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Eve Lipchik - El Desarrollo Involucra Ganancias y Pérdidas

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John percibía que su relación con sus padres antes de<br />

la muerte de la madre había sido agradable. Junto con su<br />

familia, los visitaba al menos una vez por semana y pasaban<br />

con ellos todas las festividades importantes y los cumpleaños.<br />

Aunque el padre hacía siempre más críticas que<br />

elogios, la calidez y el afectuoso apoyo de la madre eran<br />

más que suficientes para compensar ese comportamiento.<br />

Cuando el terapeuta trató de conseguir que John definiera<br />

su problema y sus metas en términos de conducta,<br />

este no pudo ir más allá de decir que quería aprender a<br />

aceptar los modales de su padre para poder ser un buen<br />

hijo. Reconoció que no podía cambiar a un anciano. Describió<br />

la conducta del padre hacia él diciendo «me devora<br />

por dentro». Sabía que se sentiría mejor cuando «las palabras<br />

de su padre le entraran por un oído y le salieran por<br />

el otro». John fue incapaz de decir cómo cambiaría su propia<br />

conducta cuando eso comenzara a ocurrir. <strong>El</strong> terapeuta<br />

le había formulado la pregunta de la excepción con referencia<br />

a esa meta: «¿Deja alguna vez que las palabras de<br />

su padre le entren por un oído y le salgan por el otro?».<br />

John sólo pudo recordar un ejemplo, ocurrido poco después<br />

de la muerte de su madre, cuando sintió mucha lástima<br />

por su padre. <strong>El</strong> terapeuta trató de basarse en esa excepción<br />

y le preguntó: «¿Cuál era la diferencia en esas ocasiones?<br />

¿Qué tendría que hacer usted ahora para lograr<br />

que eso sucediera, aunque fuera un poquito?», pero John<br />

fue incapaz de responder.<br />

<strong>El</strong> terapeuta recurrió entonces a otra técnica, la de la<br />

pregunta del milagro. «Si usted se acostara esta noche y<br />

mientras durmiera se produjese un milagro, de modo que<br />

al despertarse a la mañana su problema estuviera resuelto,<br />

¿qué cambiaría?». John contestó que pasaría por alto la<br />

conducta del padre. «¿Lo hace ya alguna vez?», le preguntó<br />

el terapeuta. No actualmente, dijo John. «¿Qué tendría<br />

que hacer para lograr que eso ocurriera? ¿Hay algo que<br />

otra persona podría hacer para que sucediera?». John contestó<br />

que, según su sentir, en la actualidad no tenía control<br />

para cambiar nada.<br />

Al concluir la primera sesión, el terapeuta había elaborado<br />

un mensaje de intervención en el que felicitaba a<br />

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John por su deseo de aprender a aceptar la conducta del<br />

padre y querer ser un buen hijo. <strong>El</strong> mensaje expresaba<br />

empatia respecto de la difícil posición de John, que debía<br />

llorar la muerte de su madre y al mismo tiempo enfrentar<br />

el rechazo de su padre. La intensidad de la reacción de<br />

John se reformuló como un compromiso desusadamente<br />

fuerte con la familia. <strong>El</strong> terapeuta también había ideado<br />

una tarea para él con el propósito de ayudarlo a recobrar<br />

un sentimiento de control. La tarea sugería que John se<br />

permitiera interrumpir durante tres días el contacto con<br />

su padre, ya que este estaba al cuidado de su hermana. Si<br />

durante ese tiempo no lo incomodaba la idea de llamarlo<br />

por teléfono y deseaba hacerlo para sentirse bien y no para<br />

complacer al padre, podía llamarlo. Pero si sentía ambivalencia<br />

respecto de la llamada, debía recordarse a sí<br />

mismo que no tenía necesidad de tomar esa decisión antes<br />

del cuarto día. Cumplido el plazo de tres días debía telefonear,<br />

pero sólo hablaría con su hermana y le diría que le<br />

comunicara al padre que él llamaba para saber cómo estaba.<br />

Cuando John volvió a la semana siguiente, el terapeuta<br />

evaluó el cambio mediante la pregunta de escala: «En<br />

una escala del 1 al 10, donde el 10 signifique que usted tiene<br />

el mayor estrés posible y el 1 signifique que está totalmente<br />

relajado, ¿dónde diría usted que está hoy?» (De<br />

Shazer, 1991a, pág. 148). John informó que su nivel de estrés<br />

había bajado de 10 a 7. Había decidido llamar a su padre<br />

el segundo día y no se había sentido tan incómodo como<br />

esperaba, a pesar de que el padre se mostró lacónico y<br />

poco amistoso. Desde entonces había hecho otra llamada<br />

y también la había tolerado mejor.<br />

Durante la segunda sesión, el terapeuta y John trabajaron<br />

para reforzar esa mayor comodidad y tolerancia señaladas<br />

por John: «¿Qué debería pasar para que eso ocurriera<br />

más a menudo? ¿Qué podría hacer usted? ¿Qué podrían<br />

hacer otras personas para ayudarlo?». <strong>El</strong> terapeuta<br />

buscó también recursos del pasado que pudieran ayudar a<br />

John en la situación presente, preguntándole: «¿Cómo se<br />

las arregló en el pasado para enfrentar con éxito relaciones<br />

personales estresantes?». Al finalizar la sesión, el te-<br />

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