Trobairitz 5 - 2023 AGO
El 19 de agosto se cumplirán 87 años del asesinato de Federico García Lorca. Ese día, perdimos una voz que clamaba libertad desde una palabra privilegiada de belleza, fuerza y es-tilo indispensables no solo para la Literatura sino también para el alma de nuestra cultura. Acallar la voz de un poeta siempre es tan terrible como matar una paloma de una pedrada. Quisieron que dejara de existir, y lo hicieron eterno.
El 19 de agosto se cumplirán 87 años del asesinato de Federico García Lorca. Ese día, perdimos una voz que clamaba libertad desde una palabra privilegiada de belleza, fuerza y es-tilo indispensables no solo para la Literatura sino también para el alma de nuestra cultura. Acallar la voz de un poeta siempre es tan terrible como matar una paloma de una pedrada. Quisieron que dejara de existir, y lo hicieron eterno.
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Mimi Romanz
TIERRA, TRAGAME
Natalia Santino y Martina están desesperados
por ir a la plaza. Y no los culpo, después
de tres días encerrados en un departamento de
dos por dos, es lógico. Ya no hay jueguito que
los entretenga. Y es que son chicos todavía, y no
es cuestión de que estén todo el tiempo con mi
celu, con la Tablet o viendo televisión. Los he
entretenido bastante con otras cosas, como haber
sacado un rompecabezas de un pintoresco
paisaje infantil, que fue toda una novedad en un
principio, más para Martu que para Santi. Sin
embargo, cuando comenzó a ponerse difícil encajar
las piezas, las pocas pulgas salieron a lucir.
También intenté con el Tutifruti, el Ta-te-ti, el
Ahorcado, pero sucedió lo mismo: fue novedad
tan solo por un rato.
Por suerte, esta mañana amaneció ya sin
nubes y así se ha mantenido hasta la tarde. Me
pregunto a dónde habrán ido a parar las miles
que cubrieron el cielo por tanto tiempo, aunque
mejor no las llamo de nuevo, ya tenemos suficiente
de lluvia y no es cosa de que vuelva justo
ahora que vamos a salir. Solo espero que no
esté tan frío y que el sol nos dé calor. Niego, no
es muy inteligente mi lógica, estamos en invierno,
pero me conformo con un poco al menos.
—¡Mamá! —me grita Santi, e imagino
que llama porque no encuentra la zapatilla que,
de seguro, está frente a sus narices.
Lo dicho, me meto en la habitación que
ambos comparten —y que lamento que así
sea— y lo veo revolear peluches de acá para
allá.
—¡Mamá! —se queja Martu cuando uno
le da en la cabeza.
—A ver, a ver… —Detengo al pequeño
diablo y le alcanzo el calzado que está, increíble,
donde corresponde: en el armario—. Vamos,
chicos, apúrense, ya saben que anochece temprano
y no quiero regresar tarde.
—Si Santi fuera más ordenado… —insinúa
mi hija, y sé que tiene razón. El espacio que
ocupa ella está medianamente organizado,
mientras que en el de Santi parece haber caído
una bomba. Ya le tiraré, por milésima vez, las
orejas. Sé a quién sale, pero mejor dejo ese pensamiento
de lado.
—Callate, tonta —responde Santi y le
saca la lengua.
Revoleo los ojos, supongo que esa conexión
de mellizos de la que tanto se habla no se
ha dado entre ellos, porque no hacen otra cosa
más que pelear. Ojalá se entiendan mejor
cuando sean grandes, aunque me espera mucho
para eso, que apenas tienen siete años.
—Basta —los reto, y les paso los guantes,
las bufandas y los abrigos.
Me voy a la cocina, busco la canasta y
meto dentro unos paquetes de galletitas, el
equipo del mate y una botella de agua mineral.
Es mi intención arreglarme un poco, pero
los chicos ya están en la puerta y me apuran, ¡lo
que faltaba! Suspiro resignada. Tras cerrar la
puerta del departamento, me meto en el ascensor
con ellos, que no dejan de discutir por el espacio
que a cada uno le corresponde en la pieza
y que tanto uno como otro no respetan, y salimos
a la calle unos minutos después.
Hace frío, como era de esperar, y me
arrepiento de no haberme puesto el gorro de
lana que me tejió mamá, al menos me cubriría
el pelo, que no pude ni peinarme y al cual até
en una cola de caballo. Retando a los chicos
mientras bajábamos, ni oportunidad tuve tampoco
de verme en el espejo. Imagino que soy un
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