, porque ella maneja mis

finanzas ya que desde lo del soplo tengo prohibido pasar por sobresaltos y trato de

evitar todo contratiempo, pero a veces suelo olvidarme.

Antes tenía un par de amigos, el mejor, sin ninguna duda era Mate, que no le

decíamos así por Mateo, (aunque así se llama), sino por Mate bien Cebado, porque no

se lava nunca.

Hijo de un carpintero al que le decimos insidiosamente Cuento Corto porque se había

rebanado con la sierra los tres dedos internos de una mano…este compró un

huevito…y este pícaro gordito se lo comió. Punto, por eso lo de cuento corto.

Mate era mi amigo pero después entró a trabajar con el padre y la verdad es que no

nos vimos más, siempre quiso el viejo Cuento Corto que yo les dé una manito en el

aserradero, ahora que la cosa estaba bien y le entraba mucho laburo, pero

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