MODULO-3-La-Música-en-el-Contexto-Mundial - Universidad ...

Un lenguaje universal
Cuatro compositores ilustran las refinadas innovaciones de la escritura franco-flamenca: El compositor flamenco
Guillaume Dufay (1400-1474) trabajó en la corte de los Malatesta de Rímini, en la capilla pontificia de Roma y en la
corte de Saboya. Sus viajes a Italia le permitieron forjar un lenguaje musical universal. Su música permanece fiel al
espíritu del Ars nova; sin embargo, le distingue de ésta su preocupación por la claridad de estilo, la estructura y la
técnica. Su obra, de gran riqueza, incluye composiciones profanas (canciones), pero sobre todo motetes y misas,
como la Misa del hombre armado y la misa Se la face ay palé.
Contemporáneo y rival de Dufay, el francés Gilíes Binchois (1400-1460) fue soldado antes de convertirse en
capellán de Felipe el Bueno en la corte de Borgoña. Autor de música religiosa, este músico de gustos muy refinados
es conocido sobre todo como compositor de canciones polifónicas a tres voces, la mayor parte de ellas en forma de
rondó.
Primeramente chantre en la catedral de Amberes, el compositor flamenco Johannes Ockeghem (1420-1498) fue
luego nombrado maestro de capilla de los reyes de Francia (Carlos Vil, Luis XI y Carlos VIII). Pronto gozó de gran
fama en Francia, Italia y Alemania. Numerosos compositores lo tomaron como maestro y modelo (Josquin des Prés
escribió un Lamento por la muerte de Ockeghem). Su inspiración melódica y su prodigiosa habilidad de escritura
(llegó a componer un motete a ¡36 voces! le permitieron tratar todos los géneros: desde canciones de carácter
melancólico hasta misas que reflejan un fervor místico capaz de emocionar los espíritus del siglo XX. Las más
conocidas son la Missa mi-mi y la Missa pro defunctis, la más antigua misa de réquiem que se conserva.
Citaremos por último al músico flamenco Josquin des Prés (1450-1512). Cantor en la corte de los Sforza de Milán y
después en la capilla pontificia, era llamado por sus contemporáneos el "príncipe de la música". Y Lutero declaró:
"Los músicos hacen lo que pueden con las notas; Josquin hace de ellas lo que quiere." Le animaba un espíritu
humanista y "europeo", al igual que a dos artistas a los que tal vez conoció: Miguel Ángel y Leonardo da Vinci. Su
música, sobria y equilibrada, busca la claridad. En su obra -20 misas, 90 motetes y 70 composiciones profanas-, el
virtuosismo no ahoga la inspiración: el temperamento vivo y espontáneo de su autor le da una gran frescura.
Amenazados de academicismo a principios del siglo XV, los herederos del Ars nova intentan renovarse: hacen
fructificar sus legados con eficacia, renunciando a ciertos descubrimientos teóricos y a la sobreabundancia de
construcciones abstractas. Su individualismo ya no es propio de la Edad Media: como maestros conscientes de su
fuerza creadora, preparan la llegada del Renacimiento.
Lo esencial sobre... Los instrumentos de la Edad Media
ARMONÍAS DEL RENACIMIENTO
A finales del siglo XV se desmoronan las estructuras políticas y artísticas de la Edad Media. Los señores feudales
ceden terreno ante el poder, cada vez mayor, de los reyes. Aparece un nuevo movimiento literario, el humanismo, y
con él, otra escala de valores. El arte renacentista alcanza su plenitud. Los músicos, como los demás artistas del
Renacimiento, se dedicarán a describir la vida en todas sus dimensiones, tanto las actividades de cada día como las
grandes aspiraciones poéticas e intelectuales del hombre.
En ciudades y cortes
A lo largo de toda la Edad Media, prevalece en Occidente una concepción de la vida que está influida por la religión
cristiana: ya sea en las artes plásticas o en el campo de la música, todas las obras están dedicadas al Creador.
En el Renacimiento, por el contrario, los humanistas toman conciencia de la existencia autónoma del hombre.
Favorecen el espíritu crítico y la imaginación creadora. Sediento de conocimientos y de acción, el hombre cuenta en
lo sucesivo con sus propios valores. Encuentra también, en la música, un medio de afirmar su personalidad. La
balanza está ya equilibrada: por un lado, los polifonistas continúan cantando a Dios; por otro, el arte profano,
sensual y culto, se instala en las ciudades y las cortes.
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