Quinta Edición Revista Nirvana (digital)
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OTEANDO
El mito de Sísifo: Abinader, guardias y cónsules
Por Emerson Soriano
Todos, o casi todos, aspiramos a que la
cuestión de la inmigración haitiana sea
regulada de manera satisfactoria, en el marco
de una política exterior que garantice nuestra
soberanía, la preservación de nuestra identidad y la
coexistencia pacífica de ambos pueblos. Eso se
traduce en la pretensión de un manejo de nuestras
relaciones con Haití que, sin descender al maltrato y
con sincero sentido de cooperación -como
generalmente ha ocurrido, salvo indeseadas y muy
aisladas imprudencias, ajenas a la política oficial-,
nos muestre, frente a la comunidad internacional, y
de manera particular frente al propio Haití, como
defensores intransigentes de nuestro derecho a la
autodeterminación, sin importar el precio que
paguemos por ello.
Esa ha sido la actitud de la mayoría de los gobiernos
del pasado y, desde luego, la del actual gobierno en
la persona del presidente Abinader. Sin embargo,
todos los esfuerzos que está haciendo el presidente
para enfrentar este tema, se ven erosionados en sus
efectos por la apatía o la interferencia consciente y
malsana de algunos actores que se divorcian de sus
responsabilidades “por tres monedas”. Tal es el
caso de los cónsules, manido por su excesivo
tratamiento, y el de los militares encargados de
evitar el paso ilegal por la frontera o de chequear -en
los puestos destinados al efecto en la carretera- si
dentro de los vehículos trasportan ilegales.
Tengo un amigo haitiano que, estando legalmente
aquí, lo subieron al camión que recoge los
indocumentados sin preguntarle siquiera si tenía
papeles. Para volver a la capital, pagó catorce mil
pesos a un chofer a quien vio, durante el trayecto, al
ser detenido para revisión, pasarle dinero a los
militares que subían al vehículo, los veían y “se
hacían de la vista gorda”. Solo en el vehículo que
regresó desde Dajabón había 18 haitianos que
pagaron igual cantidad.
El presidente, al igual que Sísifo con la roca, está
colocado en una situación de castigo deducida de
un hecho simple: él saca los ilegales y los guardias y
cónsules los entran; unos lo hacen por dinero, y los
otros, por dinero. Solo que, en el caso de la
inmigración ilegal, las cosas tienen algunas aristas
diferentes a las del mito de Sísifo, puesto que este es
un ser inferior respecto de los dioses, mientras que
el presidente es quien tiene la jerarquía superior
r e s p e c t o d e g u a r d i a s y c ó n s u l e s y ,
consiguientemente, el poder de disponer de los
cargos y rangos a su discreción.
El presidente debe sacudirse y pasar la aplanadora
allí donde haya el más mínimo indicio de
desobediencia a sus directrices. Si le ha corrido a
desacreditar su reputación ante las grandes
tentaciones, con más razón debe frenar el
atrevimiento de viejas y enlodadas estructuras que
pudieran empañar su gestión.
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OPINIÓN
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