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ARCANOS MAYORES
P
odemos salir ilesos de un accidente, sobrevivir a un peligro o superar una crisis. Es entonces
cuando miramos hacia atrás y sonreímos aliviados. Estamos a salvo. ¿Habrá sido un
ángel? Jung se refiere a la función del ángel de La Templanza (conocido esotéricamente
como El Alquimista) como un regulador interno que no se puede controlar porque escapa a lo
humano y pertenece al ámbito de lo angelical. Ocurre en lo más profundo del inconsciente, el
ego no participa y por lo tanto no hay conciencia de este proceso. Sólo es evidente una vez que
sale a la luz, una vez ha ocurrido. Este proceso no es controlable, no se puede dirigir ni tan
siquiera quererlo de manera consciente. Lo único que queda es ponerse en manos del ángel y
confiar en su oportuna intervención. A las personas controladoras no les gusta nada este tipo de
situación, pero lo que suelo decirles es que por una vez pueden relajarse completamente y dejar
que el ángel haga por ellos. ¿Cuándo? No podemos saberlo. ¿Cómo? ¡Ni idea!
En medio de una crisis, cuando el ego está roto, las figuras del inconsciente vienen al rescate.
Poco a poco notarás que sabes cosas que antes desconocías. Sentirás la certeza nada terca ni
ignorante del saber simple y llano. Simplemente, sabrás que el ángel está contigo.
Otra particularidad de este ángel es que se trata de una figura interna que sólo podemos
encontrar en la soledad porque es sólo nuestro, pertenece a nuestro aliento vital. Nadie puede
ocupar su lugar. Se nota en nuestra risa, en la sonrisa.
Las vasijas de este Arcano llaman la atención sobre las relaciones entre lo externo y lo
interno, el consciente y el inconsciente, el sí mismo y el ego, la espontaneidad y el conocimiento,
en definitiva los diferentes aspectos de la vida que se combinan. Ya no hay dos figuras
internas separadas, por ejemplo: la que nos llama a cumplir deberes y la que se fija sólo
en los derechos; la dura y la blanda; la que teme a lo desconocido y la que se fía de cualquiera;
la que se comería toda la barra de chocolate y la que se mataría de hambre; la que se quedaría
todo el día en casa y la que no pararía de correr... Combina los elementos de la personalidad
haciendo que sea posible, por ejemplo, que te rías en el lugar más serio del mundo y
que estés serio en una situación cómica. Estos polos que antes tiraban de cada una de las puntas
de la cuerda se relacionan y conviven más naturalmente, la cuerda ya no es tirante. Incluso
pueden bailar juntos tal como lo hacen las cartas XIII y XIV. Cada vez que se trate de integrar,
puedes recurrir a esta carta.
Es hermoso pensar que todos tenemos un ángel protector. Más allá de la espada que nos
menciona Pablo Neruda en la última estrofa de Sabor:
«En mi interior de guitarra hay un aire viejo,
seco y sonoro, permanecido, inmóvil,
como una nutrición fiel, como humo.
Un elemento en descanso, un aceite vivo.
Un pájaro de rigor cuida mi cabeza,
un ángel invariable vive en mi espada 4 .»
Acércate a tu ángel y
pídele consejo en los
momentos difíciles.
Nuestro ángel se hace
patente en nuestra
sonrisa.
4) Pablo Neruda, Residencia en la Tierra, Cátedra, Madrid, 1991.
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CURSO PRÁCTICO DE TAROT