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Antología de Literatura Contemporánea Española. - Ministerio de ...

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NEGRA ESPALDA DEL TIEMPO<br />

Yo las veo a veces <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi casa, aquí son faroles que cuelgan <strong>de</strong>l edificio noble que tengo<br />

enfrente, con su tejado <strong>de</strong> pizarra por el que este invierno resbaló la nieve más rápidamente que<br />

por las tejas vecinas, don<strong>de</strong> cuajaba pronto, y en cambio la pizarra la hacia insistir y esforzarse,<br />

resbalaba la nieve y caía hecha agua sobre la plaza –más blanca que la piel la nieve-, hasta que<br />

logró asentarse. Yo las veo y los veo a veces <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mis balcones en mañanas <strong>de</strong> insomnio o <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spertar traicionero o <strong>de</strong> arriesgada y vencida farra, faroles <strong>de</strong>cimonónicos enclavados en el muro<br />

con sus bombillas ya inútiles, pasan junto a ellos hombres y mujeres con apresurados tacones que<br />

<strong>de</strong>jaron hace rato sus camas y tal vez han viajado en trenes <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las afueras hasta mi centro, y en<br />

esas luces prendidas ven todavía la reminiscencia <strong>de</strong> las sabanas o quizás <strong>de</strong>l cuerpo que<br />

abandonaron sin ganas, el recordatorio <strong>de</strong> que para muchos otros sigue siendo <strong>de</strong> noche aunque ya<br />

ha amanecido y la luz se expan<strong>de</strong>, mientras ellos caminan o esperan un autobús levantando un pie<br />

y luego otro sobre el mismo punto como si fueran zancudas cansadas –en sus ojos aún pintada la<br />

noche oscura-, pensando a medias en lo que <strong>de</strong>jaron atrás en casa y en lo que los aguarda en la<br />

inacabable jornada, y entonces no será ya la casa la misma casa, cuando la jornada acabe y<br />

regresen a ella y quizá el cuerpo querido <strong>de</strong>l que se <strong>de</strong>sprendieron los habrá traicionado. Mira la<br />

mujer los faroles y se acuerda <strong>de</strong>l hombre cuyo olor aún lleva y que se quedó en su cama, egoísta<br />

y dormido. Es una mujer arreglada que está a punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser joven, lo sigue siendo con un<br />

poco <strong>de</strong> esfuerzo y esmero en las ocasiones señaladas, lo fue anoche seguro, con su escote que se<br />

guardó la tiniebla y ya olvidado esta mañana, un espectro, el vestido sobre una silla arrugado,<br />

ahora viste sobriamente y va bien tapada, no volverá a ver al joven que le arrancó ese vestido sin<br />

ningún cuidado más por ser joven que por <strong>de</strong>sear quitárselo, se irá cuando se <strong>de</strong>spierte sin <strong>de</strong>jar<br />

una nota y hasta es posible que le robe algo, cuenta con ello, no importa, quedará su olor ácido<br />

entre las sabanas, el autobús no llega. Mira el hombre los faroles y piensa en la mujer que se<br />

levanta más tar<strong>de</strong> y siguió soñando o fingiéndolo impacientada mientras él se preparaba para salir<br />

al mundo y se preparaba el café en medio <strong>de</strong>l amanecer oscuro, ella en él no estará pensando. Es<br />

un hombre aseado <strong>de</strong> mediana edad con gran<strong>de</strong>s entradas, en su mano no está retenerla o sólo a<br />

través <strong>de</strong> la economía o <strong>de</strong> su mano llena y el dinero es conmutable, sustituible, lo tienen muchos,<br />

no es sólo él quien lo tiene y le cuesta ganarlo con su cartera a cuestas temprano y tar<strong>de</strong>, nada<br />

posee que nadie más tenga y ella pue<strong>de</strong> encontrar otro sustento futuro durante el día, los días, los<br />

<strong>de</strong>masiados días para ir llamando con pretexto a otras puertas, y el misterio <strong>de</strong> este hoy <strong>de</strong> ella que<br />

aún no ha empezado lo esperará a su regreso, añadido y ajeno, <strong>de</strong>masiados ayeres <strong>de</strong>sconocidos<br />

sumados y ningún mañana, el autobús no llega y ambos, mujer y hombre que no se ven ni conocen,<br />

miran las incongruentes luces todavía encendidas bajo el sol que avanza y las hace patéticas e<br />

insignificantes, y sin embargo son el testimonio respetuoso y benigno <strong>de</strong> que existió lo que ya ha<br />

cesado: hasta que la soñolienta mano <strong>de</strong> algún funcionario repara en el <strong>de</strong>spilfarro y apaga la luz,<br />

y luego la apaga.<br />

72<br />

1998

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