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Quinta Edición Revista Nirvana (digital)

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Editorial

El engañoso populismo

L

Los problemas más comunes que enfrentan los Estados hoy día tienen que ver con

tres fenómenos puntuales: narcotráfico, terrorismo e inmigración. Ellos tienen una

interferencia determinante en el proveimiento de la seguridad ciudadana, en tanto

bien jurídico. Y, como la seguridad es un bien tan necesario para el desempeño de un país,

su imposibilidad deriva en perturbación del ejercicio y goce de muchos derechos, así

como del aseguramiento de la no lesión de otros. El enfrentamiento de estos problemas

con eficiencia y eficacia se convierte así en un anhelo insatisfecho de los ciudadanos que

se sienten cada vez más vulnerables ante su ocurrencia. Ello genera una situación de

incertidumbre y temor recurrentemente aprovechada por políticos que -en períodos

electorales- ,ya desde la oposición, ya desde el poder, se ofrecen como los redentores

que erradicarán definitivamente tales flagelos.

Y es que, en materia presupuestaria, por ejemplo, el desempeño económico de un

Estado cualquiera en vía de desarrollo -e incluso de algunos desarrollados- transita la

misma ruta escabrosa que lo obliga a la emisión de deuda para poner un parche a sus

ingresos deficitarios con relación a su pretensión de gastos. Por lo tanto, ese es un tema al

que hemos terminado acostumbrándonos, no sin disgusto; que admite estrategias de

previsión disminuyentes de la incertidumbre. En cambio, cuando se trata de una

amenaza a nuestra identidad de alcance impredecible que pudiera dar al traste con

nuestros valores y la profesión de nuestras creencias; cuando se habla de un aumento de

la delincuencia que amenaza la conservación de nuestros bienes, y nuestra propia

integridad, el horizonte es incierto y ello hace que nos ofrezcamos como víctimas

propiciatorias de un culto “pagano” que compromete nuestra libertad de pensar y de

obrar, nuestras potencialidades de crecer y desarrollarnos, terminando así calcinados en

la pira del populismo.

Nuestros temores frente a esas amenazas son legítimos, y hay que luchar contra ellas. Lo

que debemos es desarrollar un sentido de la diferencia que nos permita distinguir entre

políticos mentirosos y embaucadores y políticos honestos -que aún los hay- para no votar

a quienes no lo merecen. Está en nuestras manos detener a los farsantes.

José Luis Mendoza

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