Eve Lipchik - El Desarrollo Involucra Ganancias y Pérdidas
Eve Lipchik - El Desarrollo Involucra Ganancias y Pérdidas
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Terapia centrada en<br />
la solución<br />
Más allá de la técnica<br />
<strong>El</strong> trabajo con las emociones y la<br />
relación terapéutica<br />
<strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong><br />
Prólogo de Wendel A. Ray<br />
Amorrortu editores<br />
Buenos Aires - Madrid
Biblioteca de psicología y psicoanálisis<br />
Directores: Jorge Colapinto y David Maldavsky<br />
Beyond Technique in Solution-Focused Therapy, <strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong><br />
© 2002, The Guilford Press (división de Guilford Publications, Inc.)<br />
Traducción, Adolfo Alfredo Negrotto<br />
La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada<br />
por cualquier medio mecánico, electrónico o informático, incluyendo fotocopia,<br />
grabación, digitalización o cualquier sistema de almacenamiento<br />
y recuperación de información, no autorizada por los editores, viola derechos<br />
reservados.<br />
© Todos los derechos de la edición en castellano reservados por<br />
Amorrortu editores S. A., Paraguay 1225, 7° piso (1057) Buenos Aires<br />
www.amorrortueditores.com<br />
Amorrortu editores España SL<br />
C/Velázquez, 117 - 6 a izqda. - 28006 Madrid<br />
Queda hecho el depósito que previene la ley nº 11.723<br />
Industria argentina. Made in Argentina<br />
ISBN 950-518-10S-X<br />
ISBN 1-57230-764-1, Nueva York, edición original<br />
<strong>Lipchik</strong>, <strong>Eve</strong><br />
Terapia centrada en la solución : más allá de la técnica.- 1 a ed.-<br />
Buenos Aires ; Amorrortu, 2004.<br />
320 p. ; 2-3x14 cm.- (Biblioteca de psicología y psicoanálisis)<br />
Traducción de: Adolfo Negrotto<br />
ISBN 950-518-106-X<br />
1. Terapia Familiar I. Título<br />
CDD 616.891 56<br />
Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia<br />
de Buenos Aires, en noviembre de 2004.<br />
Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares.<br />
A <strong>El</strong>liot, inventor de la consideración y la generosidad
Sobre la autora<br />
<strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong>, licenciada en asistencia social, miembro<br />
de la American Family Therapy Academy y miembro titulado<br />
y supervisora autorizada de la American Association<br />
for Marriage and Family Therapy, también fue socia<br />
fundadora de ICF. Consultante, Inc., de Milwaukee, Wisconsin,<br />
en 1988. Entre 1980 y 1988 fue una de las principales<br />
integrantes del Brief Family Therapy Center de<br />
Milwaukee, donde participó en el desarrollo de la terapia<br />
centrada en las soluciones. Además de desempeñarse como<br />
psicoterapeuta, es docente, asesora y conferencista, tanto<br />
en los Estados Unidos como en otros países. Es directora<br />
de Interviewing y sus artículos han sido incluidos en numerosos<br />
libros y revistas, entre ellas Psychotherapy Networker,<br />
Journal of Systemic Therapies y Family Process.<br />
9
Indice general<br />
9 Sobre la autora<br />
15 Prólogo. Wendel A Ray<br />
19 Prefacio<br />
25 Agradecimientos<br />
29 Primera parte; Teoría, y práctica<br />
31 1. Una teoría de la terapia centrada en la solución<br />
39 De la técnica a la teoría<br />
40 Una breve digresión histórica<br />
46 Una teoría centrada en la solución<br />
46 Supuestos centrados en la solución<br />
57 Conclusión<br />
59 2. La relación terapeuta-cliente<br />
60 Resultados de las investigaciones<br />
60 La relación terapeuta-cliente centrada en la<br />
solución<br />
61 <strong>El</strong> clima emocional<br />
62 La posición del cliente<br />
64 La posición del terapeuta<br />
68 Un pensamiento de dos carriles<br />
71 Ejemplo de caso: Laura<br />
84 3. Comprender a los clientes<br />
84 Oír versus escuchar<br />
86 <strong>El</strong> significado<br />
11
12<br />
88 Hablar del problema versus hablar de la solución<br />
91 Contenido versus proceso<br />
94 Ejemplo de caso: Marie<br />
106 4. Las emociones en la terapia centrada en la<br />
solución<br />
109 Emociones versus conducta<br />
110 <strong>El</strong> empleo de las emociones para facilitar las<br />
soluciones<br />
111 Ejemplo de caso: Betty<br />
117 Ejemplo de caso: Neil<br />
120 <strong>El</strong> empleo de nuestras emociones para ayudar a<br />
los clientes a hallar soluciones<br />
120 Ejemplo de caso: Sandra y sus hijas<br />
123 Las emociones y el mensaje de recapitulación<br />
126 5. <strong>El</strong> proceso de aclaración de las metas<br />
127 Metas versus soluciones<br />
128 La tarea de aclarar las metas<br />
129 Aclaración de las metas: el proceso<br />
131 Metas y emociones<br />
132 Ejemplo de caso: Marilyn<br />
147 Metas decisionales<br />
149 <strong>El</strong> cliente cuya meta es cambiar el<br />
comportamiento de otra persona<br />
151 Conclusión<br />
153 6. <strong>El</strong> equipo detrás del espejo y la pausa para la<br />
consulta<br />
154 Beneficios para el terapeuta<br />
155 Beneficios para los clientes<br />
156 Presentación del equipo y de la pausa<br />
158 Aspectos prácticos del trabajo en equipo y la<br />
pausa<br />
159 <strong>El</strong> procedimiento en equipo<br />
160 Dos maneras de ver a los clientes<br />
161 <strong>El</strong> trabajo en equipo y el clima emocional<br />
165 7. <strong>El</strong> mensaje de recapitulación y la sugerencia<br />
165 <strong>El</strong> mensaje de recapitulación<br />
188 Ejemplo de caso; la familia B<br />
171 La sugerencia<br />
177 Ejemplo de caso: James<br />
182 Conclusión<br />
187 Segunda parte. Aplicaciones<br />
189 8. Terapia de pareja<br />
197 La terapia<br />
204 Ejemplo de caso: Miriam y Nate<br />
210 Conclusión<br />
212 9. Terapia familiar<br />
212 Evaluación<br />
213 Familias con hijos pequeños o adolescentes<br />
214 Cómo estructurar la conversación<br />
215 Ejemplo de caso: la familia T<br />
220 Cuando los padres no quieren intervenir<br />
221 La reunión a solas con el niño<br />
222 Ejemplo de caso: Troy<br />
226 La mediación entre los niños y sus padres<br />
227 Familias con padres ancianos o hermanos adultos<br />
228 Conclusión<br />
230 10. <strong>El</strong> trabajo con clientes involuntarios<br />
234 ¿Qué características definen al cliente<br />
involuntario?<br />
235 La relación terapeuta-cliente<br />
238 La cooperación con los clientes<br />
13
239 Las emociones<br />
240 <strong>El</strong> empleo de las técnicas<br />
240 <strong>El</strong> sistema de tratamiento<br />
243 Ejemplo de caso: consulta de Bea<br />
252 Conclusión<br />
253 11. Casos de tratamiento prolongado<br />
255 La terminación: el problema del cliente<br />
256 La terminación: el problema del terapeuta<br />
257 Ejemplo de caso: la consulta de Joe<br />
280 Autoevaluación del terapeuta con respecto a la<br />
terminación<br />
262 Clientes con problemas crónicos<br />
262 Ejemplo de caso: Virginia<br />
288 Ejemplo de caso: el hombre que oía voces<br />
274 Adaptación a la discapacidad<br />
275 Ejemplo de caso: Carol<br />
278 Conclusión<br />
280 12. <strong>El</strong> enfoque de las crisis centrado en la solución<br />
280 Diversas respuestas a la crisis<br />
281 ¿Qué es una crisis?<br />
282 La necesidad de usar dos sombreros<br />
284 Ejemplo de caso: Randy<br />
290 Urgencias<br />
292 La escucha<br />
292 Un marco temporal ceñido<br />
292 Ejemplo de caso: Philip<br />
297 Conclusión<br />
299 Reflexiones finales<br />
301 Referencias bibliográficas<br />
14<br />
Prólogo<br />
Sería sorprendente que <strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong> recordara las circunstancias<br />
en que conoció a un determinado terapeuta<br />
de los muchos que formó, pero yo recuerdo claramente mi<br />
primera experiencia con ella, en mayo de 1983, en un programa<br />
de capacitación intensiva desarrollado en el Brief<br />
Family Therapy Center [Centro de Terapia Familiar Breve].<br />
Lo más destacado de esa semana de inmersión en la<br />
obra de Steve de Shazer, Insoo Berg y su equipo fue la tarde<br />
que pasamos hablando con <strong>Eve</strong> y observando su trabajo.<br />
Su dominio de la teoría, su habilidad como docente y su<br />
notable capacidad terapéutica eran tan impresionantes<br />
que comencé a interesarme en su obra. Durante años leí<br />
sus contribuciones a la literatura sobre la terapia familiar<br />
breve y la terapia centrada en la solución, y cada vez que<br />
me fue posible asistí a sus seminarios y talleres, de los que<br />
siempre salí estimulado por las profundas implicaciones<br />
de su pensamiento y su capacidad para traducir las ideas<br />
más complejas en aplicaciones clínicas realistas.<br />
Después de narrar la historia —que la cuenta entre<br />
sus protagonistas— del desarrollo de la terapia centrada<br />
en la solución (TCS [solution-focused therapy, SFT]), la<br />
autora ofrece una explicación muy clara de la teoría y la<br />
práctica de este modelo. Lo que sale a la luz es su transición<br />
desde la incomodidad que le producían las respuestas<br />
fáciles características de las interpretaciones más simplistas<br />
del modelo hasta la elaboración de su propia versión<br />
de la TCS, que yo describiría como terapia breve centrada<br />
en la solución y la emoción.<br />
Un aporte significativo de este libro es la reintroducción<br />
de la teoría en la práctica de la terapia, en especial la<br />
restitución que hace la autora de concepciones esenciales<br />
15
de las psicoterapias de orientación interpersonal. Los<br />
principios que propone a los lectores son fundamentales<br />
para la práctica de una terapia breve eficaz, eficiente y<br />
humanista.<br />
En una época que se desentiende del pasado y que, en<br />
su perpetua búsqueda de respuestas cada vez más simples<br />
y sin complicaciones a las preguntas complejas, tiende<br />
a sobrevalorar todo lo que se presenta como «nuevo»,<br />
<strong>Eve</strong> hace exactamente lo contrario: explora y adopta lo<br />
«nuevo» al tiempo que investiga y revitaliza elementos del<br />
conocimiento existente. Abrevando en la obra señera de<br />
Harry Stack Sullivan, Gregory Bateson, Don D. Jackson,<br />
Milton Erickson, Jay Haley, John Weakland, Richard<br />
Fisch, Paul Watzlawick y otros, esboza, insuflándoles vida,<br />
las concepciones teóricas que son la piedra angular<br />
tanto del modelo de terapia breve desarrollado en el Mental<br />
Research Institute [Instituto de Investigación Mental]<br />
como de la TCS.<br />
Sobre la base de esta infraestructura, <strong>Eve</strong> incorpora,<br />
asimismo, ideas procedentes de una amplia variedad de<br />
disciplinas: biología, lingüística, cibernética, construccionismo,<br />
antropología y constructivismo social. Sus diáfanas<br />
interpretaciones de los complejos aportes de Maturana<br />
y Varela son especialmente valiosas y oportunas.<br />
Daré un ejemplo que viene al caso. Gracias al esfuerzo<br />
de <strong>Eve</strong>, podemos apreciar una fusión maravillosamente<br />
útil de lo nuevo y lo que ha pasado la prueba del tiempo en<br />
la yuxtaposición de las definiciones del amor de Maturana<br />
y Harry Stack Sullivan. De acuerdo con una referencia<br />
citada por <strong>Eve</strong>, para Maturana el amor es una conducta<br />
que «permite al otro surgir como un otro legítimo en coexistencia<br />
con uno» y «abre la posibilidad de ver y oír a ese<br />
otro». Sullivan lo expresa de este modo: «Cuando la satisfacción<br />
y la seguridad de otra persona se vuelven tan importantes<br />
para uno como la satisfacción y la seguridad<br />
propias, existe un estado de amor» (1953a, págs. 42-3). En<br />
época reciente el mundo de la psicoterapia, en su tendencia<br />
a basar la comprensión en la lógica causal lineal y la<br />
perpetuación de una separación dualista cartesiana de la<br />
mente y el cuerpo, ha restado importancia al papel vital<br />
16<br />
de las relaciones humanas en la salud mental, en particular<br />
al de relaciones tan difíciles corno el amor. Pero los lectores<br />
que no advierten la importancia de esas emociones<br />
básicas para la comprensión del sufrimiento humano y 1a<br />
práctica de la psicoterapia quizá cierren los oídos y sigan<br />
dormitando, simplemente porque no estarnos en la misma<br />
longitud de onda. 1<br />
Pero otro progreso en el que <strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong> fue precursora<br />
es la exploración del interrogatorio como perturbación<br />
o, diría yo, como intervención. Se trata de una de las novedades<br />
más significativas en el campo de la terapia y, que<br />
yo sepa, sólo <strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong>, Gianfranco Ceechin y Richard<br />
Fisch están, cada uno por su lado, investigando explícitamente,<br />
practicando y poniendo a punto este extraordinario<br />
avance.<br />
<strong>El</strong> interrogatorio como intervención y la vinculación de<br />
premisas esenciales desarrolladas en el pasado con el pensamiento<br />
de vanguardia cíe nuestros días se cuentan entre<br />
las destacadas contribuciones que ofrece este libro, pero<br />
desde mi punto de vista no son de ningún modo las más<br />
significativas. Al sintetizar estas amplias áreas y dar sustancia<br />
a la lógica y los matices de su enfoque, <strong>Eve</strong> realiza<br />
un aporte decisivo a la práctica clínica: la reintroducción<br />
de las emociones humanas en la práctica de la terapia breve<br />
(digo reintroducción porque la emoción tuvo un papel<br />
central en la obra de pioneros como Harry Stack Sullivan,<br />
Don D. Jackson y Milton Erickson).<br />
En una conferencia que pronunció poco antes de su<br />
muerte, en 1949, ante los residentes de la Washington<br />
School of Psychiatry, Harry Stack Sullivan hizo esta predicción:<br />
«Las mismas cosas que hacen que la psiquiatría sea escurridiza<br />
para los demás la hacen escurridiza para mí; engañarse<br />
es terriblemente fácil. Pero una psicoterapia mucho<br />
más práctica parece posible cuando uno trata de descubrir<br />
las vulnerabilidades básicas de la angustia en las relacio-<br />
1 Mis excusas y mi reconocimiento a Jackson (1963), quien fue el primero<br />
en emplear esta gráfica expresión.<br />
17
nes interpersonales, en lugar de tratar de eludirla o de<br />
ocuparse [sólo] de los síntomas provocados por ella»<br />
(19536, pág. 11).<br />
Al atreverse a abordar las emociones perturbadoras<br />
como adaptaciones —claramente suscitadas por la angustia—<br />
a fenómenos interpersonales singulares, <strong>Eve</strong> <strong>Lipchik</strong><br />
ha logrado, con este volumen pragmático y hábilmente<br />
escrito, que la psicoterapia diera un paso más —vital,<br />
por cierto— hacia el cumplimiento de la profecía de Sullivan.<br />
WENDEL A. RAY, PhD<br />
Director del Mental Research Institute, Palo Alto, California<br />
Profesor de Terapia Familiar en la Universidad de Luisiana-<br />
Monroe<br />
18<br />
Prefacio<br />
La terapia centrada en la solución (TCS) es hoy reconocida<br />
como un modelo de terapia breve sólidamente fundado.<br />
No obstante, ni su atractivo para la atención médica<br />
administrada [managed care] ni los informes respecto de<br />
su eficacia han podido disipar las dudas sobre su aptitud<br />
para promover un cambio permanente o abordar las necesidades<br />
emocionales de los clientes. <strong>El</strong> propósito de este libro<br />
es dar cuenta de un modo de pensar y practicar la TCS<br />
que invalida esas dudas y demuestra su profundidad y<br />
amplitud.<br />
La TCS no surgió de novo. Se basa en la obra de Gregory<br />
Bateson, Milton Erickson, Don Jackson, John Weakland,<br />
Jay Haley, Paul Watzlawick y otros, a quienes se<br />
atribuye la creación del paradigma sistémico. Es el producto<br />
final de los esfuerzos de un grupo de personas que<br />
hace unos veinticinco años se reunían en el Brief Family<br />
Therapy Center, en Milwaukee, y se potenciaban recíprocamente<br />
gracias a su entusiasmo por la nuevas ideas sobre<br />
cómo cambia la gente. <strong>El</strong> núcleo de ese grupo lo constituían<br />
Steve de Shazer, Insoo Berg, Jim Derks, <strong>El</strong>am Nunnally,<br />
Marilyn LaCourt y yo. Más tarde se incorporaron a<br />
él antiguos estudiantes convertidos en colegas, entre ellos<br />
John Walter, Jane Peller, Alex Molnar, Kate Kowalski y<br />
Michele Weiner-Davis, y también académicos como Gale<br />
Miller y Wally Gingerich. Lo que comenzó siendo un modelo<br />
llamado terapia familiar breve evolucionó hasta convertirse<br />
en la TCS. Con el tiempo, algunos miembros del<br />
grupo se alejaron y nuevos miembros ocuparon su lugar.<br />
Yo me retiré en 1988 y, junto con Marilyn Bonjean, fundé<br />
ICF Consultants en Milwaukee. En mi opinión, sería justo<br />
decir que todos cuantos participaron alguna vez en las<br />
19
conversaciones mantenidas en el Brief Family Therapy<br />
Center hicieron alguna contribución, y todos se beneficiaron<br />
con la experiencia. La abundante bibliografía que hoy<br />
existe sobre, el modelo refleja la riqueza y diversidad de su<br />
experiencia.<br />
Actualmente, la TCS goza de fama mundial, pero a<br />
menudo es mal interpretada e incluso banalizada. A mi<br />
juicio, la causa es el excesivo énfasis que se pone en las<br />
técnicas y la pérdida de un marco teórico. Las técnicas<br />
aplicadas fuera de contexto pueden producir resultados<br />
inmediatos espectaculares pero a la larga poco significativos.<br />
La teoría y la práctica de la TCS que se proponen aquí<br />
restituyen a las técnicas un contexto interaccional basado<br />
en lo que los terapeutas del Mental Research Institute llaman<br />
«posicionarse» en relación con los clientes, o lo que<br />
sus colegas del Brief Therapy Center denominaron «cooperar<br />
con el modo de cooperar de los clientes». Este concepto<br />
puede incluso considerarse relevante para una práctica<br />
basada en el constructivismo si se ve el lenguaje como<br />
un comportamiento mutuamente influido.<br />
En cierta medida he desarrollado mi actual enfoque<br />
clínico como reacción al minimalismo y a la intelectualización<br />
posmoderna de la terapia. Aunque me cuento entre<br />
quienes aspiran a realizar intervenciones elegantes con<br />
objetivos precisos, he llegado a creer que las posibilidades<br />
de alcanzarlas son mayores en el contexto de una relación<br />
terapeuta-cliente basada en la confianza. Esta opinión<br />
encuentra respaldo en una investigación llevada a cabo<br />
por David Kiser en el Brief Family Therapy Center en<br />
1988, en la cual se comprobó que los clientes que asistieron<br />
a un mayor número de sesiones informaban índices<br />
más elevados de buenos resultados.<br />
Por la misma razón, adhiero sin reservas al énfasis<br />
posmoderno en los tratamientos plenamente individualizados,<br />
aunque me preocupa la ausencia general de pautas<br />
para la práctica, la supervisión y la enseñanza.<br />
Finalmente, no he podido reconciliarme con la actitud<br />
de aislar el lenguaje de los sistemas humanos vivientes<br />
20<br />
que somos. <strong>El</strong>lo ha estimulado el interés por los aspectos<br />
fisiológicos del lenguaje y la emoción.<br />
Mis esfuerzos por incorporar algunas de mis ideas conflictivas<br />
han sido influidos por la teoría de la psiquiatría<br />
interpersonal de Harry Stack Sullivan y, en fecha más reciente,<br />
por la teoría dé la cognición de Maturana y Varela<br />
y los aportes de la investigación en neurociencias.<br />
Las emociones han sido siempre un tema no grato en la<br />
TCS. Como mis colegas, durante varios años yo evité religiosamente<br />
la «conversación emotiva», antes de advertir<br />
que ocuparse de las emociones facilita, a menudo, el progreso<br />
de los clientes que se sienten estancados. Al mismo<br />
tiempo, mi interés en la relación terapeuta-cliente siguió<br />
poniendo de relieve los efectos positivos de hablar con los<br />
clientes sobre sus sentimientos.<br />
La enseñanza, la supervisión, el asesoramiento y la<br />
presentación de talleres me plantearon el desafío de comprender<br />
mi pensamiento a fin de ayudar a otras personas<br />
a desarrollar el suyo. También pusieron de manifiesto la<br />
importancia que tiene la relación, sea cual fuere su propósito.<br />
Este libro, por lo tanto, enfatiza la importancia de los<br />
terapeutas como personas relacionadas con sus clientes y<br />
procura responder a la pregunta sobre cómo podemos emplear,<br />
y a la vez mantener separados, nuestro yo personal<br />
y nuestro yo profesional para beneficiarlos.<br />
Nuestro enfoque habitual de la capacitación en el Brief<br />
Family Therapy Center consistía en arrojar a los practicantes<br />
al ruedo con los clientes, provistos sólo de unas<br />
pocas preguntas básicas. Creíamos que el apoyo del supervisor<br />
y del equipo que observaban tras el espejo bastaría<br />
para disipar su ansiedad y asegurar a los clientes un<br />
servicio de buena calidad. Sin embargo, muchos clientes<br />
no volvían después de la sesión inicial. Llegamos a la conclusión<br />
de que un mensaje bien construido, redactado por<br />
el supervisor y el equipo, no era compensación suficiente<br />
para una entrevista que dejaba a los clientes insatisfechos.<br />
Lo que demostró ser mejor para estos fue su percepción<br />
de que alguien estaba escuchándolos y tratando de<br />
comprender lo que intentaban comunicar. Este enfoque<br />
benefició también a los terapeutas novatos, porque dismi-<br />
21
nuyó la posibilidad de que utilizaran técnicas fuera de<br />
contexto.<br />
Dos experiencias personales contribuyeron a dar forma<br />
a las ideas que expongo en este libro. Una de ellas tuvo<br />
lugar en ocasión de una visita que John Weakland realizó<br />
al Brief Family Therapy Center a fines de la década de<br />
1980. Weakland venía periódicamente a Milwaukee para<br />
dirigir talleres o asesorar a nuestro equipo. Al término de<br />
uno de esos talleres, en cuyo transcurso había entrevistado<br />
a algunos clientes frente al espejo, nos preguntó si deseábamos<br />
ver una videocinta que tenía consigo y que mostraba<br />
una sesión realizada por él en Palo Alto. Lo deseábamos,<br />
por supuesto. Nunca nos cansaríamos de observar<br />
el trabajo del «Maestro». Lo único que recuerdo ahora es<br />
que los clientes eran gente mayor y que el problema concernía<br />
a la relación con sus hijos, pero lo que no he olvidado<br />
es la magnitud de mi sorpresa. Hasta ese momento hubiera<br />
descripto como minimalista la manera de entrevistar<br />
de John. Sin embargo, en esa cinta se mostraba más<br />
receptivo y se ocupaba de los sentimientos de los clientes<br />
de un modo deliberado y amable. No se tomó un tiempo<br />
hacia el final de la sesión para elaborar un mensaje, sino<br />
que realizó una sensata y brillante intervención después<br />
de una mínima pausa para pensar. Cuando le hicimos<br />
preguntas sobre esta diferencia de estilo, nos respondió<br />
que se trataba de una sesión que había conducido en su<br />
práctica privada, donde podía «limitarse a hacer terapia».<br />
En la clínica del Mental Research Institute, o en los talleres,<br />
sentía la necesidad de mostrar el modelo breve. Aunque<br />
las entrevistas deliberadamente despojadas de sutilezas<br />
superfluas podían destacar mejor las técnicas del<br />
Mental Research Institute, me pareció que la entrevista<br />
grabada constituía una demostración mucho más acabada<br />
del modelo de esa institución. <strong>El</strong>lo me indujo a pensar<br />
en la posibilidad de integrar los aspectos técnicos y humanísticos<br />
en la TCS.<br />
La segunda experiencia acaeció en 1996, en Heidelberg,<br />
Alemania, en una conferencia sobre el tema «Ciencia/ficción:<br />
fundamentalismo y arbitrariedad en ciencia y<br />
terapia», organizada por el Instituto de Investigación Sis-<br />
22<br />
témica de Heidelberg y la Asociación Internacional de<br />
Terapia Sistémica. Humberto Maturana habló en la sesión<br />
plenaria. Señaló que lo que nos hace humanos es una<br />
emoción que él, románticamente, denomina «amor». Se<br />
trata de la conducta que nos lleva a aceptar a otro ser humano<br />
«como un otro legítimo que coexiste con nosotros» y,<br />
por lo tanto, nos permite ver y oír a esa otra persona por lo<br />
que es. Siguió diciendo que este es «el terreno en que pueden<br />
producirse la reflexión y el trabajo del terapeuta, el<br />
terreno en que se resuelven los problemas de las relaciones<br />
humanas». Para mí, esta afirmación cristalizó la idea<br />
de que, por el bien de nuestros clientes, deberíamos pensar<br />
en nosotros ante todo como seres humanos; en segundo<br />
lugar como terapeutas, y sólo en último término como<br />
terapeutas que aplican un modelo determinado.<br />
Un propósito primordial de este libro es proporcionar<br />
respuesta a las preguntas más frecuentemente formuladas<br />
por los terapeutas —de todos los niveles de experiencia—<br />
centrados en la solución; por ejemplo: «¿Cómo sé que<br />
me estoy centrando en la solución?»; «¿Cómo puedo estar<br />
donde está el cliente y centrarme al mismo tiempo en los<br />
elementos positivos?»; «¿Ante qué reacciono y qué paso<br />
por alto?»; «¿Puedo aplicar la TCS a clientes que requieren<br />
un tratamiento prolongado?». <strong>El</strong> material está dispuesto<br />
con el fin de ofrecer a los clínicos un modo lógico de reflexionar<br />
sobre los supuestos centrados en la solución y su<br />
papel como guías del proceso de toma de decisiones. Se<br />
proporcionan descripciones acerca de cómo guiar la relación<br />
terapeuta-cliente, aclarar el problema para definir<br />
las metas que conducen a soluciones y formular el<br />
mensaje final, así como sugerencias específicas para cada<br />
situación. Estas interacciones entre el terapeuta y el<br />
cliente se examinan desde la perspectiva de cada uno<br />
de ellos, a fin de que los clínicos puedan llegar a conocer<br />
su propio proceso en relación con los clientes, así como sus<br />
efectos. <strong>El</strong> uso de las emociones se aborda en todo el libro<br />
y también es el tema específico de uno de sus capítulos.<br />
Se analiza, asimismo, la aplicación de la TCS a las parejas,<br />
las familias, los clientes involuntarios y las situaciones<br />
de crisis.<br />
23
24<br />
Este es un libro predominantemente clínico. En consecuencia,<br />
contiene mucho material tomado de las notas de<br />
los casos, que es deliberadamente más abundante en los<br />
primeros capítulos y disminuye luego, dando por supuesto<br />
que los lectores tendrán entonces una mejor comprensión<br />
de los principios básicos.<br />
Agradecimientos<br />
Nunca hubiera escrito este libro de no mediar la estupenda<br />
iniciación que tuve en el campo de la salud mental<br />
cuando trabajé en el Proyecto Primario de Salud Mental,<br />
en Rochester, Nueva York. Comenzaré por agradecer a todos<br />
los que participaron en él, en especial a <strong>El</strong>lie Eksten,<br />
una supervisora verdaderamente consagrada a su labor.<br />
Mi experiencia positiva en el proyecto se prolongó, después<br />
de graduarme, en la Universidad de Rochester, bajo<br />
la supervisión de Helen Kristal. ¡Gracias, Helen, por hacerme<br />
observar las reglas y fijar normas elevadas para mi<br />
trabajo! Por la misma razón agradezco a John Jendusa,<br />
mi instructor de prácticas de campo en la Universidad de<br />
Wisconsin en Milwaukee. Estos tres excelentes profesionales<br />
me enseñaron que los supervisores clínicos tienen<br />
una enorme responsabilidad hacia los practicantes a los<br />
cuales supervisan.<br />
También estoy profundamente agradecida por la oportunidad<br />
que tuve de participar en el desarrollo de la teoría<br />
y la práctica de la TCS en el Brief Family Therapy Center.<br />
Fue una de las experiencias más transformadoras de mi<br />
vida.<br />
Deseo expresar mi reconocimiento a Sharon Stoffel y<br />
Pat O"Hearn por haberse reunido conmigo para asesorarme<br />
con tanta fidelidad a través de los años. Ambas son<br />
modelos de rol para el profesional concienzudo y su trabajo<br />
me benefició enormemente. Durante la última década<br />
tuve el privilegio de enseñar TCS al personal de instituciones<br />
comunitarias como Jewish Family Service, Midwest<br />
Clinical Services y St. Aemilian/Lakeside. Esto me<br />
dio la oportunidad de trabajar con personas de diferentes<br />
orientaciones teóricas durante largos períodos. Agradezco<br />
25
a todas ellas el haberme inducido a conectar mi pensamiento<br />
con el suyo de un modo que les fuera útil. Muchas<br />
de las ideas que expongo en este libro han sido inspiradas<br />
por sus preguntas y sus meditadas respuestas.<br />
Agradezco igualmente a Michelle Wilson, Andrew/<br />
Turnell y Steve Edwards, de la Centrecare Family Agency<br />
de Perth, Australia, por darme la posibilidad de aplicar el<br />
trabajo centrado en la solución en el otro extremo del<br />
globo. Reunirme con sus colegas y clientes, y sobre todo<br />
con miembros de la cultura aborigen, fue una verdadera<br />
experiencia de maduración.<br />
La inspiración directa para este libro provino de nueve<br />
días de capacitación intensiva realizada en el Instituto de<br />
Terapia Matrimonial y, Familiar de Viena, Austria, en el<br />
verano de 1997. Los participantes interdisciplinarios eran<br />
profesionales comprometidos, versados en el pensamiento<br />
sistémico y constructivista. En su mayoría tenían ya una<br />
formación en la TCS. En nuestra primera reunión hicimos<br />
una lista de preguntas que representaban las metas<br />
de la capacitación. Comprobamos entonces que esas preguntas<br />
abarcaban los problemas que la mayoría de los<br />
profesionales deben enfrentar. La idea de escribir un libro<br />
que les diera respuesta se me ocurrió en esa ocasión. Deseo<br />
agradecer a Joachim Hinsch, el director, la oportunidad<br />
que me brindó de conducir esa capacitación, como<br />
también a Corina Alhlers, Hedi Wagner, Andrea Brandl-<br />
Nebehay y todos los amabilísimos participantes.<br />
Desde que comencé a escribir este libro, mi socia y<br />
amiga Marilyn Bonjean me apoyó todavía más que de costumbre.<br />
Le agradezco su perfecta camaradería. Me faltan<br />
palabras para expresar mi aprecio a Marc Becker, Brett<br />
Brasher, Jim Derks, Marilyn LaCourt y Jane Volkman<br />
por su invalorable ayuda durante todo el proceso. Con suma<br />
generosidad, restaron tiempo a sus múltiples actividades<br />
con el fin de proporcionar afectuosos, estimulantes y<br />
acertados comentarios editoriales, por no hablar de su<br />
apoyo emocional. También estoy agradecida a Mike Nichols<br />
por su cuidadosa revisión. Agradezco igualmente a<br />
Gillian Denavit, estudiante meritoria de la TCS pero aún<br />
no empapada de experiencia clínica, por hacerme conocer<br />
26<br />
el punto de vista de un principiante. Sus preguntas y comentarios<br />
me fueron útiles. También hago constar mi<br />
aprecio a Kate Kowalski por su amistad y apoyo y sus comentarios<br />
editoriales.<br />
Por último, pero no por eso menos importante, quiero<br />
agradecer a mi esposo, nuestros hijos y sus parejas por su<br />
amoroso apoyo, y a nuestros nietos por los besos y las sonrisas<br />
que me llenaron de energía en toda esta empresa.<br />
27
Primera parte. Teoría y práctica
1. Una teoría de la terapia centrada en la<br />
solución<br />
Un terapeuta centrado en la solución se sintió estancado<br />
en un caso y pidió ayuda. Había realizado cuatro sesiones<br />
con John, un abogado de 46 años, casado y padre de<br />
dos hijas adolescentes, pero después de un informe inicial<br />
de mejoría la solución no parecía clara. John había explicado<br />
que su razón para iniciar una terapia era que «ya no<br />
le quedaba cuerda para manejar la relación con su padre<br />
viudo». Su cuñado, médico de profesión, le había sugerido<br />
que visitara a su propio médico y le pidiera que le recetara<br />
algo, pero John pensaba que tomar medicamentos era<br />
como servirse de muletas.<br />
En la primera sesión, John parecía muy agitado. Tenía<br />
el rostro enrojecido, se mordisqueaba constantemente<br />
una cutícula y hablaba tan rápido que cada tanto tenía<br />
que detenerse para recobrar el aliento. Relató que su<br />
madre había fallecido cinco meses antes, a los 75 años, de<br />
modo que su padre, de 78, se había quedado solo después<br />
de 51 años de matrimonio.<br />
John era uno de los cuatro hijos de la pareja, y el único<br />
que vivía en la misma ciudad que sus padres. Desde la<br />
muerte de su madre, él y su familia se habían esforzado<br />
por brindar apoyo al padre. Al principio sus esfuerzos habían<br />
sido apreciados, pero después de un tiempo su padre<br />
se volvió cada vez más hostil y difícil de satisfacer. Su esposa<br />
instaba a John a no tomar el comportamiento paterno<br />
como algo personal, pero John no podía evitar esa sensación.<br />
La gota que colmó el vaso fue la negativa del padre<br />
a hablarle en una ocasión en que estaba de visita en casa<br />
de su hija; según John, su padre «no quería oír mi voz».<br />
Desde entonces no podía dormir ni concentrarse en su trabajo.<br />
31
John percibía que su relación con sus padres antes de<br />
la muerte de la madre había sido agradable. Junto con su<br />
familia, los visitaba al menos una vez por semana y pasaban<br />
con ellos todas las festividades importantes y los cumpleaños.<br />
Aunque el padre hacía siempre más críticas que<br />
elogios, la calidez y el afectuoso apoyo de la madre eran<br />
más que suficientes para compensar ese comportamiento.<br />
Cuando el terapeuta trató de conseguir que John definiera<br />
su problema y sus metas en términos de conducta,<br />
este no pudo ir más allá de decir que quería aprender a<br />
aceptar los modales de su padre para poder ser un buen<br />
hijo. Reconoció que no podía cambiar a un anciano. Describió<br />
la conducta del padre hacia él diciendo «me devora<br />
por dentro». Sabía que se sentiría mejor cuando «las palabras<br />
de su padre le entraran por un oído y le salieran por<br />
el otro». John fue incapaz de decir cómo cambiaría su propia<br />
conducta cuando eso comenzara a ocurrir. <strong>El</strong> terapeuta<br />
le había formulado la pregunta de la excepción con referencia<br />
a esa meta: «¿Deja alguna vez que las palabras de<br />
su padre le entren por un oído y le salgan por el otro?».<br />
John sólo pudo recordar un ejemplo, ocurrido poco después<br />
de la muerte de su madre, cuando sintió mucha lástima<br />
por su padre. <strong>El</strong> terapeuta trató de basarse en esa excepción<br />
y le preguntó: «¿Cuál era la diferencia en esas ocasiones?<br />
¿Qué tendría que hacer usted ahora para lograr<br />
que eso sucediera, aunque fuera un poquito?», pero John<br />
fue incapaz de responder.<br />
<strong>El</strong> terapeuta recurrió entonces a otra técnica, la de la<br />
pregunta del milagro. «Si usted se acostara esta noche y<br />
mientras durmiera se produjese un milagro, de modo que<br />
al despertarse a la mañana su problema estuviera resuelto,<br />
¿qué cambiaría?». John contestó que pasaría por alto la<br />
conducta del padre. «¿Lo hace ya alguna vez?», le preguntó<br />
el terapeuta. No actualmente, dijo John. «¿Qué tendría<br />
que hacer para lograr que eso ocurriera? ¿Hay algo que<br />
otra persona podría hacer para que sucediera?». John contestó<br />
que, según su sentir, en la actualidad no tenía control<br />
para cambiar nada.<br />
Al concluir la primera sesión, el terapeuta había elaborado<br />
un mensaje de intervención en el que felicitaba a<br />
32<br />
John por su deseo de aprender a aceptar la conducta del<br />
padre y querer ser un buen hijo. <strong>El</strong> mensaje expresaba<br />
empatia respecto de la difícil posición de John, que debía<br />
llorar la muerte de su madre y al mismo tiempo enfrentar<br />
el rechazo de su padre. La intensidad de la reacción de<br />
John se reformuló como un compromiso desusadamente<br />
fuerte con la familia. <strong>El</strong> terapeuta también había ideado<br />
una tarea para él con el propósito de ayudarlo a recobrar<br />
un sentimiento de control. La tarea sugería que John se<br />
permitiera interrumpir durante tres días el contacto con<br />
su padre, ya que este estaba al cuidado de su hermana. Si<br />
durante ese tiempo no lo incomodaba la idea de llamarlo<br />
por teléfono y deseaba hacerlo para sentirse bien y no para<br />
complacer al padre, podía llamarlo. Pero si sentía ambivalencia<br />
respecto de la llamada, debía recordarse a sí<br />
mismo que no tenía necesidad de tomar esa decisión antes<br />
del cuarto día. Cumplido el plazo de tres días debía telefonear,<br />
pero sólo hablaría con su hermana y le diría que le<br />
comunicara al padre que él llamaba para saber cómo estaba.<br />
Cuando John volvió a la semana siguiente, el terapeuta<br />
evaluó el cambio mediante la pregunta de escala: «En<br />
una escala del 1 al 10, donde el 10 signifique que usted tiene<br />
el mayor estrés posible y el 1 signifique que está totalmente<br />
relajado, ¿dónde diría usted que está hoy?» (De<br />
Shazer, 1991a, pág. 148). John informó que su nivel de estrés<br />
había bajado de 10 a 7. Había decidido llamar a su padre<br />
el segundo día y no se había sentido tan incómodo como<br />
esperaba, a pesar de que el padre se mostró lacónico y<br />
poco amistoso. Desde entonces había hecho otra llamada<br />
y también la había tolerado mejor.<br />
Durante la segunda sesión, el terapeuta y John trabajaron<br />
para reforzar esa mayor comodidad y tolerancia señaladas<br />
por John: «¿Qué debería pasar para que eso ocurriera<br />
más a menudo? ¿Qué podría hacer usted? ¿Qué podrían<br />
hacer otras personas para ayudarlo?». <strong>El</strong> terapeuta<br />
buscó también recursos del pasado que pudieran ayudar a<br />
John en la situación presente, preguntándole: «¿Cómo se<br />
las arregló en el pasado para enfrentar con éxito relaciones<br />
personales estresantes?». Al finalizar la sesión, el te-<br />
33
apeuta felicitó a John por haber obtenido algún control<br />
en relación con su padre y le dijo que siguiera actuando como<br />
lo había hecho.<br />
Durante la tercera sesión, John informó que el padre<br />
había vuelto a su casa. <strong>El</strong> había ido a buscarlo al aeropuerto,<br />
y de entrada el padre lo criticó por no haberle explicado<br />
con claridad si debían encontrarse en la puerta o<br />
en la oficina de equipajes. Desde entonces habían mantenido<br />
varias engorrosas conversaciones telefónicas; estas,<br />
según calculó John, habían elevado su nivel de estrés a 8<br />
en una escala de 10. John repitió que quería hallar una solución<br />
sin tomar medicamentos.<br />
En un esfuerzo por mantenerse alejado del problema<br />
y concentrarse en una solución, el terapeuta retornó a la<br />
excepción que se había producido entre la primera y la segunda<br />
sesión. ¿Cuál había sido la diferencia por entonces?<br />
John creía que quizá fuera el hecho de que el padre estaba<br />
en otra ciudad. Cuando su padre se quedaba con la hija, él<br />
se sentía menos responsable. Al final de la sesión se le<br />
asignó la tarea de imaginar que su padre se encontraba en<br />
otra ciudad cuando hablara con él por teléfono. Si lo veía<br />
en persona, debía imaginar que también su hermana o su<br />
hermano estaban en la habitación. John informó no haber<br />
experimentado una mejoría como resultado de esta tarea<br />
y se mostró desalentado por la falta de progresos.<br />
¿Por qué no progresaba el caso? <strong>El</strong> terapeuta, sin lugar<br />
a dudas, estaba practicando la terapia centrada en la solución<br />
(en lo sucesivo TCS) tal como suele entendérsela.<br />
Hizo que el cliente describiera el problema y definiera una<br />
meta en términos de conducta. Una vez que John describió<br />
el problema, el terapeuta utilizó la pregunta de la excepción<br />
(De Shazer, 1985; <strong>Lipchik</strong>, 1988a) y la pregunta<br />
del milagro (De Shazer, 1988; Friedman, 1993; <strong>Lipchik</strong>,<br />
1988a; Nau y Shilts, 2000). En cierto momento, cuando no<br />
obtenía respuestas útiles, le formuló la pregunta de la capacidad<br />
para arreglárselas (<strong>Lipchik</strong>, 1988a): «¿Por qué las<br />
cosas no están peor? ¿Qué hizo usted para evitar que empeoraran?».<br />
A menudo, esta pregunta saca a relucir puntos<br />
fuertes que los clientes pueden usar como respaldo, pe<br />
34<br />
ro no dio resultado en esta ocasión. <strong>El</strong> terapeuta utilizó<br />
asimismo la pregunta de la escala (De Shazer, 1991a) para<br />
medir el cambio.<br />
Al finalizar las sesiones, el terapeuta había ofrecido<br />
amables mensajes de intervención, propuesto tareas basadas<br />
en elementos positivos y utilizado el modo de experimentar<br />
el mundo del cliente; por ejemplo, su necesidad<br />
de controlar y su uso específico del lenguaje. ¿Por qué ninguna<br />
de estas técnicas aportaba una solución al cliente?<br />
La respuesta es simple: la TCS es más que las técnicas<br />
características por las que se la conoce. Es un complejo<br />
modelo terapéutico que ha sido aplicado a situaciones tan<br />
diversas como la adopción (Shaffer y Lindstrom, 1989), el<br />
envejecimiento (Bonjean, 1989, 1996: Dahl, Bathel y Carreon,<br />
2000), el alcoholismo (Berg y Miller, 1992; Brasher,<br />
Campbell y Moen, 1993), los servicios de protección a la<br />
infancia (Berg y Kelly, 2000; Turnell y Edwards, 1999), la<br />
violencia doméstica (<strong>Lipchik</strong>, 1991; <strong>Lipchik</strong> y Kubicki,<br />
1996; <strong>Lipchik</strong>, Sirles y Kubicki, 1997; Tucker, Stith, Howell,<br />
McCollum y Rosen, 2000), los servicios basados en la<br />
familia (Berg, 1994), el trastorno de personalidad múltiple<br />
(Barker y Herlache, 1997), los clientes físicamente disminuidos<br />
(Ahlers, 1992), el tratamiento a domicilio (Booker<br />
y Blymyer, 1994; Durrant, 1993), el abuso sexual<br />
(Dolan, 1991; Kowalski, 1987), los problemas escolares<br />
(Durrant, 1995; Kral, 1992; Metcalf, 1995; Molnar y Lindquist,<br />
1989; Murphy, 1996), la espiritualidad (Simon,<br />
1996), los niños (Selekman, 1997), etc. Como ocurre con<br />
cualquier otro enfoque terapéutico, el dominio de la TCS<br />
exige tiempo y experiencia.<br />
Tal vez la TCS haya sido mal interpretada porque se la<br />
imaginó como un modo minimalista de intervenir, un medio<br />
pragmático de resolver problemas (De Shazer, 1982,<br />
1985,1988,1991a, 1994). Quizá por minimalismo se haya<br />
entendido que el terapeuta no tiene más que formular<br />
preguntas. Por supuesto, nunca fue esa la intención. <strong>El</strong><br />
requisito para ingresar en el Brief Family Therapy Center<br />
era contar con una maestría en alguna disciplina relacionada<br />
con la salud mental y dos años de experiencia clínica.<br />
Esperábamos que la gente que acudiese a aprender<br />
35
nuestro modelo estuviera capacitada para establecer y<br />
mantener una alianza terapéutica. Lamentablemente,<br />
nuestra literatura no hizo hincapié en este aspecto y se<br />
concentró, en cambio, en exponer las nuevas ideas. No advertí<br />
este error hasta mucho después, cuando exhibí una<br />
videocinta en un seminario para mostrar el uso de las preguntas<br />
como intervenciones. Después de observar durante<br />
unos minutos, un conocido colega lanzó un suspiro de<br />
alivio y dijo: «Ah, ustedes contextualizan esas preguntas».<br />
Aunque es posible que el minimalismo haya sido mal<br />
interpretado en la práctica, tenía, además de las preguntas,<br />
una base teórica y supuestos que brindaban lincamientos.<br />
No obstante, bajo la influencia del posmodernismo,<br />
la teoría fue descartada por considerársela la antítesis<br />
de un tratamiento verdaderamente individualizado<br />
(Held, 1996, 2000). Esta nueva tendencia redujo la TCS a<br />
«mero lenguaje» (De Shazer, 1994; Miller y De Shazer,<br />
1998), descripción que también se presta a malentendidos.<br />
La teoría posmodema suele considerar que el lenguaje<br />
en sentido amplio está<br />
«situado en las interacciones conductales consensuales<br />
entre personas, y no en "la mente" de ellas. Más que un<br />
vehículo que transporta comunicación abstracta de un lado<br />
a otro entre mentes individuales, es una coordinación<br />
de estados corporales de los miembros de un grupo social,<br />
que preserva la integridad estructural tanto de este último<br />
como de cada uno de sus integrantes» (Griffith y Griffith,<br />
1994, pág. 312).<br />
No se pretende que el lenguaje consista tan sólo en las palabras<br />
pronunciadas por las personas. Pero ni siquiera la<br />
descripción amplia del lenguaje logra servir de guía a los<br />
terapeutas cuando se trata de usarlo para ayudar a los<br />
clientes a hallar soluciones. ¡No es de sorprender que las<br />
preguntas centradas en la solución resulten tan atractivas!<br />
En efecto, ofrecen algo concretó con que trabajar. <strong>El</strong><br />
problema es que el énfasis en la forma antes que en la sustancia<br />
no suele producir los resultados deseados (Cecchin,<br />
Lane y Ray, 1992).<br />
36<br />
<strong>El</strong> caso de John, precedentemente descripto, ilustra lo<br />
que acabo de decir. <strong>El</strong> terapeuta empleó las técnicas básicas<br />
en la primera sesión y obtuvo algunos resultados positivos.<br />
Como estos cambios no se mantuvieron después de<br />
la segunda sesión, persistió en seguir lo que a su juicio era<br />
la dirección correcta centrada en la solución. Formuló,<br />
aunque en vano, las preguntas de la escala y la capacidad<br />
de arreglárselas.<br />
A fin de ayudarlo a salir del estancamiento, en la consulta<br />
se le pidió que reflexionara sobre lo siguiente: «En lo<br />
que sucede entre John y yo, ¿cuál podría ser la causa de<br />
este callejón sin salida?». Su respuesta fue: «Le estoy haciendo<br />
preguntas y asignando tareas que no producen<br />
ningún cambio. Tengo que hacer algo distinto». Pero estaba<br />
perplejo respecto de qué podría hacer, dado que había<br />
usado todas las técnicas correctas.<br />
La sugerencia siguiente fue que considerara este supuesto:<br />
los terapeutas no pueden cambiar a los clientes,<br />
sólo los clientes pueden cambiarse a sí mismos. ¿Cómo<br />
podría ayudarlo esto? <strong>El</strong> terapeuta contestó que lo hacía<br />
pensar más en lo que le estaba pasando a John, sobre todo<br />
en relación con la muerte de su madre. Su mensaje al final<br />
de la primera sesión prueba que sabía que John atravesaba<br />
por un período de intenso duelo por su madre. Sin<br />
embargo, creía que no debía hablar sobre eso con el cliente<br />
porque, primero, desviaría la conversación del tema de los<br />
elementos positivos y el futuro; segundo, concernía a las<br />
emociones de John, y tercero, no había sido identificado<br />
como un problema o una meta. Cuando se alentó al terapeuta<br />
a ocuparse del duelo, se comprobó que esta era la<br />
clave para una solución. John comenzó a llorar y mencionó<br />
lo mucho que echaba dé menos a su madre. Dijo que<br />
nunca se había dado cuenta de hasta qué punto la madre<br />
servía de contrapeso a la personalidad del padre, y que no<br />
tenía idea de cómo se las arreglaría sin ella en el futuro.<br />
Este desborde emocional indujo al terapeuta a dejar de lado<br />
por el momento cualquier intervención y limitarse a<br />
brindar apoyo. Hacia el final de la sesión, John hizo una<br />
confesión. Dijo que se sentía más estresado por la culpa<br />
que por la ira con su padre, porque desde el principio ha-<br />
37
ía lamentado que no hubiera muerto este en lugar de su<br />
madre.<br />
Obsérvese que cuando el terapeuta dejó de concebir la<br />
TCS como un modelo basado en fórmulas y comenzó a<br />
entenderla como un modelo impulsado por la emoción y la<br />
teoría, creció la confianza en la relación terapéutica y<br />
John pudo confesar sentimientos de los que se avergonzaba.<br />
Al no ser juzgados sino comprendidos y normalizados,<br />
John mostró cierto alivio. <strong>El</strong> terapeuta quiso saber entonces<br />
cómo creía John que la culpa afectaba su tolerancia<br />
hacia la conducta del padre. John estableció la relación<br />
siguiente: cuanto más hostil se mostraba su padre, mayor<br />
era su sentimiento de culpa, y cuanto mayor era su sentimiento<br />
de culpa, menos podía tolerar esa hostilidad.<br />
La comprensión así adquirida lo llevó a redefinir lo que<br />
deseaba de la terapia. Afirmó entonces que estaría satisfecho<br />
si lograba reducir la culpa provocada por los sentimientos<br />
que lo avergonzaban, desde el nivel actual de 10 a<br />
1 inferior a 5. Una vez que tuvo esto en claro, comenzó a<br />
descubrir conductas que lo ayudaban. Habló con su mujer<br />
sobre sus sentimientos y comprobó que tanto ella como<br />
sus hijos habían tenido ideas semejantes. También comenzó<br />
a concurrir a la iglesia con más regularidad. Se<br />
confesó con su pastor y este le prodigó palabras de consuelo<br />
en lugar de juzgarlo. Al disminuir su culpa aumentó<br />
su pena, y eso llevó a una aceptación gradual de la pérdida.<br />
Esto posibilitó cierta empatia por su padre y una nueva<br />
relación con él centrada en el afectuoso recuerdo de su<br />
madre. Cuando, seis meses más tarde, finalizó el tratamiento,<br />
John informó que, para su sorpresa, había indicios<br />
de que su padre comenzaba a adoptar una actitud<br />
más amable. «Desde una posición de verdadero respeto,<br />
las técnicas en sí resultan superfluas, ya que la acción<br />
apropiada para esta situación se origina en el simple acto<br />
de prestar atención a lo necesario» (Simon, 1996, pág. 53).<br />
Toda buena terapia se desarrolla en el contexto de una<br />
relación de confianza. <strong>El</strong> modo específico adoptado por el<br />
terapeuta para guiar esa relación está determinado por<br />
su orientación teórica. Así, un terapeuta psicodinámico,<br />
basado en el supuesto de que los clientes deben compren-<br />
38<br />
der para cambiar, al conversar con ellos, hará elecciones<br />
distintas de las de un terapeuta conductal, para quien el<br />
comportamiento cambia como consecuencia de un nuevo<br />
aprendizaje o condicionamiento. Si los terapeutas centrados<br />
en la solución suponen que el cambio ocurre por medio<br />
del lenguaje, e interpretan que esto significa solamente<br />
formular ciertas preguntas, es probable que los resultados<br />
sean decepcionantes (Fraser, 1995).<br />
De la técnica a la teoría<br />
La sugerencia de que el camino a un uso más exitoso de<br />
un modelo minimalista pasa por su complejización en una<br />
teoría parecerá, sin duda, paradójica a algunos lectores.<br />
Muchos terapeutas, ansiosos por mejorar su destreza<br />
clínica, buscan nuevas ideas sobre «cómo» —y no «por<br />
qué»— hablar con los clientes. En los talleres, los participantes<br />
desean ver videocintas o demostraciones en vivo<br />
de la manera de trabajar del presentador, y en muchos<br />
casos las explicaciones teóricas no tardan en provocarles<br />
impaciencia y aburrimiento. La teoría es una abstracción<br />
que parece a veces muy alejada de las conversaciones<br />
concretas que mantenemos con los clientes. Sin embargo,<br />
es la única solución para un problema que muchos terapeutas,<br />
aunque se muestren reacios a reconocerlo, deben<br />
enfrentar: el de estar a menudo sentados en una sesión<br />
sin saber qué hacer a continuación.<br />
La teoría resulta menos temible cuando advertimos<br />
que es parte de todo lo que hacemos bien en la vida. <strong>El</strong> manejo<br />
seguro de un auto requiere algo de teoría que va más<br />
allá de obedecer las señales de tránsito. La práctica del<br />
tenis, el golf, la navegación a vela y otros deportes implica<br />
supuestos teóricos relacionados con nuestro cuerpo y con<br />
las propiedades físicas del aire que nos rodea. Cocinar<br />
bien es algo más que seguir una receta. Exige supuestos<br />
acerca de lo que pasará con ciertos alimentos cuando so<br />
los someta al calor o se los mezcle. Desde luego, la gente<br />
puede realizar todas estas actividades sin comprender la<br />
39
teoría subyacente, pero en tal caso es menos probable que<br />
sobresalgan en lo que hacen o que trasciendan la habilidad<br />
técnica para convertirse en artistas. Como la terapia<br />
es una actividad profesional que implica una enorme responsabilidad<br />
hacia otros seres humanos, merece que le<br />
dediquemos nuestros mejores esfuerzos.<br />
Este libro propone una teoría y unos supuestos básicos<br />
para la TCS que refutan la frecuente acusación de que se<br />
trata de un enfoque mecánico y compuesto de fórmulas.<br />
Pone el acento no en las técnicas, sino en la relación terapeuta-cliente,<br />
tan importante para obtener un resultado<br />
exitoso (Bachelor y Horvath, 1999; Beyebach, Morejon,<br />
Palenzuela y Rodríguez-Arias, 1996; Hubble, Duncan y<br />
Miller, 1999), y en el uso de las emociones. Una menor<br />
consideración a las técnicas ayuda a los terapeutas a evitar<br />
dos escollos muy comunes: el de desviar la atención de<br />
los clientes para cavilar sobre qué pregunta hacer, y el de<br />
formular las preguntas en momentos inoportunos.<br />
Una breve digresión histórica<br />
La TCS fue concebida originalmente como terapia familiar<br />
breve en Milwaukee, Wisconsin, a fines de la década<br />
de 1970 (De Shazer, 1982). Como tal, puede considerársela<br />
una hermana menor del modelo de terapia breve<br />
desarrollado en el Mental Research Institute de Palo Alto,<br />
California (Fisch, Weakland y Segal, 1982; Ray, 2000;<br />
Watzlawick y Weakland, 1977; Watzlawick, Weakland y<br />
Fisch, 1974). <strong>El</strong> modelo del Mental Research Institute tenía<br />
sus raíces en el trabajo sobre la paradoja y la comunicación<br />
humana liderado por Gregory Bateson (Bateson,<br />
Jackson, Haley y Weakland, 1956; Jackson, 1959) y en las<br />
ideas de Milton Erickson sobre la evitación de la resistencia<br />
en la hipnoterapia (Erickson, 1977; Erickson y Rossi,<br />
1979). Pero mientras que las intervenciones del Mental<br />
Research Institute apuntaban a interrumpir las pautas<br />
interaccionales que los terapeutas identificaban como intentos<br />
imperfectos de solución, el enfoque ecosistémico del<br />
40<br />
Brief Family Therapy Center (De Shazer, 1982; Keeney,<br />
1979) recurría más a la colaboración y se basaba en el supuesto<br />
de que «la familia tiene la solución» (Norum, 2000).<br />
Se consideraba que los terapeutas y los clientes constituían<br />
en conjunto un suprasistema terapéutico que generaba<br />
nuevas pautas interaccionales no problemáticas para<br />
el sistema familiar. Este modo de pensar está más cerca<br />
de la tradición de la ulterior era posmoderna, en la que el<br />
constructivismo y el construccionismo social 1 se convirtieron<br />
en influencias dominantes en el campo de la terapia<br />
familiar.<br />
<strong>El</strong> paso de la terapia familiar breve centrada en los<br />
problemas a la TCS ocurrió en 1982 de un modo fortuito.<br />
Según lo que yo recuerdo del incidente, varios miembros<br />
del grupo estable se hallaban tras el espejo formulando un<br />
mensaje de intervención para una familia que había acudido<br />
con su rebelde hija adolescente y que, al final de la<br />
segunda o tercera sesión, no informaba de progreso alguno.<br />
A los padres sólo les interesaba mencionar lo que su hija<br />
seguía haciendo mal y eludían cualquier pregunta<br />
sobre excepciones. La hija se mostraba huraña. Ese día,<br />
una de las personas tras el espejo —y hay opiniones divergentes<br />
sobre su identificación precisa— dijo: «¿Por qué no<br />
les pedimos que la próxima vez traigan una lista de lo que<br />
no quieren que cambie?». Todos estuvimos de acuerdo, y<br />
recibimos una sorpresa agradable cuando los padres y la<br />
hija volvieron con listas bastante extensas de lo que apreciaban<br />
en los demás. Pero lo que más nos asombró fueron<br />
los cambios positivos informados por los tres miembros de<br />
la familia. Todos coincidían en que había disminuido la<br />
1 <strong>El</strong> «constructivismo» puede definirse como «una perspectiva relativista<br />
que enfatiza la construcción subjetiva de la realidad. Implica que<br />
lo que vemos en las familias puede estar basado tanto en nuestras precondiciones<br />
como en lo que realmente sucede» (Nichols y Schwartz,<br />
1995, pág. 590). Sus representantes son teóricos como Paul Watzlawick<br />
(1984), Humberto Maturana (1980), Heinz von Foerster (1981) y Ernst<br />
von Glasserfeld (1984). Todas las personas construyen a través del lenguaje<br />
su propia imagen de la realidad (Anderson, 1997). <strong>El</strong> «construccionismo<br />
social» (Gergen, 1982,1991, 1994), con el que se lo suele confundir,<br />
va un paso más allá y afirma que los constructos individuales están<br />
enteramente configurados por las conversaciones con los otros.<br />
41
tensión en el hogar. Los padres creían que la actitud de su<br />
hija había mejorado, y la hija sostenía que sus padres ya<br />
no la criticaban tanto. Como la asignación de esta tarea al<br />
final de la primera sesión produjo resultados semejantes<br />
en el caso de otros clientes, se diseñó una investigación<br />
(De Shazer, 1985, pág. 147). Los resultados indicaron que<br />
los cambios concretos comunicados por los clientes en la<br />
segunda sesión tenían, en general, poco que ver con su<br />
descripción del problema o sus quejas durante la primera<br />
sesión. Además, a menudo era posible ampliar esos cambios<br />
para convertirlos en soluciones. Este descubrimiento<br />
nos indujo a centrar la atención en la entrevista como lugar<br />
de intervención (<strong>Lipchik</strong>, 1988a, 19886; <strong>Lipchik</strong> y De<br />
Shazer, 1986; Penn, 1982,1985; Tomm, 1987a, 19876). <strong>El</strong><br />
mensaje y la tarea al final de la sesión reforzaban entonces<br />
el proceso generado durante la entrevista. Gradualmente,<br />
estas preguntas centradas en la solución y orientadas<br />
al futuro eclipsaron todos los demás aspectos que<br />
eran esenciales para conducir una buena terapia, sobre<br />
todo el énfasis en la cooperación con el modo de cooperar<br />
de los clientes, definido de esta manera: «cada familia (o<br />
individuo o pareja) muestra un modo singular de tratar de<br />
cooperar, y la tarea del terapeuta consiste, primero, en<br />
describirse ese modo particular exhibido por la familia y,<br />
luego, en cooperar con él» (De Shazer, 1982, págs. 9-10).<br />
En un esfuerzo por conservar con sólidos fundamentos<br />
teóricos este contexto relacional-interaccional para las<br />
técnicas (<strong>Lipchik</strong>, 1993), releí la teoría interpersonal del<br />
psiquiatra Harry Stack Sullivan (Chapman, 1973; Sullivan,<br />
1953c, 19530d). <strong>El</strong> pensamiento de Sullivan encaja en<br />
el marco constructivista (Cushman, 1995) porque niega la<br />
realidad objetiva en la terapia, con excepción de lo que<br />
puede ser «directamente observado (en el presente) en el<br />
contexto de las relaciones interpersonales [la relación terapéutica]»<br />
(Chapman, 1973, pág. 70). En consecuencia,<br />
Sullivan definía el rol del terapeuta como el de un «observador<br />
participante» (1953d, pág. 18) cuya tarea era embarcarse<br />
con los pacientes en un proceso dirigido a obtener<br />
conductas interpersonales más funcionales, en lugar<br />
de sentarse en silencio e interpretar. Las etiquetas diag-<br />
42<br />
nósticas tampoco armonizaban con el pensamiento de<br />
Sullivan. Los problemas y las soluciones no eran ni más ni<br />
menos que el grado de incomodidad («angustia») o comodidad<br />
(«seguridad») emocional de un individuo en las relaciones<br />
interpersonales. Como lo harían mucho después<br />
Maturana y Varela (1987), Sullivan (1953d) consideraba<br />
esas relaciones humanas desde un punto de vista biológico,<br />
como una interdependencia de los organismos vivientes<br />
y su medio ambiente.<br />
En 1984, el Brief Family Therapy Center puso en<br />
marcha un proyecto sobre inteligencia artificial —el<br />
«BRIEFER»— cuyo objetivo era desarrollar un «sistema<br />
experto»: un programa de computación que ayudara a<br />
formular una tarea en la primera sesión (Goodman, 1986;<br />
Goodman, Gingerich y De Shazer, 1989). Con este propósito<br />
realizamos un análisis paso por paso de nuestras decisiones<br />
en relación con los clientes, tanto en calidad de entrevistadores<br />
como de miembros del equipo que observaba<br />
tras el espejo. Este ejercicio puso de relieve la importancia<br />
del lenguaje no verbal y las emociones como contexto de<br />
las preguntas y respuestas y como conexión entre ellas.<br />
Pero también favoreció el desarrollo de una teoría de la<br />
solución (De Shazer, 1988) que era esencialmente un<br />
árbol de decisiones para el proceso terapéutico centrado<br />
en la solución. En retrospectiva, esta despersonalización<br />
adicional de la TCS me alentó a oponerme a esa tendencia<br />
(<strong>Lipchik</strong>, 1993, 1994, 1997, 1999; <strong>Lipchik</strong> y Kubicki,<br />
1996). Mi búsqueda de una manera teóricamente sólida<br />
de hacerlo prosiguió después de que me alejé del Brief Family<br />
Therapy Center en 1988 y, junto con Marilyn Bonjean,<br />
fundé ICF Consultants, Inc. en Milwaukee.<br />
La teoría de la cognición desarrollada por los biólogos<br />
chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela (1980,<br />
1987; Várela, 1989), que sirvió de estímulo al campo de la<br />
terapia familiar a comienzos de la década de 1980 (Dell,<br />
1982, 1985; Erran y Lukens, 1985; Efran, Lukens y Lukens,<br />
1990; Ludewig, 1992; Parry, 1984; Simon, 1985),<br />
proporcionó finalmente la base para un marco apropiado.<br />
<strong>El</strong> propio Maturana describió su teoría como una «metateoría»<br />
que proporciona un medio para unificar las diver-<br />
43
44<br />
sas escuelas teóricas de terapia familiar (Simon, 1985,<br />
pág. 4).<br />
Mientras estudiaba la retina de los sapos en la década<br />
de 1950, Humberto Maturana descubrió que la imagen<br />
que el cerebro de un sapo recibe cuando ve una mosca<br />
es el resultado de la estructura de sus ojos, y no una representación<br />
objetiva de la mosca como se la ve en el mundo<br />
externo. Este descubrimiento tuvo una considerable<br />
influencia en la comprensión de la percepción, y con el<br />
tiempo llevó a una teoría de la cognición (1980, 1987) según<br />
la cual nuestra realidad, o lo que conocemos, depende<br />
de nuestra identidad desde el punto de vista de la estructura,<br />
así como de nuestras interacciones con otros.<br />
La teoría de Maturana y Varela afirma que los sistemas<br />
vivientes son «autopoiéticos», y como tales se organizan<br />
para sobrevivir y re-crearse. Esta supervivencia y recreación<br />
dependen del acoplamiento de estructuras, un<br />
estado de interdependencia con el medio ambiente u otros<br />
sistemas vivientes. La supervivencia mutua sufre el reto<br />
constante de perturbaciones internas, así como de perturbaciones<br />
externas recíprocas, y depende de la adaptación<br />
de unos a otros. Las perturbaciones no" pueden modificar<br />
otro sistema viviente; sólo pueden suscitar la posibilidad<br />
del cambio. Este depende de la organización específica del<br />
sistema (determinismo estructural). De este modo, si dos<br />
o más sistemas interdependientes no pueden satisfacer<br />
sus necesidades básicas de supervivencia en la interacción<br />
recíproca, su relación terminará. Por ejemplo, si el corazón<br />
falla, destruirá los sistemas respiratorio, vascular y<br />
renal, y la persona morirá.<br />
De acuerdo con esta teoría, el desarrollo del lenguaje se<br />
produjo en una etapa tardía de la evolución de los sistemas<br />
vivientes y distingue a los seres humanos de otros<br />
mecanismos vivientes. <strong>El</strong> lenguaje se considera parte de<br />
la estructura individual de una persona, pero también<br />
una acción mutuamente dependiente, «un fenómeno que<br />
se produce en la recursión de interacciones lingüísticas:<br />
coordinaciones lingüísticas de coordinaciones lingüísticas<br />
de acción» (Maturana y Varela, 1987, pág. 211). En otras<br />
palabras, cada ser humano tiene una red neuronal cerra-<br />
da que genera su propia información (Efran et al., 1990,<br />
pág. 67), pero el lenguaje es un acto de adaptación mutua<br />
o de consenso sobre el significado entre el individuo y los<br />
grupos sociales.<br />
Si voy a un restaurante y pido un sandwich de pan tostado,<br />
tengo ya en mi sistema, gracias a interacciones lingüísticas<br />
previas, cierta información sobre lo que significa<br />
pan tostado. Tal vez haya aprendido de mi madre, de niña,<br />
el significado de «pan» y «tostado». Si en esta situación<br />
el camarero no sabe qué quiere decir pan tostado, tendremos<br />
que actuar para coordinar el significado. Otra manera<br />
de expresarlo es que tendremos que adaptarnos mutuamente<br />
de tal modo que nuestra relación pueda sobrevivir:<br />
que el camarero satisfaga mi pedido, cumpliendo<br />
así con la tarea a su cargo y evitando que lo despidan. La<br />
coordinación del significado de pan tostado depende de<br />
que ambos hablemos el mismo idioma. De no ser así, ¿podríamos<br />
entendernos de algún otro modo, quizá por medio<br />
de gestos o indicaciones no verbales? Si ambos hablamos<br />
el mismo idioma pero el camarero no está familiarizado<br />
con el pan tostado, ¿seré capaz de explicarle de qué<br />
se trata, y será él capaz de entender mi explicación, de<br />
modo tal que podamos mantener una relación mutuamente<br />
provechosa?<br />
Hay dos aspectos de la obra de Maturana y Varela que<br />
me parecieron particularmente atractivos en mi carácter<br />
de terapeuta centrada en la solución. Uno es la idea de<br />
que la supervivencia y la adaptación constituyen un proceso<br />
interdependiente entre sistemas vivientes, basado<br />
en la conservación de lo que cada uno de ellos necesita para<br />
sobrevivir; en otras palabras, es esencial tomar como<br />
base lo que funciona. <strong>El</strong> otro aspecto es la idea de que no<br />
podemos conocer ni actuar sin la dinámica biológica que<br />
llamamos emociones. En particular, la emoción que Maturana<br />
y Varela (1987) llaman «amor», o la aceptación de<br />
otra persona junto a nosotros en nuestro diario vivir, es la<br />
base biológica de la vida social que hace posible la continuidad<br />
de las relaciones y de la vida misma. Esta idea, basada<br />
en los puntos fuertes, es llamativamente similar al<br />
concepto de «validación consensual» de Harry Stack Sulli-<br />
45
van, según el cual las personas «prestan atención a sus<br />
respectivos estados emocionales e intercambian información<br />
codificada acerca de lo que es apropiado e inapropiado,<br />
ansiógeno o tranquilizador» (Cushman, 1995, pág.<br />
178).<br />
Una teoría centrada en la solución<br />
Lo que expondré a continuación es una teoría nacida<br />
de mi experiencia personal respecto de lo que da resultado<br />
en la TCS. La considero una teoría constructivista que<br />
conserva algunos conceptos interaccionales-estratégicos y<br />
los integra a una perspectiva biológica que incluye las<br />
emociones.<br />
Los seres humanos son únicos en lo concerniente a su<br />
herencia genética y su desarrollo social. Su capacidad<br />
de cambiar está determinada por estos factores y por<br />
sus interacciones con los demás. Los problemas son situaciones<br />
de la vida actual experimentados como insatisfacción<br />
emocional con uno mismo y en relación con<br />
los otros. <strong>El</strong> cambio se produce por medio del lenguaje<br />
cuando el reconocimiento de las excepciones y de los<br />
puntos fuertes existentes y potenciales da origen a nuevas<br />
acciones.<br />
Los supuestos derivados de este enunciado dan forma<br />
a la actitud del terapeuta hacia los clientes y guían la relación<br />
entre uno y otros. Obsérvese que, aunque se ocupan<br />
de asuntos distintos, estos supuestos a menudo se superponen<br />
o confluyen, por lo que se refuerzan mutuamente.<br />
Supuestos centrados en la solución<br />
1. Cada cliente es único. Esta proposición se relaciona<br />
con la teoría de que los sistemas vivientes (los clientes) es-<br />
46<br />
tán determinados por su estructura. Cuando los terapeutas<br />
centrados en la solución tienen esto en mente, resisten<br />
mejor la tentación natural de creerse conocedores de la<br />
solución para el problema de un cliente dado porque se<br />
trata de una solución que funcionó en un caso similar o les<br />
ha sido útil en su vida personal. Así como cada cliente es<br />
único, también lo es cada relación. Los problemas surgidos<br />
en la relación de una pareja después del nacimiento<br />
de su primer hijo podrían resolverse si la esposa permite<br />
que su marido tenga una mayor participación en el cuidado<br />
del niño, mientras que otra solución podría consistir en<br />
que ambos cónyuges se tomaran una noche libre por semana.<br />
La TCS es un modelo constructivista. La apelación al<br />
uso de la misma intervención constituye un modo de pensamiento<br />
lineal que implica causalidad y se centra en el<br />
contenido más que en el proceso. La probabilidad de hallar<br />
la solución más rápida y más apropiada para los clientes<br />
será mayor si el terapeuta los trata como seres únicos<br />
y no pierde la «curiosidad» (Cecchin, 1987).<br />
Naturalmente, no queremos decir con esto que la experienda<br />
profesional o personal no tenga cabida en la terapia.<br />
Sin embargo, sólo deberíamos recurrir a ella después<br />
de haber empleado todos los medios a nuestro alcance para<br />
ayudar al cliente a acceder a su propia información, y<br />
aun así de manera cautelosa, diciendo, por ejemplo: «A algunas<br />
personas les ha resultado útil...» o «Si estuviera<br />
dispuesto a considerar... ¿cree que podría ser útil?».<br />
2. Los clientes poseen puntos fuertes y recursos intrínsecos<br />
para ayudarse a sí mismos. Este es el supuesto esencial<br />
de la filosofía centrada en la solución, y tal vez uno de<br />
los más difíciles de recordar para los terapeutas. Como<br />
profesionales de la salud, consideramos que es nuestra<br />
responsabilidad aliviar el sufrimiento de los clientes tan<br />
rápido como sea posible. Terminamos por asemejarnos a<br />
esos padres protectores que guían en exceso a sus hijos para<br />
evitar que sufran algún daño en lugar de ayudarlos a<br />
utilizar sus propios recursos para cuidar de sí mismos.<br />
Esa manera de criar a los hijos no contribuye a que tomen<br />
47
48<br />
conciencia de su fuerza ni les infunde confianza en sí<br />
mismos.<br />
La respuesta de Maturana a la pregunta: «¿Cuál es el<br />
propósito de la terapia?» ofrece una perspectiva útil para<br />
apoyar este supuesto. En relación con el acoplamiento de<br />
estructuras, Maturana sostiene que la terapia debería generar<br />
una dinámica de interacción en la qué las personas<br />
recuperaran algo (autorrespeto, amor, legitimidad), tanto<br />
en sí mismas como en los demás (1996). Visto desde la posición<br />
de los terapeutas, esto sugiere que busquemos y enfaticemos<br />
nuestros recursos de aceptación, empatia y respeto<br />
por los clientes»<br />
Desde un punto de vista más práctico, este supuesto<br />
nos recuerda que el simple hecho de estar vivos y haber<br />
acudido a nuestro consultorio es una muestra de los puntos<br />
fuertes de los clientes. Han sobrevivido física y emocionalmente<br />
hasta ahora, y debemos unirnos a ellos en la<br />
empresa de continuar con su vida en la medida de su capacidad.<br />
Con frecuencia, sin embargo, la historia de esa<br />
supervivencia puede estar tan llena de dificultades y sufrimientos<br />
que tal vez nos deje anonadados y sin esperanzas.<br />
En esas ocasiones, pensamientos como «Es algo horrendo»,<br />
«No hay nada que yo pueda hacer» o «No sabría<br />
por dónde empezar» pueden contrarrestarse con el supuesto<br />
de que los clientes tienen la fortaleza y los recursos<br />
para ayudarse a sí mismos. Esta idea lleva automáticamente<br />
a una reacción como la siguiente: «Usted tiene que<br />
hacer frente a muchas cosas en este momento. ¿Cómo ha<br />
podido arreglárselas hasta ahora?». Esta respuesta se<br />
centra de inmediato en los recursos y al mismo tiempo beneficia<br />
la relación terapeuta-cliente con su mensaje de<br />
comprensión y consideración positiva.<br />
3. Nada es totalmente negativo. Este supuesto encuentra<br />
respaldo en la idea de Maturana y Varela de que no<br />
puede haber cambio sin conservación. Por lo general<br />
nuestros clientes perciben su situación como totalmente<br />
negativa y no tienen conciencia de las excepciones ni de<br />
sus propios recursos. Dicen cosas como «Tengo que librarme<br />
de mi angustia», sin darse cuenta de que sentir un<br />
poco de angustia es ventajoso en muchas situaciones.<br />
Como terapeutas, también nosotros solemos pensar las<br />
cosas en términos excluyentes entre sí. De este modo,<br />
cuando los clientes nos plantean situaciones que implican<br />
al mismo tiempo pérdidas personales, mala salud, dificultades<br />
económicas y problemas legales, como a veces sucede,<br />
este supuesto nos lleva a pensar: «Sí, pero ¿qué les ha<br />
permitido seguir adelante y cómo podemos preservarlo y<br />
tomarlo como base?». Este pensamiento nos orienta hacia<br />
las preguntas sobre la capacidad para arreglárselas, que<br />
en situaciones extremas son mucho más empáticas y sensibles<br />
que preguntar «¿Qué anda bien todavía en su vida?»,<br />
cuando todo parece estar mal.<br />
4. La resistencia no existe. «Resistentes» es el término<br />
con que los terapeutas designan a los clientes que no aceptan<br />
su punto de vista sobre la manera de cambiar. La mera<br />
idea de que los terapeutas apliquen etiquetas a la conducta<br />
de los clientes no es compatible con la TCS ni con el<br />
pensamiento posmoderno en general. Un cliente no puede<br />
ser resistente; esa calificación significa simplemente que<br />
el terapeuta no comprende cómo debe proceder para provocar<br />
un cambio (perturbar) de modo tal que permita al<br />
cliente reaccionar de una manera adaptativa. Por lo tanto,<br />
el terapeuta debe seguir observándolo para entender<br />
mejor qué puede funcionar en su caso.<br />
Maturana utiliza la expresión «interacción ortogonal»<br />
para describir el proceso terapéutico. Con ello alude a un<br />
tipo de relación que lleva a la persona a generar una respuesta<br />
nueva o infrecuente. La perturbación producida<br />
por la interacción provoca el surgimiento de nuevas pautas<br />
(Efran y Blumberg, 1994).<br />
Pero aunque el concepto de resistencia no es apropiado<br />
para este tipo de terapia, el término «resistencia» describe<br />
bien lo que los terapeutas centrados en la solución sienten<br />
a menudo en su interacción con los clientes. ¿Qué terapeuta<br />
no ha pasado por la experiencia de sentir envararse su<br />
cuerpo cuando un cliente contesta «sí, pero...» a todo lo<br />
que se le dice? Nos damos cuenta de que en lugar de permanecer<br />
sentados en nuestra posición relajada habitual,<br />
49
nos inclinamos hacia el cliente con el cuerpo rígido. Es posible<br />
que elevemos la voz y se nos cierre la garganta. Sentimos<br />
que estamos haciendo un gran esfuerzo. <strong>El</strong> recurso<br />
a este supuesto en un momento semejante nos ayudará a<br />
reclinarnos en el asiento, respirar hondo, volvernos hacia<br />
el cliente y preguntarle: «En su opinión, ¿qué sería lo más<br />
adecuado para usted en este momento afín de que las<br />
cosas pudieran mejorar?». Esto es útil tanto para nosotros<br />
como para el cliente, por su efecto positivo sobre el clima<br />
emocional.<br />
5. Usted no puede cambiar a los clientes; sólo ellos<br />
pueden cambiarse a sí mismos. Muy de vez en cuando los<br />
terapeutas centrados en la solución experimentan la sensación<br />
de estar librando una lucha por el poder con un<br />
cliente o de esforzarse demasiado por hacerle entender<br />
una idea. La creencia de que los sistemas vivientes están<br />
«cerrados a la información» y no pueden modificarse desde<br />
afuera respalda este supuesto, que previene o corrige<br />
esos deslices.<br />
Un ejemplo que me viene a la mente es el de una situación<br />
en la que una madre, cuyo hijo había sido colocado en<br />
tratamiento a domicilio por haber abusado sexualmente<br />
de una hermana menor, recibió la orden de trabajar con<br />
un terapeuta familiar con miras a la reunificación. <strong>El</strong> muchacho<br />
había hecho grandes progresos, y el organismo<br />
que cubría las prestaciones estaba ansioso por dar por terminado<br />
el costoso tratamiento a domicilio. Sin embargo,<br />
pese a haber empleado técnicas centradas en la solución,<br />
el terapeuta no podía conseguir que la madre mantuviera<br />
sus intenciones declaradas de realizar en su hogar y en sí<br />
misma los cambios necesarios a fin de que la casa fuera<br />
considerada segura para la hermana menor. Los colegas a<br />
quienes consultó lo instaron a dejar de «centrarse en la<br />
solución» y a intensificar el temor de la madre a perder a<br />
su hijo para conseguir que cambiara, Pero el terapeuta decidió<br />
consultar algunas obras centradas en la solución publicadas<br />
a fines de la década de 1980 y encontró este supuesto.<br />
Como consecuencia, decidió cambiar él mismo para<br />
marcar una diferencia. Decidió asumir la responsabili-<br />
50<br />
dad disculpándose ante la madre por no haberla ayudado<br />
a satisfacer las expectativas que otras personas tenían a<br />
su respecto, y le pidió que lo ayudara a entender mejor<br />
cómo podría obtener ese resultado. La madre reaccionó<br />
con mucha emotividad y expresó cierta ambivalencia<br />
respecto de la reunificación. Confesó que se sentía culpable<br />
de no querer esforzarse por realizar cambios cuya<br />
eficacia juzgaba poco probable. Esta confesión brindó al<br />
terapeuta la oportunidad de ayudarla a manejar su sentimiento<br />
de culpa y a considerar otras opciones para el futuro<br />
que parecían más prometedoras. <strong>El</strong> muchacho fue colocado<br />
en un hogar sustituto y la familia continuó trabajando<br />
con miras a la reunificación. Un entorno que indicaba<br />
apoyo en lugar de censura provocó poco a poco cambios favorables<br />
a la reunificación.<br />
Cuando los clientes parecen haber llegado a un punto<br />
muerto, a menudo es útil comunicarles que comprendemos<br />
sus sentimientos. Maturana (1988, pág. 17),<br />
conforme a su idea de que las preferencias (las emociones)<br />
determinan las acciones, nos advierte que no debemos<br />
tratar de cambiar a los clientes mediante la lógica si no<br />
existe un acuerdo mutuo respecto de las emociones subyacentes.<br />
6. La TCS avanza a paso lento. La TCS es un modelo<br />
breve, similar al desarrollado en la Brief Therapy Clinic<br />
del Mental Research Institute. En su denominación he<br />
suprimido deliberadamente la palabra «breve» para<br />
evitar conjeturas erróneas. <strong>El</strong> supuesto precedente se<br />
elaboró originalmente para contrarrestar la creencia de<br />
que «breve» implica «rápida». Por lo común, los modelos<br />
de terapia breve pueden proporcionar tratamientos eficaces<br />
y de efectos duraderos en lapsos más cortos que otros<br />
modelos de terapia. Sin embargo, la brevedad será el resultado<br />
de haber realizado la intervención más apropiada<br />
para un cliente determinado, y no de la aplicación apresurada<br />
de la técnica. <strong>El</strong> uso prematuro de la técnica puede<br />
prolongar él tratamiento, porque es posible que se concentre<br />
en quejas que no tienen relación con lo que el cliente<br />
desea realmente de la terapia.<br />
51
La TCS también se aplica sin prisa en casos que requieren<br />
apoyo terapéutico durante años. Los episodios de<br />
contacto intenso en momentos de crisis, intercalados en<br />
un proceso ininterrumpido de apoyo moderado, pueden<br />
producir una mejoría sorprendente y duradera en el desempeño<br />
si el esfuerzo se concentra en metas limitadas<br />
identificadas por los clientes y abordadas en un clima<br />
emocional seguro.<br />
Este supuesto es sobre todo un recordatorio de que<br />
debemos ser pacientes con nosotros mismos. Hacemos<br />
TCS incluso cuando sólo nos ocupamos del entorno que los<br />
clientes necesitan para cambiar.<br />
7. No hay causa y efecto. <strong>El</strong> concepto de causa y efecto<br />
no existe en un mundo constructivista, porque implica la<br />
existencia de alguna verdad objetiva. Los problemas y las<br />
soluciones son vistos, en cambio, como acontecimientos<br />
impredecibles de la vida. Por lo tanto, en lugar de dejar<br />
que los clientes nos induzcan a preguntarnos junto con<br />
ellos «.. .¿Por qué existe este problema?», debemos preguntarnos<br />
«¿Qué debe ser diferente en el futuro?». Por<br />
otra parte, tenemos que estar dispuestos a hablar con<br />
ellos sobre causas y efectos si ese es el único modo como<br />
pueden pensar en una solución.<br />
Por ejemplo, una cliente que durante varios meses se<br />
ha sentido deprimida informa que mejoró súbitamente<br />
después de leer, la semana anterior, un libro de autoayuda.<br />
Al terapeuta le consta que la mujer ha informado de<br />
signos graduales de mejoría, aunque se mostró renuente a<br />
admitirlos. Lo que importa en este caso es que encontró<br />
una manera de cambiar. Si prefiere creer que ha cambiado<br />
debido al libro y no a la terapia, ese pensamiento en<br />
términos de causa y efecto es su modo de cambiar, y debe<br />
ser aceptado. Para esta cliente, el cambio en el contexto de<br />
la relación con un terapeuta no era una opción en ese momento.<br />
En el campo de la salud mental existe la firme creencia<br />
de que el hecho de haber sido víctima de abuso sexual y<br />
violencia física es directamente responsable de los problemas<br />
emocionales que se presentan más adelante. No hay<br />
52<br />
duda de que esos terribles acontecimientos influyen en la<br />
vida de la víctima; sin embargo, es imposible establecer<br />
una relación directa, porque siempre se pueden hallar<br />
clientes que muestran síntomas similares sin haber pasado<br />
por esa experiencia: Mientras los profesionales de la<br />
salud mental no dispongan de instrumentos de diagnóstico<br />
similares a los de los médicos, como las técnicas de<br />
imágenes y los análisis de sangre, la reflexión en términos<br />
de causa y efecto es una vía que ningún terapeuta centrado<br />
en la solución debería seguir.<br />
Cuando los clientes buscan una causa, resulta útil preguntarles<br />
si el conocimiento de esta los ayudará a resolver<br />
su problema. Por lo general contestan que los ayudará a<br />
comprender. La pregunta «Si pudiera resolver su problema<br />
sin comprender, ¿estaría conforme?» suele proporcionar<br />
un punto de vista que resultará novedoso para muchos<br />
de ellos.<br />
8. Las soluciones no tienen que ver necesariamente con<br />
el problema. Este supuesto fue desarrollado en el Brief<br />
Family Therapy Center en 1982, al transferirse el énfasis<br />
del problema a la solución, en las circunstancias que ya he<br />
mencionado. En esa época se comprobó que la pregunta<br />
«¿Qué no quiere cambiar en la situación que lo trajo<br />
aquí?» generaba diferencias positivas al margen de la descripción<br />
del problema. En efecto, parecía provocar acciones<br />
creativas en clientes que eran incapaces de cambiar<br />
cuando pensaban en lo que querían modificar.<br />
Este supuesto nos recuerda una vez más que no debemos<br />
pensar en causas y efectos. En la vida, como en la terapia,<br />
el cambio es inevitable e impredecible. Por ejemplo,<br />
una persona que se aburre en su trabajo puede volverse<br />
cada vez más letárgica e ineficaz. Un estímulo inesperado<br />
ajeno a su mundo laboral, como un pasatiempo, un deporte<br />
o una nueva relación, pueden producir en ella un<br />
cambio general de actitud que afecte su percepción del<br />
trabajo y su desempeño en él. La búsqueda de soluciones<br />
únicamente relacionadas con el problema puede limitar<br />
en gran medida el progreso.<br />
53
9. Las emociones son parte de todo problema y de toda<br />
solución. Por razones teóricas y prácticas, el Mental Research<br />
Institute y el modelo centrado en la solución han<br />
adoptado un enfoque cognitivo-conductal y evitado hablar<br />
de los sentimientos, salvo para establecer vínculos. Pero si<br />
el lenguaje se concibe como una acción inseparable de la<br />
emoción, las emociones de los clientes conciernen entonces<br />
a la terapia no menos que sus pensamientos y conductas.<br />
Dada esta teoría, el hecho de no hablarles de sus sentimientos<br />
y de no conectamos en ese nivel podría limitar<br />
nuestra comprensión de ellos, su comprensión de sí mismos<br />
y las posibilidades de hallar soluciones.<br />
Este supuesto nos recuerda que las emociones forman<br />
parte del lenguaje y son esenciales en el proceso de toma<br />
de decisiones de nuestros clientes (Damasio, 1994; Maturana<br />
y Varela, 1987). También nos recuerda que debemos<br />
estar atentos al clima emocional en que se desenvuelve<br />
nuestra relación con los clientes (véase el capítulo 2); en<br />
primer lugar, porque la seguridad, y no la angustia, es el<br />
estado emocional al que aspiran las personas (Sullivan,<br />
1953d) y en el que se sienten más relajadas, y en segundo<br />
lugar, porque un estado de relajación hace que estén más<br />
abiertas a sus propios recursos y a la nueva información<br />
(Erickson, 1977).<br />
Si un cliente afirma que no está haciendo progresos<br />
con su tesis doctoral de ingeniería y describe la situación<br />
en términos de tiempo, espacio, obligaciones familiares y<br />
problemas con la computadora, el mejor modo de cooperar<br />
con él sería, tal vez, emplear un lenguaje y unos conceptos<br />
que se adecuaran a su visión concreta del mundo. Pero si<br />
esto no lleva a ninguna parte, acaso sea productivo hablar<br />
del estado emocional que le provoca el problema.<br />
También nos conectamos emocionalmenté con los demás<br />
de un modo no verbal, y a algunos clientes que tienen<br />
conciencia de sus emociones puede resultarles incómodo<br />
hablar de ellas. Como terapeutas, es nuestra responsabilidad<br />
ser sensibles a los niveles de comodidad de nuestros<br />
clientes y respetarlos. Con todo, lo importante es<br />
transmitirles que comprendemos lo que nos dicen tan plenamente<br />
como es posible.<br />
54<br />
10. <strong>El</strong> cambio es constante e inevitable: un pequeño<br />
cambio puede llevar a cambios más grandes. Para el Mental<br />
Research Institute y la TCS, los problemas no son otra<br />
cosa que las inevitables vicisitudes de la vida. Algunas<br />
personas los resuelven por medio de la terapia y otras se<br />
recuperan espontáneamente (Bergin y Lambert, 1978).<br />
Se estima que el 40% de los clientes se recuperan debido a<br />
factores extraterapéuticos (Lambert, 1992). En realidad,<br />
no tenemos pruebas de que las personas que buscan<br />
ayuda no se habrían recuperado sin ella.<br />
Nuestra vida está sujeta a constantes cambios, como<br />
consecuencia de la complejidad de nuestra red de relaciones,<br />
que comprende desde la familia nuclear hasta personas<br />
de todo el mundo, y de circunstancias tales como las<br />
guerras, el clima y los fenómenos astrofísicos, muchos de<br />
los cuales escapan a nuestro control o son desconocidos.<br />
Un cambio en cualquiera de ellos puede afectar nuestra<br />
vida.<br />
La conciencia de la certeza respecto de esta incertidumbre,<br />
combinada con la confianza en los recursos intrínsecos<br />
de los clientes, ayuda al terapeuta centrado en<br />
la solución a mantener una actitud esperanzada a pesar<br />
de las dificultades que estos mencionan. Así, cuando nos<br />
sentimos abrumados por el relato de un cliente, y tan dubitativos<br />
como este respecto de lo que debe hacerse, el primer<br />
paso es tener en cuenta que el cambio es inevitable, y<br />
el segundo, comprometerse con el cliente a hacer algo, por<br />
pequeño que sea, que a su juicio marque una diferencia.<br />
En una situación que parece irremediable o abrumadora,<br />
un pequeño paso puede generar una sensación de control<br />
hasta entonces ausente. La decisión de tomar medidas,<br />
aunque se trate de algo de poca importancia, puede percibirse<br />
como el fin de un estancamiento total e infundir esperanza.<br />
De nosotros depende no ser demasiado ambiciosos<br />
respecto de los pequeños pasos que den nuestros clientes,<br />
y evitar que estos sean demasiado ambiciosos, ya que<br />
algo en apariencia tan insignificante como cambiar de peinado,<br />
hacer una llamada telefónica a un viejo amigo o comer<br />
con alguien en vez de hacerlo a solas puede conducir a<br />
cambios mayores.<br />
55
56<br />
Todos nos hemos sentido alguna vez abrumados por la<br />
cantidad de trabajo que teníamos por delante y que creíamos<br />
imposible de realizar. Por lo general, la mejor solución<br />
en estos casos es hacer una lista, establecer prioridades<br />
y comenzar a trabajar. De pronto la carga de trabajo<br />
nos parece manejable. ¡Un pequeño cambio puede llevar a<br />
un cambio más grande!<br />
11. No podemos cambiar el pasado, de modo que debemos<br />
concentrarnos en el futuro. Este supuesto es evidente,<br />
pero recordarlo en todo momento no es fácil. La aceptación<br />
del supuesto de que el lenguaje es una acción en el<br />
presente respalda la creencia de que también el cambio<br />
sólo puede ocurrir en el presente.<br />
Los clientes suelen decir que sabrán que ya no necesitan<br />
seguir en terapia cuando comprendan sus acciones<br />
pasadas que desembocaron en el problema. Parecen creer<br />
que la comprensión es necesaria para arribar a una solución.<br />
Algunos persisten incluso en tratar de entender «por<br />
qué» después de haber alcanzado su meta.<br />
En la terapia de parejas es habitual que, aun cuando<br />
ambos integrantes deseen permanecer juntos, no hagan<br />
progresos porque uno de ellos, o los dos, siguen hurgando<br />
en sucesos dolorosos del pasado. Los terapeutas centrados<br />
en la solución deben evitar quedar atrapados en ese fútil<br />
proceso y encontrar el modo de ayudar a sus clientes a<br />
perdonar, si no a olvidar, en bien de su futuro.<br />
Otro proceso sin ganadores frecuentemente observado<br />
en la terapia es el de los clientes obsesionados con el trato<br />
—percibido como injusto o agraviante— que recibieron de<br />
los padres en su niñez. Esos agravios no sólo no pueden<br />
modificarse, sino que quizá se trate del recuerdo de percepciones<br />
infantiles de hechos que en otra etapa de la vida<br />
tal vez se habrían considerado de diferente manera.<br />
Un modo útil de trabajar con los clientes que persisten<br />
en hurgar en el pasado es decirles «Comprendo que para<br />
usted sea difícil olvidar (o perdonar) el pasado (el dolor, la<br />
desilusión, etc.), pero ¿qué cree que necesitaría ahora, o en<br />
el futuro, para aceptar el hecho de que eso ocurrió o comenzar<br />
a dejarlo atrás?».<br />
Los supuestos dan forma a nuestras actitudes hacia los<br />
clientes y, por lo tanto, a nuestra relación con ellos. Nos<br />
ayudan a decidir qué debemos hacer. <strong>El</strong> supuesto de que<br />
los clientes tienen puntos fuertes nos inducirá a formular<br />
preguntas sobre estos. <strong>El</strong> supuesto de que todos los problemas<br />
y soluciones implican emociones nos recordará<br />
que debemos ser empáticos y alentadores. Cuando un<br />
cliente informa sobre una recaída después de varias buenas<br />
semanas, podemos sentir la tentación de unirnos a él<br />
en la búsqueda de las causas de que eso haya ocurrido. Pero<br />
los supuestos centrados en la solución nos ayudan a forjar<br />
una actitud positiva en nosotros y en nuestros clientes,<br />
al inducirnos a preguntar; «Desde que describió por primera<br />
vez el problema que lo trajo aquí, usted hizo algunos<br />
progresos. Eso tiene que haber producido, necesariamente,<br />
algún efecto sobre la situación actual. ¿Cuál es la diferencia<br />
entre la situación presente y la del comienzo de la<br />
terapia?». Estas conexiones entre la teoría, los supuestos<br />
y la práctica serán señaladas en todo el libro.<br />
Conclusión<br />
<strong>El</strong> hecho de que la TCS prescindiera cada vez más de la<br />
teoría hizo que el escepticismo, sobre todo respecto de la<br />
forma como se la practica, fuera en aumento (Efron y Veenendaal,<br />
1993; Kieckner, Frank, Bland, Amendt y Bryant,<br />
1992; <strong>Lipchik</strong>, 1994; S. D. Miller, 1994; Nylund y Corsiglia,<br />
1994). La teoría descripta en este capítulo se elaboró<br />
para proporcionar un modo alternativo de conceptualizar<br />
y practicar la TCS que suscitara menos interrogantes<br />
sobre su legitimidad y valor (Cecchin, Lane y Ray,<br />
1994). De acuerdo con la idea de que el cambio debe implicar<br />
la conservación, esta versión reintroduce aspectos<br />
del pasado de la TCS y los combina con otros anteriormente<br />
no relacionados con ella. <strong>El</strong> componente biológico allana<br />
el camino a la integración de futuros descubrimientos<br />
de la neurociencia y otras áreas de la medicina que<br />
pueden ayudarnos a tratar con mayor eficacia a nuestros<br />
clientes.<br />
57
ller y Hubble, 1996), en los que se comprobó que alrededor<br />
del 80% de los clientes decían haber logrado importantes<br />
progresos durante la terapia.<br />
En este capítulo indicaremos cómo establecer y mantener<br />
con los clientes una relación que los haga sentirse apoyados<br />
mientras se adaptan o cambian. Examinaremos el<br />
proceso tanto desde el punto de vista del cliente como del<br />
terapeuta.<br />
Resultados de las investigaciones<br />
<strong>El</strong> estudio informal realizado en nuestra clínica concuerda<br />
con las ideas actuales sobre la importancia de la<br />
relación terapeuta-cliente en la terapia (Beyebach et al.,<br />
1996; Horvath y Symonds, 1991; Hubble et al, 1999; Orlinsky,<br />
Grawe y Parks, 1994; Patterson, 1984; Turnell y<br />
<strong>Lipchik</strong>, 1999). Hubble y sus colegas (1996) citan a Lambert<br />
(1992), quien estimó que los principales determinantes<br />
del resultado de la terapia (40%) son factores extraterapéuticos,<br />
es decir, factores internos y externos que los<br />
clientes llevan a la terapia; el 30% está determinado por<br />
factores vinculados con la relación terapeuta-cliente, como<br />
la solicitud, la aceptación y el aliento, mientras que sólo<br />
el 15% corresponde a factores específicos propios del<br />
modelo y las técnicas de la terapia; el 15% restante se debe<br />
al efecto placebo.<br />
La relación terapeuta-cliente centrada en la<br />
solución<br />
En el contexto de la teoría presentada en el capítulo 1,<br />
la relación terapeuta-cliente implica un acoplamiento de<br />
estructuras entre dos seres humanos singulares que<br />
tienen roles complementarios: el profesional asistencial y<br />
el cliente, que se siente incapaz de resolver un problema.<br />
Los diferentes conocimientos y expectativas que ambos<br />
60<br />
aportan constituyen la relación en todo momento. No obstante,<br />
es responsabilidad del terapeuta utilizar sus supuestos<br />
teóricos para guiar esa relación en beneficio del<br />
cliente.<br />
Concibo la relación terapeuta-cliente centrada en la solución<br />
como un viaje de ambos hacia la solución del cliente.<br />
Este es el encargado de decidir el destino final. Contribuye<br />
con su modo de cooperar, su disposición a cambiar y<br />
sus expectativas. <strong>El</strong> terapeuta actúa como un guía, valiéndose<br />
de preguntas y respuestas cuidadosamente elegidas<br />
para ayudar al cliente a ver con claridad su dirección<br />
o a cambiarla por otra con mayores probabilidades de<br />
llevarlo a su destino.<br />
<strong>El</strong> puntal de la relación entre el terapeuta y el cliente,<br />
sea cual fuere la orientación adoptada, es la confianza.<br />
Los clientes deben confiar en nuestro compromiso con la<br />
tarea de ayudarlos sin causarles daño. Como la filosofía<br />
de la TCS se basa en los puntos fuertes, esto significa lograr<br />
que los clientes confíen en que nosotros los ayudaremos<br />
a confiar en sí mismos. Se trata de un delicado acto de<br />
equilibrio, pues debemos estimar cuándo intervenir y<br />
cuándo no. Hace mucho tiempo (<strong>Lipchik</strong> y Vega, 1984)<br />
comparé este proceso con el de enseñar a alguien a andar<br />
en bicicleta. Uno proporciona seguridad siguiendo de cerca<br />
a esa persona, que trata de evitar una caída. Sin embargo,<br />
debe ser cuidadoso al decidir cuándo dejar que dependa<br />
de su propio sentido del equilibrio y cuándo estabilizarla<br />
sujetando el asiento por atrás.<br />
<strong>El</strong> clima emocional<br />
Idealmente, la relación terapeuta-cliente debería<br />
generar un clima emocional en el que la terapia pudiera<br />
desenvolverse con la mayor fluidez posible. La mayoría de<br />
los clientes describen sus problemas con palabras y<br />
acciones teñidas de emoción. Por lo tanto, el primer paso<br />
que un terapeuta centrado en la solución puede dar para<br />
conectarse en el nivel emocional es adoptar una postura<br />
61
elajada y amistosa, como uno lo haría con un huésped en<br />
su propia casa. Las preguntas al cliente sobre si tuvo dificultades<br />
con el tránsito en el camino al consultorio o sí le<br />
costó localizarlo» lo mismo que los comentarios sobre el<br />
tiempo, siempre son útiles. A continuación, y antes de interrogarlo<br />
sobre los aspectos demográficos o históricos, se<br />
lo debería invitar a hablar acerca de lo que siente respecto<br />
de la terapia. Por ejemplo: «¿Es su primera experiencia<br />
con la terapia?». En tal caso: «Puede ser incómodo para algunas<br />
personas». «¿Hay algo que quiera saber acerca de lo<br />
que haremos?». Si se nota que el cliente está ansioso: «Es<br />
difícil hablar con un extraño de las cosas que nos perturban.<br />
¿Puedo hacer algo para que se sienta más cómodo?».<br />
Como parte de mi rutina, pregunto a los clientes qué<br />
desean saber sobre mí y sobre la institución antes de comenzar<br />
a pedirles información sobre ellos. Generalmente,<br />
esto provoca una sorpresa agradable, y algunos clientes<br />
aprovechan la oportunidad para hacer preguntas. Estos<br />
pasos comienzan a definir una relación de aceptación,<br />
comprensión y respeto mutuo que es cómoda desde el punto<br />
de vista emocional. Como Erickson lo expresó magistralmente,<br />
es natural relajarse en presencia de alguien<br />
que no nos cuestiona.<br />
Las figuras 1 y 2 representan las interacciones terapeuta-cliente<br />
que generan el clima emocional. Ambos<br />
diagramas muestran un proceso que comienza cuando el<br />
terapeuta y el cliente se encuentran por primera vez y<br />
perdura hasta el final de la relación. No debe darse por<br />
sentado que el clima emocional, una vez que ha surgido<br />
para proporcionar seguridad y comodidad al cliente, se<br />
mantendrá estable durante todo el tratamiento. Es preciso<br />
controlarlo permanentemente y mantenerlo para que<br />
no obstaculice el progreso.<br />
La posición del cliente<br />
Los clientes inician la relación terapéutica sintiéndose<br />
vulnerables y desvalidos. No saben aún que sus recuer-<br />
62<br />
dos, percepciones, temores y expectativas son valiosos recursos<br />
y tienen la clave de la solución de sus problemas.<br />
En la medida en que puedan acceder a esa información y<br />
utilizarla para conocer con claridad sus necesidades y deseos,<br />
su progreso se verá facilitado. <strong>El</strong> caso de John, que<br />
vimos en el capítulo 1, constituye un ejemplo. Cuando<br />
John se sintió lo bastante seguro para hablar sobre su<br />
sentimiento de culpa con el terapeuta, pudo revisar sus<br />
metas y dar por su cuenta los pasos necesarios para alcanzar<br />
una solución.<br />
Muchos de los clientes que acuden a terapia sienten<br />
que no tienen control sobre su vida. Experimentan una<br />
creciente desesperanza. Como se indica en la figura 1, temen<br />
la crítica y lo desconocido y se muestran cautelosos<br />
en relación con el terapeuta. Están centrados en el problema,<br />
en algo censurable que ellos u otros hicieron en el pasado,<br />
y perciben su situación como «totalmente mala» o<br />
«totalmente buena».<br />
En su primer contacto con la terapia, los clientes suelen<br />
tener dudas acerca de cómo comportarse. Algunos esperan<br />
que el terapeuta «haga algo que los haga cambiar».<br />
Estas dudas pueden parecer amenazantes, incluso para<br />
quienes desean cambiar. <strong>El</strong> cambio implica asimismo la<br />
existencia de defectos que preferirían no admitir o revelar.<br />
Como terapeutas debemos hacerles comprender que el<br />
cambio, o el potencial para el cambio, puede provocar cierta<br />
angustia, y también debemos estar atentos a las señales<br />
de esta durante toda la terapia. Cuando encontramos<br />
pruebas de que los clientes están angustiados, la manera<br />
de ayudarlos según el modelo centrado en la solución consiste<br />
en normalizar esa angustia y tratar de que acepten<br />
sus sentimientos en vez de combatirlos. Podemos decirles,<br />
por ejemplo: «Es normal que usted se sienta (confundido,<br />
inseguro, incómodo, angustiado). Esto puede ser para<br />
bien, pues le está diciendo que aminore el paso y se tome<br />
algún tiempo para acostumbrarse a los cambios que pueden<br />
producirse (o que se han producido) y pensar detenidamente<br />
en cómo desea proseguir. Siempre es preferible<br />
ir despacio».<br />
63
La posición del terapeuta<br />
Hay un fuerte contraste entre la posición desesperanzada<br />
y temerosa del cliente y la posición del terapeuta<br />
centrado en la solución. Este, poseedor de conocimientos<br />
técnicos de los que el cliente carece, debe tener la precaución<br />
de no controlar, influir ni aconsejar. La mejor posición<br />
que puede asumir es la de «no saber» (Anderson, 1997). Se<br />
trata de una postura de «humildad respecto de lo que uno<br />
sabe. En efecto, [cuando asume esa postura] un terapeuta<br />
está más interesado en enterarse de lo que un cliente tiene<br />
para decir que en reafirmar, expresar, convalidar o promover<br />
sus conocimientos o preocupaciones» (Anderson,<br />
1997, pág. 136).<br />
<strong>El</strong> terapeuta no debe vacilar en pedir aclaraciones hasta<br />
el punto de parecer obtuso. Las diferencias en lo que los<br />
clientes quieren decir pueden ser mínimas, pero son importantes<br />
para centrarse en lo que realmente quieren. La<br />
elección del momento adecuado es esencial. Interrumpir a<br />
los clientes para formular una pregunta o introducir una<br />
idea nueva es algo que debe hacerse con cautela para evitar<br />
que lo tomen como una falta de respeto o una muestra<br />
de rechazo.<br />
La posición de aceptación inherente al modelo centrado<br />
en la solución, exteriorizada por medio de una actitud<br />
comprensiva, acrítica y no antagónica, no debería ser interpretada<br />
en el sentido de que nunca impugnamos lo que<br />
dicen los clientes. En la mayoría de los casos, el terapeuta<br />
practicante de este modelo puede comenzar la terapia limitándose<br />
a escuchar con una actitud de aceptación y<br />
concentrándose poco a poco en lo que los clientes afirman<br />
querer. A veces, sin embargo, los clientes nos cuentan cosas<br />
sobre su vida de las que tenemos la obligación profesional<br />
de ocuparnos independientemente de nuestra posición<br />
teórica, como cuando nos hablan de abuso infantil o<br />
de pensamientos homicidas o suicidas. Estas cuestiones<br />
pueden abordarse de un modo compatible con la filosofía<br />
centrada en la solución y con la intención de proteger el<br />
64
66<br />
clima emocional. Un ejemplo podría ser la revelación de<br />
castigos corporales:<br />
«Sé que usted se empeña en ser un buen padre y enseñar<br />
a su hija a portarse bien, y comprendo lo frustrado que debe<br />
sentirse al ver que ella no le hace caso, pero me pregunto<br />
si sabe que golpearla con un cinturón es ilegal. Es una<br />
actitud que estoy obligada a informar a los Servicios de<br />
Protección a la Infancia, a menos que lo haga usted mismo.<br />
Si lo hace por su cuenta, lo considerarán una señal de<br />
que asume la responsabilidad y desea cambiar. Esto le<br />
será útil porque influirá en la decisión que tomen sobre el<br />
manejo de su situación, y yo haré todo lo que pueda para<br />
ayudarlo a idear otro modo de conseguir que ella se porte<br />
como debe».<br />
Por lo general, la relación terapeuta-cliente peligra menos<br />
cuando la denuncia a las autoridades es hecha por el segundo,<br />
y no por el primero.<br />
En una etapa más avanzada de la terapia, cuando la<br />
relación de confianza se ha fortalecido, el riesgo de perjudicar<br />
el clima emocional suele ser menor. No obstante,<br />
siempre debemos estar atentos a lo que parece suceder<br />
con los clientes: sólo así podremos dar una respuesta que<br />
mantenga un clima emocional positivo. Cuando advertimos<br />
que los clientes faltan a algunas sesiones o se muestran<br />
menos relajados, es preferible preguntarles si nosotros<br />
podemos hacer algo para corregir ese estado de cosas,<br />
en lugar de culparlos. Una cliente puede confesarse decepcionada<br />
porque los cambios son pocos o porque en las<br />
conversaciones no se aborda el tema sobre el que ella desearía<br />
realmente hablar. Esta respuesta requiere que nos<br />
disculpemos y averigüemos de qué modo, a su juicio, podría<br />
corregirse la situación. Este intercambio puede ser<br />
una valiosa lección de asertividad para los clientes, además<br />
de un medio de hacer progresar la terapia.<br />
Las conversaciones entre clientes y terapeutas pueden<br />
producir mucha más información para las soluciones<br />
cuando se entablan en un clima emocional favorable. Al<br />
principio, los clientes suelen ser cuidadosos respecto de lo<br />
que revelan. Cuanto más deponen su actitud defensiva,<br />
mayor es la información que proporcionan. La figura 2<br />
ilustra el intercambio entre el terapeuta y el cliente, tanto<br />
durante una sesión como en el curso total de la terapia. <strong>El</strong><br />
terapeuta formula una pregunta que genera una respuesta<br />
con información ya conocida o novedosa para el cliente<br />
y el terapeuta, la cual sugiere a este una nueva pregunta.<br />
En esta pauta recurrente, el terapeuta debe decidir si ha<br />
de reflexionar, asentir, pedir una aclaración o utilizar una<br />
técnica, basándose en su juicio acerca de si ello preservará<br />
la comodidad emocional del cliente.<br />
Por ejemplo, Tamara concurre a terapia para decidir si<br />
ha de abandonar o no a su esposo. A este no le interesa el<br />
asesoramiento de parejas. Además de mencionar su insensibilidad,<br />
pereza e irresponsabilidad, Tamara se queja<br />
porque él gasta los limitados ingresos de ambos sin consultarla.<br />
La terapeuta pregunta: «¿Qué hace usted cuando<br />
su esposo sale a comprar un nuevo juguete electrónico<br />
sin avisarle?». «Me enojo mucho», contesta Tamara. La terapeuta<br />
acepta la respuesta con un movimiento de la cabeza,<br />
pero quiere saber más. Pregunta: «¿Cómo manifiesta<br />
su enojo?». Tamara dice que se siente muy desilusionada<br />
y a veces llora y le pregunta por qué hace eso. La terapeuta<br />
cuenta ahora con información que sugiere que la<br />
reacción de la cliente es bastante normal, dadas las circunstancias.<br />
En la sesión siguiente, la terapeuta y Tamara continúan<br />
hablando sobre las ventajas y desventajas presentes<br />
y futuras de la relación de la cliente con el esposo, a fin de<br />
facilitar su decisión. La terapeuta sigue aceptando la versión<br />
de Tamara sobre sus reacciones ante la conducta del<br />
marido. Hacia el final de la tercera sesión, Tamara informa<br />
acerca de otro de los incidentes provocados por los gastos<br />
compulsivos de su esposo, y la terapeuta comenta:<br />
«¡Debe ser muy duro para usted!». «Lo es, pero desearía no<br />
perder los estribos de esa manera», dice Tamara. La<br />
terapeuta se sorprende ante esta declaración. «¿Qué quiere<br />
decir con perder los estribos?», pregunta. Tamara confiesa<br />
entonces que por lo general se enoja tanto que destroza<br />
y disemina por la casa los objetos comprados por su<br />
67
marido. A veces le arroja con algo y lo golpea. Al preguntársele<br />
si cree que su temperamento afecta la relación<br />
conyugal, Tamara dice que la conducta de su esposo la<br />
exacerba, pero que ha sido un problema para ella desde su<br />
niñez.<br />
Esta interacción demuestra que, en el contexto de un<br />
clima emocional, los clientes suelen comenzar a proporcionar<br />
información que puede señalar de modo más preciso<br />
el camino hacia una solución.<br />
Solución<br />
Figura 2. Intercambio entre el terapeuta y el cliente durante la terapia.<br />
Un pensamiento de dos carriles<br />
A fin de comprender y hacer el mejor uso de la «manera<br />
singular de cooperar» de los clientes, es importante que<br />
68<br />
los terapeutas tengan un modo de distinguir entre su experiencia<br />
sobre las palabras y acciones de los clientes y la<br />
descripción o exhibición que estos hacen de ellas (Rober,<br />
1999). Este proceso exige tener conciencia de nuestras<br />
reacciones corporales y nuestros pensamientos (Andersen,<br />
1995; Johnson, 1987). La conciencia de las propias<br />
reacciones en relación con los clientes tiene un efecto acumulativo.<br />
Cuanto más practicamos, mejor lo hacemos. Según<br />
Yvonne Dolan (1991), esto significa que «uno sigue<br />
creciendo como persona y como terapeuta» (pág. 271).<br />
Una manera de lograrlo es manejarse simultáneamente<br />
con dos carriles mentales. Uno controla al cliente, y<br />
el otro, nuestras propias reacciones. <strong>El</strong> carril del cliente<br />
recoge información sobre cómo cooperar con él (es decir, su<br />
manera de hablar, su visión del mundo, sus creencias, el<br />
estilo de su interacción con nosotros y con los demás, y los<br />
modos característicos de su discurso o sus metáforas). <strong>El</strong><br />
carril personal transmite nuestros propios pensamientos,<br />
sentimientos, reacciones emocionales, corazonadas y<br />
conocimientos. En el caso de un cliente nuevo con el cual<br />
aún no hemos establecido una relación, el carril correspondiente<br />
a él podría ser el siguiente:<br />
«Este hombre está realmente escudriñando la oficina y<br />
a mí. Su expresión facial es tensa. No sonríe. Está muy<br />
acicalado. Lleva ropa muy cara. Proporciona la menor<br />
información posible, y siempre con un giro sarcástico.<br />
No deja de usar expresiones como "mi personal", "mi<br />
secretaria", "mis empleados"».<br />
Al mismo tiempo, el carril personal podría estar notando:<br />
«Su manera de escudriñar la oficina y a mí con esa expresión<br />
en el rostro hace pensar que mira a todo el<br />
mundo por encima del hombro. Llevar una ropa tan<br />
formal un sábado a la mañana es un tanto inapropiado.<br />
Quiere que yo sepa que ocupa un cargo importante.<br />
Este hombre me hace sentir incómodo. Siento como si<br />
me estuviera poniendo a prueba. Me intimida».<br />
69
Las reacciones y los juicios recogidos en el carril personal,<br />
aunque sean muy negativos, no deben descartarse.<br />
Son valiosos porque nos advierten que debemos ser<br />
cautelosos con nuestras reacciones. Sin esa advertencia,<br />
nuestras posibilidades de reaccionar con sensibilidad ante<br />
los clientes serían mucho menores. Una reacción negativa<br />
inapropiada puede avergonzar o enemistar, lo cual va<br />
en detrimento del clima emocional. Así, en el marco hipotético<br />
precedente, el terapeuta puede responder a sus<br />
reacciones ante el cliente diciéndose a sí mismo:<br />
«<strong>El</strong> terapeuta soy yo, y es probable que el cliente se<br />
sienta intimidado. Su comportamiento y su apariencia<br />
pueden ser una manera de enfrentar la angustia que le<br />
produce venir aquí. Tal vez crea que lo criticaré por sus<br />
problemas conyugales. Vino porque su mujer le pidió<br />
que lo hiciera por el bien de su relación, de modo que se<br />
siente dolido; Tengo que procurar que se sienta más cómodo».<br />
La mejor manera de tomar distancia respecto de los<br />
sentimientos que los clientes nos inspiran es recurrir a los<br />
supuestos teóricos. Por ejemplo, en este caso el supuesto<br />
de que cada cliente es único puede inducirnos a dar un lugar<br />
central a la individualidad del cliente e interrogarlo<br />
en forma deliberada sobre su trabajo y su importancia;<br />
probablemente esto reducirá su angustia y la necesidad<br />
de mostrarse altivo. De igual modo, el supuesto de que las<br />
emociones son parte de todo problema y toda solución puede<br />
llevarnos a reconocer que el cliente se siente incómodo<br />
en esta situación, y sirve para apartarnos de nuestras propias<br />
emociones.<br />
Otra situación en la que el pensamiento de dos carriles<br />
resulta útil es la que se presenta cuando un cliente revela<br />
que ha hecho o tiene la intención de hacer algo que desaprobamos.<br />
En tal caso, nuestro carril personal puede evitar<br />
que mostremos o expresemos desaprobación, y recordarnos<br />
que nuestra tarea consiste en ayudar a las personas<br />
a tomar decisiones apropiadas por sí mismas. Por<br />
ejemplo, el supuesto de que nosotros no podemos cambiar<br />
70<br />
a los clientes; estos tienen que cambiarse a sí mismos nos<br />
orienta a hacer preguntas que los ayudan a sopesar las<br />
ventajas y desventajas de sus propias decisiones.<br />
<strong>El</strong> uso del pensamiento de dos carriles es igualmente<br />
importante para procesar nuestras respuestas y reacciones<br />
positivas y negativas a los clientes. Las respuestas<br />
inadecuadamente positivas pueden hacer pensar al cliente<br />
que lo tratamos con condescendencia. Si nuestro carril<br />
personal registra que un elogio o una reformulación positiva<br />
son exagerados, es preferible omitirlos.<br />
<strong>El</strong> pensamiento de dos carriles también brinda información<br />
importante para componer el mensaje de recapitulación.<br />
De ello hablaremos en el capítulo 6.<br />
EJEMPLO DE CASO: LAURA<br />
<strong>El</strong> ejemplo de caso que presentaremos a continuación<br />
ilustra los diversos aspectos de la relación terapeutacliente<br />
ya descriptos, haciendo hincapié, sobre todo, en<br />
cómo podemos acompañar al cliente y ser positivos al<br />
mismo tiempo.<br />
Laura era una artista gráfica de 45 años que trabajaba<br />
por su cuenta. Cuando vino a verme hacía ya diez años<br />
que se había divorciado. Tenía dos hijas, una de 18 años y<br />
otra de 22. La mayor había dejado la casa. Laura vivía con<br />
un compañero, Sam, desde hacía ocho años. No bien llegada<br />
al consultorio, comenzó a explicar su problema sin darme<br />
la oportunidad de iniciar una conversación informal.<br />
Los clientes angustiados a veces se comportan así, y por el<br />
bien del clima emocional es preferible cooperar con ellos.<br />
Siempre se puede recabar más tarde la información faltante.<br />
Laura: <strong>El</strong> problema, tal como yo lo veo... bien, hace poco<br />
leí un libro de Bradshaw, Healing the shame that binds<br />
you [19881, y verdaderamente me sentí identificada con<br />
algunas de las cosas que decía. Creo que me he topado con<br />
un nuevo nivel de problemas en mi vida, supongo, y lo que<br />
leí me pareció una buena explicación. Hay en mí una niñi-<br />
71
ta verdaderamente asustada, enfrentada a situaciones<br />
que no puede manejar... (comienza a llorar). Estoy muy<br />
triste. [Para demostrar que la comprendía, le dije que parecía<br />
aterrada, más que asustada. <strong>El</strong>la asintió y siguió hablando.]<br />
Desde el otoño pasado tengo depresiones —ni<br />
muy largas ni muy profundas, de 24 a 36 horas— y eso me<br />
asusta. He remediado muchas cosas en mi vida. No esperaba<br />
que me ocurriera esto, sentirme tan impotente. ¡Es<br />
traumático! Incluso he tenido algunos pensamientos convencionalmente<br />
suicidas.<br />
Me sentí un tanto abrumada por esta dramática presentación,<br />
pero tuve que interrumpirla para aclarar lo de los<br />
pensamientos suicidas. Le pregunté qué significaba la expresión<br />
«pensamientos convencionalmente suicidas», y<br />
Laura me explicó que eran pensamientos como «puedo<br />
comprender por qué la gente quiere matarse cuando se<br />
siente así todo el tiempo». Agregó, sin embargo, que ella<br />
en realidad no podría hacer tal cosa porque creía en la<br />
reencarnación.<br />
No obstante, hice una evaluación de la probabilidad<br />
del suicidio, durante la cual Laura dijo: «No puedo imaginarme<br />
poniéndome un revólver en la cabeza ni tomando<br />
pastillas ni mutilándome el cuerpo; nunca haría algo semejante.<br />
Odio la sangre, las escenas sanguinolentas y todo<br />
eso. Sólo me preocupa saber si podría separarme lo bastante<br />
de mi cuerpo para hacer algo así».<br />
Una vez más, para estar segura de haber entendido, le<br />
pedí que me aclarara lo de «separarse lo bastante de su<br />
cuerpo». Laura no parecía tener una idea clara de qué era<br />
exactamente lo que le inspiraba temor. No recordaba haber<br />
experimentado jamás, ni remotamente, nada que se<br />
pareciera a estar disociada o separada, ni siquiera cuando<br />
meditaba, cosa que hacía con regularidad. Conjeturé que<br />
la sensación de falta de control debía ser intimidante y<br />
llegué a la conclusión de que por el momento no había<br />
peligro de que Laura se dañara a sí misma.<br />
Durante un rato, Laura continuó describiendo sus sentimientos<br />
de un modo difuso. Su discurso revelaba tensión<br />
y ella parecía cada vez más perturbada. Me pareció que<br />
72<br />
sería más útil ayudarla a aclarar cómo advertiría los signos<br />
de mejora que dejarla continuar hablando de esa manera.<br />
Laura: Me sentiré mejor cuando tenga más entusiasmo<br />
por la vida... cuando sienta que una parte es diversión y<br />
no trabajo. Es tan difícil y estresante. [Una vez más, su<br />
respuesta me resultó muy vaga]<br />
Terapeuta: ¿A qué aspectos de la vida se refiere?<br />
Laura: Sobre todo a lo que tiene que ver con las actividades<br />
sociales y el trabajo, no con las relaciones de familia o<br />
las relaciones íntimas.<br />
Terapeuta: ¿Actividades sociales significa amistades? [No<br />
quería seguir adelante hasta no tener muy en claro lo que<br />
quería decir Laura,]<br />
Laura: Sí. Vea, voy a saber que estoy mejor cuando pueda<br />
apreciar las cosas que andan bien en mi vida, las cosas fáciles<br />
y divertidas; me aferro a lo que es difícil y no funciona.<br />
Terapeuta: Entonces, ¿cuáles son habitualmente las cosas<br />
fáciles y divertidas? [Obsérvese el énfasis en la parte positiva<br />
de lo que ha dicho Laura.]<br />
Laura mencionó la relación con su compañero y con su<br />
hija mayor. Dijo también que no pasaba necesidades materiales<br />
y que tenía una floreciente agencia de diseño<br />
gráfico que la satisfacía mucho.<br />
En la esperanza de centrar más la conversación, le hice<br />
una pregunta de escala para ayudarla a evaluar las cosas<br />
buenas de su vida en relación con las malas, pero Laura<br />
no me prestó atención y se quejó de que cuanto mejor le<br />
iba en su profesión, más atemorizada se sentía.<br />
Aquí daré un ejemplo de los beneficios que resultan del<br />
pensamiento de dos carriles. <strong>El</strong> carril del cliente registraba<br />
que Laura prefería quejarse a buscar una solución, por<br />
lo cual era mejor no hacer más preguntas sobre las excepciones<br />
positivas. Pero en mi carril personal yo argumentaba<br />
que sus quejas difusas eran probablemente más perjudiciales<br />
que útiles porque parecían aumentar su angustia.<br />
Por consiguiente decidí hacerle una pregunta de es-<br />
73
cala, esperando que su carácter comparativo ayudara a<br />
Laura.<br />
Terapeuta: En general, ¿qué porcentaje de su vida diaria<br />
es confortable y no estresante?<br />
Laura: <strong>El</strong> setenta por ciento es estresante. [Su manera de<br />
cooperar iba a ser negativa.]<br />
Terapeuta: ¿Diariamente?<br />
Laura: Sí.<br />
Terapeuta: ¿Se refiere al trabajo y las actividades sociales.<br />
.. o sólo a las actividades sociales? [Quería verificar<br />
si su evaluación era compatible con lo que había dicho<br />
antes.]<br />
Laura: No... sólo a la manera de organizar mi vida: mantener<br />
limpia la casa, ir de compras. [Esto no coincidía con<br />
lo que había dicho antes, pero decidí pasarlo por alto para<br />
no apartarme de mi objetivo,]<br />
Terapeuta: Entonces, ¿cuál es la diferencia en ese treinta<br />
por ciento del tiempo, cuando las cosas no son tan estresantes?<br />
Laura (desentendiéndose de la pregunta): ¿Tengo muchas<br />
opciones y no puedo decidir cuáles me convienen y cuáles<br />
no!<br />
Mi carril personal registró que Laura quería ser negativa<br />
y que yo haría bien en vigilar el clima emocional. Tuve<br />
presente que los terapeutas no pueden cambiar a los<br />
clientes; sólo los clientes pueden cambiarse a sí mismos.<br />
Por lo tanto, comencé a escuchar con mayor cuidado. Laura<br />
explicó que Bradshaw, al referirse al temor al abandono,<br />
lo relaciona con un vínculo inadecuado en los primeros<br />
años de vida, lo cual impide establecer límites apropiados<br />
en una etapa posterior. Para ella, esta era la causa de su<br />
confesión cuando debía decidir entre las muchas oportunidades<br />
que se le presentaban.<br />
Hay dos razones que podrían llevar a algunos terapeutas<br />
centrados en la solución a no seguir el hilo del pensamiento<br />
de Laura en este punto: 1) es teóricamente incongruente<br />
explorar este tipo de causalidad, y 2) si uno decide<br />
responder a este tipo de causalidad para acompañar al<br />
74<br />
cliente, llevará a este a un territorio negativo, perteneciente<br />
al pasado. Por otra parte, no cooperar con Laura podría<br />
hacer que se sintiese abandonada una vez más.<br />
En consecuencia, seguí escuchando sus quejas.<br />
Mientras escuchaba, advertí que me sentía incómoda.<br />
Al reflexionar sobre ello noté que la sesión estaba por terminar<br />
y que todo lo que Laura había conseguido era una<br />
oportunidad para quejarse. Esto quizá le fuera útil, pero<br />
su agitación parecía ir en aumento a medida que transcurría<br />
el tiempo. Me pareció que podía ser terapéuticamente<br />
beneficioso darle, antes de que se fuera, un poco más de<br />
información sobre la dirección de la terapia. Iba a recurrir<br />
a ella para averiguarlo, pero primero debía asegurarme<br />
de que la había comprendido bien.<br />
Terapeuta: Bueno, parece que usted tiene en la cabeza<br />
muchas cosas que la hacen sentir muy triste y confundida.<br />
Me dijo que a veces se siente incapaz de controlarse y<br />
que teme fracasar. Está muy estresada, ha tenido pensamientos<br />
suicidas convencionales y hay cuestiones como<br />
los vínculos inadecuados y el abandono que pueden ser un<br />
problema. Son muchas cosas de las que ocuparse. Me<br />
preguntaba: si yo tuviera una varita mágica y pudiera<br />
hacer que durante la noche sucediera todo lo que usted<br />
quiere, ¿cómo serían las cosas para usted cuando se despertara<br />
mañana por la mañana? [La pregunta del milagro<br />
se puede formular de muchas maneras. <strong>El</strong> objetivo es lograr<br />
que el cliente imagine una solución.]<br />
Laura: Tendría una meta, una imagen clara de hacia dónde<br />
se encamina mi vida.<br />
Terapeuta: ¿Cuál cree que será esa meta? [<strong>El</strong> empleo del<br />
futuro es deliberado. Sugiere la actitud del terapeuta respecto<br />
de la posibilidad de cambiar.]<br />
Laura: Sentirme cómoda conmigo misma. Una idea clara<br />
de lo que puedo y lo que no puedo hacer. Tendría una sensación<br />
de integración que me dijera quién soy y que seguiré<br />
siendo así. [Laura modificó nuevamente la descripción<br />
de su meta, pero esta vez advertí la aparición de un tema:<br />
la búsqueda de una identidad. Decidí hacer preguntas<br />
sobre excepciones en esta área, utilizando su propio lenguaje.]<br />
75
Terapeuta: ¿Hubo ocasiones en que sintió esa integración?<br />
Laura dio ejemplos relacionados con éxitos profesionales<br />
y con la crianza de los hijos. No fue capaz de describir qué<br />
la había hecho sentirse integrada en esas situaciones. Le<br />
pregunté si tenía que ver con el logro de metas que ella se<br />
había fijado. Me dijo que sí, sobre todo en relación con su<br />
hija mayor. La estaba ayudando a independizarse y tenía<br />
con ella una saludable relación adulta, tal como se había<br />
propuesto. (Considero apropiado ofrecer ideas a los clientes<br />
mientras exploramos sus soluciones. Las preguntas no<br />
son el único medio para interactuar con ellos. Pero siempre<br />
presento las ideas de un modo tentativo, a fin de que<br />
los clientes puedan rechazarlas sin sentir que se trata de<br />
un desacuerdo.)<br />
Después de mencionar la relación positiva con la hija<br />
mayor, no tardó en hablarme de la hija menor, que estaba<br />
a punto de dejar la casa. Laura temía que no le fuera demasiado<br />
bien.<br />
Laura: Me agobia la idea de que esa será la prueba de mis<br />
aptitudes como madre, así que me asusta un poco.<br />
Terapeuta: ¡Suena como si sintiera que cuando su hija se<br />
vaya usted recibirá un boletín de calificaciones!<br />
Laura se rió y asintió. Dijo que esa hija siempre le había<br />
inspirado preocupación porque se parecía mucho a ella en<br />
todo sentido. Cuando tenía su edad, Laura estaba «muy<br />
confundida», pero nadie lo sabía. Sus padres creían que le<br />
iba bien en la universidad, aunque en realidad consumía<br />
drogas y alcohol, tuvo que hacerse un aborto y se sentía<br />
muy deprimida.<br />
Laura: Sufrí tanto durante esos años. ¿Y si mi hija está<br />
pasando por lo mismo y no es capaz de comunicarse conmigo?<br />
Una vez más, sentí que en ese momento tenía que tomar<br />
una decisión. ¿Acompañaría a Laura en las inquietudes<br />
por su hija o seguiría ayudándola a precisar un obje-<br />
76<br />
tivo para la terapia? Como la consulta se acercaba a su fin,<br />
opté por hacer las dos cosas.<br />
Terapeuta: De modo que usted alcanzó su meta con su hija<br />
mayor, pero ahora le preocupa no lograrlo con la menor.<br />
Es comprensible, ya que la ve muy parecida a usted. Me<br />
doy cuenta de que querría tener con ella una conexión me<br />
or que la que usted tuvo con sus padres. Pero ¿qué otra diferencia<br />
habrá conseguido mi varita mágica mañana por<br />
la mañana?<br />
Laura: Aceptaré de buen grado los desafíos. Tal vez viviría<br />
en otro lado, construiría una casa. Me gustaría entusiasmarme<br />
con eso en vez de pensar que es demasiado esfuerzo.<br />
Laura siguió diciendo que había estado en terapia en<br />
forma intermitente durante los últimos doce años, desde<br />
que dejó a su marido. Decidió abandonarlo cuando sintió<br />
que ya estaba harta de no ser ella misma. En esas circunstancias<br />
comenzó a madurar y fue relativamente feliz, con<br />
altibajos ocasionales, diferentes de los sentimientos extremos<br />
que experimentaba en la actualidad.<br />
Terapeuta: ¿Cómo hizo entonces para no caer en esa fase<br />
de sentimientos extremos? [Siempre deben investigarse<br />
los recursos del pasado.]<br />
Laura: No esperaba tanto de mí misma... apenas estaba<br />
empezando. También recibía mucho apoyo. Participaba<br />
en grupos, tenía más amigos que ahora. Por otra parte,<br />
desde que trabajo por mi cuenta estoy más aislada que<br />
cuando trabajaba para otros.<br />
Terapeuta: ¿Cómo sabrá que ha logrado lo que desea<br />
ahora?<br />
Laura: Estaré más relajada.<br />
Terapeuta: ¿Cómo reconocerá ese estado? ¿Qué notará<br />
en sí misma y qué notarán otros en usted cuando esté más<br />
relajada?<br />
Laura: Sería más segura en mis decisiones, no estúpida e<br />
irracional.<br />
77
Terapeuta: Hábleme de los momentos de su vida en que se<br />
sintió segura de sí misma.<br />
Laura: Cuando decidí estar con Sam.<br />
Terapeuta: ¿Cómo tomó esa decisión?<br />
Laura (su rostro comienza a animarse visiblemente y habla<br />
con más lentitud): Presté atención a mis necesidades<br />
físicas y emocionales, mis sentimientos viscerales.<br />
Terapeuta: ¿Sus decisiones suelen ser acertadas?<br />
Laura: Sí, excepto en los últimos cinco meses.<br />
Laura confesó entonces sentir que había cometido un<br />
error al instar con demasiada anticipación a su hija menor<br />
a hacer el equipaje que llevaría a la universidad. Quería<br />
evitar las tensiones de último momento. Como siguió<br />
machacando con el tema, su hija finalmente se enojó y le<br />
dijo que dejara de ponerla nerviosa. Después contrajo una<br />
mononucleosis y pospuso su partida un mes más.<br />
Laura (con lágrimas en los ojos): Debería haberlo sabido.<br />
Laura volvió a sus quejas, especialmente en relación con<br />
su negocio. Me preocupaba que mis esfuerzos por evitar<br />
que se desviara hubieran sido perjudiciales para el clima<br />
emocional. Para remediarlo, me recliné en mi asiento y la<br />
escuché empáticamente mientras seguía ventilando detalles<br />
sobre la hondura de su depresión.<br />
Laura: Para mí, los sentimientos que tengo últimamente<br />
están «a contramano», son algo que yo asociaría más bien<br />
con una gran pérdida; por ejemplo, con la muerte de su<br />
padre.<br />
Terapeuta: ¿Cree que el hecho de que su hija menor se<br />
vaya de la casa es una gran pérdida? [<strong>El</strong> planteo de una<br />
idea que tal vez el cliente nunca tuvo o de la que no es<br />
consciente constituye una perturbación.]<br />
Laura: Bueno, no lo vi de ese modo.<br />
Terapeuta: Es el fin de una época para usted. La crianza<br />
de sus hijas le exigió un gran esfuerzo. ¿Cree que eso influye<br />
en su depresión?<br />
Laura (piensa en silencio cerca de un minuto): Sí.<br />
78<br />
Ahora, yo debía decidir si respondería o no a su pérdida<br />
y su aflicción. Como la presentación de Laura había sido<br />
muy emocional en todo momento, supuse que una perturbación<br />
cognitiva le sería más útil. Por lo tanto, le hice una<br />
pregunta sobre la ventaja que le ofrecería una perspectiva<br />
de admisión de dos posibilidades.<br />
Terapeuta: Se me ha ocurrido otra cosa. . . Mi pregunta<br />
puede parecerle extraña, y desde ya le aseguro que comprendo<br />
lo deprimida que se siente a causa de todo lo que<br />
me ha contado, y lo mucho que sufre, pero me preguntaba<br />
si usted cree que podría haber alguna ventaja... algo positivo<br />
en el hecho de haberse sentido así y no entusiasta,<br />
decidida y llena de vida.<br />
Laura (permanece en silencio un largo rato, y luego, de<br />
pronto): Es una forma de protegerme, de no asumir demasiadas<br />
responsabilidades. (Parece sorprendida.) ¿De dónde<br />
saqué eso?<br />
Terapeuta: ¿Y por qué ahora?<br />
Laura: No sé. Bueno, a lo mejor... se me ocurre que al irse<br />
las chicas, también yo podría irme.<br />
Terapeuta: ¿Irse?... ¿Se refiere a Milwaukee? ¿A Sam?<br />
[Su respuesta me sorprendió. Tenía que comprender su<br />
significado antes de seguir adelante.]<br />
Laura: A ambos.<br />
Terapeuta: ¿Es algo que le ha generado conflictos?<br />
Laura explicó que nunca había estado sola. Había pasado<br />
de la casa de sus padres al dormitorio de la universidad, y<br />
de este al matrimonio. Después del divorcio tuvo que ocuparse<br />
de sus hijas.<br />
Laura: Una parte de mí siente que es la primera vez que<br />
estoy libre de ataduras.<br />
Terapeuta: jEso puede ser tan alarmante como bueno!<br />
Laura explicó que en realidad no quería separarse de<br />
Sam, pero para seguir madurando tenía que sentirse más<br />
independiente de él desde el punto de vista emocional y<br />
79
económico. Parecía creer que era una situación de «o bien<br />
tal cosa o bien tal otra» y yo respondí explorando la actitud<br />
de «tanto una como otra»<br />
Terapeuta: ¿Puede imaginar que se siente más independiente<br />
y sin embargo apegada al mismo tiempo? ¿O tiene<br />
que ser una cosa o la otra?<br />
Laura dijo que no lo sabía, porque tendía a ser o bien demasiado<br />
conformista o bien rebelde. Creía que acumulaba<br />
resentimiento, y cuando estaba realmente enojada explotaba,<br />
incluso en el trabajo.<br />
Laura: Estoy mejor que antes, pero todavía tengo que<br />
aprender más a ser yo misma en un sistema: por eso me<br />
aislo.<br />
Advertí que me sentía frustrada porque Laura había recaído<br />
en la autocrítica. La frase la terapia centrada en la<br />
solución avanza a paso lento acudió a mi mente y abandoné<br />
mis intentos de hablar de una solución.<br />
Terapeuta: Bien, veo que le están sucediendo muchas<br />
cosas sobre las que necesita hablar. No tuve oportunidad<br />
de decírselo al comienzo de la entrevista, pero haré una<br />
breve pausa para pensar en lo que conversamos; luego le<br />
diré lo que creo y quizá le haga una sugerencia.<br />
Dado que yo trabajaba sola, sin un equipo, salí del consultorio<br />
y fui a mi oficina para pensar y redactar un mensaje<br />
de recapitulación (véase el capítulo 7). Este es el mensaje<br />
que le leí a Laura después de la pausa:<br />
Terapeuta: Lo que le oí decir hoy es que tuvo una vida difícil,<br />
una vida en la que siempre hizo lo que se esperaba de<br />
usted y trató de complacer a los demás, pero en los últimos<br />
diez años o algo así descubrió poco a poco un punto de<br />
mayor equilibrio entre la actitud de complacer a los otros<br />
y la de hacer lo que era bueno para usted. También me dijo<br />
que había superado muchas situaciones difíciles en su<br />
vida, como el consumo de drogas y el alcoholismo, el fra<br />
80<br />
caso de su matrimonio y el hecho de tener que criar a sus<br />
hijas sin ayuda, y que remedió muchas cosas y maduró<br />
mucho. Me dijo que vino aquí para trabajar problemas<br />
que a su entender están relacionados con una depresión<br />
excesiva, sobre todo los problemas de abandono. También<br />
me comentó que su hija menor, que a su juicio se le parece<br />
mucho, se está preparando para dejar el hogar. Naturalmente,<br />
usted se preocupa y se pregunta si hizo un buen<br />
trabajo al criarla y si ella es feliz o, como usted cuando tenía<br />
su edad, se siente desdichada. Su partida la pone en<br />
situación de decirse a sí misma, por primera vez en su vida:<br />
«Puedo hacer lo que me plazca. No soy responsable de<br />
nadie ni ante nadie». (Pidiendo a Laura que confirme que<br />
la he comprendido.) ¿Digo bien? (Laura asiente.) Mi respuesta<br />
a lo que me dijo es que se requiere mucha inteligencia<br />
y fortaleza para madurar tanto como usted lo hizo.<br />
Aunque ha llegado a un buen momento de la vida y merece<br />
crédito por ello, es también un período de pérdida e<br />
incertidumbre. Es lógico que se sienta triste porque una<br />
fase de su vida está llegando a su fin, y también emocionada<br />
y temerosa porque comienza una nueva etapa. En momentos<br />
como este no es irrazonable creer que uno no puede<br />
controlar sus emociones y sentirse paralizado. Especialmente<br />
en el caso de alguien como usted, que ha hecho<br />
un gran esfuerzo para tratar de comprenderse y tomar la<br />
vida en sus manos.<br />
Como usted sabe, la dependencia y la independencia<br />
no son una cuestión de o esto o aquello. Una persona realmente<br />
independiente es la que sabe cuándo pedir ayuda y<br />
cuándo arreglárselas sola. Esto es algo que al parecer usted<br />
ya sabe, porque conoce el valor del apoyo y porque buscó<br />
ayuda al venir aquí. (Laura asiente.) ¿Algún comentario?<br />
(Laura niega con la cabeza.) Bien, me pregunto si desea<br />
volver para hablar conmigo.<br />
Laura: Oh, sí, sin duda. Usted parece comprender.<br />
Terapeuta: Entonces, quizá quiera pensar en lo siguiente<br />
para la próxima vez: «Cuando esté preparada para seguir<br />
adelante con mi vida, ¿cómo podré hacerlo gradualmente<br />
sin sentir que abandono a alguien o que me abandonan?».<br />
[Obsérvese que volví a su tema original del abandono.]<br />
81
Laura: ¡Me gusta lo que dijo sobre la dependencia y la independencia!<br />
Sé que no quiero estar sola, pero ¿cómo<br />
puedo mantener una relación y ser más yo misma?<br />
Cuando Laura vino a verme diez días después parecía<br />
otra persona. Estaba sonriente y concentrada. Informó<br />
que entretanto había pasado por algunos momentos difíciles,<br />
pero se sentía capaz de controlar las cosas.<br />
Laura: Seguí escuchándome y confié en que todo saldrá<br />
bien. Además, centré mi tarea en lo que había estado pensando,<br />
y el hecho de que usted lo entendiera me indicó que<br />
también tenía sentido para usted... que estamos en el<br />
mismo camino. Luego me di cuenta de que en buena medida<br />
el temor de ser abandonada subsiste en mí y no me<br />
abandona... no ser tan emotiva y soportar la situación...<br />
mantener la calma en mi interior.<br />
Terapeuta: ¿Cómo evita abandonarse?<br />
Laura: Me recuerdo que existe un «yo». Hay alguien dentro<br />
de mí con quien puedo estar. En parte, el aislamiento<br />
que sentí hace poco era porque deseaba hasta tal punto<br />
alimentarme de los demás, que iba demasiado hacia ellos<br />
y no podía oírme a mí misma. En general, mi antiguo yo<br />
ha funcionado bien durante mucho tiempo.<br />
Laura comentó luego que estaba cansada de ocuparse<br />
de su hija —necesitaba separarse de ella por algún tiempo—,<br />
y que le había molestado mucho la posibilidad de<br />
que ésta no se fuera ya de la casa, como estaba planeado.<br />
Pero después de la última sesión había caído en la cuenta<br />
de que era sólo una cuestión de tiempo y que esa breve demora<br />
les daba la oportunidad de separarse de manera<br />
adecuada. También informó que había conseguido un<br />
nuevo proyecto de diseño que la entusiasmaba.<br />
Al final de la sesión, Laura preguntó si era necesario<br />
seguir acudiendo a mi consultorio. Le dije que ella era el<br />
mejor juez en ese asunto. Se fijó una cita para un mes más<br />
tarde y convinimos en que si llegado el momento la<br />
consideraba innecesaria, podía cancelarla. La canceló, en<br />
82<br />
efecto. Desde entonces me he encontrado con ella casualmente<br />
un par de veces y me dijo que seguía bien.<br />
Decidí tomar a Laura como ejemplo porque es el tipo de<br />
persona que plantea los mayores desafíos a los terapeutas<br />
centrados en la solución. Exige un esfuerzo considerable<br />
decidir durante cuánto tiempo se debe cooperar con la<br />
negatividad, y si se debe —y cuándo— tratar de orientar<br />
al cliente hacia los elementos positivos y el futuro. La respuesta,<br />
por lo común, es una mezcla de ambas actitudes,<br />
según cuales sean las respuestas del cliente. Lo importante<br />
es otorgar más valor a la relación en desarrollo y al clima<br />
emocional que al empleo de la técnica. Esto ha sido<br />
confirmado por un estudio del proceso relacional de la<br />
TCS (Beyebach et al., 1996), en el que se comprobó que los<br />
intentos de los terapeutas de controlar la conversación<br />
con los clientes para producir un cambio (por ejemplo, mediante<br />
una pauta de preguntas y respuestas frecuentes)<br />
dan por resultado una tasa más alta de deserción prematura<br />
de estos últimos. Los investigadores sugieren que<br />
la actitud de limitarse de tanto en tanto a escuchar a los<br />
clientes sin realizar ninguna intervención puede ser beneficiosa<br />
a largo plazo.<br />
En este caso, la conversación entablada durante la sesión<br />
puso de manifiesto, sin duda, que yo me esforzaba por<br />
entender, pero las respuestas de Laura indicaban que tal<br />
vez se preguntaba si realmente era así. Sus comentarios<br />
después de la lectura del mensaje demostraron que se<br />
sentía confirmada y que había adquirido una nueva perspectiva.<br />
Creo que el mensaje de recapitulación generó la<br />
confianza que consolidó su relación conmigo.<br />
En el próximo capítulo volveré a abordar las elecciones<br />
que deben hacer los terapeutas en relación con los clientes,<br />
principalmente con el fin de decidir a qué responder y<br />
qué pasar por alto.<br />
83
3. Comprender a los clientes<br />
Una pregunta que formulan con frecuencia los terapeutas<br />
centrados en la solución es cómo decidir a qué responder<br />
y qué pasar por alto cuando se habla con los clientes.<br />
Se requiere mucha experiencia para advertir que los<br />
clientes tienen sus propias ideas acerca de los temas que<br />
desean abordar, y no siempre contestan nuestras preguntas.<br />
Si nos desentendemos de sus necesidades, en algunos<br />
casos las consecuencias serán peores que si forzáramos la<br />
conversación para aludir a los elementos positivos y el futuro,<br />
a causa de los efectos de esta presión sobre el clima<br />
emocional. Y, sin embargo, el objetivo de la TCS es, precisamente<br />
lograr que los clientes construyan una manera<br />
diferente de percibir su situación. En este capítulo se analiza<br />
el dilema y se sugieren maneras de enfrentarlo.<br />
Oír versus escuchar<br />
La decisión sobre lo que exige una respuesta y lo que<br />
debe pasarse por alto se relaciona con la distinción entre<br />
«oír» y «escuchar». Lo que oímos es todo lo que nos dicen<br />
nuestros clientes. Lo que escuchamos está determinado<br />
por nuestra teoría y sus supuestos, y tiene que ver con una<br />
actitud alerta a las preguntas y respuestas apropiadas<br />
(<strong>Lipchik</strong>, 1988a; <strong>Lipchik</strong> y De Shazer, 1986). Por ejemplo,<br />
sabemos que los cambios producidos antes de la sesión<br />
pueden ser importantes para las soluciones (Weiner-<br />
Davis, De Shazer y Gingerich, 1937), por lo que escuchamos<br />
con atención a fin de detectarlos. Como presumimos<br />
que nada es totalmente negativo, cuando un cliente descri-<br />
84<br />
be una situación muy desesperada, estamos atentos a<br />
cualquier pequeño detalle que pueda destacarse como<br />
una excepción o un punto fuerte. No pasamos por alto nada<br />
de lo que oímos, pero, al mismo tiempo, sólo respondemos<br />
a lo que es potencialmente útil para el cliente. La «audición»<br />
sirve de telón de fondo a la «escucha» y es un proceso<br />
más pasivo. Lo que oímos nos proporciona un conocimiento<br />
general de lo que los clientes quieren y de su modo<br />
de cooperar. Registra lo que quieren decir, lo que podrían<br />
sentir y lo que no dicen. A veces pedimos una aclaración<br />
sobre lo que oímos porque captamos un indicio de que una<br />
mayor claridad podría ayudarnos a encontrar una solución.<br />
La aclaración puede llevar a un cambio de dirección,<br />
si el cliente lo acepta, y se convierte entonces en el foco de<br />
nuestra escucha. Cuando las soluciones se vuelven claras,<br />
la escucha para reforzar el cambio puede pasar a ocupar el<br />
primer plano.<br />
Por ejemplo, si los padres de Zak, derivados por el<br />
orientador vocacional de la escuela secundaria local, me<br />
vienen a consultar sobre la agresividad descontrolada de<br />
su hijo en la escuela, es posible que también «oiga» que<br />
duerme mal, es poco afecto a la higiene y no se lleva bien<br />
con su hermano menor. Preguntaré a los padres cuál de<br />
esos problemas quieren abordar en primer lugar. Si deciden<br />
hablar de la relación de Zak con su hermano, centraré<br />
mi escucha en esa cuestión. No puedo responder a todo lo<br />
que dicen porque en ese caso la conversación sería dispersa<br />
y los clientes probablemente se irían más confundidos<br />
que al llegar. Por lo tanto, si mientras escucho, oigo a los<br />
padres discrepar acerca de la causa del comportamiento<br />
de Zak con su hermano, al principio pasaré esto por alto,<br />
porque en la conducta humana no hay realmente causa y<br />
efecto. Pero si la discrepancia resuena como un zumbido<br />
que me distrae de la conversación, comenzaré a escucharla<br />
en busca de señales de concordancia entre ellos que<br />
puedan ser un paso hacia una solución. Si, mientras estoy<br />
atento a una concordancia, oigo que las discrepancias entre<br />
ellos van más allá de los problemas de Zak y de la<br />
paternidad en general, les preguntaré si quieren hablar<br />
sobre sus desacuerdos globales o sobre la relación de Zak<br />
85
con su hermano. Si no aclaro este punto, no sabré a qué responder<br />
ni qué pasar por alto. Este proceso de focalización<br />
de la conversación se describía en otro tiempo por medio<br />
de fórmulas, pero en la práctica concreta puede contextualizarse<br />
con comprensión y empatia para crear un clima<br />
emocional seguro.<br />
<strong>El</strong> significado<br />
Oír y escuchar son una parte integral del lenguaje, en<br />
cuanto constituyen un proceso recurrente de coordinación<br />
de las interacciones lingüísticas (Maturana y Varela,<br />
1987, pág. 211) con los clientes. Oímos y escuchamos en<br />
busca del significado que nuestros clientes asignan a lo<br />
que nos dicen sobre su vida porque hacerlo nos ayuda a<br />
comprender su visión específica del mundo. Aunque ese<br />
significado es subjetivo, también es «dependiente del contexto»<br />
(Anderson, 1997, pág. 206). Por ejemplo, la palabra<br />
«divorcio» puede no significar lo mismo para un católico<br />
devoto que para un agnóstico, para una persona cuyos padres<br />
se divorciaron que para otra cuyos padres siguen felizmente<br />
unidos, para quien se ha divorciado que para<br />
quien no lo ha hecho. Por un lado, nuestros clientes y nosotros<br />
entendemos la definición de la palabra «divorcio»<br />
en nuestra sociedad; por otro, no podemos suponernos sabedores<br />
del significado que tiene el proceso de divorciarse<br />
para un cliente determinado. Puede significar fracaso,<br />
vergüenza, pecado o alivio.<br />
Para los terapeutas narrativistas (Freedman y Combs,<br />
1996; White, 1995; White y Epston, 1990), las preguntas<br />
sobre el significado tienen el propósito de ayudar a los<br />
clientes a reflexionar sobre las historias de su vida y sus<br />
relaciones, y a considerar y experimentar otras historias<br />
que serán menos problemáticas para ellos.<br />
Para los terapeutas del modelo de los sistemas de lenguaje<br />
cooperativo (Anderson, 1997; Hoffman, 1990,1998),<br />
la totalidad de la conversación entablada durante la terapia<br />
es un medio de generar nuevos significados que lle-<br />
86<br />
van a «la autoagencia y la disolución del problema» (Anderson,<br />
1997, pág. 109).<br />
En la TCS, las preguntas sobre el significado nos proporcionan,<br />
y proporcionan a los clientes, mayor claridad<br />
sobre la percepción del problema y cómo sabrán los clientes<br />
que está resuelto. Por ejemplo, cuando una cliente que<br />
tiene una relación tempestuosa con su hermana dice que<br />
ha venido en busca de ayuda para «enfrentar la situación»,<br />
es necesario preguntarle qué significa para ella<br />
«enfrentar la situación». Podría significar que quiere cambiar<br />
algo en sí misma o que quiere cambiar a su hermana.<br />
La diferencia puede conducir a conversaciones diferentes<br />
sobre la solución. A menos que insistamos en la claridad,<br />
terminaremos conversando sobre temas diferentes.<br />
A menudo, las preguntas sobre el significado suscitan<br />
una respuesta que se relaciona con las emociones. Si ello<br />
no ocurre, y si se lo considera apropiado, pueden ser complementadas<br />
con una pregunta que despierte emociones.<br />
Por ejemplo, si la cliente recién mencionada quiere cambiar<br />
a su hermana para que esta no emplee términos ultrajantes<br />
al hablar de ella con su madre, la meta que se ha<br />
fijado es poco realista, ya que no podemos modificar la<br />
conducta de otra persona. Pero el hecho de preguntarle<br />
cómo la afecta emocionalmente la conducta de su hermana<br />
puede inducirla a decir que se siente irritada, rechazado<br />
o asustada, lo cual redefine el problema y posibilita<br />
una solución más realista, puesto que requiere que ella, y<br />
no su hermana, haga algo diferente.<br />
Mi descripción del uso posible del significado en la TCS<br />
puede parecer deliberada o estratégica. De hecho, mi<br />
intención es decir que hay un propósito y una estrategia<br />
en nuestra manera de decidir a qué debemos responder y<br />
qué debemos pasar por alto (Quick, 1994). Las decisiones<br />
se basan en nuestra teoría y en la información obtenida de<br />
las respuestas dadas a preguntas determinadas por ella.<br />
Nuestra intención es de crucial importancia. Las decisiones<br />
que tomamos en relación con los clientes deben estar<br />
motivadas por la genuina convicción de que nosotros no<br />
podemos cambiar a los clientes; sólo ellos pueden cambiar-<br />
87
se a sí mismos, y por el propósito de ayudarlos a descubrir<br />
sus propias soluciones.<br />
Las preguntas intencionales sobre el significado que se<br />
formulan con el mero objetivo de generar un nuevo significado<br />
no están en armonía con el pensamiento centrado en<br />
la solución aunque tengan potencial para producir información.<br />
Las preguntas aleatorias sobre el significado pueden<br />
dispersar el proceso centrado en la solución, en lugar<br />
de mantenerlo enfocado en ella.<br />
Hablar del problema versus hablar de la solución<br />
Una de las creencias relacionadas con la TCS ha sido la<br />
de que debía pasarse por alto la «conversación sobre el<br />
problema» y prestarse atención sólo a la «conversación sobre<br />
la solución». Las expresiones «conversación sobre la<br />
solución» y «conversación sobre el problema» fueron acuñadas<br />
hace muchos años en el Brief Family Therapy Center<br />
(De Shazer, 1994, pág. 80) para designar las descripciones<br />
que hacían los clientes de los aspectos negativos<br />
(orientados hacia el problema) y de los aspectos positivos<br />
(excepciones, recursos, cambios recientes) de su vida.<br />
<strong>El</strong> efecto que produce en los clientes la «conversación<br />
sobre la solución» ha sido documentado en dos investigaciones.<br />
Gingerich, De Shazer y Weiner-Davis (1988) comprobaron<br />
que el cambio ocurre más pronto y la terapia es<br />
más breve si el terapeuta comienza a hablar de la solución<br />
en la primera sesión, tan tempranamente como le sea posible.<br />
Shields, Sprenkle y Constantine (1991) descubrieron<br />
que el tratamiento tiene más probabilidades de proseguir<br />
y completarse cuando la conversación sobre la solución<br />
se inicia en los primeros momentos. Esta información<br />
es útil, pero sería erróneo deducir de ella que los terapeutas<br />
deben ser directivos en todas las ocasiones. De hecho,<br />
sus decisiones relacionadas con los clientes deben basarse<br />
en la situación individual y sin perder de vista la importancia<br />
primordial que cabe atribuir a la calidad de la relación<br />
terapeuta-cliente.<br />
88<br />
Los clientes, no los terapeutas, deciden si quieren hablar<br />
o no de las soluciones. Laura, cuyo caso hemos relatado<br />
en el capítulo 2, volvía a referirse al problema cada vez<br />
que se planteaba la conversación sobre la solución, incluso<br />
después de haber dado algunas respuestas positivas. Sus<br />
reacciones indicaban que necesitaba hablar de su problema.<br />
Sin embargo, como se ha señalado, es posible que a<br />
pesar de todo las incursiones en la conversación sobre el<br />
futuro hayan sido registradas y facilitado indirectamente<br />
la solución que Laura halló por sí misma entre sesiones.<br />
Nunca sabemos de qué modo lo que decimos afecta a los<br />
clientes, incluso cuando no responden, pero es menos<br />
arriesgado dejarles la iniciativa que insistir en llevarlos<br />
en una dirección que no desean seguir.<br />
Marilyn LaCourt, una de las creadoras originales de la<br />
TCS, acuñó la expresión «conversación transicional» para<br />
designar la fase en que el terapeuta da esperanzas, evalúa<br />
la motivación, se centra en los pequeños cambios e<br />
identifica los éxitos del pasado. LaCourt cree que la conversación<br />
sobre el problema no es necesariamente negativa<br />
porque brinda la oportunidad de manifestar comprensión<br />
y empatia, asignar un orden de prioridad a las<br />
quejas y poner en claro lo que desea el cliente (comunicación<br />
personal, 1999).<br />
<strong>El</strong> peligro de usar expresiones descriptivas como «conversación<br />
sobre el problema» y «conversación sobre la solución»<br />
reside en que son muy concretas (o bien... o bien)<br />
y pueden inducirnos a ser demasiado directivos con nuestros<br />
clientes. Al margen de su efecto sobre el clima emocional,<br />
esas etiquetas pueden impedirnos tanto oír como escuchar<br />
otras sutilezas que podrían ser valiosas para las<br />
soluciones. En lugar de pensar en términos de «conversación<br />
sobre el problema» y «conversación sobre la solución»,<br />
es preferible considerar las charlas que mantenemos con<br />
los clientes como un proceso interaccional («lenguajeo»<br />
[«languaging»]). En este proceso, el problema y las posibilidades<br />
de solución se entretejen poco a poco en una trama<br />
que finalmente representará la solución para el cliente.<br />
Lo que define una situación como problema o solución es<br />
el significado que le asignan las personas, y no las pala-<br />
89
as utilizadas para describirla. <strong>El</strong> sentimiento de tristeza<br />
puede considerarse un problema si se cree que es una<br />
enfermedad, o una solución si significa (fue una persona<br />
que ha estado eludiendo la aflicción termina por aceptar<br />
una pérdida.<br />
Poner etiquetas a cualquier aspecto de nuestras conversaciones<br />
con los clientes tiene escaso valor y puede<br />
distraernos. Si estamos resueltos a oír lo que dicen prescindiendo<br />
del valor negativo o positivo de sus palabras, sabremos<br />
cuándo comenzar a estar atentos a una oportunidad<br />
de ayudarlos a adquirir otra perspectiva. Por ejemplo,<br />
un cliente que está describiendo un problema puede emplear<br />
de pronto el pasado: «Me resulta muy difícil ponerme<br />
en movimiento por la mañana porqué duermo mal y<br />
tengo pesadillas. Tardo mucho en salir de la cama. Solía<br />
volver a dormirme varias veces, pero aún hoy no me levanto<br />
tan rápido como debería». Obsérvese que el cliente<br />
dijo que «solía» volver a dormirse. Esta puede ser una semilla<br />
positiva que debería cultivarse. <strong>El</strong> terapeuta puede<br />
tratar de comunicar su comprensión del malestar del<br />
cliente a raíz de la situación, y luego preguntar: «¿Dijo usted<br />
que últimamente se ha producido un cambio en su<br />
manera de levantarse?». Una respuesta afirmativa del<br />
cliente da la oportunidad de indagar sobre el posible significado<br />
de ese cambio, cómo ocurrió y si el cliente quiere<br />
que siga ocurriendo o hacer que ocurra más a menudo o de<br />
otra forma. La elaboración gradual a partir de un término<br />
en tiempo pasado, protegida en un clima emocional de<br />
aceptación y comprensión, puede ayudar al cliente a pensar,<br />
actuar y sentir con respecto a su situación de modo<br />
diferente de como lo hacía antes de esta conversación.<br />
La delicada tarea del terapeuta consiste en adaptar el<br />
proceso terapéutico a cada uno de sus clientes. Esta tarea<br />
requiere intuición y un buen juicio afinado por la experiencia.<br />
Lo esencial es adaptar el proceso terapéutico sobre<br />
la base de la escucha y la comprensión del modo particular<br />
que tienen nuestros clientes de experimentar su<br />
mundo.<br />
90<br />
Contenido versus proceso<br />
«<strong>El</strong> terapeuta familiar habla con la familia sobre el contenido<br />
del problema, pero piensa en el proceso de discusión por medio<br />
del cual tratan de resolverlo».<br />
NlCHOLS Y SCHWARTZ (1995, pág. 487)<br />
<strong>El</strong> contenido es lo que los clientes nos dicen sobre sus<br />
situaciones; el proceso es su modo de actuar en relación<br />
con lo que dicen. Por lo general, los clientes no son conscientes<br />
de su proceso. Un ejemplo extremo podría ser el de<br />
una familia que habla de problemas graves y amenazantes<br />
para su existencia en un tono despreocupado y bromista,<br />
sin dejar de reír.<br />
La consideración del proceso ha perdido vigencia desde<br />
que los terapeutas reemplazaron el pensamiento sistémico,<br />
que se centraba en la conducta, por el lenguaje, que se<br />
centra en la cognición. La interrupción de pautas de conducta<br />
ha sido sustituida por la creación de nuevo significado.<br />
En lugar de preguntar: «¿Qué hace mamá cuando<br />
papá le grita a Johnny por haber derramado la leche?»,<br />
ahora nos inclinamos a preguntar qué significan los gritos<br />
de papá a propósito de la leche derramada desde el punto<br />
de vista de la relación entre mamá y papá y la relación de<br />
ambos con Johnny.<br />
Con todo, si consideramos que el lenguaje es una acción<br />
y que la meta de la terapia es cambiar las acciones<br />
(conductas, cognición y emociones), el proceso sigue siendo<br />
importante. La única diferencia es que ya no estamos<br />
exclusivamente interesados en las conductas observables,<br />
sino también en los aspectos emocionales del proceso.<br />
La meta de la TCS es usar el lenguaje con los clientes<br />
de un modo que afecte el contenido y el proceso, como lo<br />
hacen los terapeutas estratégicos. Sin embargo, salvo<br />
raras excepciones, las técnicas no bastan por sí solas para<br />
alcanzar esa meta. Si quieren lograr el objetivo, los terapeutas<br />
deben adaptarse al modo de cooperar de los clientes,<br />
tanto en términos de lo que dicen como de su manera<br />
de actuar.<br />
91
Primera parte. Teoria y practica
Quiero aclarar que cuando hablo del proceso me refiero<br />
no sólo a la forma como los clientes actúan entre sí, sino<br />
también a la interacción de los terapeutas con ellos. Nuestro<br />
proceso con los clientes es una conversación en la cual<br />
estos nos dicen y nos muestran que están estancados, y<br />
nosotros hablamos con ellos de sus ideas y experiencias<br />
pasadas, presentes y futuras relativas a la salida del estancamiento.<br />
Pero esa conversación debe ser dirigida de<br />
un modo que se adecue a la visión del mundo y el estilo interaccional<br />
de los clientes, teniendo en cuenta, por ejemplo,<br />
si son detallistas, controladores, de temperamento artístico,<br />
competitivos o conformistas. Este tipo de conversación<br />
crea un nuevo proceso que tiene mayores probabilidades<br />
de conducir a una solución.<br />
La urgencia por encauzar las conversaciones de los<br />
clientes hacia descripciones de conductas puede llevar a<br />
un punto muerto. Además de las conductas, el proceso de<br />
nuestros clientes incluye las emociones, aunque quizá<br />
sean más difíciles de observar. La conducta fría y distante<br />
de un marido no significa que no sufra tanto como su histérica<br />
y pegajosa mujer, ni que ese dolor no afecte su proceso<br />
tanto como el de ella. Por consiguiente, sugiero que<br />
los terapeutas hablen expresamente de los sentimientos<br />
con todos sus clientes, pues los sentimientos son inseparables<br />
de la conducta y la cognición. De hecho, hay algunas<br />
pruebas de que las emociones son una fuerza dominante<br />
en la conducta (LeDoux, 1996; Panksepp, 1998). No se necesitan<br />
muchas pruebas científicas para saber que son<br />
fundamentales en las relaciones familiares y de pareja.<br />
Mary, una atractiva mujer de 35 años, inició una terapia<br />
para formarse una idea de sus dificultades, ya que no<br />
podía mantener una relación seria con ningún hombre.<br />
Informó que concurría a bailes de solteros con la esperanza<br />
de conocer hombres, pero que estos siempre perdían<br />
interés en ella después de haber bailado una pieza. A veces<br />
un hombre la invitaba a salir, pero nunca volvía a llamarla<br />
para una segunda salida. No podía comprender la<br />
causa de ello, pues no se consideraba ni poco agraciada ni<br />
tonta, tenía un buen empleo y trataba de agradar.<br />
92<br />
Mary no podía dar con ninguna excepción a sus quejas.<br />
Su idea de un milagro era que alguien se interesara en<br />
ella lo suficiente para querer pasar mucho tiempo en su<br />
compañía y finalmente casarse. Nadie quería volver a<br />
verla después de una o dos citas. No podía ocurrírsele ninguna<br />
actitud diferente para conseguir que un hombre volviera<br />
a llamarla. Mary no sabía nada de su proceso. Preguntarle<br />
qué significado tenían para ella esos rechazos<br />
probablemente la llevaría a incrementar sus autorreproches.<br />
Mary creía, sin duda, que la causa del problema<br />
eran, de alguna manera, sus defectos.<br />
Es probable que las preguntas circulares (Selvini Palazzoli,<br />
Cecchin, Prata y Boscolo, 1978) arrojaran alguna<br />
luz sobre el proceso de Mary y le permitieran considerar<br />
diferentes opciones. Por ejemplo: «¿Qué cree que dirán<br />
los hombres sobre su manera de reaccionar cuando flirtean<br />
con usted?»; «¿Cómo quiere que la perciban los hombres?»;<br />
«¿Cómo se sentiría si la percibieran de esa manera?»;<br />
«¿Cuál sería, en su opinión, la diferencia en ese caso?»;<br />
«¿Qué cree que debe hacer para conseguir que los<br />
hombres la vean interesada en ellos?»; «¿Qué características<br />
advierte en las mujeres que parecen retener el interés<br />
de los hombres?».<br />
Las técnicas centradas en la solución no eran apropiadas<br />
para Mary porque carecían de un contexto en el que<br />
ella pudiera considerarlas. Mary sólo era capaz de percibir<br />
su situación a su modo y por eso estaba atascada. Su<br />
manera de ver las cosas no tomaba en cuenta el punto de<br />
vista de los hombres a quienes quería atraer. De hacerlo,<br />
habría sido capaz de hallar una solución. Las preguntas<br />
circulares tenían el propósito de ofrecerle el contexto necesario.<br />
A algunos clientes les resulta difícil ver las cosas<br />
desde una perspectiva diferente de la suya propia. Suponiendo<br />
que no fuera ese el caso de Mary, ampliar su visión<br />
para incluir en ella el proceso le daría la oportunidad de<br />
considerar si tenía la capacidad o el deseo de ensayar algunas<br />
conductas diferentes con los hombres. Si los sentimientos<br />
no se manifiestan naturalmente como parte de<br />
esa conversación, el terapeuta debe preguntar sobre ellos.<br />
Esto proporcionará una fuente de información mucho<br />
93
96<br />
Terapeuta: Ajá. Entonces, ¿qué ha hecho hasta ahora para<br />
arreglárselas?<br />
Marie: Bueno, me gusta sentarme y escribir o leer un libro<br />
o algo así, y a veces sólo dejo pasar el tiempo y se acabó.<br />
Casi nunca sé las respuestas.<br />
Terapeuta: En su opinión, ¿por qué creía el doctor que usted<br />
debía venir aquí? [En lugar de tratar de comprender<br />
las necesidades de la cliente, procura conocer las razones<br />
de la derivación.]<br />
Marie: No quiso hablarme.<br />
Terapeuta: Ah, ya veo.<br />
Marie: Eeeh... Es curioso, porque yo dije: ¿y ahora por<br />
qué sugiere que venga a una sesión de terapia? Un momento,<br />
¿estoy loca o qué? Entonces él dijo que no, que es<br />
sólo que a veces puede ayudar. Yo pensé que a lo mejor estaba<br />
por darme uno de esos ataques de rabia, sabe, o algo<br />
así, pero sería lo mejor, sabe, porque he estado sintiendo<br />
como un dolor, si estoy muy trastornada me duele todo el<br />
cuerpo, o me dan dolores de cabeza por la tensión algunas<br />
veces, como si alguien me la triturara, y después a la noche,<br />
cuando me voy a la cama, no me acuesto hasta las<br />
cuatro o las cinco de la mañana, y después arriba otra vez.<br />
Terapeuta: ¿A qué hora se levanta?<br />
Marie le dijo al terapeuta que a causa de la actitud del médico<br />
y de sus síntomas físicos temía tener un problema<br />
grave. Pero el terapeuta se limitó a preguntarle a qué hora<br />
se levantaba. Esta elección podía reforzar la idea de<br />
Marie de que estaba realmente mal, puesto que ese experto<br />
no la entendía. Además, como la joven informó que el<br />
médico que la había enviado «no quiso hablar con ella», el<br />
terapeuta debería haber hecho un esfuerzo especial por<br />
actuar de otro modo, es decir, conectarse con ella y ser<br />
directo.<br />
Marie: Quiero decir que en realidad no descanso mucho.<br />
Me imagino que debe ser algo que me está molestando<br />
realmente y que no quiero saber, pero entonces, sabe, es<br />
como que, la verdad, quisiera saber.<br />
Terapeuta: Bien, ¿qué tiene que ocurrir en su cabeza para<br />
que al terminar su sesión o sus sesiones aquí se diga a sí<br />
misma: ¡Vaya, eso sí que me ayudó!? ¿Qué tendría que<br />
ocurrirle en su casa? [Trata de definir una meta. Los términos<br />
empleados en la segunda pregunta, «qué tendría<br />
que ocurrirle en su casa», limitan las posibles respuestas<br />
de Marie. <strong>El</strong> problema aún no ha sido definido lo suficiente<br />
para justificar la focalización en el hogar.]<br />
Marie: Bueno, esa es otra pregunta difícil. En realidad, no<br />
lo sé. 1) Como dije, han sucedido algunas cosas que, sabe,<br />
no deberían pasar, y también hay gente que debería o no<br />
debería estar en mi vida, pero que entran v salen constantemente.<br />
.. 2) y además está mi madre. Es muy difícil,<br />
3) uno quiere irse con los chicos y no dejar que nadie sepa<br />
dónde está. Pero entonces, cuando tiene una oportunidad<br />
de hacerlo. 4) alguien piensa que uno es diferente o raro<br />
porque no bebe o no hace algunas de las cosas que ellos<br />
hacen.<br />
Terapeuta: Bien, permítame hacerle otra pregunta. Si se<br />
fuera a dormir esta noche, al parecer usted no duerme<br />
mucho, pero si se fuera a dormir esta noche y se despertara<br />
mañana por la mañana y los problemas hubieran desaparecido,<br />
se hubieran resuelto, ¿qué sería diferente?<br />
Obsérvese que la respuesta previa de la cliente incluye<br />
cuatro puntos: 1) algunas personas entran en su vida y salen<br />
de ella constantemente, y no deberían hacerlo; 2) su<br />
madre es un problema; 3) Marie quiere irse junto con sus<br />
hijos, y 4) la gente la considera «rara» porque no se comporta<br />
como ellos. Esto requiere una respuesta que informe<br />
a la cliente que ha sido oída y que el terapeuta la compadece<br />
por su confusión y su angustia. Por ejemplo: «Al parecer,<br />
hay muchas cosas que la molestan. Desearía saber<br />
más sobre eso. ¿Con cuál de ellas quiere empezar?», o<br />
«Parece que su gente la critica cuando usted decide por sí<br />
misma».<br />
La decisión del terapeuta de formular la pregunta del<br />
milagro es quizás una tentativa de averiguar qué quiere<br />
Marie. Esa pregunta puede ayudar a los clientes a tener<br />
en claro lo que quieren.<br />
97
Marie: Bueno, probablemente trataría sobre todo, sabe,<br />
de mejorar como madre.<br />
Terapeuta: Bien.<br />
Marie (continúa):. .. y cuando se está acostumbrada a ser<br />
independiente y se tiene que depender de otra persona,<br />
eso duele.<br />
Terapeuta: ¿Está acostumbrada a ser dependiente o independiente?<br />
[Este es un buen momento para preguntar a la<br />
cliente qué significan esos términos.]<br />
Marie: Bueno, a veces lo uno. ..y a veces lo otro.<br />
Terapeuta: Si esta noche ocurriera un milagro y usted se<br />
despertara mañana y sus problemas hubieran desaparecido,<br />
¿sería dependiente o independiente?<br />
Marie: Bueno, como dije, es confuso. Lo he pensado varias<br />
veces y me pregunté si cambiaría esto o aquello,..<br />
Terapeuta: ¿Si cambiaría qué? [Este es un buen ejemplo<br />
de un terapeuta que responde a lo que ha oído y trata de<br />
averiguar sí es algo que debe escuchar con más detenimiento.]<br />
Marie: Está bien. Yo no me comunico con nadie, y creo que<br />
si pudiera irme del vecindario donde estoy ahora, sabe, tal<br />
vez estaría mejor, pero en realidad no puedo decir si lo<br />
haría, pero me sentiría más cómoda. . . no tendría que<br />
soportar tanta tensión.<br />
Terapeuta: Dígame, si ocurriera ese milagro, ¿cree que<br />
estaría menos sola, se juntaría un poco más con otras personas,<br />
se comunicaría un poco más?<br />
Marie ofreció finalmente una descripción más clara de<br />
su problema. En este punto hubiera sido más eficaz formular<br />
la pregunta del milagro de una manera más abierta;<br />
«Si ocurriera ese milagro, ¿qué sería diferente?».<br />
Marie: Eeeh. . . no sé ... no puedo, bueno, nunca pude<br />
estar con gente que, sabe, siempre quieren que uno sea<br />
como ellos quieren que sea ... Me imagino, yo sólo puedo<br />
ser yo y tú sólo puedes ser tú, así que si no puedes<br />
aceptarlo, está bien.<br />
98<br />
<strong>El</strong> supervisor ingresó en la sala para indicar al terapeuta<br />
que debía preguntar por los problemas físicos que<br />
motivaron la derivación de la cliente.<br />
Terapeuta: Bien, al parecer en estos días usted ha tenido<br />
dolores de cabeza y otros dolores, y hay gente que entra y<br />
sale de su vida. ¿Qué pasa cuando no le duele la cabeza y<br />
está satisfecha consigo misma? ¿Qué sucede entonces?<br />
[No responde a lo que oyó y continúa con la conversación<br />
sobre la solución. La búsqueda de una excepción a una de<br />
las numerosas quejas que el cliente no ha destacado no<br />
suele ser productiva.]<br />
Marie: Bueno, no demasiado de nada. Quiero decir, estoy<br />
casi en trance. No quiero decir nada y en realidad es como<br />
si no supiera qué decirle a nadie. Ojo, no es que no me<br />
lleve bien con mis hijos, me llevo muy bien con ellos.<br />
Terapeuta: ¿De veras? ¡Magnífico! Conozco a muchas madres<br />
que dicen tener problemas constantes con sus hijos<br />
pequeños. [Refuerza un aspecto positivo, lo que constituye<br />
una buena respuesta de apoyo en cualquier situación.]<br />
Marie: No son los niños, porque, sabe, yo digo que si<br />
tuviera que tener hijos preferiría esperar hasta terminar<br />
la escuela secundaria, para hacer las cosas que quiero<br />
hacer, y así ocurrió...<br />
Terapeuta: ¿Qué pasó? [Oportuno pedido de aclaración.]<br />
Marie: Quiero decir, me quedé embarazada, sabe, y vinieron<br />
los chicos, uno tras otro.<br />
Terapeuta: [Pasa por alto otra dirección negativa y trata<br />
de insistir con los puntos fuertes.] ¿Entonces usted los maneja<br />
bien ahora?<br />
Marie: Sí.<br />
Terapeuta: ¿Cómo se las arregla para hacer que esa parte<br />
de su vida marche sin tropiezos?<br />
A continuación, Marie describió durante unos minutos<br />
sus esfuerzos por ser una buena madre y criar a sus hijos<br />
para que fueran fuertes e inteligentes. Luego habló más<br />
claramente de su problema.<br />
99
Marie: Sí, el problema es sobre todo mi familia, no estoy<br />
segura de quién.. mi madre, mis hermanos, mis amigos,<br />
mi marido, mi ex novio. Se aparece de la nada, realmente<br />
me fastidia. Trato de imaginarme de dónde, ¿de dónde has<br />
venido, qué quieres? Y mi marido no reconoce mis<br />
méritos, y no me gustan ésos tipos que, la verdad, creen<br />
que una mujer es realmente estúpida, porque el tipo con<br />
el que estuve antes, el ex del que le hablaba, estuve con él<br />
diez años, y fue como si, de pronto, cuando me casé con el<br />
padre de los niños, me amenazara para que no me casara,<br />
y yo dije, bueno, después de todos estos años en que no te<br />
decidiste a casarte conmigo, ¿por qué quieres entrar en mi<br />
vida ahora?<br />
Terapeuta: ¿Es decir que ahora tiene un novio que aparece<br />
y desaparece y eso es un tanto confuso?<br />
Marie: Sí, es confuso, y Eddie, mi marido, por lo que yo sé,<br />
tal vez esté metido en algo. Ya estuvo casado y para mí fue<br />
mi primer casamiento, así, que por qué me hace la vida<br />
difícil porque su primera mujer no hacía, lo que esperaba<br />
de ella, entonces que no me lo achaque a mí.<br />
<strong>El</strong> terapeuta y Marie estaban ahora en sintonía. Quizás<br />
el refuerzo positivo de la relación de la cliente con sus<br />
hijos y la idea de que la comprendían ayudaron a Marie a<br />
sentirse más franca o menos angustiada, de modo que podía<br />
pensar más claramente. La joven agregó que no había<br />
esperanzas de reconciliación. Sin embargo, se oponía al<br />
divorcio por sus convicciones religiosas. Esos dos hombres<br />
eran los únicos que había habido en su vida, pero ella<br />
sentía que ambos trataban de impedirle hacer lo que<br />
realmente deseaba. Quería volver a la escuela y «dedicarse<br />
a una buena profesión para poder ayudar a mis hijos a<br />
largo plazo». Cuando le mencionó estos sueños, su madre<br />
la desalentó y le dijo que esperara. De todos modos se había<br />
informado sobre las posibilidades de completar su<br />
educación, pero nadie quería ayudarla a cuidar a sus hijos,<br />
y su marido le había dicho que una buena madre se<br />
queda en la casa con los chicos. Por el momento, Marie<br />
estudiaba sola yendo a la biblioteca y retirando nuestros<br />
libros.<br />
100<br />
Terapeuta: Usted está verdaderamente motivada.<br />
Marie: Pero es como le dije. Uno hace todas esas cosas, pero<br />
sabe que debe haber algo que lo molesta mucho, mucho.<br />
Por qué me vienen a ver esas personas y me dicen que si<br />
bajo un poco más de peso estaré muy bien. Yo, ja, ja, ¡por<br />
qué no lo bajas tú! Y después, si uno se hace el listo con<br />
ellos, le dicen tú... te crees que eres tan esto... o tan<br />
aquello. ¡Es demasiado, demasiado!<br />
Terapeuta: ¿Y qué hace usted para que todo eso le entre<br />
por un oído y le salga por el otro?<br />
<strong>El</strong> terapeuta y Marie estaban bien conectados en esta<br />
parte de la entrevista, <strong>El</strong> terapeuta presuponía aspectos<br />
positivos para reforzarlos.<br />
Marie dijo que trataba de no pensar en esas cosas, pero<br />
que por la noche la molestaban más y terminaba durmiendo<br />
sólo una hora. <strong>El</strong> terapeuta le preguntó si dormir<br />
más tiempo reduciría la tensión causada por los otros<br />
problemas.<br />
Marie: Bueno, ojalá fuera así, pero entonces, sabe, probablemente<br />
sería alguna otra cosa.<br />
Terapeuta: ¿Qué quiere decir? [Buen ejemplo de un terapeuta<br />
que oye al cliente y trata de comprender.]<br />
Marie: Vivo en casa de mi madre, y es como que todo lo que<br />
hago tengo que consultarlo con ella. Y la cosa es no hagas<br />
esto, no hagas aquello sin mi permiso, y yo me sentiría<br />
mucho mejor si me fuera sola.<br />
Terapeuta: ¿Qué necesitaría para hacerlo?<br />
Marie explicó que no tenía dinero suficiente para constituir<br />
el depósito de garantía y no quería pedir ayuda a<br />
nadie. Su único ingreso era el subsidio de la asistencia social,<br />
porque su marido no le pagaba la cuota fija de alimentos<br />
para sus hijos.<br />
En este punto hubiera sido útil hacer una declaración<br />
empática y tal vez normalizar el estrés físico y emocional<br />
de Marie. Pero el terapeuta creía que un pequeño cambio<br />
puede llevar a cambios mayores y trató de basarse en las<br />
declaraciones positivas de Marie.<br />
101
Terapeuta: Bien, creo que usted tiene algunos planes realmente<br />
buenos respecto de lo que quiere hacer con su vida:<br />
educarse, y mientras se educa, ocuparse de sus hijos.<br />
Como se trata de cosas realmente grandes, me pregunto<br />
cuál será el primer pasito que usted tendrá que dar para<br />
lograr esas cosas más importantes.<br />
Marie: Bueno, probablemente tendría que sentarme y trazar<br />
un plan, y decirme a mí misma, supongo, que debería<br />
entrevistar niñeras por hora. No quiero ninguna que sea<br />
chapucera y mala y les haga algo a mis hijos. Entonces,<br />
cuando dé ese paso, supongo que pasaré al siguiente..,<br />
Terapeuta: ¿Cuál será el pequeño paso siguiente? [Aquí<br />
hubiese sido útil explayarse más acerca de la cuestión de<br />
las niñeras por hora, hasta que pareciera posible para la<br />
cliente.]<br />
Marie: Bueno, el paso siguiente sería ir a la escuela, matricularme<br />
y probablemente dar algunos exámenes.<br />
Marie explicó que los exámenes le provocarían angustia<br />
porque estaría preocupada por saber si aprobó y si tendría<br />
que dar otros, y por la cuestión del horario para dejar<br />
a los niños al cuidado de alguien.<br />
Terapeuta: Bien, durante la próxima semana, digamos,<br />
¿cuál sería para usted una pequeña señal de que, al menos,<br />
está comenzando a hacer algunas de las cosas que<br />
quiere?<br />
Marie dijo que ante todo necesitaría estar un rato a<br />
solas, pero que eso era imposible porque nadie se ocuparía<br />
de vigilar a sus hijos. Agregó que el año anterior había<br />
obtenido la licencia para conducir, y que a veces su hermano,<br />
cuando la veía desanimada, le permitía usar su auto<br />
para llevar de paseo a los niños. <strong>El</strong> terapeuta felicitó a<br />
Marie por haber aprendido a manejar y le preguntó qué<br />
más había en su lista de cosas por realizar.<br />
Marie: Pongo muchas cosas en la lista, pero en realidad no<br />
llego a hacer nada porque siempre hay alguien, sabe, que<br />
102<br />
se lo lleva a uno por delante. Algo que he aprendido es que<br />
a veces por un lado uno tendría que largarse, y por el otro<br />
lado temo que si me fuera de la casa de mi madre, mi<br />
marido se volvería realmente loco. Por eso vine aquí esta<br />
noche, en parte, porque al vivir en casa de mi mamá y todo<br />
eso, es la casa en la que crecí, no puedo ser yo. Lo que pasa<br />
es que por mis experiencias anteriores, no puedo soportar<br />
otra decepción. Yo lo veo así, tengo algo que hacer que es<br />
personal y no quiero decir exactamente qué, pero, la verdad,<br />
me enferma que, si alguna vez quisiera salir y tener<br />
una cita, cosa que dudo mucho, no podría realmente hacerlo<br />
porque hay tanta gente que piensa cómo debo ser y<br />
no me lo dice con muy buenas maneras.<br />
Terapeuta: Usted no ha encontrado un hombre que tenga<br />
sus mismos ideales. [Oyó a la cliente e intenta transmitir<br />
algo de comprensión.]<br />
Marie: Así es. Es el mismo viejo ritual, sabe, y toda esa<br />
basura acerca de que, porque estás casada, tienes que<br />
hacer esto porque eres mi mujer. Cuando estaba con él era<br />
como si siempre fuera yo, nunca él.<br />
Terapeuta: Bien, permítame hacerle una pregunta más<br />
antes de reunirme con el equipo. Durante la semana próxima,<br />
si usted diera un pequeño paso en la dirección que<br />
quiere, ¿cuál sería?<br />
Marie: Bueno, el próximo paso sería jugar a los bolos.<br />
Terapeuta: ¿Jugar a los bolos?<br />
Marie: Me gusta jugar. Así que probablemente saldría y<br />
practicaría un poco. [Parece comprender que un cambio<br />
pequeño puede marcar una diferencia.]<br />
Terapeuta: ¿Es decir que si la semana que viene fuera a jugar<br />
una vez a los bolos, esa sería una señal de que va en la<br />
dirección correcta?<br />
Marie: Sí, o saliendo. Estaría saliendo.<br />
<strong>El</strong> terapeuta se disculpó y fue a reunirse con el equipo,<br />
compuesto por otros dos estudiantes y el supervisor. Este<br />
último había pedido a los estudiantes que hicieran una<br />
lista de los elogios para Marie y pensaran en una tarea<br />
para la casa.<br />
103
Este es el mensaje que el terapeuta le leyó a Marie<br />
después de la pausa:<br />
Terapeuta: Bien, estamos muy impresionados por las metas<br />
que usted se ha fijado. Es evidente que está dispuesta<br />
a trabajar para alcanzarlas y tiene una idea clara de cómo<br />
lograrlo y de lo que se necesita para conseguir lo que quiere.<br />
También me impresiona la buena relación con sus hijos.<br />
Usted es muy paciente con ellos y los quiere mucho. Es<br />
muy obvio. Me sorprendió también el empuje que muestra<br />
para mejorar. Ir a la biblioteca y estudiar. ¡Y conseguir<br />
la licencia para conducir! Quiero decir, usted se fijó esa<br />
meta y puso en juego mucha energía para alcanzarla. Es<br />
sorprendente, considerando todas las dificultades e incertidumbres<br />
de su vida, que sea capaz de hacer concretamente<br />
tantas cosas, y con apenas una hora de sueño.<br />
Marie: Bueno, no sé qué es.<br />
Terapeuta (continúa): Aunque quizás usted no lo perciba,<br />
estamos convencidos de que está en el buen camino para<br />
conseguir lo que desea. Por lo tanto, a modo de despedida<br />
quisiera indicarle una tarea para hacer en casa.<br />
Marie: De acuerdo.<br />
Terapeuta: Nos gustaría que durante la semana que viene<br />
observara y anotara todo lo que hace para seguir avanzando<br />
en la dirección que usted desea.<br />
Marie: Está bien, no hay inconvenientes.<br />
Sin duda es fácil examinar una transcripción o una videocinta<br />
y describir lo que hubiéramos hecho de otro modo<br />
en una situación. La transcripción no da cuenta de una<br />
abundante comunicación no verbal que puede afectar el<br />
proceso.<br />
Marie era una cliente difícil de entrevistar, incluso<br />
para un terapeuta experimentado, debido a que presentaba<br />
su caso de manera fragmentaria. Pero es representativa<br />
del tipo de clientes que se sienten confundidos y nos<br />
confunden, o que se expresan de un modo difícil de entender.<br />
Obsérvese que la concentración exclusiva en el contenido<br />
hizo que la conversación fuera aún más confusa. Si el<br />
terapeuta y el supervisor hubieran tenido en cuenta el<br />
104<br />
proceso, no se habrían dejado arrastrar a él ni hubieran<br />
coincidido en los hechos con todas las demás personas presentes<br />
en la vida de Marie que no la comprendían. En casos<br />
como este, lo más adecuado es postergar la consigna<br />
de «centrarse en la solución» y limitarse a escuchar cuidadosamente<br />
para comprender mejor al cliente.<br />
Este caso muestra que, por sí solas, las técnicas no son<br />
eficaces. Es preciso utilizarlas sabiendo a qué hay que responder<br />
y qué hay que pasar por alto. Tal vez parezca injusto<br />
que hayamos usado como ejemplo el trabajo de un<br />
estudiante y un supervisor de capacitación, pero el énfasis<br />
en la técnica en contraste con la necesidad de oír y escuchar<br />
no es infrecuente y perpetúa un modo inadecuado de<br />
practicar la TCS.<br />
Marie no volvió para una nueva entrevista. No es sorprendente,<br />
puesto que no halló la respuesta que buscaba.<br />
Probablemente había ido sobre todo para que le confirmaran<br />
que no estaba loca. Un beneficio adicional habría sido<br />
encontrar una persona comprensiva con quien hablar.<br />
Que estaba bien encaminada en la expectativa de que el<br />
cambio ocurriera lentamente se desprende con claridad<br />
de su afirmación de que deseaba comenzar por una oportunidad<br />
de jugar a los bolos. <strong>El</strong> mensaje final hizo hincapié<br />
en los elementos positivos, al tiempo que omitió los<br />
problemas y las preocupaciones de Marie. Para transmitir<br />
comprensión siempre es mejor aludir tanto a los elementos<br />
positivos como a los elementos negativos. Un mensaje<br />
demasiado positivo puede interpretarse como una falta de<br />
comprensión o una muestra de condescendencia.<br />
En el capítulo siguiente continúa la explicación sobre<br />
el papel de las emociones en el proceso terapéutico centrado<br />
en la solución.<br />
105
4. Las emociones en la terapia centrada en<br />
la solución<br />
Recuerdo que, hace ya muchos años, mi primer supervisor<br />
clínico decía una y otra vez: «Concéntrense en los<br />
sentimientos». Más tarde, cuando me estaba capacitando<br />
en terapia familiar, otro supervisor no cesaba de decir:<br />
«No se ocupen de los sentimientos». Hoy día, yo digo a los<br />
practicantes: «No pasen por alto los sentimientos».<br />
<strong>El</strong> énfasis o la ausencia de énfasis en la emoción en<br />
psicoterapia depende de la orientación teórica. Mi primer<br />
supervisor trataba de conseguir que yo llevara a los clientes<br />
a cobrar conciencia de sus sentimientos reprimidos<br />
para que pudieran comprender. Mi supervisor en terapia<br />
familiar procuraba que yo distinguiera los patrones de interacción<br />
para que me fuera posible interrumpirlos. En la<br />
actualidad digo a los practicantes que no pasen por alto<br />
los sentimientos porque estos, al igual que los pensamientos<br />
y las conductas, son recursos importantes para las soluciones.<br />
No hay consenso en cuanto a la definición de los sentimientos,<br />
el afecto y la emoción, sino tan sólo un acuerdo<br />
general respecto de que el término «afecto» designa una<br />
reacción refleja, mediada por el sistema nervioso autónomo,<br />
mientras que los sentimientos son el conocimiento de<br />
lo que uno siente. <strong>El</strong> conocimiento es, evidentemente, una<br />
función cognitiva, y su yuxtaposición con los sentimientos<br />
trae a la memoria disputas académicas del pasado sobre<br />
sí las emociones son independientes de los procesos cognitivos<br />
y pueden precederlos, o, por el contrario, todas las<br />
reacciones emocionales son precedidas por algún proceso<br />
cognitivo básico (Ekman, 1992; Lazaras, 1982; Mandler,<br />
1984; Zajonc, 1984). Descubrimientos recientes de la neurociencia<br />
(Damasio, 1994,1999; LeDoux, 1996), logrados<br />
106<br />
gracias a la tecnología de las imágenes, que permite observar<br />
las funciones cerebrales, han apaciguado esta discusión,<br />
al menos por ahora. Estos últimos estudios han<br />
proporcionado pruebas de que la cognición y la emoción<br />
son funciones cerebrales separadas pero interactuantes,<br />
controladas por sistemas cerebrales separados pero interactuantes<br />
(LeDoux, 1996, pág. 69). Por lo tanto, si las<br />
emociones son «una dinámica biológica» que determina<br />
las acciones (Maturana y Varela, 1987, pág. 247), puede<br />
estimarse que implican afecto, sentimientos, cognición y<br />
conducta.<br />
Esta información permite suponer que, observada en<br />
cámara lenta, nuestra reacción emocional ante una fiesta<br />
sorpresa nos afectaría del siguiente modo: entramos en<br />
una habitación y nos sorprenden los gritos de las personas<br />
allí reunidas. Antes de que nosotros mismos lo advirtamos,<br />
estas notan un cambio de nuestra postura corporal y<br />
de la expresión de nuestro rostro, que además se cubre de<br />
rubor. (Piénsese en la frecuencia con que la gente parece<br />
paralizada por un instante cuando se sobresalta o se sorprende.)<br />
<strong>El</strong> sentimiento surge cuando advertimos que estamos<br />
experimentando una sensación. <strong>El</strong> significado de la<br />
sensación y nuestra forma de reaccionar ante ella constituyen<br />
la emoción. La emoción depende de muchas variables<br />
que son exclusivas del desarrollo genético y social, así<br />
como del contexto de esa situación en particular. Coordinamos<br />
lingüísticamente la experiencia emocional preguntándonos:<br />
«¿Qué pasó?»; «¿Qué significa lo que acaba de<br />
suceder?»; «¿Significa lo mismo para las personas que están<br />
en la habitación?»; «¿Cuál es la respuesta apropiada?»<br />
En otras palabras, el razonamiento y el «emocionamiento»<br />
se producen en conjunto y son lenguaje. Podemos<br />
sentirnos genuinamente felices por la sorpresa o molestos<br />
porque no nos agrada que nos tomen desprevenidos. Si<br />
nuestra reacción emocional es un placer genuino, lo expresaremos<br />
más o menos efusivamente según cuál sea<br />
nuestro particular estilo afectivo. Si nos sentimos molestos,<br />
trataremos de ocultarlo actuando como si estuviéramos<br />
complacidos, porque una muestra de desaprobación,<br />
cuando la gente se ha esforzado por complacernos, no es<br />
107
ien mirada socialmente. Sin embargo, nuestro afecto<br />
puede delatarnos por medio de sutiles indicios no verbales,<br />
en especial ante quienes nos conocen bien.<br />
Las emociones surgen en un contexto social. Son esenciales<br />
para nuestra salud física y mental. Investigaciones<br />
hechas en el pasado con monos jóvenes y niños muy pequeños<br />
demostraron que la falta de cuidados normales,<br />
como el de ser sostenido en brazos, afecta negativamente<br />
el desarrollo físico y emocional (Harlow y Harlow, 1962;<br />
Spitz, 1951).<br />
Quienes desarrollaron la terapia sistémica, el modelo<br />
de terapia breve del Mental Research Institute y la TCS<br />
no desconocían estos hechos. Como otros terapeutas familiares,<br />
comprendían que una relación emocional, o formación<br />
de vínculos, es importante para establecer la conexión<br />
inicial con los clientes cuando estos comienzan la terapia<br />
(Cade y O'Hanlon, 1993; Haley, 1976; Minuchin,<br />
1974; Walter y Peller, 1992). Pero las emociones no se consideraban<br />
necesarias para la práctica. En realidad se las<br />
consideraba un obstáculo, porque se enfatizaba en los patrones<br />
de conducta, que ofrecían ventajas como «la simplicidad,<br />
el carácter concreto y la minimización de los presupuestos<br />
e inferencias» (Fisch et al., 1982, pág. 11) y podían<br />
ser observados y rastreados con facilidad. Los patrones de<br />
conducta se interrumpían por medio de «noticias de diferencia»<br />
cognitivas (Bateson, 1979), adaptadas para ofrecer<br />
a los clientes un modo distinto de pensar en su problema,<br />
como, por ejemplo, reformulaciones positivas de<br />
sus descripciones negativas de este, o intervenciones paradójicas.<br />
En un momento de su historia, la TCS incluía,<br />
entre las descripciones proporcionadas por los clientes<br />
que se consideraban importantes para idear intervenciones,<br />
las de sus estados emocionales y reacciones fisiológicas<br />
(De Shazer, 1985), pero a causa de la influencia de la<br />
filosofía lingüística en la TCS, las emociones, la conducta<br />
y la cognición se fusionaron bajo la rúbrica del «lenguaje»<br />
y no se habló más de ellas en términos de práctica. Aunque<br />
desde el punto de vista teórico esto es apropiado,<br />
resulta demasiado vago para una buena práctica. En el<br />
108<br />
resto del capítulo desarrollaré mis opiniones al respecto,<br />
sobre todo en relación con las emociones.<br />
Emociones versus conducta<br />
Tradicionalmente, los terapeutas centrados en la solución<br />
han inducido a los clientes a hacer descripciones conducíales<br />
de sus metas a fin de poder seguir mejor sus progresos,<br />
aun cuando la mayoría de aquellos se refieren a<br />
sus motivos de queja en términos de sentimientos. La respuesta<br />
del terapeuta no tiene que adoptar una dirección<br />
conductal ni emocional. Podemos cooperar con los clientes<br />
y utilizar en la conversación lo que han dicho sobre sus<br />
sentimientos sin sacrificar la ventaja que representan las<br />
señales más concretas de progreso (Turnell y <strong>Lipchik</strong>,<br />
1999).<br />
Ramona, al iniciar la terapia, se queja: «Me siento tan<br />
desanimada que no puedo ni moverme». Tradicionalmente,<br />
un terapeuta centrado en la solución le hubiera preguntado:<br />
«¿Qué cosas que usted hace o deja de hacer le<br />
indican que se siente de ese modo?». Ramona podría contestar:<br />
«No voy al trabajo o no me visto». En tal caso, no se<br />
habrían utilizado sus sentimientos como un motivo de<br />
atención por derecho propio, sino como peldaños que llevan<br />
a pensar en posibles modos de actuar.<br />
A mi juicio es más útil permitir que los clientes, al presentar<br />
sus motivos de queja, se refieran a sus sentimientos<br />
tanto como les sea posible. Tales sentimientos pueden<br />
aceptarse con reflexiones empáticas como las siguientes:<br />
«Eso puede ser muy desalentador» o «¡Debe de ser terrible<br />
sentirse así!». Los sentimientos del cliente se exploran con<br />
mayor profundidad con preguntas como estas: «¿Qué<br />
otras cosas siente como resultado de eso?» o «¿Qué significa<br />
para usted sentirse tan desanimada?», para darle la<br />
oportunidad de aclarar su queja. Esta actitud puede señalar<br />
nuevas direcciones para las soluciones. Por ejemplo, si<br />
Ramona explica finalmente que su problema es que la<br />
asusta sentirse tan desanimada, su aclaración ofrece la<br />
109
oportunidad de preguntarle: «¿Qué cosas le resultaron<br />
más útiles en el pasado para enfrentar ese miedo?». Es<br />
probable que las respuestas a esta pregunta hagan referencia<br />
a conductas («Llamaba por teléfono a algunas amigas»<br />
o «Encendía el televisor») sin la intervención del terapeuta.<br />
Otra posibilidad es preguntar a continuación: «¿De<br />
qué tiene miedo?». Si contesta que es incompetente o inmadura,<br />
o que es una enferma mental, o simplemente que<br />
es igual a su madre, se le puede preguntar: «¿Qué cosas la<br />
convencerían de que su temor es injustificado?». Esta pregunta<br />
tiene una razonable probabilidad de inducir una<br />
respuesta en términos de conductas, y si no es así, el terapeuta<br />
puede siempre interrogar a la cliente sobre pequeñas<br />
señales de cambio conductal al concluir la sesión.<br />
Considérese lo que ocurriría si se le hiciera a Ramona<br />
una pregunta de escala en relación con su temor (Kowalski<br />
y Kral, 1989). Después de mencionar, en una escala del<br />
1 al 10, un número indicativo de cuánto la asustan sus<br />
sentimientos, su explicación acerca de cómo sabrá que está<br />
un poco menos asustada se referirá casi con seguridad<br />
a conductas (por ejemplo, «No me comeré tanto las uñas» o<br />
«Me cepillaré el pelo»).<br />
Lo importante es hablar a los clientes en su propio lenguaje,<br />
incluso si esto significa hablar de emociones, ya que<br />
puede beneficiarlos y es un modo de evitar el riesgo de que<br />
se sientan incomprendidos.<br />
<strong>El</strong> empleo de las emociones para facilitar las<br />
soluciones<br />
Los terapeutas centrados en la solución están habituados<br />
a pensar en lo que van a preguntar a los clientes, pero<br />
no a pensar en lo que estos sienten, ni en lo que ellos mismos<br />
piensan y sienten respecto de los clientes. Una mayor<br />
conciencia de estos aspectos puede facilitar el desarrollo<br />
de soluciones para ellos.<br />
A veces, los clientes están muy alterados emocionalmente<br />
y no son capaces de explicar lo que sienten. Es posi-<br />
110<br />
ble que tengamos que ayudarlos a ver más claro antes de<br />
que puedan fijarse metas y hallar soluciones. Aquí cabe<br />
una advertencia. Es importante avanzar con lentitud y<br />
ser sensibles a las respuestas verbales y no verbales de los<br />
clientes durante este proceso. Tal vez su incapacidad para<br />
saber lo que sienten haya cumplido una función positiva<br />
durante largo tiempo; por ejemplo, la de protegerlos de<br />
sentimientos que no podían soportar. Un repentino levantamiento<br />
del velo puede ser más perturbador que útil.<br />
EJEMPLO DE CASO: BETTY<br />
Betty era una cliente que se hallaba muy perturbada y<br />
a quien tuve que ayudar a comprender sus sentimientos.<br />
Tenía 42 años, era soltera y concurrió por su propia decisión<br />
a causa de accesos de llanto episódicos e incontrolables.<br />
La frecuencia de esos accesos había aumentado gradualmente<br />
en los últimos cuatro meses. Betty no podía relacionarlos<br />
con nada específico que sucediera en el trabajo<br />
o en su vida privada. Nunca había estado casada, vivía sola<br />
con dos gatos y en esos momentos no salía con ningún<br />
hombre. Tenía varias amigas íntimas con las cuales solía<br />
reunirse.<br />
Trabajaba en el departamento de contabilidad de una<br />
cadena de restaurantes de comida rápida desde hacía<br />
cinco años y medio, y había obtenido tres ascensos desde<br />
su ingreso. Seis meses atrás se le había asignado un puesto<br />
gerencial intermedio que exigía la supervisión y capacitación<br />
del personal. Le agradaba su nuevo puesto y quería<br />
ser capaz de controlar sus emociones para continuar<br />
progresando en su carrera laboral. .<br />
Betty no me dio tiempo para iniciar una conversación<br />
informal ni hacer preguntas. No bien se sentó, comenzó a<br />
lanzar a borbotones sus síntomas y a analizar sus posibles<br />
causas. Durante un largo rato la escuché e hice comentarios<br />
empáticos. Luego le hice una pregunta del milagro<br />
para ayudarla a discernir qué deseaba de la terapia, pero<br />
no me contestó. Siguió cuestionando sus síntomas, dado<br />
111
112<br />
que le agradaban los nuevos desafíos en el empleo y no se<br />
sentía recargada de trabajo. Me descubrí pensando (pensamiento<br />
de dos carriles) que la sesión era demasiado negativa<br />
desde hacía demasiado tiempo y que la cliente iba a<br />
marcharse sintiéndose peor si yo no intervenía, de modo<br />
que le pregunté cómo sabría que su problema estaba resuelto.<br />
«Me parece que no hay una respuesta. .. tal vez<br />
tenga que renunciar. .. o aprender a no tomar las cosas<br />
tan a pecho». Le pregunté qué quería decir con eso de «tomar<br />
las cosas tan a pecho» y me explicó que se sentía rechazada<br />
cuando el personal que ella había entrenado se<br />
iba a trabajar a otras empresas con mejores salarios.<br />
Terapeuta: Ah, debe ser duro.<br />
Betty: Sí, significa que debo entrenar a otras personas y<br />
empezar todo de nuevo.<br />
Terapeuta: ¿Es decir que para usted las cosas están en<br />
constante cambio?<br />
Betty: Sí, pero también puedo entender que esas personas<br />
se vayan.<br />
Betty me habló de su carrera laboral. Había trabajado<br />
desde los 16 años, comenzando con empleos de tiempo<br />
parcial mientras estudiaba en la escuela secundaria.<br />
Siempre había obtenido excelentes evaluaciones y quería<br />
controlar sus emociones para poder mantener su buen<br />
historial.<br />
Terapeuta: ¿Antes se sintió alguna vez emocionalmente<br />
descontrolada?<br />
Betty: En parte, lo que me parece normal.<br />
Terapeuta: Así es.<br />
Betty: Perdí a mis padres hace mucho tiempo: a mí padre,<br />
en un accidente de automóvil, y a mi madre, a causa de un<br />
cáncer. Por eso en las fiestas, como la Navidad... no estoy<br />
casada y no tengo hijos,. . es duro.<br />
Terapeuta: Por supuesto, sin duda es una razón para estar<br />
triste.<br />
Betty: Creo lo mismo... pero estos episodios de ahora me<br />
ocurren desde hace unos pocos meses, después de Navidad.<br />
Terapeuta: ¿Hay algo en el trabajo que la haga sentirse<br />
triste o que usted sienta como una pérdida?<br />
Betty: ¿Quiere decir si siento que voy a perder mi empleo?<br />
Terapeuta: No, usted dijo que a veces se siente muy triste<br />
en Navidad porque perdió a sus padres. ¿En el trabajo<br />
le sucede algo que le provoque un sentimiento de pérdida?<br />
¿<strong>El</strong> hecho de perder a las personas que ha capacitado,<br />
tal vez?<br />
Betty (sorprendida): Muy perspicaz. ¡Podría ser!<br />
Terapeuta: Pero ¿usted qué cree?<br />
Betty: ¡No lo sé! {Comienza a llorar.) ¡No sé nada! Lo único<br />
que sé es que ahora mismo todo me parece demasiado.<br />
Terapeuta: Debe ser difícil para alguien tan eficiente y<br />
minuciosa como usted.<br />
Betty: Es terrible. Quiero que termine. Le dije a mi amiga<br />
que quizá debería renunciar y me contestó que tal vez tenga<br />
un problema con el cambio. Pero creo que en realidad<br />
estoy buscando un cambio, no tratando de evitarlo.<br />
Terapeuta: ¿Un cambio de empleo?<br />
Betty: Sí, porque no puedo seguir así. Sólo pienso en eso.<br />
Terapeuta: Y cuando piensa en eso, ¿en qué piensa concretamente?<br />
Betty describió las cuestiones administrativas que la<br />
perturbaban en el trabajo. Sentía desilusión respecto de<br />
su supervisor, un hombre que era su superior desde hacía<br />
tres años. Dos años antes, ella había presentado una queja<br />
porque su trabajo se resentía a causa de los descuidados<br />
hábitos laborales del supervisor. Comprobó que después<br />
de eso la situación había mejorado, pero seis meses atrás<br />
él volvió a aflojar el paso. Dadas las mayores responsabilidades<br />
que implicaba su nuevo puesto, el hecho de que su<br />
supervisor no la apoyara aumentaba innecesariamente el<br />
estrés, sobre todo en relación con las quejas del personal<br />
que ella supervisaba.<br />
Betty: Ahora tengo un puesto más importante y a veces le<br />
menciono algo. .. y él escucha lo que le digo... Luego,<br />
cuando le señalo algo de lo que debería ocuparse en bien<br />
de todo el departamento, su comentario favorito es: «De<br />
113
acuerdo, tengo que encontrar el momento adecuado para<br />
mencionarlo». Bueno, no creo que se pueda esperar el momento<br />
adecuado para abordar los problemas con un empleado.<br />
¿Y si no encuentra un momento adecuado en semanas<br />
o meses? Es lo que suele suceder. ¡Esas cosas se<br />
atienden de inmediato! (En este momento su cara ha enrojecido<br />
y su voz trasunta enojo.)<br />
Terapeuta: No lo tengo muy en claro: ¿es esa la causa del<br />
estrés?<br />
Betty: No.<br />
Parecía haber una desconexión entre los pensamientos<br />
y los sentimientos de Betty. Me decidí por una «perturbación»<br />
emocional, una interpretación.<br />
Terapeuta: Mucha gente en su situación se sentiría bastante<br />
enfadada,<br />
Betty (pensando): Mmm.. . tal vez. Cuando hablo con mis<br />
amigas sobre todo esto, noto que hablo mucho acerca de<br />
mi supervisor. Básicamente, creo que me enojo porque no<br />
estoy de acuerdo con su manera de hacer las cosas.<br />
Terapeuta: ¿Es decir que su estrés se relaciona sobre todo<br />
con la forma como él hace su trabajo?<br />
Betty: Creo que sí, y eso me sorprende... no tenía idea...<br />
Terapeuta: Si yo pudiera mover la varita mágica y hacer<br />
que las cosas fueran como usted quiere, ¿qué ocurriría?<br />
Betty: Me gustaría ver. . . No pensaría que él no está<br />
haciendo su trabajo. <strong>El</strong> habría cambiado.<br />
Terapeuta: ¿Cree que usted debería ser capaz de hacer que<br />
eso ocurriera?<br />
Betty: Sé que en realidad no puedo, pero... me sentiría<br />
mejor.<br />
Betty mencionó, a modo de ejemplo, que su supervisor<br />
le había sugerido pasar por alto las llegadas tarde o los almuerzos<br />
demasiado prolongados del personal para evitar<br />
las malas evaluaciones de este. Esa actitud enfureció a<br />
Betty por los efectos que tendría en la productividad del<br />
departamento, que era la principal responsabilidad de<br />
ambos.<br />
114<br />
Terapeuta: Entonces, ¿qué ha tratado de hacer con respecto<br />
a eso?<br />
Betty: Le hablo, pero siempre deja las decisiones para más<br />
adelante. Cuando le explico que el trabajo se está atrasando,<br />
me dice que no me preocupe.<br />
Terapeuta: Bueno, en una situación como esa, algunas<br />
personas se enojarían de verdad.<br />
Betty (ruborizándose y bajando la mirada, avergonzada):<br />
Oh... nooo... ¿enojarse?<br />
Terapeuta: ¿No le parece que está bien enojarse en una<br />
situación como esa? ¿No es acaso una reacción normal?<br />
Betty: ¿De veras? Oh, voy a llorar. (Lo hace.) Creo que lo<br />
que más me molesta es actuar de esa manera.<br />
Terapeuta: ¿No cree que una persona tiene derecho a<br />
enojarse de vez en cuando?<br />
Betty: Ah, eso me alivia tanto. . .<br />
Terapeuta: Probablemente no está acostumbrada a sentirse<br />
de ese modo.<br />
Betty: En realidad, no.<br />
Terapeuta: Entonces, si admitiera que a veces el enojo se<br />
justifica, ¿qué podría hacer en relación con este problema<br />
para no tener que volver a enojarse?<br />
Betty comenzó a morderse las uñas y miró a su alrededor<br />
con angustia mientras pensaba en una respuesta, por<br />
lo cual le pedí que recordara algún ejemplo en que hubiera<br />
manejado bien los problemas con su supervisor sin pasar<br />
por encima de él. Mencionó unos pocos ejemplos, pero la<br />
conversación le evocó viejos temores relacionados con quejas<br />
y enfrentamientos. Decidí obrar con cautela y le pregunté<br />
si quería hablar de esos temores. Contestó afirmativamente,<br />
y le dije que se sintiera en libertad de detenerse<br />
en cualquier momento. Me contó que, por haber perdido<br />
a sus padres a temprana edad, vivió sucesivamente<br />
con varios parientes lejanos hasta la adultez. Al faltarle<br />
un hogar que pudiera considerar como propio, sintió que,<br />
por desdichada que fuera, nunca podría quejarse ni pedir<br />
nada.<br />
Cuando Betty volvió una semana después, informó que<br />
había podido controlar sus emociones todos esos días. Dos<br />
115
semanas más tarde anunció que había vuelto a ser la de<br />
antes. Había conversado con su supervisor sobre la necesidad<br />
de reforzar la productividad, y este había hablado<br />
con algunos miembros del personal acerca de la puntualidad.<br />
Además, la había autorizado a hacer lo mismo. Betty<br />
me agradeció y me dijo que había alcanzado su meta. Se<br />
daba cuenta de que había algunos problemas de los que<br />
quizá necesitaría ocuparse, pero no deseaba hacerlo por el<br />
momento.<br />
A algunos lectores puede preocuparles la idea de que<br />
se haya dado por concluido el tratamiento de una cliente<br />
que sin duda se hubiera beneficiado con su continuación.<br />
Sin embargo, los terapeutas centrados en la solución parten<br />
del supuesto de que los terapeutas no pueden cambiar<br />
a los clientes; estos tienen que cambiarse a sí mismos. En<br />
una situación como la descripta, el supuesto tal vez deba<br />
reformularse del siguiente modo: los terapeutas no deberían<br />
tratar de cambiar a los clientes; son estos quienes deben<br />
decidir si están dispuestos a cambiar y cuál es el momento<br />
adecuado para intentarlo. Además, un pequeño<br />
cambio puede llevar a cambios mayores. Quizá cuando<br />
Betty tenga otro problema en el futuro, el tiempo que pasamos<br />
juntas la ayudará a encontrar su propia solución;<br />
de no ser así, no la incomodará la idea de conseguir alguna<br />
ayuda. Cuando los clientes alcanzan el punto en que<br />
creen haber conseguido lo que vinieron a buscar, el contrato<br />
terapéutico centrado en la solución se ha cumplido.<br />
Podemos recomendar nuevas sesiones, pero incumbe al<br />
cliente tomar la decisión final. Por supuesto, constituyen<br />
una excepción los casos en que hay peligro para el cliente<br />
o para otras personas, o en que estamos ante una situación<br />
contraria a la ética.<br />
Betty quería hallar una solución a su falta de control<br />
emocional y buscaba una respuesta cognitiva. Esto le resultaba<br />
natural, porque en un pasado ya lejano había<br />
aprendido a no permitirse tener sentimientos. Cuando mi<br />
cooperación en ese terreno no produjo ningún cambio, le<br />
ofrecí cautelosamente la sugerencia (perturbación) de que<br />
su queja podía relacionarse con la ira. La idea encontró<br />
eco en ella y la ayudó a hallar una solución.<br />
116<br />
La terapia es un proceso en colaboración, aun cuando<br />
los clientes sólo pueden cambiar en la medida de su capacidad<br />
o su disposición en un momento determinado. Ofrecer<br />
una sugerencia emocional como: «¿Cree usted que está<br />
enojada?» es tan válido como proponer una sugerencia<br />
cognitivo-conductal; por ejemplo: «¿Cree que le sería útil<br />
comenzar un programa de ejercicios?».<br />
EJEMPLO DE CASO: NEIL<br />
Neil compartía con su ex esposa el cuidado de sus hijos:<br />
un niño de 7 años y una niña de 9. Se ganaba la vida como<br />
fotógrafo comercial. Acudió a terapia porque su amiga le<br />
había dicho que lo veía deprimido. Sabía que había estado<br />
desanimado durante algún tiempo, pero no le dio importancia.<br />
Admitía que, por momentos, en los últimos tiempos<br />
se había sentido inmovilizado, e incluso había pensado<br />
en suicidarse. Una evaluación del riesgo reveló que había<br />
considerado la posibilidad de suicidarse tomando pildoras<br />
o cortándose las venas en la bañera, pero el compromiso<br />
con sus hijos era tan fuerte que no quería que lo recordaran<br />
como una persona que se había quitado la vida.<br />
En la primera sesión habló, sobre todo, de lo mucho<br />
que lo perturbaba estar deprimido y no poder recuperarse<br />
por sí mismo. Cuando la postura más relajada de Neil, sus<br />
reiterados gestos de asentimiento y un mejor contacto visual<br />
me sugirieron su comprensión de que yo comprendía<br />
lo perturbado que estaba, le pregunté cómo sabría que no<br />
tendría que seguir viniendo a terapia. Dijo que tendría<br />
más energía y estaría más entusiasmado con su pareja y<br />
su trabajo, pero no pudo precisar si eso ya le había ocurrido<br />
antes, aunque fuera en pequeña medida. Seguí oyendo<br />
su relato sobre su aflicción y reflexionando sobre lo que<br />
me decía. Me contó que acababa de rechazar un gran proyecto<br />
porque no tenía suficiente energía para llevarlo a cabo.<br />
(Veo algo de positivo en esta negativa.)<br />
Terapeuta: Le debe de haber costado hacerlo, pero parece<br />
una buena decisión.<br />
117
Neil: Tuve que hacerlo. Fue de lo más difícil porque deseaba<br />
muchísimo ese trabajo, pero por otra parte no quería<br />
defraudar al jefe de la agencia. He trabajado antes para<br />
él y es un gran tipo. Cuando me hizo llegar la propuesta<br />
me sentí abrumado al pensar en hacerme cargo... y no<br />
era algo que no hubiera hecho antes... Me sentí tan abrumado<br />
que me dieron náuseas.<br />
Terapeuta: Pero tuvo el buen tino de cuidar de sí mismo.<br />
Usted conoce sus límites.<br />
Neil: Bueno, no es lo que yo pensé sobre mi decisión. Detesté<br />
tener que hacerlo.<br />
Terapeuta: ¿Obrar así fue algo inusual para usted?<br />
Neil: Bueno, tal vez.., Por lo general, me exijo lo máximo<br />
posible.<br />
Terapeuta: Parece una decisión sensata.<br />
Neil: Sentí un gran alivio después de tomarla.<br />
Terapeuta: Le creo. ¿Ha tomado otras decisiones acertadas<br />
como esa últimamente? ¿Se resguardó como correspondía?<br />
No se le ocurría ningún ejemplo. Siguió hablando sobre<br />
sus hijos, explicando que eran la mayor motivación en su<br />
vida. Se refirió a los fines de semana que pasaban juntos y<br />
a lo mucho que se divertían con los juegos de mesa, inventando<br />
juegos y representando pequeñas obras.<br />
De pronto se detuvo y reflexionó un momento. Su<br />
estado de ánimo cambió y dijo lo siguiente:<br />
Neil: Acabo de recordar algo. En una ocasión, no hace<br />
mucho, me sentí algo mejor y sólo me ocupé de mí mismo.<br />
Fue un sábado a la tarde. Los chicos estaban con su madre.<br />
.. yo estaba solo... Decidí relajarme y olvidarme de<br />
las tareas domésticas. Todo lo que hice fue sentarme y mirar<br />
televisión, y dejé de pensar en lo que tenía que hacer.<br />
Incluso dormité un poco.<br />
A partir de ese momento la conversación nos acercó a<br />
una solución. Por supuesto, es imposible saber cuál fue el<br />
desencadenante del recuerdo de la excepción. Se puede<br />
conjeturar que como Neil quería sentirse independiente y<br />
118 _-<br />
le enojaba no poder ayudarse a sí mismo, mi presentación<br />
de algunas de sus conductas bajo una luz más favorable<br />
cambió su forma de percibirse. Lo cual puede considerarse<br />
una reformulación cognitiva. Es probable, sin embargo,<br />
que el contexto en que se produce esa reformulación - el<br />
clima emocional- influya en la manera de aceptarla. Obsérvese<br />
que a Neil le llevó algún tiempo responder a nuestra<br />
interacción, y yo tuve que juzgar en todo momento si<br />
estaba preparado para hablar de una solución. Según<br />
Kiser Piercy y <strong>Lipchik</strong> (1993), no debe considerarse que la<br />
transición de la conversación sobre el problema a la conversación<br />
sobre la solución ocurre automáticamente como<br />
resultado de las preguntas o reflexiones del terapeuta, ya<br />
que el paso de la «congruencia afectiva» (sentirse mal y<br />
hablar de experiencias negativas) a la «incongruencia<br />
afectiva» (sentirse mal y desviar la atención hacia emociones<br />
más positivas) (Bower, 1981) a menudo requiere tiempo,<br />
paciencia y habilidad clínica. Yo añadiría que también<br />
requiere un clima emocional adecuado.<br />
De acuerdo con mi experiencia, cuando a los clientes<br />
les resulta difícil dejar de hablar sobre el problema, aceptar<br />
cierta expresión de sus sentimientos, e incluso, a veces<br />
su intensificación, tiende un puente que les permite<br />
enfrentar una solución. Me entusiasmé al enterarme de la<br />
existencia de pruebas fisiológicas concretas de que los<br />
pensamientos pueden suscitar emociones con facilidad,<br />
pero es más difícil anular las emociones (LeDoux, 1996,<br />
pág. 303; Panksepp, 1998, pág. 301).<br />
Durante las siguientes seis sesiones, Neil aclaro que<br />
se había sentido terriblemente enojado consigo mismo e<br />
impotente porque no podía hacer feliz a su amiga. Cuando<br />
comenzó a valorarse más, se dio cuenta de que no era el<br />
único responsable de la relación e inició junto con ella un<br />
tratamiento de pareja.<br />
119
<strong>El</strong> empleo de nuestras emociones para ayudar a<br />
los clientes a hallar soluciones<br />
A veces, los clientes saben lo que sienten y quieren hablar<br />
de ello, pero tienen miedo o no son capaces de hacerlo.<br />
Esta traba les impide hallar una solución. Los terapeutas<br />
no somos telépatas, pero debemos ser tan receptivos como<br />
sea posible al lenguaje corporal de los clientes, que dice<br />
mucho sobre sus emociones. Para estar muy alertas a los<br />
indicios de sentimientos inexpresados, debemos vigilar<br />
nuestros propios pensamientos y sentimientos. La intuición<br />
puede ser útil en estas circunstancias, pero sus resultados<br />
deben analizarse con cuidado antes de comunicarlos<br />
a los clientes.<br />
EJEMPLO DE CASO: SANDRA Y SUS HIJAS<br />
Sandra era una mujer divorciada de 43 años que pidió<br />
ser atendida junto con sus dos hijas —Rita, de 16 años, y<br />
Rhoda, de 14— tan pronto como fuera posible. Dijo que<br />
una semana después Rita se iría a otra ciudad para vivir<br />
con su padre y necesitaba ayuda para hablar con ella.<br />
La atmósfera era pesada y tensa cuando la familia entró<br />
en la habitación. Las hermanas parecían angustiadas<br />
y hablaban en voz baja. Dijeron no saber por qué su madre<br />
las había llevado allí. Sandra, por lo demás una mujer<br />
de aspecto agradable, tenía la expresión de una máscara y<br />
apenas si movía algún músculo mientras hablaba con voz<br />
monótona. Dijo que venía a la sesión porque la semana<br />
anterior había tenido que llamar a la policía para localizar<br />
a Rita, quien hasta entonces nunca dejaba de avisar<br />
cuando iba a llegar tarde. Cuando la policía llevó a la muchacha<br />
a la casa, informó que se había mostrado hostil y<br />
había gritado, delante de los vecinos curiosos, que quería<br />
irse porque no soportaba que Sandra fuera lesbiana. Al<br />
día siguiente, Rita le pidió a la madre que hiciera los arreglos<br />
necesarios para poder irse a vivir a otra ciudad con su<br />
padre. Los preparativos ya estaban listos.<br />
120<br />
Cuando les pregunté de qué querían hablar en la sesión,<br />
no obtuve respuesta. Sandra expresó pena y desilusión<br />
por la conducta de Rita. Dijo que hasta entonces la familia<br />
nunca había tenido problemas. Comprendía que Rita<br />
no se sintiera cómoda con su orientación sexual y quisiera<br />
vivir con el padre, pero objetaba su manejo de la<br />
cuestión. Rita se defendió. Rhoda prefirió no tomar partido<br />
y habló muy poco.<br />
Mi impresión fue que Sandra había traído a sus hijas<br />
para evitar que Rita se marchara o para hacer las paces<br />
con ella antes de su partida. Me abstuve de mencionarlo<br />
porque quería que la familia pusiera en claro sus propias<br />
metas.<br />
A medida que avanzaba la sesión se acentuaba el predominio<br />
de la conversación sobre el problema y las tensiones<br />
que se habían agravado en los últimos meses a causa<br />
del desagrado que Rita sentía por la compañera de<br />
Sandra. Me pareció que la familia debía volver a centrarse<br />
en el motivo que la había traído, y para lograrlo exploré<br />
un recurso: la afirmación de Sandra de que hasta entonces<br />
la familia nunca había tenido problemas.<br />
Terapeuta: Entiendo que siempre hubo una buena relación<br />
entre usted, Sandra, y Rita, hasta hace unos pocos<br />
meses, pero en realidad no me han hablado de eso. Ahora<br />
parece haber mucha pena y resentimiento. Me pregunto,<br />
sin embargo, si podrán ayudarme a comprender mejor a<br />
su familia. ¿Podrían decirme algo acerca de lo que consideran<br />
bueno en su familia, algunas cosas de las que tal<br />
vez se sientan orgullosas?<br />
Sandra: Rhoda, ¿de qué te sientes orgullosa?<br />
Rhoda (se encoge de hombros y piensa un largo rato antes<br />
de contestar): No sabría decirlo en este momento.<br />
Terapeuta: ¿Y tú, Rita? Cuando evocas el pasado, ¿qué cosas<br />
buenas recuerdas de tu vida con tu mamá y Rhoda?<br />
Rita: Las Navidades, y cuando fuimos las tres a Florida.<br />
Terapeuta: ¿Algo de la vida cotidiana?<br />
Rita: Los abrazos. Me gusta que mamá me abrace. No<br />
puedo abrazar a papá como abrazo a mamá. A ella la puedo<br />
abrazar en cualquier momento, y sé que a ella también<br />
121
le gusta. No quiero hacer comparaciones ni nada, pero no<br />
puedo hacer lo mismo con mi padre. Es lindo. También me<br />
gusta cuando me cocina..<br />
Terapeuta: ¿Y qué cosas buenas recordarás de tu relación<br />
con tu hermana?<br />
Rita: Voy a echar de menos ir a su habitación para escuchar<br />
música juntas e intercambiar ropa.<br />
Terapeuta: ¡Has estado pensando mucho en eso, sin duda!<br />
(Rita asiente con un gesto.) ¿Lo sabía usted, mamá?<br />
Sandra: No.<br />
Terapeuta: ¿Qué cosas buenas va a extrañar usted?<br />
Sandra: Voy a extrañar el tener dos hijas... (vacila un<br />
instante). Solíamos ir juntas a jugar a los bolos y cantábamos<br />
en el coro de la iglesia. Me gustaba ir a las reuniones<br />
de padres en la escuela y recibir siempre magníficos informes<br />
sobre Rita. . . Acabamos de comprar un televisor con<br />
una gran pantalla y nos encanta, pero ahora seremos sólo<br />
Rhoda y yo.<br />
Cuando Sandra dijo «Voy a extrañar el tener dos hijas»<br />
experimenté una reacción física, una especie de conmoción.<br />
Advertí que Sandra sentía la partida de Rita como<br />
una muerte y que nunca volvería a verla. Dialogué en silencio<br />
conmigo misma para analizar si debía o no comunicarles<br />
esa reacción. ¿Cuál sería la posible desventaja? Tal<br />
vez Sandra creyera que la había interpretado mal. ¿Y la<br />
ventaja? Le transmitiría un convincente mensaje de que<br />
comprendía su profunda desesperación. Rita podría entender<br />
mejor la intensidad del dolor de su madre. Los posibles<br />
beneficios superaban a los posibles peligros. Como<br />
existía la posibilidad de que esta sesión fuera la única,<br />
decidí hablar.<br />
Terapeuta: Usted dijo que ya no tendrá más dos hijas. Por<br />
la forma de decirlo era como si... como si... Por supuesto<br />
que no tendrá más dos hijas en su casa, pero dio la impresión<br />
de algo definitivo. Usted seguirá teniendo dos hijas,<br />
sólo que una de ellas no vivirá en su casa. Por la manera<br />
de decirlo, sonó casi como si hablara de una muerte y no<br />
de una mudanza.<br />
122<br />
Sandra (con un profundo suspiro): Supongo que eso es lo<br />
que he vivido desde que Rita me contó cómo se sentía verdaderamente.<br />
Parece una muerte, y no como si se fuera a<br />
hacer una visita o sólo por un año o dos. Fue muy distinto<br />
cuando mi hijo se fue de casa.<br />
Terapeuta: ¿En qué consistió la diferencia?<br />
Sandra: Las circunstancias eran diferentes. <strong>El</strong> terminó la<br />
escuela secundaria y se marchó a la universidad. Tuvimos<br />
nuestros problemas pero nos habíamos reconciliado. Tengo<br />
la sensación de que Rita no quiere reconciliarse... sólo<br />
quiere irse y olvidar. Y eso me parece realmente definitivo.<br />
Terapeuta: ¿Es como dice tu madre? ¿Tenías pensado no<br />
mantener ninguna relación con ella en el futuro?<br />
Rita: No.<br />
Terapeuta: ¿Por qué crees que ella pensaba eso?<br />
Rita: Probablemente, porque desde hace un tiempo no<br />
hay comunicación entre nosotras. <strong>El</strong>la no sabe lo que<br />
siento.<br />
Terapeuta: Entonces, ¿cuál es tu idea respecto de seguir<br />
conectada con tu mamá y con Rhoda después de irte?<br />
Rita explicó que esperaba seguir en contacto con su<br />
madre y su hermana por teléfono, por carta y con visitas<br />
durante las fiestas. Pidió disculpas a su madre por haber<br />
sido tan indiscreta frente a la policía y los vecinos. Madre<br />
e hija se marcharon reconciliadas. Sandra me llamó más<br />
adelante para agradecerme y decirme que había llegado a<br />
aceptar como apropiada la decisión de Rita de vivir con su<br />
padre durante un tiempo, y que ya no sentía que la relación<br />
entre ambas estuviera cortada.<br />
Las emociones y el mensaje de recapitulación<br />
Se ha sostenido que tanto la «actitud del sí» (Erickson,<br />
Rossi y Rossi, 1976; Erickson y Rossi, 1979) desarrollada<br />
durante la entrevista como la pausa y las felicitaciones incluidas<br />
en el comienzo del mensaje de recapitulación son<br />
123
sugestiones hipnóticas que inducen un estado de relajación<br />
(véase el capítulo 6). Nunca se ha hecho mención de<br />
las emociones con referencia a este proceso. Sin embargo,<br />
la comprensión y los elementos positivos transmitidos por<br />
el mensaje de recapitulación a los clientes —por lo general,<br />
estos esperan oír que las cosas son peores de lo que suponían—<br />
proporcionan un gran alivio emocional. La relajación<br />
resultante es esencial para razonar y tomar las decisiones<br />
conductales (Damasio, 1994) necesarias para llegar<br />
a una solución.<br />
Conclusión<br />
La elevación de las emociones al mismo rango que la<br />
cognición y la conducta en la TCS puede parecer un paso<br />
radical Sin embargo, si aceptamos que el lenguaje y la<br />
emoción son inseparables, ¿cómo podríamos excluir la<br />
emoción de nuestra práctica terapéutica?<br />
Las emociones pueden facilitar las soluciones al brindar<br />
un importante medio de conectarse con los clientes y<br />
comprenderlos (Ring, 1998). Las emociones primarias son<br />
un medio universal de comunicación. Surgen sin un control<br />
consciente y no dependen de las palabras. Los bebés<br />
no necesitan palabras para comunicar sorpresa, dolor o<br />
hambre. Entre los clientes y los terapeutas presentes en el<br />
consultorio hay una conexión emocional inexpresada que<br />
no se transmite a los terapeutas ubicados tras el espejo.<br />
Aunque habitualmente conversamos con los clientes en<br />
un nivel emocional elaborado por la maduración física y<br />
mental y la socialización, atraer su atención a lo que Steve<br />
Gilligan (1997) llama «un indestructible "punto débil sensible"<br />
(...) en lo más íntimo de cada individuo» puede facilitar<br />
las soluciones. Un modo de hacerlo consiste en crear<br />
un clima emocional que proporcione seguridad (Sullivan,<br />
1956). Otro modo es utilizar nuestra intuición y nuestros<br />
sentimientos para ayudar a los clientes a tomar conciencia<br />
de sus propios sentimientos, a fin de que puedan usarlos,<br />
junto con su razonamiento, para hallar soluciones.<br />
Por supuesto, también puede suceder al revés. A los clien-<br />
124<br />
tes que sólo sienten emoción hay que ayudarlos a acceder<br />
a su capacidad de razonar. Quienes no pueden controlar<br />
su conducta deben recibir ayuda para sentir y razonar.<br />
Nuestra vida no puede ser productiva sin emoción; por lo<br />
tanto, esta debe ser incluida en las soluciones para vivir<br />
mejor.<br />
125
5. <strong>El</strong> proceso de aclaración de las metas<br />
Hace algunos años, en la primera sesión yo formulaba<br />
siempre una de estas preguntas: «¿Cómo sabrá usted que<br />
venir aquí le resulta útil?» o «Si.usted vuelve la semana<br />
próxima y me dice que ha notado un pequeño cambio favorable,<br />
¿cuál será ese cambio?». <strong>El</strong>egía estas preguntas<br />
para lograr que los clientes se centraran en las metas. Las<br />
respuestas les harían saber, y me harían saber a mí, hacia<br />
dónde deseaban encaminarse. También creía que con<br />
esas preguntas evitaría que insistieran en hablar de sus<br />
problemas. Las respuestas que recibía eran variadas,<br />
pero sólo en raras ocasiones conducían a una solución rápida.<br />
Hace unos diez años dejé de usar estas preguntas introductorias<br />
debido a lo que aprendí en un taller realizado<br />
bajo mi dirección. Los participantes, divididos en pequeños<br />
grupos, se habían entrevistado mutuamente, y un<br />
hombre comentó más tarde que se había sentido irritado<br />
cuando su «terapeuta» le formuló la primera de las preguntas<br />
mencionadas. Dijo que quería contar su historia y<br />
que la pregunta se lo impidió. La discusión posterior en el<br />
grupo me hizo comprender que esas preguntas iniciales<br />
centradas en el futuro disponían el escenario para la terapia<br />
privando al cliente de la posibilidad de elegir. No es<br />
una forma adecuada de practicar la TCS. Lo importante<br />
no es el momento en que se definen las metas, sino el hecho<br />
de que estas reflejen con tanta precisión como sea posible<br />
lo que los clientes desean de la terapia.<br />
En este capítulo describiré la aclaración de las metas<br />
como un proceso continuo, apartándome así de la opinión<br />
generalmente admitida de que, dentro de lo posible, en la<br />
primera sesión deberían definirse metas concretas en<br />
6<br />
términos de conducta (Berg y Miller, 1992; De Shazer,<br />
1985, 1991a; Durrant, 1995; O'Hanlon y Weiner-Davis,<br />
1989; Walter y Peller, 1992). Las ideas que aquí presento<br />
sólo son aplicables a los clientes que concurren por su<br />
propia decisión; de los clientes involuntarios me ocuparé<br />
en el capítulo 10.<br />
Metas versus soluciones<br />
Los problemas —según lo afirma uno de los supuestos<br />
básicos de la TCS— no tienen que ver necesariamente con<br />
las soluciones, y de ello se deduce que tampoco tienen que<br />
ver necesariamente con las metas. Cuando acuden a la<br />
terapia, los clientes suelen tener en mente una meta, pero<br />
es posible que esta no sea la solución. La solución será<br />
cualquier cosa que, en la percepción de los clientes, vuelva<br />
su situación menos problemática o no problemática en un<br />
momento determinado.<br />
Las metas se perciben, por lo general, en términos de<br />
«o bien... o bien»; es decir, el problema es «totalmente<br />
malo», y la solución, «totalmente buena». «Nunca volveré<br />
a enojarme» o «Siempre seremos una familia feliz» son expectativas<br />
usuales pero poco realistas en materia de metas.<br />
Estos pensamientos singulares son también malas<br />
premisas para la buena salud mental y pueden parecer<br />
difíciles de llevar a la práctica, cuando tal vez lo único que<br />
se requiere para hallar una solución adecuada es un cambio<br />
relativamente pequeño, la diferencia entre dos matices<br />
de gris.<br />
Las soluciones son el producto final de un proceso de<br />
descubrimiento. Pueden estar muy alejadas de lo que los<br />
clientes creían su meta cuando iniciaron la terapia. De<br />
acuerdo con este razonamiento, es más apropiado concebir<br />
la «aclaración de la meta» como una observación continua<br />
de los clientes durante la terapia y una reevaluación<br />
conjunta de lo que desean como resultado. Más recientemente,<br />
Walter y Peller (1996, pág. 18) describieron la<br />
aclaración de la meta como un proceso de desarrollo del<br />
127
128<br />
significado al que denominaron «evolución de la meta»<br />
[goaling].<br />
La tarea de aclarar las metas<br />
La creencia de que hacia el final de la primera sesión<br />
debe contarse con una meta definida es reforzada por las<br />
empresas de atención médica administrada, que exigen<br />
pruebas concretas de que los terapeutas emplean el tiempo<br />
de manera constructiva. Este concepto también es útil<br />
para el compromiso de calidad y la investigación. En efecto,<br />
ayudar a los clientes a definir qué quieren de la terapia<br />
es esencial, sobre todo para un enfoque tan pragmático y<br />
focalizado como la TCS. Sin embargo, esta tarea no debe<br />
ser tomada demasiado literalmente si se quiere evitar que<br />
se convierta en la meta del terapeuta, en lugar de responder<br />
a lo que el cliente necesita en ese momento. La prisa<br />
por definir las metas puede someter a los terapeutas y los<br />
clientes a una presión indebida y dar por resultado metas<br />
mal definidas que conducen a conversaciones sin futuro.<br />
Además, puede afectar negativamente el clima emocional<br />
de la relación terapeuta-cliente. . . .<br />
<strong>El</strong> término «definición de la meta» sugiere linealidad,<br />
precisión y un proceso cognitivo. Implica una estructura,<br />
como un protocolo. Algunos clientes son capaces de definir<br />
al comienzo del tratamiento una clara meta conductal<br />
que permanece invariable. Muchos otros están demasiado<br />
abrumados emocionalmente como para ir más allá<br />
de expresar algunas «quejas» (De Shazer, 1985, págs. 31-<br />
2). Por lo común, esas quejas son más vagas o generales<br />
que el problema, tal como este termina por definirse. La<br />
mayor parte de las veces, las quejas se redefinen, durante<br />
el proceso terapéutico, hasta que el cliente tiene en claro<br />
cuál es el problema. La comprensión cabal del problema<br />
suele esclarecer la meta o la solución.<br />
Aclaración de las metas: el proceso<br />
Ayudar a los clientes a comprender qué desean de la<br />
terapia requiere tiempo y paciencia. <strong>El</strong> supuesto de que<br />
la terapia breve avanza a paso lento nos lo recuerda, y nos<br />
ayuda a mantener una actitud flexible, a oír lo que se<br />
dice sin escuchar deliberadamente y a hacer aclaraciones<br />
o preguntar sobre el significado sólo cuando es necesario.<br />
Imaginemos esta situación: una persona necesita comprar<br />
ropa para usar en el trabajo o en una ocasión determinada.<br />
Considera sus posibilidades y toma algunas<br />
decisiones respecto del estilo y el color. Por ejemplo, si es<br />
una mujer, quizá se decida por un vestido rojo. Va a la<br />
tienda y busca un artículo que responda a esa descripción.<br />
<strong>El</strong> primero que encuentra le agrada y lo compra. Esto es<br />
posible pero no probable, sobre todo tratándose de una<br />
mujer,<br />
La mayoría de las personas se prueban varias prendas<br />
que podrían satisfacer sus necesidades y, si son afortunadas,<br />
encuentran una de su agrado. Más frecuente es<br />
que, mientras buscan entre las perchas, se sientan atraídas<br />
por una prenda de un color o un estilo diferente del<br />
que buscaban. La mujer que creía que quería un vestido<br />
rojo finalmente decide que un traje negro con pantalones<br />
le sienta mejor y es más versátil. Las expectativas previas<br />
son superadas por las opciones que ofrece la experiencia<br />
de ir de compras.<br />
<strong>El</strong> proceso por el que atraviesan nuestros clientes es similar<br />
al que acabamos de describir. Las metas que habían<br />
imaginado pueden cambiar cuando tienen la oportunidad<br />
de reexaminarlas desde distintos puntos de vista. La interacción<br />
con el terapeuta debería proporcionarles esa<br />
oportunidad.<br />
La «aclaración de las metas» es un proceso que comienza<br />
con la primera sesión y prosigue hasta el fin de la terapia.<br />
Requiere una observación constante de los clientes<br />
para asegurarnos de que marchamos por la misma senda<br />
(Walter y Peller, 1994). Este proceso suscita en forma au-<br />
129
tomática algunas preguntas, independientemente de la<br />
etapa en que se encuentre la terapia:<br />
1. «¿Cuál cree usted que es el problema (en este momento)?».<br />
2. «¿Cómo sabrá que el problema se ha resuelto?».<br />
3. «¿Cómo sabrá que ya no tiene que venir? ¿Qué le<br />
indicará que ya no es necesario?».<br />
4. «Para que eso ocurra, ¿qué deberá modificarse en<br />
lo concerniente a sus actos, pensamientos y sentimientos?».<br />
5. «¿Qué diferencias notará en otras personas que<br />
comparten la situación?».<br />
6. «¿Cuál es su fantasía más alocada en cuanto a lo<br />
que desea que ocurra?». (Cualquier versión de la<br />
pregunta del milagro es útil para la aclaración de<br />
las metas.)<br />
Una vez que se ha llegado a un acuerdo sobre la dirección,<br />
pueden utilizarse preguntas de la escala para verificar<br />
el progreso hacia la solución.<br />
La razón por la cual en la TCS es tan importante ayudar<br />
a los clientes a aclarar sus metas es que estos, si no<br />
conocen con claridad lo que realmente quieren, no serán<br />
capaces de reconocer una solución. Como cada cliente es<br />
único y los terapeutas no pueden cambiar a los clientes, estos<br />
tienen que cambiarse a sí mismos; sólo ellos pueden saber<br />
cuándo han llegado a ese punto.<br />
Por ejemplo, al comienzo de la sesión, una pareja puede<br />
decir que su meta es tener una vida sexual más activa.<br />
Construir una solución basada en esa meta sin hablar del<br />
contexto en que tiene lugar la relación sexual puede ser<br />
adecuada sí la pareja está preparada para una mayor intimidad.<br />
No obstante, dado el supuesto de que la TCS avanza<br />
a paso lento, conviene dedicar antes algún tiempo a explorar<br />
el contexto de su relación sexual. Esta exploración<br />
puede producir información adicional: por ejemplo, la<br />
falta de confianza en el amor del otro. Si los clientes modifican<br />
su meta y se dedican a incrementar la confianza tendrán<br />
mayor probabilidad de hallar una solución exitosa<br />
que si siguen trabajando para tener una vida sexual más<br />
30<br />
activa, porque los pequeños pasos hacia la confianza serán<br />
mucho menos riesgosos que los pasos dados hacia la<br />
intimidad sexual. Una mayor confianza probablemente<br />
los llevará, de todos modos, a una vida sexual más activa.<br />
Aunque resulte paradójico, el camino en apariencia menos<br />
directo hacia la solución puede conducir a una solución<br />
más rápida. <strong>El</strong> rol del terapeuta centrado en la solución<br />
consiste en facilitar a los clientes el proceso de autoconocimiento,<br />
a fin de que las perturbaciones tengan la<br />
máxima probabilidad de convertirse en soluciones apropiadas<br />
para ellos.<br />
Metas y emociones<br />
Como las emociones forman parte del lenguaje, deberían<br />
ser incluidas en la aclaración de las metas. Por ejemplo,<br />
Jonathan describió su motivo para acudir a terapia<br />
diciendo: «Quiero ser más resuelto». Aclaró ese motivo mediante<br />
una referencia a la conducta: «No voy a dudar de<br />
mis opiniones y elecciones porque alguien las cuestione,<br />
sino que voy a actuar de acuerdo con mis propias decisiones».<br />
La terapeuta reflejó el componente emocional de esa<br />
descripción: «¿Dice entonces que no tendrá miedo de tomar<br />
sus propias decisiones?». <strong>El</strong> rostro de Jonathan se iluminó:<br />
«¡Sí, exactamente, así es!». Ahora bien, como Jonathan<br />
era una persona que deseaba agradar, la terapeuta<br />
tuvo que precaverse de que no respondiera positivamente<br />
a su reflexión en términos emocionales por el mero hecho<br />
de que esta provenía de ella. Tuvo que pedirle que decidiera<br />
por sí mismo cómo quería expresar su meta. ¿Se referiría<br />
a actuar con decisión o a no tener miedo? Obviamente,<br />
ambas cosas están relacionadas, pero Jonathan debía<br />
aclararse cuál de esas descripciones le parecía mejor. En<br />
este caso, el pedido de aclaración le permitía practicar la<br />
toma de decisiones y aumentaba la probabilidad de encaminarse<br />
con fluidez hacia una solución.<br />
La referencia a la «aclaración de metas» y no a la «redefinición<br />
de metas» también puede tener una influencia fa-<br />
131
vorable en los clientes que no progresan. Decirle a un<br />
cliente que lo que desea de la terapia ha cambiado y preguntarle<br />
«¿Qué es más adecuado para usted ahora?» o<br />
«¿En qué preferiría concentrarse ahora?» lo irritará mucho<br />
menos que sugerir que debe haber un cambio. <strong>El</strong><br />
cliente puede interpretar que el cambio significa que la<br />
meta que se fijó antes era equivocada. La idea de que cometió<br />
un error puede provocarle un sentimiento de vergüenza<br />
que perturbará el clima emocional.<br />
Algunos cliente temen el cambio aunque hayan<br />
iniciado una terapia para lograrlo. <strong>El</strong> temor se manifiesta<br />
habitualmente en la falta de progreso, la percepción de<br />
que no hay progreso aunque se haya producido algún<br />
cambio, o la recaída. Los clientes que sienten ambivalencia<br />
frente al cambio tienden a demostrarlo expresando,<br />
directa o indirectamente, sentimientos negativos hacia sí<br />
mismos, el terapeuta o la terapia. También en este caso es<br />
más seguro, dado su estado emocional, explorar su idea<br />
actual de lo que desean de la terapia, en lugar de hablar<br />
sobre redefinición de metas. Ni siquiera vale la pena correr<br />
el riesgo de hacer un sondeo discreto como «Me preguntaba<br />
si sería útil verificar las metas que usted definió<br />
anteriormente», ya que puede avergonzar a los clientes.<br />
<strong>El</strong> hecho de aclarar las metas como parte de una conversación<br />
en curso proporciona mayor seguridad.<br />
EJEMPLO DE CASO: MARILYN<br />
<strong>El</strong> tratamiento al que rae referiré, que incluyó cinco<br />
sesiones distribuidas a lo largo de tres meses, ilustra mi<br />
planteo de que la aclaración de las metas es un proceso y<br />
no una tarea. También destaca las decisiones de un terapeuta<br />
de las que he hablado en los capítulos precedentes. 1<br />
Marilyn era una mujer blanca de 30 años, casada y<br />
madre de un hijo de 19 meses. Trabajaba media jornada<br />
1 Una versión de este caso en la que se hace hincapié en un aspecto<br />
diferente fue publicada en <strong>Lipchik</strong> (1993). Copyright 1993 por The<br />
Guilford Press. Se reproduce con autorización.<br />
132<br />
en un banco. De agradable aspecto, podríamos describirla<br />
diciendo que su peso estaba en el límite máximo admitido<br />
como normal en las tablas de peso y estatura; es decir, aún<br />
no estaba demasiado gorda. Cinco años antes, justo después<br />
dé casarse, asistió a seis sesiones de terapia en busca<br />
de ayuda para manejar la relación con su padre. Este, un<br />
hombre cariñoso pero controlador, tenía dificultades para<br />
compartir su única hija con su yerno, y exigía sin razón<br />
que ambos le dedicaran más tiempo y atención. La solución<br />
encontrada por Marilyn consistió en decidir qué atención<br />
le prestaría en vez de desatenderlo por completo.<br />
Marilyn dijo que volvía a terapia para «curarse de un<br />
trastorno alimentario». Al referirse alo sucedido en los últimos<br />
cinco años manifestó que se sentía orgullosa de que<br />
las cosas con el padre siguieran por buen camino. Ya no<br />
trataba de cambiarlo, sino que lo aceptaba tal como era.<br />
«Todavía hace algunos comentarios de vez en cuando»,<br />
dijo, «pero no le hago caso».<br />
Hablando con un tono de voz que denotaba angustia y<br />
tensión, describió su problema actual del siguiente modo:<br />
Marilyn: Mi peso ha sido para mí un problema durante<br />
toda la vida y ahora pierdo el control cada vez más, sabe, y<br />
no paro de engordar y creo que no puedo controlarlo por<br />
alguna razón ... mis hábitos de comida.<br />
Terapeuta: ¿En algún momento pudo controlarlos?<br />
Marilyn: Cuando pertenecía a Weight Watchers. En esa<br />
época rebajé doce kilos, pero gradualmente volví a los<br />
viejos hábitos... y... sabe... no sé... mi meta no es rebajar<br />
tanto como en esa época. En Weight Watchers lo hacen<br />
medir y pesar todo a uno. Mi problema no consiste en comer<br />
dos cucharaditas de margarina en vez de una. No es<br />
esa clase de cosas lo que quiero remediar. <strong>El</strong> problema son<br />
las comilonas. [Esta fue la primera declaración de Marilyn<br />
respecto de lo que quería.l<br />
Terapeuta: Muy bien... y dígame, ¿cada cuánto se da una<br />
comilona?<br />
Marilyn: Todos los días.<br />
Terapeuta: ¿Y eso qué quiere decir, exactamente?<br />
133
Marilyn: Quiere decir que reviso las alacenas y el refrigerador<br />
y como todo lo que encuentro. Y si no encuentro<br />
nada voy al sótano, donde tenemos la despensa, a buscar<br />
galletas o lo que sea.<br />
Terapeuta: [En este punto, para promover su autoconocimiento,<br />
le pregunté a Marilyn qué significaba para ella<br />
esa conducta.] ¿Cómo se explica a sí misma esa actitud?<br />
Marilyn: Es algo que viene de lejos. Empezó cuando estaba<br />
en la escuela primaria o al comenzar la secundaria.<br />
Terapeuta: Ah, sí. ¿Y todos los días?<br />
Marilyn: Cada tanto, cuando me pongo a dieta... durante<br />
un tiempo.. .no lo hago, pero en general sí. Trato de analizarlo<br />
y es como si... no sé... no me pasa necesariamente<br />
cuando estoy deprimida. No lo puedo asociar con ninguna<br />
emoción. Simplemente no puedo explicarlo.<br />
Terapeuta: Probablemente se ha convertido en un hábito.<br />
[Empleo un término que Marilyn ha usado varias veces.]<br />
Marilyn: Sí, y es tan irracional. Y mientras como de esa<br />
manera creo que es ridículo y entonces empiezo a deprimirme.<br />
Terapeuta: ¿De modo que la única ocasión en que no lo hace<br />
es cuando decide seguir una dieta?<br />
Marilyn: Sí. <strong>El</strong> período más largo, unos cuatro meses, fue<br />
cuando estaba en Weight Watchers, pero luego, poco a poco,<br />
volví a hacerlo. Pero ahora es peor que nunca.<br />
Terapeuta: ¿Y Jim qué opina? [Amplío el contexto de la<br />
opinión de Marilyn.]<br />
Marilyn: <strong>El</strong>... bueno, yo lloro y digo que tengo que controlarme.<br />
.. y cuando voy a Weight Watchers cree que es<br />
una buena idea, pero siempre con la actitud de que no voy<br />
a aguantar esa manera de comer. Me gustan las comidas<br />
grasosas. Nunca persevero.<br />
Marilyn siguió diciendo que comenzaba a buscar comida<br />
tan pronto como su esposo se iba a trabajar y luego comía<br />
más o menos durante una hora. ¿Creía que tenía relación<br />
con la partida de su esposo? No. ¿Qué comía? Le gustaban<br />
los fiambres como la salchicha boloñesa y el salchichón<br />
de hígado, las galletas de cualquier clase, la comida<br />
134<br />
chatarra y la manteca de maní, que comía directamente<br />
del frasco como si fuese un helado. Ultimamente, después<br />
de cenar comía incluso las sobras frías que había guardado<br />
en el refrigerador.<br />
Añadió que siempre comía en la cocina, frente al televisor.<br />
Cuando estaba ocupada comía menos, pero a menudo<br />
se sentía «demasiado perezosa» para dedicarse a hacer<br />
algo y permanecía frente al televisor. Cuando notaba que<br />
la invadía la pereza, se enojaba consigo misma y empezaba<br />
a comer. Dijo que los fines de semana las cosas mejoraban,<br />
aunque aun entonces se atiborraba de comida si su<br />
esposo no estaba en la casa. «No como de esa manera delante<br />
de nadie, ni siquiera de Jim». Mi intento de ampliar<br />
el concepto de «estar ocupada» no aportó nada.<br />
Mi diálogo interno en mis dos carriles registraba el<br />
proceso de Marilyn. Esta decía que quería cambiar, pero<br />
rechazaba todas las posibilidades de cambio. ¡La vieja rutina<br />
del «sí, pero... »! Siguió hablando de su enojo consigo<br />
misma. Percibí una sensación de malestar y me di cuenta<br />
de que la conversación empezaba a ser demasiado negativa,<br />
por lo que le hice la pregunta del milagro a fin de dirigir<br />
su atención hacia un futuro diferente.<br />
Marilyn: Si ocurriera un milagro, probablemente comería<br />
algunas papas fritas.. . un poquito de comida chatarra,<br />
rosetas de maíz... De ninguna manera comería sobras:<br />
es como cenar dos veces. Tendría algún control.<br />
Terapeuta: ¿Qué porcentaje del tiempo diría usted que es<br />
incapaz de controlarse?<br />
Marilyn: <strong>El</strong> noventa por ciento.<br />
Terapeuta: ¿Cuánto control cree que deberá obtener para<br />
sentirse satisfecha?<br />
Marilyn: Por lo menos, el setenta y cinco o el ochenta por<br />
ciento.<br />
Terapeuta: Bien... y... bueno, no es algo que vaya a suceder<br />
de golpe. De un noventa por ciento de descontrol a un<br />
setenta y cinco por ciento de control. .. un gran salto.<br />
¿Qué opina de un cambio del cinco por ciento? ¿Cómo cree<br />
que sería?<br />
135
Marilyn: O bien pararía antes y dejaría pasar uno o dos<br />
días sin... digamos cinco días, diez comilonas, eliminar<br />
una o dos o un cinco por ciento... algo así.<br />
Terapeuta: ¿Qué le parece que sería más fácil para usted?<br />
¿Detenerse antes o eliminar alguna comilona? [Este planteo<br />
ampliaba las opciones de «o bien.,. o bien» a «tanto<br />
una cosa como la otra», y disminuía la tensión emocional<br />
provocada por la lucha entre ambas.]<br />
Marilyn: Probablemente eliminar una, o al menos cambiarla<br />
por un bocadillo en lugar de atiborrarme... permitirme<br />
algo pero no permitirme perder el control.<br />
Terapeuta: De modo que cuando elija el momento y lo que<br />
va a comer, cuando eso suceda, ¿qué imagina que deberá<br />
hacer para limitarse a eso y no sentirse insatisfecha?<br />
Marilyn: Probablemente, hacer algo.<br />
Terapeuta: ¿Por ejemplo?<br />
Volvimos a explorar la idea de Marilyn de «hacer algo»<br />
en lugar de comer, pero ella cambió de tema y siguió criticándose.<br />
Todas las personas con quienes trabajaba eran<br />
delgadas y estaban pendientes de las dietas, y Marilyn<br />
temía que la consideraran incapaz de controlarse.<br />
Empezaba a resultar claro que no estaba dispuesta a<br />
trabajar para hallar una solución. Por otra parte, yo quería<br />
evitar más autorrecriminaciones, de modo que le hice<br />
una pregunta de la ventaja. Podía haber vuelto atrás para<br />
insistir en la pregunta del milagro, pero me decidí por la<br />
pregunta de la ventaja. Su finalidad es estimular el pensamiento<br />
en términos de «tanto una cosa como la otra»,<br />
porque induce a los clientes a considerar lo que hay de<br />
positivo en lo negativo.<br />
Terapeuta: Sé que esta pregunta le parecerá extraña.<br />
Quiero que sepa que estoy al tanto de su estrés y su preocupación,<br />
pero ¿cuál diría usted que es la ventaja de tener<br />
ese problema?<br />
Marilyn: Es una buena pregunta. Bueno, noto que no me<br />
acerco a la gente conocida, digamos, en un restaurante.<br />
Tal vez me sirve de excusa para eso. No sé.<br />
Terapeuta: ¿Por qué quiere evitarlos?<br />
136<br />
Marilyn: Porque me veo gorda.<br />
Terapeuta: ¿Alguna otra razón?<br />
Marilyn: Puedo comer todo lo que quiera sin pensar. Me<br />
ahorra mucha energía.<br />
Terapeuta: ¿Cómo podría disfrutar de esas ventajas sin tener<br />
el problema que la trajo aquí?<br />
Marilyn: Hum... dejando de luchar conmigo misma, supongo.<br />
Terapeuta: ¿Luchar consigo misma?<br />
Marilyn: Ah, vea, cuando me digo que no debería comer<br />
tanto pero de todos modos quiero hacerlo.<br />
Terapeuta: ¿Es eso lo que ocurre cuando se da un atracón?<br />
Marilyn: Sí, ese es en realidad el problema, enojarme conmigo<br />
misma por querer comer. [Redefine el problema una<br />
vez más.]<br />
Había oído a Marilyn presentar el problema de varias<br />
maneras: trastorno de la alimentación, comilonas, mal<br />
hábito, descontrol y enojo consigo misma. Todas parecían<br />
reducirse al hecho de que cuanto mayor era su incapacidad<br />
de controlarse, más se enojaba consigo misma. Como<br />
su solución en el caso de la relación con su padre había<br />
consistido en obtener control, me remití a ese recurso.<br />
Terapeuta: A su juicio, ¿qué cosas marcaron una diferencia<br />
para usted cuando vino a verme después de casarse,<br />
por el tema de su padre?<br />
Marilyn: Recuerdo... usted me preguntó qué opciones tenía<br />
para manejar la relación con mi padre, y yo nunca había<br />
pensado en ellas. Una de las posibilidades era no tener<br />
contacto con mis padres. Yo no quería eso. Usted me hizo<br />
pensar en cómo quería abordar esa cuestión y formuló<br />
algunas preguntas que me dieron ideas.<br />
Terapeuta: ¿Cuáles son sus opciones hoy?<br />
Marilyn: Aceptar las cosas como son o controlarme.<br />
Terapeuta: ¿Cuáles serían algunas opciones intermedias?<br />
[«Tanto... como».]<br />
Marilyn decidió que una forma de comenzar consistiría<br />
en dejar de comer manteca de maní del frasco o helado del<br />
137
envase. Pero volvió a insistir en que no quería privarse del<br />
placer de comer ni someterse a una estructura rígida.<br />
Al redactar el mensaje de recapitulación y decidir la tarea<br />
consideré que debían relacionarse con la lucha de Marilyn<br />
entre el control y la dependencia. Por lo tanto, el<br />
mensaje reflejaba mi comprensión de sus problemas de<br />
control y también le ofrecía algo concreto en que pensar.<br />
Terapeuta: [Mensaje de recapitulación.] Hoy la escuché<br />
decir que quiere enfrentar un hábito que tiene desde los<br />
días de la escuela secundaria... luchar consigo misma para<br />
no comer lo que quiera y cuanto quiera, y que eso la molesta<br />
no sólo por lo que la hace sentir respecto de sí misma,<br />
sino también por lo que otras personas podrían pensar de<br />
usted. Le parece que en este momento quiere un tratamiento<br />
individual para controlar ese problema, no un programa<br />
grupal, y no quiere una rutina de comidas muy estructurada<br />
que no podrá mantener más adelante. Al parecer,<br />
su esposo ha renunciado a apoyarla en su lucha y<br />
trata de convencerla de que se acepte tai cual es, como él<br />
mismo lo hace.<br />
También la escuché decir que ha logrado mantener bajo<br />
control la relación con su padre durante los últimos cinco<br />
años y que pensar en sus opciones la ayudó a conseguirlo.<br />
Mi respuesta es que su decisión es sensata, porque<br />
usted es una persona que cuando resuelve hacer algo, lo<br />
hace. Si eligió este momento para hacerlo, debe de haber<br />
una buena razón para ello. Usted comprende muy bien<br />
qué le sirve y qué no le sirve, y como la reflexión sobre sus<br />
opciones le sirvió antes, podría serle nuevamente útil.<br />
Marilyn: Tal vez sea poco realista de mi parte querer que<br />
ocurra en un santiamén.<br />
Terapeuta: Es posible. Puede que necesite algún tiempo<br />
para decidir cuál sería la mejor manera de no enojarse<br />
consigo misma y de obtener el grado de control que desea.<br />
No estoy segura, pero quizá le sería de ayuda pensar en<br />
distintas opciones respecto del tipo de bocadillo que quiere<br />
comer y en qué momento, y cuáles son sus posibilidades<br />
138<br />
de mantenerse ocupada. Tal vez quiera incluso tratar de<br />
decidir a la mañana qué bocadillos va a comer y en qué se<br />
va a ocupar durante el día, y ver si eso le agrada o no.<br />
Marilyn: Bien, lo haré. Quiero recuperar el peso que tenía<br />
antes del embarazo y ser capaz de dominarme. [Advertí<br />
que Marilyn mencionaba ahora otra posible meta, la de<br />
rebajar de peso, contradiciendo lo que había dicho antes.]<br />
Segunda sesión (dos semanas más tarde)<br />
Terapeuta: Y bien, ¿qué ocurrió que usted quiera que siga<br />
ocurriendo?<br />
Marilyn: Fue difícil, muy difícil. A veces me pregunto incluso<br />
si es posible. La primera semana probé todas las opciones<br />
religiosamente, las escribí, las planifiqué, las volví<br />
a escribir. Luego, la segunda semana, lo hice verbalmente...<br />
pero no muy bien.<br />
Terapeuta: Hábleme de la primera semana y de lo que<br />
funcionó.<br />
La interrogué minuciosamente sobre las conductas<br />
exitosas y me enteré de que había dejado de comer manteca<br />
de maní y helado, y sustituido las galletas más grasosas<br />
por galletas saladas. Marilyn no compartió mi entusiasmo<br />
por esos cambios y relativizó su éxito diciendo:<br />
«Bueno, algunos días dio resultado y otros no». Le pregunté:<br />
«Pero, en general, ¿en esas dos semanas comió menos<br />
que antes?». «Sí, claro», contestó, «en general mucho menos,<br />
pero también sé que, aunque comí menos de algunas<br />
cosas, lo compensé comiendo más de otras». La reacción<br />
de Marilyn ante el evidente cambio favorable indicaba<br />
que no estaba verdaderamente preparada para una solución.<br />
Tenía que seguirla con cuidado para tratar de suscitar<br />
una motivación de algún otro modo.<br />
Terapeuta: En este momento no veo con claridad en qué<br />
cree usted que sería más útil concentrarse.<br />
Marilyn: Quizás en un día por vez. Algunos días no comí<br />
ningún bocadillo. [Obsérvese que cuando no cuestioné su<br />
139
posición, ella asumió por su cuenta una actitud más positiva.]<br />
Terapeuta: ¿Y qué hizo en vez de comer?<br />
Marilyn: Bueno, uno de esos días fue el Miércoles de<br />
Ceniza; eso me dio una razón.<br />
Terapeuta: ¿Y qué hizo en vez de comer?<br />
Marilyn: Oh, lo tenía todo escrito, y encontré cosas que<br />
podía hacer en la casa {con enojo). Si puedo hacerlo un día<br />
o dos, ¿por qué no siempre?<br />
Terapeuta: Parece enojada consigo misma.<br />
Marilyn: Lo estoy. <strong>El</strong> problema es un problema de control.<br />
Sé que otras personas también lo tienen, pero mire lo que<br />
pasa con todas mis amigas. Ni siquiera tienen que pensar<br />
en eso. ¿Por qué ellas pueden y yo no?<br />
Advertí que me sentía algo frustrada por la actitud de<br />
Marilyn y recordé que yo no puedo cambiar a los clientes;<br />
sólo los clientes pueden cambiarse a sí mismos. Por lo<br />
tanto, acepté la posición de Marilyn en ese momento y me<br />
limité a reflejar sus sentimientos mientras ella daba rienda<br />
suelta a su enojo consigo misma. Esta actitud disminuyó<br />
poco a poco y al final de la sesión Marilyn dijo entender<br />
que debía aprender a aceptarse.<br />
Terapeuta: [Mensaje de recapitulación.] Hoy la escuché<br />
decir que su objetivo al venir aquí es, en realidad, dejar de<br />
enojarse con usted misma por sus hábitos de alimentación.<br />
.. y aceptar su conducta y lo que usted cree que otras<br />
personas piensan sobre ella, es decir, el control en las comidas.<br />
Usted vino con la expectativa de lograr controlarse<br />
de inmediato. Señaló que su esposo le dijo que su manera<br />
de ser no tenía nada de malo y que debía aceptarse tal como<br />
él la acepta, pero usted cree que si se acepta a sí misma<br />
engordará cada vez más.<br />
Mi respuesta es que al parecer usted está bien encaminada<br />
al trabajar para aceptarse a sí misma. Creo que<br />
cuanto más luche contra sí misma, menos energía tendrá<br />
para hallar opciones que le convengan. Me pregunto:<br />
¿qué opina de cambiar su manera de luchar contra sí misma?<br />
Por ejemplo, un día podría asegurarse de que lucha<br />
140<br />
todo el tiempo, y al siguiente no luchar en absoluto y aceptarse.<br />
Marilyn: No sé cómo podría dejarlo durante un día.<br />
Terapeuta: Pero usted me dijo que ya lo hizo algunas<br />
veces.<br />
Marilyn: No creo que pueda detener la discusión interna.<br />
Terapeuta: ¿Cómo lo logró antes?<br />
Marilyn: Bueno, tenía razones... la Cuaresma, por ejemplo,<br />
o los pagos a Weight Watchers. Pero podría intentarlo.<br />
¿Qué debería hacer?<br />
Terapeuta: <strong>El</strong> día indicado para no pelear, cuando perciba<br />
la lucha en su interior, dígase a sí misma «Tengo que dejar<br />
esto para mañana, porque hoy puedo hacer lo que me<br />
plazca». Los otros días permítase luchar consigo misma<br />
en cada oportunidad que surja, porque el día siguiente no<br />
podrá hacerlo.<br />
Marilyn: Muy bien, lo intentaré. ¿De modo que lo que estoy<br />
tratando de lograr es.. .? No sé si podré desconectar<br />
esa parte de mí.<br />
Terapeuta: ¿La estaría desconectando o postergando?<br />
Marilyn: Creo que obtendría mejores resultados si alternara<br />
períodos más cortos. Me permitiría discutir conmigo<br />
misma a la tarde y dejaría la tregua para el final del día,<br />
cuando me siento cansada y tengo menos energía para seguir<br />
discutiendo. [Siempre se debe permitir que los clientes<br />
modifiquen las sugerencias. Es más probable que<br />
cumplan la tarea si lo hacen a su modo.]<br />
Terapeuta: Cualquier manera que le parezca apropiada<br />
estará bien. Sólo le prevengo que no debe esperar demasiado<br />
a corto plazo.<br />
Tercera sesión (dos semanas más tarde)<br />
Marilyn informó que le estaba yendo mejor en lo tocante<br />
a las comilonas, pero que en realidad había engordado y<br />
ahora quería trabajar para rebajar de peso. Me sorprendió<br />
este cambio, pero no hice ningún comentario para no<br />
perturbar el clima emocional. Durante la conversación<br />
que siguió advertí que Marilyn estaba más dispuesta a<br />
141
aceptarse y menos pendiente de su modo de comer. Pero<br />
insistía en que los cambios se debían a que su esposo pasaba<br />
más tiempo en la casa y en general ella tenía más cosas<br />
que hacer. Concordó en que su autocontrol estaba aumentando<br />
gradualmente, pero no le parecía suficiente.<br />
Cuando se quejó de que una característica de toda su vida<br />
había sido la incapacidad de mantener los cambios y de<br />
que nunca podría mantener el control, le recordé una importante<br />
excepción: la situación con su padre.<br />
En el mensaje de recapitulación comparé la lucha con<br />
su padre con la que libraba en la actualidad y formulé la<br />
tarea sobre la base de su solución pasada. Marilyn había<br />
resuelto el problema anterior tomando en cuenta sus necesidades<br />
y no las críticas de su padre. Sugerí un proceso<br />
similar: cada vez que notara que se estaba criticando debía<br />
preguntarse si eso era lo que su padre u otras personas<br />
podrían pensar de ella o lo que ella quería pensar de sí<br />
misma.<br />
Cuarta sesión (tres semanas más tarde)<br />
<strong>El</strong> primer comentario de Marilyn fue que posiblemente<br />
había estado un poco menos enojada consigo misma durante<br />
las tres semanas anteriores. Dijo que sentía enojo<br />
sólo el 50% del tiempo, pero que eso «no la satisfacía del<br />
todo». También informó que había seguido la sugerencia<br />
que le hice al final de la última sesión y notó que se sentía<br />
como si en su interior hubiera una niña rebelde. Esa niña<br />
la impulsaba a comer porque nunca había podido salirse<br />
con la suya en el pasado. «Es como si me dijera:"esto es<br />
realmente lo que quiero hacer y nadie me lo va a impedir"».<br />
Esta aclaración adicional del problema me llevó a<br />
preguntarle cómo quería ella, una persona adulta y competente,<br />
manejar a esa niña rebelde.<br />
Marilyn: Tal vez me debería concentrar en aceptarme a mí<br />
misma.<br />
Terapeuta: ¿Cómo podría disfrutar comiendo y al mismo<br />
tiempo aceptarse a sí misma? [«Tanto... como»]<br />
142<br />
Marilyn: No tendría esos sentimientos negativos hacia mí<br />
misma, y creo que parecen mostrarse a través del problema<br />
con la comida.<br />
Terapeuta: <strong>El</strong> problema con la comida, ¿es el síntoma de<br />
sus sentimientos negativos hacia usted misma?<br />
Marilyn: Es mi peor defecto, lo que me hace sentir más furiosa<br />
conmigo misma. [Sigue redefiniendo el problema.]<br />
Terapeuta: Muy bien. Si aceptarse es lo que quiere lograr<br />
de la terapia, ¿cómo sabrá que se está aceptando más a sí<br />
misma?<br />
Marilyn: No volveré a tener sentimientos negativos hacia<br />
mí misma y nadie me dirá que no tengo control.<br />
Terapeuta: ¿Cómo aprendió a aceptarse en otras situaciones?<br />
Marilyn: No lo sé. No hay muchos otros aspectos en los<br />
que no me acepte.<br />
Terapeuta: ¿Y en el papel de hija?<br />
Marilyn: Me daba cuenta de que no era una mala hija; mi<br />
problema no era ese. Pero en esta situación se trata sólo<br />
de mí.<br />
Terapeuta: Si se viera a sí misma como una persona que se<br />
acepta y critica a la vez, como solía ver a su padre, ¿de qué<br />
otra forma podría responder a sí misma?<br />
Marilyn: Dejo que él diga lo que quiera y yo hago lo que<br />
quiero.<br />
Terapeuta: ¿Y cómo podría trasladarse eso a la actitud de<br />
crítica a sus hábitos de alimentación?<br />
Marilyn: Supongo que debería decirle a esa parte de mí<br />
que se callara.<br />
Terapeuta: No es así como maneja a su padre.<br />
Marilyn: Lo ignoro.<br />
Terapeuta: ¿Podría hacer eso con su propia crítica?<br />
Marilyn: Sí, creo que es lo que he estado haciendo, incluso<br />
sin darme cuenta, cuando me sentía mejor. Me digo: esto<br />
es lo que he decidido hacer precisamente ahora.<br />
Terapeuta: ¿Sólo en la semana siguiente a la última sesión<br />
o también después?<br />
Marilyn: Las cosas están mejor todo el tiempo, pero están<br />
mucho mejor inmediatamente después de verla a usted.<br />
143
Terapeuta: ¿Diría que mientras trabajamos juntas el porcentaje<br />
de ese comportamiento aumentó? ¿Cuánto más<br />
que antes se acepta ahora?<br />
Marilyn: De un treinta a un cuarenta por ciento más.<br />
Terapeuta: Al comienzo usted dijo que estaba bien sólo en<br />
un diez por ciento, y ahora ese porcentaje ha subido entre<br />
un treinta y un cuarenta por ciento. Eso nos lleva a un cincuenta<br />
por ciento de mejoría.<br />
Marilyn: Pero ahora mi meta es diferente. Cuando vine el<br />
objetivo era rebajar de peso, pero ya no. Como la ropa no<br />
me quedaba bien, salí y me compré otra. Es una señal de<br />
que me acepto a mí misma.<br />
Terapeuta: Es maravilloso que se sienta así. ¡Es estupendo!<br />
Marilyn: Sé que podría bajar cinco kilos en tres semanas<br />
si quisiera, pero en realidad no quiero. De modo que finalmente<br />
pensé, bueno. , . compraré ropa que me haga sentir<br />
atractiva. .. pero entonces me pregunté si no estaba tratando<br />
de eludir algo.<br />
Terapeuta: ¿Y cuál es su respuesta a esa pregunta?<br />
Marilyn: Que así soy ahora. Sí puedo aceptarme tal como<br />
soy hoy, tal vez dentro de un año estaré más delgada... o<br />
sucederá alguna otra cosa... Quiero quedarme embarazada.<br />
Quiero dejar de pensar en eso como si fuera algo totalmente<br />
bueno o. totalmente malo.<br />
Terapeuta: En este momento, ¿cómo ha cambiado ese<br />
equilibrio para usted?<br />
Marilyn: Los sentimientos respecto de mis hábitos de alimentación<br />
han cambiado, de modo que los acepto mucho<br />
más que antes, pero lo que como es lo mismo... bueno,<br />
casi lo mismo... a veces es mejor y a veces peor.<br />
Terapeuta: ¿Cree que le resultaría aceptable tomar diferentes<br />
decisiones en momentos diferentes?<br />
Marilyn: Hum... en eso estoy atascada.<br />
Terapeuta: [Mensaje de recapitulación.] La escuché decir<br />
que está haciendo progresos, pero que no obtiene resultados<br />
con suficiente rapidez. También la escuché decir que<br />
ahora comprende que su principal objetivo es aceptarse,<br />
independientemente de sus hábitos de alimentación.<br />
144<br />
Mi respuesta es que creo que usted va por buen camino,<br />
pero que sólo llegará a aceptarse a sí misma si durante<br />
un tiempo abandona el intento de cambiar y deja que suceda<br />
lo que tenga que suceder; detenerse y ver cómo van<br />
las cosas cuando abandona el intento de cambiar... quizá<br />
durante un mes o dos. Por supuesto, aún tendrá a veces<br />
pensamientos de autocrítica. Algunas personas les hacen<br />
frente reservando diez minutos por día para ellos, y reflexionan<br />
sobre todos los pensamientos críticos que tienen<br />
durante el resto del día. Otras encuentran útil dedicar<br />
esos diez minutos a poner por escrito los pensamientos de<br />
autocrítica y luego romperlos y deshacerse de ellos. Sé que<br />
a usted no le gusta poner las cosas por escrito. Tal vez<br />
quiera buscar otras maneras de hacerlo. ¡Vea qué pasa!<br />
Quinta sesión (cinco semanas después)<br />
Marilyn informó que estaba mejor en todo sentido porque<br />
se aceptaba a sí misma y «se fijaba tanto en los aspectos<br />
buenos como en los malos». En relación con la comida,<br />
se consideraba más capaz de controlarse. <strong>El</strong> cambio principal<br />
consistía en que ya no luchaba tanto consigo misma.<br />
«Es un gran alivio», dijo, «como cuando finalmente dejé de<br />
pelear con mi padre». Le pregunté qué efecto tenía en su<br />
vida cotidiana esta nueva situación y me contestó que<br />
gracias a ella se había librado de la depresión.<br />
Terapeuta: ¿Hay alguna semejanza entre la sensación de<br />
descontrol en la relación con su padre y el descontrol con<br />
la comida?<br />
Marilyn: Creo que sí. Yo sentía decididamente que no tenía<br />
ningún control y él lo tenía todo. Cuando obtuve algún<br />
control, sentí alivio.<br />
Terapeuta: ¿Su comportamiento cambió?<br />
Marilyn: Sí, y el cambio persistió.<br />
Terapeuta: Sí. Y ahora usted hizo igual comprobación respecto<br />
de la comida, de luchar consigo misma y de enojarse<br />
consigo misma por no tener control.<br />
Marilyn: Sí, ahora ya no peleo mucho conmigo misma.<br />
145
Terapeuta: ¿De verdad?<br />
Marilyn: Sí.<br />
Terapeuta: Dentro de dos años... dentro de tres años...<br />
¿qué efecto tendrá en el futuro sobre su modo de comer<br />
este cambio que ha logrado ahora?<br />
Marilyn: Quiero creer que no lucharé conmigo ni pensaré<br />
en el asunto. Supongo que si me permito comer lo que<br />
quiero, no comeré más que lo suficiente. Por lo tanto, a<br />
menos que cambie mi metabolismo, no creo que llegue a<br />
pesar mucho más de lo que peso ahora, y con eso estaré satisfecha.<br />
Al final de la sesión le pedí a Marilyn que graduara la<br />
aceptación de sí misma respecto de la comida. Me contestó<br />
que la comida era sólo una parte de la historia y que, en<br />
general, consideraba que podía controlarse entre un 80 y<br />
un 85%, en comparación con el 25% del inicio de la terapia.<br />
En cuanto a la confianza en que podría mantener esos<br />
cambios, dijo: «No estoy segura. Es algo muy reciente».<br />
Terapeuta: Y tendrá que trabajar en ello y seguir reforzándolo.<br />
Una fórmula para hacerlo en el futuro... es normal,<br />
sabe, que la aceptación de sí mismo y la autoconfianza<br />
tengan altibajos... un ochenta y cinco por ciento es excelente<br />
ahora, pero llevará tiempo convertirlo en un hábito.<br />
.. Estaba pensando, para que no se desilusione si no<br />
siente que se acepta en un ochenta y cinco por ciento. ..<br />
cuando se sienta decaer, piense en lo que tiene que hacer<br />
para regular el equilibrio entre la aceptación y la crítica<br />
de sí misma, sin dejarse tironear entre lo totalmente<br />
negativo y lo totalmente positivo.<br />
Ambas coincidimos en que ella había alcanzado su<br />
meta y no era necesario que nos Volviéramos a reunir.<br />
<strong>El</strong> mensaje de recapitulación revisó su meta, sus logros<br />
y su nueva manera de pensar el problema.<br />
Lo importante en este caso fueron los cambios que se<br />
fueron produciendo en el proceso a medida que Marilyn<br />
aclaraba más y más el contenido. En cinco sesiones pasó<br />
146<br />
de la meta de «curar un trastorno de la alimentación» y el<br />
enojo consigo misma a la aceptación de sí misma. La conexión<br />
en el nivel del proceso la ayudó a aclarar su pensamiento<br />
en el nivel del contenido.<br />
Metas decisionales<br />
Cuando la meta de un cliente es elegir entre dos o más<br />
alternativas, nos convertimos en guías en un proceso de<br />
resolución de problemas. Debemos escuchar cuidadosamente<br />
a fin de ayudar al cliente a considerar las distintas<br />
opciones. Parte del trabajo, como la enumeración de los<br />
pros y los contras o la asignación de prioridades, puede<br />
sugerirse como tarea para la casa. Una variante de esta<br />
sugerencia consiste en pedir a los clientes que hagan una<br />
lista de las ventajas y desventajas de sus opciones a corto<br />
y largo plazo.<br />
Por ejemplo, un hombre acude para que lo ayuden a<br />
decidir si abandonará o perdonará a su esposa por haber<br />
tenido una breve aventura de la que está arrepentida.<br />
La ventaja a corto plazo: su orgullo quedará a salvo, y<br />
puede herir a su esposa como ella lo ha herido a él.<br />
La ventaja a largo plazo: no tendrá que preocuparse<br />
pensando si puede o no volver a confiar en ella.<br />
La desventaja a corto plazo: toda su vida quedará trastornada<br />
y perderá a alguien a quien aún lo ligan<br />
profundos sentimientos.<br />
La desventaja a largo plazo: desperdiciará la oportunidad<br />
de hacer hoy en su matrimonio algunos cambios<br />
que podrían mejorarlo en el futuro.<br />
La meta es tomar una decisión, sea cual fuere. Si después<br />
el cliente desea seguir viendo al terapeuta, habrá<br />
que definir un nuevo problema sobre la base del conocimiento<br />
que tenga el cliente de la ayuda brindada por la terapia.<br />
147
En este caso en particular, si el hombre decide separarse<br />
de su esposa, el nuevo problema puede ser cómo arreglárselas<br />
para vivir solo, o cómo hacer frente a la pérdida,<br />
o cómo compartir el cuidado de los hijos, o todas estas cosas<br />
juntas. Si su decisión es perdonar y tratar de salvar su<br />
matrimonio, él y su mujer tal vez deseen iniciar una terapia<br />
de pareja, en cuyo caso deberán definir entre ambos el<br />
problema y las metas. Si la mujer no desea una terapia y<br />
el marido sí, este tendrá que definir su problema, es decir,<br />
cómo recuperar la confianza y/o perdonar. Por otra parte,<br />
el cliente puede marcharse y no sentir la necesidad de una<br />
terapia adicional. Lo que necesitaba de la terapia era que<br />
lo ayudaran a tomar una decisión, y por lo tanto el contrato<br />
con el terapeuta se ha cumplido. Si eso lo satisface como<br />
solución, también debe satisfacer al terapeuta. No sería<br />
compatible con la filosofía centrada en la solución mantener<br />
al cliente en terapia para ayudarlo a enfrentar la<br />
transición si este no lo considera necesario.<br />
Algunos de los clientes que vienen en busca de una<br />
decisión se sienten impulsados a tomarla tan rápidamente<br />
como sea posible. La urgencia sólo exagera el aspecto «o<br />
bien... o bien» de las decisiones. En ese momento, la mejor<br />
opción es dedicar algún tiempo a reunir y examinar<br />
la información necesaria. En consecuencia, debemos<br />
tratar de que los clientes actúen con menos urgencia o, de<br />
ser posible, que pospongan momentáneamente la decisión.<br />
Para lograrlo, podemos decir que necesitamos más<br />
tiempo a fin de conocer mejor la situación, o que sería conveniente<br />
postergar la decisión para estar seguros de que<br />
es correcta.<br />
Recuerdo el caso de una mujer que vino para que la<br />
ayudáramos a decidir si debía dejar a su novio. A este le<br />
asignaba en general un 7 en una escala de 10, pero dijo<br />
que se ocupaba más de los hijos de su primer matrimonio<br />
que de ella. Estaba ansiosa por tomar una decisión, porque<br />
los esfuerzos por zanjar la cuestión le resultaban agotadores.<br />
Le pregunté si estaba dispuesta a mantener la<br />
decisión en suspenso durante unas pocas semanas mientras<br />
yo la ayudaba a estudiarla detalladamente. Pareció<br />
relajarse y sentir alivio. Entonces le sugerí que, como no<br />
148<br />
tenía que tomar una decisión de inmediato, quizá deseara<br />
tomar en cuenta las cosas de que disfrutaba al estar con él<br />
en la época en que comenzaron a salir juntos. En la sesión<br />
siguiente informó que durante esa semana se había sentido<br />
más relajada. Dos semanas después informó que de<br />
pronto su novio se había interesado más en sus necesidades<br />
y le pedía que se vieran más a menudo. Canceló la sesión<br />
siguiente y expresó que las cosas marchaban tan bien<br />
que había decidido mantener la relación.<br />
Otra pregunta que se puede formular a los clientes<br />
cuando no saben muy bien qué decisión tomar es: «¿Qué<br />
debería hacer (o decidir hacer) ahora para que al recordar<br />
(o al mirar hacia atrás) en el futuro se sintiera satisfecho<br />
consigo mismo?». A menudo, esta pregunta es mucho más<br />
eficaz que la pregunta del milagro porque algunas personas<br />
son incapaces de imaginar un futuro mejor, pero todo<br />
el mundo puede recordar alguna decisión equivocada y<br />
cómo se sintió después por el hecho de haberla tomado.<br />
<strong>El</strong> cliente cuya meta es cambiar el<br />
comportamiento de otra persona<br />
Sólo se puede llegar a una solución exitosa si el cliente<br />
asume la responsabilidad por su comportamiento. Algunos<br />
clientes, sin embargo, están convencidos de que su<br />
problema desaparecería si la conducta de otra persona se<br />
modificara. <strong>El</strong> ejemplo más común es el del padre que<br />
quiere que el terapeuta «arregle» a su hijo o su pareja.<br />
Al igual que otros, los casos de este tipo requieren, ante<br />
todo, colaborar con el cliente.<br />
Marjorie, casada desde hacía quince años con Fred,<br />
vino a hablar de su desdichado matrimonio; calificó a su<br />
esposo de egoísta, deshonesto e irresponsable con el dinero.<br />
Ambos trabajaban mucho y ganaban más o menos lo<br />
mismo, pero mientras que Marjorie se privaba de muchas<br />
cosas que hubiera deseado tener, Fred se daba el gusto de<br />
comprar juguetes electrónicos, lo cual desequilibraba el<br />
presupuesto de la pareja. Marjorie había tratado de resol-<br />
149
En este caso en particular, si el hombre decide separarse<br />
de su esposa, el nuevo problema puede ser cómo arreglárselas<br />
para vivir solo, o cómo hacer frente a la pérdida,<br />
o cómo compartir el cuidado de los hijos, o todas estas cosas<br />
juntas. Si su decisión es perdonar y tratar de salvar su<br />
matrimonio, él y su mujer tal vez deseen iniciar una terapia<br />
de pareja, en cuyo caso deberán definir entre ambos el<br />
problema y las metas. Si la mujer no desea una terapia y<br />
el marido sí, este tendrá que definir su problema, es decir,<br />
cómo recuperar la confianza y/o perdonar. Por otra parte,<br />
el cliente puede marcharse y no sentir la necesidad de una<br />
terapia adicional. Lo que necesitaba de la terapia era que<br />
lo ayudaran a tomar una decisión, y por lo tanto el contrato<br />
con el terapeuta se ha cumplido. Si eso lo satisface como<br />
solución, también debe satisfacer al terapeuta. No sería<br />
compatible con la filosofía centrada en la solución mantener<br />
al cliente en terapia para ayudarlo a enfrentar la<br />
transición si este no lo considera necesario.<br />
Algunos de los clientes que vienen en busca de una<br />
decisión se sienten impulsados a tomarla tan rápidamente<br />
como sea posible. La urgencia sólo exagera el aspecto «o<br />
bien... o bien» de las decisiones. En ese momento, la mejor<br />
opción es dedicar algún tiempo a reunir y examinar<br />
la información necesaria. En consecuencia, debemos<br />
tratar de que los clientes actúen con menos urgencia o, de<br />
ser posible, que pospongan momentáneamente la decisión.<br />
Para lograrlo, podemos decir que necesitamos más<br />
tiempo a fin de conocer mejor la situación, o que sería conveniente<br />
postergar la decisión para estar seguros de que<br />
es correcta.<br />
Recuerdo el caso de una mujer que vino para que la<br />
ayudáramos a decidir si debía dejar a su novio. A este le<br />
asignaba en general un 7 en una escala de 10, pero dijo<br />
que se ocupaba más de los hijos de su primer matrimonio<br />
que de ella. Estaba ansiosa por tomar una decisión, porque<br />
los esfuerzos por zanjar la cuestión le resultaban agotadores.<br />
Le pregunté sí estaba dispuesta a mantener la<br />
decisión en suspenso durante unas pocas semanas mientras<br />
yo la ayudaba a estudiarla detalladamente. Pareció<br />
relajarse y sentir alivio. Entonces le sugerí que, como no<br />
148<br />
tenía que tomar una decisión de inmediato, quizá deseara<br />
tomar en cuenta las cosas de que disfrutaba al estar con él<br />
en la época en que comenzaron a salir juntos. En la sesión<br />
siguiente informó que durante esa semana se había sentido<br />
más relajada. Dos semanas después informó que de<br />
pronto su novio se había interesado más en sus necesidades<br />
y le pedía que se vieran más a menudo. Canceló la sesión<br />
siguiente y expresó que las cosas marchaban tan bien<br />
que había decidido mantener la relación.<br />
Otra pregunta que se puede formular a los clientes<br />
cuando no saben muy bien qué decisión tomar es: «¿Qué<br />
debería hacer (o decidir hacer) ahora para que al recordar<br />
(o al mirar hacia atrás) en el futuro se sintiera satisfecho<br />
consigo mismo?». A menudo, esta pregunta es mucho más<br />
eficaz que la pregunta del milagro porque algunas personas<br />
son incapaces de imaginar un futuro mejor, pero todo<br />
el mundo puede recordar alguna decisión equivocada y<br />
cómo se sintió después por el hecho de haberla tomado.<br />
<strong>El</strong> cliente cuya meta es cambiar el<br />
comportamiento de otra persona<br />
Sólo se puede llegar a una solución exitosa si el cliente<br />
asume la responsabilidad por su comportamiento. Algunos<br />
clientes, sin embargo, están convencidos de que su<br />
problema desaparecería si la conducta de otra persona se<br />
modificara. <strong>El</strong> ejemplo más común es el del padre que<br />
quiere que el terapeuta «arregle» a su hijo o su pareja.<br />
Al igual que otros, los casos de este tipo requieren, ante<br />
todo, colaborar con el cliente.<br />
Marjorie, casada desdé hacía quince años con Fred,<br />
vino a hablar de su desdichado matrimonio; calificó a su<br />
esposo de egoísta, deshonesto e irresponsable con el dinero.<br />
Ambos trabajaban mucho y ganaban más o menos lo<br />
mismo, pero mientras que Marjorie se privaba de muchas<br />
cosas que hubiera deseado tener, Fred se daba el gusto de<br />
comprar juguetes electrónicos, lo cual desequilibraba el<br />
presupuesto de la pareja. Marjorie había tratado de resol-<br />
149
ver el problema insistiendo en que Fred le entregara el<br />
cheque de su paga y le pidiera dinero a ella para sus gastos.<br />
Esta solución pareció apropiada durante algún tiempo,<br />
pero ahora la mujer notaba que su marido le retaceaba<br />
cada vez más su cooperación y trataba de sabotear sus<br />
planes. También había descuidado sus responsabilidades;<br />
por ejemplo, la de ocuparse del mantenimiento del auto y<br />
cortar el césped. Poco antes, Marjorie había organizado<br />
una fiesta para celebrar el aniversario de casados de sus<br />
padres, y Fred bebió en exceso y la menospreció delante<br />
de todos. Marjorie le pidió que iniciara una terapia con<br />
ella, pero él se negó.<br />
También los clientes deben comprender que los terapeutas<br />
no pueden cambiar a los clientes; estos tienen que<br />
cambiarse a sí mismos. Cuando la terapeuta le preguntó<br />
cómo sabría que ya no necesitaría más sesiones de terapia,<br />
Marjorie dijo que lo notaría en el cambio de la conducta<br />
de Fred. ¿Estaba ella dispuesta a hacer algo diferente<br />
para lograr que eso sucediera? «De ningún modo»,<br />
contestó. Marjorie explicó que no había nada que un<br />
terapeuta pudiera sugerirle que ella no hubiera intentado<br />
ya. Había pedido cortésmente a Fred que se mantuviera<br />
dentro de los límites del presupuesto, había tenido rabietas,<br />
le había pedido a su suegra que hablara con Fred sobre<br />
la situación del matrimonio, había probado hablarle<br />
cuando se mostraba amable y romántico, e incluso intentó<br />
negarse a tener relaciones íntimas con él. Nada había dado<br />
resultado. Quería ayuda profesional. La terapeuta trató,<br />
ante todo, de ayudar a la cliente a redefinir el problema<br />
y hacer algo diferente. Le preguntó si Fred había cambiado<br />
alguna vez con anterioridad, en relación con ella o con<br />
otras personas. Después de pensar un rato, Marjorie dijo<br />
que creía que su marido había dejado de llegar tarde al<br />
trabajo porque lo amenazaron con despedirlo. ¿Creía Marjorie<br />
que Fred cambiaría si sospechara que ella lo iba a<br />
abandonar? La mujer contestó de inmediato que nunca lo<br />
dejaría. Se lo impedían sus convicciones religiosas, y, al<br />
margen de ello, la ley de divorcio de Wisconsin establecía<br />
que los bienes de un matrimonio eran de propiedad co-<br />
150<br />
mún de los cónyuges, y ella no quería dividir con él los que<br />
habían acumulado.<br />
¿Qué opciones tenemos cuando se nos presenta una situación<br />
como esta? Lo más terapéutico que se puede hacer<br />
es sincerarnos y decir al cliente que no podemos cambiar a<br />
otras personas. Todo lo que podemos ofrecer sin dejar de<br />
ser realistas es un examen de las alternativas. Una opción<br />
podría ser buscar un mejor modo de enfrentar la situación.<br />
Marjorie no consideró satisfactoria esta respuesta y<br />
decidió dar por terminada la terapia. No obstante, esto no<br />
equivale a decir que la posición del terapeuta no haya servido<br />
como intervención. Algunos clientes resuelven hacer<br />
otra cosa por su cuenta cuando los terapeutas se declaran<br />
impotentes.<br />
Conclusión<br />
A primera vista, no parece importante hacer un distingo<br />
entre las expresiones «aclaración de metas» y «definición<br />
de una meta». ¿Cuál es la diferencia entre formular<br />
preguntas como parte de un proceso y plantearlas como<br />
una tarea? La diferencia estriba, sobre todo, en las implicaciones,<br />
que a su vez afectan la interacción del terapeuta<br />
con el cliente. Pensar en términos de «proceso» y no de «tarea»<br />
implica un flujo que mantiene abierta nuestra mente<br />
a otras posibilidades. Incita nuestra curiosidad por saber<br />
dónde se halla el cliente, en vez de suponer que está en un<br />
lugar determinado con anterioridad. La idea de que la meta<br />
está «fijada» puede tener efectos restrictivos y llevar a<br />
un callejón sin salida.<br />
En la TCS debemos observar en todo momento a nuestros<br />
clientes para decidir cuáles son sus metas en la terapia.<br />
No sólo son los únicos que pueden determinar con<br />
precisión cómo sabrán que ya no tienen que seguir en terapia,<br />
sino que sólo de sí mismos pueden extraer la capacidad<br />
y disposición para alcanzar ese punto. Por lo tanto,<br />
nos beneficiará ser pacientes, flexibles y curiosos (Cecchin,<br />
1987) durante todo el proceso.<br />
151
<strong>El</strong> análisis de lo que los clientes quieren y su disposición<br />
para lograrlo es importante cuando se preparan el<br />
mensaje de recapitulación y las tareas para la casa, tema<br />
que desarrollaremos en el capítulo 7.<br />
6. <strong>El</strong> equipo detrás del espejo y la pausa<br />
para la consulta<br />
«Los equipos de observadores son utilizados, sobre<br />
todo, por los terapeutas estructurales, los terapeutas del<br />
grupo de Milán y los terapeutas estratégicos» (Nichols y<br />
Schwartz, 1995, pág. 521). La mejor descripción de su función<br />
es tal vez la del equipo de Milán:<br />
«Todos creemos que la supervisión continua por parte de los<br />
dos colegas que se hallan en la sala de observación es indispensable.<br />
Al ser ajenos a lo que ocurre en la sala de terapia,<br />
no se involucran tan fácilmente en el juego y pueden observar<br />
con perspectiva y de un modo global, por así decirlo, como<br />
si fueran espectadores que presencian un partido de fútbol<br />
desde las graderías. Los observadores siempre captan<br />
mejor que los protagonistas los hechos del terreno».<br />
(Selvini Palazzoli et al., 1978, pág. 16)<br />
En fecha más reciente, Tom Andersen (1991,1995) introdujo<br />
en el concepto de equipo una variante más orientada<br />
a la colaboración: el «equipo de reflexión». En este<br />
proceso, los clientes observan la conversación del equipo y<br />
luego la comentan.<br />
En el Brief Family Therapy Center, las personas<br />
apostadas detrás del espejo de visión unilateral actuaban,<br />
en un principio, como observadores imparciales que nunca<br />
se comunicaban directamente con los clientes. Ayudaban<br />
al terapeuta entrevistador a redactar un mensaje para<br />
el cliente durante una pausa al final de la sesión, pero<br />
no se incluían en él. Se informaba a los clientes de la presencia<br />
de observadores detrás del espejo, pero deliberadamente<br />
se omitía identificarlos. Creíamos que un aura<br />
de misterio aportaría algún beneficio. Esto cambió cuando<br />
en una oportunidad un cliente manifestó que deseaba co-<br />
153
nocer la opinión de los observadores (Nunnally, De Shazer,<br />
<strong>Lipchik</strong> y Berg, 1986), y el intercambio resultante nos<br />
hizo caer en la cuenta de que la conexión directa entre los<br />
clientes y el equipo añadía una nueva dimensión al proceso.<br />
Los observadores comenzaron entonces a comunicarse<br />
con el terapeuta, o directamente con los clientes, por<br />
detrás del espejo, para formular preguntas o hacer comentarios.<br />
A menudo, esas preguntas y comentarios podían<br />
utilizarse para cuestionar a los clientes de un modo que el<br />
terapeuta entrevistador no podía emplear sin poner en<br />
peligro la relación. Sin conexión entre sí, Selvini Palazzoli<br />
y su grupo (1978) de Milán y un grupo del Ackerman Institute<br />
de Nueva York (Papp, 1980) usaban el equipo de la<br />
misma manera.<br />
<strong>El</strong> terapeuta presente en la sala y los observadores<br />
apostados detrás del espejo tienen una experiencia diferente<br />
de la entrevista. Sus variadas impresiones constituyen<br />
una fuente de información muy rica cuando se trata<br />
de componer un mensaje de intervención, y pueden contribuir<br />
a acortar el tratamiento. Lamentablemente, la<br />
mayoría de los profesionales norteamericanos dedicados a<br />
la práctica privada no disponen del tiempo ni del personal<br />
para trabajar en equipo con regularidad, o al menos en<br />
forma ocasional. La mayor parte del trabajo en equipo se<br />
realiza en las universidades y los institutos de capacitación<br />
con fines educativos o de investigación.<br />
Beneficios para el terapeuta<br />
<strong>El</strong> trabajo en equipo y la pausa hacia el final de la sesión<br />
son medios eficaces para ayudar a los clientes. La colaboración<br />
del equipo proporciona un apoyo intelectual y<br />
emocional al terapeuta y puede prevenir el agotamiento.<br />
No obstante, la pausa es valiosa en sí misma, aunque no<br />
se disponga de un equipo. Quienes solemos hacer una<br />
pausa para redactar un mensaje de cierre e idear una tarea<br />
para los clientes tenemos, por lo general, anécdotas<br />
sobre las ocasiones en que decidimos omitir la pausa para<br />
154<br />
ahorrar tiempo. La alternativa es dedicar unos instantes<br />
a recapitular rápidamente nuestras ideas y ofrecer algo<br />
de realimentación y una tarea. Luego, esa misma tarde o<br />
cuando volvemos a casa por la noche, al evocar lo que hicimos<br />
durante la jornada, de pronto nos damos cuenta de<br />
que pasamos por alto lo evidente y no lo comunicamos a<br />
los clientes. Por fortuna, hay una manera de remediar la<br />
omisión, aunque hacerlo requiere algún trabajo extra.<br />
Una carta dirigida al cliente para informarle de nuestra<br />
reflexión tardía tiene la ventaja de la permanencia. Puede<br />
ser leída y releída. También beneficia la relación, porque<br />
sugiere a los clientes que su terapeuta piensa en ellos incluso<br />
cuando no están en su presencia.<br />
Componer un mensaje e idear una tarea cuando se<br />
participa emocional y cognitivamente en una conversación<br />
con un cliente es difícil. Semejante labor exige revisar.<br />
el problema y las metas planteadas por el cliente, las demás<br />
cosas que dijo en esa sesión y en las sesiones anteriores,<br />
y nuestras reacciones ante todo ello. Desde luego, hay<br />
ocasiones en que esto se puede hacer eficazmente, pero<br />
esas oportunidades suelen presentarse hacia el final dé la<br />
terapia, cuando las cosas marchan bien y todo lo que necesitamos<br />
decir es «siga haciendo lo que hizo hasta aquí». <strong>El</strong><br />
trabajo en equipo puede permitir una realización más eficiente<br />
de esta tarea.<br />
Si no contamos con un equipo, la mejor alternativa es<br />
hacer una pausa por nuestra cuenta. <strong>El</strong> cambio de ambiente<br />
al pasar de la sala de entrevistas a otro lugar induce<br />
al terapeuta a «revisar» en vez de «actuar». Se trata<br />
de dos experiencias distintas que, al combinarse, se potencian<br />
mutuamente y nos proporcionan una mayor comprensión<br />
de nuestros clientes, nuestras interacciones con<br />
ellos y el modo como debemos responderles.<br />
Beneficios para los clientes<br />
Los beneficios que brindan a los clientes el trabajo en<br />
equipo y la pausa para la consulta son obvios. Les propo-<br />
155
nen «más de una cabeza para trabajar por ellos», como<br />
también un compromiso de calidad. De acuerdo con los<br />
cinco pasos de Erickson para la inducción del trance hipnótico<br />
(Schmidt y Trenkle, 1985, pág. 143), puede decirse<br />
que el proceso de esperar mientras el terapeuta no está en<br />
la sala y de oír luego la propuesta del equipo beneficia a<br />
los clientes del siguiente modo:<br />
1. Intensifica la atención en lo que el terapeuta dirá al<br />
regresar.<br />
2. Favorece la relajación cuando el mensaje del terapeuta<br />
expresa aceptación y comprensión.<br />
3. Ofrece algo diferente por obra de la sorpresa, el alivio<br />
o el apartamiento del cliente de su propia concepción<br />
del problema.<br />
4. Brinda continuidad porque refleja el lenguaje y el<br />
modo de cooperar del cliente.<br />
5. En un estado similar al trance, los clientes se muestran<br />
más receptivos a la información.<br />
Por lo general, los clientes responden a este proceso<br />
asintiendo con un gesto o esbozando una sonrisa de reconocimiento.<br />
Se considera que esta respuesta indica una<br />
«actitud del sí» (De Shazer, 1982; Erickson y Rossi, 1979;<br />
Erickson et al, 1976) o es señal del estado de atención y<br />
empatia de los clientes.<br />
Presentación del equipo y de la pausa<br />
La mayoría de las personas consideran que la terapia<br />
es un asunto privado. Esperan hallar un ambiente en el<br />
que puedan divulgar confiadamente sus problemas y sentimientos.<br />
<strong>El</strong> trabajo en equipo requiere el empleo de un<br />
espejo de visión unilateral o una conexión de video que<br />
permitan observar las sesiones. Algunos clientes perciben<br />
una amenaza en esta exposición, y para inducirlos a admitirla<br />
es preciso actuar con sensibilidad y destreza. Probablemente,<br />
el factor decisivo para lograr que acepten el<br />
156<br />
procedimiento en equipo es la forma de presentarlo. La<br />
presentación nunca debería hacerse en un tono vacilante<br />
o de disculpa. Por el contrario, debería reflejar orgullo por<br />
la posibilidad de brindar a los clientes una atención tan<br />
especial. Cuando actuamos convencidos de la bondad del<br />
procedimiento, es inusual que los clientes lo rechacen.<br />
Podemos decirles, por ejemplo:<br />
«Actuamos de este modo para serles más útiles», o bien<br />
«Ustedes obtienen más ayuda porque varias cabezas<br />
piensan más que una sola», o bien<br />
«Hemos comprobado que podemos ayudarlos más rápidamente<br />
de este modo»,<br />
o emplear en conjunto todos estos argumentos.<br />
Los estudiantes que se sienten incómodos al ser observados<br />
suelen tropezar con dificultades cuando se trata de<br />
conseguir permiso para incorporar un equipo de observación,<br />
porque proyectan su propia incomodidad. Cuanto<br />
más cómodo se sienta el terapeuta con el procedimiento,<br />
más cómodos se sentirán los clientes. A veces, estos dicen<br />
que no les importa ser observados, siempre y cuando<br />
los observadores estén en la misma habitación durante la<br />
entrevista. Aunque en cierta medida esto es contraproducente<br />
para los objetivos del método, es mejor aceptarlo,<br />
porque aun así se obtienen diferentes puntos de vista y se<br />
preserva el clima emocional.<br />
Otras opciones para lograr que los clientes autoricen la<br />
actuación del equipo son las siguientes:<br />
1. Explicar el método a los clientes por teléfono, antes<br />
de que concurran a la primera sesión.<br />
2. Entregar a los clientes una descripción escrita del<br />
método en el momento de su admisión, antes de que<br />
ingresen en la sala de terapia. <strong>El</strong> tema debería ser<br />
tratado nuevamente una vez instalados en ella.<br />
3. Presentar los miembros del equipo a los clientes e<br />
invitar a estos a que les hagan todas las preguntas<br />
que deseen.
En mi opinión, los clientes deben tener derecho a decidir<br />
con respecto a la observación del equipo. Sin embargo,<br />
depende del criterio de cada institución y de cada equipo<br />
aceptar la decisión del cliente o derivarlo a otro lugar si rechaza<br />
el procedimiento. La cuestión es más discutible<br />
cuando se trata de la práctica privada, ya que en este caso<br />
la mayoría de los clientes acuden por decisión propia.<br />
Aunque no deberían aplicarse normas diferentes a las<br />
personas a quienes se impone un tratamiento, la realidad<br />
es que por lo general estas tienen menos posibilidades de<br />
elegir. Así, es probable que, a causa de la falta de alternativas,<br />
los clientes que reciben tratamiento gratuito o con<br />
subsidio estatal en instituciones sin fines de lucro sean<br />
más conformistas que los clientes privados. Lo mismo<br />
puede ocurrir con quienes procuran atenderse en un hospital<br />
o una clínica universitaria en los que el trabajo en<br />
equipo es parte de un plan de enseñanza. Sean cuales fueren<br />
las circunstancias, es importante recordar que debemos<br />
invitar a los clientes a hablar sobre su renuencia y explicarles<br />
con paciencia las ventajas del trabajo en equipo.<br />
Aspectos prácticos del trabajo en equipo y la<br />
pausa<br />
Muchos terapeutas trabajan en lugares en los que no<br />
resulta práctico hacer una pausa: es el caso, por ejemplo,<br />
de quienes se desempeñan en instituciones que no cuentan<br />
con suficiente espacio. Quienes atienden en su domicilio<br />
pueden considerar embarazoso pedir a los clientes que<br />
usen otra parte de la casa o que dejen la habitación por un<br />
rato. En estas circunstancias, la alternativa más apropiada<br />
es incluir el mensaje y la tarea en una carta y enviarla<br />
al cliente inmediatamente después de concluida la sesión.<br />
Otro factor es el tiempo. Hoy más que nunca los terapeutas<br />
se ven forzados a atender a tantos clientes como<br />
les sea posible. A menudo, esa obligación les dificulta hacer<br />
una pausa. Necesitan 10 minutos entre sesiones para<br />
anotar los progresos observados o refrescar la memoria<br />
158<br />
sobre el próximo cliente. Son renuentes a acortar a 35 minutos<br />
una sesión de 45 o 50 minutos para intercalar una<br />
pausa y leer el mensaje. A los terapeutas a quienes les desagrada<br />
la idea de acortar sus sesiones, y los exhortaría a<br />
que lo pensaran dos veces. Los beneficios que obtienen los<br />
clientes de un mensaje de recapitulación y una tarea cuidadosamente<br />
elaborados pueden ser superiores a los que<br />
resultarían de 10 minutos más de conversación.<br />
A diferencia de la observación en equipo, la pausa no<br />
debería presentarse como opcional. Sería conveniente<br />
mencionarla al comienzo del tratamiento de un modo rutinario<br />
y profesional, como información acerca de lo que<br />
el cliente puede esperar de la terapia. Por lo general, los<br />
clientes reaccionan favorablemente, porque la pausa les<br />
sugiere que se les prestará una atención meditada.<br />
<strong>El</strong> siguiente es un ejemplo de una posible presentación<br />
de la pausa:<br />
«Deseo informarle que haré una breve pausa al final de<br />
la sesión para pensar lo que conversamos hoy (...) a fin de<br />
hacerle un resumen y decirle lo que pienso o lo que podría<br />
sugerirle».<br />
<strong>El</strong> procedimiento en equipo<br />
Un equipo puede estar compuesto por uno o más observadores.<br />
Un grupo de cinco integrantes o menos —incluido<br />
el terapeuta entrevistador— se maneja con mayor facilidad.<br />
Un grupo muy numeroso puede aportar más ideas<br />
de las necesarias para redactar un mensaje conciso en el<br />
tiempo asignado para ello. La función de un equipo centrado<br />
en la solución es observar la entrevista y participar<br />
en ella a través de un teléfono o por otros medios, intervenir<br />
en una discusión durante la pausa detrás del espejo y<br />
componer un mensaje para los clientes.<br />
<strong>El</strong> equipo de Milán se tomaba todo el tiempo necesario<br />
para formular un mensaje de intervención (Tomm, 1984,<br />
pág. 255), pero la mayoría de los terapeutas que ejercen<br />
159
hoy en Estados Unidos destinan de 45 a 60 minutos a cada<br />
sesión. Como encuadre temporal, puede considerarse<br />
viable asignar 35 minutos para la entrevista, 10 minutos<br />
para la pausa y el resto del tiempo para comunicar el mensaje<br />
y observar las reacciones que este provoca en los<br />
clientes. Quienes pueden darse el lujo de dedicar más<br />
tiempo a entrevistar a una familia apreciarán, sin duda,<br />
las ventajas de trabajar sin estar sujetos a restricciones<br />
temporales tan estrictas.<br />
Dos maneras de ver a los clientes<br />
La experiencia cara a cara con los clientes y la de observarlos<br />
a través del espejo difieren mucho entre sí. Cualquier<br />
terapeuta que haya tenido la oportunidad de entrevistar<br />
clientes después de haber integrado un equipo de<br />
observación dará fe de ello. Es frecuente que los pensamientos<br />
irreverentes o sentenciosos que teníamos detrás<br />
del espejo se desvanezcan durante el contacto cara a cara.<br />
Esta experiencia sugiere que algunos aspectos no verbales<br />
del lenguaje de los clientes que permiten la conexión,<br />
quizás en un nivel emocional, se pasan por alto detrás del<br />
espejo. La visión a través de este tiene la ventaja de permitir<br />
una reacción más espontánea de la que sería admisible<br />
en el terapeuta entrevistados así como una evaluación<br />
más objetiva del proceso, en especial del que se produce<br />
entre los clientes y el terapeuta que los entrevista.<br />
Pero la combinación de ambas perspectivas es ideal y está<br />
fuera del alcance de un terapeuta que no dispone de un<br />
equipo.<br />
Imaginemos un terapeuta y un equipo que trabajan<br />
con una pareja cuyos miembros informan de una pelea<br />
constante entre ellos. <strong>El</strong> terapeuta entrevistador coopera<br />
con ambos explorando con ellos el contenido y los detalles<br />
de sus peleas. Al saltar de uno a otro tema, la mujer acepta<br />
parte de la responsabilidad por las peleas y su lenguaje<br />
corporal transmite franqueza, mientras que el marido le<br />
echa la culpa con desenvoltura y su postura no verbal pa-<br />
160<br />
rece evasiva. Detrás del espejo, el equipo se pregunta por<br />
el proceso y telefonea para pedir a la pareja que califique<br />
de 1 a 10 su compromiso con la relación. Las respuestas a<br />
las preguntas de la escala trasladan el foco de la conversación<br />
del contenido a la cuestión más profunda del compromiso<br />
con la relación. De este modo, la observación a<br />
través del espejo, que permite evaluar más objetivamente<br />
el contenido y el proceso, facilita muchas veces el progreso<br />
de la terapia.<br />
Para ser útil, el equipo debe ser siempre consciente de<br />
la relación entre su proceso y el proceso de los clientes. Recuerdo<br />
el caso de una pareja que vino porque no eran capaces<br />
de resolver en cuál de dos ciudades iban a vivir. Durante<br />
la pausa, el equipo se dividió en dos bandos que discutían<br />
sobre la tarea por asignar, hasta que uno de los<br />
miembros señaló el paralelo entre el proceso de los clientes<br />
y el del grupo.<br />
Cuando el equipo advirtió que estaba atrapado en el<br />
proceso «o bien... o bien» de la pareja, formuló para esta<br />
el siguiente mensaje:<br />
«Comprendemos que cada uno de ustedes quiere salirse<br />
con la suya, pero también quiere complacer a su compañero:<br />
es una posición difícil de mantener. Les sugerimos<br />
que vayan a su casa y piensen qué es más importante: ¿la<br />
relación o salirse con la suya? Vean si la respuesta les da<br />
nuevas ideas acerca de la solución».<br />
<strong>El</strong> trabajo en equipo y el clima emocional<br />
Si es importante que la relación entre el terapeuta y los<br />
clientes tenga como contexto un clima emocional seguro,<br />
lo mismo puede decirse de la relación de los miembros del<br />
equipo entre sí (trátese de colegas o de un supervisor y<br />
practicantes) y con los clientes (Cantwell y Holmes, 1995).<br />
En consecuencia, es necesario que los observadores detrás<br />
del espejo acepten recíprocamente sus opiniones, como<br />
161
también la conversación del terapeuta entrevistador con<br />
los clientes. Es conveniente que las sugerencias se comuniquen<br />
al terapeuta con el mismo respeto y sensibilidad<br />
con que se habla a los clientes. Un clima emocional favo-,<br />
rabie entre los terapeutas facilitará el tratamiento, del<br />
mismo modo que un conflicto entre los miembros del equipo<br />
lo perjudicará.<br />
Las llamadas del equipo a la sala de entrevistas deben<br />
sopesarse cuidadosamente; sólo deben hacerse las referidas<br />
a cuestiones importantes, a fin de no interrumpir demasiado<br />
la entrevista. Las interrupciones son útiles pero<br />
pueden resultar molestas, tanto para los clientes como para<br />
los terapeutas. Es preferible que las preguntas o comentarios<br />
sean transmitidos siempre por la misma persona.<br />
Esos mensajes deben ser tan claros y breves como sea<br />
posible, a fin de no confundir al terapeuta entrevistador.<br />
Los equipos más numerosos suelen designar a uno de<br />
sus miembros para que hable con el terapeuta durante la<br />
pausa. En el transcurso de la sesión, o a su término, los<br />
otros miembros hacen llegar información por escrito al vocero<br />
designado.<br />
Es preciso discutir de antemano si el terapeuta tiene<br />
que repetir al pie de la letra una pregunta que se le ha sugerido<br />
o puede reformularla; la decisión que se adopte dependerá<br />
de la idoneidad del equipo terapéutico. Si el terapeuta<br />
entrevistador es un practicante, suele ser más<br />
útil pedirle que repita la pregunta tal como fue formulada.<br />
Una comunicación entre terapeutas experimentados puede<br />
parecerse más a una miniconsulta y adoptar la forma<br />
de una pregunta, como por ejemplo: «He observado que<br />
usted persiste en ocuparse del contenido. ¿Es algo deliberado<br />
o contempla la posibilidad de explorar la lucha por<br />
el poder?».<br />
Cuando los terapeutas entrevistadores se reúnen con<br />
el equipo apostado detrás del espejo, siempre se les permite<br />
ser los primeros en comunicar sus impresiones. Por lo<br />
general se considera que la opinión de la persona que compartió<br />
el campo emocional con los clientes durante la entrevista<br />
tiene un poco más de peso que el juicio de los<br />
162<br />
observadores detrás del espejo. Breunlin y Cade (1981) señalan<br />
que<br />
«el terapeuta entrevistador decide cuándo tiene suficiente<br />
información y si desea escribir el mensaje con sus propias<br />
palabras o citar lo que han expresado los miembros del<br />
equipo. La decisión final en cuanto al uso de una idea o<br />
mensaje corresponde al terapeuta, porque es él quien en<br />
última instancia debe llevarla a la práctica y quien puede<br />
apreciar con mayor exactitud el clima afectivo de la sesión»<br />
(pág. 456).<br />
Cuando el trabajo en equipo es el procedimiento normal<br />
utilizado con todos los clientes, debe resolverse con<br />
antelación si el terapeuta entrevistador está autorizado a<br />
tomar decisiones independientes sobre el caso. Si los<br />
clientes lo llaman entre sesiones para hacerle una pregunta,<br />
¿debe contestarla directamente o consultar antes<br />
al equipo? La mayoría de los equipos autorizan al terapeuta<br />
entrevistador a contestar, tanto por razones prácticas<br />
como por el hecho de que la composición de los equipos<br />
no siempre es estable. También puede ocurrir a veces que<br />
el terapeuta consulte al equipo o a algunos de sus miembros<br />
por razones terapéuticas.<br />
Por ejemplo, una cliente puede llamar para decir que<br />
acaba de descubrir que su amante —un hombre casado—<br />
tiene una aventura con otra mujer, y está tan furiosa que<br />
quiere revelar a la esposa esa doble infidelidad. La cliente<br />
desea que el terapeuta le aconseje si debe hacerlo o no. Un<br />
terapeuta centrado en la solución no puede, en conciencia,<br />
dar una respuesta directa, por mucho que desapruebe<br />
una acción. Su tarea consiste en ayudar a su cliente a examinar<br />
todos los aspectos de esa acción, incluida su moralidad,<br />
pero el cliente tiene que asumir las consecuencias de<br />
su decisión. Así, en este caso, al decirle a la cliente que<br />
consultará con el equipo, el terapeuta le da un poco más<br />
de tiempo para reflexionar sobre sus acciones y él mismo<br />
tiene más tiempo para preparar un mensaje cuidadosamente<br />
elaborado. Por ejemplo, puede enfrentarla, sin poner<br />
en peligro su relación con ella, diciendo: «La mitad del<br />
163
equipo considera comprensible que usted esté tan enojada<br />
y quiera vengarse, pero cree que debería estar segura de<br />
que más adelante no se arrepentirá. La otra mitad estima<br />
que "dos cosas malas no hacen una buena"». En general,<br />
las decisiones sobre el manejo de las llamadas entre sesiones<br />
deberían tomarse con un ojo puesto en la necesidad de<br />
preservar el clima emocional de la sala de entrevistas.<br />
En el próximo capítulo abordaré lo que denomino<br />
«mensaje de recapitulación» y «sugerencia».<br />
164<br />
7. <strong>El</strong> mensaje de recapitulación y la<br />
sugerencia<br />
<strong>El</strong> mensaje de recapitulación y la sugerencia están<br />
estrechamente relacionados, pero la información sobre el<br />
cliente en la que se basan puede no ser la misma. Por lo<br />
tanto, nos referiremos a ellos en secciones separadas.<br />
<strong>El</strong> mensaje de recapitulación<br />
<strong>El</strong> aquí denominado mensaje de recapitulación se conoce<br />
generalmente como mensaje de intervención. Lo que<br />
me inspiró la idea de sustituir «intervención» por «recapitulación»<br />
fue el cambio de orden teórico que implica dejar<br />
de centrarse en el problema para centrarse en la solución.<br />
Este cambio —se pasó de interrumpir los patrones de conducta<br />
que mantienen el problema a reforzar las conductas,<br />
pensamientos y sentimientos no problemáticos— hizo<br />
que el proceso terapéutico se orientara mucho más que<br />
antes a la cooperación y menos a la estrategia. La estructura<br />
habitual del «mensaje de intervención» incluía felicitaciones,<br />
las indicaciones necesarias y una tarea (De<br />
Shazer, 1982, págs. 42-6). <strong>El</strong> mensaje así estructurado no<br />
concordaba con el tono cooperativo de la entrevista, porque<br />
se parecía al diagnóstico y la prescripción de un médico.<br />
Por lo tanto, el mensaje de recapitulación se diseñó con<br />
el propósito de que reflejara, al final de la sesión, el patrón<br />
de preguntas /respuestas de la entrevista (véase la figura<br />
2, pág. 68), y consistía en lo siguiente:<br />
1. Una respuesta de los terapeutas/el equipo a lo que<br />
habían «oído» o comprendido sobre la situación de<br />
los clientes.<br />
165
2. Una pregunta a los clientes sobre si estaban de<br />
acuerdo con esa respuesta y, en caso necesario, un<br />
reconocimiento de las correcciones.<br />
3. Otra respuesta de los terapeutas/el equipo que<br />
ofrecía nueva información o un punto de vista diferente,<br />
incluida una sugerencia.<br />
<strong>El</strong> éxito del mensaje de recapitulación dependerá, muy<br />
probablemente, de que nuestra formulación de lo que oímos<br />
y de la reacción que provocó en nosotros concuerde<br />
con la percepción que los clientes tienen de su situación.<br />
<strong>El</strong> mensaje tendrá mayores probabilidades de concordar<br />
si se basa en el contenido y emplea el lenguaje y las metáforas<br />
de los clientes. En el contexto de la teoría descripta<br />
en el capítulo 1, el mensaje de recapitulación y la<br />
sugerencia pueden concebirse como una perturbación de<br />
la organización inherente a los clientes, pero jamás como<br />
una intervención que puede llegar a producir un cambio<br />
específico.<br />
Lily y Tom integraban otra pareja que vino en busca de<br />
ayuda a causa de sus incesantes peleas. Se amaban y compartían<br />
muchos intereses y metas, pero, según informaron,<br />
tenían serias discrepancias en lo concerniente al manejo<br />
de sus finanzas, a su relación sexual y a su relación<br />
con los padres de Lily (contenido). La pareja eligió las finanzas<br />
como el primer problema que deseaban abordar.<br />
Durante la sesión se hizo evidente que cada vez que uno<br />
de ellos expresaba una opinión, el otro se manifestaba en<br />
desacuerdo y miraba al terapeuta en busca de confirmación<br />
(proceso). En armonía con la idea de que un mensaje<br />
de recapitulación debe formularse en función del<br />
contenido pero abordar el proceso, el terapeuta, después<br />
de referirse a lo que había oído acerca de sus razones para<br />
iniciar una terapia, les propuso la siguiente idea (reformulación):<br />
166<br />
«A menudo, la gente se pelea mucho, no porque quieran<br />
salirse con la suya, sino porque lucha por obtener<br />
el reconocimiento y la ratificación de la persona más<br />
importante de su vida».<br />
También la sugerencia se basó en esa reformulación:<br />
«Les haré una sugerencia en la que tal vez quieran<br />
pensar hasta que volvamos a reunirnos. ¿Cómo quiere<br />
cada uno de ustedes que su pareja le demuestre respeto<br />
y amor en relación con los problemas financieros, y<br />
cómo quiere expresarle su propio respeto y amor?».<br />
Los terapeutas centrados en la solución se preocupan a<br />
menudo por formular el mensaje «correcto». Sin embargo,<br />
no hay modo de saber cuál es el mensaje correcto para un<br />
cliente determinado en un momento determinado. Diversos<br />
mensajes pueden ser igualmente útiles siempre que se<br />
ajusten a la percepción de los clientes sobre su situación.<br />
Lo mejor que podemos hacer al recapitular y elaborar una<br />
sugerencia es emplear lo que entendemos que el cliente<br />
ha expresado, en combinación con nuestros supuestos teóricos,<br />
nuestra experiencia como terapeutas, nuestro conocimiento<br />
general de la conducta humana y nuestra intuición.<br />
Un mensaje de recapitulación eficaz es, podría decirse,<br />
el que da una idea adecuada del contenido y el proceso<br />
de la sesión a quienquiera que lo lea o lo escuche, aun<br />
cuando no haya estado presente en ella.<br />
La estructura del mensaje de recapitulación<br />
<strong>El</strong> mensaje de recapitulación comienza con un resumen<br />
de lo que el terapeuta ha escuchado decir a los clientes<br />
durante la entrevista, y sus palabras iniciales son<br />
«Hoy les escuché decir [o contarme]...». Este párrafo incluye<br />
(en la primera sesión):<br />
1. Las quejas y/o el problema expuesto.<br />
2. Los antecedentes históricos de la situación actual.<br />
3. Lo que los clientes quieren que suceda, descripto en<br />
sus propias palabras.<br />
4. Los progresos realizados y los puntos fuertes existentes<br />
antes de la sesión.<br />
167
168<br />
5. Cualquier cosa que hayan dicho los clientes acerca<br />
de su estado emocional.<br />
En las sesiones siguientes:<br />
1. <strong>El</strong> informe de los clientes sobre lo ocurrido desde la<br />
última sesión en lo que se refiere al cambio.<br />
2. Las reacciones de los clientes al cambio o a su<br />
ausencia.<br />
3. Cualquier nueva información dada por los clientes,<br />
incluyendo la relacionada con los puntos fuertes,<br />
los recursos y los sentimientos.<br />
<strong>El</strong> mensaje de recapitulación debe ser comunicado en<br />
un tono conversacional y sin romper el clima emocional de<br />
la entrevista. <strong>El</strong> terapeuta debe dirigirse personalmente,<br />
en cada parte del mensaje, a cada uno de los clientes presentes<br />
en la sala, cualquiera que sea su edad.<br />
EJEMPLO DE CASO: LA FAMILIA B<br />
«Señor y señora B: hoy les oí decir que vinieron aquí<br />
por sugerencia del psicólogo escolar. La escuela informa<br />
que Tina no presta atención en clase y no consigue<br />
hacer su tarea. También dice que pasa mucho tiempo<br />
sola, tal vez porque es tan irascible que los chicos no<br />
quieren jugar con ella.<br />
»Ustedes nos dijeron que esa conducta en la escuela<br />
ha empeorado desde que ingresó en primer grado, justo<br />
en la época en que usted, señor B, inauguró su propio<br />
negocio, y usted, señora B, comenzó a trabajar en<br />
un segundo turno. Mencionaron que, hacia esa misma<br />
época, Tina también empezó a ser menos colaboradora<br />
y a estar de peor humor en la casa. Están muy preocupados<br />
y quieren hacer todo lo que esté a su alcance para<br />
ayudarla.<br />
«Intentaron muchas cosas para resolver este problema,<br />
como consultar con la escuela y a varios terapeutas.<br />
En cierto momento consiguieron que Tina<br />
fuera transferida a otra aula, con una maestra más paciente,<br />
pero al parecer no hubo ninguna diferencia perdurable.<br />
También probaron programas de recompensas<br />
y clases de gimnasia, leyeron libros sobre crianza<br />
de los hijos y trabajaron en estrecho contacto con la escuela.<br />
Nos dijeron que en general no comparten la misma<br />
filosofía en lo que se refiere a la disciplina y a menudo<br />
no encuentran puntos en común.<br />
«Vinieron hoy para tratar de seguir ayudando a<br />
Tina. Señora B: usted quiere que Tina haga más caso a<br />
los adultos, tanto en casa como en la escuela. Señor B:<br />
usted dijo que desea que, como resultado de haber venido<br />
aquí, Tina sea más feliz en general. Cree que se<br />
adaptará mejor cuando se sienta más satisfecha consigo<br />
misma.<br />
»Mike: te escuchamos decir que tratas de ignorar<br />
los problemas de la casa. Sólo quieres que todos sean<br />
más felices.<br />
«Tina: dijiste que te gustaría que las cosas cambiaran<br />
para ti en la escuela y en tu casa. Desearías tener<br />
más amigos en la escuela y que tus padres no estuvieran<br />
tan enojados contigo todo el tiempo.<br />
«¿Los escuché correctamente? ¿Hay algo importante<br />
que haya omitido o que quieran agregar?».<br />
<strong>El</strong> primer segmento es seguido por una declaración<br />
que refleja la reacción del terapeuta ante los clientes, y comienza<br />
con estas palabras: «Mi respuesta a lo que les escuché<br />
decir hoy es...«. Constituye un segmento importante<br />
para reforzar el clima emocional y presentar a los clientes<br />
un punto de vista distinto. A esta altura, la información<br />
mencionada también lleva directamente a la sugerencia.<br />
En una primera sesión, esta parte del mensaje debería<br />
contener (aunque no necesariamente en el mismo orden)<br />
los siguientes elementos:<br />
1. Una declaración que refleje la empatia y/o la aceptación<br />
del terapeuta, como por ejemplo «No me sorprende<br />
que estén tan deprimidos», «Lo que han descripto<br />
parece ser una situación muy penosa» o «Me<br />
169
parece una buena idea que hayan venido a hablar<br />
con alguien».<br />
2. Una reflexión sobre el impacto emocional de la situación<br />
en los clientes, aunque estos no se hayan<br />
referido al tema: «Me dio la impresión de que ustedes<br />
se sienten muy dolidos» o «Comprendo por qué<br />
se sienten así».<br />
3. Felicitaciones o un reconocimiento positivo de los<br />
cambios producidos antes de la sesión, las ideas sobre<br />
futuros cambios o los puntos fuertes y los recursos<br />
ya existentes.<br />
4. Diferencia: normalizaciones, reformulaciones, información<br />
sobre el desarrollo infantil o la dinámica<br />
de una relación; reflexiones u opiniones del terapeuta.<br />
5. En el caso de una pareja o una familia, un sentimiento<br />
o una meta compartidos. Por ejemplo, ambos<br />
miembros de la pareja sufren mucho, todos<br />
quieren pelear menos, todos quieren ser parte de<br />
una familia feliz.<br />
EJEMPLO DE CASO (continuación)<br />
«En cuanto a nuestra reacción a lo que ustedes dijeron,<br />
creemos, ante todo, señor y señora B, que ha sido acertada<br />
su decisión de venir hoy aquí y traer a Tina y Mike.<br />
Todos contribuyeron mucho a darnos una idea de la<br />
situación por la que están atravesando. Notamos que,<br />
básicamente, todos parecen querer lo mismo: que las<br />
cosas mejoren en la familia, que todos sean más felices.<br />
Eso nos indica lo mucho que cada uno se preocupa por<br />
el otro y por toda la familia.<br />
»Nos impresionó que ustedes, mamá y papá, estuvieran<br />
de acuerdo en no dejar piedra sin remover para<br />
ayudar a Tina, pese a la vida tan ajetreada que llevan.<br />
Están tratando de hacer todo lo que los buenos padres<br />
pueden hacer... y también tienen que ocuparse de su<br />
trabajo, su casa y sus ancianos padres. Es mucho.<br />
»En lo que atañe a sus diferencias de criterio respecto<br />
de la disciplina, es algo que, a nuestro juicio, en ocasiones<br />
resulta útil. No todos los niños responden igual<br />
a un mismo estilo de disciplina. De modo que dos cabezas<br />
son, a veces, mejor que una a la hora de elaborar un<br />
plan coherente [este es un modo positivo de reformular<br />
su desacuerdo].<br />
»Mike: apreciamos realmente tu sinceridad al decirnos<br />
que tratas de desentenderte de los problemas de la<br />
casa. Otros chicos quizá no hubieran sido tan sinceros.<br />
Nuestra impresión es que te preocupas mucho por tu<br />
familia y no quieres agravar los problemas. Sólo quieres<br />
que todos sean más felices.<br />
»Tina: deberías sentirte orgullosa de ser lo bastante<br />
madura para admitir que deseas que las cosas cambien.<br />
No es fácil reconocer que uno ha obrado mal. Pero<br />
a menudo es el primer paso para hacer que las cosas<br />
sean mejores tanto para uno como para los demás.<br />
»¿Desean hacer comentarios o preguntas?».<br />
Como puede observarse, el mensaje de recapitulación<br />
refleja y mantiene el patrón de escucha y respuesta de la<br />
conversación durante la entrevista. Los elogios se entrelazan<br />
en la respuesta. Preguntar a los clientes si hemos<br />
escuchado bien lo que dijeron es una muestra de respeto.<br />
También aumenta su confianza en el equipo y el terapeuta.<br />
Cuando desistí de comenzar el mensaje con los elogios<br />
y decidí iniciarlo con las palabras «Hoy les escuché decir»,<br />
constaté que la «actitud del sí» (De Shazer, 1982; Erickson<br />
et al., 1978; Erickson y Rossi, 1979) (los clientes asienten<br />
con la cabeza para manifestar su acuerdo) se volvía aún<br />
más perceptible.<br />
La sugerencia<br />
La decisión sobre las sugerencias que deben hacerse<br />
a los clientes al final de las sesiones parece ser uno de<br />
los problemas más desconcertantes para los terapeutas.<br />
171
Ha habido muchos intentos de proponer lineamientos<br />
(Brown-Standridge, 1989; De Shazer y Molnar, 1984; Fisher,<br />
Anderson y Jones, 1981; Haley, 1976; Molnar y De<br />
Shazer, 1987; Papp, 1980; Kohrbaugh, Tennen, Press y<br />
White, 1981; Todd, 1981), centrados sobre todo en las expectativas<br />
respecto de la obediencia de los clientes (es decir,<br />
sugerencias directas a los clientes motivados e indirectas<br />
a los clientes no motivados, o conductales versus cognitivas).<br />
Las tareas utilizadas en un principio en el Brief Family<br />
Therapy Center eran semejantes a las intervenciones<br />
«paradójicas» del Mental Research Institute, con las cuales<br />
se buscaba la interrupción indirecta de los patrones<br />
sistémicos para permitir que el sistema se reorganizara a<br />
su modo (Frankl, 1960; Haley 1973,1976; Watzlawick et<br />
al., 1974), y a las prescripciones contraparadójicas del<br />
grupo de Milán (Selvini Palazzoli et al., 1978). Todas ellas<br />
se proponían sortear la resistencia asociando la connotación<br />
positiva de un patrón disfuncional a la prescripción<br />
de mantenerlo, con la intención de que el cliente hiciera lo<br />
contrario. Cuando la terapia familiar breve se convirtió en<br />
la TCS, el concepto de «colaboración» del cliente reemplazó<br />
al de resistencia (De Shazer, 1984). Por lo tanto, resultaba<br />
teóricamente imposible prescribir una tarea paradójica,<br />
ya que a partir de entonces, para lograr que fueran<br />
aceptadas, las tareas se prescribieron sobre la base del<br />
modo de colaborar de los clientes. En la práctica, esto puede<br />
parecer más o menos lo mismo. Por ejemplo, a un cliente<br />
que tiene una manera competitiva de colaborar se le<br />
puede decir que una tarea determinada da buen resultado<br />
con algunos clientes, pero que probablemente no funcionará<br />
en su caso.<br />
<strong>El</strong>egí la palabra «sugerencia» en lugar de «tareas» porque<br />
está más de acuerdo con la creencia centrada en la<br />
solución de que los clientes poseen recursos para ayudarse<br />
a sí mismos. Por la misma razón, no me parece beneficioso<br />
aplicar a los clientes el rótulo de «consumidores» (De Shazer,<br />
1988; Fisch et al., 1982), «protestatarios» o «visitantes»<br />
(De Shazer, 1988) para establecer si se les debe asignar<br />
una tarea. Se dice que los consumidores son personas<br />
172<br />
motivadas para cambiar y, por lo tanto, es probable que<br />
traten de hacer algo diferente. Los protestatarios creen<br />
que hay un problema pero no están motivados para hacer<br />
gran cosa al respecto. Pueden o no cumplir una tarea, y no<br />
se les debería asignar una actividad directa; podría pedírseles<br />
simplemente que observaran algo. Los visitantes no<br />
creen que exista un problema y no quieren tratarse. No se<br />
espera que realicen tareas porque carecen de motivación<br />
de modo que no se les debería asignar ninguna. Estos rótulos<br />
no predicen necesariamente la reacción de los clientes<br />
(Fish, 1997). Los visitantes pueden convertirse en consumidores,<br />
y estos en protestatarios, corno consecuencia<br />
de su relación con el terapeuta en la sesión inicial y también<br />
posteriormente. Se sabe, asimismo, de consumidores<br />
convertidos en visitantes a raíz de una experiencia negativa.<br />
<strong>El</strong> clima emocional de la entrevista y el mensaje al final<br />
de la sesión pueden provocar cambios importantes en<br />
la actitud inicial del cliente. Dada esta falta de certidumbre,<br />
parece falto de perspicacia no hacer una sugerencia<br />
de cambio a todos los presentes. Por otra parte, limitarse a<br />
hacer una sugerencia, en lugar de asignar una tarea, permite<br />
a los clientes elegir entre actuar de conformidad con<br />
ella, modificarla para que se adapte mejor a su situación o<br />
dejarla de lado. Cualquiera que sea su reacción, el clima<br />
emocional se preservará porque no pueden cometer ningún<br />
perjuicio.<br />
Sugerencias a medida<br />
Una lista de las sugerencias más conocidas centradas<br />
en la solución puede consultarse en las páginas 180-2. Sin<br />
embargo, es preciso tener en claro que también ellas deben<br />
analizarse cuidadosamente en términos de adaptación.<br />
Ni siquiera la «fórmula-tarea de la primera sesión»<br />
es apropiada en todas las circunstancias. Su finalidad es<br />
interrumpir la concentración de los clientes en los elementos<br />
negativos, pero ¿se le puede preguntar a una persona<br />
enfrentada a una pérdida importante qué es lo que<br />
no quiere cambiar? ¿Puede hablarse de colaboración<br />
173
cuando se pregunta a los clientes qué cosas no desean<br />
cambiar en el momento mismo en que describen una situación<br />
totalmente negativa?<br />
En última instancia, el modo más eficaz de elaborar<br />
sugerencias es adaptarlas al caso individual. La elaboración<br />
de sugerencias a medida no es tan difícil como parece<br />
y puede resultar entretenida, pues es un proceso creativo.<br />
Las sugerencias se basan en la reflexión lógica sobre la<br />
información generada durante la sesión acerca de la identidad<br />
de los clientes y lo que quieren, y en el empleo de esa<br />
información para imaginar qué tipo de experiencia marcará<br />
una diferencia para ellos. De este modo, si en una sesión<br />
escuchamos hablar de un cambio positivo y lo reforzamos<br />
con elogios en el mensaje de recapitulación, esto<br />
nos llevará a pensar en una sugerencia que mantenga en<br />
vigencia ese cambio. Si escuchamos que la situación sigue<br />
igual o ha empeorado, pensaremos en sugerencias que impidan<br />
su agravamiento o conduzcan a una pequeña mejoría.<br />
Un mensaje que refleje el gran sufrimiento de los<br />
miembros de una pareja porque ambos se sienten poco<br />
queridos nos impulsará a presentar ideas que los lleven a<br />
percibir pequeñas señales de aprecio. Esta es también un<br />
área en la que podemos ir más allá de las ideas centradas<br />
en la solución y recurrir a sugerencias que interrumpan<br />
patrones o exterioricen el síntoma (White y Epston, 1990).<br />
<strong>El</strong> objetivo es perturbar de un modo que se adecue lo mejor<br />
posible al cliente. Como todos los clientes son diferentes,<br />
la decisión sobre la perturbación apropiada requiere<br />
amplitud de pensamiento. Las ideas que presentamos<br />
deben tener siempre en cuenta el modo de colaboración de<br />
los clientes. Por ejemplo, si una pareja es muy competitiva,<br />
podemos agregar al final de la sugerencia un comentario<br />
como «Me pregunto cuál de ustedes tendrá el valor de<br />
ser el primero en mostrar su afecto».<br />
Cuando ideamos sugerencias, también es importante<br />
recordar que la TCS avanza a paso lento. Los clientes que<br />
enfrentan un problema de larga data pueden necesitar<br />
tiempo para estar dispuestos al cambio, aunque este sea<br />
positivo.<br />
174<br />
A continuación se enumeran cuatro preguntas que los<br />
especialistas en terapias breves centradas en la solución<br />
podrían considerar útiles para la formulación de sugerencias:<br />
1. ¿Cómo describió el cliente la situación? (contenido).<br />
2. ¿Qué querían los clientes? ¿Se encuentran dispuestos<br />
a cambiar?<br />
3. ¿Cómo actúan los clientes en relación con lo que dicen?<br />
(proceso).<br />
4. ¿Cómo pueden traducirse en una sugerencia la información<br />
o el punto de vista diferentes presentados<br />
en el mensaje de recapitulación?<br />
EJEMPLO DE CASO (continuación)<br />
Descripción del problema que hicieron los miembros de<br />
la familia B:<br />
La mamá: Tina tiene problemas de conducta.<br />
<strong>El</strong> papá: Tina tiene problemas de conducta.<br />
Mike: No quiero meterme.<br />
Tina: Las cosas no andan bien ni en casa ni en la escuela.<br />
¿Qué quieren los clientes?<br />
La mamá: Tina debería escuchar más a los adultos.<br />
<strong>El</strong> papá: Tina debería ser más feliz.<br />
Mike: Todos deberíamos ser más felices.<br />
Tina: Mamá y papá deberían estar más contentos conmigo.<br />
¿Cómo reaccionan los clientes ante la situación? ¿Están<br />
dispuestos a hacer algo diferente?<br />
La mamá: Sigue buscando algo que haga cambiar a Tina.<br />
<strong>El</strong> papá: Sigue buscando algo que haga cambiar a Tina.<br />
Mike: Ignora la situación.<br />
Tina: No hace nada.<br />
175
Por el momento, no sabemos si los padres y Tina harán<br />
algo diferente. Su reacción a la sugerencia nos proporcionará<br />
más información al respecto.<br />
¿Cómo traducir en sugerencia la diferencia presentada<br />
en el mensaje de recapitulación? <strong>El</strong> mensaje fue diferente<br />
porque confirmó a todos. Destacó su deseo común de<br />
felicidad familiar. Tal vez lo mejor sea tratar de seguir con<br />
el proceso de centrarse en las excepciones y los elementos<br />
positivos.<br />
Sugerencia:<br />
176<br />
«Lamentablemente, no podemos darles hoy ninguna<br />
respuesta mágica. Tendremos que conocerlos un poco<br />
mejor. Sí tenemos, en cambio, algunas sugerencias que<br />
podrían ayudarnos a lograr ese objetivo. Nos hemos<br />
enterado de sus preocupaciones, que sin duda son importantes,<br />
pero también nos gustaría saber algo más<br />
acerca de las cosas que funcionan bien en la familia, ya<br />
que ahora sabemos en qué consisten algunos de sus<br />
problemas. Queremos asegurarnos de no cambiar nada<br />
de lo bueno».<br />
Los padres reciben sugerencias distintas a causa de<br />
que sus posiciones no coinciden;<br />
«Señora B: le sugeriríamos que, si le es posible, torne<br />
nota de las cosas que Tina hace en la casa y en la escuela<br />
que usted desee que siga haciendo. Esté atenta a<br />
eso, y así podrá informarnos la semana próxima. [Es lo<br />
que la señora B dijo que quería.]<br />
»Señor B: le sugerimos que, si le es posible, tome<br />
nota de lo que sucede cuando Tina parece sentirse más<br />
contenta durante la semana. Nos gustaría que nos<br />
hablara de eso. [Es lo que el señor B dijo que quería.]<br />
Tal vez desee comparar sus impresiones con la señora<br />
B todas las noches y ver en qué concuerdan.<br />
»Tina: quisiéramos sugerirte que tomes nota de las<br />
cosas agradables que ocurran en la escuela con los<br />
chicos y las maestras y que desees que sigan sucedien-<br />
do. Si quieres, puedes hacer lo mismo en tu casa. [Tina<br />
dijo que quería que hubiera cambios en la escuela.]<br />
»Mike: si tienes ganas, puedes anotar y hacernos<br />
saber las cosas que ocurran esta semana en tu familia<br />
y que desees que sigan sucediendo». [Aunque Mike se<br />
muestra cauteloso cuando se trata de participar, se le<br />
da la posibilidad de hacerlo.]<br />
En concordancia con el supuesto de que nada es totalmente<br />
negativo y que los clientes poseen recursos para ayudarse<br />
a sí mismos, se sugirió a los integrantes de la familia<br />
que, en lugar de centrarse en el problema, se centraran<br />
en su idea de la solución. Sus respuestas, cualesquiera<br />
que sean, resultarán valiosas, ya que proporcionarán información<br />
adicional sobre el estilo de colaboración de la<br />
familia.<br />
EJEMPLO DE CASO; JAMES<br />
A continuación daremos otro ejemplo del empleo de<br />
estas preguntas.<br />
James explicó que había decidido hablar con alguien<br />
porque estaba desesperado y no era capaz de ayudarse a<br />
sí mismo. Seis meses antes, a los 53 años y a raíz de una<br />
reestructuración de la empresa en que trabajaba, su cargo<br />
había sido suprimido. Los intensos esfuerzos que desplegó<br />
para hallar otro empleo fueron infructuosos. James estaba<br />
cada vez más amargado por la injusticia de que había<br />
sido objeto y ya no se molestaba en contestar anuncios ni<br />
en enviar copias de su curriculum. Descuidaba su apariencia<br />
y, según dijo, experimentaba un creciente deseo de<br />
aislarse de los demás. También expresó que estaba encolerizado<br />
y asqueado consigo mismo por su falta de energía,<br />
y todo lo que quería era volver a ser el de antes: una<br />
persona llena de iniciativa y con pensamientos positivos.<br />
En este caso, la primera parte del mensaje de recapitulación<br />
debería señalar que el terapeuta ha escuchado y<br />
comprende los acontecimientos que llevaron al cliente a<br />
terapia y que siente empatia por él. La segunda parte, la<br />
177
espuesta del terapeuta, debería reforzar los puntos fuertes<br />
de James: su reconocimiento de que necesitaba ayuda,<br />
su decisión de actuar en consecuencia, su sentido de la<br />
justicia y el antecedente de haber sido una persona proactiva<br />
y de pensamientos positivos. También debería ofrecer<br />
nueva información o un nuevo punto de vista. Una idea<br />
que acude a la mente en este punto es la de usar el sentido<br />
de la justicia de James como recurso para presentar otra<br />
perspectiva.<br />
«Aunque la ira por la injusticia que llevó a su situación<br />
laboral actual tiene mucho sentido, creemos que su<br />
enojo consigo mismo por no haber encontrado trabajo<br />
aún es sumamente injusto. Es difícil tener iniciativa y<br />
una actitud positiva cuando uno siente que lo tratan<br />
injustamente. Por desdicha, usted no puede hacer<br />
nada para cambiar su empresa, pero nos preguntamos<br />
si no le interesa considerar la posibilidad de tratarse a<br />
sí mismo con más equidad».<br />
Sobre la base de las cuatro preguntas ya mencionadas,<br />
presentaremos dos opciones para la sugerencia. Por<br />
supuesto, hay muchas otras posibilidades.<br />
1. <strong>El</strong> cliente dice hallarse estancado porque no tiene<br />
energía, y está enojado con otras personas y consigo<br />
mismo. Afirma querer ayuda para poder cambiar.<br />
2. Desea volver a ser como era antes.<br />
3. <strong>El</strong> cliente reacciona ante su situación con ira hacia<br />
otras personas y hacia sí mismo. Cuanto más se<br />
enoja, menos capaz se siente de controlarse.<br />
4. La perspectiva diferente que se le presentó consistió<br />
en decirle que era injusto consigo mismo. Su<br />
sentido de la justicia es fuerte. Pedirle que lo aplique<br />
a sí mismo puede constituir una perturbación<br />
exitosa.<br />
Opción A:<br />
«Le haremos una sugerencia que ha sido de utilidad<br />
para algunas personas enfrentadas a situaciones como<br />
la suya. Requiere que usted reserve dos períodos de<br />
treinta minutos cada día, siempre a la misma hora. En<br />
los primeros quince minutos de cada período, escriba<br />
sobre el enojo consigo mismo y el que le provoca su situación.<br />
En los quince minutos siguientes, reflexione y<br />
haga una lista de las ideas para darse a sí mismo un<br />
trato más equitativo. Finalmente, rompa y tire las primeras<br />
notas y conserve las segundas».<br />
Opción B (esta opción utiliza el enojo de James):<br />
«No nos sorprende que se sienta estancado, porque el<br />
enojo por la situación y consigo mismo está minando la<br />
energía que necesita para recobrar la iniciativa. Creernos<br />
que tal vez tenga que intentar algo diferente para<br />
volver a ser la persona enérgica de antes.<br />
»Le haremos una sugerencia que podría ayudarlo a<br />
salir del estancamiento y a lograr ese cambio poco a<br />
poco. Piense si quiere hacer la prueba. Le llevará algún<br />
tiempo volver a ser el de antes y olvidar su enojo. Es<br />
algo así como modificar un hábito. Le sugerimos, entonces,<br />
que cuando note que está enojado, calcule aproximadamente<br />
cuánto tiempo necesita para superar ese<br />
enojo en particular. Digamos que está realmente enojado<br />
consigo mismo por no haber enviado ningún curriculum.<br />
Decida cuántos minutos necesita para librarse<br />
efectivamente del enojo. Una vez finalizado el<br />
plazo, dedique la mitad de ese tiempo a hacer alguna<br />
otra cosa, de preferencia algo que su antiguo yo habría<br />
hecho. Puede ser cualquier cosa, excepto estar enojado».<br />
Aunque estas dos sugerencias tienen una orientación<br />
conductal escogida para cooperar con James, quien pidió<br />
que se le indicara algo que pudiera hacer para ayudarse a<br />
sí mismo, también están dirigidas a sus emociones. No<br />
menos sensato era sugerirle un ritual, como una manera<br />
de proporcionarle estructura y control.<br />
179
Sugerencias de uso frecuente centradas en la solución<br />
La mayoría de las sugerencias incluidas en esta sección<br />
pertenecen a la tradición sistémica/estratégica/estructural,<br />
y en la actualidad son de uso tan frecuente que<br />
es difícil establecer su origen con precisión. Adaptadas en<br />
algunos casos, se inspiran en las sugerencias utilizadas<br />
en la Brief Therapy Clinic del Mental Research Institute y<br />
en las empleadas por Jay Haley, Salvador Minuchin, el<br />
grupo de Milán y el Ackerman Institute. No obstante, la<br />
fórmula-tarea de la primera sesión y la tarea de la predicción<br />
se originaron en el Brief Family Therapy Center. Es<br />
importante recordar que para ser eficaces, estas sugerencias,<br />
a semejanza de las adaptadas a casos individuales,<br />
deben estar en consonancia con el contexto específico de la<br />
situación.<br />
1. Fórmula-tarea de la primera sesión. Esta sugerencia<br />
puede hacerse al final de la mayoría de las sesiones iniciales,<br />
pero no en aquellas en que se manifiestan una profunda<br />
pena o una pérdida, o cuando se describe un problema<br />
que carece de excepciones.<br />
«Nos gustaría que a partir de hoy y hasta nuestra próxima<br />
reunión observaran, y luego nos contaran, qué<br />
sucede en su familia que quieren que siga sucediendo»<br />
(Adams, Piercy y Jirhc, 1991; De Shazer, 1985, pág.<br />
137).<br />
En el caso ya mencionado de James, esta sugerencia<br />
no hubiera sido adecuada, porque la opinión que él tenía<br />
de su situación era rnuy negativa. En realidad, la sugerencia<br />
podría haber exacerbado su enojo consigo mismo.<br />
2. Insistan en lo que funciona. Esta sugerencia se basa<br />
en la idea de que no se debe reparar algo que ya funciona.<br />
Y hay indicios de que las cosas marchan bien cuando los<br />
clientes informan acerca de un cambio previo a la sesión o<br />
los elementos positivos preexistentes son manifiestos.<br />
3. Hagan algo diferente. Esta sugerencia está destinada<br />
a los clientes deseosos de que se les diga qué hacer y<br />
que las cosas que hacen no funcionan.<br />
180<br />
4. No cambie?!. Esta sugerencia suele ser eficaz cuando<br />
la situación es crítica y los clientes desean una solución<br />
inmediata. No debería emplearse cuando existe el riesgo<br />
de que ios clientes se causen algún daño, o lo causen a<br />
otras personas.<br />
«Comprendemos lo grave de la situación y su deseo de<br />
resolverla cuanto antes, pero no podremos ayudarlos<br />
hasta no entender un poco mejor las cosas. Por lo tanto,<br />
les sugerimos que no cambien nada hasta que volvamos<br />
a reunirnos. Cuando la situación es tan precaria,<br />
las cosas pueden empeorar y no queremos que ello suceda».<br />
5. Vayan despacio. Esta medida se sugiere cuando los<br />
clientes sienten urgencia por cambiar o muestran buenos<br />
progresos. Es útil decirle a la gente que un cambio positivo<br />
requiere tiempo para afianzarse y que, por lo tanto,<br />
deberían avanzar lentamente. Esto evita desilusiones<br />
cuando el progreso no es continuo.<br />
6. Hagan lo contrario. Es una buena sugerencia para<br />
un miembro de una pareja que concurre solo o para padres<br />
que concurren sin sus hijos, cuando reiterados intentos<br />
de cambiar a otra persona no han dado resultado.<br />
7. Tarea de la predicción. Esta sugerencia se hace a los<br />
clientes que informan de algunas excepciones a su problema<br />
pero no pueden explicar por qué se producen. Cuando<br />
sus destinatarios son una pareja o una familia, la decisión<br />
sobre la posibilidad de divulgar los resultados antes de la<br />
sesión siguiente depende de cada caso en particular. Si se<br />
trata de padres y la meta es inducirlos a formar un frente<br />
unido, corresponde sugerirles que cada noche compartan<br />
y discutan los resultados, sin la participación del hijo.<br />
Este debería hacer la predicción por su cuenta y no revelarla<br />
antes de la sesión, En el caso de una pareja cuyos<br />
miembros están mutuamente convencidos de la falta de<br />
interés del otro, es mejor no pedirles que intercambien información<br />
antes de la sesión. Un día sin cosas para comunicarse<br />
les provocará desilusión, pero es probable que haya<br />
algunas sorpresas agradables en la sesión siguiente.<br />
181
«Esta noche, antes de irse a dormir, pronostiquen<br />
si mañana [el síntoma o la situación] seguirá igual o<br />
habrá mejorado. [También se puede pedir a los clientes<br />
que utilicen una escala numérica para predecir la .<br />
magnitud del problema al día siguiente.] Mañana a la<br />
noche evalúen el día y compárenlo con su pronóstico.<br />
Piensen en las razones por las que la predicción fue<br />
correcta o incorrecta. Hagan lo mismo todas las noches<br />
hasta que volvamos a reunirnos y anoten diariamente<br />
los resultados» (De Shazer, 1988).<br />
8. Escriban y quemen. Es una buena sugerencia para<br />
las personas estancadas en un estado emocional que les<br />
impide actuar como desearían. A algunos individuos no<br />
les gusta escribir; se les puede sugerir que hablen frente a<br />
un grabador y luego borren lo grabado.<br />
«Dediquen veinte minutos dos veces por día [el lapso y<br />
la frecuencia diaria pueden adaptarse a las características<br />
del caso] a escribir sobre su pena [enojo, frustración,<br />
etc.]. No intenten escribir cuidadosamente: sólo<br />
dejen correr la pluma sobre el papel. Si advierten que<br />
repiten frases o palabras, no se preocupen. Simplemente,<br />
desahoguense. Si tienen que llorar y gritar<br />
mientras lo hacen, también está bien. Cumplido ese<br />
lapso, no lean lo que han escrito: quémenlo y véanlo<br />
convertirse en humo». [Esto sólo se debe sugerir después<br />
de cerciorarse de que ios clientes pueden quemar<br />
papel sin exponerse a riesgos. Si la seguridad no está<br />
garantizada, se les debe sugerir que rompan el papel<br />
en pedacitos y los dejen caer lentamente en el cubo de<br />
la basura.]<br />
Conclusión<br />
Resulta evidente que formular el mensaje de recapitulación<br />
y la sugerencia no es fácil. Es una verdadera síntesis<br />
de lo que nuestros clientes son capaces de ofrecernos y<br />
de lo que nosotros podemos ofrecerles en función de nuestros<br />
conocimientos profesionales y nuestra humanidad.<br />
182<br />
En suma, podría ser un ejercicio útil volver a pensar<br />
qué tipo de mensaje de recapitulación y sugerencia hubiera<br />
reflejado la situación expuesta por Marie en el capítulo<br />
3.<br />
Marie era la mujer separada que se sentía malinterpretada<br />
por todos y temía estar loca. Fue derivada porque<br />
su médico no halló ninguna causa que explicara sus síntomas<br />
físicos.<br />
Mensaje de recapitulación:<br />
1. Declaración sobre lo que el terapeuta escuchó decir a<br />
la cliente:<br />
«Hoy escuchamos que usted vino porque su médico se<br />
lo sugirió cuando fue a consultarlo por sus dolores en<br />
todo el cuerpo y las fuertes jaquecas. Usted dijo que la<br />
preocupaba el hecho de que el médico la mandara a<br />
hablar con alguien. Teme que crea que usted tiene un<br />
problema mental.<br />
»Nos enteramos de que está separada de su marido<br />
y vive con sus dos hijos y su madre. No es fácil, porque<br />
se trata de la casa de su madre y ella quiere que las<br />
cosas se hagan a su modo. Su ex novio y su ex marido<br />
entran y salen de su vida e intentan decirle lo que debería<br />
y no debería hacer, lo cual es muy molesto.<br />
»También supimos que tiene planes claros para el<br />
futuro, como por ejemplo estudiar y asegurarse de que<br />
sus hijos reciban una buena educación, pero todo el<br />
mundo le pone obstáculos en el camino en vez de ayudarla».<br />
2. Respuesta del terapeuta que incluye empatia, elementos<br />
positivos y una información o un punto de vista<br />
diferentes:<br />
«Nuestra respuesta es que usted está muy estresada.<br />
No es sorprendente que tenga jaquecas y toda suerte<br />
de dolores y achaques cuando guarda para sí todo lo<br />
que nos ha dicho. Nos asombra que esté haciendo tan<br />
bien las cosas, considerando la vida que lleva. Debe ser<br />
183
duro no tener un lugar propio donde vivir y ser rebajada<br />
por otras personas por no tener las mismas<br />
ideas. Y a pesar de eso usted se lleva bien con sus hijos,<br />
sigue enseñándoles y va a la biblioteca para instruirse,<br />
y todo eso con tan poco tiempo de sueño y tan poco<br />
apoyo.<br />
»Usted tiene algunas buenas ideas respecto del<br />
futuro, como la de tener una casa propia e inscribirse<br />
en una escuela, y dice que ante todo necesita un poco<br />
de tiempo para relajarse y divertirse, por ejemplo jugando<br />
a los bolos. Es bueno que se dé cuenta de que la<br />
realización de esos planes llevará algún tiempo y de<br />
que tiene que sentirse saludable y relajada para lograrlo».<br />
La sugerencia:<br />
1. La situación, tal corno la describió Mane, consistía<br />
en que sus síntomas la angustiaban y se sentía estresada<br />
porque nadie la ayudaba a lograr sus objetivos. Dio a entender<br />
que quería cambiar, pero no necesariamente como<br />
resultado de una terapia.<br />
2. Marie quería saber si padecía de algo grave. También<br />
quería hallar un modo de vivir su propia vida sin interferencias.<br />
3. Reaccionaba ante su situación somatizando su estrés<br />
y haciendo todo lo que podía para alcanzar sus metas.<br />
4. La información diferente que se le dio en el mensaje<br />
de recapitulación fue que no estaba loca y que, dadas las<br />
circunstancias, le iba bien. Esta información debía producirle<br />
alivio por sí misma. La sugerencia debía aliviarla<br />
aún más (por ejemplo, al proporcionarle la oportunidad de<br />
desahogar su enojo y frustración sin asumir riesgos).<br />
184<br />
Sugerencia:<br />
«Desearíamos tener algunas respuestas mágicas para<br />
ofrecerle hoy, pero, por supuesto, no las tenemos. Habrá<br />
que intercambiar más ideas entre todos para ver<br />
cómo puede comenzar a construir ese futuro. Mientras<br />
tanto, realmente no creemos que deba preocuparse<br />
más por la posibilidad de estar loca.<br />
»Tenemos una sugerencia en la que tal vez usted<br />
quiera pensar o no [hacemos eco a su modo de expresarse!<br />
. Como no puede decirles lo que piensa a las personas<br />
que la molestan, y eso es muy perturbador para<br />
usted, quizá desee desahogarse de otro modo. A algunas<br />
personas les resulta útil sentarse una media hora<br />
por día, siempre a la misma hora, y poner por escrito<br />
sentimientos perturbadores. Cuando han terminado,<br />
no releen lo escrito. Simplemente rompen el papel en<br />
pedacitos y lo tiran. Aunque escriba lo mismo una y<br />
otra vez, igual puede serle útil. Después de hacerlo, escriba<br />
tres razones por las que es una buena persona y<br />
una buena madre».<br />
Como se habrá podido observar, todas las piezas del<br />
proceso centrado en la solución encajan unas con otras. <strong>El</strong><br />
clima emocional facilita la entrevista, la cual, a su vez, genera<br />
información para el resumen. Este repite esa información,<br />
la amplía y, al asignar una tarea, la convierte en<br />
una experiencia.<br />
185
Segunda parte. Aplicaciones
8. Terapia de pareja<br />
Las relaciones de pareja son un excelente ejemplo de lo<br />
que es el acoplamiento de estructuras. La interdependencia<br />
biológica, emocional y económica de hombres y mujeres<br />
ha preservado la raza humana durante miles de años.<br />
<strong>El</strong> trabajo con parejas —casadas o no, heterosexuales o<br />
del mismo sexo— puede ser como una caminata por la<br />
cuerda floja. Las relaciones de pareja son complejas; no se<br />
trata sólo de química y compañerismo. Son relaciones que<br />
atraviesan varias fases: por lo general comienzan con una<br />
ceguera romántica y pasan por períodos más o menos difíciles<br />
de adaptación a las diferencias reales de personalidad,<br />
a los cambios en el modo de vida y a las variables necesidades<br />
mutuas. Las relaciones de pareja tienen misteriosas<br />
maneras de convertirse en lo que uno menos hubiera<br />
esperado o deseado, a veces incluso en la réplica de la<br />
relación con un progenitor o un hermano. Se dice que sus<br />
miembros tienden a complementarse para compensar sus<br />
respectivas flaquezas, pero ese equilibrio complementario,<br />
así como puede enriquecer una relación, es capaz de<br />
provocar una lucha por el poder. Sin embargo, la mayoría<br />
de la gente prefiere vivir en pareja a vivir sola, sean cuales<br />
fueren las circunstancias.<br />
La importancia de los vínculos relacionales es un poderoso<br />
recurso para la terapia. Una pregunta como «¿Qué<br />
necesita cada uno de ustedes del otro para sentirse un<br />
poco menos (dolido, temeroso, enojado)?» puede convertir<br />
«el "resentimiento" en "ternura"» (Donovan, 1999, pág. 5;<br />
Gilligan, 1997; Johnson y Greenberg, 1994). Las relaciones<br />
de pareja tienen que ver justamente con la «ternura»,<br />
por muy hosco o distante que pueda parecer un<br />
cliente.<br />
189
Jane y Steve describen su relación desde diferentes<br />
puntos de vista:<br />
Jane: Steve pasa cada vez menos tiempo conmigo. No sé<br />
qué pasó con nuestra amistad. <strong>El</strong> solía hablarme de todo y<br />
pedirme opinión.<br />
Steve: Creo que no es culpa mía. Desde que empezaste a<br />
correr maratones, eso es lo que más te importa. Ya no<br />
tienes tiempo para mí.<br />
Jane: No es cierto. Yo trato de lograr que hables, pero todo<br />
lo que haces es estar ahí sentado con la mirada fija en el<br />
televisor. (A la terapeuta.) ¿Qué haría usted si su esposo<br />
empezara a ignorarla?<br />
Steve (a la terapeuta): No la ignoro. No tiene sentido hablar<br />
con ella porque le encanta armar camorra y nada de<br />
lo que yo digo le parece bien. (A la terapeuta). ¿Por qué<br />
tendría que soportar eso?<br />
La terapeuta no podría contestar ninguna de las preguntas<br />
que le han dirigido sin tomar partido. Además, si<br />
diera una respuesta al contenido de esas quejas, probablemente<br />
generaría un intercambio de acusaciones. No obstante,<br />
puede buscar algún elemento común en el motivo<br />
de las quejas de ambos y utilizarlo como recurso para conectarlos:<br />
Terapeuta: Los dos parecen insatisfechos con la falta de<br />
atención mutua. (Ambos asienten con un movimiento de<br />
cabeza y se explayan un poco más.) Los dos parecen querer<br />
lo mismo. ¿En algún momento se sintieron los dos satisfechos<br />
por la atención recibida del otro?<br />
Estas preguntas atrajeron la atención de Jane y Steve<br />
hacia el hecho de que seguía existiendo una conexión entre<br />
ellos, aun cuando quizá se sintieran muy desconectados.<br />
Un pequeño cambio puede llevar a cambios más grandes.<br />
Si Jane y Steve hubieran redefinido su problema<br />
como «no pasamos suficiente tiempo juntos» e ideado una<br />
solución satisfactoria para ambos, algunos terapeutas<br />
centrados en la solución recomendarían poner fin al trata-<br />
190<br />
miento. De acuerdo con mi experiencia, estas «curas milagrosas»<br />
ocurren, pero son poco frecuentes. Y pueden hacer<br />
que los clientes vuelvan unos meses después con el mismo<br />
problema, o con otro similar que represente el mismo proceso.<br />
(En el lenguaje de la teoría de los sistemas podría decirse<br />
que el cambio producido fue de «primer orden» y no<br />
de «segundo orden» [Hoffman, 1981, págs. 47-9; Watzlawick<br />
et al., 1974, pág. 10].) Esta situación puede evitarse<br />
haciendo un esfuerzo por consolidar los cambios. En este<br />
caso, el esfuerzo podría consistir en aclarar con la pareja<br />
por qué razón el hecho de pasar más tiempo juntos representa<br />
una mejoría para ellos. Es posible que sus respuestas<br />
incursionaran en el ámbito emocional y se refirieran a<br />
un sentimiento de mayor conexión, solicitud o reconocimiento.<br />
Esta aclaración fortalecería su comprensión de la<br />
relación y podría cumplir una valiosa función preventiva.<br />
En lo fundamental, el trabajo con parejas centrado en<br />
la solución no difiere del que se realiza con individuos<br />
(Friedman y <strong>Lipchik</strong>, 1999; Hoyt y Berg, 1998). Sin embargo,<br />
la práctica es más difícil porque la solución tiene<br />
que satisfacer a la relación, y esta se compone de individuos<br />
con puntos de vista diferentes. Para superar este<br />
obstáculo, es necesario que ambos miembros de la pareja<br />
confíen en que el terapeuta no se pondrá en contra de ninguno<br />
de ellos. La tarea de transmitir aceptación y comprensión<br />
a dos personas que, cada una por su lado, creen<br />
estar en lo cierto es difícil, incluso, para el más experimentado<br />
de los terapeutas.<br />
Los pasos que se describen a continuación fueron<br />
desarrollados para mostrar cómo pueden manejarse estas<br />
cuestiones complejas con un mayor grado de confianza. <strong>El</strong><br />
primer paso consiste en determinar si la terapia de pareja<br />
centrada en la solución es apropiada para una pareja en<br />
particular.<br />
191
La evaluación<br />
Una sesión conjunta<br />
La primera sesión debe ser conjunta porque de este<br />
modo el terapeuta tendrá una muestra de la interacción<br />
de los miembros de la pareja. También podrá apreciar su<br />
deseo y su capacidad de trabajar en la relación. Sólo es posible<br />
hallar una solución si hay personas que desean hallarla.<br />
En especial, es improbable que el trabajo con parejas<br />
sea productivo cuando las partes no tienen metas similares<br />
y no se esfuerzan por contribuir a una solución. Así,<br />
un esposo dispuesto a salvar el matrimonio a toda costa y<br />
una esposa que no sabe con certeza si desea seguir casada<br />
no están preparados para iniciar una terapia de pareja<br />
centrada en la solución. (A decir verdad, es raro que un<br />
caso individual se considere inapropiado para la TCS.<br />
Una excepción importante la constituyen los clientes que<br />
no desean estar en terapia y sólo han concurrido para<br />
complacer a otra persona.) En una situación como esa, lo<br />
mejor es conversar con los clientes sobre las diferencias en<br />
una sesión especial y aclarar sus necesidades. A veces, un<br />
cónyuge indeciso necesita unas pocas sesiones individuales<br />
para arribar a una decisión. Durante ese lapso, el cónyuge<br />
comprometido también puede ser atendido por separado<br />
para brindarle apoyo. Si se tiene la impresión de que<br />
uno de los cónyuges indecisos va a necesitar mucho tiempo<br />
para adoptar una decisión, es preferible derivar a ambos<br />
a un tratamiento individual e invitarlos a retornar para<br />
iniciar una terapia de pareja en caso de que hayan resuelto<br />
trabajar para mejorar su matrimonio.<br />
En la primera sesión de terapia de una pareja se debe<br />
decir a los clientes que el contrato terapéutico concierne a<br />
su relación y no a ellos individualmente, y que la meta<br />
será tender entre sus diferencias un puente que lleve a<br />
una solución para ambos. De ese modo se aclara que el terapeuta<br />
no tomará partido. <strong>El</strong> pensamiento de dos carriles<br />
que controla nuestras reacciones es útil en este sentido,<br />
porque a menudo resulta difícil mantener la imparcia-<br />
192<br />
lidad. La aceptación y comprensión de ambas partes también<br />
puede quedar reflejada en el mensaje de recapitulación<br />
al final de la sesión.<br />
Una sesión individual con cada una de las partes<br />
La sesión conjunta es seguida por una conversación<br />
privada con cada una de las partes. Estas conversaciones<br />
permiten al terapeuta profundizar la relación con sus<br />
clientes. Al comienzo de la sesión, el terapeuta dice al<br />
cliente que la charla en privado le proporciona la oportunidad<br />
de referirse a cuestiones que tal vez no quiera mencionar<br />
frente a su pareja. Debe garantizarle la confidencialidad,<br />
salvo que la información represente un riesgo<br />
para la vida de alguien. Si el cliente menciona algo que<br />
tiene consecuencias importantes para la relación, el terapeuta<br />
debe pedirle autorización para comunicarlo a la<br />
otra parte.<br />
La confesión de una aventura amorosa hace tiempo<br />
concluida debe considerarse información confidencial.<br />
Aunque no carece de importancia para la relación, no es<br />
apropiado tomarla como base para hacer suposiciones<br />
sobre el estado actual del matrimonio. Después de todo, el<br />
cambio es constante e inevitable. Es más útil mantener la<br />
concentración en el presente y en lo que el cliente desea<br />
para el futuro.<br />
La información sobre una aventura amorosa presente<br />
es otra cuestión. Yo no trabajo con una pareja cuando uno<br />
de sus miembros está involucrado en un amorío. Por lo común,<br />
las personas no pueden generar motivación suficiente<br />
para revivir una relación poco satisfactoria mientras<br />
participan en otra más gratificante. Más importante<br />
aún: un secreto de esa clase implica, con una de las partes,<br />
una connivencia que considero poco ética. Una sugerencia<br />
para manejar esta situación es decir al cliente infiel que<br />
revele el secreto o que interrumpa todo contacto (incluso<br />
telefónico o por correo electrónico) con su amante mientras<br />
dure el tratamiento. De hecho, he comprobado con<br />
193
sorpresa que muchas personas deciden hacerlo y mantienen<br />
su palabra. ¡Desde luego, esto dice mucho acerca<br />
de su motivación para mejorar su matrimonio! Por otra<br />
parte, algunas personas afirman estar de acuerdo en suspender<br />
la aventura pero no lo hacen, y tampoco faltan<br />
quienes logran engañarnos. Por lo general, si tomamos la<br />
decisión de trabajar con la pareja y el adulterio continúa,<br />
surgirán signos reveladores, como la falta de progreso<br />
o las fluctuaciones entre progresos y recaídas. También<br />
la intuición del terapeuta puede ser una valiosa herramienta.<br />
Recuerdo una situación en la que el marido consintió<br />
en poner fin a una aventura. Parecía esforzarse por reavivar<br />
la relación con su mujer, quien reconoció que así era.<br />
No obstante, ella informó que no percibía ningún cambio<br />
en la conexión emocional entre ambos. A raíz de esta información<br />
pedí una sesión por separado, y el marido confesó<br />
que seguía viéndose con su amante. Dijo que estaba<br />
trabajando en la relación conyugal con el propósito de<br />
mejorarla a fin de limitar un posible conflicto por la tenencia<br />
de los hijos una vez que obtuviera el divorcio.<br />
En una situación como esta es aconsejable decir al<br />
miembro adúltero de la pareja que uno no seguirá trabajando<br />
con él y su cónyuge a menos que la verdad salga a la<br />
luz. Esta condición suele llevar a una crisis y obliga a la<br />
persona en cuestión a escoger finalmente entre el matrimonio<br />
y la aventura. La mejor manera de poner fin a un<br />
caso como este consiste en reunirse con ambas partes y<br />
decirles que uno ha caído en la cuenta de que por el momento<br />
obtendrían mayor provecho de una terapia individual.<br />
Ante tal anuncio, el cónyuge ignorante de la existencia<br />
de la aventura no dejará, como es lógico, de formular<br />
preguntas. En esta situación —y sólo en ella— sugiero<br />
a los terapeutas asumir la posición de expertos y limitarse<br />
a hacer una declaración genérica, sin dar razones específicas.<br />
También recomiendo que se ofrezca a los cónyuges<br />
derivarlos a otros profesionales para un tratamiento individual<br />
en lugar de seguir viendo a alguno de ellos.<br />
Por lo común, los clientes tienden a revelar más cosas<br />
en la sesión individual que en la sesión conjunta, incluso<br />
194<br />
quienes empiezan por decir que no ocultarían nada a su<br />
cónyuge. No hace mucho vi a una pareja que tenía serios<br />
problemas con la familia extensa, debido a que la esposa<br />
era incapaz de llevarse bien con su suegra. En la sesión<br />
conjunta, el marido nunca objetó el relato de su mujer<br />
acerca del trato injusto que aquella le infligía. Sin embargo,<br />
en la sesión privada habló largamente sobre los problemas<br />
de su esposa con las relaciones sociales en general<br />
y no sólo con su familia política.<br />
<strong>El</strong> empleo de preguntas circulares —por ejemplo,<br />
preguntar a un miembro de la pareja qué cree que el otro<br />
piensa, o por qué cree que este actúa de determinada<br />
manera— es un valioso recurso en la sesión privada. Puede<br />
considerárselo como una forma de hacer terapia de pareja<br />
con un individuo, ya que exige tomar en cuenta el<br />
punto de vista de la otra persona. Por ejemplo: «¿Su esposa<br />
también cree que no se lleva bien con otras personas?»;<br />
«¿Ha hablado con ella acerca de lo que me acaba de decir?».<br />
Si lo hizo, «¿Cuál fue su reacción?». Si no lo hizo,<br />
«¿Cómo cree que reaccionaría ella si usted lo hiciera?». Si<br />
supone que ella se sentiría muy molesta, «¿Cómo suele<br />
comunicarle cosas que quiere decirle y que podrían molestarla?».<br />
Algunas parejas tienen una refinada comprensión<br />
de la manera de afectarse mutuamente. Otras desconocen<br />
por completo la dinámica interpersonal. <strong>El</strong> uso de<br />
preguntas circulares y otras indagaciones que abordan<br />
las creencias de los clientes acerca de las razones y el significado<br />
del comportamiento de su pareja y de sus propias<br />
respuestas a él son perturbaciones que pueden conducir a<br />
un cambio.<br />
La reacción de los clientes a las conversaciones que<br />
ponen al descubierto interacciones recursivas con su pareja<br />
también proporciona una valiosa información sobre su<br />
modo de cooperar. Pero debemos ser cautos y no hacer<br />
suposiciones acerca del presunto efecto de esa manera<br />
de cooperar sobre el resultado de la terapia. ¡Después de<br />
todo, es la pareja la que debe decidir si una relación es lo<br />
bastante buena para ambos! Un pequeño cambio que quizá<br />
nos parezca inadecuado puede representar una gran<br />
diferencia para ellos.<br />
195
La decisión<br />
La decisión sobre la pertinencia del tratamiento de<br />
pareja se basa en la información recogida durante la sesión<br />
conjunta y las dos sesiones individuales. Yo utilizo como<br />
lincamientos los criterios enumerados a continuación.<br />
Sería exagerado decir que los aplico al pie de la letra. En<br />
ocasiones, algún elemento de una relación nos impulsa a<br />
ocuparnos de ella a pesar de ciertos interrogantes. No deberíamos<br />
acallar la voz de la intuición.<br />
1. Ambas partes tienen en claro que quieren preservar<br />
la relación, no darla por concluida.<br />
2. Ambas partes comprenden que cada una de ellas<br />
tiene cierta responsabilidad en lo que respecta a la<br />
calidad de la relación.<br />
3. Cada una de las partes es capaz de demostrar<br />
alguna empatia por la posición de la otra.<br />
4. Ambas partes mencionan algunos aspectos positivos<br />
de la relación (amistad, intereses comunes, capacidad<br />
para ser un buen padre o para ocuparse de<br />
la casa).<br />
5. Ninguna de las partes está interesada en otra persona<br />
ni tiene en la actualidad una aventura con<br />
otra persona.<br />
Si resulta claro que el trabajo con la pareja es apropiado,<br />
la sesión siguiente será conjunta.<br />
A veces, una pareja satisface todos los criterios para el<br />
trabajo conjunto, pero sus miembros están tan dolidos o<br />
enojados que no pueden evitar los reproches mutuos. En<br />
tales casos suelo programar una o dos sesiones por separado<br />
a fin de ver si puedo ayudarlos a desahogarse lo suficiente<br />
para trabajar juntos en forma productiva. Esas<br />
sesiones también me brindan la oportunidad de intercalar<br />
gradualmente preguntas sobre los aspectos que funcionan<br />
bien en la relación.<br />
196<br />
La terapia<br />
Por lo común, al iniciar la terapia, las parejas sienten<br />
enojo y desean poner sobre el tapete todos sus sentimientos<br />
negativos. No suele ser fácil eludir esta negatividad y<br />
abstenerse de hacer pronósticos sobre el resultado de la<br />
terapia. Debemos estar atentos al carril personal de nuestro<br />
pensamiento de dos carriles. Comentarios críticos como<br />
«¡Oh, este matrimonio está acabado!» no llevan a ninguna<br />
parte y deben ser contrarrestados con la afirmación<br />
de que nada es totalmente negativo y un pequeño cambio<br />
puede llevar a cambios más grandes. Análogamente, si advertimos<br />
que estamos atribuyendo alguna culpa a cualquiera<br />
de las partes, debemos recordar que la conducta de<br />
estas es recursiva. «¿Qué hace John que impulsa a Mary a<br />
herirlo de esa manera?»; «¿A qué se debe la decisión de<br />
John de no impedir que Mary lo hiera?». Las parejas también<br />
pueden inducir en nosotros asociaciones personales<br />
sobre la relación de nuestros padres o nuestras propias<br />
relaciones. Si no nos mantenemos atentos a nuestros pensamientos<br />
y sentimientos, podría ocurrir que elaboráramos<br />
un proyecto oculto para los clientes sin tener conciencia<br />
de ello.<br />
Por lo general, cada una de las partes trata de convencer<br />
al terapeuta de que su versión de la situación es la<br />
correcta. Es importante mantenerse al margen de este<br />
proceso. Una buena respuesta sería: «Espero que tengan<br />
dos historias muy diferentes, y debo escucharlas para poder<br />
ayudarlos a construir un puente entre ellas». De este<br />
modo transmitimos el mensaje de que nuestra expectativa<br />
no es que cada uno cambie para el otro. La gente se resiste<br />
a cambiar, sobre todo cuando se trata de satisfacer<br />
las expectativas de otra persona. Por lo tanto, será más<br />
aceptable un lenguaje que sugiera ampliación, crecimiento<br />
o adaptación en lugar de cambio.<br />
197
Una conversación alternada con cada una de las partes<br />
Otro recurso que emplean los terapeutas para mantener<br />
el equilibrio es conversar alternadamente con los<br />
miembros de la pareja. <strong>El</strong> traslado frecuente de la atención<br />
de uno a otro evita que se sientan desairados y también<br />
que el terapeuta se sienta más conectado con uno de<br />
ellos que con el otro. Además, debemos colaborar con el estilo<br />
individual de cada uno. Es bastante habitual que una<br />
pareja esté compuesta por una mujer verbalmente expresiva<br />
y un hombre mucho menos expresivo. Donovan<br />
(1999, pág. 14) cita a Gottman y Levenson (1986), según<br />
los cuales las mujeres tienen mayor capacidad para regular<br />
su afecto en los conflictos interpersonales y, por tanto,<br />
es más frecuente que asuman la posición quejosa, mientras<br />
que sus compañeros se retraen para contener el afecto.<br />
También es cierto que todos hemos conocido parejas en<br />
las cuales esta dinámica se invierte. Debemos recordar<br />
que no es apropiado tratar de emparejar las cosas. Bastará<br />
con interrumpir amablemente a la persona más expresiva<br />
y preguntar a la menos expresiva «¿Está de acuerdo<br />
con eso?» o «¿Y usted qué piensa?». Luego aceptaremos lo<br />
que se nos ofrezca, para no dar a entender que uno de los<br />
estilos es preferible al otro. Es posible que la diferencia en<br />
la expresividad sea un problema de la relación, y cualquier<br />
signo de juicio al respecto podría hacer que una de<br />
las partes se sintiera rebajada.<br />
Tuve la oportunidad de conversar con una ex cliente a<br />
quien hace varios años traté junto con su esposo a raíz de<br />
una situación de violencia doméstica. Me informó que no<br />
había habido nuevos episodios de violencia y que su matrimonio<br />
había mejorado mucho. Cuando le pregunté qué<br />
cosas consideraba más útiles de nuestro trabajo conjunto,<br />
contestó sin vacilar: «¡<strong>El</strong> hecho de que usted nunca tomó<br />
partido!». No me supo explicar el porqué de su utilidad.<br />
Sprenkle, Blow y Dickey (1999, pág. 348) citan una teoría<br />
de Pinsof (1995), según la cual el sistema total conformado<br />
por los clientes tiene con el terapeuta una alianza que<br />
puede tener mayor peso que las alianzas entre individuos<br />
y subsistemas combinadas. Mi propia teoría es que cuan-<br />
198<br />
do cada una de las partes en conflicto advierte que su terapeuta,<br />
en quien confía, acepta el punto de vista de la otra,<br />
se siente impulsada a reconsiderar su actitud.<br />
Cómo enfrentar a un cliente con amabilidad<br />
A veces, la ética profesional nos obliga a enfrentar a un<br />
cliente con motivo de su conducta. En la TCS debemos<br />
hacerlo de un modo que preserve el clima emocional.<br />
Bill fue enviado a terapia por la fiscalía del distrito como<br />
parte de un acuerdo por el cual no se presentarían cargos<br />
contra él. Los vecinos habían llamado a la policía<br />
cuando lo oyeron proferir amenazas contra Ann durante<br />
una pelea. Ann pidió que iniciaran juntos una terapia, lo<br />
cual fue aceptado porque nunca había habido violencia<br />
física.<br />
Durante una sesión, Bill comenzó a despotricar contra<br />
Ann a causa de una decisión errónea que esta había tomado<br />
recientemente. Empleó términos despectivos como «estúpida»<br />
y «descerebrada». Al margen de que una conducta<br />
semejante pone a prueba la capacidad del terapeuta de<br />
mantener su imparcialidad, parece poco ético permitir<br />
que un cliente insulte a otro durante una sesión. Ann admitió<br />
haber actuado impulsivamente y dijo que lo lamentaba.<br />
Esto no calmó a Bill.<br />
Terapeuta: Usted no puede entender realmente por qué<br />
Ann tomó esa decisión. Lo enoja mucho. Puedo comprenderlo.<br />
Pero, por supuesto, son cosas que pasan. Todos<br />
hacemos a veces cosas que desearíamos no haber hecho.<br />
(Bill sigue protestando.) (Con calma.) Bill, ¿ha tomado<br />
alguna vez una decisión errónea?<br />
Bill: Sí... pero no sin pensar.<br />
Terapeuta: Pero ni siquiera nuestro pensamiento es<br />
siempre perfecto. ¿Cómo quiere que reaccione Ann cuando<br />
usted comete un error?<br />
Bill: Igual que yo con ella. ¡Me puede gritar! Yo mismo me<br />
grito más que nadie.<br />
Terapeuta: ¿Qué piensa usted, Ann?<br />
199
Ann (llorando): Yo también soy dura conmigo misma. Me<br />
siento muy mal, pero creo que no se debe golpear al caído.<br />
Bill (ruborizándose): Bueno... sabes cuánto nos está costando<br />
y lo difícil que es ganar dinero...<br />
Ann: Ya sé...<br />
Bill: Está bien... está bien... yo no debería... lo siento.<br />
Terapeuta: En el futuro, cuando cualquiera de los dos cometa<br />
un error, ¿qué es lo mejor que pueden hacer por ustedes<br />
mismos?<br />
Ann: No insultarnos.<br />
Bill: Supongo que darnos cuenta de que ya nos lo reprochamos.<br />
No hay necesidad de echar sal en la herida.<br />
En lugar de enseñar a Ann a enfrentar resueltamente<br />
a Bill, la terapeuta decidió presentarle un modelo diferente<br />
de conducta: el de un enfrentamiento amable. Bill tenía<br />
una relación de confianza con la terapeuta, quien lo creía<br />
capaz de defenderse contra cualquier confrontación de<br />
parte de Ann. Obsérvese que la terapeuta comenzó por explorar<br />
los sentimientos de Bill para suscitar cierta empatia.<br />
Al pensar en los sentimientos de Ann, Bill experimentó<br />
cierta vergüenza o culpa. Para evitar que estos sentimientos<br />
denigratorios perturbaran el clima emocional, la<br />
terapeuta desvió la atención del hombre hacia el futuro de<br />
la pareja, poniendo de este modo el acento en la existencia<br />
de una responsabilidad mutua en las relaciones.<br />
<strong>El</strong> manejo del conflicto en las sesiones<br />
Las parejas describen sus problemas tanto verbalmente<br />
como por medio de sus acciones; en consecuencia, es<br />
probable que discutan con ardor durante las sesiones. Esto<br />
puede poner en un dilema al terapeuta centrado en la<br />
solución, cuyo propósito es avanzar a partir de los aspectos<br />
positivos de la relación. Por otro lado, las conductas<br />
conflictivas de las parejas proporcionan valiosa información<br />
sobre el problema.<br />
<strong>El</strong> modo de manejar estas disputas dependerá en alguna<br />
medida del momento del proceso terapéutico en que<br />
200<br />
se produzcan. En la primera o segunda sesión, lo mejor es<br />
dejarlas manifestarse el tiempo suficiente para hacerse<br />
una idea del patrón vigente, antes de interrumpirlas con<br />
la mayor amabilidad posible. Entre las preguntas que se<br />
me ocurren están las siguientes:<br />
«¿Cómo suelen poner fin a peleas como esta en su<br />
casa?».<br />
«¿Esto es un ejemplo de lo que sucede en su casa?».<br />
«Me pregunto si quieren usar de este modo el horario<br />
de la sesión».<br />
Si el conflicto se relaciona con algo sucedido tiempo<br />
atrás: «Sé que cada uno de ustedes está convencido de que<br />
tiene razón, pero cambiar lo que ocurrió en el pasado es<br />
imposible».<br />
Por lo general, estas respuestas detienen la pelea, pero<br />
deben ser seguidas por una focalización constructiva para<br />
impedir su reanudación. Dadas las intensas emociones<br />
negativas despertadas por las disputas, es mejor no apresurarse<br />
a preguntar por los elementos positivos. De lo contrario,<br />
puede haber un efecto de rebote que lleva a más negatividad.<br />
Es más útil preguntar qué significan las peleas<br />
para la pareja. Así se obtiene nueva información que ayuda<br />
a encontrar soluciones.<br />
Por ejemplo, Tara y Sid, que querían poner fin a sus<br />
incesantes peleas, se interrumpieron continuamente en<br />
la primera sesión a pesar de los esfuerzos del terapeuta<br />
por intervenir. De resultas, su enojo mutuo siguió intensificándose.<br />
Cuando el terapeuta les preguntó qué significaba<br />
para cada uno de ellos la ira de su pareja, la pelea cesó.<br />
Tara dijo que el enojo de Sid significaba que ella nunca<br />
hacía nada bien. Sid dijo que el enojo de Tara mostraba<br />
que ella era incapaz de tolerar una crítica. Ambos rechazaron<br />
esas interpretaciones, lo cual dio al terapeuta la<br />
oportunidad de iniciar una conversación constructiva<br />
sobre el motivo del enojo de ambos y sobre la posibilidad<br />
de manejarlo de otra manera en el futuro.<br />
Cuando la disputa estalla en una etapa posterior del<br />
tratamiento, un momento en el cual los clientes conside-<br />
201
an haber hecho ya algún progreso, es útil preguntarles<br />
cómo explican su incapacidad para zanjar la discusión, en<br />
vista de los cambios positivos ocurridos. Otra posibilidad<br />
es preguntarles cómo podrían acabar con la disputa aplicando<br />
las enseñanzas extraídas de los cambios ya logrados.<br />
Si ninguna de estas ideas da resultado, lo mejor es<br />
hablar por separado con cada uno de ellos para averiguar<br />
si sucede algo de lo que no quiere hablar en presencia del<br />
otro.<br />
En el caso de parejas con antecedentes de violencia, el<br />
procedimiento adecuado para manejar las peleas que se<br />
producen durante la sesión consiste en separar a las partes<br />
y hablar a solas con cada una de ellas. Se hablará primero<br />
con la víctima potencial, que suele ser la mujer, a fin<br />
de comprobar si tiene algún plan para protegerse. Si fuera<br />
necesario, se la ayudará a retirarse del consultorio y buscar<br />
refugio. No obstante, a continuación el terapeuta permanecerá<br />
con el victimario potencial y trabajará con él la<br />
manera de no reincidir en conductas penadas por la ley.<br />
Esto permite preservar la relación terapeuta-cliente con<br />
ambas partes.<br />
Construcción de una solución unificada<br />
Es frecuente que los miembros de una pareja, aunque<br />
deseen lo mismo de su relación, describan metas aparentemente<br />
distintas.<br />
Tanto Fran como Sam expresaron con claridad que<br />
querían preservar su matrimonio y volver a sentirse unidos.<br />
Coincidieron en que su primer esfuerzo debía consistir<br />
en mejorar la comunicación entre ellos, lo cual significaba<br />
disminuir las riñas. Sin embargo, pocos minutos<br />
después estaban enzarzados en una discusión acerca de si<br />
debían hablar de sus finanzas o de los celos de Sam.<br />
Para no quedar atrapado en este proceso «o bien... o<br />
bien», el terapeuta debe ayudar a la pareja a redefinir su<br />
concepción del problema para tender un puente entre sus<br />
perspectivas individuales. Por ejemplo, podrían seguir su<br />
conversación, pero empleando el término «diferencias» en<br />
202<br />
lugar de «finanzas» y «celos». De este modo, la conversación<br />
se referiría a las «riñas acerca de las diferencias», sobre<br />
lo cual ambos concuerdan.<br />
Otra opción es cambiar de tema y hacer preguntas sobre<br />
la época en que Fran y Sam «se sentían más conectados».<br />
Esto es algo que ambos clientes dijeron querer, y es<br />
sin duda otro modo de ver su meta.<br />
Una tercera opción consiste en ir un paso más allá e<br />
introducir el proceso en relación con un problema que los<br />
clientes no mencionaron. «Me pregunto si lo que ambos<br />
dicen es que cada uno se siente controlado por el otro». Si<br />
su pareja lo admite, la entrevista puede continuar con<br />
preguntas sobre cuál sería para Fran una señal de que<br />
Sam es un poco menos controlador en materia de finanzas<br />
y qué indicaría a Sam que Fran ha moderado sus celos.<br />
¿Hay momentos en que ya se sienten menos controlados<br />
en esos aspectos?<br />
Este ejemplo demuestra que a veces los terapeutas deben<br />
contribuir con sus propias ideas —en este caso, con su<br />
visión del proceso— para ayudar a los clientes a centrar<br />
su pensamiento. Tales contribuciones, cuando se ajustan<br />
a las necesidades de los clientes, son muy apreciadas y refuerzan<br />
el clima emocional porque transmiten comprensión.<br />
Sin embargo, aun cuando no sea aceptada, la idea<br />
puede encauzar el pensamiento de los clientes hacia descripciones<br />
diferentes y más útiles de su problema. Por<br />
ejemplo, Fran y Sam podrían pensar que «controlarse»<br />
mutuamente es una descripción menos exacta de sus sentimientos<br />
que «ser tratado como un niño». <strong>El</strong> lenguaje de<br />
los clientes es siempre el mejor.<br />
Para lograr lo que desean de la terapia, los clientes deben<br />
asumir la responsabilidad por el cambio y hacer algo<br />
diferente. Una señal clara de que no sucede así es el informe<br />
de una o de las dos partes en el sentido de que las cosas<br />
se están deteriorando después de haber mejorado. La manera<br />
más conveniente de explorar esta novedad es entrevistar<br />
a las partes por separado. A veces, una persona advierte,<br />
gracias al proceso terapéutico, que sus expectativas<br />
eran erróneas. Es posible que su pareja satisfaga las<br />
expectativas, pero sus sentimientos no han cambiado. La<br />
203
gente puede desenamorarse cuando las cosas han marchado<br />
mal durante largo tiempo, y los sentimientos de<br />
antaño pueden ser irrecuperables.<br />
La comunicación<br />
La mayoría de las parejas que inician una terapia<br />
mencionan la «mala comunicación» como uno de sus mayores<br />
problemas. Por lo general, aluden así a que cada<br />
uno de sus miembros siente que el otro interpreta erróneamente<br />
lo que él dice y hace. Un modo de cooperar con<br />
este concepto es decir que «cada uno tiene que aprender el<br />
lenguaje del otro». En este contexto, «lenguaje» se refiere<br />
al modo de expresión verbal y no verbal de la gente. Con<br />
frecuencia, los clientes se sorprenden al comprobar que,<br />
por sí solo, el amor no lleva a la comprensión. <strong>El</strong> terapeuta<br />
tiende un puente de comprensión al pedir a ambas<br />
partes que aclaren sus palabras y acciones. Esto pone a<br />
sus diferencias, antes vistas percibidas como una falta de<br />
afecto, bajo una luz más favorable y da cabida a la adaptación<br />
mutua.<br />
EJEMPLO DE CASO: MIRIAM Y NATE<br />
Miriam, que unos meses antes había dejado a Nate,<br />
volvió con él para tratar de salvar su matrimonio. <strong>El</strong> tema<br />
que se discutía en este caso era la relación sexual. Miriam<br />
se sentía sexualmente presionada por Nate y a este le parecía<br />
que ella rechazaba o eludía sus insinuaciones sexuales.<br />
Terapeuta: ¿Puede imaginar alguna manera de que Nate<br />
inicie un acercamiento sexual sin que usted se sienta<br />
presionada?<br />
Miriam: Bueno, tal vez si me abordara de un modo más<br />
amable... todo eso... el momento apropiado... el «eh,<br />
qué te parece si....... es tan...<br />
204<br />
Terapeuta: ¿Está diciendo que quiere que sea más romántico?<br />
{Observa que Miriam y Nate intercambian una mirada.<br />
Nate se ríe con timidez.)<br />
Miriam (irritada, a la terapeuta): Ya ve cómo me trata. ¡Se<br />
ríe cuando digo lo que necesito!<br />
Nate: No me reí.<br />
Miriam: Sí, te reiste. Lo haces a menudo.<br />
Terapeuta: ¿Qué quiso dar a entender con esa risa, Nate?<br />
Nate: No lo sé. Me siento muy frustrado porque me parece<br />
que no puedo avanzar. No puedo hacer las cosas como ella<br />
quiere, y por eso me siento frustrado.<br />
Terapeuta: ¿Quiere decir que se ríe cuando se siente frustrado?<br />
Nate: Quizá. Nunca había pensado en eso.<br />
Terapeuta: ¿Usted lo sabía, Miriam?<br />
Miriam: No. No tiene sentido. Cuando se ríe de mí sufro<br />
terriblemente.<br />
Terapeuta: ¿Por qué sufre?<br />
Miriam: Porque no le importo ni le importa lo que quiero.<br />
Nate: Eso es precisamente lo que yo siento. Anoche llegué<br />
a casa, ella estaba hablando por teléfono, le di un beso y<br />
me sacó de encima... (Miriam comienza a llorar quedamente<br />
mientras Nate habla.) Cada vez que trato de demostrarle<br />
amor, me rechaza... así que ¿cómo puedo seguir<br />
siendo romántico? Tal vez yo reacciono enojándome o<br />
criticando... sé que me pongo así... pero ¿mi enojo no tiene<br />
importancia?<br />
Terapeuta (a Miriam, que aún está llorando): Usted<br />
parece muy desanimada.<br />
Miriam: Lo estoy. Hago todo lo que puedo para que nuestro<br />
matrimonio ande bien, pero nunca es suficiente.<br />
Terapeuta: Vamos a ver si entiendo. Nate acaba de decir<br />
que trata de hacer cosas como besarla cuando llega a la<br />
casa...<br />
Miriam (interrumpiendo): ¿Cuando estoy hablando por<br />
teléfono? No voy a dejar de hablar para hacer el amor<br />
con él.<br />
Terapeuta (a Miriam): ¿Eso significa el beso para usted?<br />
¿Que él quiere sexo?<br />
Miriam: Sí.<br />
205
Terapeuta (a Nate): ¿Es así?<br />
Nate: No. Ese es un ejemplo perfecto de lo que me hace<br />
sentir rechazado.<br />
Terapeuta: ¿Cuál era la intención del beso?<br />
Nate: Llegué a casa y quise demostrarle que me alegraba<br />
verla. Si la beso, no es necesariamente porque quiera<br />
acostarme con ella.<br />
Miriam: Yo estaba discutiendo con mi madre y no quería<br />
distraerme. <strong>El</strong> interpreta todo lo que hago como una<br />
muestra de que no lo quiero.<br />
Nate (con lágrimas en los ojos): No es fácil confiar en tu<br />
amor sólo porque volviste. ¿Cómo puedo saber que me<br />
quieres si no me lo demuestras con hechos? Siempre temo<br />
que vuelvas a irte y por eso busco algo que me tranquilice.<br />
¿Crees que no me duele cuando no entiendes lo que necesito?<br />
Fue muy bueno verte llorar ahora. Me hizo pensar<br />
que tal vez me quieras. No quiero lastimarte... ¡de veras!<br />
Terapeuta: ¿Usted dice entonces que todo lo que hace es<br />
un esfuerzo por asegurarse de que ella lo ama?<br />
Nate: Sí.<br />
Terapeuta: ¿Podrá ella darle esa seguridad de algún modo,<br />
aun cuando no quiera que la toquen ni hacer el amor<br />
en el mismo momento que usted?<br />
Nate: ¡Podría decírmelo! Bueno, a veces me dice que me<br />
ama... pero no lo bastante. Necesito oír esas palabras, así<br />
no tengo que esforzarme tanto por averiguarlo de otra manera.<br />
Miriam (a la terapeuta): No sabía que él se sentía tan mal<br />
y que no tengo que tomar tan... tan al pie de la letra...<br />
todo lo que hace. Lo recordaré la próxima vez y voy a tranquilizarlo<br />
en lugar de apartarme. Pero sería más fácil si<br />
también él me dijera lo que siente. No soy telépata.<br />
Obsérvese que la terapeuta actuó literalmente como<br />
traductora para los miembros de la pareja, y al hacerlo estos<br />
aprendieron a interpretar mejor sus respectivas intenciones.<br />
206<br />
Psicoeducación<br />
Un tema de discusión frecuente entre quienes practican<br />
la terapia breve centrada en la solución es en qué medida<br />
debe uno enseñar o entrenar a los clientes para poder<br />
considerarse verdaderamente «centrado en la solución».<br />
Mi respuesta consiste en que si, como resultado de nuestras<br />
indagaciones, comprobamos que los clientes carecen<br />
sin lugar a dudas de cierta información o de ciertas habilidades,<br />
y creemos que esa información puede serles útil,<br />
deberíamos considerar seriamente la posibilidad de suministrársela.<br />
Sprenkle y sus colegas (1999) han señalado la renuencia<br />
de los terapeutas posmodernos a proporcionar información<br />
a los clientes.<br />
«También es posible que se resistan a ver lo que hacen como<br />
enseñanza o entrenamiento. Sin embargo, ayudar a<br />
los clientes, por ejemplo, a "reescribir" sus historias de vida<br />
incluye un elemento de instrucción. Creemos que, en la<br />
actividad de la mayoría de los TCF [terapeutas conyugales<br />
y familiares], el suministro de información cumple probablemente<br />
un papel más importante de lo que suele reconocerse»<br />
(pág. 344).<br />
Los autores sostienen, asimismo, que un análisis de<br />
videocintas de Minuchin y Whitaker demostró que un<br />
elevado porcentaje de sus respuestas podía clasificarse<br />
como suministro de información, interpretación y<br />
orientación (Friedlander, <strong>El</strong>lis, Raymond, Siegel y Milford,<br />
1987).<br />
Un concepto útil que podemos presentar a las parejas<br />
es el de las etapas evolutivas de las relaciones. La mayoría<br />
de las parejas esperan que su relación siga siendo<br />
igual que cuando se conocieron, e incluso que mejore. Esta<br />
expectativa es poco realista. En la primera etapa de una<br />
relación —la etapa romántica—, los miembros de la pareja<br />
están «ciegos de enamoramiento» y en realidad no se conocen<br />
en absoluto. Cada uno trata de ser lo que el otro<br />
quiere que sea y minimiza todo lo que no le agrada. Pero<br />
207
al aumentar la confianza, se relajan y actúan con más naturalidad.<br />
Esto puede o bien ser aceptado por el otro o bien<br />
provocar desconfianza y distanciamiento. Las parejas<br />
pueden permanecer estancadas en este punto durante<br />
años. La tarea que tienen por delante es el pasaje a la<br />
etapa de la intimidad emocional. Se trata de una fase en<br />
la cual comienza la relación real, que puede crecer indefinidamente.<br />
E implica interesarse en las diferencias en<br />
vez de tratar de eliminarlas, y no intentar influir en el<br />
otro para que cambie. Significa convalidar al otro actuando<br />
de una manera que exprese este mensaje: «Te acepto y<br />
te amo a pesar de nuestras diferencias», en contraste con<br />
una actitud que diga «Sólo te amo cuando eres quien yo<br />
quiero que seas». Las diferencias son normales porque<br />
cada persona es única, y en una relación saludable es preciso<br />
negociarlas para que no haya un ganador ni un perdedor.<br />
Intimidad emocional significa que cada miembro<br />
de la pareja está tan interesado en la felicidad del otro como<br />
en la propia y se esfuerza por alcanzarla.<br />
Este tipo de «educación» es una forma de reformulación.<br />
Enseñar a la gente a comunicarse con más claridad<br />
proporcionándole habilidades específicas es una educación<br />
más directa:<br />
Sue: ¿Cuántas veces tengo que pedirte que antes de salir<br />
para volver a casa me llames para preguntarme si necesito<br />
algo del supermercado?<br />
Fred: Cuando estoy muy metido en algo al final del día, en<br />
lo único que pienso es en apurarme a llegar a casa porque<br />
quieres que te ayude con los chicos.<br />
Sue (con enojo): ¿Qué clase de ayuda es esa si después<br />
tengo que salir corriendo al supermercado para comprar<br />
leche? ¿No puedes pensar en mí para variar?<br />
Fred (cada vez más enojado): Yo podría decir lo mismo.<br />
En una situación como esta sería útil averiguar si la<br />
pareja conoce modos menos irritantes de comunicarse y si<br />
los usa alguna vez. De ser así, ¿en qué circunstancias?<br />
¿Qué es lo que diferencia esos momentos? Sin embargo, si<br />
208<br />
dicen que es su modo habitual de comunicarse, sería lícito<br />
sugerirles algunas alternativas, tales como los mensajes<br />
«de la primera persona» [«I» messages].<br />
Intimidad sexual<br />
La intimidad sexual es inherente a toda relación de pareja.<br />
Muchas parejas no vacilan en abordar el tema por su<br />
propia iniciativa. Otras no lo mencionan hasta que lo hace<br />
el terapeuta. A mi entender, los clientes quieren hablar de<br />
ello y esperan que el terapeuta les haga preguntas al respecto.<br />
Por lo general, cuando en una pareja hay resentimiento<br />
mutuo, sus miembros informan de una caída de<br />
la frecuencia y la satisfacción de la actividad sexual. Las<br />
mujeres, más que los hombres, dicen que no tienen ganas<br />
de tener ningún contacto sexual cuando sienten que su<br />
pareja las ha herido. Ayudar a una pareja a restaurar su<br />
intimidad sexual es un paso importante para salvar las<br />
diferencias, pero también uno de los últimos que deben<br />
darse, a menos que ambos lo consideren prioritario. La<br />
intimidad sexual requiere una gran confianza. Cuando<br />
una relación ha estado signada por el resentimiento durante<br />
algún tiempo, es preferible restaurar o reforzar la<br />
confianza en otros niveles antes de intentar una experiencia<br />
sexual que podría resultar decepcionante.<br />
A veces, las partes informan que su intimidad sexual<br />
es satisfactoria, aunque todos los demás aspectos de su<br />
relación funcionan mal. Esta información puede ser un<br />
recurso valioso. Es factible utilizarla para ayudarlas a<br />
transferir a otros aspectos de su relación las habilidades<br />
que ponen en juego para satisfacerse mutuamente en el<br />
terreno de la sexualidad. Se les podría decir:<br />
«<strong>El</strong> buen sexo requiere una comunicación sutil en lo<br />
concerniente a dar y pedir placer. Ustedes parecen tener<br />
mucha habilidad para eso. ¿Qué hace cada uno para<br />
mostrar su sensibilidad al otro cuando hacen el<br />
amor? ¿Cuáles son las diferencias entre lo que sienten<br />
el uno por el otro cuando hacen el amor y lo que sien-<br />
209
ten en otros momentos? [Es preciso obtener la mayor<br />
cantidad posible de detalles, pero sin llegar a provocar<br />
incomodidad en los clientes.] ¿Podrían darme un ejemplo<br />
de cómo emplearían esas habilidades para manejar<br />
su problema (concerniente a las finanzas, la crianza de<br />
los hijos, las peleas, etcétera)?».<br />
<strong>El</strong> mensaje de recapitulación<br />
En lo que atañe a los mensajes de recapitulación para<br />
las parejas, es preciso destacar varios puntos:<br />
1. Asegúrese de dirigirse por separado a cada uno de<br />
los miembros de la pareja para comunicarle lo que<br />
le escuchó decir.<br />
2. Respóndales por separado y no deje de formular<br />
una opinión sobre su proceso interaccional. «Mi impresión<br />
es que ustedes tienen modos diferentes de<br />
reaccionar cuando se sienten heridos. Mary lanza<br />
golpes y Jeff se retrae».<br />
3. Enuméreles la mayor cantidad posible de cosas<br />
que, a su juicio, tienen en común. No es necesario<br />
que sean cosas positivas. Puede tratarse de su sentimiento<br />
de desesperanza o de la intensidad de su<br />
ira. Si no encuentra otra cosa, señale al menos que<br />
ambos estuvieron de acuerdo en acudir a la sesión.<br />
4. Si se refirieron a sus sentimientos, coméntelos bajo<br />
el encabezado de «lo que les escuché decir». Si no lo<br />
hicieron, no deje de incluir lo que usted percibe<br />
sobre sus sentimientos en «mi respuesta es».<br />
Conclusión<br />
Al trabajar con parejas debemos hacer malabarismos<br />
para asegurarnos de que estamos transmitiendo aceptación<br />
y comprensión a ambas partes. Para fortalecer la<br />
idea de que nuestro contrato es con la relación y no con un<br />
individuo, es aconsejable no permitir que una de las par-<br />
210<br />
tes nos llame por teléfono entre sesiones para chismorrear<br />
sobre la otra. Debemos mantener con firmeza la consigna<br />
de que todo debe hablarse en presencia de ambas partes<br />
durante las sesiones conjuntas. De igual modo, si una de<br />
ellas nos pide una sesión por separado, debemos preguntarle<br />
si la otra está enterada de su pedido. Si no lo está, insistiremos<br />
en que le informe acerca de la llamada, así como<br />
de sus motivos para hacerla. Siempre solicite a la otra<br />
parte que también acuda a una sesión individual, a fin de<br />
evitar cualquier sospecha de parcialidad.<br />
Las parejas se transforman en familias. Las relaciones<br />
entre padres e hijos y entre hermanos difieren de las que<br />
se dan entre dos adultos unidos por lazos románticos. Por<br />
esta razón, la terapia familiar será tratada por separado<br />
en el próximo capítulo.<br />
211
9. Terapia familiar<br />
Las parejas están formadas por adultos sin relación<br />
consanguínea que han decidido vivir juntos y que por lo<br />
general pueden recurrir a medios jurídicos para poner fin<br />
a su relación. Las familias tienen lazos inmutables que<br />
abarcan varias generaciones. Los padres están biológicamente<br />
motivados y socialmente obligados a cuidar a sus<br />
hijos hasta que estos sean capaces de cuidarse solos. Pero<br />
las relaciones familiares no terminan cuando los hijos se<br />
independizan. En las circunstancias más favorables, los<br />
miembros de la familia se adaptan a las exigencias de límites<br />
diferentes y vínculos cambiantes. En las circunstancias<br />
menos propicias, luchas no resueltas proyectan<br />
sobre la familia una sombra ineludible. Sea cual fuere la<br />
calidad de las relaciones familiares, la mayoría de las culturas<br />
consideran que los hijos adultos tienen la obligación<br />
moral de cuidar a sus padres ancianos y a sus hermanos<br />
cuando estos no son capaces de manejarse solos. Estos lazos<br />
que obligan iluminan el trabajo con familias con una<br />
luz diferente del trabajo con parejas, pero también son un<br />
recurso de enorme importancia.<br />
Los principios terapéuticos esbozados en el capítulo<br />
anterior en lo concerniente al trabajo con parejas también<br />
son aplicables al trabajo con familias. En este capítulo<br />
sólo describiremos las principales diferencias.<br />
Evaluación<br />
La evaluación de las familias no tiene por objeto determinar<br />
—como en el caso de las parejas— si la terapia es<br />
apropiada para ellas. Como las familias no pueden divor-<br />
212<br />
ciarse y la patria potestad únicamente se extingue en circunstancias<br />
extremas, nunca se plantea si la relación debe<br />
continuar o concluir. Siempre habrá una relación. <strong>El</strong><br />
tema es su calidad y quién está dispuesto a contribuir a<br />
mejorarla. <strong>El</strong> propósito de la evaluación es establecer a<br />
quiénes se debe invitar a las sesiones y cómo conviene<br />
agruparlos.<br />
Familias con hijos pequeños o adolescentes<br />
La decisión de incluir o no a los hijos pequeños o adolescentes<br />
desde el principio en la terapia familiar se basa,<br />
habitualmente, en la orientación teórica. Los terapeutas<br />
sistémicos prefieren ver in vivo todo el sistema familiar a<br />
fin de decidir qué patrones interrumpir o cómo cambiar la<br />
estructura de la familia. Quieren obtener la mayor información<br />
posible sobre el sistema, desde múltiples puntos<br />
de vista, incluido el de un niño de tres años que aún no ha<br />
aprendido a armar historias (Minuchin y Fishman, 1981;<br />
Napier y Whitaker, 1978).<br />
Los terapeutas de orientación constructivista probablemente<br />
dejarán que la familia diga quiénes quieren<br />
asistir a la sesión, lo cual concuerda con una postura que<br />
niega su carácter de expertos y propicia la aceptación de<br />
los clientes.<br />
Naturalmente, cuanto más numerosos sean los miembros<br />
de la familia con quienes interactúe el terapeuta,<br />
más oportunidades habrá de arribar a una solución. Por<br />
otra parte, el cambio requiere motivación, de modo que es<br />
mucho lo que podría decirse en favor de que sólo los miembros<br />
más motivados concurran a las sesiones. Los niños<br />
pueden ser una valiosa fuente de datos, pero también un<br />
factor de perturbación. Los padres quizá posean información<br />
pertinente que no pueden o no quieren revelar en<br />
presencia de los miembros más jóvenes de la familia. Los<br />
terapeutas pueden tener opiniones diversas respecto de la<br />
cantidad de información confidencial que debe haber en<br />
una familia.<br />
213
Por mi parte, prefiero tratar de proteger a los jóvenes<br />
en sus años formativos, y evitar que se vean como anormales,<br />
según ocurre cuando son llevados al consultorio de<br />
un psiquiatra, o que se los etiquete innecesariamente. Como<br />
es parte del orden natural de las cosas que los padres<br />
ayuden a sus hijos y les enseñen a comportarse frente a<br />
los demás, parece apropiado comenzar a hablar con ellos<br />
de la situación. Si demuestran estar motivados para hacer<br />
algo diferente, se podrá ir con rapidez al encuentro de las<br />
metas sin necesidad de involucrar a su hijo. Pero si, como<br />
ocurre con frecuencia, creen que el problema está en su hijo,<br />
lo mejor es cooperar y evaluar también a este antes de<br />
comenzar las sesiones con la familia. La colaboración con<br />
los padres es importante porque son ellos quienes deciden<br />
si van a continuar o no la terapia.<br />
Cómo estructurar la conversación<br />
Terminadas las presentaciones, una manera natural<br />
de iniciar la conversación consiste en dirigirse a los miembros<br />
de la familia en orden jerárquico a partir de los padres,<br />
para finalizar con el hijo menor. Para evitar cualquier<br />
inclinación de género, miro a ambos padres a la vez<br />
y pregunto: «Y bien, ¿quién quiere decirme algo acerca de<br />
ustedes y de su familia?». Esta pregunta probablemente<br />
los inducirá a explicar sus motivos de queja. Es preciso<br />
asegurarse de obtener el relato de ambos, independientemente<br />
de quién haya sido el primero en hablar.<br />
<strong>El</strong> paso siguiente consiste en mirar otra vez a ambos<br />
padres y preguntarles qué esperan como resultado de las<br />
sesiones. Esta pregunta nos lleva a sus ideas sobre las metas.<br />
También en este caso es útil pasar de un padre a otro<br />
y comparar lo que dicen. Yo espero que ellos terminen, antes<br />
de preguntar a los hijos qué opinan del problema y de<br />
las metas. En la mayoría de los casos, padres e hijos concuerdan<br />
en que existe un conflicto, pero discrepan respecto<br />
de las causas. En general, los preadolescentes tienden a<br />
214<br />
reconocer que deben modificar su comportamiento. Los<br />
adolescentes, en cambio, fingen apocamiento o se quejan<br />
de las injusticias que sufren en su vida. Estos ecos de los<br />
problemas evolutivos no deben llevarnos a ignorar a los<br />
adolescentes ni a olvidar que cada cliente es único. Los<br />
jóvenes pueden aportar mucha información valiosa en las<br />
sesiones si se sienten seguros y comprendidos.<br />
Una regla fundamental cuando se trabaja con familias<br />
es no dedicar demasiado tiempo a considerar las diferencias<br />
sin dirigir la conversación hacia lo que los miembros<br />
de la familia comparten, aunque se trate de algo negativo.<br />
Los adolescentes y sus padres, en especial, sienten que los<br />
separa un profundo abismo en toda clase de asuntos. A<br />
menudo sostienen que su relación se asemeja a la de desconocidos<br />
que no tienen nada en común o a la de enemigos<br />
que libran una guerra. En verdad, la tarea de permitir<br />
que un hijo se independice sin dejar de ofrecerle protección<br />
no tiene nada de fácil. Por otra parte, también es difícil<br />
imaginar qué queremos ser, al margen de los deseos de<br />
nuestros padres pero sin perder su aprobación y apoyo. <strong>El</strong><br />
descubrimiento de que los miembros de la familia de todas<br />
las edades comparten la angustia, el miedo y las desilusiones,<br />
como también la lealtad, el amor y la preocupación,<br />
puede constituir una buena base para hallar soluciones.<br />
<strong>El</strong> paso de una perspectiva excluyente, «o bien... o<br />
bien», a una visión incluyente, «tanto... como», facilita el<br />
surgimiento de alternativas.<br />
EJEMPLO DE CASO: LA FAMILIA T<br />
<strong>El</strong> extracto de un caso que se presenta a continuación<br />
ilustra la evaluación y la estructura de una primera sesión<br />
con una familia.<br />
<strong>El</strong> señor y la señora T vinieron con sus dos hijos: Ron,<br />
de 14 años, y Bob, de 12. Los derivó un asesor escolar a<br />
causa de la conducta desafiante de Ron y sus recientes<br />
inasistencias injustificadas. La señora T insistió en que<br />
toda la familia estuviera presente en la sesión.<br />
215
Terapeuta (dirigiéndose a los padres, después de las presentaciones<br />
de rigor y de algunos comentarios circunstanciales):<br />
Y bien, ¿quieren decirme algo más acerca del<br />
motivo que los trajo aquí? Tengo entendido que la escuela<br />
les sugirió que vinieran.<br />
Señora T:. Ron nos tiene muy apenados últimamente. No<br />
sé qué le ocurre. Era un chico tan bueno. Sin problemas en<br />
la escuela... un alumno de ocho para arriba... buenos<br />
amigos... y ahora sus notas son horribles... se insolentó<br />
con algunos profesores y se escapó de varias clases {lagrimeando).<br />
Estoy muy preocupada.<br />
Terapeuta: Puedo entenderlo... (Al señor T.) ¿Y qué piensa<br />
usted de todo eso?<br />
Señor T. Bueno, a mí tampoco me agrada. Pero no estoy<br />
tan inquieto como Lily. Quiero decir. .. por un lado, esa<br />
conducta es inaceptable, pero supongo que los varones se<br />
desmandan a veces. Recuerdo que a esa edad yo era....<br />
Señora T: Ah, ¿y qué habría hecho tu padre si hubieras roto<br />
los buzones de los vecinos?<br />
Señor T: Bueno, ya conoces a mi padre. Enseguida se sacaba<br />
el cinturón, pero las cosas han cambiado.<br />
Señora T(al terapeuta): Supimos por los padres de uno de<br />
los amigos de Ron que algunos de los chicos han abierto<br />
buzones y robado cosas. {Se desvía del problema en la escuela.)<br />
Terapeuta: ¿Qué clase de cosas?<br />
Señora T. Revistas... material que no deberían ver... Tuvieron<br />
esa idea... sabe, nosotros controlamos lo que hacen<br />
en Internet... entonces encargan pornografía dando<br />
la dirección de algunos de nuestros vecinos que trabajan<br />
todo el día y después la sacan de los buzones antes de que<br />
ellos vuelvan a su casa. A veces se quedan con otras cosas<br />
que encuentran allí...<br />
Terapeuta: ¿Por ejemplo?<br />
Señor T: Le dije a Ron que es un delito federal... Por<br />
suerte no roban cheques... Han sacado otros catálogos y<br />
algunas publicidades de concursos para ganar dinero.<br />
Terapeuta: [No quiere escuchar a una de las partes durante<br />
demasiado tiempo e interroga al hijo para conocer<br />
216<br />
su versión del problema.! {A Ron.) Y bien, Ron, ¿qué dices<br />
tú de todo eso?<br />
Ron (se encoge de hombros): Sí. Es así... pero no hicimos<br />
ningún daño. Nonos llevamos nada... al menos nada valioso.<br />
Terapeuta: También me pregunto qué piensas sobre lo que<br />
dicen tus padres acerca de todo este asunto, sobre los<br />
buzones, los cambios en la escuela... tus notas. [Busca el<br />
modo más abierto de averiguar en qué consiste el problema<br />
según Ron.]<br />
Ron: Es que ya no es interesante. Es aburrido.<br />
Terapeuta: [Trata de comprender y aceptar.] Hum.. . sí...<br />
a tu edad, las cosas comienzan a verse de una manera<br />
muy diferente. Los intereses cambian. ¿Te preocupa lo<br />
que tus padres han dicho hoy aquí?<br />
Ron: Claro, pero no va a pasar nada. Apruebo todas las<br />
materias. . . quiero ir a la universidad. . . y ya paramos<br />
con lo del correo'.<br />
Terapeuta (manteniendo una actitud positiva): Bien, me<br />
alegro de que pienses en el futuro. A veces, los jóvenes de<br />
tu edad son demasiado inmaduros para tener en cuenta<br />
las consecuencias de sus actos en el futuro. (Al señor y la<br />
señora T.) ¿Sabían que Ron piensa en su futuro?<br />
Señora T. No parece que lo hiciera.<br />
Señor T. Supongo que no.<br />
Terapeuta: Apostaría a que les produce alivio oírlo decir<br />
que quiere ir a la universidad.<br />
Señor T. Es muy inteligente. Queremos que tenga todas<br />
las oportunidades posibles. Queremos que se sienta bien<br />
consigo mismo.<br />
Señora T: Queremos hacer todo para ayudarlo, pero tiene<br />
una actitud... Nos sentimos desalentados.<br />
Terapeuta: Ron, ¿sabías que tus padres así se sienten?<br />
Ron: No... siempre están furiosos.<br />
Terapeuta: En tu opinión, ¿qué significa esa furia?<br />
<strong>El</strong> señor y la señora T se enteraron de que para Ron su<br />
enojo significaba que lo consideraban incorregible, y él ya<br />
no podía modificar esa opinión. Ron descubrió que a juicio<br />
217
de sus padres él había renunciado a cambiar, y ellos carecían<br />
de recursos para modificar esa situación. <strong>El</strong> terapeuta<br />
comenzó entonces a hablar con Bob.<br />
Terapeuta: ¿Qué piensas acerca de todo esto, Bob?<br />
Bob: No sé. Creo que es una estupidez. Hay demasiado<br />
griterío en casa.<br />
Terapeuta: [Usa una pregunta circular para verificar<br />
cómo reaccionan los padres ante la conducta de Ron]<br />
¿Qué pasa en tu familia cuando tus padres se enojan por<br />
tu conducta o por la conducta de Ron?<br />
Bob: Nos prohiben salir o nos sacan el teléfono. A Ron lo<br />
dejan castigado muchas veces... y mamá y papá gritan.<br />
Terapeuta (al señor y la señora T): ¿La prohibición de salir<br />
da resultado?<br />
Señora 7} No, para nada.<br />
Señor T, Siempre le digo a Lily que es demasiado. Dejarlo<br />
castigado todo un mes es demasiado. [<strong>El</strong> terapeuta no da<br />
por el momento una respuesta a este desacuerdo entre los<br />
padres para no desviarse del tema.]<br />
Señora T, Bueno, sacarle el teléfono no sirvió.<br />
Ron: Si tan sólo me dejaran de molestar, yo estaría perfectamente.<br />
Terapeuta: [Coopera con los padres para reafirmar la jerarquía<br />
natural, pero al mismo tiempo trata de seguir conectado<br />
con Ron.] Sé que crees eso, Ron, pero ellos no serían<br />
padres responsables si no se preocuparan por lo que<br />
pasa con tu vida. También son legalmente responsables si<br />
cometes un delito. Pero pareces confiar en que las cosas<br />
marcharán bien en la escuela aunque te aburras, y ya no<br />
volverás a meterte en los buzones. ¿Se te ocurre alguna<br />
idea para convencer de eso a tus padres?<br />
Ron: Tendrán que esperar y ver. Voy a trabajar más en la<br />
escuela... ya lo estoy haciendo.<br />
Señora T: ¡Ojalá pudiéramos creerlo!<br />
Ron: No me dan ninguna oportunidad. Me tratan como a<br />
un nene. Llaman a la escuela y a la casa de mis amigos.<br />
Señor T: Lily se angustia mucho... vive preocupada. Ni<br />
ella ni sus hermanas hacían nada malo en su casa cuando<br />
eran niñas.<br />
218<br />
Terapeuta: ¿Usted confía en que Ron no volverá a meterse<br />
en líos?<br />
Señor T: Bueno, la verdad es que no. Ya dijo otras veces<br />
que lo intentaría. Las cosas han ido demasiado lejos. (<strong>El</strong><br />
padre parece estar motivado.)<br />
Terapeuta: Entonces, ¿se le ocurre alguna idea para que<br />
Ron demuestre que habla en serio?<br />
Señor T: Bueno, en realidad, no hasta que recibamos la<br />
libreta de calificaciones o dejen de denunciar que merodea<br />
los buzones. Creo que debería dejar de vagar con los chicos<br />
con quienes hacía esas cosas.<br />
Ron (con enojo): No deberías acusarlos. . . no tienen la<br />
culpa.<br />
Terapeuta: Ron, ¿qué te llevará a cumplir tu palabra?<br />
Ron: Deberían dejarme en paz. .. no controlarme. ..<br />
Terapeuta: ¿En la escuela? ¿En el barrio?<br />
Ron: <strong>El</strong>la debería dejar de preguntarme qué pasó en la<br />
escuela... cuánta tarea tengo para hacer en casa... si ya<br />
la hice... adónde voy.<br />
Terapeuta: ¿Qué piensan de eso, mamá y papá? [Se dirige<br />
a ambos padres, aunque Ron sugirió que la madre dejara<br />
de presionarlo.]<br />
Señora T: ¿Y si yo hiciera eso y todo empeorara? Además,<br />
creo que deberíamos saber adónde va cuando sale.<br />
Terapeuta (dando la razón a los padres): Sí, él debería<br />
decirles.<br />
Señor T. Estoy dispuesto a permitirle que nos demuestre<br />
que puede hacerlo.<br />
Señora T: ¿Sin decirnos adónde va?<br />
Señor T. No, me refería a su trabajo en la escuela. Tenemos<br />
que saber dónde está.<br />
Ron: Los otros chicos no tienen que dar un parte. Me siento<br />
como un nene.<br />
Terapeuta (cooperando tanto con el señor y la señora T como<br />
con Ron): Ron, la mayoría de los padres que se preocupan<br />
por sus hijos quieren saber dónde están. Entonces,<br />
mamá y papá, Ron dice que asumirá la responsabilidad<br />
por su comportamiento y su trabajo en la escuela si nadie<br />
lo controla. Pero siempre conviene empezar por dar pequeños<br />
pasos. Ron, ¿se te ocurre algún pequeño paso para<br />
219
dar en casa y en la escuela y en el que tus padres puedan<br />
confiar?<br />
Ron dio pruebas de su motivación al decir que todas las<br />
noches mostraría a sus padres sus tareas terminadas si<br />
dejaban de hacerle preguntas sobre el tema, y que los llamaría<br />
al salir de la escuela para avisar si volvía directamente<br />
a su casa y dónde estaría. Se pidió a Ron y sus padres<br />
que concurrieran a sesiones por separado. Ron fue<br />
atendido tres veces en otras tantas semanas, y una vez<br />
más dos semanas después. Sus padres concurrieron dos<br />
veces, con dos semanas de intervalo. Bob no fue incluido.<br />
Ron recibió apoyo para tomar por su cuenta decisiones<br />
que lo beneficiaran en el largo plazo y cumplir lo prometido.<br />
También se ayudó al señor y la señora T a ver en los<br />
cambios de Ron pequeños pasos que debían ser alentados,<br />
y no criticados. Cuando tanto Ron como sus padres informaron<br />
que había habido progresos en la casa y la escuela,<br />
se los convocó a una sesión conjunta, a la que también<br />
asistió Bob. Todos aportaron ideas sobre las diferencias<br />
producidas y el modo de seguir por ese camino.<br />
Cuando los padres no quieren intervenir<br />
Algunos padres traen a su hijo a terapia con la esperanza<br />
de que lo «arreglen». No tienen intención de intervenir<br />
en el proceso, lo cual puede ser una señal de que se<br />
sienten derrotados y han perdido toda confianza en su<br />
aptitud como padres. La mejor manera de cooperar es ver<br />
al niño a solas e incorporar a los padres a la terapia corno<br />
asesores. En calidad de tales se sienten más seguros y<br />
pueden llegar a reconocer gradualmente la importancia<br />
de su participación. Si también se muestran renuentes<br />
a desempeñar ese papel, será preciso hacer un esfuerzo<br />
para conseguir que concurran al menos una vez «para que<br />
yo pueda conocer su versión de la historia».<br />
Lo primero que debe hacerse en esa «consulta» es estar<br />
atento a cualquier cosa que pueda reforzarse sin faltar a<br />
220<br />
la verdad. Nunca deberíamos ser insinceros y, por ejemplo,<br />
felicitar a un padre por ser consecuente si sólo lo es de<br />
vez en cuando. Podemos decir, sin embargo: «¡Puedo asegurar<br />
sin lugar a dudas que para usted es muy importante<br />
ser un buen padre! Se esfuerza por ser consecuente al<br />
fijar límites, y es importante que lo siga haciendo». Esta<br />
manifestación puede ser más eficaz para crear confianza<br />
que un comentario que el cliente sabe falso. La confianza<br />
va de la mano con el coraje de hacer algo diferente. Sólo se<br />
deben proponer sesiones conjuntas cuando se estime que<br />
los padres han cambiado de actitud y están dispuestos a<br />
participar.<br />
Si los padres muestran con claridad que no quieren<br />
intervenir en absoluto, la única opción es trabajar a solas<br />
con el niño.<br />
La reunión a solas con el niño<br />
La reunión a solas con un niño tiene la ventaja de permitir<br />
al terapeuta cooperar con él más estrechamente que<br />
en presencia de los padres. Estos esperan que el terapeuta<br />
defienda sus puntos de vista. Sin embargo, ni siquiera en<br />
ausencia de los padres es tarea fácil dar cabida al punto de<br />
vista del niño y ayudarlo a aceptar la realidad.<br />
Por lo general, los niños quieren que sus padres «dejen<br />
de estarles encima» respecto de algún asunto. Así, las quejas<br />
sobre los pedidos o prohibiciones parentales deben<br />
contrarrestarse de un modo amable pero realista, corno se<br />
hizo en el caso descripto precedentemente. La sugerencia<br />
al niño de que haga lo que quieren los padres probablemente<br />
debilitará su confianza. Para cooperar, el terapeuta<br />
puede preguntarle: «¿Qué es lo mínimo que estás dispuesto<br />
a hacer para que tus padres dejen de fastidiarte?». .<br />
Esta pregunta ofrece una opción que proporciona algún<br />
control y es más probable que se la considere una expresión<br />
de apoyo.<br />
También hay casos en que los padres, por una u otra<br />
razón, son negligentes o poco afectuosos. <strong>El</strong> terapeuta se<br />
221
encuentra entonces ante la penosa pero necesaria tarea<br />
de ayudar a los jovencitos a abandonar sus expectativas<br />
poco realistas y movilizar sus propios recursos para autovalorarse.<br />
<strong>El</strong> siguiente caso ilustra esta última situación.<br />
EJEMPLO DE CASO: TROY<br />
Troy, un niño de 11 años, fue derivado a terapia por un<br />
programa del condado para delincuentes juveniles, en el<br />
cual participaba luego de la escuela. <strong>El</strong> y otros tres muchachos<br />
habían sido acusados de intrusión y robo por<br />
haber entrado por la fuerza a una casa y haberse apoderado<br />
de un televisor y algo de dinero. <strong>El</strong> procedimiento habitual<br />
en las derivaciones correspondientes a este programa<br />
contemplaba que los padres acompañaran al cliente<br />
en la primera sesión y asistieran a sesiones familiares cada<br />
vez que el terapeuta lo recomendara. La madre de Troy<br />
se mostró lacónica y fría cuando la terapeuta la llamó<br />
para concertar una cita, y se negó a asistir a la sesión de<br />
ingreso con la excusa de que no tenía con quién dejar a sus<br />
hijos menores. Accedió de mala gana a mantener una breve<br />
entrevista telefónica, durante la cual aclaró que se había<br />
desentendido de Troy porque este no había hecho más<br />
que empeorar con los años. Dijo a la terapeuta que se había<br />
divorciado de su primer marido cuando Troy tenía dos<br />
años. <strong>El</strong> hombre era un alcohólico que la golpeaba y algún<br />
tiempo después fue enviado a prisión por agredir a un policía.<br />
La mujer se había casado con su actual marido —el<br />
padre de sus otros tres hijos— cuando Troy tenía cuatro<br />
años. Nuevamente embarazada, su quinto hijo debía nacer<br />
dentro de dos meses. Dijo que Troy había sido un chico<br />
«difícil» desde que nació. Lo había llevado a terapia varias<br />
veces a causa de sus rabietas, sus mentiras y su conducta<br />
rebelde.<br />
Troy era un muchacho bien parecido de tez morena,<br />
que aparentaba más edad de la que tenía y ostentaba una<br />
prematura pelusa sobre el labio superior. Se expresaba<br />
con espontaneidad y tenía un buen contacto ocular. Admitió<br />
sin rodeos su conducta delictiva, pero la racionalizó di-<br />
222<br />
ciendo que era el único medio de obtener dinero, puesto<br />
que era demasiado joven para trabajar y sus padres no le<br />
pasaban una mensualidad. Describió a su padrastro como<br />
un hombre severo, dado a proferir insultos; le provocaba<br />
enojo el hecho de que su madre nunca lo hubiera protegido<br />
contra ese maltrato verbal. «<strong>El</strong>la cree que soy un fracasado,<br />
como mi padre, porque está preso».<br />
A diferencia de muchos niños de su edad, a Troy no parecía<br />
molestarle tener que asistir a las sesiones de terapia.<br />
Al principio, la terapeuta actuó sin apresuramiento, a<br />
fin de establecer una relación. Durante varias semanas se<br />
limitó a hablar de cosas triviales, a charlar sobre la pasión<br />
de Troy —las historietas— y a escuchar sus relatos sobre<br />
su desdichada vida hogareña. Siempre que tenía la oportunidad,<br />
lo elogiaba por algo. Por ejemplo, cuando una vez<br />
el chico le dijo que había faltado a una sola clase en lugar<br />
de las tres o cuatro habituales, lo felicitó por haber tomado<br />
esa decisión y le preguntó qué otras cosas buenas había<br />
hecho por su cuenta desde la última sesión. Cuando él informó<br />
que una vez había salido de su casa en lugar de<br />
trenzarse en un duelo verbal con su padrastro, la terapeuta<br />
le pidió una detallada explicación de cómo había<br />
hecho para adoptar una decisión tan acertada. En todo<br />
momento escuchaba con un «oído constructivo» (<strong>Lipchik</strong>,<br />
19886) cualquier cosa que pudiera elogiarse como decisión<br />
correcta o cualidad positiva.<br />
Troy concurría con regularidad a las sesiones y parecía<br />
desilusionado cuando los feriados o el mal tiempo invernal<br />
le hacían perder alguna. Una vez establecido un<br />
vínculo de confianza, la terapeuta introdujo el tema de sus<br />
expectativas con respecto a la terapia. Al principio pareció<br />
desconcertado por la pregunta y dijo que simplemente le<br />
hacía bien sentarse a hablar con ella. La terapeuta le explicó<br />
el propósito de sus reuniones y le pidió que presentara<br />
algunas ideas sobre los temas en que quería trabajar.<br />
Troy: Estuve pensando en eso... en lo que quiero. Supongo<br />
que quiero aprender a hablar con mi mamá como hablo<br />
con usted.<br />
Terapeuta: ¿Sólo con tu mamá?<br />
223
Troy: Bueno, no estoy seguro sobre él [el padrastro], pero<br />
sería lindo que ella me escuchara a veces.<br />
Terapeuta: Creo que es una meta realmente buena, pero,<br />
sabes, quizás ella no tenga tiempo para venir aquí contigo,<br />
y a veces una persona no puede aprender por sí sola a<br />
tener una buena conversación con otra.<br />
Troy: ¿O sea que no podemos intentarlo?<br />
Terapeuta: Sí, podemos intentarlo. Pero no puedo prometerte<br />
que si te esfuerzas por aprenderlo, ella responderá<br />
como a ti te gustaría.<br />
Troy: Está bien.<br />
Terapeuta: ¿Alguna vez, que tú recuerdes, tuviste con tu<br />
madre el tipo de conversación que desearías tener? ¿O algo<br />
parecido, aunque fuera un poco? [Troy no pudo dar con<br />
ninguna excepción relacionada con su madre, pero sí describir<br />
buenas conversaciones con su difunto abuelo materno,<br />
una maestra y un vecino adolescente,] ¿Por qué crees<br />
que tienes mejores conversaciones con esas personas que<br />
con tu mamá?<br />
Troy: No sé.<br />
Terapeuta: ¿Hay algo diferente en ti cuando hablas con<br />
esas personas?<br />
Troy: Sí. Es como si tuviera en la cabeza esos dos personajes<br />
de historieta, el bueno y el malo, y ellos dirigen en<br />
diferentes momentos. <strong>El</strong> malo es siempre el jefe cuando<br />
estoy en casa, pero nunca cuando tengo una buena conversación.<br />
Terapeuta: ¿Y eso te parece bien?<br />
Troy: Sí. Son malos, así que el malo tiene que pelearlos.<br />
Terapeuta: Entonces, ¿cómo terminan en tus historietas<br />
las peleas entre los malos?<br />
Troy: Alguien tiene que terminar siendo bueno, y los malos<br />
pierden. Pero en mi casa eso no pasa. <strong>El</strong>los no terminan<br />
siendo buenos y yo tampoco. A mi mamá no le gusto.<br />
Siempre dice: «Eres como tu padre (mi verdadero padre).<br />
Te pareces a él, actúas como él y terminarás como él».<br />
La terapeuta comenzó a pedir a Troy que dibujara historietas<br />
en las que sus tipos buenos y malos interactuaran<br />
224<br />
de distintas maneras con otros personajes buenos y malos.<br />
También lo alentó a comunicarse con su maestra y el<br />
amigo adolescente y a aumentar las buenas conversaciones<br />
con ellos. Lo ayudó, además, con su maestra de arte de<br />
la escuela, quien a su vez lo invitó a unirse al club de arte.<br />
Cuando el «bueno» se volvió más dominante en la vida de<br />
Troy y este comenzó a sentirse más satisfecho consigo<br />
mismo, la terapeuta se preguntó si el «bueno» trataría alguna<br />
vez de predominar en el hogar. Troy hizo algunos esfuerzos<br />
tentativos, pero comprobó que no producían ningún<br />
efecto en la conducta de su madre hacia él. Esta desilusión<br />
fue comentada en la terapia:<br />
Terapeuta: Sé que estás desilusionado. Pero en realidad<br />
te estás esforzando todo lo posible por tener buenas conversaciones.<br />
Troy (estalla): ¿Qué sentido tiene todo eso?<br />
Terapeuta: ¿Eres el único a quien tu madre no le presta<br />
atención?<br />
Troy: No, siempre rezonga, pero es peor conmigo. Simplemente<br />
no le gusto (llora).<br />
Terapeuta: Es un pensamiento muy doloroso, pero ¿qué<br />
dice sobre ti?<br />
Troy: Que no soy bueno.<br />
Terapeuta: ¿De veras? ¿Y cómo es entonces que hay tantas<br />
otras personas con las que tienes buenas conversaciones y<br />
que piensan bien de ti?<br />
Troy: No sé.<br />
La terapeuta trabajó con Troy en tomo a la idea de que,<br />
aunque él era una buena persona, quizá su madre tuviera<br />
en esos momentos problemas que le impedían demostrarle<br />
su aprecio. Tal vez cuando él fuera mayor y ella comprobara<br />
que no era igual a su padre se mostraría muy contenta<br />
de que así fuera.<br />
En el proceso de adaptarse al rechazo de su madre,<br />
Troy pasó por períodos de enojo y aflicción. La terapeuta le<br />
sugirió algunas preguntas que podría hacerse cuando se<br />
sintiera enojado o solo: «¿Qué debo decirme a mí mismo<br />
225
cuando mamá me hace sentir que no soy bueno?»; «¿Qué<br />
debo hacer para protegerme y no echarlo todo a perder<br />
porque me siento malo?».<br />
Poco a poco, el desempeño de Troy en la escuela mejoró<br />
tanto que aprobó todos sus cursos y se las arregló para<br />
controlar mejor sus impulsos. La madre mantuvo su decisión<br />
de no participar en el tratamiento, pero admitió, delante<br />
del asistente social encargado del caso, que la conducta<br />
de Troy en la casa había mejorado.<br />
La tarea del terapeuta, en una situación como esta,<br />
consiste en proporcionar apoyo y facilitar las herramientas<br />
necesarias para alcanzar la independencia emocional.<br />
Lo cual no significa ver al niño una vez por semana hasta<br />
que llegue a la adultez, ni crear en él una dependencia de<br />
la relación terapéutica. Significa ayudarlo a que consiga<br />
satisfacer poco a poco sus necesidades fuera de la terapia,<br />
pero estar a su disposición en caso de que necesite apoyo.<br />
La mediación entre los niños y sus padres<br />
Cuando un niño revela que tiene un problema con uno<br />
de sus padres, el terapeuta debe hallar una manera de<br />
poner a este al tanto sin despertar alarma ni poner en<br />
riesgo la confidencialidad de los dichos del niño.<br />
Los niños y los adolescentes se quejan a menudo de<br />
que un progenitor —muchas veces, el único que tienen—<br />
les resulta inaccesible. <strong>El</strong> terapeuta puede tratar de abordar<br />
esa inaccesibilidad en una sesión por separado con los<br />
padres, pero sólo después de haber dado al progenitor la<br />
oportunidad de exponer sus quejas sobre el niño y de haber<br />
expresado su comprensión al respecto. De ese modo, el<br />
terapeuta está en condiciones de hacerse eco de las dificultades<br />
de pasar tiempo con un niño que provoca desánimo<br />
o enojo. Si es aceptado, su comentario puede llevar a preguntas<br />
sobre excepciones. Esas preguntas pueden conducir<br />
al progenitor a darse cuenta de que las cosas mejoran<br />
226<br />
cuando dedica más tiempo al niño. También pueden servir<br />
de base al terapeuta para mencionar el hecho de que<br />
los niños, en general, mejoran si sus padres les dedican<br />
unos pocos minutos de atención exclusiva. A veces, los padres<br />
están demasiado enojados para hacerlo, pero cuando<br />
han anudado una relación con el terapeuta hay más probabilidades<br />
de que estén dispuestos a aceptar algunos<br />
cambios.<br />
Familias con padres ancianos o hermanos adultos<br />
<strong>El</strong> porcentaje de ancianos en la población aumenta rápidamente<br />
y seguirá aumentando en el futuro. Como consecuencia<br />
de ello, los terapeutas centrados en la solución<br />
son consultados más a menudo por personas que tienen a<br />
su cargo a sus padres ancianos (Bonjean, 1989,1996). Los<br />
problemas propios de la vejez suelen conllevar una gran<br />
carga emocional porque provocan sentimientos de pérdida<br />
y angustia en todas las partes implicadas. <strong>El</strong> cuidado<br />
de los padres ancianos puede reavivar problemas no resueltos<br />
entre ellos y sus hijos o entre hermanos, y también<br />
generar nuevas dificultades.<br />
Además, los hermanos adultos consultan a veces a un<br />
terapeuta familiar para que los ayude a resolver problemas<br />
entre ellos. Tal como las describimos en este volumen,<br />
la teoría y la práctica básicas de la TCS también son<br />
aplicables a estos problemas familiares. Algunos aspectos<br />
específicos que deben tenerse en cuenta son los siguientes:<br />
1. Recuerde que debe ocuparse tanto de los sentimientos<br />
individuales como de los sentimientos<br />
compartidos.<br />
2. Recuerde que los padres ancianos y sus hijos adultos<br />
procuran mantener el mayor control posible<br />
sobre su vida cotidiana. Un pequeño cambio puede<br />
representar una gran diferencia.<br />
227
3. Piense en términos incluyentes, «tanto... como», y<br />
no en términos excluyentes, «o bien... o bien».<br />
4. En el caso de los padres ancianos y sus hijos, la focalización<br />
en el futuro debe basarse en los aspectos<br />
del presente que pueden mantenerse o los elementos<br />
del pasado que pueden reactivarse. Es preciso<br />
tomar con pinzas el supuesto de que usted no puede<br />
cambiar el pasado; por lo tanto, concéntrese en el futuro<br />
cuando se trabaja con personas que, en términos<br />
realistas, enfrentan la separación que la muerte<br />
impondrá en un futuro no muy lejano. Es más<br />
útil pensar que nada es totalmente negativo o que<br />
las personas poseen puntos fuertes intrínsecos para<br />
ayudarse a sí mismas.<br />
5. Asegúrese de no subestimar a los ancianos y de no<br />
tratarlos como si fueran niños.<br />
6. Controle cuidadosamente sus reacciones para no<br />
identificarse en exceso ni sentir lástima. Ayude a<br />
sus clientes a alcanzar sus metas, no las que usted<br />
se haya propuesto. No deje de recordarse que cada<br />
cliente es único y, por lo tanto, cada situación familiar<br />
es única.<br />
Conclusión<br />
A menudo se considera que el trabajo con familias es<br />
el tipo más difícil de terapia. Es arduo tratar de reunir a<br />
diferentes personas de diferentes generaciones e intentar<br />
forjar al mismo tiempo una conexión entre ellas. Sea cual<br />
fuere el número de miembros que asisten a una sesión, la<br />
familia como un todo está siempre presente en espíritu en<br />
el consultorio, y el terapeuta debe tener en cuenta a sus<br />
integrantes como individuos y estar alerta a sus interacciones<br />
recíprocas. <strong>El</strong> trabajo en equipo es muy ventajoso<br />
en la terapia familiar. Si no se cuenta con un equipo, es indispensable<br />
que el terapeuta haga una pausa al final de la<br />
sesión para ordenar sus ideas y decidir la redacción de un<br />
mensaje de recapitulación y una sugerencia. La terapia<br />
familiar es también una de las formas más gratificantes<br />
228<br />
de terapia porque, cuando la configuración de la familia<br />
se presta a ello, siempre existe la posibilidad de que las soluciones<br />
elaboradas en el presente sean beneficiosas para<br />
otras familias, tanto hoy como en el futuro.<br />
229
10. <strong>El</strong> trabajo con clientes involuntarios<br />
Simon, un afroamericano de 34 años, debió iniciar una<br />
terapia por indicación del programa de asistencia al personal<br />
de su empresa, donde le fijaron un período de prueba<br />
de tres meses. La negativa implicaba la pérdida del<br />
cargo gerencial, bien remunerado, al que había accedido<br />
después de doce años de trabajar en la firma. La causa de<br />
su derivación fueron las numerosas quejas de sus empleados,<br />
a raíz de su conducta despectiva y agresiva hacia<br />
ellos, sin motivos razonables. También se lo acusaba de<br />
beber en exceso.<br />
Lo primero que noté en Simon fue que apestaba a alcohol.<br />
Se mostraba belicoso y se quejaba de un trato injusto.<br />
Creía que su personal quería librarse de él porque no toleraba<br />
la pereza ni el trabajo mal hecho. Era jefe de su-departamento<br />
desde hacía más o menos un año, y en ese lapso<br />
había logrado aumentar la producción en un 45%. ¿Se<br />
consideraba un jefe duro y exigente? Admitió que quizá lo<br />
fuera a veces, pero era sencillamente incapaz de entender<br />
por qué sus empleados no podían realizar tareas simples o<br />
hacer un uso responsable de su tiempo. Creía dar un trato<br />
justo a la gente y afirmó que nunca había exigido de los<br />
demás algo que él no pudiera realizar. También negó con<br />
vehemencia un consumo excesivo de alcohol cuando se lo<br />
mencioné como una de las razones por las cuales lo habían<br />
enviado a terapia.<br />
Agregó que, aunque consideraba infundadas las quejas<br />
en su contra, había aceptado venir a terapia porque tenía<br />
a su cargo mujer y dos hijos pequeños. Cuando le pregunté<br />
si había algún tema sobre el cual pudiéramos conversar<br />
provechosamente, contestó con sarcasmo: «Cómo<br />
conseguir que mi mujer deje de gastar dinero como si fue<br />
ra agua». Le dije que conversar sobre eso sería apropiado<br />
si, a su juicio, era uno de los factores determinantes de su<br />
estrés. Incluso podía venir a las sesiones con su esposa, si<br />
ella quería. Simon tuvo una reacción muy negativa ante<br />
esta sugerencia.<br />
Pasamos el resto de la hora conversando sobre el posible<br />
uso productivo de su tiempo, ya que había resuelto<br />
obedecer e iniciar una terapia. Tuve la impresión de que<br />
cuanto más respetaba yo su opinión de que la ira no constituía<br />
un problema para él, y cuanto más dejaba a su arbitrio<br />
la elección de un tema para la terapia, más reflexionaba<br />
él sobre su comportamiento en su casa y en el trabajo.<br />
Hacia el final de la sesión decidió que podría serle útil<br />
aprender a manejar mejor la frustración.<br />
Cuando acudió a la sesión siguiente, resultaba claro<br />
que había estado bebiendo. Se refirió a un incidente ocurrido<br />
en el trabajo: una de las empleadas había vuelto a<br />
cometer un error en un procedimiento que habían revisado<br />
juntos una semana antes. Logró controlar su cólera en<br />
presencia de la empleada, pero siguió rumiando el asunto<br />
el resto de la jornada. «¿Por qué me hizo eso?», se quejó<br />
con exasperación. Le pregunté cómo podía saber si la empleada<br />
«le había hecho eso» a propósito o porque no había<br />
aprendido bien el procedimiento. Contestó que él lo había<br />
aprendido en un día, y pareció sorprendido cuando le<br />
pregunté si esperaba que sus empleados fueran tan hábiles<br />
como él. Para Simon, si una persona hacía bien su trabajo<br />
era porque se esforzaba más y no porque fuera mejor<br />
que el resto.<br />
Durante la tercera sesión noté que Simon no olía tanto<br />
a alcohol. Parecía más relajado y comenzó a quejarse de<br />
su mujer. Estaba irritado porque casi todas las noches,<br />
después de cenar, ella salía con los chicos. Con frecuencia<br />
iba a un centro comercial y, en su opinión, gastaba dinero<br />
sin necesidad. Simon no le reprochaba el confortable estilo<br />
de vida que llevaban, pero creía que ella saboteaba deliberadamente<br />
sus planes para asegurar el futuro de la familia.<br />
Cuando habló con su mujer sobre el tema, surgió un<br />
conflicto que seguía sin resolver. Una vez más rechazó mi<br />
oferta de tratar el problema en la terapia.<br />
231
Simon me habló de un recuerdo penoso de su niñez,<br />
despertado, según dijo, por mi pregunta sobre si esperaba<br />
que los demás estuvieran a su altura en el trabajo. Me<br />
contó que cuando cursaba el segundo grado en la escuela<br />
primaria se había sentido rechazado e inadecuado porque<br />
no lo dejaban participar en el círculo de grupos de lectura.<br />
En lugar de ello, le decían que se sentara solo en un rincón,<br />
con un libro distinto del que leía el grupo. Más tarde<br />
comprendió que lo separaban del grupo porque él ya sabía<br />
leer. Había aprendido solo a los cuatro años. Pero en esa<br />
época le parecía un castigo injusto, así como ahora la concurrencia<br />
obligada a terapia le parecía un castigo por la<br />
eficiencia con que dirigía su departamento. También habló<br />
de su enojo con los empleados por presentar quejas<br />
contra él en lugar de valorar sus metas, e igualmente por<br />
su falta de colaboración.<br />
Le pregunté si tenía alguna idea acerca de los motivos<br />
de la conducta de sus empleados. ¿Sospechaba que tenían<br />
prejuicios? Simon dijo que en su niñez había percibido el<br />
rechazo de la gente motivado por el color de su piel, y que<br />
todavía era sensible a las injusticias que un negro debe soportar<br />
en una sociedad de blancos. Pero no creía que la raza<br />
hubiera desempeñado un papel importante en esa situación.<br />
Durante otras seis sesiones nos concentramos en los<br />
modos constructivos a los que Simon podría recurrir para<br />
manejar la ira provocada por la frustración. Gradualmente,<br />
flexibilizó sus expectativas con respecto a los demás y<br />
desarrolló un estilo gerencial más diplomático. A veces<br />
mencionaba las frustraciones que sentía en su casa, pero<br />
en general parecía desempeñarse mejor también allí. En<br />
ocasiones despedía aún olor a alcohol, pero mucho menos<br />
intenso que en las primeras sesiones. Después de tres meses<br />
de terapia, el jefe de su departamento evaluó como excelente<br />
su desempeño. Sus empleados y supervisores coincidían<br />
en que su conducta había cambiado significativamente<br />
y en que el alcohol ya no afectaba su actividad laboral.<br />
Lo felicité por su trabajo y por haber alcanzado su<br />
meta. Para mi sorpresa, su respuesta fue: «Gracias, pero<br />
ahora debemos trabajar en una meta más importante».<br />
232<br />
Me dijo que desde hacía algún tiempo su esposa quería<br />
hablar conmigo, pero que al principio él no se había sentido<br />
preparado para eso. Le expliqué que antes de realizar<br />
sesiones conjuntas siempre veo en una sesión individual<br />
al cónyuge del cliente al que he estado tratando. Simon no<br />
puso reparos.<br />
Nancy, su mujer, vino dos días más tarde, y lo primero<br />
que dijo después de sentarse fue: «Simon es un alcohólico».<br />
Agregó que cuando se conocieron él solía tomar una o<br />
dos cervezas a la noche, pero que en los últimos años su<br />
consumo de alcohol había ido aumentando en la misma<br />
proporción que sus responsabilidades laborales. Desde su<br />
último ascenso, un año y medio atrás, había perdido el<br />
control hasta tal punto que, cuando él volvía del trabajo,<br />
ella trataba de salir de la casa para ahorrarse y ahorrar a<br />
los niños su hostilidad de borracho. Simon había bebido<br />
menos durante los últimos tres meses, pero ella creía que<br />
la bebida aún era un problema que había que enfrentar.<br />
Nancy también sentía que era preciso trabajar en la relación,<br />
sobre todo en lo concerniente a las finanzas y para<br />
poner fin a las discusiones, y que en ese aspecto también<br />
ella necesitaba hacer algunos cambios.<br />
Nancy y Simon continuaron la terapia otros ocho meses.<br />
Durante ese período, Simon dejó de beber. Insistió en<br />
hacerlo de golpe. Aunque me preocupaban las posibles<br />
complicaciones por la falta de intervención médica, él se<br />
mostró inflexible. Para entonces yo ya conocía las ventajas<br />
de cooperar con él. Llegamos a una transacción y él se<br />
comprometió a internarse en un hospital si la abstinencia<br />
causaba perjuicios a Nancy y los niños. Al final, Simon sufrió<br />
tan sólo dolores de cabeza que fueron disminuyendo<br />
gradualmente a lo largo de seis semanas, antes de sentirse<br />
cómodo con la sobriedad. <strong>El</strong> y Nancy se pusieron de<br />
acuerdo respecto de algunas metas que debían alcanzar<br />
para mejorar su relación, y mostraron satisfacción con los<br />
resultados cuando el tratamiento concluyó.<br />
Simon era un no-cliente (en lo sucesivo emplearé la<br />
expresión «cliente involuntario») que decidió convertirse<br />
en cliente. No sólo alcanzó sus propias metas, sino tam-<br />
233
ién las de su mujer y las de quienes lo habían derivado.<br />
Este es un resultado ideal pero que no siempre se logra.<br />
De cualquier modo, como lo demuestra este caso, tratándose<br />
de clientes involuntarios es mucho lo que puede decirse<br />
en favor de la cooperación, los avances lentos y la<br />
creación de un clima emocional que promueva una relación<br />
de confianza. <strong>El</strong> empleo de preguntas centradas en la<br />
solución debería ser secundario hasta que el cliente sienta<br />
la necesidad de fijar metas para las sesiones.<br />
Es posible que algunos médicos clínicos discrepen de<br />
mi decisión de hablar con Simon mientras estaba ebrio.<br />
Según mi experiencia, tal decisión es congruente con el<br />
propósito de cooperar con el cliente y no obstaculiza el tratamiento<br />
a largo plazo. En el caso de Simon, la ingestión<br />
de alcohol, sobre todo antes de acudir a las sesiones, fue<br />
disminuyendo poco a poco a medida que se establecía entre<br />
nosotros una relación de confianza. <strong>El</strong> encaró el problema<br />
cuando estuvo preparado para hacerlo, y logró<br />
solucionarlo. Si no se hubiera producido ningún cambio<br />
en el patrón de consumo de bebidas y tampoco hubiera habido<br />
progresos en otros aspectos, lo habría derivado a un<br />
asesoramiento sobre alcoholismo. No obstante, es mucho<br />
más probable que los clientes depongan una actitud negativa<br />
cuando se ha establecido una relación de confianza, y<br />
no tanto cuando comienzan el tratamiento.<br />
¿Qué características definen al cliente<br />
involuntario?<br />
Los clientes que se resisten a iniciar una terapia lo hacen<br />
sobre todo por dos razones: creen que no la necesitan o<br />
le tienen miedo. Entre los ejemplos típicos se cuentan los<br />
de niños llevados a terapia por sus padres, las personas<br />
derivadas por su médico, los padres ancianos llevados por<br />
sus hijos adultos y los clientes obligados a concurrir por<br />
sus empleadores, como Simon, o por los tribunales cuando<br />
se trata de conductas antisociales.<br />
234<br />
Muchos clientes involuntarios creen que la psicoterapia<br />
los hará sentir peor porque en ella les dirán que están<br />
locos o son malvados. Otros no quieren descubrir que<br />
la terapia puede ayudarlos porque eso significaría que no<br />
son lo bastante buenos para salir del paso por sí mismos.<br />
Algunos temen que si aceptan empezar, nunca van a poder<br />
parar. Muchos no quieren tratarse por la sencilla razón<br />
de que alguien les dijo que no lo hicieran. La mayoría<br />
sabe muy bien desde el principio que no quiere estar en terapia,<br />
pero algunos fingen conformidad hasta que resulta<br />
evidente que no están motivados para cambiar.<br />
A primera vista puede parecer más fácil conseguir buenos<br />
resultados en el trabajo con clientes voluntarios que<br />
con quienes no quieren tratarse. Sin duda, el hecho de que<br />
los clientes que vienen por sí solos tengan ya alguna motivación<br />
es una ventaja. Pero, como lo señalan Turnell y<br />
Edwards (1999), «la relación es primordial para [obtener]<br />
un resultado exitoso» (pág. 33) con los clientes que acuden<br />
contra su voluntad. Como esa relación es encauzada por el<br />
terapeuta, el resultado está tanto en sus manos como en<br />
las manos del cliente.<br />
La relación terapeuta-cliente<br />
La mayoría de los clientes involuntarios son abierta o<br />
encubiertamente hostiles a la persona o el sistema que los<br />
derivó y a cualquiera que esté vinculado a ellos. Los consideran<br />
entrometidos y enjuiciadores. Sin duda, muchos<br />
clientes quieren que su situación mejore, y tal vez estén<br />
dispuestos a hacer algo diferente para lograrlo. Pero, por<br />
lo general, se les conceden pocas alternativas para decidir<br />
qué cambiar y cómo hacerlo, y obtienen escasa aprobación<br />
por los esfuerzos que no satisfacen las expectativas de<br />
quienes dirigen los cambios. En definitiva, esta combinación<br />
de factores hace que se los encasille como «resistentes»<br />
o «indóciles», lo cual refuerza el antagonismo entre<br />
ellos y quienes tratan de ayudarlos.<br />
235
Las fuerzas del orden, los asistentes sociales y los profesionales<br />
de la salud mental no suelen ser malévolos ni<br />
insensibles. Sin embargo, su relación con los clientes depende<br />
de las exigencias y expectativas propias de su oficio.<br />
Los agentes de la ley deben pensar ante todo en la protección<br />
de la comunidad; los asistentes sociales suelen estar<br />
sobrecargados de trabajo y no pueden darse el lujo de<br />
adaptar las intervenciones a los individuos, y los profesionales<br />
de la salud mental consideran patológica, en general,<br />
la conducta de sus clientes y, por lo tanto, se empeñan<br />
en eliminar esa patología.<br />
Cuando se trata de clientes involuntarios, el desafío<br />
específico que plantea la relación terapeuta-cliente en la<br />
TCS es la exigencia de conectarse tanto con el cliente como<br />
con la persona o sistema que lo derivó, y de satisfacer<br />
las necesidades de ambos (Rosenberg, 2000; Stanton,<br />
Duncan y Todd, 1981; Tohn y Oshlag, 1996). Para los<br />
clientes resulta difícil confiar en nosotros cuando nos<br />
perciben corno agentes de los tribunales o del sistema de<br />
asistencia social. Por otro lado, las personas o instituciones<br />
que los derivan no suelen estar familiarizadas con la<br />
filosofía centrada en la solución, y se requiere mucho<br />
tiempo y paciencia para conocer un proceso basado en la<br />
creencia de que un pequeño cambio puede llevar a cambios<br />
más grandes y de que nada es totalmente negativo. En lo<br />
que nos concierne, nos cuesta encontrar el justo equilibrio<br />
entre una actitud positiva hacia los clientes y una relación<br />
de cooperación con otros profesionales a cargo del caso, razón<br />
por la cual algunas veces nos sentimos en medio de un<br />
triángulo.<br />
También es más probable que los clientes involuntarios<br />
presenten problemas de larga data debidos a infortunios<br />
que no pueden controlar, así como a conductas antisociales.<br />
Por lo tanto, a veces puede parecer forzado creer<br />
que los clientes poseen puntos fuertes y recursos para ayudarse<br />
a sí mismos y aun así mantener la posición esperanzada<br />
y acrítica que necesitan para recuperar sus cualidades<br />
positivas<br />
Uno de los aspectos más importantes de la relación<br />
entre el terapeuta y los clientes involuntarios es que estos<br />
236<br />
deben percibirla como distinta de la que tienen habitualmente<br />
con los profesionales involucrados en su caso. <strong>El</strong><br />
establecimiento de esta diferencia lleva tiempo, y sólo se<br />
consigue cuando los clientes reconocen que, aunque no<br />
renunciemos a fijar los límites exigidos por nuestra profesión,<br />
nos interesamos sinceramente en ellos.<br />
Algunos ejemplos de cómo lograrlo pueden implicar la<br />
denuncia obligatoria del maltrato infantil, el incesto o la<br />
reincidencia cometidos por clientes que están en libertad<br />
condicional o bajo palabra. Marilyn LaCourt (2001, comunicación<br />
personal) señala que una forma de proteger la<br />
relación consiste en pedir al cliente que denuncie el delito,<br />
en lugar de esperar que lo haga el terapeuta. Una actitud<br />
como esta sugiere a las autoridades que el cliente asume<br />
cierta responsabilidad por lo que hizo y pone al terapeuta<br />
en una situación más neutral.<br />
En mi trabajo con casos de maltrato conyugal procuro<br />
actuar a la vez como terapeuta y abogada de la víctima y<br />
del perpetrador. Los perpetradores deben comprender<br />
que no pasaré por alto un futuro delito; pero si la tensión<br />
entre el victimario y su pareja se eleva durante una sesión<br />
o se me informa que ha aumentado en el hogar, no sólo me<br />
ocupo de la seguridad de la víctima sino también de mantener<br />
al perpetrador a salvo de sus propios actos. La conversación<br />
con la víctima potencial se refiere a un plan inmediato<br />
de seguridad; la conversación con el abusador<br />
potencial intenta dilucidar cómo puedo serle útil esta vez<br />
para que no vuelva a verse envuelto en un problema con<br />
las autoridades.<br />
No obstante, cuando ya no queda nada por decir o<br />
hacer, el mensaje que el terapeuta debe comunicar a los<br />
clientes involuntarios no difiere del que debe recibir cualquier<br />
otro cliente. Se basa en el supuesto de que el terapeuta<br />
no puede cambiar a los clientes; sólo estos pueden<br />
cambiarse a sí mismos. <strong>El</strong> mensaje debe plantear con claridad<br />
que el terapeuta no puede cambiar a otros —incluido<br />
el sistema que hizo la derivación—, pero dar a entender<br />
la aceptación y el apoyo al esfuerzo de los clientes por<br />
trabajar en procura de soluciones responsables. Aunque<br />
esto no es una panacea, a menudo marca una considera-<br />
237
le diferencia para los clientes que no quieren someterse a<br />
una terapia.<br />
La cooperación con los clientes<br />
La cooperación con un cliente involuntario cuya meta<br />
es no participar en la terapia también plantea problemas<br />
teóricos y éticos. Dicha cooperación es una estrategia terapéutica<br />
desarrollada para eliminar la resistencia y transmitir<br />
aceptación a los clientes. Cuando cooperamos con el<br />
modo de cooperar del cliente involuntario (aceptando el<br />
hecho de que este no quiere tratarse), ¿puede considerarse<br />
que nos alineamos con él en contra del sistema que hizo la<br />
derivación? Y si no es así, ¿utilizamos entonces una estrategia<br />
para conseguir que el cliente acate las exigencias de<br />
ese sistema?<br />
Muchos terapeutas que decidieron trabajar con clientes<br />
involuntarios se adaptan a estos problemas como resultado<br />
de su altruismo. Por ejemplo, quienes trabajan en<br />
organismos de protección a la infancia sostienen que quieren<br />
mantener a salvo a los niños y, de ser posible, hacerlos<br />
vivir en su propio hogar. Con ese fin colaborarán con padres<br />
que quizá comiencen por negar el supuesto maltrato<br />
físico o sexual, siempre que los niños estén ya a cubierto<br />
de todo riesgo. Los terapeutas australianos Turnell y Edwards<br />
(1999) señalan que cooperar no significa aceptar<br />
malos comportamientos. «Cooperamos con la persona, no<br />
con el abuso», y «nos concentramos en lo que se espera, no<br />
en lo que está mal» (págs. 33-4). Esta focalización crea<br />
confianza y la sensación de seguridad requerida por los<br />
clientes para reconsiderar lo más beneficioso para ellos,<br />
que en un plano ideal también se corresponderá con las<br />
metas de la fuente de la derivación.<br />
Cuando trabajo con casos de maltrato marital, la justificación<br />
para cooperar con los golpeadores radica, sobre<br />
todo, en mi voluntad de ayudar a las mujeres a llevar una<br />
vida más segura con el hombre que han elegido como pareja.<br />
De acuerdo con algunos estudios, aproximadamente<br />
238<br />
el 75% de las mujeres que han sido golpeadas vuelven con<br />
su pareja después de una intervención policial o la estadía<br />
en un refugio (Feazell, Mayers y Deschner, 1984; Purdy y<br />
Nickle, 1981). Esta parece una buena razón para ayudar a<br />
las parejas a mejorar su relación en circunstancias que<br />
han sido evaluadas como seguras y apropiadas (<strong>Lipchik</strong>,<br />
1991; <strong>Lipchik</strong> y Kubicki, 1996; <strong>Lipchik</strong> et al, 1997).<br />
Cuando se trabaja con parejas en las que uno de los<br />
miembros ha maltratado al otro, el terapeuta, al igual que<br />
en cualquier otro caso de terapia de pareja, debe estar en<br />
sintonía con el modo de cooperar de ambos. (Esto no<br />
implica aceptar el punto de vista del golpeador de que el<br />
maltrato se justifica. Sólo significa que se debe tratar de<br />
comprender el modo de pensar de una persona y utilizar<br />
su estilo de interacción.) La advertencia de Turnell y Edwards<br />
(1999) de que se puede cooperar con la persona sin<br />
cooperar con el abuso también es aplicable en este caso,<br />
Según mi experiencia, este abordaje de los perpetradores<br />
ha demostrado ser la manera más rápida de reducir la negación<br />
e incrementar la responsabilidad personal. Además,<br />
contribuye a la seguridad de la mujer golpeada. <strong>El</strong><br />
golpeador tiene menos razones para vengarse por las revelaciones<br />
que podría hacer su pareja cuando percibe que<br />
el terapeuta acepta su relato tanto como el de ella.<br />
Las emociones<br />
Los clientes que han venido a hablar con nosotros contra<br />
su voluntad están emocionalmente perturbados. Esta<br />
perturbación debe ser reconocida de inmediato y aceptada<br />
con empatia. Para comunicar el mensaje de que «esto es<br />
diferente», el terapeuta debe sonsacarles con paciencia .<br />
sus sentimientos sobre la situación. Esta es una de las .<br />
ocasiones en que la manifestación de los sentimientos debe<br />
considerarse útil y no incongruente con la teoría. Cuando<br />
esa manifestación es seguida por preguntas sobre cómo<br />
podría el terapeuta ser más útil y cómo desean los clientes<br />
emplear el tiempo que deben pasar en terapia, proporcio-<br />
239
na la mejor base posible para que la relación terapeutacliente<br />
sea de cooperación y no de antagonismo.<br />
<strong>El</strong> empleo de las técnicas<br />
<strong>El</strong> empleo caprichoso de las técnicas puede dificultar el<br />
desarrollo y la continuidad de una buena relación de trabajo.<br />
¡Imaginemos el efecto que una pregunta sobre excepciones<br />
produciría en un cliente que se queja porque tuvo<br />
que esperar un ómnibus bajo la lluvia para venir a una<br />
terapia que, por lo pronto, juzga innecesaria!<br />
Imaginémonos también haciendo una pregunta del<br />
milagro a una madre cuyo hijo fue retirado de su casa debido<br />
al maltrato físico, y que se queja porque ya ha terminado<br />
el curso sobre cuidados parentales e hizo muchos<br />
cambios, pero estos nunca le parecen suficientes a la asistente<br />
social que visita su hogar.<br />
Tales preguntas trivializan los sentimientos del cliente<br />
en esos momentos. He comprobado que el uso prematuro<br />
de las técnicas resulta especialmente irritante para los<br />
clientes involuntarios. Al parecer, los pone cada vez más a<br />
la defensiva e intensifica, de esa manera, su aversión a la<br />
terapia.<br />
Una buena regla práctica es posponer el empleo de las<br />
técnicas hasta que los clientes estén preparados para<br />
señalar con claridad los aspectos de los que prefieren hablar.<br />
Hasta entonces, las respuestas a las conocidas preguntas<br />
centradas en la solución serán obvias.<br />
<strong>El</strong> sistema de tratamiento<br />
Cuando la concurrencia obligada de los clientes a terapia<br />
es el resultado de una sentencia judicial, así como<br />
cuando es una alternativa al dictado de una sentencia, los<br />
terapeutas no suelen tener muchas posibilidades de elección<br />
en su trabajo con ellos. No tenemos la opción de acep-<br />
240<br />
tarlos hasta que estén dispuestos a participar en un tratamiento,<br />
a menos que podamos establecer esa condición<br />
para nuestra práctica. También pasamos automáticamente<br />
a formar parte de un sistema que ha asumido el<br />
control de la vida de los clientes, y debemos comprender<br />
que, en última instancia, quienes componen el sistema sólo<br />
podrán beneficiar al cliente si coordinan sus esfuerzos.<br />
Veamos el caso de Sally, una terapeuta centrada en la<br />
solución que trabajaba en una agencia de servicios para<br />
familias. La agencia tenía un programa de rehabilitación<br />
para drogadictos, y Stan, un hombre de 32 años que estaba<br />
en libertad condicional por posesión y venta de marihuana,<br />
había sido obligado a tratarse en ese programa como<br />
parte de su sentencia. Stan vivía con su novia, Nancy,<br />
y el hijo de esta, Al, de 10 años. En su escuela, Al estaba en<br />
una clase para niños con perturbaciones emocionales, y<br />
participaba en un programa patrocinado por la comunidad<br />
que incluía terapia para él y su familia. Sally pasó a<br />
formar parte de un sistema de personal especializado en<br />
asuntos jurídicos y salud mental que intervenía en el caso<br />
de Sam e incluía al juez que lo condenó, a su oficial de libertad<br />
condicional, a su psiquiatra, que le prescribía medicamentos<br />
para la depresión, a un asistente social del<br />
programa de Al que visitaba la casa periódicamente y al<br />
terapeuta familiar del niño, con quien Stan se reunía cada<br />
dos semanas, junto con Nancy y Al. Sally debía estar preparada<br />
para contemplar la posibilidad de utilizar con<br />
Stan algo más que sus habilidades de terapeuta centrada<br />
en la solución. Probablemente sería mucho más útil para<br />
su cliente si se consideraba parte de un sistema de tratamiento.<br />
Además, también ella estaba obligada a cumplir<br />
la orden del tribunal. Su terapia sería más efectiva si conociera<br />
el enfoque empleado con Stan y su familia por los<br />
otros profesionales de la salud mental y el asistente social.<br />
¿Consideraban estos que su consumo de marihuana era<br />
una adicción o una enfermedad, mientras ella se concentraba<br />
en pequeños pasos destinados a aumentar su motivación<br />
y reducir poco a poco la frecuencia de su uso? En tal<br />
caso, Stan recibiría mensajes confusos y probablemente<br />
no tardaría en reincidir. Por último, sería de provecho<br />
241
para Sally conocer las expectativas del sistema judicial, y<br />
también las de su propia: agencia, respecto de su trabajo<br />
con Stan. Debido a su relación con otros sistemas de la comunidad,<br />
las agencias tienen a veces ideas diferentes de<br />
los puntos de vista de los terapeutas en cuanto a la dirección<br />
que debería tomar un caso.<br />
Un concepto orientador para un proceso tan complicado<br />
es el de gestión de casos clínicos (Bachraeh, 1989;<br />
Frankel y Gelman, 1998; Kanter, 1989; Moxley, 1989;<br />
Raiff y Shore, 1993), fundado en el pensamiento sistémico.<br />
Para Kanter (1989), la gestión de casos clínicos no es<br />
simplemente un sistema administrativo de coordinación<br />
de servicios, sino «una modalidad de la práctica en salud<br />
mental» (pág. 361). Raiff y Shore (1993) opinan que la gestión<br />
de casos clínicos se distingue de la gestión general de<br />
casos por estar «más centrada en los cambios, las opciones<br />
y la marcha de las relaciones» (pág. 85). Creen que «se basa<br />
en una infraestructura de destrezas genéricas de evaluación,<br />
planificación, enlace, supervisión y promoción,<br />
combinada con la participación del cliente, el asesoramiento<br />
y la colaboración [con] otros clínicos intervinientes,<br />
la psicoterapia individual, la psicoeducación y la intervención<br />
de crisis» (pág. 85). .<br />
Al igual que la gestión general de casos, la gestión de<br />
casos clínicos supone que las intervenciones deberán realizarse<br />
en el «nivel micro» (áreas personal e interpersonal),<br />
el «nivel medio» (cuestiones institucionales, organizativas<br />
y comunitarias) y el «nivel macro» (cuestiones gubernamentales,<br />
culturales y de política social) (Frankel y<br />
Gelman, 1998, pág. 12). Esta manera de conceptualizar el<br />
tratamiento contribuye a mantener la mira puesta en el<br />
proceso del sistema y evitar el estancamiento en el contenido<br />
(lo que no funciona en el cliente en cuestión).<br />
Es evidente que hablamos de situaciones complejas,<br />
compuestas por variables más divergentes que convergentes.<br />
Puede haber un protocolo que es preciso seguir<br />
cuando se descubre un maltrato infantil, pero no hay dos<br />
casos iguales en lo concerniente a los pormenores, como<br />
las relaciones familiares, la participación de otros organismos<br />
y los factores económicos y culturales (Alizur,<br />
242<br />
1996). La figura 3 es un esquema sistémico para presentar<br />
y rastreara todos los participantes en un caso y sus metas.<br />
Su propósito es coordinar el trabajo del terapeuta centrado<br />
en la solución con el de otras personas o entidades y<br />
evitar que los clientes reciban mensajes conflictivos.<br />
Desde un punto de vista centrado en la solución, coordinar<br />
un tratamiento significa concentrarse en el proceso<br />
y comunicarse en materia de contenido. Harlene Anderson<br />
sostiene que «La clave de una cooperación exitosa es<br />
hablar con los otros profesionales en el lenguaje de su sistema<br />
de creencias» (citada en Wynn, McDaniel y Weber,<br />
1986, pág. 298). Otro modo de concebirlo consiste en decir<br />
que debe tratarse a los miembros del sistema como si fueran<br />
clientes.<br />
Figura 3.<br />
EJEMPLO DE CASO: CONSULTA DE BEA<br />
Bea, una terapeuta familiar centrada en la solución y<br />
miembro de la División de Tratamiento de Niños Coloca-<br />
243
dos con Familias Sustituías de un organismo asistencia!,<br />
acudió a consultar sobre la familia McGee. <strong>El</strong> paciente designado<br />
era Susi, una niña de 9 años que había estado en<br />
tratamiento durante dos años. Antes de ser entregada a<br />
una familia sustituía, Susi había pasado por dos breves<br />
internaciones y una estadía de tres meses en un centro de<br />
tratamiento residencial a causa de sus rabietas, su tendencia<br />
piromaníaca y, en general, su conducta ingobernable<br />
en la casa y en la escuela. Antes de la colocación de<br />
Susi, su madre, Lee, bebía en exceso, pero estaba en recuperación<br />
desde hacía un año y medio.<br />
Lee había vivido durante seis años con Tom, otro alcohólico<br />
en recuperación con un año de abstinencia. Antes<br />
de que la pareja dejara de beber, Tom había golpeado varias<br />
veces a Lee, con tanta violencia que esta necesitó<br />
atención médica. Lee nunca lo denunció a la policía porque<br />
se creía culpable de las peleas Sufría depresiones recurrentes<br />
que la llevaban a distanciarse de Tom y culminaban<br />
en ideaciones o gestos suicidas que motivaron varias<br />
internaciones. En distintas ocasiones decidió dejar a<br />
Tom, pero nunca mantuvo su decisión por más de un mes<br />
o dos.<br />
Lee tenía otro hijo, David, de 14 años. Medio hermano<br />
de Susi, era un muchacho callado, con algunas dificultades<br />
de aprendizaje.<br />
<strong>El</strong> organismo donde Bea se desempeñaba quería que<br />
Susi se reuniera con su familia lo antes posible, porque la<br />
asistente social, representante del agente de asignaciones<br />
de fondos, presionaba en tal sentido. <strong>El</strong> comportamiento<br />
de Susi en el hogar sustituto y en la escuela había sido<br />
muy bueno en los últimos seis meses. Pero su comportamiento<br />
en su propia casa seguía siendo impredecible y<br />
parecía depender del estado emocional de Lee.<br />
A continuación se presentan las preguntas que el asesor<br />
puso a consideración de Bea. Estas preguntas corresponden<br />
a un enfoque basado en la solución.<br />
244<br />
1. ¿Quién es y qué quiere el paciente designado?<br />
Respuesta: <strong>El</strong> paciente designado es Susi, que quiere<br />
vivir con su madre, Tora y David.<br />
2. ¿Qué otras personas participan en el caso, y qué<br />
quieren?<br />
Respuesta:<br />
a. La familia: Lee, Tom y David. Quieren que Susi<br />
vuelva a casa.<br />
b. Los padres sustitutos. Quieren que Susi se quede<br />
con ellos. Incluso desean adoptarla,<br />
c. La terapeuta de Susi. Quiere que esta permanezca<br />
en el hogar sustituto. No interviene ningún<br />
psiquiatra porque Susi ya no está medicada.<br />
d. La asistente social. Quiere que Susi vuelva a<br />
casa.<br />
e. La escuela. No le interesa con quién viva Susi,<br />
siempre y cuando siga portándose bien en clase.<br />
f. <strong>El</strong> organismo empleador de Bea. Esta había recibido<br />
el mensaje de que debía tratar de facilitar<br />
el regreso de Susi a su casa, si ello era posible<br />
g. Bea. Quiere ayudar a Susi: y a la familia a alcanzar<br />
sus metas, pero de común acuerdo con sus<br />
colegas, de ser posible. También quiere satisfacer<br />
a su empleador.<br />
Cuando diferentes partes del sistema tienen metas tan<br />
antagónicas, difícilmente se hallará una solución que satisfaga<br />
a todos. Por lo tanto, el asesor sugirió que, como<br />
posible nexo, se tuviera en cuenta lo que funcionaba bien<br />
en Susi y su familia.<br />
3. ¿Qué cosas funcionan bien?<br />
Respuesta: Susi ha hecho avances en el hogar sustituto<br />
y en la escuela durante seis meses. La mamá y<br />
Tom dejaron de beber hace más de un año y ya no<br />
hay maltrato físico. La mamá tiene una buena relación<br />
con su terapeuta y su psiquiatra. David no<br />
causa problemas.<br />
4. ¿Cómo habría que reforzar esa información positiva<br />
para que Susi pudiera volver a su casa y portarse<br />
bien?<br />
Respuesta: Como la conducta de Susi parecía ligada<br />
a las depresiones de su madre, y estas sólo se pro-<br />
245
dujeron cuando Lee vivía con Tom, sería sensato<br />
que ella pusiera fin a la relación con Tom. Pero eso<br />
no ocurrió en el pasado y no era una meta explícita<br />
de la familia,<br />
<strong>El</strong> asesor sugirió entonces a Bea que considerara el caso<br />
desde el punto de vista de la madre. Al aplicar a Lee las cuatro<br />
preguntas precedentes sobre Susi y tratar de contestarlas,<br />
Bea advirtió que necesitaba reunir más información.<br />
En la siguiente consulta pudo brindar este informe:<br />
246<br />
1. ¿Quién es y qué quiere el cliente?<br />
Respuesta: <strong>El</strong> cliente es Lee. Quiere vivir con Tom y<br />
con sus hijos. No quiere tener que elegir entre Tom<br />
y Susi.<br />
2, ¿Qué otras personas participan en el caso, y qué<br />
quieren?<br />
Respuesta:<br />
a. Tom. Quiere vivir sin conflictos con Lee y los hijos<br />
de esta. Tiene la esperanza de que los episodios<br />
depresivos de Lee terminen, por su efecto<br />
negativo sobre la relación.<br />
b. <strong>El</strong> psiquiatra de Lee. Tiene la fuerte impresión<br />
de que Lee debe poner fin a su relación con Tom.<br />
Ha tratado de convencerla de las ventajas de esa<br />
decisión durante dos años.<br />
c. La terapeuta de Lee. Trabaja juntamente con el<br />
psiquiatra. y también ella la ha instado a dejar<br />
a Tom<br />
d. La asistente social. También está convencida de<br />
que la situación se resolverá si Lee se separa de<br />
Tom.<br />
e. Bea. Quiere ayudar a la familia a alcanzar su<br />
meta. También desea coordinar su trabajo con el<br />
de los otros profesionales y cumplir el objetivo de<br />
su empleador.<br />
3. ¿Qué cosas funcionan bien?<br />
Respuesta: Hay períodos en los que Lee no está<br />
deprimida y puede manejar a Susi. La relación entre<br />
Lee y Tom presenta aspectos positivos. Bea cree<br />
que hay entre ellos una fuerte atracción mutua y<br />
que se quieren sinceramente a pesar de sus peleas.<br />
Comparten algunas metas, como la de mantenerse<br />
sobrios, y se apoyan de muchas maneras. Administran<br />
con acierto el escaso dinero de que disponen.<br />
4. ¿Cómo habría que reforzar esos aspectos positivos<br />
para producir un cambio en la depresión de Lee?<br />
Respuesta: Mientras reunía información, Bea se<br />
enteró de que durante varios años Lee se había<br />
sentido tironeada entre lo que creía desear para su<br />
vida —seguir con Tom— y lo que su psiquiatra y su<br />
terapeuta suponían mejor para ella: abandonarlo.<br />
Como Lee tenía una elevada opinión de ambos pro-<br />
247
Figura 5.<br />
248<br />
fesionales, este dilema le resultaba a veces tan<br />
insoportable que contemplaba la idea del suicidio.<br />
Durante sus internaciones se sentía cada vez más<br />
segura de que debía dejar a Tom, y tras ser dada de<br />
alta obraba en consecuencia. Pero después de algún<br />
tiempo lo extrañaba y le pedía que volviera a<br />
la casa. Lee siempre se sentía muy avergonzada<br />
cuando reanudaba su relación con Tom, porque<br />
creía que de ese modo decepcionaba a su terapeuta<br />
y su psiquiatra. Poco a poco, esto la llevaba a la depresión<br />
y el ciclo se repetía. Tom señaló que se irritaba<br />
mucho cuando Lee empezaba a distanciarse<br />
de él. Se reiniciaban las peleas y Susi se volvía más<br />
difícil de manejar. La reacción de Tom consistía en<br />
adoptar una actitud más estricta y, como respuesta<br />
a ello, Lee cedía.<br />
Resultaba, entonces, resolver evidente que para la<br />
situación se requería un pian de tratamiento distinto.<br />
Una posibilidad era ver si la introducción de<br />
algunos cambios en la relación entre Lee y Tom significaba<br />
una diferencia para la familia. Nunca se<br />
les había sugerido que iniciaran una terapia de pareja<br />
porque la terapeuta y el psiquiatra veían el caso<br />
desde un punto de vista psicodinámico y trabajaban<br />
para fortalecer el yo de Lee, a fin de que esta<br />
pudiera dejar a Tom. Teniendo en cuenta estas metas,<br />
Bea se preguntaba cómo podría obtener el necesario<br />
apoyo de los otros profesionales, para derivar<br />
a Lee y Tom a una terapia de pareja.<br />
Con la ayuda del asesor, Bea elaboró el esquema de la<br />
conversación que sostendría con los otros profesionales,<br />
sobre la base de la utilización del punto de vista de estos o<br />
una actitud coincidente con él.<br />
«Lo llamo para conocer su opinión sobre el estado de<br />
Lee, porque tenemos que tomar algunas decisiones sobre<br />
Susi. Sé que Lee y Susi parecen estar mejor cuando<br />
Tom no vive con ellas, pero en apariencia Lee no tiene<br />
suficiente fortaleza yoica para dejarlo definitivamente.<br />
En una escala de 0 a 10, en la que 10 equivale a excelente<br />
y 0 a la peor condición imaginable, ¿qué puntaje<br />
asignaría a la fortaleza actual del yo de Lee, comparada<br />
con la que tenía cuando usted comenzó a trabajar<br />
con ella? [Es probable que se informe de algún progreso.]<br />
Sí, yo también he advertido un pequeño progreso y<br />
creo que el trabajo con usted es verdaderamente<br />
fructífero. Los medicamentos parecen haberla estabilizado<br />
y la recuperación del alcoholismo sigue bien. Me<br />
249
están presionando para reintegrar a Susi a su casa.<br />
¿Cuál es su opinión? [Los otros profesionales sostendrán<br />
probablemente que Susi debe permanecer en el<br />
hogar sustituto. Bea les pedirá entonces su apoyo para<br />
emplear una estrategia diferente a fin de fortalecer el<br />
yo de Lee y estabilizar la conducta de Susi cuando viva<br />
con su madre.] Al hablar con Lee, siempre me ha sorprendido<br />
que su relación con Tom, a pesar de las cosas<br />
malas, tenga muchos aspectos positivos. La recuperación<br />
de Tom también parece mostrar progreso. ¿<strong>El</strong>la ha<br />
hablado con usted de estas cosas?<br />
»Sé que Lee tiene una relación muy buena con usted<br />
y siempre trata de complacer, pero, por otra parte,<br />
tocios sabemos que es pasivo-agresiva. He buscado asesoramiento<br />
respecto de este caso, y me pregunto si usted<br />
tomaría en cuenta la posibilidad de utilizar otro enfoque<br />
con ella, a modo de experimento. Quizá sí no tratáramos<br />
de influir en Lee para que deje a Tom, ella no<br />
se resistiría tanto a dejarlo. Quedaría en libertad de<br />
decidir algo que no sea enfrentarnos. También es posible<br />
que tenga algunas ideas sobre lo que ella y Tom necesitan<br />
para vivir juntos en paz.<br />
»Sugiero que todos los que trabajarnos con Lee le<br />
digamos —cada cual a su modo— que hemos advertido<br />
que ella realmente quiere estar con Tom porque, a su<br />
juicio, las cosas buenas de su relación son más que las<br />
cosas malas. Como ahora lo comprendemos, queremos<br />
ayudarlos a resolver sus problemas. Podríamos sugerir<br />
una terapia de pareja para mejorar la relación».<br />
Para realizar el experimento, Bea también tenía que<br />
asegurarse la participación de la asistente social del condado.<br />
Se habían entendido bastante bien en el pasado. En<br />
este caso, sin embargo, discrepaban, y la asistente social<br />
había perdido toda esperanza en cuanto a la capacidad de<br />
Lee para cambiar. "Había empezado a amenazarla con<br />
pedir al juez que estableciera nuevas condiciones —como<br />
una severa limitación de sus visitas a Susi y la presencia<br />
de terceros en ellas—, e incluso que la privara de la patria<br />
potestad sobre la niña si no dejaba a Tom. La terapeuta<br />
suponía que la asistente social mostraría mucha oposición<br />
al proyecto. En consecuencia, planeó junto con el asesor<br />
iniciar la conversación con ella del siguiente modo:<br />
«Sé que está hasta la coronilla de Lee. Todos nos esforzamos,<br />
pero usted esperaba mayores progresos.<br />
También nosotros estamos desilusionados. Place poco<br />
consulté a un asesor sobre este caso y quisiera saber si<br />
usted aceptaría participar en un experimento, que<br />
también incluiría al psiquiatra y la terapeuta individual.<br />
Vale la pena hacer un nuevo intento, intentar<br />
algo diferente —ya que nada ha dado resultado con<br />
Lee y Tom— para enviar a Susi a su casa. Se trata de<br />
una posibilidad remota, pero, si funciona, todo irá más<br />
rápido y usted podrá obviar el molesto trámite judicial.<br />
No sé si estará de acuerdo, pero me consta que este enfoque<br />
ha tenido éxito en casos estancados».<br />
Naturalmente, nada garantiza que una conversación<br />
semejante produzca en otras personas el efecto deseado,<br />
pero, aunque no lo hiciera, existe la posibilidad de que la<br />
sugerencia misma genere en su pensamiento un pequeño<br />
cambio que, a su vez, lleve a otros cambios.<br />
Ahora bien: en el caso de la familia McGee, los otros<br />
profesionales aceptaron la sugerencia de Bea. Lee y Tom<br />
asistieron a sesiones de terapia de pareja durante seis<br />
meses, y tras ellas Lee decidió por su cuenta poner fin a la<br />
relación. Reconoció que dedicar a Tom la atención que este<br />
esperaba de ella no estaba dentro de sus posibilidades.<br />
Tom terminó por creer y aceptar que Lee era incapaz de<br />
satisfacer sus necesidades emocionales. Luego de la separación,<br />
Lee no le pidió que volviera. Susi regresó a su casa<br />
y Lee pudo manejarla bien.<br />
La idea de que Bea, la terapeuta familiar, debía encargarse<br />
de realizar una intervención indirecta en el sistema<br />
de tratamiento suscitará, sin duda, algunos interrogantes.<br />
En general creemos que los colegas, a semejanza de<br />
los clientes, deberían conversar con franqueza y conciliar<br />
sus diferencias. Desde luego, esta es siempre la manera<br />
más adecuada de proceder, en especial si todos los profe-<br />
. 251
sionales tienen la misma orientación teórica. Pero en las<br />
relaciones profesionales, al igual que en las relaciones<br />
personales, las cuestiones de jerarquía y otros conflictos<br />
suelen obstaculizar los progresos.<br />
La coordinación sistémica requiere la capacidad de tomar<br />
cierta distancia y observar las interacciones de todas<br />
las partes del sistema, tanto la familia como los profesionales.<br />
Los terapeutas familiares son expertos en esto. A<br />
muchos profesionales de la salud mental se les enseña<br />
que los problemas están en el paciente designado. Cuando<br />
un caso se estanca y un profesional tiene conocimientos<br />
que los otros no poseen, su sugerencia no siempre es recibida<br />
con imparcialidad. Sin embargo, el deber de ese profesional<br />
para con los clientes es hallar un medio de persuadir<br />
a los demás de que la sometan a prueba, siempre<br />
que lo haga de manera. respetuosa y sin poner a nadie en<br />
peligro.<br />
Conclusión<br />
<strong>El</strong> trabajo con clientes involuntarios, en especial con<br />
quienes concurren por orden de las autoridades, requiere<br />
un pensamiento ecosistémico y centrado en la solución. Se<br />
asemeja a la terapia familiar porque también en él diversos<br />
colaboradores, a menudo con necesidades y deseos diferentes,<br />
deben alcanzar una meta común. Pero es más difícil<br />
que la terapia familiar porque no cuenta con un recurso<br />
unificador (por ejemplo, los lazos familiares) que proporcione<br />
una base para las soluciones. Por el contrario, los<br />
clientes suelen percibir como antagónica su relación con el<br />
personal asistencial y la ley. <strong>El</strong> modelo centrado en la solución<br />
tal vez no sea siempre la respuesta adecuada para<br />
los complejos casos que hemos descripto, pero su concentración<br />
en las capacidades individuales y el proceso interaccional<br />
le da algo más que una buena posibilidad de evitar<br />
los callejones sin salida y el fracaso.<br />
252<br />
11: Casos de tratamiento prolongado<br />
¿Qué significa la expresión «casos de tratamiento<br />
prolongado»? Lo que sugiere es que antes de comenzar el<br />
tratamiento, o a! comenzarlo, es preciso hacer algunas<br />
distinciones, de acuerdo con las cuales el caso será clasificado<br />
como de tratamiento breve o prolongado. Esta manera<br />
de pensar no es congruente con la teoría y la práctica<br />
centradas en la solución. Aunque el modelo del Mental<br />
Research Institute y la TCS son conocidos como modelos<br />
breves, la brevedad es aquí un subproducto de su enfoque<br />
focalizado, no del propósito de trabajar lo más rápidamente<br />
posible. La meta primordial es la resolución concreta<br />
del problema. De hecho, los prejuicios relativos a la duración<br />
potencial de un caso dificultan la cooperación con los<br />
clientes y contradicen el supuesto de que los terapeutas no<br />
pueden cambiar a estos; sólo los clientes pueden cambiarse<br />
a sí mismos.<br />
Por ejemplo, no es ilógico suponer que un cliente que<br />
acaba de perder una pierna en un accidente y no puede<br />
seguir haciendo su trabajo habitual requerirá un «tratamiento<br />
prolongado». En esas circunstancias, es probable<br />
que la mayoría de las personas necesiten apoyo terapéutico<br />
durante un plazo considerable mientras persiste la<br />
aflicción causada por su pérdida. Pero algunas valoran<br />
por sobre todo la capacidad de ayudarse a sí mismas. En<br />
su caso, una terapia prolongada no haría sino agravar el<br />
problema al poner de manifiesto su falta de autonomía.<br />
Es posible que no necesiten más que un oyente comprensivo,<br />
elogios por su adecuado manejo de la situación y un<br />
recordatorio de sus aptitudes pasadas para salir adelante,<br />
que pueden volver a utilizar hoy y en el futuro.<br />
253
Por otra parte, cuando una madre soltera afirma, al comenzar<br />
la terapia, que su meta es que su hijo de tres años<br />
duerma en su propia cama, uno podría pensar que este<br />
problema terminará por ser un. caso «breve». Pero esa meta<br />
puede ser una queja (contenido), como reflejo de un proceso<br />
en la vida de la madre que afecta mucho más que los<br />
hábitos de sueño de su hijo (por ejemplo, la falta general<br />
de asertividad de la madre). La duración del caso dependerá<br />
de la satisfacción del cliente con la solución del problema<br />
explícito —más allá de que existan o no otros problemas<br />
relacionados con el proceso— y de su capacidad y<br />
disposición para el cambio.<br />
Hay situaciones en que la duración del tratamiento<br />
está determinada por la fuente de la derivación; así ocurre.,<br />
por ejemplo, en algunos casos derivados por empresas<br />
de atención medica administrada o por los tribunales,<br />
Aquellas empresas suelen establecer que el tratamiento<br />
no debe superar las seis o diez sesiones, mientras que los<br />
jueces ordenan, a veces, tratamientos de un año o más.<br />
Estas prescripciones pueden traer como consecuencia un<br />
servicio inadecuado, ya que la duración del caso debe determinarse<br />
sobre la base de las necesidades de los clientes,<br />
y no de un marco temporal específico. La mejor manera<br />
de manejar estas situaciones consiste en discutirlas con<br />
los clientes. ¿Qué será más útil si sólo se han autorizado<br />
seis sesiones? ¿Qué será lo mejor si las metas se alcanzan<br />
antes de transcurridos los doce meses fijados para el tratamiento?<br />
Los clientes deben saber que tienen que cumplir<br />
su obligación, pero que pueden contribuir a determinar<br />
las opciones.<br />
Un caso centrado en la solución puede durar meses o<br />
años, pero difiere de lo que tradicionalmente se considera<br />
una terapia prolongada porque consiste en contactos intermitentes<br />
que dependen de las necesidades del cliente,<br />
y no en un período ininterrumpido de encuentros semanales<br />
o quincenales. Cada episodio del tratamiento tiene su<br />
propia meta, que contribuye a una meta global.<br />
Por ejemplo, considérese el caso de un hombre encargado<br />
del cuidado de su esposa, quien sufre un deterioro<br />
progresivo a causa de una esclerosis múltiple. Su médico<br />
lo deriva a terapia porque presenta síntomas somáticos<br />
relacionados con el estrés. Sin embargo, el cliente dice que<br />
su objetivo al concurrir a la terapia es ser más paciente<br />
con su esposa. <strong>El</strong> tratamiento puede ser muy breve si el<br />
cliente identifica las diferencias que implica el hecho de<br />
actuar con mayor paciencia (por ejemplo, cuando se da un<br />
poco más de tiempo para estar solo) y hace que eso ocurra<br />
más a menudo. Unas pocas visitas son quizá toda la<br />
ayuda que necesita.<br />
Por otra parte, tal vez el cliente no sepa en qué consiste<br />
la diferencia o, aun sabiéndolo, no tienda a provocarla con<br />
más asiduidad. En tal caso, esta primera fase del tratamiento<br />
puede extenderse durante varios meses hasta que<br />
el cliente alcance su meta. Después, los contactos pueden<br />
espaciarse o interrumpirse, hasta que el cliente vuelva a<br />
sentir que tiene un problema. Entretanto, su esposa tal<br />
vez haya sido internada en un hogar de ancianos. <strong>El</strong> cliente<br />
siente que necesita dejar de visitarla diariamente, pero<br />
no sabe cómo decírselo. También ahora es preciso aclarar<br />
la meta y el cliente puede tardar más o menos tiempo en<br />
hallar una solución. Si estos casos se definen como de «terapia<br />
breve», es por la filosofía subyacente de ayudar a los<br />
clientes a utilizar sus puntos fuertes y preservar en la mayor<br />
medida posible su autonomía.<br />
Antes de ocuparnos de las situaciones típicas que exigen<br />
el contacto del terapeuta y el cliente durante extensos<br />
períodos, puede ser útil considerar cómo decidimos que ha<br />
llegado el momento de dar por terminado un caso.<br />
La terminación: el problema del cliente<br />
He tenido oportunidad de comprobar que cuando una<br />
terapia breve marcha bien, terapeutas y clientes advierten<br />
casi al mismo tiempo que no es necesario seguir reuniéndose.<br />
En ese momento, los clientes tal vez sientan que<br />
se han agotado los temas de conversación, y los terapeutas,<br />
que les han preguntado demasiadas veces qué harán<br />
para prevenir los problemas en el futuro o para resol-<br />
255
verlos si se presentan nuevamente. Sin embargo, en algunas<br />
situaciones la terminación no es tan clara.<br />
La más obvia es la que se da cuando los clientes admiten<br />
haber alcanzado su meta pero son renuentes a terminar<br />
la terapia por temor a una recaída. Cuando esto resulta<br />
evidente, ya sea porque el cliente así lo afirma o porque<br />
comienza a presentar nuevos problemas que, en nuestra<br />
opinión, es capaz de resolver, hay una tarea más que cumplir.<br />
<strong>El</strong> cliente debe ganar la confianza suficiente para dejar<br />
de vernos.<br />
Cuando la angustia se expresa abiertamente, resulta<br />
útil normalizarla y proponer al cliente una nueva cita para<br />
un mes después, con la sugerencia de que puede cancelarla<br />
si ya no la considera necesaria.<br />
Si el temor a la terminación se expresa mediante la<br />
presentación de un nuevo problema, ante todo debemos<br />
establecer si este problema se halla o no relacionado con el<br />
proceso que el cliente acaba de afrontar con éxito. La resolución<br />
fructífera de un problema puede haberle dado el<br />
coraje necesario para hacer frente a otro totalmente distinto.<br />
Por otro lado, si un cliente que había hallado un modo<br />
eficaz de lidiar con la ira presenta ahora un nuevo problema<br />
relacionado con ella, podemos remitirlo a las habilidades<br />
ya adquiridas. Tuve una vez una cliente que era capaz<br />
de ayudarse a sí misma, pero que después de dos sesiones<br />
finales ideó una excusa para pedir una nueva cita.<br />
Finalmente, le dije que la próxima vez que llamara sólo<br />
accedería a verla si me aseguraba que en el ínterin había<br />
resuelto dos problemas. «Usted no quiere verme más», se<br />
quejó. «No es así», le contesté. «Quiero que confíe en su capacidad<br />
de autoayuda. Si sigue viéndome, no lo logrará».<br />
La terminación: el problema del terapeuta<br />
Por lo general, los terapeutas consideran que la terapia<br />
ha llegado a su fin cuando los clientes sienten que han<br />
obtenido lo que fueron a buscar. Si no es así, el terapeuta<br />
256<br />
debe volver a aclarar junto con ellos qué es lo que quieren<br />
y avanzar a partir de allí.<br />
No obstante, mi actuación como asesora de terapeutas<br />
centrados en la solución me ha permitido comprobar que<br />
algunos pueden llegar a considerar estancado un caso<br />
que, en realidad, ya ha terminado mucho tiempo atrás. <strong>El</strong><br />
caso que describiremos a continuación es un ejemplo<br />
típico.<br />
EJEMPLO DE CASO: LA CONSULTA DE JOE<br />
Joe pidió asesoramiento respecto de un caso del que se<br />
ocupaba ininterrumpidamente desde hacía un año y medio.<br />
A su entender, aunque las cosas habían mejorado en<br />
general, faltaba algo que impedía a la cliente alcanzar plenamente<br />
su meta.<br />
Cuando Joe comenzó a tratar a Mandy, una mujer soltera<br />
de 28 años, esta se encontraba desocupada. Había<br />
probado distintos tipos de empleo, pero los había dejado<br />
porque no la satisfacían. También salía con un hombre,<br />
pero se sentía usada por él. Presentaba síntomas de depresión<br />
y decía que no sabía quién era ni qué quería de la<br />
vida. Cuando Joe le preguntó cómo iba a saber que no necesitaría<br />
seguir viéndolo, contestó que tendría un empleo<br />
de su agrado, disfrutaría de la vida por lo menos el 80%<br />
del tiempo y mantendría una relación con alguien que la<br />
hiciera sentir valorada.<br />
Mandy eligió concentrarse en primer lugar en su situación<br />
laboral. Seis meses (diez sesiones) más tarde trabajaba<br />
como jefa de comedor en una cadena de restaurantes<br />
y se sentía a gusto en su empleo. Después de las primeras<br />
diez sesiones informó que, gracias a su trabajo, el tiempo<br />
en que disfrutaba de la vida había pasado del 25 al 50%.<br />
Poco después decidió poner fin a su noviazgo. Había<br />
hecho algunos intentos para lograr que su novio satisficiera<br />
sus necesidades, pero ante la falta de respuesta de este<br />
llegó a la conclusión de que era mejor estar sola que mal<br />
acompañada.<br />
257
Durante los cinco meses siguientes se lamentó en terapia<br />
por el fracaso de su relación amorosa, pero también comenzó<br />
a definir sus expectativas respecto de una nueva<br />
relación. Cuando comenzó a salir con otro hombre que era<br />
más atento con ella, utilizó la terapia como guía de sus<br />
decisiones relacionadas con él. Al año de haber comenzado<br />
el tratamiento con Joe, su evaluación de la satisfacción<br />
con la vida fluctuaba entre un 75 y un 80%, salvo cuando<br />
el trabajo o la relación le producían estrés. En esas ocasiones<br />
podía bajar al 50 o el 60% durante breves períodos.<br />
En la época de la consulta de Joe, Mandy era gerente<br />
de una sucursal de la cadena de restaurantes en la que<br />
había empezado a trabajar después de iniciar la terapia.<br />
La relación con su nuevo novio progresaba satisfactoriamente<br />
debido a la habilidad de ambos para conversar sobre<br />
sus diferencias y resolverlas.<br />
Joe describió a su cliente como una atractiva joven que<br />
se había vuelto muy dependiente de las seguridades que<br />
él le daba. Admitía que le iba muy bien, pero había algo<br />
que lo preocupaba: Mandy no se sentía aún lo bastante segura<br />
de sí misma y su índice de satisfacción con la vida no<br />
siempre rondaba el 80%. <strong>El</strong> asesoramiento se centró en<br />
los siguientes puntos:<br />
La situación laboral<br />
Asesor: La cliente parece estar afianzada en una carrera<br />
que le agrada. ¿Qué clase de estrés sufre en el trabajo?<br />
¿Cree usted que es capaz de manejarlo?<br />
Joe: Sus problemas no van más allá de los que tiene que<br />
enfrentar cualquier gerente. Habitualmente, me comenta<br />
su manera de manejarlos y creo que es muy capaz.<br />
Asesor: ¿Tiene buen criterio?<br />
Joe: Sí, pero no confía en que sea un buen criterio.<br />
Asesor: En una escala de 1 a 10, en la que 10 representa el<br />
máximo de confianza, ¿hasta qué punto confía usted en<br />
que ella puede manejar los problemas?<br />
Joe: Ocho.. . 9...<br />
Asesor: ¿Y hasta qué punto cree usted que Mandy confía?<br />
258<br />
Joe: Bien, a veces su confianza podría evaluarse en 10,<br />
pero cuando las cosas salen mal, baja a 2 o 3. Supongo que<br />
tiende a exagerar... ese es su estilo.<br />
A esta altura, Joe reconoció que reaccionaba en exceso<br />
ante las exageraciones de Mandy, y que debía confiar más<br />
en los recursos de su cliente cuando esta acudía en busca<br />
de ayuda para sus problemas.<br />
La relación<br />
Joe también se inquietaba por la estabilidad de la relación<br />
de Mandy, porque su novio aún no le había pedido<br />
que fuera a vivir con él. <strong>El</strong> asesor preguntó si había señales<br />
de que Mandy estuviera siendo usada una vez más, y<br />
Joe le contestó que en apariencia no las había. <strong>El</strong> joven<br />
parecía sincero y afectuoso, pero no estaba preparado para<br />
comprometerse plenamente antes de graduarse, para<br />
lo cual le faltaban seis meses.<br />
Asesor: ¿Qué cree usted que necesita Mandy en lo concerniente<br />
a la relación?<br />
Joe: Más o menos lo que tiene. Simplemente, no quiero<br />
que se sienta herida otra vez.<br />
Asesor: De acuerdo con lo que me ha contado, es poco probable<br />
que eso suceda.<br />
Joe: En efecto.<br />
Asesor: Y si él la hiriese, ¿cómo manejaría Mandy la situación,<br />
en comparación con las primeras sesiones con usted?<br />
Joe: Mucho mejor. Su trabajo le agrada y tiene más amigos<br />
que antes.<br />
Una vez más, Joe reconoció que la sobreprotegía.<br />
Disfrute de la vida<br />
Mandy no siempre informaba que su disfrute de la<br />
vida ascendía al 75%.<br />
2 5 9
Asesor: ¿Qué pasaría si lo hiciera?<br />
Joe: Habría llegado el momento de terminar la terapia.<br />
Asesor: ¿Cree que la cliente quiere terminarla?<br />
Joe: No, creo que teme no ser capaz de arreglárselas por<br />
sí sola.<br />
Asesor: ¿Y usted qué opina de darla por terminada?<br />
Joe advertía ahora que también él enfrentaba un problema<br />
de separación respecto de Mandy y que había contribuido<br />
a hacerla dependiente de la terapia.<br />
<strong>El</strong> asesor preguntó qué haría Joe si Mandy tuviera que<br />
mudarse a otra ciudad dentro de un mes o caducara la cobertura<br />
de su seguro de salud. Joe sabía que tenía que responder<br />
menos a la incertidumbre de Mandy y apoyar más<br />
sus puntos fuertes. Para lograr este objetivo debía normalizar<br />
el estrés laboral y los problemas del noviazgo y remitir<br />
a Mandy a la época en que manejaba con éxito problemas<br />
similares. Se daba cuenta de que aún tenía que trabajar<br />
con Mandy en lo concerniente al modo de manejar<br />
ciertas situaciones en el futuro. Creía que manejaría la<br />
terminación con delicadeza a lo largo de unas pocas sesiones,<br />
con la seguridad de que Mandy siempre tendría la<br />
puerta abierta si necesitaba volver en busca de una «inyección<br />
de refuerzo».<br />
También reconoció que debía afrontar la pérdida de su<br />
relación con Mandy y ponerla en la perspectiva adecuada.<br />
Tuvo el coraje de admitir que quizá no había pensado antes<br />
en la terminación porque Mandy era una joven atractiva<br />
de cuya compañía y admiración disfrutaba. No es inusual<br />
que cuando un terapeuta cobra afecto a un cliente por<br />
razones que le son propias, una terapia breve se convierta<br />
en una terapia prolongada.<br />
Autoevaluación del terapeuta con respecto a la<br />
terminación<br />
Una de las características de la TCS y de otros modelos<br />
que recurren a los clientes para aclarar qué quieren estos<br />
260<br />
de la terapia es su aptitud de preservar nuestra honestidad.<br />
Si aceptamos realmente lo que nos dicen los clientes<br />
sobre sus objetivos en la terapia y los cambios que experimentan,<br />
no seguiremos viéndolos más tiempo del necesario.<br />
Cuanto antes puedan percibir que ya no necesitan la<br />
terapia, más fuertes y competentes se sentirán.<br />
La causa más frecuente de que los tratamientos breves<br />
se conviertan en prolongados reside en que los terapeutas<br />
suelen olvidar que los clientes poseen los puntos fuertes y<br />
los recursos para ayudarse a sí mismos. Los terapeutas<br />
son a veces perfeccionistas o sobreprotectores y siguen<br />
atendiendo a clientes que ya no los necesitan. Aunque lo<br />
hagan para reforzar los cambios y asegurarse de que los<br />
clientes están bien, el mensaje que estos reciben es «No<br />
confío en que pueda estar bien sin mí».<br />
La terminación ideal ocurre cuando los clientes informan<br />
que han hallado una solución, el terapeuta arregla<br />
una cita para un mes más tarde, los clientes dicen seguir<br />
satisfechos con la solución, y ellos y el terapeuta se dan la<br />
mano y se despiden. Para lograr la mayor cantidad de terminaciones<br />
ideales y realizar tratamientos tan breves como<br />
sea posible, es indispensable que efectuemos una evaluación<br />
sincera de lo que sentimos por los clientes. Debemos<br />
preguntarnos: «¿Lo sigo viendo porque él me lo pide<br />
y me gusta complacer a la gente? ¿Es ella una persona interesante<br />
o sexualmente atractiva de cuya presencia disfruto?<br />
¿Tiene este cliente autorización para diez sesiones<br />
y, aunque su problema se resolvió en seis, el ingreso<br />
obtenido con las sesiones de más me beneficiará sin perjudicarlo?<br />
¿Quiero que esta mujer alcance algunas metas<br />
que en mi opinión la beneficiarán, pero que ellos no indicaron?».<br />
Por supuesto, también tenemos que considerar los<br />
casos en que nos apresuramos a terminar una terapia porque<br />
los clientes no nos gustan, nos hacen sentir ineficaces<br />
y hasta nos inspiran temor.<br />
261
Clientes con problemas crónicos<br />
En el caso de los clientes afectados por un problema<br />
físico o emocional crónico, su capacidad para valerse por sí<br />
lirismos es muy variable. Algunos pueden trabajar y costear<br />
su subsistencia, mientras que otros dependen de un<br />
seguro por invalidez. Algunos inician una psicoterapia por<br />
su propia decisión y otros son derivados por un profesional<br />
de la salud.<br />
Una de las muchas cargas que agobian a quienes padecen<br />
de una enfermedad crónica es el rótulo que esta les<br />
impone. Un problema de salud semejante puede hacer<br />
que el enfermo tenga una imagen negativa de sí mismo, o<br />
dar origen a un prejuicio en otras personas. Influye en las<br />
expectativas y, por lo tanto, en la productividad potencial.<br />
La filosofía de los puntos fuertes de la que está imbuida, la<br />
TOS es un enfoque útil en estos casos, debido al supuesto<br />
de que cada cliente es único y, por consiguiente, también lo<br />
es en sus posibilidades de cambio.<br />
He tenido conocimiento directo de una situación en la<br />
cual un cliente que nueve años antes había recibido un<br />
diagnóstico de depresión crónica, se recuperó totalmente<br />
y cambió su estilo de vida cuando fue reevaluado y tratado<br />
por un terapeuta centrado en la solución que reconoció<br />
sus puntos fuertes. Aunque se trata de una excepción, este<br />
caso demuestra que debemos mantener una actitud de<br />
apertura mental con todos ios clientes con quienes trabajamos.<br />
EJEMPLO DE CASO: VIRGINIA<br />
<strong>El</strong> caso de Virginia nos muestra que los rótulos pueden<br />
eclipsar los puntos fuertes, y también es un ejemplo de la<br />
importancia de la relación terapeuta-cliente en ios tratamientos<br />
más largos (Kreider, 1998). Virginia, una mujer<br />
de 42 años con una discapacidad atendida por la seguridad<br />
social, fue derivada por su asistente social en procura<br />
de un tratamiento para el manejo de la ira. Tenía un considerable<br />
sobrepeso, había sido operada de una fisura pa-<br />
262<br />
latina y caminaba con dificultad a causa de un pie deforme.<br />
Su madre biológica murió cuando ella tenía tres años.<br />
Su padre volvió a casarse dos años más tarde. <strong>El</strong> y su segunda<br />
esposa cancelaron la patria potestad cuando Virginia<br />
tenía 16 años, debido a que no podían controlar su<br />
conducta agresiva. Virginia nunca volvió a verlos. Quedó<br />
bajo la tutela del Estado y vivió en hogares sustitutos hasta<br />
que, a. los 17 años, fue internada en un hospital para enfermos<br />
mentales crónicos. Su historia clínica exhibía diversos<br />
diagnósticos, entre ellos esquizofrenia, depresión<br />
crónica y trastorno de personalidad fronteriza con episodios<br />
psicóticos. En el hospital la mantenían sedada para<br />
refrenar su conducta. Después de permanecer internada<br />
durante once años, un golpe de suerte le permitió obtener<br />
el alta. A un nuevo residente psiquiátrico asignado a su<br />
sale le interesó su caso y logro convencer a sus supervisores<br />
de que le retiraran la medicación que estaba tomando<br />
y la sustituyeran por litio y un tranquilizante. Los resultados<br />
fueron tan buenos que permitieron a Virginia llevar<br />
una vida independiente con el apoyo de los servicios sociales.<br />
Cuando la conocí vivía con un hombre a quien había<br />
conocido hacía algunos años. Este y una madre sustituía<br />
que residía en otra parte del Estado eran sus únicos contactos.<br />
La asistente social de Virginia la había descripto como<br />
una cliente difícil, que era incapaz de llevarse bien con la<br />
gente y había sido despedida por su ultimo terapeuta. En<br />
nuestra primera sesión deduje que Virginia estaba muy<br />
angustiada porque evitaba el contacto ocular y descargaba<br />
un imparable torrente de ira sobre todo lo referente a<br />
su vida.<br />
Mi relación con Virginia duró doce años. Las fases del<br />
tratamiento que resumiré a continuación abarcaron seis<br />
de esos años.<br />
1. Durante los dos primeros meses, la asistencia de Virginia<br />
a las sesiones fue irregular, y su cooperación, casi<br />
nula. Se negó a responder a toda referencia a una solución.<br />
Como nada es totalmente negativo y la terapia breve<br />
avanza a paso lento, decidí esperar y concentrarme en el<br />
263
clima emocional. Virginia tenía cuatro gatos a quienes<br />
llamaba sus «bebés» y hablaba de ellos con ternura. Yo le<br />
preguntaba por los gatos a menudo.<br />
A partir del tercer mes, Virginia comenzó a venir con<br />
regularidad todas las semanas y a contarme parte de su<br />
historia. Aún se negaba a hablar sobre metas.<br />
2. Un servicio de transporte provisto por la seguridad<br />
social trasladaba a Virginia a las sesiones. Unos seis<br />
meses después de comenzada la terapia, la asistente social<br />
llamó para avisarme que la empresa propietaria de<br />
las camionetas amenazaba con dejar de traerla porque<br />
ella insultaba a los conductores.<br />
Saqué a relucir el tema durante nuestra sesión, pero<br />
Virginia negó toda responsabilidad. En un primer momento,<br />
cuando dije que lamentaría que eso nos impidiera<br />
reunimos en el futuro, ignoró mis palabras, pero finalmente<br />
admitió que la beneficiaría poder hablar con alguien,<br />
sobré todo una persona que no le dijera lo que debía<br />
hacer. Acepté su enojo con los conductores como algo legítimo<br />
y la interrogué al respecto. Resultó ser que los insultaba<br />
porque creía que mostraban poca sensibilidad en el<br />
trato con algunos de los pacientes inválidos que iban en la<br />
camioneta.<br />
Terapeuta: ¿Qué cree que puede hacer, aparte de enojarse<br />
con el conductor, cuando la angustia la posibilidad de que<br />
alguien se lastime o esté incómodo?<br />
Virginia: Callarme la boca.<br />
Terapeuta: ¡Pero eso es difícil! Especialmente cuando se<br />
trata de usted.<br />
Virginia: ¡Ya lo creo! <strong>El</strong>los no se callan para nada.<br />
Terapeuta: ¿Le ocurre a veces ver algo que la preocupa y<br />
hacer algo que no sea enojarse con el conductor?<br />
Virginia: ¿Cómo qué?<br />
Terapeuta: No lo sé. ¿Qué otras cosas hace durante el viaje<br />
en la camioneta cuando se irrita?<br />
Virginia: Me callo o grito.<br />
Terapeuta: ¿Qué otra cosa podría hacer?<br />
Virginia: No entiendo.<br />
264<br />
Terapeuta: Algunos dicen que cuando están en una situación<br />
preocupante le preguntan a la persona a cargo si se<br />
da cuenta de que podría haber algún peligro.<br />
Virginia: <strong>El</strong>los quieren que no abra la boca, y punto.<br />
Terapeuta: ¿Es eso lo que usted quiere hacer, no abrir la<br />
boca?<br />
Virginia: Hum. .. No puedo hacerlo cuando estoy enojada.<br />
Terapeuta: ¿Le gustaría probar algunas cosas que podrían<br />
ser útiles?<br />
Virginia: Sí, pero... se necesitaría un milagro.<br />
<strong>El</strong> hecho de que empleara esa palabra me dio pie para<br />
formularle la pregunta del milagro. Aunque al principio<br />
no pudo, contestarla, la pregunta le hizo recordar una excepción:<br />
a veces, cuando se esforzaba por pensar en otra<br />
cosa, era capaz de controlarse. ¿En qué querría pensar<br />
cuando estuviera en la camioneta? En sus gatos, contestó.<br />
Trataría de repetir sus nombres una. y otra vez cuando<br />
sintiera enojo.<br />
Virginia lo intentó durante una semana, pero tuvo otro<br />
arranque de ira cuya consecuencia fue la cancelación de<br />
sus viajes. Esto exacerbó su enojo y tuve que dedicar bastante<br />
tiempo a escucharla por teléfono y felicitarla, ante<br />
todo, por haber tratado de controlar su temperamento.<br />
Luego me ofrecí a hablar con la empresa de transportes<br />
para abogar por ella. Consintió de mala gana. Se le dio<br />
otra oportunidad y no hubo nuevas quejas. Con posterioridad,<br />
cada vez que nos veíamos elogié su capacidad de controlarse<br />
y hablamos detenidamente sobre cómo lo lograba.<br />
Además de repetir el nombre de sus gatos, había empezado<br />
a contar los automóviles de color rojo que veía y a<br />
observar otras cosas a través de la ventanilla.<br />
3. Después de este incidente, Virginia concentró más<br />
sus ideas. Dijo que quería trabajar para sentirse menos<br />
frustrada. ¿De cuál de las frustraciones experimentadas<br />
en su vida deseaba ocuparse en primer término? De la relación<br />
con Sam, su novio. ¿Qué aspectos de esa relación la<br />
decepcionaban? Un pequeño cambio puede llevar a cambios<br />
más grandes. <strong>El</strong> hecho de que Sam no le contestara<br />
cuando ella le hablaba. Fue difícil para Virginia ceñirse a<br />
265
esta queja específica sobre Sam, pero el proceso de sus fastidios<br />
y el retraimiento de él parecieron mejorar. Sam participó<br />
en algunas sesiones. Utilicé preguntas centradas en<br />
la solución y me basé en lo que funcionaba bien para ellos<br />
como pareja. Hablamos mucho de sus sentimientos y reforcé<br />
reiteradamente los aspectos positivos de su relación.<br />
En una escala en la que 1 representaba una relación muy<br />
mala y 10 la mejor relación imaginable, ambos hablaron<br />
de un progreso de 3 a 7.<br />
4. <strong>El</strong> invierno se aproximaba y ya hacía cerca de un año<br />
que veía a Virginia casi una vez por semana. La asistente<br />
social informó que se mostraba más relajada y controlada,<br />
de modo que sugerí que comenzáramos a vernos cada<br />
quince días. Tuve que plantear la sugerencia con cuidado<br />
para que no fuera interpretada como un rechazo. Virginia<br />
había comenzado a disfrutar de nuestras reuniones semanales,<br />
y aproveché su empatia con los minusválidos para<br />
decirle que si venía con menos frecuencia habría más<br />
tiempo disponible para ocuparse de otra persona que necesitara<br />
ayuda. Le indiqué que podía hablarme por teléfono<br />
entre sesiones si lo consideraba necesario. Lo tomó a<br />
bien y llamó muy pocas veces.<br />
5. Cinco meses después, un vehículo atropelló a uno de<br />
los gatos de Virginia. Esta pérdida reavivó el recuerdo de<br />
otras que había sufrido en su vida, como la muerte de su<br />
madre biológica y la pérdida de contacto con el psiquiatra<br />
que la rescató. Durante unos seis meses reanudamos las<br />
sesiones semanales para tratar de aliviar sus estados alternados<br />
de ira y tristeza, que además repercutían en su<br />
relación con Sam.<br />
6. Cuando las cosas volvieron a estabilizarse, redujimos<br />
en forma gradual la frecuencia de las sesiones y abordamos<br />
telefónicamente unas pocas crisis menores. En<br />
esas conversaciones por teléfono era suficiente dejarla<br />
desahogarse y preguntarle luego qué necesitaba para<br />
calmarse y sentirse bien consigo misma.<br />
Durante los dos años siguientes sólo vi a Virginia cuando<br />
enfrentaba una crisis. Por ejemplo, cuando se peleó con<br />
su locador porque este decía que ella y Sam debían pagar<br />
unas reparaciones, cosa que Virginia creía injusta. Final-<br />
266<br />
mente, resolvió la situación recurriendo a lo que había<br />
aprendido en sus conflictos con los conductores de las camionetas<br />
y probando otras maneras de negociar sin<br />
generar enfrentamientos.<br />
7. Virginia acudió a su último período de sesiones seis<br />
años después de nuestro primer encuentro. Sam había<br />
perdido su empleo y estaba muy deprimido. <strong>El</strong>la reaccionó<br />
con ira y frustración. Volvimos a reunimos una vez por semana,<br />
y finalmente la pareja decidió ir a vivir más cerca<br />
de la madre sustituta de Virginia, que comenzaba a tener<br />
problemas de salud.<br />
Despedirme de Virginia no fue fácil para mí. Con el<br />
tiempo había llegado a apreciar a la mujer que se ocultaba<br />
tras una fachada a menudo hostil: una persona bondadosa,<br />
honesta, inteligente y dotada de una increíble capacidad<br />
de resiliencia. <strong>El</strong> respeto que me inspiraba, sin embargo,<br />
habría de incrementarse aún más.<br />
8. Después de su mudanza, Virginia siguió comunicándose<br />
conmigo de vez en cuando. Se había conectado con un<br />
terapeuta y un psiquiatra de la localidad, pero aún me llamaba<br />
en ocasiones y me visitó una vez, algunos años después.<br />
Siempre me enviaba una postal en Navidad y en<br />
Pascua. Me informaba cuando moría alguno de sus gatos<br />
o llegaba uno nuevo.<br />
Tres años más tarde, sus llamadas se hicieron más frecuentes<br />
porque a Sam le habían diagnosticado un cáncer<br />
de estómago. Virginia lo cuidó en la casa durante todo un<br />
año. Se casaron dos meses antes de su muerte. <strong>El</strong>la fue<br />
una enfermera increíblemente paciente y dedicada. Ya<br />
próximo el desenlace, planearon entre ambos el funeral<br />
de Sam, incluso la ropa que llevaría puesta en el ataúd.<br />
Durante algún tiempo, después de la muerte de Sam, tuve<br />
menos noticias de ella.<br />
Luego, unos ocho meses más tarde, recibí por correo<br />
una cinta magnetofónica que Virginia había grabado en<br />
medio de la noche. Se sentía terriblemente apenada y no<br />
podía dormir. Me pedía que le contestara en la misma<br />
cinta y se la enviara. Intercambiamos cintas cuatro o cinco<br />
veces, y poco a poco Virginia comenzó a sentirse mejor.<br />
Su asistente social le estaba buscando un trabajo volunta-<br />
267
io en la comunidad que no le planteara demasiadas exigencias<br />
físicas o emocionales. La última vez que tuve noticias<br />
de ella estaba por mudarse nuevamente, y luego no<br />
hubo más contactos.<br />
En esto consiste la TCS prolongada o de apoyo. Puede<br />
provocar cambios considerables si la capacidad innata del<br />
cliente lo permite. Se guía por los supuestos básicos, pero<br />
a menudo se extiende más allá del consultorio, a semejanza<br />
de los estudios de rehabilitación de personas inadaptadas.<br />
EJEMPLO DE CASO: EL HOMBRE QUE OÍA VOCES 1<br />
La TCS es apropiada para clientes que han oído voces<br />
toda su vida. Les ofrece una relación con un terapeuta que<br />
acepta su punto de vista en vez de cuestionarlo, y reduce<br />
así la angustia. Esta relación puede estabilizar a los clientes<br />
e infundirles un sentimiento de mayor control y agencia<br />
personales.<br />
Fred era un hombre blanco de 45 años que percibía<br />
una pensión por invalidez y estaba asociado al sistema de<br />
salud mental desde hacía 25 años. Vivía solo y trabajaba<br />
media jornada distribuyendo la correspondencia interna<br />
en una gran empresa. Comenzó a oír voces al ingresar a la<br />
universidad, y abandonó sus estudios poco después. Lo<br />
derivó su asistente social, preocupado porque el consumo<br />
de alcohol de su cliente comenzaba a descontrolarse. Fred<br />
era atendido por un psiquiatra que prescribía y supervisaba<br />
su medicación.<br />
Terapeuta: ¿Podría decirme por qué cree que está aquí?<br />
Fred: Mi asistente social me dijo que debía venir. A veces<br />
se preocupa cuando va a mi casa y ve botellas de cerveza<br />
por todos lados.<br />
1 La descripción de este caso fue suministrada por Brett Brasher, del<br />
Mental Health Center del condado de Dane, Wisconsin. Es un ejemplo<br />
del tipo de casos que suele tratar.<br />
268<br />
Terapeuta: ¿Por qué las botellas de cerveza lo hacen<br />
preocuparse por usted?<br />
Fred: Cree que estoy bebiendo demasiado. Quizá lo hago<br />
a veces, pero si usted tuviera que pasar por lo que yo paso,<br />
también bebería mucho. ¿Usted bebe?<br />
Terapeuta: Nunca mientras trabajo. (Fred ríe.) Su asistente<br />
social debe apreciarlo verdaderamente para preocuparse.<br />
¿Hace mucho que trabajan juntos?<br />
Fred: Oh, sí, viene a verme dos veces por semana. Me hace<br />
algunas compras. Me ayuda a hacer las cuentas. Así<br />
realmente es otra cosa. Hace años, cuando estaba en el<br />
hospital, creía que nunca saldría, sabe, que nunca volvería<br />
a ser libre. Estar en el programa es una gran ayuda.<br />
Terapeuta: ¿Qué cosas le preocupan de la bebida?<br />
Fred: No me preocupa gran cosa. Gasto demasiado dinero,<br />
pero a veces es lo único que puedo hacer. Vea, a menudo<br />
voy a un bar y la gente me mira de un modo raro. Pero después<br />
de un rato, después de haber tomado algunas cervezas,<br />
soy como todos los demás.<br />
Terapeuta: Pero su asistente social se preocupa, ¿no es<br />
cierto?<br />
Fred: Bueno, a veces es la única manera.<br />
Terapeuta: ¿La única manera?<br />
Fred (con lágrimas): Sí.<br />
Terapeuta: ¿La única manera de manejar lo que pasa<br />
dentro de su cabeza?<br />
Fred: Sí, eso es. Cuando tengo suficiente para tomar, todo<br />
queda en silencio, realmente en silencio. Cuando hay silencio,<br />
puedo pensar. Puedo hacer cosas. No oigo a los demonios.<br />
<strong>El</strong> terapeuta se enteró de que la bebida contribuía a<br />
acallar las voces del cliente. Como esto era para él un valioso<br />
mecanismo de protección, no era posible reemplazarlo<br />
hasta que hallara otro más apropiado. Por lo tanto, decidió<br />
proceder lentamente y concentrarse en establecer,<br />
ante todo, una relación de confianza. Durante algunas<br />
semanas se abstuvo de instar al cliente a dejar de beber y<br />
se limitó a mostrarse interesado en él y en su vida. <strong>El</strong><br />
cliente le permitió asomarse a su mundo interior-.<br />
269
Fred: Oh, Dios, es curioso. Digo «Oh, Dios» porque eso es<br />
lo que me ayuda. Escucho a Dios. Solía ocurrir que lo<br />
único que escuchaba en la cabeza era al diablo, a los demonios.<br />
Tenía dos demonios: uno me decía que me lastimara<br />
y el otro me decía tantas cosas que usted no querría<br />
ni escucharlas. Ahora trato de escuchar a Dios. Y cuando<br />
escucho a Dios, eso me ayuda a luchar contra las tentaciones<br />
del diablo. Dios me dice que no me preocupe por el diablo.<br />
Hay momentos en que no escucho ninguna voz. Pasa<br />
generalmente cuando estoy trabajando.<br />
Terapeuta: ¿Cómo hace para que ocurra eso? [Presupone<br />
el control del cliente.]<br />
Fred: Lo primero es decirles que no voy a escucharlos<br />
mientras trabajo. Mi horario es desde las doce hasta las<br />
tres de la tarde. Las noches son duras. Voy a casa a eso de<br />
las seis y media, me siento en la silla, me pongo a fumar y<br />
los dejo venir. A veces hace falta tanta energía que es difícil<br />
dormir.<br />
Terapeuta: Cuando las cosas empiecen a mejorar, ¿qué<br />
cree que será lo primero que notará?<br />
Fred: Tendré más fuerza. Tendré más energía y seré más<br />
interesante; tal vez incluso empiece a hablar con la gente<br />
un poco más.<br />
Terapeuta: ¿Ya le pasa alguna vez?<br />
Fred: A veces, pero no es suficiente.<br />
Terapeuta: Si tuviera que aconsejar a alguien que oyera<br />
voces como usted, ¿qué le diría?<br />
Fred: Le diría que trate de vivir con el menor estrés posible.<br />
Si uno tiene una vida sin estrés y la mantiene así durante<br />
un buen tiempo, tiene mayores probabilidades de<br />
sobrevivir.<br />
Terapeuta: ¿Alguna otra cosa?<br />
Fred: Que se cuide con las comidas. Algunos alimentos<br />
asustan a los demonios. Comer arroz marroquí o basmati<br />
suele ayudar.<br />
Cuando Brett Brasher llegó a saber más acerca de los<br />
recursos únicos del cliente, intentó reforzarlos con vistas<br />
al futuro. Con este tipo de clientes, Brasher recomienda<br />
adoptar un enfoque abierto del tratamiento. Han atrave-<br />
270<br />
sado una experiencia de muchos años; por lo tanto, aunque<br />
lo desean, la idea de un cambio también los aterroriza.<br />
La pregunta sobre cómo sabrán que no tienen que venir<br />
más puede llevarlos a imaginar un estado de indefensión<br />
y, por consiguiente, no es recomendable. <strong>El</strong> progreso<br />
debe manejarse tentativamente y con lentitud.<br />
<strong>El</strong> diálogo que transcribimos a continuación se produjo<br />
un par de meses después de iniciado el tratamiento.<br />
Terapeuta: ¿Diría usted que está manejando las cosas un<br />
poco mejor que cuando nos reunimos por primera vez?<br />
Fred: Oh, sí, mucho mejor. Anoche estuve sentado una<br />
hora y me aburrí.<br />
Terapeuta: ¿Se aburrió?<br />
Fred: Sí, me aburrí. Me encanta sentirme aburrido. Sabe,<br />
es un momento de paz. Cuando me aburro, sé que no va a<br />
entrar nada. Simplemente puedo existir.<br />
Terapeuta: Esa es verdaderamente una imagen de paz.<br />
Fred: Trato de manejar la psicosis con paciencia y valentía.<br />
La paciencia y la valentía son una gran ayuda para<br />
derrotar a los demonios.<br />
Terapeuta: [Tranquiliza al cliente con respecto a su presencia<br />
en el futuro.] ¿Qué necesita saber para creer que<br />
dentro de seis meses, cuando hablemos de esto, se sentirá<br />
bien consigo mismo?<br />
Fred: Necesito saber que Dios está conmigo. Vea, Dios dice<br />
que los verdaderos esquizofrénicos tienen un agujero en el<br />
alma. Hablar con Dios puede rescatarme. Y aunque sé<br />
que he pasado por todas estas miserias, estoy cultivando<br />
un alma buena.<br />
Terapeuta: ¿Cuando cultiva también siembra?<br />
Fred: Bueno, ir a la iglesia asusta a los demonios.<br />
Terapeuta: [Sigue el pensamiento del cliente en lugar de<br />
sus propias ideas sobre la siembra.] Cuando está en la<br />
iglesia, ¿qué hace para experimentar una sensación de serenidad?<br />
Fred: Estar en la iglesia hace saber a los demonios que no<br />
les temo. Si dudas, sé valiente. Con valentía se puede derrotar<br />
a muchos demonios. Los demonios no son tan inteligentes.<br />
Después sí tengo problemas. Sabe, especialmen-<br />
271
te al anochecer, cuando mi energía psíquica baja sus defensas.<br />
Brett Brasher también recomienda no ver con demasiada<br />
frecuencia a los clientes que oyen voces. Aunque necesitan<br />
un apoyo continuado, puede ser contraproducente<br />
que estén demasiado pendientes de los detalles de su vida.<br />
A menudo, Brasher los invita a determinar cuántas<br />
visitas por mes les resultan cómodas. Fred prefirió concurrir<br />
una vez por mes, aproximadamente. Después de<br />
unos cuatro meses anunció que había decidido dejar de<br />
beber.<br />
Fred: Hace tres semanas que estoy sobrio. Decidí que no<br />
tenía mucho sentido venir a verlo y seguir bebiendo. También<br />
decidí que Dios siente que debo estar despierto con<br />
los cinco sentidos.<br />
Terapeuta: ¿Eso ha significado alguna diferencia para usted?<br />
¿Dejar de beber y todo lo demás?<br />
Fred: Sí. He comprobado que tomo más café y fumo más<br />
cigarrillos. ¿Sabe que cuando fumo las cosas se aquietan<br />
un rato?<br />
<strong>El</strong> cliente comenzaba a descubrir sus sustitutos para la<br />
bebida. Comentó que al inhalar el humo de un cigarrillo<br />
podía concentrarse en la respiración, en lugar de pensar<br />
en el cerebro. Dijo también que había conseguido un teléfono<br />
celular y que cuando las voces eran muy fuertes lo<br />
sacaba del bolsillo y comenzaba a hablar.<br />
Fred: Parezco un yuppie (risas).<br />
Terapeuta: ¿Qué otras cosas lo ayudan?<br />
Fred: Hablar con usted, y tengo algunos amigos. A veces<br />
nos juntamos y hablamos sobre las cosas que pasan. Pero<br />
es difícil. Es mejor tocar la guitarra.<br />
Terapeuta: ¿Cómo reaccionaron las voces cuando habló de<br />
ellas con otras personas?<br />
Fred: Ah, no les gusta. Empiezan a elevar el tono y yo rezo.<br />
Y cuando lo hago, tengo la fuerza necesaria para romper<br />
el silencio.<br />
272<br />
Terapeuta: ¿Qué pasa cuando no presta atención a lo que<br />
le sugieren las voces?<br />
Fred: Ah, se enfurecen. Pero ahora empiezo a darme cuenta<br />
de que la virtud de luchar contra esos demonios permite<br />
una gran transformación espiritual. La enfermedad es<br />
un cambio para acercarme a Dios. Esa es mi salvación.<br />
Tengo una gran deuda con Dios. Quiero pagársela. Sé que<br />
le debo mucho, pero no sé dónde enviarle el cheque.<br />
Terapeuta: No creo que Dios necesite dinero, así que no es<br />
preciso que envíe el cheque a ninguna parte.<br />
Fred: Sí, tiene razón.<br />
Terapeuta: En lugar de enviar un cheque, ¿qué podría<br />
hacer con parte del dinero que ha ahorrado al dejar la<br />
bebida? [Trata de guiar al cliente hacia más estrategias de<br />
protección.]<br />
Fred: Bueno, estoy ahorrando para comprar una computadora.<br />
Quizá cuando la tenga pueda conectarme a Internet<br />
y hablar con otras personas. Cuando tipeo, nadie sabe<br />
en qué estoy pensando.<br />
<strong>El</strong> cambio no siempre se logra sin tropiezos. Al mes siguiente,<br />
Fred tuvo una seria recaída, durante la cual creyó<br />
que la gente lo seguía porque san Pablo trataba de matarlo<br />
por no ir con suficiente frecuencia a la iglesia.<br />
Terapeuta: ¿Qué le hizo pensar que era san Pablo?<br />
Fred: Simplemente, lo sabía. Me perseguía. Fue algo horrible.<br />
Terapeuta: Parece horrible. ¿Está seguro de que era san<br />
Pablo?<br />
Fred (con perplejidad): Sí. ¿Qué me quiere decir?<br />
Terapeuta: Bueno, san Pablo es un santo de amor. ¿Por<br />
qué un santo de amor va a tratar de hacer cosas que nos<br />
hagan dudar de su amor? [Ofrece una reformulación.]<br />
Fred: No sé.<br />
Mientras hablaba con el terapeuta de la misión de san<br />
Pablo, el cliente comenzó a cambiar de idea sobre el significado<br />
de sus temores.<br />
273
Fred: ¿Es posible que san Pablo esté tratando de ayudarme?<br />
Terapeuta: Me pregunto si no trata, a lo mejor, de que<br />
usted esté más enterado y sea más consciente de lo que lo<br />
rodea.<br />
Fred: Voy a pensar en eso.<br />
<strong>El</strong> trabajo con personas que oyen voces bien puede ser<br />
el ejemplo más notorio de la cooperación con los clientes y<br />
del papel de los supuestos centrados en la solución como<br />
guías de nuestra actividad. También nos incita a recordar<br />
los puntos fuertes y los recursos de los clientes, a trabajar<br />
lentamente y en procura de pequeños cambios, y a comprender<br />
que no podemos cambiarlos. <strong>El</strong> clima emocional<br />
es igualmente importante, porque proporciona la seguridad<br />
que estos clientes angustiados y desconfiados no<br />
encuentran en ninguna otra parte.<br />
También es importante la atención gradual a las emociones<br />
de los clientes. Brasher señala que las personas<br />
que oyen voces están alienadas de sus sentimientos y, en<br />
consecuencia, les resulta difícil interpretar los sentimientos<br />
de los otros. La relación con el terapeuta puede ser una<br />
fuente de aprendizaje seguro.<br />
Las recaídas también se consideran oportunidades<br />
de aprendizaje. <strong>El</strong> énfasis debe ponerse en la pregunta<br />
«¿Qué hay de diferente en este episodio?». De ese modo se<br />
construye una cadena de acontecimientos hacia un futuro<br />
mejor, al que estos clientes, por lo común, no pueden acceder<br />
por sí solos.<br />
Adaptación a la discapacidad<br />
Algunas personas sufren un deterioro súbito o gradual<br />
de su estado físico que determina cambios fundamentales<br />
en su estilo de vida. La consiguiente pérdida de identidad<br />
y la incapacidad de desempeñarse como antes requieren<br />
grandes ajustes. Frente a este dilema, un terapeuta centrado<br />
en la solución tiene que hacer malabarismos para<br />
274<br />
ayudar al cliente tanto a llorar su pérdida como a construir<br />
una nueva vida basada en sus recursos pasados y potenciales.<br />
EJEMPLO DE CASO: CAROL<br />
<strong>El</strong> caso de Carol puede ser un buen ejemplo. En la flor<br />
de la vida, a los 39 años, sufrió una lesión en la médula espinal<br />
como consecuencia de un accidente automovilístico<br />
causado por un conductor que no tenía seguro. Carol, casada<br />
con un dibujante publicitario y madre de cuatro hijos<br />
de entre 8 y 15 años, era copropietaria de una elegante<br />
tienda de ropa femenina. La lesión le provocó incontinencia<br />
intestinal y de la vejiga. Ahora debía controlar estas<br />
funciones por medios mecánicos, pero el método no era<br />
infalible y ella no podía evitar accidentes ocasionales.<br />
Carol fue derivada por su médico, quien creía que necesitaba<br />
ayuda para adaptarse a su discapacidad. <strong>El</strong>la solicitó<br />
que su esposo la acompañara a la sesión inicial. Explicó<br />
que había creído que para ese entonces ya estaría de<br />
vuelta en su trabajo, pero se sentía demasiado débil y demasiado<br />
temerosa de ofender a alguien con un posible<br />
«accidente». Como era evidente, Carol, una mujer que<br />
siempre había ejercido pleno control sobre su vida, sentía<br />
que lo había perdido en todos los aspectos. Se había negado<br />
a tomar antidepresivos o ansiolíticos porque aceptarlos<br />
habría sido, a su juicio, una manera más de renunciar a su<br />
identidad de otrora. Al final de la sesión reconocí su sufrimiento,<br />
pero también manifesté mi asombro por lo bien<br />
que lo sobrellevaba. Creía sinceramente que, muchas<br />
otras personas en esas circunstancias, no harían un esfuerzo<br />
semejante para reasumir sus responsabilidades<br />
familiares y laborales. Enumeré las cosas específicas que<br />
Carol trataba de hacer (ayudar a los hijos en sus tareas<br />
escolares, hacer listas de comestibles, mantenerse en contacto<br />
con su socia) para indicar que ella tenía aún algún<br />
control.<br />
Varios días después de nuestra primera cita, su marido<br />
me llamó para decir que la noche anterior había llevado a<br />
275
Carol a la sala de guardia de un hospital porque se sentía<br />
muy angustiada y revivía escenas del accidente. <strong>El</strong> residente<br />
de guardia, que no manejaba muy bien el inglés,<br />
aconsejó su internación, creyendo que se trataba de un<br />
episodio psicótico. <strong>El</strong> marido de Carol consideraba que el<br />
médico no había entendido bien el estado clínico de su<br />
esposa ni investigado su posible relación con los síntomas<br />
actuales. Cuando Carol se negó a internarse, el médico le<br />
recetó un ansiolítico y exhortó al marido a hacerla ver por<br />
un psiquiatra al día siguiente.<br />
Como se trataba de una emergencia, recibí a Carol y su<br />
esposo al día siguiente. <strong>El</strong>la expresaba una total falta de<br />
esperanzas. Una evaluación de la probabilidad de un suicidio<br />
indicó que no había peligro. Sin embargo, lo acontecido<br />
la noche anterior y la sugerencia de que quizás ella<br />
también empezaba a extraviar el juicio habían empeorado<br />
su estado. <strong>El</strong> médico que la atendía había sido alertado y<br />
se iba a reunir con ella y su esposo ese mismo día para<br />
evaluar su estado de salud. Era viernes, y nos ocupamos<br />
de las medidas necesarias para pasar el fin de semana y<br />
llegar al lunes, cuando volveríamos a encontrarnos.<br />
Para proporcionar a Carol algo de estructura y previsibilidad,<br />
redactamos un programa detallado de lo que debía<br />
hacer, hora por hora, durante las siguientes 48 horas.<br />
La tarea se basó en las excepciones de Carol a la angustia<br />
y la falta de control. Al aportar ideas sobre sus posibles actividades,<br />
ella se sintió más dueña de sí misma. La lista<br />
incluía escuchar música suave de jazz durante la noche,<br />
estar siempre acompañada por el esposo o alguno de sus<br />
hijos y no hablar por teléfono con parientes o amigos. Le<br />
indiqué que en caso necesario podía llamarme por teléfono,<br />
pero no lo hizo.<br />
Volví a reunirme con Carol y su esposo el lunes y me informaron<br />
que habían pasado un buen fin de semana. Aunque<br />
el examen médico de Carol no había arrojado conclusiones<br />
claras, le habían hecho algunos análisis y reducido<br />
la dosis de un medicamento que, como efecto colateral,<br />
podía aumentar la angustia. En los siguientes dos<br />
meses, Carol y yo nos reunimos semanalmente. <strong>El</strong>la siempre<br />
insistía en que su esposo la acompañara. Empleaba la<br />
276<br />
mayor parte del tiempo en desahogar su ira y su frustración,<br />
mientras yo persistía en expresar empatia y reforzar<br />
sus intentos de salir adelante.<br />
Poco a poco, la ira se convirtió en tristeza por la pérdida<br />
de su antiguo yo, y lloró mucho. Carol aún estaba físicamente<br />
frágil. Un estrés emocional excesivo se traducía en<br />
infecciones y otros síntomas físicos que la debilitaban. Por<br />
lo tanto, era preciso contener su aflicción de una manera<br />
que no la abrumara. Le sugerí que se limitara a dar rienda<br />
suelta a su dolor en dos períodos de 20 minutos por día.<br />
Esto le permitía no ceder a cada oleada de dolor y decirse,<br />
en cambio, que postergaría su reacción hasta el momento<br />
preestablecido. Carol respondió bien a la sugerencia porque<br />
le demostraba que tenía algún control.<br />
Unos ocho meses más tarde comenzó a mostrar signos<br />
de mejoría. Tenía más control sobre sus problemas de higiene.<br />
Lloraba menos, estaba más orientada al porvenir y<br />
comenzó a pensar en el futuro de su carrera. La frecuencia<br />
de las sesiones disminuyó.<br />
Sin embargo, mientras las cosas mejoraban para Carol,<br />
su marido y sus hijos comenzaron a liberar parte del<br />
estrés que habían tenido que contener durante tanto<br />
tiempo. Surgieron algunos conflictos entre el marido y el<br />
hijo mayor, y una de las hijas comenzó a exteriorizar sus<br />
impulsos en la escuela. A pedido de Carol, durante varios<br />
meses realizamos sesiones con toda la familia para recapitular<br />
los difíciles acontecimientos del pasado y proyectar<br />
un futuro adecuado a las circunstancias del momento, sin<br />
dejar por eso de considerar las necesidades individuales<br />
de los miembros de la familia.<br />
Durante los dos años siguientes, el progreso de Carol<br />
fue lento y sostenido, aunque mechado de episodios críticos<br />
que requirieron períodos de visitas más frecuentes. De<br />
vez en cuando resurgía su ira por las pérdidas sufridas, y<br />
ella necesitaba ayuda para evitar que afectara la relación<br />
con su familia, sus amigos y sus médicos. En esas ocasiones<br />
necesitaba apoyo y autorización para seguir desahogando<br />
su ira. Aun cuando se había fortalecido lo suficiente<br />
para manejar su automóvil y llevar una vida más independiente,<br />
tuvo que aceptar que nunca podría igualar<br />
277
el ritmo de antaño. Tomó entonces la penosa decisión de<br />
vender su parte en la tienda de ropa y comenzó a buscar<br />
una actividad gratificante que pudiera realizar desde su<br />
casa.<br />
Además de escucharla y de aceptar los sentimientos<br />
que experimentaba al enfrentar sus pérdidas, lo que más<br />
la ayudó fue, al parecer, pedirle que evaluara su progreso<br />
desde el accidente y tratara de discernir los motivos de ese<br />
progreso, y preguntarle qué se necesitaba para dar otro<br />
pequeño paso hacia adelante. Esto contribuyó a mejorar<br />
su aptitud para la autoayuda. Cuanto más confiaba en su<br />
independencia de la terapia, mayor control sentía, y cuanto<br />
mayor control sentía, mejor era su desempeño físico y<br />
emocional.<br />
Cuatro años más tarde, Carol puso fin provisionalmente<br />
a la terapia, con la condición de poder llamar siempre<br />
que lo necesitara. Antes de dar ese paso había atravesado<br />
otro período de aflicción, desencadenado por la muerte de<br />
su padre. Pero cuando se recuperó de esa pérdida evaluó<br />
la calidad de su vida en 8 sobre una escala de 10, en la que<br />
este último puntaje representaba lo máximo que hubiera<br />
podido esperar dada su discapacidad.<br />
Conclusión<br />
Hemos sugerido que los terapeutas centrados en la solución<br />
no deberían pensar en función de casos breves o<br />
prolongados. Si definimos los problemas como perturbaciones<br />
internas y externas que es preciso corregir en nuestro<br />
paso por la vida, su clasificación difícilmente sea de<br />
utilidad para clientes o terapeutas. En algunas personas,<br />
la solución para su supervivencia y bienestar puede demandar<br />
dos sesiones, mientras que en otras quizás adopte<br />
la forma de episodios de apoyo y resolución de problemas<br />
durante toda la vida, entremezclados con períodos de bienestar.<br />
La cuestión no es cuánto dura el tratamiento, sino<br />
cuál es la mejor solución para un cliente determinado.<br />
<strong>El</strong> resultado más favorable para los clientes que requieren<br />
un tratamiento esporádico es el que se obtiene<br />
278<br />
aplicando el supuesto de que un pequeño cambio puede<br />
llevar a cambios más grandes. Cuando cada episodio se<br />
maneja como un problema separado que necesita una<br />
solución, y no como parte de una discapacidad general, los<br />
clientes conservan la esperanza y la confianza en sí mismos.<br />
De igual modo, cuando la pérdida gradual de la función<br />
es tratada como la conservación del funcionamiento,<br />
y no sólo como una pérdida ininterrumpida, los clientes<br />
pueden afligirse y al mismo tiempo mantener el coraje.<br />
<strong>El</strong> tratamiento de casos durante períodos prolongados<br />
puede representar un desafío para los terapeutas acostumbrados<br />
a utilizar la TCS en tratamientos breves. <strong>El</strong><br />
trabajo intermitente durante un período prolongado suele<br />
requerir más paciencia, por lo menos al principio. Los<br />
clientes que vuelven a vernos de tanto en tanto durante<br />
años están a veces tan acostumbrados a que sus familias y<br />
los profesionales los traten como desvalidos o retrasados,<br />
que en ocasiones tardan mucho en reconocer que pueden<br />
contribuir a encontrar sus propias soluciones. Las relaciones<br />
duraderas con los clientes también son un reto para la<br />
objetividad profesional. En este aspecto, es útil la autosupervisión<br />
por medio del pensamiento de dos carriles. Una<br />
vez más, es muy importante recordar que los clientes poseen<br />
los puntos fuertes y recursos necesarios para ayudarse<br />
a sí mismos.<br />
279
12. <strong>El</strong> enfoque de las crisis centrado en la<br />
solución<br />
En el contexto de la teoría expuesta en este libro, una<br />
crisis es un momento del tránsito de un sistema viviente<br />
por la vida en el que su acoplamiento de estructuras está<br />
en peligro. En otras palabras, un momento en el que la supervivencia<br />
de la persona, de su estilo de vida o de sus relaciones<br />
está amenazada.<br />
Sin embargo, en general se considera que una crisis<br />
implica no sólo la posibilidad de un desastre, sino también<br />
la de un cambio favorable. Onnis (1990, pág. 43) señala<br />
que la palabra «crisis» deriva del verbo griego krino (juzgo<br />
o elijo), y por consiguiente sugiere una elección o «un momento<br />
en que se presentan distintas perspectivas y distintas<br />
oportunidades».<br />
Diversas respuestas a la crisis<br />
Fontes (1991) señala que las decisiones tomadas por<br />
los clientes durante una crisis dependen de las creencias<br />
de su terapeuta. Por ejemplo, los enfoques que consideran<br />
totalmente diferentes las situaciones críticas y no críticas<br />
(<strong>Eve</strong>rstine y <strong>Eve</strong>rstine, 1983; Golan, 1978; Meyerson y<br />
Glick, 1976; Rapaport, 1962) suelen estimar que es responsabilidad<br />
del terapeuta proporcionar una estructura<br />
y una dirección. <strong>El</strong>mer-Dewitt (1989, pág. 79) sugiere intervenciones<br />
a medida para las situaciones particulares,<br />
porque es difícil categorizar las crisis con exactitud. Otros<br />
modelos se basan en la división de la crisis en una serie de<br />
pasos (Caplan, 1964; Rapaport, 1962; Sachs, 1968). Según<br />
Caplan, la intervención debe concebirse como el resta-<br />
280<br />
blecimiento de una homeostasis natural entre la gente y<br />
su medio ambiente (Smith, 1978, pág. 397). Este planteo<br />
hace pensar en el acoplamiento de estructuras. <strong>El</strong> modelo<br />
de Fontes, basado en el construccionismo social, sugiere<br />
que, como la verdad no puede determinarse, el terapeuta<br />
debe decidir si es útil actuar como si hubiera una crisis y<br />
emplear cualquiera de las intervenciones precitadas que<br />
considere apropiada. Sin embargo, en este modelo el terapeuta<br />
debe reconocerse como un participante en la<br />
coconstrucción del significado de la crisis y también de<br />
su posible resolución: «Una medida tomada por un clínico<br />
constructivista podría en un caso cualquiera parecerse<br />
a la de otro clínico, pero la actitud hacia el trabajo sería<br />
probablemente distinta, y espero que un constructivista<br />
experimentado emplee menos violencia con los clientes<br />
que un clínico limitado a una concepción absolutista»<br />
(pág. 66).<br />
En este capítulo nos referiremos a un enfoque centrado<br />
en la solución del trabajo con casos que están o pueden estar<br />
en crisis.<br />
¿Qué es una crisis?<br />
Betty, la cliente mencionada en el capítulo 4, fue enviada<br />
por su programa asistencial para empleados a<br />
causa de accesos de llanto repentinos que se sentía<br />
incapaz de controlar.<br />
Una colega centrada en la solución contó que, mientras<br />
estaba sentada con el equipo detrás del espejo de<br />
visión unilateral redactando un mensaje de recapitulación,<br />
notó que su cliente, una mujer de 19 años,<br />
se hacía un corte en el muslo con un cuchillo.<br />
Una pareja llevó a su hija a terapia porque la noche anterior<br />
había tomado cinco comprimidos de Tylenol y<br />
luego había llamado a una amiga para contárselo.<br />
Los padres querían que la muchacha fuera internada.<br />
281
La esposa de un cliente avisa al terapeuta que su marido<br />
lleva un revólver.<br />
¿Qué tienen en común todos estos casos?<br />
1. Hay peligro de daño físico a sí mismo o a otro.<br />
2. Otras personas (incluido el terapeuta) perciben un<br />
peligro para el cliente o para otros.<br />
3. Una persona percibe su falta de control sobre las<br />
emociones.<br />
Todas estas situaciones implican una gran carga emocional,<br />
que incita a los terapeutas a rescatar a los clientes.<br />
Desde luego, la idea de rescatar a los clientes es contraria<br />
a la posición que habitualmente adoptan los terapeutas<br />
centrados en la solución, basada en el supuesto de que los<br />
clientes poseen los puntos fuertes y los recursos para ayudarse<br />
a sí mismos, con la condición de ser conscientes de<br />
ellos. Sin embargo, como profesionales de la salud nuestra<br />
obligación va más allá de la pureza teórica; también exige<br />
responsabilidad social.<br />
La necesidad de usar dos sombreros<br />
<strong>El</strong> sombrero de terapeuta<br />
Cuando usamos el sombrero de terapeuta breve centrado<br />
en la solución, suponemos que los seres humanos,<br />
en el transcurso de su vida, enfrentan situaciones críticas<br />
como enfermedades, la muerte de algún ser querido, huracanes,<br />
tormentas de nieve, incendios, violencia y circunstancias<br />
laborales y relaciones problemáticas, por<br />
mencionar sólo unas pocas. <strong>El</strong> significado que una situación<br />
específica tiene para un individuo en particular determina<br />
que la veamos como un acontecimiento normal o<br />
crítico de su vida. Una vez que un cliente y un terapeuta<br />
han comenzado a hablar de una situación potencialmente<br />
crítica, su significado para el cliente puede cambiar para<br />
282<br />
bien o para mal, lo cual dependerá del cliente mismo.<br />
Mientras el terapeuta siga estimulando el cambio en el<br />
cliente sobre la base de la manera de cooperar de este,<br />
puede considerarse que aún lleva puesto el sombrero de<br />
terapeuta.<br />
<strong>El</strong> sombrero de agente de control social<br />
En nuestra calidad de profesionales habilitados, tenemos<br />
la obligación de observar los principios y normas consagrados<br />
por la sociedad en que vivimos (es decir, por el<br />
gobierno y por nuestras organizaciones profesionales).<br />
Estos preceptos relativos a la práctica se elaboraron para<br />
proteger a nuestros clientes de nosotros y de sí mismos, y<br />
también para proteger a la sociedad de nuestros clientes.<br />
Por lo tanto, cuando estamos con un cliente que se autocalifica<br />
de descontrolado, u otros lo perciben como tal, y<br />
mantenemos con él una conversación que a nuestro juicio<br />
puede generar una situación de menor seguridad o control<br />
para él y/o para otras personas, debemos ponernos el sombrero<br />
de agente social. De lo contrario, si el cliente se inflige<br />
un daño o lo inflige a otra persona, tendremos que<br />
dar cuenta de lo que hicimos para prevenir el incidente<br />
trágico. Si no estamos en condiciones de hacerlo, podemos<br />
perder el derecho de ejercer la profesión y/o ser demandados<br />
ante la justicia.<br />
Cómo decidir qué sombrero usar<br />
<strong>El</strong> uso de dos sombreros puede ser problemático. Considérese<br />
este ejemplo: un terapeuta descubre que un<br />
cliente condenado por golpear a su mujer y enviado a terapia<br />
para que aprenda a controlar su ira incurre nuevamente<br />
en un acto de violencia después de varios meses de<br />
progresos. Su mujer no lo denuncia. <strong>El</strong> terapeuta tiene la<br />
obligación de denunciar el delito al oficial de libertad condicional,<br />
quien hará arrestar al cliente. Sin embargo, esa<br />
denuncia probablemente pondrá en peligro la relación del<br />
283
terapeuta con el cliente y obstruirá el progreso que había<br />
resultado beneficioso tanto para este como para su mujer<br />
y sus hijos. Si no denuncia la reincidencia, no sólo habrá<br />
violado la ley, sino que será considerado responsable de<br />
cualquier daño grave que la mujer sufra en el futuro.<br />
¿Cómo hace, pues, un terapeuta centrado en la solución<br />
para decidir qué sombrero usar, o cómo usar los dos?<br />
Mark Becker, del North Central Health Center de<br />
Wausau, Wisconsin, nos comunicó el siguiente ejemplo,<br />
representativo de los casos que requieren un cambio de<br />
sombrero.<br />
EJEMPLO DE CASO: RANDY<br />
Randy, un niño de 14 años, tenía en su casa y en la escuela<br />
«estallidos de cólera» que se manifestaban como<br />
conducta agresiva, destrucción de propiedad y amenazas<br />
de herirse y de suicidarse. Al aumentar la frecuencia de<br />
tales accesos, fue derivado a terapia junto con su familia.<br />
Vivía con su madre y dos hermanos mayores, de 16 y<br />
17 años, en una estrecha casa rodante. Sus padres se habían<br />
divorciado hacía ya varios años, y el padre tenía escaso<br />
contacto con sus hijos. A los hermanos de Randy tampoco<br />
les iba bien en la escuela.<br />
<strong>El</strong> terapeuta comenzó la sesión haciendo preguntas<br />
sobre excepciones a las dificultades actuales y en relación<br />
con modos eficaces de disminuir la violencia, pero no obtuvo<br />
ninguna información. En esencia, todos se sentían a<br />
merced de las «explosiones» de Randy.<br />
En un esfuerzo por restablecer en alguna medida la<br />
confianza y la esperanza, el terapeuta preguntó a la familia<br />
cómo habían podido hacer frente a las dificultades<br />
actuales. ¿Por qué las cosas no eran aún peores? Todos<br />
coincidieron en que su fuerte relación mutua les había<br />
permitido seguir adelante. Describieron varias actividades<br />
placenteras que compartían, y la madre se mostró especialmente<br />
orgullosa de que Randy se hubiera ofrecido a<br />
colaborar como voluntario en un asilo de ancianos.<br />
284<br />
Ahora que la familia parecía salir a flote gracias a la<br />
conversación sobre los lazos que los unían, el terapeuta<br />
formuló la pregunta del milagro y se enteró de que, si tal<br />
cosa ocurriera, Randy controlaría su frustración sin «estallar»,<br />
se referiría a sí mismo en términos más positivos,<br />
se desempeñaría mejor en la escuela y no amenazaría con<br />
causarse daño. La madre dijo que si se producía un milagro,<br />
ella completaría sus estudios secundarios y encontraría<br />
un mejor empleo. Para uno de los hermanos, un milagro<br />
implicaría completar sus estudios secundarios e ingresar<br />
al ejército. Toda la familia quería tener una vivienda<br />
más confortable.<br />
Dado que Randy había amenazado con suicidarse, el<br />
terapeuta tuvo que ocuparse directamente de cuestiones<br />
de seguridad y elaborar un plan de crisis para el futuro.<br />
La evaluación de la seguridad indicó que Randy no estaba<br />
en riesgo inminente y no era necesario hospitalizarlo. No<br />
obstante se elaboró, con el concurso del joven, su familia y<br />
el personal de la escuela, un claro plan de crisis.<br />
<strong>El</strong> mensaje de recapitulación destacó las luchas que<br />
habían llevado a esa sesión e hizo referencia a los fuertes<br />
lazos de la familia y a sus metas para el futuro. Randy y<br />
sus familiares recibieron la sencilla sugerencia de tomar<br />
nota de cualquier cosa que el muchacho intentara hacer<br />
para evitar un «estallido», aunque se tratara de un gesto<br />
insignificante. <strong>El</strong> terapeuta también informó a la familia<br />
que hablaría con los docentes de Randy para pedirles que<br />
estuvieran atentos a cualquier cosa que pudiera ser útil.<br />
Aunque la madre de Randy y el personal escolar se sintieron<br />
estimulados por el nuevo enfoque terapéutico, Randy<br />
tuvo otro «estallido» en la escuela y en la sesión siguiente<br />
parecía enojado. <strong>El</strong> terapeuta le dijo a la madre<br />
que nadie podía cambiar a Randy, que sólo él podía decidir<br />
hacerlo por sí mismo.<br />
Dos días después, Randy agredió con un puntapié al director<br />
de la escuela y tuvo que ser retirado por la policía.<br />
También se supo que había agredido físicamente a su madre<br />
y sus hermanos, y arrojado al gato contra la pared, y<br />
que se había puesto una cuerda alrededor del cuello, amenazando<br />
con matarse.<br />
285
Cuando llegó a la sesión siguiente con su madre, Randy<br />
no parecía el mismo. Estaba más deprimido, pero también<br />
más agitado. Cuando el terapeuta le preguntó qué<br />
había ocurrido, su respuesta fue: «Mi vida es un fracaso.<br />
Ojalá no hubiera nacido». La madre dijo estar preocupada<br />
por su seguridad y la de sus otros hijos. También la inquietaba<br />
la posibilidad de que Randy cumpliera su amenaza<br />
de suicidarse.<br />
A la desesperanza mostrada anteriormente por la<br />
familia se sumaba ahora el miedo. A fin de evaluar la<br />
necesidad de una internación, el terapeuta hizo algunas<br />
preguntas sobre la escala.<br />
Terapeuta (a la madre): Al parecer, usted siente preocupación<br />
por Randy y en cierto modo también le teme. Si tuviera<br />
que calificar su preocupación de 0 a 10, donde 10 representa<br />
la máxima preocupación posible, y 0, una total falta<br />
de preocupación, ¿dónde diría que se encuentra hoy?<br />
Madre: Anoche estaba realmente asustada. Randy ha<br />
estado alterado otras veces, pero lo de anoche fue tremendo.<br />
Yo diría que ahora estoy en 8 o 9. En los últimos tiempos<br />
él ha estado hablando mucho de causarse daño.<br />
Terapeuta: Si tuviera que calificar según la misma escala<br />
el temor que hoy le inspira Randy, ¿en qué punto se encontraría?<br />
Madre: Creo que lo que Randy hizo anoche nos hizo recordar<br />
a todos algunas de las cosas que solía hacer su padre.<br />
Cuando se fue, me parece que todos estuvimos de acuerdo<br />
en que no queríamos seguir viviendo así. Ahora hemos<br />
vuelto a lo mismo. Randy está haciendo las mismas cosas.<br />
Terapeuta: Entonces, ¿cómo calificaría su temor hoy?<br />
Madre: También con un 8 o un 9, supongo.<br />
Terapeuta: Randy, ¿qué piensas de lo que acaba de decir tu<br />
madre?<br />
Randy: Me hace sentir mal. Soy un fastidioso estúpido.<br />
Terapeuta: Si tuvieras que evaluar cuánto te preocupa lastimarte<br />
o lastimar a otras personas, ¿qué dirías?<br />
Randy: Ahora, tal vez un 7. Pero anoche era como un 10.<br />
Cuando me enfurezco, soy un peligro. Lastimo a la gente.<br />
Doy golpes y puntapiés.<br />
286<br />
Terapeuta: Parece que ambos están de acuerdo en que<br />
esta situación es alarmante y peligrosa.<br />
<strong>El</strong> terapeuta reunió más información básica sobre<br />
seguridad y se enteró de que la ideación suicida de Randy<br />
había aumentado y este tenía una importante perturbación<br />
del sueño, mayor irritabilidad y un humor depresivo<br />
más pronunciado. Randy añadió que acababa de saber<br />
que había sido reprobado en todas las materias.<br />
<strong>El</strong> terapeuta utilizó otra serie de preguntas de escala<br />
para comparar este último episodio con otros anteriores.<br />
Randy y su madre creían que le correspondía un 8 o un 9,<br />
frente a un 6 o un 7 de los incidentes pasados. Siempre había<br />
sido hospitalizado cuando las cosas llegaban a ese<br />
punto, pero dijeron que la internación no cambiaba mucho<br />
las cosas. Sólo servía para brindar a todos un respiro,<br />
de modo que pudieran recargar sus baterías. ¿Necesitaban<br />
recargarlas en ese momento? La madre volvió a referirse<br />
a su preocupación por la seguridad de todos y Randy<br />
indicó que estaba «descargado».<br />
Todas las preguntas sobre las circunstancias que pudieran<br />
bajar un poco el puntaje habían fracasado. La madre<br />
de Randy era incapaz de señalar algo que la hiciera<br />
sentirse más segura en la casa. En este momento, el terapeuta<br />
tuvo que ponerse el sombrero de agente social y recomendar<br />
la internación.<br />
Sin embargo, los terapeutas centrados en la solución<br />
tratan de contextualizar la hospitalización como «un primer<br />
paso hacia un futuro distinto», y no como «un respiro<br />
para recobrar energías». Esto último puede sugerir una<br />
continuidad del comportamiento actual, y no su cambio<br />
futuro.<br />
Terapeuta: Si miramos hacia adelante y vemos el día en<br />
que Randy esté listo para dejar el hospital, ¿cómo sabremos<br />
que su estadía ha sido útil?<br />
Madre: Sabría que Randy, cuando algo lo irrita, tiene algún<br />
modo de controlar su enojo. Siempre parece dejar el<br />
hospital antes de aprender algo nuevo.<br />
Terapeuta: ¿Por qué ocurre eso?<br />
287
Madre: Empiezo a sentirme mal porque está lejos de casa.<br />
Randy siempre me ruega que lo deje volver. Me promete<br />
que va a cambiar y supongo que yo quiero creerle.<br />
Terapeuta: Sí, es difícil de soportar que un hijo no esté en<br />
casa y sienta nostalgia. Pero parece que esta vez usted<br />
quisiera sentirse más confiada antes de llevar a Randy de<br />
vuelta a casa. Quiere estar segura de que él tiene nuevos<br />
medios de salir adelante.<br />
Madre: Sí. No creo que esta vez lo deje volver enseguida a<br />
casa.<br />
Terapeuta: ¿Qué cosas la ayudarían a sentir más confianza<br />
en que Randy está mejor preparado para manejar sus<br />
asuntos?<br />
Madre: Que tomara las cosas más en serio. Que se hiciera<br />
responsable de lo que hace en lugar de culpar a otros o actuar<br />
como si no hubiera pasado nada.<br />
Terapeuta: ¿Cómo sabría que Randy está más dispuesto a<br />
asumir la responsabilidad?<br />
Madre: Dejaría de rogarme que lo llevara a casa. Se disculparía<br />
por algunos de sus actos y sería capaz de decirnos<br />
cómo va a controlar sus estallidos en el futuro.<br />
Terapeuta: Usted cree que la internación de Randy podría<br />
ser el primer paso hacia un futuro distinto si ambos hacen<br />
algunas cosas de otro modo.<br />
Madre: Así es. Los dos tenemos que cambiar, no sólo<br />
Randy. Yo tengo que mantenerme en mis trece.<br />
Terapeuta: Randy, ¿qué piensas de lo que dice tu mamá?<br />
¿Comprendes lo que se propone?<br />
Randy: Sí, pero no me va a gustar. Cuando llego al hospital<br />
quiero cambiar, pero después de estar un tiempo, lo<br />
único que quiero es salir.<br />
Terapeuta: Supongo que estás cansado de ir al hospital<br />
una y otra vez. También sé, por nuestra última conversación,<br />
que quieres mucho a tu familia y que la idea de causarles<br />
daño te hace sentir mal. ¿Qué crees que se necesitaría<br />
para que esta fuera tu última estadía en el hospital?<br />
Randy: Tengo que descubrir qué hacer cuando me enfurezco<br />
para que no pasen estas cosas.<br />
Terapeuta: ¿Por qué crees que no fue así las otras veces<br />
que estuviste en el hospital?<br />
288<br />
Randy: Porque pienso más en salir que en mis estallidos.<br />
Sé que si insisto mucho mamá me llevará a casa.<br />
Madre: Te lo digo desde ya, esta vez no va a ser así.<br />
Terapeuta: Entonces, el primer paso para que esta internación<br />
sea diferente de las anteriores es que Randy no<br />
pida volver a casa hasta que los médicos digan que está<br />
listo. Y que, si lo pide, su mamá diga no.<br />
Madre: No va a ser fácil, pero tendré que hacerlo.<br />
Terapeuta: Randy, antes dijiste que necesitabas descubrir<br />
qué debes hacer cuando estás enojado. ¿Qué cosas distintas<br />
tienes que hacer esta vez para encontrar las respuestas<br />
mientras estás en el hospital?<br />
Randy: No me gusta que la gente me haga preguntas. Me<br />
irrita. Pero supongo que tendré que escucharlas y averiguar<br />
lo demás.<br />
Terapeuta: Aunque no te guste, ¿crees que será más fácil<br />
hacer frente a las preguntas si tu mamá se mantiene firme?<br />
¿Si no te deja volver a casa hasta que esté segura de<br />
que por lo menos has comenzado a encontrar algunas respuestas?<br />
Randy: Supongo que sí, pero no prometo que no voy a<br />
tratar de convencerla.<br />
¿Por qué este terapeuta no recomendó la internación<br />
en la primera sesión y sí lo hizo en la siguiente?<br />
La mayoría de los terapeutas centrados en la solución<br />
con experiencia en situaciones críticas dicen que, aunque<br />
la seguridad es primordial, recién la abordan al final de la<br />
sesión, a menos que el cliente pierda el control o esté cerca<br />
de perderlo en ese mismo instante. Tratan, en cambio, de<br />
relacionar, comprender y aclarar lo que cada una de las<br />
personas presentes en la sesión piensa y quiere, y ver si<br />
existe la posibilidad de un cambio, aunque sea muy pequeño,<br />
que facilite la consecución de las metas expresadas.<br />
Esos fueron los pasos dados por el terapeuta de Randy<br />
en la primera sesión, ya que escuchó los problemas expuestos<br />
e hizo preguntas sobre excepciones y la aptitud de<br />
salir adelante. Si bien ninguno de los miembros de la familia<br />
se sentía capaz de controlar los «estallidos» de Ran-<br />
289
dy, la conversación permitió conocer la relación positiva<br />
que existía entre ellos y su idea de un futuro mejor.<br />
Las amenazas de Randy de dañarse a sí mismo y su<br />
conducta agresiva hacia los demás obligaron al terapeuta<br />
a evaluar la seguridad actual y a trazar un plan de crisis<br />
para el futuro. <strong>El</strong> terapeuta, por lo tanto, se dejó puesto su<br />
sombrero de terapeuta y confió en los recursos de autoayuda<br />
de la familia. También sabía, por haber leído los datos<br />
de admisión, que había habido varias internaciones<br />
breves anteriores que no produjeron mayores beneficios.<br />
Randy no tenía un plan premeditado para suicidarse; sólo<br />
mencionaba impulsivamente sus ideas sobre el suicidio<br />
cuando se sentía desesperanzado. No tenía ningún arma<br />
y tampoco las había en su casa. Parecía repugnarle la idea<br />
de ingerir algo para matarse porque temía asfixiarse o vomitar.<br />
Dormía y se alimentaba con bastante normalidad.<br />
Los estallidos se habían vuelto más frecuentes en las últimas<br />
semanas, pero parecía motivado para cambiar.<br />
Randy se mostraba ansioso por participar en la elaboración<br />
de un plan de crisis, y su madre y sus hermanos parecían<br />
más esperanzados al final de la sesión.<br />
Sobre la base de la evaluación realizada, y teniendo en<br />
cuenta la escasa utilidad de las hospitalizaciones previas<br />
de Randy, el terapeuta conservó su sombrero de terapeuta<br />
y citó a la familia para la semana siguiente.<br />
Cuando las exteriorizaciones impulsivas de Randy se<br />
intensificaron, se vio obligado a ponerse el otro sombrero.<br />
Después de evaluar la percepción que tenía la familia de<br />
la gravedad del último episodio comparado con los anteriores,<br />
decidió garantizar la seguridad de Randy y de los<br />
demás: recomendó la internación, pero la inscribió desde<br />
el comienzo en un contexto diferente.<br />
Urgencias<br />
Cuando están en juego la vida o la pérdida del control<br />
emocional, es natural que los clientes, sus familias, la comunidad<br />
y los terapeutas quieran ver aliviados sus temo-<br />
290<br />
res lo antes posible. Los clientes acuden a terapia en procura<br />
de que el terapeuta logre ese objetivo.<br />
La cliente a quien la terapeuta ve mutilarse debe ser<br />
detenida de inmediato, aunque sea recurriendo a la policía.<br />
Es preciso convencer al cliente que porta un arma de<br />
que la entregue a alguien para que la guarde; de lo contrario,<br />
se lo debe arrestar sin demora. Las situaciones que representan<br />
sin lugar a dudas un peligro inminente deben<br />
manejarse en forma expeditiva. Los terapeutas deben disponer<br />
de los instrumentos necesarios para controlar sus<br />
temores a fin de poder ser útiles a los demás.<br />
Más allá de estos aspectos, sin embargo, lo más importante<br />
que un terapeuta centrado en la solución puede hacer<br />
por sus clientes en crisis es no identificarse con su urgencia<br />
y guiarse por el supuesto de que la terapia breve<br />
avanza a paso lento. <strong>El</strong> hecho de que los terapeutas sucumban<br />
al impulso de actuar rápidamente (excepto cuando<br />
se trata de impedir un daño) puede, en realidad, ser<br />
perjudicial a largo plazo, ya que proporciona un control<br />
externo en vez de promover un control interno de efectos<br />
más duraderos. En la medida de lo posible, para los clientes<br />
que están fuera de control, la meta terapéutica debe<br />
ser una experiencia que en el futuro pueda ayudarlos a<br />
controlarse en una situación similar.<br />
<strong>El</strong> pensamiento de dos carriles (capítulo 2) que supervisa<br />
nuestra conversación interna es una técnica útil<br />
para combatir la urgencia:<br />
Carril 1: Tengo miedo. No sé bien qué hacer.<br />
Carril 2: ¿Qué siente la cliente?<br />
Carril 1: La cliente se siente desamparada porque no<br />
es capaz de controlar la situación. Yo me siento igual.<br />
Carril 2: Si yo estoy asustada, no puedo ayudarla a<br />
controlarse. ¿Qué necesito para obtener algún control?<br />
Carril 1: Más información de la cliente acerca de lo que<br />
la haría sentirse controlada. Los clientes poseen los puntos<br />
fuertes y los recursos para ayudarse a sí mismos.<br />
291
La escucha<br />
Cuando las personas sienten miedo y la adrenalina fluye<br />
por sus venas, las inunda una emoción que las impulsa<br />
a actuar para sobrevivir: a luchar o a huir. Su atención se<br />
centra más en la figura que en el fondo. <strong>El</strong> contraste entre<br />
crisis y no-crisis se exagera. La reacción más útil de parte<br />
de un terapeuta centrado en la solución es la que atrae la<br />
atención del cliente hacia una perspectiva incluyente, en<br />
términos de «tanto. . . como»: los matices del gris. La<br />
mejor manera de lograrlo es oír todo lo que dice el cliente y<br />
ponerse conscientemente a la escucha de las excepciones y<br />
los puntos fuertes (véase el capítulo 3). En otras palabras,<br />
cuando los terapeutas se muestran plenamente receptivos<br />
a todos los aspectos del lenguaje del cliente, tienen<br />
más probabilidades de descubrir una respuesta que infunda<br />
en él cierto control y esperanza respecto del futuro.<br />
Un marco temporal ceñido<br />
Jim Derks (comunicación personal, 15 de noviembre<br />
de 2000), uno de los creadores de la TCS, señala la necesidad<br />
de establecer «un marco temporal ceñido» cuando se<br />
trabaja con una situación crítica.<br />
EJEMPLO DE CASO: PHILIP<br />
<strong>El</strong> caso de Philip, un soltero de 32 años que fue llevado<br />
a terapia por su hermano Pat a causa de una conversación<br />
sobre el suicidio, ilustra el concepto de Derks. Pat se alarmó<br />
ante el abatimiento mostrado por Philip cuando hablaron<br />
por teléfono la noche anterior. Sabía que su hermano,<br />
aunque no se sentía a gusto en su empleo, creía no<br />
estar calificado para encontrar un trabajo más estimulante.<br />
Sin embargo, durante la conversación mencionada,<br />
Philip dijo que recientemente había recibido dos advertencias,<br />
a su juicio injustificadas, por su desempeño labo-<br />
292<br />
ral; que la relación con su novia estaba a punto de terminar<br />
porque ella ya no estaba segura de sus sentimientos<br />
hacia él, y que las cosas en general estaban tan mal que la<br />
única solución era «irse».<br />
Después de esa conversación, Pat fue a la casa de Philip<br />
y lo convenció de que debía hablar con alguien acerca<br />
de su estado mental. Al principio Philip se había negado,<br />
pero cambió de decisión cuando su hermano le pidió que lo<br />
hiciera por la madre de ambos, que poco antes había sido<br />
sometida a una quimioterapia por un cáncer de mama y<br />
aún se sentía débil. Pat llamó entonces al servicio de<br />
emergencias del programa asistencial para empleados de<br />
Philip. Después de realizar una evaluación telefónica, el<br />
asesor le recomendó que no dejara solo a Philip esa noche<br />
y lo llevara para una entrevista a la mañana siguiente.<br />
Terapeuta (comienza por decirle a Philip que ya tiene<br />
alguna información sobre la situación): Philip, tengo entendido<br />
que su hermano llamó anoche al servicio de emergencias<br />
porque usted se sentía muy deprimido y pensaba<br />
en el suicidio.<br />
Philip: Sí.<br />
Terapeuta: ¿Aún piensa en eso hoy?<br />
Philip: Bueno. . . yo... creo que sí.<br />
Terapeuta (se concentra ante todo en la noche anterior): Y<br />
bien, ¿qué pasó anoche?<br />
Philip: Fue la gota que colmó el vaso.<br />
Terapeuta: ¿Qué fue?<br />
Philip: Terry, mi novia, que está al tanto de lo mal que me<br />
va en el trabajo, agravó las cosas diciendo que no sabe qué<br />
siente por mí (comienza a sollozar).<br />
Terapeuta: Eso debe de haber sido un golpe muy fuerte<br />
(Espera en silencio mientras Philip llora durante algunos<br />
minutos.)<br />
Pat: Vamos, Phil, nos tienes a todos nosotros. .. te queremos...<br />
estamos aquí. Mamá se pondrá bien.<br />
Terapeuta: ¿Su mamá está enferma?<br />
Pat: Tenía un cáncer de mama y le hicieron quimioterapia.<br />
Es una luchadora. Saldrá adelante.<br />
293
Philip siguió llorando un poco más y luego comenzó a<br />
contar su vida en los últimos meses. <strong>El</strong> terapeuta no lo interrumpió<br />
ni le pidió detalles en ese momento. Se limitó a<br />
escuchar y a mostrar su empatia con gestos y sonidos. A<br />
continuación reencauzó la conversación hacia lo sucedido<br />
la noche anterior.<br />
Terapeuta: ¿Por qué llamó a su hermano anoche?<br />
Philip: Lo llamé por unos billetes de lotería. Generalmente,<br />
nos juntamos con nuestro otro hermano y compramos<br />
varios. Me preguntaba si él quería algunos.<br />
<strong>El</strong> terapeuta notó que el cliente estaba orientado al<br />
futuro, lo cual es una buena señal. Verificó el sistema de<br />
apoyo de Philip evaluando el estado de sus relaciones con<br />
sus familiares y amigos. ¿Con qué frecuencia se comunicaban<br />
por teléfono o personalmente? Luego volvió al<br />
marco temporal ceñido.<br />
Terapeuta: Entonces, ¿qué pasó durante la conversación<br />
telefónica de anoche sobre los billetes de lotería que lo<br />
llevó a hablar sobre el suicidio?<br />
Derks dice que es importante anclar el dolor en el pasado<br />
inmediato y suponer que el día de hoy es diferente,<br />
es decir, mejor: un pequeño cambio puede llevar a cambios<br />
más grandes.<br />
Philip: Bueno, él dijo algo sobre si Terry querría participar<br />
y eso me hizo estallar.<br />
Terapeuta: De modo que Pat fue a verlo enseguida cuando<br />
usted se alteró tanto.<br />
Philip: Sí.<br />
Terapeuta: ¿Y qué pasó entonces?<br />
Philip: Hablamos un poco más...<br />
Terapeuta: ¿Y eso lo ayudó?<br />
Philip: Sí. <strong>El</strong> siempre me ayuda.<br />
Terapeuta: ¿<strong>El</strong> hecho de que Pat fuera a verlo hizo que<br />
usted se sintiera mejor, entonces?<br />
Philip: Sí.<br />
294<br />
<strong>El</strong> terapeuta trataba ahora de suscitar la percepción de<br />
que esa mañana las cosas eran diferentes de la noche anterior,<br />
aunque el cambio producido fuera pequeño. Le preguntó<br />
a Pat si Philip había desayunado y se enteró de que<br />
había comido un plato de cereal. Preguntó quién había<br />
conducido para llegar hasta allí y elogió a Philip por haber<br />
permitido que Pat velara por él haciéndose cargo del volante.<br />
Pidió a Pat que recordara algunas ocasiones en que<br />
Philip lo hubiera cuidado y obtuvo varios ejemplos. Estuvo<br />
a la escucha de cualquier cosa que pudiera reforzar como<br />
un cambio respecto de la noche anterior. Este tipo de<br />
sondeo no supone que el hecho de que el cliente dé con<br />
ejemplos positivos significa que ya no está deprimido.<br />
Más bien es un incipiente alejamiento del pensamiento en<br />
términos de «o bien... o bien», el comienzo de la construcción<br />
de una solución que puede ser compleja y requerir<br />
tiempo.<br />
Terapeuta: Y bien, Philip, ¿cuál es ahora su nivel de estrés,<br />
comparado con el de anoche? [Obsérvese que el terapeuta<br />
habla de «nivel de estrés», y no de abatimiento o suicidio.]<br />
Póngalo en una escala de 1 a 10, donde 10 representa<br />
el peor nivel posible, y 1, el mejor nivel. [Si Philip contesta<br />
que su nivel actual es igual o peor que el de la noche<br />
anterior, el terapeuta tendrá que considerar la posibilidad<br />
de internarlo.]<br />
Philip (piensa un momento): Anoche era 9. Supongo que<br />
ahora es más bien 8... o tal vez 7.<br />
Terapeuta: En realidad, le están sucediendo muchas cosas<br />
perturbadoras. ¿Se le ocurre algo que pueda hacer<br />
respecto de su situación laboral para que el puntaje baje<br />
una pizca hoy o mañana?<br />
Philip: Ayer me puse en contacto con mi delegado gremial<br />
por esas advertencias que recibí. Mañana tengo una reunión<br />
con él. [Más orientación hacia el futuro.]<br />
Terapeuta: ¿Y qué puede decirme de la situación con<br />
novia? Si esta noche ocurriera un milagro y mañana usted<br />
se levantara menos desesperanzado respecto de la relación,<br />
¿qué cosas cambiarían en su modo de actuar?<br />
Philip: Supongo que la llamaría.<br />
2 9 5
Terapeuta: ¿Qué le diría?<br />
Philip: Le diría que estoy enojado. No es justo. <strong>El</strong>la no me<br />
dice por qué está molesta. Así no tengo ninguna oportunidad.<br />
Quiero hablar de eso.<br />
Terapeuta: Me parece una buena idea. Pero vayamos paso<br />
a paso. ¿Qué me puede decir de hoy, cuando se vaya de<br />
aquí? ¿Qué necesita para mantener bajo el nivel de estrés?<br />
<strong>El</strong> terapeuta y el cliente siguieron hablando sobre<br />
cómo lograr que ese día y el siguiente fueran menos estresantes.<br />
Analizaron detalladamente la reunión con el delegado<br />
gremial para que Philip pudiera prever sus respuestas<br />
hasta donde fuera posible. <strong>El</strong> terapeuta concertó con él<br />
una nueva cita para hacer planes respecto de la conversación<br />
con su novia. Se dispuso lo necesario para que Philip<br />
cenara esa noche con Pat y su familia.<br />
Aunque haya pruebas de algún movimiento positivo,<br />
el terapeuta no puede desentenderse de las amenazas de<br />
suicidio que motivaron la presencia del cliente. Por lo tanto,<br />
evaluó los pensamientos suicidas de Philip en ese momento<br />
y comprobó que estaban más o menos en un nivel<br />
de 6. Se elaboró un plan de seguridad que incluía a Pat y a<br />
algunos de los otros hermanos. <strong>El</strong> terapeuta le pidió a Philip<br />
que firmara un contrato comprometiéndose a no llevar<br />
a los hechos ningún pensamiento suicida sin llamarlo antes<br />
a un número para emergencias, a lo cual Philip accedió.<br />
Según Derks, es importante convocar a la mayor cantidad<br />
posible de personas conocidas del cliente a participar<br />
en la primera sesión de crisis, no sólo para brindar<br />
apoyo, sino también porque la multiplicidad de perspectivas<br />
sobre el cliente y su situación aporta más información<br />
adecuada para provocar un cambio inmediato. <strong>El</strong> objetivo<br />
mismo de un marco temporal ceñido consiste en reducir el<br />
foco, a fin de tornar más visible y eficaz cualquier pequeño<br />
cambio. Un examen y una búsqueda muy amplios de recursos<br />
al comienzo de la terapia pueden ser abrumadores<br />
y, por lo tanto, peligrosos.<br />
296<br />
Conclusión<br />
Una crisis es una cuestión de definición que el terapeuta<br />
debe aclarar con el cliente. No hay que apresurarse a<br />
abandonar el supuesto de que los clientes poseen puntos<br />
fuertes y recursos para ayudarse a sí mismos, ni el de que<br />
un pequeño cambio puede llevar a cambios más grandes;<br />
por otra parte, la seguridad debe ser la principal preocupación.<br />
Todo cuanto hemos dicho en este libro acerca de la<br />
TCS es doblemente aplicable a las crisis: la escucha cuidadosa,<br />
la comprensión de la visión del mundo del cliente, el<br />
uso del lenguaje para construir una perspectiva en términos<br />
de «tanto... como» y no de «o bien... o bien», y un<br />
avance tan lento como lo permita la situación. En la TCS,<br />
lo más apropiado es usar al comienzo el sombrero de terapeuta,<br />
a menos que el cliente padezca una total falta de<br />
control físico o emocional. <strong>El</strong> establecimiento de un clima<br />
emocionalmente seguro antes de ejercer el control puede,<br />
en última instancia, facilitar a los clientes la adquisición<br />
de control sobre sí mismos. Y también será beneficioso<br />
para la relación entre el terapeuta y el cliente si este regresa<br />
en busca de un tratamiento complementario.<br />
297
Reflexiones finales<br />
«Todo el mundo es mucho más sencillamente humano que<br />
lo contrario».<br />
Harry Stack Sullivan (1953c, pág. 32)<br />
Este libro, la culminación de más de veinte años de reflexión<br />
sobre lo que hago cuando hablo con los clientes, es<br />
una acumulación, una integración y una creación de interacciones<br />
con otras personas. Mi propósito al escribirlo fue<br />
apartar a los clínicos del uso arbitrario de la técnica y<br />
guiarlos hacia un camino que pudieran seguir sin temor a<br />
perderse. <strong>El</strong> resultado más satisfactorio de este esfuerzo<br />
consistiría en incitar a los lectores a pensar más en por<br />
qué hacen lo que hacen cuando hablan con los clientes. La.<br />
admisión y explicación de las decisiones que tomamos es<br />
un primer paso en el largo camino hacia la maestría. Aun<br />
las malas decisiones tienen, al fin y al cabo, mucho que<br />
ofrecernos.<br />
La experiencia de enseñar terapia centrada en la solución<br />
me ha confirmado siempre que cada persona es única.<br />
Naturalmente, algunas personas son más sensibles y<br />
empáticas que otras. Quizá no todos tengan las cualidades<br />
de un maestro de la terapia, pero todos somos humanos.<br />
Cada uno de nosotros sabe lo que necesita de los demás<br />
en un nivel básico, sin necesidad de expresarlo con<br />
palabras. Por eso he hecho hincapié en los aspectos emocionales<br />
de la terapia, además de los aspectos técnicos. He<br />
comprobado que esta combinación hace madurar más<br />
rápidamente las habilidades terapéuticas.<br />
299
Los avances en el campo de la neurociencia, que aumentan<br />
rápidamente nuestra comprensión de la conducta<br />
humana, sin duda aportaran en el futuro nuevos conocimientos<br />
y destrezas a los psicoterapeutas. Démosles la<br />
bienvenida con una mentalidad abierta, pero sin olvidar<br />
jamás la importancia de la humildad en nuestro trabajo.<br />
300<br />
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