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Eve Lipchik - El Desarrollo Involucra Ganancias y Pérdidas

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Terapia centrada en<br />

la solución<br />

Más allá de la técnica<br />

<strong>El</strong> trabajo con las emociones y la<br />

relación terapéutica<br />

<strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong><br />

Prólogo de Wendel A. Ray<br />

Amorrortu editores<br />

Buenos Aires - Madrid


Biblioteca de psicología y psicoanálisis<br />

Directores: Jorge Colapinto y David Maldavsky<br />

Beyond Technique in Solution-Focused Therapy, <strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong><br />

© 2002, The Guilford Press (división de Guilford Publications, Inc.)<br />

Traducción, Adolfo Alfredo Negrotto<br />

La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada<br />

por cualquier medio mecánico, electrónico o informático, incluyendo fotocopia,<br />

grabación, digitalización o cualquier sistema de almacenamiento<br />

y recuperación de información, no autorizada por los editores, viola derechos<br />

reservados.<br />

© Todos los derechos de la edición en castellano reservados por<br />

Amorrortu editores S. A., Paraguay 1225, 7° piso (1057) Buenos Aires<br />

www.amorrortueditores.com<br />

Amorrortu editores España SL<br />

C/Velázquez, 117 - 6 a izqda. - 28006 Madrid<br />

Queda hecho el depósito que previene la ley nº 11.723<br />

Industria argentina. Made in Argentina<br />

ISBN 950-518-10S-X<br />

ISBN 1-57230-764-1, Nueva York, edición original<br />

<strong>Lipchik</strong>, <strong>Eve</strong><br />

Terapia centrada en la solución : más allá de la técnica.- 1 a ed.-<br />

Buenos Aires ; Amorrortu, 2004.<br />

320 p. ; 2-3x14 cm.- (Biblioteca de psicología y psicoanálisis)<br />

Traducción de: Adolfo Negrotto<br />

ISBN 950-518-106-X<br />

1. Terapia Familiar I. Título<br />

CDD 616.891 56<br />

Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia<br />

de Buenos Aires, en noviembre de 2004.<br />

Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares.<br />

A <strong>El</strong>liot, inventor de la consideración y la generosidad


Sobre la autora<br />

<strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong>, licenciada en asistencia social, miembro<br />

de la American Family Therapy Academy y miembro titulado<br />

y supervisora autorizada de la American Association<br />

for Marriage and Family Therapy, también fue socia<br />

fundadora de ICF. Consultante, Inc., de Milwaukee, Wisconsin,<br />

en 1988. Entre 1980 y 1988 fue una de las principales<br />

integrantes del Brief Family Therapy Center de<br />

Milwaukee, donde participó en el desarrollo de la terapia<br />

centrada en las soluciones. Además de desempeñarse como<br />

psicoterapeuta, es docente, asesora y conferencista, tanto<br />

en los Estados Unidos como en otros países. Es directora<br />

de Interviewing y sus artículos han sido incluidos en numerosos<br />

libros y revistas, entre ellas Psychotherapy Networker,<br />

Journal of Systemic Therapies y Family Process.<br />

9


Indice general<br />

9 Sobre la autora<br />

15 Prólogo. Wendel A Ray<br />

19 Prefacio<br />

25 Agradecimientos<br />

29 Primera parte; Teoría, y práctica<br />

31 1. Una teoría de la terapia centrada en la solución<br />

39 De la técnica a la teoría<br />

40 Una breve digresión histórica<br />

46 Una teoría centrada en la solución<br />

46 Supuestos centrados en la solución<br />

57 Conclusión<br />

59 2. La relación terapeuta-cliente<br />

60 Resultados de las investigaciones<br />

60 La relación terapeuta-cliente centrada en la<br />

solución<br />

61 <strong>El</strong> clima emocional<br />

62 La posición del cliente<br />

64 La posición del terapeuta<br />

68 Un pensamiento de dos carriles<br />

71 Ejemplo de caso: Laura<br />

84 3. Comprender a los clientes<br />

84 Oír versus escuchar<br />

86 <strong>El</strong> significado<br />

11


12<br />

88 Hablar del problema versus hablar de la solución<br />

91 Contenido versus proceso<br />

94 Ejemplo de caso: Marie<br />

106 4. Las emociones en la terapia centrada en la<br />

solución<br />

109 Emociones versus conducta<br />

110 <strong>El</strong> empleo de las emociones para facilitar las<br />

soluciones<br />

111 Ejemplo de caso: Betty<br />

117 Ejemplo de caso: Neil<br />

120 <strong>El</strong> empleo de nuestras emociones para ayudar a<br />

los clientes a hallar soluciones<br />

120 Ejemplo de caso: Sandra y sus hijas<br />

123 Las emociones y el mensaje de recapitulación<br />

126 5. <strong>El</strong> proceso de aclaración de las metas<br />

127 Metas versus soluciones<br />

128 La tarea de aclarar las metas<br />

129 Aclaración de las metas: el proceso<br />

131 Metas y emociones<br />

132 Ejemplo de caso: Marilyn<br />

147 Metas decisionales<br />

149 <strong>El</strong> cliente cuya meta es cambiar el<br />

comportamiento de otra persona<br />

151 Conclusión<br />

153 6. <strong>El</strong> equipo detrás del espejo y la pausa para la<br />

consulta<br />

154 Beneficios para el terapeuta<br />

155 Beneficios para los clientes<br />

156 Presentación del equipo y de la pausa<br />

158 Aspectos prácticos del trabajo en equipo y la<br />

pausa<br />

159 <strong>El</strong> procedimiento en equipo<br />

160 Dos maneras de ver a los clientes<br />

161 <strong>El</strong> trabajo en equipo y el clima emocional<br />

165 7. <strong>El</strong> mensaje de recapitulación y la sugerencia<br />

165 <strong>El</strong> mensaje de recapitulación<br />

188 Ejemplo de caso; la familia B<br />

171 La sugerencia<br />

177 Ejemplo de caso: James<br />

182 Conclusión<br />

187 Segunda parte. Aplicaciones<br />

189 8. Terapia de pareja<br />

197 La terapia<br />

204 Ejemplo de caso: Miriam y Nate<br />

210 Conclusión<br />

212 9. Terapia familiar<br />

212 Evaluación<br />

213 Familias con hijos pequeños o adolescentes<br />

214 Cómo estructurar la conversación<br />

215 Ejemplo de caso: la familia T<br />

220 Cuando los padres no quieren intervenir<br />

221 La reunión a solas con el niño<br />

222 Ejemplo de caso: Troy<br />

226 La mediación entre los niños y sus padres<br />

227 Familias con padres ancianos o hermanos adultos<br />

228 Conclusión<br />

230 10. <strong>El</strong> trabajo con clientes involuntarios<br />

234 ¿Qué características definen al cliente<br />

involuntario?<br />

235 La relación terapeuta-cliente<br />

238 La cooperación con los clientes<br />

13


239 Las emociones<br />

240 <strong>El</strong> empleo de las técnicas<br />

240 <strong>El</strong> sistema de tratamiento<br />

243 Ejemplo de caso: consulta de Bea<br />

252 Conclusión<br />

253 11. Casos de tratamiento prolongado<br />

255 La terminación: el problema del cliente<br />

256 La terminación: el problema del terapeuta<br />

257 Ejemplo de caso: la consulta de Joe<br />

280 Autoevaluación del terapeuta con respecto a la<br />

terminación<br />

262 Clientes con problemas crónicos<br />

262 Ejemplo de caso: Virginia<br />

288 Ejemplo de caso: el hombre que oía voces<br />

274 Adaptación a la discapacidad<br />

275 Ejemplo de caso: Carol<br />

278 Conclusión<br />

280 12. <strong>El</strong> enfoque de las crisis centrado en la solución<br />

280 Diversas respuestas a la crisis<br />

281 ¿Qué es una crisis?<br />

282 La necesidad de usar dos sombreros<br />

284 Ejemplo de caso: Randy<br />

290 Urgencias<br />

292 La escucha<br />

292 Un marco temporal ceñido<br />

292 Ejemplo de caso: Philip<br />

297 Conclusión<br />

299 Reflexiones finales<br />

301 Referencias bibliográficas<br />

14<br />

Prólogo<br />

Sería sorprendente que <strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong> recordara las circunstancias<br />

en que conoció a un determinado terapeuta<br />

de los muchos que formó, pero yo recuerdo claramente mi<br />

primera experiencia con ella, en mayo de 1983, en un programa<br />

de capacitación intensiva desarrollado en el Brief<br />

Family Therapy Center [Centro de Terapia Familiar Breve].<br />

Lo más destacado de esa semana de inmersión en la<br />

obra de Steve de Shazer, Insoo Berg y su equipo fue la tarde<br />

que pasamos hablando con <strong>Eve</strong> y observando su trabajo.<br />

Su dominio de la teoría, su habilidad como docente y su<br />

notable capacidad terapéutica eran tan impresionantes<br />

que comencé a interesarme en su obra. Durante años leí<br />

sus contribuciones a la literatura sobre la terapia familiar<br />

breve y la terapia centrada en la solución, y cada vez que<br />

me fue posible asistí a sus seminarios y talleres, de los que<br />

siempre salí estimulado por las profundas implicaciones<br />

de su pensamiento y su capacidad para traducir las ideas<br />

más complejas en aplicaciones clínicas realistas.<br />

Después de narrar la historia —que la cuenta entre<br />

sus protagonistas— del desarrollo de la terapia centrada<br />

en la solución (TCS [solution-focused therapy, SFT]), la<br />

autora ofrece una explicación muy clara de la teoría y la<br />

práctica de este modelo. Lo que sale a la luz es su transición<br />

desde la incomodidad que le producían las respuestas<br />

fáciles características de las interpretaciones más simplistas<br />

del modelo hasta la elaboración de su propia versión<br />

de la TCS, que yo describiría como terapia breve centrada<br />

en la solución y la emoción.<br />

Un aporte significativo de este libro es la reintroducción<br />

de la teoría en la práctica de la terapia, en especial la<br />

restitución que hace la autora de concepciones esenciales<br />

15


de las psicoterapias de orientación interpersonal. Los<br />

principios que propone a los lectores son fundamentales<br />

para la práctica de una terapia breve eficaz, eficiente y<br />

humanista.<br />

En una época que se desentiende del pasado y que, en<br />

su perpetua búsqueda de respuestas cada vez más simples<br />

y sin complicaciones a las preguntas complejas, tiende<br />

a sobrevalorar todo lo que se presenta como «nuevo»,<br />

<strong>Eve</strong> hace exactamente lo contrario: explora y adopta lo<br />

«nuevo» al tiempo que investiga y revitaliza elementos del<br />

conocimiento existente. Abrevando en la obra señera de<br />

Harry Stack Sullivan, Gregory Bateson, Don D. Jackson,<br />

Milton Erickson, Jay Haley, John Weakland, Richard<br />

Fisch, Paul Watzlawick y otros, esboza, insuflándoles vida,<br />

las concepciones teóricas que son la piedra angular<br />

tanto del modelo de terapia breve desarrollado en el Mental<br />

Research Institute [Instituto de Investigación Mental]<br />

como de la TCS.<br />

Sobre la base de esta infraestructura, <strong>Eve</strong> incorpora,<br />

asimismo, ideas procedentes de una amplia variedad de<br />

disciplinas: biología, lingüística, cibernética, construccionismo,<br />

antropología y constructivismo social. Sus diáfanas<br />

interpretaciones de los complejos aportes de Maturana<br />

y Varela son especialmente valiosas y oportunas.<br />

Daré un ejemplo que viene al caso. Gracias al esfuerzo<br />

de <strong>Eve</strong>, podemos apreciar una fusión maravillosamente<br />

útil de lo nuevo y lo que ha pasado la prueba del tiempo en<br />

la yuxtaposición de las definiciones del amor de Maturana<br />

y Harry Stack Sullivan. De acuerdo con una referencia<br />

citada por <strong>Eve</strong>, para Maturana el amor es una conducta<br />

que «permite al otro surgir como un otro legítimo en coexistencia<br />

con uno» y «abre la posibilidad de ver y oír a ese<br />

otro». Sullivan lo expresa de este modo: «Cuando la satisfacción<br />

y la seguridad de otra persona se vuelven tan importantes<br />

para uno como la satisfacción y la seguridad<br />

propias, existe un estado de amor» (1953a, págs. 42-3). En<br />

época reciente el mundo de la psicoterapia, en su tendencia<br />

a basar la comprensión en la lógica causal lineal y la<br />

perpetuación de una separación dualista cartesiana de la<br />

mente y el cuerpo, ha restado importancia al papel vital<br />

16<br />

de las relaciones humanas en la salud mental, en particular<br />

al de relaciones tan difíciles corno el amor. Pero los lectores<br />

que no advierten la importancia de esas emociones<br />

básicas para la comprensión del sufrimiento humano y 1a<br />

práctica de la psicoterapia quizá cierren los oídos y sigan<br />

dormitando, simplemente porque no estarnos en la misma<br />

longitud de onda. 1<br />

Pero otro progreso en el que <strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong> fue precursora<br />

es la exploración del interrogatorio como perturbación<br />

o, diría yo, como intervención. Se trata de una de las novedades<br />

más significativas en el campo de la terapia y, que<br />

yo sepa, sólo <strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong>, Gianfranco Ceechin y Richard<br />

Fisch están, cada uno por su lado, investigando explícitamente,<br />

practicando y poniendo a punto este extraordinario<br />

avance.<br />

<strong>El</strong> interrogatorio como intervención y la vinculación de<br />

premisas esenciales desarrolladas en el pasado con el pensamiento<br />

de vanguardia cíe nuestros días se cuentan entre<br />

las destacadas contribuciones que ofrece este libro, pero<br />

desde mi punto de vista no son de ningún modo las más<br />

significativas. Al sintetizar estas amplias áreas y dar sustancia<br />

a la lógica y los matices de su enfoque, <strong>Eve</strong> realiza<br />

un aporte decisivo a la práctica clínica: la reintroducción<br />

de las emociones humanas en la práctica de la terapia breve<br />

(digo reintroducción porque la emoción tuvo un papel<br />

central en la obra de pioneros como Harry Stack Sullivan,<br />

Don D. Jackson y Milton Erickson).<br />

En una conferencia que pronunció poco antes de su<br />

muerte, en 1949, ante los residentes de la Washington<br />

School of Psychiatry, Harry Stack Sullivan hizo esta predicción:<br />

«Las mismas cosas que hacen que la psiquiatría sea escurridiza<br />

para los demás la hacen escurridiza para mí; engañarse<br />

es terriblemente fácil. Pero una psicoterapia mucho<br />

más práctica parece posible cuando uno trata de descubrir<br />

las vulnerabilidades básicas de la angustia en las relacio-<br />

1 Mis excusas y mi reconocimiento a Jackson (1963), quien fue el primero<br />

en emplear esta gráfica expresión.<br />

17


nes interpersonales, en lugar de tratar de eludirla o de<br />

ocuparse [sólo] de los síntomas provocados por ella»<br />

(19536, pág. 11).<br />

Al atreverse a abordar las emociones perturbadoras<br />

como adaptaciones —claramente suscitadas por la angustia—<br />

a fenómenos interpersonales singulares, <strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong><br />

ha logrado, con este volumen pragmático y hábilmente<br />

escrito, que la psicoterapia diera un paso más —vital,<br />

por cierto— hacia el cumplimiento de la profecía de Sullivan.<br />

WENDEL A. RAY, PhD<br />

Director del Mental Research Institute, Palo Alto, California<br />

Profesor de Terapia Familiar en la Universidad de Luisiana-<br />

Monroe<br />

18<br />

Prefacio<br />

La terapia centrada en la solución (TCS) es hoy reconocida<br />

como un modelo de terapia breve sólidamente fundado.<br />

No obstante, ni su atractivo para la atención médica<br />

administrada [managed care] ni los informes respecto de<br />

su eficacia han podido disipar las dudas sobre su aptitud<br />

para promover un cambio permanente o abordar las necesidades<br />

emocionales de los clientes. <strong>El</strong> propósito de este libro<br />

es dar cuenta de un modo de pensar y practicar la TCS<br />

que invalida esas dudas y demuestra su profundidad y<br />

amplitud.<br />

La TCS no surgió de novo. Se basa en la obra de Gregory<br />

Bateson, Milton Erickson, Don Jackson, John Weakland,<br />

Jay Haley, Paul Watzlawick y otros, a quienes se<br />

atribuye la creación del paradigma sistémico. Es el producto<br />

final de los esfuerzos de un grupo de personas que<br />

hace unos veinticinco años se reunían en el Brief Family<br />

Therapy Center, en Milwaukee, y se potenciaban recíprocamente<br />

gracias a su entusiasmo por la nuevas ideas sobre<br />

cómo cambia la gente. <strong>El</strong> núcleo de ese grupo lo constituían<br />

Steve de Shazer, Insoo Berg, Jim Derks, <strong>El</strong>am Nunnally,<br />

Marilyn LaCourt y yo. Más tarde se incorporaron a<br />

él antiguos estudiantes convertidos en colegas, entre ellos<br />

John Walter, Jane Peller, Alex Molnar, Kate Kowalski y<br />

Michele Weiner-Davis, y también académicos como Gale<br />

Miller y Wally Gingerich. Lo que comenzó siendo un modelo<br />

llamado terapia familiar breve evolucionó hasta convertirse<br />

en la TCS. Con el tiempo, algunos miembros del<br />

grupo se alejaron y nuevos miembros ocuparon su lugar.<br />

Yo me retiré en 1988 y, junto con Marilyn Bonjean, fundé<br />

ICF Consultants en Milwaukee. En mi opinión, sería justo<br />

decir que todos cuantos participaron alguna vez en las<br />

19


conversaciones mantenidas en el Brief Family Therapy<br />

Center hicieron alguna contribución, y todos se beneficiaron<br />

con la experiencia. La abundante bibliografía que hoy<br />

existe sobre, el modelo refleja la riqueza y diversidad de su<br />

experiencia.<br />

Actualmente, la TCS goza de fama mundial, pero a<br />

menudo es mal interpretada e incluso banalizada. A mi<br />

juicio, la causa es el excesivo énfasis que se pone en las<br />

técnicas y la pérdida de un marco teórico. Las técnicas<br />

aplicadas fuera de contexto pueden producir resultados<br />

inmediatos espectaculares pero a la larga poco significativos.<br />

La teoría y la práctica de la TCS que se proponen aquí<br />

restituyen a las técnicas un contexto interaccional basado<br />

en lo que los terapeutas del Mental Research Institute llaman<br />

«posicionarse» en relación con los clientes, o lo que<br />

sus colegas del Brief Therapy Center denominaron «cooperar<br />

con el modo de cooperar de los clientes». Este concepto<br />

puede incluso considerarse relevante para una práctica<br />

basada en el constructivismo si se ve el lenguaje como<br />

un comportamiento mutuamente influido.<br />

En cierta medida he desarrollado mi actual enfoque<br />

clínico como reacción al minimalismo y a la intelectualización<br />

posmoderna de la terapia. Aunque me cuento entre<br />

quienes aspiran a realizar intervenciones elegantes con<br />

objetivos precisos, he llegado a creer que las posibilidades<br />

de alcanzarlas son mayores en el contexto de una relación<br />

terapeuta-cliente basada en la confianza. Esta opinión<br />

encuentra respaldo en una investigación llevada a cabo<br />

por David Kiser en el Brief Family Therapy Center en<br />

1988, en la cual se comprobó que los clientes que asistieron<br />

a un mayor número de sesiones informaban índices<br />

más elevados de buenos resultados.<br />

Por la misma razón, adhiero sin reservas al énfasis<br />

posmoderno en los tratamientos plenamente individualizados,<br />

aunque me preocupa la ausencia general de pautas<br />

para la práctica, la supervisión y la enseñanza.<br />

Finalmente, no he podido reconciliarme con la actitud<br />

de aislar el lenguaje de los sistemas humanos vivientes<br />

20<br />

que somos. <strong>El</strong>lo ha estimulado el interés por los aspectos<br />

fisiológicos del lenguaje y la emoción.<br />

Mis esfuerzos por incorporar algunas de mis ideas conflictivas<br />

han sido influidos por la teoría de la psiquiatría<br />

interpersonal de Harry Stack Sullivan y, en fecha más reciente,<br />

por la teoría dé la cognición de Maturana y Varela<br />

y los aportes de la investigación en neurociencias.<br />

Las emociones han sido siempre un tema no grato en la<br />

TCS. Como mis colegas, durante varios años yo evité religiosamente<br />

la «conversación emotiva», antes de advertir<br />

que ocuparse de las emociones facilita, a menudo, el progreso<br />

de los clientes que se sienten estancados. Al mismo<br />

tiempo, mi interés en la relación terapeuta-cliente siguió<br />

poniendo de relieve los efectos positivos de hablar con los<br />

clientes sobre sus sentimientos.<br />

La enseñanza, la supervisión, el asesoramiento y la<br />

presentación de talleres me plantearon el desafío de comprender<br />

mi pensamiento a fin de ayudar a otras personas<br />

a desarrollar el suyo. También pusieron de manifiesto la<br />

importancia que tiene la relación, sea cual fuere su propósito.<br />

Este libro, por lo tanto, enfatiza la importancia de los<br />

terapeutas como personas relacionadas con sus clientes y<br />

procura responder a la pregunta sobre cómo podemos emplear,<br />

y a la vez mantener separados, nuestro yo personal<br />

y nuestro yo profesional para beneficiarlos.<br />

Nuestro enfoque habitual de la capacitación en el Brief<br />

Family Therapy Center consistía en arrojar a los practicantes<br />

al ruedo con los clientes, provistos sólo de unas<br />

pocas preguntas básicas. Creíamos que el apoyo del supervisor<br />

y del equipo que observaban tras el espejo bastaría<br />

para disipar su ansiedad y asegurar a los clientes un<br />

servicio de buena calidad. Sin embargo, muchos clientes<br />

no volvían después de la sesión inicial. Llegamos a la conclusión<br />

de que un mensaje bien construido, redactado por<br />

el supervisor y el equipo, no era compensación suficiente<br />

para una entrevista que dejaba a los clientes insatisfechos.<br />

Lo que demostró ser mejor para estos fue su percepción<br />

de que alguien estaba escuchándolos y tratando de<br />

comprender lo que intentaban comunicar. Este enfoque<br />

benefició también a los terapeutas novatos, porque dismi-<br />

21


nuyó la posibilidad de que utilizaran técnicas fuera de<br />

contexto.<br />

Dos experiencias personales contribuyeron a dar forma<br />

a las ideas que expongo en este libro. Una de ellas tuvo<br />

lugar en ocasión de una visita que John Weakland realizó<br />

al Brief Family Therapy Center a fines de la década de<br />

1980. Weakland venía periódicamente a Milwaukee para<br />

dirigir talleres o asesorar a nuestro equipo. Al término de<br />

uno de esos talleres, en cuyo transcurso había entrevistado<br />

a algunos clientes frente al espejo, nos preguntó si deseábamos<br />

ver una videocinta que tenía consigo y que mostraba<br />

una sesión realizada por él en Palo Alto. Lo deseábamos,<br />

por supuesto. Nunca nos cansaríamos de observar<br />

el trabajo del «Maestro». Lo único que recuerdo ahora es<br />

que los clientes eran gente mayor y que el problema concernía<br />

a la relación con sus hijos, pero lo que no he olvidado<br />

es la magnitud de mi sorpresa. Hasta ese momento hubiera<br />

descripto como minimalista la manera de entrevistar<br />

de John. Sin embargo, en esa cinta se mostraba más<br />

receptivo y se ocupaba de los sentimientos de los clientes<br />

de un modo deliberado y amable. No se tomó un tiempo<br />

hacia el final de la sesión para elaborar un mensaje, sino<br />

que realizó una sensata y brillante intervención después<br />

de una mínima pausa para pensar. Cuando le hicimos<br />

preguntas sobre esta diferencia de estilo, nos respondió<br />

que se trataba de una sesión que había conducido en su<br />

práctica privada, donde podía «limitarse a hacer terapia».<br />

En la clínica del Mental Research Institute, o en los talleres,<br />

sentía la necesidad de mostrar el modelo breve. Aunque<br />

las entrevistas deliberadamente despojadas de sutilezas<br />

superfluas podían destacar mejor las técnicas del<br />

Mental Research Institute, me pareció que la entrevista<br />

grabada constituía una demostración mucho más acabada<br />

del modelo de esa institución. <strong>El</strong>lo me indujo a pensar<br />

en la posibilidad de integrar los aspectos técnicos y humanísticos<br />

en la TCS.<br />

La segunda experiencia acaeció en 1996, en Heidelberg,<br />

Alemania, en una conferencia sobre el tema «Ciencia/ficción:<br />

fundamentalismo y arbitrariedad en ciencia y<br />

terapia», organizada por el Instituto de Investigación Sis-<br />

22<br />

témica de Heidelberg y la Asociación Internacional de<br />

Terapia Sistémica. Humberto Maturana habló en la sesión<br />

plenaria. Señaló que lo que nos hace humanos es una<br />

emoción que él, románticamente, denomina «amor». Se<br />

trata de la conducta que nos lleva a aceptar a otro ser humano<br />

«como un otro legítimo que coexiste con nosotros» y,<br />

por lo tanto, nos permite ver y oír a esa otra persona por lo<br />

que es. Siguió diciendo que este es «el terreno en que pueden<br />

producirse la reflexión y el trabajo del terapeuta, el<br />

terreno en que se resuelven los problemas de las relaciones<br />

humanas». Para mí, esta afirmación cristalizó la idea<br />

de que, por el bien de nuestros clientes, deberíamos pensar<br />

en nosotros ante todo como seres humanos; en segundo<br />

lugar como terapeutas, y sólo en último término como<br />

terapeutas que aplican un modelo determinado.<br />

Un propósito primordial de este libro es proporcionar<br />

respuesta a las preguntas más frecuentemente formuladas<br />

por los terapeutas —de todos los niveles de experiencia—<br />

centrados en la solución; por ejemplo: «¿Cómo sé que<br />

me estoy centrando en la solución?»; «¿Cómo puedo estar<br />

donde está el cliente y centrarme al mismo tiempo en los<br />

elementos positivos?»; «¿Ante qué reacciono y qué paso<br />

por alto?»; «¿Puedo aplicar la TCS a clientes que requieren<br />

un tratamiento prolongado?». <strong>El</strong> material está dispuesto<br />

con el fin de ofrecer a los clínicos un modo lógico de reflexionar<br />

sobre los supuestos centrados en la solución y su<br />

papel como guías del proceso de toma de decisiones. Se<br />

proporcionan descripciones acerca de cómo guiar la relación<br />

terapeuta-cliente, aclarar el problema para definir<br />

las metas que conducen a soluciones y formular el<br />

mensaje final, así como sugerencias específicas para cada<br />

situación. Estas interacciones entre el terapeuta y el<br />

cliente se examinan desde la perspectiva de cada uno<br />

de ellos, a fin de que los clínicos puedan llegar a conocer<br />

su propio proceso en relación con los clientes, así como sus<br />

efectos. <strong>El</strong> uso de las emociones se aborda en todo el libro<br />

y también es el tema específico de uno de sus capítulos.<br />

Se analiza, asimismo, la aplicación de la TCS a las parejas,<br />

las familias, los clientes involuntarios y las situaciones<br />

de crisis.<br />

23


24<br />

Este es un libro predominantemente clínico. En consecuencia,<br />

contiene mucho material tomado de las notas de<br />

los casos, que es deliberadamente más abundante en los<br />

primeros capítulos y disminuye luego, dando por supuesto<br />

que los lectores tendrán entonces una mejor comprensión<br />

de los principios básicos.<br />

Agradecimientos<br />

Nunca hubiera escrito este libro de no mediar la estupenda<br />

iniciación que tuve en el campo de la salud mental<br />

cuando trabajé en el Proyecto Primario de Salud Mental,<br />

en Rochester, Nueva York. Comenzaré por agradecer a todos<br />

los que participaron en él, en especial a <strong>El</strong>lie Eksten,<br />

una supervisora verdaderamente consagrada a su labor.<br />

Mi experiencia positiva en el proyecto se prolongó, después<br />

de graduarme, en la Universidad de Rochester, bajo<br />

la supervisión de Helen Kristal. ¡Gracias, Helen, por hacerme<br />

observar las reglas y fijar normas elevadas para mi<br />

trabajo! Por la misma razón agradezco a John Jendusa,<br />

mi instructor de prácticas de campo en la Universidad de<br />

Wisconsin en Milwaukee. Estos tres excelentes profesionales<br />

me enseñaron que los supervisores clínicos tienen<br />

una enorme responsabilidad hacia los practicantes a los<br />

cuales supervisan.<br />

También estoy profundamente agradecida por la oportunidad<br />

que tuve de participar en el desarrollo de la teoría<br />

y la práctica de la TCS en el Brief Family Therapy Center.<br />

Fue una de las experiencias más transformadoras de mi<br />

vida.<br />

Deseo expresar mi reconocimiento a Sharon Stoffel y<br />

Pat O"Hearn por haberse reunido conmigo para asesorarme<br />

con tanta fidelidad a través de los años. Ambas son<br />

modelos de rol para el profesional concienzudo y su trabajo<br />

me benefició enormemente. Durante la última década<br />

tuve el privilegio de enseñar TCS al personal de instituciones<br />

comunitarias como Jewish Family Service, Midwest<br />

Clinical Services y St. Aemilian/Lakeside. Esto me<br />

dio la oportunidad de trabajar con personas de diferentes<br />

orientaciones teóricas durante largos períodos. Agradezco<br />

25


a todas ellas el haberme inducido a conectar mi pensamiento<br />

con el suyo de un modo que les fuera útil. Muchas<br />

de las ideas que expongo en este libro han sido inspiradas<br />

por sus preguntas y sus meditadas respuestas.<br />

Agradezco igualmente a Michelle Wilson, Andrew/<br />

Turnell y Steve Edwards, de la Centrecare Family Agency<br />

de Perth, Australia, por darme la posibilidad de aplicar el<br />

trabajo centrado en la solución en el otro extremo del<br />

globo. Reunirme con sus colegas y clientes, y sobre todo<br />

con miembros de la cultura aborigen, fue una verdadera<br />

experiencia de maduración.<br />

La inspiración directa para este libro provino de nueve<br />

días de capacitación intensiva realizada en el Instituto de<br />

Terapia Matrimonial y, Familiar de Viena, Austria, en el<br />

verano de 1997. Los participantes interdisciplinarios eran<br />

profesionales comprometidos, versados en el pensamiento<br />

sistémico y constructivista. En su mayoría tenían ya una<br />

formación en la TCS. En nuestra primera reunión hicimos<br />

una lista de preguntas que representaban las metas<br />

de la capacitación. Comprobamos entonces que esas preguntas<br />

abarcaban los problemas que la mayoría de los<br />

profesionales deben enfrentar. La idea de escribir un libro<br />

que les diera respuesta se me ocurrió en esa ocasión. Deseo<br />

agradecer a Joachim Hinsch, el director, la oportunidad<br />

que me brindó de conducir esa capacitación, como<br />

también a Corina Alhlers, Hedi Wagner, Andrea Brandl-<br />

Nebehay y todos los amabilísimos participantes.<br />

Desde que comencé a escribir este libro, mi socia y<br />

amiga Marilyn Bonjean me apoyó todavía más que de costumbre.<br />

Le agradezco su perfecta camaradería. Me faltan<br />

palabras para expresar mi aprecio a Marc Becker, Brett<br />

Brasher, Jim Derks, Marilyn LaCourt y Jane Volkman<br />

por su invalorable ayuda durante todo el proceso. Con suma<br />

generosidad, restaron tiempo a sus múltiples actividades<br />

con el fin de proporcionar afectuosos, estimulantes y<br />

acertados comentarios editoriales, por no hablar de su<br />

apoyo emocional. También estoy agradecida a Mike Nichols<br />

por su cuidadosa revisión. Agradezco igualmente a<br />

Gillian Denavit, estudiante meritoria de la TCS pero aún<br />

no empapada de experiencia clínica, por hacerme conocer<br />

26<br />

el punto de vista de un principiante. Sus preguntas y comentarios<br />

me fueron útiles. También hago constar mi<br />

aprecio a Kate Kowalski por su amistad y apoyo y sus comentarios<br />

editoriales.<br />

Por último, pero no por eso menos importante, quiero<br />

agradecer a mi esposo, nuestros hijos y sus parejas por su<br />

amoroso apoyo, y a nuestros nietos por los besos y las sonrisas<br />

que me llenaron de energía en toda esta empresa.<br />

27


Primera parte. Teoría y práctica


1. Una teoría de la terapia centrada en la<br />

solución<br />

Un terapeuta centrado en la solución se sintió estancado<br />

en un caso y pidió ayuda. Había realizado cuatro sesiones<br />

con John, un abogado de 46 años, casado y padre de<br />

dos hijas adolescentes, pero después de un informe inicial<br />

de mejoría la solución no parecía clara. John había explicado<br />

que su razón para iniciar una terapia era que «ya no<br />

le quedaba cuerda para manejar la relación con su padre<br />

viudo». Su cuñado, médico de profesión, le había sugerido<br />

que visitara a su propio médico y le pidiera que le recetara<br />

algo, pero John pensaba que tomar medicamentos era<br />

como servirse de muletas.<br />

En la primera sesión, John parecía muy agitado. Tenía<br />

el rostro enrojecido, se mordisqueaba constantemente<br />

una cutícula y hablaba tan rápido que cada tanto tenía<br />

que detenerse para recobrar el aliento. Relató que su<br />

madre había fallecido cinco meses antes, a los 75 años, de<br />

modo que su padre, de 78, se había quedado solo después<br />

de 51 años de matrimonio.<br />

John era uno de los cuatro hijos de la pareja, y el único<br />

que vivía en la misma ciudad que sus padres. Desde la<br />

muerte de su madre, él y su familia se habían esforzado<br />

por brindar apoyo al padre. Al principio sus esfuerzos habían<br />

sido apreciados, pero después de un tiempo su padre<br />

se volvió cada vez más hostil y difícil de satisfacer. Su esposa<br />

instaba a John a no tomar el comportamiento paterno<br />

como algo personal, pero John no podía evitar esa sensación.<br />

La gota que colmó el vaso fue la negativa del padre<br />

a hablarle en una ocasión en que estaba de visita en casa<br />

de su hija; según John, su padre «no quería oír mi voz».<br />

Desde entonces no podía dormir ni concentrarse en su trabajo.<br />

31


John percibía que su relación con sus padres antes de<br />

la muerte de la madre había sido agradable. Junto con su<br />

familia, los visitaba al menos una vez por semana y pasaban<br />

con ellos todas las festividades importantes y los cumpleaños.<br />

Aunque el padre hacía siempre más críticas que<br />

elogios, la calidez y el afectuoso apoyo de la madre eran<br />

más que suficientes para compensar ese comportamiento.<br />

Cuando el terapeuta trató de conseguir que John definiera<br />

su problema y sus metas en términos de conducta,<br />

este no pudo ir más allá de decir que quería aprender a<br />

aceptar los modales de su padre para poder ser un buen<br />

hijo. Reconoció que no podía cambiar a un anciano. Describió<br />

la conducta del padre hacia él diciendo «me devora<br />

por dentro». Sabía que se sentiría mejor cuando «las palabras<br />

de su padre le entraran por un oído y le salieran por<br />

el otro». John fue incapaz de decir cómo cambiaría su propia<br />

conducta cuando eso comenzara a ocurrir. <strong>El</strong> terapeuta<br />

le había formulado la pregunta de la excepción con referencia<br />

a esa meta: «¿Deja alguna vez que las palabras de<br />

su padre le entren por un oído y le salgan por el otro?».<br />

John sólo pudo recordar un ejemplo, ocurrido poco después<br />

de la muerte de su madre, cuando sintió mucha lástima<br />

por su padre. <strong>El</strong> terapeuta trató de basarse en esa excepción<br />

y le preguntó: «¿Cuál era la diferencia en esas ocasiones?<br />

¿Qué tendría que hacer usted ahora para lograr<br />

que eso sucediera, aunque fuera un poquito?», pero John<br />

fue incapaz de responder.<br />

<strong>El</strong> terapeuta recurrió entonces a otra técnica, la de la<br />

pregunta del milagro. «Si usted se acostara esta noche y<br />

mientras durmiera se produjese un milagro, de modo que<br />

al despertarse a la mañana su problema estuviera resuelto,<br />

¿qué cambiaría?». John contestó que pasaría por alto la<br />

conducta del padre. «¿Lo hace ya alguna vez?», le preguntó<br />

el terapeuta. No actualmente, dijo John. «¿Qué tendría<br />

que hacer para lograr que eso ocurriera? ¿Hay algo que<br />

otra persona podría hacer para que sucediera?». John contestó<br />

que, según su sentir, en la actualidad no tenía control<br />

para cambiar nada.<br />

Al concluir la primera sesión, el terapeuta había elaborado<br />

un mensaje de intervención en el que felicitaba a<br />

32<br />

John por su deseo de aprender a aceptar la conducta del<br />

padre y querer ser un buen hijo. <strong>El</strong> mensaje expresaba<br />

empatia respecto de la difícil posición de John, que debía<br />

llorar la muerte de su madre y al mismo tiempo enfrentar<br />

el rechazo de su padre. La intensidad de la reacción de<br />

John se reformuló como un compromiso desusadamente<br />

fuerte con la familia. <strong>El</strong> terapeuta también había ideado<br />

una tarea para él con el propósito de ayudarlo a recobrar<br />

un sentimiento de control. La tarea sugería que John se<br />

permitiera interrumpir durante tres días el contacto con<br />

su padre, ya que este estaba al cuidado de su hermana. Si<br />

durante ese tiempo no lo incomodaba la idea de llamarlo<br />

por teléfono y deseaba hacerlo para sentirse bien y no para<br />

complacer al padre, podía llamarlo. Pero si sentía ambivalencia<br />

respecto de la llamada, debía recordarse a sí<br />

mismo que no tenía necesidad de tomar esa decisión antes<br />

del cuarto día. Cumplido el plazo de tres días debía telefonear,<br />

pero sólo hablaría con su hermana y le diría que le<br />

comunicara al padre que él llamaba para saber cómo estaba.<br />

Cuando John volvió a la semana siguiente, el terapeuta<br />

evaluó el cambio mediante la pregunta de escala: «En<br />

una escala del 1 al 10, donde el 10 signifique que usted tiene<br />

el mayor estrés posible y el 1 signifique que está totalmente<br />

relajado, ¿dónde diría usted que está hoy?» (De<br />

Shazer, 1991a, pág. 148). John informó que su nivel de estrés<br />

había bajado de 10 a 7. Había decidido llamar a su padre<br />

el segundo día y no se había sentido tan incómodo como<br />

esperaba, a pesar de que el padre se mostró lacónico y<br />

poco amistoso. Desde entonces había hecho otra llamada<br />

y también la había tolerado mejor.<br />

Durante la segunda sesión, el terapeuta y John trabajaron<br />

para reforzar esa mayor comodidad y tolerancia señaladas<br />

por John: «¿Qué debería pasar para que eso ocurriera<br />

más a menudo? ¿Qué podría hacer usted? ¿Qué podrían<br />

hacer otras personas para ayudarlo?». <strong>El</strong> terapeuta<br />

buscó también recursos del pasado que pudieran ayudar a<br />

John en la situación presente, preguntándole: «¿Cómo se<br />

las arregló en el pasado para enfrentar con éxito relaciones<br />

personales estresantes?». Al finalizar la sesión, el te-<br />

33


apeuta felicitó a John por haber obtenido algún control<br />

en relación con su padre y le dijo que siguiera actuando como<br />

lo había hecho.<br />

Durante la tercera sesión, John informó que el padre<br />

había vuelto a su casa. <strong>El</strong> había ido a buscarlo al aeropuerto,<br />

y de entrada el padre lo criticó por no haberle explicado<br />

con claridad si debían encontrarse en la puerta o<br />

en la oficina de equipajes. Desde entonces habían mantenido<br />

varias engorrosas conversaciones telefónicas; estas,<br />

según calculó John, habían elevado su nivel de estrés a 8<br />

en una escala de 10. John repitió que quería hallar una solución<br />

sin tomar medicamentos.<br />

En un esfuerzo por mantenerse alejado del problema<br />

y concentrarse en una solución, el terapeuta retornó a la<br />

excepción que se había producido entre la primera y la segunda<br />

sesión. ¿Cuál había sido la diferencia por entonces?<br />

John creía que quizá fuera el hecho de que el padre estaba<br />

en otra ciudad. Cuando su padre se quedaba con la hija, él<br />

se sentía menos responsable. Al final de la sesión se le<br />

asignó la tarea de imaginar que su padre se encontraba en<br />

otra ciudad cuando hablara con él por teléfono. Si lo veía<br />

en persona, debía imaginar que también su hermana o su<br />

hermano estaban en la habitación. John informó no haber<br />

experimentado una mejoría como resultado de esta tarea<br />

y se mostró desalentado por la falta de progresos.<br />

¿Por qué no progresaba el caso? <strong>El</strong> terapeuta, sin lugar<br />

a dudas, estaba practicando la terapia centrada en la solución<br />

(en lo sucesivo TCS) tal como suele entendérsela.<br />

Hizo que el cliente describiera el problema y definiera una<br />

meta en términos de conducta. Una vez que John describió<br />

el problema, el terapeuta utilizó la pregunta de la excepción<br />

(De Shazer, 1985; <strong>Lipchik</strong>, 1988a) y la pregunta<br />

del milagro (De Shazer, 1988; Friedman, 1993; <strong>Lipchik</strong>,<br />

1988a; Nau y Shilts, 2000). En cierto momento, cuando no<br />

obtenía respuestas útiles, le formuló la pregunta de la capacidad<br />

para arreglárselas (<strong>Lipchik</strong>, 1988a): «¿Por qué las<br />

cosas no están peor? ¿Qué hizo usted para evitar que empeoraran?».<br />

A menudo, esta pregunta saca a relucir puntos<br />

fuertes que los clientes pueden usar como respaldo, pe­<br />

34<br />

ro no dio resultado en esta ocasión. <strong>El</strong> terapeuta utilizó<br />

asimismo la pregunta de la escala (De Shazer, 1991a) para<br />

medir el cambio.<br />

Al finalizar las sesiones, el terapeuta había ofrecido<br />

amables mensajes de intervención, propuesto tareas basadas<br />

en elementos positivos y utilizado el modo de experimentar<br />

el mundo del cliente; por ejemplo, su necesidad<br />

de controlar y su uso específico del lenguaje. ¿Por qué ninguna<br />

de estas técnicas aportaba una solución al cliente?<br />

La respuesta es simple: la TCS es más que las técnicas<br />

características por las que se la conoce. Es un complejo<br />

modelo terapéutico que ha sido aplicado a situaciones tan<br />

diversas como la adopción (Shaffer y Lindstrom, 1989), el<br />

envejecimiento (Bonjean, 1989, 1996: Dahl, Bathel y Carreon,<br />

2000), el alcoholismo (Berg y Miller, 1992; Brasher,<br />

Campbell y Moen, 1993), los servicios de protección a la<br />

infancia (Berg y Kelly, 2000; Turnell y Edwards, 1999), la<br />

violencia doméstica (<strong>Lipchik</strong>, 1991; <strong>Lipchik</strong> y Kubicki,<br />

1996; <strong>Lipchik</strong>, Sirles y Kubicki, 1997; Tucker, Stith, Howell,<br />

McCollum y Rosen, 2000), los servicios basados en la<br />

familia (Berg, 1994), el trastorno de personalidad múltiple<br />

(Barker y Herlache, 1997), los clientes físicamente disminuidos<br />

(Ahlers, 1992), el tratamiento a domicilio (Booker<br />

y Blymyer, 1994; Durrant, 1993), el abuso sexual<br />

(Dolan, 1991; Kowalski, 1987), los problemas escolares<br />

(Durrant, 1995; Kral, 1992; Metcalf, 1995; Molnar y Lindquist,<br />

1989; Murphy, 1996), la espiritualidad (Simon,<br />

1996), los niños (Selekman, 1997), etc. Como ocurre con<br />

cualquier otro enfoque terapéutico, el dominio de la TCS<br />

exige tiempo y experiencia.<br />

Tal vez la TCS haya sido mal interpretada porque se la<br />

imaginó como un modo minimalista de intervenir, un medio<br />

pragmático de resolver problemas (De Shazer, 1982,<br />

1985,1988,1991a, 1994). Quizá por minimalismo se haya<br />

entendido que el terapeuta no tiene más que formular<br />

preguntas. Por supuesto, nunca fue esa la intención. <strong>El</strong><br />

requisito para ingresar en el Brief Family Therapy Center<br />

era contar con una maestría en alguna disciplina relacionada<br />

con la salud mental y dos años de experiencia clínica.<br />

Esperábamos que la gente que acudiese a aprender<br />

35


nuestro modelo estuviera capacitada para establecer y<br />

mantener una alianza terapéutica. Lamentablemente,<br />

nuestra literatura no hizo hincapié en este aspecto y se<br />

concentró, en cambio, en exponer las nuevas ideas. No advertí<br />

este error hasta mucho después, cuando exhibí una<br />

videocinta en un seminario para mostrar el uso de las preguntas<br />

como intervenciones. Después de observar durante<br />

unos minutos, un conocido colega lanzó un suspiro de<br />

alivio y dijo: «Ah, ustedes contextualizan esas preguntas».<br />

Aunque es posible que el minimalismo haya sido mal<br />

interpretado en la práctica, tenía, además de las preguntas,<br />

una base teórica y supuestos que brindaban lincamientos.<br />

No obstante, bajo la influencia del posmodernismo,<br />

la teoría fue descartada por considerársela la antítesis<br />

de un tratamiento verdaderamente individualizado<br />

(Held, 1996, 2000). Esta nueva tendencia redujo la TCS a<br />

«mero lenguaje» (De Shazer, 1994; Miller y De Shazer,<br />

1998), descripción que también se presta a malentendidos.<br />

La teoría posmodema suele considerar que el lenguaje<br />

en sentido amplio está<br />

«situado en las interacciones conductales consensuales<br />

entre personas, y no en "la mente" de ellas. Más que un<br />

vehículo que transporta comunicación abstracta de un lado<br />

a otro entre mentes individuales, es una coordinación<br />

de estados corporales de los miembros de un grupo social,<br />

que preserva la integridad estructural tanto de este último<br />

como de cada uno de sus integrantes» (Griffith y Griffith,<br />

1994, pág. 312).<br />

No se pretende que el lenguaje consista tan sólo en las palabras<br />

pronunciadas por las personas. Pero ni siquiera la<br />

descripción amplia del lenguaje logra servir de guía a los<br />

terapeutas cuando se trata de usarlo para ayudar a los<br />

clientes a hallar soluciones. ¡No es de sorprender que las<br />

preguntas centradas en la solución resulten tan atractivas!<br />

En efecto, ofrecen algo concretó con que trabajar. <strong>El</strong><br />

problema es que el énfasis en la forma antes que en la sustancia<br />

no suele producir los resultados deseados (Cecchin,<br />

Lane y Ray, 1992).<br />

36<br />

<strong>El</strong> caso de John, precedentemente descripto, ilustra lo<br />

que acabo de decir. <strong>El</strong> terapeuta empleó las técnicas básicas<br />

en la primera sesión y obtuvo algunos resultados positivos.<br />

Como estos cambios no se mantuvieron después de<br />

la segunda sesión, persistió en seguir lo que a su juicio era<br />

la dirección correcta centrada en la solución. Formuló,<br />

aunque en vano, las preguntas de la escala y la capacidad<br />

de arreglárselas.<br />

A fin de ayudarlo a salir del estancamiento, en la consulta<br />

se le pidió que reflexionara sobre lo siguiente: «En lo<br />

que sucede entre John y yo, ¿cuál podría ser la causa de<br />

este callejón sin salida?». Su respuesta fue: «Le estoy haciendo<br />

preguntas y asignando tareas que no producen<br />

ningún cambio. Tengo que hacer algo distinto». Pero estaba<br />

perplejo respecto de qué podría hacer, dado que había<br />

usado todas las técnicas correctas.<br />

La sugerencia siguiente fue que considerara este supuesto:<br />

los terapeutas no pueden cambiar a los clientes,<br />

sólo los clientes pueden cambiarse a sí mismos. ¿Cómo<br />

podría ayudarlo esto? <strong>El</strong> terapeuta contestó que lo hacía<br />

pensar más en lo que le estaba pasando a John, sobre todo<br />

en relación con la muerte de su madre. Su mensaje al final<br />

de la primera sesión prueba que sabía que John atravesaba<br />

por un período de intenso duelo por su madre. Sin<br />

embargo, creía que no debía hablar sobre eso con el cliente<br />

porque, primero, desviaría la conversación del tema de los<br />

elementos positivos y el futuro; segundo, concernía a las<br />

emociones de John, y tercero, no había sido identificado<br />

como un problema o una meta. Cuando se alentó al terapeuta<br />

a ocuparse del duelo, se comprobó que esta era la<br />

clave para una solución. John comenzó a llorar y mencionó<br />

lo mucho que echaba dé menos a su madre. Dijo que<br />

nunca se había dado cuenta de hasta qué punto la madre<br />

servía de contrapeso a la personalidad del padre, y que no<br />

tenía idea de cómo se las arreglaría sin ella en el futuro.<br />

Este desborde emocional indujo al terapeuta a dejar de lado<br />

por el momento cualquier intervención y limitarse a<br />

brindar apoyo. Hacia el final de la sesión, John hizo una<br />

confesión. Dijo que se sentía más estresado por la culpa<br />

que por la ira con su padre, porque desde el principio ha-<br />

37


ía lamentado que no hubiera muerto este en lugar de su<br />

madre.<br />

Obsérvese que cuando el terapeuta dejó de concebir la<br />

TCS como un modelo basado en fórmulas y comenzó a<br />

entenderla como un modelo impulsado por la emoción y la<br />

teoría, creció la confianza en la relación terapéutica y<br />

John pudo confesar sentimientos de los que se avergonzaba.<br />

Al no ser juzgados sino comprendidos y normalizados,<br />

John mostró cierto alivio. <strong>El</strong> terapeuta quiso saber entonces<br />

cómo creía John que la culpa afectaba su tolerancia<br />

hacia la conducta del padre. John estableció la relación<br />

siguiente: cuanto más hostil se mostraba su padre, mayor<br />

era su sentimiento de culpa, y cuanto mayor era su sentimiento<br />

de culpa, menos podía tolerar esa hostilidad.<br />

La comprensión así adquirida lo llevó a redefinir lo que<br />

deseaba de la terapia. Afirmó entonces que estaría satisfecho<br />

si lograba reducir la culpa provocada por los sentimientos<br />

que lo avergonzaban, desde el nivel actual de 10 a<br />

1 inferior a 5. Una vez que tuvo esto en claro, comenzó a<br />

descubrir conductas que lo ayudaban. Habló con su mujer<br />

sobre sus sentimientos y comprobó que tanto ella como<br />

sus hijos habían tenido ideas semejantes. También comenzó<br />

a concurrir a la iglesia con más regularidad. Se<br />

confesó con su pastor y este le prodigó palabras de consuelo<br />

en lugar de juzgarlo. Al disminuir su culpa aumentó<br />

su pena, y eso llevó a una aceptación gradual de la pérdida.<br />

Esto posibilitó cierta empatia por su padre y una nueva<br />

relación con él centrada en el afectuoso recuerdo de su<br />

madre. Cuando, seis meses más tarde, finalizó el tratamiento,<br />

John informó que, para su sorpresa, había indicios<br />

de que su padre comenzaba a adoptar una actitud<br />

más amable. «Desde una posición de verdadero respeto,<br />

las técnicas en sí resultan superfluas, ya que la acción<br />

apropiada para esta situación se origina en el simple acto<br />

de prestar atención a lo necesario» (Simon, 1996, pág. 53).<br />

Toda buena terapia se desarrolla en el contexto de una<br />

relación de confianza. <strong>El</strong> modo específico adoptado por el<br />

terapeuta para guiar esa relación está determinado por<br />

su orientación teórica. Así, un terapeuta psicodinámico,<br />

basado en el supuesto de que los clientes deben compren-<br />

38<br />

der para cambiar, al conversar con ellos, hará elecciones<br />

distintas de las de un terapeuta conductal, para quien el<br />

comportamiento cambia como consecuencia de un nuevo<br />

aprendizaje o condicionamiento. Si los terapeutas centrados<br />

en la solución suponen que el cambio ocurre por medio<br />

del lenguaje, e interpretan que esto significa solamente<br />

formular ciertas preguntas, es probable que los resultados<br />

sean decepcionantes (Fraser, 1995).<br />

De la técnica a la teoría<br />

La sugerencia de que el camino a un uso más exitoso de<br />

un modelo minimalista pasa por su complejización en una<br />

teoría parecerá, sin duda, paradójica a algunos lectores.<br />

Muchos terapeutas, ansiosos por mejorar su destreza<br />

clínica, buscan nuevas ideas sobre «cómo» —y no «por<br />

qué»— hablar con los clientes. En los talleres, los participantes<br />

desean ver videocintas o demostraciones en vivo<br />

de la manera de trabajar del presentador, y en muchos<br />

casos las explicaciones teóricas no tardan en provocarles<br />

impaciencia y aburrimiento. La teoría es una abstracción<br />

que parece a veces muy alejada de las conversaciones<br />

concretas que mantenemos con los clientes. Sin embargo,<br />

es la única solución para un problema que muchos terapeutas,<br />

aunque se muestren reacios a reconocerlo, deben<br />

enfrentar: el de estar a menudo sentados en una sesión<br />

sin saber qué hacer a continuación.<br />

La teoría resulta menos temible cuando advertimos<br />

que es parte de todo lo que hacemos bien en la vida. <strong>El</strong> manejo<br />

seguro de un auto requiere algo de teoría que va más<br />

allá de obedecer las señales de tránsito. La práctica del<br />

tenis, el golf, la navegación a vela y otros deportes implica<br />

supuestos teóricos relacionados con nuestro cuerpo y con<br />

las propiedades físicas del aire que nos rodea. Cocinar<br />

bien es algo más que seguir una receta. Exige supuestos<br />

acerca de lo que pasará con ciertos alimentos cuando so<br />

los someta al calor o se los mezcle. Desde luego, la gente<br />

puede realizar todas estas actividades sin comprender la<br />

39


teoría subyacente, pero en tal caso es menos probable que<br />

sobresalgan en lo que hacen o que trasciendan la habilidad<br />

técnica para convertirse en artistas. Como la terapia<br />

es una actividad profesional que implica una enorme responsabilidad<br />

hacia otros seres humanos, merece que le<br />

dediquemos nuestros mejores esfuerzos.<br />

Este libro propone una teoría y unos supuestos básicos<br />

para la TCS que refutan la frecuente acusación de que se<br />

trata de un enfoque mecánico y compuesto de fórmulas.<br />

Pone el acento no en las técnicas, sino en la relación terapeuta-cliente,<br />

tan importante para obtener un resultado<br />

exitoso (Bachelor y Horvath, 1999; Beyebach, Morejon,<br />

Palenzuela y Rodríguez-Arias, 1996; Hubble, Duncan y<br />

Miller, 1999), y en el uso de las emociones. Una menor<br />

consideración a las técnicas ayuda a los terapeutas a evitar<br />

dos escollos muy comunes: el de desviar la atención de<br />

los clientes para cavilar sobre qué pregunta hacer, y el de<br />

formular las preguntas en momentos inoportunos.<br />

Una breve digresión histórica<br />

La TCS fue concebida originalmente como terapia familiar<br />

breve en Milwaukee, Wisconsin, a fines de la década<br />

de 1970 (De Shazer, 1982). Como tal, puede considerársela<br />

una hermana menor del modelo de terapia breve<br />

desarrollado en el Mental Research Institute de Palo Alto,<br />

California (Fisch, Weakland y Segal, 1982; Ray, 2000;<br />

Watzlawick y Weakland, 1977; Watzlawick, Weakland y<br />

Fisch, 1974). <strong>El</strong> modelo del Mental Research Institute tenía<br />

sus raíces en el trabajo sobre la paradoja y la comunicación<br />

humana liderado por Gregory Bateson (Bateson,<br />

Jackson, Haley y Weakland, 1956; Jackson, 1959) y en las<br />

ideas de Milton Erickson sobre la evitación de la resistencia<br />

en la hipnoterapia (Erickson, 1977; Erickson y Rossi,<br />

1979). Pero mientras que las intervenciones del Mental<br />

Research Institute apuntaban a interrumpir las pautas<br />

interaccionales que los terapeutas identificaban como intentos<br />

imperfectos de solución, el enfoque ecosistémico del<br />

40<br />

Brief Family Therapy Center (De Shazer, 1982; Keeney,<br />

1979) recurría más a la colaboración y se basaba en el supuesto<br />

de que «la familia tiene la solución» (Norum, 2000).<br />

Se consideraba que los terapeutas y los clientes constituían<br />

en conjunto un suprasistema terapéutico que generaba<br />

nuevas pautas interaccionales no problemáticas para<br />

el sistema familiar. Este modo de pensar está más cerca<br />

de la tradición de la ulterior era posmoderna, en la que el<br />

constructivismo y el construccionismo social 1 se convirtieron<br />

en influencias dominantes en el campo de la terapia<br />

familiar.<br />

<strong>El</strong> paso de la terapia familiar breve centrada en los<br />

problemas a la TCS ocurrió en 1982 de un modo fortuito.<br />

Según lo que yo recuerdo del incidente, varios miembros<br />

del grupo estable se hallaban tras el espejo formulando un<br />

mensaje de intervención para una familia que había acudido<br />

con su rebelde hija adolescente y que, al final de la<br />

segunda o tercera sesión, no informaba de progreso alguno.<br />

A los padres sólo les interesaba mencionar lo que su hija<br />

seguía haciendo mal y eludían cualquier pregunta<br />

sobre excepciones. La hija se mostraba huraña. Ese día,<br />

una de las personas tras el espejo —y hay opiniones divergentes<br />

sobre su identificación precisa— dijo: «¿Por qué no<br />

les pedimos que la próxima vez traigan una lista de lo que<br />

no quieren que cambie?». Todos estuvimos de acuerdo, y<br />

recibimos una sorpresa agradable cuando los padres y la<br />

hija volvieron con listas bastante extensas de lo que apreciaban<br />

en los demás. Pero lo que más nos asombró fueron<br />

los cambios positivos informados por los tres miembros de<br />

la familia. Todos coincidían en que había disminuido la<br />

1 <strong>El</strong> «constructivismo» puede definirse como «una perspectiva relativista<br />

que enfatiza la construcción subjetiva de la realidad. Implica que<br />

lo que vemos en las familias puede estar basado tanto en nuestras precondiciones<br />

como en lo que realmente sucede» (Nichols y Schwartz,<br />

1995, pág. 590). Sus representantes son teóricos como Paul Watzlawick<br />

(1984), Humberto Maturana (1980), Heinz von Foerster (1981) y Ernst<br />

von Glasserfeld (1984). Todas las personas construyen a través del lenguaje<br />

su propia imagen de la realidad (Anderson, 1997). <strong>El</strong> «construccionismo<br />

social» (Gergen, 1982,1991, 1994), con el que se lo suele confundir,<br />

va un paso más allá y afirma que los constructos individuales están<br />

enteramente configurados por las conversaciones con los otros.<br />

41


tensión en el hogar. Los padres creían que la actitud de su<br />

hija había mejorado, y la hija sostenía que sus padres ya<br />

no la criticaban tanto. Como la asignación de esta tarea al<br />

final de la primera sesión produjo resultados semejantes<br />

en el caso de otros clientes, se diseñó una investigación<br />

(De Shazer, 1985, pág. 147). Los resultados indicaron que<br />

los cambios concretos comunicados por los clientes en la<br />

segunda sesión tenían, en general, poco que ver con su<br />

descripción del problema o sus quejas durante la primera<br />

sesión. Además, a menudo era posible ampliar esos cambios<br />

para convertirlos en soluciones. Este descubrimiento<br />

nos indujo a centrar la atención en la entrevista como lugar<br />

de intervención (<strong>Lipchik</strong>, 1988a, 19886; <strong>Lipchik</strong> y De<br />

Shazer, 1986; Penn, 1982,1985; Tomm, 1987a, 19876). <strong>El</strong><br />

mensaje y la tarea al final de la sesión reforzaban entonces<br />

el proceso generado durante la entrevista. Gradualmente,<br />

estas preguntas centradas en la solución y orientadas<br />

al futuro eclipsaron todos los demás aspectos que<br />

eran esenciales para conducir una buena terapia, sobre<br />

todo el énfasis en la cooperación con el modo de cooperar<br />

de los clientes, definido de esta manera: «cada familia (o<br />

individuo o pareja) muestra un modo singular de tratar de<br />

cooperar, y la tarea del terapeuta consiste, primero, en<br />

describirse ese modo particular exhibido por la familia y,<br />

luego, en cooperar con él» (De Shazer, 1982, págs. 9-10).<br />

En un esfuerzo por conservar con sólidos fundamentos<br />

teóricos este contexto relacional-interaccional para las<br />

técnicas (<strong>Lipchik</strong>, 1993), releí la teoría interpersonal del<br />

psiquiatra Harry Stack Sullivan (Chapman, 1973; Sullivan,<br />

1953c, 19530d). <strong>El</strong> pensamiento de Sullivan encaja en<br />

el marco constructivista (Cushman, 1995) porque niega la<br />

realidad objetiva en la terapia, con excepción de lo que<br />

puede ser «directamente observado (en el presente) en el<br />

contexto de las relaciones interpersonales [la relación terapéutica]»<br />

(Chapman, 1973, pág. 70). En consecuencia,<br />

Sullivan definía el rol del terapeuta como el de un «observador<br />

participante» (1953d, pág. 18) cuya tarea era embarcarse<br />

con los pacientes en un proceso dirigido a obtener<br />

conductas interpersonales más funcionales, en lugar<br />

de sentarse en silencio e interpretar. Las etiquetas diag-<br />

42<br />

nósticas tampoco armonizaban con el pensamiento de<br />

Sullivan. Los problemas y las soluciones no eran ni más ni<br />

menos que el grado de incomodidad («angustia») o comodidad<br />

(«seguridad») emocional de un individuo en las relaciones<br />

interpersonales. Como lo harían mucho después<br />

Maturana y Varela (1987), Sullivan (1953d) consideraba<br />

esas relaciones humanas desde un punto de vista biológico,<br />

como una interdependencia de los organismos vivientes<br />

y su medio ambiente.<br />

En 1984, el Brief Family Therapy Center puso en<br />

marcha un proyecto sobre inteligencia artificial —el<br />

«BRIEFER»— cuyo objetivo era desarrollar un «sistema<br />

experto»: un programa de computación que ayudara a<br />

formular una tarea en la primera sesión (Goodman, 1986;<br />

Goodman, Gingerich y De Shazer, 1989). Con este propósito<br />

realizamos un análisis paso por paso de nuestras decisiones<br />

en relación con los clientes, tanto en calidad de entrevistadores<br />

como de miembros del equipo que observaba<br />

tras el espejo. Este ejercicio puso de relieve la importancia<br />

del lenguaje no verbal y las emociones como contexto de<br />

las preguntas y respuestas y como conexión entre ellas.<br />

Pero también favoreció el desarrollo de una teoría de la<br />

solución (De Shazer, 1988) que era esencialmente un<br />

árbol de decisiones para el proceso terapéutico centrado<br />

en la solución. En retrospectiva, esta despersonalización<br />

adicional de la TCS me alentó a oponerme a esa tendencia<br />

(<strong>Lipchik</strong>, 1993, 1994, 1997, 1999; <strong>Lipchik</strong> y Kubicki,<br />

1996). Mi búsqueda de una manera teóricamente sólida<br />

de hacerlo prosiguió después de que me alejé del Brief Family<br />

Therapy Center en 1988 y, junto con Marilyn Bonjean,<br />

fundé ICF Consultants, Inc. en Milwaukee.<br />

La teoría de la cognición desarrollada por los biólogos<br />

chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela (1980,<br />

1987; Várela, 1989), que sirvió de estímulo al campo de la<br />

terapia familiar a comienzos de la década de 1980 (Dell,<br />

1982, 1985; Erran y Lukens, 1985; Efran, Lukens y Lukens,<br />

1990; Ludewig, 1992; Parry, 1984; Simon, 1985),<br />

proporcionó finalmente la base para un marco apropiado.<br />

<strong>El</strong> propio Maturana describió su teoría como una «metateoría»<br />

que proporciona un medio para unificar las diver-<br />

43


44<br />

sas escuelas teóricas de terapia familiar (Simon, 1985,<br />

pág. 4).<br />

Mientras estudiaba la retina de los sapos en la década<br />

de 1950, Humberto Maturana descubrió que la imagen<br />

que el cerebro de un sapo recibe cuando ve una mosca<br />

es el resultado de la estructura de sus ojos, y no una representación<br />

objetiva de la mosca como se la ve en el mundo<br />

externo. Este descubrimiento tuvo una considerable<br />

influencia en la comprensión de la percepción, y con el<br />

tiempo llevó a una teoría de la cognición (1980, 1987) según<br />

la cual nuestra realidad, o lo que conocemos, depende<br />

de nuestra identidad desde el punto de vista de la estructura,<br />

así como de nuestras interacciones con otros.<br />

La teoría de Maturana y Varela afirma que los sistemas<br />

vivientes son «autopoiéticos», y como tales se organizan<br />

para sobrevivir y re-crearse. Esta supervivencia y recreación<br />

dependen del acoplamiento de estructuras, un<br />

estado de interdependencia con el medio ambiente u otros<br />

sistemas vivientes. La supervivencia mutua sufre el reto<br />

constante de perturbaciones internas, así como de perturbaciones<br />

externas recíprocas, y depende de la adaptación<br />

de unos a otros. Las perturbaciones no" pueden modificar<br />

otro sistema viviente; sólo pueden suscitar la posibilidad<br />

del cambio. Este depende de la organización específica del<br />

sistema (determinismo estructural). De este modo, si dos<br />

o más sistemas interdependientes no pueden satisfacer<br />

sus necesidades básicas de supervivencia en la interacción<br />

recíproca, su relación terminará. Por ejemplo, si el corazón<br />

falla, destruirá los sistemas respiratorio, vascular y<br />

renal, y la persona morirá.<br />

De acuerdo con esta teoría, el desarrollo del lenguaje se<br />

produjo en una etapa tardía de la evolución de los sistemas<br />

vivientes y distingue a los seres humanos de otros<br />

mecanismos vivientes. <strong>El</strong> lenguaje se considera parte de<br />

la estructura individual de una persona, pero también<br />

una acción mutuamente dependiente, «un fenómeno que<br />

se produce en la recursión de interacciones lingüísticas:<br />

coordinaciones lingüísticas de coordinaciones lingüísticas<br />

de acción» (Maturana y Varela, 1987, pág. 211). En otras<br />

palabras, cada ser humano tiene una red neuronal cerra-<br />

da que genera su propia información (Efran et al., 1990,<br />

pág. 67), pero el lenguaje es un acto de adaptación mutua<br />

o de consenso sobre el significado entre el individuo y los<br />

grupos sociales.<br />

Si voy a un restaurante y pido un sandwich de pan tostado,<br />

tengo ya en mi sistema, gracias a interacciones lingüísticas<br />

previas, cierta información sobre lo que significa<br />

pan tostado. Tal vez haya aprendido de mi madre, de niña,<br />

el significado de «pan» y «tostado». Si en esta situación<br />

el camarero no sabe qué quiere decir pan tostado, tendremos<br />

que actuar para coordinar el significado. Otra manera<br />

de expresarlo es que tendremos que adaptarnos mutuamente<br />

de tal modo que nuestra relación pueda sobrevivir:<br />

que el camarero satisfaga mi pedido, cumpliendo<br />

así con la tarea a su cargo y evitando que lo despidan. La<br />

coordinación del significado de pan tostado depende de<br />

que ambos hablemos el mismo idioma. De no ser así, ¿podríamos<br />

entendernos de algún otro modo, quizá por medio<br />

de gestos o indicaciones no verbales? Si ambos hablamos<br />

el mismo idioma pero el camarero no está familiarizado<br />

con el pan tostado, ¿seré capaz de explicarle de qué<br />

se trata, y será él capaz de entender mi explicación, de<br />

modo tal que podamos mantener una relación mutuamente<br />

provechosa?<br />

Hay dos aspectos de la obra de Maturana y Varela que<br />

me parecieron particularmente atractivos en mi carácter<br />

de terapeuta centrada en la solución. Uno es la idea de<br />

que la supervivencia y la adaptación constituyen un proceso<br />

interdependiente entre sistemas vivientes, basado<br />

en la conservación de lo que cada uno de ellos necesita para<br />

sobrevivir; en otras palabras, es esencial tomar como<br />

base lo que funciona. <strong>El</strong> otro aspecto es la idea de que no<br />

podemos conocer ni actuar sin la dinámica biológica que<br />

llamamos emociones. En particular, la emoción que Maturana<br />

y Varela (1987) llaman «amor», o la aceptación de<br />

otra persona junto a nosotros en nuestro diario vivir, es la<br />

base biológica de la vida social que hace posible la continuidad<br />

de las relaciones y de la vida misma. Esta idea, basada<br />

en los puntos fuertes, es llamativamente similar al<br />

concepto de «validación consensual» de Harry Stack Sulli-<br />

45


van, según el cual las personas «prestan atención a sus<br />

respectivos estados emocionales e intercambian información<br />

codificada acerca de lo que es apropiado e inapropiado,<br />

ansiógeno o tranquilizador» (Cushman, 1995, pág.<br />

178).<br />

Una teoría centrada en la solución<br />

Lo que expondré a continuación es una teoría nacida<br />

de mi experiencia personal respecto de lo que da resultado<br />

en la TCS. La considero una teoría constructivista que<br />

conserva algunos conceptos interaccionales-estratégicos y<br />

los integra a una perspectiva biológica que incluye las<br />

emociones.<br />

Los seres humanos son únicos en lo concerniente a su<br />

herencia genética y su desarrollo social. Su capacidad<br />

de cambiar está determinada por estos factores y por<br />

sus interacciones con los demás. Los problemas son situaciones<br />

de la vida actual experimentados como insatisfacción<br />

emocional con uno mismo y en relación con<br />

los otros. <strong>El</strong> cambio se produce por medio del lenguaje<br />

cuando el reconocimiento de las excepciones y de los<br />

puntos fuertes existentes y potenciales da origen a nuevas<br />

acciones.<br />

Los supuestos derivados de este enunciado dan forma<br />

a la actitud del terapeuta hacia los clientes y guían la relación<br />

entre uno y otros. Obsérvese que, aunque se ocupan<br />

de asuntos distintos, estos supuestos a menudo se superponen<br />

o confluyen, por lo que se refuerzan mutuamente.<br />

Supuestos centrados en la solución<br />

1. Cada cliente es único. Esta proposición se relaciona<br />

con la teoría de que los sistemas vivientes (los clientes) es-<br />

46<br />

tán determinados por su estructura. Cuando los terapeutas<br />

centrados en la solución tienen esto en mente, resisten<br />

mejor la tentación natural de creerse conocedores de la<br />

solución para el problema de un cliente dado porque se<br />

trata de una solución que funcionó en un caso similar o les<br />

ha sido útil en su vida personal. Así como cada cliente es<br />

único, también lo es cada relación. Los problemas surgidos<br />

en la relación de una pareja después del nacimiento<br />

de su primer hijo podrían resolverse si la esposa permite<br />

que su marido tenga una mayor participación en el cuidado<br />

del niño, mientras que otra solución podría consistir en<br />

que ambos cónyuges se tomaran una noche libre por semana.<br />

La TCS es un modelo constructivista. La apelación al<br />

uso de la misma intervención constituye un modo de pensamiento<br />

lineal que implica causalidad y se centra en el<br />

contenido más que en el proceso. La probabilidad de hallar<br />

la solución más rápida y más apropiada para los clientes<br />

será mayor si el terapeuta los trata como seres únicos<br />

y no pierde la «curiosidad» (Cecchin, 1987).<br />

Naturalmente, no queremos decir con esto que la experienda<br />

profesional o personal no tenga cabida en la terapia.<br />

Sin embargo, sólo deberíamos recurrir a ella después<br />

de haber empleado todos los medios a nuestro alcance para<br />

ayudar al cliente a acceder a su propia información, y<br />

aun así de manera cautelosa, diciendo, por ejemplo: «A algunas<br />

personas les ha resultado útil...» o «Si estuviera<br />

dispuesto a considerar... ¿cree que podría ser útil?».<br />

2. Los clientes poseen puntos fuertes y recursos intrínsecos<br />

para ayudarse a sí mismos. Este es el supuesto esencial<br />

de la filosofía centrada en la solución, y tal vez uno de<br />

los más difíciles de recordar para los terapeutas. Como<br />

profesionales de la salud, consideramos que es nuestra<br />

responsabilidad aliviar el sufrimiento de los clientes tan<br />

rápido como sea posible. Terminamos por asemejarnos a<br />

esos padres protectores que guían en exceso a sus hijos para<br />

evitar que sufran algún daño en lugar de ayudarlos a<br />

utilizar sus propios recursos para cuidar de sí mismos.<br />

Esa manera de criar a los hijos no contribuye a que tomen<br />

47


48<br />

conciencia de su fuerza ni les infunde confianza en sí<br />

mismos.<br />

La respuesta de Maturana a la pregunta: «¿Cuál es el<br />

propósito de la terapia?» ofrece una perspectiva útil para<br />

apoyar este supuesto. En relación con el acoplamiento de<br />

estructuras, Maturana sostiene que la terapia debería generar<br />

una dinámica de interacción en la qué las personas<br />

recuperaran algo (autorrespeto, amor, legitimidad), tanto<br />

en sí mismas como en los demás (1996). Visto desde la posición<br />

de los terapeutas, esto sugiere que busquemos y enfaticemos<br />

nuestros recursos de aceptación, empatia y respeto<br />

por los clientes»<br />

Desde un punto de vista más práctico, este supuesto<br />

nos recuerda que el simple hecho de estar vivos y haber<br />

acudido a nuestro consultorio es una muestra de los puntos<br />

fuertes de los clientes. Han sobrevivido física y emocionalmente<br />

hasta ahora, y debemos unirnos a ellos en la<br />

empresa de continuar con su vida en la medida de su capacidad.<br />

Con frecuencia, sin embargo, la historia de esa<br />

supervivencia puede estar tan llena de dificultades y sufrimientos<br />

que tal vez nos deje anonadados y sin esperanzas.<br />

En esas ocasiones, pensamientos como «Es algo horrendo»,<br />

«No hay nada que yo pueda hacer» o «No sabría<br />

por dónde empezar» pueden contrarrestarse con el supuesto<br />

de que los clientes tienen la fortaleza y los recursos<br />

para ayudarse a sí mismos. Esta idea lleva automáticamente<br />

a una reacción como la siguiente: «Usted tiene que<br />

hacer frente a muchas cosas en este momento. ¿Cómo ha<br />

podido arreglárselas hasta ahora?». Esta respuesta se<br />

centra de inmediato en los recursos y al mismo tiempo beneficia<br />

la relación terapeuta-cliente con su mensaje de<br />

comprensión y consideración positiva.<br />

3. Nada es totalmente negativo. Este supuesto encuentra<br />

respaldo en la idea de Maturana y Varela de que no<br />

puede haber cambio sin conservación. Por lo general<br />

nuestros clientes perciben su situación como totalmente<br />

negativa y no tienen conciencia de las excepciones ni de<br />

sus propios recursos. Dicen cosas como «Tengo que librarme<br />

de mi angustia», sin darse cuenta de que sentir un<br />

poco de angustia es ventajoso en muchas situaciones.<br />

Como terapeutas, también nosotros solemos pensar las<br />

cosas en términos excluyentes entre sí. De este modo,<br />

cuando los clientes nos plantean situaciones que implican<br />

al mismo tiempo pérdidas personales, mala salud, dificultades<br />

económicas y problemas legales, como a veces sucede,<br />

este supuesto nos lleva a pensar: «Sí, pero ¿qué les ha<br />

permitido seguir adelante y cómo podemos preservarlo y<br />

tomarlo como base?». Este pensamiento nos orienta hacia<br />

las preguntas sobre la capacidad para arreglárselas, que<br />

en situaciones extremas son mucho más empáticas y sensibles<br />

que preguntar «¿Qué anda bien todavía en su vida?»,<br />

cuando todo parece estar mal.<br />

4. La resistencia no existe. «Resistentes» es el término<br />

con que los terapeutas designan a los clientes que no aceptan<br />

su punto de vista sobre la manera de cambiar. La mera<br />

idea de que los terapeutas apliquen etiquetas a la conducta<br />

de los clientes no es compatible con la TCS ni con el<br />

pensamiento posmoderno en general. Un cliente no puede<br />

ser resistente; esa calificación significa simplemente que<br />

el terapeuta no comprende cómo debe proceder para provocar<br />

un cambio (perturbar) de modo tal que permita al<br />

cliente reaccionar de una manera adaptativa. Por lo tanto,<br />

el terapeuta debe seguir observándolo para entender<br />

mejor qué puede funcionar en su caso.<br />

Maturana utiliza la expresión «interacción ortogonal»<br />

para describir el proceso terapéutico. Con ello alude a un<br />

tipo de relación que lleva a la persona a generar una respuesta<br />

nueva o infrecuente. La perturbación producida<br />

por la interacción provoca el surgimiento de nuevas pautas<br />

(Efran y Blumberg, 1994).<br />

Pero aunque el concepto de resistencia no es apropiado<br />

para este tipo de terapia, el término «resistencia» describe<br />

bien lo que los terapeutas centrados en la solución sienten<br />

a menudo en su interacción con los clientes. ¿Qué terapeuta<br />

no ha pasado por la experiencia de sentir envararse su<br />

cuerpo cuando un cliente contesta «sí, pero...» a todo lo<br />

que se le dice? Nos damos cuenta de que en lugar de permanecer<br />

sentados en nuestra posición relajada habitual,<br />

49


nos inclinamos hacia el cliente con el cuerpo rígido. Es posible<br />

que elevemos la voz y se nos cierre la garganta. Sentimos<br />

que estamos haciendo un gran esfuerzo. <strong>El</strong> recurso<br />

a este supuesto en un momento semejante nos ayudará a<br />

reclinarnos en el asiento, respirar hondo, volvernos hacia<br />

el cliente y preguntarle: «En su opinión, ¿qué sería lo más<br />

adecuado para usted en este momento afín de que las<br />

cosas pudieran mejorar?». Esto es útil tanto para nosotros<br />

como para el cliente, por su efecto positivo sobre el clima<br />

emocional.<br />

5. Usted no puede cambiar a los clientes; sólo ellos<br />

pueden cambiarse a sí mismos. Muy de vez en cuando los<br />

terapeutas centrados en la solución experimentan la sensación<br />

de estar librando una lucha por el poder con un<br />

cliente o de esforzarse demasiado por hacerle entender<br />

una idea. La creencia de que los sistemas vivientes están<br />

«cerrados a la información» y no pueden modificarse desde<br />

afuera respalda este supuesto, que previene o corrige<br />

esos deslices.<br />

Un ejemplo que me viene a la mente es el de una situación<br />

en la que una madre, cuyo hijo había sido colocado en<br />

tratamiento a domicilio por haber abusado sexualmente<br />

de una hermana menor, recibió la orden de trabajar con<br />

un terapeuta familiar con miras a la reunificación. <strong>El</strong> muchacho<br />

había hecho grandes progresos, y el organismo<br />

que cubría las prestaciones estaba ansioso por dar por terminado<br />

el costoso tratamiento a domicilio. Sin embargo,<br />

pese a haber empleado técnicas centradas en la solución,<br />

el terapeuta no podía conseguir que la madre mantuviera<br />

sus intenciones declaradas de realizar en su hogar y en sí<br />

misma los cambios necesarios a fin de que la casa fuera<br />

considerada segura para la hermana menor. Los colegas a<br />

quienes consultó lo instaron a dejar de «centrarse en la<br />

solución» y a intensificar el temor de la madre a perder a<br />

su hijo para conseguir que cambiara, Pero el terapeuta decidió<br />

consultar algunas obras centradas en la solución publicadas<br />

a fines de la década de 1980 y encontró este supuesto.<br />

Como consecuencia, decidió cambiar él mismo para<br />

marcar una diferencia. Decidió asumir la responsabili-<br />

50<br />

dad disculpándose ante la madre por no haberla ayudado<br />

a satisfacer las expectativas que otras personas tenían a<br />

su respecto, y le pidió que lo ayudara a entender mejor<br />

cómo podría obtener ese resultado. La madre reaccionó<br />

con mucha emotividad y expresó cierta ambivalencia<br />

respecto de la reunificación. Confesó que se sentía culpable<br />

de no querer esforzarse por realizar cambios cuya<br />

eficacia juzgaba poco probable. Esta confesión brindó al<br />

terapeuta la oportunidad de ayudarla a manejar su sentimiento<br />

de culpa y a considerar otras opciones para el futuro<br />

que parecían más prometedoras. <strong>El</strong> muchacho fue colocado<br />

en un hogar sustituto y la familia continuó trabajando<br />

con miras a la reunificación. Un entorno que indicaba<br />

apoyo en lugar de censura provocó poco a poco cambios favorables<br />

a la reunificación.<br />

Cuando los clientes parecen haber llegado a un punto<br />

muerto, a menudo es útil comunicarles que comprendemos<br />

sus sentimientos. Maturana (1988, pág. 17),<br />

conforme a su idea de que las preferencias (las emociones)<br />

determinan las acciones, nos advierte que no debemos<br />

tratar de cambiar a los clientes mediante la lógica si no<br />

existe un acuerdo mutuo respecto de las emociones subyacentes.<br />

6. La TCS avanza a paso lento. La TCS es un modelo<br />

breve, similar al desarrollado en la Brief Therapy Clinic<br />

del Mental Research Institute. En su denominación he<br />

suprimido deliberadamente la palabra «breve» para<br />

evitar conjeturas erróneas. <strong>El</strong> supuesto precedente se<br />

elaboró originalmente para contrarrestar la creencia de<br />

que «breve» implica «rápida». Por lo común, los modelos<br />

de terapia breve pueden proporcionar tratamientos eficaces<br />

y de efectos duraderos en lapsos más cortos que otros<br />

modelos de terapia. Sin embargo, la brevedad será el resultado<br />

de haber realizado la intervención más apropiada<br />

para un cliente determinado, y no de la aplicación apresurada<br />

de la técnica. <strong>El</strong> uso prematuro de la técnica puede<br />

prolongar él tratamiento, porque es posible que se concentre<br />

en quejas que no tienen relación con lo que el cliente<br />

desea realmente de la terapia.<br />

51


La TCS también se aplica sin prisa en casos que requieren<br />

apoyo terapéutico durante años. Los episodios de<br />

contacto intenso en momentos de crisis, intercalados en<br />

un proceso ininterrumpido de apoyo moderado, pueden<br />

producir una mejoría sorprendente y duradera en el desempeño<br />

si el esfuerzo se concentra en metas limitadas<br />

identificadas por los clientes y abordadas en un clima<br />

emocional seguro.<br />

Este supuesto es sobre todo un recordatorio de que<br />

debemos ser pacientes con nosotros mismos. Hacemos<br />

TCS incluso cuando sólo nos ocupamos del entorno que los<br />

clientes necesitan para cambiar.<br />

7. No hay causa y efecto. <strong>El</strong> concepto de causa y efecto<br />

no existe en un mundo constructivista, porque implica la<br />

existencia de alguna verdad objetiva. Los problemas y las<br />

soluciones son vistos, en cambio, como acontecimientos<br />

impredecibles de la vida. Por lo tanto, en lugar de dejar<br />

que los clientes nos induzcan a preguntarnos junto con<br />

ellos «.. .¿Por qué existe este problema?», debemos preguntarnos<br />

«¿Qué debe ser diferente en el futuro?». Por<br />

otra parte, tenemos que estar dispuestos a hablar con<br />

ellos sobre causas y efectos si ese es el único modo como<br />

pueden pensar en una solución.<br />

Por ejemplo, una cliente que durante varios meses se<br />

ha sentido deprimida informa que mejoró súbitamente<br />

después de leer, la semana anterior, un libro de autoayuda.<br />

Al terapeuta le consta que la mujer ha informado de<br />

signos graduales de mejoría, aunque se mostró renuente a<br />

admitirlos. Lo que importa en este caso es que encontró<br />

una manera de cambiar. Si prefiere creer que ha cambiado<br />

debido al libro y no a la terapia, ese pensamiento en<br />

términos de causa y efecto es su modo de cambiar, y debe<br />

ser aceptado. Para esta cliente, el cambio en el contexto de<br />

la relación con un terapeuta no era una opción en ese momento.<br />

En el campo de la salud mental existe la firme creencia<br />

de que el hecho de haber sido víctima de abuso sexual y<br />

violencia física es directamente responsable de los problemas<br />

emocionales que se presentan más adelante. No hay<br />

52<br />

duda de que esos terribles acontecimientos influyen en la<br />

vida de la víctima; sin embargo, es imposible establecer<br />

una relación directa, porque siempre se pueden hallar<br />

clientes que muestran síntomas similares sin haber pasado<br />

por esa experiencia: Mientras los profesionales de la<br />

salud mental no dispongan de instrumentos de diagnóstico<br />

similares a los de los médicos, como las técnicas de<br />

imágenes y los análisis de sangre, la reflexión en términos<br />

de causa y efecto es una vía que ningún terapeuta centrado<br />

en la solución debería seguir.<br />

Cuando los clientes buscan una causa, resulta útil preguntarles<br />

si el conocimiento de esta los ayudará a resolver<br />

su problema. Por lo general contestan que los ayudará a<br />

comprender. La pregunta «Si pudiera resolver su problema<br />

sin comprender, ¿estaría conforme?» suele proporcionar<br />

un punto de vista que resultará novedoso para muchos<br />

de ellos.<br />

8. Las soluciones no tienen que ver necesariamente con<br />

el problema. Este supuesto fue desarrollado en el Brief<br />

Family Therapy Center en 1982, al transferirse el énfasis<br />

del problema a la solución, en las circunstancias que ya he<br />

mencionado. En esa época se comprobó que la pregunta<br />

«¿Qué no quiere cambiar en la situación que lo trajo<br />

aquí?» generaba diferencias positivas al margen de la descripción<br />

del problema. En efecto, parecía provocar acciones<br />

creativas en clientes que eran incapaces de cambiar<br />

cuando pensaban en lo que querían modificar.<br />

Este supuesto nos recuerda una vez más que no debemos<br />

pensar en causas y efectos. En la vida, como en la terapia,<br />

el cambio es inevitable e impredecible. Por ejemplo,<br />

una persona que se aburre en su trabajo puede volverse<br />

cada vez más letárgica e ineficaz. Un estímulo inesperado<br />

ajeno a su mundo laboral, como un pasatiempo, un deporte<br />

o una nueva relación, pueden producir en ella un<br />

cambio general de actitud que afecte su percepción del<br />

trabajo y su desempeño en él. La búsqueda de soluciones<br />

únicamente relacionadas con el problema puede limitar<br />

en gran medida el progreso.<br />

53


9. Las emociones son parte de todo problema y de toda<br />

solución. Por razones teóricas y prácticas, el Mental Research<br />

Institute y el modelo centrado en la solución han<br />

adoptado un enfoque cognitivo-conductal y evitado hablar<br />

de los sentimientos, salvo para establecer vínculos. Pero si<br />

el lenguaje se concibe como una acción inseparable de la<br />

emoción, las emociones de los clientes conciernen entonces<br />

a la terapia no menos que sus pensamientos y conductas.<br />

Dada esta teoría, el hecho de no hablarles de sus sentimientos<br />

y de no conectamos en ese nivel podría limitar<br />

nuestra comprensión de ellos, su comprensión de sí mismos<br />

y las posibilidades de hallar soluciones.<br />

Este supuesto nos recuerda que las emociones forman<br />

parte del lenguaje y son esenciales en el proceso de toma<br />

de decisiones de nuestros clientes (Damasio, 1994; Maturana<br />

y Varela, 1987). También nos recuerda que debemos<br />

estar atentos al clima emocional en que se desenvuelve<br />

nuestra relación con los clientes (véase el capítulo 2); en<br />

primer lugar, porque la seguridad, y no la angustia, es el<br />

estado emocional al que aspiran las personas (Sullivan,<br />

1953d) y en el que se sienten más relajadas, y en segundo<br />

lugar, porque un estado de relajación hace que estén más<br />

abiertas a sus propios recursos y a la nueva información<br />

(Erickson, 1977).<br />

Si un cliente afirma que no está haciendo progresos<br />

con su tesis doctoral de ingeniería y describe la situación<br />

en términos de tiempo, espacio, obligaciones familiares y<br />

problemas con la computadora, el mejor modo de cooperar<br />

con él sería, tal vez, emplear un lenguaje y unos conceptos<br />

que se adecuaran a su visión concreta del mundo. Pero si<br />

esto no lleva a ninguna parte, acaso sea productivo hablar<br />

del estado emocional que le provoca el problema.<br />

También nos conectamos emocionalmenté con los demás<br />

de un modo no verbal, y a algunos clientes que tienen<br />

conciencia de sus emociones puede resultarles incómodo<br />

hablar de ellas. Como terapeutas, es nuestra responsabilidad<br />

ser sensibles a los niveles de comodidad de nuestros<br />

clientes y respetarlos. Con todo, lo importante es<br />

transmitirles que comprendemos lo que nos dicen tan plenamente<br />

como es posible.<br />

54<br />

10. <strong>El</strong> cambio es constante e inevitable: un pequeño<br />

cambio puede llevar a cambios más grandes. Para el Mental<br />

Research Institute y la TCS, los problemas no son otra<br />

cosa que las inevitables vicisitudes de la vida. Algunas<br />

personas los resuelven por medio de la terapia y otras se<br />

recuperan espontáneamente (Bergin y Lambert, 1978).<br />

Se estima que el 40% de los clientes se recuperan debido a<br />

factores extraterapéuticos (Lambert, 1992). En realidad,<br />

no tenemos pruebas de que las personas que buscan<br />

ayuda no se habrían recuperado sin ella.<br />

Nuestra vida está sujeta a constantes cambios, como<br />

consecuencia de la complejidad de nuestra red de relaciones,<br />

que comprende desde la familia nuclear hasta personas<br />

de todo el mundo, y de circunstancias tales como las<br />

guerras, el clima y los fenómenos astrofísicos, muchos de<br />

los cuales escapan a nuestro control o son desconocidos.<br />

Un cambio en cualquiera de ellos puede afectar nuestra<br />

vida.<br />

La conciencia de la certeza respecto de esta incertidumbre,<br />

combinada con la confianza en los recursos intrínsecos<br />

de los clientes, ayuda al terapeuta centrado en<br />

la solución a mantener una actitud esperanzada a pesar<br />

de las dificultades que estos mencionan. Así, cuando nos<br />

sentimos abrumados por el relato de un cliente, y tan dubitativos<br />

como este respecto de lo que debe hacerse, el primer<br />

paso es tener en cuenta que el cambio es inevitable, y<br />

el segundo, comprometerse con el cliente a hacer algo, por<br />

pequeño que sea, que a su juicio marque una diferencia.<br />

En una situación que parece irremediable o abrumadora,<br />

un pequeño paso puede generar una sensación de control<br />

hasta entonces ausente. La decisión de tomar medidas,<br />

aunque se trate de algo de poca importancia, puede percibirse<br />

como el fin de un estancamiento total e infundir esperanza.<br />

De nosotros depende no ser demasiado ambiciosos<br />

respecto de los pequeños pasos que den nuestros clientes,<br />

y evitar que estos sean demasiado ambiciosos, ya que<br />

algo en apariencia tan insignificante como cambiar de peinado,<br />

hacer una llamada telefónica a un viejo amigo o comer<br />

con alguien en vez de hacerlo a solas puede conducir a<br />

cambios mayores.<br />

55


56<br />

Todos nos hemos sentido alguna vez abrumados por la<br />

cantidad de trabajo que teníamos por delante y que creíamos<br />

imposible de realizar. Por lo general, la mejor solución<br />

en estos casos es hacer una lista, establecer prioridades<br />

y comenzar a trabajar. De pronto la carga de trabajo<br />

nos parece manejable. ¡Un pequeño cambio puede llevar a<br />

un cambio más grande!<br />

11. No podemos cambiar el pasado, de modo que debemos<br />

concentrarnos en el futuro. Este supuesto es evidente,<br />

pero recordarlo en todo momento no es fácil. La aceptación<br />

del supuesto de que el lenguaje es una acción en el<br />

presente respalda la creencia de que también el cambio<br />

sólo puede ocurrir en el presente.<br />

Los clientes suelen decir que sabrán que ya no necesitan<br />

seguir en terapia cuando comprendan sus acciones<br />

pasadas que desembocaron en el problema. Parecen creer<br />

que la comprensión es necesaria para arribar a una solución.<br />

Algunos persisten incluso en tratar de entender «por<br />

qué» después de haber alcanzado su meta.<br />

En la terapia de parejas es habitual que, aun cuando<br />

ambos integrantes deseen permanecer juntos, no hagan<br />

progresos porque uno de ellos, o los dos, siguen hurgando<br />

en sucesos dolorosos del pasado. Los terapeutas centrados<br />

en la solución deben evitar quedar atrapados en ese fútil<br />

proceso y encontrar el modo de ayudar a sus clientes a<br />

perdonar, si no a olvidar, en bien de su futuro.<br />

Otro proceso sin ganadores frecuentemente observado<br />

en la terapia es el de los clientes obsesionados con el trato<br />

—percibido como injusto o agraviante— que recibieron de<br />

los padres en su niñez. Esos agravios no sólo no pueden<br />

modificarse, sino que quizá se trate del recuerdo de percepciones<br />

infantiles de hechos que en otra etapa de la vida<br />

tal vez se habrían considerado de diferente manera.<br />

Un modo útil de trabajar con los clientes que persisten<br />

en hurgar en el pasado es decirles «Comprendo que para<br />

usted sea difícil olvidar (o perdonar) el pasado (el dolor, la<br />

desilusión, etc.), pero ¿qué cree que necesitaría ahora, o en<br />

el futuro, para aceptar el hecho de que eso ocurrió o comenzar<br />

a dejarlo atrás?».<br />

Los supuestos dan forma a nuestras actitudes hacia los<br />

clientes y, por lo tanto, a nuestra relación con ellos. Nos<br />

ayudan a decidir qué debemos hacer. <strong>El</strong> supuesto de que<br />

los clientes tienen puntos fuertes nos inducirá a formular<br />

preguntas sobre estos. <strong>El</strong> supuesto de que todos los problemas<br />

y soluciones implican emociones nos recordará<br />

que debemos ser empáticos y alentadores. Cuando un<br />

cliente informa sobre una recaída después de varias buenas<br />

semanas, podemos sentir la tentación de unirnos a él<br />

en la búsqueda de las causas de que eso haya ocurrido. Pero<br />

los supuestos centrados en la solución nos ayudan a forjar<br />

una actitud positiva en nosotros y en nuestros clientes,<br />

al inducirnos a preguntar; «Desde que describió por primera<br />

vez el problema que lo trajo aquí, usted hizo algunos<br />

progresos. Eso tiene que haber producido, necesariamente,<br />

algún efecto sobre la situación actual. ¿Cuál es la diferencia<br />

entre la situación presente y la del comienzo de la<br />

terapia?». Estas conexiones entre la teoría, los supuestos<br />

y la práctica serán señaladas en todo el libro.<br />

Conclusión<br />

<strong>El</strong> hecho de que la TCS prescindiera cada vez más de la<br />

teoría hizo que el escepticismo, sobre todo respecto de la<br />

forma como se la practica, fuera en aumento (Efron y Veenendaal,<br />

1993; Kieckner, Frank, Bland, Amendt y Bryant,<br />

1992; <strong>Lipchik</strong>, 1994; S. D. Miller, 1994; Nylund y Corsiglia,<br />

1994). La teoría descripta en este capítulo se elaboró<br />

para proporcionar un modo alternativo de conceptualizar<br />

y practicar la TCS que suscitara menos interrogantes<br />

sobre su legitimidad y valor (Cecchin, Lane y Ray,<br />

1994). De acuerdo con la idea de que el cambio debe implicar<br />

la conservación, esta versión reintroduce aspectos<br />

del pasado de la TCS y los combina con otros anteriormente<br />

no relacionados con ella. <strong>El</strong> componente biológico allana<br />

el camino a la integración de futuros descubrimientos<br />

de la neurociencia y otras áreas de la medicina que<br />

pueden ayudarnos a tratar con mayor eficacia a nuestros<br />

clientes.<br />

57


ller y Hubble, 1996), en los que se comprobó que alrededor<br />

del 80% de los clientes decían haber logrado importantes<br />

progresos durante la terapia.<br />

En este capítulo indicaremos cómo establecer y mantener<br />

con los clientes una relación que los haga sentirse apoyados<br />

mientras se adaptan o cambian. Examinaremos el<br />

proceso tanto desde el punto de vista del cliente como del<br />

terapeuta.<br />

Resultados de las investigaciones<br />

<strong>El</strong> estudio informal realizado en nuestra clínica concuerda<br />

con las ideas actuales sobre la importancia de la<br />

relación terapeuta-cliente en la terapia (Beyebach et al.,<br />

1996; Horvath y Symonds, 1991; Hubble et al, 1999; Orlinsky,<br />

Grawe y Parks, 1994; Patterson, 1984; Turnell y<br />

<strong>Lipchik</strong>, 1999). Hubble y sus colegas (1996) citan a Lambert<br />

(1992), quien estimó que los principales determinantes<br />

del resultado de la terapia (40%) son factores extraterapéuticos,<br />

es decir, factores internos y externos que los<br />

clientes llevan a la terapia; el 30% está determinado por<br />

factores vinculados con la relación terapeuta-cliente, como<br />

la solicitud, la aceptación y el aliento, mientras que sólo<br />

el 15% corresponde a factores específicos propios del<br />

modelo y las técnicas de la terapia; el 15% restante se debe<br />

al efecto placebo.<br />

La relación terapeuta-cliente centrada en la<br />

solución<br />

En el contexto de la teoría presentada en el capítulo 1,<br />

la relación terapeuta-cliente implica un acoplamiento de<br />

estructuras entre dos seres humanos singulares que<br />

tienen roles complementarios: el profesional asistencial y<br />

el cliente, que se siente incapaz de resolver un problema.<br />

Los diferentes conocimientos y expectativas que ambos<br />

60<br />

aportan constituyen la relación en todo momento. No obstante,<br />

es responsabilidad del terapeuta utilizar sus supuestos<br />

teóricos para guiar esa relación en beneficio del<br />

cliente.<br />

Concibo la relación terapeuta-cliente centrada en la solución<br />

como un viaje de ambos hacia la solución del cliente.<br />

Este es el encargado de decidir el destino final. Contribuye<br />

con su modo de cooperar, su disposición a cambiar y<br />

sus expectativas. <strong>El</strong> terapeuta actúa como un guía, valiéndose<br />

de preguntas y respuestas cuidadosamente elegidas<br />

para ayudar al cliente a ver con claridad su dirección<br />

o a cambiarla por otra con mayores probabilidades de<br />

llevarlo a su destino.<br />

<strong>El</strong> puntal de la relación entre el terapeuta y el cliente,<br />

sea cual fuere la orientación adoptada, es la confianza.<br />

Los clientes deben confiar en nuestro compromiso con la<br />

tarea de ayudarlos sin causarles daño. Como la filosofía<br />

de la TCS se basa en los puntos fuertes, esto significa lograr<br />

que los clientes confíen en que nosotros los ayudaremos<br />

a confiar en sí mismos. Se trata de un delicado acto de<br />

equilibrio, pues debemos estimar cuándo intervenir y<br />

cuándo no. Hace mucho tiempo (<strong>Lipchik</strong> y Vega, 1984)<br />

comparé este proceso con el de enseñar a alguien a andar<br />

en bicicleta. Uno proporciona seguridad siguiendo de cerca<br />

a esa persona, que trata de evitar una caída. Sin embargo,<br />

debe ser cuidadoso al decidir cuándo dejar que dependa<br />

de su propio sentido del equilibrio y cuándo estabilizarla<br />

sujetando el asiento por atrás.<br />

<strong>El</strong> clima emocional<br />

Idealmente, la relación terapeuta-cliente debería<br />

generar un clima emocional en el que la terapia pudiera<br />

desenvolverse con la mayor fluidez posible. La mayoría de<br />

los clientes describen sus problemas con palabras y<br />

acciones teñidas de emoción. Por lo tanto, el primer paso<br />

que un terapeuta centrado en la solución puede dar para<br />

conectarse en el nivel emocional es adoptar una postura<br />

61


elajada y amistosa, como uno lo haría con un huésped en<br />

su propia casa. Las preguntas al cliente sobre si tuvo dificultades<br />

con el tránsito en el camino al consultorio o sí le<br />

costó localizarlo» lo mismo que los comentarios sobre el<br />

tiempo, siempre son útiles. A continuación, y antes de interrogarlo<br />

sobre los aspectos demográficos o históricos, se<br />

lo debería invitar a hablar acerca de lo que siente respecto<br />

de la terapia. Por ejemplo: «¿Es su primera experiencia<br />

con la terapia?». En tal caso: «Puede ser incómodo para algunas<br />

personas». «¿Hay algo que quiera saber acerca de lo<br />

que haremos?». Si se nota que el cliente está ansioso: «Es<br />

difícil hablar con un extraño de las cosas que nos perturban.<br />

¿Puedo hacer algo para que se sienta más cómodo?».<br />

Como parte de mi rutina, pregunto a los clientes qué<br />

desean saber sobre mí y sobre la institución antes de comenzar<br />

a pedirles información sobre ellos. Generalmente,<br />

esto provoca una sorpresa agradable, y algunos clientes<br />

aprovechan la oportunidad para hacer preguntas. Estos<br />

pasos comienzan a definir una relación de aceptación,<br />

comprensión y respeto mutuo que es cómoda desde el punto<br />

de vista emocional. Como Erickson lo expresó magistralmente,<br />

es natural relajarse en presencia de alguien<br />

que no nos cuestiona.<br />

Las figuras 1 y 2 representan las interacciones terapeuta-cliente<br />

que generan el clima emocional. Ambos<br />

diagramas muestran un proceso que comienza cuando el<br />

terapeuta y el cliente se encuentran por primera vez y<br />

perdura hasta el final de la relación. No debe darse por<br />

sentado que el clima emocional, una vez que ha surgido<br />

para proporcionar seguridad y comodidad al cliente, se<br />

mantendrá estable durante todo el tratamiento. Es preciso<br />

controlarlo permanentemente y mantenerlo para que<br />

no obstaculice el progreso.<br />

La posición del cliente<br />

Los clientes inician la relación terapéutica sintiéndose<br />

vulnerables y desvalidos. No saben aún que sus recuer-<br />

62<br />

dos, percepciones, temores y expectativas son valiosos recursos<br />

y tienen la clave de la solución de sus problemas.<br />

En la medida en que puedan acceder a esa información y<br />

utilizarla para conocer con claridad sus necesidades y deseos,<br />

su progreso se verá facilitado. <strong>El</strong> caso de John, que<br />

vimos en el capítulo 1, constituye un ejemplo. Cuando<br />

John se sintió lo bastante seguro para hablar sobre su<br />

sentimiento de culpa con el terapeuta, pudo revisar sus<br />

metas y dar por su cuenta los pasos necesarios para alcanzar<br />

una solución.<br />

Muchos de los clientes que acuden a terapia sienten<br />

que no tienen control sobre su vida. Experimentan una<br />

creciente desesperanza. Como se indica en la figura 1, temen<br />

la crítica y lo desconocido y se muestran cautelosos<br />

en relación con el terapeuta. Están centrados en el problema,<br />

en algo censurable que ellos u otros hicieron en el pasado,<br />

y perciben su situación como «totalmente mala» o<br />

«totalmente buena».<br />

En su primer contacto con la terapia, los clientes suelen<br />

tener dudas acerca de cómo comportarse. Algunos esperan<br />

que el terapeuta «haga algo que los haga cambiar».<br />

Estas dudas pueden parecer amenazantes, incluso para<br />

quienes desean cambiar. <strong>El</strong> cambio implica asimismo la<br />

existencia de defectos que preferirían no admitir o revelar.<br />

Como terapeutas debemos hacerles comprender que el<br />

cambio, o el potencial para el cambio, puede provocar cierta<br />

angustia, y también debemos estar atentos a las señales<br />

de esta durante toda la terapia. Cuando encontramos<br />

pruebas de que los clientes están angustiados, la manera<br />

de ayudarlos según el modelo centrado en la solución consiste<br />

en normalizar esa angustia y tratar de que acepten<br />

sus sentimientos en vez de combatirlos. Podemos decirles,<br />

por ejemplo: «Es normal que usted se sienta (confundido,<br />

inseguro, incómodo, angustiado). Esto puede ser para<br />

bien, pues le está diciendo que aminore el paso y se tome<br />

algún tiempo para acostumbrarse a los cambios que pueden<br />

producirse (o que se han producido) y pensar detenidamente<br />

en cómo desea proseguir. Siempre es preferible<br />

ir despacio».<br />

63


La posición del terapeuta<br />

Hay un fuerte contraste entre la posición desesperanzada<br />

y temerosa del cliente y la posición del terapeuta<br />

centrado en la solución. Este, poseedor de conocimientos<br />

técnicos de los que el cliente carece, debe tener la precaución<br />

de no controlar, influir ni aconsejar. La mejor posición<br />

que puede asumir es la de «no saber» (Anderson, 1997). Se<br />

trata de una postura de «humildad respecto de lo que uno<br />

sabe. En efecto, [cuando asume esa postura] un terapeuta<br />

está más interesado en enterarse de lo que un cliente tiene<br />

para decir que en reafirmar, expresar, convalidar o promover<br />

sus conocimientos o preocupaciones» (Anderson,<br />

1997, pág. 136).<br />

<strong>El</strong> terapeuta no debe vacilar en pedir aclaraciones hasta<br />

el punto de parecer obtuso. Las diferencias en lo que los<br />

clientes quieren decir pueden ser mínimas, pero son importantes<br />

para centrarse en lo que realmente quieren. La<br />

elección del momento adecuado es esencial. Interrumpir a<br />

los clientes para formular una pregunta o introducir una<br />

idea nueva es algo que debe hacerse con cautela para evitar<br />

que lo tomen como una falta de respeto o una muestra<br />

de rechazo.<br />

La posición de aceptación inherente al modelo centrado<br />

en la solución, exteriorizada por medio de una actitud<br />

comprensiva, acrítica y no antagónica, no debería ser interpretada<br />

en el sentido de que nunca impugnamos lo que<br />

dicen los clientes. En la mayoría de los casos, el terapeuta<br />

practicante de este modelo puede comenzar la terapia limitándose<br />

a escuchar con una actitud de aceptación y<br />

concentrándose poco a poco en lo que los clientes afirman<br />

querer. A veces, sin embargo, los clientes nos cuentan cosas<br />

sobre su vida de las que tenemos la obligación profesional<br />

de ocuparnos independientemente de nuestra posición<br />

teórica, como cuando nos hablan de abuso infantil o<br />

de pensamientos homicidas o suicidas. Estas cuestiones<br />

pueden abordarse de un modo compatible con la filosofía<br />

centrada en la solución y con la intención de proteger el<br />

64


66<br />

clima emocional. Un ejemplo podría ser la revelación de<br />

castigos corporales:<br />

«Sé que usted se empeña en ser un buen padre y enseñar<br />

a su hija a portarse bien, y comprendo lo frustrado que debe<br />

sentirse al ver que ella no le hace caso, pero me pregunto<br />

si sabe que golpearla con un cinturón es ilegal. Es una<br />

actitud que estoy obligada a informar a los Servicios de<br />

Protección a la Infancia, a menos que lo haga usted mismo.<br />

Si lo hace por su cuenta, lo considerarán una señal de<br />

que asume la responsabilidad y desea cambiar. Esto le<br />

será útil porque influirá en la decisión que tomen sobre el<br />

manejo de su situación, y yo haré todo lo que pueda para<br />

ayudarlo a idear otro modo de conseguir que ella se porte<br />

como debe».<br />

Por lo general, la relación terapeuta-cliente peligra menos<br />

cuando la denuncia a las autoridades es hecha por el segundo,<br />

y no por el primero.<br />

En una etapa más avanzada de la terapia, cuando la<br />

relación de confianza se ha fortalecido, el riesgo de perjudicar<br />

el clima emocional suele ser menor. No obstante,<br />

siempre debemos estar atentos a lo que parece suceder<br />

con los clientes: sólo así podremos dar una respuesta que<br />

mantenga un clima emocional positivo. Cuando advertimos<br />

que los clientes faltan a algunas sesiones o se muestran<br />

menos relajados, es preferible preguntarles si nosotros<br />

podemos hacer algo para corregir ese estado de cosas,<br />

en lugar de culparlos. Una cliente puede confesarse decepcionada<br />

porque los cambios son pocos o porque en las<br />

conversaciones no se aborda el tema sobre el que ella desearía<br />

realmente hablar. Esta respuesta requiere que nos<br />

disculpemos y averigüemos de qué modo, a su juicio, podría<br />

corregirse la situación. Este intercambio puede ser<br />

una valiosa lección de asertividad para los clientes, además<br />

de un medio de hacer progresar la terapia.<br />

Las conversaciones entre clientes y terapeutas pueden<br />

producir mucha más información para las soluciones<br />

cuando se entablan en un clima emocional favorable. Al<br />

principio, los clientes suelen ser cuidadosos respecto de lo<br />

que revelan. Cuanto más deponen su actitud defensiva,<br />

mayor es la información que proporcionan. La figura 2<br />

ilustra el intercambio entre el terapeuta y el cliente, tanto<br />

durante una sesión como en el curso total de la terapia. <strong>El</strong><br />

terapeuta formula una pregunta que genera una respuesta<br />

con información ya conocida o novedosa para el cliente<br />

y el terapeuta, la cual sugiere a este una nueva pregunta.<br />

En esta pauta recurrente, el terapeuta debe decidir si ha<br />

de reflexionar, asentir, pedir una aclaración o utilizar una<br />

técnica, basándose en su juicio acerca de si ello preservará<br />

la comodidad emocional del cliente.<br />

Por ejemplo, Tamara concurre a terapia para decidir si<br />

ha de abandonar o no a su esposo. A este no le interesa el<br />

asesoramiento de parejas. Además de mencionar su insensibilidad,<br />

pereza e irresponsabilidad, Tamara se queja<br />

porque él gasta los limitados ingresos de ambos sin consultarla.<br />

La terapeuta pregunta: «¿Qué hace usted cuando<br />

su esposo sale a comprar un nuevo juguete electrónico<br />

sin avisarle?». «Me enojo mucho», contesta Tamara. La terapeuta<br />

acepta la respuesta con un movimiento de la cabeza,<br />

pero quiere saber más. Pregunta: «¿Cómo manifiesta<br />

su enojo?». Tamara dice que se siente muy desilusionada<br />

y a veces llora y le pregunta por qué hace eso. La terapeuta<br />

cuenta ahora con información que sugiere que la<br />

reacción de la cliente es bastante normal, dadas las circunstancias.<br />

En la sesión siguiente, la terapeuta y Tamara continúan<br />

hablando sobre las ventajas y desventajas presentes<br />

y futuras de la relación de la cliente con el esposo, a fin de<br />

facilitar su decisión. La terapeuta sigue aceptando la versión<br />

de Tamara sobre sus reacciones ante la conducta del<br />

marido. Hacia el final de la tercera sesión, Tamara informa<br />

acerca de otro de los incidentes provocados por los gastos<br />

compulsivos de su esposo, y la terapeuta comenta:<br />

«¡Debe ser muy duro para usted!». «Lo es, pero desearía no<br />

perder los estribos de esa manera», dice Tamara. La<br />

terapeuta se sorprende ante esta declaración. «¿Qué quiere<br />

decir con perder los estribos?», pregunta. Tamara confiesa<br />

entonces que por lo general se enoja tanto que destroza<br />

y disemina por la casa los objetos comprados por su<br />

67


marido. A veces le arroja con algo y lo golpea. Al preguntársele<br />

si cree que su temperamento afecta la relación<br />

conyugal, Tamara dice que la conducta de su esposo la<br />

exacerba, pero que ha sido un problema para ella desde su<br />

niñez.<br />

Esta interacción demuestra que, en el contexto de un<br />

clima emocional, los clientes suelen comenzar a proporcionar<br />

información que puede señalar de modo más preciso<br />

el camino hacia una solución.<br />

Solución<br />

Figura 2. Intercambio entre el terapeuta y el cliente durante la terapia.<br />

Un pensamiento de dos carriles<br />

A fin de comprender y hacer el mejor uso de la «manera<br />

singular de cooperar» de los clientes, es importante que<br />

68<br />

los terapeutas tengan un modo de distinguir entre su experiencia<br />

sobre las palabras y acciones de los clientes y la<br />

descripción o exhibición que estos hacen de ellas (Rober,<br />

1999). Este proceso exige tener conciencia de nuestras<br />

reacciones corporales y nuestros pensamientos (Andersen,<br />

1995; Johnson, 1987). La conciencia de las propias<br />

reacciones en relación con los clientes tiene un efecto acumulativo.<br />

Cuanto más practicamos, mejor lo hacemos. Según<br />

Yvonne Dolan (1991), esto significa que «uno sigue<br />

creciendo como persona y como terapeuta» (pág. 271).<br />

Una manera de lograrlo es manejarse simultáneamente<br />

con dos carriles mentales. Uno controla al cliente, y<br />

el otro, nuestras propias reacciones. <strong>El</strong> carril del cliente<br />

recoge información sobre cómo cooperar con él (es decir, su<br />

manera de hablar, su visión del mundo, sus creencias, el<br />

estilo de su interacción con nosotros y con los demás, y los<br />

modos característicos de su discurso o sus metáforas). <strong>El</strong><br />

carril personal transmite nuestros propios pensamientos,<br />

sentimientos, reacciones emocionales, corazonadas y<br />

conocimientos. En el caso de un cliente nuevo con el cual<br />

aún no hemos establecido una relación, el carril correspondiente<br />

a él podría ser el siguiente:<br />

«Este hombre está realmente escudriñando la oficina y<br />

a mí. Su expresión facial es tensa. No sonríe. Está muy<br />

acicalado. Lleva ropa muy cara. Proporciona la menor<br />

información posible, y siempre con un giro sarcástico.<br />

No deja de usar expresiones como "mi personal", "mi<br />

secretaria", "mis empleados"».<br />

Al mismo tiempo, el carril personal podría estar notando:<br />

«Su manera de escudriñar la oficina y a mí con esa expresión<br />

en el rostro hace pensar que mira a todo el<br />

mundo por encima del hombro. Llevar una ropa tan<br />

formal un sábado a la mañana es un tanto inapropiado.<br />

Quiere que yo sepa que ocupa un cargo importante.<br />

Este hombre me hace sentir incómodo. Siento como si<br />

me estuviera poniendo a prueba. Me intimida».<br />

69


Las reacciones y los juicios recogidos en el carril personal,<br />

aunque sean muy negativos, no deben descartarse.<br />

Son valiosos porque nos advierten que debemos ser<br />

cautelosos con nuestras reacciones. Sin esa advertencia,<br />

nuestras posibilidades de reaccionar con sensibilidad ante<br />

los clientes serían mucho menores. Una reacción negativa<br />

inapropiada puede avergonzar o enemistar, lo cual va<br />

en detrimento del clima emocional. Así, en el marco hipotético<br />

precedente, el terapeuta puede responder a sus<br />

reacciones ante el cliente diciéndose a sí mismo:<br />

«<strong>El</strong> terapeuta soy yo, y es probable que el cliente se<br />

sienta intimidado. Su comportamiento y su apariencia<br />

pueden ser una manera de enfrentar la angustia que le<br />

produce venir aquí. Tal vez crea que lo criticaré por sus<br />

problemas conyugales. Vino porque su mujer le pidió<br />

que lo hiciera por el bien de su relación, de modo que se<br />

siente dolido; Tengo que procurar que se sienta más cómodo».<br />

La mejor manera de tomar distancia respecto de los<br />

sentimientos que los clientes nos inspiran es recurrir a los<br />

supuestos teóricos. Por ejemplo, en este caso el supuesto<br />

de que cada cliente es único puede inducirnos a dar un lugar<br />

central a la individualidad del cliente e interrogarlo<br />

en forma deliberada sobre su trabajo y su importancia;<br />

probablemente esto reducirá su angustia y la necesidad<br />

de mostrarse altivo. De igual modo, el supuesto de que las<br />

emociones son parte de todo problema y toda solución puede<br />

llevarnos a reconocer que el cliente se siente incómodo<br />

en esta situación, y sirve para apartarnos de nuestras propias<br />

emociones.<br />

Otra situación en la que el pensamiento de dos carriles<br />

resulta útil es la que se presenta cuando un cliente revela<br />

que ha hecho o tiene la intención de hacer algo que desaprobamos.<br />

En tal caso, nuestro carril personal puede evitar<br />

que mostremos o expresemos desaprobación, y recordarnos<br />

que nuestra tarea consiste en ayudar a las personas<br />

a tomar decisiones apropiadas por sí mismas. Por<br />

ejemplo, el supuesto de que nosotros no podemos cambiar<br />

70<br />

a los clientes; estos tienen que cambiarse a sí mismos nos<br />

orienta a hacer preguntas que los ayudan a sopesar las<br />

ventajas y desventajas de sus propias decisiones.<br />

<strong>El</strong> uso del pensamiento de dos carriles es igualmente<br />

importante para procesar nuestras respuestas y reacciones<br />

positivas y negativas a los clientes. Las respuestas<br />

inadecuadamente positivas pueden hacer pensar al cliente<br />

que lo tratamos con condescendencia. Si nuestro carril<br />

personal registra que un elogio o una reformulación positiva<br />

son exagerados, es preferible omitirlos.<br />

<strong>El</strong> pensamiento de dos carriles también brinda información<br />

importante para componer el mensaje de recapitulación.<br />

De ello hablaremos en el capítulo 6.<br />

EJEMPLO DE CASO: LAURA<br />

<strong>El</strong> ejemplo de caso que presentaremos a continuación<br />

ilustra los diversos aspectos de la relación terapeutacliente<br />

ya descriptos, haciendo hincapié, sobre todo, en<br />

cómo podemos acompañar al cliente y ser positivos al<br />

mismo tiempo.<br />

Laura era una artista gráfica de 45 años que trabajaba<br />

por su cuenta. Cuando vino a verme hacía ya diez años<br />

que se había divorciado. Tenía dos hijas, una de 18 años y<br />

otra de 22. La mayor había dejado la casa. Laura vivía con<br />

un compañero, Sam, desde hacía ocho años. No bien llegada<br />

al consultorio, comenzó a explicar su problema sin darme<br />

la oportunidad de iniciar una conversación informal.<br />

Los clientes angustiados a veces se comportan así, y por el<br />

bien del clima emocional es preferible cooperar con ellos.<br />

Siempre se puede recabar más tarde la información faltante.<br />

Laura: <strong>El</strong> problema, tal como yo lo veo... bien, hace poco<br />

leí un libro de Bradshaw, Healing the shame that binds<br />

you [19881, y verdaderamente me sentí identificada con<br />

algunas de las cosas que decía. Creo que me he topado con<br />

un nuevo nivel de problemas en mi vida, supongo, y lo que<br />

leí me pareció una buena explicación. Hay en mí una niñi-<br />

71


ta verdaderamente asustada, enfrentada a situaciones<br />

que no puede manejar... (comienza a llorar). Estoy muy<br />

triste. [Para demostrar que la comprendía, le dije que parecía<br />

aterrada, más que asustada. <strong>El</strong>la asintió y siguió hablando.]<br />

Desde el otoño pasado tengo depresiones —ni<br />

muy largas ni muy profundas, de 24 a 36 horas— y eso me<br />

asusta. He remediado muchas cosas en mi vida. No esperaba<br />

que me ocurriera esto, sentirme tan impotente. ¡Es<br />

traumático! Incluso he tenido algunos pensamientos convencionalmente<br />

suicidas.<br />

Me sentí un tanto abrumada por esta dramática presentación,<br />

pero tuve que interrumpirla para aclarar lo de los<br />

pensamientos suicidas. Le pregunté qué significaba la expresión<br />

«pensamientos convencionalmente suicidas», y<br />

Laura me explicó que eran pensamientos como «puedo<br />

comprender por qué la gente quiere matarse cuando se<br />

siente así todo el tiempo». Agregó, sin embargo, que ella<br />

en realidad no podría hacer tal cosa porque creía en la<br />

reencarnación.<br />

No obstante, hice una evaluación de la probabilidad<br />

del suicidio, durante la cual Laura dijo: «No puedo imaginarme<br />

poniéndome un revólver en la cabeza ni tomando<br />

pastillas ni mutilándome el cuerpo; nunca haría algo semejante.<br />

Odio la sangre, las escenas sanguinolentas y todo<br />

eso. Sólo me preocupa saber si podría separarme lo bastante<br />

de mi cuerpo para hacer algo así».<br />

Una vez más, para estar segura de haber entendido, le<br />

pedí que me aclarara lo de «separarse lo bastante de su<br />

cuerpo». Laura no parecía tener una idea clara de qué era<br />

exactamente lo que le inspiraba temor. No recordaba haber<br />

experimentado jamás, ni remotamente, nada que se<br />

pareciera a estar disociada o separada, ni siquiera cuando<br />

meditaba, cosa que hacía con regularidad. Conjeturé que<br />

la sensación de falta de control debía ser intimidante y<br />

llegué a la conclusión de que por el momento no había<br />

peligro de que Laura se dañara a sí misma.<br />

Durante un rato, Laura continuó describiendo sus sentimientos<br />

de un modo difuso. Su discurso revelaba tensión<br />

y ella parecía cada vez más perturbada. Me pareció que<br />

72<br />

sería más útil ayudarla a aclarar cómo advertiría los signos<br />

de mejora que dejarla continuar hablando de esa manera.<br />

Laura: Me sentiré mejor cuando tenga más entusiasmo<br />

por la vida... cuando sienta que una parte es diversión y<br />

no trabajo. Es tan difícil y estresante. [Una vez más, su<br />

respuesta me resultó muy vaga]<br />

Terapeuta: ¿A qué aspectos de la vida se refiere?<br />

Laura: Sobre todo a lo que tiene que ver con las actividades<br />

sociales y el trabajo, no con las relaciones de familia o<br />

las relaciones íntimas.<br />

Terapeuta: ¿Actividades sociales significa amistades? [No<br />

quería seguir adelante hasta no tener muy en claro lo que<br />

quería decir Laura,]<br />

Laura: Sí. Vea, voy a saber que estoy mejor cuando pueda<br />

apreciar las cosas que andan bien en mi vida, las cosas fáciles<br />

y divertidas; me aferro a lo que es difícil y no funciona.<br />

Terapeuta: Entonces, ¿cuáles son habitualmente las cosas<br />

fáciles y divertidas? [Obsérvese el énfasis en la parte positiva<br />

de lo que ha dicho Laura.]<br />

Laura mencionó la relación con su compañero y con su<br />

hija mayor. Dijo también que no pasaba necesidades materiales<br />

y que tenía una floreciente agencia de diseño<br />

gráfico que la satisfacía mucho.<br />

En la esperanza de centrar más la conversación, le hice<br />

una pregunta de escala para ayudarla a evaluar las cosas<br />

buenas de su vida en relación con las malas, pero Laura<br />

no me prestó atención y se quejó de que cuanto mejor le<br />

iba en su profesión, más atemorizada se sentía.<br />

Aquí daré un ejemplo de los beneficios que resultan del<br />

pensamiento de dos carriles. <strong>El</strong> carril del cliente registraba<br />

que Laura prefería quejarse a buscar una solución, por<br />

lo cual era mejor no hacer más preguntas sobre las excepciones<br />

positivas. Pero en mi carril personal yo argumentaba<br />

que sus quejas difusas eran probablemente más perjudiciales<br />

que útiles porque parecían aumentar su angustia.<br />

Por consiguiente decidí hacerle una pregunta de es-<br />

73


cala, esperando que su carácter comparativo ayudara a<br />

Laura.<br />

Terapeuta: En general, ¿qué porcentaje de su vida diaria<br />

es confortable y no estresante?<br />

Laura: <strong>El</strong> setenta por ciento es estresante. [Su manera de<br />

cooperar iba a ser negativa.]<br />

Terapeuta: ¿Diariamente?<br />

Laura: Sí.<br />

Terapeuta: ¿Se refiere al trabajo y las actividades sociales.<br />

.. o sólo a las actividades sociales? [Quería verificar<br />

si su evaluación era compatible con lo que había dicho<br />

antes.]<br />

Laura: No... sólo a la manera de organizar mi vida: mantener<br />

limpia la casa, ir de compras. [Esto no coincidía con<br />

lo que había dicho antes, pero decidí pasarlo por alto para<br />

no apartarme de mi objetivo,]<br />

Terapeuta: Entonces, ¿cuál es la diferencia en ese treinta<br />

por ciento del tiempo, cuando las cosas no son tan estresantes?<br />

Laura (desentendiéndose de la pregunta): ¿Tengo muchas<br />

opciones y no puedo decidir cuáles me convienen y cuáles<br />

no!<br />

Mi carril personal registró que Laura quería ser negativa<br />

y que yo haría bien en vigilar el clima emocional. Tuve<br />

presente que los terapeutas no pueden cambiar a los<br />

clientes; sólo los clientes pueden cambiarse a sí mismos.<br />

Por lo tanto, comencé a escuchar con mayor cuidado. Laura<br />

explicó que Bradshaw, al referirse al temor al abandono,<br />

lo relaciona con un vínculo inadecuado en los primeros<br />

años de vida, lo cual impide establecer límites apropiados<br />

en una etapa posterior. Para ella, esta era la causa de su<br />

confesión cuando debía decidir entre las muchas oportunidades<br />

que se le presentaban.<br />

Hay dos razones que podrían llevar a algunos terapeutas<br />

centrados en la solución a no seguir el hilo del pensamiento<br />

de Laura en este punto: 1) es teóricamente incongruente<br />

explorar este tipo de causalidad, y 2) si uno decide<br />

responder a este tipo de causalidad para acompañar al<br />

74<br />

cliente, llevará a este a un territorio negativo, perteneciente<br />

al pasado. Por otra parte, no cooperar con Laura podría<br />

hacer que se sintiese abandonada una vez más.<br />

En consecuencia, seguí escuchando sus quejas.<br />

Mientras escuchaba, advertí que me sentía incómoda.<br />

Al reflexionar sobre ello noté que la sesión estaba por terminar<br />

y que todo lo que Laura había conseguido era una<br />

oportunidad para quejarse. Esto quizá le fuera útil, pero<br />

su agitación parecía ir en aumento a medida que transcurría<br />

el tiempo. Me pareció que podía ser terapéuticamente<br />

beneficioso darle, antes de que se fuera, un poco más de<br />

información sobre la dirección de la terapia. Iba a recurrir<br />

a ella para averiguarlo, pero primero debía asegurarme<br />

de que la había comprendido bien.<br />

Terapeuta: Bueno, parece que usted tiene en la cabeza<br />

muchas cosas que la hacen sentir muy triste y confundida.<br />

Me dijo que a veces se siente incapaz de controlarse y<br />

que teme fracasar. Está muy estresada, ha tenido pensamientos<br />

suicidas convencionales y hay cuestiones como<br />

los vínculos inadecuados y el abandono que pueden ser un<br />

problema. Son muchas cosas de las que ocuparse. Me<br />

preguntaba: si yo tuviera una varita mágica y pudiera<br />

hacer que durante la noche sucediera todo lo que usted<br />

quiere, ¿cómo serían las cosas para usted cuando se despertara<br />

mañana por la mañana? [La pregunta del milagro<br />

se puede formular de muchas maneras. <strong>El</strong> objetivo es lograr<br />

que el cliente imagine una solución.]<br />

Laura: Tendría una meta, una imagen clara de hacia dónde<br />

se encamina mi vida.<br />

Terapeuta: ¿Cuál cree que será esa meta? [<strong>El</strong> empleo del<br />

futuro es deliberado. Sugiere la actitud del terapeuta respecto<br />

de la posibilidad de cambiar.]<br />

Laura: Sentirme cómoda conmigo misma. Una idea clara<br />

de lo que puedo y lo que no puedo hacer. Tendría una sensación<br />

de integración que me dijera quién soy y que seguiré<br />

siendo así. [Laura modificó nuevamente la descripción<br />

de su meta, pero esta vez advertí la aparición de un tema:<br />

la búsqueda de una identidad. Decidí hacer preguntas<br />

sobre excepciones en esta área, utilizando su propio lenguaje.]<br />

75


Terapeuta: ¿Hubo ocasiones en que sintió esa integración?<br />

Laura dio ejemplos relacionados con éxitos profesionales<br />

y con la crianza de los hijos. No fue capaz de describir qué<br />

la había hecho sentirse integrada en esas situaciones. Le<br />

pregunté si tenía que ver con el logro de metas que ella se<br />

había fijado. Me dijo que sí, sobre todo en relación con su<br />

hija mayor. La estaba ayudando a independizarse y tenía<br />

con ella una saludable relación adulta, tal como se había<br />

propuesto. (Considero apropiado ofrecer ideas a los clientes<br />

mientras exploramos sus soluciones. Las preguntas no<br />

son el único medio para interactuar con ellos. Pero siempre<br />

presento las ideas de un modo tentativo, a fin de que<br />

los clientes puedan rechazarlas sin sentir que se trata de<br />

un desacuerdo.)<br />

Después de mencionar la relación positiva con la hija<br />

mayor, no tardó en hablarme de la hija menor, que estaba<br />

a punto de dejar la casa. Laura temía que no le fuera demasiado<br />

bien.<br />

Laura: Me agobia la idea de que esa será la prueba de mis<br />

aptitudes como madre, así que me asusta un poco.<br />

Terapeuta: ¡Suena como si sintiera que cuando su hija se<br />

vaya usted recibirá un boletín de calificaciones!<br />

Laura se rió y asintió. Dijo que esa hija siempre le había<br />

inspirado preocupación porque se parecía mucho a ella en<br />

todo sentido. Cuando tenía su edad, Laura estaba «muy<br />

confundida», pero nadie lo sabía. Sus padres creían que le<br />

iba bien en la universidad, aunque en realidad consumía<br />

drogas y alcohol, tuvo que hacerse un aborto y se sentía<br />

muy deprimida.<br />

Laura: Sufrí tanto durante esos años. ¿Y si mi hija está<br />

pasando por lo mismo y no es capaz de comunicarse conmigo?<br />

Una vez más, sentí que en ese momento tenía que tomar<br />

una decisión. ¿Acompañaría a Laura en las inquietudes<br />

por su hija o seguiría ayudándola a precisar un obje-<br />

76<br />

tivo para la terapia? Como la consulta se acercaba a su fin,<br />

opté por hacer las dos cosas.<br />

Terapeuta: De modo que usted alcanzó su meta con su hija<br />

mayor, pero ahora le preocupa no lograrlo con la menor.<br />

Es comprensible, ya que la ve muy parecida a usted. Me<br />

doy cuenta de que querría tener con ella una conexión me­<br />

­or que la que usted tuvo con sus padres. Pero ¿qué otra diferencia<br />

habrá conseguido mi varita mágica mañana por<br />

la mañana?<br />

Laura: Aceptaré de buen grado los desafíos. Tal vez viviría<br />

en otro lado, construiría una casa. Me gustaría entusiasmarme<br />

con eso en vez de pensar que es demasiado esfuerzo.<br />

Laura siguió diciendo que había estado en terapia en<br />

forma intermitente durante los últimos doce años, desde<br />

que dejó a su marido. Decidió abandonarlo cuando sintió<br />

que ya estaba harta de no ser ella misma. En esas circunstancias<br />

comenzó a madurar y fue relativamente feliz, con<br />

altibajos ocasionales, diferentes de los sentimientos extremos<br />

que experimentaba en la actualidad.<br />

Terapeuta: ¿Cómo hizo entonces para no caer en esa fase<br />

de sentimientos extremos? [Siempre deben investigarse<br />

los recursos del pasado.]<br />

Laura: No esperaba tanto de mí misma... apenas estaba<br />

empezando. También recibía mucho apoyo. Participaba<br />

en grupos, tenía más amigos que ahora. Por otra parte,<br />

desde que trabajo por mi cuenta estoy más aislada que<br />

cuando trabajaba para otros.<br />

Terapeuta: ¿Cómo sabrá que ha logrado lo que desea<br />

ahora?<br />

Laura: Estaré más relajada.<br />

Terapeuta: ¿Cómo reconocerá ese estado? ¿Qué notará<br />

en sí misma y qué notarán otros en usted cuando esté más<br />

relajada?<br />

Laura: Sería más segura en mis decisiones, no estúpida e<br />

irracional.<br />

77


Terapeuta: Hábleme de los momentos de su vida en que se<br />

sintió segura de sí misma.<br />

Laura: Cuando decidí estar con Sam.<br />

Terapeuta: ¿Cómo tomó esa decisión?<br />

Laura (su rostro comienza a animarse visiblemente y habla<br />

con más lentitud): Presté atención a mis necesidades<br />

físicas y emocionales, mis sentimientos viscerales.<br />

Terapeuta: ¿Sus decisiones suelen ser acertadas?<br />

Laura: Sí, excepto en los últimos cinco meses.<br />

Laura confesó entonces sentir que había cometido un<br />

error al instar con demasiada anticipación a su hija menor<br />

a hacer el equipaje que llevaría a la universidad. Quería<br />

evitar las tensiones de último momento. Como siguió<br />

machacando con el tema, su hija finalmente se enojó y le<br />

dijo que dejara de ponerla nerviosa. Después contrajo una<br />

mononucleosis y pospuso su partida un mes más.<br />

Laura (con lágrimas en los ojos): Debería haberlo sabido.<br />

Laura volvió a sus quejas, especialmente en relación con<br />

su negocio. Me preocupaba que mis esfuerzos por evitar<br />

que se desviara hubieran sido perjudiciales para el clima<br />

emocional. Para remediarlo, me recliné en mi asiento y la<br />

escuché empáticamente mientras seguía ventilando detalles<br />

sobre la hondura de su depresión.<br />

Laura: Para mí, los sentimientos que tengo últimamente<br />

están «a contramano», son algo que yo asociaría más bien<br />

con una gran pérdida; por ejemplo, con la muerte de su<br />

padre.<br />

Terapeuta: ¿Cree que el hecho de que su hija menor se<br />

vaya de la casa es una gran pérdida? [<strong>El</strong> planteo de una<br />

idea que tal vez el cliente nunca tuvo o de la que no es<br />

consciente constituye una perturbación.]<br />

Laura: Bueno, no lo vi de ese modo.<br />

Terapeuta: Es el fin de una época para usted. La crianza<br />

de sus hijas le exigió un gran esfuerzo. ¿Cree que eso influye<br />

en su depresión?<br />

Laura (piensa en silencio cerca de un minuto): Sí.<br />

78<br />

Ahora, yo debía decidir si respondería o no a su pérdida<br />

y su aflicción. Como la presentación de Laura había sido<br />

muy emocional en todo momento, supuse que una perturbación<br />

cognitiva le sería más útil. Por lo tanto, le hice una<br />

pregunta sobre la ventaja que le ofrecería una perspectiva<br />

de admisión de dos posibilidades.<br />

Terapeuta: Se me ha ocurrido otra cosa. . . Mi pregunta<br />

puede parecerle extraña, y desde ya le aseguro que comprendo<br />

lo deprimida que se siente a causa de todo lo que<br />

me ha contado, y lo mucho que sufre, pero me preguntaba<br />

si usted cree que podría haber alguna ventaja... algo positivo<br />

en el hecho de haberse sentido así y no entusiasta,<br />

decidida y llena de vida.<br />

Laura (permanece en silencio un largo rato, y luego, de<br />

pronto): Es una forma de protegerme, de no asumir demasiadas<br />

responsabilidades. (Parece sorprendida.) ¿De dónde<br />

saqué eso?<br />

Terapeuta: ¿Y por qué ahora?<br />

Laura: No sé. Bueno, a lo mejor... se me ocurre que al irse<br />

las chicas, también yo podría irme.<br />

Terapeuta: ¿Irse?... ¿Se refiere a Milwaukee? ¿A Sam?<br />

[Su respuesta me sorprendió. Tenía que comprender su<br />

significado antes de seguir adelante.]<br />

Laura: A ambos.<br />

Terapeuta: ¿Es algo que le ha generado conflictos?<br />

Laura explicó que nunca había estado sola. Había pasado<br />

de la casa de sus padres al dormitorio de la universidad, y<br />

de este al matrimonio. Después del divorcio tuvo que ocuparse<br />

de sus hijas.<br />

Laura: Una parte de mí siente que es la primera vez que<br />

estoy libre de ataduras.<br />

Terapeuta: jEso puede ser tan alarmante como bueno!<br />

Laura explicó que en realidad no quería separarse de<br />

Sam, pero para seguir madurando tenía que sentirse más<br />

independiente de él desde el punto de vista emocional y<br />

79


económico. Parecía creer que era una situación de «o bien<br />

tal cosa o bien tal otra» y yo respondí explorando la actitud<br />

de «tanto una como otra»<br />

Terapeuta: ¿Puede imaginar que se siente más independiente<br />

y sin embargo apegada al mismo tiempo? ¿O tiene<br />

que ser una cosa o la otra?<br />

Laura dijo que no lo sabía, porque tendía a ser o bien demasiado<br />

conformista o bien rebelde. Creía que acumulaba<br />

resentimiento, y cuando estaba realmente enojada explotaba,<br />

incluso en el trabajo.<br />

Laura: Estoy mejor que antes, pero todavía tengo que<br />

aprender más a ser yo misma en un sistema: por eso me<br />

aislo.<br />

Advertí que me sentía frustrada porque Laura había recaído<br />

en la autocrítica. La frase la terapia centrada en la<br />

solución avanza a paso lento acudió a mi mente y abandoné<br />

mis intentos de hablar de una solución.<br />

Terapeuta: Bien, veo que le están sucediendo muchas<br />

cosas sobre las que necesita hablar. No tuve oportunidad<br />

de decírselo al comienzo de la entrevista, pero haré una<br />

breve pausa para pensar en lo que conversamos; luego le<br />

diré lo que creo y quizá le haga una sugerencia.<br />

Dado que yo trabajaba sola, sin un equipo, salí del consultorio<br />

y fui a mi oficina para pensar y redactar un mensaje<br />

de recapitulación (véase el capítulo 7). Este es el mensaje<br />

que le leí a Laura después de la pausa:<br />

Terapeuta: Lo que le oí decir hoy es que tuvo una vida difícil,<br />

una vida en la que siempre hizo lo que se esperaba de<br />

usted y trató de complacer a los demás, pero en los últimos<br />

diez años o algo así descubrió poco a poco un punto de<br />

mayor equilibrio entre la actitud de complacer a los otros<br />

y la de hacer lo que era bueno para usted. También me dijo<br />

que había superado muchas situaciones difíciles en su<br />

vida, como el consumo de drogas y el alcoholismo, el fra­<br />

80<br />

caso de su matrimonio y el hecho de tener que criar a sus<br />

hijas sin ayuda, y que remedió muchas cosas y maduró<br />

mucho. Me dijo que vino aquí para trabajar problemas<br />

que a su entender están relacionados con una depresión<br />

excesiva, sobre todo los problemas de abandono. También<br />

me comentó que su hija menor, que a su juicio se le parece<br />

mucho, se está preparando para dejar el hogar. Naturalmente,<br />

usted se preocupa y se pregunta si hizo un buen<br />

trabajo al criarla y si ella es feliz o, como usted cuando tenía<br />

su edad, se siente desdichada. Su partida la pone en<br />

situación de decirse a sí misma, por primera vez en su vida:<br />

«Puedo hacer lo que me plazca. No soy responsable de<br />

nadie ni ante nadie». (Pidiendo a Laura que confirme que<br />

la he comprendido.) ¿Digo bien? (Laura asiente.) Mi respuesta<br />

a lo que me dijo es que se requiere mucha inteligencia<br />

y fortaleza para madurar tanto como usted lo hizo.<br />

Aunque ha llegado a un buen momento de la vida y merece<br />

crédito por ello, es también un período de pérdida e<br />

incertidumbre. Es lógico que se sienta triste porque una<br />

fase de su vida está llegando a su fin, y también emocionada<br />

y temerosa porque comienza una nueva etapa. En momentos<br />

como este no es irrazonable creer que uno no puede<br />

controlar sus emociones y sentirse paralizado. Especialmente<br />

en el caso de alguien como usted, que ha hecho<br />

un gran esfuerzo para tratar de comprenderse y tomar la<br />

vida en sus manos.<br />

Como usted sabe, la dependencia y la independencia<br />

no son una cuestión de o esto o aquello. Una persona realmente<br />

independiente es la que sabe cuándo pedir ayuda y<br />

cuándo arreglárselas sola. Esto es algo que al parecer usted<br />

ya sabe, porque conoce el valor del apoyo y porque buscó<br />

ayuda al venir aquí. (Laura asiente.) ¿Algún comentario?<br />

(Laura niega con la cabeza.) Bien, me pregunto si desea<br />

volver para hablar conmigo.<br />

Laura: Oh, sí, sin duda. Usted parece comprender.<br />

Terapeuta: Entonces, quizá quiera pensar en lo siguiente<br />

para la próxima vez: «Cuando esté preparada para seguir<br />

adelante con mi vida, ¿cómo podré hacerlo gradualmente<br />

sin sentir que abandono a alguien o que me abandonan?».<br />

[Obsérvese que volví a su tema original del abandono.]<br />

81


Laura: ¡Me gusta lo que dijo sobre la dependencia y la independencia!<br />

Sé que no quiero estar sola, pero ¿cómo<br />

puedo mantener una relación y ser más yo misma?<br />

Cuando Laura vino a verme diez días después parecía<br />

otra persona. Estaba sonriente y concentrada. Informó<br />

que entretanto había pasado por algunos momentos difíciles,<br />

pero se sentía capaz de controlar las cosas.<br />

Laura: Seguí escuchándome y confié en que todo saldrá<br />

bien. Además, centré mi tarea en lo que había estado pensando,<br />

y el hecho de que usted lo entendiera me indicó que<br />

también tenía sentido para usted... que estamos en el<br />

mismo camino. Luego me di cuenta de que en buena medida<br />

el temor de ser abandonada subsiste en mí y no me<br />

abandona... no ser tan emotiva y soportar la situación...<br />

mantener la calma en mi interior.<br />

Terapeuta: ¿Cómo evita abandonarse?<br />

Laura: Me recuerdo que existe un «yo». Hay alguien dentro<br />

de mí con quien puedo estar. En parte, el aislamiento<br />

que sentí hace poco era porque deseaba hasta tal punto<br />

alimentarme de los demás, que iba demasiado hacia ellos<br />

y no podía oírme a mí misma. En general, mi antiguo yo<br />

ha funcionado bien durante mucho tiempo.<br />

Laura comentó luego que estaba cansada de ocuparse<br />

de su hija —necesitaba separarse de ella por algún tiempo—,<br />

y que le había molestado mucho la posibilidad de<br />

que ésta no se fuera ya de la casa, como estaba planeado.<br />

Pero después de la última sesión había caído en la cuenta<br />

de que era sólo una cuestión de tiempo y que esa breve demora<br />

les daba la oportunidad de separarse de manera<br />

adecuada. También informó que había conseguido un<br />

nuevo proyecto de diseño que la entusiasmaba.<br />

Al final de la sesión, Laura preguntó si era necesario<br />

seguir acudiendo a mi consultorio. Le dije que ella era el<br />

mejor juez en ese asunto. Se fijó una cita para un mes más<br />

tarde y convinimos en que si llegado el momento la<br />

consideraba innecesaria, podía cancelarla. La canceló, en<br />

82<br />

efecto. Desde entonces me he encontrado con ella casualmente<br />

un par de veces y me dijo que seguía bien.<br />

Decidí tomar a Laura como ejemplo porque es el tipo de<br />

persona que plantea los mayores desafíos a los terapeutas<br />

centrados en la solución. Exige un esfuerzo considerable<br />

decidir durante cuánto tiempo se debe cooperar con la<br />

negatividad, y si se debe —y cuándo— tratar de orientar<br />

al cliente hacia los elementos positivos y el futuro. La respuesta,<br />

por lo común, es una mezcla de ambas actitudes,<br />

según cuales sean las respuestas del cliente. Lo importante<br />

es otorgar más valor a la relación en desarrollo y al clima<br />

emocional que al empleo de la técnica. Esto ha sido<br />

confirmado por un estudio del proceso relacional de la<br />

TCS (Beyebach et al., 1996), en el que se comprobó que los<br />

intentos de los terapeutas de controlar la conversación<br />

con los clientes para producir un cambio (por ejemplo, mediante<br />

una pauta de preguntas y respuestas frecuentes)<br />

dan por resultado una tasa más alta de deserción prematura<br />

de estos últimos. Los investigadores sugieren que<br />

la actitud de limitarse de tanto en tanto a escuchar a los<br />

clientes sin realizar ninguna intervención puede ser beneficiosa<br />

a largo plazo.<br />

En este caso, la conversación entablada durante la sesión<br />

puso de manifiesto, sin duda, que yo me esforzaba por<br />

entender, pero las respuestas de Laura indicaban que tal<br />

vez se preguntaba si realmente era así. Sus comentarios<br />

después de la lectura del mensaje demostraron que se<br />

sentía confirmada y que había adquirido una nueva perspectiva.<br />

Creo que el mensaje de recapitulación generó la<br />

confianza que consolidó su relación conmigo.<br />

En el próximo capítulo volveré a abordar las elecciones<br />

que deben hacer los terapeutas en relación con los clientes,<br />

principalmente con el fin de decidir a qué responder y<br />

qué pasar por alto.<br />

83


3. Comprender a los clientes<br />

Una pregunta que formulan con frecuencia los terapeutas<br />

centrados en la solución es cómo decidir a qué responder<br />

y qué pasar por alto cuando se habla con los clientes.<br />

Se requiere mucha experiencia para advertir que los<br />

clientes tienen sus propias ideas acerca de los temas que<br />

desean abordar, y no siempre contestan nuestras preguntas.<br />

Si nos desentendemos de sus necesidades, en algunos<br />

casos las consecuencias serán peores que si forzáramos la<br />

conversación para aludir a los elementos positivos y el futuro,<br />

a causa de los efectos de esta presión sobre el clima<br />

emocional. Y, sin embargo, el objetivo de la TCS es, precisamente<br />

lograr que los clientes construyan una manera<br />

diferente de percibir su situación. En este capítulo se analiza<br />

el dilema y se sugieren maneras de enfrentarlo.<br />

Oír versus escuchar<br />

La decisión sobre lo que exige una respuesta y lo que<br />

debe pasarse por alto se relaciona con la distinción entre<br />

«oír» y «escuchar». Lo que oímos es todo lo que nos dicen<br />

nuestros clientes. Lo que escuchamos está determinado<br />

por nuestra teoría y sus supuestos, y tiene que ver con una<br />

actitud alerta a las preguntas y respuestas apropiadas<br />

(<strong>Lipchik</strong>, 1988a; <strong>Lipchik</strong> y De Shazer, 1986). Por ejemplo,<br />

sabemos que los cambios producidos antes de la sesión<br />

pueden ser importantes para las soluciones (Weiner-<br />

Davis, De Shazer y Gingerich, 1937), por lo que escuchamos<br />

con atención a fin de detectarlos. Como presumimos<br />

que nada es totalmente negativo, cuando un cliente descri-<br />

84<br />

be una situación muy desesperada, estamos atentos a<br />

cualquier pequeño detalle que pueda destacarse como<br />

una excepción o un punto fuerte. No pasamos por alto nada<br />

de lo que oímos, pero, al mismo tiempo, sólo respondemos<br />

a lo que es potencialmente útil para el cliente. La «audición»<br />

sirve de telón de fondo a la «escucha» y es un proceso<br />

más pasivo. Lo que oímos nos proporciona un conocimiento<br />

general de lo que los clientes quieren y de su modo<br />

de cooperar. Registra lo que quieren decir, lo que podrían<br />

sentir y lo que no dicen. A veces pedimos una aclaración<br />

sobre lo que oímos porque captamos un indicio de que una<br />

mayor claridad podría ayudarnos a encontrar una solución.<br />

La aclaración puede llevar a un cambio de dirección,<br />

si el cliente lo acepta, y se convierte entonces en el foco de<br />

nuestra escucha. Cuando las soluciones se vuelven claras,<br />

la escucha para reforzar el cambio puede pasar a ocupar el<br />

primer plano.<br />

Por ejemplo, si los padres de Zak, derivados por el<br />

orientador vocacional de la escuela secundaria local, me<br />

vienen a consultar sobre la agresividad descontrolada de<br />

su hijo en la escuela, es posible que también «oiga» que<br />

duerme mal, es poco afecto a la higiene y no se lleva bien<br />

con su hermano menor. Preguntaré a los padres cuál de<br />

esos problemas quieren abordar en primer lugar. Si deciden<br />

hablar de la relación de Zak con su hermano, centraré<br />

mi escucha en esa cuestión. No puedo responder a todo lo<br />

que dicen porque en ese caso la conversación sería dispersa<br />

y los clientes probablemente se irían más confundidos<br />

que al llegar. Por lo tanto, si mientras escucho, oigo a los<br />

padres discrepar acerca de la causa del comportamiento<br />

de Zak con su hermano, al principio pasaré esto por alto,<br />

porque en la conducta humana no hay realmente causa y<br />

efecto. Pero si la discrepancia resuena como un zumbido<br />

que me distrae de la conversación, comenzaré a escucharla<br />

en busca de señales de concordancia entre ellos que<br />

puedan ser un paso hacia una solución. Si, mientras estoy<br />

atento a una concordancia, oigo que las discrepancias entre<br />

ellos van más allá de los problemas de Zak y de la<br />

paternidad en general, les preguntaré si quieren hablar<br />

sobre sus desacuerdos globales o sobre la relación de Zak<br />

85


con su hermano. Si no aclaro este punto, no sabré a qué responder<br />

ni qué pasar por alto. Este proceso de focalización<br />

de la conversación se describía en otro tiempo por medio<br />

de fórmulas, pero en la práctica concreta puede contextualizarse<br />

con comprensión y empatia para crear un clima<br />

emocional seguro.<br />

<strong>El</strong> significado<br />

Oír y escuchar son una parte integral del lenguaje, en<br />

cuanto constituyen un proceso recurrente de coordinación<br />

de las interacciones lingüísticas (Maturana y Varela,<br />

1987, pág. 211) con los clientes. Oímos y escuchamos en<br />

busca del significado que nuestros clientes asignan a lo<br />

que nos dicen sobre su vida porque hacerlo nos ayuda a<br />

comprender su visión específica del mundo. Aunque ese<br />

significado es subjetivo, también es «dependiente del contexto»<br />

(Anderson, 1997, pág. 206). Por ejemplo, la palabra<br />

«divorcio» puede no significar lo mismo para un católico<br />

devoto que para un agnóstico, para una persona cuyos padres<br />

se divorciaron que para otra cuyos padres siguen felizmente<br />

unidos, para quien se ha divorciado que para<br />

quien no lo ha hecho. Por un lado, nuestros clientes y nosotros<br />

entendemos la definición de la palabra «divorcio»<br />

en nuestra sociedad; por otro, no podemos suponernos sabedores<br />

del significado que tiene el proceso de divorciarse<br />

para un cliente determinado. Puede significar fracaso,<br />

vergüenza, pecado o alivio.<br />

Para los terapeutas narrativistas (Freedman y Combs,<br />

1996; White, 1995; White y Epston, 1990), las preguntas<br />

sobre el significado tienen el propósito de ayudar a los<br />

clientes a reflexionar sobre las historias de su vida y sus<br />

relaciones, y a considerar y experimentar otras historias<br />

que serán menos problemáticas para ellos.<br />

Para los terapeutas del modelo de los sistemas de lenguaje<br />

cooperativo (Anderson, 1997; Hoffman, 1990,1998),<br />

la totalidad de la conversación entablada durante la terapia<br />

es un medio de generar nuevos significados que lle-<br />

86<br />

van a «la autoagencia y la disolución del problema» (Anderson,<br />

1997, pág. 109).<br />

En la TCS, las preguntas sobre el significado nos proporcionan,<br />

y proporcionan a los clientes, mayor claridad<br />

sobre la percepción del problema y cómo sabrán los clientes<br />

que está resuelto. Por ejemplo, cuando una cliente que<br />

tiene una relación tempestuosa con su hermana dice que<br />

ha venido en busca de ayuda para «enfrentar la situación»,<br />

es necesario preguntarle qué significa para ella<br />

«enfrentar la situación». Podría significar que quiere cambiar<br />

algo en sí misma o que quiere cambiar a su hermana.<br />

La diferencia puede conducir a conversaciones diferentes<br />

sobre la solución. A menos que insistamos en la claridad,<br />

terminaremos conversando sobre temas diferentes.<br />

A menudo, las preguntas sobre el significado suscitan<br />

una respuesta que se relaciona con las emociones. Si ello<br />

no ocurre, y si se lo considera apropiado, pueden ser complementadas<br />

con una pregunta que despierte emociones.<br />

Por ejemplo, si la cliente recién mencionada quiere cambiar<br />

a su hermana para que esta no emplee términos ultrajantes<br />

al hablar de ella con su madre, la meta que se ha<br />

fijado es poco realista, ya que no podemos modificar la<br />

conducta de otra persona. Pero el hecho de preguntarle<br />

cómo la afecta emocionalmente la conducta de su hermana<br />

puede inducirla a decir que se siente irritada, rechazado<br />

o asustada, lo cual redefine el problema y posibilita<br />

una solución más realista, puesto que requiere que ella, y<br />

no su hermana, haga algo diferente.<br />

Mi descripción del uso posible del significado en la TCS<br />

puede parecer deliberada o estratégica. De hecho, mi<br />

intención es decir que hay un propósito y una estrategia<br />

en nuestra manera de decidir a qué debemos responder y<br />

qué debemos pasar por alto (Quick, 1994). Las decisiones<br />

se basan en nuestra teoría y en la información obtenida de<br />

las respuestas dadas a preguntas determinadas por ella.<br />

Nuestra intención es de crucial importancia. Las decisiones<br />

que tomamos en relación con los clientes deben estar<br />

motivadas por la genuina convicción de que nosotros no<br />

podemos cambiar a los clientes; sólo ellos pueden cambiar-<br />

87


se a sí mismos, y por el propósito de ayudarlos a descubrir<br />

sus propias soluciones.<br />

Las preguntas intencionales sobre el significado que se<br />

formulan con el mero objetivo de generar un nuevo significado<br />

no están en armonía con el pensamiento centrado en<br />

la solución aunque tengan potencial para producir información.<br />

Las preguntas aleatorias sobre el significado pueden<br />

dispersar el proceso centrado en la solución, en lugar<br />

de mantenerlo enfocado en ella.<br />

Hablar del problema versus hablar de la solución<br />

Una de las creencias relacionadas con la TCS ha sido la<br />

de que debía pasarse por alto la «conversación sobre el<br />

problema» y prestarse atención sólo a la «conversación sobre<br />

la solución». Las expresiones «conversación sobre la<br />

solución» y «conversación sobre el problema» fueron acuñadas<br />

hace muchos años en el Brief Family Therapy Center<br />

(De Shazer, 1994, pág. 80) para designar las descripciones<br />

que hacían los clientes de los aspectos negativos<br />

(orientados hacia el problema) y de los aspectos positivos<br />

(excepciones, recursos, cambios recientes) de su vida.<br />

<strong>El</strong> efecto que produce en los clientes la «conversación<br />

sobre la solución» ha sido documentado en dos investigaciones.<br />

Gingerich, De Shazer y Weiner-Davis (1988) comprobaron<br />

que el cambio ocurre más pronto y la terapia es<br />

más breve si el terapeuta comienza a hablar de la solución<br />

en la primera sesión, tan tempranamente como le sea posible.<br />

Shields, Sprenkle y Constantine (1991) descubrieron<br />

que el tratamiento tiene más probabilidades de proseguir<br />

y completarse cuando la conversación sobre la solución<br />

se inicia en los primeros momentos. Esta información<br />

es útil, pero sería erróneo deducir de ella que los terapeutas<br />

deben ser directivos en todas las ocasiones. De hecho,<br />

sus decisiones relacionadas con los clientes deben basarse<br />

en la situación individual y sin perder de vista la importancia<br />

primordial que cabe atribuir a la calidad de la relación<br />

terapeuta-cliente.<br />

88<br />

Los clientes, no los terapeutas, deciden si quieren hablar<br />

o no de las soluciones. Laura, cuyo caso hemos relatado<br />

en el capítulo 2, volvía a referirse al problema cada vez<br />

que se planteaba la conversación sobre la solución, incluso<br />

después de haber dado algunas respuestas positivas. Sus<br />

reacciones indicaban que necesitaba hablar de su problema.<br />

Sin embargo, como se ha señalado, es posible que a<br />

pesar de todo las incursiones en la conversación sobre el<br />

futuro hayan sido registradas y facilitado indirectamente<br />

la solución que Laura halló por sí misma entre sesiones.<br />

Nunca sabemos de qué modo lo que decimos afecta a los<br />

clientes, incluso cuando no responden, pero es menos<br />

arriesgado dejarles la iniciativa que insistir en llevarlos<br />

en una dirección que no desean seguir.<br />

Marilyn LaCourt, una de las creadoras originales de la<br />

TCS, acuñó la expresión «conversación transicional» para<br />

designar la fase en que el terapeuta da esperanzas, evalúa<br />

la motivación, se centra en los pequeños cambios e<br />

identifica los éxitos del pasado. LaCourt cree que la conversación<br />

sobre el problema no es necesariamente negativa<br />

porque brinda la oportunidad de manifestar comprensión<br />

y empatia, asignar un orden de prioridad a las<br />

quejas y poner en claro lo que desea el cliente (comunicación<br />

personal, 1999).<br />

<strong>El</strong> peligro de usar expresiones descriptivas como «conversación<br />

sobre el problema» y «conversación sobre la solución»<br />

reside en que son muy concretas (o bien... o bien)<br />

y pueden inducirnos a ser demasiado directivos con nuestros<br />

clientes. Al margen de su efecto sobre el clima emocional,<br />

esas etiquetas pueden impedirnos tanto oír como escuchar<br />

otras sutilezas que podrían ser valiosas para las<br />

soluciones. En lugar de pensar en términos de «conversación<br />

sobre el problema» y «conversación sobre la solución»,<br />

es preferible considerar las charlas que mantenemos con<br />

los clientes como un proceso interaccional («lenguajeo»<br />

[«languaging»]). En este proceso, el problema y las posibilidades<br />

de solución se entretejen poco a poco en una trama<br />

que finalmente representará la solución para el cliente.<br />

Lo que define una situación como problema o solución es<br />

el significado que le asignan las personas, y no las pala-<br />

89


as utilizadas para describirla. <strong>El</strong> sentimiento de tristeza<br />

puede considerarse un problema si se cree que es una<br />

enfermedad, o una solución si significa (fue una persona<br />

que ha estado eludiendo la aflicción termina por aceptar<br />

una pérdida.<br />

Poner etiquetas a cualquier aspecto de nuestras conversaciones<br />

con los clientes tiene escaso valor y puede<br />

distraernos. Si estamos resueltos a oír lo que dicen prescindiendo<br />

del valor negativo o positivo de sus palabras, sabremos<br />

cuándo comenzar a estar atentos a una oportunidad<br />

de ayudarlos a adquirir otra perspectiva. Por ejemplo,<br />

un cliente que está describiendo un problema puede emplear<br />

de pronto el pasado: «Me resulta muy difícil ponerme<br />

en movimiento por la mañana porqué duermo mal y<br />

tengo pesadillas. Tardo mucho en salir de la cama. Solía<br />

volver a dormirme varias veces, pero aún hoy no me levanto<br />

tan rápido como debería». Obsérvese que el cliente<br />

dijo que «solía» volver a dormirse. Esta puede ser una semilla<br />

positiva que debería cultivarse. <strong>El</strong> terapeuta puede<br />

tratar de comunicar su comprensión del malestar del<br />

cliente a raíz de la situación, y luego preguntar: «¿Dijo usted<br />

que últimamente se ha producido un cambio en su<br />

manera de levantarse?». Una respuesta afirmativa del<br />

cliente da la oportunidad de indagar sobre el posible significado<br />

de ese cambio, cómo ocurrió y si el cliente quiere<br />

que siga ocurriendo o hacer que ocurra más a menudo o de<br />

otra forma. La elaboración gradual a partir de un término<br />

en tiempo pasado, protegida en un clima emocional de<br />

aceptación y comprensión, puede ayudar al cliente a pensar,<br />

actuar y sentir con respecto a su situación de modo<br />

diferente de como lo hacía antes de esta conversación.<br />

La delicada tarea del terapeuta consiste en adaptar el<br />

proceso terapéutico a cada uno de sus clientes. Esta tarea<br />

requiere intuición y un buen juicio afinado por la experiencia.<br />

Lo esencial es adaptar el proceso terapéutico sobre<br />

la base de la escucha y la comprensión del modo particular<br />

que tienen nuestros clientes de experimentar su<br />

mundo.<br />

90<br />

Contenido versus proceso<br />

«<strong>El</strong> terapeuta familiar habla con la familia sobre el contenido<br />

del problema, pero piensa en el proceso de discusión por medio<br />

del cual tratan de resolverlo».<br />

NlCHOLS Y SCHWARTZ (1995, pág. 487)<br />

<strong>El</strong> contenido es lo que los clientes nos dicen sobre sus<br />

situaciones; el proceso es su modo de actuar en relación<br />

con lo que dicen. Por lo general, los clientes no son conscientes<br />

de su proceso. Un ejemplo extremo podría ser el de<br />

una familia que habla de problemas graves y amenazantes<br />

para su existencia en un tono despreocupado y bromista,<br />

sin dejar de reír.<br />

La consideración del proceso ha perdido vigencia desde<br />

que los terapeutas reemplazaron el pensamiento sistémico,<br />

que se centraba en la conducta, por el lenguaje, que se<br />

centra en la cognición. La interrupción de pautas de conducta<br />

ha sido sustituida por la creación de nuevo significado.<br />

En lugar de preguntar: «¿Qué hace mamá cuando<br />

papá le grita a Johnny por haber derramado la leche?»,<br />

ahora nos inclinamos a preguntar qué significan los gritos<br />

de papá a propósito de la leche derramada desde el punto<br />

de vista de la relación entre mamá y papá y la relación de<br />

ambos con Johnny.<br />

Con todo, si consideramos que el lenguaje es una acción<br />

y que la meta de la terapia es cambiar las acciones<br />

(conductas, cognición y emociones), el proceso sigue siendo<br />

importante. La única diferencia es que ya no estamos<br />

exclusivamente interesados en las conductas observables,<br />

sino también en los aspectos emocionales del proceso.<br />

La meta de la TCS es usar el lenguaje con los clientes<br />

de un modo que afecte el contenido y el proceso, como lo<br />

hacen los terapeutas estratégicos. Sin embargo, salvo<br />

raras excepciones, las técnicas no bastan por sí solas para<br />

alcanzar esa meta. Si quieren lograr el objetivo, los terapeutas<br />

deben adaptarse al modo de cooperar de los clientes,<br />

tanto en términos de lo que dicen como de su manera<br />

de actuar.<br />

91


Primera parte. Teoria y practica


Quiero aclarar que cuando hablo del proceso me refiero<br />

no sólo a la forma como los clientes actúan entre sí, sino<br />

también a la interacción de los terapeutas con ellos. Nuestro<br />

proceso con los clientes es una conversación en la cual<br />

estos nos dicen y nos muestran que están estancados, y<br />

nosotros hablamos con ellos de sus ideas y experiencias<br />

pasadas, presentes y futuras relativas a la salida del estancamiento.<br />

Pero esa conversación debe ser dirigida de<br />

un modo que se adecue a la visión del mundo y el estilo interaccional<br />

de los clientes, teniendo en cuenta, por ejemplo,<br />

si son detallistas, controladores, de temperamento artístico,<br />

competitivos o conformistas. Este tipo de conversación<br />

crea un nuevo proceso que tiene mayores probabilidades<br />

de conducir a una solución.<br />

La urgencia por encauzar las conversaciones de los<br />

clientes hacia descripciones de conductas puede llevar a<br />

un punto muerto. Además de las conductas, el proceso de<br />

nuestros clientes incluye las emociones, aunque quizá<br />

sean más difíciles de observar. La conducta fría y distante<br />

de un marido no significa que no sufra tanto como su histérica<br />

y pegajosa mujer, ni que ese dolor no afecte su proceso<br />

tanto como el de ella. Por consiguiente, sugiero que<br />

los terapeutas hablen expresamente de los sentimientos<br />

con todos sus clientes, pues los sentimientos son inseparables<br />

de la conducta y la cognición. De hecho, hay algunas<br />

pruebas de que las emociones son una fuerza dominante<br />

en la conducta (LeDoux, 1996; Panksepp, 1998). No se necesitan<br />

muchas pruebas científicas para saber que son<br />

fundamentales en las relaciones familiares y de pareja.<br />

Mary, una atractiva mujer de 35 años, inició una terapia<br />

para formarse una idea de sus dificultades, ya que no<br />

podía mantener una relación seria con ningún hombre.<br />

Informó que concurría a bailes de solteros con la esperanza<br />

de conocer hombres, pero que estos siempre perdían<br />

interés en ella después de haber bailado una pieza. A veces<br />

un hombre la invitaba a salir, pero nunca volvía a llamarla<br />

para una segunda salida. No podía comprender la<br />

causa de ello, pues no se consideraba ni poco agraciada ni<br />

tonta, tenía un buen empleo y trataba de agradar.<br />

92<br />

Mary no podía dar con ninguna excepción a sus quejas.<br />

Su idea de un milagro era que alguien se interesara en<br />

ella lo suficiente para querer pasar mucho tiempo en su<br />

compañía y finalmente casarse. Nadie quería volver a<br />

verla después de una o dos citas. No podía ocurrírsele ninguna<br />

actitud diferente para conseguir que un hombre volviera<br />

a llamarla. Mary no sabía nada de su proceso. Preguntarle<br />

qué significado tenían para ella esos rechazos<br />

probablemente la llevaría a incrementar sus autorreproches.<br />

Mary creía, sin duda, que la causa del problema<br />

eran, de alguna manera, sus defectos.<br />

Es probable que las preguntas circulares (Selvini Palazzoli,<br />

Cecchin, Prata y Boscolo, 1978) arrojaran alguna<br />

luz sobre el proceso de Mary y le permitieran considerar<br />

diferentes opciones. Por ejemplo: «¿Qué cree que dirán<br />

los hombres sobre su manera de reaccionar cuando flirtean<br />

con usted?»; «¿Cómo quiere que la perciban los hombres?»;<br />

«¿Cómo se sentiría si la percibieran de esa manera?»;<br />

«¿Cuál sería, en su opinión, la diferencia en ese caso?»;<br />

«¿Qué cree que debe hacer para conseguir que los<br />

hombres la vean interesada en ellos?»; «¿Qué características<br />

advierte en las mujeres que parecen retener el interés<br />

de los hombres?».<br />

Las técnicas centradas en la solución no eran apropiadas<br />

para Mary porque carecían de un contexto en el que<br />

ella pudiera considerarlas. Mary sólo era capaz de percibir<br />

su situación a su modo y por eso estaba atascada. Su<br />

manera de ver las cosas no tomaba en cuenta el punto de<br />

vista de los hombres a quienes quería atraer. De hacerlo,<br />

habría sido capaz de hallar una solución. Las preguntas<br />

circulares tenían el propósito de ofrecerle el contexto necesario.<br />

A algunos clientes les resulta difícil ver las cosas<br />

desde una perspectiva diferente de la suya propia. Suponiendo<br />

que no fuera ese el caso de Mary, ampliar su visión<br />

para incluir en ella el proceso le daría la oportunidad de<br />

considerar si tenía la capacidad o el deseo de ensayar algunas<br />

conductas diferentes con los hombres. Si los sentimientos<br />

no se manifiestan naturalmente como parte de<br />

esa conversación, el terapeuta debe preguntar sobre ellos.<br />

Esto proporcionará una fuente de información mucho<br />

93


96<br />

Terapeuta: Ajá. Entonces, ¿qué ha hecho hasta ahora para<br />

arreglárselas?<br />

Marie: Bueno, me gusta sentarme y escribir o leer un libro<br />

o algo así, y a veces sólo dejo pasar el tiempo y se acabó.<br />

Casi nunca sé las respuestas.<br />

Terapeuta: En su opinión, ¿por qué creía el doctor que usted<br />

debía venir aquí? [En lugar de tratar de comprender<br />

las necesidades de la cliente, procura conocer las razones<br />

de la derivación.]<br />

Marie: No quiso hablarme.<br />

Terapeuta: Ah, ya veo.<br />

Marie: Eeeh... Es curioso, porque yo dije: ¿y ahora por<br />

qué sugiere que venga a una sesión de terapia? Un momento,<br />

¿estoy loca o qué? Entonces él dijo que no, que es<br />

sólo que a veces puede ayudar. Yo pensé que a lo mejor estaba<br />

por darme uno de esos ataques de rabia, sabe, o algo<br />

así, pero sería lo mejor, sabe, porque he estado sintiendo<br />

como un dolor, si estoy muy trastornada me duele todo el<br />

cuerpo, o me dan dolores de cabeza por la tensión algunas<br />

veces, como si alguien me la triturara, y después a la noche,<br />

cuando me voy a la cama, no me acuesto hasta las<br />

cuatro o las cinco de la mañana, y después arriba otra vez.<br />

Terapeuta: ¿A qué hora se levanta?<br />

Marie le dijo al terapeuta que a causa de la actitud del médico<br />

y de sus síntomas físicos temía tener un problema<br />

grave. Pero el terapeuta se limitó a preguntarle a qué hora<br />

se levantaba. Esta elección podía reforzar la idea de<br />

Marie de que estaba realmente mal, puesto que ese experto<br />

no la entendía. Además, como la joven informó que el<br />

médico que la había enviado «no quiso hablar con ella», el<br />

terapeuta debería haber hecho un esfuerzo especial por<br />

actuar de otro modo, es decir, conectarse con ella y ser<br />

directo.<br />

Marie: Quiero decir que en realidad no descanso mucho.<br />

Me imagino que debe ser algo que me está molestando<br />

realmente y que no quiero saber, pero entonces, sabe, es<br />

como que, la verdad, quisiera saber.<br />

Terapeuta: Bien, ¿qué tiene que ocurrir en su cabeza para<br />

que al terminar su sesión o sus sesiones aquí se diga a sí<br />

misma: ¡Vaya, eso sí que me ayudó!? ¿Qué tendría que<br />

ocurrirle en su casa? [Trata de definir una meta. Los términos<br />

empleados en la segunda pregunta, «qué tendría<br />

que ocurrirle en su casa», limitan las posibles respuestas<br />

de Marie. <strong>El</strong> problema aún no ha sido definido lo suficiente<br />

para justificar la focalización en el hogar.]<br />

Marie: Bueno, esa es otra pregunta difícil. En realidad, no<br />

lo sé. 1) Como dije, han sucedido algunas cosas que, sabe,<br />

no deberían pasar, y también hay gente que debería o no<br />

debería estar en mi vida, pero que entran v salen constantemente.<br />

.. 2) y además está mi madre. Es muy difícil,<br />

3) uno quiere irse con los chicos y no dejar que nadie sepa<br />

dónde está. Pero entonces, cuando tiene una oportunidad<br />

de hacerlo. 4) alguien piensa que uno es diferente o raro<br />

porque no bebe o no hace algunas de las cosas que ellos<br />

hacen.<br />

Terapeuta: Bien, permítame hacerle otra pregunta. Si se<br />

fuera a dormir esta noche, al parecer usted no duerme<br />

mucho, pero si se fuera a dormir esta noche y se despertara<br />

mañana por la mañana y los problemas hubieran desaparecido,<br />

se hubieran resuelto, ¿qué sería diferente?<br />

Obsérvese que la respuesta previa de la cliente incluye<br />

cuatro puntos: 1) algunas personas entran en su vida y salen<br />

de ella constantemente, y no deberían hacerlo; 2) su<br />

madre es un problema; 3) Marie quiere irse junto con sus<br />

hijos, y 4) la gente la considera «rara» porque no se comporta<br />

como ellos. Esto requiere una respuesta que informe<br />

a la cliente que ha sido oída y que el terapeuta la compadece<br />

por su confusión y su angustia. Por ejemplo: «Al parecer,<br />

hay muchas cosas que la molestan. Desearía saber<br />

más sobre eso. ¿Con cuál de ellas quiere empezar?», o<br />

«Parece que su gente la critica cuando usted decide por sí<br />

misma».<br />

La decisión del terapeuta de formular la pregunta del<br />

milagro es quizás una tentativa de averiguar qué quiere<br />

Marie. Esa pregunta puede ayudar a los clientes a tener<br />

en claro lo que quieren.<br />

97


Marie: Bueno, probablemente trataría sobre todo, sabe,<br />

de mejorar como madre.<br />

Terapeuta: Bien.<br />

Marie (continúa):. .. y cuando se está acostumbrada a ser<br />

independiente y se tiene que depender de otra persona,<br />

eso duele.<br />

Terapeuta: ¿Está acostumbrada a ser dependiente o independiente?<br />

[Este es un buen momento para preguntar a la<br />

cliente qué significan esos términos.]<br />

Marie: Bueno, a veces lo uno. ..y a veces lo otro.<br />

Terapeuta: Si esta noche ocurriera un milagro y usted se<br />

despertara mañana y sus problemas hubieran desaparecido,<br />

¿sería dependiente o independiente?<br />

Marie: Bueno, como dije, es confuso. Lo he pensado varias<br />

veces y me pregunté si cambiaría esto o aquello,..<br />

Terapeuta: ¿Si cambiaría qué? [Este es un buen ejemplo<br />

de un terapeuta que responde a lo que ha oído y trata de<br />

averiguar sí es algo que debe escuchar con más detenimiento.]<br />

Marie: Está bien. Yo no me comunico con nadie, y creo que<br />

si pudiera irme del vecindario donde estoy ahora, sabe, tal<br />

vez estaría mejor, pero en realidad no puedo decir si lo<br />

haría, pero me sentiría más cómoda. . . no tendría que<br />

soportar tanta tensión.<br />

Terapeuta: Dígame, si ocurriera ese milagro, ¿cree que<br />

estaría menos sola, se juntaría un poco más con otras personas,<br />

se comunicaría un poco más?<br />

Marie ofreció finalmente una descripción más clara de<br />

su problema. En este punto hubiera sido más eficaz formular<br />

la pregunta del milagro de una manera más abierta;<br />

«Si ocurriera ese milagro, ¿qué sería diferente?».<br />

Marie: Eeeh. . . no sé ... no puedo, bueno, nunca pude<br />

estar con gente que, sabe, siempre quieren que uno sea<br />

como ellos quieren que sea ... Me imagino, yo sólo puedo<br />

ser yo y tú sólo puedes ser tú, así que si no puedes<br />

aceptarlo, está bien.<br />

98<br />

<strong>El</strong> supervisor ingresó en la sala para indicar al terapeuta<br />

que debía preguntar por los problemas físicos que<br />

motivaron la derivación de la cliente.<br />

Terapeuta: Bien, al parecer en estos días usted ha tenido<br />

dolores de cabeza y otros dolores, y hay gente que entra y<br />

sale de su vida. ¿Qué pasa cuando no le duele la cabeza y<br />

está satisfecha consigo misma? ¿Qué sucede entonces?<br />

[No responde a lo que oyó y continúa con la conversación<br />

sobre la solución. La búsqueda de una excepción a una de<br />

las numerosas quejas que el cliente no ha destacado no<br />

suele ser productiva.]<br />

Marie: Bueno, no demasiado de nada. Quiero decir, estoy<br />

casi en trance. No quiero decir nada y en realidad es como<br />

si no supiera qué decirle a nadie. Ojo, no es que no me<br />

lleve bien con mis hijos, me llevo muy bien con ellos.<br />

Terapeuta: ¿De veras? ¡Magnífico! Conozco a muchas madres<br />

que dicen tener problemas constantes con sus hijos<br />

pequeños. [Refuerza un aspecto positivo, lo que constituye<br />

una buena respuesta de apoyo en cualquier situación.]<br />

Marie: No son los niños, porque, sabe, yo digo que si<br />

tuviera que tener hijos preferiría esperar hasta terminar<br />

la escuela secundaria, para hacer las cosas que quiero<br />

hacer, y así ocurrió...<br />

Terapeuta: ¿Qué pasó? [Oportuno pedido de aclaración.]<br />

Marie: Quiero decir, me quedé embarazada, sabe, y vinieron<br />

los chicos, uno tras otro.<br />

Terapeuta: [Pasa por alto otra dirección negativa y trata<br />

de insistir con los puntos fuertes.] ¿Entonces usted los maneja<br />

bien ahora?<br />

Marie: Sí.<br />

Terapeuta: ¿Cómo se las arregla para hacer que esa parte<br />

de su vida marche sin tropiezos?<br />

A continuación, Marie describió durante unos minutos<br />

sus esfuerzos por ser una buena madre y criar a sus hijos<br />

para que fueran fuertes e inteligentes. Luego habló más<br />

claramente de su problema.<br />

99


Marie: Sí, el problema es sobre todo mi familia, no estoy<br />

segura de quién.. mi madre, mis hermanos, mis amigos,<br />

mi marido, mi ex novio. Se aparece de la nada, realmente<br />

me fastidia. Trato de imaginarme de dónde, ¿de dónde has<br />

venido, qué quieres? Y mi marido no reconoce mis<br />

méritos, y no me gustan ésos tipos que, la verdad, creen<br />

que una mujer es realmente estúpida, porque el tipo con<br />

el que estuve antes, el ex del que le hablaba, estuve con él<br />

diez años, y fue como si, de pronto, cuando me casé con el<br />

padre de los niños, me amenazara para que no me casara,<br />

y yo dije, bueno, después de todos estos años en que no te<br />

decidiste a casarte conmigo, ¿por qué quieres entrar en mi<br />

vida ahora?<br />

Terapeuta: ¿Es decir que ahora tiene un novio que aparece<br />

y desaparece y eso es un tanto confuso?<br />

Marie: Sí, es confuso, y Eddie, mi marido, por lo que yo sé,<br />

tal vez esté metido en algo. Ya estuvo casado y para mí fue<br />

mi primer casamiento, así, que por qué me hace la vida<br />

difícil porque su primera mujer no hacía, lo que esperaba<br />

de ella, entonces que no me lo achaque a mí.<br />

<strong>El</strong> terapeuta y Marie estaban ahora en sintonía. Quizás<br />

el refuerzo positivo de la relación de la cliente con sus<br />

hijos y la idea de que la comprendían ayudaron a Marie a<br />

sentirse más franca o menos angustiada, de modo que podía<br />

pensar más claramente. La joven agregó que no había<br />

esperanzas de reconciliación. Sin embargo, se oponía al<br />

divorcio por sus convicciones religiosas. Esos dos hombres<br />

eran los únicos que había habido en su vida, pero ella<br />

sentía que ambos trataban de impedirle hacer lo que<br />

realmente deseaba. Quería volver a la escuela y «dedicarse<br />

a una buena profesión para poder ayudar a mis hijos a<br />

largo plazo». Cuando le mencionó estos sueños, su madre<br />

la desalentó y le dijo que esperara. De todos modos se había<br />

informado sobre las posibilidades de completar su<br />

educación, pero nadie quería ayudarla a cuidar a sus hijos,<br />

y su marido le había dicho que una buena madre se<br />

queda en la casa con los chicos. Por el momento, Marie<br />

estudiaba sola yendo a la biblioteca y retirando nuestros<br />

libros.<br />

100<br />

Terapeuta: Usted está verdaderamente motivada.<br />

Marie: Pero es como le dije. Uno hace todas esas cosas, pero<br />

sabe que debe haber algo que lo molesta mucho, mucho.<br />

Por qué me vienen a ver esas personas y me dicen que si<br />

bajo un poco más de peso estaré muy bien. Yo, ja, ja, ¡por<br />

qué no lo bajas tú! Y después, si uno se hace el listo con<br />

ellos, le dicen tú... te crees que eres tan esto... o tan<br />

aquello. ¡Es demasiado, demasiado!<br />

Terapeuta: ¿Y qué hace usted para que todo eso le entre<br />

por un oído y le salga por el otro?<br />

<strong>El</strong> terapeuta y Marie estaban bien conectados en esta<br />

parte de la entrevista, <strong>El</strong> terapeuta presuponía aspectos<br />

positivos para reforzarlos.<br />

Marie dijo que trataba de no pensar en esas cosas, pero<br />

que por la noche la molestaban más y terminaba durmiendo<br />

sólo una hora. <strong>El</strong> terapeuta le preguntó si dormir<br />

más tiempo reduciría la tensión causada por los otros<br />

problemas.<br />

Marie: Bueno, ojalá fuera así, pero entonces, sabe, probablemente<br />

sería alguna otra cosa.<br />

Terapeuta: ¿Qué quiere decir? [Buen ejemplo de un terapeuta<br />

que oye al cliente y trata de comprender.]<br />

Marie: Vivo en casa de mi madre, y es como que todo lo que<br />

hago tengo que consultarlo con ella. Y la cosa es no hagas<br />

esto, no hagas aquello sin mi permiso, y yo me sentiría<br />

mucho mejor si me fuera sola.<br />

Terapeuta: ¿Qué necesitaría para hacerlo?<br />

Marie explicó que no tenía dinero suficiente para constituir<br />

el depósito de garantía y no quería pedir ayuda a<br />

nadie. Su único ingreso era el subsidio de la asistencia social,<br />

porque su marido no le pagaba la cuota fija de alimentos<br />

para sus hijos.<br />

En este punto hubiera sido útil hacer una declaración<br />

empática y tal vez normalizar el estrés físico y emocional<br />

de Marie. Pero el terapeuta creía que un pequeño cambio<br />

puede llevar a cambios mayores y trató de basarse en las<br />

declaraciones positivas de Marie.<br />

101


Terapeuta: Bien, creo que usted tiene algunos planes realmente<br />

buenos respecto de lo que quiere hacer con su vida:<br />

educarse, y mientras se educa, ocuparse de sus hijos.<br />

Como se trata de cosas realmente grandes, me pregunto<br />

cuál será el primer pasito que usted tendrá que dar para<br />

lograr esas cosas más importantes.<br />

Marie: Bueno, probablemente tendría que sentarme y trazar<br />

un plan, y decirme a mí misma, supongo, que debería<br />

entrevistar niñeras por hora. No quiero ninguna que sea<br />

chapucera y mala y les haga algo a mis hijos. Entonces,<br />

cuando dé ese paso, supongo que pasaré al siguiente..,<br />

Terapeuta: ¿Cuál será el pequeño paso siguiente? [Aquí<br />

hubiese sido útil explayarse más acerca de la cuestión de<br />

las niñeras por hora, hasta que pareciera posible para la<br />

cliente.]<br />

Marie: Bueno, el paso siguiente sería ir a la escuela, matricularme<br />

y probablemente dar algunos exámenes.<br />

Marie explicó que los exámenes le provocarían angustia<br />

porque estaría preocupada por saber si aprobó y si tendría<br />

que dar otros, y por la cuestión del horario para dejar<br />

a los niños al cuidado de alguien.<br />

Terapeuta: Bien, durante la próxima semana, digamos,<br />

¿cuál sería para usted una pequeña señal de que, al menos,<br />

está comenzando a hacer algunas de las cosas que<br />

quiere?<br />

Marie dijo que ante todo necesitaría estar un rato a<br />

solas, pero que eso era imposible porque nadie se ocuparía<br />

de vigilar a sus hijos. Agregó que el año anterior había<br />

obtenido la licencia para conducir, y que a veces su hermano,<br />

cuando la veía desanimada, le permitía usar su auto<br />

para llevar de paseo a los niños. <strong>El</strong> terapeuta felicitó a<br />

Marie por haber aprendido a manejar y le preguntó qué<br />

más había en su lista de cosas por realizar.<br />

Marie: Pongo muchas cosas en la lista, pero en realidad no<br />

llego a hacer nada porque siempre hay alguien, sabe, que<br />

102<br />

se lo lleva a uno por delante. Algo que he aprendido es que<br />

a veces por un lado uno tendría que largarse, y por el otro<br />

lado temo que si me fuera de la casa de mi madre, mi<br />

marido se volvería realmente loco. Por eso vine aquí esta<br />

noche, en parte, porque al vivir en casa de mi mamá y todo<br />

eso, es la casa en la que crecí, no puedo ser yo. Lo que pasa<br />

es que por mis experiencias anteriores, no puedo soportar<br />

otra decepción. Yo lo veo así, tengo algo que hacer que es<br />

personal y no quiero decir exactamente qué, pero, la verdad,<br />

me enferma que, si alguna vez quisiera salir y tener<br />

una cita, cosa que dudo mucho, no podría realmente hacerlo<br />

porque hay tanta gente que piensa cómo debo ser y<br />

no me lo dice con muy buenas maneras.<br />

Terapeuta: Usted no ha encontrado un hombre que tenga<br />

sus mismos ideales. [Oyó a la cliente e intenta transmitir<br />

algo de comprensión.]<br />

Marie: Así es. Es el mismo viejo ritual, sabe, y toda esa<br />

basura acerca de que, porque estás casada, tienes que<br />

hacer esto porque eres mi mujer. Cuando estaba con él era<br />

como si siempre fuera yo, nunca él.<br />

Terapeuta: Bien, permítame hacerle una pregunta más<br />

antes de reunirme con el equipo. Durante la semana próxima,<br />

si usted diera un pequeño paso en la dirección que<br />

quiere, ¿cuál sería?<br />

Marie: Bueno, el próximo paso sería jugar a los bolos.<br />

Terapeuta: ¿Jugar a los bolos?<br />

Marie: Me gusta jugar. Así que probablemente saldría y<br />

practicaría un poco. [Parece comprender que un cambio<br />

pequeño puede marcar una diferencia.]<br />

Terapeuta: ¿Es decir que si la semana que viene fuera a jugar<br />

una vez a los bolos, esa sería una señal de que va en la<br />

dirección correcta?<br />

Marie: Sí, o saliendo. Estaría saliendo.<br />

<strong>El</strong> terapeuta se disculpó y fue a reunirse con el equipo,<br />

compuesto por otros dos estudiantes y el supervisor. Este<br />

último había pedido a los estudiantes que hicieran una<br />

lista de los elogios para Marie y pensaran en una tarea<br />

para la casa.<br />

103


Este es el mensaje que el terapeuta le leyó a Marie<br />

después de la pausa:<br />

Terapeuta: Bien, estamos muy impresionados por las metas<br />

que usted se ha fijado. Es evidente que está dispuesta<br />

a trabajar para alcanzarlas y tiene una idea clara de cómo<br />

lograrlo y de lo que se necesita para conseguir lo que quiere.<br />

También me impresiona la buena relación con sus hijos.<br />

Usted es muy paciente con ellos y los quiere mucho. Es<br />

muy obvio. Me sorprendió también el empuje que muestra<br />

para mejorar. Ir a la biblioteca y estudiar. ¡Y conseguir<br />

la licencia para conducir! Quiero decir, usted se fijó esa<br />

meta y puso en juego mucha energía para alcanzarla. Es<br />

sorprendente, considerando todas las dificultades e incertidumbres<br />

de su vida, que sea capaz de hacer concretamente<br />

tantas cosas, y con apenas una hora de sueño.<br />

Marie: Bueno, no sé qué es.<br />

Terapeuta (continúa): Aunque quizás usted no lo perciba,<br />

estamos convencidos de que está en el buen camino para<br />

conseguir lo que desea. Por lo tanto, a modo de despedida<br />

quisiera indicarle una tarea para hacer en casa.<br />

Marie: De acuerdo.<br />

Terapeuta: Nos gustaría que durante la semana que viene<br />

observara y anotara todo lo que hace para seguir avanzando<br />

en la dirección que usted desea.<br />

Marie: Está bien, no hay inconvenientes.<br />

Sin duda es fácil examinar una transcripción o una videocinta<br />

y describir lo que hubiéramos hecho de otro modo<br />

en una situación. La transcripción no da cuenta de una<br />

abundante comunicación no verbal que puede afectar el<br />

proceso.<br />

Marie era una cliente difícil de entrevistar, incluso<br />

para un terapeuta experimentado, debido a que presentaba<br />

su caso de manera fragmentaria. Pero es representativa<br />

del tipo de clientes que se sienten confundidos y nos<br />

confunden, o que se expresan de un modo difícil de entender.<br />

Obsérvese que la concentración exclusiva en el contenido<br />

hizo que la conversación fuera aún más confusa. Si el<br />

terapeuta y el supervisor hubieran tenido en cuenta el<br />

104<br />

proceso, no se habrían dejado arrastrar a él ni hubieran<br />

coincidido en los hechos con todas las demás personas presentes<br />

en la vida de Marie que no la comprendían. En casos<br />

como este, lo más adecuado es postergar la consigna<br />

de «centrarse en la solución» y limitarse a escuchar cuidadosamente<br />

para comprender mejor al cliente.<br />

Este caso muestra que, por sí solas, las técnicas no son<br />

eficaces. Es preciso utilizarlas sabiendo a qué hay que responder<br />

y qué hay que pasar por alto. Tal vez parezca injusto<br />

que hayamos usado como ejemplo el trabajo de un<br />

estudiante y un supervisor de capacitación, pero el énfasis<br />

en la técnica en contraste con la necesidad de oír y escuchar<br />

no es infrecuente y perpetúa un modo inadecuado de<br />

practicar la TCS.<br />

Marie no volvió para una nueva entrevista. No es sorprendente,<br />

puesto que no halló la respuesta que buscaba.<br />

Probablemente había ido sobre todo para que le confirmaran<br />

que no estaba loca. Un beneficio adicional habría sido<br />

encontrar una persona comprensiva con quien hablar.<br />

Que estaba bien encaminada en la expectativa de que el<br />

cambio ocurriera lentamente se desprende con claridad<br />

de su afirmación de que deseaba comenzar por una oportunidad<br />

de jugar a los bolos. <strong>El</strong> mensaje final hizo hincapié<br />

en los elementos positivos, al tiempo que omitió los<br />

problemas y las preocupaciones de Marie. Para transmitir<br />

comprensión siempre es mejor aludir tanto a los elementos<br />

positivos como a los elementos negativos. Un mensaje<br />

demasiado positivo puede interpretarse como una falta de<br />

comprensión o una muestra de condescendencia.<br />

En el capítulo siguiente continúa la explicación sobre<br />

el papel de las emociones en el proceso terapéutico centrado<br />

en la solución.<br />

105


4. Las emociones en la terapia centrada en<br />

la solución<br />

Recuerdo que, hace ya muchos años, mi primer supervisor<br />

clínico decía una y otra vez: «Concéntrense en los<br />

sentimientos». Más tarde, cuando me estaba capacitando<br />

en terapia familiar, otro supervisor no cesaba de decir:<br />

«No se ocupen de los sentimientos». Hoy día, yo digo a los<br />

practicantes: «No pasen por alto los sentimientos».<br />

<strong>El</strong> énfasis o la ausencia de énfasis en la emoción en<br />

psicoterapia depende de la orientación teórica. Mi primer<br />

supervisor trataba de conseguir que yo llevara a los clientes<br />

a cobrar conciencia de sus sentimientos reprimidos<br />

para que pudieran comprender. Mi supervisor en terapia<br />

familiar procuraba que yo distinguiera los patrones de interacción<br />

para que me fuera posible interrumpirlos. En la<br />

actualidad digo a los practicantes que no pasen por alto<br />

los sentimientos porque estos, al igual que los pensamientos<br />

y las conductas, son recursos importantes para las soluciones.<br />

No hay consenso en cuanto a la definición de los sentimientos,<br />

el afecto y la emoción, sino tan sólo un acuerdo<br />

general respecto de que el término «afecto» designa una<br />

reacción refleja, mediada por el sistema nervioso autónomo,<br />

mientras que los sentimientos son el conocimiento de<br />

lo que uno siente. <strong>El</strong> conocimiento es, evidentemente, una<br />

función cognitiva, y su yuxtaposición con los sentimientos<br />

trae a la memoria disputas académicas del pasado sobre<br />

sí las emociones son independientes de los procesos cognitivos<br />

y pueden precederlos, o, por el contrario, todas las<br />

reacciones emocionales son precedidas por algún proceso<br />

cognitivo básico (Ekman, 1992; Lazaras, 1982; Mandler,<br />

1984; Zajonc, 1984). Descubrimientos recientes de la neurociencia<br />

(Damasio, 1994,1999; LeDoux, 1996), logrados<br />

106<br />

gracias a la tecnología de las imágenes, que permite observar<br />

las funciones cerebrales, han apaciguado esta discusión,<br />

al menos por ahora. Estos últimos estudios han<br />

proporcionado pruebas de que la cognición y la emoción<br />

son funciones cerebrales separadas pero interactuantes,<br />

controladas por sistemas cerebrales separados pero interactuantes<br />

(LeDoux, 1996, pág. 69). Por lo tanto, si las<br />

emociones son «una dinámica biológica» que determina<br />

las acciones (Maturana y Varela, 1987, pág. 247), puede<br />

estimarse que implican afecto, sentimientos, cognición y<br />

conducta.<br />

Esta información permite suponer que, observada en<br />

cámara lenta, nuestra reacción emocional ante una fiesta<br />

sorpresa nos afectaría del siguiente modo: entramos en<br />

una habitación y nos sorprenden los gritos de las personas<br />

allí reunidas. Antes de que nosotros mismos lo advirtamos,<br />

estas notan un cambio de nuestra postura corporal y<br />

de la expresión de nuestro rostro, que además se cubre de<br />

rubor. (Piénsese en la frecuencia con que la gente parece<br />

paralizada por un instante cuando se sobresalta o se sorprende.)<br />

<strong>El</strong> sentimiento surge cuando advertimos que estamos<br />

experimentando una sensación. <strong>El</strong> significado de la<br />

sensación y nuestra forma de reaccionar ante ella constituyen<br />

la emoción. La emoción depende de muchas variables<br />

que son exclusivas del desarrollo genético y social, así<br />

como del contexto de esa situación en particular. Coordinamos<br />

lingüísticamente la experiencia emocional preguntándonos:<br />

«¿Qué pasó?»; «¿Qué significa lo que acaba de<br />

suceder?»; «¿Significa lo mismo para las personas que están<br />

en la habitación?»; «¿Cuál es la respuesta apropiada?»<br />

En otras palabras, el razonamiento y el «emocionamiento»<br />

se producen en conjunto y son lenguaje. Podemos<br />

sentirnos genuinamente felices por la sorpresa o molestos<br />

porque no nos agrada que nos tomen desprevenidos. Si<br />

nuestra reacción emocional es un placer genuino, lo expresaremos<br />

más o menos efusivamente según cuál sea<br />

nuestro particular estilo afectivo. Si nos sentimos molestos,<br />

trataremos de ocultarlo actuando como si estuviéramos<br />

complacidos, porque una muestra de desaprobación,<br />

cuando la gente se ha esforzado por complacernos, no es<br />

107


ien mirada socialmente. Sin embargo, nuestro afecto<br />

puede delatarnos por medio de sutiles indicios no verbales,<br />

en especial ante quienes nos conocen bien.<br />

Las emociones surgen en un contexto social. Son esenciales<br />

para nuestra salud física y mental. Investigaciones<br />

hechas en el pasado con monos jóvenes y niños muy pequeños<br />

demostraron que la falta de cuidados normales,<br />

como el de ser sostenido en brazos, afecta negativamente<br />

el desarrollo físico y emocional (Harlow y Harlow, 1962;<br />

Spitz, 1951).<br />

Quienes desarrollaron la terapia sistémica, el modelo<br />

de terapia breve del Mental Research Institute y la TCS<br />

no desconocían estos hechos. Como otros terapeutas familiares,<br />

comprendían que una relación emocional, o formación<br />

de vínculos, es importante para establecer la conexión<br />

inicial con los clientes cuando estos comienzan la terapia<br />

(Cade y O'Hanlon, 1993; Haley, 1976; Minuchin,<br />

1974; Walter y Peller, 1992). Pero las emociones no se consideraban<br />

necesarias para la práctica. En realidad se las<br />

consideraba un obstáculo, porque se enfatizaba en los patrones<br />

de conducta, que ofrecían ventajas como «la simplicidad,<br />

el carácter concreto y la minimización de los presupuestos<br />

e inferencias» (Fisch et al., 1982, pág. 11) y podían<br />

ser observados y rastreados con facilidad. Los patrones de<br />

conducta se interrumpían por medio de «noticias de diferencia»<br />

cognitivas (Bateson, 1979), adaptadas para ofrecer<br />

a los clientes un modo distinto de pensar en su problema,<br />

como, por ejemplo, reformulaciones positivas de<br />

sus descripciones negativas de este, o intervenciones paradójicas.<br />

En un momento de su historia, la TCS incluía,<br />

entre las descripciones proporcionadas por los clientes<br />

que se consideraban importantes para idear intervenciones,<br />

las de sus estados emocionales y reacciones fisiológicas<br />

(De Shazer, 1985), pero a causa de la influencia de la<br />

filosofía lingüística en la TCS, las emociones, la conducta<br />

y la cognición se fusionaron bajo la rúbrica del «lenguaje»<br />

y no se habló más de ellas en términos de práctica. Aunque<br />

desde el punto de vista teórico esto es apropiado,<br />

resulta demasiado vago para una buena práctica. En el<br />

108<br />

resto del capítulo desarrollaré mis opiniones al respecto,<br />

sobre todo en relación con las emociones.<br />

Emociones versus conducta<br />

Tradicionalmente, los terapeutas centrados en la solución<br />

han inducido a los clientes a hacer descripciones conducíales<br />

de sus metas a fin de poder seguir mejor sus progresos,<br />

aun cuando la mayoría de aquellos se refieren a<br />

sus motivos de queja en términos de sentimientos. La respuesta<br />

del terapeuta no tiene que adoptar una dirección<br />

conductal ni emocional. Podemos cooperar con los clientes<br />

y utilizar en la conversación lo que han dicho sobre sus<br />

sentimientos sin sacrificar la ventaja que representan las<br />

señales más concretas de progreso (Turnell y <strong>Lipchik</strong>,<br />

1999).<br />

Ramona, al iniciar la terapia, se queja: «Me siento tan<br />

desanimada que no puedo ni moverme». Tradicionalmente,<br />

un terapeuta centrado en la solución le hubiera preguntado:<br />

«¿Qué cosas que usted hace o deja de hacer le<br />

indican que se siente de ese modo?». Ramona podría contestar:<br />

«No voy al trabajo o no me visto». En tal caso, no se<br />

habrían utilizado sus sentimientos como un motivo de<br />

atención por derecho propio, sino como peldaños que llevan<br />

a pensar en posibles modos de actuar.<br />

A mi juicio es más útil permitir que los clientes, al presentar<br />

sus motivos de queja, se refieran a sus sentimientos<br />

tanto como les sea posible. Tales sentimientos pueden<br />

aceptarse con reflexiones empáticas como las siguientes:<br />

«Eso puede ser muy desalentador» o «¡Debe de ser terrible<br />

sentirse así!». Los sentimientos del cliente se exploran con<br />

mayor profundidad con preguntas como estas: «¿Qué<br />

otras cosas siente como resultado de eso?» o «¿Qué significa<br />

para usted sentirse tan desanimada?», para darle la<br />

oportunidad de aclarar su queja. Esta actitud puede señalar<br />

nuevas direcciones para las soluciones. Por ejemplo, si<br />

Ramona explica finalmente que su problema es que la<br />

asusta sentirse tan desanimada, su aclaración ofrece la<br />

109


oportunidad de preguntarle: «¿Qué cosas le resultaron<br />

más útiles en el pasado para enfrentar ese miedo?». Es<br />

probable que las respuestas a esta pregunta hagan referencia<br />

a conductas («Llamaba por teléfono a algunas amigas»<br />

o «Encendía el televisor») sin la intervención del terapeuta.<br />

Otra posibilidad es preguntar a continuación: «¿De<br />

qué tiene miedo?». Si contesta que es incompetente o inmadura,<br />

o que es una enferma mental, o simplemente que<br />

es igual a su madre, se le puede preguntar: «¿Qué cosas la<br />

convencerían de que su temor es injustificado?». Esta pregunta<br />

tiene una razonable probabilidad de inducir una<br />

respuesta en términos de conductas, y si no es así, el terapeuta<br />

puede siempre interrogar a la cliente sobre pequeñas<br />

señales de cambio conductal al concluir la sesión.<br />

Considérese lo que ocurriría si se le hiciera a Ramona<br />

una pregunta de escala en relación con su temor (Kowalski<br />

y Kral, 1989). Después de mencionar, en una escala del<br />

1 al 10, un número indicativo de cuánto la asustan sus<br />

sentimientos, su explicación acerca de cómo sabrá que está<br />

un poco menos asustada se referirá casi con seguridad<br />

a conductas (por ejemplo, «No me comeré tanto las uñas» o<br />

«Me cepillaré el pelo»).<br />

Lo importante es hablar a los clientes en su propio lenguaje,<br />

incluso si esto significa hablar de emociones, ya que<br />

puede beneficiarlos y es un modo de evitar el riesgo de que<br />

se sientan incomprendidos.<br />

<strong>El</strong> empleo de las emociones para facilitar las<br />

soluciones<br />

Los terapeutas centrados en la solución están habituados<br />

a pensar en lo que van a preguntar a los clientes, pero<br />

no a pensar en lo que estos sienten, ni en lo que ellos mismos<br />

piensan y sienten respecto de los clientes. Una mayor<br />

conciencia de estos aspectos puede facilitar el desarrollo<br />

de soluciones para ellos.<br />

A veces, los clientes están muy alterados emocionalmente<br />

y no son capaces de explicar lo que sienten. Es posi-<br />

110<br />

ble que tengamos que ayudarlos a ver más claro antes de<br />

que puedan fijarse metas y hallar soluciones. Aquí cabe<br />

una advertencia. Es importante avanzar con lentitud y<br />

ser sensibles a las respuestas verbales y no verbales de los<br />

clientes durante este proceso. Tal vez su incapacidad para<br />

saber lo que sienten haya cumplido una función positiva<br />

durante largo tiempo; por ejemplo, la de protegerlos de<br />

sentimientos que no podían soportar. Un repentino levantamiento<br />

del velo puede ser más perturbador que útil.<br />

EJEMPLO DE CASO: BETTY<br />

Betty era una cliente que se hallaba muy perturbada y<br />

a quien tuve que ayudar a comprender sus sentimientos.<br />

Tenía 42 años, era soltera y concurrió por su propia decisión<br />

a causa de accesos de llanto episódicos e incontrolables.<br />

La frecuencia de esos accesos había aumentado gradualmente<br />

en los últimos cuatro meses. Betty no podía relacionarlos<br />

con nada específico que sucediera en el trabajo<br />

o en su vida privada. Nunca había estado casada, vivía sola<br />

con dos gatos y en esos momentos no salía con ningún<br />

hombre. Tenía varias amigas íntimas con las cuales solía<br />

reunirse.<br />

Trabajaba en el departamento de contabilidad de una<br />

cadena de restaurantes de comida rápida desde hacía<br />

cinco años y medio, y había obtenido tres ascensos desde<br />

su ingreso. Seis meses atrás se le había asignado un puesto<br />

gerencial intermedio que exigía la supervisión y capacitación<br />

del personal. Le agradaba su nuevo puesto y quería<br />

ser capaz de controlar sus emociones para continuar<br />

progresando en su carrera laboral. .<br />

Betty no me dio tiempo para iniciar una conversación<br />

informal ni hacer preguntas. No bien se sentó, comenzó a<br />

lanzar a borbotones sus síntomas y a analizar sus posibles<br />

causas. Durante un largo rato la escuché e hice comentarios<br />

empáticos. Luego le hice una pregunta del milagro<br />

para ayudarla a discernir qué deseaba de la terapia, pero<br />

no me contestó. Siguió cuestionando sus síntomas, dado<br />

111


112<br />

que le agradaban los nuevos desafíos en el empleo y no se<br />

sentía recargada de trabajo. Me descubrí pensando (pensamiento<br />

de dos carriles) que la sesión era demasiado negativa<br />

desde hacía demasiado tiempo y que la cliente iba a<br />

marcharse sintiéndose peor si yo no intervenía, de modo<br />

que le pregunté cómo sabría que su problema estaba resuelto.<br />

«Me parece que no hay una respuesta. .. tal vez<br />

tenga que renunciar. .. o aprender a no tomar las cosas<br />

tan a pecho». Le pregunté qué quería decir con eso de «tomar<br />

las cosas tan a pecho» y me explicó que se sentía rechazada<br />

cuando el personal que ella había entrenado se<br />

iba a trabajar a otras empresas con mejores salarios.<br />

Terapeuta: Ah, debe ser duro.<br />

Betty: Sí, significa que debo entrenar a otras personas y<br />

empezar todo de nuevo.<br />

Terapeuta: ¿Es decir que para usted las cosas están en<br />

constante cambio?<br />

Betty: Sí, pero también puedo entender que esas personas<br />

se vayan.<br />

Betty me habló de su carrera laboral. Había trabajado<br />

desde los 16 años, comenzando con empleos de tiempo<br />

parcial mientras estudiaba en la escuela secundaria.<br />

Siempre había obtenido excelentes evaluaciones y quería<br />

controlar sus emociones para poder mantener su buen<br />

historial.<br />

Terapeuta: ¿Antes se sintió alguna vez emocionalmente<br />

descontrolada?<br />

Betty: En parte, lo que me parece normal.<br />

Terapeuta: Así es.<br />

Betty: Perdí a mis padres hace mucho tiempo: a mí padre,<br />

en un accidente de automóvil, y a mi madre, a causa de un<br />

cáncer. Por eso en las fiestas, como la Navidad... no estoy<br />

casada y no tengo hijos,. . es duro.<br />

Terapeuta: Por supuesto, sin duda es una razón para estar<br />

triste.<br />

Betty: Creo lo mismo... pero estos episodios de ahora me<br />

ocurren desde hace unos pocos meses, después de Navidad.<br />

Terapeuta: ¿Hay algo en el trabajo que la haga sentirse<br />

triste o que usted sienta como una pérdida?<br />

Betty: ¿Quiere decir si siento que voy a perder mi empleo?<br />

Terapeuta: No, usted dijo que a veces se siente muy triste<br />

en Navidad porque perdió a sus padres. ¿En el trabajo<br />

le sucede algo que le provoque un sentimiento de pérdida?<br />

¿<strong>El</strong> hecho de perder a las personas que ha capacitado,<br />

tal vez?<br />

Betty (sorprendida): Muy perspicaz. ¡Podría ser!<br />

Terapeuta: Pero ¿usted qué cree?<br />

Betty: ¡No lo sé! {Comienza a llorar.) ¡No sé nada! Lo único<br />

que sé es que ahora mismo todo me parece demasiado.<br />

Terapeuta: Debe ser difícil para alguien tan eficiente y<br />

minuciosa como usted.<br />

Betty: Es terrible. Quiero que termine. Le dije a mi amiga<br />

que quizá debería renunciar y me contestó que tal vez tenga<br />

un problema con el cambio. Pero creo que en realidad<br />

estoy buscando un cambio, no tratando de evitarlo.<br />

Terapeuta: ¿Un cambio de empleo?<br />

Betty: Sí, porque no puedo seguir así. Sólo pienso en eso.<br />

Terapeuta: Y cuando piensa en eso, ¿en qué piensa concretamente?<br />

Betty describió las cuestiones administrativas que la<br />

perturbaban en el trabajo. Sentía desilusión respecto de<br />

su supervisor, un hombre que era su superior desde hacía<br />

tres años. Dos años antes, ella había presentado una queja<br />

porque su trabajo se resentía a causa de los descuidados<br />

hábitos laborales del supervisor. Comprobó que después<br />

de eso la situación había mejorado, pero seis meses atrás<br />

él volvió a aflojar el paso. Dadas las mayores responsabilidades<br />

que implicaba su nuevo puesto, el hecho de que su<br />

supervisor no la apoyara aumentaba innecesariamente el<br />

estrés, sobre todo en relación con las quejas del personal<br />

que ella supervisaba.<br />

Betty: Ahora tengo un puesto más importante y a veces le<br />

menciono algo. .. y él escucha lo que le digo... Luego,<br />

cuando le señalo algo de lo que debería ocuparse en bien<br />

de todo el departamento, su comentario favorito es: «De<br />

113


acuerdo, tengo que encontrar el momento adecuado para<br />

mencionarlo». Bueno, no creo que se pueda esperar el momento<br />

adecuado para abordar los problemas con un empleado.<br />

¿Y si no encuentra un momento adecuado en semanas<br />

o meses? Es lo que suele suceder. ¡Esas cosas se<br />

atienden de inmediato! (En este momento su cara ha enrojecido<br />

y su voz trasunta enojo.)<br />

Terapeuta: No lo tengo muy en claro: ¿es esa la causa del<br />

estrés?<br />

Betty: No.<br />

Parecía haber una desconexión entre los pensamientos<br />

y los sentimientos de Betty. Me decidí por una «perturbación»<br />

emocional, una interpretación.<br />

Terapeuta: Mucha gente en su situación se sentiría bastante<br />

enfadada,<br />

Betty (pensando): Mmm.. . tal vez. Cuando hablo con mis<br />

amigas sobre todo esto, noto que hablo mucho acerca de<br />

mi supervisor. Básicamente, creo que me enojo porque no<br />

estoy de acuerdo con su manera de hacer las cosas.<br />

Terapeuta: ¿Es decir que su estrés se relaciona sobre todo<br />

con la forma como él hace su trabajo?<br />

Betty: Creo que sí, y eso me sorprende... no tenía idea...<br />

Terapeuta: Si yo pudiera mover la varita mágica y hacer<br />

que las cosas fueran como usted quiere, ¿qué ocurriría?<br />

Betty: Me gustaría ver. . . No pensaría que él no está<br />

haciendo su trabajo. <strong>El</strong> habría cambiado.<br />

Terapeuta: ¿Cree que usted debería ser capaz de hacer que<br />

eso ocurriera?<br />

Betty: Sé que en realidad no puedo, pero... me sentiría<br />

mejor.<br />

Betty mencionó, a modo de ejemplo, que su supervisor<br />

le había sugerido pasar por alto las llegadas tarde o los almuerzos<br />

demasiado prolongados del personal para evitar<br />

las malas evaluaciones de este. Esa actitud enfureció a<br />

Betty por los efectos que tendría en la productividad del<br />

departamento, que era la principal responsabilidad de<br />

ambos.<br />

114<br />

Terapeuta: Entonces, ¿qué ha tratado de hacer con respecto<br />

a eso?<br />

Betty: Le hablo, pero siempre deja las decisiones para más<br />

adelante. Cuando le explico que el trabajo se está atrasando,<br />

me dice que no me preocupe.<br />

Terapeuta: Bueno, en una situación como esa, algunas<br />

personas se enojarían de verdad.<br />

Betty (ruborizándose y bajando la mirada, avergonzada):<br />

Oh... nooo... ¿enojarse?<br />

Terapeuta: ¿No le parece que está bien enojarse en una<br />

situación como esa? ¿No es acaso una reacción normal?<br />

Betty: ¿De veras? Oh, voy a llorar. (Lo hace.) Creo que lo<br />

que más me molesta es actuar de esa manera.<br />

Terapeuta: ¿No cree que una persona tiene derecho a<br />

enojarse de vez en cuando?<br />

Betty: Ah, eso me alivia tanto. . .<br />

Terapeuta: Probablemente no está acostumbrada a sentirse<br />

de ese modo.<br />

Betty: En realidad, no.<br />

Terapeuta: Entonces, si admitiera que a veces el enojo se<br />

justifica, ¿qué podría hacer en relación con este problema<br />

para no tener que volver a enojarse?<br />

Betty comenzó a morderse las uñas y miró a su alrededor<br />

con angustia mientras pensaba en una respuesta, por<br />

lo cual le pedí que recordara algún ejemplo en que hubiera<br />

manejado bien los problemas con su supervisor sin pasar<br />

por encima de él. Mencionó unos pocos ejemplos, pero la<br />

conversación le evocó viejos temores relacionados con quejas<br />

y enfrentamientos. Decidí obrar con cautela y le pregunté<br />

si quería hablar de esos temores. Contestó afirmativamente,<br />

y le dije que se sintiera en libertad de detenerse<br />

en cualquier momento. Me contó que, por haber perdido<br />

a sus padres a temprana edad, vivió sucesivamente<br />

con varios parientes lejanos hasta la adultez. Al faltarle<br />

un hogar que pudiera considerar como propio, sintió que,<br />

por desdichada que fuera, nunca podría quejarse ni pedir<br />

nada.<br />

Cuando Betty volvió una semana después, informó que<br />

había podido controlar sus emociones todos esos días. Dos<br />

115


semanas más tarde anunció que había vuelto a ser la de<br />

antes. Había conversado con su supervisor sobre la necesidad<br />

de reforzar la productividad, y este había hablado<br />

con algunos miembros del personal acerca de la puntualidad.<br />

Además, la había autorizado a hacer lo mismo. Betty<br />

me agradeció y me dijo que había alcanzado su meta. Se<br />

daba cuenta de que había algunos problemas de los que<br />

quizá necesitaría ocuparse, pero no deseaba hacerlo por el<br />

momento.<br />

A algunos lectores puede preocuparles la idea de que<br />

se haya dado por concluido el tratamiento de una cliente<br />

que sin duda se hubiera beneficiado con su continuación.<br />

Sin embargo, los terapeutas centrados en la solución parten<br />

del supuesto de que los terapeutas no pueden cambiar<br />

a los clientes; estos tienen que cambiarse a sí mismos. En<br />

una situación como la descripta, el supuesto tal vez deba<br />

reformularse del siguiente modo: los terapeutas no deberían<br />

tratar de cambiar a los clientes; son estos quienes deben<br />

decidir si están dispuestos a cambiar y cuál es el momento<br />

adecuado para intentarlo. Además, un pequeño<br />

cambio puede llevar a cambios mayores. Quizá cuando<br />

Betty tenga otro problema en el futuro, el tiempo que pasamos<br />

juntas la ayudará a encontrar su propia solución;<br />

de no ser así, no la incomodará la idea de conseguir alguna<br />

ayuda. Cuando los clientes alcanzan el punto en que<br />

creen haber conseguido lo que vinieron a buscar, el contrato<br />

terapéutico centrado en la solución se ha cumplido.<br />

Podemos recomendar nuevas sesiones, pero incumbe al<br />

cliente tomar la decisión final. Por supuesto, constituyen<br />

una excepción los casos en que hay peligro para el cliente<br />

o para otras personas, o en que estamos ante una situación<br />

contraria a la ética.<br />

Betty quería hallar una solución a su falta de control<br />

emocional y buscaba una respuesta cognitiva. Esto le resultaba<br />

natural, porque en un pasado ya lejano había<br />

aprendido a no permitirse tener sentimientos. Cuando mi<br />

cooperación en ese terreno no produjo ningún cambio, le<br />

ofrecí cautelosamente la sugerencia (perturbación) de que<br />

su queja podía relacionarse con la ira. La idea encontró<br />

eco en ella y la ayudó a hallar una solución.<br />

116<br />

La terapia es un proceso en colaboración, aun cuando<br />

los clientes sólo pueden cambiar en la medida de su capacidad<br />

o su disposición en un momento determinado. Ofrecer<br />

una sugerencia emocional como: «¿Cree usted que está<br />

enojada?» es tan válido como proponer una sugerencia<br />

cognitivo-conductal; por ejemplo: «¿Cree que le sería útil<br />

comenzar un programa de ejercicios?».<br />

EJEMPLO DE CASO: NEIL<br />

Neil compartía con su ex esposa el cuidado de sus hijos:<br />

un niño de 7 años y una niña de 9. Se ganaba la vida como<br />

fotógrafo comercial. Acudió a terapia porque su amiga le<br />

había dicho que lo veía deprimido. Sabía que había estado<br />

desanimado durante algún tiempo, pero no le dio importancia.<br />

Admitía que, por momentos, en los últimos tiempos<br />

se había sentido inmovilizado, e incluso había pensado<br />

en suicidarse. Una evaluación del riesgo reveló que había<br />

considerado la posibilidad de suicidarse tomando pildoras<br />

o cortándose las venas en la bañera, pero el compromiso<br />

con sus hijos era tan fuerte que no quería que lo recordaran<br />

como una persona que se había quitado la vida.<br />

En la primera sesión habló, sobre todo, de lo mucho<br />

que lo perturbaba estar deprimido y no poder recuperarse<br />

por sí mismo. Cuando la postura más relajada de Neil, sus<br />

reiterados gestos de asentimiento y un mejor contacto visual<br />

me sugirieron su comprensión de que yo comprendía<br />

lo perturbado que estaba, le pregunté cómo sabría que no<br />

tendría que seguir viniendo a terapia. Dijo que tendría<br />

más energía y estaría más entusiasmado con su pareja y<br />

su trabajo, pero no pudo precisar si eso ya le había ocurrido<br />

antes, aunque fuera en pequeña medida. Seguí oyendo<br />

su relato sobre su aflicción y reflexionando sobre lo que<br />

me decía. Me contó que acababa de rechazar un gran proyecto<br />

porque no tenía suficiente energía para llevarlo a cabo.<br />

(Veo algo de positivo en esta negativa.)<br />

Terapeuta: Le debe de haber costado hacerlo, pero parece<br />

una buena decisión.<br />

117


Neil: Tuve que hacerlo. Fue de lo más difícil porque deseaba<br />

muchísimo ese trabajo, pero por otra parte no quería<br />

defraudar al jefe de la agencia. He trabajado antes para<br />

él y es un gran tipo. Cuando me hizo llegar la propuesta<br />

me sentí abrumado al pensar en hacerme cargo... y no<br />

era algo que no hubiera hecho antes... Me sentí tan abrumado<br />

que me dieron náuseas.<br />

Terapeuta: Pero tuvo el buen tino de cuidar de sí mismo.<br />

Usted conoce sus límites.<br />

Neil: Bueno, no es lo que yo pensé sobre mi decisión. Detesté<br />

tener que hacerlo.<br />

Terapeuta: ¿Obrar así fue algo inusual para usted?<br />

Neil: Bueno, tal vez.., Por lo general, me exijo lo máximo<br />

posible.<br />

Terapeuta: Parece una decisión sensata.<br />

Neil: Sentí un gran alivio después de tomarla.<br />

Terapeuta: Le creo. ¿Ha tomado otras decisiones acertadas<br />

como esa últimamente? ¿Se resguardó como correspondía?<br />

No se le ocurría ningún ejemplo. Siguió hablando sobre<br />

sus hijos, explicando que eran la mayor motivación en su<br />

vida. Se refirió a los fines de semana que pasaban juntos y<br />

a lo mucho que se divertían con los juegos de mesa, inventando<br />

juegos y representando pequeñas obras.<br />

De pronto se detuvo y reflexionó un momento. Su<br />

estado de ánimo cambió y dijo lo siguiente:<br />

Neil: Acabo de recordar algo. En una ocasión, no hace<br />

mucho, me sentí algo mejor y sólo me ocupé de mí mismo.<br />

Fue un sábado a la tarde. Los chicos estaban con su madre.<br />

.. yo estaba solo... Decidí relajarme y olvidarme de<br />

las tareas domésticas. Todo lo que hice fue sentarme y mirar<br />

televisión, y dejé de pensar en lo que tenía que hacer.<br />

Incluso dormité un poco.<br />

A partir de ese momento la conversación nos acercó a<br />

una solución. Por supuesto, es imposible saber cuál fue el<br />

desencadenante del recuerdo de la excepción. Se puede<br />

conjeturar que como Neil quería sentirse independiente y<br />

118 _-<br />

le enojaba no poder ayudarse a sí mismo, mi presentación<br />

de algunas de sus conductas bajo una luz más favorable<br />

cambió su forma de percibirse. Lo cual puede considerarse<br />

una reformulación cognitiva. Es probable, sin embargo,<br />

que el contexto en que se produce esa reformulación - el<br />

clima emocional- influya en la manera de aceptarla. Obsérvese<br />

que a Neil le llevó algún tiempo responder a nuestra<br />

interacción, y yo tuve que juzgar en todo momento si<br />

estaba preparado para hablar de una solución. Según<br />

Kiser Piercy y <strong>Lipchik</strong> (1993), no debe considerarse que la<br />

transición de la conversación sobre el problema a la conversación<br />

sobre la solución ocurre automáticamente como<br />

resultado de las preguntas o reflexiones del terapeuta, ya<br />

que el paso de la «congruencia afectiva» (sentirse mal y<br />

hablar de experiencias negativas) a la «incongruencia<br />

afectiva» (sentirse mal y desviar la atención hacia emociones<br />

más positivas) (Bower, 1981) a menudo requiere tiempo,<br />

paciencia y habilidad clínica. Yo añadiría que también<br />

requiere un clima emocional adecuado.<br />

De acuerdo con mi experiencia, cuando a los clientes<br />

les resulta difícil dejar de hablar sobre el problema, aceptar<br />

cierta expresión de sus sentimientos, e incluso, a veces<br />

su intensificación, tiende un puente que les permite<br />

enfrentar una solución. Me entusiasmé al enterarme de la<br />

existencia de pruebas fisiológicas concretas de que los<br />

pensamientos pueden suscitar emociones con facilidad,<br />

pero es más difícil anular las emociones (LeDoux, 1996,<br />

pág. 303; Panksepp, 1998, pág. 301).<br />

Durante las siguientes seis sesiones, Neil aclaro que<br />

se había sentido terriblemente enojado consigo mismo e<br />

impotente porque no podía hacer feliz a su amiga. Cuando<br />

comenzó a valorarse más, se dio cuenta de que no era el<br />

único responsable de la relación e inició junto con ella un<br />

tratamiento de pareja.<br />

119


<strong>El</strong> empleo de nuestras emociones para ayudar a<br />

los clientes a hallar soluciones<br />

A veces, los clientes saben lo que sienten y quieren hablar<br />

de ello, pero tienen miedo o no son capaces de hacerlo.<br />

Esta traba les impide hallar una solución. Los terapeutas<br />

no somos telépatas, pero debemos ser tan receptivos como<br />

sea posible al lenguaje corporal de los clientes, que dice<br />

mucho sobre sus emociones. Para estar muy alertas a los<br />

indicios de sentimientos inexpresados, debemos vigilar<br />

nuestros propios pensamientos y sentimientos. La intuición<br />

puede ser útil en estas circunstancias, pero sus resultados<br />

deben analizarse con cuidado antes de comunicarlos<br />

a los clientes.<br />

EJEMPLO DE CASO: SANDRA Y SUS HIJAS<br />

Sandra era una mujer divorciada de 43 años que pidió<br />

ser atendida junto con sus dos hijas —Rita, de 16 años, y<br />

Rhoda, de 14— tan pronto como fuera posible. Dijo que<br />

una semana después Rita se iría a otra ciudad para vivir<br />

con su padre y necesitaba ayuda para hablar con ella.<br />

La atmósfera era pesada y tensa cuando la familia entró<br />

en la habitación. Las hermanas parecían angustiadas<br />

y hablaban en voz baja. Dijeron no saber por qué su madre<br />

las había llevado allí. Sandra, por lo demás una mujer<br />

de aspecto agradable, tenía la expresión de una máscara y<br />

apenas si movía algún músculo mientras hablaba con voz<br />

monótona. Dijo que venía a la sesión porque la semana<br />

anterior había tenido que llamar a la policía para localizar<br />

a Rita, quien hasta entonces nunca dejaba de avisar<br />

cuando iba a llegar tarde. Cuando la policía llevó a la muchacha<br />

a la casa, informó que se había mostrado hostil y<br />

había gritado, delante de los vecinos curiosos, que quería<br />

irse porque no soportaba que Sandra fuera lesbiana. Al<br />

día siguiente, Rita le pidió a la madre que hiciera los arreglos<br />

necesarios para poder irse a vivir a otra ciudad con su<br />

padre. Los preparativos ya estaban listos.<br />

120<br />

Cuando les pregunté de qué querían hablar en la sesión,<br />

no obtuve respuesta. Sandra expresó pena y desilusión<br />

por la conducta de Rita. Dijo que hasta entonces la familia<br />

nunca había tenido problemas. Comprendía que Rita<br />

no se sintiera cómoda con su orientación sexual y quisiera<br />

vivir con el padre, pero objetaba su manejo de la<br />

cuestión. Rita se defendió. Rhoda prefirió no tomar partido<br />

y habló muy poco.<br />

Mi impresión fue que Sandra había traído a sus hijas<br />

para evitar que Rita se marchara o para hacer las paces<br />

con ella antes de su partida. Me abstuve de mencionarlo<br />

porque quería que la familia pusiera en claro sus propias<br />

metas.<br />

A medida que avanzaba la sesión se acentuaba el predominio<br />

de la conversación sobre el problema y las tensiones<br />

que se habían agravado en los últimos meses a causa<br />

del desagrado que Rita sentía por la compañera de<br />

Sandra. Me pareció que la familia debía volver a centrarse<br />

en el motivo que la había traído, y para lograrlo exploré<br />

un recurso: la afirmación de Sandra de que hasta entonces<br />

la familia nunca había tenido problemas.<br />

Terapeuta: Entiendo que siempre hubo una buena relación<br />

entre usted, Sandra, y Rita, hasta hace unos pocos<br />

meses, pero en realidad no me han hablado de eso. Ahora<br />

parece haber mucha pena y resentimiento. Me pregunto,<br />

sin embargo, si podrán ayudarme a comprender mejor a<br />

su familia. ¿Podrían decirme algo acerca de lo que consideran<br />

bueno en su familia, algunas cosas de las que tal<br />

vez se sientan orgullosas?<br />

Sandra: Rhoda, ¿de qué te sientes orgullosa?<br />

Rhoda (se encoge de hombros y piensa un largo rato antes<br />

de contestar): No sabría decirlo en este momento.<br />

Terapeuta: ¿Y tú, Rita? Cuando evocas el pasado, ¿qué cosas<br />

buenas recuerdas de tu vida con tu mamá y Rhoda?<br />

Rita: Las Navidades, y cuando fuimos las tres a Florida.<br />

Terapeuta: ¿Algo de la vida cotidiana?<br />

Rita: Los abrazos. Me gusta que mamá me abrace. No<br />

puedo abrazar a papá como abrazo a mamá. A ella la puedo<br />

abrazar en cualquier momento, y sé que a ella también<br />

121


le gusta. No quiero hacer comparaciones ni nada, pero no<br />

puedo hacer lo mismo con mi padre. Es lindo. También me<br />

gusta cuando me cocina..<br />

Terapeuta: ¿Y qué cosas buenas recordarás de tu relación<br />

con tu hermana?<br />

Rita: Voy a echar de menos ir a su habitación para escuchar<br />

música juntas e intercambiar ropa.<br />

Terapeuta: ¡Has estado pensando mucho en eso, sin duda!<br />

(Rita asiente con un gesto.) ¿Lo sabía usted, mamá?<br />

Sandra: No.<br />

Terapeuta: ¿Qué cosas buenas va a extrañar usted?<br />

Sandra: Voy a extrañar el tener dos hijas... (vacila un<br />

instante). Solíamos ir juntas a jugar a los bolos y cantábamos<br />

en el coro de la iglesia. Me gustaba ir a las reuniones<br />

de padres en la escuela y recibir siempre magníficos informes<br />

sobre Rita. . . Acabamos de comprar un televisor con<br />

una gran pantalla y nos encanta, pero ahora seremos sólo<br />

Rhoda y yo.<br />

Cuando Sandra dijo «Voy a extrañar el tener dos hijas»<br />

experimenté una reacción física, una especie de conmoción.<br />

Advertí que Sandra sentía la partida de Rita como<br />

una muerte y que nunca volvería a verla. Dialogué en silencio<br />

conmigo misma para analizar si debía o no comunicarles<br />

esa reacción. ¿Cuál sería la posible desventaja? Tal<br />

vez Sandra creyera que la había interpretado mal. ¿Y la<br />

ventaja? Le transmitiría un convincente mensaje de que<br />

comprendía su profunda desesperación. Rita podría entender<br />

mejor la intensidad del dolor de su madre. Los posibles<br />

beneficios superaban a los posibles peligros. Como<br />

existía la posibilidad de que esta sesión fuera la única,<br />

decidí hablar.<br />

Terapeuta: Usted dijo que ya no tendrá más dos hijas. Por<br />

la forma de decirlo era como si... como si... Por supuesto<br />

que no tendrá más dos hijas en su casa, pero dio la impresión<br />

de algo definitivo. Usted seguirá teniendo dos hijas,<br />

sólo que una de ellas no vivirá en su casa. Por la manera<br />

de decirlo, sonó casi como si hablara de una muerte y no<br />

de una mudanza.<br />

122<br />

Sandra (con un profundo suspiro): Supongo que eso es lo<br />

que he vivido desde que Rita me contó cómo se sentía verdaderamente.<br />

Parece una muerte, y no como si se fuera a<br />

hacer una visita o sólo por un año o dos. Fue muy distinto<br />

cuando mi hijo se fue de casa.<br />

Terapeuta: ¿En qué consistió la diferencia?<br />

Sandra: Las circunstancias eran diferentes. <strong>El</strong> terminó la<br />

escuela secundaria y se marchó a la universidad. Tuvimos<br />

nuestros problemas pero nos habíamos reconciliado. Tengo<br />

la sensación de que Rita no quiere reconciliarse... sólo<br />

quiere irse y olvidar. Y eso me parece realmente definitivo.<br />

Terapeuta: ¿Es como dice tu madre? ¿Tenías pensado no<br />

mantener ninguna relación con ella en el futuro?<br />

Rita: No.<br />

Terapeuta: ¿Por qué crees que ella pensaba eso?<br />

Rita: Probablemente, porque desde hace un tiempo no<br />

hay comunicación entre nosotras. <strong>El</strong>la no sabe lo que<br />

siento.<br />

Terapeuta: Entonces, ¿cuál es tu idea respecto de seguir<br />

conectada con tu mamá y con Rhoda después de irte?<br />

Rita explicó que esperaba seguir en contacto con su<br />

madre y su hermana por teléfono, por carta y con visitas<br />

durante las fiestas. Pidió disculpas a su madre por haber<br />

sido tan indiscreta frente a la policía y los vecinos. Madre<br />

e hija se marcharon reconciliadas. Sandra me llamó más<br />

adelante para agradecerme y decirme que había llegado a<br />

aceptar como apropiada la decisión de Rita de vivir con su<br />

padre durante un tiempo, y que ya no sentía que la relación<br />

entre ambas estuviera cortada.<br />

Las emociones y el mensaje de recapitulación<br />

Se ha sostenido que tanto la «actitud del sí» (Erickson,<br />

Rossi y Rossi, 1976; Erickson y Rossi, 1979) desarrollada<br />

durante la entrevista como la pausa y las felicitaciones incluidas<br />

en el comienzo del mensaje de recapitulación son<br />

123


sugestiones hipnóticas que inducen un estado de relajación<br />

(véase el capítulo 6). Nunca se ha hecho mención de<br />

las emociones con referencia a este proceso. Sin embargo,<br />

la comprensión y los elementos positivos transmitidos por<br />

el mensaje de recapitulación a los clientes —por lo general,<br />

estos esperan oír que las cosas son peores de lo que suponían—<br />

proporcionan un gran alivio emocional. La relajación<br />

resultante es esencial para razonar y tomar las decisiones<br />

conductales (Damasio, 1994) necesarias para llegar<br />

a una solución.<br />

Conclusión<br />

La elevación de las emociones al mismo rango que la<br />

cognición y la conducta en la TCS puede parecer un paso<br />

radical Sin embargo, si aceptamos que el lenguaje y la<br />

emoción son inseparables, ¿cómo podríamos excluir la<br />

emoción de nuestra práctica terapéutica?<br />

Las emociones pueden facilitar las soluciones al brindar<br />

un importante medio de conectarse con los clientes y<br />

comprenderlos (Ring, 1998). Las emociones primarias son<br />

un medio universal de comunicación. Surgen sin un control<br />

consciente y no dependen de las palabras. Los bebés<br />

no necesitan palabras para comunicar sorpresa, dolor o<br />

hambre. Entre los clientes y los terapeutas presentes en el<br />

consultorio hay una conexión emocional inexpresada que<br />

no se transmite a los terapeutas ubicados tras el espejo.<br />

Aunque habitualmente conversamos con los clientes en<br />

un nivel emocional elaborado por la maduración física y<br />

mental y la socialización, atraer su atención a lo que Steve<br />

Gilligan (1997) llama «un indestructible "punto débil sensible"<br />

(...) en lo más íntimo de cada individuo» puede facilitar<br />

las soluciones. Un modo de hacerlo consiste en crear<br />

un clima emocional que proporcione seguridad (Sullivan,<br />

1956). Otro modo es utilizar nuestra intuición y nuestros<br />

sentimientos para ayudar a los clientes a tomar conciencia<br />

de sus propios sentimientos, a fin de que puedan usarlos,<br />

junto con su razonamiento, para hallar soluciones.<br />

Por supuesto, también puede suceder al revés. A los clien-<br />

124<br />

tes que sólo sienten emoción hay que ayudarlos a acceder<br />

a su capacidad de razonar. Quienes no pueden controlar<br />

su conducta deben recibir ayuda para sentir y razonar.<br />

Nuestra vida no puede ser productiva sin emoción; por lo<br />

tanto, esta debe ser incluida en las soluciones para vivir<br />

mejor.<br />

125


5. <strong>El</strong> proceso de aclaración de las metas<br />

Hace algunos años, en la primera sesión yo formulaba<br />

siempre una de estas preguntas: «¿Cómo sabrá usted que<br />

venir aquí le resulta útil?» o «Si.usted vuelve la semana<br />

próxima y me dice que ha notado un pequeño cambio favorable,<br />

¿cuál será ese cambio?». <strong>El</strong>egía estas preguntas<br />

para lograr que los clientes se centraran en las metas. Las<br />

respuestas les harían saber, y me harían saber a mí, hacia<br />

dónde deseaban encaminarse. También creía que con<br />

esas preguntas evitaría que insistieran en hablar de sus<br />

problemas. Las respuestas que recibía eran variadas,<br />

pero sólo en raras ocasiones conducían a una solución rápida.<br />

Hace unos diez años dejé de usar estas preguntas introductorias<br />

debido a lo que aprendí en un taller realizado<br />

bajo mi dirección. Los participantes, divididos en pequeños<br />

grupos, se habían entrevistado mutuamente, y un<br />

hombre comentó más tarde que se había sentido irritado<br />

cuando su «terapeuta» le formuló la primera de las preguntas<br />

mencionadas. Dijo que quería contar su historia y<br />

que la pregunta se lo impidió. La discusión posterior en el<br />

grupo me hizo comprender que esas preguntas iniciales<br />

centradas en el futuro disponían el escenario para la terapia<br />

privando al cliente de la posibilidad de elegir. No es<br />

una forma adecuada de practicar la TCS. Lo importante<br />

no es el momento en que se definen las metas, sino el hecho<br />

de que estas reflejen con tanta precisión como sea posible<br />

lo que los clientes desean de la terapia.<br />

En este capítulo describiré la aclaración de las metas<br />

como un proceso continuo, apartándome así de la opinión<br />

generalmente admitida de que, dentro de lo posible, en la<br />

primera sesión deberían definirse metas concretas en<br />

6<br />

términos de conducta (Berg y Miller, 1992; De Shazer,<br />

1985, 1991a; Durrant, 1995; O'Hanlon y Weiner-Davis,<br />

1989; Walter y Peller, 1992). Las ideas que aquí presento<br />

sólo son aplicables a los clientes que concurren por su<br />

propia decisión; de los clientes involuntarios me ocuparé<br />

en el capítulo 10.<br />

Metas versus soluciones<br />

Los problemas —según lo afirma uno de los supuestos<br />

básicos de la TCS— no tienen que ver necesariamente con<br />

las soluciones, y de ello se deduce que tampoco tienen que<br />

ver necesariamente con las metas. Cuando acuden a la<br />

terapia, los clientes suelen tener en mente una meta, pero<br />

es posible que esta no sea la solución. La solución será<br />

cualquier cosa que, en la percepción de los clientes, vuelva<br />

su situación menos problemática o no problemática en un<br />

momento determinado.<br />

Las metas se perciben, por lo general, en términos de<br />

«o bien... o bien»; es decir, el problema es «totalmente<br />

malo», y la solución, «totalmente buena». «Nunca volveré<br />

a enojarme» o «Siempre seremos una familia feliz» son expectativas<br />

usuales pero poco realistas en materia de metas.<br />

Estos pensamientos singulares son también malas<br />

premisas para la buena salud mental y pueden parecer<br />

difíciles de llevar a la práctica, cuando tal vez lo único que<br />

se requiere para hallar una solución adecuada es un cambio<br />

relativamente pequeño, la diferencia entre dos matices<br />

de gris.<br />

Las soluciones son el producto final de un proceso de<br />

descubrimiento. Pueden estar muy alejadas de lo que los<br />

clientes creían su meta cuando iniciaron la terapia. De<br />

acuerdo con este razonamiento, es más apropiado concebir<br />

la «aclaración de la meta» como una observación continua<br />

de los clientes durante la terapia y una reevaluación<br />

conjunta de lo que desean como resultado. Más recientemente,<br />

Walter y Peller (1996, pág. 18) describieron la<br />

aclaración de la meta como un proceso de desarrollo del<br />

127


128<br />

significado al que denominaron «evolución de la meta»<br />

[goaling].<br />

La tarea de aclarar las metas<br />

La creencia de que hacia el final de la primera sesión<br />

debe contarse con una meta definida es reforzada por las<br />

empresas de atención médica administrada, que exigen<br />

pruebas concretas de que los terapeutas emplean el tiempo<br />

de manera constructiva. Este concepto también es útil<br />

para el compromiso de calidad y la investigación. En efecto,<br />

ayudar a los clientes a definir qué quieren de la terapia<br />

es esencial, sobre todo para un enfoque tan pragmático y<br />

focalizado como la TCS. Sin embargo, esta tarea no debe<br />

ser tomada demasiado literalmente si se quiere evitar que<br />

se convierta en la meta del terapeuta, en lugar de responder<br />

a lo que el cliente necesita en ese momento. La prisa<br />

por definir las metas puede someter a los terapeutas y los<br />

clientes a una presión indebida y dar por resultado metas<br />

mal definidas que conducen a conversaciones sin futuro.<br />

Además, puede afectar negativamente el clima emocional<br />

de la relación terapeuta-cliente. . . .<br />

<strong>El</strong> término «definición de la meta» sugiere linealidad,<br />

precisión y un proceso cognitivo. Implica una estructura,<br />

como un protocolo. Algunos clientes son capaces de definir<br />

al comienzo del tratamiento una clara meta conductal<br />

que permanece invariable. Muchos otros están demasiado<br />

abrumados emocionalmente como para ir más allá<br />

de expresar algunas «quejas» (De Shazer, 1985, págs. 31-<br />

2). Por lo común, esas quejas son más vagas o generales<br />

que el problema, tal como este termina por definirse. La<br />

mayor parte de las veces, las quejas se redefinen, durante<br />

el proceso terapéutico, hasta que el cliente tiene en claro<br />

cuál es el problema. La comprensión cabal del problema<br />

suele esclarecer la meta o la solución.<br />

Aclaración de las metas: el proceso<br />

Ayudar a los clientes a comprender qué desean de la<br />

terapia requiere tiempo y paciencia. <strong>El</strong> supuesto de que<br />

la terapia breve avanza a paso lento nos lo recuerda, y nos<br />

ayuda a mantener una actitud flexible, a oír lo que se<br />

dice sin escuchar deliberadamente y a hacer aclaraciones<br />

o preguntar sobre el significado sólo cuando es necesario.<br />

Imaginemos esta situación: una persona necesita comprar<br />

ropa para usar en el trabajo o en una ocasión determinada.<br />

Considera sus posibilidades y toma algunas<br />

decisiones respecto del estilo y el color. Por ejemplo, si es<br />

una mujer, quizá se decida por un vestido rojo. Va a la<br />

tienda y busca un artículo que responda a esa descripción.<br />

<strong>El</strong> primero que encuentra le agrada y lo compra. Esto es<br />

posible pero no probable, sobre todo tratándose de una<br />

mujer,<br />

La mayoría de las personas se prueban varias prendas<br />

que podrían satisfacer sus necesidades y, si son afortunadas,<br />

encuentran una de su agrado. Más frecuente es<br />

que, mientras buscan entre las perchas, se sientan atraídas<br />

por una prenda de un color o un estilo diferente del<br />

que buscaban. La mujer que creía que quería un vestido<br />

rojo finalmente decide que un traje negro con pantalones<br />

le sienta mejor y es más versátil. Las expectativas previas<br />

son superadas por las opciones que ofrece la experiencia<br />

de ir de compras.<br />

<strong>El</strong> proceso por el que atraviesan nuestros clientes es similar<br />

al que acabamos de describir. Las metas que habían<br />

imaginado pueden cambiar cuando tienen la oportunidad<br />

de reexaminarlas desde distintos puntos de vista. La interacción<br />

con el terapeuta debería proporcionarles esa<br />

oportunidad.<br />

La «aclaración de las metas» es un proceso que comienza<br />

con la primera sesión y prosigue hasta el fin de la terapia.<br />

Requiere una observación constante de los clientes<br />

para asegurarnos de que marchamos por la misma senda<br />

(Walter y Peller, 1994). Este proceso suscita en forma au-<br />

129


tomática algunas preguntas, independientemente de la<br />

etapa en que se encuentre la terapia:<br />

1. «¿Cuál cree usted que es el problema (en este momento)?».<br />

2. «¿Cómo sabrá que el problema se ha resuelto?».<br />

3. «¿Cómo sabrá que ya no tiene que venir? ¿Qué le<br />

indicará que ya no es necesario?».<br />

4. «Para que eso ocurra, ¿qué deberá modificarse en<br />

lo concerniente a sus actos, pensamientos y sentimientos?».<br />

5. «¿Qué diferencias notará en otras personas que<br />

comparten la situación?».<br />

6. «¿Cuál es su fantasía más alocada en cuanto a lo<br />

que desea que ocurra?». (Cualquier versión de la<br />

pregunta del milagro es útil para la aclaración de<br />

las metas.)<br />

Una vez que se ha llegado a un acuerdo sobre la dirección,<br />

pueden utilizarse preguntas de la escala para verificar<br />

el progreso hacia la solución.<br />

La razón por la cual en la TCS es tan importante ayudar<br />

a los clientes a aclarar sus metas es que estos, si no<br />

conocen con claridad lo que realmente quieren, no serán<br />

capaces de reconocer una solución. Como cada cliente es<br />

único y los terapeutas no pueden cambiar a los clientes, estos<br />

tienen que cambiarse a sí mismos; sólo ellos pueden saber<br />

cuándo han llegado a ese punto.<br />

Por ejemplo, al comienzo de la sesión, una pareja puede<br />

decir que su meta es tener una vida sexual más activa.<br />

Construir una solución basada en esa meta sin hablar del<br />

contexto en que tiene lugar la relación sexual puede ser<br />

adecuada sí la pareja está preparada para una mayor intimidad.<br />

No obstante, dado el supuesto de que la TCS avanza<br />

a paso lento, conviene dedicar antes algún tiempo a explorar<br />

el contexto de su relación sexual. Esta exploración<br />

puede producir información adicional: por ejemplo, la<br />

falta de confianza en el amor del otro. Si los clientes modifican<br />

su meta y se dedican a incrementar la confianza tendrán<br />

mayor probabilidad de hallar una solución exitosa<br />

que si siguen trabajando para tener una vida sexual más<br />

30<br />

activa, porque los pequeños pasos hacia la confianza serán<br />

mucho menos riesgosos que los pasos dados hacia la<br />

intimidad sexual. Una mayor confianza probablemente<br />

los llevará, de todos modos, a una vida sexual más activa.<br />

Aunque resulte paradójico, el camino en apariencia menos<br />

directo hacia la solución puede conducir a una solución<br />

más rápida. <strong>El</strong> rol del terapeuta centrado en la solución<br />

consiste en facilitar a los clientes el proceso de autoconocimiento,<br />

a fin de que las perturbaciones tengan la<br />

máxima probabilidad de convertirse en soluciones apropiadas<br />

para ellos.<br />

Metas y emociones<br />

Como las emociones forman parte del lenguaje, deberían<br />

ser incluidas en la aclaración de las metas. Por ejemplo,<br />

Jonathan describió su motivo para acudir a terapia<br />

diciendo: «Quiero ser más resuelto». Aclaró ese motivo mediante<br />

una referencia a la conducta: «No voy a dudar de<br />

mis opiniones y elecciones porque alguien las cuestione,<br />

sino que voy a actuar de acuerdo con mis propias decisiones».<br />

La terapeuta reflejó el componente emocional de esa<br />

descripción: «¿Dice entonces que no tendrá miedo de tomar<br />

sus propias decisiones?». <strong>El</strong> rostro de Jonathan se iluminó:<br />

«¡Sí, exactamente, así es!». Ahora bien, como Jonathan<br />

era una persona que deseaba agradar, la terapeuta<br />

tuvo que precaverse de que no respondiera positivamente<br />

a su reflexión en términos emocionales por el mero hecho<br />

de que esta provenía de ella. Tuvo que pedirle que decidiera<br />

por sí mismo cómo quería expresar su meta. ¿Se referiría<br />

a actuar con decisión o a no tener miedo? Obviamente,<br />

ambas cosas están relacionadas, pero Jonathan debía<br />

aclararse cuál de esas descripciones le parecía mejor. En<br />

este caso, el pedido de aclaración le permitía practicar la<br />

toma de decisiones y aumentaba la probabilidad de encaminarse<br />

con fluidez hacia una solución.<br />

La referencia a la «aclaración de metas» y no a la «redefinición<br />

de metas» también puede tener una influencia fa-<br />

131


vorable en los clientes que no progresan. Decirle a un<br />

cliente que lo que desea de la terapia ha cambiado y preguntarle<br />

«¿Qué es más adecuado para usted ahora?» o<br />

«¿En qué preferiría concentrarse ahora?» lo irritará mucho<br />

menos que sugerir que debe haber un cambio. <strong>El</strong><br />

cliente puede interpretar que el cambio significa que la<br />

meta que se fijó antes era equivocada. La idea de que cometió<br />

un error puede provocarle un sentimiento de vergüenza<br />

que perturbará el clima emocional.<br />

Algunos cliente temen el cambio aunque hayan<br />

iniciado una terapia para lograrlo. <strong>El</strong> temor se manifiesta<br />

habitualmente en la falta de progreso, la percepción de<br />

que no hay progreso aunque se haya producido algún<br />

cambio, o la recaída. Los clientes que sienten ambivalencia<br />

frente al cambio tienden a demostrarlo expresando,<br />

directa o indirectamente, sentimientos negativos hacia sí<br />

mismos, el terapeuta o la terapia. También en este caso es<br />

más seguro, dado su estado emocional, explorar su idea<br />

actual de lo que desean de la terapia, en lugar de hablar<br />

sobre redefinición de metas. Ni siquiera vale la pena correr<br />

el riesgo de hacer un sondeo discreto como «Me preguntaba<br />

si sería útil verificar las metas que usted definió<br />

anteriormente», ya que puede avergonzar a los clientes.<br />

<strong>El</strong> hecho de aclarar las metas como parte de una conversación<br />

en curso proporciona mayor seguridad.<br />

EJEMPLO DE CASO: MARILYN<br />

<strong>El</strong> tratamiento al que rae referiré, que incluyó cinco<br />

sesiones distribuidas a lo largo de tres meses, ilustra mi<br />

planteo de que la aclaración de las metas es un proceso y<br />

no una tarea. También destaca las decisiones de un terapeuta<br />

de las que he hablado en los capítulos precedentes. 1<br />

Marilyn era una mujer blanca de 30 años, casada y<br />

madre de un hijo de 19 meses. Trabajaba media jornada<br />

1 Una versión de este caso en la que se hace hincapié en un aspecto<br />

diferente fue publicada en <strong>Lipchik</strong> (1993). Copyright 1993 por The<br />

Guilford Press. Se reproduce con autorización.<br />

132<br />

en un banco. De agradable aspecto, podríamos describirla<br />

diciendo que su peso estaba en el límite máximo admitido<br />

como normal en las tablas de peso y estatura; es decir, aún<br />

no estaba demasiado gorda. Cinco años antes, justo después<br />

dé casarse, asistió a seis sesiones de terapia en busca<br />

de ayuda para manejar la relación con su padre. Este, un<br />

hombre cariñoso pero controlador, tenía dificultades para<br />

compartir su única hija con su yerno, y exigía sin razón<br />

que ambos le dedicaran más tiempo y atención. La solución<br />

encontrada por Marilyn consistió en decidir qué atención<br />

le prestaría en vez de desatenderlo por completo.<br />

Marilyn dijo que volvía a terapia para «curarse de un<br />

trastorno alimentario». Al referirse alo sucedido en los últimos<br />

cinco años manifestó que se sentía orgullosa de que<br />

las cosas con el padre siguieran por buen camino. Ya no<br />

trataba de cambiarlo, sino que lo aceptaba tal como era.<br />

«Todavía hace algunos comentarios de vez en cuando»,<br />

dijo, «pero no le hago caso».<br />

Hablando con un tono de voz que denotaba angustia y<br />

tensión, describió su problema actual del siguiente modo:<br />

Marilyn: Mi peso ha sido para mí un problema durante<br />

toda la vida y ahora pierdo el control cada vez más, sabe, y<br />

no paro de engordar y creo que no puedo controlarlo por<br />

alguna razón ... mis hábitos de comida.<br />

Terapeuta: ¿En algún momento pudo controlarlos?<br />

Marilyn: Cuando pertenecía a Weight Watchers. En esa<br />

época rebajé doce kilos, pero gradualmente volví a los<br />

viejos hábitos... y... sabe... no sé... mi meta no es rebajar<br />

tanto como en esa época. En Weight Watchers lo hacen<br />

medir y pesar todo a uno. Mi problema no consiste en comer<br />

dos cucharaditas de margarina en vez de una. No es<br />

esa clase de cosas lo que quiero remediar. <strong>El</strong> problema son<br />

las comilonas. [Esta fue la primera declaración de Marilyn<br />

respecto de lo que quería.l<br />

Terapeuta: Muy bien... y dígame, ¿cada cuánto se da una<br />

comilona?<br />

Marilyn: Todos los días.<br />

Terapeuta: ¿Y eso qué quiere decir, exactamente?<br />

133


Marilyn: Quiere decir que reviso las alacenas y el refrigerador<br />

y como todo lo que encuentro. Y si no encuentro<br />

nada voy al sótano, donde tenemos la despensa, a buscar<br />

galletas o lo que sea.<br />

Terapeuta: [En este punto, para promover su autoconocimiento,<br />

le pregunté a Marilyn qué significaba para ella<br />

esa conducta.] ¿Cómo se explica a sí misma esa actitud?<br />

Marilyn: Es algo que viene de lejos. Empezó cuando estaba<br />

en la escuela primaria o al comenzar la secundaria.<br />

Terapeuta: Ah, sí. ¿Y todos los días?<br />

Marilyn: Cada tanto, cuando me pongo a dieta... durante<br />

un tiempo.. .no lo hago, pero en general sí. Trato de analizarlo<br />

y es como si... no sé... no me pasa necesariamente<br />

cuando estoy deprimida. No lo puedo asociar con ninguna<br />

emoción. Simplemente no puedo explicarlo.<br />

Terapeuta: Probablemente se ha convertido en un hábito.<br />

[Empleo un término que Marilyn ha usado varias veces.]<br />

Marilyn: Sí, y es tan irracional. Y mientras como de esa<br />

manera creo que es ridículo y entonces empiezo a deprimirme.<br />

Terapeuta: ¿De modo que la única ocasión en que no lo hace<br />

es cuando decide seguir una dieta?<br />

Marilyn: Sí. <strong>El</strong> período más largo, unos cuatro meses, fue<br />

cuando estaba en Weight Watchers, pero luego, poco a poco,<br />

volví a hacerlo. Pero ahora es peor que nunca.<br />

Terapeuta: ¿Y Jim qué opina? [Amplío el contexto de la<br />

opinión de Marilyn.]<br />

Marilyn: <strong>El</strong>... bueno, yo lloro y digo que tengo que controlarme.<br />

.. y cuando voy a Weight Watchers cree que es<br />

una buena idea, pero siempre con la actitud de que no voy<br />

a aguantar esa manera de comer. Me gustan las comidas<br />

grasosas. Nunca persevero.<br />

Marilyn siguió diciendo que comenzaba a buscar comida<br />

tan pronto como su esposo se iba a trabajar y luego comía<br />

más o menos durante una hora. ¿Creía que tenía relación<br />

con la partida de su esposo? No. ¿Qué comía? Le gustaban<br />

los fiambres como la salchicha boloñesa y el salchichón<br />

de hígado, las galletas de cualquier clase, la comida<br />

134<br />

chatarra y la manteca de maní, que comía directamente<br />

del frasco como si fuese un helado. Ultimamente, después<br />

de cenar comía incluso las sobras frías que había guardado<br />

en el refrigerador.<br />

Añadió que siempre comía en la cocina, frente al televisor.<br />

Cuando estaba ocupada comía menos, pero a menudo<br />

se sentía «demasiado perezosa» para dedicarse a hacer<br />

algo y permanecía frente al televisor. Cuando notaba que<br />

la invadía la pereza, se enojaba consigo misma y empezaba<br />

a comer. Dijo que los fines de semana las cosas mejoraban,<br />

aunque aun entonces se atiborraba de comida si su<br />

esposo no estaba en la casa. «No como de esa manera delante<br />

de nadie, ni siquiera de Jim». Mi intento de ampliar<br />

el concepto de «estar ocupada» no aportó nada.<br />

Mi diálogo interno en mis dos carriles registraba el<br />

proceso de Marilyn. Esta decía que quería cambiar, pero<br />

rechazaba todas las posibilidades de cambio. ¡La vieja rutina<br />

del «sí, pero... »! Siguió hablando de su enojo consigo<br />

misma. Percibí una sensación de malestar y me di cuenta<br />

de que la conversación empezaba a ser demasiado negativa,<br />

por lo que le hice la pregunta del milagro a fin de dirigir<br />

su atención hacia un futuro diferente.<br />

Marilyn: Si ocurriera un milagro, probablemente comería<br />

algunas papas fritas.. . un poquito de comida chatarra,<br />

rosetas de maíz... De ninguna manera comería sobras:<br />

es como cenar dos veces. Tendría algún control.<br />

Terapeuta: ¿Qué porcentaje del tiempo diría usted que es<br />

incapaz de controlarse?<br />

Marilyn: <strong>El</strong> noventa por ciento.<br />

Terapeuta: ¿Cuánto control cree que deberá obtener para<br />

sentirse satisfecha?<br />

Marilyn: Por lo menos, el setenta y cinco o el ochenta por<br />

ciento.<br />

Terapeuta: Bien... y... bueno, no es algo que vaya a suceder<br />

de golpe. De un noventa por ciento de descontrol a un<br />

setenta y cinco por ciento de control. .. un gran salto.<br />

¿Qué opina de un cambio del cinco por ciento? ¿Cómo cree<br />

que sería?<br />

135


Marilyn: O bien pararía antes y dejaría pasar uno o dos<br />

días sin... digamos cinco días, diez comilonas, eliminar<br />

una o dos o un cinco por ciento... algo así.<br />

Terapeuta: ¿Qué le parece que sería más fácil para usted?<br />

¿Detenerse antes o eliminar alguna comilona? [Este planteo<br />

ampliaba las opciones de «o bien.,. o bien» a «tanto<br />

una cosa como la otra», y disminuía la tensión emocional<br />

provocada por la lucha entre ambas.]<br />

Marilyn: Probablemente eliminar una, o al menos cambiarla<br />

por un bocadillo en lugar de atiborrarme... permitirme<br />

algo pero no permitirme perder el control.<br />

Terapeuta: De modo que cuando elija el momento y lo que<br />

va a comer, cuando eso suceda, ¿qué imagina que deberá<br />

hacer para limitarse a eso y no sentirse insatisfecha?<br />

Marilyn: Probablemente, hacer algo.<br />

Terapeuta: ¿Por ejemplo?<br />

Volvimos a explorar la idea de Marilyn de «hacer algo»<br />

en lugar de comer, pero ella cambió de tema y siguió criticándose.<br />

Todas las personas con quienes trabajaba eran<br />

delgadas y estaban pendientes de las dietas, y Marilyn<br />

temía que la consideraran incapaz de controlarse.<br />

Empezaba a resultar claro que no estaba dispuesta a<br />

trabajar para hallar una solución. Por otra parte, yo quería<br />

evitar más autorrecriminaciones, de modo que le hice<br />

una pregunta de la ventaja. Podía haber vuelto atrás para<br />

insistir en la pregunta del milagro, pero me decidí por la<br />

pregunta de la ventaja. Su finalidad es estimular el pensamiento<br />

en términos de «tanto una cosa como la otra»,<br />

porque induce a los clientes a considerar lo que hay de<br />

positivo en lo negativo.<br />

Terapeuta: Sé que esta pregunta le parecerá extraña.<br />

Quiero que sepa que estoy al tanto de su estrés y su preocupación,<br />

pero ¿cuál diría usted que es la ventaja de tener<br />

ese problema?<br />

Marilyn: Es una buena pregunta. Bueno, noto que no me<br />

acerco a la gente conocida, digamos, en un restaurante.<br />

Tal vez me sirve de excusa para eso. No sé.<br />

Terapeuta: ¿Por qué quiere evitarlos?<br />

136<br />

Marilyn: Porque me veo gorda.<br />

Terapeuta: ¿Alguna otra razón?<br />

Marilyn: Puedo comer todo lo que quiera sin pensar. Me<br />

ahorra mucha energía.<br />

Terapeuta: ¿Cómo podría disfrutar de esas ventajas sin tener<br />

el problema que la trajo aquí?<br />

Marilyn: Hum... dejando de luchar conmigo misma, supongo.<br />

Terapeuta: ¿Luchar consigo misma?<br />

Marilyn: Ah, vea, cuando me digo que no debería comer<br />

tanto pero de todos modos quiero hacerlo.<br />

Terapeuta: ¿Es eso lo que ocurre cuando se da un atracón?<br />

Marilyn: Sí, ese es en realidad el problema, enojarme conmigo<br />

misma por querer comer. [Redefine el problema una<br />

vez más.]<br />

Había oído a Marilyn presentar el problema de varias<br />

maneras: trastorno de la alimentación, comilonas, mal<br />

hábito, descontrol y enojo consigo misma. Todas parecían<br />

reducirse al hecho de que cuanto mayor era su incapacidad<br />

de controlarse, más se enojaba consigo misma. Como<br />

su solución en el caso de la relación con su padre había<br />

consistido en obtener control, me remití a ese recurso.<br />

Terapeuta: A su juicio, ¿qué cosas marcaron una diferencia<br />

para usted cuando vino a verme después de casarse,<br />

por el tema de su padre?<br />

Marilyn: Recuerdo... usted me preguntó qué opciones tenía<br />

para manejar la relación con mi padre, y yo nunca había<br />

pensado en ellas. Una de las posibilidades era no tener<br />

contacto con mis padres. Yo no quería eso. Usted me hizo<br />

pensar en cómo quería abordar esa cuestión y formuló<br />

algunas preguntas que me dieron ideas.<br />

Terapeuta: ¿Cuáles son sus opciones hoy?<br />

Marilyn: Aceptar las cosas como son o controlarme.<br />

Terapeuta: ¿Cuáles serían algunas opciones intermedias?<br />

[«Tanto... como».]<br />

Marilyn decidió que una forma de comenzar consistiría<br />

en dejar de comer manteca de maní del frasco o helado del<br />

137


envase. Pero volvió a insistir en que no quería privarse del<br />

placer de comer ni someterse a una estructura rígida.<br />

Al redactar el mensaje de recapitulación y decidir la tarea<br />

consideré que debían relacionarse con la lucha de Marilyn<br />

entre el control y la dependencia. Por lo tanto, el<br />

mensaje reflejaba mi comprensión de sus problemas de<br />

control y también le ofrecía algo concreto en que pensar.<br />

Terapeuta: [Mensaje de recapitulación.] Hoy la escuché<br />

decir que quiere enfrentar un hábito que tiene desde los<br />

días de la escuela secundaria... luchar consigo misma para<br />

no comer lo que quiera y cuanto quiera, y que eso la molesta<br />

no sólo por lo que la hace sentir respecto de sí misma,<br />

sino también por lo que otras personas podrían pensar de<br />

usted. Le parece que en este momento quiere un tratamiento<br />

individual para controlar ese problema, no un programa<br />

grupal, y no quiere una rutina de comidas muy estructurada<br />

que no podrá mantener más adelante. Al parecer,<br />

su esposo ha renunciado a apoyarla en su lucha y<br />

trata de convencerla de que se acepte tai cual es, como él<br />

mismo lo hace.<br />

También la escuché decir que ha logrado mantener bajo<br />

control la relación con su padre durante los últimos cinco<br />

años y que pensar en sus opciones la ayudó a conseguirlo.<br />

Mi respuesta es que su decisión es sensata, porque<br />

usted es una persona que cuando resuelve hacer algo, lo<br />

hace. Si eligió este momento para hacerlo, debe de haber<br />

una buena razón para ello. Usted comprende muy bien<br />

qué le sirve y qué no le sirve, y como la reflexión sobre sus<br />

opciones le sirvió antes, podría serle nuevamente útil.<br />

Marilyn: Tal vez sea poco realista de mi parte querer que<br />

ocurra en un santiamén.<br />

Terapeuta: Es posible. Puede que necesite algún tiempo<br />

para decidir cuál sería la mejor manera de no enojarse<br />

consigo misma y de obtener el grado de control que desea.<br />

No estoy segura, pero quizá le sería de ayuda pensar en<br />

distintas opciones respecto del tipo de bocadillo que quiere<br />

comer y en qué momento, y cuáles son sus posibilidades<br />

138<br />

de mantenerse ocupada. Tal vez quiera incluso tratar de<br />

decidir a la mañana qué bocadillos va a comer y en qué se<br />

va a ocupar durante el día, y ver si eso le agrada o no.<br />

Marilyn: Bien, lo haré. Quiero recuperar el peso que tenía<br />

antes del embarazo y ser capaz de dominarme. [Advertí<br />

que Marilyn mencionaba ahora otra posible meta, la de<br />

rebajar de peso, contradiciendo lo que había dicho antes.]<br />

Segunda sesión (dos semanas más tarde)<br />

Terapeuta: Y bien, ¿qué ocurrió que usted quiera que siga<br />

ocurriendo?<br />

Marilyn: Fue difícil, muy difícil. A veces me pregunto incluso<br />

si es posible. La primera semana probé todas las opciones<br />

religiosamente, las escribí, las planifiqué, las volví<br />

a escribir. Luego, la segunda semana, lo hice verbalmente...<br />

pero no muy bien.<br />

Terapeuta: Hábleme de la primera semana y de lo que<br />

funcionó.<br />

La interrogué minuciosamente sobre las conductas<br />

exitosas y me enteré de que había dejado de comer manteca<br />

de maní y helado, y sustituido las galletas más grasosas<br />

por galletas saladas. Marilyn no compartió mi entusiasmo<br />

por esos cambios y relativizó su éxito diciendo:<br />

«Bueno, algunos días dio resultado y otros no». Le pregunté:<br />

«Pero, en general, ¿en esas dos semanas comió menos<br />

que antes?». «Sí, claro», contestó, «en general mucho menos,<br />

pero también sé que, aunque comí menos de algunas<br />

cosas, lo compensé comiendo más de otras». La reacción<br />

de Marilyn ante el evidente cambio favorable indicaba<br />

que no estaba verdaderamente preparada para una solución.<br />

Tenía que seguirla con cuidado para tratar de suscitar<br />

una motivación de algún otro modo.<br />

Terapeuta: En este momento no veo con claridad en qué<br />

cree usted que sería más útil concentrarse.<br />

Marilyn: Quizás en un día por vez. Algunos días no comí<br />

ningún bocadillo. [Obsérvese que cuando no cuestioné su<br />

139


posición, ella asumió por su cuenta una actitud más positiva.]<br />

Terapeuta: ¿Y qué hizo en vez de comer?<br />

Marilyn: Bueno, uno de esos días fue el Miércoles de<br />

Ceniza; eso me dio una razón.<br />

Terapeuta: ¿Y qué hizo en vez de comer?<br />

Marilyn: Oh, lo tenía todo escrito, y encontré cosas que<br />

podía hacer en la casa {con enojo). Si puedo hacerlo un día<br />

o dos, ¿por qué no siempre?<br />

Terapeuta: Parece enojada consigo misma.<br />

Marilyn: Lo estoy. <strong>El</strong> problema es un problema de control.<br />

Sé que otras personas también lo tienen, pero mire lo que<br />

pasa con todas mis amigas. Ni siquiera tienen que pensar<br />

en eso. ¿Por qué ellas pueden y yo no?<br />

Advertí que me sentía algo frustrada por la actitud de<br />

Marilyn y recordé que yo no puedo cambiar a los clientes;<br />

sólo los clientes pueden cambiarse a sí mismos. Por lo<br />

tanto, acepté la posición de Marilyn en ese momento y me<br />

limité a reflejar sus sentimientos mientras ella daba rienda<br />

suelta a su enojo consigo misma. Esta actitud disminuyó<br />

poco a poco y al final de la sesión Marilyn dijo entender<br />

que debía aprender a aceptarse.<br />

Terapeuta: [Mensaje de recapitulación.] Hoy la escuché<br />

decir que su objetivo al venir aquí es, en realidad, dejar de<br />

enojarse con usted misma por sus hábitos de alimentación.<br />

.. y aceptar su conducta y lo que usted cree que otras<br />

personas piensan sobre ella, es decir, el control en las comidas.<br />

Usted vino con la expectativa de lograr controlarse<br />

de inmediato. Señaló que su esposo le dijo que su manera<br />

de ser no tenía nada de malo y que debía aceptarse tal como<br />

él la acepta, pero usted cree que si se acepta a sí misma<br />

engordará cada vez más.<br />

Mi respuesta es que al parecer usted está bien encaminada<br />

al trabajar para aceptarse a sí misma. Creo que<br />

cuanto más luche contra sí misma, menos energía tendrá<br />

para hallar opciones que le convengan. Me pregunto:<br />

¿qué opina de cambiar su manera de luchar contra sí misma?<br />

Por ejemplo, un día podría asegurarse de que lucha<br />

140<br />

todo el tiempo, y al siguiente no luchar en absoluto y aceptarse.<br />

Marilyn: No sé cómo podría dejarlo durante un día.<br />

Terapeuta: Pero usted me dijo que ya lo hizo algunas<br />

veces.<br />

Marilyn: No creo que pueda detener la discusión interna.<br />

Terapeuta: ¿Cómo lo logró antes?<br />

Marilyn: Bueno, tenía razones... la Cuaresma, por ejemplo,<br />

o los pagos a Weight Watchers. Pero podría intentarlo.<br />

¿Qué debería hacer?<br />

Terapeuta: <strong>El</strong> día indicado para no pelear, cuando perciba<br />

la lucha en su interior, dígase a sí misma «Tengo que dejar<br />

esto para mañana, porque hoy puedo hacer lo que me<br />

plazca». Los otros días permítase luchar consigo misma<br />

en cada oportunidad que surja, porque el día siguiente no<br />

podrá hacerlo.<br />

Marilyn: Muy bien, lo intentaré. ¿De modo que lo que estoy<br />

tratando de lograr es.. .? No sé si podré desconectar<br />

esa parte de mí.<br />

Terapeuta: ¿La estaría desconectando o postergando?<br />

Marilyn: Creo que obtendría mejores resultados si alternara<br />

períodos más cortos. Me permitiría discutir conmigo<br />

misma a la tarde y dejaría la tregua para el final del día,<br />

cuando me siento cansada y tengo menos energía para seguir<br />

discutiendo. [Siempre se debe permitir que los clientes<br />

modifiquen las sugerencias. Es más probable que<br />

cumplan la tarea si lo hacen a su modo.]<br />

Terapeuta: Cualquier manera que le parezca apropiada<br />

estará bien. Sólo le prevengo que no debe esperar demasiado<br />

a corto plazo.<br />

Tercera sesión (dos semanas más tarde)<br />

Marilyn informó que le estaba yendo mejor en lo tocante<br />

a las comilonas, pero que en realidad había engordado y<br />

ahora quería trabajar para rebajar de peso. Me sorprendió<br />

este cambio, pero no hice ningún comentario para no<br />

perturbar el clima emocional. Durante la conversación<br />

que siguió advertí que Marilyn estaba más dispuesta a<br />

141


aceptarse y menos pendiente de su modo de comer. Pero<br />

insistía en que los cambios se debían a que su esposo pasaba<br />

más tiempo en la casa y en general ella tenía más cosas<br />

que hacer. Concordó en que su autocontrol estaba aumentando<br />

gradualmente, pero no le parecía suficiente.<br />

Cuando se quejó de que una característica de toda su vida<br />

había sido la incapacidad de mantener los cambios y de<br />

que nunca podría mantener el control, le recordé una importante<br />

excepción: la situación con su padre.<br />

En el mensaje de recapitulación comparé la lucha con<br />

su padre con la que libraba en la actualidad y formulé la<br />

tarea sobre la base de su solución pasada. Marilyn había<br />

resuelto el problema anterior tomando en cuenta sus necesidades<br />

y no las críticas de su padre. Sugerí un proceso<br />

similar: cada vez que notara que se estaba criticando debía<br />

preguntarse si eso era lo que su padre u otras personas<br />

podrían pensar de ella o lo que ella quería pensar de sí<br />

misma.<br />

Cuarta sesión (tres semanas más tarde)<br />

<strong>El</strong> primer comentario de Marilyn fue que posiblemente<br />

había estado un poco menos enojada consigo misma durante<br />

las tres semanas anteriores. Dijo que sentía enojo<br />

sólo el 50% del tiempo, pero que eso «no la satisfacía del<br />

todo». También informó que había seguido la sugerencia<br />

que le hice al final de la última sesión y notó que se sentía<br />

como si en su interior hubiera una niña rebelde. Esa niña<br />

la impulsaba a comer porque nunca había podido salirse<br />

con la suya en el pasado. «Es como si me dijera:"esto es<br />

realmente lo que quiero hacer y nadie me lo va a impedir"».<br />

Esta aclaración adicional del problema me llevó a<br />

preguntarle cómo quería ella, una persona adulta y competente,<br />

manejar a esa niña rebelde.<br />

Marilyn: Tal vez me debería concentrar en aceptarme a mí<br />

misma.<br />

Terapeuta: ¿Cómo podría disfrutar comiendo y al mismo<br />

tiempo aceptarse a sí misma? [«Tanto... como»]<br />

142<br />

Marilyn: No tendría esos sentimientos negativos hacia mí<br />

misma, y creo que parecen mostrarse a través del problema<br />

con la comida.<br />

Terapeuta: <strong>El</strong> problema con la comida, ¿es el síntoma de<br />

sus sentimientos negativos hacia usted misma?<br />

Marilyn: Es mi peor defecto, lo que me hace sentir más furiosa<br />

conmigo misma. [Sigue redefiniendo el problema.]<br />

Terapeuta: Muy bien. Si aceptarse es lo que quiere lograr<br />

de la terapia, ¿cómo sabrá que se está aceptando más a sí<br />

misma?<br />

Marilyn: No volveré a tener sentimientos negativos hacia<br />

mí misma y nadie me dirá que no tengo control.<br />

Terapeuta: ¿Cómo aprendió a aceptarse en otras situaciones?<br />

Marilyn: No lo sé. No hay muchos otros aspectos en los<br />

que no me acepte.<br />

Terapeuta: ¿Y en el papel de hija?<br />

Marilyn: Me daba cuenta de que no era una mala hija; mi<br />

problema no era ese. Pero en esta situación se trata sólo<br />

de mí.<br />

Terapeuta: Si se viera a sí misma como una persona que se<br />

acepta y critica a la vez, como solía ver a su padre, ¿de qué<br />

otra forma podría responder a sí misma?<br />

Marilyn: Dejo que él diga lo que quiera y yo hago lo que<br />

quiero.<br />

Terapeuta: ¿Y cómo podría trasladarse eso a la actitud de<br />

crítica a sus hábitos de alimentación?<br />

Marilyn: Supongo que debería decirle a esa parte de mí<br />

que se callara.<br />

Terapeuta: No es así como maneja a su padre.<br />

Marilyn: Lo ignoro.<br />

Terapeuta: ¿Podría hacer eso con su propia crítica?<br />

Marilyn: Sí, creo que es lo que he estado haciendo, incluso<br />

sin darme cuenta, cuando me sentía mejor. Me digo: esto<br />

es lo que he decidido hacer precisamente ahora.<br />

Terapeuta: ¿Sólo en la semana siguiente a la última sesión<br />

o también después?<br />

Marilyn: Las cosas están mejor todo el tiempo, pero están<br />

mucho mejor inmediatamente después de verla a usted.<br />

143


Terapeuta: ¿Diría que mientras trabajamos juntas el porcentaje<br />

de ese comportamiento aumentó? ¿Cuánto más<br />

que antes se acepta ahora?<br />

Marilyn: De un treinta a un cuarenta por ciento más.<br />

Terapeuta: Al comienzo usted dijo que estaba bien sólo en<br />

un diez por ciento, y ahora ese porcentaje ha subido entre<br />

un treinta y un cuarenta por ciento. Eso nos lleva a un cincuenta<br />

por ciento de mejoría.<br />

Marilyn: Pero ahora mi meta es diferente. Cuando vine el<br />

objetivo era rebajar de peso, pero ya no. Como la ropa no<br />

me quedaba bien, salí y me compré otra. Es una señal de<br />

que me acepto a mí misma.<br />

Terapeuta: Es maravilloso que se sienta así. ¡Es estupendo!<br />

Marilyn: Sé que podría bajar cinco kilos en tres semanas<br />

si quisiera, pero en realidad no quiero. De modo que finalmente<br />

pensé, bueno. , . compraré ropa que me haga sentir<br />

atractiva. .. pero entonces me pregunté si no estaba tratando<br />

de eludir algo.<br />

Terapeuta: ¿Y cuál es su respuesta a esa pregunta?<br />

Marilyn: Que así soy ahora. Sí puedo aceptarme tal como<br />

soy hoy, tal vez dentro de un año estaré más delgada... o<br />

sucederá alguna otra cosa... Quiero quedarme embarazada.<br />

Quiero dejar de pensar en eso como si fuera algo totalmente<br />

bueno o. totalmente malo.<br />

Terapeuta: En este momento, ¿cómo ha cambiado ese<br />

equilibrio para usted?<br />

Marilyn: Los sentimientos respecto de mis hábitos de alimentación<br />

han cambiado, de modo que los acepto mucho<br />

más que antes, pero lo que como es lo mismo... bueno,<br />

casi lo mismo... a veces es mejor y a veces peor.<br />

Terapeuta: ¿Cree que le resultaría aceptable tomar diferentes<br />

decisiones en momentos diferentes?<br />

Marilyn: Hum... en eso estoy atascada.<br />

Terapeuta: [Mensaje de recapitulación.] La escuché decir<br />

que está haciendo progresos, pero que no obtiene resultados<br />

con suficiente rapidez. También la escuché decir que<br />

ahora comprende que su principal objetivo es aceptarse,<br />

independientemente de sus hábitos de alimentación.<br />

144<br />

Mi respuesta es que creo que usted va por buen camino,<br />

pero que sólo llegará a aceptarse a sí misma si durante<br />

un tiempo abandona el intento de cambiar y deja que suceda<br />

lo que tenga que suceder; detenerse y ver cómo van<br />

las cosas cuando abandona el intento de cambiar... quizá<br />

durante un mes o dos. Por supuesto, aún tendrá a veces<br />

pensamientos de autocrítica. Algunas personas les hacen<br />

frente reservando diez minutos por día para ellos, y reflexionan<br />

sobre todos los pensamientos críticos que tienen<br />

durante el resto del día. Otras encuentran útil dedicar<br />

esos diez minutos a poner por escrito los pensamientos de<br />

autocrítica y luego romperlos y deshacerse de ellos. Sé que<br />

a usted no le gusta poner las cosas por escrito. Tal vez<br />

quiera buscar otras maneras de hacerlo. ¡Vea qué pasa!<br />

Quinta sesión (cinco semanas después)<br />

Marilyn informó que estaba mejor en todo sentido porque<br />

se aceptaba a sí misma y «se fijaba tanto en los aspectos<br />

buenos como en los malos». En relación con la comida,<br />

se consideraba más capaz de controlarse. <strong>El</strong> cambio principal<br />

consistía en que ya no luchaba tanto consigo misma.<br />

«Es un gran alivio», dijo, «como cuando finalmente dejé de<br />

pelear con mi padre». Le pregunté qué efecto tenía en su<br />

vida cotidiana esta nueva situación y me contestó que<br />

gracias a ella se había librado de la depresión.<br />

Terapeuta: ¿Hay alguna semejanza entre la sensación de<br />

descontrol en la relación con su padre y el descontrol con<br />

la comida?<br />

Marilyn: Creo que sí. Yo sentía decididamente que no tenía<br />

ningún control y él lo tenía todo. Cuando obtuve algún<br />

control, sentí alivio.<br />

Terapeuta: ¿Su comportamiento cambió?<br />

Marilyn: Sí, y el cambio persistió.<br />

Terapeuta: Sí. Y ahora usted hizo igual comprobación respecto<br />

de la comida, de luchar consigo misma y de enojarse<br />

consigo misma por no tener control.<br />

Marilyn: Sí, ahora ya no peleo mucho conmigo misma.<br />

145


Terapeuta: ¿De verdad?<br />

Marilyn: Sí.<br />

Terapeuta: Dentro de dos años... dentro de tres años...<br />

¿qué efecto tendrá en el futuro sobre su modo de comer<br />

este cambio que ha logrado ahora?<br />

Marilyn: Quiero creer que no lucharé conmigo ni pensaré<br />

en el asunto. Supongo que si me permito comer lo que<br />

quiero, no comeré más que lo suficiente. Por lo tanto, a<br />

menos que cambie mi metabolismo, no creo que llegue a<br />

pesar mucho más de lo que peso ahora, y con eso estaré satisfecha.<br />

Al final de la sesión le pedí a Marilyn que graduara la<br />

aceptación de sí misma respecto de la comida. Me contestó<br />

que la comida era sólo una parte de la historia y que, en<br />

general, consideraba que podía controlarse entre un 80 y<br />

un 85%, en comparación con el 25% del inicio de la terapia.<br />

En cuanto a la confianza en que podría mantener esos<br />

cambios, dijo: «No estoy segura. Es algo muy reciente».<br />

Terapeuta: Y tendrá que trabajar en ello y seguir reforzándolo.<br />

Una fórmula para hacerlo en el futuro... es normal,<br />

sabe, que la aceptación de sí mismo y la autoconfianza<br />

tengan altibajos... un ochenta y cinco por ciento es excelente<br />

ahora, pero llevará tiempo convertirlo en un hábito.<br />

.. Estaba pensando, para que no se desilusione si no<br />

siente que se acepta en un ochenta y cinco por ciento. ..<br />

cuando se sienta decaer, piense en lo que tiene que hacer<br />

para regular el equilibrio entre la aceptación y la crítica<br />

de sí misma, sin dejarse tironear entre lo totalmente<br />

negativo y lo totalmente positivo.<br />

Ambas coincidimos en que ella había alcanzado su<br />

meta y no era necesario que nos Volviéramos a reunir.<br />

<strong>El</strong> mensaje de recapitulación revisó su meta, sus logros<br />

y su nueva manera de pensar el problema.<br />

Lo importante en este caso fueron los cambios que se<br />

fueron produciendo en el proceso a medida que Marilyn<br />

aclaraba más y más el contenido. En cinco sesiones pasó<br />

146<br />

de la meta de «curar un trastorno de la alimentación» y el<br />

enojo consigo misma a la aceptación de sí misma. La conexión<br />

en el nivel del proceso la ayudó a aclarar su pensamiento<br />

en el nivel del contenido.<br />

Metas decisionales<br />

Cuando la meta de un cliente es elegir entre dos o más<br />

alternativas, nos convertimos en guías en un proceso de<br />

resolución de problemas. Debemos escuchar cuidadosamente<br />

a fin de ayudar al cliente a considerar las distintas<br />

opciones. Parte del trabajo, como la enumeración de los<br />

pros y los contras o la asignación de prioridades, puede<br />

sugerirse como tarea para la casa. Una variante de esta<br />

sugerencia consiste en pedir a los clientes que hagan una<br />

lista de las ventajas y desventajas de sus opciones a corto<br />

y largo plazo.<br />

Por ejemplo, un hombre acude para que lo ayuden a<br />

decidir si abandonará o perdonará a su esposa por haber<br />

tenido una breve aventura de la que está arrepentida.<br />

La ventaja a corto plazo: su orgullo quedará a salvo, y<br />

puede herir a su esposa como ella lo ha herido a él.<br />

La ventaja a largo plazo: no tendrá que preocuparse<br />

pensando si puede o no volver a confiar en ella.<br />

La desventaja a corto plazo: toda su vida quedará trastornada<br />

y perderá a alguien a quien aún lo ligan<br />

profundos sentimientos.<br />

La desventaja a largo plazo: desperdiciará la oportunidad<br />

de hacer hoy en su matrimonio algunos cambios<br />

que podrían mejorarlo en el futuro.<br />

La meta es tomar una decisión, sea cual fuere. Si después<br />

el cliente desea seguir viendo al terapeuta, habrá<br />

que definir un nuevo problema sobre la base del conocimiento<br />

que tenga el cliente de la ayuda brindada por la terapia.<br />

147


En este caso en particular, si el hombre decide separarse<br />

de su esposa, el nuevo problema puede ser cómo arreglárselas<br />

para vivir solo, o cómo hacer frente a la pérdida,<br />

o cómo compartir el cuidado de los hijos, o todas estas cosas<br />

juntas. Si su decisión es perdonar y tratar de salvar su<br />

matrimonio, él y su mujer tal vez deseen iniciar una terapia<br />

de pareja, en cuyo caso deberán definir entre ambos el<br />

problema y las metas. Si la mujer no desea una terapia y<br />

el marido sí, este tendrá que definir su problema, es decir,<br />

cómo recuperar la confianza y/o perdonar. Por otra parte,<br />

el cliente puede marcharse y no sentir la necesidad de una<br />

terapia adicional. Lo que necesitaba de la terapia era que<br />

lo ayudaran a tomar una decisión, y por lo tanto el contrato<br />

con el terapeuta se ha cumplido. Si eso lo satisface como<br />

solución, también debe satisfacer al terapeuta. No sería<br />

compatible con la filosofía centrada en la solución mantener<br />

al cliente en terapia para ayudarlo a enfrentar la<br />

transición si este no lo considera necesario.<br />

Algunos de los clientes que vienen en busca de una<br />

decisión se sienten impulsados a tomarla tan rápidamente<br />

como sea posible. La urgencia sólo exagera el aspecto «o<br />

bien... o bien» de las decisiones. En ese momento, la mejor<br />

opción es dedicar algún tiempo a reunir y examinar<br />

la información necesaria. En consecuencia, debemos<br />

tratar de que los clientes actúen con menos urgencia o, de<br />

ser posible, que pospongan momentáneamente la decisión.<br />

Para lograrlo, podemos decir que necesitamos más<br />

tiempo a fin de conocer mejor la situación, o que sería conveniente<br />

postergar la decisión para estar seguros de que<br />

es correcta.<br />

Recuerdo el caso de una mujer que vino para que la<br />

ayudáramos a decidir si debía dejar a su novio. A este le<br />

asignaba en general un 7 en una escala de 10, pero dijo<br />

que se ocupaba más de los hijos de su primer matrimonio<br />

que de ella. Estaba ansiosa por tomar una decisión, porque<br />

los esfuerzos por zanjar la cuestión le resultaban agotadores.<br />

Le pregunté si estaba dispuesta a mantener la<br />

decisión en suspenso durante unas pocas semanas mientras<br />

yo la ayudaba a estudiarla detalladamente. Pareció<br />

relajarse y sentir alivio. Entonces le sugerí que, como no<br />

148<br />

tenía que tomar una decisión de inmediato, quizá deseara<br />

tomar en cuenta las cosas de que disfrutaba al estar con él<br />

en la época en que comenzaron a salir juntos. En la sesión<br />

siguiente informó que durante esa semana se había sentido<br />

más relajada. Dos semanas después informó que de<br />

pronto su novio se había interesado más en sus necesidades<br />

y le pedía que se vieran más a menudo. Canceló la sesión<br />

siguiente y expresó que las cosas marchaban tan bien<br />

que había decidido mantener la relación.<br />

Otra pregunta que se puede formular a los clientes<br />

cuando no saben muy bien qué decisión tomar es: «¿Qué<br />

debería hacer (o decidir hacer) ahora para que al recordar<br />

(o al mirar hacia atrás) en el futuro se sintiera satisfecho<br />

consigo mismo?». A menudo, esta pregunta es mucho más<br />

eficaz que la pregunta del milagro porque algunas personas<br />

son incapaces de imaginar un futuro mejor, pero todo<br />

el mundo puede recordar alguna decisión equivocada y<br />

cómo se sintió después por el hecho de haberla tomado.<br />

<strong>El</strong> cliente cuya meta es cambiar el<br />

comportamiento de otra persona<br />

Sólo se puede llegar a una solución exitosa si el cliente<br />

asume la responsabilidad por su comportamiento. Algunos<br />

clientes, sin embargo, están convencidos de que su<br />

problema desaparecería si la conducta de otra persona se<br />

modificara. <strong>El</strong> ejemplo más común es el del padre que<br />

quiere que el terapeuta «arregle» a su hijo o su pareja.<br />

Al igual que otros, los casos de este tipo requieren, ante<br />

todo, colaborar con el cliente.<br />

Marjorie, casada desde hacía quince años con Fred,<br />

vino a hablar de su desdichado matrimonio; calificó a su<br />

esposo de egoísta, deshonesto e irresponsable con el dinero.<br />

Ambos trabajaban mucho y ganaban más o menos lo<br />

mismo, pero mientras que Marjorie se privaba de muchas<br />

cosas que hubiera deseado tener, Fred se daba el gusto de<br />

comprar juguetes electrónicos, lo cual desequilibraba el<br />

presupuesto de la pareja. Marjorie había tratado de resol-<br />

149


En este caso en particular, si el hombre decide separarse<br />

de su esposa, el nuevo problema puede ser cómo arreglárselas<br />

para vivir solo, o cómo hacer frente a la pérdida,<br />

o cómo compartir el cuidado de los hijos, o todas estas cosas<br />

juntas. Si su decisión es perdonar y tratar de salvar su<br />

matrimonio, él y su mujer tal vez deseen iniciar una terapia<br />

de pareja, en cuyo caso deberán definir entre ambos el<br />

problema y las metas. Si la mujer no desea una terapia y<br />

el marido sí, este tendrá que definir su problema, es decir,<br />

cómo recuperar la confianza y/o perdonar. Por otra parte,<br />

el cliente puede marcharse y no sentir la necesidad de una<br />

terapia adicional. Lo que necesitaba de la terapia era que<br />

lo ayudaran a tomar una decisión, y por lo tanto el contrato<br />

con el terapeuta se ha cumplido. Si eso lo satisface como<br />

solución, también debe satisfacer al terapeuta. No sería<br />

compatible con la filosofía centrada en la solución mantener<br />

al cliente en terapia para ayudarlo a enfrentar la<br />

transición si este no lo considera necesario.<br />

Algunos de los clientes que vienen en busca de una<br />

decisión se sienten impulsados a tomarla tan rápidamente<br />

como sea posible. La urgencia sólo exagera el aspecto «o<br />

bien... o bien» de las decisiones. En ese momento, la mejor<br />

opción es dedicar algún tiempo a reunir y examinar<br />

la información necesaria. En consecuencia, debemos<br />

tratar de que los clientes actúen con menos urgencia o, de<br />

ser posible, que pospongan momentáneamente la decisión.<br />

Para lograrlo, podemos decir que necesitamos más<br />

tiempo a fin de conocer mejor la situación, o que sería conveniente<br />

postergar la decisión para estar seguros de que<br />

es correcta.<br />

Recuerdo el caso de una mujer que vino para que la<br />

ayudáramos a decidir si debía dejar a su novio. A este le<br />

asignaba en general un 7 en una escala de 10, pero dijo<br />

que se ocupaba más de los hijos de su primer matrimonio<br />

que de ella. Estaba ansiosa por tomar una decisión, porque<br />

los esfuerzos por zanjar la cuestión le resultaban agotadores.<br />

Le pregunté sí estaba dispuesta a mantener la<br />

decisión en suspenso durante unas pocas semanas mientras<br />

yo la ayudaba a estudiarla detalladamente. Pareció<br />

relajarse y sentir alivio. Entonces le sugerí que, como no<br />

148<br />

tenía que tomar una decisión de inmediato, quizá deseara<br />

tomar en cuenta las cosas de que disfrutaba al estar con él<br />

en la época en que comenzaron a salir juntos. En la sesión<br />

siguiente informó que durante esa semana se había sentido<br />

más relajada. Dos semanas después informó que de<br />

pronto su novio se había interesado más en sus necesidades<br />

y le pedía que se vieran más a menudo. Canceló la sesión<br />

siguiente y expresó que las cosas marchaban tan bien<br />

que había decidido mantener la relación.<br />

Otra pregunta que se puede formular a los clientes<br />

cuando no saben muy bien qué decisión tomar es: «¿Qué<br />

debería hacer (o decidir hacer) ahora para que al recordar<br />

(o al mirar hacia atrás) en el futuro se sintiera satisfecho<br />

consigo mismo?». A menudo, esta pregunta es mucho más<br />

eficaz que la pregunta del milagro porque algunas personas<br />

son incapaces de imaginar un futuro mejor, pero todo<br />

el mundo puede recordar alguna decisión equivocada y<br />

cómo se sintió después por el hecho de haberla tomado.<br />

<strong>El</strong> cliente cuya meta es cambiar el<br />

comportamiento de otra persona<br />

Sólo se puede llegar a una solución exitosa si el cliente<br />

asume la responsabilidad por su comportamiento. Algunos<br />

clientes, sin embargo, están convencidos de que su<br />

problema desaparecería si la conducta de otra persona se<br />

modificara. <strong>El</strong> ejemplo más común es el del padre que<br />

quiere que el terapeuta «arregle» a su hijo o su pareja.<br />

Al igual que otros, los casos de este tipo requieren, ante<br />

todo, colaborar con el cliente.<br />

Marjorie, casada desdé hacía quince años con Fred,<br />

vino a hablar de su desdichado matrimonio; calificó a su<br />

esposo de egoísta, deshonesto e irresponsable con el dinero.<br />

Ambos trabajaban mucho y ganaban más o menos lo<br />

mismo, pero mientras que Marjorie se privaba de muchas<br />

cosas que hubiera deseado tener, Fred se daba el gusto de<br />

comprar juguetes electrónicos, lo cual desequilibraba el<br />

presupuesto de la pareja. Marjorie había tratado de resol-<br />

149


ver el problema insistiendo en que Fred le entregara el<br />

cheque de su paga y le pidiera dinero a ella para sus gastos.<br />

Esta solución pareció apropiada durante algún tiempo,<br />

pero ahora la mujer notaba que su marido le retaceaba<br />

cada vez más su cooperación y trataba de sabotear sus<br />

planes. También había descuidado sus responsabilidades;<br />

por ejemplo, la de ocuparse del mantenimiento del auto y<br />

cortar el césped. Poco antes, Marjorie había organizado<br />

una fiesta para celebrar el aniversario de casados de sus<br />

padres, y Fred bebió en exceso y la menospreció delante<br />

de todos. Marjorie le pidió que iniciara una terapia con<br />

ella, pero él se negó.<br />

También los clientes deben comprender que los terapeutas<br />

no pueden cambiar a los clientes; estos tienen que<br />

cambiarse a sí mismos. Cuando la terapeuta le preguntó<br />

cómo sabría que ya no necesitaría más sesiones de terapia,<br />

Marjorie dijo que lo notaría en el cambio de la conducta<br />

de Fred. ¿Estaba ella dispuesta a hacer algo diferente<br />

para lograr que eso sucediera? «De ningún modo»,<br />

contestó. Marjorie explicó que no había nada que un<br />

terapeuta pudiera sugerirle que ella no hubiera intentado<br />

ya. Había pedido cortésmente a Fred que se mantuviera<br />

dentro de los límites del presupuesto, había tenido rabietas,<br />

le había pedido a su suegra que hablara con Fred sobre<br />

la situación del matrimonio, había probado hablarle<br />

cuando se mostraba amable y romántico, e incluso intentó<br />

negarse a tener relaciones íntimas con él. Nada había dado<br />

resultado. Quería ayuda profesional. La terapeuta trató,<br />

ante todo, de ayudar a la cliente a redefinir el problema<br />

y hacer algo diferente. Le preguntó si Fred había cambiado<br />

alguna vez con anterioridad, en relación con ella o con<br />

otras personas. Después de pensar un rato, Marjorie dijo<br />

que creía que su marido había dejado de llegar tarde al<br />

trabajo porque lo amenazaron con despedirlo. ¿Creía Marjorie<br />

que Fred cambiaría si sospechara que ella lo iba a<br />

abandonar? La mujer contestó de inmediato que nunca lo<br />

dejaría. Se lo impedían sus convicciones religiosas, y, al<br />

margen de ello, la ley de divorcio de Wisconsin establecía<br />

que los bienes de un matrimonio eran de propiedad co-<br />

150<br />

mún de los cónyuges, y ella no quería dividir con él los que<br />

habían acumulado.<br />

¿Qué opciones tenemos cuando se nos presenta una situación<br />

como esta? Lo más terapéutico que se puede hacer<br />

es sincerarnos y decir al cliente que no podemos cambiar a<br />

otras personas. Todo lo que podemos ofrecer sin dejar de<br />

ser realistas es un examen de las alternativas. Una opción<br />

podría ser buscar un mejor modo de enfrentar la situación.<br />

Marjorie no consideró satisfactoria esta respuesta y<br />

decidió dar por terminada la terapia. No obstante, esto no<br />

equivale a decir que la posición del terapeuta no haya servido<br />

como intervención. Algunos clientes resuelven hacer<br />

otra cosa por su cuenta cuando los terapeutas se declaran<br />

impotentes.<br />

Conclusión<br />

A primera vista, no parece importante hacer un distingo<br />

entre las expresiones «aclaración de metas» y «definición<br />

de una meta». ¿Cuál es la diferencia entre formular<br />

preguntas como parte de un proceso y plantearlas como<br />

una tarea? La diferencia estriba, sobre todo, en las implicaciones,<br />

que a su vez afectan la interacción del terapeuta<br />

con el cliente. Pensar en términos de «proceso» y no de «tarea»<br />

implica un flujo que mantiene abierta nuestra mente<br />

a otras posibilidades. Incita nuestra curiosidad por saber<br />

dónde se halla el cliente, en vez de suponer que está en un<br />

lugar determinado con anterioridad. La idea de que la meta<br />

está «fijada» puede tener efectos restrictivos y llevar a<br />

un callejón sin salida.<br />

En la TCS debemos observar en todo momento a nuestros<br />

clientes para decidir cuáles son sus metas en la terapia.<br />

No sólo son los únicos que pueden determinar con<br />

precisión cómo sabrán que ya no tienen que seguir en terapia,<br />

sino que sólo de sí mismos pueden extraer la capacidad<br />

y disposición para alcanzar ese punto. Por lo tanto,<br />

nos beneficiará ser pacientes, flexibles y curiosos (Cecchin,<br />

1987) durante todo el proceso.<br />

151


<strong>El</strong> análisis de lo que los clientes quieren y su disposición<br />

para lograrlo es importante cuando se preparan el<br />

mensaje de recapitulación y las tareas para la casa, tema<br />

que desarrollaremos en el capítulo 7.<br />

6. <strong>El</strong> equipo detrás del espejo y la pausa<br />

para la consulta<br />

«Los equipos de observadores son utilizados, sobre<br />

todo, por los terapeutas estructurales, los terapeutas del<br />

grupo de Milán y los terapeutas estratégicos» (Nichols y<br />

Schwartz, 1995, pág. 521). La mejor descripción de su función<br />

es tal vez la del equipo de Milán:<br />

«Todos creemos que la supervisión continua por parte de los<br />

dos colegas que se hallan en la sala de observación es indispensable.<br />

Al ser ajenos a lo que ocurre en la sala de terapia,<br />

no se involucran tan fácilmente en el juego y pueden observar<br />

con perspectiva y de un modo global, por así decirlo, como<br />

si fueran espectadores que presencian un partido de fútbol<br />

desde las graderías. Los observadores siempre captan<br />

mejor que los protagonistas los hechos del terreno».<br />

(Selvini Palazzoli et al., 1978, pág. 16)<br />

En fecha más reciente, Tom Andersen (1991,1995) introdujo<br />

en el concepto de equipo una variante más orientada<br />

a la colaboración: el «equipo de reflexión». En este<br />

proceso, los clientes observan la conversación del equipo y<br />

luego la comentan.<br />

En el Brief Family Therapy Center, las personas<br />

apostadas detrás del espejo de visión unilateral actuaban,<br />

en un principio, como observadores imparciales que nunca<br />

se comunicaban directamente con los clientes. Ayudaban<br />

al terapeuta entrevistador a redactar un mensaje para<br />

el cliente durante una pausa al final de la sesión, pero<br />

no se incluían en él. Se informaba a los clientes de la presencia<br />

de observadores detrás del espejo, pero deliberadamente<br />

se omitía identificarlos. Creíamos que un aura<br />

de misterio aportaría algún beneficio. Esto cambió cuando<br />

en una oportunidad un cliente manifestó que deseaba co-<br />

153


nocer la opinión de los observadores (Nunnally, De Shazer,<br />

<strong>Lipchik</strong> y Berg, 1986), y el intercambio resultante nos<br />

hizo caer en la cuenta de que la conexión directa entre los<br />

clientes y el equipo añadía una nueva dimensión al proceso.<br />

Los observadores comenzaron entonces a comunicarse<br />

con el terapeuta, o directamente con los clientes, por<br />

detrás del espejo, para formular preguntas o hacer comentarios.<br />

A menudo, esas preguntas y comentarios podían<br />

utilizarse para cuestionar a los clientes de un modo que el<br />

terapeuta entrevistador no podía emplear sin poner en<br />

peligro la relación. Sin conexión entre sí, Selvini Palazzoli<br />

y su grupo (1978) de Milán y un grupo del Ackerman Institute<br />

de Nueva York (Papp, 1980) usaban el equipo de la<br />

misma manera.<br />

<strong>El</strong> terapeuta presente en la sala y los observadores<br />

apostados detrás del espejo tienen una experiencia diferente<br />

de la entrevista. Sus variadas impresiones constituyen<br />

una fuente de información muy rica cuando se trata<br />

de componer un mensaje de intervención, y pueden contribuir<br />

a acortar el tratamiento. Lamentablemente, la<br />

mayoría de los profesionales norteamericanos dedicados a<br />

la práctica privada no disponen del tiempo ni del personal<br />

para trabajar en equipo con regularidad, o al menos en<br />

forma ocasional. La mayor parte del trabajo en equipo se<br />

realiza en las universidades y los institutos de capacitación<br />

con fines educativos o de investigación.<br />

Beneficios para el terapeuta<br />

<strong>El</strong> trabajo en equipo y la pausa hacia el final de la sesión<br />

son medios eficaces para ayudar a los clientes. La colaboración<br />

del equipo proporciona un apoyo intelectual y<br />

emocional al terapeuta y puede prevenir el agotamiento.<br />

No obstante, la pausa es valiosa en sí misma, aunque no<br />

se disponga de un equipo. Quienes solemos hacer una<br />

pausa para redactar un mensaje de cierre e idear una tarea<br />

para los clientes tenemos, por lo general, anécdotas<br />

sobre las ocasiones en que decidimos omitir la pausa para<br />

154<br />

ahorrar tiempo. La alternativa es dedicar unos instantes<br />

a recapitular rápidamente nuestras ideas y ofrecer algo<br />

de realimentación y una tarea. Luego, esa misma tarde o<br />

cuando volvemos a casa por la noche, al evocar lo que hicimos<br />

durante la jornada, de pronto nos damos cuenta de<br />

que pasamos por alto lo evidente y no lo comunicamos a<br />

los clientes. Por fortuna, hay una manera de remediar la<br />

omisión, aunque hacerlo requiere algún trabajo extra.<br />

Una carta dirigida al cliente para informarle de nuestra<br />

reflexión tardía tiene la ventaja de la permanencia. Puede<br />

ser leída y releída. También beneficia la relación, porque<br />

sugiere a los clientes que su terapeuta piensa en ellos incluso<br />

cuando no están en su presencia.<br />

Componer un mensaje e idear una tarea cuando se<br />

participa emocional y cognitivamente en una conversación<br />

con un cliente es difícil. Semejante labor exige revisar.<br />

el problema y las metas planteadas por el cliente, las demás<br />

cosas que dijo en esa sesión y en las sesiones anteriores,<br />

y nuestras reacciones ante todo ello. Desde luego, hay<br />

ocasiones en que esto se puede hacer eficazmente, pero<br />

esas oportunidades suelen presentarse hacia el final dé la<br />

terapia, cuando las cosas marchan bien y todo lo que necesitamos<br />

decir es «siga haciendo lo que hizo hasta aquí». <strong>El</strong><br />

trabajo en equipo puede permitir una realización más eficiente<br />

de esta tarea.<br />

Si no contamos con un equipo, la mejor alternativa es<br />

hacer una pausa por nuestra cuenta. <strong>El</strong> cambio de ambiente<br />

al pasar de la sala de entrevistas a otro lugar induce<br />

al terapeuta a «revisar» en vez de «actuar». Se trata<br />

de dos experiencias distintas que, al combinarse, se potencian<br />

mutuamente y nos proporcionan una mayor comprensión<br />

de nuestros clientes, nuestras interacciones con<br />

ellos y el modo como debemos responderles.<br />

Beneficios para los clientes<br />

Los beneficios que brindan a los clientes el trabajo en<br />

equipo y la pausa para la consulta son obvios. Les propo-<br />

155


nen «más de una cabeza para trabajar por ellos», como<br />

también un compromiso de calidad. De acuerdo con los<br />

cinco pasos de Erickson para la inducción del trance hipnótico<br />

(Schmidt y Trenkle, 1985, pág. 143), puede decirse<br />

que el proceso de esperar mientras el terapeuta no está en<br />

la sala y de oír luego la propuesta del equipo beneficia a<br />

los clientes del siguiente modo:<br />

1. Intensifica la atención en lo que el terapeuta dirá al<br />

regresar.<br />

2. Favorece la relajación cuando el mensaje del terapeuta<br />

expresa aceptación y comprensión.<br />

3. Ofrece algo diferente por obra de la sorpresa, el alivio<br />

o el apartamiento del cliente de su propia concepción<br />

del problema.<br />

4. Brinda continuidad porque refleja el lenguaje y el<br />

modo de cooperar del cliente.<br />

5. En un estado similar al trance, los clientes se muestran<br />

más receptivos a la información.<br />

Por lo general, los clientes responden a este proceso<br />

asintiendo con un gesto o esbozando una sonrisa de reconocimiento.<br />

Se considera que esta respuesta indica una<br />

«actitud del sí» (De Shazer, 1982; Erickson y Rossi, 1979;<br />

Erickson et al, 1976) o es señal del estado de atención y<br />

empatia de los clientes.<br />

Presentación del equipo y de la pausa<br />

La mayoría de las personas consideran que la terapia<br />

es un asunto privado. Esperan hallar un ambiente en el<br />

que puedan divulgar confiadamente sus problemas y sentimientos.<br />

<strong>El</strong> trabajo en equipo requiere el empleo de un<br />

espejo de visión unilateral o una conexión de video que<br />

permitan observar las sesiones. Algunos clientes perciben<br />

una amenaza en esta exposición, y para inducirlos a admitirla<br />

es preciso actuar con sensibilidad y destreza. Probablemente,<br />

el factor decisivo para lograr que acepten el<br />

156<br />

procedimiento en equipo es la forma de presentarlo. La<br />

presentación nunca debería hacerse en un tono vacilante<br />

o de disculpa. Por el contrario, debería reflejar orgullo por<br />

la posibilidad de brindar a los clientes una atención tan<br />

especial. Cuando actuamos convencidos de la bondad del<br />

procedimiento, es inusual que los clientes lo rechacen.<br />

Podemos decirles, por ejemplo:<br />

«Actuamos de este modo para serles más útiles», o bien<br />

«Ustedes obtienen más ayuda porque varias cabezas<br />

piensan más que una sola», o bien<br />

«Hemos comprobado que podemos ayudarlos más rápidamente<br />

de este modo»,<br />

o emplear en conjunto todos estos argumentos.<br />

Los estudiantes que se sienten incómodos al ser observados<br />

suelen tropezar con dificultades cuando se trata de<br />

conseguir permiso para incorporar un equipo de observación,<br />

porque proyectan su propia incomodidad. Cuanto<br />

más cómodo se sienta el terapeuta con el procedimiento,<br />

más cómodos se sentirán los clientes. A veces, estos dicen<br />

que no les importa ser observados, siempre y cuando<br />

los observadores estén en la misma habitación durante la<br />

entrevista. Aunque en cierta medida esto es contraproducente<br />

para los objetivos del método, es mejor aceptarlo,<br />

porque aun así se obtienen diferentes puntos de vista y se<br />

preserva el clima emocional.<br />

Otras opciones para lograr que los clientes autoricen la<br />

actuación del equipo son las siguientes:<br />

1. Explicar el método a los clientes por teléfono, antes<br />

de que concurran a la primera sesión.<br />

2. Entregar a los clientes una descripción escrita del<br />

método en el momento de su admisión, antes de que<br />

ingresen en la sala de terapia. <strong>El</strong> tema debería ser<br />

tratado nuevamente una vez instalados en ella.<br />

3. Presentar los miembros del equipo a los clientes e<br />

invitar a estos a que les hagan todas las preguntas<br />

que deseen.


En mi opinión, los clientes deben tener derecho a decidir<br />

con respecto a la observación del equipo. Sin embargo,<br />

depende del criterio de cada institución y de cada equipo<br />

aceptar la decisión del cliente o derivarlo a otro lugar si rechaza<br />

el procedimiento. La cuestión es más discutible<br />

cuando se trata de la práctica privada, ya que en este caso<br />

la mayoría de los clientes acuden por decisión propia.<br />

Aunque no deberían aplicarse normas diferentes a las<br />

personas a quienes se impone un tratamiento, la realidad<br />

es que por lo general estas tienen menos posibilidades de<br />

elegir. Así, es probable que, a causa de la falta de alternativas,<br />

los clientes que reciben tratamiento gratuito o con<br />

subsidio estatal en instituciones sin fines de lucro sean<br />

más conformistas que los clientes privados. Lo mismo<br />

puede ocurrir con quienes procuran atenderse en un hospital<br />

o una clínica universitaria en los que el trabajo en<br />

equipo es parte de un plan de enseñanza. Sean cuales fueren<br />

las circunstancias, es importante recordar que debemos<br />

invitar a los clientes a hablar sobre su renuencia y explicarles<br />

con paciencia las ventajas del trabajo en equipo.<br />

Aspectos prácticos del trabajo en equipo y la<br />

pausa<br />

Muchos terapeutas trabajan en lugares en los que no<br />

resulta práctico hacer una pausa: es el caso, por ejemplo,<br />

de quienes se desempeñan en instituciones que no cuentan<br />

con suficiente espacio. Quienes atienden en su domicilio<br />

pueden considerar embarazoso pedir a los clientes que<br />

usen otra parte de la casa o que dejen la habitación por un<br />

rato. En estas circunstancias, la alternativa más apropiada<br />

es incluir el mensaje y la tarea en una carta y enviarla<br />

al cliente inmediatamente después de concluida la sesión.<br />

Otro factor es el tiempo. Hoy más que nunca los terapeutas<br />

se ven forzados a atender a tantos clientes como<br />

les sea posible. A menudo, esa obligación les dificulta hacer<br />

una pausa. Necesitan 10 minutos entre sesiones para<br />

anotar los progresos observados o refrescar la memoria<br />

158<br />

sobre el próximo cliente. Son renuentes a acortar a 35 minutos<br />

una sesión de 45 o 50 minutos para intercalar una<br />

pausa y leer el mensaje. A los terapeutas a quienes les desagrada<br />

la idea de acortar sus sesiones, y los exhortaría a<br />

que lo pensaran dos veces. Los beneficios que obtienen los<br />

clientes de un mensaje de recapitulación y una tarea cuidadosamente<br />

elaborados pueden ser superiores a los que<br />

resultarían de 10 minutos más de conversación.<br />

A diferencia de la observación en equipo, la pausa no<br />

debería presentarse como opcional. Sería conveniente<br />

mencionarla al comienzo del tratamiento de un modo rutinario<br />

y profesional, como información acerca de lo que<br />

el cliente puede esperar de la terapia. Por lo general, los<br />

clientes reaccionan favorablemente, porque la pausa les<br />

sugiere que se les prestará una atención meditada.<br />

<strong>El</strong> siguiente es un ejemplo de una posible presentación<br />

de la pausa:<br />

«Deseo informarle que haré una breve pausa al final de<br />

la sesión para pensar lo que conversamos hoy (...) a fin de<br />

hacerle un resumen y decirle lo que pienso o lo que podría<br />

sugerirle».<br />

<strong>El</strong> procedimiento en equipo<br />

Un equipo puede estar compuesto por uno o más observadores.<br />

Un grupo de cinco integrantes o menos —incluido<br />

el terapeuta entrevistador— se maneja con mayor facilidad.<br />

Un grupo muy numeroso puede aportar más ideas<br />

de las necesarias para redactar un mensaje conciso en el<br />

tiempo asignado para ello. La función de un equipo centrado<br />

en la solución es observar la entrevista y participar<br />

en ella a través de un teléfono o por otros medios, intervenir<br />

en una discusión durante la pausa detrás del espejo y<br />

componer un mensaje para los clientes.<br />

<strong>El</strong> equipo de Milán se tomaba todo el tiempo necesario<br />

para formular un mensaje de intervención (Tomm, 1984,<br />

pág. 255), pero la mayoría de los terapeutas que ejercen<br />

159


hoy en Estados Unidos destinan de 45 a 60 minutos a cada<br />

sesión. Como encuadre temporal, puede considerarse<br />

viable asignar 35 minutos para la entrevista, 10 minutos<br />

para la pausa y el resto del tiempo para comunicar el mensaje<br />

y observar las reacciones que este provoca en los<br />

clientes. Quienes pueden darse el lujo de dedicar más<br />

tiempo a entrevistar a una familia apreciarán, sin duda,<br />

las ventajas de trabajar sin estar sujetos a restricciones<br />

temporales tan estrictas.<br />

Dos maneras de ver a los clientes<br />

La experiencia cara a cara con los clientes y la de observarlos<br />

a través del espejo difieren mucho entre sí. Cualquier<br />

terapeuta que haya tenido la oportunidad de entrevistar<br />

clientes después de haber integrado un equipo de<br />

observación dará fe de ello. Es frecuente que los pensamientos<br />

irreverentes o sentenciosos que teníamos detrás<br />

del espejo se desvanezcan durante el contacto cara a cara.<br />

Esta experiencia sugiere que algunos aspectos no verbales<br />

del lenguaje de los clientes que permiten la conexión,<br />

quizás en un nivel emocional, se pasan por alto detrás del<br />

espejo. La visión a través de este tiene la ventaja de permitir<br />

una reacción más espontánea de la que sería admisible<br />

en el terapeuta entrevistados así como una evaluación<br />

más objetiva del proceso, en especial del que se produce<br />

entre los clientes y el terapeuta que los entrevista.<br />

Pero la combinación de ambas perspectivas es ideal y está<br />

fuera del alcance de un terapeuta que no dispone de un<br />

equipo.<br />

Imaginemos un terapeuta y un equipo que trabajan<br />

con una pareja cuyos miembros informan de una pelea<br />

constante entre ellos. <strong>El</strong> terapeuta entrevistador coopera<br />

con ambos explorando con ellos el contenido y los detalles<br />

de sus peleas. Al saltar de uno a otro tema, la mujer acepta<br />

parte de la responsabilidad por las peleas y su lenguaje<br />

corporal transmite franqueza, mientras que el marido le<br />

echa la culpa con desenvoltura y su postura no verbal pa-<br />

160<br />

rece evasiva. Detrás del espejo, el equipo se pregunta por<br />

el proceso y telefonea para pedir a la pareja que califique<br />

de 1 a 10 su compromiso con la relación. Las respuestas a<br />

las preguntas de la escala trasladan el foco de la conversación<br />

del contenido a la cuestión más profunda del compromiso<br />

con la relación. De este modo, la observación a<br />

través del espejo, que permite evaluar más objetivamente<br />

el contenido y el proceso, facilita muchas veces el progreso<br />

de la terapia.<br />

Para ser útil, el equipo debe ser siempre consciente de<br />

la relación entre su proceso y el proceso de los clientes. Recuerdo<br />

el caso de una pareja que vino porque no eran capaces<br />

de resolver en cuál de dos ciudades iban a vivir. Durante<br />

la pausa, el equipo se dividió en dos bandos que discutían<br />

sobre la tarea por asignar, hasta que uno de los<br />

miembros señaló el paralelo entre el proceso de los clientes<br />

y el del grupo.<br />

Cuando el equipo advirtió que estaba atrapado en el<br />

proceso «o bien... o bien» de la pareja, formuló para esta<br />

el siguiente mensaje:<br />

«Comprendemos que cada uno de ustedes quiere salirse<br />

con la suya, pero también quiere complacer a su compañero:<br />

es una posición difícil de mantener. Les sugerimos<br />

que vayan a su casa y piensen qué es más importante: ¿la<br />

relación o salirse con la suya? Vean si la respuesta les da<br />

nuevas ideas acerca de la solución».<br />

<strong>El</strong> trabajo en equipo y el clima emocional<br />

Si es importante que la relación entre el terapeuta y los<br />

clientes tenga como contexto un clima emocional seguro,<br />

lo mismo puede decirse de la relación de los miembros del<br />

equipo entre sí (trátese de colegas o de un supervisor y<br />

practicantes) y con los clientes (Cantwell y Holmes, 1995).<br />

En consecuencia, es necesario que los observadores detrás<br />

del espejo acepten recíprocamente sus opiniones, como<br />

161


también la conversación del terapeuta entrevistador con<br />

los clientes. Es conveniente que las sugerencias se comuniquen<br />

al terapeuta con el mismo respeto y sensibilidad<br />

con que se habla a los clientes. Un clima emocional favo-,<br />

rabie entre los terapeutas facilitará el tratamiento, del<br />

mismo modo que un conflicto entre los miembros del equipo<br />

lo perjudicará.<br />

Las llamadas del equipo a la sala de entrevistas deben<br />

sopesarse cuidadosamente; sólo deben hacerse las referidas<br />

a cuestiones importantes, a fin de no interrumpir demasiado<br />

la entrevista. Las interrupciones son útiles pero<br />

pueden resultar molestas, tanto para los clientes como para<br />

los terapeutas. Es preferible que las preguntas o comentarios<br />

sean transmitidos siempre por la misma persona.<br />

Esos mensajes deben ser tan claros y breves como sea<br />

posible, a fin de no confundir al terapeuta entrevistador.<br />

Los equipos más numerosos suelen designar a uno de<br />

sus miembros para que hable con el terapeuta durante la<br />

pausa. En el transcurso de la sesión, o a su término, los<br />

otros miembros hacen llegar información por escrito al vocero<br />

designado.<br />

Es preciso discutir de antemano si el terapeuta tiene<br />

que repetir al pie de la letra una pregunta que se le ha sugerido<br />

o puede reformularla; la decisión que se adopte dependerá<br />

de la idoneidad del equipo terapéutico. Si el terapeuta<br />

entrevistador es un practicante, suele ser más<br />

útil pedirle que repita la pregunta tal como fue formulada.<br />

Una comunicación entre terapeutas experimentados puede<br />

parecerse más a una miniconsulta y adoptar la forma<br />

de una pregunta, como por ejemplo: «He observado que<br />

usted persiste en ocuparse del contenido. ¿Es algo deliberado<br />

o contempla la posibilidad de explorar la lucha por<br />

el poder?».<br />

Cuando los terapeutas entrevistadores se reúnen con<br />

el equipo apostado detrás del espejo, siempre se les permite<br />

ser los primeros en comunicar sus impresiones. Por lo<br />

general se considera que la opinión de la persona que compartió<br />

el campo emocional con los clientes durante la entrevista<br />

tiene un poco más de peso que el juicio de los<br />

162<br />

observadores detrás del espejo. Breunlin y Cade (1981) señalan<br />

que<br />

«el terapeuta entrevistador decide cuándo tiene suficiente<br />

información y si desea escribir el mensaje con sus propias<br />

palabras o citar lo que han expresado los miembros del<br />

equipo. La decisión final en cuanto al uso de una idea o<br />

mensaje corresponde al terapeuta, porque es él quien en<br />

última instancia debe llevarla a la práctica y quien puede<br />

apreciar con mayor exactitud el clima afectivo de la sesión»<br />

(pág. 456).<br />

Cuando el trabajo en equipo es el procedimiento normal<br />

utilizado con todos los clientes, debe resolverse con<br />

antelación si el terapeuta entrevistador está autorizado a<br />

tomar decisiones independientes sobre el caso. Si los<br />

clientes lo llaman entre sesiones para hacerle una pregunta,<br />

¿debe contestarla directamente o consultar antes<br />

al equipo? La mayoría de los equipos autorizan al terapeuta<br />

entrevistador a contestar, tanto por razones prácticas<br />

como por el hecho de que la composición de los equipos<br />

no siempre es estable. También puede ocurrir a veces que<br />

el terapeuta consulte al equipo o a algunos de sus miembros<br />

por razones terapéuticas.<br />

Por ejemplo, una cliente puede llamar para decir que<br />

acaba de descubrir que su amante —un hombre casado—<br />

tiene una aventura con otra mujer, y está tan furiosa que<br />

quiere revelar a la esposa esa doble infidelidad. La cliente<br />

desea que el terapeuta le aconseje si debe hacerlo o no. Un<br />

terapeuta centrado en la solución no puede, en conciencia,<br />

dar una respuesta directa, por mucho que desapruebe<br />

una acción. Su tarea consiste en ayudar a su cliente a examinar<br />

todos los aspectos de esa acción, incluida su moralidad,<br />

pero el cliente tiene que asumir las consecuencias de<br />

su decisión. Así, en este caso, al decirle a la cliente que<br />

consultará con el equipo, el terapeuta le da un poco más<br />

de tiempo para reflexionar sobre sus acciones y él mismo<br />

tiene más tiempo para preparar un mensaje cuidadosamente<br />

elaborado. Por ejemplo, puede enfrentarla, sin poner<br />

en peligro su relación con ella, diciendo: «La mitad del<br />

163


equipo considera comprensible que usted esté tan enojada<br />

y quiera vengarse, pero cree que debería estar segura de<br />

que más adelante no se arrepentirá. La otra mitad estima<br />

que "dos cosas malas no hacen una buena"». En general,<br />

las decisiones sobre el manejo de las llamadas entre sesiones<br />

deberían tomarse con un ojo puesto en la necesidad de<br />

preservar el clima emocional de la sala de entrevistas.<br />

En el próximo capítulo abordaré lo que denomino<br />

«mensaje de recapitulación» y «sugerencia».<br />

164<br />

7. <strong>El</strong> mensaje de recapitulación y la<br />

sugerencia<br />

<strong>El</strong> mensaje de recapitulación y la sugerencia están<br />

estrechamente relacionados, pero la información sobre el<br />

cliente en la que se basan puede no ser la misma. Por lo<br />

tanto, nos referiremos a ellos en secciones separadas.<br />

<strong>El</strong> mensaje de recapitulación<br />

<strong>El</strong> aquí denominado mensaje de recapitulación se conoce<br />

generalmente como mensaje de intervención. Lo que<br />

me inspiró la idea de sustituir «intervención» por «recapitulación»<br />

fue el cambio de orden teórico que implica dejar<br />

de centrarse en el problema para centrarse en la solución.<br />

Este cambio —se pasó de interrumpir los patrones de conducta<br />

que mantienen el problema a reforzar las conductas,<br />

pensamientos y sentimientos no problemáticos— hizo<br />

que el proceso terapéutico se orientara mucho más que<br />

antes a la cooperación y menos a la estrategia. La estructura<br />

habitual del «mensaje de intervención» incluía felicitaciones,<br />

las indicaciones necesarias y una tarea (De<br />

Shazer, 1982, págs. 42-6). <strong>El</strong> mensaje así estructurado no<br />

concordaba con el tono cooperativo de la entrevista, porque<br />

se parecía al diagnóstico y la prescripción de un médico.<br />

Por lo tanto, el mensaje de recapitulación se diseñó con<br />

el propósito de que reflejara, al final de la sesión, el patrón<br />

de preguntas /respuestas de la entrevista (véase la figura<br />

2, pág. 68), y consistía en lo siguiente:<br />

1. Una respuesta de los terapeutas/el equipo a lo que<br />

habían «oído» o comprendido sobre la situación de<br />

los clientes.<br />

165


2. Una pregunta a los clientes sobre si estaban de<br />

acuerdo con esa respuesta y, en caso necesario, un<br />

reconocimiento de las correcciones.<br />

3. Otra respuesta de los terapeutas/el equipo que<br />

ofrecía nueva información o un punto de vista diferente,<br />

incluida una sugerencia.<br />

<strong>El</strong> éxito del mensaje de recapitulación dependerá, muy<br />

probablemente, de que nuestra formulación de lo que oímos<br />

y de la reacción que provocó en nosotros concuerde<br />

con la percepción que los clientes tienen de su situación.<br />

<strong>El</strong> mensaje tendrá mayores probabilidades de concordar<br />

si se basa en el contenido y emplea el lenguaje y las metáforas<br />

de los clientes. En el contexto de la teoría descripta<br />

en el capítulo 1, el mensaje de recapitulación y la<br />

sugerencia pueden concebirse como una perturbación de<br />

la organización inherente a los clientes, pero jamás como<br />

una intervención que puede llegar a producir un cambio<br />

específico.<br />

Lily y Tom integraban otra pareja que vino en busca de<br />

ayuda a causa de sus incesantes peleas. Se amaban y compartían<br />

muchos intereses y metas, pero, según informaron,<br />

tenían serias discrepancias en lo concerniente al manejo<br />

de sus finanzas, a su relación sexual y a su relación<br />

con los padres de Lily (contenido). La pareja eligió las finanzas<br />

como el primer problema que deseaban abordar.<br />

Durante la sesión se hizo evidente que cada vez que uno<br />

de ellos expresaba una opinión, el otro se manifestaba en<br />

desacuerdo y miraba al terapeuta en busca de confirmación<br />

(proceso). En armonía con la idea de que un mensaje<br />

de recapitulación debe formularse en función del<br />

contenido pero abordar el proceso, el terapeuta, después<br />

de referirse a lo que había oído acerca de sus razones para<br />

iniciar una terapia, les propuso la siguiente idea (reformulación):<br />

166<br />

«A menudo, la gente se pelea mucho, no porque quieran<br />

salirse con la suya, sino porque lucha por obtener<br />

el reconocimiento y la ratificación de la persona más<br />

importante de su vida».<br />

También la sugerencia se basó en esa reformulación:<br />

«Les haré una sugerencia en la que tal vez quieran<br />

pensar hasta que volvamos a reunirnos. ¿Cómo quiere<br />

cada uno de ustedes que su pareja le demuestre respeto<br />

y amor en relación con los problemas financieros, y<br />

cómo quiere expresarle su propio respeto y amor?».<br />

Los terapeutas centrados en la solución se preocupan a<br />

menudo por formular el mensaje «correcto». Sin embargo,<br />

no hay modo de saber cuál es el mensaje correcto para un<br />

cliente determinado en un momento determinado. Diversos<br />

mensajes pueden ser igualmente útiles siempre que se<br />

ajusten a la percepción de los clientes sobre su situación.<br />

Lo mejor que podemos hacer al recapitular y elaborar una<br />

sugerencia es emplear lo que entendemos que el cliente<br />

ha expresado, en combinación con nuestros supuestos teóricos,<br />

nuestra experiencia como terapeutas, nuestro conocimiento<br />

general de la conducta humana y nuestra intuición.<br />

Un mensaje de recapitulación eficaz es, podría decirse,<br />

el que da una idea adecuada del contenido y el proceso<br />

de la sesión a quienquiera que lo lea o lo escuche, aun<br />

cuando no haya estado presente en ella.<br />

La estructura del mensaje de recapitulación<br />

<strong>El</strong> mensaje de recapitulación comienza con un resumen<br />

de lo que el terapeuta ha escuchado decir a los clientes<br />

durante la entrevista, y sus palabras iniciales son<br />

«Hoy les escuché decir [o contarme]...». Este párrafo incluye<br />

(en la primera sesión):<br />

1. Las quejas y/o el problema expuesto.<br />

2. Los antecedentes históricos de la situación actual.<br />

3. Lo que los clientes quieren que suceda, descripto en<br />

sus propias palabras.<br />

4. Los progresos realizados y los puntos fuertes existentes<br />

antes de la sesión.<br />

167


168<br />

5. Cualquier cosa que hayan dicho los clientes acerca<br />

de su estado emocional.<br />

En las sesiones siguientes:<br />

1. <strong>El</strong> informe de los clientes sobre lo ocurrido desde la<br />

última sesión en lo que se refiere al cambio.<br />

2. Las reacciones de los clientes al cambio o a su<br />

ausencia.<br />

3. Cualquier nueva información dada por los clientes,<br />

incluyendo la relacionada con los puntos fuertes,<br />

los recursos y los sentimientos.<br />

<strong>El</strong> mensaje de recapitulación debe ser comunicado en<br />

un tono conversacional y sin romper el clima emocional de<br />

la entrevista. <strong>El</strong> terapeuta debe dirigirse personalmente,<br />

en cada parte del mensaje, a cada uno de los clientes presentes<br />

en la sala, cualquiera que sea su edad.<br />

EJEMPLO DE CASO: LA FAMILIA B<br />

«Señor y señora B: hoy les oí decir que vinieron aquí<br />

por sugerencia del psicólogo escolar. La escuela informa<br />

que Tina no presta atención en clase y no consigue<br />

hacer su tarea. También dice que pasa mucho tiempo<br />

sola, tal vez porque es tan irascible que los chicos no<br />

quieren jugar con ella.<br />

»Ustedes nos dijeron que esa conducta en la escuela<br />

ha empeorado desde que ingresó en primer grado, justo<br />

en la época en que usted, señor B, inauguró su propio<br />

negocio, y usted, señora B, comenzó a trabajar en<br />

un segundo turno. Mencionaron que, hacia esa misma<br />

época, Tina también empezó a ser menos colaboradora<br />

y a estar de peor humor en la casa. Están muy preocupados<br />

y quieren hacer todo lo que esté a su alcance para<br />

ayudarla.<br />

«Intentaron muchas cosas para resolver este problema,<br />

como consultar con la escuela y a varios terapeutas.<br />

En cierto momento consiguieron que Tina<br />

fuera transferida a otra aula, con una maestra más paciente,<br />

pero al parecer no hubo ninguna diferencia perdurable.<br />

También probaron programas de recompensas<br />

y clases de gimnasia, leyeron libros sobre crianza<br />

de los hijos y trabajaron en estrecho contacto con la escuela.<br />

Nos dijeron que en general no comparten la misma<br />

filosofía en lo que se refiere a la disciplina y a menudo<br />

no encuentran puntos en común.<br />

«Vinieron hoy para tratar de seguir ayudando a<br />

Tina. Señora B: usted quiere que Tina haga más caso a<br />

los adultos, tanto en casa como en la escuela. Señor B:<br />

usted dijo que desea que, como resultado de haber venido<br />

aquí, Tina sea más feliz en general. Cree que se<br />

adaptará mejor cuando se sienta más satisfecha consigo<br />

misma.<br />

»Mike: te escuchamos decir que tratas de ignorar<br />

los problemas de la casa. Sólo quieres que todos sean<br />

más felices.<br />

«Tina: dijiste que te gustaría que las cosas cambiaran<br />

para ti en la escuela y en tu casa. Desearías tener<br />

más amigos en la escuela y que tus padres no estuvieran<br />

tan enojados contigo todo el tiempo.<br />

«¿Los escuché correctamente? ¿Hay algo importante<br />

que haya omitido o que quieran agregar?».<br />

<strong>El</strong> primer segmento es seguido por una declaración<br />

que refleja la reacción del terapeuta ante los clientes, y comienza<br />

con estas palabras: «Mi respuesta a lo que les escuché<br />

decir hoy es...«. Constituye un segmento importante<br />

para reforzar el clima emocional y presentar a los clientes<br />

un punto de vista distinto. A esta altura, la información<br />

mencionada también lleva directamente a la sugerencia.<br />

En una primera sesión, esta parte del mensaje debería<br />

contener (aunque no necesariamente en el mismo orden)<br />

los siguientes elementos:<br />

1. Una declaración que refleje la empatia y/o la aceptación<br />

del terapeuta, como por ejemplo «No me sorprende<br />

que estén tan deprimidos», «Lo que han descripto<br />

parece ser una situación muy penosa» o «Me<br />

169


parece una buena idea que hayan venido a hablar<br />

con alguien».<br />

2. Una reflexión sobre el impacto emocional de la situación<br />

en los clientes, aunque estos no se hayan<br />

referido al tema: «Me dio la impresión de que ustedes<br />

se sienten muy dolidos» o «Comprendo por qué<br />

se sienten así».<br />

3. Felicitaciones o un reconocimiento positivo de los<br />

cambios producidos antes de la sesión, las ideas sobre<br />

futuros cambios o los puntos fuertes y los recursos<br />

ya existentes.<br />

4. Diferencia: normalizaciones, reformulaciones, información<br />

sobre el desarrollo infantil o la dinámica<br />

de una relación; reflexiones u opiniones del terapeuta.<br />

5. En el caso de una pareja o una familia, un sentimiento<br />

o una meta compartidos. Por ejemplo, ambos<br />

miembros de la pareja sufren mucho, todos<br />

quieren pelear menos, todos quieren ser parte de<br />

una familia feliz.<br />

EJEMPLO DE CASO (continuación)<br />

«En cuanto a nuestra reacción a lo que ustedes dijeron,<br />

creemos, ante todo, señor y señora B, que ha sido acertada<br />

su decisión de venir hoy aquí y traer a Tina y Mike.<br />

Todos contribuyeron mucho a darnos una idea de la<br />

situación por la que están atravesando. Notamos que,<br />

básicamente, todos parecen querer lo mismo: que las<br />

cosas mejoren en la familia, que todos sean más felices.<br />

Eso nos indica lo mucho que cada uno se preocupa por<br />

el otro y por toda la familia.<br />

»Nos impresionó que ustedes, mamá y papá, estuvieran<br />

de acuerdo en no dejar piedra sin remover para<br />

ayudar a Tina, pese a la vida tan ajetreada que llevan.<br />

Están tratando de hacer todo lo que los buenos padres<br />

pueden hacer... y también tienen que ocuparse de su<br />

trabajo, su casa y sus ancianos padres. Es mucho.<br />

»En lo que atañe a sus diferencias de criterio respecto<br />

de la disciplina, es algo que, a nuestro juicio, en ocasiones<br />

resulta útil. No todos los niños responden igual<br />

a un mismo estilo de disciplina. De modo que dos cabezas<br />

son, a veces, mejor que una a la hora de elaborar un<br />

plan coherente [este es un modo positivo de reformular<br />

su desacuerdo].<br />

»Mike: apreciamos realmente tu sinceridad al decirnos<br />

que tratas de desentenderte de los problemas de la<br />

casa. Otros chicos quizá no hubieran sido tan sinceros.<br />

Nuestra impresión es que te preocupas mucho por tu<br />

familia y no quieres agravar los problemas. Sólo quieres<br />

que todos sean más felices.<br />

»Tina: deberías sentirte orgullosa de ser lo bastante<br />

madura para admitir que deseas que las cosas cambien.<br />

No es fácil reconocer que uno ha obrado mal. Pero<br />

a menudo es el primer paso para hacer que las cosas<br />

sean mejores tanto para uno como para los demás.<br />

»¿Desean hacer comentarios o preguntas?».<br />

Como puede observarse, el mensaje de recapitulación<br />

refleja y mantiene el patrón de escucha y respuesta de la<br />

conversación durante la entrevista. Los elogios se entrelazan<br />

en la respuesta. Preguntar a los clientes si hemos<br />

escuchado bien lo que dijeron es una muestra de respeto.<br />

También aumenta su confianza en el equipo y el terapeuta.<br />

Cuando desistí de comenzar el mensaje con los elogios<br />

y decidí iniciarlo con las palabras «Hoy les escuché decir»,<br />

constaté que la «actitud del sí» (De Shazer, 1982; Erickson<br />

et al., 1978; Erickson y Rossi, 1979) (los clientes asienten<br />

con la cabeza para manifestar su acuerdo) se volvía aún<br />

más perceptible.<br />

La sugerencia<br />

La decisión sobre las sugerencias que deben hacerse<br />

a los clientes al final de las sesiones parece ser uno de<br />

los problemas más desconcertantes para los terapeutas.<br />

171


Ha habido muchos intentos de proponer lineamientos<br />

(Brown-Standridge, 1989; De Shazer y Molnar, 1984; Fisher,<br />

Anderson y Jones, 1981; Haley, 1976; Molnar y De<br />

Shazer, 1987; Papp, 1980; Kohrbaugh, Tennen, Press y<br />

White, 1981; Todd, 1981), centrados sobre todo en las expectativas<br />

respecto de la obediencia de los clientes (es decir,<br />

sugerencias directas a los clientes motivados e indirectas<br />

a los clientes no motivados, o conductales versus cognitivas).<br />

Las tareas utilizadas en un principio en el Brief Family<br />

Therapy Center eran semejantes a las intervenciones<br />

«paradójicas» del Mental Research Institute, con las cuales<br />

se buscaba la interrupción indirecta de los patrones<br />

sistémicos para permitir que el sistema se reorganizara a<br />

su modo (Frankl, 1960; Haley 1973,1976; Watzlawick et<br />

al., 1974), y a las prescripciones contraparadójicas del<br />

grupo de Milán (Selvini Palazzoli et al., 1978). Todas ellas<br />

se proponían sortear la resistencia asociando la connotación<br />

positiva de un patrón disfuncional a la prescripción<br />

de mantenerlo, con la intención de que el cliente hiciera lo<br />

contrario. Cuando la terapia familiar breve se convirtió en<br />

la TCS, el concepto de «colaboración» del cliente reemplazó<br />

al de resistencia (De Shazer, 1984). Por lo tanto, resultaba<br />

teóricamente imposible prescribir una tarea paradójica,<br />

ya que a partir de entonces, para lograr que fueran<br />

aceptadas, las tareas se prescribieron sobre la base del<br />

modo de colaborar de los clientes. En la práctica, esto puede<br />

parecer más o menos lo mismo. Por ejemplo, a un cliente<br />

que tiene una manera competitiva de colaborar se le<br />

puede decir que una tarea determinada da buen resultado<br />

con algunos clientes, pero que probablemente no funcionará<br />

en su caso.<br />

<strong>El</strong>egí la palabra «sugerencia» en lugar de «tareas» porque<br />

está más de acuerdo con la creencia centrada en la<br />

solución de que los clientes poseen recursos para ayudarse<br />

a sí mismos. Por la misma razón, no me parece beneficioso<br />

aplicar a los clientes el rótulo de «consumidores» (De Shazer,<br />

1988; Fisch et al., 1982), «protestatarios» o «visitantes»<br />

(De Shazer, 1988) para establecer si se les debe asignar<br />

una tarea. Se dice que los consumidores son personas<br />

172<br />

motivadas para cambiar y, por lo tanto, es probable que<br />

traten de hacer algo diferente. Los protestatarios creen<br />

que hay un problema pero no están motivados para hacer<br />

gran cosa al respecto. Pueden o no cumplir una tarea, y no<br />

se les debería asignar una actividad directa; podría pedírseles<br />

simplemente que observaran algo. Los visitantes no<br />

creen que exista un problema y no quieren tratarse. No se<br />

espera que realicen tareas porque carecen de motivación<br />

de modo que no se les debería asignar ninguna. Estos rótulos<br />

no predicen necesariamente la reacción de los clientes<br />

(Fish, 1997). Los visitantes pueden convertirse en consumidores,<br />

y estos en protestatarios, corno consecuencia<br />

de su relación con el terapeuta en la sesión inicial y también<br />

posteriormente. Se sabe, asimismo, de consumidores<br />

convertidos en visitantes a raíz de una experiencia negativa.<br />

<strong>El</strong> clima emocional de la entrevista y el mensaje al final<br />

de la sesión pueden provocar cambios importantes en<br />

la actitud inicial del cliente. Dada esta falta de certidumbre,<br />

parece falto de perspicacia no hacer una sugerencia<br />

de cambio a todos los presentes. Por otra parte, limitarse a<br />

hacer una sugerencia, en lugar de asignar una tarea, permite<br />

a los clientes elegir entre actuar de conformidad con<br />

ella, modificarla para que se adapte mejor a su situación o<br />

dejarla de lado. Cualquiera que sea su reacción, el clima<br />

emocional se preservará porque no pueden cometer ningún<br />

perjuicio.<br />

Sugerencias a medida<br />

Una lista de las sugerencias más conocidas centradas<br />

en la solución puede consultarse en las páginas 180-2. Sin<br />

embargo, es preciso tener en claro que también ellas deben<br />

analizarse cuidadosamente en términos de adaptación.<br />

Ni siquiera la «fórmula-tarea de la primera sesión»<br />

es apropiada en todas las circunstancias. Su finalidad es<br />

interrumpir la concentración de los clientes en los elementos<br />

negativos, pero ¿se le puede preguntar a una persona<br />

enfrentada a una pérdida importante qué es lo que<br />

no quiere cambiar? ¿Puede hablarse de colaboración<br />

173


cuando se pregunta a los clientes qué cosas no desean<br />

cambiar en el momento mismo en que describen una situación<br />

totalmente negativa?<br />

En última instancia, el modo más eficaz de elaborar<br />

sugerencias es adaptarlas al caso individual. La elaboración<br />

de sugerencias a medida no es tan difícil como parece<br />

y puede resultar entretenida, pues es un proceso creativo.<br />

Las sugerencias se basan en la reflexión lógica sobre la<br />

información generada durante la sesión acerca de la identidad<br />

de los clientes y lo que quieren, y en el empleo de esa<br />

información para imaginar qué tipo de experiencia marcará<br />

una diferencia para ellos. De este modo, si en una sesión<br />

escuchamos hablar de un cambio positivo y lo reforzamos<br />

con elogios en el mensaje de recapitulación, esto<br />

nos llevará a pensar en una sugerencia que mantenga en<br />

vigencia ese cambio. Si escuchamos que la situación sigue<br />

igual o ha empeorado, pensaremos en sugerencias que impidan<br />

su agravamiento o conduzcan a una pequeña mejoría.<br />

Un mensaje que refleje el gran sufrimiento de los<br />

miembros de una pareja porque ambos se sienten poco<br />

queridos nos impulsará a presentar ideas que los lleven a<br />

percibir pequeñas señales de aprecio. Esta es también un<br />

área en la que podemos ir más allá de las ideas centradas<br />

en la solución y recurrir a sugerencias que interrumpan<br />

patrones o exterioricen el síntoma (White y Epston, 1990).<br />

<strong>El</strong> objetivo es perturbar de un modo que se adecue lo mejor<br />

posible al cliente. Como todos los clientes son diferentes,<br />

la decisión sobre la perturbación apropiada requiere<br />

amplitud de pensamiento. Las ideas que presentamos<br />

deben tener siempre en cuenta el modo de colaboración de<br />

los clientes. Por ejemplo, si una pareja es muy competitiva,<br />

podemos agregar al final de la sugerencia un comentario<br />

como «Me pregunto cuál de ustedes tendrá el valor de<br />

ser el primero en mostrar su afecto».<br />

Cuando ideamos sugerencias, también es importante<br />

recordar que la TCS avanza a paso lento. Los clientes que<br />

enfrentan un problema de larga data pueden necesitar<br />

tiempo para estar dispuestos al cambio, aunque este sea<br />

positivo.<br />

174<br />

A continuación se enumeran cuatro preguntas que los<br />

especialistas en terapias breves centradas en la solución<br />

podrían considerar útiles para la formulación de sugerencias:<br />

1. ¿Cómo describió el cliente la situación? (contenido).<br />

2. ¿Qué querían los clientes? ¿Se encuentran dispuestos<br />

a cambiar?<br />

3. ¿Cómo actúan los clientes en relación con lo que dicen?<br />

(proceso).<br />

4. ¿Cómo pueden traducirse en una sugerencia la información<br />

o el punto de vista diferentes presentados<br />

en el mensaje de recapitulación?<br />

EJEMPLO DE CASO (continuación)<br />

Descripción del problema que hicieron los miembros de<br />

la familia B:<br />

La mamá: Tina tiene problemas de conducta.<br />

<strong>El</strong> papá: Tina tiene problemas de conducta.<br />

Mike: No quiero meterme.<br />

Tina: Las cosas no andan bien ni en casa ni en la escuela.<br />

¿Qué quieren los clientes?<br />

La mamá: Tina debería escuchar más a los adultos.<br />

<strong>El</strong> papá: Tina debería ser más feliz.<br />

Mike: Todos deberíamos ser más felices.<br />

Tina: Mamá y papá deberían estar más contentos conmigo.<br />

¿Cómo reaccionan los clientes ante la situación? ¿Están<br />

dispuestos a hacer algo diferente?<br />

La mamá: Sigue buscando algo que haga cambiar a Tina.<br />

<strong>El</strong> papá: Sigue buscando algo que haga cambiar a Tina.<br />

Mike: Ignora la situación.<br />

Tina: No hace nada.<br />

175


Por el momento, no sabemos si los padres y Tina harán<br />

algo diferente. Su reacción a la sugerencia nos proporcionará<br />

más información al respecto.<br />

¿Cómo traducir en sugerencia la diferencia presentada<br />

en el mensaje de recapitulación? <strong>El</strong> mensaje fue diferente<br />

porque confirmó a todos. Destacó su deseo común de<br />

felicidad familiar. Tal vez lo mejor sea tratar de seguir con<br />

el proceso de centrarse en las excepciones y los elementos<br />

positivos.<br />

Sugerencia:<br />

176<br />

«Lamentablemente, no podemos darles hoy ninguna<br />

respuesta mágica. Tendremos que conocerlos un poco<br />

mejor. Sí tenemos, en cambio, algunas sugerencias que<br />

podrían ayudarnos a lograr ese objetivo. Nos hemos<br />

enterado de sus preocupaciones, que sin duda son importantes,<br />

pero también nos gustaría saber algo más<br />

acerca de las cosas que funcionan bien en la familia, ya<br />

que ahora sabemos en qué consisten algunos de sus<br />

problemas. Queremos asegurarnos de no cambiar nada<br />

de lo bueno».<br />

Los padres reciben sugerencias distintas a causa de<br />

que sus posiciones no coinciden;<br />

«Señora B: le sugeriríamos que, si le es posible, torne<br />

nota de las cosas que Tina hace en la casa y en la escuela<br />

que usted desee que siga haciendo. Esté atenta a<br />

eso, y así podrá informarnos la semana próxima. [Es lo<br />

que la señora B dijo que quería.]<br />

»Señor B: le sugerimos que, si le es posible, tome<br />

nota de lo que sucede cuando Tina parece sentirse más<br />

contenta durante la semana. Nos gustaría que nos<br />

hablara de eso. [Es lo que el señor B dijo que quería.]<br />

Tal vez desee comparar sus impresiones con la señora<br />

B todas las noches y ver en qué concuerdan.<br />

»Tina: quisiéramos sugerirte que tomes nota de las<br />

cosas agradables que ocurran en la escuela con los<br />

chicos y las maestras y que desees que sigan sucedien-<br />

do. Si quieres, puedes hacer lo mismo en tu casa. [Tina<br />

dijo que quería que hubiera cambios en la escuela.]<br />

»Mike: si tienes ganas, puedes anotar y hacernos<br />

saber las cosas que ocurran esta semana en tu familia<br />

y que desees que sigan sucediendo». [Aunque Mike se<br />

muestra cauteloso cuando se trata de participar, se le<br />

da la posibilidad de hacerlo.]<br />

En concordancia con el supuesto de que nada es totalmente<br />

negativo y que los clientes poseen recursos para ayudarse<br />

a sí mismos, se sugirió a los integrantes de la familia<br />

que, en lugar de centrarse en el problema, se centraran<br />

en su idea de la solución. Sus respuestas, cualesquiera<br />

que sean, resultarán valiosas, ya que proporcionarán información<br />

adicional sobre el estilo de colaboración de la<br />

familia.<br />

EJEMPLO DE CASO; JAMES<br />

A continuación daremos otro ejemplo del empleo de<br />

estas preguntas.<br />

James explicó que había decidido hablar con alguien<br />

porque estaba desesperado y no era capaz de ayudarse a<br />

sí mismo. Seis meses antes, a los 53 años y a raíz de una<br />

reestructuración de la empresa en que trabajaba, su cargo<br />

había sido suprimido. Los intensos esfuerzos que desplegó<br />

para hallar otro empleo fueron infructuosos. James estaba<br />

cada vez más amargado por la injusticia de que había<br />

sido objeto y ya no se molestaba en contestar anuncios ni<br />

en enviar copias de su curriculum. Descuidaba su apariencia<br />

y, según dijo, experimentaba un creciente deseo de<br />

aislarse de los demás. También expresó que estaba encolerizado<br />

y asqueado consigo mismo por su falta de energía,<br />

y todo lo que quería era volver a ser el de antes: una<br />

persona llena de iniciativa y con pensamientos positivos.<br />

En este caso, la primera parte del mensaje de recapitulación<br />

debería señalar que el terapeuta ha escuchado y<br />

comprende los acontecimientos que llevaron al cliente a<br />

terapia y que siente empatia por él. La segunda parte, la<br />

177


espuesta del terapeuta, debería reforzar los puntos fuertes<br />

de James: su reconocimiento de que necesitaba ayuda,<br />

su decisión de actuar en consecuencia, su sentido de la<br />

justicia y el antecedente de haber sido una persona proactiva<br />

y de pensamientos positivos. También debería ofrecer<br />

nueva información o un nuevo punto de vista. Una idea<br />

que acude a la mente en este punto es la de usar el sentido<br />

de la justicia de James como recurso para presentar otra<br />

perspectiva.<br />

«Aunque la ira por la injusticia que llevó a su situación<br />

laboral actual tiene mucho sentido, creemos que su<br />

enojo consigo mismo por no haber encontrado trabajo<br />

aún es sumamente injusto. Es difícil tener iniciativa y<br />

una actitud positiva cuando uno siente que lo tratan<br />

injustamente. Por desdicha, usted no puede hacer<br />

nada para cambiar su empresa, pero nos preguntamos<br />

si no le interesa considerar la posibilidad de tratarse a<br />

sí mismo con más equidad».<br />

Sobre la base de las cuatro preguntas ya mencionadas,<br />

presentaremos dos opciones para la sugerencia. Por<br />

supuesto, hay muchas otras posibilidades.<br />

1. <strong>El</strong> cliente dice hallarse estancado porque no tiene<br />

energía, y está enojado con otras personas y consigo<br />

mismo. Afirma querer ayuda para poder cambiar.<br />

2. Desea volver a ser como era antes.<br />

3. <strong>El</strong> cliente reacciona ante su situación con ira hacia<br />

otras personas y hacia sí mismo. Cuanto más se<br />

enoja, menos capaz se siente de controlarse.<br />

4. La perspectiva diferente que se le presentó consistió<br />

en decirle que era injusto consigo mismo. Su<br />

sentido de la justicia es fuerte. Pedirle que lo aplique<br />

a sí mismo puede constituir una perturbación<br />

exitosa.<br />

Opción A:<br />

«Le haremos una sugerencia que ha sido de utilidad<br />

para algunas personas enfrentadas a situaciones como<br />

la suya. Requiere que usted reserve dos períodos de<br />

treinta minutos cada día, siempre a la misma hora. En<br />

los primeros quince minutos de cada período, escriba<br />

sobre el enojo consigo mismo y el que le provoca su situación.<br />

En los quince minutos siguientes, reflexione y<br />

haga una lista de las ideas para darse a sí mismo un<br />

trato más equitativo. Finalmente, rompa y tire las primeras<br />

notas y conserve las segundas».<br />

Opción B (esta opción utiliza el enojo de James):<br />

«No nos sorprende que se sienta estancado, porque el<br />

enojo por la situación y consigo mismo está minando la<br />

energía que necesita para recobrar la iniciativa. Creernos<br />

que tal vez tenga que intentar algo diferente para<br />

volver a ser la persona enérgica de antes.<br />

»Le haremos una sugerencia que podría ayudarlo a<br />

salir del estancamiento y a lograr ese cambio poco a<br />

poco. Piense si quiere hacer la prueba. Le llevará algún<br />

tiempo volver a ser el de antes y olvidar su enojo. Es<br />

algo así como modificar un hábito. Le sugerimos, entonces,<br />

que cuando note que está enojado, calcule aproximadamente<br />

cuánto tiempo necesita para superar ese<br />

enojo en particular. Digamos que está realmente enojado<br />

consigo mismo por no haber enviado ningún curriculum.<br />

Decida cuántos minutos necesita para librarse<br />

efectivamente del enojo. Una vez finalizado el<br />

plazo, dedique la mitad de ese tiempo a hacer alguna<br />

otra cosa, de preferencia algo que su antiguo yo habría<br />

hecho. Puede ser cualquier cosa, excepto estar enojado».<br />

Aunque estas dos sugerencias tienen una orientación<br />

conductal escogida para cooperar con James, quien pidió<br />

que se le indicara algo que pudiera hacer para ayudarse a<br />

sí mismo, también están dirigidas a sus emociones. No<br />

menos sensato era sugerirle un ritual, como una manera<br />

de proporcionarle estructura y control.<br />

179


Sugerencias de uso frecuente centradas en la solución<br />

La mayoría de las sugerencias incluidas en esta sección<br />

pertenecen a la tradición sistémica/estratégica/estructural,<br />

y en la actualidad son de uso tan frecuente que<br />

es difícil establecer su origen con precisión. Adaptadas en<br />

algunos casos, se inspiran en las sugerencias utilizadas<br />

en la Brief Therapy Clinic del Mental Research Institute y<br />

en las empleadas por Jay Haley, Salvador Minuchin, el<br />

grupo de Milán y el Ackerman Institute. No obstante, la<br />

fórmula-tarea de la primera sesión y la tarea de la predicción<br />

se originaron en el Brief Family Therapy Center. Es<br />

importante recordar que para ser eficaces, estas sugerencias,<br />

a semejanza de las adaptadas a casos individuales,<br />

deben estar en consonancia con el contexto específico de la<br />

situación.<br />

1. Fórmula-tarea de la primera sesión. Esta sugerencia<br />

puede hacerse al final de la mayoría de las sesiones iniciales,<br />

pero no en aquellas en que se manifiestan una profunda<br />

pena o una pérdida, o cuando se describe un problema<br />

que carece de excepciones.<br />

«Nos gustaría que a partir de hoy y hasta nuestra próxima<br />

reunión observaran, y luego nos contaran, qué<br />

sucede en su familia que quieren que siga sucediendo»<br />

(Adams, Piercy y Jirhc, 1991; De Shazer, 1985, pág.<br />

137).<br />

En el caso ya mencionado de James, esta sugerencia<br />

no hubiera sido adecuada, porque la opinión que él tenía<br />

de su situación era rnuy negativa. En realidad, la sugerencia<br />

podría haber exacerbado su enojo consigo mismo.<br />

2. Insistan en lo que funciona. Esta sugerencia se basa<br />

en la idea de que no se debe reparar algo que ya funciona.<br />

Y hay indicios de que las cosas marchan bien cuando los<br />

clientes informan acerca de un cambio previo a la sesión o<br />

los elementos positivos preexistentes son manifiestos.<br />

3. Hagan algo diferente. Esta sugerencia está destinada<br />

a los clientes deseosos de que se les diga qué hacer y<br />

que las cosas que hacen no funcionan.<br />

180<br />

4. No cambie?!. Esta sugerencia suele ser eficaz cuando<br />

la situación es crítica y los clientes desean una solución<br />

inmediata. No debería emplearse cuando existe el riesgo<br />

de que ios clientes se causen algún daño, o lo causen a<br />

otras personas.<br />

«Comprendemos lo grave de la situación y su deseo de<br />

resolverla cuanto antes, pero no podremos ayudarlos<br />

hasta no entender un poco mejor las cosas. Por lo tanto,<br />

les sugerimos que no cambien nada hasta que volvamos<br />

a reunirnos. Cuando la situación es tan precaria,<br />

las cosas pueden empeorar y no queremos que ello suceda».<br />

5. Vayan despacio. Esta medida se sugiere cuando los<br />

clientes sienten urgencia por cambiar o muestran buenos<br />

progresos. Es útil decirle a la gente que un cambio positivo<br />

requiere tiempo para afianzarse y que, por lo tanto,<br />

deberían avanzar lentamente. Esto evita desilusiones<br />

cuando el progreso no es continuo.<br />

6. Hagan lo contrario. Es una buena sugerencia para<br />

un miembro de una pareja que concurre solo o para padres<br />

que concurren sin sus hijos, cuando reiterados intentos<br />

de cambiar a otra persona no han dado resultado.<br />

7. Tarea de la predicción. Esta sugerencia se hace a los<br />

clientes que informan de algunas excepciones a su problema<br />

pero no pueden explicar por qué se producen. Cuando<br />

sus destinatarios son una pareja o una familia, la decisión<br />

sobre la posibilidad de divulgar los resultados antes de la<br />

sesión siguiente depende de cada caso en particular. Si se<br />

trata de padres y la meta es inducirlos a formar un frente<br />

unido, corresponde sugerirles que cada noche compartan<br />

y discutan los resultados, sin la participación del hijo.<br />

Este debería hacer la predicción por su cuenta y no revelarla<br />

antes de la sesión, En el caso de una pareja cuyos<br />

miembros están mutuamente convencidos de la falta de<br />

interés del otro, es mejor no pedirles que intercambien información<br />

antes de la sesión. Un día sin cosas para comunicarse<br />

les provocará desilusión, pero es probable que haya<br />

algunas sorpresas agradables en la sesión siguiente.<br />

181


«Esta noche, antes de irse a dormir, pronostiquen<br />

si mañana [el síntoma o la situación] seguirá igual o<br />

habrá mejorado. [También se puede pedir a los clientes<br />

que utilicen una escala numérica para predecir la .<br />

magnitud del problema al día siguiente.] Mañana a la<br />

noche evalúen el día y compárenlo con su pronóstico.<br />

Piensen en las razones por las que la predicción fue<br />

correcta o incorrecta. Hagan lo mismo todas las noches<br />

hasta que volvamos a reunirnos y anoten diariamente<br />

los resultados» (De Shazer, 1988).<br />

8. Escriban y quemen. Es una buena sugerencia para<br />

las personas estancadas en un estado emocional que les<br />

impide actuar como desearían. A algunos individuos no<br />

les gusta escribir; se les puede sugerir que hablen frente a<br />

un grabador y luego borren lo grabado.<br />

«Dediquen veinte minutos dos veces por día [el lapso y<br />

la frecuencia diaria pueden adaptarse a las características<br />

del caso] a escribir sobre su pena [enojo, frustración,<br />

etc.]. No intenten escribir cuidadosamente: sólo<br />

dejen correr la pluma sobre el papel. Si advierten que<br />

repiten frases o palabras, no se preocupen. Simplemente,<br />

desahoguense. Si tienen que llorar y gritar<br />

mientras lo hacen, también está bien. Cumplido ese<br />

lapso, no lean lo que han escrito: quémenlo y véanlo<br />

convertirse en humo». [Esto sólo se debe sugerir después<br />

de cerciorarse de que ios clientes pueden quemar<br />

papel sin exponerse a riesgos. Si la seguridad no está<br />

garantizada, se les debe sugerir que rompan el papel<br />

en pedacitos y los dejen caer lentamente en el cubo de<br />

la basura.]<br />

Conclusión<br />

Resulta evidente que formular el mensaje de recapitulación<br />

y la sugerencia no es fácil. Es una verdadera síntesis<br />

de lo que nuestros clientes son capaces de ofrecernos y<br />

de lo que nosotros podemos ofrecerles en función de nuestros<br />

conocimientos profesionales y nuestra humanidad.<br />

182<br />

En suma, podría ser un ejercicio útil volver a pensar<br />

qué tipo de mensaje de recapitulación y sugerencia hubiera<br />

reflejado la situación expuesta por Marie en el capítulo<br />

3.<br />

Marie era la mujer separada que se sentía malinterpretada<br />

por todos y temía estar loca. Fue derivada porque<br />

su médico no halló ninguna causa que explicara sus síntomas<br />

físicos.<br />

Mensaje de recapitulación:<br />

1. Declaración sobre lo que el terapeuta escuchó decir a<br />

la cliente:<br />

«Hoy escuchamos que usted vino porque su médico se<br />

lo sugirió cuando fue a consultarlo por sus dolores en<br />

todo el cuerpo y las fuertes jaquecas. Usted dijo que la<br />

preocupaba el hecho de que el médico la mandara a<br />

hablar con alguien. Teme que crea que usted tiene un<br />

problema mental.<br />

»Nos enteramos de que está separada de su marido<br />

y vive con sus dos hijos y su madre. No es fácil, porque<br />

se trata de la casa de su madre y ella quiere que las<br />

cosas se hagan a su modo. Su ex novio y su ex marido<br />

entran y salen de su vida e intentan decirle lo que debería<br />

y no debería hacer, lo cual es muy molesto.<br />

»También supimos que tiene planes claros para el<br />

futuro, como por ejemplo estudiar y asegurarse de que<br />

sus hijos reciban una buena educación, pero todo el<br />

mundo le pone obstáculos en el camino en vez de ayudarla».<br />

2. Respuesta del terapeuta que incluye empatia, elementos<br />

positivos y una información o un punto de vista<br />

diferentes:<br />

«Nuestra respuesta es que usted está muy estresada.<br />

No es sorprendente que tenga jaquecas y toda suerte<br />

de dolores y achaques cuando guarda para sí todo lo<br />

que nos ha dicho. Nos asombra que esté haciendo tan<br />

bien las cosas, considerando la vida que lleva. Debe ser<br />

183


duro no tener un lugar propio donde vivir y ser rebajada<br />

por otras personas por no tener las mismas<br />

ideas. Y a pesar de eso usted se lleva bien con sus hijos,<br />

sigue enseñándoles y va a la biblioteca para instruirse,<br />

y todo eso con tan poco tiempo de sueño y tan poco<br />

apoyo.<br />

»Usted tiene algunas buenas ideas respecto del<br />

futuro, como la de tener una casa propia e inscribirse<br />

en una escuela, y dice que ante todo necesita un poco<br />

de tiempo para relajarse y divertirse, por ejemplo jugando<br />

a los bolos. Es bueno que se dé cuenta de que la<br />

realización de esos planes llevará algún tiempo y de<br />

que tiene que sentirse saludable y relajada para lograrlo».<br />

La sugerencia:<br />

1. La situación, tal corno la describió Mane, consistía<br />

en que sus síntomas la angustiaban y se sentía estresada<br />

porque nadie la ayudaba a lograr sus objetivos. Dio a entender<br />

que quería cambiar, pero no necesariamente como<br />

resultado de una terapia.<br />

2. Marie quería saber si padecía de algo grave. También<br />

quería hallar un modo de vivir su propia vida sin interferencias.<br />

3. Reaccionaba ante su situación somatizando su estrés<br />

y haciendo todo lo que podía para alcanzar sus metas.<br />

4. La información diferente que se le dio en el mensaje<br />

de recapitulación fue que no estaba loca y que, dadas las<br />

circunstancias, le iba bien. Esta información debía producirle<br />

alivio por sí misma. La sugerencia debía aliviarla<br />

aún más (por ejemplo, al proporcionarle la oportunidad de<br />

desahogar su enojo y frustración sin asumir riesgos).<br />

184<br />

Sugerencia:<br />

«Desearíamos tener algunas respuestas mágicas para<br />

ofrecerle hoy, pero, por supuesto, no las tenemos. Habrá<br />

que intercambiar más ideas entre todos para ver<br />

cómo puede comenzar a construir ese futuro. Mientras<br />

tanto, realmente no creemos que deba preocuparse<br />

más por la posibilidad de estar loca.<br />

»Tenemos una sugerencia en la que tal vez usted<br />

quiera pensar o no [hacemos eco a su modo de expresarse!<br />

. Como no puede decirles lo que piensa a las personas<br />

que la molestan, y eso es muy perturbador para<br />

usted, quizá desee desahogarse de otro modo. A algunas<br />

personas les resulta útil sentarse una media hora<br />

por día, siempre a la misma hora, y poner por escrito<br />

sentimientos perturbadores. Cuando han terminado,<br />

no releen lo escrito. Simplemente rompen el papel en<br />

pedacitos y lo tiran. Aunque escriba lo mismo una y<br />

otra vez, igual puede serle útil. Después de hacerlo, escriba<br />

tres razones por las que es una buena persona y<br />

una buena madre».<br />

Como se habrá podido observar, todas las piezas del<br />

proceso centrado en la solución encajan unas con otras. <strong>El</strong><br />

clima emocional facilita la entrevista, la cual, a su vez, genera<br />

información para el resumen. Este repite esa información,<br />

la amplía y, al asignar una tarea, la convierte en<br />

una experiencia.<br />

185


Segunda parte. Aplicaciones


8. Terapia de pareja<br />

Las relaciones de pareja son un excelente ejemplo de lo<br />

que es el acoplamiento de estructuras. La interdependencia<br />

biológica, emocional y económica de hombres y mujeres<br />

ha preservado la raza humana durante miles de años.<br />

<strong>El</strong> trabajo con parejas —casadas o no, heterosexuales o<br />

del mismo sexo— puede ser como una caminata por la<br />

cuerda floja. Las relaciones de pareja son complejas; no se<br />

trata sólo de química y compañerismo. Son relaciones que<br />

atraviesan varias fases: por lo general comienzan con una<br />

ceguera romántica y pasan por períodos más o menos difíciles<br />

de adaptación a las diferencias reales de personalidad,<br />

a los cambios en el modo de vida y a las variables necesidades<br />

mutuas. Las relaciones de pareja tienen misteriosas<br />

maneras de convertirse en lo que uno menos hubiera<br />

esperado o deseado, a veces incluso en la réplica de la<br />

relación con un progenitor o un hermano. Se dice que sus<br />

miembros tienden a complementarse para compensar sus<br />

respectivas flaquezas, pero ese equilibrio complementario,<br />

así como puede enriquecer una relación, es capaz de<br />

provocar una lucha por el poder. Sin embargo, la mayoría<br />

de la gente prefiere vivir en pareja a vivir sola, sean cuales<br />

fueren las circunstancias.<br />

La importancia de los vínculos relacionales es un poderoso<br />

recurso para la terapia. Una pregunta como «¿Qué<br />

necesita cada uno de ustedes del otro para sentirse un<br />

poco menos (dolido, temeroso, enojado)?» puede convertir<br />

«el "resentimiento" en "ternura"» (Donovan, 1999, pág. 5;<br />

Gilligan, 1997; Johnson y Greenberg, 1994). Las relaciones<br />

de pareja tienen que ver justamente con la «ternura»,<br />

por muy hosco o distante que pueda parecer un<br />

cliente.<br />

189


Jane y Steve describen su relación desde diferentes<br />

puntos de vista:<br />

Jane: Steve pasa cada vez menos tiempo conmigo. No sé<br />

qué pasó con nuestra amistad. <strong>El</strong> solía hablarme de todo y<br />

pedirme opinión.<br />

Steve: Creo que no es culpa mía. Desde que empezaste a<br />

correr maratones, eso es lo que más te importa. Ya no<br />

tienes tiempo para mí.<br />

Jane: No es cierto. Yo trato de lograr que hables, pero todo<br />

lo que haces es estar ahí sentado con la mirada fija en el<br />

televisor. (A la terapeuta.) ¿Qué haría usted si su esposo<br />

empezara a ignorarla?<br />

Steve (a la terapeuta): No la ignoro. No tiene sentido hablar<br />

con ella porque le encanta armar camorra y nada de<br />

lo que yo digo le parece bien. (A la terapeuta). ¿Por qué<br />

tendría que soportar eso?<br />

La terapeuta no podría contestar ninguna de las preguntas<br />

que le han dirigido sin tomar partido. Además, si<br />

diera una respuesta al contenido de esas quejas, probablemente<br />

generaría un intercambio de acusaciones. No obstante,<br />

puede buscar algún elemento común en el motivo<br />

de las quejas de ambos y utilizarlo como recurso para conectarlos:<br />

Terapeuta: Los dos parecen insatisfechos con la falta de<br />

atención mutua. (Ambos asienten con un movimiento de<br />

cabeza y se explayan un poco más.) Los dos parecen querer<br />

lo mismo. ¿En algún momento se sintieron los dos satisfechos<br />

por la atención recibida del otro?<br />

Estas preguntas atrajeron la atención de Jane y Steve<br />

hacia el hecho de que seguía existiendo una conexión entre<br />

ellos, aun cuando quizá se sintieran muy desconectados.<br />

Un pequeño cambio puede llevar a cambios más grandes.<br />

Si Jane y Steve hubieran redefinido su problema<br />

como «no pasamos suficiente tiempo juntos» e ideado una<br />

solución satisfactoria para ambos, algunos terapeutas<br />

centrados en la solución recomendarían poner fin al trata-<br />

190<br />

miento. De acuerdo con mi experiencia, estas «curas milagrosas»<br />

ocurren, pero son poco frecuentes. Y pueden hacer<br />

que los clientes vuelvan unos meses después con el mismo<br />

problema, o con otro similar que represente el mismo proceso.<br />

(En el lenguaje de la teoría de los sistemas podría decirse<br />

que el cambio producido fue de «primer orden» y no<br />

de «segundo orden» [Hoffman, 1981, págs. 47-9; Watzlawick<br />

et al., 1974, pág. 10].) Esta situación puede evitarse<br />

haciendo un esfuerzo por consolidar los cambios. En este<br />

caso, el esfuerzo podría consistir en aclarar con la pareja<br />

por qué razón el hecho de pasar más tiempo juntos representa<br />

una mejoría para ellos. Es posible que sus respuestas<br />

incursionaran en el ámbito emocional y se refirieran a<br />

un sentimiento de mayor conexión, solicitud o reconocimiento.<br />

Esta aclaración fortalecería su comprensión de la<br />

relación y podría cumplir una valiosa función preventiva.<br />

En lo fundamental, el trabajo con parejas centrado en<br />

la solución no difiere del que se realiza con individuos<br />

(Friedman y <strong>Lipchik</strong>, 1999; Hoyt y Berg, 1998). Sin embargo,<br />

la práctica es más difícil porque la solución tiene<br />

que satisfacer a la relación, y esta se compone de individuos<br />

con puntos de vista diferentes. Para superar este<br />

obstáculo, es necesario que ambos miembros de la pareja<br />

confíen en que el terapeuta no se pondrá en contra de ninguno<br />

de ellos. La tarea de transmitir aceptación y comprensión<br />

a dos personas que, cada una por su lado, creen<br />

estar en lo cierto es difícil, incluso, para el más experimentado<br />

de los terapeutas.<br />

Los pasos que se describen a continuación fueron<br />

desarrollados para mostrar cómo pueden manejarse estas<br />

cuestiones complejas con un mayor grado de confianza. <strong>El</strong><br />

primer paso consiste en determinar si la terapia de pareja<br />

centrada en la solución es apropiada para una pareja en<br />

particular.<br />

191


La evaluación<br />

Una sesión conjunta<br />

La primera sesión debe ser conjunta porque de este<br />

modo el terapeuta tendrá una muestra de la interacción<br />

de los miembros de la pareja. También podrá apreciar su<br />

deseo y su capacidad de trabajar en la relación. Sólo es posible<br />

hallar una solución si hay personas que desean hallarla.<br />

En especial, es improbable que el trabajo con parejas<br />

sea productivo cuando las partes no tienen metas similares<br />

y no se esfuerzan por contribuir a una solución. Así,<br />

un esposo dispuesto a salvar el matrimonio a toda costa y<br />

una esposa que no sabe con certeza si desea seguir casada<br />

no están preparados para iniciar una terapia de pareja<br />

centrada en la solución. (A decir verdad, es raro que un<br />

caso individual se considere inapropiado para la TCS.<br />

Una excepción importante la constituyen los clientes que<br />

no desean estar en terapia y sólo han concurrido para<br />

complacer a otra persona.) En una situación como esa, lo<br />

mejor es conversar con los clientes sobre las diferencias en<br />

una sesión especial y aclarar sus necesidades. A veces, un<br />

cónyuge indeciso necesita unas pocas sesiones individuales<br />

para arribar a una decisión. Durante ese lapso, el cónyuge<br />

comprometido también puede ser atendido por separado<br />

para brindarle apoyo. Si se tiene la impresión de que<br />

uno de los cónyuges indecisos va a necesitar mucho tiempo<br />

para adoptar una decisión, es preferible derivar a ambos<br />

a un tratamiento individual e invitarlos a retornar para<br />

iniciar una terapia de pareja en caso de que hayan resuelto<br />

trabajar para mejorar su matrimonio.<br />

En la primera sesión de terapia de una pareja se debe<br />

decir a los clientes que el contrato terapéutico concierne a<br />

su relación y no a ellos individualmente, y que la meta<br />

será tender entre sus diferencias un puente que lleve a<br />

una solución para ambos. De ese modo se aclara que el terapeuta<br />

no tomará partido. <strong>El</strong> pensamiento de dos carriles<br />

que controla nuestras reacciones es útil en este sentido,<br />

porque a menudo resulta difícil mantener la imparcia-<br />

192<br />

lidad. La aceptación y comprensión de ambas partes también<br />

puede quedar reflejada en el mensaje de recapitulación<br />

al final de la sesión.<br />

Una sesión individual con cada una de las partes<br />

La sesión conjunta es seguida por una conversación<br />

privada con cada una de las partes. Estas conversaciones<br />

permiten al terapeuta profundizar la relación con sus<br />

clientes. Al comienzo de la sesión, el terapeuta dice al<br />

cliente que la charla en privado le proporciona la oportunidad<br />

de referirse a cuestiones que tal vez no quiera mencionar<br />

frente a su pareja. Debe garantizarle la confidencialidad,<br />

salvo que la información represente un riesgo<br />

para la vida de alguien. Si el cliente menciona algo que<br />

tiene consecuencias importantes para la relación, el terapeuta<br />

debe pedirle autorización para comunicarlo a la<br />

otra parte.<br />

La confesión de una aventura amorosa hace tiempo<br />

concluida debe considerarse información confidencial.<br />

Aunque no carece de importancia para la relación, no es<br />

apropiado tomarla como base para hacer suposiciones<br />

sobre el estado actual del matrimonio. Después de todo, el<br />

cambio es constante e inevitable. Es más útil mantener la<br />

concentración en el presente y en lo que el cliente desea<br />

para el futuro.<br />

La información sobre una aventura amorosa presente<br />

es otra cuestión. Yo no trabajo con una pareja cuando uno<br />

de sus miembros está involucrado en un amorío. Por lo común,<br />

las personas no pueden generar motivación suficiente<br />

para revivir una relación poco satisfactoria mientras<br />

participan en otra más gratificante. Más importante<br />

aún: un secreto de esa clase implica, con una de las partes,<br />

una connivencia que considero poco ética. Una sugerencia<br />

para manejar esta situación es decir al cliente infiel que<br />

revele el secreto o que interrumpa todo contacto (incluso<br />

telefónico o por correo electrónico) con su amante mientras<br />

dure el tratamiento. De hecho, he comprobado con<br />

193


sorpresa que muchas personas deciden hacerlo y mantienen<br />

su palabra. ¡Desde luego, esto dice mucho acerca<br />

de su motivación para mejorar su matrimonio! Por otra<br />

parte, algunas personas afirman estar de acuerdo en suspender<br />

la aventura pero no lo hacen, y tampoco faltan<br />

quienes logran engañarnos. Por lo general, si tomamos la<br />

decisión de trabajar con la pareja y el adulterio continúa,<br />

surgirán signos reveladores, como la falta de progreso<br />

o las fluctuaciones entre progresos y recaídas. También<br />

la intuición del terapeuta puede ser una valiosa herramienta.<br />

Recuerdo una situación en la que el marido consintió<br />

en poner fin a una aventura. Parecía esforzarse por reavivar<br />

la relación con su mujer, quien reconoció que así era.<br />

No obstante, ella informó que no percibía ningún cambio<br />

en la conexión emocional entre ambos. A raíz de esta información<br />

pedí una sesión por separado, y el marido confesó<br />

que seguía viéndose con su amante. Dijo que estaba<br />

trabajando en la relación conyugal con el propósito de<br />

mejorarla a fin de limitar un posible conflicto por la tenencia<br />

de los hijos una vez que obtuviera el divorcio.<br />

En una situación como esta es aconsejable decir al<br />

miembro adúltero de la pareja que uno no seguirá trabajando<br />

con él y su cónyuge a menos que la verdad salga a la<br />

luz. Esta condición suele llevar a una crisis y obliga a la<br />

persona en cuestión a escoger finalmente entre el matrimonio<br />

y la aventura. La mejor manera de poner fin a un<br />

caso como este consiste en reunirse con ambas partes y<br />

decirles que uno ha caído en la cuenta de que por el momento<br />

obtendrían mayor provecho de una terapia individual.<br />

Ante tal anuncio, el cónyuge ignorante de la existencia<br />

de la aventura no dejará, como es lógico, de formular<br />

preguntas. En esta situación —y sólo en ella— sugiero<br />

a los terapeutas asumir la posición de expertos y limitarse<br />

a hacer una declaración genérica, sin dar razones específicas.<br />

También recomiendo que se ofrezca a los cónyuges<br />

derivarlos a otros profesionales para un tratamiento individual<br />

en lugar de seguir viendo a alguno de ellos.<br />

Por lo común, los clientes tienden a revelar más cosas<br />

en la sesión individual que en la sesión conjunta, incluso<br />

194<br />

quienes empiezan por decir que no ocultarían nada a su<br />

cónyuge. No hace mucho vi a una pareja que tenía serios<br />

problemas con la familia extensa, debido a que la esposa<br />

era incapaz de llevarse bien con su suegra. En la sesión<br />

conjunta, el marido nunca objetó el relato de su mujer<br />

acerca del trato injusto que aquella le infligía. Sin embargo,<br />

en la sesión privada habló largamente sobre los problemas<br />

de su esposa con las relaciones sociales en general<br />

y no sólo con su familia política.<br />

<strong>El</strong> empleo de preguntas circulares —por ejemplo,<br />

preguntar a un miembro de la pareja qué cree que el otro<br />

piensa, o por qué cree que este actúa de determinada<br />

manera— es un valioso recurso en la sesión privada. Puede<br />

considerárselo como una forma de hacer terapia de pareja<br />

con un individuo, ya que exige tomar en cuenta el<br />

punto de vista de la otra persona. Por ejemplo: «¿Su esposa<br />

también cree que no se lleva bien con otras personas?»;<br />

«¿Ha hablado con ella acerca de lo que me acaba de decir?».<br />

Si lo hizo, «¿Cuál fue su reacción?». Si no lo hizo,<br />

«¿Cómo cree que reaccionaría ella si usted lo hiciera?». Si<br />

supone que ella se sentiría muy molesta, «¿Cómo suele<br />

comunicarle cosas que quiere decirle y que podrían molestarla?».<br />

Algunas parejas tienen una refinada comprensión<br />

de la manera de afectarse mutuamente. Otras desconocen<br />

por completo la dinámica interpersonal. <strong>El</strong> uso de<br />

preguntas circulares y otras indagaciones que abordan<br />

las creencias de los clientes acerca de las razones y el significado<br />

del comportamiento de su pareja y de sus propias<br />

respuestas a él son perturbaciones que pueden conducir a<br />

un cambio.<br />

La reacción de los clientes a las conversaciones que<br />

ponen al descubierto interacciones recursivas con su pareja<br />

también proporciona una valiosa información sobre su<br />

modo de cooperar. Pero debemos ser cautos y no hacer<br />

suposiciones acerca del presunto efecto de esa manera<br />

de cooperar sobre el resultado de la terapia. ¡Después de<br />

todo, es la pareja la que debe decidir si una relación es lo<br />

bastante buena para ambos! Un pequeño cambio que quizá<br />

nos parezca inadecuado puede representar una gran<br />

diferencia para ellos.<br />

195


La decisión<br />

La decisión sobre la pertinencia del tratamiento de<br />

pareja se basa en la información recogida durante la sesión<br />

conjunta y las dos sesiones individuales. Yo utilizo como<br />

lincamientos los criterios enumerados a continuación.<br />

Sería exagerado decir que los aplico al pie de la letra. En<br />

ocasiones, algún elemento de una relación nos impulsa a<br />

ocuparnos de ella a pesar de ciertos interrogantes. No deberíamos<br />

acallar la voz de la intuición.<br />

1. Ambas partes tienen en claro que quieren preservar<br />

la relación, no darla por concluida.<br />

2. Ambas partes comprenden que cada una de ellas<br />

tiene cierta responsabilidad en lo que respecta a la<br />

calidad de la relación.<br />

3. Cada una de las partes es capaz de demostrar<br />

alguna empatia por la posición de la otra.<br />

4. Ambas partes mencionan algunos aspectos positivos<br />

de la relación (amistad, intereses comunes, capacidad<br />

para ser un buen padre o para ocuparse de<br />

la casa).<br />

5. Ninguna de las partes está interesada en otra persona<br />

ni tiene en la actualidad una aventura con<br />

otra persona.<br />

Si resulta claro que el trabajo con la pareja es apropiado,<br />

la sesión siguiente será conjunta.<br />

A veces, una pareja satisface todos los criterios para el<br />

trabajo conjunto, pero sus miembros están tan dolidos o<br />

enojados que no pueden evitar los reproches mutuos. En<br />

tales casos suelo programar una o dos sesiones por separado<br />

a fin de ver si puedo ayudarlos a desahogarse lo suficiente<br />

para trabajar juntos en forma productiva. Esas<br />

sesiones también me brindan la oportunidad de intercalar<br />

gradualmente preguntas sobre los aspectos que funcionan<br />

bien en la relación.<br />

196<br />

La terapia<br />

Por lo común, al iniciar la terapia, las parejas sienten<br />

enojo y desean poner sobre el tapete todos sus sentimientos<br />

negativos. No suele ser fácil eludir esta negatividad y<br />

abstenerse de hacer pronósticos sobre el resultado de la<br />

terapia. Debemos estar atentos al carril personal de nuestro<br />

pensamiento de dos carriles. Comentarios críticos como<br />

«¡Oh, este matrimonio está acabado!» no llevan a ninguna<br />

parte y deben ser contrarrestados con la afirmación<br />

de que nada es totalmente negativo y un pequeño cambio<br />

puede llevar a cambios más grandes. Análogamente, si advertimos<br />

que estamos atribuyendo alguna culpa a cualquiera<br />

de las partes, debemos recordar que la conducta de<br />

estas es recursiva. «¿Qué hace John que impulsa a Mary a<br />

herirlo de esa manera?»; «¿A qué se debe la decisión de<br />

John de no impedir que Mary lo hiera?». Las parejas también<br />

pueden inducir en nosotros asociaciones personales<br />

sobre la relación de nuestros padres o nuestras propias<br />

relaciones. Si no nos mantenemos atentos a nuestros pensamientos<br />

y sentimientos, podría ocurrir que elaboráramos<br />

un proyecto oculto para los clientes sin tener conciencia<br />

de ello.<br />

Por lo general, cada una de las partes trata de convencer<br />

al terapeuta de que su versión de la situación es la<br />

correcta. Es importante mantenerse al margen de este<br />

proceso. Una buena respuesta sería: «Espero que tengan<br />

dos historias muy diferentes, y debo escucharlas para poder<br />

ayudarlos a construir un puente entre ellas». De este<br />

modo transmitimos el mensaje de que nuestra expectativa<br />

no es que cada uno cambie para el otro. La gente se resiste<br />

a cambiar, sobre todo cuando se trata de satisfacer<br />

las expectativas de otra persona. Por lo tanto, será más<br />

aceptable un lenguaje que sugiera ampliación, crecimiento<br />

o adaptación en lugar de cambio.<br />

197


Una conversación alternada con cada una de las partes<br />

Otro recurso que emplean los terapeutas para mantener<br />

el equilibrio es conversar alternadamente con los<br />

miembros de la pareja. <strong>El</strong> traslado frecuente de la atención<br />

de uno a otro evita que se sientan desairados y también<br />

que el terapeuta se sienta más conectado con uno de<br />

ellos que con el otro. Además, debemos colaborar con el estilo<br />

individual de cada uno. Es bastante habitual que una<br />

pareja esté compuesta por una mujer verbalmente expresiva<br />

y un hombre mucho menos expresivo. Donovan<br />

(1999, pág. 14) cita a Gottman y Levenson (1986), según<br />

los cuales las mujeres tienen mayor capacidad para regular<br />

su afecto en los conflictos interpersonales y, por tanto,<br />

es más frecuente que asuman la posición quejosa, mientras<br />

que sus compañeros se retraen para contener el afecto.<br />

También es cierto que todos hemos conocido parejas en<br />

las cuales esta dinámica se invierte. Debemos recordar<br />

que no es apropiado tratar de emparejar las cosas. Bastará<br />

con interrumpir amablemente a la persona más expresiva<br />

y preguntar a la menos expresiva «¿Está de acuerdo<br />

con eso?» o «¿Y usted qué piensa?». Luego aceptaremos lo<br />

que se nos ofrezca, para no dar a entender que uno de los<br />

estilos es preferible al otro. Es posible que la diferencia en<br />

la expresividad sea un problema de la relación, y cualquier<br />

signo de juicio al respecto podría hacer que una de<br />

las partes se sintiera rebajada.<br />

Tuve la oportunidad de conversar con una ex cliente a<br />

quien hace varios años traté junto con su esposo a raíz de<br />

una situación de violencia doméstica. Me informó que no<br />

había habido nuevos episodios de violencia y que su matrimonio<br />

había mejorado mucho. Cuando le pregunté qué<br />

cosas consideraba más útiles de nuestro trabajo conjunto,<br />

contestó sin vacilar: «¡<strong>El</strong> hecho de que usted nunca tomó<br />

partido!». No me supo explicar el porqué de su utilidad.<br />

Sprenkle, Blow y Dickey (1999, pág. 348) citan una teoría<br />

de Pinsof (1995), según la cual el sistema total conformado<br />

por los clientes tiene con el terapeuta una alianza que<br />

puede tener mayor peso que las alianzas entre individuos<br />

y subsistemas combinadas. Mi propia teoría es que cuan-<br />

198<br />

do cada una de las partes en conflicto advierte que su terapeuta,<br />

en quien confía, acepta el punto de vista de la otra,<br />

se siente impulsada a reconsiderar su actitud.<br />

Cómo enfrentar a un cliente con amabilidad<br />

A veces, la ética profesional nos obliga a enfrentar a un<br />

cliente con motivo de su conducta. En la TCS debemos<br />

hacerlo de un modo que preserve el clima emocional.<br />

Bill fue enviado a terapia por la fiscalía del distrito como<br />

parte de un acuerdo por el cual no se presentarían cargos<br />

contra él. Los vecinos habían llamado a la policía<br />

cuando lo oyeron proferir amenazas contra Ann durante<br />

una pelea. Ann pidió que iniciaran juntos una terapia, lo<br />

cual fue aceptado porque nunca había habido violencia<br />

física.<br />

Durante una sesión, Bill comenzó a despotricar contra<br />

Ann a causa de una decisión errónea que esta había tomado<br />

recientemente. Empleó términos despectivos como «estúpida»<br />

y «descerebrada». Al margen de que una conducta<br />

semejante pone a prueba la capacidad del terapeuta de<br />

mantener su imparcialidad, parece poco ético permitir<br />

que un cliente insulte a otro durante una sesión. Ann admitió<br />

haber actuado impulsivamente y dijo que lo lamentaba.<br />

Esto no calmó a Bill.<br />

Terapeuta: Usted no puede entender realmente por qué<br />

Ann tomó esa decisión. Lo enoja mucho. Puedo comprenderlo.<br />

Pero, por supuesto, son cosas que pasan. Todos<br />

hacemos a veces cosas que desearíamos no haber hecho.<br />

(Bill sigue protestando.) (Con calma.) Bill, ¿ha tomado<br />

alguna vez una decisión errónea?<br />

Bill: Sí... pero no sin pensar.<br />

Terapeuta: Pero ni siquiera nuestro pensamiento es<br />

siempre perfecto. ¿Cómo quiere que reaccione Ann cuando<br />

usted comete un error?<br />

Bill: Igual que yo con ella. ¡Me puede gritar! Yo mismo me<br />

grito más que nadie.<br />

Terapeuta: ¿Qué piensa usted, Ann?<br />

199


Ann (llorando): Yo también soy dura conmigo misma. Me<br />

siento muy mal, pero creo que no se debe golpear al caído.<br />

Bill (ruborizándose): Bueno... sabes cuánto nos está costando<br />

y lo difícil que es ganar dinero...<br />

Ann: Ya sé...<br />

Bill: Está bien... está bien... yo no debería... lo siento.<br />

Terapeuta: En el futuro, cuando cualquiera de los dos cometa<br />

un error, ¿qué es lo mejor que pueden hacer por ustedes<br />

mismos?<br />

Ann: No insultarnos.<br />

Bill: Supongo que darnos cuenta de que ya nos lo reprochamos.<br />

No hay necesidad de echar sal en la herida.<br />

En lugar de enseñar a Ann a enfrentar resueltamente<br />

a Bill, la terapeuta decidió presentarle un modelo diferente<br />

de conducta: el de un enfrentamiento amable. Bill tenía<br />

una relación de confianza con la terapeuta, quien lo creía<br />

capaz de defenderse contra cualquier confrontación de<br />

parte de Ann. Obsérvese que la terapeuta comenzó por explorar<br />

los sentimientos de Bill para suscitar cierta empatia.<br />

Al pensar en los sentimientos de Ann, Bill experimentó<br />

cierta vergüenza o culpa. Para evitar que estos sentimientos<br />

denigratorios perturbaran el clima emocional, la<br />

terapeuta desvió la atención del hombre hacia el futuro de<br />

la pareja, poniendo de este modo el acento en la existencia<br />

de una responsabilidad mutua en las relaciones.<br />

<strong>El</strong> manejo del conflicto en las sesiones<br />

Las parejas describen sus problemas tanto verbalmente<br />

como por medio de sus acciones; en consecuencia, es<br />

probable que discutan con ardor durante las sesiones. Esto<br />

puede poner en un dilema al terapeuta centrado en la<br />

solución, cuyo propósito es avanzar a partir de los aspectos<br />

positivos de la relación. Por otro lado, las conductas<br />

conflictivas de las parejas proporcionan valiosa información<br />

sobre el problema.<br />

<strong>El</strong> modo de manejar estas disputas dependerá en alguna<br />

medida del momento del proceso terapéutico en que<br />

200<br />

se produzcan. En la primera o segunda sesión, lo mejor es<br />

dejarlas manifestarse el tiempo suficiente para hacerse<br />

una idea del patrón vigente, antes de interrumpirlas con<br />

la mayor amabilidad posible. Entre las preguntas que se<br />

me ocurren están las siguientes:<br />

«¿Cómo suelen poner fin a peleas como esta en su<br />

casa?».<br />

«¿Esto es un ejemplo de lo que sucede en su casa?».<br />

«Me pregunto si quieren usar de este modo el horario<br />

de la sesión».<br />

Si el conflicto se relaciona con algo sucedido tiempo<br />

atrás: «Sé que cada uno de ustedes está convencido de que<br />

tiene razón, pero cambiar lo que ocurrió en el pasado es<br />

imposible».<br />

Por lo general, estas respuestas detienen la pelea, pero<br />

deben ser seguidas por una focalización constructiva para<br />

impedir su reanudación. Dadas las intensas emociones<br />

negativas despertadas por las disputas, es mejor no apresurarse<br />

a preguntar por los elementos positivos. De lo contrario,<br />

puede haber un efecto de rebote que lleva a más negatividad.<br />

Es más útil preguntar qué significan las peleas<br />

para la pareja. Así se obtiene nueva información que ayuda<br />

a encontrar soluciones.<br />

Por ejemplo, Tara y Sid, que querían poner fin a sus<br />

incesantes peleas, se interrumpieron continuamente en<br />

la primera sesión a pesar de los esfuerzos del terapeuta<br />

por intervenir. De resultas, su enojo mutuo siguió intensificándose.<br />

Cuando el terapeuta les preguntó qué significaba<br />

para cada uno de ellos la ira de su pareja, la pelea cesó.<br />

Tara dijo que el enojo de Sid significaba que ella nunca<br />

hacía nada bien. Sid dijo que el enojo de Tara mostraba<br />

que ella era incapaz de tolerar una crítica. Ambos rechazaron<br />

esas interpretaciones, lo cual dio al terapeuta la<br />

oportunidad de iniciar una conversación constructiva<br />

sobre el motivo del enojo de ambos y sobre la posibilidad<br />

de manejarlo de otra manera en el futuro.<br />

Cuando la disputa estalla en una etapa posterior del<br />

tratamiento, un momento en el cual los clientes conside-<br />

201


an haber hecho ya algún progreso, es útil preguntarles<br />

cómo explican su incapacidad para zanjar la discusión, en<br />

vista de los cambios positivos ocurridos. Otra posibilidad<br />

es preguntarles cómo podrían acabar con la disputa aplicando<br />

las enseñanzas extraídas de los cambios ya logrados.<br />

Si ninguna de estas ideas da resultado, lo mejor es<br />

hablar por separado con cada uno de ellos para averiguar<br />

si sucede algo de lo que no quiere hablar en presencia del<br />

otro.<br />

En el caso de parejas con antecedentes de violencia, el<br />

procedimiento adecuado para manejar las peleas que se<br />

producen durante la sesión consiste en separar a las partes<br />

y hablar a solas con cada una de ellas. Se hablará primero<br />

con la víctima potencial, que suele ser la mujer, a fin<br />

de comprobar si tiene algún plan para protegerse. Si fuera<br />

necesario, se la ayudará a retirarse del consultorio y buscar<br />

refugio. No obstante, a continuación el terapeuta permanecerá<br />

con el victimario potencial y trabajará con él la<br />

manera de no reincidir en conductas penadas por la ley.<br />

Esto permite preservar la relación terapeuta-cliente con<br />

ambas partes.<br />

Construcción de una solución unificada<br />

Es frecuente que los miembros de una pareja, aunque<br />

deseen lo mismo de su relación, describan metas aparentemente<br />

distintas.<br />

Tanto Fran como Sam expresaron con claridad que<br />

querían preservar su matrimonio y volver a sentirse unidos.<br />

Coincidieron en que su primer esfuerzo debía consistir<br />

en mejorar la comunicación entre ellos, lo cual significaba<br />

disminuir las riñas. Sin embargo, pocos minutos<br />

después estaban enzarzados en una discusión acerca de si<br />

debían hablar de sus finanzas o de los celos de Sam.<br />

Para no quedar atrapado en este proceso «o bien... o<br />

bien», el terapeuta debe ayudar a la pareja a redefinir su<br />

concepción del problema para tender un puente entre sus<br />

perspectivas individuales. Por ejemplo, podrían seguir su<br />

conversación, pero empleando el término «diferencias» en<br />

202<br />

lugar de «finanzas» y «celos». De este modo, la conversación<br />

se referiría a las «riñas acerca de las diferencias», sobre<br />

lo cual ambos concuerdan.<br />

Otra opción es cambiar de tema y hacer preguntas sobre<br />

la época en que Fran y Sam «se sentían más conectados».<br />

Esto es algo que ambos clientes dijeron querer, y es<br />

sin duda otro modo de ver su meta.<br />

Una tercera opción consiste en ir un paso más allá e<br />

introducir el proceso en relación con un problema que los<br />

clientes no mencionaron. «Me pregunto si lo que ambos<br />

dicen es que cada uno se siente controlado por el otro». Si<br />

su pareja lo admite, la entrevista puede continuar con<br />

preguntas sobre cuál sería para Fran una señal de que<br />

Sam es un poco menos controlador en materia de finanzas<br />

y qué indicaría a Sam que Fran ha moderado sus celos.<br />

¿Hay momentos en que ya se sienten menos controlados<br />

en esos aspectos?<br />

Este ejemplo demuestra que a veces los terapeutas deben<br />

contribuir con sus propias ideas —en este caso, con su<br />

visión del proceso— para ayudar a los clientes a centrar<br />

su pensamiento. Tales contribuciones, cuando se ajustan<br />

a las necesidades de los clientes, son muy apreciadas y refuerzan<br />

el clima emocional porque transmiten comprensión.<br />

Sin embargo, aun cuando no sea aceptada, la idea<br />

puede encauzar el pensamiento de los clientes hacia descripciones<br />

diferentes y más útiles de su problema. Por<br />

ejemplo, Fran y Sam podrían pensar que «controlarse»<br />

mutuamente es una descripción menos exacta de sus sentimientos<br />

que «ser tratado como un niño». <strong>El</strong> lenguaje de<br />

los clientes es siempre el mejor.<br />

Para lograr lo que desean de la terapia, los clientes deben<br />

asumir la responsabilidad por el cambio y hacer algo<br />

diferente. Una señal clara de que no sucede así es el informe<br />

de una o de las dos partes en el sentido de que las cosas<br />

se están deteriorando después de haber mejorado. La manera<br />

más conveniente de explorar esta novedad es entrevistar<br />

a las partes por separado. A veces, una persona advierte,<br />

gracias al proceso terapéutico, que sus expectativas<br />

eran erróneas. Es posible que su pareja satisfaga las<br />

expectativas, pero sus sentimientos no han cambiado. La<br />

203


gente puede desenamorarse cuando las cosas han marchado<br />

mal durante largo tiempo, y los sentimientos de<br />

antaño pueden ser irrecuperables.<br />

La comunicación<br />

La mayoría de las parejas que inician una terapia<br />

mencionan la «mala comunicación» como uno de sus mayores<br />

problemas. Por lo general, aluden así a que cada<br />

uno de sus miembros siente que el otro interpreta erróneamente<br />

lo que él dice y hace. Un modo de cooperar con<br />

este concepto es decir que «cada uno tiene que aprender el<br />

lenguaje del otro». En este contexto, «lenguaje» se refiere<br />

al modo de expresión verbal y no verbal de la gente. Con<br />

frecuencia, los clientes se sorprenden al comprobar que,<br />

por sí solo, el amor no lleva a la comprensión. <strong>El</strong> terapeuta<br />

tiende un puente de comprensión al pedir a ambas<br />

partes que aclaren sus palabras y acciones. Esto pone a<br />

sus diferencias, antes vistas percibidas como una falta de<br />

afecto, bajo una luz más favorable y da cabida a la adaptación<br />

mutua.<br />

EJEMPLO DE CASO: MIRIAM Y NATE<br />

Miriam, que unos meses antes había dejado a Nate,<br />

volvió con él para tratar de salvar su matrimonio. <strong>El</strong> tema<br />

que se discutía en este caso era la relación sexual. Miriam<br />

se sentía sexualmente presionada por Nate y a este le parecía<br />

que ella rechazaba o eludía sus insinuaciones sexuales.<br />

Terapeuta: ¿Puede imaginar alguna manera de que Nate<br />

inicie un acercamiento sexual sin que usted se sienta<br />

presionada?<br />

Miriam: Bueno, tal vez si me abordara de un modo más<br />

amable... todo eso... el momento apropiado... el «eh,<br />

qué te parece si....... es tan...<br />

204<br />

Terapeuta: ¿Está diciendo que quiere que sea más romántico?<br />

{Observa que Miriam y Nate intercambian una mirada.<br />

Nate se ríe con timidez.)<br />

Miriam (irritada, a la terapeuta): Ya ve cómo me trata. ¡Se<br />

ríe cuando digo lo que necesito!<br />

Nate: No me reí.<br />

Miriam: Sí, te reiste. Lo haces a menudo.<br />

Terapeuta: ¿Qué quiso dar a entender con esa risa, Nate?<br />

Nate: No lo sé. Me siento muy frustrado porque me parece<br />

que no puedo avanzar. No puedo hacer las cosas como ella<br />

quiere, y por eso me siento frustrado.<br />

Terapeuta: ¿Quiere decir que se ríe cuando se siente frustrado?<br />

Nate: Quizá. Nunca había pensado en eso.<br />

Terapeuta: ¿Usted lo sabía, Miriam?<br />

Miriam: No. No tiene sentido. Cuando se ríe de mí sufro<br />

terriblemente.<br />

Terapeuta: ¿Por qué sufre?<br />

Miriam: Porque no le importo ni le importa lo que quiero.<br />

Nate: Eso es precisamente lo que yo siento. Anoche llegué<br />

a casa, ella estaba hablando por teléfono, le di un beso y<br />

me sacó de encima... (Miriam comienza a llorar quedamente<br />

mientras Nate habla.) Cada vez que trato de demostrarle<br />

amor, me rechaza... así que ¿cómo puedo seguir<br />

siendo romántico? Tal vez yo reacciono enojándome o<br />

criticando... sé que me pongo así... pero ¿mi enojo no tiene<br />

importancia?<br />

Terapeuta (a Miriam, que aún está llorando): Usted<br />

parece muy desanimada.<br />

Miriam: Lo estoy. Hago todo lo que puedo para que nuestro<br />

matrimonio ande bien, pero nunca es suficiente.<br />

Terapeuta: Vamos a ver si entiendo. Nate acaba de decir<br />

que trata de hacer cosas como besarla cuando llega a la<br />

casa...<br />

Miriam (interrumpiendo): ¿Cuando estoy hablando por<br />

teléfono? No voy a dejar de hablar para hacer el amor<br />

con él.<br />

Terapeuta (a Miriam): ¿Eso significa el beso para usted?<br />

¿Que él quiere sexo?<br />

Miriam: Sí.<br />

205


Terapeuta (a Nate): ¿Es así?<br />

Nate: No. Ese es un ejemplo perfecto de lo que me hace<br />

sentir rechazado.<br />

Terapeuta: ¿Cuál era la intención del beso?<br />

Nate: Llegué a casa y quise demostrarle que me alegraba<br />

verla. Si la beso, no es necesariamente porque quiera<br />

acostarme con ella.<br />

Miriam: Yo estaba discutiendo con mi madre y no quería<br />

distraerme. <strong>El</strong> interpreta todo lo que hago como una<br />

muestra de que no lo quiero.<br />

Nate (con lágrimas en los ojos): No es fácil confiar en tu<br />

amor sólo porque volviste. ¿Cómo puedo saber que me<br />

quieres si no me lo demuestras con hechos? Siempre temo<br />

que vuelvas a irte y por eso busco algo que me tranquilice.<br />

¿Crees que no me duele cuando no entiendes lo que necesito?<br />

Fue muy bueno verte llorar ahora. Me hizo pensar<br />

que tal vez me quieras. No quiero lastimarte... ¡de veras!<br />

Terapeuta: ¿Usted dice entonces que todo lo que hace es<br />

un esfuerzo por asegurarse de que ella lo ama?<br />

Nate: Sí.<br />

Terapeuta: ¿Podrá ella darle esa seguridad de algún modo,<br />

aun cuando no quiera que la toquen ni hacer el amor<br />

en el mismo momento que usted?<br />

Nate: ¡Podría decírmelo! Bueno, a veces me dice que me<br />

ama... pero no lo bastante. Necesito oír esas palabras, así<br />

no tengo que esforzarme tanto por averiguarlo de otra manera.<br />

Miriam (a la terapeuta): No sabía que él se sentía tan mal<br />

y que no tengo que tomar tan... tan al pie de la letra...<br />

todo lo que hace. Lo recordaré la próxima vez y voy a tranquilizarlo<br />

en lugar de apartarme. Pero sería más fácil si<br />

también él me dijera lo que siente. No soy telépata.<br />

Obsérvese que la terapeuta actuó literalmente como<br />

traductora para los miembros de la pareja, y al hacerlo estos<br />

aprendieron a interpretar mejor sus respectivas intenciones.<br />

206<br />

Psicoeducación<br />

Un tema de discusión frecuente entre quienes practican<br />

la terapia breve centrada en la solución es en qué medida<br />

debe uno enseñar o entrenar a los clientes para poder<br />

considerarse verdaderamente «centrado en la solución».<br />

Mi respuesta consiste en que si, como resultado de nuestras<br />

indagaciones, comprobamos que los clientes carecen<br />

sin lugar a dudas de cierta información o de ciertas habilidades,<br />

y creemos que esa información puede serles útil,<br />

deberíamos considerar seriamente la posibilidad de suministrársela.<br />

Sprenkle y sus colegas (1999) han señalado la renuencia<br />

de los terapeutas posmodernos a proporcionar información<br />

a los clientes.<br />

«También es posible que se resistan a ver lo que hacen como<br />

enseñanza o entrenamiento. Sin embargo, ayudar a<br />

los clientes, por ejemplo, a "reescribir" sus historias de vida<br />

incluye un elemento de instrucción. Creemos que, en la<br />

actividad de la mayoría de los TCF [terapeutas conyugales<br />

y familiares], el suministro de información cumple probablemente<br />

un papel más importante de lo que suele reconocerse»<br />

(pág. 344).<br />

Los autores sostienen, asimismo, que un análisis de<br />

videocintas de Minuchin y Whitaker demostró que un<br />

elevado porcentaje de sus respuestas podía clasificarse<br />

como suministro de información, interpretación y<br />

orientación (Friedlander, <strong>El</strong>lis, Raymond, Siegel y Milford,<br />

1987).<br />

Un concepto útil que podemos presentar a las parejas<br />

es el de las etapas evolutivas de las relaciones. La mayoría<br />

de las parejas esperan que su relación siga siendo<br />

igual que cuando se conocieron, e incluso que mejore. Esta<br />

expectativa es poco realista. En la primera etapa de una<br />

relación —la etapa romántica—, los miembros de la pareja<br />

están «ciegos de enamoramiento» y en realidad no se conocen<br />

en absoluto. Cada uno trata de ser lo que el otro<br />

quiere que sea y minimiza todo lo que no le agrada. Pero<br />

207


al aumentar la confianza, se relajan y actúan con más naturalidad.<br />

Esto puede o bien ser aceptado por el otro o bien<br />

provocar desconfianza y distanciamiento. Las parejas<br />

pueden permanecer estancadas en este punto durante<br />

años. La tarea que tienen por delante es el pasaje a la<br />

etapa de la intimidad emocional. Se trata de una fase en<br />

la cual comienza la relación real, que puede crecer indefinidamente.<br />

E implica interesarse en las diferencias en<br />

vez de tratar de eliminarlas, y no intentar influir en el<br />

otro para que cambie. Significa convalidar al otro actuando<br />

de una manera que exprese este mensaje: «Te acepto y<br />

te amo a pesar de nuestras diferencias», en contraste con<br />

una actitud que diga «Sólo te amo cuando eres quien yo<br />

quiero que seas». Las diferencias son normales porque<br />

cada persona es única, y en una relación saludable es preciso<br />

negociarlas para que no haya un ganador ni un perdedor.<br />

Intimidad emocional significa que cada miembro<br />

de la pareja está tan interesado en la felicidad del otro como<br />

en la propia y se esfuerza por alcanzarla.<br />

Este tipo de «educación» es una forma de reformulación.<br />

Enseñar a la gente a comunicarse con más claridad<br />

proporcionándole habilidades específicas es una educación<br />

más directa:<br />

Sue: ¿Cuántas veces tengo que pedirte que antes de salir<br />

para volver a casa me llames para preguntarme si necesito<br />

algo del supermercado?<br />

Fred: Cuando estoy muy metido en algo al final del día, en<br />

lo único que pienso es en apurarme a llegar a casa porque<br />

quieres que te ayude con los chicos.<br />

Sue (con enojo): ¿Qué clase de ayuda es esa si después<br />

tengo que salir corriendo al supermercado para comprar<br />

leche? ¿No puedes pensar en mí para variar?<br />

Fred (cada vez más enojado): Yo podría decir lo mismo.<br />

En una situación como esta sería útil averiguar si la<br />

pareja conoce modos menos irritantes de comunicarse y si<br />

los usa alguna vez. De ser así, ¿en qué circunstancias?<br />

¿Qué es lo que diferencia esos momentos? Sin embargo, si<br />

208<br />

dicen que es su modo habitual de comunicarse, sería lícito<br />

sugerirles algunas alternativas, tales como los mensajes<br />

«de la primera persona» [«I» messages].<br />

Intimidad sexual<br />

La intimidad sexual es inherente a toda relación de pareja.<br />

Muchas parejas no vacilan en abordar el tema por su<br />

propia iniciativa. Otras no lo mencionan hasta que lo hace<br />

el terapeuta. A mi entender, los clientes quieren hablar de<br />

ello y esperan que el terapeuta les haga preguntas al respecto.<br />

Por lo general, cuando en una pareja hay resentimiento<br />

mutuo, sus miembros informan de una caída de<br />

la frecuencia y la satisfacción de la actividad sexual. Las<br />

mujeres, más que los hombres, dicen que no tienen ganas<br />

de tener ningún contacto sexual cuando sienten que su<br />

pareja las ha herido. Ayudar a una pareja a restaurar su<br />

intimidad sexual es un paso importante para salvar las<br />

diferencias, pero también uno de los últimos que deben<br />

darse, a menos que ambos lo consideren prioritario. La<br />

intimidad sexual requiere una gran confianza. Cuando<br />

una relación ha estado signada por el resentimiento durante<br />

algún tiempo, es preferible restaurar o reforzar la<br />

confianza en otros niveles antes de intentar una experiencia<br />

sexual que podría resultar decepcionante.<br />

A veces, las partes informan que su intimidad sexual<br />

es satisfactoria, aunque todos los demás aspectos de su<br />

relación funcionan mal. Esta información puede ser un<br />

recurso valioso. Es factible utilizarla para ayudarlas a<br />

transferir a otros aspectos de su relación las habilidades<br />

que ponen en juego para satisfacerse mutuamente en el<br />

terreno de la sexualidad. Se les podría decir:<br />

«<strong>El</strong> buen sexo requiere una comunicación sutil en lo<br />

concerniente a dar y pedir placer. Ustedes parecen tener<br />

mucha habilidad para eso. ¿Qué hace cada uno para<br />

mostrar su sensibilidad al otro cuando hacen el<br />

amor? ¿Cuáles son las diferencias entre lo que sienten<br />

el uno por el otro cuando hacen el amor y lo que sien-<br />

209


ten en otros momentos? [Es preciso obtener la mayor<br />

cantidad posible de detalles, pero sin llegar a provocar<br />

incomodidad en los clientes.] ¿Podrían darme un ejemplo<br />

de cómo emplearían esas habilidades para manejar<br />

su problema (concerniente a las finanzas, la crianza de<br />

los hijos, las peleas, etcétera)?».<br />

<strong>El</strong> mensaje de recapitulación<br />

En lo que atañe a los mensajes de recapitulación para<br />

las parejas, es preciso destacar varios puntos:<br />

1. Asegúrese de dirigirse por separado a cada uno de<br />

los miembros de la pareja para comunicarle lo que<br />

le escuchó decir.<br />

2. Respóndales por separado y no deje de formular<br />

una opinión sobre su proceso interaccional. «Mi impresión<br />

es que ustedes tienen modos diferentes de<br />

reaccionar cuando se sienten heridos. Mary lanza<br />

golpes y Jeff se retrae».<br />

3. Enuméreles la mayor cantidad posible de cosas<br />

que, a su juicio, tienen en común. No es necesario<br />

que sean cosas positivas. Puede tratarse de su sentimiento<br />

de desesperanza o de la intensidad de su<br />

ira. Si no encuentra otra cosa, señale al menos que<br />

ambos estuvieron de acuerdo en acudir a la sesión.<br />

4. Si se refirieron a sus sentimientos, coméntelos bajo<br />

el encabezado de «lo que les escuché decir». Si no lo<br />

hicieron, no deje de incluir lo que usted percibe<br />

sobre sus sentimientos en «mi respuesta es».<br />

Conclusión<br />

Al trabajar con parejas debemos hacer malabarismos<br />

para asegurarnos de que estamos transmitiendo aceptación<br />

y comprensión a ambas partes. Para fortalecer la<br />

idea de que nuestro contrato es con la relación y no con un<br />

individuo, es aconsejable no permitir que una de las par-<br />

210<br />

tes nos llame por teléfono entre sesiones para chismorrear<br />

sobre la otra. Debemos mantener con firmeza la consigna<br />

de que todo debe hablarse en presencia de ambas partes<br />

durante las sesiones conjuntas. De igual modo, si una de<br />

ellas nos pide una sesión por separado, debemos preguntarle<br />

si la otra está enterada de su pedido. Si no lo está, insistiremos<br />

en que le informe acerca de la llamada, así como<br />

de sus motivos para hacerla. Siempre solicite a la otra<br />

parte que también acuda a una sesión individual, a fin de<br />

evitar cualquier sospecha de parcialidad.<br />

Las parejas se transforman en familias. Las relaciones<br />

entre padres e hijos y entre hermanos difieren de las que<br />

se dan entre dos adultos unidos por lazos románticos. Por<br />

esta razón, la terapia familiar será tratada por separado<br />

en el próximo capítulo.<br />

211


9. Terapia familiar<br />

Las parejas están formadas por adultos sin relación<br />

consanguínea que han decidido vivir juntos y que por lo<br />

general pueden recurrir a medios jurídicos para poner fin<br />

a su relación. Las familias tienen lazos inmutables que<br />

abarcan varias generaciones. Los padres están biológicamente<br />

motivados y socialmente obligados a cuidar a sus<br />

hijos hasta que estos sean capaces de cuidarse solos. Pero<br />

las relaciones familiares no terminan cuando los hijos se<br />

independizan. En las circunstancias más favorables, los<br />

miembros de la familia se adaptan a las exigencias de límites<br />

diferentes y vínculos cambiantes. En las circunstancias<br />

menos propicias, luchas no resueltas proyectan<br />

sobre la familia una sombra ineludible. Sea cual fuere la<br />

calidad de las relaciones familiares, la mayoría de las culturas<br />

consideran que los hijos adultos tienen la obligación<br />

moral de cuidar a sus padres ancianos y a sus hermanos<br />

cuando estos no son capaces de manejarse solos. Estos lazos<br />

que obligan iluminan el trabajo con familias con una<br />

luz diferente del trabajo con parejas, pero también son un<br />

recurso de enorme importancia.<br />

Los principios terapéuticos esbozados en el capítulo<br />

anterior en lo concerniente al trabajo con parejas también<br />

son aplicables al trabajo con familias. En este capítulo<br />

sólo describiremos las principales diferencias.<br />

Evaluación<br />

La evaluación de las familias no tiene por objeto determinar<br />

—como en el caso de las parejas— si la terapia es<br />

apropiada para ellas. Como las familias no pueden divor-<br />

212<br />

ciarse y la patria potestad únicamente se extingue en circunstancias<br />

extremas, nunca se plantea si la relación debe<br />

continuar o concluir. Siempre habrá una relación. <strong>El</strong><br />

tema es su calidad y quién está dispuesto a contribuir a<br />

mejorarla. <strong>El</strong> propósito de la evaluación es establecer a<br />

quiénes se debe invitar a las sesiones y cómo conviene<br />

agruparlos.<br />

Familias con hijos pequeños o adolescentes<br />

La decisión de incluir o no a los hijos pequeños o adolescentes<br />

desde el principio en la terapia familiar se basa,<br />

habitualmente, en la orientación teórica. Los terapeutas<br />

sistémicos prefieren ver in vivo todo el sistema familiar a<br />

fin de decidir qué patrones interrumpir o cómo cambiar la<br />

estructura de la familia. Quieren obtener la mayor información<br />

posible sobre el sistema, desde múltiples puntos<br />

de vista, incluido el de un niño de tres años que aún no ha<br />

aprendido a armar historias (Minuchin y Fishman, 1981;<br />

Napier y Whitaker, 1978).<br />

Los terapeutas de orientación constructivista probablemente<br />

dejarán que la familia diga quiénes quieren<br />

asistir a la sesión, lo cual concuerda con una postura que<br />

niega su carácter de expertos y propicia la aceptación de<br />

los clientes.<br />

Naturalmente, cuanto más numerosos sean los miembros<br />

de la familia con quienes interactúe el terapeuta,<br />

más oportunidades habrá de arribar a una solución. Por<br />

otra parte, el cambio requiere motivación, de modo que es<br />

mucho lo que podría decirse en favor de que sólo los miembros<br />

más motivados concurran a las sesiones. Los niños<br />

pueden ser una valiosa fuente de datos, pero también un<br />

factor de perturbación. Los padres quizá posean información<br />

pertinente que no pueden o no quieren revelar en<br />

presencia de los miembros más jóvenes de la familia. Los<br />

terapeutas pueden tener opiniones diversas respecto de la<br />

cantidad de información confidencial que debe haber en<br />

una familia.<br />

213


Por mi parte, prefiero tratar de proteger a los jóvenes<br />

en sus años formativos, y evitar que se vean como anormales,<br />

según ocurre cuando son llevados al consultorio de<br />

un psiquiatra, o que se los etiquete innecesariamente. Como<br />

es parte del orden natural de las cosas que los padres<br />

ayuden a sus hijos y les enseñen a comportarse frente a<br />

los demás, parece apropiado comenzar a hablar con ellos<br />

de la situación. Si demuestran estar motivados para hacer<br />

algo diferente, se podrá ir con rapidez al encuentro de las<br />

metas sin necesidad de involucrar a su hijo. Pero si, como<br />

ocurre con frecuencia, creen que el problema está en su hijo,<br />

lo mejor es cooperar y evaluar también a este antes de<br />

comenzar las sesiones con la familia. La colaboración con<br />

los padres es importante porque son ellos quienes deciden<br />

si van a continuar o no la terapia.<br />

Cómo estructurar la conversación<br />

Terminadas las presentaciones, una manera natural<br />

de iniciar la conversación consiste en dirigirse a los miembros<br />

de la familia en orden jerárquico a partir de los padres,<br />

para finalizar con el hijo menor. Para evitar cualquier<br />

inclinación de género, miro a ambos padres a la vez<br />

y pregunto: «Y bien, ¿quién quiere decirme algo acerca de<br />

ustedes y de su familia?». Esta pregunta probablemente<br />

los inducirá a explicar sus motivos de queja. Es preciso<br />

asegurarse de obtener el relato de ambos, independientemente<br />

de quién haya sido el primero en hablar.<br />

<strong>El</strong> paso siguiente consiste en mirar otra vez a ambos<br />

padres y preguntarles qué esperan como resultado de las<br />

sesiones. Esta pregunta nos lleva a sus ideas sobre las metas.<br />

También en este caso es útil pasar de un padre a otro<br />

y comparar lo que dicen. Yo espero que ellos terminen, antes<br />

de preguntar a los hijos qué opinan del problema y de<br />

las metas. En la mayoría de los casos, padres e hijos concuerdan<br />

en que existe un conflicto, pero discrepan respecto<br />

de las causas. En general, los preadolescentes tienden a<br />

214<br />

reconocer que deben modificar su comportamiento. Los<br />

adolescentes, en cambio, fingen apocamiento o se quejan<br />

de las injusticias que sufren en su vida. Estos ecos de los<br />

problemas evolutivos no deben llevarnos a ignorar a los<br />

adolescentes ni a olvidar que cada cliente es único. Los<br />

jóvenes pueden aportar mucha información valiosa en las<br />

sesiones si se sienten seguros y comprendidos.<br />

Una regla fundamental cuando se trabaja con familias<br />

es no dedicar demasiado tiempo a considerar las diferencias<br />

sin dirigir la conversación hacia lo que los miembros<br />

de la familia comparten, aunque se trate de algo negativo.<br />

Los adolescentes y sus padres, en especial, sienten que los<br />

separa un profundo abismo en toda clase de asuntos. A<br />

menudo sostienen que su relación se asemeja a la de desconocidos<br />

que no tienen nada en común o a la de enemigos<br />

que libran una guerra. En verdad, la tarea de permitir<br />

que un hijo se independice sin dejar de ofrecerle protección<br />

no tiene nada de fácil. Por otra parte, también es difícil<br />

imaginar qué queremos ser, al margen de los deseos de<br />

nuestros padres pero sin perder su aprobación y apoyo. <strong>El</strong><br />

descubrimiento de que los miembros de la familia de todas<br />

las edades comparten la angustia, el miedo y las desilusiones,<br />

como también la lealtad, el amor y la preocupación,<br />

puede constituir una buena base para hallar soluciones.<br />

<strong>El</strong> paso de una perspectiva excluyente, «o bien... o<br />

bien», a una visión incluyente, «tanto... como», facilita el<br />

surgimiento de alternativas.<br />

EJEMPLO DE CASO: LA FAMILIA T<br />

<strong>El</strong> extracto de un caso que se presenta a continuación<br />

ilustra la evaluación y la estructura de una primera sesión<br />

con una familia.<br />

<strong>El</strong> señor y la señora T vinieron con sus dos hijos: Ron,<br />

de 14 años, y Bob, de 12. Los derivó un asesor escolar a<br />

causa de la conducta desafiante de Ron y sus recientes<br />

inasistencias injustificadas. La señora T insistió en que<br />

toda la familia estuviera presente en la sesión.<br />

215


Terapeuta (dirigiéndose a los padres, después de las presentaciones<br />

de rigor y de algunos comentarios circunstanciales):<br />

Y bien, ¿quieren decirme algo más acerca del<br />

motivo que los trajo aquí? Tengo entendido que la escuela<br />

les sugirió que vinieran.<br />

Señora T:. Ron nos tiene muy apenados últimamente. No<br />

sé qué le ocurre. Era un chico tan bueno. Sin problemas en<br />

la escuela... un alumno de ocho para arriba... buenos<br />

amigos... y ahora sus notas son horribles... se insolentó<br />

con algunos profesores y se escapó de varias clases {lagrimeando).<br />

Estoy muy preocupada.<br />

Terapeuta: Puedo entenderlo... (Al señor T.) ¿Y qué piensa<br />

usted de todo eso?<br />

Señor T. Bueno, a mí tampoco me agrada. Pero no estoy<br />

tan inquieto como Lily. Quiero decir. .. por un lado, esa<br />

conducta es inaceptable, pero supongo que los varones se<br />

desmandan a veces. Recuerdo que a esa edad yo era....<br />

Señora T: Ah, ¿y qué habría hecho tu padre si hubieras roto<br />

los buzones de los vecinos?<br />

Señor T: Bueno, ya conoces a mi padre. Enseguida se sacaba<br />

el cinturón, pero las cosas han cambiado.<br />

Señora T(al terapeuta): Supimos por los padres de uno de<br />

los amigos de Ron que algunos de los chicos han abierto<br />

buzones y robado cosas. {Se desvía del problema en la escuela.)<br />

Terapeuta: ¿Qué clase de cosas?<br />

Señora T. Revistas... material que no deberían ver... Tuvieron<br />

esa idea... sabe, nosotros controlamos lo que hacen<br />

en Internet... entonces encargan pornografía dando<br />

la dirección de algunos de nuestros vecinos que trabajan<br />

todo el día y después la sacan de los buzones antes de que<br />

ellos vuelvan a su casa. A veces se quedan con otras cosas<br />

que encuentran allí...<br />

Terapeuta: ¿Por ejemplo?<br />

Señor T: Le dije a Ron que es un delito federal... Por<br />

suerte no roban cheques... Han sacado otros catálogos y<br />

algunas publicidades de concursos para ganar dinero.<br />

Terapeuta: [No quiere escuchar a una de las partes durante<br />

demasiado tiempo e interroga al hijo para conocer<br />

216<br />

su versión del problema.! {A Ron.) Y bien, Ron, ¿qué dices<br />

tú de todo eso?<br />

Ron (se encoge de hombros): Sí. Es así... pero no hicimos<br />

ningún daño. Nonos llevamos nada... al menos nada valioso.<br />

Terapeuta: También me pregunto qué piensas sobre lo que<br />

dicen tus padres acerca de todo este asunto, sobre los<br />

buzones, los cambios en la escuela... tus notas. [Busca el<br />

modo más abierto de averiguar en qué consiste el problema<br />

según Ron.]<br />

Ron: Es que ya no es interesante. Es aburrido.<br />

Terapeuta: [Trata de comprender y aceptar.] Hum.. . sí...<br />

a tu edad, las cosas comienzan a verse de una manera<br />

muy diferente. Los intereses cambian. ¿Te preocupa lo<br />

que tus padres han dicho hoy aquí?<br />

Ron: Claro, pero no va a pasar nada. Apruebo todas las<br />

materias. . . quiero ir a la universidad. . . y ya paramos<br />

con lo del correo'.<br />

Terapeuta (manteniendo una actitud positiva): Bien, me<br />

alegro de que pienses en el futuro. A veces, los jóvenes de<br />

tu edad son demasiado inmaduros para tener en cuenta<br />

las consecuencias de sus actos en el futuro. (Al señor y la<br />

señora T.) ¿Sabían que Ron piensa en su futuro?<br />

Señora T. No parece que lo hiciera.<br />

Señor T. Supongo que no.<br />

Terapeuta: Apostaría a que les produce alivio oírlo decir<br />

que quiere ir a la universidad.<br />

Señor T. Es muy inteligente. Queremos que tenga todas<br />

las oportunidades posibles. Queremos que se sienta bien<br />

consigo mismo.<br />

Señora T: Queremos hacer todo para ayudarlo, pero tiene<br />

una actitud... Nos sentimos desalentados.<br />

Terapeuta: Ron, ¿sabías que tus padres así se sienten?<br />

Ron: No... siempre están furiosos.<br />

Terapeuta: En tu opinión, ¿qué significa esa furia?<br />

<strong>El</strong> señor y la señora T se enteraron de que para Ron su<br />

enojo significaba que lo consideraban incorregible, y él ya<br />

no podía modificar esa opinión. Ron descubrió que a juicio<br />

217


de sus padres él había renunciado a cambiar, y ellos carecían<br />

de recursos para modificar esa situación. <strong>El</strong> terapeuta<br />

comenzó entonces a hablar con Bob.<br />

Terapeuta: ¿Qué piensas acerca de todo esto, Bob?<br />

Bob: No sé. Creo que es una estupidez. Hay demasiado<br />

griterío en casa.<br />

Terapeuta: [Usa una pregunta circular para verificar<br />

cómo reaccionan los padres ante la conducta de Ron]<br />

¿Qué pasa en tu familia cuando tus padres se enojan por<br />

tu conducta o por la conducta de Ron?<br />

Bob: Nos prohiben salir o nos sacan el teléfono. A Ron lo<br />

dejan castigado muchas veces... y mamá y papá gritan.<br />

Terapeuta (al señor y la señora T): ¿La prohibición de salir<br />

da resultado?<br />

Señora 7} No, para nada.<br />

Señor T, Siempre le digo a Lily que es demasiado. Dejarlo<br />

castigado todo un mes es demasiado. [<strong>El</strong> terapeuta no da<br />

por el momento una respuesta a este desacuerdo entre los<br />

padres para no desviarse del tema.]<br />

Señora T, Bueno, sacarle el teléfono no sirvió.<br />

Ron: Si tan sólo me dejaran de molestar, yo estaría perfectamente.<br />

Terapeuta: [Coopera con los padres para reafirmar la jerarquía<br />

natural, pero al mismo tiempo trata de seguir conectado<br />

con Ron.] Sé que crees eso, Ron, pero ellos no serían<br />

padres responsables si no se preocuparan por lo que<br />

pasa con tu vida. También son legalmente responsables si<br />

cometes un delito. Pero pareces confiar en que las cosas<br />

marcharán bien en la escuela aunque te aburras, y ya no<br />

volverás a meterte en los buzones. ¿Se te ocurre alguna<br />

idea para convencer de eso a tus padres?<br />

Ron: Tendrán que esperar y ver. Voy a trabajar más en la<br />

escuela... ya lo estoy haciendo.<br />

Señora T: ¡Ojalá pudiéramos creerlo!<br />

Ron: No me dan ninguna oportunidad. Me tratan como a<br />

un nene. Llaman a la escuela y a la casa de mis amigos.<br />

Señor T: Lily se angustia mucho... vive preocupada. Ni<br />

ella ni sus hermanas hacían nada malo en su casa cuando<br />

eran niñas.<br />

218<br />

Terapeuta: ¿Usted confía en que Ron no volverá a meterse<br />

en líos?<br />

Señor T: Bueno, la verdad es que no. Ya dijo otras veces<br />

que lo intentaría. Las cosas han ido demasiado lejos. (<strong>El</strong><br />

padre parece estar motivado.)<br />

Terapeuta: Entonces, ¿se le ocurre alguna idea para que<br />

Ron demuestre que habla en serio?<br />

Señor T: Bueno, en realidad, no hasta que recibamos la<br />

libreta de calificaciones o dejen de denunciar que merodea<br />

los buzones. Creo que debería dejar de vagar con los chicos<br />

con quienes hacía esas cosas.<br />

Ron (con enojo): No deberías acusarlos. . . no tienen la<br />

culpa.<br />

Terapeuta: Ron, ¿qué te llevará a cumplir tu palabra?<br />

Ron: Deberían dejarme en paz. .. no controlarme. ..<br />

Terapeuta: ¿En la escuela? ¿En el barrio?<br />

Ron: <strong>El</strong>la debería dejar de preguntarme qué pasó en la<br />

escuela... cuánta tarea tengo para hacer en casa... si ya<br />

la hice... adónde voy.<br />

Terapeuta: ¿Qué piensan de eso, mamá y papá? [Se dirige<br />

a ambos padres, aunque Ron sugirió que la madre dejara<br />

de presionarlo.]<br />

Señora T: ¿Y si yo hiciera eso y todo empeorara? Además,<br />

creo que deberíamos saber adónde va cuando sale.<br />

Terapeuta (dando la razón a los padres): Sí, él debería<br />

decirles.<br />

Señor T. Estoy dispuesto a permitirle que nos demuestre<br />

que puede hacerlo.<br />

Señora T: ¿Sin decirnos adónde va?<br />

Señor T. No, me refería a su trabajo en la escuela. Tenemos<br />

que saber dónde está.<br />

Ron: Los otros chicos no tienen que dar un parte. Me siento<br />

como un nene.<br />

Terapeuta (cooperando tanto con el señor y la señora T como<br />

con Ron): Ron, la mayoría de los padres que se preocupan<br />

por sus hijos quieren saber dónde están. Entonces,<br />

mamá y papá, Ron dice que asumirá la responsabilidad<br />

por su comportamiento y su trabajo en la escuela si nadie<br />

lo controla. Pero siempre conviene empezar por dar pequeños<br />

pasos. Ron, ¿se te ocurre algún pequeño paso para<br />

219


dar en casa y en la escuela y en el que tus padres puedan<br />

confiar?<br />

Ron dio pruebas de su motivación al decir que todas las<br />

noches mostraría a sus padres sus tareas terminadas si<br />

dejaban de hacerle preguntas sobre el tema, y que los llamaría<br />

al salir de la escuela para avisar si volvía directamente<br />

a su casa y dónde estaría. Se pidió a Ron y sus padres<br />

que concurrieran a sesiones por separado. Ron fue<br />

atendido tres veces en otras tantas semanas, y una vez<br />

más dos semanas después. Sus padres concurrieron dos<br />

veces, con dos semanas de intervalo. Bob no fue incluido.<br />

Ron recibió apoyo para tomar por su cuenta decisiones<br />

que lo beneficiaran en el largo plazo y cumplir lo prometido.<br />

También se ayudó al señor y la señora T a ver en los<br />

cambios de Ron pequeños pasos que debían ser alentados,<br />

y no criticados. Cuando tanto Ron como sus padres informaron<br />

que había habido progresos en la casa y la escuela,<br />

se los convocó a una sesión conjunta, a la que también<br />

asistió Bob. Todos aportaron ideas sobre las diferencias<br />

producidas y el modo de seguir por ese camino.<br />

Cuando los padres no quieren intervenir<br />

Algunos padres traen a su hijo a terapia con la esperanza<br />

de que lo «arreglen». No tienen intención de intervenir<br />

en el proceso, lo cual puede ser una señal de que se<br />

sienten derrotados y han perdido toda confianza en su<br />

aptitud como padres. La mejor manera de cooperar es ver<br />

al niño a solas e incorporar a los padres a la terapia corno<br />

asesores. En calidad de tales se sienten más seguros y<br />

pueden llegar a reconocer gradualmente la importancia<br />

de su participación. Si también se muestran renuentes<br />

a desempeñar ese papel, será preciso hacer un esfuerzo<br />

para conseguir que concurran al menos una vez «para que<br />

yo pueda conocer su versión de la historia».<br />

Lo primero que debe hacerse en esa «consulta» es estar<br />

atento a cualquier cosa que pueda reforzarse sin faltar a<br />

220<br />

la verdad. Nunca deberíamos ser insinceros y, por ejemplo,<br />

felicitar a un padre por ser consecuente si sólo lo es de<br />

vez en cuando. Podemos decir, sin embargo: «¡Puedo asegurar<br />

sin lugar a dudas que para usted es muy importante<br />

ser un buen padre! Se esfuerza por ser consecuente al<br />

fijar límites, y es importante que lo siga haciendo». Esta<br />

manifestación puede ser más eficaz para crear confianza<br />

que un comentario que el cliente sabe falso. La confianza<br />

va de la mano con el coraje de hacer algo diferente. Sólo se<br />

deben proponer sesiones conjuntas cuando se estime que<br />

los padres han cambiado de actitud y están dispuestos a<br />

participar.<br />

Si los padres muestran con claridad que no quieren<br />

intervenir en absoluto, la única opción es trabajar a solas<br />

con el niño.<br />

La reunión a solas con el niño<br />

La reunión a solas con un niño tiene la ventaja de permitir<br />

al terapeuta cooperar con él más estrechamente que<br />

en presencia de los padres. Estos esperan que el terapeuta<br />

defienda sus puntos de vista. Sin embargo, ni siquiera en<br />

ausencia de los padres es tarea fácil dar cabida al punto de<br />

vista del niño y ayudarlo a aceptar la realidad.<br />

Por lo general, los niños quieren que sus padres «dejen<br />

de estarles encima» respecto de algún asunto. Así, las quejas<br />

sobre los pedidos o prohibiciones parentales deben<br />

contrarrestarse de un modo amable pero realista, corno se<br />

hizo en el caso descripto precedentemente. La sugerencia<br />

al niño de que haga lo que quieren los padres probablemente<br />

debilitará su confianza. Para cooperar, el terapeuta<br />

puede preguntarle: «¿Qué es lo mínimo que estás dispuesto<br />

a hacer para que tus padres dejen de fastidiarte?». .<br />

Esta pregunta ofrece una opción que proporciona algún<br />

control y es más probable que se la considere una expresión<br />

de apoyo.<br />

También hay casos en que los padres, por una u otra<br />

razón, son negligentes o poco afectuosos. <strong>El</strong> terapeuta se<br />

221


encuentra entonces ante la penosa pero necesaria tarea<br />

de ayudar a los jovencitos a abandonar sus expectativas<br />

poco realistas y movilizar sus propios recursos para autovalorarse.<br />

<strong>El</strong> siguiente caso ilustra esta última situación.<br />

EJEMPLO DE CASO: TROY<br />

Troy, un niño de 11 años, fue derivado a terapia por un<br />

programa del condado para delincuentes juveniles, en el<br />

cual participaba luego de la escuela. <strong>El</strong> y otros tres muchachos<br />

habían sido acusados de intrusión y robo por<br />

haber entrado por la fuerza a una casa y haberse apoderado<br />

de un televisor y algo de dinero. <strong>El</strong> procedimiento habitual<br />

en las derivaciones correspondientes a este programa<br />

contemplaba que los padres acompañaran al cliente<br />

en la primera sesión y asistieran a sesiones familiares cada<br />

vez que el terapeuta lo recomendara. La madre de Troy<br />

se mostró lacónica y fría cuando la terapeuta la llamó<br />

para concertar una cita, y se negó a asistir a la sesión de<br />

ingreso con la excusa de que no tenía con quién dejar a sus<br />

hijos menores. Accedió de mala gana a mantener una breve<br />

entrevista telefónica, durante la cual aclaró que se había<br />

desentendido de Troy porque este no había hecho más<br />

que empeorar con los años. Dijo a la terapeuta que se había<br />

divorciado de su primer marido cuando Troy tenía dos<br />

años. <strong>El</strong> hombre era un alcohólico que la golpeaba y algún<br />

tiempo después fue enviado a prisión por agredir a un policía.<br />

La mujer se había casado con su actual marido —el<br />

padre de sus otros tres hijos— cuando Troy tenía cuatro<br />

años. Nuevamente embarazada, su quinto hijo debía nacer<br />

dentro de dos meses. Dijo que Troy había sido un chico<br />

«difícil» desde que nació. Lo había llevado a terapia varias<br />

veces a causa de sus rabietas, sus mentiras y su conducta<br />

rebelde.<br />

Troy era un muchacho bien parecido de tez morena,<br />

que aparentaba más edad de la que tenía y ostentaba una<br />

prematura pelusa sobre el labio superior. Se expresaba<br />

con espontaneidad y tenía un buen contacto ocular. Admitió<br />

sin rodeos su conducta delictiva, pero la racionalizó di-<br />

222<br />

ciendo que era el único medio de obtener dinero, puesto<br />

que era demasiado joven para trabajar y sus padres no le<br />

pasaban una mensualidad. Describió a su padrastro como<br />

un hombre severo, dado a proferir insultos; le provocaba<br />

enojo el hecho de que su madre nunca lo hubiera protegido<br />

contra ese maltrato verbal. «<strong>El</strong>la cree que soy un fracasado,<br />

como mi padre, porque está preso».<br />

A diferencia de muchos niños de su edad, a Troy no parecía<br />

molestarle tener que asistir a las sesiones de terapia.<br />

Al principio, la terapeuta actuó sin apresuramiento, a<br />

fin de establecer una relación. Durante varias semanas se<br />

limitó a hablar de cosas triviales, a charlar sobre la pasión<br />

de Troy —las historietas— y a escuchar sus relatos sobre<br />

su desdichada vida hogareña. Siempre que tenía la oportunidad,<br />

lo elogiaba por algo. Por ejemplo, cuando una vez<br />

el chico le dijo que había faltado a una sola clase en lugar<br />

de las tres o cuatro habituales, lo felicitó por haber tomado<br />

esa decisión y le preguntó qué otras cosas buenas había<br />

hecho por su cuenta desde la última sesión. Cuando él informó<br />

que una vez había salido de su casa en lugar de<br />

trenzarse en un duelo verbal con su padrastro, la terapeuta<br />

le pidió una detallada explicación de cómo había<br />

hecho para adoptar una decisión tan acertada. En todo<br />

momento escuchaba con un «oído constructivo» (<strong>Lipchik</strong>,<br />

19886) cualquier cosa que pudiera elogiarse como decisión<br />

correcta o cualidad positiva.<br />

Troy concurría con regularidad a las sesiones y parecía<br />

desilusionado cuando los feriados o el mal tiempo invernal<br />

le hacían perder alguna. Una vez establecido un<br />

vínculo de confianza, la terapeuta introdujo el tema de sus<br />

expectativas con respecto a la terapia. Al principio pareció<br />

desconcertado por la pregunta y dijo que simplemente le<br />

hacía bien sentarse a hablar con ella. La terapeuta le explicó<br />

el propósito de sus reuniones y le pidió que presentara<br />

algunas ideas sobre los temas en que quería trabajar.<br />

Troy: Estuve pensando en eso... en lo que quiero. Supongo<br />

que quiero aprender a hablar con mi mamá como hablo<br />

con usted.<br />

Terapeuta: ¿Sólo con tu mamá?<br />

223


Troy: Bueno, no estoy seguro sobre él [el padrastro], pero<br />

sería lindo que ella me escuchara a veces.<br />

Terapeuta: Creo que es una meta realmente buena, pero,<br />

sabes, quizás ella no tenga tiempo para venir aquí contigo,<br />

y a veces una persona no puede aprender por sí sola a<br />

tener una buena conversación con otra.<br />

Troy: ¿O sea que no podemos intentarlo?<br />

Terapeuta: Sí, podemos intentarlo. Pero no puedo prometerte<br />

que si te esfuerzas por aprenderlo, ella responderá<br />

como a ti te gustaría.<br />

Troy: Está bien.<br />

Terapeuta: ¿Alguna vez, que tú recuerdes, tuviste con tu<br />

madre el tipo de conversación que desearías tener? ¿O algo<br />

parecido, aunque fuera un poco? [Troy no pudo dar con<br />

ninguna excepción relacionada con su madre, pero sí describir<br />

buenas conversaciones con su difunto abuelo materno,<br />

una maestra y un vecino adolescente,] ¿Por qué crees<br />

que tienes mejores conversaciones con esas personas que<br />

con tu mamá?<br />

Troy: No sé.<br />

Terapeuta: ¿Hay algo diferente en ti cuando hablas con<br />

esas personas?<br />

Troy: Sí. Es como si tuviera en la cabeza esos dos personajes<br />

de historieta, el bueno y el malo, y ellos dirigen en<br />

diferentes momentos. <strong>El</strong> malo es siempre el jefe cuando<br />

estoy en casa, pero nunca cuando tengo una buena conversación.<br />

Terapeuta: ¿Y eso te parece bien?<br />

Troy: Sí. Son malos, así que el malo tiene que pelearlos.<br />

Terapeuta: Entonces, ¿cómo terminan en tus historietas<br />

las peleas entre los malos?<br />

Troy: Alguien tiene que terminar siendo bueno, y los malos<br />

pierden. Pero en mi casa eso no pasa. <strong>El</strong>los no terminan<br />

siendo buenos y yo tampoco. A mi mamá no le gusto.<br />

Siempre dice: «Eres como tu padre (mi verdadero padre).<br />

Te pareces a él, actúas como él y terminarás como él».<br />

La terapeuta comenzó a pedir a Troy que dibujara historietas<br />

en las que sus tipos buenos y malos interactuaran<br />

224<br />

de distintas maneras con otros personajes buenos y malos.<br />

También lo alentó a comunicarse con su maestra y el<br />

amigo adolescente y a aumentar las buenas conversaciones<br />

con ellos. Lo ayudó, además, con su maestra de arte de<br />

la escuela, quien a su vez lo invitó a unirse al club de arte.<br />

Cuando el «bueno» se volvió más dominante en la vida de<br />

Troy y este comenzó a sentirse más satisfecho consigo<br />

mismo, la terapeuta se preguntó si el «bueno» trataría alguna<br />

vez de predominar en el hogar. Troy hizo algunos esfuerzos<br />

tentativos, pero comprobó que no producían ningún<br />

efecto en la conducta de su madre hacia él. Esta desilusión<br />

fue comentada en la terapia:<br />

Terapeuta: Sé que estás desilusionado. Pero en realidad<br />

te estás esforzando todo lo posible por tener buenas conversaciones.<br />

Troy (estalla): ¿Qué sentido tiene todo eso?<br />

Terapeuta: ¿Eres el único a quien tu madre no le presta<br />

atención?<br />

Troy: No, siempre rezonga, pero es peor conmigo. Simplemente<br />

no le gusto (llora).<br />

Terapeuta: Es un pensamiento muy doloroso, pero ¿qué<br />

dice sobre ti?<br />

Troy: Que no soy bueno.<br />

Terapeuta: ¿De veras? ¿Y cómo es entonces que hay tantas<br />

otras personas con las que tienes buenas conversaciones y<br />

que piensan bien de ti?<br />

Troy: No sé.<br />

La terapeuta trabajó con Troy en tomo a la idea de que,<br />

aunque él era una buena persona, quizá su madre tuviera<br />

en esos momentos problemas que le impedían demostrarle<br />

su aprecio. Tal vez cuando él fuera mayor y ella comprobara<br />

que no era igual a su padre se mostraría muy contenta<br />

de que así fuera.<br />

En el proceso de adaptarse al rechazo de su madre,<br />

Troy pasó por períodos de enojo y aflicción. La terapeuta le<br />

sugirió algunas preguntas que podría hacerse cuando se<br />

sintiera enojado o solo: «¿Qué debo decirme a mí mismo<br />

225


cuando mamá me hace sentir que no soy bueno?»; «¿Qué<br />

debo hacer para protegerme y no echarlo todo a perder<br />

porque me siento malo?».<br />

Poco a poco, el desempeño de Troy en la escuela mejoró<br />

tanto que aprobó todos sus cursos y se las arregló para<br />

controlar mejor sus impulsos. La madre mantuvo su decisión<br />

de no participar en el tratamiento, pero admitió, delante<br />

del asistente social encargado del caso, que la conducta<br />

de Troy en la casa había mejorado.<br />

La tarea del terapeuta, en una situación como esta,<br />

consiste en proporcionar apoyo y facilitar las herramientas<br />

necesarias para alcanzar la independencia emocional.<br />

Lo cual no significa ver al niño una vez por semana hasta<br />

que llegue a la adultez, ni crear en él una dependencia de<br />

la relación terapéutica. Significa ayudarlo a que consiga<br />

satisfacer poco a poco sus necesidades fuera de la terapia,<br />

pero estar a su disposición en caso de que necesite apoyo.<br />

La mediación entre los niños y sus padres<br />

Cuando un niño revela que tiene un problema con uno<br />

de sus padres, el terapeuta debe hallar una manera de<br />

poner a este al tanto sin despertar alarma ni poner en<br />

riesgo la confidencialidad de los dichos del niño.<br />

Los niños y los adolescentes se quejan a menudo de<br />

que un progenitor —muchas veces, el único que tienen—<br />

les resulta inaccesible. <strong>El</strong> terapeuta puede tratar de abordar<br />

esa inaccesibilidad en una sesión por separado con los<br />

padres, pero sólo después de haber dado al progenitor la<br />

oportunidad de exponer sus quejas sobre el niño y de haber<br />

expresado su comprensión al respecto. De ese modo, el<br />

terapeuta está en condiciones de hacerse eco de las dificultades<br />

de pasar tiempo con un niño que provoca desánimo<br />

o enojo. Si es aceptado, su comentario puede llevar a preguntas<br />

sobre excepciones. Esas preguntas pueden conducir<br />

al progenitor a darse cuenta de que las cosas mejoran<br />

226<br />

cuando dedica más tiempo al niño. También pueden servir<br />

de base al terapeuta para mencionar el hecho de que<br />

los niños, en general, mejoran si sus padres les dedican<br />

unos pocos minutos de atención exclusiva. A veces, los padres<br />

están demasiado enojados para hacerlo, pero cuando<br />

han anudado una relación con el terapeuta hay más probabilidades<br />

de que estén dispuestos a aceptar algunos<br />

cambios.<br />

Familias con padres ancianos o hermanos adultos<br />

<strong>El</strong> porcentaje de ancianos en la población aumenta rápidamente<br />

y seguirá aumentando en el futuro. Como consecuencia<br />

de ello, los terapeutas centrados en la solución<br />

son consultados más a menudo por personas que tienen a<br />

su cargo a sus padres ancianos (Bonjean, 1989,1996). Los<br />

problemas propios de la vejez suelen conllevar una gran<br />

carga emocional porque provocan sentimientos de pérdida<br />

y angustia en todas las partes implicadas. <strong>El</strong> cuidado<br />

de los padres ancianos puede reavivar problemas no resueltos<br />

entre ellos y sus hijos o entre hermanos, y también<br />

generar nuevas dificultades.<br />

Además, los hermanos adultos consultan a veces a un<br />

terapeuta familiar para que los ayude a resolver problemas<br />

entre ellos. Tal como las describimos en este volumen,<br />

la teoría y la práctica básicas de la TCS también son<br />

aplicables a estos problemas familiares. Algunos aspectos<br />

específicos que deben tenerse en cuenta son los siguientes:<br />

1. Recuerde que debe ocuparse tanto de los sentimientos<br />

individuales como de los sentimientos<br />

compartidos.<br />

2. Recuerde que los padres ancianos y sus hijos adultos<br />

procuran mantener el mayor control posible<br />

sobre su vida cotidiana. Un pequeño cambio puede<br />

representar una gran diferencia.<br />

227


3. Piense en términos incluyentes, «tanto... como», y<br />

no en términos excluyentes, «o bien... o bien».<br />

4. En el caso de los padres ancianos y sus hijos, la focalización<br />

en el futuro debe basarse en los aspectos<br />

del presente que pueden mantenerse o los elementos<br />

del pasado que pueden reactivarse. Es preciso<br />

tomar con pinzas el supuesto de que usted no puede<br />

cambiar el pasado; por lo tanto, concéntrese en el futuro<br />

cuando se trabaja con personas que, en términos<br />

realistas, enfrentan la separación que la muerte<br />

impondrá en un futuro no muy lejano. Es más<br />

útil pensar que nada es totalmente negativo o que<br />

las personas poseen puntos fuertes intrínsecos para<br />

ayudarse a sí mismas.<br />

5. Asegúrese de no subestimar a los ancianos y de no<br />

tratarlos como si fueran niños.<br />

6. Controle cuidadosamente sus reacciones para no<br />

identificarse en exceso ni sentir lástima. Ayude a<br />

sus clientes a alcanzar sus metas, no las que usted<br />

se haya propuesto. No deje de recordarse que cada<br />

cliente es único y, por lo tanto, cada situación familiar<br />

es única.<br />

Conclusión<br />

A menudo se considera que el trabajo con familias es<br />

el tipo más difícil de terapia. Es arduo tratar de reunir a<br />

diferentes personas de diferentes generaciones e intentar<br />

forjar al mismo tiempo una conexión entre ellas. Sea cual<br />

fuere el número de miembros que asisten a una sesión, la<br />

familia como un todo está siempre presente en espíritu en<br />

el consultorio, y el terapeuta debe tener en cuenta a sus<br />

integrantes como individuos y estar alerta a sus interacciones<br />

recíprocas. <strong>El</strong> trabajo en equipo es muy ventajoso<br />

en la terapia familiar. Si no se cuenta con un equipo, es indispensable<br />

que el terapeuta haga una pausa al final de la<br />

sesión para ordenar sus ideas y decidir la redacción de un<br />

mensaje de recapitulación y una sugerencia. La terapia<br />

familiar es también una de las formas más gratificantes<br />

228<br />

de terapia porque, cuando la configuración de la familia<br />

se presta a ello, siempre existe la posibilidad de que las soluciones<br />

elaboradas en el presente sean beneficiosas para<br />

otras familias, tanto hoy como en el futuro.<br />

229


10. <strong>El</strong> trabajo con clientes involuntarios<br />

Simon, un afroamericano de 34 años, debió iniciar una<br />

terapia por indicación del programa de asistencia al personal<br />

de su empresa, donde le fijaron un período de prueba<br />

de tres meses. La negativa implicaba la pérdida del<br />

cargo gerencial, bien remunerado, al que había accedido<br />

después de doce años de trabajar en la firma. La causa de<br />

su derivación fueron las numerosas quejas de sus empleados,<br />

a raíz de su conducta despectiva y agresiva hacia<br />

ellos, sin motivos razonables. También se lo acusaba de<br />

beber en exceso.<br />

Lo primero que noté en Simon fue que apestaba a alcohol.<br />

Se mostraba belicoso y se quejaba de un trato injusto.<br />

Creía que su personal quería librarse de él porque no toleraba<br />

la pereza ni el trabajo mal hecho. Era jefe de su-departamento<br />

desde hacía más o menos un año, y en ese lapso<br />

había logrado aumentar la producción en un 45%. ¿Se<br />

consideraba un jefe duro y exigente? Admitió que quizá lo<br />

fuera a veces, pero era sencillamente incapaz de entender<br />

por qué sus empleados no podían realizar tareas simples o<br />

hacer un uso responsable de su tiempo. Creía dar un trato<br />

justo a la gente y afirmó que nunca había exigido de los<br />

demás algo que él no pudiera realizar. También negó con<br />

vehemencia un consumo excesivo de alcohol cuando se lo<br />

mencioné como una de las razones por las cuales lo habían<br />

enviado a terapia.<br />

Agregó que, aunque consideraba infundadas las quejas<br />

en su contra, había aceptado venir a terapia porque tenía<br />

a su cargo mujer y dos hijos pequeños. Cuando le pregunté<br />

si había algún tema sobre el cual pudiéramos conversar<br />

provechosamente, contestó con sarcasmo: «Cómo<br />

conseguir que mi mujer deje de gastar dinero como si fue­<br />

ra agua». Le dije que conversar sobre eso sería apropiado<br />

si, a su juicio, era uno de los factores determinantes de su<br />

estrés. Incluso podía venir a las sesiones con su esposa, si<br />

ella quería. Simon tuvo una reacción muy negativa ante<br />

esta sugerencia.<br />

Pasamos el resto de la hora conversando sobre el posible<br />

uso productivo de su tiempo, ya que había resuelto<br />

obedecer e iniciar una terapia. Tuve la impresión de que<br />

cuanto más respetaba yo su opinión de que la ira no constituía<br />

un problema para él, y cuanto más dejaba a su arbitrio<br />

la elección de un tema para la terapia, más reflexionaba<br />

él sobre su comportamiento en su casa y en el trabajo.<br />

Hacia el final de la sesión decidió que podría serle útil<br />

aprender a manejar mejor la frustración.<br />

Cuando acudió a la sesión siguiente, resultaba claro<br />

que había estado bebiendo. Se refirió a un incidente ocurrido<br />

en el trabajo: una de las empleadas había vuelto a<br />

cometer un error en un procedimiento que habían revisado<br />

juntos una semana antes. Logró controlar su cólera en<br />

presencia de la empleada, pero siguió rumiando el asunto<br />

el resto de la jornada. «¿Por qué me hizo eso?», se quejó<br />

con exasperación. Le pregunté cómo podía saber si la empleada<br />

«le había hecho eso» a propósito o porque no había<br />

aprendido bien el procedimiento. Contestó que él lo había<br />

aprendido en un día, y pareció sorprendido cuando le<br />

pregunté si esperaba que sus empleados fueran tan hábiles<br />

como él. Para Simon, si una persona hacía bien su trabajo<br />

era porque se esforzaba más y no porque fuera mejor<br />

que el resto.<br />

Durante la tercera sesión noté que Simon no olía tanto<br />

a alcohol. Parecía más relajado y comenzó a quejarse de<br />

su mujer. Estaba irritado porque casi todas las noches,<br />

después de cenar, ella salía con los chicos. Con frecuencia<br />

iba a un centro comercial y, en su opinión, gastaba dinero<br />

sin necesidad. Simon no le reprochaba el confortable estilo<br />

de vida que llevaban, pero creía que ella saboteaba deliberadamente<br />

sus planes para asegurar el futuro de la familia.<br />

Cuando habló con su mujer sobre el tema, surgió un<br />

conflicto que seguía sin resolver. Una vez más rechazó mi<br />

oferta de tratar el problema en la terapia.<br />

231


Simon me habló de un recuerdo penoso de su niñez,<br />

despertado, según dijo, por mi pregunta sobre si esperaba<br />

que los demás estuvieran a su altura en el trabajo. Me<br />

contó que cuando cursaba el segundo grado en la escuela<br />

primaria se había sentido rechazado e inadecuado porque<br />

no lo dejaban participar en el círculo de grupos de lectura.<br />

En lugar de ello, le decían que se sentara solo en un rincón,<br />

con un libro distinto del que leía el grupo. Más tarde<br />

comprendió que lo separaban del grupo porque él ya sabía<br />

leer. Había aprendido solo a los cuatro años. Pero en esa<br />

época le parecía un castigo injusto, así como ahora la concurrencia<br />

obligada a terapia le parecía un castigo por la<br />

eficiencia con que dirigía su departamento. También habló<br />

de su enojo con los empleados por presentar quejas<br />

contra él en lugar de valorar sus metas, e igualmente por<br />

su falta de colaboración.<br />

Le pregunté si tenía alguna idea acerca de los motivos<br />

de la conducta de sus empleados. ¿Sospechaba que tenían<br />

prejuicios? Simon dijo que en su niñez había percibido el<br />

rechazo de la gente motivado por el color de su piel, y que<br />

todavía era sensible a las injusticias que un negro debe soportar<br />

en una sociedad de blancos. Pero no creía que la raza<br />

hubiera desempeñado un papel importante en esa situación.<br />

Durante otras seis sesiones nos concentramos en los<br />

modos constructivos a los que Simon podría recurrir para<br />

manejar la ira provocada por la frustración. Gradualmente,<br />

flexibilizó sus expectativas con respecto a los demás y<br />

desarrolló un estilo gerencial más diplomático. A veces<br />

mencionaba las frustraciones que sentía en su casa, pero<br />

en general parecía desempeñarse mejor también allí. En<br />

ocasiones despedía aún olor a alcohol, pero mucho menos<br />

intenso que en las primeras sesiones. Después de tres meses<br />

de terapia, el jefe de su departamento evaluó como excelente<br />

su desempeño. Sus empleados y supervisores coincidían<br />

en que su conducta había cambiado significativamente<br />

y en que el alcohol ya no afectaba su actividad laboral.<br />

Lo felicité por su trabajo y por haber alcanzado su<br />

meta. Para mi sorpresa, su respuesta fue: «Gracias, pero<br />

ahora debemos trabajar en una meta más importante».<br />

232<br />

Me dijo que desde hacía algún tiempo su esposa quería<br />

hablar conmigo, pero que al principio él no se había sentido<br />

preparado para eso. Le expliqué que antes de realizar<br />

sesiones conjuntas siempre veo en una sesión individual<br />

al cónyuge del cliente al que he estado tratando. Simon no<br />

puso reparos.<br />

Nancy, su mujer, vino dos días más tarde, y lo primero<br />

que dijo después de sentarse fue: «Simon es un alcohólico».<br />

Agregó que cuando se conocieron él solía tomar una o<br />

dos cervezas a la noche, pero que en los últimos años su<br />

consumo de alcohol había ido aumentando en la misma<br />

proporción que sus responsabilidades laborales. Desde su<br />

último ascenso, un año y medio atrás, había perdido el<br />

control hasta tal punto que, cuando él volvía del trabajo,<br />

ella trataba de salir de la casa para ahorrarse y ahorrar a<br />

los niños su hostilidad de borracho. Simon había bebido<br />

menos durante los últimos tres meses, pero ella creía que<br />

la bebida aún era un problema que había que enfrentar.<br />

Nancy también sentía que era preciso trabajar en la relación,<br />

sobre todo en lo concerniente a las finanzas y para<br />

poner fin a las discusiones, y que en ese aspecto también<br />

ella necesitaba hacer algunos cambios.<br />

Nancy y Simon continuaron la terapia otros ocho meses.<br />

Durante ese período, Simon dejó de beber. Insistió en<br />

hacerlo de golpe. Aunque me preocupaban las posibles<br />

complicaciones por la falta de intervención médica, él se<br />

mostró inflexible. Para entonces yo ya conocía las ventajas<br />

de cooperar con él. Llegamos a una transacción y él se<br />

comprometió a internarse en un hospital si la abstinencia<br />

causaba perjuicios a Nancy y los niños. Al final, Simon sufrió<br />

tan sólo dolores de cabeza que fueron disminuyendo<br />

gradualmente a lo largo de seis semanas, antes de sentirse<br />

cómodo con la sobriedad. <strong>El</strong> y Nancy se pusieron de<br />

acuerdo respecto de algunas metas que debían alcanzar<br />

para mejorar su relación, y mostraron satisfacción con los<br />

resultados cuando el tratamiento concluyó.<br />

Simon era un no-cliente (en lo sucesivo emplearé la<br />

expresión «cliente involuntario») que decidió convertirse<br />

en cliente. No sólo alcanzó sus propias metas, sino tam-<br />

233


ién las de su mujer y las de quienes lo habían derivado.<br />

Este es un resultado ideal pero que no siempre se logra.<br />

De cualquier modo, como lo demuestra este caso, tratándose<br />

de clientes involuntarios es mucho lo que puede decirse<br />

en favor de la cooperación, los avances lentos y la<br />

creación de un clima emocional que promueva una relación<br />

de confianza. <strong>El</strong> empleo de preguntas centradas en la<br />

solución debería ser secundario hasta que el cliente sienta<br />

la necesidad de fijar metas para las sesiones.<br />

Es posible que algunos médicos clínicos discrepen de<br />

mi decisión de hablar con Simon mientras estaba ebrio.<br />

Según mi experiencia, tal decisión es congruente con el<br />

propósito de cooperar con el cliente y no obstaculiza el tratamiento<br />

a largo plazo. En el caso de Simon, la ingestión<br />

de alcohol, sobre todo antes de acudir a las sesiones, fue<br />

disminuyendo poco a poco a medida que se establecía entre<br />

nosotros una relación de confianza. <strong>El</strong> encaró el problema<br />

cuando estuvo preparado para hacerlo, y logró<br />

solucionarlo. Si no se hubiera producido ningún cambio<br />

en el patrón de consumo de bebidas y tampoco hubiera habido<br />

progresos en otros aspectos, lo habría derivado a un<br />

asesoramiento sobre alcoholismo. No obstante, es mucho<br />

más probable que los clientes depongan una actitud negativa<br />

cuando se ha establecido una relación de confianza, y<br />

no tanto cuando comienzan el tratamiento.<br />

¿Qué características definen al cliente<br />

involuntario?<br />

Los clientes que se resisten a iniciar una terapia lo hacen<br />

sobre todo por dos razones: creen que no la necesitan o<br />

le tienen miedo. Entre los ejemplos típicos se cuentan los<br />

de niños llevados a terapia por sus padres, las personas<br />

derivadas por su médico, los padres ancianos llevados por<br />

sus hijos adultos y los clientes obligados a concurrir por<br />

sus empleadores, como Simon, o por los tribunales cuando<br />

se trata de conductas antisociales.<br />

234<br />

Muchos clientes involuntarios creen que la psicoterapia<br />

los hará sentir peor porque en ella les dirán que están<br />

locos o son malvados. Otros no quieren descubrir que<br />

la terapia puede ayudarlos porque eso significaría que no<br />

son lo bastante buenos para salir del paso por sí mismos.<br />

Algunos temen que si aceptan empezar, nunca van a poder<br />

parar. Muchos no quieren tratarse por la sencilla razón<br />

de que alguien les dijo que no lo hicieran. La mayoría<br />

sabe muy bien desde el principio que no quiere estar en terapia,<br />

pero algunos fingen conformidad hasta que resulta<br />

evidente que no están motivados para cambiar.<br />

A primera vista puede parecer más fácil conseguir buenos<br />

resultados en el trabajo con clientes voluntarios que<br />

con quienes no quieren tratarse. Sin duda, el hecho de que<br />

los clientes que vienen por sí solos tengan ya alguna motivación<br />

es una ventaja. Pero, como lo señalan Turnell y<br />

Edwards (1999), «la relación es primordial para [obtener]<br />

un resultado exitoso» (pág. 33) con los clientes que acuden<br />

contra su voluntad. Como esa relación es encauzada por el<br />

terapeuta, el resultado está tanto en sus manos como en<br />

las manos del cliente.<br />

La relación terapeuta-cliente<br />

La mayoría de los clientes involuntarios son abierta o<br />

encubiertamente hostiles a la persona o el sistema que los<br />

derivó y a cualquiera que esté vinculado a ellos. Los consideran<br />

entrometidos y enjuiciadores. Sin duda, muchos<br />

clientes quieren que su situación mejore, y tal vez estén<br />

dispuestos a hacer algo diferente para lograrlo. Pero, por<br />

lo general, se les conceden pocas alternativas para decidir<br />

qué cambiar y cómo hacerlo, y obtienen escasa aprobación<br />

por los esfuerzos que no satisfacen las expectativas de<br />

quienes dirigen los cambios. En definitiva, esta combinación<br />

de factores hace que se los encasille como «resistentes»<br />

o «indóciles», lo cual refuerza el antagonismo entre<br />

ellos y quienes tratan de ayudarlos.<br />

235


Las fuerzas del orden, los asistentes sociales y los profesionales<br />

de la salud mental no suelen ser malévolos ni<br />

insensibles. Sin embargo, su relación con los clientes depende<br />

de las exigencias y expectativas propias de su oficio.<br />

Los agentes de la ley deben pensar ante todo en la protección<br />

de la comunidad; los asistentes sociales suelen estar<br />

sobrecargados de trabajo y no pueden darse el lujo de<br />

adaptar las intervenciones a los individuos, y los profesionales<br />

de la salud mental consideran patológica, en general,<br />

la conducta de sus clientes y, por lo tanto, se empeñan<br />

en eliminar esa patología.<br />

Cuando se trata de clientes involuntarios, el desafío<br />

específico que plantea la relación terapeuta-cliente en la<br />

TCS es la exigencia de conectarse tanto con el cliente como<br />

con la persona o sistema que lo derivó, y de satisfacer<br />

las necesidades de ambos (Rosenberg, 2000; Stanton,<br />

Duncan y Todd, 1981; Tohn y Oshlag, 1996). Para los<br />

clientes resulta difícil confiar en nosotros cuando nos<br />

perciben corno agentes de los tribunales o del sistema de<br />

asistencia social. Por otro lado, las personas o instituciones<br />

que los derivan no suelen estar familiarizadas con la<br />

filosofía centrada en la solución, y se requiere mucho<br />

tiempo y paciencia para conocer un proceso basado en la<br />

creencia de que un pequeño cambio puede llevar a cambios<br />

más grandes y de que nada es totalmente negativo. En lo<br />

que nos concierne, nos cuesta encontrar el justo equilibrio<br />

entre una actitud positiva hacia los clientes y una relación<br />

de cooperación con otros profesionales a cargo del caso, razón<br />

por la cual algunas veces nos sentimos en medio de un<br />

triángulo.<br />

También es más probable que los clientes involuntarios<br />

presenten problemas de larga data debidos a infortunios<br />

que no pueden controlar, así como a conductas antisociales.<br />

Por lo tanto, a veces puede parecer forzado creer<br />

que los clientes poseen puntos fuertes y recursos para ayudarse<br />

a sí mismos y aun así mantener la posición esperanzada<br />

y acrítica que necesitan para recuperar sus cualidades<br />

positivas<br />

Uno de los aspectos más importantes de la relación<br />

entre el terapeuta y los clientes involuntarios es que estos<br />

236<br />

deben percibirla como distinta de la que tienen habitualmente<br />

con los profesionales involucrados en su caso. <strong>El</strong><br />

establecimiento de esta diferencia lleva tiempo, y sólo se<br />

consigue cuando los clientes reconocen que, aunque no<br />

renunciemos a fijar los límites exigidos por nuestra profesión,<br />

nos interesamos sinceramente en ellos.<br />

Algunos ejemplos de cómo lograrlo pueden implicar la<br />

denuncia obligatoria del maltrato infantil, el incesto o la<br />

reincidencia cometidos por clientes que están en libertad<br />

condicional o bajo palabra. Marilyn LaCourt (2001, comunicación<br />

personal) señala que una forma de proteger la<br />

relación consiste en pedir al cliente que denuncie el delito,<br />

en lugar de esperar que lo haga el terapeuta. Una actitud<br />

como esta sugiere a las autoridades que el cliente asume<br />

cierta responsabilidad por lo que hizo y pone al terapeuta<br />

en una situación más neutral.<br />

En mi trabajo con casos de maltrato conyugal procuro<br />

actuar a la vez como terapeuta y abogada de la víctima y<br />

del perpetrador. Los perpetradores deben comprender<br />

que no pasaré por alto un futuro delito; pero si la tensión<br />

entre el victimario y su pareja se eleva durante una sesión<br />

o se me informa que ha aumentado en el hogar, no sólo me<br />

ocupo de la seguridad de la víctima sino también de mantener<br />

al perpetrador a salvo de sus propios actos. La conversación<br />

con la víctima potencial se refiere a un plan inmediato<br />

de seguridad; la conversación con el abusador<br />

potencial intenta dilucidar cómo puedo serle útil esta vez<br />

para que no vuelva a verse envuelto en un problema con<br />

las autoridades.<br />

No obstante, cuando ya no queda nada por decir o<br />

hacer, el mensaje que el terapeuta debe comunicar a los<br />

clientes involuntarios no difiere del que debe recibir cualquier<br />

otro cliente. Se basa en el supuesto de que el terapeuta<br />

no puede cambiar a los clientes; sólo estos pueden<br />

cambiarse a sí mismos. <strong>El</strong> mensaje debe plantear con claridad<br />

que el terapeuta no puede cambiar a otros —incluido<br />

el sistema que hizo la derivación—, pero dar a entender<br />

la aceptación y el apoyo al esfuerzo de los clientes por<br />

trabajar en procura de soluciones responsables. Aunque<br />

esto no es una panacea, a menudo marca una considera-<br />

237


le diferencia para los clientes que no quieren someterse a<br />

una terapia.<br />

La cooperación con los clientes<br />

La cooperación con un cliente involuntario cuya meta<br />

es no participar en la terapia también plantea problemas<br />

teóricos y éticos. Dicha cooperación es una estrategia terapéutica<br />

desarrollada para eliminar la resistencia y transmitir<br />

aceptación a los clientes. Cuando cooperamos con el<br />

modo de cooperar del cliente involuntario (aceptando el<br />

hecho de que este no quiere tratarse), ¿puede considerarse<br />

que nos alineamos con él en contra del sistema que hizo la<br />

derivación? Y si no es así, ¿utilizamos entonces una estrategia<br />

para conseguir que el cliente acate las exigencias de<br />

ese sistema?<br />

Muchos terapeutas que decidieron trabajar con clientes<br />

involuntarios se adaptan a estos problemas como resultado<br />

de su altruismo. Por ejemplo, quienes trabajan en<br />

organismos de protección a la infancia sostienen que quieren<br />

mantener a salvo a los niños y, de ser posible, hacerlos<br />

vivir en su propio hogar. Con ese fin colaborarán con padres<br />

que quizá comiencen por negar el supuesto maltrato<br />

físico o sexual, siempre que los niños estén ya a cubierto<br />

de todo riesgo. Los terapeutas australianos Turnell y Edwards<br />

(1999) señalan que cooperar no significa aceptar<br />

malos comportamientos. «Cooperamos con la persona, no<br />

con el abuso», y «nos concentramos en lo que se espera, no<br />

en lo que está mal» (págs. 33-4). Esta focalización crea<br />

confianza y la sensación de seguridad requerida por los<br />

clientes para reconsiderar lo más beneficioso para ellos,<br />

que en un plano ideal también se corresponderá con las<br />

metas de la fuente de la derivación.<br />

Cuando trabajo con casos de maltrato marital, la justificación<br />

para cooperar con los golpeadores radica, sobre<br />

todo, en mi voluntad de ayudar a las mujeres a llevar una<br />

vida más segura con el hombre que han elegido como pareja.<br />

De acuerdo con algunos estudios, aproximadamente<br />

238<br />

el 75% de las mujeres que han sido golpeadas vuelven con<br />

su pareja después de una intervención policial o la estadía<br />

en un refugio (Feazell, Mayers y Deschner, 1984; Purdy y<br />

Nickle, 1981). Esta parece una buena razón para ayudar a<br />

las parejas a mejorar su relación en circunstancias que<br />

han sido evaluadas como seguras y apropiadas (<strong>Lipchik</strong>,<br />

1991; <strong>Lipchik</strong> y Kubicki, 1996; <strong>Lipchik</strong> et al, 1997).<br />

Cuando se trabaja con parejas en las que uno de los<br />

miembros ha maltratado al otro, el terapeuta, al igual que<br />

en cualquier otro caso de terapia de pareja, debe estar en<br />

sintonía con el modo de cooperar de ambos. (Esto no<br />

implica aceptar el punto de vista del golpeador de que el<br />

maltrato se justifica. Sólo significa que se debe tratar de<br />

comprender el modo de pensar de una persona y utilizar<br />

su estilo de interacción.) La advertencia de Turnell y Edwards<br />

(1999) de que se puede cooperar con la persona sin<br />

cooperar con el abuso también es aplicable en este caso,<br />

Según mi experiencia, este abordaje de los perpetradores<br />

ha demostrado ser la manera más rápida de reducir la negación<br />

e incrementar la responsabilidad personal. Además,<br />

contribuye a la seguridad de la mujer golpeada. <strong>El</strong><br />

golpeador tiene menos razones para vengarse por las revelaciones<br />

que podría hacer su pareja cuando percibe que<br />

el terapeuta acepta su relato tanto como el de ella.<br />

Las emociones<br />

Los clientes que han venido a hablar con nosotros contra<br />

su voluntad están emocionalmente perturbados. Esta<br />

perturbación debe ser reconocida de inmediato y aceptada<br />

con empatia. Para comunicar el mensaje de que «esto es<br />

diferente», el terapeuta debe sonsacarles con paciencia .<br />

sus sentimientos sobre la situación. Esta es una de las .<br />

ocasiones en que la manifestación de los sentimientos debe<br />

considerarse útil y no incongruente con la teoría. Cuando<br />

esa manifestación es seguida por preguntas sobre cómo<br />

podría el terapeuta ser más útil y cómo desean los clientes<br />

emplear el tiempo que deben pasar en terapia, proporcio-<br />

239


na la mejor base posible para que la relación terapeutacliente<br />

sea de cooperación y no de antagonismo.<br />

<strong>El</strong> empleo de las técnicas<br />

<strong>El</strong> empleo caprichoso de las técnicas puede dificultar el<br />

desarrollo y la continuidad de una buena relación de trabajo.<br />

¡Imaginemos el efecto que una pregunta sobre excepciones<br />

produciría en un cliente que se queja porque tuvo<br />

que esperar un ómnibus bajo la lluvia para venir a una<br />

terapia que, por lo pronto, juzga innecesaria!<br />

Imaginémonos también haciendo una pregunta del<br />

milagro a una madre cuyo hijo fue retirado de su casa debido<br />

al maltrato físico, y que se queja porque ya ha terminado<br />

el curso sobre cuidados parentales e hizo muchos<br />

cambios, pero estos nunca le parecen suficientes a la asistente<br />

social que visita su hogar.<br />

Tales preguntas trivializan los sentimientos del cliente<br />

en esos momentos. He comprobado que el uso prematuro<br />

de las técnicas resulta especialmente irritante para los<br />

clientes involuntarios. Al parecer, los pone cada vez más a<br />

la defensiva e intensifica, de esa manera, su aversión a la<br />

terapia.<br />

Una buena regla práctica es posponer el empleo de las<br />

técnicas hasta que los clientes estén preparados para<br />

señalar con claridad los aspectos de los que prefieren hablar.<br />

Hasta entonces, las respuestas a las conocidas preguntas<br />

centradas en la solución serán obvias.<br />

<strong>El</strong> sistema de tratamiento<br />

Cuando la concurrencia obligada de los clientes a terapia<br />

es el resultado de una sentencia judicial, así como<br />

cuando es una alternativa al dictado de una sentencia, los<br />

terapeutas no suelen tener muchas posibilidades de elección<br />

en su trabajo con ellos. No tenemos la opción de acep-<br />

240<br />

tarlos hasta que estén dispuestos a participar en un tratamiento,<br />

a menos que podamos establecer esa condición<br />

para nuestra práctica. También pasamos automáticamente<br />

a formar parte de un sistema que ha asumido el<br />

control de la vida de los clientes, y debemos comprender<br />

que, en última instancia, quienes componen el sistema sólo<br />

podrán beneficiar al cliente si coordinan sus esfuerzos.<br />

Veamos el caso de Sally, una terapeuta centrada en la<br />

solución que trabajaba en una agencia de servicios para<br />

familias. La agencia tenía un programa de rehabilitación<br />

para drogadictos, y Stan, un hombre de 32 años que estaba<br />

en libertad condicional por posesión y venta de marihuana,<br />

había sido obligado a tratarse en ese programa como<br />

parte de su sentencia. Stan vivía con su novia, Nancy,<br />

y el hijo de esta, Al, de 10 años. En su escuela, Al estaba en<br />

una clase para niños con perturbaciones emocionales, y<br />

participaba en un programa patrocinado por la comunidad<br />

que incluía terapia para él y su familia. Sally pasó a<br />

formar parte de un sistema de personal especializado en<br />

asuntos jurídicos y salud mental que intervenía en el caso<br />

de Sam e incluía al juez que lo condenó, a su oficial de libertad<br />

condicional, a su psiquiatra, que le prescribía medicamentos<br />

para la depresión, a un asistente social del<br />

programa de Al que visitaba la casa periódicamente y al<br />

terapeuta familiar del niño, con quien Stan se reunía cada<br />

dos semanas, junto con Nancy y Al. Sally debía estar preparada<br />

para contemplar la posibilidad de utilizar con<br />

Stan algo más que sus habilidades de terapeuta centrada<br />

en la solución. Probablemente sería mucho más útil para<br />

su cliente si se consideraba parte de un sistema de tratamiento.<br />

Además, también ella estaba obligada a cumplir<br />

la orden del tribunal. Su terapia sería más efectiva si conociera<br />

el enfoque empleado con Stan y su familia por los<br />

otros profesionales de la salud mental y el asistente social.<br />

¿Consideraban estos que su consumo de marihuana era<br />

una adicción o una enfermedad, mientras ella se concentraba<br />

en pequeños pasos destinados a aumentar su motivación<br />

y reducir poco a poco la frecuencia de su uso? En tal<br />

caso, Stan recibiría mensajes confusos y probablemente<br />

no tardaría en reincidir. Por último, sería de provecho<br />

241


para Sally conocer las expectativas del sistema judicial, y<br />

también las de su propia: agencia, respecto de su trabajo<br />

con Stan. Debido a su relación con otros sistemas de la comunidad,<br />

las agencias tienen a veces ideas diferentes de<br />

los puntos de vista de los terapeutas en cuanto a la dirección<br />

que debería tomar un caso.<br />

Un concepto orientador para un proceso tan complicado<br />

es el de gestión de casos clínicos (Bachraeh, 1989;<br />

Frankel y Gelman, 1998; Kanter, 1989; Moxley, 1989;<br />

Raiff y Shore, 1993), fundado en el pensamiento sistémico.<br />

Para Kanter (1989), la gestión de casos clínicos no es<br />

simplemente un sistema administrativo de coordinación<br />

de servicios, sino «una modalidad de la práctica en salud<br />

mental» (pág. 361). Raiff y Shore (1993) opinan que la gestión<br />

de casos clínicos se distingue de la gestión general de<br />

casos por estar «más centrada en los cambios, las opciones<br />

y la marcha de las relaciones» (pág. 85). Creen que «se basa<br />

en una infraestructura de destrezas genéricas de evaluación,<br />

planificación, enlace, supervisión y promoción,<br />

combinada con la participación del cliente, el asesoramiento<br />

y la colaboración [con] otros clínicos intervinientes,<br />

la psicoterapia individual, la psicoeducación y la intervención<br />

de crisis» (pág. 85). .<br />

Al igual que la gestión general de casos, la gestión de<br />

casos clínicos supone que las intervenciones deberán realizarse<br />

en el «nivel micro» (áreas personal e interpersonal),<br />

el «nivel medio» (cuestiones institucionales, organizativas<br />

y comunitarias) y el «nivel macro» (cuestiones gubernamentales,<br />

culturales y de política social) (Frankel y<br />

Gelman, 1998, pág. 12). Esta manera de conceptualizar el<br />

tratamiento contribuye a mantener la mira puesta en el<br />

proceso del sistema y evitar el estancamiento en el contenido<br />

(lo que no funciona en el cliente en cuestión).<br />

Es evidente que hablamos de situaciones complejas,<br />

compuestas por variables más divergentes que convergentes.<br />

Puede haber un protocolo que es preciso seguir<br />

cuando se descubre un maltrato infantil, pero no hay dos<br />

casos iguales en lo concerniente a los pormenores, como<br />

las relaciones familiares, la participación de otros organismos<br />

y los factores económicos y culturales (Alizur,<br />

242<br />

1996). La figura 3 es un esquema sistémico para presentar<br />

y rastreara todos los participantes en un caso y sus metas.<br />

Su propósito es coordinar el trabajo del terapeuta centrado<br />

en la solución con el de otras personas o entidades y<br />

evitar que los clientes reciban mensajes conflictivos.<br />

Desde un punto de vista centrado en la solución, coordinar<br />

un tratamiento significa concentrarse en el proceso<br />

y comunicarse en materia de contenido. Harlene Anderson<br />

sostiene que «La clave de una cooperación exitosa es<br />

hablar con los otros profesionales en el lenguaje de su sistema<br />

de creencias» (citada en Wynn, McDaniel y Weber,<br />

1986, pág. 298). Otro modo de concebirlo consiste en decir<br />

que debe tratarse a los miembros del sistema como si fueran<br />

clientes.<br />

Figura 3.<br />

EJEMPLO DE CASO: CONSULTA DE BEA<br />

Bea, una terapeuta familiar centrada en la solución y<br />

miembro de la División de Tratamiento de Niños Coloca-<br />

243


dos con Familias Sustituías de un organismo asistencia!,<br />

acudió a consultar sobre la familia McGee. <strong>El</strong> paciente designado<br />

era Susi, una niña de 9 años que había estado en<br />

tratamiento durante dos años. Antes de ser entregada a<br />

una familia sustituía, Susi había pasado por dos breves<br />

internaciones y una estadía de tres meses en un centro de<br />

tratamiento residencial a causa de sus rabietas, su tendencia<br />

piromaníaca y, en general, su conducta ingobernable<br />

en la casa y en la escuela. Antes de la colocación de<br />

Susi, su madre, Lee, bebía en exceso, pero estaba en recuperación<br />

desde hacía un año y medio.<br />

Lee había vivido durante seis años con Tom, otro alcohólico<br />

en recuperación con un año de abstinencia. Antes<br />

de que la pareja dejara de beber, Tom había golpeado varias<br />

veces a Lee, con tanta violencia que esta necesitó<br />

atención médica. Lee nunca lo denunció a la policía porque<br />

se creía culpable de las peleas Sufría depresiones recurrentes<br />

que la llevaban a distanciarse de Tom y culminaban<br />

en ideaciones o gestos suicidas que motivaron varias<br />

internaciones. En distintas ocasiones decidió dejar a<br />

Tom, pero nunca mantuvo su decisión por más de un mes<br />

o dos.<br />

Lee tenía otro hijo, David, de 14 años. Medio hermano<br />

de Susi, era un muchacho callado, con algunas dificultades<br />

de aprendizaje.<br />

<strong>El</strong> organismo donde Bea se desempeñaba quería que<br />

Susi se reuniera con su familia lo antes posible, porque la<br />

asistente social, representante del agente de asignaciones<br />

de fondos, presionaba en tal sentido. <strong>El</strong> comportamiento<br />

de Susi en el hogar sustituto y en la escuela había sido<br />

muy bueno en los últimos seis meses. Pero su comportamiento<br />

en su propia casa seguía siendo impredecible y<br />

parecía depender del estado emocional de Lee.<br />

A continuación se presentan las preguntas que el asesor<br />

puso a consideración de Bea. Estas preguntas corresponden<br />

a un enfoque basado en la solución.<br />

244<br />

1. ¿Quién es y qué quiere el paciente designado?<br />

Respuesta: <strong>El</strong> paciente designado es Susi, que quiere<br />

vivir con su madre, Tora y David.<br />

2. ¿Qué otras personas participan en el caso, y qué<br />

quieren?<br />

Respuesta:<br />

a. La familia: Lee, Tom y David. Quieren que Susi<br />

vuelva a casa.<br />

b. Los padres sustitutos. Quieren que Susi se quede<br />

con ellos. Incluso desean adoptarla,<br />

c. La terapeuta de Susi. Quiere que esta permanezca<br />

en el hogar sustituto. No interviene ningún<br />

psiquiatra porque Susi ya no está medicada.<br />

d. La asistente social. Quiere que Susi vuelva a<br />

casa.<br />

e. La escuela. No le interesa con quién viva Susi,<br />

siempre y cuando siga portándose bien en clase.<br />

f. <strong>El</strong> organismo empleador de Bea. Esta había recibido<br />

el mensaje de que debía tratar de facilitar<br />

el regreso de Susi a su casa, si ello era posible<br />

g. Bea. Quiere ayudar a Susi: y a la familia a alcanzar<br />

sus metas, pero de común acuerdo con sus<br />

colegas, de ser posible. También quiere satisfacer<br />

a su empleador.<br />

Cuando diferentes partes del sistema tienen metas tan<br />

antagónicas, difícilmente se hallará una solución que satisfaga<br />

a todos. Por lo tanto, el asesor sugirió que, como<br />

posible nexo, se tuviera en cuenta lo que funcionaba bien<br />

en Susi y su familia.<br />

3. ¿Qué cosas funcionan bien?<br />

Respuesta: Susi ha hecho avances en el hogar sustituto<br />

y en la escuela durante seis meses. La mamá y<br />

Tom dejaron de beber hace más de un año y ya no<br />

hay maltrato físico. La mamá tiene una buena relación<br />

con su terapeuta y su psiquiatra. David no<br />

causa problemas.<br />

4. ¿Cómo habría que reforzar esa información positiva<br />

para que Susi pudiera volver a su casa y portarse<br />

bien?<br />

Respuesta: Como la conducta de Susi parecía ligada<br />

a las depresiones de su madre, y estas sólo se pro-<br />

245


dujeron cuando Lee vivía con Tom, sería sensato<br />

que ella pusiera fin a la relación con Tom. Pero eso<br />

no ocurrió en el pasado y no era una meta explícita<br />

de la familia,<br />

<strong>El</strong> asesor sugirió entonces a Bea que considerara el caso<br />

desde el punto de vista de la madre. Al aplicar a Lee las cuatro<br />

preguntas precedentes sobre Susi y tratar de contestarlas,<br />

Bea advirtió que necesitaba reunir más información.<br />

En la siguiente consulta pudo brindar este informe:<br />

246<br />

1. ¿Quién es y qué quiere el cliente?<br />

Respuesta: <strong>El</strong> cliente es Lee. Quiere vivir con Tom y<br />

con sus hijos. No quiere tener que elegir entre Tom<br />

y Susi.<br />

2, ¿Qué otras personas participan en el caso, y qué<br />

quieren?<br />

Respuesta:<br />

a. Tom. Quiere vivir sin conflictos con Lee y los hijos<br />

de esta. Tiene la esperanza de que los episodios<br />

depresivos de Lee terminen, por su efecto<br />

negativo sobre la relación.<br />

b. <strong>El</strong> psiquiatra de Lee. Tiene la fuerte impresión<br />

de que Lee debe poner fin a su relación con Tom.<br />

Ha tratado de convencerla de las ventajas de esa<br />

decisión durante dos años.<br />

c. La terapeuta de Lee. Trabaja juntamente con el<br />

psiquiatra. y también ella la ha instado a dejar<br />

a Tom<br />

d. La asistente social. También está convencida de<br />

que la situación se resolverá si Lee se separa de<br />

Tom.<br />

e. Bea. Quiere ayudar a la familia a alcanzar su<br />

meta. También desea coordinar su trabajo con el<br />

de los otros profesionales y cumplir el objetivo de<br />

su empleador.<br />

3. ¿Qué cosas funcionan bien?<br />

Respuesta: Hay períodos en los que Lee no está<br />

deprimida y puede manejar a Susi. La relación entre<br />

Lee y Tom presenta aspectos positivos. Bea cree<br />

que hay entre ellos una fuerte atracción mutua y<br />

que se quieren sinceramente a pesar de sus peleas.<br />

Comparten algunas metas, como la de mantenerse<br />

sobrios, y se apoyan de muchas maneras. Administran<br />

con acierto el escaso dinero de que disponen.<br />

4. ¿Cómo habría que reforzar esos aspectos positivos<br />

para producir un cambio en la depresión de Lee?<br />

Respuesta: Mientras reunía información, Bea se<br />

enteró de que durante varios años Lee se había<br />

sentido tironeada entre lo que creía desear para su<br />

vida —seguir con Tom— y lo que su psiquiatra y su<br />

terapeuta suponían mejor para ella: abandonarlo.<br />

Como Lee tenía una elevada opinión de ambos pro-<br />

247


Figura 5.<br />

248<br />

fesionales, este dilema le resultaba a veces tan<br />

insoportable que contemplaba la idea del suicidio.<br />

Durante sus internaciones se sentía cada vez más<br />

segura de que debía dejar a Tom, y tras ser dada de<br />

alta obraba en consecuencia. Pero después de algún<br />

tiempo lo extrañaba y le pedía que volviera a<br />

la casa. Lee siempre se sentía muy avergonzada<br />

cuando reanudaba su relación con Tom, porque<br />

creía que de ese modo decepcionaba a su terapeuta<br />

y su psiquiatra. Poco a poco, esto la llevaba a la depresión<br />

y el ciclo se repetía. Tom señaló que se irritaba<br />

mucho cuando Lee empezaba a distanciarse<br />

de él. Se reiniciaban las peleas y Susi se volvía más<br />

difícil de manejar. La reacción de Tom consistía en<br />

adoptar una actitud más estricta y, como respuesta<br />

a ello, Lee cedía.<br />

Resultaba, entonces, resolver evidente que para la<br />

situación se requería un pian de tratamiento distinto.<br />

Una posibilidad era ver si la introducción de<br />

algunos cambios en la relación entre Lee y Tom significaba<br />

una diferencia para la familia. Nunca se<br />

les había sugerido que iniciaran una terapia de pareja<br />

porque la terapeuta y el psiquiatra veían el caso<br />

desde un punto de vista psicodinámico y trabajaban<br />

para fortalecer el yo de Lee, a fin de que esta<br />

pudiera dejar a Tom. Teniendo en cuenta estas metas,<br />

Bea se preguntaba cómo podría obtener el necesario<br />

apoyo de los otros profesionales, para derivar<br />

a Lee y Tom a una terapia de pareja.<br />

Con la ayuda del asesor, Bea elaboró el esquema de la<br />

conversación que sostendría con los otros profesionales,<br />

sobre la base de la utilización del punto de vista de estos o<br />

una actitud coincidente con él.<br />

«Lo llamo para conocer su opinión sobre el estado de<br />

Lee, porque tenemos que tomar algunas decisiones sobre<br />

Susi. Sé que Lee y Susi parecen estar mejor cuando<br />

Tom no vive con ellas, pero en apariencia Lee no tiene<br />

suficiente fortaleza yoica para dejarlo definitivamente.<br />

En una escala de 0 a 10, en la que 10 equivale a excelente<br />

y 0 a la peor condición imaginable, ¿qué puntaje<br />

asignaría a la fortaleza actual del yo de Lee, comparada<br />

con la que tenía cuando usted comenzó a trabajar<br />

con ella? [Es probable que se informe de algún progreso.]<br />

Sí, yo también he advertido un pequeño progreso y<br />

creo que el trabajo con usted es verdaderamente<br />

fructífero. Los medicamentos parecen haberla estabilizado<br />

y la recuperación del alcoholismo sigue bien. Me<br />

249


están presionando para reintegrar a Susi a su casa.<br />

¿Cuál es su opinión? [Los otros profesionales sostendrán<br />

probablemente que Susi debe permanecer en el<br />

hogar sustituto. Bea les pedirá entonces su apoyo para<br />

emplear una estrategia diferente a fin de fortalecer el<br />

yo de Lee y estabilizar la conducta de Susi cuando viva<br />

con su madre.] Al hablar con Lee, siempre me ha sorprendido<br />

que su relación con Tom, a pesar de las cosas<br />

malas, tenga muchos aspectos positivos. La recuperación<br />

de Tom también parece mostrar progreso. ¿<strong>El</strong>la ha<br />

hablado con usted de estas cosas?<br />

»Sé que Lee tiene una relación muy buena con usted<br />

y siempre trata de complacer, pero, por otra parte,<br />

tocios sabemos que es pasivo-agresiva. He buscado asesoramiento<br />

respecto de este caso, y me pregunto si usted<br />

tomaría en cuenta la posibilidad de utilizar otro enfoque<br />

con ella, a modo de experimento. Quizá sí no tratáramos<br />

de influir en Lee para que deje a Tom, ella no<br />

se resistiría tanto a dejarlo. Quedaría en libertad de<br />

decidir algo que no sea enfrentarnos. También es posible<br />

que tenga algunas ideas sobre lo que ella y Tom necesitan<br />

para vivir juntos en paz.<br />

»Sugiero que todos los que trabajarnos con Lee le<br />

digamos —cada cual a su modo— que hemos advertido<br />

que ella realmente quiere estar con Tom porque, a su<br />

juicio, las cosas buenas de su relación son más que las<br />

cosas malas. Como ahora lo comprendemos, queremos<br />

ayudarlos a resolver sus problemas. Podríamos sugerir<br />

una terapia de pareja para mejorar la relación».<br />

Para realizar el experimento, Bea también tenía que<br />

asegurarse la participación de la asistente social del condado.<br />

Se habían entendido bastante bien en el pasado. En<br />

este caso, sin embargo, discrepaban, y la asistente social<br />

había perdido toda esperanza en cuanto a la capacidad de<br />

Lee para cambiar. "Había empezado a amenazarla con<br />

pedir al juez que estableciera nuevas condiciones —como<br />

una severa limitación de sus visitas a Susi y la presencia<br />

de terceros en ellas—, e incluso que la privara de la patria<br />

potestad sobre la niña si no dejaba a Tom. La terapeuta<br />

suponía que la asistente social mostraría mucha oposición<br />

al proyecto. En consecuencia, planeó junto con el asesor<br />

iniciar la conversación con ella del siguiente modo:<br />

«Sé que está hasta la coronilla de Lee. Todos nos esforzamos,<br />

pero usted esperaba mayores progresos.<br />

También nosotros estamos desilusionados. Place poco<br />

consulté a un asesor sobre este caso y quisiera saber si<br />

usted aceptaría participar en un experimento, que<br />

también incluiría al psiquiatra y la terapeuta individual.<br />

Vale la pena hacer un nuevo intento, intentar<br />

algo diferente —ya que nada ha dado resultado con<br />

Lee y Tom— para enviar a Susi a su casa. Se trata de<br />

una posibilidad remota, pero, si funciona, todo irá más<br />

rápido y usted podrá obviar el molesto trámite judicial.<br />

No sé si estará de acuerdo, pero me consta que este enfoque<br />

ha tenido éxito en casos estancados».<br />

Naturalmente, nada garantiza que una conversación<br />

semejante produzca en otras personas el efecto deseado,<br />

pero, aunque no lo hiciera, existe la posibilidad de que la<br />

sugerencia misma genere en su pensamiento un pequeño<br />

cambio que, a su vez, lleve a otros cambios.<br />

Ahora bien: en el caso de la familia McGee, los otros<br />

profesionales aceptaron la sugerencia de Bea. Lee y Tom<br />

asistieron a sesiones de terapia de pareja durante seis<br />

meses, y tras ellas Lee decidió por su cuenta poner fin a la<br />

relación. Reconoció que dedicar a Tom la atención que este<br />

esperaba de ella no estaba dentro de sus posibilidades.<br />

Tom terminó por creer y aceptar que Lee era incapaz de<br />

satisfacer sus necesidades emocionales. Luego de la separación,<br />

Lee no le pidió que volviera. Susi regresó a su casa<br />

y Lee pudo manejarla bien.<br />

La idea de que Bea, la terapeuta familiar, debía encargarse<br />

de realizar una intervención indirecta en el sistema<br />

de tratamiento suscitará, sin duda, algunos interrogantes.<br />

En general creemos que los colegas, a semejanza de<br />

los clientes, deberían conversar con franqueza y conciliar<br />

sus diferencias. Desde luego, esta es siempre la manera<br />

más adecuada de proceder, en especial si todos los profe-<br />

. 251


sionales tienen la misma orientación teórica. Pero en las<br />

relaciones profesionales, al igual que en las relaciones<br />

personales, las cuestiones de jerarquía y otros conflictos<br />

suelen obstaculizar los progresos.<br />

La coordinación sistémica requiere la capacidad de tomar<br />

cierta distancia y observar las interacciones de todas<br />

las partes del sistema, tanto la familia como los profesionales.<br />

Los terapeutas familiares son expertos en esto. A<br />

muchos profesionales de la salud mental se les enseña<br />

que los problemas están en el paciente designado. Cuando<br />

un caso se estanca y un profesional tiene conocimientos<br />

que los otros no poseen, su sugerencia no siempre es recibida<br />

con imparcialidad. Sin embargo, el deber de ese profesional<br />

para con los clientes es hallar un medio de persuadir<br />

a los demás de que la sometan a prueba, siempre<br />

que lo haga de manera. respetuosa y sin poner a nadie en<br />

peligro.<br />

Conclusión<br />

<strong>El</strong> trabajo con clientes involuntarios, en especial con<br />

quienes concurren por orden de las autoridades, requiere<br />

un pensamiento ecosistémico y centrado en la solución. Se<br />

asemeja a la terapia familiar porque también en él diversos<br />

colaboradores, a menudo con necesidades y deseos diferentes,<br />

deben alcanzar una meta común. Pero es más difícil<br />

que la terapia familiar porque no cuenta con un recurso<br />

unificador (por ejemplo, los lazos familiares) que proporcione<br />

una base para las soluciones. Por el contrario, los<br />

clientes suelen percibir como antagónica su relación con el<br />

personal asistencial y la ley. <strong>El</strong> modelo centrado en la solución<br />

tal vez no sea siempre la respuesta adecuada para<br />

los complejos casos que hemos descripto, pero su concentración<br />

en las capacidades individuales y el proceso interaccional<br />

le da algo más que una buena posibilidad de evitar<br />

los callejones sin salida y el fracaso.<br />

252<br />

11: Casos de tratamiento prolongado<br />

¿Qué significa la expresión «casos de tratamiento<br />

prolongado»? Lo que sugiere es que antes de comenzar el<br />

tratamiento, o a! comenzarlo, es preciso hacer algunas<br />

distinciones, de acuerdo con las cuales el caso será clasificado<br />

como de tratamiento breve o prolongado. Esta manera<br />

de pensar no es congruente con la teoría y la práctica<br />

centradas en la solución. Aunque el modelo del Mental<br />

Research Institute y la TCS son conocidos como modelos<br />

breves, la brevedad es aquí un subproducto de su enfoque<br />

focalizado, no del propósito de trabajar lo más rápidamente<br />

posible. La meta primordial es la resolución concreta<br />

del problema. De hecho, los prejuicios relativos a la duración<br />

potencial de un caso dificultan la cooperación con los<br />

clientes y contradicen el supuesto de que los terapeutas no<br />

pueden cambiar a estos; sólo los clientes pueden cambiarse<br />

a sí mismos.<br />

Por ejemplo, no es ilógico suponer que un cliente que<br />

acaba de perder una pierna en un accidente y no puede<br />

seguir haciendo su trabajo habitual requerirá un «tratamiento<br />

prolongado». En esas circunstancias, es probable<br />

que la mayoría de las personas necesiten apoyo terapéutico<br />

durante un plazo considerable mientras persiste la<br />

aflicción causada por su pérdida. Pero algunas valoran<br />

por sobre todo la capacidad de ayudarse a sí mismas. En<br />

su caso, una terapia prolongada no haría sino agravar el<br />

problema al poner de manifiesto su falta de autonomía.<br />

Es posible que no necesiten más que un oyente comprensivo,<br />

elogios por su adecuado manejo de la situación y un<br />

recordatorio de sus aptitudes pasadas para salir adelante,<br />

que pueden volver a utilizar hoy y en el futuro.<br />

253


Por otra parte, cuando una madre soltera afirma, al comenzar<br />

la terapia, que su meta es que su hijo de tres años<br />

duerma en su propia cama, uno podría pensar que este<br />

problema terminará por ser un. caso «breve». Pero esa meta<br />

puede ser una queja (contenido), como reflejo de un proceso<br />

en la vida de la madre que afecta mucho más que los<br />

hábitos de sueño de su hijo (por ejemplo, la falta general<br />

de asertividad de la madre). La duración del caso dependerá<br />

de la satisfacción del cliente con la solución del problema<br />

explícito —más allá de que existan o no otros problemas<br />

relacionados con el proceso— y de su capacidad y<br />

disposición para el cambio.<br />

Hay situaciones en que la duración del tratamiento<br />

está determinada por la fuente de la derivación; así ocurre.,<br />

por ejemplo, en algunos casos derivados por empresas<br />

de atención medica administrada o por los tribunales,<br />

Aquellas empresas suelen establecer que el tratamiento<br />

no debe superar las seis o diez sesiones, mientras que los<br />

jueces ordenan, a veces, tratamientos de un año o más.<br />

Estas prescripciones pueden traer como consecuencia un<br />

servicio inadecuado, ya que la duración del caso debe determinarse<br />

sobre la base de las necesidades de los clientes,<br />

y no de un marco temporal específico. La mejor manera<br />

de manejar estas situaciones consiste en discutirlas con<br />

los clientes. ¿Qué será más útil si sólo se han autorizado<br />

seis sesiones? ¿Qué será lo mejor si las metas se alcanzan<br />

antes de transcurridos los doce meses fijados para el tratamiento?<br />

Los clientes deben saber que tienen que cumplir<br />

su obligación, pero que pueden contribuir a determinar<br />

las opciones.<br />

Un caso centrado en la solución puede durar meses o<br />

años, pero difiere de lo que tradicionalmente se considera<br />

una terapia prolongada porque consiste en contactos intermitentes<br />

que dependen de las necesidades del cliente,<br />

y no en un período ininterrumpido de encuentros semanales<br />

o quincenales. Cada episodio del tratamiento tiene su<br />

propia meta, que contribuye a una meta global.<br />

Por ejemplo, considérese el caso de un hombre encargado<br />

del cuidado de su esposa, quien sufre un deterioro<br />

progresivo a causa de una esclerosis múltiple. Su médico<br />

lo deriva a terapia porque presenta síntomas somáticos<br />

relacionados con el estrés. Sin embargo, el cliente dice que<br />

su objetivo al concurrir a la terapia es ser más paciente<br />

con su esposa. <strong>El</strong> tratamiento puede ser muy breve si el<br />

cliente identifica las diferencias que implica el hecho de<br />

actuar con mayor paciencia (por ejemplo, cuando se da un<br />

poco más de tiempo para estar solo) y hace que eso ocurra<br />

más a menudo. Unas pocas visitas son quizá toda la<br />

ayuda que necesita.<br />

Por otra parte, tal vez el cliente no sepa en qué consiste<br />

la diferencia o, aun sabiéndolo, no tienda a provocarla con<br />

más asiduidad. En tal caso, esta primera fase del tratamiento<br />

puede extenderse durante varios meses hasta que<br />

el cliente alcance su meta. Después, los contactos pueden<br />

espaciarse o interrumpirse, hasta que el cliente vuelva a<br />

sentir que tiene un problema. Entretanto, su esposa tal<br />

vez haya sido internada en un hogar de ancianos. <strong>El</strong> cliente<br />

siente que necesita dejar de visitarla diariamente, pero<br />

no sabe cómo decírselo. También ahora es preciso aclarar<br />

la meta y el cliente puede tardar más o menos tiempo en<br />

hallar una solución. Si estos casos se definen como de «terapia<br />

breve», es por la filosofía subyacente de ayudar a los<br />

clientes a utilizar sus puntos fuertes y preservar en la mayor<br />

medida posible su autonomía.<br />

Antes de ocuparnos de las situaciones típicas que exigen<br />

el contacto del terapeuta y el cliente durante extensos<br />

períodos, puede ser útil considerar cómo decidimos que ha<br />

llegado el momento de dar por terminado un caso.<br />

La terminación: el problema del cliente<br />

He tenido oportunidad de comprobar que cuando una<br />

terapia breve marcha bien, terapeutas y clientes advierten<br />

casi al mismo tiempo que no es necesario seguir reuniéndose.<br />

En ese momento, los clientes tal vez sientan que<br />

se han agotado los temas de conversación, y los terapeutas,<br />

que les han preguntado demasiadas veces qué harán<br />

para prevenir los problemas en el futuro o para resol-<br />

255


verlos si se presentan nuevamente. Sin embargo, en algunas<br />

situaciones la terminación no es tan clara.<br />

La más obvia es la que se da cuando los clientes admiten<br />

haber alcanzado su meta pero son renuentes a terminar<br />

la terapia por temor a una recaída. Cuando esto resulta<br />

evidente, ya sea porque el cliente así lo afirma o porque<br />

comienza a presentar nuevos problemas que, en nuestra<br />

opinión, es capaz de resolver, hay una tarea más que cumplir.<br />

<strong>El</strong> cliente debe ganar la confianza suficiente para dejar<br />

de vernos.<br />

Cuando la angustia se expresa abiertamente, resulta<br />

útil normalizarla y proponer al cliente una nueva cita para<br />

un mes después, con la sugerencia de que puede cancelarla<br />

si ya no la considera necesaria.<br />

Si el temor a la terminación se expresa mediante la<br />

presentación de un nuevo problema, ante todo debemos<br />

establecer si este problema se halla o no relacionado con el<br />

proceso que el cliente acaba de afrontar con éxito. La resolución<br />

fructífera de un problema puede haberle dado el<br />

coraje necesario para hacer frente a otro totalmente distinto.<br />

Por otro lado, si un cliente que había hallado un modo<br />

eficaz de lidiar con la ira presenta ahora un nuevo problema<br />

relacionado con ella, podemos remitirlo a las habilidades<br />

ya adquiridas. Tuve una vez una cliente que era capaz<br />

de ayudarse a sí misma, pero que después de dos sesiones<br />

finales ideó una excusa para pedir una nueva cita.<br />

Finalmente, le dije que la próxima vez que llamara sólo<br />

accedería a verla si me aseguraba que en el ínterin había<br />

resuelto dos problemas. «Usted no quiere verme más», se<br />

quejó. «No es así», le contesté. «Quiero que confíe en su capacidad<br />

de autoayuda. Si sigue viéndome, no lo logrará».<br />

La terminación: el problema del terapeuta<br />

Por lo general, los terapeutas consideran que la terapia<br />

ha llegado a su fin cuando los clientes sienten que han<br />

obtenido lo que fueron a buscar. Si no es así, el terapeuta<br />

256<br />

debe volver a aclarar junto con ellos qué es lo que quieren<br />

y avanzar a partir de allí.<br />

No obstante, mi actuación como asesora de terapeutas<br />

centrados en la solución me ha permitido comprobar que<br />

algunos pueden llegar a considerar estancado un caso<br />

que, en realidad, ya ha terminado mucho tiempo atrás. <strong>El</strong><br />

caso que describiremos a continuación es un ejemplo<br />

típico.<br />

EJEMPLO DE CASO: LA CONSULTA DE JOE<br />

Joe pidió asesoramiento respecto de un caso del que se<br />

ocupaba ininterrumpidamente desde hacía un año y medio.<br />

A su entender, aunque las cosas habían mejorado en<br />

general, faltaba algo que impedía a la cliente alcanzar plenamente<br />

su meta.<br />

Cuando Joe comenzó a tratar a Mandy, una mujer soltera<br />

de 28 años, esta se encontraba desocupada. Había<br />

probado distintos tipos de empleo, pero los había dejado<br />

porque no la satisfacían. También salía con un hombre,<br />

pero se sentía usada por él. Presentaba síntomas de depresión<br />

y decía que no sabía quién era ni qué quería de la<br />

vida. Cuando Joe le preguntó cómo iba a saber que no necesitaría<br />

seguir viéndolo, contestó que tendría un empleo<br />

de su agrado, disfrutaría de la vida por lo menos el 80%<br />

del tiempo y mantendría una relación con alguien que la<br />

hiciera sentir valorada.<br />

Mandy eligió concentrarse en primer lugar en su situación<br />

laboral. Seis meses (diez sesiones) más tarde trabajaba<br />

como jefa de comedor en una cadena de restaurantes<br />

y se sentía a gusto en su empleo. Después de las primeras<br />

diez sesiones informó que, gracias a su trabajo, el tiempo<br />

en que disfrutaba de la vida había pasado del 25 al 50%.<br />

Poco después decidió poner fin a su noviazgo. Había<br />

hecho algunos intentos para lograr que su novio satisficiera<br />

sus necesidades, pero ante la falta de respuesta de este<br />

llegó a la conclusión de que era mejor estar sola que mal<br />

acompañada.<br />

257


Durante los cinco meses siguientes se lamentó en terapia<br />

por el fracaso de su relación amorosa, pero también comenzó<br />

a definir sus expectativas respecto de una nueva<br />

relación. Cuando comenzó a salir con otro hombre que era<br />

más atento con ella, utilizó la terapia como guía de sus<br />

decisiones relacionadas con él. Al año de haber comenzado<br />

el tratamiento con Joe, su evaluación de la satisfacción<br />

con la vida fluctuaba entre un 75 y un 80%, salvo cuando<br />

el trabajo o la relación le producían estrés. En esas ocasiones<br />

podía bajar al 50 o el 60% durante breves períodos.<br />

En la época de la consulta de Joe, Mandy era gerente<br />

de una sucursal de la cadena de restaurantes en la que<br />

había empezado a trabajar después de iniciar la terapia.<br />

La relación con su nuevo novio progresaba satisfactoriamente<br />

debido a la habilidad de ambos para conversar sobre<br />

sus diferencias y resolverlas.<br />

Joe describió a su cliente como una atractiva joven que<br />

se había vuelto muy dependiente de las seguridades que<br />

él le daba. Admitía que le iba muy bien, pero había algo<br />

que lo preocupaba: Mandy no se sentía aún lo bastante segura<br />

de sí misma y su índice de satisfacción con la vida no<br />

siempre rondaba el 80%. <strong>El</strong> asesoramiento se centró en<br />

los siguientes puntos:<br />

La situación laboral<br />

Asesor: La cliente parece estar afianzada en una carrera<br />

que le agrada. ¿Qué clase de estrés sufre en el trabajo?<br />

¿Cree usted que es capaz de manejarlo?<br />

Joe: Sus problemas no van más allá de los que tiene que<br />

enfrentar cualquier gerente. Habitualmente, me comenta<br />

su manera de manejarlos y creo que es muy capaz.<br />

Asesor: ¿Tiene buen criterio?<br />

Joe: Sí, pero no confía en que sea un buen criterio.<br />

Asesor: En una escala de 1 a 10, en la que 10 representa el<br />

máximo de confianza, ¿hasta qué punto confía usted en<br />

que ella puede manejar los problemas?<br />

Joe: Ocho.. . 9...<br />

Asesor: ¿Y hasta qué punto cree usted que Mandy confía?<br />

258<br />

Joe: Bien, a veces su confianza podría evaluarse en 10,<br />

pero cuando las cosas salen mal, baja a 2 o 3. Supongo que<br />

tiende a exagerar... ese es su estilo.<br />

A esta altura, Joe reconoció que reaccionaba en exceso<br />

ante las exageraciones de Mandy, y que debía confiar más<br />

en los recursos de su cliente cuando esta acudía en busca<br />

de ayuda para sus problemas.<br />

La relación<br />

Joe también se inquietaba por la estabilidad de la relación<br />

de Mandy, porque su novio aún no le había pedido<br />

que fuera a vivir con él. <strong>El</strong> asesor preguntó si había señales<br />

de que Mandy estuviera siendo usada una vez más, y<br />

Joe le contestó que en apariencia no las había. <strong>El</strong> joven<br />

parecía sincero y afectuoso, pero no estaba preparado para<br />

comprometerse plenamente antes de graduarse, para<br />

lo cual le faltaban seis meses.<br />

Asesor: ¿Qué cree usted que necesita Mandy en lo concerniente<br />

a la relación?<br />

Joe: Más o menos lo que tiene. Simplemente, no quiero<br />

que se sienta herida otra vez.<br />

Asesor: De acuerdo con lo que me ha contado, es poco probable<br />

que eso suceda.<br />

Joe: En efecto.<br />

Asesor: Y si él la hiriese, ¿cómo manejaría Mandy la situación,<br />

en comparación con las primeras sesiones con usted?<br />

Joe: Mucho mejor. Su trabajo le agrada y tiene más amigos<br />

que antes.<br />

Una vez más, Joe reconoció que la sobreprotegía.<br />

Disfrute de la vida<br />

Mandy no siempre informaba que su disfrute de la<br />

vida ascendía al 75%.<br />

2 5 9


Asesor: ¿Qué pasaría si lo hiciera?<br />

Joe: Habría llegado el momento de terminar la terapia.<br />

Asesor: ¿Cree que la cliente quiere terminarla?<br />

Joe: No, creo que teme no ser capaz de arreglárselas por<br />

sí sola.<br />

Asesor: ¿Y usted qué opina de darla por terminada?<br />

Joe advertía ahora que también él enfrentaba un problema<br />

de separación respecto de Mandy y que había contribuido<br />

a hacerla dependiente de la terapia.<br />

<strong>El</strong> asesor preguntó qué haría Joe si Mandy tuviera que<br />

mudarse a otra ciudad dentro de un mes o caducara la cobertura<br />

de su seguro de salud. Joe sabía que tenía que responder<br />

menos a la incertidumbre de Mandy y apoyar más<br />

sus puntos fuertes. Para lograr este objetivo debía normalizar<br />

el estrés laboral y los problemas del noviazgo y remitir<br />

a Mandy a la época en que manejaba con éxito problemas<br />

similares. Se daba cuenta de que aún tenía que trabajar<br />

con Mandy en lo concerniente al modo de manejar<br />

ciertas situaciones en el futuro. Creía que manejaría la<br />

terminación con delicadeza a lo largo de unas pocas sesiones,<br />

con la seguridad de que Mandy siempre tendría la<br />

puerta abierta si necesitaba volver en busca de una «inyección<br />

de refuerzo».<br />

También reconoció que debía afrontar la pérdida de su<br />

relación con Mandy y ponerla en la perspectiva adecuada.<br />

Tuvo el coraje de admitir que quizá no había pensado antes<br />

en la terminación porque Mandy era una joven atractiva<br />

de cuya compañía y admiración disfrutaba. No es inusual<br />

que cuando un terapeuta cobra afecto a un cliente por<br />

razones que le son propias, una terapia breve se convierta<br />

en una terapia prolongada.<br />

Autoevaluación del terapeuta con respecto a la<br />

terminación<br />

Una de las características de la TCS y de otros modelos<br />

que recurren a los clientes para aclarar qué quieren estos<br />

260<br />

de la terapia es su aptitud de preservar nuestra honestidad.<br />

Si aceptamos realmente lo que nos dicen los clientes<br />

sobre sus objetivos en la terapia y los cambios que experimentan,<br />

no seguiremos viéndolos más tiempo del necesario.<br />

Cuanto antes puedan percibir que ya no necesitan la<br />

terapia, más fuertes y competentes se sentirán.<br />

La causa más frecuente de que los tratamientos breves<br />

se conviertan en prolongados reside en que los terapeutas<br />

suelen olvidar que los clientes poseen los puntos fuertes y<br />

los recursos para ayudarse a sí mismos. Los terapeutas<br />

son a veces perfeccionistas o sobreprotectores y siguen<br />

atendiendo a clientes que ya no los necesitan. Aunque lo<br />

hagan para reforzar los cambios y asegurarse de que los<br />

clientes están bien, el mensaje que estos reciben es «No<br />

confío en que pueda estar bien sin mí».<br />

La terminación ideal ocurre cuando los clientes informan<br />

que han hallado una solución, el terapeuta arregla<br />

una cita para un mes más tarde, los clientes dicen seguir<br />

satisfechos con la solución, y ellos y el terapeuta se dan la<br />

mano y se despiden. Para lograr la mayor cantidad de terminaciones<br />

ideales y realizar tratamientos tan breves como<br />

sea posible, es indispensable que efectuemos una evaluación<br />

sincera de lo que sentimos por los clientes. Debemos<br />

preguntarnos: «¿Lo sigo viendo porque él me lo pide<br />

y me gusta complacer a la gente? ¿Es ella una persona interesante<br />

o sexualmente atractiva de cuya presencia disfruto?<br />

¿Tiene este cliente autorización para diez sesiones<br />

y, aunque su problema se resolvió en seis, el ingreso<br />

obtenido con las sesiones de más me beneficiará sin perjudicarlo?<br />

¿Quiero que esta mujer alcance algunas metas<br />

que en mi opinión la beneficiarán, pero que ellos no indicaron?».<br />

Por supuesto, también tenemos que considerar los<br />

casos en que nos apresuramos a terminar una terapia porque<br />

los clientes no nos gustan, nos hacen sentir ineficaces<br />

y hasta nos inspiran temor.<br />

261


Clientes con problemas crónicos<br />

En el caso de los clientes afectados por un problema<br />

físico o emocional crónico, su capacidad para valerse por sí<br />

lirismos es muy variable. Algunos pueden trabajar y costear<br />

su subsistencia, mientras que otros dependen de un<br />

seguro por invalidez. Algunos inician una psicoterapia por<br />

su propia decisión y otros son derivados por un profesional<br />

de la salud.<br />

Una de las muchas cargas que agobian a quienes padecen<br />

de una enfermedad crónica es el rótulo que esta les<br />

impone. Un problema de salud semejante puede hacer<br />

que el enfermo tenga una imagen negativa de sí mismo, o<br />

dar origen a un prejuicio en otras personas. Influye en las<br />

expectativas y, por lo tanto, en la productividad potencial.<br />

La filosofía de los puntos fuertes de la que está imbuida, la<br />

TOS es un enfoque útil en estos casos, debido al supuesto<br />

de que cada cliente es único y, por consiguiente, también lo<br />

es en sus posibilidades de cambio.<br />

He tenido conocimiento directo de una situación en la<br />

cual un cliente que nueve años antes había recibido un<br />

diagnóstico de depresión crónica, se recuperó totalmente<br />

y cambió su estilo de vida cuando fue reevaluado y tratado<br />

por un terapeuta centrado en la solución que reconoció<br />

sus puntos fuertes. Aunque se trata de una excepción, este<br />

caso demuestra que debemos mantener una actitud de<br />

apertura mental con todos ios clientes con quienes trabajamos.<br />

EJEMPLO DE CASO: VIRGINIA<br />

<strong>El</strong> caso de Virginia nos muestra que los rótulos pueden<br />

eclipsar los puntos fuertes, y también es un ejemplo de la<br />

importancia de la relación terapeuta-cliente en ios tratamientos<br />

más largos (Kreider, 1998). Virginia, una mujer<br />

de 42 años con una discapacidad atendida por la seguridad<br />

social, fue derivada por su asistente social en procura<br />

de un tratamiento para el manejo de la ira. Tenía un considerable<br />

sobrepeso, había sido operada de una fisura pa-<br />

262<br />

latina y caminaba con dificultad a causa de un pie deforme.<br />

Su madre biológica murió cuando ella tenía tres años.<br />

Su padre volvió a casarse dos años más tarde. <strong>El</strong> y su segunda<br />

esposa cancelaron la patria potestad cuando Virginia<br />

tenía 16 años, debido a que no podían controlar su<br />

conducta agresiva. Virginia nunca volvió a verlos. Quedó<br />

bajo la tutela del Estado y vivió en hogares sustitutos hasta<br />

que, a. los 17 años, fue internada en un hospital para enfermos<br />

mentales crónicos. Su historia clínica exhibía diversos<br />

diagnósticos, entre ellos esquizofrenia, depresión<br />

crónica y trastorno de personalidad fronteriza con episodios<br />

psicóticos. En el hospital la mantenían sedada para<br />

refrenar su conducta. Después de permanecer internada<br />

durante once años, un golpe de suerte le permitió obtener<br />

el alta. A un nuevo residente psiquiátrico asignado a su<br />

sale le interesó su caso y logro convencer a sus supervisores<br />

de que le retiraran la medicación que estaba tomando<br />

y la sustituyeran por litio y un tranquilizante. Los resultados<br />

fueron tan buenos que permitieron a Virginia llevar<br />

una vida independiente con el apoyo de los servicios sociales.<br />

Cuando la conocí vivía con un hombre a quien había<br />

conocido hacía algunos años. Este y una madre sustituía<br />

que residía en otra parte del Estado eran sus únicos contactos.<br />

La asistente social de Virginia la había descripto como<br />

una cliente difícil, que era incapaz de llevarse bien con la<br />

gente y había sido despedida por su ultimo terapeuta. En<br />

nuestra primera sesión deduje que Virginia estaba muy<br />

angustiada porque evitaba el contacto ocular y descargaba<br />

un imparable torrente de ira sobre todo lo referente a<br />

su vida.<br />

Mi relación con Virginia duró doce años. Las fases del<br />

tratamiento que resumiré a continuación abarcaron seis<br />

de esos años.<br />

1. Durante los dos primeros meses, la asistencia de Virginia<br />

a las sesiones fue irregular, y su cooperación, casi<br />

nula. Se negó a responder a toda referencia a una solución.<br />

Como nada es totalmente negativo y la terapia breve<br />

avanza a paso lento, decidí esperar y concentrarme en el<br />

263


clima emocional. Virginia tenía cuatro gatos a quienes<br />

llamaba sus «bebés» y hablaba de ellos con ternura. Yo le<br />

preguntaba por los gatos a menudo.<br />

A partir del tercer mes, Virginia comenzó a venir con<br />

regularidad todas las semanas y a contarme parte de su<br />

historia. Aún se negaba a hablar sobre metas.<br />

2. Un servicio de transporte provisto por la seguridad<br />

social trasladaba a Virginia a las sesiones. Unos seis<br />

meses después de comenzada la terapia, la asistente social<br />

llamó para avisarme que la empresa propietaria de<br />

las camionetas amenazaba con dejar de traerla porque<br />

ella insultaba a los conductores.<br />

Saqué a relucir el tema durante nuestra sesión, pero<br />

Virginia negó toda responsabilidad. En un primer momento,<br />

cuando dije que lamentaría que eso nos impidiera<br />

reunimos en el futuro, ignoró mis palabras, pero finalmente<br />

admitió que la beneficiaría poder hablar con alguien,<br />

sobré todo una persona que no le dijera lo que debía<br />

hacer. Acepté su enojo con los conductores como algo legítimo<br />

y la interrogué al respecto. Resultó ser que los insultaba<br />

porque creía que mostraban poca sensibilidad en el<br />

trato con algunos de los pacientes inválidos que iban en la<br />

camioneta.<br />

Terapeuta: ¿Qué cree que puede hacer, aparte de enojarse<br />

con el conductor, cuando la angustia la posibilidad de que<br />

alguien se lastime o esté incómodo?<br />

Virginia: Callarme la boca.<br />

Terapeuta: ¡Pero eso es difícil! Especialmente cuando se<br />

trata de usted.<br />

Virginia: ¡Ya lo creo! <strong>El</strong>los no se callan para nada.<br />

Terapeuta: ¿Le ocurre a veces ver algo que la preocupa y<br />

hacer algo que no sea enojarse con el conductor?<br />

Virginia: ¿Cómo qué?<br />

Terapeuta: No lo sé. ¿Qué otras cosas hace durante el viaje<br />

en la camioneta cuando se irrita?<br />

Virginia: Me callo o grito.<br />

Terapeuta: ¿Qué otra cosa podría hacer?<br />

Virginia: No entiendo.<br />

264<br />

Terapeuta: Algunos dicen que cuando están en una situación<br />

preocupante le preguntan a la persona a cargo si se<br />

da cuenta de que podría haber algún peligro.<br />

Virginia: <strong>El</strong>los quieren que no abra la boca, y punto.<br />

Terapeuta: ¿Es eso lo que usted quiere hacer, no abrir la<br />

boca?<br />

Virginia: Hum. .. No puedo hacerlo cuando estoy enojada.<br />

Terapeuta: ¿Le gustaría probar algunas cosas que podrían<br />

ser útiles?<br />

Virginia: Sí, pero... se necesitaría un milagro.<br />

<strong>El</strong> hecho de que empleara esa palabra me dio pie para<br />

formularle la pregunta del milagro. Aunque al principio<br />

no pudo, contestarla, la pregunta le hizo recordar una excepción:<br />

a veces, cuando se esforzaba por pensar en otra<br />

cosa, era capaz de controlarse. ¿En qué querría pensar<br />

cuando estuviera en la camioneta? En sus gatos, contestó.<br />

Trataría de repetir sus nombres una. y otra vez cuando<br />

sintiera enojo.<br />

Virginia lo intentó durante una semana, pero tuvo otro<br />

arranque de ira cuya consecuencia fue la cancelación de<br />

sus viajes. Esto exacerbó su enojo y tuve que dedicar bastante<br />

tiempo a escucharla por teléfono y felicitarla, ante<br />

todo, por haber tratado de controlar su temperamento.<br />

Luego me ofrecí a hablar con la empresa de transportes<br />

para abogar por ella. Consintió de mala gana. Se le dio<br />

otra oportunidad y no hubo nuevas quejas. Con posterioridad,<br />

cada vez que nos veíamos elogié su capacidad de controlarse<br />

y hablamos detenidamente sobre cómo lo lograba.<br />

Además de repetir el nombre de sus gatos, había empezado<br />

a contar los automóviles de color rojo que veía y a<br />

observar otras cosas a través de la ventanilla.<br />

3. Después de este incidente, Virginia concentró más<br />

sus ideas. Dijo que quería trabajar para sentirse menos<br />

frustrada. ¿De cuál de las frustraciones experimentadas<br />

en su vida deseaba ocuparse en primer término? De la relación<br />

con Sam, su novio. ¿Qué aspectos de esa relación la<br />

decepcionaban? Un pequeño cambio puede llevar a cambios<br />

más grandes. <strong>El</strong> hecho de que Sam no le contestara<br />

cuando ella le hablaba. Fue difícil para Virginia ceñirse a<br />

265


esta queja específica sobre Sam, pero el proceso de sus fastidios<br />

y el retraimiento de él parecieron mejorar. Sam participó<br />

en algunas sesiones. Utilicé preguntas centradas en<br />

la solución y me basé en lo que funcionaba bien para ellos<br />

como pareja. Hablamos mucho de sus sentimientos y reforcé<br />

reiteradamente los aspectos positivos de su relación.<br />

En una escala en la que 1 representaba una relación muy<br />

mala y 10 la mejor relación imaginable, ambos hablaron<br />

de un progreso de 3 a 7.<br />

4. <strong>El</strong> invierno se aproximaba y ya hacía cerca de un año<br />

que veía a Virginia casi una vez por semana. La asistente<br />

social informó que se mostraba más relajada y controlada,<br />

de modo que sugerí que comenzáramos a vernos cada<br />

quince días. Tuve que plantear la sugerencia con cuidado<br />

para que no fuera interpretada como un rechazo. Virginia<br />

había comenzado a disfrutar de nuestras reuniones semanales,<br />

y aproveché su empatia con los minusválidos para<br />

decirle que si venía con menos frecuencia habría más<br />

tiempo disponible para ocuparse de otra persona que necesitara<br />

ayuda. Le indiqué que podía hablarme por teléfono<br />

entre sesiones si lo consideraba necesario. Lo tomó a<br />

bien y llamó muy pocas veces.<br />

5. Cinco meses después, un vehículo atropelló a uno de<br />

los gatos de Virginia. Esta pérdida reavivó el recuerdo de<br />

otras que había sufrido en su vida, como la muerte de su<br />

madre biológica y la pérdida de contacto con el psiquiatra<br />

que la rescató. Durante unos seis meses reanudamos las<br />

sesiones semanales para tratar de aliviar sus estados alternados<br />

de ira y tristeza, que además repercutían en su<br />

relación con Sam.<br />

6. Cuando las cosas volvieron a estabilizarse, redujimos<br />

en forma gradual la frecuencia de las sesiones y abordamos<br />

telefónicamente unas pocas crisis menores. En<br />

esas conversaciones por teléfono era suficiente dejarla<br />

desahogarse y preguntarle luego qué necesitaba para<br />

calmarse y sentirse bien consigo misma.<br />

Durante los dos años siguientes sólo vi a Virginia cuando<br />

enfrentaba una crisis. Por ejemplo, cuando se peleó con<br />

su locador porque este decía que ella y Sam debían pagar<br />

unas reparaciones, cosa que Virginia creía injusta. Final-<br />

266<br />

mente, resolvió la situación recurriendo a lo que había<br />

aprendido en sus conflictos con los conductores de las camionetas<br />

y probando otras maneras de negociar sin<br />

generar enfrentamientos.<br />

7. Virginia acudió a su último período de sesiones seis<br />

años después de nuestro primer encuentro. Sam había<br />

perdido su empleo y estaba muy deprimido. <strong>El</strong>la reaccionó<br />

con ira y frustración. Volvimos a reunimos una vez por semana,<br />

y finalmente la pareja decidió ir a vivir más cerca<br />

de la madre sustituta de Virginia, que comenzaba a tener<br />

problemas de salud.<br />

Despedirme de Virginia no fue fácil para mí. Con el<br />

tiempo había llegado a apreciar a la mujer que se ocultaba<br />

tras una fachada a menudo hostil: una persona bondadosa,<br />

honesta, inteligente y dotada de una increíble capacidad<br />

de resiliencia. <strong>El</strong> respeto que me inspiraba, sin embargo,<br />

habría de incrementarse aún más.<br />

8. Después de su mudanza, Virginia siguió comunicándose<br />

conmigo de vez en cuando. Se había conectado con un<br />

terapeuta y un psiquiatra de la localidad, pero aún me llamaba<br />

en ocasiones y me visitó una vez, algunos años después.<br />

Siempre me enviaba una postal en Navidad y en<br />

Pascua. Me informaba cuando moría alguno de sus gatos<br />

o llegaba uno nuevo.<br />

Tres años más tarde, sus llamadas se hicieron más frecuentes<br />

porque a Sam le habían diagnosticado un cáncer<br />

de estómago. Virginia lo cuidó en la casa durante todo un<br />

año. Se casaron dos meses antes de su muerte. <strong>El</strong>la fue<br />

una enfermera increíblemente paciente y dedicada. Ya<br />

próximo el desenlace, planearon entre ambos el funeral<br />

de Sam, incluso la ropa que llevaría puesta en el ataúd.<br />

Durante algún tiempo, después de la muerte de Sam, tuve<br />

menos noticias de ella.<br />

Luego, unos ocho meses más tarde, recibí por correo<br />

una cinta magnetofónica que Virginia había grabado en<br />

medio de la noche. Se sentía terriblemente apenada y no<br />

podía dormir. Me pedía que le contestara en la misma<br />

cinta y se la enviara. Intercambiamos cintas cuatro o cinco<br />

veces, y poco a poco Virginia comenzó a sentirse mejor.<br />

Su asistente social le estaba buscando un trabajo volunta-<br />

267


io en la comunidad que no le planteara demasiadas exigencias<br />

físicas o emocionales. La última vez que tuve noticias<br />

de ella estaba por mudarse nuevamente, y luego no<br />

hubo más contactos.<br />

En esto consiste la TCS prolongada o de apoyo. Puede<br />

provocar cambios considerables si la capacidad innata del<br />

cliente lo permite. Se guía por los supuestos básicos, pero<br />

a menudo se extiende más allá del consultorio, a semejanza<br />

de los estudios de rehabilitación de personas inadaptadas.<br />

EJEMPLO DE CASO: EL HOMBRE QUE OÍA VOCES 1<br />

La TCS es apropiada para clientes que han oído voces<br />

toda su vida. Les ofrece una relación con un terapeuta que<br />

acepta su punto de vista en vez de cuestionarlo, y reduce<br />

así la angustia. Esta relación puede estabilizar a los clientes<br />

e infundirles un sentimiento de mayor control y agencia<br />

personales.<br />

Fred era un hombre blanco de 45 años que percibía<br />

una pensión por invalidez y estaba asociado al sistema de<br />

salud mental desde hacía 25 años. Vivía solo y trabajaba<br />

media jornada distribuyendo la correspondencia interna<br />

en una gran empresa. Comenzó a oír voces al ingresar a la<br />

universidad, y abandonó sus estudios poco después. Lo<br />

derivó su asistente social, preocupado porque el consumo<br />

de alcohol de su cliente comenzaba a descontrolarse. Fred<br />

era atendido por un psiquiatra que prescribía y supervisaba<br />

su medicación.<br />

Terapeuta: ¿Podría decirme por qué cree que está aquí?<br />

Fred: Mi asistente social me dijo que debía venir. A veces<br />

se preocupa cuando va a mi casa y ve botellas de cerveza<br />

por todos lados.<br />

1 La descripción de este caso fue suministrada por Brett Brasher, del<br />

Mental Health Center del condado de Dane, Wisconsin. Es un ejemplo<br />

del tipo de casos que suele tratar.<br />

268<br />

Terapeuta: ¿Por qué las botellas de cerveza lo hacen<br />

preocuparse por usted?<br />

Fred: Cree que estoy bebiendo demasiado. Quizá lo hago<br />

a veces, pero si usted tuviera que pasar por lo que yo paso,<br />

también bebería mucho. ¿Usted bebe?<br />

Terapeuta: Nunca mientras trabajo. (Fred ríe.) Su asistente<br />

social debe apreciarlo verdaderamente para preocuparse.<br />

¿Hace mucho que trabajan juntos?<br />

Fred: Oh, sí, viene a verme dos veces por semana. Me hace<br />

algunas compras. Me ayuda a hacer las cuentas. Así<br />

realmente es otra cosa. Hace años, cuando estaba en el<br />

hospital, creía que nunca saldría, sabe, que nunca volvería<br />

a ser libre. Estar en el programa es una gran ayuda.<br />

Terapeuta: ¿Qué cosas le preocupan de la bebida?<br />

Fred: No me preocupa gran cosa. Gasto demasiado dinero,<br />

pero a veces es lo único que puedo hacer. Vea, a menudo<br />

voy a un bar y la gente me mira de un modo raro. Pero después<br />

de un rato, después de haber tomado algunas cervezas,<br />

soy como todos los demás.<br />

Terapeuta: Pero su asistente social se preocupa, ¿no es<br />

cierto?<br />

Fred: Bueno, a veces es la única manera.<br />

Terapeuta: ¿La única manera?<br />

Fred (con lágrimas): Sí.<br />

Terapeuta: ¿La única manera de manejar lo que pasa<br />

dentro de su cabeza?<br />

Fred: Sí, eso es. Cuando tengo suficiente para tomar, todo<br />

queda en silencio, realmente en silencio. Cuando hay silencio,<br />

puedo pensar. Puedo hacer cosas. No oigo a los demonios.<br />

<strong>El</strong> terapeuta se enteró de que la bebida contribuía a<br />

acallar las voces del cliente. Como esto era para él un valioso<br />

mecanismo de protección, no era posible reemplazarlo<br />

hasta que hallara otro más apropiado. Por lo tanto, decidió<br />

proceder lentamente y concentrarse en establecer,<br />

ante todo, una relación de confianza. Durante algunas<br />

semanas se abstuvo de instar al cliente a dejar de beber y<br />

se limitó a mostrarse interesado en él y en su vida. <strong>El</strong><br />

cliente le permitió asomarse a su mundo interior-.<br />

269


Fred: Oh, Dios, es curioso. Digo «Oh, Dios» porque eso es<br />

lo que me ayuda. Escucho a Dios. Solía ocurrir que lo<br />

único que escuchaba en la cabeza era al diablo, a los demonios.<br />

Tenía dos demonios: uno me decía que me lastimara<br />

y el otro me decía tantas cosas que usted no querría<br />

ni escucharlas. Ahora trato de escuchar a Dios. Y cuando<br />

escucho a Dios, eso me ayuda a luchar contra las tentaciones<br />

del diablo. Dios me dice que no me preocupe por el diablo.<br />

Hay momentos en que no escucho ninguna voz. Pasa<br />

generalmente cuando estoy trabajando.<br />

Terapeuta: ¿Cómo hace para que ocurra eso? [Presupone<br />

el control del cliente.]<br />

Fred: Lo primero es decirles que no voy a escucharlos<br />

mientras trabajo. Mi horario es desde las doce hasta las<br />

tres de la tarde. Las noches son duras. Voy a casa a eso de<br />

las seis y media, me siento en la silla, me pongo a fumar y<br />

los dejo venir. A veces hace falta tanta energía que es difícil<br />

dormir.<br />

Terapeuta: Cuando las cosas empiecen a mejorar, ¿qué<br />

cree que será lo primero que notará?<br />

Fred: Tendré más fuerza. Tendré más energía y seré más<br />

interesante; tal vez incluso empiece a hablar con la gente<br />

un poco más.<br />

Terapeuta: ¿Ya le pasa alguna vez?<br />

Fred: A veces, pero no es suficiente.<br />

Terapeuta: Si tuviera que aconsejar a alguien que oyera<br />

voces como usted, ¿qué le diría?<br />

Fred: Le diría que trate de vivir con el menor estrés posible.<br />

Si uno tiene una vida sin estrés y la mantiene así durante<br />

un buen tiempo, tiene mayores probabilidades de<br />

sobrevivir.<br />

Terapeuta: ¿Alguna otra cosa?<br />

Fred: Que se cuide con las comidas. Algunos alimentos<br />

asustan a los demonios. Comer arroz marroquí o basmati<br />

suele ayudar.<br />

Cuando Brett Brasher llegó a saber más acerca de los<br />

recursos únicos del cliente, intentó reforzarlos con vistas<br />

al futuro. Con este tipo de clientes, Brasher recomienda<br />

adoptar un enfoque abierto del tratamiento. Han atrave-<br />

270<br />

sado una experiencia de muchos años; por lo tanto, aunque<br />

lo desean, la idea de un cambio también los aterroriza.<br />

La pregunta sobre cómo sabrán que no tienen que venir<br />

más puede llevarlos a imaginar un estado de indefensión<br />

y, por consiguiente, no es recomendable. <strong>El</strong> progreso<br />

debe manejarse tentativamente y con lentitud.<br />

<strong>El</strong> diálogo que transcribimos a continuación se produjo<br />

un par de meses después de iniciado el tratamiento.<br />

Terapeuta: ¿Diría usted que está manejando las cosas un<br />

poco mejor que cuando nos reunimos por primera vez?<br />

Fred: Oh, sí, mucho mejor. Anoche estuve sentado una<br />

hora y me aburrí.<br />

Terapeuta: ¿Se aburrió?<br />

Fred: Sí, me aburrí. Me encanta sentirme aburrido. Sabe,<br />

es un momento de paz. Cuando me aburro, sé que no va a<br />

entrar nada. Simplemente puedo existir.<br />

Terapeuta: Esa es verdaderamente una imagen de paz.<br />

Fred: Trato de manejar la psicosis con paciencia y valentía.<br />

La paciencia y la valentía son una gran ayuda para<br />

derrotar a los demonios.<br />

Terapeuta: [Tranquiliza al cliente con respecto a su presencia<br />

en el futuro.] ¿Qué necesita saber para creer que<br />

dentro de seis meses, cuando hablemos de esto, se sentirá<br />

bien consigo mismo?<br />

Fred: Necesito saber que Dios está conmigo. Vea, Dios dice<br />

que los verdaderos esquizofrénicos tienen un agujero en el<br />

alma. Hablar con Dios puede rescatarme. Y aunque sé<br />

que he pasado por todas estas miserias, estoy cultivando<br />

un alma buena.<br />

Terapeuta: ¿Cuando cultiva también siembra?<br />

Fred: Bueno, ir a la iglesia asusta a los demonios.<br />

Terapeuta: [Sigue el pensamiento del cliente en lugar de<br />

sus propias ideas sobre la siembra.] Cuando está en la<br />

iglesia, ¿qué hace para experimentar una sensación de serenidad?<br />

Fred: Estar en la iglesia hace saber a los demonios que no<br />

les temo. Si dudas, sé valiente. Con valentía se puede derrotar<br />

a muchos demonios. Los demonios no son tan inteligentes.<br />

Después sí tengo problemas. Sabe, especialmen-<br />

271


te al anochecer, cuando mi energía psíquica baja sus defensas.<br />

Brett Brasher también recomienda no ver con demasiada<br />

frecuencia a los clientes que oyen voces. Aunque necesitan<br />

un apoyo continuado, puede ser contraproducente<br />

que estén demasiado pendientes de los detalles de su vida.<br />

A menudo, Brasher los invita a determinar cuántas<br />

visitas por mes les resultan cómodas. Fred prefirió concurrir<br />

una vez por mes, aproximadamente. Después de<br />

unos cuatro meses anunció que había decidido dejar de<br />

beber.<br />

Fred: Hace tres semanas que estoy sobrio. Decidí que no<br />

tenía mucho sentido venir a verlo y seguir bebiendo. También<br />

decidí que Dios siente que debo estar despierto con<br />

los cinco sentidos.<br />

Terapeuta: ¿Eso ha significado alguna diferencia para usted?<br />

¿Dejar de beber y todo lo demás?<br />

Fred: Sí. He comprobado que tomo más café y fumo más<br />

cigarrillos. ¿Sabe que cuando fumo las cosas se aquietan<br />

un rato?<br />

<strong>El</strong> cliente comenzaba a descubrir sus sustitutos para la<br />

bebida. Comentó que al inhalar el humo de un cigarrillo<br />

podía concentrarse en la respiración, en lugar de pensar<br />

en el cerebro. Dijo también que había conseguido un teléfono<br />

celular y que cuando las voces eran muy fuertes lo<br />

sacaba del bolsillo y comenzaba a hablar.<br />

Fred: Parezco un yuppie (risas).<br />

Terapeuta: ¿Qué otras cosas lo ayudan?<br />

Fred: Hablar con usted, y tengo algunos amigos. A veces<br />

nos juntamos y hablamos sobre las cosas que pasan. Pero<br />

es difícil. Es mejor tocar la guitarra.<br />

Terapeuta: ¿Cómo reaccionaron las voces cuando habló de<br />

ellas con otras personas?<br />

Fred: Ah, no les gusta. Empiezan a elevar el tono y yo rezo.<br />

Y cuando lo hago, tengo la fuerza necesaria para romper<br />

el silencio.<br />

272<br />

Terapeuta: ¿Qué pasa cuando no presta atención a lo que<br />

le sugieren las voces?<br />

Fred: Ah, se enfurecen. Pero ahora empiezo a darme cuenta<br />

de que la virtud de luchar contra esos demonios permite<br />

una gran transformación espiritual. La enfermedad es<br />

un cambio para acercarme a Dios. Esa es mi salvación.<br />

Tengo una gran deuda con Dios. Quiero pagársela. Sé que<br />

le debo mucho, pero no sé dónde enviarle el cheque.<br />

Terapeuta: No creo que Dios necesite dinero, así que no es<br />

preciso que envíe el cheque a ninguna parte.<br />

Fred: Sí, tiene razón.<br />

Terapeuta: En lugar de enviar un cheque, ¿qué podría<br />

hacer con parte del dinero que ha ahorrado al dejar la<br />

bebida? [Trata de guiar al cliente hacia más estrategias de<br />

protección.]<br />

Fred: Bueno, estoy ahorrando para comprar una computadora.<br />

Quizá cuando la tenga pueda conectarme a Internet<br />

y hablar con otras personas. Cuando tipeo, nadie sabe<br />

en qué estoy pensando.<br />

<strong>El</strong> cambio no siempre se logra sin tropiezos. Al mes siguiente,<br />

Fred tuvo una seria recaída, durante la cual creyó<br />

que la gente lo seguía porque san Pablo trataba de matarlo<br />

por no ir con suficiente frecuencia a la iglesia.<br />

Terapeuta: ¿Qué le hizo pensar que era san Pablo?<br />

Fred: Simplemente, lo sabía. Me perseguía. Fue algo horrible.<br />

Terapeuta: Parece horrible. ¿Está seguro de que era san<br />

Pablo?<br />

Fred (con perplejidad): Sí. ¿Qué me quiere decir?<br />

Terapeuta: Bueno, san Pablo es un santo de amor. ¿Por<br />

qué un santo de amor va a tratar de hacer cosas que nos<br />

hagan dudar de su amor? [Ofrece una reformulación.]<br />

Fred: No sé.<br />

Mientras hablaba con el terapeuta de la misión de san<br />

Pablo, el cliente comenzó a cambiar de idea sobre el significado<br />

de sus temores.<br />

273


Fred: ¿Es posible que san Pablo esté tratando de ayudarme?<br />

Terapeuta: Me pregunto si no trata, a lo mejor, de que<br />

usted esté más enterado y sea más consciente de lo que lo<br />

rodea.<br />

Fred: Voy a pensar en eso.<br />

<strong>El</strong> trabajo con personas que oyen voces bien puede ser<br />

el ejemplo más notorio de la cooperación con los clientes y<br />

del papel de los supuestos centrados en la solución como<br />

guías de nuestra actividad. También nos incita a recordar<br />

los puntos fuertes y los recursos de los clientes, a trabajar<br />

lentamente y en procura de pequeños cambios, y a comprender<br />

que no podemos cambiarlos. <strong>El</strong> clima emocional<br />

es igualmente importante, porque proporciona la seguridad<br />

que estos clientes angustiados y desconfiados no<br />

encuentran en ninguna otra parte.<br />

También es importante la atención gradual a las emociones<br />

de los clientes. Brasher señala que las personas<br />

que oyen voces están alienadas de sus sentimientos y, en<br />

consecuencia, les resulta difícil interpretar los sentimientos<br />

de los otros. La relación con el terapeuta puede ser una<br />

fuente de aprendizaje seguro.<br />

Las recaídas también se consideran oportunidades<br />

de aprendizaje. <strong>El</strong> énfasis debe ponerse en la pregunta<br />

«¿Qué hay de diferente en este episodio?». De ese modo se<br />

construye una cadena de acontecimientos hacia un futuro<br />

mejor, al que estos clientes, por lo común, no pueden acceder<br />

por sí solos.<br />

Adaptación a la discapacidad<br />

Algunas personas sufren un deterioro súbito o gradual<br />

de su estado físico que determina cambios fundamentales<br />

en su estilo de vida. La consiguiente pérdida de identidad<br />

y la incapacidad de desempeñarse como antes requieren<br />

grandes ajustes. Frente a este dilema, un terapeuta centrado<br />

en la solución tiene que hacer malabarismos para<br />

274<br />

ayudar al cliente tanto a llorar su pérdida como a construir<br />

una nueva vida basada en sus recursos pasados y potenciales.<br />

EJEMPLO DE CASO: CAROL<br />

<strong>El</strong> caso de Carol puede ser un buen ejemplo. En la flor<br />

de la vida, a los 39 años, sufrió una lesión en la médula espinal<br />

como consecuencia de un accidente automovilístico<br />

causado por un conductor que no tenía seguro. Carol, casada<br />

con un dibujante publicitario y madre de cuatro hijos<br />

de entre 8 y 15 años, era copropietaria de una elegante<br />

tienda de ropa femenina. La lesión le provocó incontinencia<br />

intestinal y de la vejiga. Ahora debía controlar estas<br />

funciones por medios mecánicos, pero el método no era<br />

infalible y ella no podía evitar accidentes ocasionales.<br />

Carol fue derivada por su médico, quien creía que necesitaba<br />

ayuda para adaptarse a su discapacidad. <strong>El</strong>la solicitó<br />

que su esposo la acompañara a la sesión inicial. Explicó<br />

que había creído que para ese entonces ya estaría de<br />

vuelta en su trabajo, pero se sentía demasiado débil y demasiado<br />

temerosa de ofender a alguien con un posible<br />

«accidente». Como era evidente, Carol, una mujer que<br />

siempre había ejercido pleno control sobre su vida, sentía<br />

que lo había perdido en todos los aspectos. Se había negado<br />

a tomar antidepresivos o ansiolíticos porque aceptarlos<br />

habría sido, a su juicio, una manera más de renunciar a su<br />

identidad de otrora. Al final de la sesión reconocí su sufrimiento,<br />

pero también manifesté mi asombro por lo bien<br />

que lo sobrellevaba. Creía sinceramente que, muchas<br />

otras personas en esas circunstancias, no harían un esfuerzo<br />

semejante para reasumir sus responsabilidades<br />

familiares y laborales. Enumeré las cosas específicas que<br />

Carol trataba de hacer (ayudar a los hijos en sus tareas<br />

escolares, hacer listas de comestibles, mantenerse en contacto<br />

con su socia) para indicar que ella tenía aún algún<br />

control.<br />

Varios días después de nuestra primera cita, su marido<br />

me llamó para decir que la noche anterior había llevado a<br />

275


Carol a la sala de guardia de un hospital porque se sentía<br />

muy angustiada y revivía escenas del accidente. <strong>El</strong> residente<br />

de guardia, que no manejaba muy bien el inglés,<br />

aconsejó su internación, creyendo que se trataba de un<br />

episodio psicótico. <strong>El</strong> marido de Carol consideraba que el<br />

médico no había entendido bien el estado clínico de su<br />

esposa ni investigado su posible relación con los síntomas<br />

actuales. Cuando Carol se negó a internarse, el médico le<br />

recetó un ansiolítico y exhortó al marido a hacerla ver por<br />

un psiquiatra al día siguiente.<br />

Como se trataba de una emergencia, recibí a Carol y su<br />

esposo al día siguiente. <strong>El</strong>la expresaba una total falta de<br />

esperanzas. Una evaluación de la probabilidad de un suicidio<br />

indicó que no había peligro. Sin embargo, lo acontecido<br />

la noche anterior y la sugerencia de que quizás ella<br />

también empezaba a extraviar el juicio habían empeorado<br />

su estado. <strong>El</strong> médico que la atendía había sido alertado y<br />

se iba a reunir con ella y su esposo ese mismo día para<br />

evaluar su estado de salud. Era viernes, y nos ocupamos<br />

de las medidas necesarias para pasar el fin de semana y<br />

llegar al lunes, cuando volveríamos a encontrarnos.<br />

Para proporcionar a Carol algo de estructura y previsibilidad,<br />

redactamos un programa detallado de lo que debía<br />

hacer, hora por hora, durante las siguientes 48 horas.<br />

La tarea se basó en las excepciones de Carol a la angustia<br />

y la falta de control. Al aportar ideas sobre sus posibles actividades,<br />

ella se sintió más dueña de sí misma. La lista<br />

incluía escuchar música suave de jazz durante la noche,<br />

estar siempre acompañada por el esposo o alguno de sus<br />

hijos y no hablar por teléfono con parientes o amigos. Le<br />

indiqué que en caso necesario podía llamarme por teléfono,<br />

pero no lo hizo.<br />

Volví a reunirme con Carol y su esposo el lunes y me informaron<br />

que habían pasado un buen fin de semana. Aunque<br />

el examen médico de Carol no había arrojado conclusiones<br />

claras, le habían hecho algunos análisis y reducido<br />

la dosis de un medicamento que, como efecto colateral,<br />

podía aumentar la angustia. En los siguientes dos<br />

meses, Carol y yo nos reunimos semanalmente. <strong>El</strong>la siempre<br />

insistía en que su esposo la acompañara. Empleaba la<br />

276<br />

mayor parte del tiempo en desahogar su ira y su frustración,<br />

mientras yo persistía en expresar empatia y reforzar<br />

sus intentos de salir adelante.<br />

Poco a poco, la ira se convirtió en tristeza por la pérdida<br />

de su antiguo yo, y lloró mucho. Carol aún estaba físicamente<br />

frágil. Un estrés emocional excesivo se traducía en<br />

infecciones y otros síntomas físicos que la debilitaban. Por<br />

lo tanto, era preciso contener su aflicción de una manera<br />

que no la abrumara. Le sugerí que se limitara a dar rienda<br />

suelta a su dolor en dos períodos de 20 minutos por día.<br />

Esto le permitía no ceder a cada oleada de dolor y decirse,<br />

en cambio, que postergaría su reacción hasta el momento<br />

preestablecido. Carol respondió bien a la sugerencia porque<br />

le demostraba que tenía algún control.<br />

Unos ocho meses más tarde comenzó a mostrar signos<br />

de mejoría. Tenía más control sobre sus problemas de higiene.<br />

Lloraba menos, estaba más orientada al porvenir y<br />

comenzó a pensar en el futuro de su carrera. La frecuencia<br />

de las sesiones disminuyó.<br />

Sin embargo, mientras las cosas mejoraban para Carol,<br />

su marido y sus hijos comenzaron a liberar parte del<br />

estrés que habían tenido que contener durante tanto<br />

tiempo. Surgieron algunos conflictos entre el marido y el<br />

hijo mayor, y una de las hijas comenzó a exteriorizar sus<br />

impulsos en la escuela. A pedido de Carol, durante varios<br />

meses realizamos sesiones con toda la familia para recapitular<br />

los difíciles acontecimientos del pasado y proyectar<br />

un futuro adecuado a las circunstancias del momento, sin<br />

dejar por eso de considerar las necesidades individuales<br />

de los miembros de la familia.<br />

Durante los dos años siguientes, el progreso de Carol<br />

fue lento y sostenido, aunque mechado de episodios críticos<br />

que requirieron períodos de visitas más frecuentes. De<br />

vez en cuando resurgía su ira por las pérdidas sufridas, y<br />

ella necesitaba ayuda para evitar que afectara la relación<br />

con su familia, sus amigos y sus médicos. En esas ocasiones<br />

necesitaba apoyo y autorización para seguir desahogando<br />

su ira. Aun cuando se había fortalecido lo suficiente<br />

para manejar su automóvil y llevar una vida más independiente,<br />

tuvo que aceptar que nunca podría igualar<br />

277


el ritmo de antaño. Tomó entonces la penosa decisión de<br />

vender su parte en la tienda de ropa y comenzó a buscar<br />

una actividad gratificante que pudiera realizar desde su<br />

casa.<br />

Además de escucharla y de aceptar los sentimientos<br />

que experimentaba al enfrentar sus pérdidas, lo que más<br />

la ayudó fue, al parecer, pedirle que evaluara su progreso<br />

desde el accidente y tratara de discernir los motivos de ese<br />

progreso, y preguntarle qué se necesitaba para dar otro<br />

pequeño paso hacia adelante. Esto contribuyó a mejorar<br />

su aptitud para la autoayuda. Cuanto más confiaba en su<br />

independencia de la terapia, mayor control sentía, y cuanto<br />

mayor control sentía, mejor era su desempeño físico y<br />

emocional.<br />

Cuatro años más tarde, Carol puso fin provisionalmente<br />

a la terapia, con la condición de poder llamar siempre<br />

que lo necesitara. Antes de dar ese paso había atravesado<br />

otro período de aflicción, desencadenado por la muerte de<br />

su padre. Pero cuando se recuperó de esa pérdida evaluó<br />

la calidad de su vida en 8 sobre una escala de 10, en la que<br />

este último puntaje representaba lo máximo que hubiera<br />

podido esperar dada su discapacidad.<br />

Conclusión<br />

Hemos sugerido que los terapeutas centrados en la solución<br />

no deberían pensar en función de casos breves o<br />

prolongados. Si definimos los problemas como perturbaciones<br />

internas y externas que es preciso corregir en nuestro<br />

paso por la vida, su clasificación difícilmente sea de<br />

utilidad para clientes o terapeutas. En algunas personas,<br />

la solución para su supervivencia y bienestar puede demandar<br />

dos sesiones, mientras que en otras quizás adopte<br />

la forma de episodios de apoyo y resolución de problemas<br />

durante toda la vida, entremezclados con períodos de bienestar.<br />

La cuestión no es cuánto dura el tratamiento, sino<br />

cuál es la mejor solución para un cliente determinado.<br />

<strong>El</strong> resultado más favorable para los clientes que requieren<br />

un tratamiento esporádico es el que se obtiene<br />

278<br />

aplicando el supuesto de que un pequeño cambio puede<br />

llevar a cambios más grandes. Cuando cada episodio se<br />

maneja como un problema separado que necesita una<br />

solución, y no como parte de una discapacidad general, los<br />

clientes conservan la esperanza y la confianza en sí mismos.<br />

De igual modo, cuando la pérdida gradual de la función<br />

es tratada como la conservación del funcionamiento,<br />

y no sólo como una pérdida ininterrumpida, los clientes<br />

pueden afligirse y al mismo tiempo mantener el coraje.<br />

<strong>El</strong> tratamiento de casos durante períodos prolongados<br />

puede representar un desafío para los terapeutas acostumbrados<br />

a utilizar la TCS en tratamientos breves. <strong>El</strong><br />

trabajo intermitente durante un período prolongado suele<br />

requerir más paciencia, por lo menos al principio. Los<br />

clientes que vuelven a vernos de tanto en tanto durante<br />

años están a veces tan acostumbrados a que sus familias y<br />

los profesionales los traten como desvalidos o retrasados,<br />

que en ocasiones tardan mucho en reconocer que pueden<br />

contribuir a encontrar sus propias soluciones. Las relaciones<br />

duraderas con los clientes también son un reto para la<br />

objetividad profesional. En este aspecto, es útil la autosupervisión<br />

por medio del pensamiento de dos carriles. Una<br />

vez más, es muy importante recordar que los clientes poseen<br />

los puntos fuertes y recursos necesarios para ayudarse<br />

a sí mismos.<br />

279


12. <strong>El</strong> enfoque de las crisis centrado en la<br />

solución<br />

En el contexto de la teoría expuesta en este libro, una<br />

crisis es un momento del tránsito de un sistema viviente<br />

por la vida en el que su acoplamiento de estructuras está<br />

en peligro. En otras palabras, un momento en el que la supervivencia<br />

de la persona, de su estilo de vida o de sus relaciones<br />

está amenazada.<br />

Sin embargo, en general se considera que una crisis<br />

implica no sólo la posibilidad de un desastre, sino también<br />

la de un cambio favorable. Onnis (1990, pág. 43) señala<br />

que la palabra «crisis» deriva del verbo griego krino (juzgo<br />

o elijo), y por consiguiente sugiere una elección o «un momento<br />

en que se presentan distintas perspectivas y distintas<br />

oportunidades».<br />

Diversas respuestas a la crisis<br />

Fontes (1991) señala que las decisiones tomadas por<br />

los clientes durante una crisis dependen de las creencias<br />

de su terapeuta. Por ejemplo, los enfoques que consideran<br />

totalmente diferentes las situaciones críticas y no críticas<br />

(<strong>Eve</strong>rstine y <strong>Eve</strong>rstine, 1983; Golan, 1978; Meyerson y<br />

Glick, 1976; Rapaport, 1962) suelen estimar que es responsabilidad<br />

del terapeuta proporcionar una estructura<br />

y una dirección. <strong>El</strong>mer-Dewitt (1989, pág. 79) sugiere intervenciones<br />

a medida para las situaciones particulares,<br />

porque es difícil categorizar las crisis con exactitud. Otros<br />

modelos se basan en la división de la crisis en una serie de<br />

pasos (Caplan, 1964; Rapaport, 1962; Sachs, 1968). Según<br />

Caplan, la intervención debe concebirse como el resta-<br />

280<br />

blecimiento de una homeostasis natural entre la gente y<br />

su medio ambiente (Smith, 1978, pág. 397). Este planteo<br />

hace pensar en el acoplamiento de estructuras. <strong>El</strong> modelo<br />

de Fontes, basado en el construccionismo social, sugiere<br />

que, como la verdad no puede determinarse, el terapeuta<br />

debe decidir si es útil actuar como si hubiera una crisis y<br />

emplear cualquiera de las intervenciones precitadas que<br />

considere apropiada. Sin embargo, en este modelo el terapeuta<br />

debe reconocerse como un participante en la<br />

coconstrucción del significado de la crisis y también de<br />

su posible resolución: «Una medida tomada por un clínico<br />

constructivista podría en un caso cualquiera parecerse<br />

a la de otro clínico, pero la actitud hacia el trabajo sería<br />

probablemente distinta, y espero que un constructivista<br />

experimentado emplee menos violencia con los clientes<br />

que un clínico limitado a una concepción absolutista»<br />

(pág. 66).<br />

En este capítulo nos referiremos a un enfoque centrado<br />

en la solución del trabajo con casos que están o pueden estar<br />

en crisis.<br />

¿Qué es una crisis?<br />

Betty, la cliente mencionada en el capítulo 4, fue enviada<br />

por su programa asistencial para empleados a<br />

causa de accesos de llanto repentinos que se sentía<br />

incapaz de controlar.<br />

Una colega centrada en la solución contó que, mientras<br />

estaba sentada con el equipo detrás del espejo de<br />

visión unilateral redactando un mensaje de recapitulación,<br />

notó que su cliente, una mujer de 19 años,<br />

se hacía un corte en el muslo con un cuchillo.<br />

Una pareja llevó a su hija a terapia porque la noche anterior<br />

había tomado cinco comprimidos de Tylenol y<br />

luego había llamado a una amiga para contárselo.<br />

Los padres querían que la muchacha fuera internada.<br />

281


La esposa de un cliente avisa al terapeuta que su marido<br />

lleva un revólver.<br />

¿Qué tienen en común todos estos casos?<br />

1. Hay peligro de daño físico a sí mismo o a otro.<br />

2. Otras personas (incluido el terapeuta) perciben un<br />

peligro para el cliente o para otros.<br />

3. Una persona percibe su falta de control sobre las<br />

emociones.<br />

Todas estas situaciones implican una gran carga emocional,<br />

que incita a los terapeutas a rescatar a los clientes.<br />

Desde luego, la idea de rescatar a los clientes es contraria<br />

a la posición que habitualmente adoptan los terapeutas<br />

centrados en la solución, basada en el supuesto de que los<br />

clientes poseen los puntos fuertes y los recursos para ayudarse<br />

a sí mismos, con la condición de ser conscientes de<br />

ellos. Sin embargo, como profesionales de la salud nuestra<br />

obligación va más allá de la pureza teórica; también exige<br />

responsabilidad social.<br />

La necesidad de usar dos sombreros<br />

<strong>El</strong> sombrero de terapeuta<br />

Cuando usamos el sombrero de terapeuta breve centrado<br />

en la solución, suponemos que los seres humanos,<br />

en el transcurso de su vida, enfrentan situaciones críticas<br />

como enfermedades, la muerte de algún ser querido, huracanes,<br />

tormentas de nieve, incendios, violencia y circunstancias<br />

laborales y relaciones problemáticas, por<br />

mencionar sólo unas pocas. <strong>El</strong> significado que una situación<br />

específica tiene para un individuo en particular determina<br />

que la veamos como un acontecimiento normal o<br />

crítico de su vida. Una vez que un cliente y un terapeuta<br />

han comenzado a hablar de una situación potencialmente<br />

crítica, su significado para el cliente puede cambiar para<br />

282<br />

bien o para mal, lo cual dependerá del cliente mismo.<br />

Mientras el terapeuta siga estimulando el cambio en el<br />

cliente sobre la base de la manera de cooperar de este,<br />

puede considerarse que aún lleva puesto el sombrero de<br />

terapeuta.<br />

<strong>El</strong> sombrero de agente de control social<br />

En nuestra calidad de profesionales habilitados, tenemos<br />

la obligación de observar los principios y normas consagrados<br />

por la sociedad en que vivimos (es decir, por el<br />

gobierno y por nuestras organizaciones profesionales).<br />

Estos preceptos relativos a la práctica se elaboraron para<br />

proteger a nuestros clientes de nosotros y de sí mismos, y<br />

también para proteger a la sociedad de nuestros clientes.<br />

Por lo tanto, cuando estamos con un cliente que se autocalifica<br />

de descontrolado, u otros lo perciben como tal, y<br />

mantenemos con él una conversación que a nuestro juicio<br />

puede generar una situación de menor seguridad o control<br />

para él y/o para otras personas, debemos ponernos el sombrero<br />

de agente social. De lo contrario, si el cliente se inflige<br />

un daño o lo inflige a otra persona, tendremos que<br />

dar cuenta de lo que hicimos para prevenir el incidente<br />

trágico. Si no estamos en condiciones de hacerlo, podemos<br />

perder el derecho de ejercer la profesión y/o ser demandados<br />

ante la justicia.<br />

Cómo decidir qué sombrero usar<br />

<strong>El</strong> uso de dos sombreros puede ser problemático. Considérese<br />

este ejemplo: un terapeuta descubre que un<br />

cliente condenado por golpear a su mujer y enviado a terapia<br />

para que aprenda a controlar su ira incurre nuevamente<br />

en un acto de violencia después de varios meses de<br />

progresos. Su mujer no lo denuncia. <strong>El</strong> terapeuta tiene la<br />

obligación de denunciar el delito al oficial de libertad condicional,<br />

quien hará arrestar al cliente. Sin embargo, esa<br />

denuncia probablemente pondrá en peligro la relación del<br />

283


terapeuta con el cliente y obstruirá el progreso que había<br />

resultado beneficioso tanto para este como para su mujer<br />

y sus hijos. Si no denuncia la reincidencia, no sólo habrá<br />

violado la ley, sino que será considerado responsable de<br />

cualquier daño grave que la mujer sufra en el futuro.<br />

¿Cómo hace, pues, un terapeuta centrado en la solución<br />

para decidir qué sombrero usar, o cómo usar los dos?<br />

Mark Becker, del North Central Health Center de<br />

Wausau, Wisconsin, nos comunicó el siguiente ejemplo,<br />

representativo de los casos que requieren un cambio de<br />

sombrero.<br />

EJEMPLO DE CASO: RANDY<br />

Randy, un niño de 14 años, tenía en su casa y en la escuela<br />

«estallidos de cólera» que se manifestaban como<br />

conducta agresiva, destrucción de propiedad y amenazas<br />

de herirse y de suicidarse. Al aumentar la frecuencia de<br />

tales accesos, fue derivado a terapia junto con su familia.<br />

Vivía con su madre y dos hermanos mayores, de 16 y<br />

17 años, en una estrecha casa rodante. Sus padres se habían<br />

divorciado hacía ya varios años, y el padre tenía escaso<br />

contacto con sus hijos. A los hermanos de Randy tampoco<br />

les iba bien en la escuela.<br />

<strong>El</strong> terapeuta comenzó la sesión haciendo preguntas<br />

sobre excepciones a las dificultades actuales y en relación<br />

con modos eficaces de disminuir la violencia, pero no obtuvo<br />

ninguna información. En esencia, todos se sentían a<br />

merced de las «explosiones» de Randy.<br />

En un esfuerzo por restablecer en alguna medida la<br />

confianza y la esperanza, el terapeuta preguntó a la familia<br />

cómo habían podido hacer frente a las dificultades<br />

actuales. ¿Por qué las cosas no eran aún peores? Todos<br />

coincidieron en que su fuerte relación mutua les había<br />

permitido seguir adelante. Describieron varias actividades<br />

placenteras que compartían, y la madre se mostró especialmente<br />

orgullosa de que Randy se hubiera ofrecido a<br />

colaborar como voluntario en un asilo de ancianos.<br />

284<br />

Ahora que la familia parecía salir a flote gracias a la<br />

conversación sobre los lazos que los unían, el terapeuta<br />

formuló la pregunta del milagro y se enteró de que, si tal<br />

cosa ocurriera, Randy controlaría su frustración sin «estallar»,<br />

se referiría a sí mismo en términos más positivos,<br />

se desempeñaría mejor en la escuela y no amenazaría con<br />

causarse daño. La madre dijo que si se producía un milagro,<br />

ella completaría sus estudios secundarios y encontraría<br />

un mejor empleo. Para uno de los hermanos, un milagro<br />

implicaría completar sus estudios secundarios e ingresar<br />

al ejército. Toda la familia quería tener una vivienda<br />

más confortable.<br />

Dado que Randy había amenazado con suicidarse, el<br />

terapeuta tuvo que ocuparse directamente de cuestiones<br />

de seguridad y elaborar un plan de crisis para el futuro.<br />

La evaluación de la seguridad indicó que Randy no estaba<br />

en riesgo inminente y no era necesario hospitalizarlo. No<br />

obstante se elaboró, con el concurso del joven, su familia y<br />

el personal de la escuela, un claro plan de crisis.<br />

<strong>El</strong> mensaje de recapitulación destacó las luchas que<br />

habían llevado a esa sesión e hizo referencia a los fuertes<br />

lazos de la familia y a sus metas para el futuro. Randy y<br />

sus familiares recibieron la sencilla sugerencia de tomar<br />

nota de cualquier cosa que el muchacho intentara hacer<br />

para evitar un «estallido», aunque se tratara de un gesto<br />

insignificante. <strong>El</strong> terapeuta también informó a la familia<br />

que hablaría con los docentes de Randy para pedirles que<br />

estuvieran atentos a cualquier cosa que pudiera ser útil.<br />

Aunque la madre de Randy y el personal escolar se sintieron<br />

estimulados por el nuevo enfoque terapéutico, Randy<br />

tuvo otro «estallido» en la escuela y en la sesión siguiente<br />

parecía enojado. <strong>El</strong> terapeuta le dijo a la madre<br />

que nadie podía cambiar a Randy, que sólo él podía decidir<br />

hacerlo por sí mismo.<br />

Dos días después, Randy agredió con un puntapié al director<br />

de la escuela y tuvo que ser retirado por la policía.<br />

También se supo que había agredido físicamente a su madre<br />

y sus hermanos, y arrojado al gato contra la pared, y<br />

que se había puesto una cuerda alrededor del cuello, amenazando<br />

con matarse.<br />

285


Cuando llegó a la sesión siguiente con su madre, Randy<br />

no parecía el mismo. Estaba más deprimido, pero también<br />

más agitado. Cuando el terapeuta le preguntó qué<br />

había ocurrido, su respuesta fue: «Mi vida es un fracaso.<br />

Ojalá no hubiera nacido». La madre dijo estar preocupada<br />

por su seguridad y la de sus otros hijos. También la inquietaba<br />

la posibilidad de que Randy cumpliera su amenaza<br />

de suicidarse.<br />

A la desesperanza mostrada anteriormente por la<br />

familia se sumaba ahora el miedo. A fin de evaluar la<br />

necesidad de una internación, el terapeuta hizo algunas<br />

preguntas sobre la escala.<br />

Terapeuta (a la madre): Al parecer, usted siente preocupación<br />

por Randy y en cierto modo también le teme. Si tuviera<br />

que calificar su preocupación de 0 a 10, donde 10 representa<br />

la máxima preocupación posible, y 0, una total falta<br />

de preocupación, ¿dónde diría que se encuentra hoy?<br />

Madre: Anoche estaba realmente asustada. Randy ha<br />

estado alterado otras veces, pero lo de anoche fue tremendo.<br />

Yo diría que ahora estoy en 8 o 9. En los últimos tiempos<br />

él ha estado hablando mucho de causarse daño.<br />

Terapeuta: Si tuviera que calificar según la misma escala<br />

el temor que hoy le inspira Randy, ¿en qué punto se encontraría?<br />

Madre: Creo que lo que Randy hizo anoche nos hizo recordar<br />

a todos algunas de las cosas que solía hacer su padre.<br />

Cuando se fue, me parece que todos estuvimos de acuerdo<br />

en que no queríamos seguir viviendo así. Ahora hemos<br />

vuelto a lo mismo. Randy está haciendo las mismas cosas.<br />

Terapeuta: Entonces, ¿cómo calificaría su temor hoy?<br />

Madre: También con un 8 o un 9, supongo.<br />

Terapeuta: Randy, ¿qué piensas de lo que acaba de decir tu<br />

madre?<br />

Randy: Me hace sentir mal. Soy un fastidioso estúpido.<br />

Terapeuta: Si tuvieras que evaluar cuánto te preocupa lastimarte<br />

o lastimar a otras personas, ¿qué dirías?<br />

Randy: Ahora, tal vez un 7. Pero anoche era como un 10.<br />

Cuando me enfurezco, soy un peligro. Lastimo a la gente.<br />

Doy golpes y puntapiés.<br />

286<br />

Terapeuta: Parece que ambos están de acuerdo en que<br />

esta situación es alarmante y peligrosa.<br />

<strong>El</strong> terapeuta reunió más información básica sobre<br />

seguridad y se enteró de que la ideación suicida de Randy<br />

había aumentado y este tenía una importante perturbación<br />

del sueño, mayor irritabilidad y un humor depresivo<br />

más pronunciado. Randy añadió que acababa de saber<br />

que había sido reprobado en todas las materias.<br />

<strong>El</strong> terapeuta utilizó otra serie de preguntas de escala<br />

para comparar este último episodio con otros anteriores.<br />

Randy y su madre creían que le correspondía un 8 o un 9,<br />

frente a un 6 o un 7 de los incidentes pasados. Siempre había<br />

sido hospitalizado cuando las cosas llegaban a ese<br />

punto, pero dijeron que la internación no cambiaba mucho<br />

las cosas. Sólo servía para brindar a todos un respiro,<br />

de modo que pudieran recargar sus baterías. ¿Necesitaban<br />

recargarlas en ese momento? La madre volvió a referirse<br />

a su preocupación por la seguridad de todos y Randy<br />

indicó que estaba «descargado».<br />

Todas las preguntas sobre las circunstancias que pudieran<br />

bajar un poco el puntaje habían fracasado. La madre<br />

de Randy era incapaz de señalar algo que la hiciera<br />

sentirse más segura en la casa. En este momento, el terapeuta<br />

tuvo que ponerse el sombrero de agente social y recomendar<br />

la internación.<br />

Sin embargo, los terapeutas centrados en la solución<br />

tratan de contextualizar la hospitalización como «un primer<br />

paso hacia un futuro distinto», y no como «un respiro<br />

para recobrar energías». Esto último puede sugerir una<br />

continuidad del comportamiento actual, y no su cambio<br />

futuro.<br />

Terapeuta: Si miramos hacia adelante y vemos el día en<br />

que Randy esté listo para dejar el hospital, ¿cómo sabremos<br />

que su estadía ha sido útil?<br />

Madre: Sabría que Randy, cuando algo lo irrita, tiene algún<br />

modo de controlar su enojo. Siempre parece dejar el<br />

hospital antes de aprender algo nuevo.<br />

Terapeuta: ¿Por qué ocurre eso?<br />

287


Madre: Empiezo a sentirme mal porque está lejos de casa.<br />

Randy siempre me ruega que lo deje volver. Me promete<br />

que va a cambiar y supongo que yo quiero creerle.<br />

Terapeuta: Sí, es difícil de soportar que un hijo no esté en<br />

casa y sienta nostalgia. Pero parece que esta vez usted<br />

quisiera sentirse más confiada antes de llevar a Randy de<br />

vuelta a casa. Quiere estar segura de que él tiene nuevos<br />

medios de salir adelante.<br />

Madre: Sí. No creo que esta vez lo deje volver enseguida a<br />

casa.<br />

Terapeuta: ¿Qué cosas la ayudarían a sentir más confianza<br />

en que Randy está mejor preparado para manejar sus<br />

asuntos?<br />

Madre: Que tomara las cosas más en serio. Que se hiciera<br />

responsable de lo que hace en lugar de culpar a otros o actuar<br />

como si no hubiera pasado nada.<br />

Terapeuta: ¿Cómo sabría que Randy está más dispuesto a<br />

asumir la responsabilidad?<br />

Madre: Dejaría de rogarme que lo llevara a casa. Se disculparía<br />

por algunos de sus actos y sería capaz de decirnos<br />

cómo va a controlar sus estallidos en el futuro.<br />

Terapeuta: Usted cree que la internación de Randy podría<br />

ser el primer paso hacia un futuro distinto si ambos hacen<br />

algunas cosas de otro modo.<br />

Madre: Así es. Los dos tenemos que cambiar, no sólo<br />

Randy. Yo tengo que mantenerme en mis trece.<br />

Terapeuta: Randy, ¿qué piensas de lo que dice tu mamá?<br />

¿Comprendes lo que se propone?<br />

Randy: Sí, pero no me va a gustar. Cuando llego al hospital<br />

quiero cambiar, pero después de estar un tiempo, lo<br />

único que quiero es salir.<br />

Terapeuta: Supongo que estás cansado de ir al hospital<br />

una y otra vez. También sé, por nuestra última conversación,<br />

que quieres mucho a tu familia y que la idea de causarles<br />

daño te hace sentir mal. ¿Qué crees que se necesitaría<br />

para que esta fuera tu última estadía en el hospital?<br />

Randy: Tengo que descubrir qué hacer cuando me enfurezco<br />

para que no pasen estas cosas.<br />

Terapeuta: ¿Por qué crees que no fue así las otras veces<br />

que estuviste en el hospital?<br />

288<br />

Randy: Porque pienso más en salir que en mis estallidos.<br />

Sé que si insisto mucho mamá me llevará a casa.<br />

Madre: Te lo digo desde ya, esta vez no va a ser así.<br />

Terapeuta: Entonces, el primer paso para que esta internación<br />

sea diferente de las anteriores es que Randy no<br />

pida volver a casa hasta que los médicos digan que está<br />

listo. Y que, si lo pide, su mamá diga no.<br />

Madre: No va a ser fácil, pero tendré que hacerlo.<br />

Terapeuta: Randy, antes dijiste que necesitabas descubrir<br />

qué debes hacer cuando estás enojado. ¿Qué cosas distintas<br />

tienes que hacer esta vez para encontrar las respuestas<br />

mientras estás en el hospital?<br />

Randy: No me gusta que la gente me haga preguntas. Me<br />

irrita. Pero supongo que tendré que escucharlas y averiguar<br />

lo demás.<br />

Terapeuta: Aunque no te guste, ¿crees que será más fácil<br />

hacer frente a las preguntas si tu mamá se mantiene firme?<br />

¿Si no te deja volver a casa hasta que esté segura de<br />

que por lo menos has comenzado a encontrar algunas respuestas?<br />

Randy: Supongo que sí, pero no prometo que no voy a<br />

tratar de convencerla.<br />

¿Por qué este terapeuta no recomendó la internación<br />

en la primera sesión y sí lo hizo en la siguiente?<br />

La mayoría de los terapeutas centrados en la solución<br />

con experiencia en situaciones críticas dicen que, aunque<br />

la seguridad es primordial, recién la abordan al final de la<br />

sesión, a menos que el cliente pierda el control o esté cerca<br />

de perderlo en ese mismo instante. Tratan, en cambio, de<br />

relacionar, comprender y aclarar lo que cada una de las<br />

personas presentes en la sesión piensa y quiere, y ver si<br />

existe la posibilidad de un cambio, aunque sea muy pequeño,<br />

que facilite la consecución de las metas expresadas.<br />

Esos fueron los pasos dados por el terapeuta de Randy<br />

en la primera sesión, ya que escuchó los problemas expuestos<br />

e hizo preguntas sobre excepciones y la aptitud de<br />

salir adelante. Si bien ninguno de los miembros de la familia<br />

se sentía capaz de controlar los «estallidos» de Ran-<br />

289


dy, la conversación permitió conocer la relación positiva<br />

que existía entre ellos y su idea de un futuro mejor.<br />

Las amenazas de Randy de dañarse a sí mismo y su<br />

conducta agresiva hacia los demás obligaron al terapeuta<br />

a evaluar la seguridad actual y a trazar un plan de crisis<br />

para el futuro. <strong>El</strong> terapeuta, por lo tanto, se dejó puesto su<br />

sombrero de terapeuta y confió en los recursos de autoayuda<br />

de la familia. También sabía, por haber leído los datos<br />

de admisión, que había habido varias internaciones<br />

breves anteriores que no produjeron mayores beneficios.<br />

Randy no tenía un plan premeditado para suicidarse; sólo<br />

mencionaba impulsivamente sus ideas sobre el suicidio<br />

cuando se sentía desesperanzado. No tenía ningún arma<br />

y tampoco las había en su casa. Parecía repugnarle la idea<br />

de ingerir algo para matarse porque temía asfixiarse o vomitar.<br />

Dormía y se alimentaba con bastante normalidad.<br />

Los estallidos se habían vuelto más frecuentes en las últimas<br />

semanas, pero parecía motivado para cambiar.<br />

Randy se mostraba ansioso por participar en la elaboración<br />

de un plan de crisis, y su madre y sus hermanos parecían<br />

más esperanzados al final de la sesión.<br />

Sobre la base de la evaluación realizada, y teniendo en<br />

cuenta la escasa utilidad de las hospitalizaciones previas<br />

de Randy, el terapeuta conservó su sombrero de terapeuta<br />

y citó a la familia para la semana siguiente.<br />

Cuando las exteriorizaciones impulsivas de Randy se<br />

intensificaron, se vio obligado a ponerse el otro sombrero.<br />

Después de evaluar la percepción que tenía la familia de<br />

la gravedad del último episodio comparado con los anteriores,<br />

decidió garantizar la seguridad de Randy y de los<br />

demás: recomendó la internación, pero la inscribió desde<br />

el comienzo en un contexto diferente.<br />

Urgencias<br />

Cuando están en juego la vida o la pérdida del control<br />

emocional, es natural que los clientes, sus familias, la comunidad<br />

y los terapeutas quieran ver aliviados sus temo-<br />

290<br />

res lo antes posible. Los clientes acuden a terapia en procura<br />

de que el terapeuta logre ese objetivo.<br />

La cliente a quien la terapeuta ve mutilarse debe ser<br />

detenida de inmediato, aunque sea recurriendo a la policía.<br />

Es preciso convencer al cliente que porta un arma de<br />

que la entregue a alguien para que la guarde; de lo contrario,<br />

se lo debe arrestar sin demora. Las situaciones que representan<br />

sin lugar a dudas un peligro inminente deben<br />

manejarse en forma expeditiva. Los terapeutas deben disponer<br />

de los instrumentos necesarios para controlar sus<br />

temores a fin de poder ser útiles a los demás.<br />

Más allá de estos aspectos, sin embargo, lo más importante<br />

que un terapeuta centrado en la solución puede hacer<br />

por sus clientes en crisis es no identificarse con su urgencia<br />

y guiarse por el supuesto de que la terapia breve<br />

avanza a paso lento. <strong>El</strong> hecho de que los terapeutas sucumban<br />

al impulso de actuar rápidamente (excepto cuando<br />

se trata de impedir un daño) puede, en realidad, ser<br />

perjudicial a largo plazo, ya que proporciona un control<br />

externo en vez de promover un control interno de efectos<br />

más duraderos. En la medida de lo posible, para los clientes<br />

que están fuera de control, la meta terapéutica debe<br />

ser una experiencia que en el futuro pueda ayudarlos a<br />

controlarse en una situación similar.<br />

<strong>El</strong> pensamiento de dos carriles (capítulo 2) que supervisa<br />

nuestra conversación interna es una técnica útil<br />

para combatir la urgencia:<br />

Carril 1: Tengo miedo. No sé bien qué hacer.<br />

Carril 2: ¿Qué siente la cliente?<br />

Carril 1: La cliente se siente desamparada porque no<br />

es capaz de controlar la situación. Yo me siento igual.<br />

Carril 2: Si yo estoy asustada, no puedo ayudarla a<br />

controlarse. ¿Qué necesito para obtener algún control?<br />

Carril 1: Más información de la cliente acerca de lo que<br />

la haría sentirse controlada. Los clientes poseen los puntos<br />

fuertes y los recursos para ayudarse a sí mismos.<br />

291


La escucha<br />

Cuando las personas sienten miedo y la adrenalina fluye<br />

por sus venas, las inunda una emoción que las impulsa<br />

a actuar para sobrevivir: a luchar o a huir. Su atención se<br />

centra más en la figura que en el fondo. <strong>El</strong> contraste entre<br />

crisis y no-crisis se exagera. La reacción más útil de parte<br />

de un terapeuta centrado en la solución es la que atrae la<br />

atención del cliente hacia una perspectiva incluyente, en<br />

términos de «tanto. . . como»: los matices del gris. La<br />

mejor manera de lograrlo es oír todo lo que dice el cliente y<br />

ponerse conscientemente a la escucha de las excepciones y<br />

los puntos fuertes (véase el capítulo 3). En otras palabras,<br />

cuando los terapeutas se muestran plenamente receptivos<br />

a todos los aspectos del lenguaje del cliente, tienen<br />

más probabilidades de descubrir una respuesta que infunda<br />

en él cierto control y esperanza respecto del futuro.<br />

Un marco temporal ceñido<br />

Jim Derks (comunicación personal, 15 de noviembre<br />

de 2000), uno de los creadores de la TCS, señala la necesidad<br />

de establecer «un marco temporal ceñido» cuando se<br />

trabaja con una situación crítica.<br />

EJEMPLO DE CASO: PHILIP<br />

<strong>El</strong> caso de Philip, un soltero de 32 años que fue llevado<br />

a terapia por su hermano Pat a causa de una conversación<br />

sobre el suicidio, ilustra el concepto de Derks. Pat se alarmó<br />

ante el abatimiento mostrado por Philip cuando hablaron<br />

por teléfono la noche anterior. Sabía que su hermano,<br />

aunque no se sentía a gusto en su empleo, creía no<br />

estar calificado para encontrar un trabajo más estimulante.<br />

Sin embargo, durante la conversación mencionada,<br />

Philip dijo que recientemente había recibido dos advertencias,<br />

a su juicio injustificadas, por su desempeño labo-<br />

292<br />

ral; que la relación con su novia estaba a punto de terminar<br />

porque ella ya no estaba segura de sus sentimientos<br />

hacia él, y que las cosas en general estaban tan mal que la<br />

única solución era «irse».<br />

Después de esa conversación, Pat fue a la casa de Philip<br />

y lo convenció de que debía hablar con alguien acerca<br />

de su estado mental. Al principio Philip se había negado,<br />

pero cambió de decisión cuando su hermano le pidió que lo<br />

hiciera por la madre de ambos, que poco antes había sido<br />

sometida a una quimioterapia por un cáncer de mama y<br />

aún se sentía débil. Pat llamó entonces al servicio de<br />

emergencias del programa asistencial para empleados de<br />

Philip. Después de realizar una evaluación telefónica, el<br />

asesor le recomendó que no dejara solo a Philip esa noche<br />

y lo llevara para una entrevista a la mañana siguiente.<br />

Terapeuta (comienza por decirle a Philip que ya tiene<br />

alguna información sobre la situación): Philip, tengo entendido<br />

que su hermano llamó anoche al servicio de emergencias<br />

porque usted se sentía muy deprimido y pensaba<br />

en el suicidio.<br />

Philip: Sí.<br />

Terapeuta: ¿Aún piensa en eso hoy?<br />

Philip: Bueno. . . yo... creo que sí.<br />

Terapeuta (se concentra ante todo en la noche anterior): Y<br />

bien, ¿qué pasó anoche?<br />

Philip: Fue la gota que colmó el vaso.<br />

Terapeuta: ¿Qué fue?<br />

Philip: Terry, mi novia, que está al tanto de lo mal que me<br />

va en el trabajo, agravó las cosas diciendo que no sabe qué<br />

siente por mí (comienza a sollozar).<br />

Terapeuta: Eso debe de haber sido un golpe muy fuerte<br />

(Espera en silencio mientras Philip llora durante algunos<br />

minutos.)<br />

Pat: Vamos, Phil, nos tienes a todos nosotros. .. te queremos...<br />

estamos aquí. Mamá se pondrá bien.<br />

Terapeuta: ¿Su mamá está enferma?<br />

Pat: Tenía un cáncer de mama y le hicieron quimioterapia.<br />

Es una luchadora. Saldrá adelante.<br />

293


Philip siguió llorando un poco más y luego comenzó a<br />

contar su vida en los últimos meses. <strong>El</strong> terapeuta no lo interrumpió<br />

ni le pidió detalles en ese momento. Se limitó a<br />

escuchar y a mostrar su empatia con gestos y sonidos. A<br />

continuación reencauzó la conversación hacia lo sucedido<br />

la noche anterior.<br />

Terapeuta: ¿Por qué llamó a su hermano anoche?<br />

Philip: Lo llamé por unos billetes de lotería. Generalmente,<br />

nos juntamos con nuestro otro hermano y compramos<br />

varios. Me preguntaba si él quería algunos.<br />

<strong>El</strong> terapeuta notó que el cliente estaba orientado al<br />

futuro, lo cual es una buena señal. Verificó el sistema de<br />

apoyo de Philip evaluando el estado de sus relaciones con<br />

sus familiares y amigos. ¿Con qué frecuencia se comunicaban<br />

por teléfono o personalmente? Luego volvió al<br />

marco temporal ceñido.<br />

Terapeuta: Entonces, ¿qué pasó durante la conversación<br />

telefónica de anoche sobre los billetes de lotería que lo<br />

llevó a hablar sobre el suicidio?<br />

Derks dice que es importante anclar el dolor en el pasado<br />

inmediato y suponer que el día de hoy es diferente,<br />

es decir, mejor: un pequeño cambio puede llevar a cambios<br />

más grandes.<br />

Philip: Bueno, él dijo algo sobre si Terry querría participar<br />

y eso me hizo estallar.<br />

Terapeuta: De modo que Pat fue a verlo enseguida cuando<br />

usted se alteró tanto.<br />

Philip: Sí.<br />

Terapeuta: ¿Y qué pasó entonces?<br />

Philip: Hablamos un poco más...<br />

Terapeuta: ¿Y eso lo ayudó?<br />

Philip: Sí. <strong>El</strong> siempre me ayuda.<br />

Terapeuta: ¿<strong>El</strong> hecho de que Pat fuera a verlo hizo que<br />

usted se sintiera mejor, entonces?<br />

Philip: Sí.<br />

294<br />

<strong>El</strong> terapeuta trataba ahora de suscitar la percepción de<br />

que esa mañana las cosas eran diferentes de la noche anterior,<br />

aunque el cambio producido fuera pequeño. Le preguntó<br />

a Pat si Philip había desayunado y se enteró de que<br />

había comido un plato de cereal. Preguntó quién había<br />

conducido para llegar hasta allí y elogió a Philip por haber<br />

permitido que Pat velara por él haciéndose cargo del volante.<br />

Pidió a Pat que recordara algunas ocasiones en que<br />

Philip lo hubiera cuidado y obtuvo varios ejemplos. Estuvo<br />

a la escucha de cualquier cosa que pudiera reforzar como<br />

un cambio respecto de la noche anterior. Este tipo de<br />

sondeo no supone que el hecho de que el cliente dé con<br />

ejemplos positivos significa que ya no está deprimido.<br />

Más bien es un incipiente alejamiento del pensamiento en<br />

términos de «o bien... o bien», el comienzo de la construcción<br />

de una solución que puede ser compleja y requerir<br />

tiempo.<br />

Terapeuta: Y bien, Philip, ¿cuál es ahora su nivel de estrés,<br />

comparado con el de anoche? [Obsérvese que el terapeuta<br />

habla de «nivel de estrés», y no de abatimiento o suicidio.]<br />

Póngalo en una escala de 1 a 10, donde 10 representa<br />

el peor nivel posible, y 1, el mejor nivel. [Si Philip contesta<br />

que su nivel actual es igual o peor que el de la noche<br />

anterior, el terapeuta tendrá que considerar la posibilidad<br />

de internarlo.]<br />

Philip (piensa un momento): Anoche era 9. Supongo que<br />

ahora es más bien 8... o tal vez 7.<br />

Terapeuta: En realidad, le están sucediendo muchas cosas<br />

perturbadoras. ¿Se le ocurre algo que pueda hacer<br />

respecto de su situación laboral para que el puntaje baje<br />

una pizca hoy o mañana?<br />

Philip: Ayer me puse en contacto con mi delegado gremial<br />

por esas advertencias que recibí. Mañana tengo una reunión<br />

con él. [Más orientación hacia el futuro.]<br />

Terapeuta: ¿Y qué puede decirme de la situación con<br />

novia? Si esta noche ocurriera un milagro y mañana usted<br />

se levantara menos desesperanzado respecto de la relación,<br />

¿qué cosas cambiarían en su modo de actuar?<br />

Philip: Supongo que la llamaría.<br />

2 9 5


Terapeuta: ¿Qué le diría?<br />

Philip: Le diría que estoy enojado. No es justo. <strong>El</strong>la no me<br />

dice por qué está molesta. Así no tengo ninguna oportunidad.<br />

Quiero hablar de eso.<br />

Terapeuta: Me parece una buena idea. Pero vayamos paso<br />

a paso. ¿Qué me puede decir de hoy, cuando se vaya de<br />

aquí? ¿Qué necesita para mantener bajo el nivel de estrés?<br />

<strong>El</strong> terapeuta y el cliente siguieron hablando sobre<br />

cómo lograr que ese día y el siguiente fueran menos estresantes.<br />

Analizaron detalladamente la reunión con el delegado<br />

gremial para que Philip pudiera prever sus respuestas<br />

hasta donde fuera posible. <strong>El</strong> terapeuta concertó con él<br />

una nueva cita para hacer planes respecto de la conversación<br />

con su novia. Se dispuso lo necesario para que Philip<br />

cenara esa noche con Pat y su familia.<br />

Aunque haya pruebas de algún movimiento positivo,<br />

el terapeuta no puede desentenderse de las amenazas de<br />

suicidio que motivaron la presencia del cliente. Por lo tanto,<br />

evaluó los pensamientos suicidas de Philip en ese momento<br />

y comprobó que estaban más o menos en un nivel<br />

de 6. Se elaboró un plan de seguridad que incluía a Pat y a<br />

algunos de los otros hermanos. <strong>El</strong> terapeuta le pidió a Philip<br />

que firmara un contrato comprometiéndose a no llevar<br />

a los hechos ningún pensamiento suicida sin llamarlo antes<br />

a un número para emergencias, a lo cual Philip accedió.<br />

Según Derks, es importante convocar a la mayor cantidad<br />

posible de personas conocidas del cliente a participar<br />

en la primera sesión de crisis, no sólo para brindar<br />

apoyo, sino también porque la multiplicidad de perspectivas<br />

sobre el cliente y su situación aporta más información<br />

adecuada para provocar un cambio inmediato. <strong>El</strong> objetivo<br />

mismo de un marco temporal ceñido consiste en reducir el<br />

foco, a fin de tornar más visible y eficaz cualquier pequeño<br />

cambio. Un examen y una búsqueda muy amplios de recursos<br />

al comienzo de la terapia pueden ser abrumadores<br />

y, por lo tanto, peligrosos.<br />

296<br />

Conclusión<br />

Una crisis es una cuestión de definición que el terapeuta<br />

debe aclarar con el cliente. No hay que apresurarse a<br />

abandonar el supuesto de que los clientes poseen puntos<br />

fuertes y recursos para ayudarse a sí mismos, ni el de que<br />

un pequeño cambio puede llevar a cambios más grandes;<br />

por otra parte, la seguridad debe ser la principal preocupación.<br />

Todo cuanto hemos dicho en este libro acerca de la<br />

TCS es doblemente aplicable a las crisis: la escucha cuidadosa,<br />

la comprensión de la visión del mundo del cliente, el<br />

uso del lenguaje para construir una perspectiva en términos<br />

de «tanto... como» y no de «o bien... o bien», y un<br />

avance tan lento como lo permita la situación. En la TCS,<br />

lo más apropiado es usar al comienzo el sombrero de terapeuta,<br />

a menos que el cliente padezca una total falta de<br />

control físico o emocional. <strong>El</strong> establecimiento de un clima<br />

emocionalmente seguro antes de ejercer el control puede,<br />

en última instancia, facilitar a los clientes la adquisición<br />

de control sobre sí mismos. Y también será beneficioso<br />

para la relación entre el terapeuta y el cliente si este regresa<br />

en busca de un tratamiento complementario.<br />

297


Reflexiones finales<br />

«Todo el mundo es mucho más sencillamente humano que<br />

lo contrario».<br />

Harry Stack Sullivan (1953c, pág. 32)<br />

Este libro, la culminación de más de veinte años de reflexión<br />

sobre lo que hago cuando hablo con los clientes, es<br />

una acumulación, una integración y una creación de interacciones<br />

con otras personas. Mi propósito al escribirlo fue<br />

apartar a los clínicos del uso arbitrario de la técnica y<br />

guiarlos hacia un camino que pudieran seguir sin temor a<br />

perderse. <strong>El</strong> resultado más satisfactorio de este esfuerzo<br />

consistiría en incitar a los lectores a pensar más en por<br />

qué hacen lo que hacen cuando hablan con los clientes. La.<br />

admisión y explicación de las decisiones que tomamos es<br />

un primer paso en el largo camino hacia la maestría. Aun<br />

las malas decisiones tienen, al fin y al cabo, mucho que<br />

ofrecernos.<br />

La experiencia de enseñar terapia centrada en la solución<br />

me ha confirmado siempre que cada persona es única.<br />

Naturalmente, algunas personas son más sensibles y<br />

empáticas que otras. Quizá no todos tengan las cualidades<br />

de un maestro de la terapia, pero todos somos humanos.<br />

Cada uno de nosotros sabe lo que necesita de los demás<br />

en un nivel básico, sin necesidad de expresarlo con<br />

palabras. Por eso he hecho hincapié en los aspectos emocionales<br />

de la terapia, además de los aspectos técnicos. He<br />

comprobado que esta combinación hace madurar más<br />

rápidamente las habilidades terapéuticas.<br />

299


Los avances en el campo de la neurociencia, que aumentan<br />

rápidamente nuestra comprensión de la conducta<br />

humana, sin duda aportaran en el futuro nuevos conocimientos<br />

y destrezas a los psicoterapeutas. Démosles la<br />

bienvenida con una mentalidad abierta, pero sin olvidar<br />

jamás la importancia de la humildad en nuestro trabajo.<br />

300<br />

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